Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 210. FEBRERO. Año 1984
SUMARIO
VERDADERAMENTE pobre no lo es el que no tiene
nada; ni verdaderamente rico puede ser el que lo
tuviera todo. Rico es el que está necesitado de
muchas cosas, y pobre el que no las necesita; rico
aquel a quien todo se lo han de hacer, y pobre el que se
basta a sí mismo; rico el aprovechado, y pobre el servicial
(no el servil). En realidad es pobre, verdaderamente pobre,
el que no tiene más que sus manos, su capacidad propia,
y trata con sencillez de bastarse a sí mismo. El pobre
apenas necesita equipaje, como el Señor, como los santos.
Y así, es más libre para el bien.
EL FUTURO
POBREZA ESPIRITUAL
PURIFICACIONES
VERDAD, BELLEZA, FELICIDAD
CRISTO DE PORT-ROYAL
LA ESCUELA CRISTIANA
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EL FUTURO
Hoy, en medio de la noche del mundo y en la
esperanza de la Buena Nueva, afirmo con audacia
mi fe en el porvenir de la humanidad.
Me niego a creer que las circunstancias actuales
incapaciten al hombre para hacer una tierra mejor.
Me niego a compartir la opinión de quienes pre-
tenden que el hombre está cautivo de la noche sin
estrellas, del racismo, de la opresión, de la guerra.
Me niego a creer que la aurora radiante de la
paz y de la fraternidad no podrá nunca llegar a ser
realidad.
Me atrevo a creer que un día todos los habitan-
tes de la tierra podrán hacer tres comidas al día pa-
ra mantener la vida de su cuerpo, y podrán recibir
la educación y la cultura necesarias para la salud
de su espíritu, y la igualdad y la libertad para la
vida de su corazón.
Creo igualmente que, un día, toda la humani-
dad reconocerá en Dios a la fuente de su amor.
Creo que este amor salvador y pacífico será un
día la ley.
El lobo y el cordero podrán descansar juntos y
todos los hombres podrán sentarse bajo su higuera,
y su viña, y nadie tendrá motivos para el miedo.
Martin Luther King
2 (22)
Pobreza
espiritual
LA POBREZA a la que se refiere el Evangelio, so nos está estropeando:
ni pertenecen a ella los profesionales de la mendicidad, ni puede
reducirse su concepto a la carencia material de bienes. Si esto fuera
cierto, equivaldría a condenar la Creación, que procede de Dios, que
ni nos quiere perezosos, ni maldice su obra. Otra cosa es que la posesión
actual de riquezas constituya, evidentemente, una seria tentación para al-
canzar la «pobreza de espíritu» con que se encabezan las Bienaventuran-
zas. Pero toda tentación es permitida por Dios sólo si puede ser vencida, y
hasta vencida para superarla transformando el estorbo en medio eficaz
para mayor bien. Es tan real el riesgo que la tentación de las riquezas (y la
envidia, tantas veces hipócrita, si no se tienen), que el ambiente que envuel-
ve toda la vida terreno de Jesús, está enmarcada en la pobreza. Para que a
todos sirva de advertencia.
La pobreza material no puede ser, en sí misma, una condición para una
vida según el Evangelio, si no reviste la expresión sincera de algo mucho
más importante y profundo, que parte del espíritu, no como mero senti-
miento, emoción o experiencia vivida con intermitencias. La pobreza espi-
ritual, la pobreza que el sermón de la montaña proclama para la felicidad
del seguidor de Cristo, es la de la dependencia gratuita do Dios, la de la
entrega total sin compensación a cambio. Ni siquiera bastaría el darle a
Dios, de buena fe, todas nuestras cosas, si sólo le diéramos nuestras cosas.
Seria preciso que nos diéramos nosotros mismos enteramente a él, sin
peso de equipajes, sin engorro de componendas para legitimar y retener
nuestros egoísmos y vanidades, aparentemente razonables según el mun-
do. El concepto cristiano do pobreza espiritual nos lo manifiesta el drama
del «joven rico, del Evangelio, que necesita muy poco comentario. Esa es-
cena nos lleva a la convicción de que un seguimiento de Cristo que produz-
3 (23)
ca o se tome como ganancia o logro de bienestar o fama, ni que sea a fin
de bien, supone una desviación del Evangelio y una piedra de tropiezo,
porque es muy peligroso ganar algo en este mundo, no digamos a costa,
pero ni siquiera con ocasión de haber seguido a Cristo. Ganar dinero, con-
seguir buen nombre, alcanzar honores. Cuando esto ocurre sólo quedan
CALAS dos alternativas o aceptar los providenciales dolores que Dios man-
da para purificación, como contrapartida de nuestros tendencias munda-
nas no acabadas de extinguir, o corromperse.
Así se explica que el Señor buscara sus seguidores entre los menos
influyentes y honrados y no tenidos por sabios. Entre sus primeros segui-
dores y apóstoles, no hay doctores de la Ley, ni piadosos fariseos, ni sa-
cerdotes del Templo. Y cuando san Pablo, fervoroso hasta el fanatismo
y doctor en teología, se hace cristiano, no es sino pasando por el trauma
salvífico de una conversión que, entre dolores, lágrimas y súplicas, le trans-
forma totalmente, y que fue menos rápida de lo que solemos suponer, pues
no acabó con la caída del caballo que le llevaba a Damasco, sino que co-
menzó entonces, hasta llegar a un cierto grado de madurez al cabo de dos
años, y sin detener su crecimiento y su proceso purificador, prácticamente
hasta la muerte.
Las riquezas, los honores, la fama, el prestigio... Todas estas preocupa-
ciones que en el mundo tienen relevancia, incluso haciéndolas compatibles
con la vida de fe, en verdad no sirven a la fe, sino que constituyen su tenta-
ción permanente y estorban esa libertad y pureza interior que nos permite
y capacita para imitar A Cristo, no ya exteriormente, sino en la actitud inte-
rior con que miraba al Padre y se consagraba a él.
Durante siglos y siglos únicamente la Iglesia y sus congre-
gaciones fueron centros de enseñanza, siglos y siglos. No
buscaban lucrarse ni en los monasterios ni en los convic-
torios ―no digo que no se lucrasen, sino que no buscaban
lucrarse―, y esto se ha olvidado hoy por no pocos que
debieran reconocer que, en la atención a la salud y a la
docencia, la Iglesia fue en cabeza y que gracias a ella nos
hallamos hoy donde nos hallamos.
José María Llanos, S. I.,
en El País, 16.1.84
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PURIFICACIONES
HAY un trasiego del hombre,
doloroso más en el alma que
en los cuerpos, que da a la
pobreza una medida espiritual de
autenticidad difícilmente reempla-
zable por otros esfuerzos subsidia-
rios, a la hora de hacer puros los
planteamientos y las intenciones
con que, desde la fe, se pretende
responder a la llamada de Dios
para trabajar en el anuncio de su
proyecto salvador, con absoluta
sinceridad. Es el desprendimiento
de sentirse arrancado de lo que
se ama: cosas, personas, tierra. Es
como un desgarro purificador que
conmueve las profundidades del
ser y el sentir humano, forzado a
comenzarlo todo de nuevo, como
en un inesperado re-nacimiento,
con raíces más profundas que en
lo amado y poseído hasta la expe-
riencia exigente que impone la
total transformación del ser y del
entender de la vida, sinceramente
dedicada a Dios, en la que Dios
no va a poder ser pretexto para
nada, ni solución para nada, sino
solamente el ideal, raíz y cúspide,
de todo anhelo, de todo proyec-
to, de todo pensamiento y de toda
obra.
Las más grandes figuras del An-
tiguo Testamento fueron sometidas
a ese radical desprendimiento: por
seguir la voz de Dios, tuvieron que
dejarlo todo, sin que a cambio se
les ofreciera otra cosa que Dios
mismo como única recompensa
imposible de exhibir. Los que en-
tendían como dependientes de la
fidelidad ideal a la Alianza, los
éxitos que reportaba en esta vida,
caídos como "bendiciones de Dios"
―descendencia, fecundidad de los
rebaños y de las tierras, riquezas,
triunfos en el mundo, renombre...―
se equivocaron estruendosamente.
Las figuras que efectivamente pre-
pararon caminos de santidad de
liberación para sí y para los de-
más, tuvieron que dejarlo "todo"
a cambio de nada más que Dios,
única heredad. Ved si no las figu-
5 (25)
ras de Abraham, Moisés, el Bautis-
ta, que pueden servirnos de para-
digma, pues son ejemplo que se
condensa en Cristo, y que se pro-
yecta en toda la historia de la sal-
vación, antes y después de Cristo.
El pueblo de Israel tuvo la obse-
sión, no desinteresada, por la "tie-
rra prometida", y luego por tener,
junto a los demás reinos que la
circundaban, también su "reino en
este mundo", y en defensa de todo
ello no dudaron en invocar con
ingenuo primitivismo, al "Dios de
los ejércitos". Pero la respuesta
providencial a estos anhelos inma-
turos, fueron los grandes fracasos
políticos y militares y las terribles
humillaciones de las deportaciones
y cautividades colectivas. Fue en-
tonces cuando los profetas santos
despertaron al pueblo del error y
predicaron la esperanza en las
perspectivas espirituales, prepara-
das desde el primer llamamiento a
Abraham, pero no acabadas de en-
tender por sus descendientes, nece-
sitados de la experiencia de una
larga historia que les fuera ofre-
ciendo pautas para una reflexión
sobrenatural, en modo alguno en-
ajenante, pero que era la única
digna de la grandeza y universali-
dad de un "reino de Dios". Que no
podía ser ―tendría que recordarlo,
resumiéndolo todo, Cristo― como
los reinos de este mundo. La idea
de convertir o reducir el proyecto
de Dios a la estrechez instalada de
los "reinos de este mundo", ya fue
la tentación de los primeros segui-
dores de Cristo, de la que se cura-
ron tras el martirio de Cristo y el
presentimiento gozosamente acep-
tado (y luego confirmado) —«si a
mí, también a vosotros... pero no
tengáis miedo»― para cada uno
de ellos, y muchos de los cristianos
de las primeras generaciones. El
martirio es la máxima pobreza, y
la máxima riqueza porque convier-
te al fiel en ofrenda solamente dig-
na de Dios.
Pobreza, martirio, exilio. Cuando
viene Cristo a los suyos, no sólo
"no le recibieron", sino que tiene
que huir, tras la amenaza del tira-
no. Pero esto ya había ocurrido a
patriarcas y profetas, y al mismo
pueblo del que él entraba a formar
parte.
Cuando se inicie la Iglesia, será
san Pablo el que ayudará al impul-
so centrifugador de la evangeliza-
ción, y hará despertar del éxtasis
sentimental que fuera un peligro
para la Iglesia naciente, que ha de
convertirse definitivamente en mi-
sionera, abriéndose al mundo, "a
las naciones", tal como había que-
rido y mandado Cristo.
Cuando la Iglesia se desarrolle,
en el futuro de sus dos milenios de
historia santa y dolorosa, irá en-
contrando oasis de pureza y con-
suelos en la fidelidad al Maestro,
cada vez que los santos repitan en
6 (26)
sí mismos y en las obras que em-
prendan, la lección de toda la his-
toria de la salvación, desde el pri-
mero que se fio de Dios y echó a
andar ―Abraham, "padre de todos
los creyentes"― hasta el último
verdadero santo. Pues santo sola-
mente podrá serlo el que no pre-
tenda combinar instalación perso-
nal con respuesta a llamamiento
divino.
Tenemos nosotros, de cerca, el
ejemplo de san Felipe Neri, que
deja la dulzura y riqueza espiritual
de Florencia, "su patria", y se so-
mete providencialmente a la gran
purificación ―desprendimiento de
la familia, de las herencias, de la
propia hermosa ciudad― hasta
hacérsele universal el corazón y
poder, así, ser totalmente libre pa-
ra emplearse en cambiar el corazón
enfermo ―Roma― de la Iglesia de
su tiempo.
No será santo el instalado, el que
gana por haberse acercado a Dios,
o persevera en función de las ven-
tajas humanas que la permanencia
en el "buen camino" le reporta.
Hay una integridad de la que Dios
es sumamente celoso, porque es
lógicamente incompatible con el
corazón dividido entre dos reinos
o dos señores. Toda pureza exige
un total desprendimiento, sin el
cual podríamos incluso hacer bue-
nas obras, a guisa de empleados
fielmente cumplidores de una em-
presa de beneficencia, pero no co-
Evangelizar significa,
para la Iglesia, llevar la
Buena Nueva a todos los
ambientes de la
humanidad y renovarla
desde dentro, para lo
cual es necesario que
cada hombre reciba el
don de la fe por el
Bautismo. Pero la
Evangelización no se
reduce únicamente a
predicar el Evangelio,
sino a transformar con su
fuerza los criterios, las
líneas de pensamiento y
los modelos de vida de la
humanidad, a fin de que
estén de acuerdo con la
Palabra de Dios y con su
designio de salvación.
Por eso la Iglesia siente
el deber de proclamar esa
salvación y liberación, que
están muy vinculadas con
la promoción humana,
«porque el hombre que
hay que evangelizar no es
un ser abstracto, sino un
ser sujeto a problemas
sociales y económicos»
(Evangelii nuntiandi, 31).
Juan Pablo II
7 (27)
mo santos de la Iglesia de Jesucris-
to, no reducibles a miras o utilida-
des inferiores.
Es un misterio cómo Dios trata
a las almas y conduce la historia
de la Iglesia. Pero es cierto que
para entender sus mejores momen-
tos y las mayores gracias que con-
cede a sus fieles seguidores, hay
que contar con los grandes y ra-
dicales desprendimientos que les
exige.
Luego les da el gozo y la paz de
la libertad de espíritu para hacer-
los más puros en el amor. Se trata
de una pobreza para la total liber-
tad, sin espacio para el autoengaño,
el cálculo, la vanidad o la utilidad
terrena. Sin que pueda ser oficio ni
causa de promoción el seguimiento
de Cristo, sino acercamiento a sus
mismas experiencias de desprendi-
miento para una disponibilidad in-
condicional y gozosa, sin expecta-
tivas de aprovechamiento alguno
ni de herencias ni siquiera "santas".
La recompensa es solamente Dios.
Muchos de los contrasentidos
que encontramos en la historia de
la Iglesia, y muchos de los dolores
no asumidos de los cristianos, cuan-
do no son pecado (codicias, vani-
dad, envidias, desamor...), no son
otra cosa que el trasiego doloroso
y purificador a que la providencia
de Dios la somete y nos somete.
Lo que ocurre es que tenemos, to-
davía, poca fe.
VERDAD, BELLEZA, FELICIDAD
PARA ser felices hace falta un
poco de belleza y sed de ver-
dad. Palabras y gestos bellos;
pensamientos, acciones y vida. Al-
guien ha dicho que poesía es ha-
blar de belleza con palabras bellas.
Pero ¿acaso no lo son todas las
palabras? La condición exigible
podría ser que fueran para decir,
siempre, la verdad. Es decir, para
comunicar, agotándolo, el pensa-
miento que recogen o transmiten,
que ofrecen o agradecen. Sólo así
las palabras serían, siempre, anun-
cio bello y gozoso: gozo de la verdad
entendida, comunicada, comparti-
da con gratitud y amor. Las pala-
bras los gestos: la verdad de las
palabras y la sinceridad de las ac-
ciones. Seríamos entonces felices,
alcanzaríamos el "gaudium de ve-
ritate", que Zubiri recordaba en el
afecto y diálogo de los filósofos,
extensivo a los poetas, y a todos
los hombres. Porque, ¿qué hombre
no es, o no puede y debería ser fi-
lósofo y poeta? ¿O es que hay pen-
samiento limpio o acción noble
que no sean bellos, o acaso belleza
que no pueda ser "pensada" y rea-
lizada? Toda belleza, toda nobleza,
para que lo sean, deben ser verda-
deras y posibles. Negarlo equival-
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dría a renunciar a la felicidad que,
bien o mal, apetece todo ser huma-
no.
A ratos decimos que nos falta
felicidad. Ello ocurre porque ―o
cuando― somos anti-estetas o ma-
los estetas; cuando somos superfi-
ciales y no damos tiempo al gozo
pleno de apurar esos pequeños co-
tidianos bienes y verdades de la
palabra y del gesto de cada mo-
mento. No acabamos de ser felices
porque dejamos el bien a medio
hacer (no hace falta que no quera-
mos hacer el mal), y decimos las
palabras a medio entender, y se
nos rompe la verdad por simple
descuido. No llegamos a "gozar de
la verdad" porque no la apuramos,
porque nos cansamos enseguida
tras el primer entusiasmo, y aban-
donamos el esfuerzo inicial para
pasarnos a la novelería siguiente,
sin tiempo para dar en lo hondo
de nada. "Fuochi di paglia", decía
san Felipe Neri: fuegos de paja de
los corazones inquietos y perezo-
sos a la vez, que lo emprenden
todo, que no acaban nada. Sólo
movidos por la comezón de estre-
nar, sin asumir nada del todo; jue-
gan, incluso con el bien, pero va-
namente, sin comprometerse, sin
integrarlo en la vida, o sin inte-
grarlo del todo. No asumen la acti-
tud sincera, mantenida de crecer
en la verdad, sino solamente de
probarla, sin dejar que colme la
vida. A lo sumo "se ponen pala-
bras" pretendidamente educadas,
se revisten de gestos oportunamen-
te exhibidos, pero divorcian el
pensamiento y el afecto de lo que
por fuera expresan, y por eso no
les cabe la belleza en la vida, por-
que está apagada en su interior la
llama que debía alimentarla. Las
pequeñas claridades que recogen,
nunca las llevan hasta esa profun-
didad serena, de pensamientos en-
teros, que se alimentan de la ver-
dad gozosa y gozada pacíficamente,
que es más que simple gozo, que
es "jocundia", es decir, gozo hondo,
anticipo de felicidad. Verdad abier-
ta y no poseída, verdad creciente y
agradecida, verdad recibida y co-
mulgada, porque toda verdad es
bien, y todo bien se comunica, sin
truncar su progreso. Pero toda bon-
dad brota del corazón y del pensa-
miento. Y hay que pensar, y hay
que llegar a amar. Lo contrario
va contra la verdad y la belleza y,
como consecuencia, contra la feli-
cidad.
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Cristo de Port-Royal
Traducción de un poema de Blai Bonet, de su libro
«L'evangeli segons un de tants»: Cristo habla desde
la Cruz.
NO ESTOY clavado en la cruz porque la muerte
es inevitable, sino porque conviene así. ¿No
ves que doy mi sangre para que tú puedas
cumplir el mandamiento de no tener miedo?
Antes de decir «amaos», y antes, sobre todo de decir «edifica-
ré mi Iglesia», había dicho muchas veces «no tengáis miedo»,
y nunca lo tomaste como un mandamiento.
Pues el primer mandamiento es: no tengáis miedo. El miedo
es de los animales. Que tú cada día te parezcas menos a ellos.
Si sientes miedo, es porque ignoras lo que te ocurrirá. Y, si no
lo sabes, es porque todavía no has elegido entre el cálculo de
probabilidades y yo. Los que creen en mí son inteligentes,
atrozmente decididos y prácticos: saben que pasarán por don-
de he pasado yo, porque no hay otro camino: el del hambre,
de la soledad, de la indigencia, de la injusticia, la calumnia, y
filosofía y letras. Pero sólo en este sendero podrás hablar
claro y con firmeza a los que han convertido mi redención
en una carrera.
Mírame: convéncete que los que quieren ser elegidos son
pocos. Mira cómo doy mi sangre en un invisible incendio de
las capacidades de sufrimiento; y compara esto con los gran-
10 (30)
des discursos de los que han sacado doctorados sobre mí. To-
do es posible, menos que te pongas públicamente de mi parte
sin que te ocurra nada. Si nada te ocurre es que ya has con-
vertido tu vida en prudencia y filosofía y letras.
Mírame: verás que la paz no tiene nada que ver con la tran-
quilidad. Y no hables mucho; actúa en representación de to-
dos los demás, ocupa su lugar si, viviendo, lo tienen vacío. Yo
lo hice así, y el Padre me resucitó.
No te preocupes con las palabras. Yo no te he salvado con
palabras. Mira cómo te he redimido: era pobre como un ser
normal; y hacía a la vez dos cosas bien difíciles como son cre-
cer y cumplir la voluntad del Padre.
Tuve diez y ocho años, como tú, y, guardándolos para Dios,
redimí los diez y ocho años del mundo; a los treinta años,
cuando había hecho la experiencia de mi crecimiento, y co-
nocido el vacío, la necesidad y ser la flor de un hombre entre
hombres, dejé a los padres, el oficio y el pueblo, nada en este
bolsillo, y nada en el otro, andando por los caminos, literal-
mente a la buena de Dios, a dar la cara y a luchar contra el
mal, sin pararme a explicarlo.
Veo que no me preguntas por qué dejé por explicar el mal.
11 (31)
En tu silencio adivino el arrepentimiento de que conoces has-
ta la raíz el origen de las cavernas teológicas que tienes en el
pulmón izquierdo.
Dile al padre Alfredo Rubio que el mal es un resultado de la
Historia, que no pertenece al misterio, y por eso no lo expli-
qué. Encontraba piernas marcadas por la polio de la historia,
perdonaba en ellas los crímenes de la historia, y andaban. A
mí venía un hombre con la vista de piedra, perdonaba en ella
a la historia y amanecían árboles en sus ojos. Tropezaba con
un cuerpo muerto, le daba vida mía y lo levantaba de nuevo
al oficio divino de vivir, y de vivir en mi época, de conocer-
me personalmente, a menudo sin excesivo placer por su parte,
porque debieron ver cómo me detenía la policía. Quiero de-
cirte con esto que el mal queda explicado con la curación.
No pierdas, pues, tiempo o vida buscando cínicamente la ex-
plicación de lo que ya sabes y no dices. Lucha contra el mal
concretamente, allí donde te encuentres, y esta lucha te lo
revelará todo, principalmente cuando el resultado sea limpio,
es decir, si fracasas. ¿O es que no sabes que, en la lucha, el
fracaso es el fracaso del éxito y no el del hombre?
Si no dejas de ser pobre, serás siempre superior al mundo
y al poder, y además será patente. El pobre siempre causa
temor, misterio de sí mismo, el pobre es literalmente una apa-
rición, como un fantasma, y eso por causa de mí. Déjame apa-
recer, pues. Tú sabes bien que eres mi pasaporte.
No. No me hables de tus pecados personales, porque desde
esta cruz solamente existen los pecados del mundo. Lucha,
si puedes, y, si no puedes, no te rindas en esa impotencia que
te irá mostrando lo que puedes hacer.
Desde hace muchos años he deseado apasionadamente y, creo, sin-
ceramente no ser jamás rico y, además, no ser elevado a puestos ele-
vados en la Iglesia. Los hombres que han sido más útiles nunca han
sido investidos de las más altas dignidades.— John Henry Newman, C. O.
12 (32)
Documento:
LA ESCUELA
CRISTIANA
PUEDE haber, en España, cristianos poco formados, pero, siquiera socio-
lógicamente, la inmensa mayoría de los españoles se declaran cristia-
nos. Estadísticamente, los ciudadanos españoles no cristianos, alcanzan
apenas la cifra de seiscientos mil. Pero aunque la proporción se invirtiera y
sólo una minoría permaneciera adscrita a la fe de Jesucristo, seguiría siendo
justa la tesis del derecho a una escuela cristiana, no desvirtuada por ley algu-
na que hiciera su practicidad inviable o gravemente amenazada. El texto que
reproducimos a continuación es parte de una conferencia pronunciada por
José María Valladolid, ce seis años muy bien cumplidos. La distancia de
ese tiempo quita pasión y añade objetividad al tema actual de las más recien-
tes polémicas, y recuerda la posición que, desde un criterio cristiano, defien-
de el derecho a la justa libertad de enseñanza. La conferencia se pronunció
en Madrid, en el colegio Maravillas, el 25 de noviembre de 1977, con motivo
de la beatificación, pocas semanas antes, de dos grandes educadores, los HH.
Miguel Febres Cordero y Muciano María.
La escuela,
Catequesis total
La escuela cristiana no es la que separa la enseñanza
profana y la enseñanza religiosa. Sino la que integra am-
bas facetas, imprescindibles para el verdadero cristiano,
llamado a renovar el mundo, tanto en sus aspectos mate-
riales como en sus valores espirituales. No se puede llevar
el mundo a su perfección relegando los bienes creados,
que son don divino. Pero tampoco se le puede perfeccio-
nar relegando los criterios del Evangelio. No se puede
reducir el hombre a pura materia, como tampoco se le
puede convertir en solo espíritu.
13 (33)
La escuela cristiana es, por lo mismo, catequesis total.
También cuando enseña materias profanas. Y quiere for-
mar al cristiano en su total integridad.
Hoy corren vientos contrarios a la escuela cristiana.
Se la acusa de clasista, de acientífica, de antidemocrá-
tica.
¿Colegios
para ricos?
Se la acusa de clasista, porque muchos colegios de ins-
piración cristiana se han visto obligados durante años y
años a cobrar la educación que impartían. Y como a estos
centros no podían acudir los que no tenían dinero, queda-
ban sólo para personas acomodadas. Los pobres eran
excluidos. Y se ha tachado a tales centros de "colegios
para ricos". Y es fácil pasar de ahí a llamarles antievan-
gélicos.
Pues bien, los cristianos, hoy, proclaman y quieren
que todos los colegios y escuelas cristianas sean gratuitos,
para que ningún pobre se vea excluido de ellos. Para que
ningún acomodado se sienta privilegiado. Por esto, basán-
donos en la más genuina democracia, queremos que todos
los colegios de España ―todos―, tanto los que se confiesan
cristianos como los que no se confiesen así, sean gratuitos.
Nos oponemos, por ser cristianos, a que se obligue a co-
brar a unos, por ser cristianos, y se apoye económicamen-
te a otros por no serlo. Es hora de que la sociedad, los
cristianos se levanten con energía contra esta discrimina-
ción, que hasta ahora, además, se ha presentado como
privilegio, engañosamente.
Colegios
democráticos
Cuando todos los centros, sin distinción de su confe-
sionalidad o aconfesionalidad, sean gratuitos, y puedan
ofrecer similar formación, se habrá dado un paso impor-
tante para que desaparezcan las clases sociales que divi-
den al pueblo. Porque somos cristianos queremos que va-
yan desapareciendo estos clasismos, sin sentido ante el
evangelio.
Por esto mismo, denunciamos ante la sociedad que
está ahora construyendo su verdadera democracia, a quie-
nes están empeñados en que algunos centros de la Iglesia
se sigan presentando a la sociedad como centros de ricos,
mientras a los centros estatales los presentan como ver-
daderamente democráticos, porque no hacen distinciones
en la aceptación del alumnado.
14 (34)
Protestamos y denunciamos a quienes obligan y con-
denan a los centros privados a seguir siendo discrimina-
torios. Y pedimos que sean consecuentes con sus principios
democráticos: si se quiere enseñanza gratuita para todos,
que no haya excepciones, que la sociedad corra con los
gastos educativos de todos los centros con criterios de jus-
ticia distributiva, sin privilegios de ningún tipo. Y ese día
verán que los colegios de la Iglesia a los que hoy llaman
"de ricos", se hacen tan democráticos como cualquier
otro. Está ya plenamente demostrado en todos los centros
que han sido subvencionados.
Por eso, quienes piden que se supriman o congelen las
subvenciones a los colegios, en el fondo están defendiendo
una sociedad clasista, están interesados en que se perpe-
túen las diferencias sociales para mantener el motivo de
su lucha; y manifiestan una postura antidemocrática, al
cerrar a muchos niños las puertas de determinados cole-
gios, porque no les dejan acceder a ellos por impedir que
sean gratuitos.
Colegios no
discriminados
La escuela cristiana, por ser cristiana, renuncia a
cualquier privilegio, pero reclama idéntica justicia y trato
que todos los demás centros. Y señala como injusticia la
discriminación que se hace por razón de su matiz religio-
so La escuela cristiana, tachada de acientífica, ha dado
claras muestras de lo contrario. Elimínense de España
los colegios católicos, con su profesorado dedicado con
plenitud a la docencia, a la educación, a la investigación;
con hombres que no miden horas de trabajo y dedicación;
con sus esfuerzos para la renovación pedagógica y edu-
cativa desde hace muchos lustros, y en ocasiones como
auténticos pioneros, y el panorama educativo español se
empobrecerá lastimosamente.
Quienes los acusan de acientíficos lo hacen, a veces,
por su convicción de que las ciencias humanas dejan de
ser tales al relacionarse con la fe. Discusiones largas y
bizantinas ha suscitado el tema.
La lucha
por la
enseñanza
Actualmente estamos viviendo en España momentos
en que nos jugamos la existencia y el porvenir de la
escuela cristiana. Hay muchos empeñados en que des-
aparezca; quieren sustituirla por la escuela laica, que
15 (35)
llaman pública, y alegan para ello razones de tipo "de-
mocrático". Estas son:
La escuela debe ser laica, para que todos reciban
una educación con iguales posibilidades, y para que na-
die sea obligado a recibir una educación confesional, lo
que es una manipulación.
―La escuela debe ser pública, porque está sufragada
con el dinero del Estado. No se puede tolerar una escuela
pública confesional, porque sería dedicar dinero público
para escuelas con intereses de tipo confesional privado.
―La escuela debe ser laica para que ideológicamente
todos reciban educación similar, aséptica y neutra. Quie-
nes quieran recibir educación religiosa que lo hagan por
su cuenta fuera de la escuela,
Razones
para una
escuela
cristiana
A estas razones aparentemente convincentes, se pue-
den oponer otras que defienden la escuela confesional,
apoyándolas en motivos mucho más democráticos. Helas
aquí.
―Pedimos una escuela cristiana para que todos aque-
llos padres que desean que sus hijos reciban una educa-
ción cristiana puedan escogerla. De la misma forma ad-
mitimos una escuela laica para los padres que desean ese
tipo de formación para sus hijos.
―Queremos una escuela cristiana para respetar la
libertad y el derecho de los españoles que la escojan, y
de la sociedad en su conjunto, como es. Y esta sociedad
ha manifestado sus deseos, que la prensa ha reflejado,
aunque muchos quieren ignorarlos.
―Queremos que estas escuelas cristianas sean sufra-
gadas por la sociedad, y de la misma forma que se sufra-
gan las escuelas laicas, para que nadie sea discriminado
por motivos religiosos.
Nada hay tan grande, nada hay tan idealmente
hermoso, como la acción de Dios en el alma hu-
mana. Si pudiéramos discernirla en nosotros mis-
mos, nuestra vida quedaría con ello transformada.
Elisabeth Leseur
16 (36)
―Queremos escuelas cristianas a las cuales puedan
asistir todos aquellos que lo deseen, sin ninguna traba de
tipo social; para que desaparezcan de la sociedad las
diferencias sociales y cualquier discriminación escolar
basada en diferencias económicas.
¿Qué razones son más democráticas: las primeras o las
segundas?
La escuela Ideal
De acuerdo con estos justos deseos, manifestados en
numerosos escritos documentos, reiterados por relevan-
tes personalidades y organismos, estamos conformes en
que toda la educación en España sea: gratuita, democrá-
tica, científica y pluralista.
Hemos explicado que deseamos la gratuidad con todas
las consecuencias, y además anhelamos que no se extien-
da tan sólo a los niveles obligatorios, sino a toda la ense-
ñanza, desde la preescolar hasta la Universidad, siempre
buscando la igualdad de oportunidades, sin discrimina-
ción.
Queremos una escuela democrática, donde se forme
para la verdadera democracia, donde todas las fuerzas
integrantes de la comunidad educativa tengan su inter-
vención adecuada con respeto y colaborando en la obra
educativa. Creemos que en general, los centros de carác-
ter confesional serán, quizás, los mejor dispuestos para
realizar estas nuevas líneas de actuación como se puede
demostrar con ejemplos concretos ya existentes. Pero ade-
más tiene en sí la fuerza del mensaje cristiano para for-
mar en un verdadero talante democrático, inspirando la
verdadera fraternidad, la convivencia, la paz y
amor entre los hombres...
Y en fin, queremos una escuela pluralista. Pero con
un pluralismo que respete democráticamente la libertad
de los demás, la libertad colectiva.
Por eso deseamos que el pluralismo esté a nivel de
centros. Es decir, que haya centros confesionales y cen-
tros aconfesionales.
Derecho personal y
derecho colectivo
Consideramos que el pluralismo a nivel personal, que
propugna que en un centro de inspiración cristiana edu-
que quien se considere y confiese contra el cristianismo,
destruye el carácter mismo del centro. Toda la colectivi-
dad queda a merced de una persona.
17 (37)
Lógicamente, este pluralismo a nivel personal lo ad-
miten y exigen quienes defienden la escuela laica con
exclusividad a cualquier otra. Pero es imposible que lo
admitan quienes tienen derecho a una escuela confesio-
nal cristiana, y porque viola la verdadera democracia de
la sociedad. Tal libertad personal destruye el derecho
colectivo.
También plantean el problema a nivel profesional: se
privaría a determinadas personas de un puesto de trabajo.
Aparte de que al defender la escuela laica también ellos
están quitando el puesto de trabajo a muchos educadores
que no son laicos, este asunto profesional es estrictamente
de organización y administración. Una justa distribución
del personal puede subsanar este posible riesgo.
EI
pluralismo
Ideológico
Cabe preguntarse: ¿Por qué tanto interés en defender
el pluralismo ideológico del profesor en cada centro, y
por qué tanto tesón en negar el pluralismo ideológico del
centro educativo? Una pregunta para reflexionar.
Para conseguir esta escuela con las notas que hemos
expuesto, que creemos tan pública y social como la escue-
la laica, nos apoyamos en las palabras de quienes en sus
campañas electorales prometieron al pueblo español «en-
señanza gratuita para todos».
Si sus frases publicitarias eran sinceras, si de verdad
les interesa que todos los niños reciban educación gratui-
ta, ¿por qué se quiere ahora limitar esa gratuidad a los
que asistan a un determinado tipo de escuela?
¿Acaso en sus promesas decían «enseñanza gratuita
para todos los que asistan a las escuelas del Estado»?
Pues eso ya ocurría antes.
¿O acaso querían decir «enseñanza gratuita para to-
dos porque los niños que van a colegios de pago los echa-
remos de ellos»?
¿No entendía el pueblo al leer y oír tales promesas
El mayor peligro para el cristianismo, consiste en
que sea juzgado como una parte de la historia
cultural de la humanidad.― Karl Barth
18 (38)
que su hijo, fuese al colegio que fuese, disfrutaría de
educación gratuita?
Pues si se le hizo entender eso, y no se le da, se le ha
engañado.
El Estado y los partidos políticos saben muy bien que
si se compromete, como lo ha hecho, a que toda educa-
ción obligatoria sea gratuita, no le va a costar más dinero
si los centros son confesionales o no confesionales. Le
costará lo mismo si permite pluralidad de centros que
obliga a que todos los centros sean laicos. Pero en el pri-
mer caso respeta la libertad del pueblo. Y en el segundo
lo hace contra la voluntad y la libertad de los ciuda-
danos.
¿Chantaje?
Se da el curioso fenómeno de que se pretende emplear
el dinero destinado a educación de los españoles para
chantajear en cierto modo ­­―aunque la palabra parezca
demasiado fuerte― a los centros no estatales: si no os ha-
céis escuela laica, no tendréis un céntimo; si queréis el
dinero que necesitáis, tendréis que convertiros en escuela
laica.
Ante estos problemas, realmente serios, de la educa-
ción cristiana, tal como se plantea en España, ante la
posible desaparición paulatina de los centros donde se
imparte enseñanza y educación cristiana, por forzarles a
ser clasistas y obligarles a mantenerse mediante cobros a
las familias; ante un sistema de planificación en la crea-
ción de escuelas y colegios que no corresponde con los
deseos y aspiraciones de los ciudadanos de España, y
que repercute seriamente en la desaparición de centros
ya existentes; ante el engaño que se quiere hacer a toda
la sociedad española; ante la campaña de desprestigio
montada para calumniar a los centros de inspiración
cristiana; ante el plan estratégico montado para introdu-
cir en la sociedad española una escuela laica obligatoria,
atropellando la libertad del pueblo, es necesario que los
padres de familia, los cristianos, todos los educadores que
ven frustrados sus ideales educativos, toda la sociedad
sensibilizada con la situación, capte la urgencia de unir
su voz y su acción para exigir lo que es justo, lo que
constituye no una gracia o favor, sino un derecho, irre-
nunciable además, para salvaguardar la educación de
sus hijos.
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Pensamiento claro,
corazón sereno y generoso.
HAY que amar a la Iglesia haciéndonos santos en ella. Se trata
de procurar tener las ideas claras y un poco ―¡un mucho!― de
nobleza en el corazón. Luego vale más polemizar lo menos posi-
ble, y mantenernos en la verdad limpia y en el puesto justo, sin
despreciar a nadie, sin atacar, sin envidiar ―sobre todo eso: sin
envidiar― a nadie. Y ser constructivos, cualitativamente cons-
tructivos, olvidándonos algo de las cantidades y las estadísticas;
se trata de trabajar en el bien, sin preocuparnos, personalmente,
por lo que ahora se dice de "la imagen", pero que es un eufemis-
mo para ocultar o adecentar la vanidad inelegante, o el orgullo
miserable y vergonzante, engendrador de psicopatías cancerosas
y complejos incurables. Y Dios encima de todo, y en todo. Sólo
así, al final, todo lo que parecen males actuales u obstáculos dema-
siado difíciles para construir el bien, se convertirán, finalmente,
no ya en el "triunfo" del bien deseado, sino en un bien mejor que
el que pudiéramos imaginar.
LAUS
Director: Ramón Mas Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Placeta San Felipe Neri, 1 Apartado 182 - Albacete D.L AB 103/62 - 5.24
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