Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 183. FEBRERO. Año
1981 |
SUMARIO |
APOSTAR por el hombre
desde la realidad creada, |
y apostar por el mundo, en
el tiempo, como un acto |
de fe de gratitud at
Creador, sin reduccionismos |
ni renuncias, hi huidas,
sino para recoger el sentido, |
de nuestro ser y de todo
lo que nos envuelve, y restituirlo |
a Dios. Sin servirnos de
Dios, para descansar en la beatitud |
de los aprovechados, sino
para servir a Dios. Servirle es |
una gracia, un gozo, y la
libertad. |
EL SENTIDO DE LO SAGRADO |
SIN PRIVILEGIOS |
PRESUMIR DE LOS HIJOS |
SECULARISMO Y SECULARIDAD |
LA CRÍTIICA FÁCIL Y
DIFÍCIL |
PLEGARIA HUMILDE |
LA RELIGIÓN EN LA
SOCIEDADS ACTUAL |
LANZA DEL VASTO |
DIOS APUESTA POR EL HOMBRE |
1 (21) |
EL SENTIDO |
DE LO SAGRADO |
ACABAMOS de salir de un
lar- |
go período en el que,
dentro |
de la vida de la Iglesia,
fór- |
mulas, símbolos y signos
han sido |
poco comprensibles. De
donde el |
deseo de hacer tabla rasa
a fin de |
aproximarse a Dios por
otros cami- |
nos. Puede, en ello, haber
una sana |
reacción contra todo lo
que signifi- |
ca automatismo, ausencia
de parti- |
cipación, palabras
estereotipadas. |
Estamos en vísperas de un
nuevo |
amanecer. Pero nos permite
presen- |
tir, a pesar de todo, que
la relación |
con Dios no suprime el
misterio. Al |
contrario: permanece una
línea de |
separación más allá de la
cual no es |
posible pasar porque más
allá está |
el misterio. |
Si queremos explicarlo
todo, nos |
exponemos a no comprender
nada, |
pues así de cierto es que,
con la so- |
la inteligencia, no
podemos abarcar |
el misterio de la Iglesia.
Para acer- |
carnos a él y penetrarlo,
nada es |
tan necesario como los
actos, los |
gestos, los signos
humildes, que al- |
canzan la profundidad de
nosotros |
mismos, los
"arquetipos", como di- |
cen algunos. |
El fervor no se puede
alimentar |
con la sola explicitación.
En la vi- |
da de la oración común no
basta |
con los gestos más
explicados para |
romper los automatismos. |
Reduciéndolo todo a
fórmulas |
nos arriesgaríamos a
perder el sen- |
tido de lo sagrado. Se
crearía un |
vacío en el cual se
filtraría la indi- |
ferencia e incluso el
rechazo. El |
que pierde el sentido de
lo sagrado |
siente la tentación de
ironizarlo y |
de convertirlo en
deformación ca- |
ricaturesca. Crece en él
una fuerza |
subyacente que expele
cualquier |
gesto de humildad, hasta
impedir |
doblar la rodilla ante el
misterio de |
Dios y de la Iglesia. |
Quien, sin perder el
sentido de |
lo sagrado, quiere lograr
un mun- |
do cada vez más
secularizado, ha |
de tener en cuenta dos
cosas que |
le servirán para
profundizar en las |
fuentes de la vida
contemplativa: |
a) vivir el misterio de la
Iglesia, b) |
permanecer en la espera
contem- |
plativa de Dios. |
Roger Schutz, |
|
2 (22) |
Sin |
privilegios |
COMO GRAVITANDO en torno
al gran misterio navideño, la liturgia nos |
lleva a contemplar una
constelación de personajes y santos que revi- |
ven, como figuras de un
gran belén, para ayudarnos a profundizar |
espiritualmente el sentido
de la encarnación del Verbo. Evocamos el |
más sugestivo, Maria,
porque con la fiesta de su Purificación (rever- |
so de una sola celebración
que comprende, también, la Presentación de |
Jesús en el Templo), se
cierra el tiempo de Navidad. La celebración es anti- |
gua; de ella nos da cuenta
santa Eteria, intrépida peregrina española, que |
en el siglo IV ya la
encontró establecida en Tierra Santa y que la llamó |
Cuaresma de la
manifestación del Señor, Cuaresma de la Virgen... Ya |
entonces, la piedad de los
más antiguos cristianos, recordaba a Maria |
resumiendo en ella el
significado espiritual de la Navidad, desde el símbolo |
de su representación
sencilla ―hoy diríamos "secular"―, de mujer de pueblo |
como las demás mujeres,
que se sometía a un precepto legal sin alegar |
excusa alguna, a pesar de
que, para ella existía la razón más alta = u |
maternidad divinas, como
para expresar mejor que con mil razonamientos, |
que Cristo no viene a dar
privilegios de ningún género a sus seguidores. |
Cierto que tampoco viene a
rebajar ni a mundanizar ninguna de las |
exigencias divinas, que
seguirán siendo puras y totales; pero deja claro |
que no viene para
anticipar, precipitándolo, ningún triunfo, ni a que el |
reino de Dios resista
comparación posible con los reinos de este mundo. |
Los aprovechados no
tendrán cabida en el reino de Dios. Podrán, si |
acaso, revolotear en torno
a él, y hasta presumir por apropiación de los |
reflejos que, al
aproximarse, les alcancen; pero no entenderán su verdad |
ni vivirán su vida. No
será posible, a costa de Dios y de la Iglesia, buscar |
preeminencias que Dios
bendiga, y equivocarán camino los que apunten a |
puestos o dispongan
estrategias para sus medros porque los juzguen más |
fáciles que los que
reparto el mundo. Si de cualquier modo los alcanzaran, |
no serían más que
falsificaciones humanas de equivocados o frustrados |
que un día tendrían que
avergonzarse frente al juicio de Dios, y hasta de |
los hombres. |
3 (23) |
Encarnarse es descender al
nivel común de los hombres ―«menos en |
el pecado», puntualizar
San Pablos. Las primeras generaciones cristia- |
nas ya lo entendieron así.
Y no tardaron en proponer a la Virgen como |
ejemplo, porque la Virgen
era símbolo de la Iglesia. Ellos sabían, porque |
Cristo lo había
proclamado, que era bienaventurada «más bien por haber |
oido la Palabra de Dios y
ponerla en práctica» que por haber engendrada |
materialmente al Hijo de
Dios. |
La secularidad es la
encarnación, es Dios que vino al mundo, al siglo. |
a la tierra y al tiempo,
para caminar junto a los hombres, "con" ellos ―"Em- |
manuel"―. La
Iglesia lo entiende y continúa su gesto. Mientras los fieles |
seguimos a Cristo, sabemos
que el reino está cerca, pero que todavía no ha |
llegado, por lo menos en
su fase triunfante, que no nos es licito anticipar, |
sin cometer graves errores
y tal vez incurrir en idolatrías, porque ello no |
seria posible, en
apariencia, sin objetivar la trascendencia, o sin la pre- |
tensión vana de encerrarla
en cualquier limitación creada, presuntuosa y |
mezquina. |
Como el agua que corre,
como el sol todavía elevándose, como la vida |
que sigue, así, la Palabra
de Dios está en la vida de los que siguen a Cristo |
con fe, puros de la
codicia pretenciosa de cobrarse, antes de tiempo, el |
servicio que le hacen a
Dios. |
Somos todavía caminantes,
en trance aún de purificación, y andamos |
por los caminos de los
hombres, a campo abierto, sin tener ni pretender |
mansión estable, sino
sabiéndonos peregrinos en este siglo. Todo es pro- |
visional. Está muy de
acuerdo con el Evangelio que, cada vez más, por |
ejemplo, no sea un honor
el ser sacerdote o que ser cristiano no sea motivo |
de prestigio o
recomendación social. El que quiera acercarse a Cristo para |
seguirle sin reducciones
ideológicas ni escapatorias beatas o farisaicas, |
que no venga a nosotros
con esperanzas de compensaciones para su honra |
porque habrá cada vez
menos gratificaciones para repartir A ambiciosos |
pueblerinos. El que las
espere tendrá que buscarlas en otro lugar. Porque |
nos vamos Acercando, poco
a poco: fieles y pastores, a tener que repetir |
y a volver a creer que
seguir a Cristo es abandonarse a la suerte de quien |
dijo: «Las alimañas tienen
cobijos y guaridas, pero el Hijo del hombre no |
tiene dónde reclinar la
cabeza». |
Pero tiene la verdad y
tiene el camino para la vida, porque él mismo |
es el camino y la verdad y
la vida. |
Hay cuatro clases de
hombres: el mediocre, que dice: lo mío es |
mío y lo tuyo es tuyo; el
hombre ordinario, que dice: lo mío es |
tuyo y lo tuyo es mío; el
santo, que dice: lo mío es tuyo y lo |
tuyo es tuyo. Finalmente
hay el hombre malvado que dice: lo |
tuyo es mío y lo mío es
mío.— DE LA TRADICIÓN JUDÍA |
|
4 (24) |
PRESUMIR |
DE LOS HIJOS |
SAMANIEGO había ironizado |
sobre la altivez de la
espiga |
hueca de granos, y la
humil- |
dad de la inclinada por el
peso que |
promete generosidad de
cosecha. |
Los hombres solemos ser,
con fre- |
cuencia, como las espigas;
el sober- |
bio se alaba a sí mismo,
tal vez |
porque, en el fondo duda
de su |
propio valer; el humilde
no necesi- |
ta la cuidada estrategia
del juego |
de apariencias. No cabe
duda de |
que la Virgen María es
ejemplo de |
humildad, o ¿qué mujer,
que hu- |
biese sido Madre de Dios,
se habría |
resignado al silencio que
la relega- |
ra a la condición humilde
y senci- |
lla de las demás mujeres
pobres de |
su pueblo? |
Las historias cuentan que
a prin- |
cipios del verano de 1846,
dos mu- |
jeres viajaban en una
misma dili- |
gencia-correo, en el
trayecto de |
Ancona a Ferrara, entonces
perte- |
necientes, todavía, a los
Estados |
Pontificios. Eran los
principios del |
pontificado de Pío IX, ese
papa de |
talante liberal y amado
por el pue- |
blo, que admiraba su
sencillez; si |
bien más tarde no le
faltarían aflic- |
ciones y turbulencias que
modifi- |
caron su carácter. |
Iban, pues, dos mujeres en
la ci- |
tada diligencia. Una de
ellas, más |
joven, ricamente vestida y
engala- |
nada con joyas de precio,
hubo de |
esperar, en la primera de
aquellas |
poblaciones, a que subiera
una an- |
ciana, vestida
decorosamente, pero |
de aire sencillo y
pacífico. La dama |
engalanada preguntó a la
recién |
llegada anciana, que ocupó
asien- |
to a su lado, en la
diligencia, que |
adónde iba: |
―A Senigallia— le
contestó. |
―¿Vais a Senigallia?
La conozco. |
Es una ciudad pobre... Yo
voy a |
Turín. Turín es una gran
ciudad y |
alberga grandes títulos de
nobleza. |
Yo misma me visito con la
marque- |
sa de Suza, con la condesa
de Ivrea, |
con la condesa de
Villanuova, con |
la baronesa de Asti
Spumante... En |
invierno da gusto
participar en los |
bailes de la corte. ¿Vos
asistís al |
5 (25) |
baile, en Senigallia? |
La anciana se limitó a
sonreír |
y desvió la vista y las
palabras |
contemplando el Adriático,
cuyas |
aguas eran visibles desde
la venta- |
nilla del carruaje. En una
de las |
paradas un mendigo se
acercó a |
los viajeros, y la dama
anciana |
depositó una limosna. La
dama |
ufana echó en el sombrero
del |
mendigo, ostentosamente,
una mo- |
neda de plata. Diríase que
una |
hinchazón de orgullo
comprimido |
hacia brillar los ojos y
convertía |
en ampulosos los gestos y
palabras |
de la dama ricamente
vestida. |
Finalmente llegaron a
Senigallia. |
La dama rica iba a perder
la com- |
pañía de la anciana que
con pocas |
palabras, casi
monosilábicas, y |
amable y pacífica sonrisa
había |
soportado caritativamente
la vani- |
dad de su acompañante, a
lo largo |
de todo el viaje. Pero la
dama rica |
no quiso perderse, en el
último |
momento, la respuesta a lo
que tal |
vez esperaba, pero sobre
lo que no |
había sido preguntada por
la dis- |
creta anciana. |
―¡En fin, señora, ya
veo que no |
me conocéis dijo la señora
enga- |
lanada, ya sin disimular
su orgu- |
llo―, mi hijo es
gobernador! |
―¡Y bien,
distinguida dama, mi |
hijo es el Papa!
―Respondió la |
anciana, al mismo apearse
de la |
diligencia. Era, en
efecto, la madre |
de Pío IX, que volvía de
la corona- |
ción de su hijo, que había
tenido |
lugar en Roma, en la
basílica late- |
ranense. Junto a la
portezuela del |
carruaje la esperaban
algunas per- |
sonas, entre las cuales un
obispo, |
que le hizo una
reverencia. |
Si te viene el pensamiento
de que todo lo que has |
pensado sobre Dios es
equivocado y que no hay |
Dios, no te consternes por
ello. Tu falta de fe no |
procede de que no hay
Dios. Si no crees ya en el |
Dios en que creías antes,
eso procede de que en |
tu fe había algo
equivocado, y debes esforzarte en |
entender mejor a qué
llamas Dios. Si un salvaje |
deja de creer en su dios
de madera, esto no sig- |
nifica que no hay Dios,
sino sólo que Dios no es |
de madera.— LEÓN TOLSTOY |
|
6 (26) |
Secularidad |
y secularismo |
NO SE TRATA de dar nuevas |
definiciones al
cristianismo, |
ni de desvirtuar su vigor
o |
rebajar sus exigencias
haciendo |
concesiones a estilos o
modas para |
mantener o aumentar la
clientela. |
No se trata de introducir
una solu- |
ción nominalista que nos
libre de |
dar la imagen de atrasados
cultura- |
les, para tratar de
salvar, a última |
hora, el prestigio
maltrecho. Ni |
tampoco se trata de
recurrir a un |
"-ismo" que,
para criterios simple- |
mente humanos, encubra
retrasos |
prácticos, excuse
ignorancias cra- |
sas o absuelva de
obtusidades men- |
tales, que no tendrían
justificación. |
Por eso no somos
partidarios —cre- |
emos que no podemos
serlo― del |
secularismo, cuando por él
se en- |
tiende una actitud
sistemáticamen- |
te iconoclasta,
neurotizada por la |
obsesiva visión de un
mundo ce- |
rrado que incurre en los
mismos |
errores que censura de los
demás, |
con la pretensión de
imponer, con |
esa reincidencia, su
concepto pro- |
pio de cristianismo, al
fin y al cabo |
reducido a una ideología
más que, |
esta vez, se llama
secularismo. |
El secularismo es una
reducción |
sectaria; la secularidad,
en cambio, |
es un espíritu.
Secularismo y secu- |
laridad aparecen como una
reac- |
ción frente al concepto
estático del |
cristianismo más o menos
conven- |
cional; pero mientras el
primero |
opone una reacción
inquieta, no- |
velera, cambiante,
inestable, la se- |
cularidad se presenta como
una |
reacción activa, creadora,
explica- |
tiva, desarrollante. El
primero re- |
duce lo espiritual a lo
secular; la |
segunda se eleva a lo
espiritual |
desde lo secular,
liberándolo. El |
primero se detiene
clamorosamente |
en lo superficial,
aparente, más pre- |
ocupado por la imagen,
autocon- |
templativo; la secularidad
tiende a |
lo profundo y es
desprendida, pro- |
yectada al mundo para
espirituali- |
zar, simplificándolas, sus
estructu- |
ras, y evitar que
cristalicen en la |
inmovilidad. El
secularismo es más |
destructivo que
revolucionario, en |
apariencia más
intransigente, pero |
en realidad más anárquico;
la secu- |
laridad es espiritualmente
revolu- |
cionaria, es decir, que
acelera la |
evolución desde un
realismo total, |
superador de los
sectarismos dísco- |
los, destructivos. |
Cristo, respecto del
judaísmo, es |
un hombre secular,
difícilmente |
7 (27) |
encasillable y, por lo
tanto, contro- |
lable por el poder de
aquella socie- |
dad sedimentada en la
teocracia. Y |
el cristianismo surge
liberándose |
de las estructuras
sacralizadas del |
judaísmo, y es merced a
ello que |
se hace universal. Desde
la sacrali- |
zación y de las idolatrías
del poder |
se explican la muerte de
Cristo, |
los sufrimientos de los
mártires y |
las luchas y
contradicciones que |
ha padecido la Iglesia.
Tanto cuan- |
do los poderosos del mundo
han |
querido aprovecharse de
ella para |
integrarla en sus sistemas
de domi- |
nio, como cuando ha sido
tentada |
para repetir, en su
vertiente huma- |
na, esas reducciones
sacralizadas |
tendentes a encerrarla en
sí misma, |
sofocando, de este modo,
la necesi- |
dad expansiva y
profundizadora de |
su mensaje libertador,
redentor, a |
cambio de apariencias de
grandeza |
y solidez terrena, como la
de los |
grandes del mundo
rivalizando con |
ella. Afortunadamente,
cada una de |
estas tentaciones ha sido
compen- |
sado por otras tantas
reacciones de |
signo espiritual, de
vuelta al Evan- |
gelio, que han
protagonizado los |
santos, los cuales, desde
heroicas |
posiciones de
desprendimiento |
frente a todo lo que
representaba |
seguridad y prestigio,
dentro del |
concierto humano incluso
creyen- |
te, que les envolvía,
repetían en sí |
mismos las actitudes de
Cristo y el |
espíritu de las primeras
comunida- |
des cristianas. No otra
cosa repre- |
sentaron el movimiento
eremítico |
y el origen del monacato,
las gran- |
des órdenes medievales y
las fun- |
daciones religiosas de los
albores |
de la Edad Moderna. Los
fundado- |
res y reformadores siempre
partie- |
ron del desprendimiento,
de la de- |
sacralización de las
seguridades, |
incluso jurídicas,
buscando y de- |
fendiendo su libertad para
seguir |
a Cristo. Ellos han
salvado la san- |
tidad de la Iglesia, es
decir, la ra- |
dical fidelidad a Cristo,
y han evi- |
tado los males de una
fosilización |
institucional que la
hubieran podi- |
do hacer regresar al
espíritu de la |
Sinagoga, al sectarismo
judaizante, |
al servilismo de la ley, a
las idola- |
trías del poder. Que son
el refugio |
de los miedos y de las
ansiedades |
vanas cuando falla la fe. |
El cristianismo es
liberación, y |
enseña a ser libres para
el bien. |
Nadie que no alcance a
ser, prime- |
ramente, él mismo libre,
podrá |
jamás liberar a los demás,
había |
dicho Mounier. Esa
libertad está |
en la secularidad. Nadie
podrá libe- |
rar al mundo, si no está
en el mun- |
do, sin ser del mundo. Es
la secu- |
laridad de la levadura y
de la luz: |
el secularismo corrompería
la le- |
vadura y convertiría en
tinieblas |
la luz; mientras que la
seculari- |
dad trasforma la masa por
la le- |
vadura e ilumina la
oscuridad con |
la luz. |
La ciencia sin religión
está coja, la religión sin ciencia es ciega.— ALBERT EINSTEIN |
|
8 (28) |
LA CRÍTICA FÁCIL |
Y DIFÍCIL |
SE HABLA de desinterés por
la |
religión y de decadencia
del |
cristianismo, pero lo
cierto es |
que, incluso en los
diarios liberales |
y agnósticos aparecen, día
tras día, |
informaciones y
comentarios direc- |
ta o indirectamente
referidos a te- |
mas religiosos. Y si bien
no siempre |
demuestran una objetividad
que |
los hagan, sin más,
fiables, por lo |
menos revelan el concepto
que del |
cristianismo tienen
algunos comen- |
tadores y críticos. |
Inevitablemente produce
dolor |
la inexactitud o el
oportunismo |
tendencioso de alguna
letra im- |
presa, cuando se piensa en
la can- |
tidad de lectores
desinformados a |
los que pueda alcanzar.
Pero no por |
ello han de dejarse de
constatar al- |
gunos beneficios. Por lo
pronto nos |
enteramos de los juicios
que mere- |
cen a algunos y a alguna
parte de |
la sociedad, nuestras
creencias y el |
conjunto moral de «pueblo
de Dios» |
en que se profesan.
También es cier- |
to que algunas de las
críticas no nos |
pueden alarmar porque nos
damos |
cuenta que parten de
supuestos in- |
exactos o se apoyan en
datos im- |
provisados e incompletos;
otras son |
simple repetición de las
mismas que |
internamente se hace la
misma Igle- |
sia, en busca incesante de
conver- |
sión y purificación;
otras, finalmen- |
te, debemos agradecerlas
porque |
nos descubren o recuerdan
aspec- |
tos que, desde dentro de
ella, éra- |
mos propensos a olvidar. |
Las críticas pueden venir
del des- |
pecho, de la envidia, del
resenti- |
miento; pero no es menos
cierto que |
también de la nobleza y
honestidad |
de quienes nos contemplan,
pues la |
Iglesia no tiene el
monopolio de la |
virtud ni de la buena
intención. Si |
bien es lógico que
supongamos que |
la conozcan menos los
extraños y |
que lo que en ella es
esencial ―fe, |
gracia― les resulte
incomprensible, |
lo cual les descalifica
para juzgar de |
ella más allá de sus
aspectos históri- |
cos o de las valoraciones
humanas, |
culturales, sociales. Pero
la crítica |
formulada con honestidad
nunca |
debe de alarmarnos ni de
entriste- |
cernos, porque nos
preserva, por lo |
menos, de triunfalismos
peligrosos. |
Es triste, sin embargo
―ya no se |
trata en general de la
prensa―, la |
ligereza de quienes, desde
la cómo- |
da posición de la
irresponsabilidad, |
se atreven a juzgar
doctrinas en las |
que no creen, proponer
reformas |
para instituciones de las
que son |
ajenos, o dar consejos de
remedios |
que ellos mismos no se
aplican. Es- |
pectadores
descomprometidos, teó- |
ricos aficionados que, si
en vez de |
hablar de religión,
osaran, con igual |
ignorancia, tratar de
discutir de |
matemáticas o de medicina,
serían |
el hazmerreir de sus
oyentes. ¿Será |
que abusan de la gratuidad
de Dios |
para hablar de él
impúdicamente |
en vano? |
9 (29) |
PLEGARIA HUMILDE |
Oh Jesús, Señor mío, |
yo creo |
y por tu gracia yo quiero
creer |
y reconocer que es verdad
hasta el fin del mundo, |
que nada de grande se hace
sin sufrimiento, |
sin humillación |
y que, por estos medios,
todas las cosas son posibles. |
Yo creo, Dios mío, |
que la pobreza es mejor
que la riqueza, |
el dolor mejor que el
placer, |
la oscuridad y el
desprecio mejor que el renombre, |
y la humildad mejor que
los honores. |
Dios mío, no te pido que
me sometas a estas pruebas, |
que no sé si podría
soportar; |
pero, por lo menos, Señor,
tanto en prosperidad como adversidad, |
yo quiero creer lo que he
dicho: |
no quiero poner mi
confianza en la riqueza, |
el rango, el poder, la
reputación; |
10 (30) |
no quiero que mi corazón
descanse en el éxito de este mundo, |
ni se apoye en sus
ventajas; |
no quiero desear lo que
los hombres llaman |
recompensas de la vida. |
Antes bien yo quiero, con
tu gracia, |
preferir lo que el mundo
desdeña u olvida, |
honrar a los pobres, |
venerar a los que sufren |
admirar y venerar a tus
santos y confesores |
y caminar con ellos, sin
hacer caso de los criterios del mundo. |
Finalmente, mi amado
Señor, soy tan débil |
que no soy capaz de
pedirte estos sufrimientos como un don, |
y no tengo fuerza para
hacerlo; |
pero te pido, por lo
menos, |
que sepa recibirlos, |
cuando tu sabiduría y tu
amor me los quisieran mandar. |
Card. JOHN HENRY NEWMAN,
C. O., |
en MEDITATIONS AND
DEVOTIONS |
11 (31) |
CURSOS BIBLICOS |
A DISTANCIA |
TRES CURSOS COMPLETOS |
INTRODUCCIÓN |
GENERAL |
―Qué es la Biblia y
có- |
mo leerla. |
―El mundo de la
Biblia. |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
―De Jesus a los
Evange- |
lios. |
―La historiografía
del |
Antiguo Testamento. |
―Los Evangelios
Sinóp- |
ticos. |
―El Pentateuco. |
2." |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
―Profetismo y
profetas |
preexílicos. |
―Hechos de los
Apósto- |
les. |
―Profetas exílicos y
postexílicos. |
―Escritos de san
Juan. |
―La lírica sagrada. |
―Hebreos y Cartas
Cató- |
licas. |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
—La literatura sapien- |
cial. |
―S. Pablo:
Tesalonicen- |
ses y grandes cartas. |
―La literatura
apocalíp- |
tica. |
―S. Pablo: cartas
pasto- |
rales y de la cautividad. |
SINTESIS DE TEOLOGIA
BIBLICA |
―Historia de la
salva- |
ción. |
―Pueblo de Dios. |
Información e
inscripciones en: |
CURSOS BÍBLICOS |
A DISTANCIA |
Enrique Jardiel Poncela, 1 |
Tel. 259 23 00 - Madrid-16 |
―La matrícula
importa 5.000 ptas. |
cada año. |
―Los profesores son
de la Casa de |
la Biblia. |
―La comunicación
entre profeso- |
res y alumnos se considera
fun- |
damental y está asegurada
al |
máximo. |
Los textos (incluidos en
el costo |
de la matrícula), además
de ser |
auténticas obras puestas
al día |
de la ultima investigación
bíbli- |
ca, llevan una muy selecta
bi- |
bliografía. |
12 (32) |
LA RELIGIÓN |
EN LA SOCIEDAD |
ACTUAL |
A VECES tomamos como señal
de descristianización lo que no es más que |
el decaimiento de
ideologías, substitutivas del verdadero cristianismo, |
y que había sido posible
construir a base de absolutizaciones parciales |
o temporales del mensaje
de Cristo. Aunque en ocasiones se haya pretendido |
confundirlo con él,
afortunadamente el cristianismo no es una ideología. Por |
eso, lo que ocurre
actualmente, tal vez tenga más que ver con una depuración |
saludable que con un
descenso del cristianismo. Las ideologías se anticipan al |
ejercicio de la libertad
humana, cuando resulta que la religión, en todo caso, |
ha de ser tomada como una
relación de libertad y de liberación ―redención― |
apoyada en la gracia, más
que en ningún otro caso, en el cristianismo. |
En este sentido nos parece
interesante un trabajo de Gabriel Armengual, |
publicado en el número 99
de «Qüestions de vida cristiana», cuyos párrafos |
principales traducimos a
continuación. |
Cuando nos referimos al
«aislamiento del cristiano» |
hacemos una afirmación
valorativa del creyente en el |
mundo de hoy. La primera
cuestión que se plantea es, por |
lo tanto, la de preguntar
por la fe en este mundo actual, |
caracterizado por un
ateísmo masivo. |
Sobre esta cuestión habría
que considerar dos aspectos: |
el primero, desde un
análisis de la actualidad, desde la |
sociología, sobre el lugar
o función de la religión en el |
conjunto social de la
formación del capitalismo tardío; |
el segundo, desde la
teología, sobre lo que es religión. → |
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1. La religión no es una
ideología |
Esta es la afirmación
sociológica sobre el lugar y fun- |
ción de la religión en la
sociedad actual. Esta afirmación |
no es más que la
aplicación a la religión de la afirmación |
de Marcuse y Habermas (y,
en general, de la escuela de |
Frankfurt) sobre la
ciencia y la técnica como ideología, |
aplicando el concepto a
las sociedades tecnológicamente |
avanzadas de nuestros
días. |
El nacimiento |
de la modernidad |
Las raíces de nuestra
sociedad arrancan de la Ilustra- |
ción, del surgir de la
burguesía y la economía mercanti- |
lista: es el nacimiento de
la modernidad y del capitalismo |
como modo de producción.
La sociedad moderna se carac- |
teriza por un desarrollo
constante de las fuerzas produc- |
tivas; desarrollo que no
depende del influjo de un marco |
institucional orientado
según las tradiciones culturales, |
sino que las fuerzas
productivas se van independizando |
de dicho marco y, de vez
en cuando, un poniendo en |
cuestión, minándola y
destruyéndola, la fuerza legitima- |
dora de las tradiciones
culturales. |
La nueva ideología |
El capitalismo es el modo
de producción que se carac- |
teriza por la erosión de
las legitimaciones que provienen |
de las tradiciones
culturales y cosmovisiones. Pero tam- |
bién para ofrecer otra que
ya no baja del cielo, sino que |
puede ser recogida desde
la base del trabajo social. Es la |
institución del mercado,
en la cual, los propietarios pri- |
vados intercambian
mercancías entre las que se incluye, |
para los que carecen de
propiedad, la propia fuerza del |
trabajo, todo lo cual se
rige por «la justicia del intercam- |
bio de equivalentes». Esta
es la ideología burguesa, expre- |
sada en las categorías de
libertad, igualdad, tolerancia, |
reciprocidad. |
Lo que ocurre es que,
estas categorías, en las leyes del |
mercado, se convierten en
la ley del más fuerte, para dar |
lugar a lo que se denomina
capitalismo liberal. |
La consecuencia es que el
poder ya no es político, sino |
económico, legitimado por
la ley del intercambio de equi- |
valentes. Así, la
racionalidad del capitalismo acaba con |
la legitimación que
provenía de cosmovisiones y tradicio- |
nes culturales, carentes
ya de vigencia social. |
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la primacía de las fuerzas
productivas destaca la ac- |
ción técnica instrumental,
basada en saberes empíricos y |
también en la elección
nacional, según estrategias que par- |
ten de saberes analíticos.
La elección racional de la acción |
estate oriente por una
correcta valoración de las |
alemanes posibles. Es lo
que desde M. Weber, lleta el |
nombre de
racionalización, en nombre de la cual se im- |
planta una forma
determinada de dominación política |
no confesada. |
La doble |
racionalización |
Esta racionalización se
extiende en dos direcciones: |
a) desde la base, la
racionalidad invade todos los campos: |
educación, sanidad,
familia, seguridades económicas, la- |
borales, de tiempo libre.
Puede ser indicativo el observar |
que las afiliados a
sindicatos de izquierda no siempre |
rotan a partidos políticos
de izquierda. Por otra parte, |
b) desde arriba, en tanto
que interpretaciones del mundo, |
pierden fuerza convincente
y circulante y capacidad para |
motivar. Estas
legitimaciones se substituyen por otras que |
se basan,
fundamentalmente, en la critica a las interpre- |
taciones del mundo y en
los rendimientos del sistema. |
Son las ideologías en
sentido estricto a diferencia de las |
cosmovisiones. Tales
ideologías se basan siempre en la |
ciencia y en la técnica,
que adquieren función legitima- |
dora y tienen carácter
ideológico. |
Conciencia |
tecnócrata |
En la evolución del
capitalismo se evidencia este pro- |
ceso de racionalización.
La ciencia no sólo se convierte |
en primera fuerza
productiva, sino que asume funciones |
Legitimadoras. La ciencia
se tecnifica y pasa a crear el |
fenómeno de la conciencia
tecnócrata, que subordina la |
política a la técnica. |
En contra de las
previsiones de Marx, luego de que |
La ciencia y la técnica se
conviertan en ideología, las |
fuerzas productivas
pierden su carácter crítico, progresis- |
ta, revolucionario, y se
convierten, paradójicamente, en |
legitimadores del sistema.
Es el punto en el cual los inte- |
reses de las fuerzas
productivas convergen con los de la |
autoperpetuación del
sistema. |
Con la tecnificación de la
política las masas se despo- |
litizan, incluso la
"moralidad" es eliminada. |
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Tres consecuencias |
De cuanto hemos descrito
podemos deducir tres afir- |
maciones: 1.4 La ciencia y
la técnica han invadido todos los |
ámbitos y han substituido
las tradiciones culturales y las |
cosmovisiones. Y por esto
la religión no es ya un elemento |
de la estructura social, y
menos todavía una ideología |
legitimadora, como pudo
ser en otras épocas. |
2. Se da un gran vacío
causado por la erosión que la |
racionalidad técnica del
capitalismo ha causado a las |
cosmovisiones y o las
tradiciones culturales. Es un vacío |
de acción comunicativa, de
orden político y moral, incluso |
de crisis de identidad: de
legitimación a nivel estructural |
y de motivación a nivel
personal. |
3. Para colmar este vacío
no es posible volver a cos- |
movisiones para las cuales
sería preciso recurrir a esta- |
dios espirituales
anteriores (milicos, románticos...), que |
no responden a la
problemática actual. Aunque si cabe |
una apropiación crítica de
las tradiciones culturales, con |
lo que podrían recobrar
vigencia, en la medida en que |
fueran internalizadas, y
serían internalizadas en la me- |
dida en que fueran objeto
de discusión libre y razona- |
ble. |
2. La religión es la
relación |
libre entre sujetos libres |
Se trata de una afirmación
teológica o definición de la |
religión que rechaza las
concepciones (en el fondo román- |
ticas) de la religión que,
de antuvio, ya se presenta como |
una cosmovisión. La
religión (sobre todo y expresamente |
la cristiana) no es, por
su misma naturaleza, una inter- |
pretación global del
mundo, o «la captación global del |
sentido de la propia vida
en un momento histórico deter- |
minado». Tal concepto
solamente podría ser operativo |
presuponiendo una
antropología (naturalista, romántica), |
no existente, del hombre
como ser estructuralmente reli- |
gioso. La religión puede
implicar ciertos elementos de |
una cosmovisión, Y excluir
otros, incluso, extrapolando, |
puede explicar o excluir
una cierta interpretación del |
mundo, pero en sí mismo no
es una interpretación del |
mundo, como lo muestra la
misma historia del fenómeno |
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religioso, que se ha
vivido y ha convivido en multitud de |
interpretaciones del
mundo. |
Con esta aclaración,
tratemos de explicar el contenido |
de la afirmación
establecida. |
Libertad y gracia |
La libertad de la relación
viene afirmada en su carác- |
ter de gratuidad, de
gracia, aunque se pueda considerar, |
además, como la respuesta
adecuada al deseo natural de |
alcanzar a Dios, porque la
respuesta no es anterior a la |
demanda o al deseo, sino
al revés, el deseo mismo es ya |
acción gratuita y libre de
Dios, en quien lo suscita. En |
teología esto se suele
mostrar tanto en el plano ontológico |
trascendental (Rahner),
como también, y es más directa- |
mente teológico, en la
doctrina de la Trinidad. La acción |
del Padre (la creación =
hacerse compañero de diálogo) |
es anterior y en vistas a
la encarnación del Hijo; lo mis- |
mo que la acción del
espíritu no es otra cosa que la de- |
manda y la respuesta de
nuestra fe en Dios, al acoger su |
autodonación, y es así
como nosotros volvemos a Dios |
volviendo Dios a sí mismo
desde y mediante la exteriori- |
zación o apertura divina
al mundo. |
Superación |
extrañamiento |
La libertad de la relación
se muestra también en la |
superación de todo
extrañamiento en esta relación: se |
alcanza la unión con el
opuesto, como en casa propia en |
la de otro, a sí mismo en
el extraño, recobrando la propia |
identidad y la
autoconciencia. |
Este movimiento de
exteriorización y de retorno nos |
descubre el dinamismo
libertador de tal relación; no se |
trata de una libertad duda
de una vez para siempre, na- |
turalísimamente, sino que
la libertad consiste en edificar- |
se en la alteridad, no en
la pura autoposesión particular, |
sino que es preciso salir
de sí mismo y reencontrarse en |
el otro. Dicho
teológicamente, mediante la cruz: pues ésta |
constituye el camino de la
realización de la libertad, que |
es todo lo contrario de un
camino fáustico, acumulativo, |
progresivo, de libertad. |
Religión |
y persona |
La libertad del hombre se
hace visible, seguramente |
más que nunca, cuando la
religión deja de ser una cos- |
movisión y toma un
carácter personal y personalizador, |
y por eso mismo de
libertad y liberador. El tema de la |
personalización del hombre
mediante la relación con Dios → |
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debe ser uno de los temas
mus originales del cristianismo. |
Por un lado, la relación
con Dios es ciertamente la expre- |
sión de la estructura
espiritual del hombre, de su "aper- |
tura al mundo" que
jamás lejos de lo inmediato dado, |
pero también esta
"apertura al mundo" no pasaría de |
simple ampliación del
entorno si no fuera una apertura |
personalizadora hacia
Dios, es decir, si la relación con |
Dios no fuese liberadora y
constitutiva de la persona, en |
su singularidad, no
reducible a género o grupo, precisa- |
mente porque es una
relación con lo absoluto, que no |
solamente supera el
colectivo anónimo o el particular |
concurrente, sino que
posibilita, crea y garantiza la afir- |
mación de cada sujeto en
su carácter de sujeto libre. |
Religión |
y comunidad |
La religión es también
relación libre entre sujetos li- |
bres de la comunidad
religiosa. La relación con Dios |
se manifiesta en esta
misma posibilidad y realidad de |
relación libre, porque la
relación entre tales sujetos no es |
únicamente una relación
singular más, sino la realidad |
que posibilita y hace real
la relación libre comunitaria. |
LANZA DEL VASTO. |
Discípulo de Gandhi, quien
le impuso el sobrenombre de Shantidas, |
aprendió de él la doctrina
de la paz y de la no violencia, desde posicio- |
nes no sólo cristianas,
sino incluso católicas. De regreso a Europa, fun- |
dó una primera comunidad
pacifista en Montpellier, regida por estos |
siete principios:
obediencia a la decisión común, trabajo manual, res- |
ponsabilidad y
corresponsabilidad, purificación, veracidad, no violen- |
cia y pobreza. Todo dentro
de un marco austero, pues la jornada de la |
comunidad tiene su inicio
a las cinco de la mañana y finaliza a las diez |
de la noche. Los alimentos
no comprenden la carne. Tampoco se admi- |
ten asalariados, sino que
todo se comparte. Otras fundaciones se espar- |
cieron por Europa y,
finalmente acababa de iniciarse una en nuestra |
misma provincia, en Elche
de la Sierra, donde precisamente la muerte |
acaba de sorprender a este
insigne pacifista. Hace muy poco que, con |
ocasión de su estancia
cerca de nosotros, había declarado: «Creamos |
comunidades tales en las
que, si todos hicieran lo mismo, no habría |
guerra, ni revolución, ni
miseria, ni servidumbre. Compartimos nues- |
tros bienes, no los
acumulamos ni personal ni comunitariamente. Todo |
el sobrante que nos queda
va destinado al Tercer Mundo». |
18 (38) |
La personalización se
mediatiza en la relación con los |
desde. La relación libre
con Dios es la relación funda- |
dora de la comunidad,
porque universaliza la relación |
personal, creando
comunidad en la anulación de los |
singulares, por lo cual.
La comunidad deja de ver un |
conglomerado natural, de
carne y sangre, y pasa a ser |
comunidad de sujetos
libres. |
Espíritu |
comunicación |
y libertad |
¿Qué tiene que ver esta
definición de religión con lo |
dicho antes? |
1. Que la religión, por su
contenido, no se define como |
una cosmovisión, sino como
una relación libre de sujetos |
libres, que en relación
personalizadora y liberadora, cons- |
tituyente de sujetos
libres y capaces de un diálogo libre |
de dominio y capaz de
crear relaciones libres en la socie- |
dad. Dicho en términos
teológicos: el espíritu vive en la |
comunidad, y por lo tanto
ésta no depende de objetividad |
externa alguna de ley o de
tradición. Incluso el recuerdo |
que tiene de Cristo es
recuerdo de la propia historia de la |
comunidad que en él tiene
comienzo y se constituye, pero |
que no nos obliga a ser
repetidores, sino "seguidores". |
2. La capacidad de crear
discursos comunicativos le |
viene de la misma
libertad, que es la única determina- |
ción: libertad que no se
creen mediante acción técnica |
alguna, sino mediante la
superación de cualquier no-iden- |
tidad. De donde, para la
reactualización constante de la |
"tradición"
(paradosis) del Señor, es esencialmente una |
comunidad enarrante
constituida por la interacción y la |
comunicación. |
3. La "vocación a la
libertad", que nos ha constituido en |
Hijos es un llamamiento
para liberar la creación entera. |
La libertad |
y la cruz |
Por todo ello, si se
pueden encontrar situaciones en |
las que el cristiano
aparece como aislado en el mundo |
actual, tales situaciones
han de tomarse como impulsos |
del cristiano hacia el
exterior, hacia la comunicación y |
hacia la realización de la
libertad. Pero esto no puede |
tomarse como un proyecto
de cumplimiento inmediato, |
porque la realización de
esta liberación total se va pro- |
duciendo, en este mundo,
por medio de la cruz y de la |
conversión o
transformación. |
19 (39) |
Dios apuesta por el hombre |
Decir que el optimismo
tiene la última palabra es |
reconocer que el pesimismo
tendrá muchas de las |
palabras penúltimas. Decir
que es la última supone |
igualmente que el
optimismo gana esa palabra ven- |
cedora en la fe, no
meramente en la experiencia de |
la vida; y la gana contra
la incredulidad (lo que no |
significa contra la
realidad, ni al margen de ella, |
ni como huida de ella...)
Finalmente, decir que es |
la última supone recibir
esa palabra como gracia. |
Y por eso no es falso,
aunque sea hiperbólico, decir |
que, el ser cristiano, en
definitiva, no consiste en |
creer en Dios, sino en
creer en el hombre. ¡Esto es lo |
difícil y lo milagroso!
Pero creer en el hombre, no |
porque éste se muestre, o
se haya mostrado, o se |
vaya a mostrar en el
futuro digno merecedor de |
esa fe, sino por algo más
radical: porque primero |
Dios ha creído en él,
porque Dios tuvo esa audacia |
de apostar primero por el
hombre y, en esa apuesta, |
le ha salvado.— José
Ignacio González Faus |
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LAUS |
Director: Ramón Mas
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Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 — 31.1. 81 |
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