Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 184. MARZO. Año 1981 |
SUMARIO |
NO PODEMOS cambiar, de
repente, el mundo entero: |
pero sí podemos, cada uno,
dar a Dios la respuesta |
que su gracia nos
solicita. Esta respuesta equivale a |
la conversión. Convertirse
es, sencillamente, volver |
otra vez a Dios, volver
todavía más a Dios, para completar |
la propia vida en él. El
mundo se cambia de hombre en |
hombre, de uno en uno. A
veces perdidos, enajenados mi- |
rando al mundo, nos
olvidamos de lo cercano y posible |
que está en nosotros. |
SALMO II |
UN PROYECTO DE DIOS PARA
UNA PERSONA |
EL EJEMPLO DE CRISTO |
CRISTIANOS
"LIBERADOS" |
LOCURA Y ESCÁNDALO DEL
CRISTIANISMO |
TIEMPO DE CUARESMA |
ESPÍRITU, PALABRA Y
SACRAMENTOS |
1 (41) |
SALMO II |
Fe soberbia, impía, |
la que no duda, |
la que encadena a Dios a
nuestra idea. |
«Dios te habla por mi
boca», |
dicen, impíos, |
y sienten en su pecho: |
"¡Por boca de Dios te
hablo.!» |
No te ama, oh Verdad,
quien nunca duda, |
quien piensa poseerte, |
porque eres infinita y en
nosotros, |
Verdad, no cabes... |
Tú eres el que eres: |
si yo te conociera |
dejaría de ser quien soy
ahora, |
y en Ti me fundiría |
siendo Dios como Tú,
Verdad suprema. |
Lejos de mí el impío
pensamiento |
de tener tu verdad aquí en
la vida, |
pues sólo es tuyo |
quien confiesa, Señor, no
conocerte. |
Lejos de mí, Señor, el
pensamiento |
de enterrarte en la idea, |
la impiedad de querer con
raciocinios |
demostrar tu existencia. |
Yo te siento. Señor, no te
conozco, |
tu Espíritu me envuelve, |
si conozco contigo, |
si eres la luz de mi
conocimiento, |
¿cómo he de conocerte,
Incognoscible? |
La luz por la que vemos |
es invisible. |
Creo, Señor, en Ti, sin
conocerte. |
Creo, confío en Ti, Señor
ayuda |
mi desconfianza. |
Miguel de Unamuno |
2 (42) |
Un proyecto de Dios |
para una persona |
ESTE TÍTULO también podría
ser una definición, si nos es lícito hablar |
del llamamiento de Dios a
todo hombre, tal como nos resulta del lado |
humano. Desde Dios es
gracia; la respuesta a la gracia, desde el hom- |
bre, es fe. |
Un proyecto gratuito de
Dios, para el hombre, es lo que podemos deno- |
minar
"vocación", porque en las obras de Dios nadie asume nada sin haber |
sido antes llamado:
incluso, convocado, porque aunque Dios llama uno a |
uno, su llamamiento se
produce frente a todos, en la Iglesia que a todos |
hermana fase constructiva
de su reino, diferente de los otros |
reinos. |
Este llamamiento es real y
total, porque es toda la creación que ha de |
ser restituida a Dios.
Pero esta realización y la progresión de su alcance |
es un misterio para cada
hombre, porque se siente y experimenta, pero no |
se puede medir; respeta la
naturaleza, la supone, pero la supera. Por esto |
la respuesta se produce a
través del camino de la fe, no sujeta a la compu- |
tación ni a las leyes
físicas. Es inútil hablar de vocación si no hay, por lo |
menos, una brizna de fe,
una mínima apertura de buena voluntad hacia |
Dios, o si Dios es sólo
una idea, un absoluto moral, a semejanza del infi- |
nito matemático. La fe no
es una cuestión de filosofía, sino una experien- |
cia vital y totalizadora,
que nos abre a la trascendencia, a un Dios per- |
sonal. |
Dios llama a los hombres,
a cada hombre; llama para el bien porque |
quiere el bien de todos. Y
los hombres vamos teniendo, cada vez, mayores |
oportunidades de
entenderle y de responder a su llamamiento. Se clari- |
fican los caminos, se
simplifica la lógica de la respuesta, se hacen más |
puros los pensamientos que
nos aproximan a él; aunque todo ello es a |
costa de dolores, que
padecemos juntos mientras hacemos historia, mien- |
tras andamos y buscamos,
mientras oímos y respondemos, mientras vemos |
y seguimos. No importa si,
do momento, las respuestas son todavía imper- |
fectas y borrosas. Tal vez
podrían darse, en ocasiones, respuestas más |
contundentes, pero, con la
misma facilidad, tal vez serían igualmente me- |
nos asumidas y menos
conscientes. Aunque no lleguemos a la perfección, |
3 (43) |
no es poco si, en cada
momento, nuestra respuesta es lo más sincera |
puede ser en relación con
la capacidad del progreso alcanzado. No hay |
que favorecer el
escepticismo agnóstico, pero hay formas de falta de te |
que están cerca del acto
de fe. De igual modo, hay formas de apariencias |
de fe que son una
idolatría. |
Dios llama y hay que
responderle. La vida del hombre, toda ella, es la |
gran preparación para una
respuesta al llamamiento de Dios, que está en |
la misma puerta de la
vida, y llama. Cuando le abramos nos mirará a los |
ojos, y dependerá de la
claridad y sinceridad de nuestra mirada que poda- |
mos reconocerle y que no
rechacemos o nos rebote ―absurdo, extraño. |
incomprensible― su
abrazo. |
Dios ha hecho que
solamente el hombre lleve su imagen, para que a |
este le cueste menos
reconocer su huella en sí. Dios está cerca. Dios toca |
a cada hombre: Dios habla.
Dios llama a las conciencias. Tiene un pro- |
yecto para cada uno de
nosotros. Reconocerlo os descubrir la propia voca- |
ción. Seguirlo ce
liberarse para la santidad; es responder al amor: es, de |
algún modo: anticipar el
encuentro, el abrazo definitivo. Dios tiene un pro- |
yecto de amor para cada
uno y ama a cada hombre sin detener el amor |
en uno solo, amando a
todos. Por esto responder a Dios es responder, un |
poco, también en nombre de
todos. Y reconocer su amor es disponerse a |
amarle y a amar a todos. |
EL EJEMPLO DE CRISTO |
Si buscas un ejemplo de
caridad: Nadie tiene amor mayor que el |
que da la vida por los
amigos. Es lo que hizo Cristo en la cruz. Lue- |
go, si él dio la vida por
nosotros, no nos debe ser gravoso sufrir lo |
que sea por él. |
Si buscas un ejemplo de
paciencia, la más excelente está en la cruz. |
Dos son las excelencias de
la paciencia: o bien que el sufrimiento |
es muy grande, o bien que
el sufriente podría evitar el propio dolor |
y no lo hace. |
Si buscas un ejemplo de
humildad, mira a Cristo crucificado: Dios |
aceptó ser juzgado por
Poncio Pilato y aceptó morir. |
Si buscas un ejemplo de
obediencia, sigue al que se hizo obediente |
al Padre hasta la muerte:
Así como por la desobediencia de un hombre |
solo (es decir, Adán)
muchos se hicieron pecadores, del mismo modo, |
por haber obedecido uno
solo (Cristo), alcanzarán la justicia los demás. |
Si buscas un ejemplo de
desprendimiento de las cosas del mundo, |
sigue al que es rey y
señor de los que dominan, en el que están escon- |
didos todos los tesoros de
la sabiduría y de la ciencia, pero síguelo |
cuando está desnudo en la
cruz, escarnecido, escupido, azotado, |
coronado de espinas y le
dan de beber hiel y vinagre. |
Santo Tomás de Aquino |
4 (44) |
CRISTIANOS |
"LIBERADOS" |
EN ESTAS mismas páginas
alu- |
dimos al llamamiento de
Dios |
a cada hombre, y a la res- |
puesta que éste debe darle
desde |
la fe. Pero se dan
especiales llama- |
mientos de Dios a los
hombres que |
llevan consigo la urgencia
de una |
determinada disposición
identifica- |
dora con la persona de
Cristo y con |
su misión, por la que, el
llamado, |
ya no se encuentra
―o no se en- |
cuentra solamente―
yendo hacia |
Dios desde la propia vida,
de los |
propios intereses e
ideales, desde |
las contingencias
terrenas, sino que |
se encuentra yendo al
mundo des- |
de Dios, como compartiendo
los |
intereses y las miras de
Dios por |
todo lo que contempla
frente a sí |
en los caminos del mundo.
En todo |
cristiano
"viador", en todo cami- |
nante fiel se dan, sin
duda, estas |
dos tensiones; pero cuando
aumen- |
ta el énfasis o impresión
identifica- |
dora con Cristo, nos
encontramos |
con aquella forma de
llamada de |
la gracia y de respuesta
de la fe |
que los espirituales de la
Edad |
Media llamaban "vida
apostóli- |
ca", porque tenía los
rasgos de |
aquella que determinó la
existen- |
cia y la dedicación de los
prime- |
ros apóstoles y de sus
inmediatos |
seguidores cuando asumían
la ple- |
nitud de las exigencias
evangéli- |
cas para consagrarse a
Dios, servir |
a la Iglesia liberados de
otras so- |
licitudes, y dedicarse al
anuncio |
(con la vida y con la
palabra) |
del reino que no es de
este mun- |
do. |
En todos los tiempos de la
vida |
de la Iglesia ha habido
cristianos |
que han percibido esa
llamada es- |
pecial de parte de Dios y
la han |
correspondido. También hoy
Dios |
sigue llamando y sigue
obteniendo |
respuestas de los que no
endure- |
cen el corazón al reclamo
divino. |
Y, aun cuando en la
actualidad se |
5 (45) |
habla de "crisis de
vocaciones", |
resulta siempre difícil
medir el |
alcance de las aparentes
bajas, por- |
que los efectos de la
gracia de Dios |
en la Iglesia (la
"vocación" siempre |
es una gracia) no son
mensurables |
ni con cifras ni con
estadísticas. No |
sería difícil, por otra
parte, regis- |
trar cómo, históricamente,
las épo- |
cas que parecían más
infelices para |
la vida de la Iglesia,
dieron gran- |
des santos y fundadores de
obras |
de apostolado y de formas
y estilos |
de consagración
evangélica, que |
compensaban de las crisis
o eran |
remedio de los males que
en apa- |
riencia asediaban a la
Iglesia. |
En la actualidad también
se dice |
que vivimos una época de
crisis. |
Asistimos a un mundo
aquejado |
por una profunda
transformación |
cultural, que a todos
alcanza y, por |
consiguiente, también a la
Iglesia, |
y también a los que pueden
oír y |
son llamados a responder a
la invi- |
tación de Dios en un
seguimiento |
de Cristo por la
consagración de la |
vida al Evangelio. Tampoco
aquí |
podemos medir la gracia.
Aunque |
nos sea lícito suponer
que, si es |
que realmente disminuyen
las vo- |
caciones, ello no
redundará en da- |
ño para la Iglesia, sino
que será |
para su purificación.
Serán los mis- |
mos cristianos los
primeros que |
deberán revisar sus
propias ideas |
referentes al sacerdocio
cristiano y |
a la vida de consagración
evangé- |
lica. Y acabaremos
agradeciendo a |
la Providencia que nos
haya deja- |
do vivir en esta época
maravillosa, |
desde la que se prepara el
amane- |
cer de tiempos para los
cuales so- |
mos nosotros llamados a
disponer |
formas y modos de
presencia en el |
mundo y de entrega a Dios
que |
sirvan de anuncio
cristiano y de |
estímulo para la fe de los
hombres |
de buena voluntad que
también |
viven en esta época
nuestra. Por- |
que Dios nos ha tenido
esta con- |
fianza. |
Es verdad que este
amanecer |
doloroso y hermoso al
mismo tiem- |
po, no nos libra de los
egoísmos |
e ignorancias que aún
tenemos y |
arrastramos como lastre
entorpece- |
dor, que nos dificulta
entender la |
verdadera naturaleza del
Reino de |
Dios, apreciar el valor de
la gracia, |
conservar la pureza del
Evangelio |
y la vigencia de las
palabras de |
Cristo sobre "la
mejor parte" elegi- |
ble en su Reino de paz,
abnegación |
y amor, más que en el
mundo y |
más que la misma vida. |
Pero sabemos que, como los
hu- |
bo en el pasado, también
los hay |
en nuestros días, y
seguirá habien- |
do en el futuro: corazones
jóvenes |
para quienes Dios, el
apostolado, |
el mundo que hay que
santificar y |
el Reino de Dios ni son un
"hobby" |
que les entretiene y
divierte, ni |
una compensación
sentimental que |
les distrae de peligros
mundanos, |
ni un refugio de
protección segura |
o de promoción fácil para
ascensos |
honorables que la vida
civil hacía |
más arduos, entre las
ansias de los |
triunfos humanos.
Superando esas |
tentaciones y miserias, la
llamada |
6 (46) |
crisis vocacional de
nuestro tiem- |
po, puede servir para que
entre |
todos descubramos y
comprenda- |
mos mejor que la respuesta
al lla- |
mamiento especial del
Señor, no |
basta que sea lógica, sino
que debe |
ser, además, enamorada.
Solamente |
el amor de quien sea capaz
de |
amar con la entrega total
de la |
vida, podrá dar respuesta
cabal a |
la invitación de Dios,
desde la ori- |
lla de los pequeños y
grandes ma- |
res de nuestro tiempo. Y
responde- |
rá afirmativamente y
mantendrá |
con gozo la fidelidad de
la respues- |
ta el que sea capaz de un
amor de |
entrega que supere la
inmediatez |
y exclusividad de las
respuestas |
que dan los amores de este
mundo, |
y que lo haga, no por
inhibición o |
incapacidad afectiva, sino
por afi- |
namiento espiritual y por
genero- |
sidad: porque sea capaz no
sólo de |
amor, sino de un
súper-amor. |
Esos serán los cristianos
"libera- |
dos", los de
dedicación total al |
Reino de Dios. Y no nos
faltarán |
en la medida en que el
conjunto |
de cristianos no los
tomemos como |
una especie de empleados
de lo |
santo, de burocracia
sacristanera, |
de casta clerical frente a
la cual |
simultaneamos la comodidad
de |
delegar en ella deberes
simbólicos |
que nuestra profanidad
elude y la |
mordacidad despectiva de
críticas |
miserables. |
Cuando alguien se lamenta
de la |
escasez de vocaciones debe
exami- |
narse de lo que él mismo
ha hecho |
para remediarla. Si él
mismo ha |
sido llamado; si en su
familia favo- |
rece las condiciones en
las que los |
más jóvenes puedan
percibir el |
llamamiento divino y
puedan se- |
guirlo; si es respetado el
sacerdocio |
cristiano y la vida
evangélica de |
dedicación plena a Dios,
en las |
conversaciones
domésticas... A me- |
nudo se tiene en poca
estima tanto |
el sacerdocio como la
vocación re- |
ligiosa o, a lo sumo, se
considera |
como algo raro, muy poco
proba- |
ble para los propios o
sólo para los |
demás. Cuando se habla del
porve- |
nir de los jóvenes o a los
jóvenes, |
se nombra siempre el
dinero, el |
triunfo simplemente humano
y |
cómodo de una vida futura
fácil |
y asegurada materialmente.
Si se |
alude a algún sacrificio,
se justifica |
siempre para obtener luego
la com- |
pensación de un beneficio
propio |
(profesional, social,
económico), y |
casi nunca el de la
abnegación pa- |
ra emprender y mantenerse
en una |
tarea u ocupación que
redunde en |
servicio generoso a los
demás. El |
egoísmo inspira las
planificaciones |
para el futuro de los
hijos, y de |
egoísmo se les habla y con
egoísmo |
se les prepara para el
futuro. De |
donde, muchos jóvenes ya
entran |
en la vida prematuramente
enve- |
jecidos y sin capacidad
para ver- |
daderos ideales. Serán los
egoístas |
(más o menos
"educados") de ma- |
ñana, aunque tal vez
barnizados |
de una fe que no les
servirá ni pa- |
ra resolver su vida en el
mundo, |
ni para entenderlo desde
una pers- |
pectiva cristiana, ni
menos para |
7 (47) |
CURSOS BÍBLICOS |
A DISTANCIA |
TRES CURSOS COMPLETOS |
INTRODUCCIÓN |
GENERAL |
―Qué es la Biblia y
Có- |
mo leerla. |
―El mundo de la
Biblia. |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
―De Jesús a los
Evange- |
lios. |
―La historiografía
del |
Antiguo Testamento. |
―Los Evangelios
Sinóp- |
ticos. |
―El Pentateuco. |
2.° |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
―Profetismo y
profetas |
preexílicos. |
―Hechos de los
Apósto- |
les. ―Profetas
exílicos y |
postexílicos. |
―Escritos de San
Juan. |
―La lirica Sagrada. |
―Hebreos y Cartas
Cató- |
licas. |
3.º |
ANTIGUO Y NUEVO |
TESTAMENTO |
―La literatura
sapien- |
cial. |
―S. Pablo:
Tesalonicen- |
ses y grandes cartas. |
―La literatura
apocalíp- |
tica. |
―S. Pablo: cartas
pasto- |
rales y de la cautividad. |
SÍNTESIS DE TEOLO- |
GIA BÍBLICA |
―Historia de la
salva- |
ción. |
―Pueblo de Dios. |
Información e
inscripciones en: |
CURSOS BÍBLICOS |
A DISTANCIA |
Enrique Jardiel Poncela, 4 |
Tel. 259 23 00 - Madrid-16 |
—La matrícula importa
5.000 ptas. |
cada año. |
—Los profesores son de la
Casa de |
la Biblia. |
—La comunicación entre
profeso- |
res y alumnos se considera
fun- |
damental y está asegurada
al |
máximo. |
―Los textos
(incluidos en el costo |
de la matrícula), además
de ser |
auténticas obras puestas
al día |
de la última investigación
bíbli- |
ca, llevan una muy selecta
bi- |
bliografía. |
8 (48) |
preparar luego a los
demás. El con- |
traste de egoísmos con que
luego |
se encontrarán, les
enseñará tácti- |
cas, y tal vez lleguen a
ser hábiles, |
pero no buenos. Hablarán
de amor, |
ciertamente, pero no
sabrán lo que |
es, porque lo cofundirán
con sen- |
timentalismos hueros o
pasiones |
egoístas. |
Es posible no comprender
qué |
es la
"vocación". Ciertamente, no |
comprenderá nunca el que
no sepa |
amar. Quien no sea capaz
de en- |
tender qué es tratar con
Dios, qué |
es amarle personalmente,
tampoco |
comprenderá jamás qué es
la vo- |
cación. La Iglesia será,
para él, una |
organización para el
culto, o una |
entidad moralizante, o una
agencia |
benéfica, o un poder
internacional, |
o algo por el estilo, pero
sin pro- |
fundidad radical, aunque
tal vez |
útil, decoroso y
complementario |
para gentes llamadas
"de bien". Y |
seguirá aplaudiendo que
"otros" |
cuiden de ritos y
ceremonias, o |
prediquen decencia y
sumisión, o |
repartan bonos de pan a
hambrien- |
tos o recojan a los
enfermos que |
estorban en las familias o
a los an- |
cianos que abandonan los
hijos... |
Pero, de amor, nada. De
amor no |
entienden. Y seguirán
siendo ego- |
ístas hasta en lo que
llamen "amor". |
En la medida en que los
cristia- |
nos, conjuntamente, nos
vayamos |
liberando de estos males,
de esta |
visión pagana y
deformadora del |
cristianismo y de la
Iglesia, no nos |
faltarán buenas y santas
"vocacio- |
nes". |
DECIR que la religión |
cristiana es mística es |
decir que es sacramen- |
tal. Los sacramentos son |
"misterios" con
los que tra- |
baja Dios, y nuestro
espíri- |
tu trabaja también con él, |
bajo el impulso del amor
di- |
vino... Pero hemos de
tener |
en cuenta el no confundir
el |
misticismo sacramental
cori |
una especie de magia. El |
sistema sacramental es ob- |
jetivo en su
funcionamient- |
o, pero la gracia no se
co- |
munica a quien no está |
dispuesto convenientemen- |
te. Los sacramentos no
pro- |
ducen efecto allí donde no |
hay amor. Así, un catecú- |
meno es bautizado y queda |
limpio y transformado por |
el Espíritu Santo; pero
ello |
implica una elección y un |
compromiso personal, im- |
plica la aceptación de una |
obligación y de la resolu- |
ción de llevar una vida |
cristiana. El bautismo no |
produce fruto, a menos que |
entendamos que se recibe |
por él una nueva vida en |
Cristo y que hemos de dar- |
nos para siempre a Cristo, |
y vivir como hijos de
Dios. |
Thomas Merton |
9 (49) |
Documento: |
LOCURA Y ESCÁNDALO DEL
CRISTIANISMO |
Con este título, José M.*
Valverde dio una conferencia en el |
monasterio de Montserrat,
hace dos años, en Cuaresma. José M. |
Valverde es catedrático de
Estética en la Universidad Central de |
Barcelona. Hombre
cristiano, había abandonado voluntariamente |
esta cátedra cuando
acababa de ser cesado en la suya el profesor |
Aranguren, catedrático de
Ética de la de Madrid, solidarizándose |
con él porque «cuando no
es posible la Ética sobra la Estética». |
El cambio de situación
obrado en el régimen español ha restitui- |
do a ambos a sus
respectivas cátedras. Es también poeta y crítico |
literario. |
En la introducción a la
conferencia cuyos párrafos esenciales |
transcribimos, José M.ª
Valverde decía que se proponía «desarro- |
llar una suerte de
consideraciones históricas que gira en torno a |
unas palabras de san
Pablo, las palabras famosas de que el cristia- |
nismo es locura para los
griegos y escándalo para los judíos; que |
quiere decir más o menos:
locura para los intelectuales, los sabios |
y, al mismo tiempo, los
hombres del Imperio que representaban y |
constituían la sociedad en
grande; por otro lado, escándalo para los |
judíos es escándalo para
los hombres de la piedad hecha institu- |
ción, de la piedad unida a
una raza, unida a un pueblo». Y dijo así: |
PENSEMOS que la locura y
el escándalo venían |
ya no solamente desde la
plenitud del cristia- |
nismo, con Jesucristo,
sino desde la promesa, |
desde la constitución
misma del pueblo de Dios, |
que se establece con la
llamada de Abraham. Abra- |
ham, de una manera
especial, entra en la alianza con |
Dios cuando Dios le manda
sacrificar a Isaac. Esto |
era realmente locura y
escándalo: locura en cuanto que |
era una contradicción
interna, aparentemente, en Dios, |
porque le había dicho que
en su hijo le daría la gloria y |
descendencia, y ahora
resultaba que le mandaba matarlo... |
Sabemos ya cómo se
resolvió la contradicción del man- |
dato inesperado y
paradójico. |
10 (50) |
Pero la contradicción
vuelve a plantearse en Jesucristo |
de una manera suprema. En
el orden intelectual ya es |
un grave escándalo el que
Dios se haga un hombre, como |
uno más, como un hombre
que tuvo una cara, un cuerpo, |
y que vivía como todos. Y
entonces, cuando empieza a |
hablar, encontramos que
toma una actitud muy peculiar, |
que también, como la
actitud de Abraham, está más allá |
de la moral y de la ética,
hay, por ejemplo, un pasaje |
del Evangelio en que se
cuenta que se le acerca un hom- |
bre y le dice algo muy
legítimo: «Maestro, dile a mi her- |
mano que me dé mi parte de
la herencia». Es algo justo |
y natural. Y, sin embargo,
Jesucristo le rechaza, le dice: |
«Hombre, ¿quién me ha
puesto a mí como mediador entre |
vosotros?». Yo recordaba
esto hace poco, cuando ha habi- |
do dos gobiernos en
Sudamérica que han pedido la media- |
ción pontificia para
resolver no sé qué pequeña cuestión |
de una islita. (Es triste
establecer este paralelo). Jesucristo, |
sorprendentemente, no hace
hincapié en lo que suele ser |
nuestra vida moral, lo da
por supuesto ya., Naturalmente |
que los padres deben amar
a los hijos: cuando un hijo pide |
a su padre pan, el padre
no le va a dar una piedra, etc., |
etc. Pero esas cosas «ya
les interesan a los paganos», no |
hace falta que se insista
en esto; para esto no hacía falla la |
Encarnación de Dios en
Jesucristo. Incluso en el terreno |
de la familia, Jesucristo
parece como descuidarla: quien |
no prescindía de su padre
y su madre no puede entrar en |
el Reino de Dios... Y
cuando a su madre a buscarle con |
sus parientes, con sus
hermanos, y le dicen: « Ahí está tu |
madre y tus hermanos que
te buscan», el contesta: a Mi |
madre y mis hermanos son
los que escuchan la palabra |
de Dios, la palabra de mi
Padre». |
Esto llega a su crisis en
la muerte de Jesucristo, cuan- |
do los judíos, muchos de
ellos, han empezado a compren- |
der que Jesús no iba a ser
quien liberara al pueblo de Is- |
rael, que es lo que ellos
estaban esperando como unido a |
la promesa. Entonces viene
el abandono, viene incluso la |
traición y gran equívoco
de que a Jesucristo le infligen |
una muerte política: la
crucifixión, que era la pena que se |
11 (51) |
daba a los rebeldes contra
el poder imperial; siendo así |
que Jesucristo en realidad
no se había pronunciado en ese |
aspecto. El conflicto, un
conflicto muy difícil porque no lo |
podemos reducir nunca a
unidad, queda establecido así: |
por un lado, sí,
evidentemente, hay que amar lo bueno de |
este mundo, hay que amar a
nuestra familia, hay que res- |
petar la ciudadanía de la
sociedad en que estamos... pero |
«esas cosas ya les
interesan a los paganos». Como cristia- |
nos, dirá san Pablo,
«nuestra ciudadanía está en los cie- |
los». Y esto algunas veces
es difícil de conciliar. A veces |
da lugar a conflictos, y
en general resulta muy difícil de |
pensar al mismo tiempo.
Estamos como viviendo siempre |
en dos mundos a la vez, en
dos planos a la vez. |
El drama |
de san Pablo |
Esta tensión, esta
dualidad, la vive dramáticamente |
san Pablo; ya en el
episodio donde cuenta que le llaman |
ante el procurador
imperial Festo, vemos cómo empieza |
de una manera muy
elocuente ―Pablo era hombre culto, |
hablaba muy bien el
griego, era ciudadano imperial―, |
hace su saludo imperial
ante el procurador y empieza su |
alegato, pero hay un
momento que llega a decir que él |
cree en un hombre que
murió y que ha resucitado. El pro- |
curador, que le había
escuchado con mucho interés, se |
echa a reír y le dice:
«Las muchas lecturas, Pablo, te han |
enloquecido».
―Vuelve aquí el tema de la locura―. Luego |
hay el episodio
importante, significativo, cuando llega a |
Atenas y se encuentra en
el Areópago, donde se reunían |
tantos, diríamos hoy,
"intelectuales", que se pasaban el |
día discutiendo y
charlando. Allí hace un discurso, tam- |
bién muy bien preparado
conforme a la retórica clásica, |
aprovechando que ha visto
un altar al dios desconocido; |
les dice que él viene a
hablarles de ese Dios descono- |
cido; pero hay un momento
en que les dice que él cree en |
un hombre a quien mataron
y resucitó... Y entonces se |
echan a reír todos
aquellos intelectuales le dicen: «Ya |
te oiremos hablar de eso
otro día». Sin embargo, se dice |
en los Hechos de los
Apóstoles: «algunos se convirtieron». |
Pablo llega a decir en un
momento dado, desengañado ya |
de la posibilidad de
encontrar una conciliación entre la |
cultura clásica y el
mensaje cristiano: «No os dejéis sedu- |
cir por la filosofía y el
vano engaño, siguiendo la tradición |
de los hombres». |
12 (52) |
La era |
de Constantino |
En todo caso, la tensión
es muy fuerte. Es muy difícil |
vivir en los dos mundos
por separado, e inmediatamente |
los primeros cristianos ya
buscaron una unidad. Los pa- |
dres apologetas buscan ser
reconocidos como buenos ciu- |
dadanos. Y hay ya
inmediatamente Padres que quieren |
recoger la filosofía
griega para ponerla alrededor del cris- |
tianismo. Y esto, luego,
pronto, llega a tener una versión |
social y política, cuando
se declara al cristianismo reli- |
gión oficial del Imperio,
es decir, religión que en principio |
se supone que profesa el
emperador y profesan los fun- |
cionarios y que el Imperio
reconoce como única religión |
importante. Más adelante
surge la gran falsificación del |
documento por el cual
Constantino habría dejado a la |
Iglesia en su testamento
Roma y todas las propiedades y |
dominios imperiales. Y es
que, efectivamente, la civiliza- |
ción y la cultura son unos
valores positivos... Y ¿por qué |
no habría que reunirlos
con la fe cristiana? |
La mística |
del trabajo |
Cuando se hunde el Imperio
de Occidente, también ve- |
mos al cristianismo
cumpliendo una función civilizadora, |
muy legítima, muy
positiva. Pensemos en cómo en la vida |
monacal aparece la idea
del ora et labora ―reza y traba- |
ja―. Y el dignificar
el trabajo poniéndolo a la altura de |
la oración representó
entonces una gran revolución social, |
un cambio de mentalidad.
Si, efectivamente, "reza y tra- |
baja". Pero el
problema es el y. ¿Qué quiere decir ese "y"?: |
¿que es lo mismo?, ¿que el
trabajar forma parte de la ora- |
ción?... Esto último es lo
que se ha dado a pensar en el |
mundo moderno. En esto
quizá empezaron antes los pro- |
testantes, sobre todo los
calvinistas: la "ética del trabajo" |
de que tanto se habla
ahora en los Estados Unidos, y en el |
ámbito católico lo que se
ha dado a llamar "la santifica- |
ción por el trabajo".
Cosa ésta que es bastante discutible... |
No olvidemos que el
trabajo, tal como es en la realidad, |
aparece en la Biblia como
un castigo dado a raíz del pe- |
cado original: Adán, sí,
haría cosas, haría algo antes de |
pecar; pero después del
pecado, el trabajo se convierte en |
un peso, un castigo. Y
ésta es la situación en que estamos. |
Además, esto tiene una
consecuencia en cuanto a un terre- |
no actualmente muy
discutido: el terreno de la educación, |
educación en cuanto
institución objetiva, social. Se habla |
mucho de "educación
cristiana". Confieso que es un término- |
13 (53) |
que yo no he llegado nunca
a entender claramente, yo |
que no he hecho otra cosa
en mi vida más que enseriar. |
Porque al fin y al cabo,
la escuela, la universidad, son ins- |
tituciones de la sociedad,
instituciones que preparan para |
la inserción en la
sociedad, para ser una pieza dentro de |
la gran máquina. Y esto no
está mal; pero no es cristiano, |
no es específicamente
cristiano. |
Esperanza |
de liberación |
Lo cristiano es
precisamente la esperanza de libera- |
ción respecto a las
obligaciones a que estamos sujetos aquí |
en este mundo, a las
renuncias, a las claudicaciones, a las |
alienaciones que impone la
sociedad en el trabajo; y la |
vuelta a la inmensa fiesta
que esperamos y que debemos |
procurar actualizar y
vivir dentro de nuestros arios. ¿San- |
tificamos las fiestas?
Quizá no. Sí, nos queda el tiempo |
libre, pero hemos perdido
quizá el sentido auténtico de la |
fiesta, el sentido del
ocio cristiano, de que verdaderamente |
nuestra vida de oración
tiene que ser como un intermedio, |
diríamos, corto un ámbito
en que tomamos una cierta ven- |
ganza respecto al tiempo
ocupado, en que somos otros, en |
que empezamos a ser algo
más allá de las cadenas de |
nuestras obligaciones. |
Bien, la historia
continúa, ya lo sabemos, con una ten- |
sión constante entre la
Iglesia como institución que forma |
parte de las instituciones
de este mundo y la Iglesia como |
reunión de los creyentes
en Cristo, entre los cuales a veces |
surgen movimientos y
personas que vuelven a llamarnos a |
la radicalidad del mensaje
cristiano, el mensaje original |
de redención. Hay un
momento en que esta situación llega |
a entrar en crisis. Y creo
que esto es parte de la crisis de |
nuestro siglo. Como todas
las crisis de nuestro siglo, se pre- |
para en el siglo XIX, y
quizá es Kierkegaard el pensador |
que lo prepara. |
Kierkegaard |
En todas las revoluciones,
sean políticas, intelectuales, |
literarias o científicas
de nuestro siglo, hay detrás un gran |
hombre del siglo XIX. Y
éste es el que yo querría recordar |
aquí; un pensador que, por
otra parte no se leyó hasta |
principios del siglo XX y
tal vez, diríamos, hasta la pri- |
mera guerra mundial,
removiendo las raíces de nuestra |
situación cristiana,
volviendo a llamarnos otra vez al |
Evangelio. De él quiero
únicamente recordar un par de |
14 (54) |
cosas. El llamaba
"reduplicación" a que lo que se dice so |
tiene sentido cristiano
cuando se vive y se hace al mismo |
tiempo. La palabra que no
va acompañada de la acción |
no tale nada y muchas
veces es incluso contraproducente |
Pero, a la vez, hay otra
cosa: que cuando decimos algo |
muy importante, como es lo
cristiano, puede ocurrir que |
sed mejor que no lo
digamos del todo abiertamente, sino |
que lo insinuemos y a
través de nuestra vida e indirecta- |
mente en nuestras palabras
llegue poco a poco a hacerse |
presente a los demás,
porque el mensaje puede ser quizá |
demasiado grande para
nuestra voz y para nuestra perso- |
na. Kierkegaard fue un
hombre que practicó lo que decía. |
En su vida hay, para
empezar, una gran renuncia: él iba |
a ser párroco luterano,
iba a casarse, iba a vivir tranqui- |
lamente con su sueldo del
Estado, con una mujer que le |
quería, iba a tener su
familia... Pero pensó: ¿qué sentido |
tenía montar toda esa vida
tranquila y feliz sobre el he- |
cho que mil ochocientos
años antes habían matado a un |
hombre en la cruz? Le
pareció monstruoso. Renunció si- |
lenciosamente a su amor, a
su proyecto de vida familiar, |
a su proyecto de párroco,
y se dedicó solamente a escribir. |
Y ésta es la obra que ha
tenido y que tiene eco en nuestro |
tiempo, removiendo, como
decía, primero algunos pensa- |
dores protestantes, y
luego también, hondamente, el mun- |
do del pensamiento
católico. |
El siglo XX |
Entramos aquí en el
terreno de nuestro siglo. En nues- |
tro siglo, sobre todo los
primeros veinte o veinticinco años |
han sido de una
radicalidad enorme en cuanto a cambiar |
los supuestos de nuestra
mente, de nuestra vida. Me limito |
a aludir simplemente a
hechos como el de la gran revolu- |
ción política en la que se
demostró que la sociedad podía |
fundarse sobre algo
diferente a lo que había venido siendo |
su fundamento
acostumbrado: la propiedad privada. Pen- |
semos también en la
ciencia: sencillamente, se vuelve in- |
comprensible, deja de
utilizar el lenguaje humano y sólo |
emplea un arcano sistema
de signos matemáticos, que los |
científicos entienden pero
que a los demás no nos dicen |
nada, y en que se plantean
paradojas absolutamente sor- |
prendentes para los demás;
es decir, la ciencia se vuelve |
algo misterioso; y ésta
es, vista desde fuera, su revolución, |
aparte de sus
consecuencias prácticas también revolu- |
15 (55) |
cionarias, como por
ejemplo: la energía nuclear. Aparece |
también una inmensa
revolución en el arte: aparece un |
sistema nuevo de pintura,
un sistema nuevo de arquitec- |
tura, construido
absolutamente sin tener en cuenta la tra- |
dición. También hay un
sentido nuevo de la literatura, |
hecha desde lo que es
quizá el punto central de todo cam- |
bio de mentalidad: la
conciencia del lenguaje, la concien- |
cia de que la vida mental
es lenguaje, siempre tiene que |
ser lenguaje y no sirve
para nada apelar a un mundo de |
conceptos anteriores. Esto
cambia por completo La situa- |
ción del pensamiento, la
situación de la filosofía. Eso pa- |
ra el cristianismo
representa una profunda perspectiva |
porque nosotros
precisamente estábamos preparados para |
entender esto: porque
nosotros creemos que Dios es Pala- |
bra, que la Palabra se
hizo carne y estuvo entre nosotros |
y habló entre nosotros...
y toda nuestra fe es el relato de |
la historia de la
salvación, aceptado tal como la rezamos |
en el Credo y como lo
vivimos en la repetición de la li- |
turgia. |
Reacciones frente |
a la nueva cultura |
Dentro de estos cambios,
tan enormes que todavía no |
los hemos llegado a
asimilar y a aceptar bien, el cristia- |
nismo encuentra que la
cultura está en un momento en |
que sabe lo que es, y en
que no tiene una consistencia |
propia; un momento quizá,
de nihilismo cultural, aparte |
que las instituciones y la
sociedad estén todas puestas en |
cuestión. Es decir, por un
lado, la crisis de la cultura se |
retine con esta suerte de
crisis de la conciencia del cris- |
tianismo que ya no quiere
seguir siendo simplemente lo |
que había venido siendo
desde hace más de mil quinien- |
tos años. Entonces, ¿qué
puede pasar con el cristianismo? |
Hay diversas actitudes. Yo
voy a elegir tres fundamen- |
talmente, actitudes que me
parecen plausibles, admira- |
bles, pero que quizá no
sean lo suficientemente radicales |
desde el punto de vista
cristiano: |
Conservadurismo |
cristiano-occidental |
Una es la actitud
tradicional, la conservadora, el de- |
cir: «Bueno, las cosas han
venido siendo así, vamos a |
continuarlas, aunque ya en
fondo sabemos que esto no |
tiene completamente
sentido; ya sabemos que la civiliza- |
ción y la cultura quizá no
sean buenos vehículos para el |
mensaje de la redención
cristiana; pero esto puede ser un |
16 (56) |
mal menor; más vale
continuar, apurar las consecuencias; |
al fin y al cabo los
peligros son muy grandes, y si aban- |
donamos el sistema, de lo
que se llama la civilización |
cristiano-occidental, no
sabemos que podría pasar; en- |
tonces continuemos...». |
Reducción |
a la justicia |
Otra segunda actitud, por
la que tal vez yo, personal- |
mente, sienta mayor
simpatía, pero con la que tampoco |
estoy completamente de
acuerdo, es la que podríamos |
llamar "reducción a
la justicia". «El mundo está en una |
situación intolerable; ya
no podemos consentir tranquila- |
mente la sociedad como
está establecida en este planeta, |
con todo lo que tiene de
violencia, de explotación, de robo |
sistemático; vemos a los
países pobres hundirse cada vez |
más en la miseria,
mientras los ricos cada vez se aprove- |
chan más de ellos...» Esto
realmente "clama al cielo", |
cuanto más que no podemos
menos de recordar ciertos |
pasajes evangélicos; por
ejemplo, el Juicio Final tal como |
aparece descrito en el
capítulo XXV de Mateo: «Venid a |
mí, benditos de mi Padre,
porque tuve hambre y me dis- |
teis de comer, tuve sed y
me disteis de beber, estuve des- |
nudo y me vestisteis...»
Creo yo que el cristiano, en este |
sentido, debe estar con
todos los que sienten la inquietud |
a favor de la justicia;
pero como uno más entre ellos, |
simplemente colaborando
con ellos, y sin reducir su fe al |
ejercicio y la defensa de
la justicia. |
Reducción |
a un nuevo |
humanismo |
cristiano |
Cabe también otra tercera
vía: la "tercera fuerza", |
diríamos, el ideal de un
humanismo cristiano, el afirmar: |
«El cristianismo tiene
mucho que decir, no tiene necesi- |
dad de unirse a otros, ni
capitalismo ni comunismo; el |
cristianismo puede dar sus
propias fórmulas sociales, |
puede dar su propia
moral», etc., etc. Yo también admiro |
y respeto esta tercera
posición. Hay altísimas figuras en |
la Iglesia que la
profesan. Pero creo que tal vez falta ahí |
un último alcance de
radicalidad cristiana. Hay también |
algo de deseo de reducirlo
lodo a unidad, de ver el plano |
de la fe y el plano de
todo lo bueno de este mundo como |
una sola cosa, en una sola
perspectiva: es decir, es el |
intento de superar esa
extraña dialéctica a que aludía |
antes. Esa incomodidad de
que tengamos que vivir al |
mismo tiempo en dos planos
puede tener un aspecto lige- |
17 (57) |
ramente patológico. Se
puede decir que el cristiano en |
ese sentido es un poco
esquizofrénico: por un lado, entre- |
gándose sin reservas a
todo lo que haya de bueno en este |
mundo, en colaboración e
incluso a las órdenes de aque- |
llos que no son cristianos
y trabajan en esa causa; y al |
mismo tiempo, reservándose
otra perspectiva desde la |
cual todo lo bueno que se
haga aquí no es absolutamente |
nada. Esto es muy difícil,
sobre todo si queremos man- |
tener un cierto optimismo
histórico. |
Ironía |
del radicalismo |
Cristiano |
Es decir, creo que hay
tres perspectivas, las tres con |
mucho de positivo, las
tres admirables. Pero yo no lle- |
go a identificarme con
ninguna de ellas. Me temo que el |
cristianismo, si quiere
ser radical, tiene que aceptar esta |
suerte de vacío, esta
suerte, si se quiere, de nihilismo… |
no, no es una buena
palabra; más bien diría esta suerte |
de ironía. Sí, por un
lado, a todo lo bueno de este mundo; |
pero, por otro lado,
pensemos que nuestra patria tampoco |
está aquí. Pensemos que
nuestro Dios es un Dios miste- |
rioso, libre, con esa
locura propia del amor. El amor es |
siempre algo que se
resiste a toda razón, a toda justifica- |
ción... Ése es nuestro
Dios, ése es el Dios en el que no |
cabe que nosotros
establezcamos ninguna explicación y |
ninguna interpretación de
la sociedad y del porvenir histó- |
rico, por mucho que
militemos en todo lo que nos parezca |
justo y razonable. |
Tiempo de Cuaresma. |
¿Qué menos que tratar de
ordenar mejor el propio tiem- |
po, y lograr un espacio
para poder acudir y participar, |
diariamente a ser posible,
en la Eucaristía? Atender a la |
Palabra de Dios, y revisar
nuestras actitudes frente a la |
vida, desde la fe, como
una respuesta agradecida al llama- |
miento del Señor. Y
hacerlo con el tiempo debido, sin |
recortar la atención que
se merece la preferencia de la |
gracia y de la propia
santificación. |
18 (58) |
Espíritu, |
Palabra |
y sacramentos |
SOLAMENTE podemos
convencer- |
nos, racionalmente, de que
la fe |
no se opone a la razón;
pero no |
podemos, desde la razón,
llegar por me- |
dio de mecanismos lógicos,
a la fe. La fe |
primera siempre es una
gracia, un don |
de Dios. El hombre
solamente puede re- |
mover obstáculos a esa
acción de Dios. |
Dios no obliga al hombre;
lo ha creado li- |
bre e, incluso para
hacerlo santo, respeta |
la libertad de la
criatura. Esa libertad llega |
a ser solicitada por Dios,
pero no vio- |
lentada ni substituida.
Aunque Dios inter- |
viene gratuitamente en el
bien y en la |
elevación sobrenatural del
ser humano, |
quiere que todo paso hacia
la purifica- |
ción y cada momento de su
proceso, se |
lleve a cabo concurriendo
la voluntad |
humana. Es como un
sobreañadido de |
generosidad a la misma
gratuidad divina, |
para que, el bien que nos
hace, sea a la |
vez de Dios y del hombre.
Es difícil re- |
ducir a leyes la
exquisitez de la acción |
de Dios en cada hombre: es
espiritual, es |
inefable, es profunda y
misteriosa; pero |
es verdadera y real como
la historia mis- |
ma de cada libertad. |
Se equivocaría quien
pensara que, |
frente a Dios, le basta al
hombre alcan- |
zar esos mínimos de decoro
espiritual |
que solemos definir como
"ausencia de |
pecado grave" o
"conversión a las creen- |
cias cristianas". No
se es cristiano porque, |
superado un obstáculo
moral, y hecha |
una confesión, se entre
descansar en |
la posesión de lo que
también llamamos |
demasiado fácilmente
"estado de gracia", |
como gozando de una renta
de bendicio- |
nes en la que a veces no
se sabe bien si |
el hombre ha dejado los
pecados o si los |
pecados han dejado al
hombre. Sería muis |
adecuado decir de quien
quiere ser un |
buen cristiano, no que
vive en "estado de |
gracia", sino que
vive en "estado de con- |
versión". El tiempo
que nos va durando |
la vida y todo lo que
encontramos en la |
sucesión de nuestro camino
por el mundo |
está ordenado al proceso
de esa acción |
transformadora que no
cesa, en nosotros, |
del Dios gratuito y de
nuestra libertad |
abierta a su influjo. Es
el Espíritu de Dios |
en nosotros, que no
debemos extinguir, |
porque su como un rescoldo
interior que |
nos va purificando,
iluminando, transfor- |
mando. |
Es correcto valernos de la
metáfora |
del fuego para referirnos
al Espíritu. Y |
la completamos si,
aventando cenizas que |
lo envejecerían,
alimentamos su calor y |
su resplandor con la
Palabra de Dios, |
para que se haga llama de
pensamientos |
y claridad de verdades
divinas en nos- |
otros. Es entonces cuando
los 9ucrlmen- |
tog ―que son inicio
o hitos de santifica- |
ción, "encuentros con
Cristo", como dice |
Schillebeeckx―, no
nos resbalan, superan |
el estricto ritualismo
repetitivo y nos ha- |
cen profundizar en el
misterio cristiano, |
especialmente en la
celebración y parti- |
cipación eucarística. |
19 (59) |
La organización social
sólo existe |
para el servicio del
hombre |
Ni siquiera en situaciones
excepcionales que pueden surgir a |
veces, puede justificarse
nunca violación alguna de la dignidad |
de la persona humana o de
los derechos básicos que garantizan |
su dignidad. La legítima
preocupación por la seguridad del |
país, según las exigencias
del bien común, podría llevar a la |
tentación de subordinar al
Estado la dignidad y los derechos |
del ser humano. Cualquier
aparente conflicto entre las exigen- |
cias de la seguridad y las
de los derechos básicos de los ciuda- |
danos debe resolverse
según el principio fundamental, siempre |
defendido por la Iglesia,
de que la organización social sólo |
existe para el servicio
del hombre y la protección de su dig- |
nidad, sin que se pueda
pretender que sirve al bien común |
cuando no están
garantizados los derechos humanos. |
JUAN PABLO II, |
en Manila, 17. 2. 1981 |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de S. Felipe Neri,
1 - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 22.2. 81 |
20 (60) |
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