Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 196. JUNIO. Año 1982 |
SUMARIO |
LA FE no es la
contemplación ensoñada de la inmen- |
sidad de Dios, sino nadar
en ella, como en un mar |
que no nos resignamos a
mirar desde la quietud de |
su orilla. Por esto la fe
transforma la vida, porque |
la libera de los límites
de los intereses y del tiempo. La fe |
todavía es tiempo, pero no
es solamente tiempo. Cuando |
la Iglesia, o los hijos
más insignes de la Iglesia son juzga- |
dos desde el mundo, o con
criterios extraños al Evangelio, |
suelen llamar
"extraordinario" a lo que se inscribe, sim- |
plemente, en la lógica del
orden de la fe, a lo que es |
"ordinario" si
se tiene en cuenta a Dios, y al hombre y al |
mundo referidos a Dios. |
LA FE |
UNA VERDAD VIVIENTE |
LA FE FORMAL |
«OBEDIENCIA Y PAZ» |
DIOS, AMIGO DEL CORAZÓN
HUMANO |
LA FE Y LA CONCIENCIA EN
NEWMAN |
LA CULTURA PENDIENTE |
FE E INTELIGENCIA |
1 (101) |
LA FE |
La fe no es esperar, |
la fe no está en los
sueños; |
la fe es lucha tenaz del
hoy y del mañana; |
la fe es la hoz en mano
ante la mies, |
la fe es abrir los brazos. |
La fe no vive del recuerdo
del pasado. |
No esperes cosechas |
que no hayas sembrado. |
Ni el árbol da frutos si
no lo han podado. |
Hay que trabajar, |
regar con sudores, |
vencer el quebranto
cansado de dar. |
El viento arrastró |
los sueños pasados |
el sol nos marchita las
flores del día. |
Por eso es preciso que
nazcan más flores. |
Olvida la noche, |
olvida los miedos. |
Separa las nubes que
ocultan la luz. |
Abramos los ojos... |
Es largo el camino. |
No queda más tiempo al
tanteo, al error. |
Es preciso seguir adelante |
sin dar pasos en falso. |
Solamente el trabajo
fecunda la tierra, |
mientras nacen más flores,
más flores... |
LI. Llach, |
(traducción) |
2 (102) |
Una verdad |
viviente |
LO DIFÍCIL no es llegar a
conocer una verdad, sino vivirla. Esa verdad |
vivida, para el cristiano,
es la fe, y el espacio para vivirla es la Iglesia. |
Con esas solas
afirmaciones casi condensamos todo lo Newman |
piensa sobre alma,
Iglesia, vida y fe. |
Pero, ¿cómo se llega a esa
vida, a esa verdad y fe vivida? Espontánea- |
mente imaginamos la fe
como algo especulativo que, para el creyente, cons- |
tituye el contenido
intelectual de una adhesión mentalmente aceptada. Nos |
cuesta bajar de la
inteligencia, desmenuzar la contemplación conceptual |
de Dios y de sus
misterios, y por eso, desde el postulado absoluto de la bon- |
dad divina, deducimos
normas reflejadas en la conciencia humana, para un |
ajuste moral de la
conducta que ha de hacer al hombre bueno. Sin embargo, |
Dios queda distante, a
Dios seguimos contemplándole o refiriéndonos a él |
desde lejos, cuando es
evidente que lo inserido en la vida exige cercanía, |
proximidad hasta moverse,
de ser posible, con el mismo latido que con- |
tacta. |
Los seres humanos, cuando
queremos acercarnos y elevarnos a esa |
convivencia identificante,
no ya en metáfora, sino en la realidad del modo |
y la medida de como nos es
posible, hablamos de amor y de amistad, por- |
que es lo que más acerca
las vidas, cuando estas se toman como bien reci- |
proco, real y verdadero.
La verdad del ser y del bien se vive en la amistad |
y el amor. Así, Cristo,
después de haber hablado de verdad y de vida, de |
verdad que había de
liberar, y de vida que había que participar desde el, |
con él, dice a los suyos:
«Vosotros sois mis amigos». Y fue en este momento |
cuando echó las raíces a
la Iglesia, porque la Iglesia iba a ser la fraterni- |
dad de los
"amigos" del Señor. |
Si quisiéramos explicar de
otro modo lo que es el Cristianismo a los hom- |
bres del mundo, sólo
podríamos hacerlo recortando o deformando su reali- |
3 (103) |
dad, y la información que
recibirían sobre la Iglesia, no pasaría de tomar- |
la como poco más que una
sociedad moralizadora, o una internacional |
de las almas y del culto,
o una alianza para el espíritu, o un seguro de |
salvación para los
perseverantes... Cuando resulta que la Iglesia es más. |
La Iglesia es el ámbito
para vivir la fe, y la fe es la verdad del amor que |
Cristo nos tiene
―«vosotros sois mis amigos»―, una verdad vital, que da vida, |
que transforma la vida,
que es para la vida y que es vida: «It is a living truth |
which never can grow old»:
es una verdad viviente que jamás podrá enve- |
jecer. Una verdad que
comenzó, que comienza, todavía, en la tierra y que, |
por eso, ha de acabar y
caber en el cielo: «Vosotros ―la Iglesia― sois mis |
amigos». Ésa, centrada en
Cristo, es la verdad viviente de la fraternidad de |
sus "amigos",
desde aquí y para la eternidad. |
De la misma manera que no
me creo en el deber |
de emprender cosa alguna
para debilitar a la Igle- |
sia de Inglaterra tal y
como está actualmente, es- |
taría aún menos dispuesto
a hacerlo con Oxford. |
Pues esta Universidad ha
sido hasta ahora la cáte- |
dra de las tradiciones que
constituyen, de hecho, |
todo el conjunto de
doctrina y de principios cató- |
licos que encontramos en
la Iglesia anglicana. Sé |
muy bien que en ella se
encuentran también tra- |
diciones erróneas.
Igualmente sé que hay una co- |
rriente reciente de
escepticismo у de ateísmo; pero |
mientras las cosas no
cambien más, debilitando a |
Oxford debilitaríamos a
nuestros amigos, debilita- |
ríamos lo que fue para
nosotros, de hecho, el pe- |
dagogo (ese servidor que
en Grecia tenía el encar- |
go de acompañar a los
niños al maestro que debía |
instruirlos) que nos
condujo a la Iglesia. Porque no |
son los católicos quienes
nos han hecho católicos, |
sino que es Oxford quien
nos ha hecho católicos. |
J. H. Newman, C. O. |
4 (104) |
LA FE FORMAL |
NOS REFERIMOS a Newman. |
Él entendía por fe formal
la |
que se podía llamar fe de
la |
inteligencia y de la
conciencia, en |
contraposición a la fe
material o fe |
de la rutina, que no se
esfuerza en |
iluminarse con la claridad
sobrena- |
tural de la verdad de
Dios, ni saca |
todas las consecuencias a
que com- |
promete la conciencia que
abraza |
la fe. |
Pensaba también que las
formas |
con que se presentaba y
exponía |
la fe católica, resultaban
inadmisi- |
bles al espíritu crítico
de los hom- |
bres de ciencia, aun en el
caso de |
hombres honrados y serenos
en su |
negación de Dios. Le
confirmaba |
en esta convicción la
amistad que |
tenía con algunos de
ellos, como |
William Froude, Mark
Pattison, |
Blanco White... |
Pero es que, además,
estimaba |
que, de no renovarse las
formas de |
exposición de las verdades
cristia- |
nas, se perjudicaba a los
mismos |
fieles católicos, que
degeneraban |
hacia una fe material,
acomodaticia, |
rutinaria. No comprendía
el prurito |
"apostólico" de
ciertos católicos |
―incluso de la
jerarquía― preocu- |
pados por batir récords de
conver- |
siones al catolicismo.
Creía poco |
en este celo y poco en las
conver- |
siones apresuradas: el
celo mal en- |
tendido era un ansia
triunfalista |
que quería imponerse, o un
fana- |
tismo que se contagiaba, y
las con- |
versiones no
profundizadas, fruto |
de la sugestión en un
espíritu su- |
perficial. Escribía a una
persona |
recién convertida,
agobiada por |
dudas: «Veo que usted ha
entrado |
demasiado pronto, porque
otras |
muchas personas son
recibidas así. |
No conocen aún su
religión, y por |
ello después surgen las
dificultades |
que deberían haber sido
conside- |
radas antes de convertirse
al Cato- |
licismo. La fe es un don
de Dios, y |
un mero deseo o una
decisión de |
incorporarse a la Iglesia
no es sufi- |
ciente para que equivalga
a la fe... |
Sin embargo, diga al
Señor: "au- |
menta mi fe", y vaya
a Misa con |
esta plegaria». |
Newman insistía en un
plantea- |
miento más razonable de
todo lo |
5 (105) |
que deba ayudar a la
ilustración |
de la fe. «Yo soy
católico, escribió |
en su Apología, a causa de
mi fe |
en Dios». La fe, la buena
y verda- |
dera fe, conduce al
Catolicismo. Él |
fue un buen católico
porque había |
sido un buen protestante.
La fe no |
es una cuestión de
alistamiento, si- |
no un compromiso con Dios
que |
transforma la vida del que
lo acep- |
ta honestamente, mirando a
Dios. |
Decía también: «Desde que
me |
convertí al Catolicismo...
no tengo |
conciencia de haber tenido
ningún |
cambio ni intelectual ni
moral que |
se haya impuesto a mi
mente. No |
soy consciente de haber
adquirido |
una fe más fuerte en las
verdades |
fundamentales de la
Revelación, ni |
de haber adquirido un
mayor con- |
Cuando un país hace mu- |
cho caso de la religión |
y se felicitan al ver el |
interés general que se le |
concede, cualquier espí- |
ritu prudente se sentirá |
inquieto, temiendo que |
se trate de alguna falsi- |
ficación y no de la ver- |
dadera religión; de al- |
sueño humano, y |
no de las verdades de |
la palabra de Dios. |
J. H Newman, C.O. |
trol de mí mismo; ni mayor
fervor; |
sino que ha sido como
llegar al |
puerto después de
atravesar un mar |
tormentoso; y la felicidad
que de |
ello se derivó permanece
sin inte- |
rrupción hasta el día de
hoy». |
No se tiene fe porque se
acepta |
una ideología que la
Iglesia nos |
impone u ofrece: «La
Iglesia no |
fuerza a aceptar la fe,
sino que es |
la fe la que me hace
aceptar la |
Iglesia. La fuerza es la
fe. Pero la |
fe es un don de Dios que
sólo se |
obtiene después de
merecerlo con |
mucha oración». |
«Se quejan de mí porque no
hago |
conversiones... Antes de
preparar |
conversiones para la
Iglesia, hay |
que preparar a la Iglesia
para las |
conversiones». |
Newman sufrió mucho, entre
los |
mismos católicos a causa
de la in- |
comprensión de sus ideas,
que más |
tarde se aceptarían como
clarivi- |
dentes y que siguen
teniendo vali- |
dez en nuestros días. |
Ya anciano y cardenal,
había |
proyectado un viaje a Roma
para |
entrevistarse con León
XIII y pro- |
ponerle nuevas formas de
que de- |
bería valerse el sistema
de educa- |
ción entre los católicos».
Él no era |
un elitista, pero tenía
gran confian- |
za, como buen
universitario, en la |
buena formación de
minorías: «To- |
do cambio notable ha sido
realiza- |
do por pocos, no por la
multitud...; |
la multitud puede deshacer
mu- |
6 (106) |
chas cosas, pero solamente
hacen |
aquellos que de un modo
especial |
están entrenados para la
acción». |
En otra ocasión,
precisamente |
chanceándose a propósito
de su |
reciente cardenalato y su
posible |
(?) "ascenso" al
papado, dejando a |
un lado la broma y
centrando las |
palabras sobre lo que
juzgaba más |
importante para el bien de
la Igle- |
sia y su apostolado, decía
que «si |
él fuese Papa, su primer
acto de |
gobierno consistiría en
nombrar |
una comisión encargada de
com- |
parar las conclusiones de
la ciencia |
con los datos que ofrecían
las ense- |
ñanzas tradicionales en lo
que se |
relacionaba con los
estudios bíbli- |
cos y la historia de los
orígenes del |
Cristianismo». |
Creyó entrever el futuro
no muy |
lejano del mundo,
polarizado en |
dos grandes grupos
humanos: por |
una parte un Catolicismo
renova- |
do y, por otra, el mundo
de la |
incredulidad apoyado en
argumen- |
tos sacados de la ciencia.
Los cri- |
terios intermedios
imaginables en- |
tre estas dos posiciones
extremas, |
podrían mantenerse y gozar
de |
alguna representación
durante el |
curso del siglo XIX, pero
luego |
irían decayendo y
acabarían, en |
todo caso, por evolucionar
de mo- |
do que se integrarían en |
otro de los dos polos
radicalizados. |
A medida que estos dos
bandos se |
destacasen, el
Cristianismo llegaría |
Renunciemos al amor |
del mundo y sigamos |
los preceptos del Señor |
y de los apóstoles. |
Pensemos luego dónde |
estamos y cuál debe |
ser la posición de la |
Iglesia. De cualquier |
modo será cierto, |
creamos o no en ello, |
que la fuerza de la |
Iglesia reside, igual |
que antiguamente, no |
en leyes de la tierra, o |
en una conducta |
humana, o en una |
posición pública, sino |
en gracias particulares: |
las grandes gracias que |
el Señor ha declarado |
bienaventuranzas: |
Bienaventurados los |
pobres de espíritu, los |
que lloran, los mansos, |
los misericordiosos, los |
que tienen sed de |
justicia, los limpios de |
corazón, los pacíficos, |
los perseguidos. |
J. H. NEWMAN, C. O. |
7 (107) |
a considerarse como algo
que no |
hay que combatir, pero que
ya fi- |
guraría entre las
corrientes supera- |
das y decadentes. Y este
parecer |
partiría precisamente de
las postu- |
ras de la incredulidad
bien inten- |
cionada. Llegada a esta
situación, a |
la Iglesia no le quedaría
otra op- |
ción que la de
"re-anunciar" el |
Evangelio, mal aceptado o
degene- |
rado en la práctica de
muchos ca- |
tólicos y, por eso, mal
interpretado |
por los incrédulos de
buena fe. En- |
tonces, decía Newman, «no
se trata- |
rá de anunciar sino de
reanunciar |
el Evangelio a aquellos
que lo ha- |
bían conocido y luego
abandonado |
porque creyendo conocerlo
lo juz- |
garon inútil». |
Esta tarea de
reconversión, esta |
especie de
"reconquista" espiritual |
será mucho más ardua que
la pri- |
mera evangelización. La
primera |
evangelización sirvió para
roturar |
y remover el campo del
mundo; la |
buena semilla de la fe
cayó, en un |
primer momento, sobre
terrenos |
no siempre buenos y, como
en la |
parábola del sembrador, el
ciento |
por uno se consigue
solamente al |
sembrar en tierra buena.
El campo |
es el mundo; pero el campo
tam- |
bién es la Iglesia. Según
la teoría |
de Newman, el apostolado
no con- |
siste tanto en aumentar
las dimen- |
siones del campo, como en
mejorar |
la calidad de su tierra
para que re- |
ciba la semilla codiciada. |
La fe material newmaniana
re- |
presenta también esta
dimensión |
cuantitativa, en
contraposición a la |
fe formal, que representa
y es la |
calidad. Sin la
restauración de esta |
fe formal en el seno de la
Iglesia, |
en sus fieles, todo
intento apostóli- |
co, toda pretendida
re-evangeliza- |
ción, no pasaría de
esfuerzos inú- |
tiles, de tácticas
humanas, capaces |
de alcanzar, tal vez,
progresos |
cuantitativos,
estadísticos, pero que |
serían producto perecedero
de las |
prudencias, de las
sabidurías y de |
las políticas de los
hombres que |
habrían acomodado
erróneamente, |
otra vez, a la
conveniencia muelle |
de su vida y egoísmos
terrenos, el |
mensaje de Cristo,
retardando más |
y más el advenimiento de
su reino. |
Pero la lógica de los
incrédulos |
puede hacernos suponer que
cada |
vez será más difícil esa
repetida |
falsificación cristiana;
los avances |
del ateísmo, tan exigente
y frío en |
sus críticas y análisis,
hacen me- |
nos fácil el retraso hacia
cualquier |
representación inauténtica
de la |
verdad. Cada vez más, el
Cristia- |
nismo, o será evangélico
con todas |
las exigencias de la fe
formal, o no |
será nada. |
Lo que es el hombre con
relación a la criatura de provista de razón, |
lo es la Iglesia con
relación a las Escuelas filosóficas de este mundo. |
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
8 (108) |
«OBEDIENCIA Y PAZ» |
ESTA EXPRESIÓN era
familiar al discípulo predilecto de san Feli- |
pe, Baronio, y que tuvo la
costumbre de repetirla a diario, cuando |
solía visitar la basílica
de san Pedro, al acercarse al altar de la |
Confesión, y besar el pie
de la imagen del Principe de los Apóstoles. El |
papa Roncalli también
imitó el gesto y la jaculatoria, que en cierta oca- |
sión dijo que encerraba el
secreto de su vida, compendiada en gracias que |
el Señor le había
concedido misericordiosamente. Nos parece oportuno |
recordar estas gracias, en
este mes, en el que se cumple el diecinueve ani- |
versario de su santa
muerte. Las reproducimos con sus mismas palabras: |
PRIMERA GRACIA.— Aceptar
con sen- |
cillez el honor y el peso
del pontificado, |
con la alegría de poder
decir que no hice |
nada para provocarlo,
absolutamente na- |
da; es más, con un interés
cuidadoso y |
consciente por mi parte de
no hacer nada |
que pudiera atraer la
atención sobre mi |
persona: muy contento, en
medio de las |
variaciones del Cónclave,
cuando veía al- |
gunas posibilidades
disiparse en mi hori- |
zonte y centrarse en otras
personas, a mi |
juicio, verdaderamente
dignas y venera- |
bles. |
SEGUNDA GRACIA.— Hacerme
apare- |
cer como sencillas y de
inmediata ejecu- |
ción algunas ideas nada
complejas, sino |
sencillísimas, pero de
vasto alcance y res- |
ponsabilidad frente al
porvenir, y con |
éxito inmediato. Qué
expresiones éstas: |
acoger las buenas
inspiraciones del Señor |
"simpliciter et
confidenter" |
Sin haber pensado antes en
ello, sacar |
a relucir en un primer
diálogo con mi |
Secretario de Estado, el
20 de enero de |
1959, las palabras
Concilio Ecuménico, |
Sínodo diocesano, revisión
del Código |
Canónico, en contra de
toda suposición o |
imaginación mía en este
punto. |
El primer sorprendido en
esta propues- |
ta mía fui yo mismo, sin
que nadie me |
hiciera indicación al
respecto. |
Y decir que luego todo me
pareció tan |
natural en su inmediato y
continuo des- |
arrollo. |
Después de tres años de
preparación, |
laboriosa ciertamente,
pero también feliz |
y tranquila, aquí estoy ya
a los pies de la |
santa montaña. |
Que el Señor me sostenga
para llevar |
todo a buen término. |
Éste es el misterio de mi
vida. No bus- |
quéis otras explicaciones.
Siempre he re- |
petido la frase de san
Gregorio Nacian- |
ceno: «Señor, tu voluntad
es nuestra paz». |
El mismo pensamiento se
encierra en |
aquellas otras palabras
que siempre me |
hicieron buena compañía:
«Oboedientia |
et pax». La imagen de san
Pedro está |
aquí aguardando siempre el
obsequio de |
todos nosotros, motivo
incesante de gozo |
y de bendición. |
9 (109) |
Dios, amigo del corazón
humano |
El título original de este
fragmento de un sermón de New- |
man, que damos a
continuación, era The Thought of God, |
the Stay of the Soul, que
podría traducirse por El pensa- |
miento de Dios, apoyo del
alma. Fue publicado en el mes |
de junio de 1839, antes,
por lo tanto, de su conversión al |
Catolicismo cuando todavía
era el "vicar" de la iglesia uni- |
versitaria oxfordiana de
"Saint Mary the Virgin". Newman |
no se convertiría hasta
octubre de 1815, cuando contaba |
cuarenta y cuatro años muy
bien cumplidos. |
YO SOSTENGO que la feli- |
cidad del alma consiste en |
el ejercicio del amor. No |
puede darla el placer de
los |
sentidos, ni encontrarse
en el tra- |
bajo o en la agitación; ni
siquiera |
en la estima que tengamos
compla- |
ciéndonos en nosotros
mismos, en |
la conciencia de la propia
fuerza o |
en la cultura alcanzada.
Nuestra |
felicidad no radica en
ninguna de |
estas cosas, sino
únicamente en el amor; y éste, cuando es esti- |
mulado, puede crecer y ser
intercambiado. |
Lo mismo que el hambre, la
sed, el gusto, el oído y el ol- |
fato son los medios a
través de los cuales le llega al cuerpo el |
deleite gozoso que le
produce la sensibilidad, de modo pareci- |
do es a través de las
facultades afectivas que se alcanza la ale- |
gría y felicidad. El alma
es feliz cuando sus afectos alcanzan |
adecuadamente su
desarrollo; por el contrario, cuando estos |
afectos son mortificados,
reprimidos o contrariados, es infeliz. |
Nuestra verdadera dicha y
bienaventuranza no está en el gra- |
do de conocimientos
alcanzados, en el ámbito del dominio |
ejercido o de los
objetivos perseguidos, sino más bien en la ca- |
pacidad de amar, de
alegrarnos, de admirar, de venerar, y de |
adorar. Nuestra verdadera
y real bienaventuranza está en lle- |
gar a poseer aquellos
bienes en los cuales el corazón puede |
encontrar descanso y
satisfacción cumplida. |
10 (110) |
Si es así, es evidente que
exis- |
te una razón para afirmar
que el |
pensamiento de Dios, y
nada más |
fuera de él, constituye la
felicidad |
del hombre. En efecto:
aunque |
existan tantas cosas que
se puedan |
convertir en objeto de
conocimien- |
to, en motivo de acción o
fuente de |
entusiasmo, a pesar de
ello siempre |
sobresale el amor como una
exi- |
gencia de algo mayor y más
dura- |
dero que el resto de
bienes. Lo nuevo o imprevisto puede exci- |
tar, pero no llega a la
profundidad; lo divertido puede interesar, |
pero no infunde respeto.
Nuestro propio yo no suscita venera- |
ción y el simple
conocimiento no despierta el amor. Sólo quien |
ha creado el corazón
humano puede colmarlo. |
Ciertamente que no es mi
intención afirmar aquí que na- |
da, excepto el Creador
omnipotente, sea capaz de sacudirnos y |
dar una respuesta a
nuestra necesidad de amor, de veneración |
y de confianza, puesto que
el hombre puede hacer todo esto |
por un semejante. Sin duda
alguna que el hombre es capaz de |
suscitar el afecto de su
propio hermano y de correspondérselo |
adecuadamente. Y más
todavía: es un deber, uno de los debe- |
res fundamentales de la
religión, el amor al prójimo. Pero aquí |
yo no estoy hablando de
aquello que se puede o se debería ha- |
cer, en el orden moral,
sino de lo que es necesario para nues- |
tra felicidad. Y por esto
se puede afirmar que si bien el amor |
11 (111) |
hacia nuestros hermanos y
a la humanidad entera representa |
la gran parte de nuestros
deberes, sin embargo, este amor ejer- |
citado sólo por sí mismo
(suponiendo que ello sea posible, sin |
otra superior motivación),
no llegará nunca a satisfacernos |
completamente. Por esta
razón, a falta de otra, resulta que |
nuestro corazón pide algo
más duradero y más permanente y |
estable que el solo amor
humano. |
Puede ser que la amistad
recíproca sea un gran auxilio. Que |
sea como un descanso de
aire fresco para quien esté acabándo- |
se, como la comida y la
bebida para quien está extenuado, co- |
mo romper en llanto para
quien tiene el corazón lleno de pena |
incontenible. Es un gran
consuelo encontrar a una persona en |
quien poderse confiar,
alguien a quien poder confesar los pro- |
pios errores, o saber que
queda algún amigo con el que es po- |
sible contar todavía. En
tales casos, el amor y la intimidad de |
la familia bastan para que
la vida sea soportable a la mayoría |
de los hombres, pues de
otro modo preferirían morir. Pero, |
¿por ventura no mueren
incluso aquellos en quienes creíamos |
poder confiar? ¿Acaso no
son efímeros como la hierba de los |
campos?... Nada, si no es
la contemplación de Dios, puede abrir |
nuestro espíritu y
elevarlo, dilatar nuestro corazón y colmarlo |
ocupándolo internamente...
Incluso los amigos más íntimos no |
podrían colmar el alma y
establecer en nosotros una comu- |
nión permanente. Sólo el
tener conciencia de una Presencia |
total y continua dentro de
nosotros nos puede colmar de ale- |
gría. Si apartáis del
corazón el verdadero Objeto de su paz lo |
reduciréis a soledad y
tristeza. En la misma medida en que es |
coartado en sus afectos o
permanece ansioso frente a la inse- |
guridad de los mismos, el
corazón se siente oprimido por la |
angustia. Si no pareciese
una afirmación demasiado osada se |
podría decir que sólo el
Infinito puede colmar el corazón hu- |
mano y que sólo Dios puede
dar una respuesta a sus más pro- |
fundos y secretos
sentimientos. Pues es verdad lo que dice san |
Pablo: «Nada de lo creado
puede permanecer oculto ante su |
mirada, y todo permanece
desnudo у manifiesto cuando él lo |
mira, y por eso debemos
rendirnos a él» (Hebr. 4, 13). |
12 (112) |
Documento: |
La fe |
y la conciencia |
en Newman |
LA revista «FOC NOU»
publicaba, en su número 93, de este año, la parte |
de un largo artículo de H.
Fries, que traducimos aquí para nuestros |
lectores. El artículo de
referencia llevaba como titulo «El método teo- |
lógico de J. H. Newman y
el de K. Rahner», y es uno más entre los muchos |
estudios que,
especialmente a raíz del último Concilio, se han dedicado al |
pensamiento del gran
convertido de Oxford al reflexionar sobre el hecho re- |
ligioso, desde actitudes
mentales que entonces parecían novedosas, pero que |
se han confirmado un siglo
después y han sido recogidas por los teólogos más |
en punta de esta época
postconciliar, buscando, «entre sombras e imágenes» |
que nos parecen nuevas y
nos sorprenden en medio de los profundos cambios |
culturales que nos toca
vivir, el modo de consolidar nuestra fe, partiendo |
de la conciencia
―«la corrección del corazón»― y, en definitiva, de la ver- |
dad del amor, para
anunciarla al mundo de hoy, ciertamente convulsiona- |
do, pero no sin
esperanzas, aunque no sepa definirlas. Al fondo del meritorio |
trabajo de Fries, está la
tácita referencia a la «GRAMMAR OF ASSENT» de |
Newman. |
La fe, dice Newman, no se
fundamenta en pruebas, |
de lo contrario los niños,
los pobres, los aldeanos, los |
hombres más sencillos no
podrían creer ni llegar a la fe. |
Además: la fe no aumenta
en razón del aumento del nú- |
mero de sus
"pruebas". La fe va por delante de la prueba |
13 (113) |
y la supera. Los tiempos
de las pruebas de la existencia |
de Dios son tiempos de fe
defectuosa y de amor decadente. |
También dice Newman que es
una tontería la pretensión |
de llevar a alguien a la
fe por medio de las "pruebas", lo |
cual equivale casi a
pretenderlo como si se hiciera por |
medio de torturas. |
Incondicionalidad |
del acto de fe |
Según la formulación de
Newman la fe es un acto |
de asentimiento real; se
distingue por la incondicionali- |
dad en el campo de la
secuencia conceptual (inferencia o |
argumentación); lo cual
indica tanto la realidad del suje- |
to que asiente como la
realidad de aquel a quien se dirige |
el asentimiento: la
realidad del Dios vivo y la realidad de |
la comunicación que de sí
mismo hace y que culmina en |
Cristo. |
Newman describe su labor
teológica de este modo: |
busquemos la realidad en
lo concreto. Pero esta verdad |
no se alcanza mediante un
procedimiento lógico y con- |
clusivo, que se dirige
sólo al concepto y a lo abstracto. |
Presupuesto |
del asentimiento |
Se ha de notar que un
asentimiento, para que sea ló- |
gico, debe partir de un
presupuesto. Como es bien sabido, |
Newman pregunta: ¿el
presupuesto del asentimiento real |
descansa, por ejemplo, en
una secuencia de argumentos, |
de los cuales el
asentimiento brota como la fruta madura |
de un árbol? La dificultad
formulada aquí por Newman, |
radica en el hecho de que
los procesos de argumentos per- |
tenecen al ámbito de la
lógica conceptual, y no llegan a |
la realidad. Por lo cual,
un argumento conceptual no pue- |
de ser el presupuesto que
corresponde a un asentimiento |
real, «porque la cadena de
las conclusiones lógicas cae en |
el vacío por sus dos
extremos: tanto el punto de partida |
de la prueba como el punto
al que ha de llegar están |
situados más allá de su
propio ámbito: pues no llegan a |
ser ni primer principios
ni resultados concretos». |
Los primeros |
principios |
Los primeros principios
―«the first principless»― son, |
según Newman, el punto de
partida del pensamiento, |
están en los orígenes y
son las fuentes escondidas de |
todas las actividades
humanas. «Son nuestros guías y |
dan la pauta para
argumentar, juzgar, reflexionar, deci- |
dir actuar. Son para el
espíritu lo que la sangre es para |
el cuerpo. Son las
condiciones de nuestra vida espiritual. |
En una palabra: son el
hombre». Pero estos «primeros |
principios», que
pertenecen a la realidad del sujeto, no |
14 (114) |
caen dentro del ámbito del
pensamiento conceptual, sino |
que son aceptados y
supuestos por él. La lógica no sumi- |
nistra prueba alguna de
los «primeros principios». No |
obstante en ellos radica
todo el problema para la obten- |
ción de la verdad, y
también la problemática del asenti- |
miento real, pero no en la
disposición de unas pruebas. |
La realidad |
concreta |
Además, la inferencia
conceptual no puede ser el asen- |
timiento real porque no
alcanza la realidad concreta, |
porque se abstrae de ella
de una manera consciente y |
necesaria. Newman dice que
transforma la realidad en |
un fantasma o en un
logaritmo. |
Los argumentos sobre cosas
abstractas no pueden ma- |
nejar ni determinar nada
concreto. Para obtener pruebas |
auténticas sobre temas
concretos necesitamos un «orga- |
num» más delicado, más
flexible y elástico que el de la |
simple demostración
verbal. |
Newman tropieza aquí con
una aporía. El asentimien- |
to necesita una base y un
presupuesto. El acto que prece- |
de al asentimiento es el
argumento, pero el argumento no |
carece de conceptualidad. |
La Inferencia |
natural |
Newman resuelve la
dificultad contraponiendo al ar- |
gumento que para todo el
mundo representa el conoci- |
miento conceptual. Esa
nueva y distinta clase de argu- |
mento es la inferencia
natural, real e informal ―«natural, |
real, informal
inference»―, por un procedimiento que cir- |
cula de la realidad a la
realidad, de lo concreto a lo |
concreto. |
De este modo explica
Newman la posibilidad de un |
asentimiento real: como
inferencia que da la justifica- |
ción al asentimiento; como
real que permanece en el ám- |
bito de la realidad, en el
cual ha de producirse el asenti- |
miento. |
Convergencia de
probabilidades |
y sentido ilativo |
El asentimiento real posee
un método propio. No es |
éste un procedimiento
probatorio matemático o lógico, |
sino que es una
convergencia de probabilidades ―«pro- |
babilities:―, una
acumulación de aceptabilidades, lo cual |
significa, en el lenguaje
de Newman, un conjunto de ar- |
15 (116) |
gumentos bien fundados.
Tales argumentos son demasia- |
do delicados para que
puedan ser de utilidad a los hom- |
bres, considerados uno por
uno, son «demasiado sutiles y |
demasiado prolijos para
transformarse en silogismos, y |
demasiado numerosos
diversos para alcanzar semejante |
transformación, de modo
total, incluso si cada uno en si |
fuesen transformables». |
Certeza |
moral |
Pero el resultado de este
procedimiento no es la pro- |
babilidad sino la
certidumbre. Se trata de una certidum- |
bre sui generis, que
corresponde a un tipo especial de ob- |
jetos: como «certidumbre
moral» o certeza no matemática, |
no es inferior en absoluto
a la certeza matemática o me- |
tafísica. Newman ilustra
su pensamiento con una imagen |
feliz: «Lo que yo digo se
puede explicar por la imagen de |
un cable compuesto por un
cierto número de alambres, |
los cuales, cada uno de
ellos, es en sí mismo, poco resis- |
tente, pero que todos
juntos resultan tan fuertes como una |
barra de hierro». Una
barra de hierro sería la demostra- |
ción matemática o
estricta; un cable representa la demos- |
tración moral, que
consiste en una acumulación de pro- |
babilidades, cada una por
si sola insuficiente para ofrecer |
la seguridad del
conocimiento, pero que, tomadas en su |
conjunto, son inamovibles. |
Es a partir de aquí desde
donde hay que entender la |
conocida formulación de
Newman, que desde joven reco- |
gió de la «Analogía» de
Butler y en la que se apoyó todo |
el resto de su vida: «La
probabilidad es la guía de la vi- |
da; la certeza de lo
concreto proviene de las probabi- |
lidades convergentes». |
El sentido |
Ilativo |
Al órgano que realiza el
acto de la influencia real |
Newman lo denomina
«sentido ilativo». Es la capacidad |
que posee el espíritu
humano para ser guiado en aspectos |
de la vida práctica, y la
de llegar a un conocimiento se- |
guro, merced al uso del
procedimiento de convergencia, en |
LAUS. NO SE PUBLICA
DURANTE LOS MESES DE JULIO, AGOSTO |
Y SEPTIEMBRE. VOLVERÁ A
APARECER EL MES DE OCTUBRE. |
16 (116) |
el encuentro con las
realidades concretas de la vida, con |
las situaciones, las
realidades y los hombres. Newman |
consigue la verificación
de esta teoría aludiendo a la pra- |
xis: médicos, jueces,
psicólogos, pastores de almas e his- |
toriadores no pueden
actuar de otro modo para llegar a |
sus conclusiones. Los
grandes problemas de la vida con- |
creta, como el de elegir
una profesión, un estado de vida, |
o mujer o marido, se
resuelven y deciden de esta forma. |
La conciencia, camino
hacia Dios |
La recta |
conciencia |
La aplicación de estas
reflexiones a la fe en Dios en |
el sentido real se lleva a
cabo, según Newman, tal como |
sigue: los "primeros
principios, los presupuestos básicos |
de la fe en Dios no son
pruebas racionales sino el estado |
correcto del corazón, el
amor. Por esto son estas dispo- |
siciones, y no unas
pruebas, lo que protege la fe. Por esta |
razón la incredulidad
brota, primariamente, de un defec- |
to del corazón más que de
una insuficiencia intelectual. |
Es en este sentido que
resulta válida la siguiente afirma- |
ción: «los presupuestos de
la fe en Dios significan con- |
cretamente: que debes
seguir tu propia conciencia». |
Por esto dice Newman que
la conciencia dada a cada |
hombre es la luz que
ilumina a todos los hombres que |
vienen a este mundo, en el
sentido de la teología del Lo- |
gos del prólogo de san
Juan. La obediencia a la concien- |
cia ―incluso a la
conciencia errónea (que no es lo mismo |
que mala y
culpable)― es, según Newman, el camino que |
conduce a la luz de la fe.
Según él, la conciencia despier- |
ta, ante todo, el afán por
alcanzar una cosa que, de modo |
pleno, no se alcanza por
sí sola. Si un hombre determina- |
do ya no deseara poseer la
verdad, esto mismo sería la |
señal de que no ha
utilizado la cualidad que tenía para |
alcanzarla, o que la ha
usado mal. |
Razón y hecho |
contemplado |
En segundo lugar, para
Newman, la conciencia alcan- |
za no solamente la base y
los presupuestos de los cuales |
depende la fe, sino que
llega también a la meta del asen- |
17 (117) |
timiento real, al Dios
viviente en quien se cree, la reali- |
dad del cual, su imagen
concreta, descubre y entiende el |
hombre en su conciencia, y
precisamente en sus funcio- |
nes precursoras y
sancionadoras, el distintivo de las cua- |
les es siempre la
incondicionalidad. Esta realidad se da |
en todos los hombres y es
anterior a toda reflexión y a |
toda teología. Según
Newman, la razón actúa como quien |
contempla lo que ya está
hecho. |
Argumentos |
"reales" |
Si el acto de la fe, como
asentimiento real, ha de ser |
completo y justificado,
debe ir precedido por argumentos. |
Tales argumentos han de
ser reales; el sentido ilativo en |
lo que se refiere a
materia de religión, ha de ser, a la vez, la |
conciencia. Y esto se
demuestra por el hecho de que la con- |
ciencia, en sus
experiencias, manifestaciones, testimonios |
y reacciones de toda
clase, nos propone una plenitud de |
rectitud que trasciende la
misma conciencia y orienta ha- |
cia Dios. |
La conciencia |
aceptante |
Newman dice que la
conciencia es nuestro gran maes- |
tro interior, sin que
exija otra compañía, y por ello resulta |
adecuado que ella
proporcione a todo hombre el conoci- |
miento que para el resulta
más importante, para lo cual |
está plenamente dotada, en
orden al fin a alcanzar. Todo |
hombre tiene el testimonio
de la conciencia, que puede |
ser aceptado ―por
desgracia también rechazado― y rea- |
lizado: de ella surgen las
afirmaciones más claras ella |
proporciona la experiencia
concreta del Dios vivo. |
En cada edad de la
historia hay cierto número de almas esparcidas |
por el mundo, conocidas de
Dios y desconocidas por nosotros, que |
obedecen a la verdad desde
el momento en que les ha sido presen- |
tada... Estas almas son
objeto especial de la atención de Dios; todo |
en para ellas. Forman la
verdadera Iglesia, creciendo y reuniéndo- |
se sin cesar por
todas partes, a medida que transcurre el tiempo. |
Con ellas se crea la
comunión de los santos: forman parte del poder |
de Dios, son sus fuerzas,
la muchedumbre que «sigue al Cordero» |
(Apoc 14.4), que confunde
a los poderosos y encumbrados de la tie- |
rra (1ª Cor 6, 2)... Este
ha sido el verdadero triunfo del Evangelio: |
elevar por encima de si
mismos y por encima de la naturaleza hu- |
mana. cualquiera que sea
su clase y condición, a aquellos cuya vo- |
luntad coopera
misteriosamente con la gracia de Dios y que, desde |
que Dios llega A ellos, le
respetan y se le entregan totalmente.. |
John Henry Newman, C. O. |
18 (118) |
La cultura |
pendiente |
CORREMOS tras lo inmediato |
y aparentemente más útil,
y |
ello nos puede llevar a
olvi- |
darnos incautamente de lo
más |
esencial. En realidad,
cuando se |
trata del conocimiento de
las ver- |
dades fundamentales de
nuestra fe, |
comprobamos el desfase que
pade- |
cemos si comparamos el
escaso, im- |
perfecto, infantil y
remoto conoci- |
miento que tenemos sobre
lo más |
importante de nuestro
bagaje cul- |
tural cristiano, en
contraste con el |
nivel relativo a otros
conocimien- |
tos que nos acompañan o
maneja- |
mos en la vida, bien sea
porque son |
debidos a nuestra
profesión, a nues- |
tras aficiones y
diversiones, o a |
otras experiencias. Cuando
esto |
ocurre, tampoco somos
humildes |
para reconocer nuestra
ignorancia, |
y somos perezosos para
subsanarla. |
Así, los conocimientos
relativos a |
la vida de fe o
religiosos, son ridí- |
culos en comparación con
los que |
nos exigimos
profesionalmente o |
en otros ámbitos. Nos
queda ese |
"algo" de
adhesión implícita, o una |
conciencia mortecina
apenas salva- |
da por intermitencias
sentimenta- |
les demasiado alejadas de
la recie- |
dumbre de la fe auténtica. |
Lo más grave es que algo
pareci- |
do comienza a manifestarse
en los |
jóvenes de nuestra
sociedad llama- |
da todavía cristiana. Los
mayores |
les preparan para el
materialismo, |
premiándoles o mimándoles
con tal |
que funcionen como buenas
máqui- |
nas para aprobar lo que
sea de |
saberes profanos,
inmediatamente |
productivos o prometedores
de pro- |
moción económica o social,
dejan- |
do muy en segundo lado el
estudio |
paralelo de materias que
equili- |
bren los conocimientos de
la pro- |
pia religión con los
profanos, pro- |
fesionales y rentables. |
No sería poco, comenzando
por |
los mayores, y sin excluir
a los |
jóvenes, aprovechar la
calma del |
verano, si se nos concede
alguna |
vacación, para emprender o
recu- |
perar este desfase
cultural. En tal |
sentido, nos atreveríamos
a sugerir |
un par de textos útiles a
la mayoría |
―¡inútiles para
nadie!―, cuya lec- |
tura nunca debiera dejarse
del to- |
do: en primer lugar, el
llamado |
«Nuevo Catecismo para
Adultos», |
de la Editorial Herder,
para su lec- |
tura, desde el principio,
reposada y |
continua (sin prescindir
de los pró- |
logos, notas, referencias,
índices...), |
acompañado de la del Nuevo
Testa- |
mento, en una edición
manual (B.A. |
C., Jerusalén,
Cristiandad...) que |
contenga introducciones,
comenta- |
rios y notas no
excesivamente par- |
cas, para que pudiéramos
familiari- |
zarnos con la figura y las
palabras de |
Cristo y la vida de la
primera Igle- |
sia y los escritos de los
Apóstoles... |
Con ser esto muy poco,
podría re- |
presentar el punto de
partida para |
la recuperación de nuestra
olvida- |
da cultura cristiana
elemental pen- |
diente. |
19 (119) |
Fe e inteligencia |
NUESTRA fe es una fides
quaerens intellectum, |
una fe que exige ser
pensada y como desposada |
con la inteligencia del
hombre, de este hombre |
histórico y concreto. Por
esto seríamos infieles a |
nuestra misión si
creyéramos poder eximirnos de |
tener en cuenta la tarea
cotidiana que os corres- |
ponde. Tal como nos han
mostrado las dolorosas |
experiencias históricas de
la falta de diálogo entre |
la fe y la ciencia, sería
demasiado grande el daño |
que se causaría si la
Iglesia pronunciase respues- |
tas a las cuestiones
humanas, que no dieran satis- |
facción a los
interrogantes que hoy se plantea el |
hombre mientras asciende
responsablemente en |
la adquisición de nuevos
grados de verdad. Por |
esto la Iglesia se muestra
solidaria con la Univer- |
sidad y con sus problemas,
porque sabe que tiene |
necesidad de ella para
que, desde la fe, pueda en- |
carnarse y convertirse en
cultura; y porque la |
Iglesia afirma que la
búsqueda de la verdad forma |
parte de la vocación
propia del hombre. |
JUAN PABLO II, |
a los universitarios en
Bolonia, abril de
1982 |
LAUS |
Director: Ramon Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta de van Felipe
Neri. I - Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/02 - 1.6.13 |
20 (120) |
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