Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 183. FEBRERO. Año 1981
SUMARIO
APOSTAR por el hombre desde la realidad creada,
y apostar por el mundo, en el tiempo, como un acto
de fe de gratitud at Creador, sin reduccionismos
ni renuncias, hi huidas, sino para recoger el sentido,
de nuestro ser y de todo lo que nos envuelve, y restituirlo
a Dios. Sin servirnos de Dios, para descansar en la beatitud
de los aprovechados, sino para  servir a Dios. Servirle es
una gracia, un gozo, y la libertad.
EL SENTIDO DE LO SAGRADO
SIN PRIVILEGIOS
PRESUMIR DE LOS HIJOS
SECULARISMO Y SECULARIDAD
LA CRÍTIICA FÁCIL Y DIFÍCIL
PLEGARIA HUMILDE
LA RELIGIÓN EN LA SOCIEDADS ACTUAL
LANZA DEL VASTO
DIOS APUESTA POR EL HOMBRE
1 (21)
EL SENTIDO
DE LO SAGRADO
ACABAMOS de salir de un lar-
go período en el que, dentro
de la vida de la Iglesia, fór-
mulas, símbolos y signos han sido
poco comprensibles. De donde el
deseo de hacer tabla rasa a fin de
aproximarse a Dios por otros cami-
nos. Puede, en ello, haber una sana
reacción contra todo lo que signifi-
ca automatismo, ausencia de parti-
cipación, palabras estereotipadas.
Estamos en vísperas de un nuevo
amanecer. Pero nos permite presen-
tir, a pesar de todo, que la relación
con Dios no suprime el misterio. Al
contrario: permanece una línea de
separación más allá de la cual no es
posible pasar porque más allá está
el misterio.
Si queremos explicarlo todo, nos
exponemos a no comprender nada,
pues así de cierto es que, con la so-
la inteligencia, no podemos abarcar
el misterio de la Iglesia. Para acer-
carnos a él y penetrarlo, nada es
tan necesario como los actos, los
gestos, los signos humildes, que al-
canzan la profundidad de nosotros
mismos, los "arquetipos", como di-
cen algunos.
El fervor no se puede alimentar
con la sola explicitación. En la vi-
da de la oración común no basta
con los gestos más explicados para
romper los automatismos.
Reduciéndolo todo a fórmulas
nos arriesgaríamos a perder el sen-
tido de lo sagrado. Se crearía un
vacío en el cual se filtraría la indi-
ferencia e incluso el rechazo. El
que pierde el sentido de lo sagrado
siente la tentación de ironizarlo y
de convertirlo en deformación ca-
ricaturesca. Crece en él una fuerza
subyacente que expele cualquier
gesto de humildad, hasta impedir
doblar la rodilla ante el misterio de
Dios y de la Iglesia.
Quien, sin perder el sentido de
lo sagrado, quiere lograr un mun-
do cada vez más secularizado, ha
de tener en cuenta dos cosas que
le servirán para profundizar en las
fuentes de la vida contemplativa:
a) vivir el misterio de la Iglesia, b)
permanecer en la espera contem-
plativa de Dios.
Roger Schutz,
2 (22)
Sin
privilegios
COMO GRAVITANDO en torno al gran misterio navideño, la liturgia nos
lleva a contemplar una constelación de personajes y santos que revi-
ven, como figuras de un gran belén, para ayudarnos a profundizar
espiritualmente el sentido de la encarnación del Verbo. Evocamos el
más sugestivo, Maria, porque con la fiesta de su Purificación (rever-
so de una sola celebración que comprende, también, la Presentación de
Jesús en el Templo), se cierra el tiempo de Navidad. La celebración es anti-
gua; de ella nos da cuenta santa Eteria, intrépida peregrina española, que
en el siglo IV ya la encontró establecida en Tierra Santa y que la llamó
Cuaresma de la manifestación del Señor, Cuaresma de la Virgen... Ya
entonces, la piedad de los más antiguos cristianos, recordaba a Maria
resumiendo en ella el significado espiritual de la Navidad, desde el símbolo
de su representación sencilla ―hoy diríamos "secular"―, de mujer de pueblo
como las demás mujeres, que se sometía a un precepto legal sin alegar
excusa alguna, a pesar de que, para ella existía la razón más alta = u
maternidad divinas, como para expresar mejor que con mil razonamientos,
que Cristo no viene a dar privilegios de ningún género a sus seguidores.
Cierto que tampoco viene a rebajar ni a mundanizar ninguna de las
exigencias divinas, que seguirán siendo puras y totales; pero deja claro
que no viene para anticipar, precipitándolo, ningún triunfo, ni a que el
reino de Dios resista comparación posible con los reinos de este mundo.
Los aprovechados no tendrán cabida en el reino de Dios. Podrán, si
acaso, revolotear en torno a él, y hasta presumir por apropiación de los
reflejos que, al aproximarse, les alcancen; pero no entenderán su verdad
ni vivirán su vida. No será posible, a costa de Dios y de la Iglesia, buscar
preeminencias que Dios bendiga, y equivocarán camino los que apunten a
puestos o dispongan estrategias para sus medros porque los juzguen más
fáciles que los que reparto el mundo. Si de cualquier modo los alcanzaran,
no serían más que falsificaciones humanas de equivocados o frustrados
que un día tendrían que avergonzarse frente al juicio de Dios, y hasta de
los hombres.
3 (23)
Encarnarse es descender al nivel común de los hombres ­―«menos en
el pecado», puntualizar San Pablos. Las primeras generaciones cristia-
nas ya lo entendieron así. Y no tardaron en proponer a la Virgen como
ejemplo, porque la Virgen era símbolo de la Iglesia. Ellos sabían, porque
Cristo lo había proclamado, que era bienaventurada «más bien por haber
oido la Palabra de Dios y ponerla en práctica» que por haber engendrada
materialmente al Hijo de Dios.
La secularidad es la encarnación, es Dios que vino al mundo, al siglo.
a la tierra y al tiempo, para caminar junto a los hombres, "con" ellos ―"Em-
manuel"―. La Iglesia lo entiende y continúa su gesto. Mientras los fieles
seguimos a Cristo, sabemos que el reino está cerca, pero que todavía no ha
llegado, por lo menos en su fase triunfante, que no nos es licito anticipar,
sin cometer graves errores y tal vez incurrir en idolatrías, porque ello no
seria posible, en apariencia, sin objetivar la trascendencia, o sin la pre-
tensión vana de encerrarla en cualquier limitación creada, presuntuosa y
mezquina.
Como el agua que corre, como el sol todavía elevándose, como la vida
que sigue, así, la Palabra de Dios está en la vida de los que siguen a Cristo
con fe, puros de la codicia pretenciosa de cobrarse, antes de tiempo, el
servicio que le hacen a Dios.
Somos todavía caminantes, en trance aún de purificación, y andamos
por los caminos de los hombres, a campo abierto, sin tener ni pretender
mansión estable, sino sabiéndonos peregrinos en este siglo. Todo es pro-
visional. Está muy de acuerdo con el Evangelio que, cada vez más, por
ejemplo, no sea un honor el ser sacerdote o que ser cristiano no sea motivo
de prestigio o recomendación social. El que quiera acercarse a Cristo para
seguirle sin reducciones ideológicas ni escapatorias beatas o farisaicas,
que no venga a nosotros con esperanzas de compensaciones para su honra
porque habrá cada vez menos gratificaciones para repartir A ambiciosos
pueblerinos. El que las espere tendrá que buscarlas en otro lugar. Porque
nos vamos Acercando, poco a poco: fieles y pastores, a tener que repetir
y a volver a creer que seguir a Cristo es abandonarse a la suerte de quien
dijo: «Las alimañas tienen cobijos y guaridas, pero el Hijo del hombre no
tiene dónde reclinar la cabeza».
Pero tiene la verdad y tiene el camino para la vida, porque él mismo
es el camino y la verdad y la vida.
Hay cuatro clases de hombres: el mediocre, que dice: lo mío es
mío y lo tuyo es tuyo; el hombre ordinario, que dice: lo mío es
tuyo y lo tuyo es mío; el santo, que dice: lo mío es tuyo y lo
tuyo es tuyo. Finalmente hay el hombre malvado que dice: lo
tuyo es mío y lo mío es mío.— DE LA TRADICIÓN JUDÍA
4 (24)
PRESUMIR
DE LOS HIJOS
SAMANIEGO había ironizado
sobre la altivez de la espiga
hueca de granos, y la humil-
dad de la inclinada por el peso que
promete generosidad de cosecha.
Los hombres solemos ser, con fre-
cuencia, como las espigas; el sober-
bio se alaba a sí mismo, tal vez
porque, en el fondo duda de su
propio valer; el humilde no necesi-
ta la cuidada estrategia del juego
de apariencias. No cabe duda de
que la Virgen María es ejemplo de
humildad, o ¿qué mujer, que hu-
biese sido Madre de Dios, se habría
resignado al silencio que la relega-
ra a la condición humilde y senci-
lla de las demás mujeres pobres de
su pueblo?
Las historias cuentan que a prin-
cipios del verano de 1846, dos mu-
jeres viajaban en una misma dili-
gencia-correo, en el trayecto de
Ancona a Ferrara, entonces perte-
necientes, todavía, a los Estados
Pontificios. Eran los principios del
pontificado de Pío IX, ese papa de
talante liberal y amado por el pue-
blo, que admiraba su sencillez; si
bien más tarde no le faltarían aflic-
ciones y turbulencias que modifi-
caron su carácter.
Iban, pues, dos mujeres en la ci-
tada diligencia. Una de ellas, más
joven, ricamente vestida y engala-
nada con joyas de precio, hubo de
esperar, en la primera de aquellas
poblaciones, a que subiera una an-
ciana, vestida decorosamente, pero
de aire sencillo y pacífico. La dama
engalanada preguntó a la recién
llegada anciana, que ocupó asien-
to a su lado, en la diligencia, que
adónde iba:
―A Senigallia— le contestó.
―¿Vais a Senigallia? La conozco.
Es una ciudad pobre... Yo voy a
Turín. Turín es una gran ciudad y
alberga grandes títulos de nobleza.
Yo misma me visito con la marque-
sa de Suza, con la condesa de Ivrea,
con la condesa de Villanuova, con
la baronesa de Asti Spumante... En
invierno da gusto participar en los
bailes de la corte. ¿Vos asistís al
5 (25)
baile, en Senigallia?
La anciana se limitó a sonreír
y desvió la vista y las palabras
contemplando el Adriático, cuyas
aguas eran visibles desde la venta-
nilla del carruaje. En una de las
paradas un mendigo se acercó a
los viajeros, y la dama anciana
depositó una limosna. La dama
ufana echó en el sombrero del
mendigo, ostentosamente, una mo-
neda de plata. Diríase que una
hinchazón de orgullo comprimido
hacia brillar los ojos y convertía
en ampulosos los gestos y palabras
de la dama ricamente vestida.
Finalmente llegaron a Senigallia.
La dama rica iba a perder la com-
pañía de la anciana que con pocas
palabras, casi monosilábicas, y
amable y pacífica sonrisa había
soportado caritativamente la vani-
dad de su acompañante, a lo largo
de todo el viaje. Pero la dama rica
no quiso perderse, en el último
momento, la respuesta a lo que tal
vez esperaba, pero sobre lo que no
había sido preguntada por la dis-
creta anciana.
―¡En fin, señora, ya veo que no
me conocéis dijo la señora enga-
lanada, ya sin disimular su orgu-
llo―, mi hijo es gobernador!
―¡Y bien, distinguida dama, mi
hijo es el Papa! ―Respondió la
anciana, al mismo apearse de la
diligencia. Era, en efecto, la madre
de Pío IX, que volvía de la corona-
ción de su hijo, que había tenido
lugar en Roma, en la basílica late-
ranense. Junto a la portezuela del
carruaje la esperaban algunas per-
sonas, entre las cuales un obispo,
que le hizo una reverencia.
Si te viene el pensamiento de que todo lo que has
pensado sobre Dios es equivocado y que no hay
Dios, no te consternes por ello. Tu falta de fe no
procede de que no hay Dios. Si no crees ya en el
Dios en que creías antes, eso procede de que en
tu fe había algo equivocado, y debes esforzarte en
entender mejor a qué llamas Dios. Si un salvaje
deja de creer en su dios de madera, esto no sig-
nifica que no hay Dios, sino sólo que Dios no es
de madera.— LEÓN TOLSTOY
6 (26)
Secularidad
y secularismo
NO SE TRATA de dar nuevas
definiciones al cristianismo,
ni de desvirtuar su vigor o
rebajar sus exigencias haciendo
concesiones a estilos o modas para
mantener o aumentar la clientela.
No se trata de introducir una solu-
ción nominalista que nos libre de
dar la imagen de atrasados cultura-
les, para tratar de salvar, a última
hora, el prestigio maltrecho. Ni
tampoco se trata de recurrir a un
"-ismo" que, para criterios simple-
mente humanos, encubra retrasos
prácticos, excuse ignorancias cra-
sas o absuelva de obtusidades men-
tales, que no tendrían justificación.
Por eso no somos partidarios —cre-
emos que no podemos serlo― del
secularismo, cuando por él se en-
tiende una actitud sistemáticamen-
te iconoclasta, neurotizada por la
obsesiva visión de un mundo ce-
rrado que incurre en los mismos
errores que censura de los demás,
con la pretensión de imponer, con
esa reincidencia, su concepto pro-
pio de cristianismo, al fin y al cabo
reducido a una ideología más que,
esta vez, se llama secularismo.
El secularismo es una reducción
sectaria; la secularidad, en cambio,
es un espíritu. Secularismo y secu-
laridad aparecen como una reac-
ción frente al concepto estático del
cristianismo más o menos conven-
cional; pero mientras el primero
opone una reacción inquieta, no-
velera, cambiante, inestable, la se-
cularidad se presenta como una
reacción activa, creadora, explica-
tiva, desarrollante. El primero re-
duce lo espiritual a lo secular; la
segunda se eleva a lo espiritual
desde lo secular, liberándolo. El
primero se detiene clamorosamente
en lo superficial, aparente, más pre-
ocupado por la imagen, autocon-
templativo; la secularidad tiende a
lo profundo y es desprendida, pro-
yectada al mundo para espirituali-
zar, simplificándolas, sus estructu-
ras, y evitar que cristalicen en la
inmovilidad. El secularismo es más
destructivo que revolucionario, en
apariencia más intransigente, pero
en realidad más anárquico; la secu-
laridad es espiritualmente revolu-
cionaria, es decir, que acelera la
evolución desde un realismo total,
superador de los sectarismos dísco-
los, destructivos.
Cristo, respecto del judaísmo, es
un hombre secular, difícilmente
7 (27)
encasillable y, por lo tanto, contro-
lable por el poder de aquella socie-
dad sedimentada en la teocracia. Y
el cristianismo surge liberándose
de las estructuras sacralizadas del
judaísmo, y es merced a ello que
se hace universal. Desde la sacrali-
zación y de las idolatrías del poder
se explican la muerte de Cristo,
los sufrimientos de los mártires y
las luchas y contradicciones que
ha padecido la Iglesia. Tanto cuan-
do los poderosos del mundo han
querido aprovecharse de ella para
integrarla en sus sistemas de domi-
nio, como cuando ha sido tentada
para repetir, en su vertiente huma-
na, esas reducciones sacralizadas
tendentes a encerrarla en sí misma,
sofocando, de este modo, la necesi-
dad expansiva y profundizadora de
su mensaje libertador, redentor, a
cambio de apariencias de grandeza
y solidez terrena, como la de los
grandes del mundo rivalizando con
ella. Afortunadamente, cada una de
estas tentaciones ha sido compen-
sado por otras tantas reacciones de
signo espiritual, de vuelta al Evan-
gelio, que han protagonizado los
santos, los cuales, desde heroicas
posiciones de desprendimiento
frente a todo lo que representaba
seguridad y prestigio, dentro del
concierto humano incluso creyen-
te, que les envolvía, repetían en sí
mismos las actitudes de Cristo y el
espíritu de las primeras comunida-
des cristianas. No otra cosa repre-
sentaron el movimiento eremítico
y el origen del monacato, las gran-
des órdenes medievales y las fun-
daciones religiosas de los albores
de la Edad Moderna. Los fundado-
res y reformadores siempre partie-
ron del desprendimiento, de la de-
sacralización de las seguridades,
incluso jurídicas, buscando y de-
fendiendo su libertad para seguir
a Cristo. Ellos han salvado la san-
tidad de la Iglesia, es decir, la ra-
dical fidelidad a Cristo, y han evi-
tado los males de una fosilización
institucional que la hubieran podi-
do hacer regresar al espíritu de la
Sinagoga, al sectarismo judaizante,
al servilismo de la ley, a las idola-
trías del poder. Que son el refugio
de los miedos y de las ansiedades
vanas cuando falla la fe.
El cristianismo es liberación, y
enseña a ser libres para el bien.
Nadie que no alcance a ser, prime-
ramente, él mismo libre, podrá
jamás liberar a los demás, había
dicho Mounier. Esa libertad está
en la secularidad. Nadie podrá libe-
rar al mundo, si no está en el mun-
do, sin ser del mundo. Es la secu-
laridad de la levadura y de la luz:
el secularismo corrompería la le-
vadura y convertiría en tinieblas
la luz; mientras que la seculari-
dad trasforma la masa por la le-
vadura e ilumina la oscuridad con
la luz.
La ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia es ciega.— ALBERT EINSTEIN
8 (28)
LA CRÍTICA FÁCIL
Y DIFÍCIL
SE HABLA de desinterés por la
religión y de decadencia del
cristianismo, pero lo cierto es
que, incluso en los diarios liberales
y agnósticos aparecen, día tras día,
informaciones y comentarios direc-
ta o indirectamente referidos a te-
mas religiosos. Y si bien no siempre
demuestran una objetividad que
los hagan, sin más, fiables, por lo
menos revelan el concepto que del
cristianismo tienen algunos comen-
tadores y críticos.
Inevitablemente produce dolor
la inexactitud o el oportunismo
tendencioso de alguna letra im-
presa, cuando se piensa en la can-
tidad de lectores desinformados a
los que pueda alcanzar. Pero no por
ello han de dejarse de constatar al-
gunos beneficios. Por lo pronto nos
enteramos de los juicios que mere-
cen a algunos y a alguna parte de
la sociedad, nuestras creencias y el
conjunto moral de «pueblo de Dios»
en que se profesan. También es cier-
to que algunas de las críticas no nos
pueden alarmar porque nos damos
cuenta que parten de supuestos in-
exactos o se apoyan en datos im-
provisados e incompletos; otras son
simple repetición de las mismas que
internamente se hace la misma Igle-
sia, en busca incesante de conver-
sión y purificación; otras, finalmen-
te, debemos agradecerlas porque
nos descubren o recuerdan aspec-
tos que, desde dentro de ella, éra-
mos propensos a olvidar.
Las críticas pueden venir del des-
pecho, de la envidia, del resenti-
miento; pero no es menos cierto que
también de la nobleza y honestidad
de quienes nos contemplan, pues la
Iglesia no tiene el monopolio de la
virtud ni de la buena intención. Si
bien es lógico que supongamos que
la conozcan menos los extraños y
que lo que en ella es esencial ―fe,
gracia― les resulte incomprensible,
lo cual les descalifica para juzgar de
ella más allá de sus aspectos históri-
cos o de las valoraciones humanas,
culturales, sociales. Pero la crítica
formulada con honestidad nunca
debe de alarmarnos ni de entriste-
cernos, porque nos preserva, por lo
menos, de triunfalismos peligrosos.
Es triste, sin embargo ―ya no se
trata en general de la prensa―, la
ligereza de quienes, desde la cómo-
da posición de la irresponsabilidad,
se atreven a juzgar doctrinas en las
que no creen, proponer reformas
para instituciones de las que son
ajenos, o dar consejos de remedios
que ellos mismos no se aplican. Es-
pectadores descomprometidos, teó-
ricos aficionados que, si en vez de
hablar de religión, osaran, con igual
ignorancia, tratar de discutir de
matemáticas o de medicina, serían
el hazmerreir de sus oyentes. ¿Será
que abusan de la gratuidad de Dios
para hablar de él impúdicamente
en vano?
9 (29)
PLEGARIA HUMILDE
Oh Jesús, Señor mío,
yo creo
y por tu gracia yo quiero creer
y reconocer que es verdad hasta el fin del mundo,
que nada de grande se hace sin sufrimiento,
sin humillación
y que, por estos medios, todas las cosas son posibles.
Yo creo, Dios mío,
que la pobreza es mejor que la riqueza,
el dolor mejor que el placer,
la oscuridad y el desprecio mejor que el renombre,
y la humildad mejor que los honores.
Dios mío, no te pido que me sometas a estas pruebas,
que no sé si podría soportar;
pero, por lo menos, Señor, tanto en prosperidad como adversidad,
yo quiero creer lo que he dicho:
no quiero poner mi confianza en la riqueza,
el rango, el poder, la reputación;
10 (30)
no quiero que mi corazón descanse en el éxito de este mundo,
ni se apoye en sus ventajas;
no quiero desear lo que los hombres llaman
recompensas de la vida.
Antes bien yo quiero, con tu gracia,
preferir lo que el mundo desdeña u olvida,
honrar a los pobres,
venerar a los que sufren
admirar y venerar a tus santos y confesores
y caminar con ellos, sin hacer caso de los criterios del mundo.
Finalmente, mi amado Señor, soy tan débil
que no soy capaz de pedirte estos sufrimientos como un don,
y no tengo fuerza para hacerlo;
pero te pido, por lo menos,
que sepa recibirlos,
cuando tu sabiduría y tu amor me los quisieran mandar.
Card. JOHN HENRY NEWMAN, C. O.,
en MEDITATIONS AND DEVOTIONS
11 (31)
CURSOS BIBLICOS
A DISTANCIA
TRES CURSOS COMPLETOS
INTRODUCCIÓN
GENERAL
―Qué es la Biblia y có-
mo leerla.
―El mundo de la Biblia.
ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO
―De Jesus a los Evange-
lios.
―La historiografía del
Antiguo Testamento.
―Los Evangelios Sinóp-
ticos.
―El Pentateuco.
2."
ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO
―Profetismo y profetas
preexílicos.
―Hechos de los Apósto-
les.
―Profetas exílicos y postexílicos.
―Escritos de san Juan.
―La lírica sagrada.
―Hebreos y Cartas Cató-
licas.
ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO
—La literatura sapien-
cial.
―S. Pablo: Tesalonicen-
ses y grandes cartas.
―La literatura apocalíp-
tica.
―S. Pablo: cartas pasto-
rales y de la cautividad.
SINTESIS DE TEOLOGIA BIBLICA
―Historia de la salva-
ción.
―Pueblo de Dios.
Información e inscripciones en:
CURSOS BÍBLICOS
A DISTANCIA
Enrique Jardiel Poncela, 1
Tel. 259 23 00 - Madrid-16
―La matrícula importa 5.000 ptas.
cada año.
―Los profesores son de la Casa de
la Biblia.
―La comunicación entre profeso-
res y alumnos se considera fun-
damental y está asegurada al
máximo.
Los textos (incluidos en el costo
de la matrícula), además de ser
auténticas obras puestas al día
de la ultima investigación bíbli-
ca, llevan una muy selecta bi-
bliografía.
12 (32)
LA RELIGIÓN
EN LA SOCIEDAD
ACTUAL
A VECES tomamos como señal de descristianización lo que no es más que
el decaimiento de ideologías, substitutivas del verdadero cristianismo,
y que había sido posible construir a base de absolutizaciones parciales
o temporales del mensaje de Cristo. Aunque en ocasiones se haya pretendido
confundirlo con él, afortunadamente el cristianismo no es una ideología. Por
eso, lo que ocurre actualmente, tal vez tenga más que ver con una depuración
saludable que con un descenso del cristianismo. Las ideologías se anticipan al
ejercicio de la libertad humana, cuando resulta que la religión, en todo caso,
ha de ser tomada como una relación de libertad y de liberación ―redención―
apoyada en la gracia, más que en ningún otro caso, en el cristianismo.
En este sentido nos parece interesante un trabajo de Gabriel Armengual,
publicado en el número 99 de «Qüestions de vida cristiana», cuyos párrafos
principales traducimos a continuación.
Cuando nos referimos al «aislamiento del cristiano»
hacemos una afirmación valorativa del creyente en el
mundo de hoy. La primera cuestión que se plantea es, por
lo tanto, la de preguntar por la fe en este mundo actual,
caracterizado por un ateísmo masivo.
Sobre esta cuestión habría que considerar dos aspectos:
el primero, desde un análisis de la actualidad, desde la
sociología, sobre el lugar o función de la religión en el
conjunto social de la formación del capitalismo tardío;
el segundo, desde la teología, sobre lo que es religión. →
13 (33)
1. La religión no es una ideología
Esta es la afirmación sociológica sobre el lugar y fun-
ción de la religión en la sociedad actual. Esta afirmación
no es más que la aplicación a la religión de la afirmación
de Marcuse y Habermas (y, en general, de la escuela de
Frankfurt) sobre la ciencia y la técnica como ideología,
aplicando el concepto a las sociedades tecnológicamente
avanzadas de nuestros días.
El nacimiento
de la modernidad
Las raíces de nuestra sociedad arrancan de la Ilustra-
ción, del surgir de la burguesía y la economía mercanti-
lista: es el nacimiento de la modernidad y del capitalismo
como modo de producción. La sociedad moderna se carac-
teriza por un desarrollo constante de las fuerzas produc-
tivas; desarrollo que no depende del influjo de un marco
institucional orientado según las tradiciones culturales,
sino que las fuerzas productivas se van independizando
de dicho marco y, de vez en cuando, un poniendo en
cuestión, minándola y destruyéndola, la fuerza legitima-
dora de las tradiciones culturales.
La nueva ideología
El capitalismo es el modo de producción que se carac-
teriza por la erosión de las legitimaciones que provienen
de las tradiciones culturales y cosmovisiones. Pero tam-
bién para ofrecer otra que ya no baja del cielo, sino que
puede ser recogida desde la base del trabajo social. Es la
institución del mercado, en la cual, los propietarios pri-
vados intercambian mercancías entre las que se incluye,
para los que carecen de propiedad, la propia fuerza del
trabajo, todo lo cual se rige por «la justicia del intercam-
bio de equivalentes». Esta es la ideología burguesa, expre-
sada en las categorías de libertad, igualdad, tolerancia,
reciprocidad.
Lo que ocurre es que, estas categorías, en las leyes del
mercado, se convierten en la ley del más fuerte, para dar
lugar a lo que se denomina capitalismo liberal.
La consecuencia es que el poder ya no es político, sino
económico, legitimado por la ley del intercambio de equi-
valentes. Así, la racionalidad del capitalismo acaba con
la legitimación que provenía de cosmovisiones y tradicio-
nes culturales, carentes ya de vigencia social.
14 (34)
la primacía de las fuerzas productivas destaca la ac-
ción técnica instrumental, basada en saberes empíricos y
también en la elección nacional, según estrategias que par-
ten de saberes analíticos. La elección racional de la acción
estate oriente por una correcta valoración de las
alemanes posibles. Es lo que desde M. Weber, lleta el
nombre de  racionalización, en nombre de la cual se im-
planta una forma determinada de dominación política
no confesada.
La doble
racionalización
Esta racionalización se extiende en dos direcciones:
a) desde la base, la racionalidad invade todos los campos:
educación, sanidad, familia, seguridades económicas, la-
borales, de tiempo libre. Puede ser indicativo el observar
que las afiliados a sindicatos de izquierda no siempre
rotan a partidos políticos de izquierda. Por otra parte,
b) desde arriba, en tanto que interpretaciones del mundo,
pierden fuerza convincente y circulante y capacidad para
motivar. Estas legitimaciones se substituyen por otras que
se basan, fundamentalmente, en la critica a las interpre-
taciones del mundo y en los rendimientos del sistema.
Son las ideologías en sentido estricto a diferencia de las
cosmovisiones. Tales ideologías se basan siempre en la
ciencia y en la técnica, que adquieren función legitima-
dora y tienen carácter ideológico.
Conciencia
tecnócrata
En la evolución del capitalismo se evidencia este pro-
ceso de racionalización. La ciencia no sólo se convierte
en primera fuerza productiva, sino que asume funciones
Legitimadoras. La ciencia se tecnifica y pasa a crear el
fenómeno de la conciencia tecnócrata, que subordina la
política a la técnica.
En contra de las previsiones de Marx, luego de que
La ciencia y la técnica se conviertan en ideología, las
fuerzas productivas pierden su carácter crítico, progresis-
ta, revolucionario, y se convierten, paradójicamente, en
legitimadores del sistema. Es el punto en el cual los inte-
reses de las fuerzas productivas convergen con los de la
autoperpetuación del sistema.
Con la tecnificación de la política las masas se despo-
litizan, incluso la "moralidad" es eliminada.
15 (35)
Tres consecuencias
De cuanto hemos descrito podemos deducir tres afir-
maciones: 1.4 La ciencia y la técnica han invadido todos los
ámbitos y han substituido las tradiciones culturales y las
cosmovisiones. Y por esto la religión no es ya un elemento
de la estructura social, y menos todavía una ideología
legitimadora, como pudo ser en otras épocas.
2. Se da un gran vacío causado por la erosión que la
racionalidad técnica del capitalismo ha causado a las
cosmovisiones y o las tradiciones culturales. Es un vacío
de acción comunicativa, de orden político y moral, incluso
de crisis de identidad: de legitimación a nivel estructural
y de motivación a nivel personal.
3. Para colmar este vacío no es posible volver a cos-
movisiones para las cuales sería preciso recurrir a esta-
dios espirituales anteriores (milicos, románticos...), que
no responden a la problemática actual. Aunque si cabe
una apropiación crítica de las tradiciones culturales, con
lo que podrían recobrar vigencia, en la medida en que
fueran internalizadas, y serían internalizadas en la me-
dida en que fueran objeto de discusión libre y razona-
ble.
2. La religión es la relación
libre entre sujetos libres
Se trata de una afirmación teológica o definición de la
religión que rechaza las concepciones (en el fondo román-
ticas) de la religión que, de antuvio, ya se presenta como
una cosmovisión. La religión (sobre todo y expresamente
la cristiana) no es, por su misma naturaleza, una inter-
pretación global del mundo, o «la captación global del
sentido de la propia vida en un momento histórico deter-
minado». Tal concepto solamente podría ser operativo
presuponiendo una antropología (naturalista, romántica),
no existente, del hombre como ser estructuralmente reli-
gioso. La religión puede implicar ciertos elementos de
una cosmovisión, Y excluir otros, incluso, extrapolando,
puede explicar o excluir una cierta interpretación del
mundo, pero en sí mismo no es una interpretación del
mundo, como lo muestra la misma historia del fenómeno
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religioso, que se ha vivido y ha convivido en multitud de
interpretaciones del mundo.
Con esta aclaración, tratemos de explicar el contenido
de la afirmación establecida.
Libertad y gracia
La libertad de la relación viene afirmada en su carác-
ter de gratuidad, de gracia, aunque se pueda considerar,
además, como la respuesta adecuada al deseo natural de
alcanzar a Dios, porque la respuesta no es anterior a la
demanda o al deseo, sino al revés, el deseo mismo es ya
acción gratuita y libre de Dios, en quien lo suscita. En
teología esto se suele mostrar tanto en el plano ontológico
trascendental (Rahner), como también, y es más directa-
mente teológico, en la doctrina de la Trinidad. La acción
del Padre (la creación = hacerse compañero de diálogo)
es anterior y en vistas a la encarnación del Hijo; lo mis-
mo que la acción del espíritu no es otra cosa que la de-
manda y la respuesta de nuestra fe en Dios, al acoger su
autodonación, y es así como nosotros volvemos a Dios
volviendo Dios a sí mismo desde y mediante la exteriori-
zación o apertura divina al mundo.
Superación
extrañamiento
La libertad de la relación se muestra también en la
superación de todo extrañamiento en esta relación: se
alcanza la unión con el opuesto, como en casa propia en
la de otro, a sí mismo en el extraño, recobrando la propia
identidad y la autoconciencia.
Este movimiento de exteriorización y de retorno nos
descubre el dinamismo libertador de tal relación; no se
trata de una libertad duda de una vez para siempre, na-
turalísimamente, sino que la libertad consiste en edificar-
se en la alteridad, no en la pura autoposesión particular,
sino que es preciso salir de sí mismo y reencontrarse en
el otro. Dicho teológicamente, mediante la cruz: pues ésta
constituye el camino de la realización de la libertad, que
es todo lo contrario de un camino fáustico, acumulativo,
progresivo, de libertad.
Religión
y persona
La libertad del hombre se hace visible, seguramente
más que nunca, cuando la religión deja de ser una cos-
movisión y toma un carácter personal y personalizador,
y por eso mismo de libertad y liberador. El tema de la
personalización del hombre mediante la relación con Dios →
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debe ser uno de los temas mus originales del cristianismo.
Por un lado, la relación con Dios es ciertamente la expre-
sión de la estructura espiritual del hombre, de su "aper-
tura al mundo" que jamás lejos de lo inmediato dado,
pero también esta "apertura al mundo" no pasaría de
simple ampliación del entorno si no fuera una apertura
personalizadora hacia Dios, es decir, si la relación con
Dios no fuese liberadora y constitutiva de la persona, en
su singularidad, no reducible a género o grupo, precisa-
mente porque es una relación con lo absoluto, que no
solamente supera el colectivo anónimo o el particular
concurrente, sino que posibilita, crea y garantiza la afir-
mación de cada sujeto en su carácter de sujeto libre.
Religión
y comunidad
La religión es también relación libre entre sujetos li-
bres de la comunidad religiosa. La relación con Dios
se manifiesta en esta misma posibilidad y realidad de
relación libre, porque la relación entre tales sujetos no es
únicamente una relación singular más, sino la realidad
que posibilita y hace real la relación libre comunitaria.
LANZA DEL VASTO.
Discípulo de Gandhi, quien le impuso el sobrenombre de Shantidas,
aprendió de él la doctrina de la paz y de la no violencia, desde posicio-
nes no sólo cristianas, sino incluso católicas. De regreso a Europa, fun-
dó una primera comunidad pacifista en Montpellier, regida por estos
siete principios: obediencia a la decisión común, trabajo manual, res-
ponsabilidad y corresponsabilidad, purificación, veracidad, no violen-
cia y pobreza. Todo dentro de un marco austero, pues la jornada de la
comunidad tiene su inicio a las cinco de la mañana y finaliza a las diez
de la noche. Los alimentos no comprenden la carne. Tampoco se admi-
ten asalariados, sino que todo se comparte. Otras fundaciones se espar-
cieron por Europa y, finalmente acababa de iniciarse una en nuestra
misma provincia, en Elche de la Sierra, donde precisamente la muerte
acaba de sorprender a este insigne pacifista. Hace muy poco que, con
ocasión de su estancia cerca de nosotros, había declarado: «Creamos
comunidades tales en las que, si todos hicieran lo mismo, no habría
guerra, ni revolución, ni miseria, ni servidumbre. Compartimos nues-
tros bienes, no los acumulamos ni personal ni comunitariamente. Todo
el sobrante que nos queda va destinado al Tercer Mundo».
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La personalización se mediatiza en la relación con los
desde. La relación libre con Dios es la relación funda-
dora de la comunidad, porque universaliza la relación
personal, creando comunidad en la anulación de los
singulares, por lo cual. La comunidad deja de ver un
conglomerado natural, de carne y sangre, y pasa a ser
comunidad de sujetos libres.
Espíritu
comunicación
y libertad
¿Qué tiene que ver esta definición de religión con lo
dicho antes?
1. Que la religión, por su contenido, no se define como
una cosmovisión, sino como una relación libre de sujetos
libres, que en relación personalizadora y liberadora, cons-
tituyente de sujetos libres y capaces de un diálogo libre
de dominio y capaz de crear relaciones libres en la socie-
dad. Dicho en términos teológicos: el espíritu vive en la
comunidad, y por lo tanto ésta no depende de objetividad
externa alguna de ley o de tradición. Incluso el recuerdo
que tiene de Cristo es recuerdo de la propia historia de la
comunidad que en él tiene comienzo y se constituye, pero
que no nos obliga a ser repetidores, sino "seguidores".
2. La capacidad de crear discursos comunicativos le
viene de la misma libertad, que es la única determina-
ción: libertad que no se creen mediante acción técnica
alguna, sino mediante la superación de cualquier no-iden-
tidad. De donde, para la reactualización constante de la
"tradición" (paradosis) del Señor, es esencialmente una
comunidad enarrante constituida por la interacción y la
comunicación.
3. La "vocación a la libertad", que nos ha constituido en
Hijos es un llamamiento para liberar la creación entera.
La libertad
y la cruz
Por todo ello, si se pueden encontrar situaciones en
las que el cristiano aparece como aislado en el mundo
actual, tales situaciones han de tomarse como impulsos
del cristiano hacia el exterior, hacia la comunicación y
hacia la realización de la libertad. Pero esto no puede
tomarse como un proyecto de cumplimiento inmediato,
porque la realización de esta liberación total se va pro-
duciendo, en este mundo, por medio de la cruz y de la
conversión o transformación.
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Dios apuesta por el hombre
Decir que el optimismo tiene la última palabra es
reconocer que el pesimismo tendrá muchas de las
palabras penúltimas. Decir que es la última supone
igualmente que el optimismo gana esa palabra ven-
cedora en la fe, no meramente en la experiencia de
la vida; y la gana contra la incredulidad (lo que no
significa contra la realidad, ni al margen de ella,
ni como huida de ella...) Finalmente, decir que es
la última supone recibir esa palabra como gracia.
Y por eso no es falso, aunque sea hiperbólico, decir
que, el ser cristiano, en definitiva, no consiste en
creer en Dios, sino en creer en el hombre. ¡Esto es lo
difícil y lo milagroso! Pero creer en el hombre, no
porque éste se muestre, o se haya mostrado, o se
vaya a mostrar en el futuro digno merecedor de
esa fe, sino por algo más radical: porque primero
Dios ha creído en él, porque Dios tuvo esa audacia
de apostar primero por el hombre y, en esa apuesta,
le ha salvado.— José Ignacio González Faus
LAUS
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