Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 200. ENERO. Año 1983 |
SUMARIO |
HISTORIA es tiempo, y en
ella hay un injerto divino, |
Jesucristo: hombre unido a
la Divinidad del Verbo, |
para ser palabra de Dios a
los demás hombres, de |
todos los tiempos. Como
una resonancia o reverbe- |
ración de este misterio,
hay también un injerto de gracia |
misericordiosa en cada
hombre (que le hace parecer a |
Cristo). Si, en su tiempo,
el hombre lo recoge y desde la |
profundidad de su
conciencia mira a Dios, también el |
hombre se hace palabra y
habla a Dios como a Padre y |
se une a él. |
¿POR QUÉ MEDITO? |
LAUS 200 |
EL SENTIDO DE DIOS |
TIEMPO HUMANO |
ESTILO DE DIOS Y ESTILO
DEL MUNDO |
PROFUNDIDAD Y
TRASCENDENCIA |
QUIEN BUSCA ENCUENTRA |
LA MÚSICA Y EL ORATORIO |
1 |
¿POR QUÉ MEDITO? |
Para llegar a la paz y a
la profundidad. |
Para que no se agoste y
entumezca mi corazón. |
Para que sea cada vez más
libre de toda clase de convulsión, |
de toda tensión
innecesaria y de toda mezquindad. |
Para que de la vivencia de
mi profundidad y mi totalidad |
alcance la salvación. |
Para ser verdaderamente
hombre. |
Para que me resulte cada
vez más claro el sentido de mi |
existencia. |
Para ser justo y genuino
y, de este modo, poder ayudar |
a los demás. |
Para poder hablar mejor de
corazón a corazón. |
Para ser sensible a lo que
Dios quiere hacer en mí. |
Para derribar todas las
barreras del egoísmo |
que se oponen a la acción
de Dios. |
Para hacer que ceda en mí
toda resistencia al amor de Dios |
que me busca, y entregarme
a él sin reservas |
hasta lo más intimo de mí
mismo, y hacerle sitio. |
Para contribuir en alguna
medida a que la Iglesia de Dios |
encuentre cada vez más
profundamente |
su propia identidad y sus
propias fuentes. |
Para que podamos afrontar
con paciencia y con fe |
las aflicciones que nos
sobrevienen (cfr. Apoc 13, 10). |
Porque la meditación es el
inicio de la "vida eterna", |
en la cual
"contemplamos a Dios". |
Porque es cierto que
ningún pintor pinta, ningún poeta |
compone, ningún hombre
llega a ser hombre, |
ningún cristiano es
auténticamente cristiano, |
sin meditación. |
Klemens Tilman, C. O. |
2 |
LAUS 200 |
LLEVAMOS algo más de
veinte |
años publicando «LAUS», y |
hemos llegado, con la edi- |
ción de este mes, al
número |
doscientos. No nos puede
pa- |
sar desapercibido el hecho
de la |
consolidación de la tarea
mante- |
nida hasta aquí, y por eso
damos |
gracias a Dios por haber
podido |
llevarla adelante,
ciertamente no |
sin esfuerzo, pero con |
no menos ilusión, ya |
que la preparación y |
confección de cada |
número ha represen- |
tado, un mes tras otro, |
el gozo siempre reno" |
vado del que piensa |
que va a decir algo a |
los más amigos. |
Conscientes de |
nuestra limitación, no |
nos hemos atrevido |
a llamar «revista» a esas
veinte |
páginas impresas, que
hemos he- |
cho llegar a aquellos que
las es- |
peraban, como tendiéndoles
un |
saludo amable, mientras
les dá- |
bamos algún aviso sobre
las acti- |
vidades de la casa y les
hablába- |
mos algo de Dios, de la
Iglesia y |
―como no podía ser
menos― de la |
espiritualidad filipense,
de acuer- |
do con nuestra vocación,
dentro |
de la Iglesia de Dios.
Nacidas al |
cabo de poco de nuestra
funda- |
ción en Albacete, ellas
también |
contienen los hitos más
salientes |
de esta Congregación del
Orato- |
rio, y desde ellas pudimos
hablar |
primero del proyecto de la
her- |
mosa iglesia que
constituye el co- |
razón de nuestra casa, y
luego |
verter el gozo de la obra
conclui- |
da y amada por todos. Pero
no es |
éste el momento de hacer
histo- |
ria. Bástenos saber que
hemos |
nacido y crecido, casi con
la cro- |
nología de la diócesis
afortuna- |
damente creada en el año
1950, |
y en el marco y al ritmo
del lugar |
y tiempo que nos ha cabido
en |
suerte. |
Es cierto que no nos han |
faltado positivas
sugerencias y |
estímulos para introducir
algún |
cambio en la forma y
economía |
de esta modesta
publicación; pe- |
ro hemos creído que |
debíamos mantener |
inalterados algunos |
criterios respecto |
la dimensión, al tema- |
rio y a la gratuidad, |
tal como nos propu- |
simos desde un prin- |
cipio. Lo reducido de |
sus dimensiones nos |
obliga a ser más es- |
pecíficos en su con- |
tenido, y el propósito |
de mantener su gratuidad,
con |
un poco más de trabajo por
nues- |
tra parte, nos permite que
siga- |
mos manteniendo esa prueba
de |
afecto cristiano, repetida
cada |
mes hacia todos nuestros
amigos |
lectores. Por otra parte,
creemos |
que el trabajo también es
oración |
además de caridad, cuando
se le |
da un sentido fraterno y
se mira |
a Dios. De tal manera que
quisié- |
ramos que el ejemplar que
os lle- |
ga cada mes, no sólo fuera
para |
vosotros esa mano amiga
tendida |
con la ofrenda de unas
ideas o |
pensamientos cristianos
que os |
puedan servir para la vida
de fe, |
sino, también, para
nosotros, una |
mano alzada en oración a
Dios, |
sobre el altar de prensas
y como- |
dines, en la liturgia
total en la que |
se integra el trabajo
manual junto |
a la dedicación a la
palabra, a la |
perseverancia en la
oración y a la |
consagración al
ministerio. |
3 |
EL SENTIDO DE DIOS |
EL sentido de Dios en el
mundo, |
por el cual el hombre debe |
aprender a discernir razo- |
nablemente sobre todas las
cosas y |
sobre su propia vida, es
capital pa- |
ra que esta misma vida
humana no |
sea un absurdo, relegado
al frenesí |
de la locura. Descubrir a
Dios y |
encontrarlo en sus
manifestaciones, |
y luego tenerlas en
cuenta, seguir- |
las, como se sigue un
camino ilu- |
minado. Ese descubrimiento
de las |
manifestaciones de Dios no
es un |
fenómeno que se agota en
un solo |
acto, sino que progresa y
se repite |
dilatando la visión de su
proyecto |
sobre nosotros, en el
marco de toda |
la realidad que nos
circunda, mien- |
tras nos conduce adelante,
hacia la |
visión total, en su reino. |
Porque Dios no ha creado
el |
mundo para olvidarse luego
de él, |
ni nos ha dado el ser a
cada una |
de sus criaturas
inteligentes, para |
abandonarnos luego a
nuestra pro- |
pia suerte, desinteresado
de nuestro |
camino por el tiempo. Hay
una pre- |
sencia primaria de Dios en
todo lo |
humano, que resuena en la
con- |
ciencia de cada hombre,
como una |
manifestación divina que
remueve |
los velos de su ocultación
y que se |
"actualiza"
―diría Zubiri― en la |
inteligencia para
constituirse en |
verdad. Si el hombre se
entrega a |
esa verdad apenas
descubierta, su |
gesto se transforma en lo
que lla- |
mamos fe, algo suscitado
por Dios |
y correspondido por el
hombre, y |
que debe entenderse no ya
como |
la aceptación de un
conjunto de |
proposiciones o lista de
"verdades" |
divinas esenciales para
acceder al |
Supremo Ser, sino más bien
como |
una entrega, como una
adhesión |
personal del hombre al
Dios vivo, |
entendido también como
persona. |
La fe no es un conjunto de
ideas |
sobre Dios, ni es una
ideología, |
sino la entrega
interpersonal, la |
relación consciente del
hombre con |
Dios que se le ha
manifestado. La |
4 |
fe es ―valga la
redundancia léxi- |
ca― la fidelidad a
Dios personal |
que se abre al hombre,
antes que |
una especulación de la
inteligencia |
humana sobre el Ser
trascendente. |
Esos magos que encontraron
fi- |
nalmente a Cristo,
vivieron, cada |
uno, un proceso de
descubrimien- |
to, de encuentro intimo,
consciente, |
en su inteligencia. Antes
que "ver |
su estrella" en el
cielo exterior del |
universo, vieron la
claridad divina |
que invadía el universo
interior de |
su espíritu, del cielo de
su propia |
alma. Y eso fue lo que les
puso en |
camino. A partir de ese
momento, |
todo cambió de sentido en
sus vi- |
das, y ya cada encuentro
fue el |
punto de partida para una
nueva |
búsqueda, hasta llegar a
Jesucristo. |
Era una verdad y, como
toda ver- |
dad, no podían ocultarla a
la pro- |
pia conciencia, y fueron
fieles a |
ella. Por esto andaron,
pregunta- |
ron y, finalmente,
hallaron. El ha- |
llazgo de Cristo culminó
el creci- |
miento de la manifestación
de la |
verdad del Dios personal
en quien |
habían comenzado a creer
bastante |
antes, porque Cristo es la
forma |
más intensa de la
manifestación de |
Dios. Intensidad que
invadió sus |
espíritus, e intensidad
que se ofre- |
cería, en adelante, a
todos los hom- |
bres de todos los pueblos,
de todas |
las razas, de todos los
tiempos. |
En la medida en que Cristo
sea, |
finalmente, hallado por
los hom- |
bres, culminando un
proceso de |
fidelidad a la cadena de
pequeñas |
y continuas
"manifestaciones" di- |
vinas y personales del
Dios per- |
sonal al hombre persona
(inteli- |
gencia, libertad,
conciencia) los |
hombres seremos invadidos
por la |
"verdad
personal" de Dios, y ello |
cambiará el sentido de
nuestras vi- |
das, que habrán quedado
marca- |
das, señaladas por la
única señal, |
Cristo, que cambia de
forma la vi- |
da del hombre al devenir
creyente, |
y da un nuevo sentido al
mundo |
5 |
en que el hombre se mueve.
El sen- |
tido de Dios. |
Ese sentido no lo
alcanzará nun- |
ca el que se encierre o
empane su |
inteligencia y su
conciencia, o se |
niegue a andar, a
preguntar, a bus- |
car y a reconocer, humilde
y pru- |
dentemente, esa luz
creciente que |
parte de una insinuación
gratuita |
de Dios y que se va
ampliando tras |
sucesivas
correspondencias, hasta |
trabar una relación
personal cada |
vez más estrecha con él.
Quien sue- |
ñe con un Dios útil, o con
sólo cate- |
gorías universalizables
para extraer |
principios de moralidad o
buen or- |
den en el mundo, o decoro
en las |
apariencias personales, o
prestigio, |
o poder, o cualquier
ventaja tempo- |
ral..., ése podrá rondar
por pala- |
cios y templos, pero jamás
llegará |
al lugar donde la estrella
se posó", |
a la fe plena de la
manifestación |
personal de Dios, a la
entrega go- |
zosa —lo demás no son
verdaderos |
gozos― a Dios. Jamás
descubrirá el |
sentido del mundo y de su
propia |
vida, en Dios. |
DESPUÉS DEL VIAJE. |
Santidad: |
Habéis pasado por Cataluña
―Montserrat y Barcelona― durante vuestro viaje |
apostólico, en un día
tempestuoso. Sin tiempo material ni condiciones aptas para |
daros cuenta de todo lo
que hubiéramos querido haceros saber en aquellas doce es- |
casas horas que nos
dedicasteis. Se dice que llegasteis mareado y se comprende. |
Pero con toda sinceridad
os queremos decir, ante todo, que os agradecemos de cora- |
zón vuestra esperada
visita a nuestras iglesias. |
Sentimos como una
necesidad de dirigiros estas líneas, que tal vez ni siquiera |
llegaréis a leer, a no ser
que se os de algún momento sobrante. Pero es igual... |
Si no se os ha dicho
antes, os lo decimos ahora: nos habría gustado otra suerte |
de viaje. Pero hubo de ser
así y lo aceptamos y estuvimos presentes. Tomad nues- |
tra buena voluntad y sabed
leer nuestras intencionalidades... |
En conclusión retened
esto: |
Nadie se marginó del
viaje. Todos los Movimientos y grupos acudieron a la |
cita. En un lugar u otro,
de una u otra manera. |
Vuestro mensaje nos
interpela porque tal vez nuestra fe no acaba de asumir |
el misterio de la Iglesia
como engendradora de esta misma fe. En modo alguno |
quisiéramos sentirnos
alejados de la comunión católica. |
Cierto que nos vemos
abocados a una lectura actualizada del mensaje cristiano |
por el hecho de que
vivimos en un país que justo antes de vuestra visita acaba de |
votar mayoritariamente
socialista: y por lo tanto está claro ―si es que no lo hubiese |
sido antes de
visitarnos― que partiendo de la realidad hemos de tener presente este |
dato socio-cultural y
político, sin confundirlo con el mensaje cristiano, pero sin |
dejar de relacionarlo con
él. |
Santidad, hasta que nos
podamos ver otra vez... |
vez... |
P. Antoni M. Serramona, C.
O. |
Delegado diocesano de
Pastoral de Juventud de Barcelona. |
6 |
TIEMPO |
HUMANO |
CADA AÑO, al estrenar
calen- |
dario, nos vuelve a
impresio- |
nar la idea del tiempo,
esa |
fugacidad natural
―una de las diez |
categorías
aristotélicas― deslizán- |
dose inexorablemente,
inaprehensi- |
ble, frenada solamente por
el tedio |
cuando deforma nuestra más
ínti- |
ma percepción llevándonos
hacia |
la absurdidad y al
cansancio de la |
vida, y que sólo detiene y
paraliza |
la idea de la muerte. |
¿Qué es el tiempo? ¿Para
qué es |
el tiempo? No el tiempo
físico o |
matemático, sino el tiempo
vital. |
Es decir, el tiempo humano
o, como |
puntualizaría Séneca,
"el tiempo |
nuestro", para el
cual no basta en- |
tenderlo, como
Aristóteles, como la |
medida de lo que se mueve
se- |
gún un "antes" y
un "después" sino |
más bien admitiendo, con
Kant, |
que es la forma subjetiva
y previa |
de nuestra sensibilidad
interna, |
única que da a nuestros
fenómenos |
interiores su apariencia
de dura- |
ción sucesiva. Pues en esa
concien- |
cia consiste, y en esta
duración se |
contiene toda nuestra
vida, como |
una capacidad extensiva
que se di- |
lata para ser colmada. |
Tiempo nuestro, tiempo
humano, |
porque Dios no tiene
tiempo, si |
bien lo envuelve en su
eternidad, |
que es la total,
simultánea y per- |
fecta posesión de la vida
sin fin, |
según Boecio. En la
eternidad hay |
plenitud de vida, pero no
sucesión. |
No hay tiempo. En nosotros
sí, y |
es como un misterio
fluyente, que |
la conciencia contempla
como mar- |
co y capacidad vital; un
misterio |
natural más espiritual que
el del |
espacio infinito; una
transparente |
sensación de nuestro ser
mientras |
crecemos caminando hacia
el infi- |
nito de Dios, que se
injerta en nos- |
otros sin absorbernos, y
que nos |
7 |
lleva a rozar su
eternidad, en la |
que finalmente se inscribe
también |
nuestro tiempo. |
Ese injerto de Dios en
nosotros, |
nos diría san Agustín, es
la gracia, |
y por medio de ella
ordenamos |
cristianamente nuestro
tiempo hu- |
mano en la eternidad
divina, supe- |
rando el ciclo repetitivo
del eterno |
retorno de los griegos,
para elevar- |
nos en la trascendencia
lineal de |
un crecimiento colmado de
vida, |
que desemboca en Dios, y
que, por- |
que supera todos los
fatalismos, es |
siempre nuevo y gozoso. Es
de esta |
manera que el hombre
trasciende |
su tiempo, a través de sí
mismo, |
desde lo intimo de su
conciencia, |
teniendo a Dios y
buscándolo. |
Mas esto es oración,
elevación de |
la mente a Dios, búsqueda
del Ser |
infinito. Santo Tomás dice
que para |
esto ha sido creado el
hombre inte- |
ligente y libre,
espiritual, para que |
pueda buscar y ser
destinado a |
contemplar a Dios, ya
desde esta |
vida temporal, como un
ensayo de |
la contemplación eterna. |
Cuando nos aproximamos a
las |
figuras humanas que
primeramente |
se encontraron con Cristo,
compro- |
bamos que aquel encuentro
histó- |
rico y personal, no pudo
ser pro- |
ducto sorprendente e
inesperado de |
coincidencia alguna, sino
que se |
nos presentan como la
culminación |
de una etapa de esperanza
y de |
búsqueda elaborada desde
la inti- |
midad de la conciencia, a
través |
del tiempo humano empleado
en |
la oración, en la
elevación de la- |
mente a Dios. Así en
María, José, |
los pastores, los magos,
Simeón, |
Ana. Hubo una preparación
íntima, |
serena, de un tiempo
espiritual, de |
una actitud de plegaria,
de una es- |
peranza sobrenatural. |
La existencia
temporalizada de |
la conciencia es para
mirar a Dios |
desde la propia, intima y
próxima |
realidad, mientras percibe
la expe- |
riencia de la duración,
que se abre |
para ser colmada. El
tiempo es pa- |
ra eso. La sabiduría del
hombre |
consiste en entenderlo de
este mo- |
do y, si lo tiene en
cuenta, no de- |
berá temer nada cuando se
paralice |
su tiempo, porque habrá
colmado |
su vida. No sabemos si
Séneca ha- |
bía leído a san Pablo,
pero el filó- |
sofo teísta de Córdoba
también es- |
Nada existe en el mundo
que no pueda desacreditarse |
si no se mira más que por
un lado, porque las cosas mi- |
radas así son falsas, o en
otros términos, no son las mis- |
mas cosas. Todo cuerpo
tiene tres dimensiones; quien |
no atiende a más que a
una, no se forma idea del cuer- |
po, sino de una cantidad
que es muy diferente de él. |
Jaime Balmes |
8 |
cribió que «Dios está
cerca de ti, |
contigo, dentro de ti» y
en ese tiem- |
po humano, tuyo el tuyo, y
mío el |
mío. Además, «él está
presente en |
nuestras almas e
interviene en |
nuestros pensamientos». Y
aún nos |
añadiría un consejo: «Vive
con los |
hombres como si Dios te
viera; ha- |
bla a Dios como si los
hombres te |
oyeran». Ese podría ser un
buen |
lema, no sólo para el
principio de |
año, sino para toda una
vida. Por- |
que «todos los años son
míos; no |
hay tiempo cerrado a los
grandes |
espíritus; ni edad
inaccesible al |
pensamiento humano...»
Pues «ese |
día que tanto temes por
ser el últi- |
mo, es la aurora del día
eterno». |
Que es lo mismo que dice,
con pa- |
recidas palabras, Juan
Ramón Ji- |
ménez: «...saber que
amanece / en |
mi corazón, / oír en el
alba / una |
sola voz». Oír una voz
después de |
haber emitido la tuya,
después de |
haber usado la voz del
alma para |
Dios, para hablarle,
convertido en |
oración el gesto del alma
que va |
colmando la vida mientras
se ele- |
va hacia él. Entonces se
muere sin |
morir» —«¡tan alta vida
espero!»― |
porque, como dice Unamuno,
«se |
puede morir sin agonía»,
si la vida |
se convierte en palabra,
cuando, |
desde la oración en el
tiempo, se |
pasa a la contemplación de
la eter- |
nidad, porque «el alma
respira con |
palabras». Ojalá, la
última, más |
allá del tiempo, sea una
palabra |
para Dios. |
DIÁLOGO |
ENTRE DIOS PADRE |
Y EL ÁNGEL DE BELÉN. |
¿La mula? |
―Señor, la mula |
está cansada y se duerme, |
ya no puede darle al niño |
un aliento que no tiene. |
¿La paja? |
―Señor, la paja |
bajo el cuerpo se endurece |
como una pequeña cruz |
dorada, pero crujiente. |
¿La Virgen? |
―Señor, la Virgen |
sigue llorando― |
¿La nieve? |
―Sigue cayendo: hace
frío |
entre la mula y el buey. |
¿Y el niño? |
―Señor, el niño |
ya empieza a fortalecerse |
y está temblando en la
cuna |
como un junco en la
corriente. |
―Todo está bien. |
―Señor, pero... |
―Todo está bien. |
Lentamente |
el ángel plegó sus alas |
y volvió junto al pesebre. |
Luis Rosales |
9 |
ESTILO DE DIOS |
Y ESTILO DEL MUNDO |
DIOS habría podido rodear
el misterio de la Encarna- |
ción de circunstancias
diferentes de las que nos |
muestra el Evangelio, que
sabemos que no es simple |
poesía. Podríamos, sin
embargo, intentar hacer un |
esfuerzo de abstracción
para prescindir de todo lo que en el |
se nos dice, como si nada
de lo narrado hubiese jamás ocurri- |
do, como si fuese posible
olvidarlo por completo, y acto segui- |
do imaginar que Dios se
nos acerca para pedirnos consejo de |
cómo habría de ser su
entrada en la historia de los hombres y |
de cómo tendría que
manifestarse a ellos para redimirlos, pa- |
ra liberarlos de todo mal,
es decir del pecado y de la muerte, |
puesto que todo mal y toda
esclavitud se condensa, para el |
hombre, en el pecado y en
la muerte. No deberíamos olvidar |
que se trata de una
liberación que no puede anular la propia |
libertad del hombre,
sometido por ello a las inevitables opcio- |
nes de su ejercicio, por
el que se desarrolla y crece como per- |
sona, por lo cual la
libertad constituye la esencia de la gran- |
deza y de la dignidad
humana. |
Situados en el tiempo del
nacimiento de Jesucristo, segu- |
ramente que nosotros no
habríamos sido partidarios de que |
hubiese tenido lugar en
Belén, ni la pobreza hubiera sido el |
marco de su entrada en el
mundo, ni el trabajo el modo de |
subsistir. Y, si lo de
comenzar por Belén hubiese sido un deta- |
10 |
lle imprescindible, por lo
escrito |
en Miqueas, etc...,
nosotros no le |
hubiésemos aconsejado que
lue- |
go, a la hora de
manifestarse, mal- |
gastara fuerzas porfiando
entre |
gente humilde e ignorante,
aprovechada y desagradecida, pedi- |
güeña y mezquina, o
deseosa de «ver milagros» hasta pervertir |
la fe en Dios... Nosotros
no habríamos pensado que esto pudiera |
compensarse situándole
cerca a María, y a alguien más que no |
estuviera demasiado lejos
del reino de Dios... Nosotros le hubié- |
ramos aconsejado que debía
haber iniciado su manifestación |
entre los sabios y
poderosos, forzando la conversión de éstos |
con algún milagro o
ejemplo insigne para que, con mayor efi- |
cacia, emplearan luego sus
conocimientos, sus técnicas y la pre- |
sión de su poder social,
económico y político sobre las masas |
dominadas, fáciles a
entusiasmarse por el primer éxito aparen- |
te; nosotros, tratándose
de la causa más noble, habríamos acon- |
sejado los medios y
métodos más eficaces, pensando que ven- |
dría después el espíritu.
Según nosotros, la geografía de Jesucris- |
to no habría tenido los
nombres de la pobreza de Belén, del or- |
gullo religioso de
Jerusalén, de la vulgaridad de Nazaret, de la |
ignorancia de Galilea, ni
la rudeza de los primeros que, sin |
saber bien por qué, le
siguieron como discípulos. Nosotros no |
11 |
habríamos borrado
Jerusalén, pero habríamos incluido, inme- |
diatamente, la necesidad
de hacer propicio el poder de Roma, |
у el esplendor
griego, aunque decadente entonces, y el saber |
alejandrino... |
Ahora bien, en Cristo no
ocurrió así. Y nos parece bien, |
sólo que no hemos
reflexionado bastante del porqué de su esti- |
lo, tal vez porque no
hemos descubierto, del todo, de qué cosas |
vino a liberarnos o, como
diría san Pablo, «qué libertad es la |
que Cristo ha venido a
darnos». |
Hemos de agradecer a la
Iglesia que, en sus palabras y en |
el ejemplo de sus santos,
la verdad y el estilo de Cristo se |
hayan mantenido. No
obstante, muchas veces, los cristianos, o |
рог
falta de fe o porque nos ha comido la prisa por la eficacia, |
hemos adoptado estilos de
seguimiento y modos de anunciar el |
mensaje cristiano, que han
cedido a la tentación mundana que |
él soslayó y de la que
advirtió a su Iglesia, a Pedro: «Te lleva- |
rán adonde tú no querrás».
Advertencia que en la historia de |
la Iglesia ha podido
significar no sólo el sacrificio testimonial |
de la fe mantenida y la
fidelidad al Maestro, sino también el |
desfiguramiento de la
Iglesia conducida por las corrientes |
mundanas hacia estilos que
pugnan con el Evangelio. |
La Navidad una vez más
―esta Navidad― no puede ser un |
simple recuerdo emocional
del pasado, de veinte siglos atrás, |
de cuando Cristo nació y
cuando la Iglesia, también naciente, |
daba los primeros pasos,
como extensión y desarrollo del mis- |
terio cristiano en medio
de la vida de los hombres, para con- |
ducirlos hacia la libertad
de hijos de Dios. Por eso Navidad es |
más que una memoria, es
una exigencia presente para cada |
cristiano y para el
conjunto de los cristianos, la Iglesia, en or- |
den a mantener la
fidelidad al estilo o, si queremos, al espíritu |
que las
"circunstancias" evangélicas del nacimiento de Cristo y |
de toda su vida y
palabras, nos imponen. No por razones estéti- |
cas o románticas, sino
para que nos lleven a la verdadera liber- |
tad de hijos de Dios.
Otros estilos no llevan a esa libertad cris- |
tiana, sino que cambian en
esclavitud y falsean la imagen de la |
Iglesia. |
12 |
PROFUNDIDAD |
Y TRASCENDENCIA. |
A PROPÓSITO DE UN LIBRO
DEL P. KLEMENS |
TILMAN, DEL ORATORIO DE
MÜNCHEN |
EL ÚLTIMO libro del P.
Klemens |
Tilman, traducido al
castellano |
y editado en España, lleva
por |
título el de Temes y
ejercicios de me- |
ditación profundas, y
acaba de salir |
a la luz pública por la
editorial «Sal |
Terrae». Ello nos sugiere
la oportuni- |
dad de referirnos a la
labor del P. Til- |
man, en el campo de la
pedagogía y la |
catequética, y también el
hacer men- |
ción de nuestros hermanos
del Oratorio |
de München que
constituyen, junto con |
el ambiente universitario,
el marco de |
sus trabajos y actividades
apostólicas |
y ministeriales. |
Ya existía la traducción
castellana |
de varias obras de este
autor (1); pero |
es preciso hacer
referencia, sobre todo, |
al «Catecismo católico»
(2), que es el |
oficial de la Conferencia
Episcopal Ale- |
mana, cuyos autores
principales ―tanto |
en el texto primitivo,
anterior al Vati- |
cano II, como del nuevo,
acomodado al |
Concilio― han sido
los Padres Klemens |
Tilman y Franz
Schreibmayr, ambos |
del mismo Oratorio, por
cuya razón, |
aunque hubo otras
aportaciones, no se |
ha dudado en proclamarlos
"padres" |
de dicho Catecismo alemán
(3), tradu- |
cido en la actualidad a
más de treinta |
Idiomas, y que ha
suscitado asimismo |
abundante literatura y
comentarios en |
torno a e. |
No es por demás indicar
que, ya an- |
tes de esta labor de
Tilman y Schreib- |
mayr en servicio del
episcopado germa- |
no, el Oratorio de München
se había |
distinguido en el campo
litúrgico y pas- |
toral, y puede ser muestra
de ello la |
participación que
tuvieron, en tiempo |
de Pío XII, en los
estudios para la res- |
tauración de la liturgia
de la Vigilia |
Pascual, rescatada de
aquella reduc- |
ción matutina y atrofiada,
apenas fre- |
cuentada por los fieles,
que no expresa- |
ba bien, por imperfecta y
desplazada, |
la grandeza de la más
densa de las cele- |
braciones cristianas,
puesto que en ella |
se condensa y proyecta
sacramental- |
mente, la Pascua de Cristo
para una |
vida nueva: Palabra,
Bautismo, Euca- |
ristía. |
13 |
Pero volvamos al P. Tilman
ya su |
libro. Fiel hijo de san
Felipe, no podía |
dejar de lado, con la
pedagogía de la |
fe y la sacramentalidad
para la inicia- |
ción cristiana, lo que se
ha reconocido |
siempre como esencial para
el creyente, |
la oración. Suyas son las
siguientes pa- |
labras: La meditación es
un fenómeno primordial y elemental de la vida |
humana... Meditar es uno
de los fenómenos más naturales del mun- |
do. Responde a una de las
necesidades intimas del hombre, que se |
pregunte por el sentido de
la vida y de su vida: lo encontramos en |
la vida de cualquier
hombre no cultivado y ni siquiera está ausen- |
te de la vida interior de
los mismos niños... La necesidad de orien- |
tar y dirigir a los niños
y a los jóvenes en el arte de la meditación |
es hoy especialmente
apremiante (4). |
Todo esquema de
incorporación cris- |
tiana se ha entendido,
desde siempre, |
como una apertura a la
gracia primera |
de la fe que ilumina y
como una res- |
puesta en la oración que
asume, por |
otra parte, la totalidad
de la vida diri- |
gida a Dios. Los
sacramentos inician y |
desarrollan la profunda
simplicidad de |
este proceso, que se apoya
en la natu- |
raleza, pero que la
supera. |
«...La vida cristiana no
nace de un mandamiento que desde fuera |
se nos impone, sino de la
realidad y los actos del Dios revelado, di- |
rigidos al hombre y a los
cuales éste responde. Lo que se impone |
no es precisamente la
orden: «¡Harás!» o «¡No harás!», sino esta |
otra: «¡Mira a Dios y
responde!»... La vida cristiana no es sólo una |
respuesta a otro que se
halla ante nosotros, sino también el des- |
arrollo de la fuerza vital
que Dios nos ha infundido: la vida de la |
gracia, la filiación
divina, las virtudes teologales. El estímulo de la |
vida cristiana es: Vive!
¡Desarrolla y fomenta lo que hay en ti!» (5). |
Tratar de la oración en
nuestros días, |
podría parecer, a algunos,
ocioso o des- |
fasado. Pero lo cierto es
que sigue te- |
niendo actualidad, y no
precisamente |
como remedo residual y
perezoso de es- |
píritus anquilosados o
negadores de los |
valores de la vida, sino
que precisa- |
mente entre los jóvenes se
suscita su in- |
terés, cuando algunos de
ellos intuyen |
la insatisfacción de las
perspectivas |
simplemente temporales
reducidas a |
convencionalismos y
esclavitudes eco- |
nómicas, o a disimulos y
ocultaciones |
injustas, sin que los
esteticismos prefa- |
bricados y quincalleros
consigan dis- |
traer de la profunda sed
existencial del |
ser humano, llamado a ser
consciente y |
Libre, para alcanzar su
madurez espi- |
ritual. Hay una exigencia
vitalista que |
empuja al espíritu hacia
más allá de lo |
temporal: hay una búsqueda
sincera |
que insiste en vencer los
límites de la |
duda, en desenmascarar los
aplaza- |
mientos de la mentira;
pues aun los que |
se profesan agnósticos y
pretenden pres- |
cindir de Dios, tienen
necesidad de es- |
piritualizar el ansia
profunda de luz en |
sus mentes, hasta donde
alcance la esté- |
14 |
tica tica o intentando
incluso superar lo |
estético, y por eso
construyen teorías |
razonadas o filosofías en
que funda |
mentar ese ritualismo
irrenunciable que |
la sola dimensión material
y biológi- |
ca del ser humano no
alcanzaría jus- |
tificar. |
Otros, pretextando
oscurantismos o |
fariseísmos de pedagogías
de lo santo, |
padecidas o imaginadas por
ellos, ha- |
cen borrón y cuenta nueva
de toda he- |
rencia cultural cristiana,
y emprender |
incursiones en otras
espiritualidades |
que les sugieran alguna
aproximación |
a la trascendencia
―generalmente entre |
orientalismos, como moda,
o como hui- |
da hacia adelante, después
de abando- |
nar el
cristianismo...―, y es que sienten |
que no podrían seguir con
la miseria |
de los solos parámetros
naturales de la |
existencia material y
corpórea. Otros |
buscan un más allá de sí
mismos aun |
a costa de destruirse en
esa falsa tras- |
cendencia conseguida a
base de esti- |
mulaciones que aceleran y
queman los |
afanes profundos del ser,
creando la |
dependencia esclavizadora
de la droga. |
Todos, en fin, confirman
que el hom- |
bre es un ser solitario, a
pesar de que |
le acompañen otros hombres
que, como |
él, transitan por el
camino del tiempo. |
Completamente e
intimamente solo, sal- |
vo cuando levanta su
conciencia des- |
pierta y se abre al
verdadero ser tras- |
cendente, Dios. |
Hace pocas semanas, de
paso por |
España, el teólogo Karl
Rahner (6), ad- |
mitía que el interés
religioso entre los |
jóvenes aumentaba, por el
auge de los |
libros de teología y por
el hecho de la |
multiplicación de las
meditaciones tras- |
cendentales; si bien
advertía que era |
preciso purificar este
interés de cual- |
quier inhibición o
desentendimiento de |
los problemas de la
miseria del mundo, |
pues toda conversión
radical del hom- |
bre debe llevarle a
abrirse hacia los |
problemas de los demás
hombres. |
Otro fenómeno de nuestros
días, que |
puede ser índice de esa
tendencia espi- |
ritualista, es el de la
elevación estética |
a través del lenguaje, no
solamente |
como
"divertimento" o juego literario, |
sino atendiendo a los
conceptos poéticos |
de cada ves más jóvenes
escritores, de |
los que con frecuencia nos
dan cuenta |
revistas y periódicos. |
Tampoco han faltado los
que han |
creído posible referirse a
la mística pa- |
ra ensayar un balance que
permitiera |
a la vez la doble
calificación de "sagra- |
da y profana" (7), a
partir de la base |
de una philosophia
perennis, para la |
investigación de todos los
fenómenos |
preternaturales (más
exacto que "sobre- |
naturales"), de los
místicos de las prin- |
cipales religiones, sin
dejar fuera los |
efectos obtenidos por el
estímulo de las |
drogas, hasta las
"Iluminaciones" de |
Rimbaud y las
"experiencias" memo- |
riadas de Proust. Pero no:
habrían bas- |
tado, fuera del
cristianismo, ejemplos |
como los de Buber y de
Tagore. Pues |
la verdadera búsqueda de
la trascen- |
dencia es más simple,
porque Dios no |
puede ser inalcanzable a
la mayoría |
de los sencillos de
corazón. Dios está |
más cerca, sin que sea
licito ni prove- |
choso hurgar en
deformaciones o reduc- |
ciones enfermizas o
fantasiosas de la |
divinidad, y sin que el
hombre que me- |
dita deba desplazar a Dios
para conver- |
tirse en dios de sí mismo.
La búsqueda |
ha de ser más serena. |
15 |
Dios está cerca, en lo más
íntimo de |
nosotros mismos, y en esta
intimidad |
resplandece, como en un
espejo, el Ser |
Supremo. Sólo que para
poder llegar a |
esta profundidad: |
«… es preciso ejercitar
constantemente la mirada hacia el valor, hacia |
lo auténtico, lo esencial,
lo justo, lo hermoso, lo grande, lo sano y lo salu- |
dable: hacia lo que
restaura, refuerza y construye» (B). |
Se trata, pues, de una
actividad, de |
un ejercicio. Yo basta la
lucidez crítica |
que se emplea en juzgar a
otros y más |
fugazmente, a nosotros
mismos, con lo |
que tantas veces nos
resignamos y tran- |
quilizamos, como si
comenzar a enten- |
der ya bastara. De muy
poco sirven |
esas intermitencias
lúcidas sin el esfuer- |
zo ordenado y
perseverante. Y en vano |
podemos mantener
perseverancia para |
lo bueno si solo
persistimos mientras |
perdura el halago de la
propia vanidad, |
o el engañoso gusto con
que nos recrea- |
mos en lo nuevo. |
El P. Tilman, en este
libro no dema- |
siado largo, logra recoger
y resumir |
una técnica fundamental
para que, a |
partir de la meditación
como ejercicio |
natural, podamos ser
conducidos hasta |
La adoración del divino.
Con razón |
está contenido de que su
ofrecimiento |
interesa a los hombres de
nuestro tiem- |
po, si toman en serio la
realidad de la |
vida y del propio existir
y si, desde la |
fe, buscan el contacto
personal con el |
Ser Supremo, Dios. Sólo
Dios disipa la |
soledad del hombre: sólo
Dios colma |
las exigencias más
profundas del ser y |
del corazón humano; sólo
Dios es padre |
y amigo. |
En los hombres de nuestro
tiempo se da un fenómeno sorprendente: |
aspiran a la meditación.
Cualquiera que ser su ideología y su fe, se |
dan cuenta de que, debido
a la tensión, al carácter estrepitoso y febril de |
La vida, están en peligro
de perder la mejor y más auténtica parte de si |
mismos, de sentirse
frustrados en lo más hondo, destruidos en su inte- |
rioridad. Por ello aspiran
a encontrar una guía que les conduzca hacia |
esa profundidad. En
muchos, además, se advierte un nuevo modo de pre- |
guntar y buscar el sentido
de la vida. Querrían estar preparados para |
afrontar realidades tales
como la transformación, la maduración, el amor, |
la muerte, la
consumación... Otros muchos buscan la vida en plenitud |
(Jn 10, 10), buscan la
unión plena con él (Jn 17, 23), más aún: vivir la rea- |
lidad última y arrolladora
de Dios, por él, en él; un vivir que constituye |
precisamente la auténtica
y definitiva realización. Este libro desearía |
poder satisfacer en lo
posible ese hambre de vida, ayudar a esa búsqueda |
ya esa aspiración (9). |
Este libro es una
pedagogía, es una |
compañía para aprender a
meditar. No |
se ha escrito para
satisfacer curiosida- |
des inútiles. Tampoco
viene a substituir |
el auxilio y consejo de
personas experi- |
mentadas en el arte de la
meditación, |
para introducir a los que
aprenden |
meditar, o aconsejarlos y
asistirlos en |
16 |
sus dudas. Pero es un
libro llamado a |
ser muy útil a los que
sólo de modo |
intermitente hubieran
intentado hacer- |
lo, o a los que, dándose
cuenta de que |
Dios les pide una entrega
más profun- |
da, desean encontrar la
manera de |
aprender a tratar con
Dios, partiendo |
de la propia realidad, sin
abandonar |
el lugar y las
obligaciones de la vida |
diaria. Son, como dice su
título, "ejer- |
cicios"... No es un
libro para curiosear |
en alguna de sus páginas y
luego guar- |
dar, sino que es un libro
para usar y |
"trabajarlo".
Luego bastará tener al la- |
do la Biblia o, como
mínimo, el Nuevo |
Testamento, y no
prescindir de la Euca- |
ristía participada. Y
luego la perseve- |
rancia... |
Se trata, en definitiva,
de aprender a |
respirar con el cuerpo...
y ¡con el alma! |
(1) Iniciación del niño en
el arte de meditar; La educación de la sexualidad; Iniciación en la vida cristiana. |
Todas publicadas por
Editorial Herder. |
(2) Publicado también por
Editorial Herder. Conf. también Introducción al Catecismo Católico, Hubert Fis- |
cher, de la misma
editorial, 1957. |
(3) Manual del Catecismo
Católico, de Gabrielle Miller y Josef Quagflieg, publicado por Herder. Es un co- |
mentario para el Nuevo
Catecismo Católico, posterior al Concilio Vaticano II. Conf. también Lo nuevo en |
«Nuevo Catecismo
Católico», Hubert Fischer y Alfred Gleissner, Editorial Herder, 1971. |
(4) Tilman, Iniciación del
niño en el arte de meditar, pág. 13. |
(5) Tilman, Iniciación a
la vida cristiana, pág. 17. |
(6) Karl Rahner, jesuita
alemán de 78 años, es uno de los teólogos más notables de nuestro tiempo. Aquí |
se hace referencia de una
entrevista de Reyes Mate, publicada en EL PAIS, 5 dic. 1982. |
(7) R. C. Zaehner,
Mysticism sacred and profane, Oxford University Press, 1980. |
(8) Temas y ej. de med.
profunda, pág. 29. |
(9) Ibid. pag. 9. |
Para juzgar las cosas es
preciso no sólo el |
conocimiento de ellas,
sino también poseer |
un sentimiento vivo de la
época en que se |
realizaron. ¿Y cuántos son
los hombres ca- |
paces de llegar a este
punto...? Muy pocos |
los que han conseguido
poner su entendi- |
miento a cubierto del
influjo de la atmósfera |
que los circunda; pero
todavía son menos |
los que lo alcanzan
respecto del corazón. |
Jaime Balmes |
17 |
Quien busca, encuentra |
TU CREES que el
Catolicismo |
es una meta, y no es |
no es más que |
un camino. Crees que el
dog- |
ma es un vallado estrecho,
y es un |
trozo de cielo abierto que
trasluce |
un halo luminoso e
iluminador al- |
rededor de un punto
obscuro. Je- |
sucristo, antes de afirmar
que era |
verdad y vida, dijo que
era cami- |
no. Buscar a oscuras y sin
camino |
y a tientas, equivale a no
dar jamás |
un paso adelante. Buscar
por un |
camino luminoso abierto
por Dios, |
es adelantar paso a paso
hacia la |
posesión de lo que buscas.
El cris- |
tiano no puede detenerse
jamás en |
su camino: debe luchar
para ir di- |
sipando las tinieblas
interiores y |
exteriores. El Creo en
Dios es el |
primer paso, y el último
será la |
Vida eterna. Quien no se
abre a la |
fe, va dando vueltas
errante, por |
que desprecia al guía
celestial; pero |
en el momento en que la
abraza, |
entra en el camino de la
búsqueda |
anhelante de la verdad. El
que |
cree, camina avanzando de
clari- |
dad en claridad, y la
misma visión |
creciente le lleva a amar
lo que |
busca, y a buscar más
intensamen- |
te lo que mayormente ama,
porque |
solamente el que ama,
busca seria- |
mente y de verdad. Y éstos
son los |
buscadores que agradan a
Dios, y |
los prefiere a los que se
sientan en |
la tiniebla y a la sombra
de la |
muerte, deseosos en
realidad de no |
encontrar la luz que dicen
buscar, |
porque temen ser
orientados hacia |
la verdad total y la total
pureza. |
El que busca, pero no
quiere en- |
contrar, en realidad no
busca. Aun- |
que puede hacer como que
busca, |
pero sólo para responder
dilatoria- |
mente al grito de la
conciencia, que |
exige una actitud
religiosa definida. |
EI que busca, encuentra.
El que no |
quiere hallar, y en
materia de reli- |
gión, el que no halla, sin
duda al- |
guna es que no busca. |
Carles Cardó, |
(traducción) |
Los apóstoles, al dirigir
en los bautizados, no olvidan que éstos son ya, por |
definición, convertidos,
de los que se tiene derecho a esperar normalmente |
una vida sin graves
pecados, vista la gracia poderosa que reciben. |
Alfons Kirchgaessner, C.
O. |
18 |
La música |
y el Oratorio |
EN cualquier manual de
Histo- |
ria de la Música se
encuen- |
tran referencias de san
Felipe |
Neri, y del Oratorio como
forma |
de composición musical
específica, |
surgida de él, compuesta
primera- |
mente por sus discípulos
Palestrina |
y Aminuccia y luego
imitada por |
casi todos los grandes
músicos. Pe- |
ro el Oratorio no fue
solamente el |
recinto de donde salió esa
compo- |
sición que reprodujo su
nombre, |
sino que también la ópera
―la pri- |
mera fue estrenada en el
Oratorio |
romano―, aunque con
base a temá- |
tica religiosa, es hija
del Oratorio y |
en el año 1966, en el
mismo Orato- |
rio de Roma, y por el
impulso del |
p. Carlo Gasbarri, se
estrenaba la |
primera "misa
rock", que vino a |
romper la rigidez de las
músicas |
clásicas entendidas como
compati- |
bles con la liturgia. Pero
es preciso |
hacer notar que no se
pretendía |
eclipsar ni las músicas
litúrgicas |
renacentistas y barrocas,
ni menos |
el cultivo del gregoriano,
siempre |
amado. |
En estos días navideños,
en notas |
esparcidas por la prensa,
y en apa- |
riciones recogidas en
otros medios |
de comunicación, nos damos
cuen- |
ta que el cultivo de la
tradición |
musical oratoriana sigue
vivo. Bas- |
taría la mención del Coro
de San |
Felipe Neri, de Sevilla, y
los con- |
ciertos navideños del
Oratorio bar- |
celonés, desde antiguo tan
relacio- |
nado con el Orfeó Catalá,
y la co- |
laboración que con su
fundador |
Félix Millet mantuvieron
primero |
el p. Lluís M. Valls y
luego el p. |
Jaume Garcia Estragués. Y
tam- |
bién en estos días, en la
ciudad de |
Brescia (Italia), y desde
la Asocia- |
ción Musical de los Amigos
del |
Oratorio bresciano, se
publica un |
concurso, con estimables
recom- |
pensas, para premiar una
mono- |
grafía inédita sobre las
Tradiciones |
Musicales Filipenses, y al
que pue- |
den optar estudiosas de
cualquier |
nacionalidad. |
Somos de tal condición,
que el progreso y desarrollo |
de nuestra persona sólo se
asegura cuando nos sacri- |
ficamos por otro, o
trabajamos en una obra solidaria. |
J. Henry Newman, C. O. |
19 |
CONCIERTOS |
DE NAVIDAD |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
Domingo, 9 de enero, a las
8 de la tarde, |
CORAL DE ALBACETE |
Director: Ramón Sanz
Vadillo. |
Domingo, 16 de enero, a
las 8 de la tarde, |
ORFEÓN DE LA MANCHA |
Director: Julio Sorribes
Manzana. |
LAUS |
Director Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta San Felipe Neri, 1
- Apartado 182 Albacete D.L. AB 103/62 - 6.1.83 |
20 |
|