Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 195. MAYO. Año 1982 |
SUMARIO |
LA ALABANZA y el
agradecimiento son un derecho |
y un deber gozoso, que
también ha de ser procla- |
mado. Nosotros, los
oratorianos, lo hacemos dando |
gracias a Dios por haber
os dado a san Felipe, cuya |
festividad celebramos este
mes. Somos una pequeña fami- |
lia, en la Iglesia de
Dios, que se alegra y se inspira en su |
patrocinio, en su ejemplo
y en su apostolado. |
ANGELO G. RONCALLI Y SAN
FELIPE NERI |
LO PROPIO DEL ORATORIO |
VIDAS DE SANTOS |
¿QUÉ ES EL ORATORIO? |
SAN FELIPE, APÓSTOL DE LA
CONVERSIÓN |
EL ORATORIO DE VALENCIA |
ALMAS OXIDADAS |
1 (81) |
ANGELO GIUSEPPE RONCALLI |
Y SAN FELIPE NERI |
Traducimos unas palabras
del Giornale dell'anima del futuro papa Juan |
XXIII. Estamos en el año
1903 y hace pocas semanas que Angelo Giusep- |
pe Roncalli ha sido
ordenado subdiácono. Al llegar al 26 de mayo, festi- |
vidad de san Felipe Neri,
escribe en su diario espiritual: |
«Hoy el pensamiento de san
Felipe me ha sostenido suavemente du- |
rante todo el día. He
asistido a las solemnísimas funciones de la Val- |
licella, he saboreado la
música de Capocci, he visitado con religiosa |
atención las habitaciones
del Santo, y también las tan preciosas e |
históricas de san Jerónimo
de la Caridad; más que todo he vuelto |
mis ojos, mi pensamiento,
mi corazón a la gloriosa tumba, y he rezado |
mucho. |
¿Por qué no tengo tiempo
ni una pluma fácil para escribir de este |
Santo como quisiera y como
me dicta el corazón? |
San Felipe es uno de los
santos que me es más familiar, a cuyo nom- |
bre se unen tantos dulces
recuerdos de mi historia íntima. Siento que |
amo a san Felipe de un
modo del todo particular, y me encomiendo |
a él con toda confianza. |
¡Oh, mi buen padre
Felipe!, me entiendes sin que te hable. Se acerca |
el tiempo: ¿dónde está en
mí mismo la copia que he de hacer de ti? |
donde el espejo de tus
virtudes? Has que entienda los principios de |
tu escuela mística para
que aproveche a mi espíritu: la humildad, el |
amor. Seriedad,
bienaventurado Felipe, y alegría santa, pura, y un |
impulso fecundo para
realizar grandes obras...» |
El diez de agosto del año
siguiente, cuando fue ordenado sacerdote, vuel- |
ve su recuerdo, en primer
lugar, a san Felipe y le pide, junto a otros |
santos también sepultados
en las iglesias romanas, el fervor siempre en- |
cendido de su corazón de
nuevo sacerdote. Ya papa, se complació, varias |
veces, en evocar su amor a
san Felipe, desde sus años jóvenes, y también |
a Baronio, el más amado de
los discípulos del Santo. |
2 (82) |
Lo propio |
del Oratorio |
CUANDO vamos a los
primeros discípulos de san Felipe, en busca de lo |
esencial de aquello que
vino a ser la misión propia y específica del |
Oratorio, encontramos
textos repetidos, y luego confirmados por la |
mejor tradición
oratoriana, que muestran constantemente los per- |
nios en torno a los cuales
se apoya y gira lo más característico de la |
obra de san Felipe: la
oración y la palabra de Dios. Y todavía, si hubiera |
de ser una sola la fuente
de la que mana todo lo demás, deberíamos poner |
el énfasis en lo segundo,
es decir, la palabra de Dios. |
En efecto, Tarugi decía
que «el pensamiento de nuestro fundador ha |
sido que su Instituto
tuviese por función propia y particular, la de anunciar |
la palabra de Dios cada
día de la semana, lo mismo que los domingos». Esa |
palabra de Dios era el
contenido principal de los «ragionamenti» sobre los |
que giraban aquellos
encuentros conocidos como «Oratorio de la tarde». |
Esos «ragionamenti»
disponían a la oración y, dice el mismo Tarugi, «consti- |
tuían el principio y
fundamento de la Congregación», fundada por el Santo. |
Otro discípulo, también
contemporáneo de san Felipe, el padre Talpa, |
escribía: «que el
Instituto del Oratorio consiste, principalmente, en discurrir |
cotidianamente sobre la
palabra de Dios, de modo sencillo, familiar y fruc- |
tuoso, diverso de como
suele hacerse en la predicación al uso, y en esto |
consiste esencialmente el
Instituto inventado por el bienaventurado Padre. |
Y aun cuando la palabra de
Dios ha introducido la frecuencia de los sacra- |
mentos y otras prácticas,
sin embargo hay que tener por propio y peculiar |
de nuestro Instituto el
haber elegido la palabra de Dios, porque es lo que lo |
diferencia de los demás;
pero no tomando la palabra de Dios como sola pa- |
labra de Dios, sino como
palabra cotidianamente y familiarmente tratada». |
Eso no quiere decir que
san Felipe se aviniera con el descuido o que |
justificara la ignorancia,
pues fue siempre muy exigente. Por sencillez ora- |
toriana, en lo que a
palabra de Dios se refiere, tal vez podríamos entender |
lo que un insigne
oratoriano, Newman, nos dice en estas palabras: «Procu- |
3 (83) |
remos siempre comprender
lo que decimos y hablemos sólo de lo que sabe- |
mos». Esto, por lo que
hace referencia a la inteligencia del que habla; en |
cuanto al fervor y
convicción, decía: «No nos limitemos a ser como un cris- |
tal que se conforma con
dejar pasar el calor y permanece frío», |
De la palabra de Dios, la
oración de la oración, la sinceridad cristiana |
de la vida y las obras. |
Vidas de Santos |
¡Leed las vidas de los
Santos! Ellos han supe- |
rado y vencido las
tentaciones con decisión y |
vigor, con prontitud y con
éxito, mejor que |
cualquiera. Sus acciones
son bellas y ceñidas |
como una fábula, y no
obstante poseen la rea- |
lidad de los hechos: abren
la mente, propor- |
cionándole nuevas ideas de
las que carecía |
antes, y mostrando a todos
lo que Dios puede |
hacer lo que el hombre
puede ser. Aunque |
no siempre podamos repetir
los detalles del |
ejemplo de los Santos,
ellos nos presentan siem- |
pre un modelo de justicia
y de bondad, se ele- |
van ante nosotros como
enseñanzas vivientes |
de monumental grandeza,
nos llaman a Dios, |
nos introducen en los
misterios del mundo in- |
visible, nos enseñan a
conocer lo que Cristo |
ama, trazando delante de
nosotros el camino |
que conduce al Cielo. |
John Henry Newman, C. O. |
4 (84) |
¿Qué es el Oratorio? |
Adaptación resumida de un
folleto difundido por |
los PP. del Oratorio de
San Pablo, Tepetlapa, |
México. |
Muchas veces hemos oído
ha- |
blar del «Oratorio», de
«los |
padres del Oratorio». ¿Qué |
es el Oratorio? Habría una
respues- |
ta genérica si dijéramos
que «orato- |
rio es el lugar para
orar», con cuya |
acepción quedaría afirmado
que to- |
das las iglesias y templos
son "ora- |
torios". Pero en
ocasiones la pre- |
gunta se nos hace
directamente a |
los oratorianos o
filipenses y nos di- |
cen: ¿A qué orden
religiosa perte- |
nece usted? Cuando esto
ocurre he- |
mos de dar una respuesta
en el sen- |
tido de aclarar que no
somos una |
"orden" ni somos
"religiosos", sino |
que somos una sociedad de
vida |
apostólica, compuesta por
sacerdo- |
tes y laicos, que hemos
abrazado y |
profesamos la vida
evangélica inte- |
gralmente, aunque sin
emitir votos. |
No debería de sorprender
demasia- |
do el hecho de que la
adscripción |
al Oratorio se produzca
sin la me- |
diación de los votos,
puesto que |
éstos, como forma
jurídicamente |
reconocida de consagración
a Dios, |
no se generalizaron hasta
bien pro- |
mediado el siglo XVI. En
el Orato- |
rio no tenemos los votos,
pero te- |
nemos, en cambio, la
"estabilidad" |
(tal como se perfiló en
las primeras |
comunidades de vida
evangélica, a |
partir del s. V, en
Occidente), es |
decir, que un miembro del
Orato- |
rio permanece,
ordinariamente de |
por vida, en el lugar y
comunidad |
donde fue recibido, con la
sola ex- |
cepción de que surjan
razones de |
apostolado (por ej.
emprender una |
nueva fundación) o de
disciplina, |
y siempre mediante
intervención y |
sanción, en cada caso, de
la S. Sede. |
Ello hace que se produzca
una ver- |
dadera hermandad con el
clero |
diocesano del lugar donde
el Ora- |
torio se halla
establecido, y que el |
Oratorio constituya un
elemento |
espiritualizador y
apostólico que |
se integra en la vida
social diocesa- |
na y ciudadana, sin
interrupciones |
que puedan dificultar el
beneficio |
de su presencia
continuada. Tam- |
bién se puede decir que un
orato- |
5 (85) |
riano goza de mayor
estabilidad |
que un miembro del clero
diocesa- |
no, removible de una
parroquia a |
otra o de un cargo a otro,
y hasta |
que un religioso,
fácilmente trans- |
ferible de un convento a
otro por |
el simple mandato de un
superior. |
Cada casa o comunidad
oratoria- |
na, se llama
«Congregación». Pre- |
cisamente esta
denominación nos |
la dio la S. Sede para
distinguirnos |
de las órdenes", a
pesar de obser- |
var como ellas la vida
evangélica |
o, como se decía más
antiguamente, |
«la vida apostólicas.
Luego, otras |
obras parecidas, y aun
diferentes al |
Oratorio, también tomaron
dicho |
nombre, acuñado por
Gregorio XIII |
especialmente para
nosotros. El |
conjunto de todas las
casas o comu- |
nidades
―«Congregaciones del Ora- |
torio»― esparcidas
por el mundo, |
forma la llamada
«Confederación |
del Oratorio de San Felipe
Neri». |
Tenemos dos principios
funda- |
mentales: el primero es el
ya decla- |
rado de la ausencia de
votos, es de- |
cir, que nos proponemos
seguir la |
vida evangélica y
apostólica por el |
vínculo de la caridad, con
lo cual |
la ausencia de votos no
puede sig- |
nificar olvido de las
virtudes, sino |
apertura libre a una
generosidad |
que supere la obligación
mínima |
de una interpretación
legalista. |
El segundo principio es
que cada |
casa o «Congregación del
Oratorio» |
se gobierna por sí misma,
autóno- |
ma respecto de las otras
hermanas. |
La autonomía de cada
Congrega- |
ción respecto de las
demás, es pare- |
cida a la autonomía de
cada dióce- |
sis, respecto de las demás
diócesis |
en la única Iglesia. |
Allí donde,
excepcionalmente, la |
iglesia del Oratorio fuese
también |
parroquia, los asuntos
parroquiales |
constituirían una
actividad que es- |
taría sujeta al Obispo
local, en la |
forma recíprocamente
acordada, |
salvo si la Iglesia no
fuese la propia |
del Oratorio. Pero con
relación al |
régimen interno, cada
Oratorio está |
sujeto directamente a la
S. Sede, es |
decir, al Papa, quien
aprobó las |
Constituciones por las que
se go- |
biernan todas las
Congregaciones. |
Ningún cambio o revisión
de las |
Constituciones puede
hacerse sin |
la aprobación de la S.
Sede. |
San Felipe Neri |
y la fundación del
Oratorio |
El Oratorio fue fundado
por san |
Felipe Neri (1515-1595) en
R- |
oma . Es uno de los
grandes santos de |
aquellos tiempos en que la
Iglesia |
emprendía su verdadera
renova- |
ción, en pleno siglo XVI.
Aunque |
nació en Florencia, se le
llama |
"Apóstol de Roma, y
es venerado |
6 (86) |
como copatrono de la
Ciudad Eter- |
na, junto con los santos
Pedro y Pa- |
blo. Allí vivió sesenta
años. Y pue- |
de decirse que, mientras
otros san- |
tos emprendían grandes
obras de |
apostolado (san Ignacio) o
de reno- |
vación conventual (sta.
Teresa), Fe- |
lipe se empleó en la
reforma de la |
vida moral y religiosa de
Roma. |
Desde España podemos
alegrarnos |
de que,
significativamente, estos |
santos fueran canonizados
junto |
con san Felipe, en el
mismo día del |
año 1622, por Gregorio
XIV. |
Cuando se recuerda a san
Felipe |
es preciso no olvidarse de
su vida |
como apóstol seglar, pues
se ordenó |
de sacerdote sólo cuando
estaba a |
punto de cumplir los 36
años. Po- |
dría llamarse, como ahora
se dice, |
una vocación tardía. Pero
durante |
su vida de laico se empleó
en la asi- |
dua oración y en obras de
apostola- |
do y caridad, como visitas
a los |
hospitales (pues entonces
estaban |
muy desatendidos),
servicio de los |
peregrinos y atención a
los jóvenes. |
El origen o principios del
Orato- |
rio puede fijarse en el
año 1552, |
cuando san Felipe empezó a
reunir |
en torno suyo a un pequeño
grupo |
de jóvenes laicos con
quienes tenía |
encuentros informales en
su cuarto |
para orar, leer y comentar
la pala- |
bra de Dios en forma
dialogada. Es- |
tos encuentros que
gradualmente |
asumieron una forma más
definida |
con la música y
conferencias, fue- |
ron más tarde llamados
«Oratorio, |
es decir, lugar para la
oración y |
modo especial de
"orar". Éste es el |
origen del nombre
«Oratorios, que |
más tarde se utilizó para
aplicarlo |
a la Congregación del
Oratorio, es |
decir, el nombre que
actualmente |
llevamos los que
intentamos conti- |
nuar su obra, ser fieles a
su espíritu |
y mantener su estilo.
Cuando su fiel |
discípulo, Tarugi, intenta
resumir lo |
que constituía la esencia
del Orato- |
rio, dice: «El pensamiento
de nues- |
tro santo fundador ha sido
que su |
Instituto tuviese por
función propia |
y particular la de
anunciar la pala- |
bra de Dios cada día de la
semana, |
como en los domingos». Y
también |
decía: «El Oratorio y la
oración son |
el fundamento de la
Congregación». |
Decíamos que tenía
importancia |
la vida de san Felipe como
seglar y, |
del mismo modo, decíamos
que él, |
en principio, no pensaba
en funda- |
ción alguna. Lo importante
del lla- |
mado espontáneamente
«Oratorio |
por sus primeros
seguidores, eran |
los laicos que se
agrupaban en tor- |
no a Felipe. Después se
pensó en |
que algunos recibieran el
orden del |
presbiterado con el fin de
poderles |
atender. Y es que el
número de dis- |
cípulos, especialmente
jóvenes, fue |
creciendo de tal modo, que
le era |
imposible atenderlos él
solo. Fue |
entonces cuando decidió
que algu- |
nos de sus discípulos se
ordenaran |
sacerdotes. Entre los
primeros se |
cuentan el citado Tarugi y
Baronio, |
Éste emprendió una
expurgación |
7 (87) |
crítica del Martirologio
Romano y |
emprendió la monumental
obra de |
los Anales Eclesiásticos),
compa- |
rable, desde el lado de la
Historia, a |
la que antes legara a la
Iglesia san- |
to Tomás con la Suma, en
Teología. |
Poco hacía que un papa
austero |
y reformador, como lo fue
Pío V, |
había prohibido nuevas
fundacio- |
nes e impuesto votos a las
existen- |
tes, cuando otro papa,
experto juris- |
ta y lleno de sentido
común, quiso, |
sin que lo buscara el
propio san |
Felipe, que el Oratorio
adquiriera |
naturaleza institucional y
lo erigió |
en «Congregación del
Oratorio, |
por la que, directamente,
entraba |
en el derecho pontificio,
mediante |
la Bula de 15 de julio de
1575. El |
mismo año se levantó una
iglesia |
nueva ―se llama
todavía «la Chie- |
sa Nuova»― donde
reposa, en su |
altar san Felipe, venerado
por toda |
Roma. Y, frente a ella,
mana una |
fuente de agua buenísima,
que re- |
cuerda el nombre antiguo
del lu- |
gar: «Santa Maria in pozzo
bianco». |
Desarrollo del Oratorio |
EL Oratorio se extendió
rápi- |
damente en los siglos XVII
y |
XVIII, en los que ejerció
considera- |
ble influencia. Oratorios
se funda- |
ron en Italia, España,
Portugal, Po- |
lonia, Alemania, México,
Sudamé- |
rica, Estados Unidos,
Malta, Ceilán, |
Canadá. En Francia fue
introduci- |
do por Berulle, en 1611,
como un |
cuerpo centralizado, lo
que le dis- |
tingue del modelo original
romano, |
que es el adoptado en
todas partes, |
excepto en Francia, sin
que ello im- |
pida la relación fraternal
con todos. |
Tiene importancia la
mención de |
Inglaterra, donde en el
siglo pasado |
Newman encabezó el llamado
«Mo- |
vimiento de Oxford», que
originó |
gran cantidad de
conversiones al |
catolicismo y él mismo,
una vez in- |
gresado en la Iglesia
romana, em- |
prendió la fundación del
Oratorio |
en Inglaterra, donde con
denodado |
y generoso esfuerzo, hizo
tanto por |
reformar y renovar la vida
intelec- |
tual del catolicismo del
siglo XIX y |
cuya influencia se deja
sentir aún |
más en el siglo XX. Newman
tie- |
Para mí lo más importante
no es hacer conversio- |
nes, sino edificar la fe
de los católicos. |
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
8 (88) |
ne la talla, según el papa
Pío XII, |
de un Doctor de la Iglesia
y de un |
Santo. |
Es verdad que las leyes de
des- |
amortización y de reforma
fueron |
particularmente
perjudiciales para |
muchos Oratorios, dada la
autono- |
mía que les caracteriza.
Pero en la |
actualidad nuestras leyes
internas |
contemplan la posibilidad
de cons- |
tituir Federaciones, con
base regio- |
nal, o cultural, o
apostólica, que |
permiten, sin menoscabo de
la pro- |
pia fisonomía de cada
Congrega- |
ción, mayores garantías
apostólicas |
e institucionales. |
La vocación de un
oratoriano |
SI tenemos en cuenta a san
Feli- |
pe, es evidente que no se
puede |
tomar el Oratorio como una
simple |
fórmula de vida común
entre cléri- |
gos y laicos. El Oratorio
no es una |
pensión. Y por eso hay que
enten- |
der el espíritu de san
Felipe como |
algo verdaderamente
especial a lo |
que se quiere ser fiel,
con el propó- |
sito serio de entregarse a
la vida |
evangélica y apostólica en
una de- |
terminada comunidad o
Congrega- |
ción. Habrá que purificar
las inten- |
ciones y aplicar a ellas
la generosi- |
dad. Ello hará sencilla la
entrega, |
si se acompaña de
confianza en la |
gracia y ayuda de Dios. |
En el Oratorio reina el
orden y |
la laboriosidad, si bien
con mayo- |
res oportunidades que en
otras par- |
tes para la oración, la
lectura y el |
estudio, lo cual no sólo
facilita el |
acercamiento a Dios, sino
que pre- |
para para una mejor
semejanza a |
Santo que queremos imitar
y para |
el servicio de la Iglesia
y las almas. |
Se equivocaría quien
imaginara en- |
contrar en el Oratorio un
camino |
que le llevara a la fama.
San Felipe |
fue muy estricto en lo que
conside- |
raba esencial para la vida
en co- |
mún. Más tarde, Newman,
que ha- |
bía fundado el Oratorio en
Inglate- |
rra, comentaba un texto
paulino |
aplicándolo a la vida de
comunidad |
en el Oratorio, y decía
que ésta só- |
lo es posible cuando se
anuda a tres |
ataduras: el amor, la
obediencia y |
el acuerdo de las mentes
—"intel- |
lectual agreement"— y
acentuaba |
la importancia de este
tercer ele- |
mento, sin el cual es
inútil insistir |
en los dos primeros. |
Cualquiera que pensara
venir al |
Oratorio, debería
considerarlo no |
como una solución para su
vida, |
ni como un refugio, decía
el padre |
Faber. El que viniere al
Oratorio |
debería estudiar a san
Felipe y |
debería querer ser santo.
Y sería, |
además, feliz. |
«Dadme diez hombres
desprendi- |
dos del mundo ―decía
san Felipe― |
y convertiré el mundo con
ellos». |
9 (89) |
San Felipe, apóstol de la
conversión |
NO se puede comprender el
apostolado de san Felipe |
Neri en la Roma del s.
XVI, con sólo considerarlo desde la |
vertiente de su vida de
sacerdote que, como sabemos, abarca |
los últimos cuarenta y
cuatro años de su vida, dado que fue |
ordenado cuando le faltaba
poco para cumplir los treinta y |
seis. La figura de san
Felipe sacerdote es importante porque |
completa su personalidad
apostólica; pero no se puede pres- |
cindir de un precedente
que la determina y marca profunda- |
mente, con un estilo que
hace de san Felipe un sacerdote del |
todo especial: en su época
muchos accedían al sacerdocio o |
para huir del mundo en
busca de una vía de más segura san- |
tificación, o —incluso sin
dejar de lado el sentido piadoso de |
ejercer con rectitud los
sagrados ministerios― para procurar- |
se una sustentación
decorosa y respetable dentro de la estruc- |
tura clerical.
Inimaginable esta segunda motivación, ni siquie- |
ra remota. En cuanto a la
primera, él mismo había repetido |
muchas veces, «que no
creía haber dejado el mundo nunca», |
y no lo aseveraba por pura
exageración humilde, sino porque |
¿dónde habría podido
ejercer el bien o convertir a pecadores, |
si no en medio del mundo?
En efecto, durante su vida laical, |
Felipe se mueve por calles
y barrios romanos, por tiendas y |
bancos, y trata
espontáneamente con todo el mundo, no para |
concesiones disipadoras de
aquella tensión interior a que ha- |
bía llegado por su intensa
dedicación a la plegaria y al estu- |
dio y meditación de Dios,
sino para convertir a los que le tra- |
10 (90) |
tan, del pecado a la
reconciliación con Dios, o de la tibieza al |
fervor apostólico. «¿Qué
hacéis? —solía decir―. Ya es hora |
de despertar y convertirse
y obrar el bien». |
Cuando Persiano Rosa
―un sencillo y ejemplar sacerdo- |
te― le convence para
que reciba el presbiterado, no lo acep- |
tan Felipe para cambiar de
vida, sino para poder mejor |
seguir haciendo lo que ya
le ocupaba del todo en su vida de |
seglar. Cuando, más tarde,
siendo ya sacerdote, se encuentra |
con que no alcanzaba a
atender al grupo de adictos que tenía |
que formar y educar en la
fe y en la práctica de la oración, |
y con que le van viniendo
nuevos convertidos, que siempre |
encontraba porque siempre
buscaba, no le queda más re- |
medio que hacer ordenar a
alguno de los primeros conver- |
tidos más fieles para que
le ayuden e imiten en esa tarea |
inaplazable y creciente.
Lo que luego será la «Congregación |
del Oratorio», no
procedería de un proyecto fundacional pre- |
determinado, sino que
resultaría de su espontaneidad apostó- |
lica, la cual, llegado el
momento y sin pretenderlo directa- |
mente el mismo san Felipe,
el papa Gregorio XIII se apresu- |
raría a legitimar dándole
su original forma jurídica. |
Desde su vida de seglar,
por donde pasaba san Felipe ha- |
cía el bien y convertía y
comprometía sin concesiones para |
el apostolado a los que se
le acercaban. De sacerdote, hizo lo |
mismo, y con más medios.
Por esta razón no es exacto darle |
al Santo otras
calificaciones que no sean subsidiarias de ésta |
11 (91) |
que abarca todo el sentido
de su vida y de su apostolado: la |
oración para la
conversión, los sacramentos para la conver- |
sión, el ejercicio de las
obras de caridad para la conversión, |
el gozo y la alegría de
hacer el bien para la conversión... |
Ese vuelco del alma hacia
Dios, en la oración, en la euca- |
ristía, en la lectura de
la palabra de Dios, en la obra de mise- |
ricordia realizada sin
ostentación, viendo a Jesucristo en el |
pobre o en el
desorientado... él la había experimentado y |
hasta el final de su vida
cada misa le sacudía de nuevo el co- |
razón, y cuando perdonaba
en el sacramento de la peniten- |
cia, y cuando se perdía en
el pensamiento elevado a Dios... |
Solamente el que se ha
convertido y se convierte todavía, |
puede y sabe y sirve a
Dios para convertir a otros; el que no |
tiene experiencias de
conversión propia o las olvida, no con- |
vierte a otros, y sólo
administra, si acaso, lo santo. Éste no era el |
caso de san Felipe
sacerdote, el gran convertidor de Roma, el |
que transformó no sólo a
docenas y cientos de pecadores, sino |
la entera ciudad, entonces
paganizada, y cambió en fervorosa. |
Simpático y amigo
especialmente de los jóvenes, a mu- |
chos rescató de la
vagancia y el pecado, sin tener que con- |
descender, para atraerles,
con profanidades o halagos disi- |
padores. Es natural que
los sacramentos, y también el de la |
penitencia, entraran en el
proceso de sus conversiones, y que |
fue, además, un experto
formador y orientador de conciencias, |
pero sin perder el mismo
ni hacer perder el tiempo a nadie |
con evasiones
sentimentales o cultivo de clientelas narcisistas. |
Amó siempre a todos, y amo
a Roma a pesar de no ser roma- |
no, logrando con su larga
dedicación, que admitiera la sinceri- |
dad de una alternativa
radical para pasar, entonces, la ciudad |
de los Papas, de la
mediocridad rutinaria e indolente hasta |
pecadora, al fervor gozoso
de la vida cristiana redescubierta, |
en la oración, en la
eucaristía, en la palabra de Dios, en las |
obras de misericordia. |
12 (92) |
El primer Oratorio |
de España: Valencia |
EL PRIMER Oratorio español
se fundó en la ciudad de |
Valencia, en 1645. A
partir de esta fundación, y en el |
transcurso de casi dos
siglos, se multiplicaron las Con- |
gregaciones del Oratorio
por la geografía española |
hasta alcanzar la
treintena. Pero la desamortización |
de Mendizábal (1837)
resultó sumamente perjudicial para las |
casas del Oratorio como
para otras comunidades, si bien luego |
muchas de sus iglesias e
incluso casas fueron recuperadas, pero, |
al no existir un organismo
que representara a todos los orato- |
rianos (como existe en la
actualidad, dado por la S. Sede, en |
nuestras Constituciones y
Estatutos), se desplazó la recupera- |
ción de los bienes propios
del Oratorio hacia las respectivas |
diócesis en cuyo marco se
hallaban establecidos; otras veces |
fue una absorción para
prevenir y evitar, precisamente, los efec- |
tos desamortizadores. No
muy lejos de nosotros se encuentran |
nombres de ciudades que
fueron sede de antiguos Oratorios |
desaparecidos en la
actualidad, por aquellas causas: Villena, |
Madrid, Murcia, Granada,
Córdoba, Valencia... Al de esta |
última ciudad queremos
referirnos ahora, porque fue el prime- |
ro de los fundados en
España, y el que dio lugar a las demás |
fundaciones no sólo
españolas, sino americanas. Respecto de |
éstas, bien puede decirse,
en honrosa compensación, que el pa- |
dre Pérez de Espinosa,
fundador del Oratorio de San Miguel |
13 (93) |
de Allende, en México,
vino a restaurar el Oratorio español de |
Córdoba y fundó luego
(1742) el de Málaga. |
La primera noticia |
de s. Felipe Neri |
en España |
El doce de marzo de 1622
el papa Gregorio XV cano- |
nizaba a nuestro Padre san
Felipe Neri, que era aclamado |
por todo el pueblo romano,
como Patrono de la ciudad |
de los Papas. En aquella
primavera se hallaba en la ciu- |
dad de Valencia un noble
florentino, llamado Paolo Anto- |
nio Giuliani, quien al
recibir la noticia de que su paisano |
acababa de ser elevado al
honor de los altares, se creyó |
obligado a celebrarlo
dedicándole tres días de culto en |
la iglesia de san Andrés.
Acudió a las celebraciones gran |
cantidad de gente, tanto
de la nobleza como del pueblo |
sencillo, y muchos
eclesiásticos. No satisfecho con ello, el |
Giuliani quiso sufragar la
construcción de un hermoso |
altar dedicado a san
Felipe. |
La primera
"vida" |
de san Felipe |
publicada en España |
Pero la Providencia iba
tejiendo el modo de difundir |
todavía más, entre el
noble pueblo valenciano, el interés |
y la devoción por el nuevo
Santo. Por el año 1611, el joven |
Luis Beltrán Marco, nacido
en la ciudad del Turia, hubo |
de trasladarse a Roma para
resolver asuntos profanos. |
Ali luto noticia de san
Felipe, ya popular y famoso por |
su santidad, a pesar de no
haber alcanzado todavía la |
canonización. Luis Beltrán
se sintió atraído por la figura |
de Felipe, hasta entrarle
deseos de mudar su vida, dema- |
siado mundana, y
consagrarse enteramente a Dios. Así lo |
hizo tomando el hábito de
dominico, y poniéndose a escri- |
bir la Vida de san Felipe,
como agradecimiento a la pro- |
pia conversión, que le
atribuía. Esta Vida de san Felipe |
es la primera que se
imprimió en España (1625) y su au- |
tor la dedicó al
compatricio de san Felipe y huésped va- |
lenciano Paolo Antonio
Giuliani, que inauguró el culto al |
Santo en España, y
precisamente en Valencia. |
Los fundadores |
La difusión de este libro
despertó una corriente de in- |
terés y devoción, que
concitaba, al poco tiempo, a cuatro |
ejemplares valencianos,
dispuestos a fundar un Oratorio |
en Valencia, para imitar
al Santo y repetir allí su acción |
apostólica. Tres de ellos
eran sacerdotes doctos virtuo- |
sos, y se llamaban Felipe
Pesantes, Francisco Sorela y |
Juan García. El cuarto era
un hombre insigne por su no- |
14 (94) |
bleza bleza y ejemplaridad
cristiana, y se llamaba Miguel Cer- |
vellón, casado con Vicenta
Mompalau, hija de los barones |
de Gestalgar. Lo singular
de este matrimonio de la noble- |
za valenciana, fue que se
pusieron de acuerdo para en- |
tregarse cada uno
enteramente a Dios, y mientras él se |
preparaba para el
sacerdocio en vistas a la proyectada |
fundación, ella tomó el
hábito franciscano en el convento |
de la Trinidad de
Valencia. |
Ya estaban dispuestos los
cuatro candidatos para la |
fundación, pero carecían
de experiencia para aquel nuevo |
método de vida, tan
diferente del comúnmente tenido por |
los religiosos. Tampoco
fue posible obtener el traslado a |
Valencia de algún padre
experimentado del Oratorio de |
Roma, o del de Nápoles,
para que les iniciara y acompa- |
ñara en aquella santa
aventura. Pero mientras buscaban |
cómo resolver ésta y otras
dificultades, Dios preparaba |
el modo para dar un
comienzo sólido al tan elevado pro- |
yecto. |
Luís Crespi |
de Borja |
Un pavorde de la iglesia
metropolitana de Valencia, |
Don Luís Crespi de Borja,
hubo de pasar a Roma con el |
encargo de resolver un
problema de aquel cabildo, y a |
Roma partió el año 1633,
donde no tardó en establecer |
un contacto espontáneo con
la Congregación del Oratorio |
de Roma, y tan asiduo se
mostraba en la asistencia a los |
ejercicios del Oratorio y
en la amistad con algunos de los |
Padres que casi lo
confundían con ellos. Contaba a la sa- |
zón veintiséis años y ya
estaba dispuesto a pedir el ingre- |
so en el Oratorio romano,
cuando, con buen sentido, el |
padre Giacomo Bacci
(célebre por la biografía que escri- |
bió de san Felipe) le
disuadió para que volviera a España |
«porque será grande el
fruto que sacaréis en Valencia». |
El crucifijo |
de san Felipe |
Al regresar a Valencia, no
se habían enfriado los áni- |
mos de los proyectos allí
nacidos, aunque sí había falleci- |
do el admirable y generoso
don Miguel de Cervellón. Pero |
don Luís Crespi regresaba
precisamente en el momento |
en que ya se disponía a
partir para Roma, con objeto de |
practicar una experiencia
de la vida oratoriana, el más |
entusiasta de los
candidatos, el presbítero Felipe Pesantes. |
Mas ya no era necesario
tal viaje al reunirse el recién lle- |
gado con el pequeño grupo
original, que comenzaba a ver |
los cielos abiertos a sus
esperanzas. Por motivos parecidos |
a los que llevaron al
Crespi a Roma en su primer viaje, → |
15 (95) |
hubo de hacerlo, al poco,
por segunda vez, lo cual conso- |
lidó la preparación que
era necesaria para que todo se |
hiciera del mejor modo, en
aquella fundación. Los Padres |
del Oratorio romano
regalaron al Crespi un crucifijo de |
san Felipe que luego sería
colocado en el altar mayor de |
la iglesia del Oratorio de
Valencia. |
Comunidad |
valenciana |
del Oratorio |
Ya en Valencia, no fueron
fáciles los primeros pasos |
de la fundación del
Oratorio, pues la novedad de modo |
de vida consagrada a Dios,
tan diferente de la de los re- |
ligiosos, no parecía que
ofreciera garantías ni para el sus- |
tento, ni para la
perseverancia de sus miembros, ni para |
la eficacia de sus
virtuosos propósitos. Finalmente, y aun |
careciendo de iglesia
propia, se allanaron las dificultades, |
y el 8 de septiembre de
1645, quedaba establecida la Con- |
gregación del Oratorio,
que nacía, por decirlo así, en casa |
ajena, pues el Sr.
Arzobispo, Fr. Isidoro Aliaga, les cedía |
provisionalmente la
iglesia de san Juan. |
La peste de 1647 |
En este momento
constituían la comunidad, junto a |
Luís Crespi de Borja, los
también sacerdotes Felipe Pe- |
santes y Boil, Luís
Escribá y Zapata, y Juan Jerónimo |
Perlusa; pero enseguida se
les agregaron Luís de Liñán, |
Gaspar Tagüenga y Felipe
Bresa. Iniciaron la vida común |
en una casa que
adquirieron en las inmediaciones de san |
Juan del Hospital. Iban a
iniciar la construcción de una |
iglesia propia y casa más
adecuada, cuando, en 1647, una |
epidemia de peste se
abatió sobre la ciudad. Lo que pare- |
cía un gran impedimento
para la consolidación del na- |
ciente Oratorio, se
convirtió, en cambio, en ocasión de ge- |
neroso y ejemplar
apostolado de sus miembros, los cuales |
se prodigaron en trabajos
y obras de misericordia y cari- |
dad, que les granjearon la
estima y veneración de pueblo |
y autoridades. El mismo
Crespi fue solicitado por el mo- |
ribund Arzobispo para que
le asistiera en su agonía y |
piadosa muerte. |
"Els Santets" |
Pasada la calamidad de la
peste, se dispusieron a lle- |
var adelante la
construcción de iglesia y casa para la jo- |
ven Congregación del
Oratorio, y encontraron lugar cerca |
de la calle del Mar, en un
barrio llamado de los "Santets" |
(por la tradición de las
escenificaciones populares, toda- |
vía conservadas, relativas
a la vida de san Vicente Már- |
tir). Un historiador de la
época ―Fr. Tomás de la Resu- |
rrección,
trinitario―, se complace en comentar como muy |
16 (96) |
apropiado el nombre del
barrio ("Santets": santitos) con |
la ejemplaridad y virtudes
de aquellos nuevos moradores, |
pequeños en numero, pero
humildes y laboriosos en la |
caridad y la predicación
de la palabra de Dios. Algunos |
quisieron interpretar la
edificación de la nueva iglesia y |
la presencia de aquellos
ejemplares sacerdotes, precisa- |
mente en aquel lugar, como
si Dios hubiese querido puri- |
ficar y santificar, de
esta manera, un lugar de la ciudad |
hasta entonces demasiado
profano, como si "una casa de |
oración" (Oratorio)
viniera a substituir los excesos del |
jolgorio de tascas, casas
de juego y lugar de las "come- |
dias", pues el
emplazamiento de la nueva casa e iglesia |
se situaba ―y
continua en pie― al final de la calle de las |
Comedias en la plaza
llamada entonces de la Congrega- |
ción (porque estaba frente
a la Congregación del Orato- |
rio), aunque luego ha
recibido otros nombres. |
Otros, sin embargo, han
querido relacionar lo de las |
"comedias" con
la alegría, con el arte y la festividad, tan |
peculiar del espíritu de
san Felipe, quien con gran maes- |
tría supo combinar el gozo
y disfrute de lo bello (poesía, |
música, arquitectura...
naturaleza), con la oración y el |
amor a Dios, al fin y al
cabo autor de la vida, cuya bon- |
dad y hermosura solamente
destruye la malicia y lo que |
verdaderamente sea pecado. |
Oratorio y |
Universidad |
Otro detalle tiene
especial importancia, y es la proxi- |
midad del nuevo Oratorio a
la Universidad de Valencia. |
No es el lugar de exponer
las biografías de los primeros |
miembros del Oratorio
valenciano; la mayoría de ellos se |
habían doctorado en
aquella Universidad y, en concreto, |
dos de ellos (el propio
Crespi y el padre Domingo Sarrió, |
que convivió con él en la
Congregación, al poco de funda- |
da), ocuparon cátedras de
teología y sagrados cánones en |
la Universidad. Pero más
importante que esta docencia, |
fueron las actividades y
trato con la juventud estudiantil |
y el apostolado y
orientación humana y cristiana a la que |
se mostraban abiertos. |
El padre Tosca |
A este espíritu cristiano
y sentido cultural, que ya dis- |
tinguid al primer Oratorio
de san Felipe ―¡no se puede |
olvidar que era un
florentino, aunque santo, del Rena- |
cimiento!― habría
que añadir otros nombres posteriores |
que, en el Oratorio de
Valencia, junto a una vida apostó- |
lica, fueron fieles a la
propia ciudad y luminosos por la |
17 (97) |
proyección de su saber,
generalmente con sentido marca- |
damente renovador.
Bástenos citar el nombre del padre |
Tomas Vicente Tosca
(1651-1725), filósofo, matemático, |
astrónomo..., conocido más
generalmente por haber dise- |
ñado el plano de la ciudad
de Valencia, con una perfec- |
ción que le sitúa a la
cabeza de los que, en Europa, hi- |
cieron algo parecido con
otras ciudades. Aunque lo más |
destacado del padre Tosca
―que también profesó en la |
Universidad de
Valencia― seguramente fuera la aporta- |
ción que hace en su
«Compendio Mathematico» al pre- |
sentar la física como una
disciplina "positiva" y no ―ha- |
ce notar el Dr. José
M." López Piñero― como un tratado |
filosófico al uso de
entonces, con criterios escolásticos, |
sino como una síntesis de
las «ciencias que tratan de la |
cantidad». |
... "Días
llenos" |
Pero el padre Tomás
Vicente Tosca es una figura su- |
ficientemente importante
para que, en otra ocasión, le de- |
diquemos alguna página
especial. Y lo mismo cabría |
decir del primer Prepósito
del Oratorio de Valencia, el |
padre Felipe Pesantes, y,
sobre todo, del padre Luís Cres- |
pi de Borja que, si murió
en edad todavía temprana para |
ser llamada vejez, mereció
en su epitafio ―que puede leer- |
se en su sepulcro, en la
iglesia del Oratorio de Valencia |
(ahora en posesión de la
mitra, y conocida como iglesia |
parroquial de santo Tomás
y san Felipe)― cuando se dice |
que «murió a los cincuenta
y cinco años, no lleno de días, |
pero sí de días llenos». |
La conciencia tiene
derechos porque tiene obli- |
gaciones, pero en nuestra
época para una gran |
parte del público, el
derecho mismo y la liber- |
tad de conciencia consiste
en acabar con la |
conciencia e ignorar al
Legislador y Juez, y sen- |
tirse independiente de
toda obliga- |
ción que no se ve. |
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
18 (98) |
Almas |
oxidadas |
MUCHOS hombres son abier- |
tamente contrarios a la |
religión o desobedecen de |
modo manifiesto sus
preceptos: pe- |
ro fijémonos más bien en
aquellos |
que tienen costumbres más
sobrias |
o una actitud mental más
concien- |
ciosa. Estos poseen alguna
buena |
cualidad e incluso son, en
un cierto |
sentido religiosos; pero
no están des- |
piertos y vigilantes. En
pocas pala- |
bras, su concepto de la
religión es |
éste: amar a Dios, está
bien, pero |
también amar este
mundo.... sirven |
a Dios y lo buscan, pero
consideran |
este mundo como si fuese
eterno y |
no solamente el escenario
temporal |
de sus deberes y de sus
privilegios, |
y jamás toman en
consideración la |
posibilidad de ser
separados de él... |
Su error consiste en
identificar a |
Dios con este mundo, y
consiguien- |
temente permanecer en un
estado |
de idolatría respecto a
este mundo; |
y de este modo se
desembarazan de |
la molestia y de la fatiga
de tener |
que buscar a su Dios,
desde el mo- |
mento en que ya lo han
encontrado |
en los bienes de esta
tierra, o al me- |
nos así lo creen... Están
pegados al |
dinero, a su posición
social, al buen |
nombre que conservan
frente a los |
demás, a la propia
influencia. Es |
posible que mejoren en su
conduc- |
ta, pero no en sus
radicales aspira- |
ciones; caminan, pero no
se elevan: |
se mueven a ras de tierra
y, aunque |
caminaran durante siglos,
no se |
colocarían jamás por
encima de la |
atmósfera de este mundo... |
Sin pretender negar a
tales per- |
sonas un elogio por sus
buenas cos- |
tumbres y por sus
prácticas religio- |
sas, hay que decir que les
falta un |
corazón capaz de
sensibilizarse pa- |
ra dirigir el pensamiento
a Cristo y |
vivir en su amor. El aire
del mundo |
tiene un terrible poder,
un poder |
que se puede decir que
oxida el |
alma... Y como un óxido
que ataca |
el metal y lo corroe, de
este mismo |
modo el espíritu mundano
penetra |
cada vez más profundamente
en el |
alma que lo acoge… |
Hermanos míos, pedid a
Cristo |
que os dé un corazón para
buscarle |
a él con sinceridad; no os
dejéis |
engañar por lo que son
solamente |
sombras de religión.,
palabras, |
disputas, nociones,
declaraciones y, |
más que nada, excusas...
Pedirle |
que os dé un corazón como
dicen |
las Escrituras «sincero y
bueno» o |
también «un corazón
perfecto» y, |
sin perder tiempo, empezad
ense- |
guida a obedecerle con ese
corazón |
renovado. |
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
19 (99) |
MIÉRCOLES, DÍA 26 DE MAYO, |
FIESTA DE |
SAN FELIPE NERI |
FUNDADOR DEL ORATORIO |
DAREMOS GRACIAS A DIOS |
EN LA MISA DE LAS 8 DE LA
TARDE |
CON TODOS LOS AMIGOS QUE
NOS ACOMPAÑEN |
EN TAN GOZOSA CELEBRACIÓN. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de san Felipe
Neri, 1 - Apartado 182. Albacete - D.L. AB 108/62 - 1.5.82 |
20 (100) |
|