Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 193. MARZO. Año 1982 |
SUMARIO |
CIERTO, no podemos hacer
grandes cosas, pero cada |
uno somos totalmente
dueños del precioso acervo |
de nuestras respectivas
fuerzas. Bastaría con no |
desperdiciar gracias,
energías y tiempo en unos |
pocos, para que los dones
de Dios multiplicaran su efica- |
cia en quienes le son
fieles, y en los que están más cerca |
de ellos. El mundo no
cambia al hombre, sino que es el |
hombre el que influye en
el mundo, y lo transforma si el |
hombre se abre a la
conversión. |
«TENGO UNA MISIÓN» |
EN SERIO |
LA REVISIÓN NECESARIA |
LA CANONIZACIÓN DEL BEATO
RAMÓN LLULL |
NEWMAN Y EL LAICADO |
1 (41) |
«TENGO UNA MISIÓN» |
DIOS me ha creado para
hacerle algún servicio concreto; |
me ha confiado una obra
que no ha confiado a otro. |
Tengo mi misión. Tal vez
no llegue a conocerla mien- |
tras viva, pero por lo
menos me será revelada cuando llegue |
a Dios. |
De una u otra forma Dios
cuenta conmigo para la ejecu- |
ción de sus designios...;
como cuenta con los ángeles, aunque |
si le fallo puede llamar a
otro que no sea yo, puesto que hasta |
las mismas piedras puede
cambiar en hijos de Abraham (Mt |
3,9). Sin embargo, formo
parte de esta gran obra: soy un ani- |
llo de la cadena, un lazo
de unión entre otros seres. Pues no |
he sido creado en vano:
haré el bien, cumpliré la obra, seré |
un ángel de paz, un
predicador de la verdad dondequiera que |
me establezca, aun cuando
no piense en ello, mientras guarde |
sus mandamientos y no
traicione mi vocación. |
Mora en mí, Señor, y yo
comenzaré a brillar como tú bri- |
llas, a brillar de modo
que sea luz para los demás. |
La luz, oh Jesús, vendrá
toda de ti, pues ninguno de sus |
rayos será mío. Ni me
puede caber mérito alguno. Serás tú |
quien luzca a través de mi
sobre los demás. Que te alabe, |
pues, como más te guste,
esto es, brillando por encima de |
todos cuantos me rodean.
Dales a ellos, también, la luz que |
me das a mí; ilumínalos
conmigo, por mí. |
Enséñame a manifestar tu
alabanza, tu verdad, tu volun- |
tad. Hazme predicar sin
predicación, sin palabras; que baste |
mi ejemplo, la fuerza
atractiva, la influencia amable de mis |
actos, con el visible
parecido de tus santos y la evidente ple- |
nitud de amor que llenará
mi corazón. |
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
2 (42) |
En serio |
SI LA IGLESIA impone
―¡tan benignamente!— algunas prácticas ascéticas |
a la generalidad de los
fieles, para el tiempo cuaresmal, no lo hace |
para que sacralicemos una
serie de actos materiales aflictivos y, con |
ello, pasemos a
convencernos de que hemos cumplido con el espíritu |
penitencial que nos
pregona, con particular insistencia, la liturgia de |
este tiempo. Directamente
la Cuaresma no es un tiempo para aflicciones, |
sino un tiempo para la
conversión, y lo que ocurre es que el realismo de la |
condición humana nos
advierte que difícilmente se produce el «volver a |
nacer» del alma, la
renovación sincera y espiritual, en quien, por sistema |
se muestra reacio a los
mínimos sacrificios, aun sensibles, que se encuen- |
tran en los caminos de
nuestra vida. Porque los sacrificios, las abnegacio- |
nes espirituales, son
todavía más difíciles. |
Es posible ayunar, y hasta
sacarle al ayuno la ventaja estética de una |
cura de adelgazamiento; es
posible abstenerse de fumar, y deducir del pro- |
pio vencimiento las
ventajas de evitar un gasto inútil y estúpido que además |
perjudica la salud,
poluciona el aire y daña a los que están con nosotros en |
un mismo ambiente
viciado... Pero estas ventajas no bastan al cristiano, |
porque el fiel cristiano
no se mortifica porque sí, no asume aflicciones ni |
colecciona récords de
austeridades. El cristiano es un ser en constante tran- |
ce de conversión y, cuando
emprende una pequeña o grande "penitencia", |
no se detiene en la
materialidad objetiva de la práctica que acepta o se im- |
pone, sino que la asume
como un soporte y un entrenamiento que se inscri- |
be en la colaboración a la
gracia para convertirse, para transformarse, Pue- |
de ser que pueda y que
deba, y que precisamente sean tales y tales obras ex- |
ternas las que deba
imponerse y asumir; pero no como una práctica que se |
toma y se deja, como si se
tratara de un ejercicio gimnástico para mantener |
la elasticidad muscular, o
para medir la capacidad de resistencia ―en reali- |
dad sólo simbólica―
de la propia fuerza de voluntad. Hay que convertirse… |
un poco más, cada día,
cada año, cada momento. Y lo prudente es que, si |
se eligen austeridades,
aunque mínimas, de dimensión sensible, no nos dis- |
3 (43) |
pensemos de ellas, pasada
la Cuaresma, sino que las mantengamos. Pues |
en la vida espiritual es
inútil hacer una escalada, para luego volver a des- |
cender al llano. La vida
espiritual no es un deporte, sino una ascensión, |
una conversión incesante,
un asimilar, un poco más cada vez, a Cristo, asu- |
mido para convertirlo en
vida propia. Lo asumido debe perdurar, sin lo cual |
el mismo esfuerzo ascético
sería un juego, tal vez incluso una vanidad, pero |
no otra etapa de nuestra
conversión. |
Y de eso se trata, de
convertirnos. Que las pequeñas austeridades (por |
llamarlas de algún
modo...) que nos impongamos en Cuaresma, sean resul- |
tado de una decisión
precedida de razonamiento, para convertirla en fruto |
de perseverancia, con
sencillez y coherencia (perezas, vicios, vanidades...) |
Como prácticas conjuntadas
en un mejor orden de nuestro tiempo, para |
atender a la palabra de
Dios, para meditarla y para la participación sacra- |
mental, que sabemos es el
modo de «encontrarnos con Cristo». No se trata |
de jugar a ascetismos,
excitados por el repetido ciclo litúrgico anual; se trata |
de crecer en la fe y en la
amistad con el Señor, y de tomar más en serio esa |
amistad, para transformar
serenamente, sinceramente nuestra vida en él. |
CONFERENCIAS |
CUARESMALES |
PARA SEÑORAS: |
los días 29, 30, 31 de |
marzo y 1 de abril. |
PARA TODOS: |
los días 5, 6 y 7 de
abril. |
4 (44) |
LA REVISIÓN |
NECESARIA |
LA SIGNIFICACIÓN clásica
del |
tiempo cuaresmal cede, en
la |
actualidad, a la tarea de
re- |
conversión cristiana de
los ya bau- |
tizados, más bien que a la
recupe- |
ración cíclica de la idea
del catecu- |
menado histórico. O bien
(cuando |
éste se quiera
revalorizar, pero su- |
perando arqueologismos
estético- |
sentimentales, decorativos
o pietis- |
tas), adquiere con
claridad un ca- |
rácter de re-conversión a
partir de |
un "verdadero"
encuentro con el |
Cristo de la fe, tal como
está en el |
Evangelio y lo descubría
la prime- |
ra Iglesia. |
Lo cierto es que, por el
solo he- |
cho de haber sido
bautizados, no po- |
demos confiar demasiado en
nues- |
tro verdadero cristianismo
si, con |
posterioridad a la
herencia del rito |
sacramental básico, no se
produce |
un consciente
descubrimiento de |
Cristo y nos lleva a dar a
Dios, con |
la vida, la respuesta
total de la fe. |
Cuando el bautismo se
recibía en |
edad adulta y representaba
la cul- |
minación de una etapa de
conver- |
sión personal, esa
necesidad era me- |
nos patente; pero en la
actualidad, |
en la que, por diversas
circunstan- |
cias, se deviene
sociológicamente |
cristiano y, para gran
número de |
bautizados, aquel primer
sacramen- |
to de la infancia,
significa sólo o po- |
co más que la fecha de la
impo- |
sición del nombre propio y
de su |
registro (confundido
tantas veces |
con otras formalidades de
efectos |
civiles), la revisión de
lo que fue o |
debió ser el bautismo, es
de todo |
punto necesaria, si se
quiere recu- |
perar el significado vivo
y la fuerza |
sobrenatural y
transformadora de |
la iniciación en la fe, de
la vida |
cristiana. |
Por eso, para el cristiano
de hoy, |
la Cuaresma no es un mero
recuer- |
do histórico, literario o
cultural, |
evocador de los
procedimientos es- |
tético-pedagógicos y
rituales, con |
que la Iglesia preparaba y
recibía |
nuevas generaciones de
fieles, o re- |
cuperaba pecadores, sino
la oportu- |
nidad de —si se
quiere― unir a ese |
recuerdo ejemplar y
típico, la pro- |
pia revisión de vida y
compromisos |
cristianos, para despertar
de los des- |
cuidos y atopía de una
pseudo-fe de |
instalación, de herencia,
y descu- |
brir, una vez más, la
necesidad de |
re-convertirnos. O, simple
y llana- |
mente, de dejarnos de
apariencias |
y sugestiones, y
convertirnos de una |
vez y de verdad; porque
toda ver- |
dad que nos vuelve a Dios
tiene, |
para siempre, sentido de
primicia. |
Y ahí tenemos la mano que
nos |
tiende la Iglesia, con la
liturgia es- |
pecífica de este tiempo,
que nos rea- |
viva las ideas, nos acerca
otra vez al |
Evangelio, nos enseña a
orar, nos es- |
timula en la esperanza y
generosi- |
dad para que no temamos
ese «vol- |
ver a nacer» que nos
asocia al Re- |
sucitado, y nos promete
juventud |
de alma, vida nueva. |
5 (45) |
La canonización |
del beato Ramón Llull |
ES una crónica, desde las
Baleares, mandada por |
Manuel Soler Palá a la
revista VIDA NUEVA, y |
publicada en su número
1.313, de 30 de enero de |
este año. Otras veces nos
hemos referido a esta excepcio- |
nal figura medieval, poco
conocida, por desgracia, incluso |
en ambientes cristianos
tenidos por cultos, que no sola- |
mente hay que situar en la
cima de los místicos, y, como |
hito de cultura, fue el
primero que escribió de filosofía en |
una lengua hija del latín,
sino que le habrían tenido que |
tener en cuenta al llegar
la posterior etapa misionera y |
expansiva de la
evangelización que siguió a los descubri- |
mientos del s. XVI, e
incluso en nuestra época en la que, |
más vivamente que nunca,
se siente la necesidad y se vive |
la dificultad del
movimiento ecuménico. Pero sabemos |
cómo en la historia de los
encumbramientos y los olvidos |
de las virtudes de los
santos, han influido las convenien- |
cias y la oportunidad
política. Confiemos que, por fin, se |
hará justicia y, sobre
todo, servirá de estímulo y buen |
ejemplo para los
cristianos y la Iglesia de hoy el mejor |
conocimiento que se
difunda de este singular mallorquín, |
universal de corazón,
enamorado de Cristo y celoso del |
bien y de la pureza de la
Iglesia. Los que tuvieran algu- |
na idea de su
personalidad, la profundizarán; los que le |
desconocían, lo
descubrirán y hasta se sentirán rejuve- |
necidos intelectual y
espiritualmente, si se adentran en su |
estudio. |
6 (46) |
La figura gigantesca de
Ramón Llull ha sido verdadera piedra de contra- |
dicción en la historia
mallorquina y más allá de nuestras fronteras. Entre sus |
enemigos viscerales se
cuentan teólogos inquisidores y algún obispo. Pero |
quienes le veneran como
santo y le admiran por su categoría intelectual |
humana han sido siempre
más numerosos. Su actualidad permanente ha co- |
brado todavía mayor
relieve al ser restaurada la Causa Pía Luliana. En el le- |
jano 1610 se había
instaurado para promover su canonización. |
Ramón Llull fue proclamado
por |
el poeta Llorenç Riber el
"fil major |
de la nostra raça".
La expresión se |
repite una y otra vez en
los am- |
bientes lulianos. La
Iglesia mallor- |
quina le considera el hijo
más in- |
signe de todos los
tiempos. Oficial- |
mente no se le ha
declarado santo, |
lo cual no deja de dolerle
al pueblo, |
pero se le venera como
beato por |
culto inmemorial, dando
por su- |
puesta y evidente su
virtud evan- |
gélica. |
Se tiene muy presente que
derra- |
mó su sangre, su ciencia y
su utopía |
en favor de la fe. Se sabe
de las |
experiencias místicas
transmitidas |
hasta nosotros por
manuscritos e |
incunables. Se conoce su
caminar |
apresurado detrás de las
bienaven- |
turanzas, el deseo de
convertir a |
los musulmanes, de renovar
la Igle- |
sia de su tiempo, su
pasión por |
martirio. Es más que
suficiente pa- |
ra que se le rece y se le
venere. El |
olfato popular de los
primeros si- |
glos cristianos sigue en
pie, aunque |
no se le den muchas
oportunidades. |
Ramón Llull, por lo demás,
po- |
dría decir mucho a nuestro
tiempo. |
En el diálogo con otras
religiones, |
en ecumenismo, en la
profundidad |
intelectual al servicio de
la fe, en |
la lucha por el pacifismo,
fue un |
pionero al que habría que
escu- |
char. Por no hablar de las
dimen- |
7 (47) |
siones menos eclesiales
del Santo: |
forjador de la lengua
catalana, pro- |
fundo filósofo, conocedor
de la me- |
dicina, el derecho, etc.
Su biógrafo |
inglés Alleson Peers,
llega a decir |
que su novela
"Blanquerna" es la |
obra cumbre de la
literatura euro- |
pea. |
El 27 de noviembre último,
fiesta |
del Beato, D. Teodoro
Úbeda, res- |
tauró la Causa Pía
Luliana. Rea- |
nudaba la que el 15 de
julio de |
1610 el "Gran e
General Consell |
del Regne de
Mallorca" ya había |
instaurado ante el Papa
para la ca- |
nonización del Maestro. El
camino |
hacia la santidad oficial
resultó ás- |
pero. A veces por envidias
de otras |
escuelas filosóficas o
teológicas. El |
camino acaba de
reemprenderse y |
es de esperar que los
siglos lo ha- |
yan allanado. |
Pere Llabrés, buen
conocedor |
del tema, dice al respecto
que afor- |
tunadamente se han
eliminado las |
suspicacias de
racionalismo. Y |
también que los estudios
teológico-- |
históricos que Roma pide
para la |
beatificación formal
―es beato por |
culto inmemorial―
están listos. |
Basta con ordenarlos
adecuada- |
mente. |
La renovación de la Causa
tiene |
lugar cuando se celebra el
centena- |
rio de san Francisco de
Asís, de |
quien fue discípulo
terciario. Y |
cuando en Mallorca está en
fun- |
cionamiento una escuela
lulística |
que puede aportar muchos
datos. |
También existen dos
revistas ma- |
llorquinas con el objetivo
"lulia- |
na". Aunque quizás
sus autores |
extranjeros
—principalmente cen- |
troeuropeos― son
quienes más se |
preocupan en la actualidad
de las |
obras de Ramón Llull. Así
lo da a |
entender el Prior de La
Real, Josep |
Amengual, monasterio en el
que el |
santo se retiró por algún
tiempo y |
que custodia una buena
biblioteca |
lulista. |
Hemos sido enviados al
mundo para algo; no hemos |
nacido por azar, no
estamos aquí para acostarnos por |
la noche y levantarnos por
la mañana, trabajar para |
ganar el pan, comer y
beber, reír y bromear, pecar |
a gusto y enmendarnos
cuando estamos cansados |
de pecar, fundar un hogar,
después morir... Como |
Cristo tiene una tarea que
realizar, también nosotros |
tenemos la nuestra; e
igual que él se regocijaba de |
cumplir su obra, debemos
nosotros alegrarnos de la |
nuestra.— JOHN HENRY
NEWMAN, C. O. |
|
8 (48) |
Todas las semanas en |
vida nueva |
Una completa información |
de la Iglesia en España y
en el mundo |
Un estudio del problema de
mayor actualidad |
Una visión cristiana |
del mundo político,
social, cultural y artístico |
vida nueva |
Revista semanal |
de información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
9 (49) |
NEWMAN Y EL LAICADO |
NEWMAN es diverso,
inclasificable. A primera vista |
parece fácil clasificarlo
como apologista, o como |
teólogo, pero también como
historiador y como |
filósofo, o como pedagogo,
o como periodista, por |
descontado también como
poeta y acerado prosis- |
ta, también como un
emprendedor que persevera en el em- |
peño asumido a pesar de
las enormes dificultades que, sin |
embargo, no le suponen
pérdidas espirituales ni baches de |
lucidez; era un orador
cálido no desmelenado; era, segura- |
mente sobre todo, un
místico y un artista surcado de raciona- |
lidad, ardiente, serena y
ordenada; era un emprendedor perse- |
verante. Newman era cada
una de estas cosas, y es posible |
trabajar una tesis sobre
su figura tomando uno solo de estos |
aspectos para sentirse, a
primera vista, como saciado por su |
grandeza; pero Newman era
todo a la vez y era mucho más: |
Newman es como un poliedro
con el que podemos encandi- |
larnos al detenernos ante
una cualquiera de sus caras, pero es- |
to sería reducir un cuerpo
a superficie, porque Newman es una |
síntesis mantiene
constantemente la riqueza de una varie- |
dad que, sin pretenderlo,
admira y atrae y otras veces descon- |
cierta. Por eso no fue
fácilmente aceptado y fue incomprendido. |
Como ejemplo, en el pasado
Concilio Vaticano II, mien- |
tras para los más lúcidos
fue una de las referencias preceden- |
tes para secundar la
renovación proyectada, para otros no |
10 (50) |
pocos fue un
descubrimiento. Podía decir uno de los consul- |
tores ―Francis
Davis— que «él fue más capaz de expresar |
mejor que nosotros lo que
ahora intentamos decir sobre lo |
que creemos». Newman fue
un adelantado. Los demás anda- |
ban más despacio. Estas
fueron su grandeza y sus fracasos, que |
no buscaba, pero que
tampoco le sorprendían. Él no era un |
imprudente, pero tampoco
era un táctico que aplicaba la as- |
tucia del mundo,
aprovechado o escurridizo, a las cosas de |
Dios. Él era,
esencialmente, un cristiano sincero. Esta sinceri- |
dad le llevó a la Iglesia
católica y, en ella, le ocasionó la in- |
comprensión de los poco
avisados, de los "prudentes" y de |
los instalados,
generalmente del lado clerical, con grandes y |
notables excepciones (por
ej. León XIII). Después de muerto |
(aunque el Señor quiso
darle, por dulce ironía, muchos años |
de vida) y pasados los
años, ha ido haciéndose sorprendente- |
mente "actual",
no sólo por el modesto conocimiento que los |
oratorianos podamos
difundir sobre él, sino que ya pasa a ser |
patrimonio de todos los
cristianos, católicos y no católicos, |
porque con afecto lo
recuerdan igualmente, y sin resentimien- |
tos mezquinos, nuestros
hermanos separados, a los que dejó |
amándoles. |
No faltan los que leen o
incluso escriben citando a New- |
man y ni saben que es
oratoriano, porque se contentan con |
ver en él un punto o una
cara solamente del poliedro de su |
11 (51) |
personalidad; pero a
nosotros nos alegra saber que fue en el |
Oratorio donde encontró el
modo de ser el mismo (what to be). |
El Oratorio fue el lugar
maravilloso en el que el estilo de san |
Felipe le procuraba las
condiciones más favorables para cum- |
plir su misión en el
catolicismo inglés del s. XIX, que no po- |
día ser más que de
anticipación, como reconoce un obispo |
francés, Jean Honoré,
admirador suyo. Newman no es la úni- |
ca figura importante en la
historia filipense, porque, como en |
los demás institutos de la
Iglesia, los siglos de existencia tam- |
bién están jalonados con
la ejemplaridad de algunos de sus |
miembros que se
distinguieron en la Iglesia de Dios porque |
la fidelidad espiritual a
los fundadores de las obras a que per- |
tenecían, supieron
combinarla con la debida respuesta al tiem- |
po que les tocaba vivir,
para ser ellos mismos, para amar a |
Dios y para servir e
iluminar a los hermanos. Lo cual no ocu- |
rrió sin dolor, cuando
quiso ser evangélico y no simplemente |
propagandístico, como en
el caso de Newman. «Oh Dios mío |
―decía Newman―
me has dado a san Felipe, esa gran crea- |
ción de tu gracia, para
que sea mi padre y mi maestro; y yo |
me he sometido a él y él
ha hecho para mí grandes cosas; de |
muchos modos ha cumplido
en mí todo cuanto legítimamente |
podía contar que me
hubiese prometido». |
En este resumen que
hacemos a |
continuación, vamos a
concatenar |
algunos textos suyos, que
hacen re- |
ferencia especialmente al
laicado. |
El peligro actual de las
reflexiones |
que sobre este tema se
hagan en la |
Iglesia, está en repetir
errores luego |
muy difíciles de enmendar,
mez- |
clando o confundiendo
categorías |
jurídicas con otras
teológicas, sobre |
todo si se pretendiera
partir de un |
cierto nominalismo
jurídico y lue- |
go teologizarlo. En todo
caso, mode- |
radamente, debiera ser al
revés; de |
lo contrario se
favorecería la pre- |
valencia de lo estructural
en per- |
juicio de lo ontológico.
Newman |
no escribió tratados sobre
los lai- |
cos, pero piensa en ellos
continua- |
mente cuando recuerda las
grandes |
crisis de la Iglesia, los
problemas |
de la educación, la
necesidad de |
diálogo interior en la
Iglesia, el |
acercamiento entre los
cristianos, |
la evolución de las
formulaciones |
dogmáticas de la fe, la
mitigación |
12 (52) |
del clericalismo como
clase social... |
La Iglesia no crecerá en
Inglaterra |
porque se maldiga a
Enrique VIII |
o se infame a Lutero; o
porque se |
huya de todo problema
rezando y |
esperando que Dios solo
haga mila- |
gros, pensando gozosos, y
al mismo |
tiempo engreídos e
ignorantes que, |
por lo menos, «nosotros
somos de |
los buenos» porque la
verdad está |
de nuestra parte. También
lo estaba |
de los judíos y, sin
embargo, no re- |
cibieron a Cristo, como
éste pun- |
tualizó con la mujer
samaritana. |
Newman piensa y actúa en
Ingla- |
terra, pero supera la
visión local y |
la urgencia temporal, y lo
que dice |
Valió entonces y vale
todavía en |
todas partes. |
Nuestra referencia
antológica es |
necesariamente incompleta,
pero |
estimamos que puede
resultar su- |
ficientemente indicativa
o, por lo |
menos, servir de inicio
elemental |
en el descubrimiento del
espíritu |
de este hombre que buscaba
la ver- |
dad desde la raíz e
intentaba edifi- |
carla en los demás sin
improvisa- |
ciones, sino desde los
cimientos, |
teniendo en cuenta todo el
hombre, |
porque no es sólo la razón
de Dios |
lo que hay que defender o
hacer |
triunfar, sino la razón de
Dios en |
el hombre que Dios mismo
quiere |
ver crecer y hacer libre,
porque es |
precisamente él quien le
ha dado |
el ser y se lo ha dado
para esto. No |
era Newman el hombre para
pre- |
parar cruzadas, sino el
cristiano |
inteligente y ardoroso, el
trabaja- |
dor generoso e ilustrado,
razonador |
y enamorado, dispuesto a
plantar |
verdades, a hacerlas nacer
y a fa- |
vorecer y estimular su
desarrollo, |
desde una visión que
podríamos |
llamar, no sólo y
esencialmente |
cristiana, sino además
humanista, |
universal y universitaria.
Después |
de la primera avalancha de
conver- |
siones surgidas del
llamado "Mo- |
vimiento de Oxford",
Newman po- |
día decir que «la
Universidad nos |
ha hecho católicos», no el
raquitis- |
mo mentalmente perezoso de
la ad- |
hesión implícita pegada a
cómodos |
refugios construidos a
costa de la fe. |
Podemos guiarnos por tres
epi- |
sodios de la vida de
Newman: a) su |
intervención en la
fundación de la |
Universidad de Dublín, b)
el inten- |
to de la fundación de un
Oratorio |
en Oxford, y c) el asunto
de "The |
Rambler". Cada uno de
estos capí- |
tulos podría resultarnos
apasionan- |
te, y alguna vez tendremos
que |
volver sobre ellos; pero,
de mo- |
mento nos baste citarlos
para dar |
razón general del
pensamiento |
newmaniano sobre el
laicado y la |
Iglesia. |
La Universidad de Dublín
se |
fundaba en 1851 y Newman
era su |
primer rector. Tanto en la
prepara- |
ción como en los primeros
tiempos |
de su actividad, tuvo
ocasión de |
exponer su concepto sobre
la cul- |
tura católica y del papel
de la teo- |
logía respecto de ella.
Aunque no |
13 (63) |
Lo exprese con la misma
intensidad, |
Newman se proponía dos
metas: |
elevar, por lo menos en
una selec- |
ción, el nivel cultural
del clero y |
ofrecer, además, la
oportunidad de |
un acercamiento entre
clero y lai- |
cado, ambos educados; no
hace fal- |
ta destacar el acierto de
las inten- |
ciones de Newman.
Explicaba en |
una conferencia de 1855: |
La universidad católica
pretende hacer más que aco- |
ger... Se compromete a
admitir sin temor, sin perjuicios y |
sin compromisos a cuantos
se le presenten, si vienen en |
nombre de la verdad; a
ajustar las concepciones, experien- |
cias, costumbres del
espíritu más independientes y dispa- |
res, dejar en libertad al
pensamiento y la erudición en sus |
formas más originales, en
sus más excesivas expresiones |
y en sus rodeos más
amplios. Su función específica es |
crear la unidad en la
diversidad; y aprender a hacerlo, |
no mediante reglas que se
puedan reducir a fórmulas, |
sino por la inteligencia,
la sabiduría y la amplitud de espí- |
ritu, basadas en un
conocimiento profundo de la materia |
a estudiar y en una
cuidadosa represión de cualquier espí- |
ritu de polémica o de
cualquier intolerancia en un sector |
cualquiera... porque toda
verdad puede servir a la Verdad. |
Su fin inmediato (el único
que nos interesa aquí) es |
garantizar las
disposiciones de espíritu favorables según |
un orden superior y
mantener en este orden todas las es- |
feras y métodos de
pensamiento que la inteligencia hu- |
mana haya podido crear. |
Si hay un solo principio
director de la filosofía del |
universitario, es éste:
que una verdad no puede ser contra- |
ria a otra verdad...
Quiero decir que el que cree en la |
Revelación con fe total,
que es privilegio del católico, no |
es un individuo nervioso
que se estremece por cualquier |
ruido repentino y que se
turba por cada imagen extraña o |
nueva que se presenta a
sus ojos. |
Hemos acabado de repetir
una |
palabra de Newman que es
capital: |
la fe total. Esta
expresión necesita- |
ría un comentario que aquí
no nos |
cabe. Pues del mismo modo
que en |
el orden práctico damos
por com- |
pletadas tantas obras
todavía im- |
perfectas, tantos actos y
deberes no |
bien acabados, en el
intelectual y |
espiritual procedemos con
la mis- |
ma perezosa ligereza.
Newman de- |
cía en otra parte: «Hay
personas |
que lo creen todo, porque,
en rea- |
lidad, no creen en nada».
Decía |
también, acerca de la
Universidad |
(1856): |
14 (54) |
Cuando la Iglesia funda
una universidad católica |
quiere, pienso yo, reunir
cosas unidas en su origen por |
Dios, pero luego separados
por el hombre. Algunos dirán |
que pretendo limitar la
vida del espíritu, para desviarla |
de su camino natural y
detenerla en su crecimiento me- |
diante el control de la
Iglesia. No tengo semejantes pen- |
samientos. Tampoco se me
ocurre crear un compromiso, |
como si la religión
tuviera que abandonar algo, y la cien- |
cia también. Lo cierto es
que deseo que el espíritu se ex- |
pansione en la más
completa libertad y que la religión |
goce de idéntica libertad.
Pero lo que anhelo expresamen- |
te es que se pueda
encontrar a las dos en el mismo sitio |
y encarnadas en las mismas
personalidades. Quiero des- |
truir esta diversidad
entre centros intelectuales que siem- |
bra la confusión por todas
partes merced a influencias |
contrarias... Quiero que
el mismo techo ampare a la vez |
disciplinas intelectuales
y morales. La piedad no es una |
especie de barniz con que
se cubre a la ciencia, ni la cien- |
cia una especie de pluma
de sombrero, permítaseme la |
expresión, un adorno o un
ornamento para la piedad. |
Deseo que el laico
intelectual sea religioso y que el ecle- |
siástico piadoso sea
intelectual. No se trata aquí de una |
cuestión de terminología,
ni de sutiles distinciones, pues |
la santidad tiene su
influencia, y la inteligencia tiene la |
suya... La juventud
necesita una religión viril, tanto para |
cautivar su imaginación
inquieta y su inteligencia impe- |
tuosa, como para conmover
su corazón sensible. |
Los buenos obispos
irlandeses se |
asustaban con estas ideas,
y otras |
parecidas. Ellos querían a
Newman |
para su prestigio y por el
beneficio |
de su generosidad y
dedicación, |
porque la creación de la
Universi- |
dad de Dublín fue una
gesta, a pesar |
de que terminara en
fracaso o, me- |
jor dicho, en
desaprobación prácti- |
ca; mas aquellos prelados,
de menta- |
lidad muy diferente,
desconfiaban |
del
"convertido", que precisamen- |
te a causa de su
conversión, tra- |
tándose de un hombre de
saber y |
de prestigio intelectual
bien cono- |
cido, podían capitalizar
para gloria |
del catolicismo; pero
ellos hubieran |
querido, cierto, una
Universidad |
que hubiese sido
equivalente, por |
el personal docente, por
los méto- |
dos y por los estilos, a
una especie |
de seminario con
frontispicio dife- |
rente. No podían
comprender a |
Newman. Ni de Inglaterra
podían |
sumársele apoyos
clericales o de la |
jerarquía católica
suficientemente |
vigorosos para
contrarrestar aquel |
provincianismo religioso,
pues pa- |
15 (55) |
ra los irlandeses, la
gloria de pen- |
sar que estaban en la
verdadera |
Iglesia les compensaba del
desnivel |
social ―y aquí se
abriría otro ca- |
pítulo en que política e
historia |
nos explicarían algo sobre
resen- |
timientos, injusticias y
complejos |
colectivos, entre país
pobre y país |
rico, país culto y país
menos culto, |
país agrícola y país
industrial… |
entre Irlanda e
Inglaterra, todavía |
no cerrado—; les
compensaba, de- |
cimos, el pensar que por
lo menos |
ellos, los irlandeses,
constituían un |
pueblo católico, frente a
Inglaterra |
donde el catolicismo
representaba |
una parte mínima de la
población |
que, en cualquier caso,
"necesitaba" |
ser misionada precisamente
por los |
más seguros de la fe, los
irlandeses. |
Inglaterra debía ser un
apostolado |
de Irlanda. Pero lo que
ocurría es |
que Inglaterra era una
tierra de |
promoción, primera etapa
para |
huir de la pobreza
irlandesa e, in- |
cluso, para que un clérigo
despierto |
alcanzara una promoción
prelati- |
cia. Lo cual no implica
una conde- |
nación de todos los
emigrantes |
irlandeses, a Inglaterra y
a otras |
partes —¡Estados Unidos de
Amé- |
rica!—; pero el que
emigra, al tener |
que abandonar sus raíces,
no elige |
el peor lugar y busca
razones sóli- |
das para garantizar su
derecho a |
establecerse y sacar
provecho de |
él. La organización de la
Iglesia, y |
"a fin de bien",
también puede ser |
un cauce para ello. Pero
es claro |
que lo que así se haga
como misión |
o como apostolado ayuda
poco a |
la verdadera Iglesia,
tanto para su |
propia vida, como dar una
imagen |
fiel de su ser a quien la
desconoce |
y la observa desde fuera,
y no |
digamos cuando es
observada con |
recelo por una sociedad
que no es |
mayoritariamente católica.
El re- |
medio era ordenar las
ideas, dejar |
que fueran los irlandeses,
por lo |
menos en parte, quienes
volcaran |
o siguieran volcando su
apostolado, |
pero con la debida previa
ilustra- |
ción... No basta una
peregrinación |
más, una procesión más, un
himno |
más; hacen falta ideas
bien organi- |
zadas, también sobre la fe
y sobre |
el mundo y la fe.
Solamente de |
este modo Inglaterra
podría acer- |
carse, en sus mejores
hombres, en |
sus mentes más claras y
nobles, a |
la verdad de Dios, a su
verdadera |
Iglesia. Es demasiado
simple espe- |
rar las emocionalidades de
conver- |
siones sentimentales.
Newman sa- |
bía bien qué significaba
conver- |
tirse, y quería y deseaba
para los |
futuros conversos que
pudieran en- |
contrar una acogida
adecuada in- |
telectual y culturalmente.
No se |
trataba de elevar la
estadística de |
las conversiones, sino de
elevar a |
la misma Iglesia.
Escandalizaba, a |
los seguros del privilegio
de su |
verdad cuando decía que
«había |
que preparar a la Iglesia
para que |
pudiera recibir
conversiones; que |
había que convertir a la
Iglesia, |
16 (56) |
para que pudiera recibir
converti- |
dos...» También decía: «El
fin de la |
Iglesia no es el cuidar de
su pare- |
cido, sino el de cumplir
una obra». |
¿No es claro como la luz
del día, que el conjunto de |
personas que defienden los
privilegios legítimos de la Igle- |
sia, lo hacen no tanto
porque se preocupan del reino de |
los santos, sino porque
creen que la ruina de la Iglesia |
representaría la ruina de
nuestras instituciones públicas? |
No quiero decir que no
amen a la Iglesia, sino que lo que |
ocurre es que aman todavía
más la prosperidad temporal. |
Su amor a la Iglesia
depende de su amor al mundo, de |
modo que si la paz de este
mundo y el bienestar de la |
Iglesia llegaran a
contradecirse, se verían inducidos a |
ponerse a favor del mundo
en contra de la Iglesia. |
Esto lo experimentaba
Newman |
todavía anglicano, y de
seguro que, |
con otros matices, se
reproducía en |
sus dificultades con la
Universidad |
de Irlanda. Allí el
problema se mo- |
vía en torno a la
necesaria confianza |
en el hombre y a la
libertad nece- |
saria para razonar los
conocimien- |
tos, aunque la fe, en su
esencia, no |
fuera un resultado de la
ciencia. |
No se puede obligar a
creer a las personas por la fuer- |
za o con amenazas. Si la
Santa Sede tuviera un poder |
temporal tan grande como
hace tres siglos, la increduli- |
dad sería igualmente real,
pero secreta en vez de publica, |
y sería mucho peor...
¿Cómo se comprende que las escue- |
las de teología de la Edad
Media hayan sido tan flore- |
cientes? Porque se les
dejaba el campo libre, porque no se |
forzaba a los
controversistas a sentir el freno en su boca |
a cada palabra que
pronunciaban... Roma intervenía al |
final, no al principio de
la discusión. La verdad es obra |
de numerosos espíritus que
trabajan juntos libremente. Se- |
gún lo que alcanzó a
recordar, ésta ha sido siempre la re- |
gla de la actuación de la
Iglesia hasta nuestra época, en |
que habiendo sido
aniquiladas las escuelas teológicas de |
Europa por la Revolución
Francesa, se estableció una es- |
pecie de centralización en
el cuartel general de la Iglesia; |
y el pensador individual,
en Francia, en Inglaterra o en |
Alemania, se ve impelido a
tropezar con las autoridades |
supremas del gobierno
eclesiástico. |
Es necesario, a mi juicio,
que nos vaya todavía un po- |
co mal antes de que
empiece a irnos mejor, pues no nos |
damos cuenta de la
gravedad de nuestro caso. |
17 (57) |
Este texto es de una carta
de |
1868, posterior al fracaso
de Du- |
blín; pero ilustra lo que
allí pasó. |
Parecidamente, en el mismo
año, |
escribía a otra persona
amiga: |
En las escuelas de la
Iglesia primitiva o medieval, |
existía un verdadero
"juicio privado"; ahora no hay ni |
escuelas ni juicio privado
(en el sentido religioso de la pa- |
labra), ni libertad
(entendida como libertad de opinión). |
Es decir, que no se hace
ya obra intelectual. La institu- |
ción sigue las tradiciones
del pensamiento de los tiempos. |
Se trata de un sistema que
en el tiempo prescrito por Dios |
se corregirá por sí mismo:
y no es necesario que nos ator- |
mentemos por un estado de
cosas que, por penoso que sea |
para nosotros, es
infinitamente menos doloroso que el es- |
tado de la Iglesia antes
de Hildebrando (Gregorio VII) en |
el siglo XI, y después en
el siglo XV. |
Si a estas ideas añadimos
que |
Newman no comprendía por
qué |
no podían haber profesores
segla- |
res en la universidad
católica, nos |
explicamos la alarma de
los con- |
servadores. Él quería ver
mezcla- |
dos sacerdotes y laicos,
en un en- |
cuentro constructivo. Poco
después |
de dimitir del rectorado
dublinés |
(1858), tuvo ocasión de
hacer públi- |
ca y razonada su tesis
sobre el lai- |
cado, y fue con ocasión de
ser de- |
signado director de la
revista "The |
Rambler". Revista
minoritaria (800 |
ejemplares), pero de gran
influjo |
sobre los más despiertos
entre los |
universitarios ingleses.
Era más |
científica y cultural,
reconoce Guit- |
ton, que política, y en
sus páginas |
encontraban acogida las
ideas más |
avanzadas, no siempre
gratas a la |
contemporánea jerarquía
inglesa. |
Se pensó en nombrar a
Newman di- |
rector para atemperar a
sus redac- |
tores. El relevo de la
Universidad de |
Dublín podía darle el
tiempo para |
dedicarse a ese grupo
inquieto, inci- |
sivo, aunque noblemente
preocupa- |
do por la vertencia
cultura-religión. |
Newman fracaso. Él no
podía trai- |
cionar su convicción sobre
lo que |
el laicado había sido y
era en la |
Iglesia. Quedaba atrás su
estudio |
sobre el arrianismo, que
le llevó a |
la conversión; pero de
aquél con- |
servaba una deducción
incontesta- |
ble: hubo un momento, en
la Igle- |
sia, mucho más grave que
el tan re- |
cordado de la escisión
protestante, |
en el que la mayoría de
los obispos |
eran herejes, pero que
ello no im- |
pidió que se salvase la
integridad de |
la fe, merced a tres
claros apoyos |
convergentes: el Papa, san
Atanasio |
el laicado católico. El
artículo del |
"Rambler" que
determinó aquella |
18 (58) |
desaprobación dolorísima,
que pro- |
vocaría un largo silencio,
sólo roto |
cuatro años más tarde con
la "Apo- |
logía", tenía por
tema «Sobre la ne- |
cesidad de consultar a los
laicos en |
materias de doctrina». |
Hay que hacer notar que,
aunque, históricamente ha- |
blando el s. IV sea el
siglo de los doctores (Atanasio, Hi- |
lario, Gregorio, Basilio,
Crisóstomo, Ambrosio, Jerónimo, |
Agustín)... no obstante,
en esta misma época, la tradición |
divina confiada a la
Iglesia infalible fue proclamada y |
mantenida mucho más por
los fieles que por el episcopa- |
do...; el cuerpo de los
obispos fue infiel a su misión, mien- |
tras que el cuerpo de los
laicos fue fiel a su bautismo. |
Él cita a aquellos obispos
y aque- |
lla época que tan bien
estudiada |
tenía. Él no niega la
labor de la |
"Ecclesia
docens", pero destaca el |
papel no relegable de la
"Ecclesia |
docta", enseñada, o
de los fieles |
bautizados. Busca un apoyo
en la |
Él cita a aquellos obispos
y aque- |
lla época que tan bien
estudiada |
tenía. Él no niega la
labor de la |
"Ecclesia
docens", pero destaca el |
papel no relegable de la
"Ecclesia |
docta", enseñada, o
de los fieles |
bautizados. Busca un apoyo
en la |
Teología del P. Perrone,
quien afir- |
ma «que la voz de la
tradición pue- |
de, en algunos casos,
hacerse oír, no |
por los concilios, ni por
los Padres, |
ni por los obispos, sino
por el "com- |
munis fideliun
sensus", e ilustra es- |
to recurriendo a la
historia». |
Si incluso en la
preparación de la verdad dogmática |
son consultados los
fieles, como se ha hecho recientemente |
con la Inmaculada
Concepción, es natural al menos espe- |
rar un acto parecido de
bondad y de simpatía cuando se |
trata de cuestiones
prácticas. |
Este texto fue denunciado
a Ro- |
ma. No querían bien a
Newman los |
que lo hicieron, y dio
lugar a rece- |
los dolorosos e inútiles,
pues hubo |
interés en los estratos
intermedios, |
en dificultar sus
explicaciones so- |
bre el sentido que daba a
sus pala- |
bras. Hoy no ocurriría, o
sería me- |
nor el drama. En cualquier
caso, se |
trataba de un pensamiento,
el de |
Newman, que venía de más
lejos, |
era más profundo e iba
también |
más allá de las
mentalidades que le |
rodeaban. No había podido
evitar |
un temor presentido, del
que había |
advertido al director de
la revista, |
Capes, a quien prevenía de
la cle- |
ricalización de aquel
asunto del |
"Rambler". El
mérito y la generosi- |
dad de Newman estuvo en
que, a |
pesar de ese
presentimiento, no de- |
samparó a aquellos hombres
deseo- |
sos de preparar los
mejores cami- |
nos para el acceso a la
Iglesia en |
Inglaterra. No pudo
"preparar" In- |
glaterra pero, de algún
modo, pre- |
paró ―cierto, no
sólo él— el Vati- |
cano II y algunos de los
destellos |
de su espíritu renovador,
que ya no |
es posible extinguir. |
19 (59) |
formación |
cristiana |
de gente joven |
(de 9 a 16 años) |
TODOS LOS DOMINGOS |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
A LAS 12,45 |
Para ayudar a los padres |
a dar ideas cristianas a
sus hijos |
LAUS |
Director: Ramón Mas
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Placeta de sua Felipe
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20 (60) |
|