Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 206. OCTUBRE. Año 1983
SUMARIO
EDUCAR no sólo es hacer el bien a los más jóvenes,
sino hacérnoslo a nosotros mismos, aunque de nos-
otros nos olvidáramos. Y es, también, perpetuarnos
en los demás, aunque luego nos olviden. Educar es
hermoso porque es más que vivir la sola propia vida, pues
depende de lo que seamos y sepamos ayudar a ser a los
demás y en los demás, y los demás en nosotros. Comienza
el curso: niños, jóvenes, familias, escuelas, libros, catecis-
mos...; todo para que la verdad del hombre, del mundo, de
Dios, entre en la dinámica de la vida y para que la vida
sea una verdad.
FRATERNIDAD
PARA SER Y AYUDAR A SER
INTUICIÓN EDUCATIVA DE S. FELIPE NERI
FE, NATURALEZA Y EDUCACIÓN
EL PADRE OGGÈ
DE «DIÁLOGOS» ENTRE ESTUDIANTES
LA EDUCACIÓN FAMILIAR
1 (121)
Ecos de la Palabra:
FRATERNIDAD,
SALMO 65
Dios de fraternidad universal,
¿quién no se siente arrebatado de entusiasmo
ante la certidumbre de tu obra liberadora
que supera y hace inútiles todos los sistemas
basados en el principio del más fuerte?
Feliz el pueblo que, a la hora de la crisis,
confió más en ti que en los programas
de restauración económica...
Por ti se oyen gritos de júbilo
en los sectores más míseros de nuestro planeta:
ya no se llamará nación culta
a la que despliega mejores medios de influencia,
ni se llamará pueblo desarrollado
al que posee técnicas más poderosas de producción.
El desarrollo y la cultura estarán contenidos
en la sabiduría de admirar y de compartir.
La admiración nos llevará a respetar y a comulgar
los valores de otras culturas distintas a la nuestra.
La admiración nos volverá a enseñar a hacer del espacio natural
una casa habitable para el hombre...
Jamás se volverá a oír hablar de escasez o de hambre;
jamás se volverá a creer en la necesidad de la guerra;
jamás un país se impondrá por la fuerza a otro país
ni un hombre por la astucia a otro hombre, ¡jamás!
Antonio López Baeza
2 (122)
Para ser
y ayudar a ser
LLEGAR A ser no consiste en sen-
tirse satisfecho tras lo vano del
ascenso o el aplauso alcanza-
do, ni en la seguridad de la ins-
talación mantenida y reconoci-
da. Para los hombres, ser es desa-
rrollar las virtualidades con que Dios
ha dado origen a cada uno de noso-
tros. Esas virtualidades, como el res-
to de la obra de Dios, permanecen
constantemente abiertas (lo que no
entiende el perezoso y el vanidoso)
para ulteriores desarrollos y perfec-
cionamientos, a pesar de las eviden-
tes limitaciones de fuerzas y de tiem-
po propias de la condición humana.
Ello es la razón de por qué ha de ser
cada uno diligente en educir ―educir
es sacar fuera de sí mismo, es edu-
car...— o desarrollar el propio ser
transmitiendo su experiencia de ser
a los demás, para ayudarles y a la
vez favorecer el desarrollo total de
la humanidad, según el orden pro-
gresivo que Dios ha imprimido en su
obra creadora y salvadora (liberado-
ra). Se trata de ser educados y de ser
educadores. Se trata de llegar a ser
y de ayudar a otros A lo mismo. Taren
sin limite a la cual está condicionado
el logro de la mayor dignidad del
hombre, su libertad. Otras cosas que
lleven el nombre de libertad, hola
mente pueden ser atrasos, mentiras
o disimuladas esclavitudes.
Cuando el hombre se inhibe o re-
nuncia a esa tarea, se denigra, por
que cede al impulso ciego de sus pa-
siones: pereza, envidia, mentira de
la vanidad y, sobre todo, miedo
verdad que evitar verdad de sí mismo
y verdad del mundo. Ega ignorancia
no la podría suplir ni con la invoca-
da verdad de Dios, porque Dios pasa
por cada uno de nosotros mismos y
por todo lo que nos envuelve. De don-
de la nobleza y la urgencia de la edu-
cación. Nietzsche ya había dicho que
el hombre es un ser miedoso, espe-
cialmente de la verdad, y, con fre-
cuencia, cobarde frente a ella. Edu-
car es hacer valientes a los demás,
es enseñarles la serena y constante
valentía frente a la verdad, de sí mis-
mos del mundo, de Dios. Todo su-
puesto precipitado e implícito, será
caduco, y tampoco vale la valentía
bravucona, porque es otra forma de
cobardía. Educar es preparar para
la libertad, y no es cierto solamente
lo que dice el Evangelio, de que la
verdad os hará librear, sino que lo
es también que solamente puede li-
berar verdaderamente a los demás
el que comience por ser libre él mis-
mo.
3 (123)
Intuición y experiencia educativa
en el apostolado de san Felipe Neri
QUISIÉRAMOS saber resumir la
tesis con que, hace unos pocos
años, se graduaba en la Facul-
tad de Letras de la Universidad de
Roma, el padre Gaetano Angilella,
porque acertaba a presentar a san
Felipe, visto desde una faceta que le
es esencial, y que otros habían des-
cuidado: san Felipe Neri fue un edu-
cador, y su apostolado, en realidad,
fue un discipulado antes que el des-
arrollo de un conjunto de actividades
organizadas. En sí mismo aunaba un
estimable nivel cultural y teológico
(del que nunca se mostró ostentoso,
ni utilizó para medros u honores) y
una intuición y simpatía que le facili-
taban el contacto con los demás y la
comprensión de los espíritus. Llegó a
ser el maestro, primero de unos pocos,
y luego de un grupo más extenso,
hasta dedicar más de medio siglo de
su vida, para ayudar a descubrir y
luego acompañar a los romanos de su
tiempo, por la senda del Evangelio.
Con una particularidad: sin renegar
del humanismo imperante, que dio
lugar a la cultura renacentista, cuyos
valores esenciales se debían salvar
porque, purificados de la exageración
pagana, eran valores sagrados.
El respeto de la persona humana, su libertad espiritual, la bondad
de la naturaleza y la alegría de vivir en esta tierra, mientras este
vivir sea disciplinado y moral, eran valores que, resurgidos de una
cierta sombra de descuido medieval, volvían felizmente a la actua-
lidad, y no estaban en oposición con la vida cristiana que nos pide
que «sirvamos al Señor con alegría».
San Felipe se encuentra en perfecta armonía con sus predece-
sores humanistas, no porque conozca sus obras y métodos (la im-
prenta era sólo incipiente), sino porque su temperamento de edu-
cador vocacional, se había enriquecido con la visión gozosa de la
4 (124)
existencia que Florencia, saturada de humanismo, le había permi-
tido respirar.
Luego vendría la inspiración divina,
el instinto del genio, que completaría
las virtualidades naturales del santo.
Puede decirse que en él se logró la
síntesis del sano humanismo con el
espíritu cristiano. Algo difícil de con-
seguir en aquella época revuelta y
crítica a la vez, parecida, en muchos
aspectos (especialmente en el campo
de las ideas), a la tormenta agnóstica
del siglo II de nuestra era.
San Felipe inicia su apostolado co-
mo si fuese un amigo de los que se le
acercan. Por otra parte, era lo mismo
que había hecho Jesús. Otros habrían
perdido el tiempo o disipado energías
en conversaciones inútiles, o vanida-
des, o vicios...
San Felipe iba a la casa de los amigos a buscarlos, o los encontraba
en la puerta de las iglesias, o en las tiendas, o por las calles, condu-
ciéndolos, con su trato, hacia la altura de un ideal superior de vida.
Pero muy pronto fueron los demás a buscarle a él, apiñándose junto
a él y convirtiéndose en discípulos. Así llegó a formarse un grupo
que tuvo por centro la iglesia de san Jerónimo de la Caridad, donde
residía, con el buen sacerdote Persiano Rosa, amigo y guía para él...
Eran diez, quince, conversando sobre
un tema espiritual, de manera cordial,
libre y espontánea. Existían otras for-
mas mejor organizadas o más austeras
y enérgicas, que surgieron como reac-
ción a la necesidad de reforma de la
Iglesia; pero san Felipe prefirió ese
estilo más sencillo que, a la larga, re-
sultó, para la ciudad de Roma, el más
eficaz. A pesar de que, con los años,
creció la importancia de las activi-
dades de lo que se vino en llamar «el
5 (126)
Oratorio del Padre Felipe», con-
servó constantemente la sencillez
alejada de ostentación y pretensio-
nes sorprendentes que, algunas
veces, también cautiva o atrae a
los menos espirituales o más in-
conscientes, en las mismas cosas de
Dios.
En la escuela del Oratorio, regida por la sabiduría y prudencia
de Felipe, todos pueden tomar la palabra y manifestar su pensa-
miento u opinión, porque vive y se alimenta del respeto a la per-
sona y de la libertad.
El Oratorio, en todas sus manifestaciones (oración, estudio,
arte, recreación, cultura) se mantiene fiel, no sólo al respeto de la
personalidad de cada uno de los participantes y sus temperamen-
tos, sino que todas sus manifestaciones se desenvuelven en la ale-
gría, en la serenidad y en la libertad evangélica.
Parece como si allí revivieran felizmente, en una atmósfera
más moderada y más cristiana, la que era propia de las famosas
Academias florentinas, con sus cenáculos de filósofos, literatos y
artistas que, en el corazón del Renacimiento, tanto humanismo
promovieron y tanta cultura difundieron en varias de las ciudades
y cortes italianas. Pero lo que distingue al Oratorio, es que en él,
tales actividades enriquecedoras no son sólo destinadas a filóso-
fos, literatos y artistas, o sólo para nobles, sino para todo el que
quiere participar en el banquete de la cultura y la sabiduría para
alcanzar mejor a Dios.
Las corrientes de la educación actual vemos que coinciden
con el espíritu de que se valió san Felipe para dar vida a la suya:
los derechos inviolables de la persona humana y su libertad pa-
recen descansar sobre los mismos que Felipe cimentó en su estilo
y en su obra, que supo templar y equilibrar para que, no solamen-
te fuese humanística, sino también cristiana.
El padre Angilella cree que, tam-
bién para nuestro tiempo, continúa
siendo cierto que una educación
que disponga para el uso respon-
sable de la libertad en los hom-
bres, es el medio para que puedan
encontrar la justicia, la paz y la
felicidad.
Educar es transmitir a otro, con abnegado amor',
la resolución de desarrollar, de dentro a fuera, su
capacidad de recibir y de forjar valores.
Spranger
6 (126)
FE,
NATURALEZA
Y EDUCACIÓN
Baden Powell (1857-1911), ex-general inglés fundador de
los "exploradores", se retiró por voluntad propia del ejército
para consagrarse por entero al movimiento "scout", por el
que pretendía ofrecer un medio de educación a la juventud
de nuestro tiempo, basado en la naturaleza, contemplada y
tratada desde la perspectiva de la fe, pues él era un creyente
convencido. Las palabras que siguen son suyas, y resumen
admirablemente su espíritu y su proyecto.
MUCHAS de entre las gentes
que viven en las ciudades,
jamás, o rara vez, llegan a
darse cuenta de la NATURALEZA.
Sus ojos parece que estén acostum-
brados a ver solamente escaparates
de tiendas, anuncios luminosos y
gente de la calle. Pero las personas
que han vivido en contacto con la
NATURALEZA, descubren la belleza
de ésta. El hombre que permanece
ciego ante las bellezas de la NATU-
RALEZA, pierde la mitad del placer
que la vida le ofrece. La NATURA-
LEZA es una escuela en la cual las
diferentes inteligencias aprenden
muchas cosas: uno, por ejemplo,
expresará su concepto de la NATU-
RALEZA a través de la poesía, otro
lo hará por la pintura, pero todos
con un amor lleno de paz.
Puedo comprender que un hom-
bre que pone su vista en la tierra
sea ateo. Pero no puedo compren-
der que un hombre que levanta su
vista al cielo en una noche serena
pueda decir que Dios no existe. La
contemplación de la NATURALEZA es
el gran antídoto contra el ateísmo.
En el contacto con la NATURALE-
ZA se fomenta otra virtud necesaria
para ser una persona religiosa: la
humildad. Al contemplar la majes-
tuosidad y grandeza de las cosas,
el hombre se siente pequeño y li-
mitado ante todo lo que ve. Pierde
un poco de su orgullo y se pone
en aptitud de aceptar a alguien
7 (127)
superior a él. Las plantas en todas
sus especies, con sus flores, corte-
zas, follajes y frutos. Los animales,
con sus especies y hábitos. Las es-
trellas, con sus órbitas fijas en el
espacio, nos dan la primera con-
cepción del infinito y de la inmen-
sa obra del Creador, en la cual el
hombre no es más que una ínfima
parte. Todo esto tiene gran fascina-
ción para la juventud, lo cual atrae
su curiosidad, su poder de obser-
vación y le conduce directamente
a reconocer la mano de Dios en las
maravillas del Universo, con sólo
que haya una persona que se las
muestre.
Siempre existe un atractivo es-
pecial en la vida al "aire libre". EI
hombre que ha crecido entre las
grandes obras de la NATURALEZA
cultiva la verdad, la independen-
cia y la confianza en sí mismo.
Tiene impulsos de generosidad y
de lealtad para con sus amigos y
con la patria. Los hombres se con-
vierten en caballeros por el contac-
to con la NATURALEZA.
«Si fuera rey de Francia, no per-
mitiría a ningún niño de menos de
doce años ―cita a Alejandro Du-
mas— entrar en la ciudad». Hasta
esta edad los niños deberían vivir
al aire libre, en los campos, en los
bosques, en compañía de perros y
caballos, cara a cara con la NATURA-
LEZA que fortalece el cuerpo, abre
el espíritu y la inteligencia, poetiza
el alma y desvela en ella una cu-
riosidad más preciosa para la edu-
cación que todas las gramáticas del
mundo. Comprenderían tanto los
ruidos como los silencios de la no-
che, tendrían la mejor de las reli-
giones, la que Dios mismo revela
en el espectáculo mágico de sus
milagros diarios. Hay que enseñar
al niño endeble de la ciudad que,
por encima del techo del cine, bri-
llan las estrellas.
Fijándose en el espíritu de la NA-
TURALEZA, presente en los bosques,
el alma mezquina de los hombres
se desarrolla y se abre. La vida al
aire libre es, por excelencia, la
escuela que enseña a comprender
las maravillas de un universo ma-
ravilloso.
El vivir en medio de la NATU-
RALEZA que Dios nos ha dado, en-
tre montañas, árboles, pájaros, bes-
tias, mar y ríos, nos proporciona
salud y felicidad, realidades que no
se pueden conseguir entre muros
de tabique y el humo de las ciuda-
des.
La política es una parte de la cultura y no lo contrario.
M. Kundera
8 (128)
EL PADRE OGGÈ
EL padre Oggè ha muerto santa-
mente, no exento de dolores,
pero sintiendo la emoción de
la cercanía de Dios y con la sonrisa
ya sin palabras para los que podían
leer en sus ojos los pensa-
mientos del corazón. Es-
tuvo muchas veces entre
nosotros, y le tenemos
muy especiales motivos
de gratitud. Su sencillez
escondía tesoros que los
mejores amigos podrán
ahora ir descubriendo.
Pucs no sólo le es deudo-
ra la juventud que fre-
cuentaba el Oratorio de
Mondovì, sino todo el Oratorio en
general, del que fue Visitador Dele-
gado de la Sede Apostólica, sólo por
obediencia a la misma y aceptándo-
lo entre lágrimas, en un momento
de especial trascendencia para la
obra de san Felipe. Como buen hijo
suyo (al igual que Baronio, Ancina,
Tarugi...) había efectivamente hui-
do siempre de cargos y honores, y
humilde y sencillo, pocos días antes
de caer en el lecho de muerte, aún
seguía siendo el primero en bajar a
abrir la iglesia y servirla como sa-
cristán de todos, sin afectación algu-
na. Poco antes de morir había escri-
to a un amigo: «Ahora que dispongo
de tiempo para pensar, vuelvo la
mirada hacia las crónicas filipenses
del 1600, y me parece que tanto la
Vallicella como san Jerónimo de la
Caridad eran cenáculos de espiri-
tualidad altísima, de fraternidad go-
zosa y de desprecio de todo lo que,
incluso con pretextos religiosos, al-
gunos llaman promociones huma-
nas, pero que en realidad son vani-
dades y poderes de este mundo. Que
el Señor nos ayude a reedificar, en el
Espíritu Santo, aquella
espléndida realidad y
nos haga desprendidos
de todo lo que es vano».
En un periódico local,
un discípulo y amigo su-
yo, el Dr. Giuseppe Basi-
glio, escribía con juste-
za y rotundidad: «Era
un sacerdote inteligente,
culto, humilde, sensible,
valiente, dinámico, ge-
neroso, concreto, cordial, profundo
conocedor de la psicología humana
y en particular de los jóvenes, siem-
pre sonriente y siempre disponible
para todo y para todos, en la alegría
y el continuo espíritu de oración...
De él hemos aprendido no sólo que
lo que importa es hacer las cosas,
sino cómo hacerlas bien, hora tras
hora, manteniendo la continua rec-
ta intención en busca de la volun-
tad del Padre, significada o de be-
neplácito, en el mal, especialmente
en la incomprensión, en la soledad,
en la contrariedad cualquiera que
sea, en la fatiga, en el sufrimiento
físico o moral, en la total entrega a
Dios y al prójimo, dando continuas
gracias a la Providencia... Nos con-
forta sentir su presencia, dispuesto
todavía a ayudarnos con su estilo,
en espera de volverle a abrazar».
También nosotros, en el Oratorio
del cielo, con san Felipe.
9 (129)
DE «DIÁLOGOS» ENTRE
Y PARA ESTUDIANTES
TAL vez porque escribiera en latín, Juan Luis Vi-
ves (1492-1510) tuvo ya en su tiempo reconocida
fama de filósofo y pedagogo en toda Europa. Des-
de su cátedra de Oxford, sin renunciar a su inter-
nacionalismo cultural, no se olvida de la ciudad
donde nació. Y Vives, que tiene algo de Platón, al-
go de san Agustín y algo de Ramón Llull, escribe
los Diálogos, que son conversaciones entre estu-
diantes en los que se refleja el ambiente de su Va-
lencia universitaria nativa. Precisamente enton-
ces, allí mismo (1521), se acababa de imprimir el
Blanquerna de Llull, al que tampoco había basta-
do su Mallorca original, ni su lengua, a pesar
su ferviente profesión universalista pregonada en
la universidad de Paris, un par de siglos antes. En
estas páginas ponemos algunos textos del huma-
nista valenciano, extraídos mayormente de los
Diálogos, según la traducción de Coret y Peris.
Hay filósofos que lo son sólo
en los vestidos, mas no en el
juicio y entendimiento.
El camino más breve para la
ciencia es el cuidado de oír.
El hombre ocioso es como una
piedra; el ocupado en lo que
no debe, como una bestia; el
bien ocupado es verdaderamen-
te hombre.
Las riquezas no son bienes ver-
daderos; pues, si lo fueran, los
mercaderes y usureros serían
mejores que los hombres sabios.
—Hay quien cree que ha llegado
a los comparativos, no habiendo
todavía aprendido los positivos.
―Aprende, niño, cosas que te ha-
gan más sabio: las voces son
indicios de ánimo entre los
presentes, las letras entre los
ausentes.
―¿Cómo darán cosa de doctrina
y de virtud los que jamás la
vieran de sus ojos?
―No sé si es bien que el hombre
cristiano tome las armas en las
manos.
—Pasa los días de modo que no
ofendas la virtud de otro, ni
otro la tuya.
—El vulgo no se diferencia por los
vestidos y riqueza, sino por el
buen modo de vivir y el cabal
10 (130)
juicio de las cosas.
—De pan, cuanto queramos; de las
viandas cuanto basta, no para
hartar, sino para alimentar... El
hartarse es de bestias, no de
racionales.
—No busques regalo en donde
debes aprender e instruir los
ánimos en la virtud.
—Es verdadero descanso y quie-
tud de ánimo vivir estudiando.
—La limpieza del cuerpo convie-
ne, no sólo para la salud, sino
para el entendimiento.
—El hombre ha sido creado para
cosas serias, y no para chanzas
y juegos.
—Mientras tienes el vino en el
vaso puedes hacer de él lo que
quieras; cuando está en el cuer-
po él hace de ti lo que quiere.
—A Dios, a los padres, y a los
maestros, nunca les podemos
pagar el bien que nos hacen.
—Nunca podemos devolver tanto
como recibimos.
—El buen juicio lo dan la edad,
la educación y la experiencia.
—La adulación es causa que nin-
guno jamás puede oír la verdad
que aproveche, ni de sí mismo
ni de su compañero, si no es,
acaso, con motivo que riñan;
pero entonces lo que se dice, no
se dice como verdad, sino como
afrenta.
―La razón de toda la vida, ¿cuál
es? La buena conciencia e in-
tención. ¿Qué otra puede haber
mejor? La piedad, la compasión
y misericordia, en la cual se
comprende la rectitud de áni-
mo y es la que sazona y suaviza
las cosas adversas, arduas, fáci-
les y medianas.
—Los vicios son señores más pe-
sados e insufribles que cuales-
quiera hombre malvado y per-
verso.
11 (131)
Documento:
LA EDUCACIÓN FAMILIAR,
DIEZ PROPUESTAS
EN EL NÚMERO 66 de la revista coruñesa «PADRES Y MAESTROS»,
publicaba José Mº Garcia de Dios un artículo con el título «Las líneas
maestras de la educación familiar. 10 formulaciones sugerentes sobre
la educación familiar en libertad». Pensamos en la utilidad que pueda tener
para padres que nos lean, especialmente si son todavía jóvenes. El texto com-
pleto de dicho artículo rebasaría los límites a que nos condiciona el espacio
disponible y, por ello, intentamos resumir las principales ideas del mismo,
que ofrecemos a continuación.
Es frecuente la experiencia de la pareja de recién
casados que estrenan hijo (¿o cachorrito?) y con
posturas personales más emotivas que ilustradas y
más anti-algo que fundamentadas, empiezan a asis-
tir a la experiencia de la vida del hijo «sin contra-
riarle en nada», «dejando que haga siempre lo que
quiera», «no impidiendo en momento alguno su de-
sarrollo espontáneo»... para, al fin de los tres o cua-
tro años, escuchar siempre, o casi siempre, la misma
lamentación: «me parece que nos hemos equivoca-
do; con el segundo ya no lo haremos igual».
El equivoco
Permitir es "no impedir". Pero es completamente
distinto no impedir el disparate que no impedir el
desarrollo. Reprimir es "impedir". Pero es comple-
tamente distinto impedir la reacción incontrolada,
instintiva y casi a nivel de ímpetu desde el incons-
ciente, a impedir la expresión y comunicación legí-
tima, vital y enriquecedora.
12 (132)
Los equívocos pueden surgir a nivel de apariencias o a
nivel de realidades. Creemos que todo el mundo puede ha-
cer y decir cuanto le plazca, pero en realidad, la eran ma-
yoría vive al dictado de imposiciones ostentosas o solapa-
das, y a quien se singulariza alejándose de lo que impone
la publicidad, o se le intenta englobar como bandera o
producto de consumo, o se le destierra del mundo de los
"normales" y adaptados. Y cuando alguien nos cuenta
la historia de su propia educación, con demasiadas apa-
riencias de represiones, chantajes y coacciones, ¿no pue-
de ocurrir que pase por alto, probablemente, las infinitas
alternativas despreciadas, no profundizadas o escamo-
teadas, que fueron la razón o parte de la razón de su per-
sonal fracaso?
Deshilvanemos el término "educación" en algunas de
sus variables.
1
Educar es
adiestrar
Educar es crear hábitos que garanticen, casi automáti-
camente, los comportamientos futuros.
Hábitos logrados con insistentes reiteraciones, incluso
sin voluntariedad consciente, o motivados por ese juego
alternante de premios y castigos. A veces vale tanto como
domar. Los principios, los valores que pueden contener
implícitos esos hábitos, se dan por supuestos. En este su-
puesto, sobre todo en los estadios infantiles, no se cuenta
para nada con el educando; ni se puede hablar de "edu-
cación en libertad" porque más bien parece que se pre-
feriría que el hombre no fuese libre para poder garantizar
mejor el futuro de las personas desde la infancia. Tales
hábitos podrían comprender toda la gama de comporta-
mientos: desde la urbanidad en la mesa hasta la conduc-
ta religiosa.
Pero existe también el reverso: el adiestramiento que
hace posible la libertad: piénsese en la enorme disciplina
del estudiante de piano haciendo ejercicios de digitación
hasta alcanzar un automatismo dócil a la expresión inter-
pretativa; o la creación de hábitos y técnicas de estudio,
de observación, de expresión, indispensables para adquirir
personalizadamente la cultura o, simplemente, la eficacia
en la comunicación con los demás. En el primer caso el
adiestramiento no sólo puede alcanzar la forma del músi-
co que interpreta fielmente al compositor, sino que además
13 (133)
re-cree la pieza que traduce en sonoridad interpretativa;
en el caso del buen estudiante, no sólo adquiere conoci-
mientos que almacena, sino que los transforma en cultura
que personaliza, o, al expresarse, no sólo transmite con-
ceptos, sino que comunica su espíritu e influye en el de los
demás.
Todo esto, y otros desarrollos humanos parecidos, no
se consiguen sin adiestramiento; no los logra el perezoso,
indisciplinado y facilón.
2
Educar es
transmitir
Educar es entregar bloques de ideas sistematizadas,
enseñar a descubrir y a aceptar jerarquías de valores, es
ayudar a interpretar el cosmos, la historia y los modelos
humanos (personajes). Hay muchas cosas por hacer, pero
antes hay que mostrar las cosas que ya están hechas, no
para despertar la codicia glotona del aprovechado, sino la
gratitud y el buen estímulo para, a la vez, continuar la
transmisión.
Aquí tienen su papel las técnicas de transmisión que
cada vez las tenemos mejores. Lo cual, indudablemente se
presta a las ya citadas ambigüedades, que la presencia
del educador atento ha de descubrir y procurar evitar en
aras de un desarrollo positivo, puesto que no todo está en
la eficacia de la transmisión, sino en la calidad objetiva y
moral de lo que se transmite y de los valores con que se
interpreta.
3
Educar es
adaptar
En este contexto se concibe la educación como un pro-
ceso de capacitación del niño, o de una generación para
adaptarlos a la sociedad en la que les ha tocado vivir.
El educador les da el idioma y además los elementos
culturales que les hace comprensible el mundo que les
rodea. Pero esto es lo mínimo, porque por adaptarse se
entiende no sólo estar en el medio, sino medrar, ascender,
lograr los puestos de influencia y privilegio. Para ello se
emplean todos los recursos o trucos para situarse mejor,
desde las amistades de los niños de hoy en relación a las
influencias de los hombres de mañana, hasta el distancia-
miento y marginación clasista, para no perder o tener que
compartir los privilegios sociales, o para asaltarlos más
cómodamente.
14 (134)
Ciertamente que la marginación de una persona en la
sociedad no es un bien: pero tampoco lo es el conformismo
holgazán. Y adaptarse no sólo es capacitarse para inte-
grarse en la sociedad, sino realizarse en ella y entrar en
ella para mejorarla. Lograr ese equilibrio es difícil, como
todos los equilibrios, pero es el prudente.
4
Educar es
hacer posible
el desarrollo
Se trata de hacer posible el desarrollo de la persona:
crear una atmosfera sana, potenciar la originalidad que,
como en una sernilla, rica de fuerza vital, se contiene en
la herencia recibida por el educando. Educar es permitir
crecer. Un árbol, para que crezca mejor, ha de ser podado;
pero no crece con sólo ser podado. Sin alguna represión
la educación es imposible; pero toda razonable represión
ha de tener en cuenta la capacidad de decisión del cons-
ciente del educando.
Educa todo aquello que se comprende afectivamente.
El clima de la educación es la actitud comprensiva, la
aceptación incondicional de la persona para ser ella mis-
ma y para vivir experimentalmente como propio el acervo
que recibe y le ayudamos a descubrir. La experiencia del
adulto no puede suplir absolutamente la inexperiencia del
niño y del joven, pero puede ayudarle y conducirle para
que se haga experto. El educando no es un "enterado", sino
un ser humano "experimentado".
5
Educar es
informar
La educación de un ser humano es como un proceso
de maduración. No se produce súbitamente, sino sucesiva-
mente, pues ni puede darse, ni puede descubrirse todo de
una vez. Es preciso ordenar, seleccionar la información
que se da al educando, lo cual requiere acierto y pruden-
cia, sentido de la proporción y lacto. Ha de ser seleccio-
nada la información precisamente para que pueda ser
integrada, estructurada coherentemente. Y el educador ha
de ser honesto tanto como el educando, pues se trata no
solamente de un medio para adquirir el desarrollo perso-
nal, sino los útiles de la creación, de la relación y de la
comprensión de los demás.
Se madura actuando. El solo curso de los años de vida,
no proporciona madurez; la madurez no es algo previo a
la actuación, sino la capacidad para realizar el propio
15 (135)
proyecto de vida, al que ayuda, como guía, la informa-
ción recibida.
Cuando decimos información, no sólo nos ceñimos a la
acción de padres y educadores, sino a la regulación y se-
lección que éstos ejercen en otros medios generales ―radio,
TV, prensa, espectáculos...―, no creados por ellos o, de
iniciativa suya, pero cuyo alcance pueden regular. No se
puede prohibir todo, pero no sólo hay que seleccionar lo
que se permite, sino enseñar a seleccionar lo que libre-
mente se puede elegir.
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Enseñar
a elegir
Y hemos dicho "elegir". Educar es enseñar a elegir.
Son legión los indecisos y los que eligen mal. Una buena
educación ayuda al aprendizaje en la toma de decisiones,
enseñando a puntualizar los objetivos de las mismas y,
sobre todo, iluminando ese submundo de las verdaderas
motivaciones de nuestras decisiones.
Hay que hacer comprender que, una buena decisión,
para que lo sea, ha de tomarse sin condicionamientos, que
suelen traducirse en ansiedades antes de tomarla, o refle-
jos de la voluntad después de tomada. Condicionamientos
exteriores: prestigios, chantajes de personas, estímulos
económicos... O condicionamientos interiores: mecanis-
mos de compensación, tendencias instintivas racionaliza-
dísimas para que aparenten lógicas y resplandecientes de
limpieza.
Hay que enseñar a disponer cuerdamente de la pro-
pia vida, y no a que la vida disponga del ser voluble. Es
cierto que la vida real comporta no pocos condiciona-
mientos, pero lo importante es la reacción personal ante
los mismo.
LO QUE LOS HIJOS PIENSAN
A los 5 años: El Padre lo sabe todo.
A los 10 años: El Padre sabe mucho.
A los 15 años: Nosotros sabemos tanto como el Padre.
A los 20 años: El Padre sabe poco.
A los 30 años: De todos modos, podríamos pedir consejo al Padre.
A los 40 años: Bien pensado, el Padre sabe algo.
A los 50 años: El Padre lo sabe todo.
A los 60 años: ¡Ah, si pudiéramos pedir consejo al Padre!
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Para comprender la importancia de esta faceta de la
educación, bastaría decir que nuestras decisiones abarcan
la vida entera: grandes opciones, como pueden ser el
matrimonio, el consagrar la vida a Dios, la profesión, la
pertenencia a la Iglesia...: pequeñas opciones, no sin im-
portancia, como la inversión del dinero, vacaciones, apa-
riencia exterior...
Seria un error reservar la educación para decidir sólo
en los asuntos mayores, y descuidarse en lo que se consi-
dera menos importante. La grandeza de un carácter bien
formado suele comenzar o acabar en lo que parece menos
importante y que los superficiales o pobres de voluntad,
desprecian por alergia al esfuerzo.
7
Experimentar
satisfacciones
Pero decir que hay que educar la voluntad para que,
aun con sacrificio, sea capaz de tomar decisiones, podría
parecer masoquismo, o dar lugar a planteamientos erró-
neos, pseudoascéticos, puesto que el sufrimiento, en sí, no
educa propiamente. Hay psicologías deformadas que fá-
cilmente confunden el esfuerzo con el sufrimiento. Se ha
podido demostrar que los que han estado mejor prepara-
dos para arrostrar grandes sufrimientos han sido aquellos
que, con el precedente de una infancia feliz y una adoles-
cencia satisfactoria, han podido madurar adecuadamente.
Seria absurdo entrenarse con privaciones injustificadas
en previsión a futuribles privaciones imaginadas, que nun-
ca sucederán. Una buena motivación y, por supuesto, un
criterio de evaluación positiva de lo que hacemos, es la
satisfacción que nos produce. Lo cual no nos dispensa de
tener en cuenta los distintos niveles de satisfacción para
rechazar los malos o perjudiciales. Pero no se puede olvi-
dar que constituyen satisfacciones fundamentales: crear,
aprender, expresarse, comunicarse, amar, sentirse acepta-
do y comprendido, haber superado una dificultad por el
propio esfuerzo... De donde, una buena educación tiene
que pasar por la experimentación de todas estas satisfac-
ciones.
8
Enseñar
a valorar
Educar no es llenar la memoria de datos e informa-
ciones para archivar, retener y reproducir; sino hacer que
se llegue a reconocer, comprender, aplicar, analizar, sin-
tetizar, relacionar, valorar.
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El educando no sólo ha de ser receptivo, sino que ha de
recibir y descubrir para poder responder, captando unos
valores, jerarquizándolos y organizando la propia vida
conforme con esos valores. Lo difícil puede ser, especial-
mente en nuestro tiempo, determinar cuáles son estos va-
lores, porque los equívocos abundan. (Por ejemplo, la au-
toridad para algunos es simplemente un poder, para otros
deriva del valer).
Se habla mucho de compromiso, pero el verdadero
comprometerse deriva de la valoración que motiva y con-
creta el compromiso.
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Para ser
libres
La libertad no se concede al hombre, ni por los padres
ni por autoridad alguna. En hipótesis todos admitimos que
hemos nacido libres. No obstante, la sola proclamación de
tal supuesto o la adhesión a ese ideal, no basta para un
El arte está comprendido en la naturaleza de las cosas.
El hambre es la mejor salsa y la que sabe mejor.
Todo se vende por dinero.
No hay cosa más aborrecible que la desvergüenza.
No hay cosa tan fácil que no sea difícil si la hacéis
de mala gana.
Para algunos la bolsa es garganta, y el dinero
sangre y vida.
Cada uno debe sentir de sí, no honoríficamente, si con
moderación, o por mejor decir, humildemente, que éste
es el fundamento firme y propio de la educación, y muy
buena y verdadera cortesía. Que por esto debe procurar
cultivar y adornar el entendimiento con el conocimiento
de las cosas, ciencia y ejercicio de virtudes; que de otra
manera el hombre no es hombre, sino bestia.
Juan Luis Vives
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autentico ejercicio de la libertad en el hombre, que es,
precisamente, uno de los ejercicios más difíciles. El pro-
ceso educativo para hacer prácticamente al hombre libre,
pasa por la aceptación del propio yo, por la aceptación
de los demás, por la aceptación de un marco norma-
tivo de convivencia y por una búsqueda dinámica de lo
que realmente es un bien común, recibido por todos co-
mo tal.
Nadie que no sea libre puede ayudar a que los demás
lo sean, por lo cual, cuando los educadores no son perso-
nas libres su educación no puede ser ni en libertad ni libe-
radora. Educar en libertad y educar para la libertad es
educar y es educación para personas; educar con el miedo
es educación para animales. De donde es preciso depurar
todo proceso educativo, de chantajes afectivos, de costum-
brismos caducos, de intereses creados, de la estrategia de
las amenazas, de la abstracta presión normativa o dogmá-
tica generadora de absurdas esclavitudes.
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Crear,
construir
La persona educada es crítica y creativa a la vez. Su
seguridad no sólo la adquiere de las evaluaciones positi-
vas que le hacen los demás, o de la justa autoevaluación
que haga de sí mismo, sino también de su capacidad para
reconocer la necesidad de las propias enmiendas. E, igual-
mente, de la observación de los demás, ni le condicionan
para elaborar las propias opiniones, sin resignarse a ser
mero repetidor de tópicos ajenos y discutibles, ni es una
marioneta en manos de los poderes constituidos o sola-
pados. Ni, sin más, se suma a las denuncias ni se adhie-
re a las pancartas del "no", del "abajo", del sistemático
"estamos en contra". Sabe bien que chillar no es cons-
truir, y denunciar no es solucionar. Y por esto se esfuer-
za en encontrar soluciones positivas. Su esfuerzo crea-
tivo no se detiene, aunque tenga que ir contra la corriente
de la demagogia al uso.
Educar es querer enseñar y hacer práctico todo esto.
Ya se ve que educar es una actividad muy compleja,
difícil de definir. Tal vez, la mejor definición de educación
sea una persona bien educada.
Son muy afortunados aquellos hijos que tienen por
padres a dos personas bien educadas.
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Formación
cristiana
de gente joven
(de 9 a 16 años)
TODOS LOS DOMINGOS A LAS 12,45
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO
A PARTIR DEL 16 DE OCTUBRE
para ayudar a los padres
a dar ideas cristianas a sus hijos
LAUS
Director: Ramón Mas Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta San Felipe Neri, 1 Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 16.10.83
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