Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 212. ABRIL. Año 1984 |
SUMARIO |
ABRIL y la contemplación
del misterio de Cristo, |
entre lanzas de laureles
perennes y las primeras |
flores, caducas como todas
las esperanzas simple- |
mente humanas. Pero son
anuncio, aunque efíme- |
ro, desde el pórtico de
cada primavera, de la victoria del |
Señor sobre la muerte,
radiante como un nuevo sol, como |
una flor de luz, que
disipa las mezquindades humanas. |
La Iglesia nos recuerda a
Cristo, y nos muestra la cruz y |
el sepulcro, y un camino
para una vida nueva. |
EL HIJO DEL HOMBRE SIGUE
CRUCIFICADO |
LA CENIZA Y EL AGUA |
EL TIEMPO HUMANO |
SANTOS Y ARTISTAS |
CRECER EN LA VIDA |
LA VOZ DE LA RESURRECCIÓN |
EL PECADO ORIGINAL |
1 (61) |
EL HIJO DEL HOMBRE |
SIGUE CRUCIFICADO |
Es difícil para los que
nunca han conocido |
la persecución, |
y los que nunca han
conocido a un cristiano, |
creer esos cuentos de la
persecución |
de los cristianos... |
Ellos tratan
constantemente de escapar |
de las tinieblas de fuera
y de dentro |
a fuerza de soñar sistemas
tan perfectos |
que nadie necesitará ser
bueno. |
Pero el hombre que es
seguirá como una sombra |
al hombre que finge ser. |
Y el Hijo del Hombre no
fue crucificado |
de una vez para todas, |
la sangre de los mártires
no fue derramada |
de una vez para todas, |
las vidas de los santos no
fueron entregadas |
de una vez para todas: |
pero el Hijo del Hombre
está siempre crucificado |
y habrá Mártires y Santos. |
Y si la sangre de Mártires
ha de correr |
por los escalones |
primero debemos edificar
los escalones; |
у si ha de ser
derribado el Templo |
primero tenemos que
edificar el Templo. |
Thomas Stearns Eliot |
2 (62) |
La ceniza |
y el agua |
CENIZA, Agua. La ceniza,
la muerte; el agua, la vida. Elementos que la |
liturgia utiliza para una
síntesis simbólica en la que se expresan y |
enlazan, formando un arco,
Cuaresma y Pascua parábola de un ca- |
mino que figurativamente
comienza un miércoles triste, pues cumple |
con la pedagogía de
recordarnos la caducidad y la miseria de lo simple- |
mente humano y creado,
pero que no se detiene y nos lleva hasta el gran |
Domingo triunfal, evocador
de la definitiva transformación que se operó |
en la santa humanidad de
Jesucristo, convertido desde aquel día ―«Día del |
Señor» por
antonomasia―, en antorcha y luminaria de divinidad, para pro- |
clamar una vida que no
muere jamás, destinada a la gloria del Padre. Y a |
aprender en las almas
―más bien en las vidas― de todos los fieles, que por |
la fe y la gracia
―«regalo» de Dios― devienen, extendiendo la forma de Cris- |
to. pueblo para la
resurrección, pueblo de resucitados. |
Ceniza y agua, citadas a
la par, como si el agua lomara la plata de la |
ceniza para cuajar en
forma de nieve y contener: así, y en silencio, la fuer- |
za de la vida que alberga;
como si la ceniza perdiera su vergonzosa vejez |
de fuego apagado,
disponiéndose a recuperar el ardor puro del misterio |
purificador, incorruptible
como la sal, guardador del calor vital de Dios que |
be reparte en el corazón
de los que peregrinan hacia él. De la conversión |
purificadora, hacia la
vida en Cristo. |
Ceniza y agua, o invierno
y primavera, pues el Creador se ha injertado |
en su criatura, y de ella
brota el árbol de la Iglesia, parecida a la maravilla |
del almendro florido,
precoz e inmaculado, que emerge en medio de los |
campos desolados del
mundo, o a la orilla de los barrancos de sus males, |
para ofrecer flores de
esperanza. Porque, ¿de qué nos sirve la fe sin la es- |
peranza?, o ¿cómo
alcanzaremos el amor si no crecemos ―al no nacemos |
otra vez― hacia él? |
3 (63) |
Se está haciendo
primavera, otra vez, ahora que el invierno se aleja |
y los árboles florecen,
como cisnes perfumados de silencio, de haber an- |
dado sobre la nieve
fundida. Una alfombra verde cubre los campos por- |
que regresan las aves de
nuevo, liberadas de los miedos del frio. La tórtola |
vuelve y canta la alondra.
Y es que apuntan las claridades de la Resurrec- |
ción. |
Con un poco de fe, podemos
adivinar que el espectáculo de los ojos en |
Aviso de lo que ocurre en
muchos corazones, entre los que menos gritan |
en el mercado de las
Ambiciones y los secretas codicias: porque se va ha- |
ciendo primavera también
en este mundo nuestro desolado y frío, demasia- |
do critico y desconfiado,
cansado de huir de Dios, o de invocarle con nom- |
bres falsos. También
amanece el Dios cristiano para los que, sin saberlo, |
renegaban no de él, sino
de sus imágenes mezquinas, intrascendentes y en- |
ajenantes. Cansados de
huir, buscaban a Dios. |
Por eso es tiempo de
Aventar cenizas y purificarnos, cada uno y todos |
―cada cristiano y la
iglesia entera―, como quisiera Juan XXIII, sin que nos |
resignemos con las meras
celebraciones simbólicas, que consuelan sin |
comprometer. Sería nuestro
pecado de cristianos, porque es en este tiempo |
nuestro cuando el fuego de
la búsqueda de su verdadera trascendencia, |
consume las entrañas del
mundo. Hay un clamor que exige penitencia, pu- |
rificación. Que el viento
se lleve las cenizas, y renazca el fuego, y el agua |
se vuelva transparencia de
luz. Luz para la verdad y verdad para la vida. |
Y vida y verdad para ser
limpios y libres como hijos de Dios. |
San Felipe tenía una
particular repugnancia a la afectación, |
tanto en sí como en los
demás, cuando se trataba de hablar, |
de vestir o de cosas
parecidas. |
Evitaba toda ceremonia que
supiese a cumplido palabrero, y |
siempre se manifestaba
partidario de la sencillez cristiana en |
todas las cosas; así,
cuando tenía que tratar con hombres de |
prudencia mundana, no
podía acomodarse a ellos fácilmente. |
Evitaba, en cuanto le era
posible, todo trato con personas de |
dos caras, es decir, que
no manifestaban lisa y llanamente lo |
que pretendían en sus
tratos y propuestas. No podía tolerar a |
los embusteros, y
recomendaba con insistencia a sus hijos es- |
pirituales que los
evitasen como si se tratara de una peste. |
P. G. Bacci, C.O. |
4 (64) |
EL TIEMPO HUMANO, |
CAMINO DE ESPERANZA |
SI lográramos limpiarnos
de los |
fantasmas del fatalismo,
no |
se nos marchitaría la fe,
mira- |
ríamos hacia fuera,
superaríamos |
cualquier egoísmo y
seríamos capa- |
ces de aplaudir el
resplandor de lo |
bueno que Dios ha
esparcido por |
el universo, y lo
multiplicaríamos |
sumándonos al aplauso de
la crea- |
ción; pero volvemos
siempre so- |
bre nosotros mismos,
encerrándo- |
nos entre miedos y
aburrimientos. |
No vemos la huella de
Dios, que ha |
pasado
"derramando" dones ―di- |
ría Juan de la Cruz―
y vistiendo |
de hermosura la Creación,
tal vez |
porque nos lo recuerda el
gran mís- |
tico, le han nombrado
patrono los |
poetas, en el saludo que
éstos ha- |
cen a las primaveras. |
Todavía hoy podríamos
repetir |
las palabras de
Malebranche para |
apostrofar a los hombres
que admi- |
ran las cimas de las
montañas, las |
olas del mar, el
movimiento de los |
astros ―hoy
deberíamos añadir: y |
los prodigios de la
electrónica―, |
pero pasan de largo ante
sí mis- |
mos, porque no saben
relacionar, |
con bastante gratitud
hacia Dios, |
lo que esto les ayuda a
descubrir el |
amor que él les tiene, y,
por lo tan- |
to, admirarse y
entusiasmarse por |
las cosas grandes que Dios
ha he- |
cho para nosotros y en
nosotros, |
para que se las sepamos
devolver |
gozosamente. |
Capaces de admirar el
mundo |
desde dentro de nosotros
mismos. |
Y agradecidos para
restituirnos a |
Dios con alegría. |
¿Es, acaso, por causa de
la pro- |
pia inmediatez, por falta
de pers- |
pectiva, que el hombre se
ha preo- |
cupado más de la
investigación de |
lo que le rodea, que de la
identifi- |
cación de sí mismo? ¿O es
que so- |
mos demasiado jóvenes en
sabidu- |
ría, y tributarios,
todavía, de la de |
los griegos, para quienes
el hom- |
bre, aunque les interesó,
no pa- |
saba de ser una parte del
universo? |
Para ellos el hombre era
compen- |
dio del mundo; el sistema
geocén- |
trico de Aristóteles no
llegó al |
intento de comprender el
mundo |
5 (65) |
desde el hombre. El mundo
era un |
cosmos consistente y
cerrado, cuyo |
futuro sólo podía ser
variación o |
repetición modulada de lo
que ya |
había sido: la historia
era concebi- |
da como un retorno
indiferente |
que no rebasaba el marco
cíclico |
del mito del «eterno
retorno». Todo |
cambio, de por sí, se nos
describe |
en la Física de
Aristóteles, como |
demoledor y destructor, y
sólo ac- |
cidentalmente generador,
creativo. |
El hombre estaba en el
mundo, pe- |
ro no podía transformarlo.
El «co- |
nócete a ti mismo»
socrático, tam- |
poco pudo llegar más
lejos. |
La idea del tiempo humano
co- |
mo camino de esperanza que
cons- |
truye la historia, es
bíblica. La fe |
en las promesas del
Antiguo Testa- |
mento es el fundamento de
la com- |
prensión del futuro como
proceso |
que conduce a la
salvación, a la |
liberación, a la redención
del hom- |
bre. El tiempo es un
proceso orgá- |
nico de maduración
continua ―de |
creación permanente— que
desem- |
boca en la plenitud
mesiánica. En |
Cristo, el
"ungido" de Dios, se ace- |
lerará la realización
liberadora de |
la humanidad, y él mismo,
desde |
su aparición en la tierra,
es la cima |
de esta humanidad y, al
mismo |
tiempo, el vértice de Dios
en el |
mundo. |
La Biblia nos suministra
datos |
suficientes para
entenderlo así, en |
especial a partir del
Nuevo Testa- |
mento. Es verdad que el
lenguaje |
bíblico no es el nuestro
―no puede |
ser el nuestro―,
pero a la imagen |
divina del hombre como
domina- |
dor de la Creación (por lo
tanto, |
como encargado de hacer
adelan- |
tar el mundo), se le ha
añadido la |
condición sobrenatural de
"hijo de |
Dios", y una moral de
esperanza |
domina la actividad de su
vida |
temporal. Sin esta
esperanza, dice |
san Pablo, «seríamos los
más des- |
graciados de los hombres»
(1 Cor |
XV, 19). |
Pero el hombre es un ser
votado |
a la esperanza «desde
dentro de sí |
mismo», desde esta
profundidad |
próxima y misteriosa que
maravi- |
llaba a san Agustín, que
extasiaba |
a Newman ―«myself
and my Crea- |
tor»―. Somos
naturaleza y liber- |
tad, y caminamos en la
esperanza. |
Nuestra esperanza no es
sólo la |
de una liberación interior
del hom- |
bre, sino que esperamos la
libera- |
ción "personal"
de todo hombre, |
de ese hombre
"interior", no por |
reducirlo a cultivar un
intimismo |
aislador y enajenador del
mundo |
que le rodea, sino
"interior" por- |
que tiene raíces,
historia, capaci- |
dad reflexiva, y es capaz
de tomar |
decisiones responsables y
actuar de |
acuerdo con ellas. Somos
naturale- |
za y libertad; es decir,
somos "per- |
sonas", seres
racionales abiertos, |
que se autoposeen en
libertad de |
la conciencia,
espirituales y fronte- |
6 (66) |
rizos con el Absoluto y el
Eterno, |
sin que dejemos de estar
inscritos, |
a la vez, en el tiempo, en
el espa- |
cio, en la corporeidad,
entendidos |
no como la fatalidad de un
límite |
que encierra y sofoca,
sino como |
la transparencia de un
cristal por |
el que atraviesa la
proyección ha- |
cia la trascendencia. |
Cuando decimos que el
hombre |
es capaz de pecado,
significamos |
que puede romper una de
estas tres |
relaciones que le son
propias: es |
decir, que es hijo de
Dios, que es |
compañero de su prójimo y
que |
debe dominar (administrar)
la na- |
turaleza. El pecado es el
"no" a es- |
tas relaciones. El hombre
crece, se |
realiza, consolida su
libertad, se re- |
dime, en la medida que
prospera |
su fidelidad a estas
coordenadas de |
su grandeza y de su
responsabili- |
dad. El hombre se realiza
realizan- |
do el mundo. No es el
hombre una |
"cosa" del
mundo, sino que es el |
mundo lo que depende de
él; el |
mundo en el que hay otros
hom- |
bres como él; el mundo que
trata |
y transforma, con
entusiasmo y res- |
peto, como hijo de Dios.
Mundo |
inacabado, pero con un
sentido, |
que el hombre ha de
recoger con |
fidelidad, para continuar
la tarea |
creadora. También en eso
está su |
semejanza con Dios. |
Aunque el Cristianismo sea
más |
que un humanismo, es
preciso es- |
tablecer que, el
cristiano, es, ante |
VIA |
CRUCIS |
VIERNES |
SANTO |
A LAS 9 |
DE LA MAÑANA |
7 (67) |
todo, un hombre. Pero es
un hom- |
bre con fe y con
esperanza. Al ha- |
blar de fe, es preciso dar
razón a |
Kierkegaard, que se negaba
a reco- |
nocer fe alguna que no
llevara in- |
excusablemente, el
compromiso, fe |
que se impusiera la
transformación |
medular de la vida, en la
presencia |
de la verdad sobrenatural
que se |
acepta, determina la
actitud esen- |
cial del ser religioso
desde la sole- |
dad más recóndita
―interior, res- |
ponsable― hasta la
acción pública. |
Es decir, hasta que la fe
es una re- |
lación viva con lo creído. |
La historia de la
humanidad es |
un camino de esperanza: es
la his- |
toria de como el hombre ha
ido |
descubriendo a sí mismo,
desde su |
naturaleza recibida de
Dios, hasta |
su grandeza de hijo suyo.
Conocer- |
se él mismo en relación
con Dios, |
en relación con los demás,
en rela- |
ción con la naturaleza, es
la tarea |
de su estar en el tiempo.
Y será |
feliz y crecerá en bondad
en la |
medida que sea capaz de
admirar- |
se, y transformarse e
identificarse |
con la creciente sabiduría
que le |
proporcionen sus
descubrimientos. |
En rigor, nada vuelve,
nada se re- |
pite; todo crece, todo se
hace nue- |
vo. Todo nos ha de ir
llevando a |
Dios. |
Conferencias |
cuaresmales |
SEÑORAS: Días 9, 10, 11 y
12 de abril, |
a las 4,30 de la tarde. |
PARA TODOS: Días 16, 17 y
18 de abril, |
a las 8,30 de la tarde. |
8 (68) |
SANTOS Y |
ARTISTAS |
DECÍAN de san Lucas que
era el |
patrono de los pintores y
artis- |
tas plásticos. La razón
era que |
él "pintó" con
palabras, tersas, senci- |
llas, exactas, la figura
del Señor y, con |
singular transparencia,
incluso musical |
―su griego es el
mejor del N.T.— sus pa- |
labras. La belleza del
Evangelio luca- |
no armoniza sabiamente
fidelidad con |
vigor, pues se nota que
Lucas fue discí- |
pulo de san Pablo. También
se distin- |
gue de los otros tres
evangelistas en |
que él se atrevió a
intercalar poesías |
en su narración: palabras
acariciadas, |
pulidas, ordenadas, que
brotan de la si- |
metría gozosa y entusiasta
del corazón |
que las proclama, como si
el alma se |
abriera de brazos y se
hiciera alas so- |
bre el pueblo de Dios, que
guardó tan- |
tas esperanzas, crecidas
hasta el mo- |
mento de recibir al
Mesías, en el espí- |
ritu, en los brazos, en el
seno y en la fe: |
los sentimientos
insinuados a través de |
multitud de generaciones,
se hacen rea- |
lidad vibrante en labios
de María, de |
Zacarías, de Samuel, de
Ana, y procla- |
man el gozo que no pueden
contener |
dentro, y miran a Dios, en
quien siem- |
pre habían esperado. |
Pero después de Lucas
muchos otros |
han "pintado" y
cantado a Dios. Entre |
todos, hubo un hermano
dominico, en |
La tierra de los artistas
―¡Florencia te- |
nía que ser!― que
"desperdició" ―de- |
jando que se convirtiera
en gracia― su |
tiempo cubriendo con el
oro de su arte |
la pobreza de las paredes
de su conven- |
to, san Marcos. Este
pintor fue Fray |
Angelico. Iglesia y
contento "in piazza |
san Marco, di
Firenze", que Felipe Ne- |
ri, de niño, frecuentaba
casi a diario, |
pues dijo siempre que allí
y de aquellos |
frailes, aprendió lo mejor
de su vida |
para su alma. Quería
referirse, por lo |
que luego confirmaría su
existencia, al |
amor a Cristo, la devoción
a la Ma- |
donna", y el sentido
de lo bello, desde |
aquella belleza que allí
se hacía trans- |
parencia ágil y elegante,
compatible |
con la pobreza de
corredores y paredes |
de un convento de gentes
religiosas y |
austeras ―¡oh,
Savonarola!―, que era |
rico sin saberlo, sin
pretenderlo, con el |
tesoro de lo que no se
rende ni tiene pre- |
cio, pero que ilumina el
corazón y crea |
libertad de cielos y
formas para Dios. |
Y hacemos recuerdo de san
Marcos |
de Florencia, de su Fray
Angélico, aho- |
ra, porque hace pocas
semanas que |
Papa Juan Pablo II, ha
querido honrar |
a aquel frailecillo
colosal, proclamán- |
dole patrono de todos los
artistas. Los |
ángeles de las decoradas
paredes ha- |
brán batido las alas para
derramar un |
poco de oro y convertirlo
en más luz: |
la de la fe y del amor que
impresionó |
la infancia de san Felipe.
Pero hay |
una curiosidad, en ese
pintor, que no |
debe pasar por alto. Él,
poeta de los co- |
lores la luz, inventor de
las formas |
de los ángeles, y maestro
del oro y |
azul y del fuego de las
estrellas, se |
atrevió a lo que ningún
otro pintor ha |
intentado todavía: |
puso en su cuadro |
del Cenáculo, junto al
Señor y los doce |
apóstoles, a la virgen
María. Es decir, fue |
un pintor santo, un santo
pintor, que hi- |
zo justicia a la mujer, en
la Iglesia. Y de |
qué modo mejor que
asociando a la Vir- |
gen al misterio de aquella
Pascua, desde |
su mismo comienzo, en el
Cenáculo? |
9 (69) |
CRECER EN LA VIDA |
LA VIDA y la muerte,
luchando; pero con la victoria de la |
vida sobre la muerte, tal
como se canta en Pascua. |
Ahora la primavera
despierta como explosión que ras- |
ga el silencio que el
invierno había impuesto a la naturaleza. |
Primavera es el triunfo
cíclico por el que se afirma el valor |
de las cosas creadas, con
la promesa de la fecundidad de |
la tierra. Algo que
entendemos más fácilmente en nuestras |
latitudes, y que sabemos
relacionar con el recuerdo de la |
Resurrección de
Jesucristo, como misterio de una superior |
primavera, espiritual y
universal, que marca a la entera Hu- |
manidad, porque triunfa,
para siempre, y para todos, la vida, |
hecha participación y
reverberación del latido de Dios en |
cada cristiano y hasta en
cada ser humano, a través del Re- |
sucitado. |
Recuerdo conmemorado que
no es una simple repetición |
cíclica, un "eterno
retorno" fatal, sino vaivén ―flujo y re- |
flujo― creciente, en
el que se mece la vida, empujada hacia |
el desarrollo que la
aproxima, cada vez más, a la sintonía con |
el modelo que Dios ha
proyectado para «un cielo nuevo y |
una tierra nueva». No es
una repetición, sino una renovación, |
un crecimiento
rejuvenecedor. En él no hay cuotas de muerte, |
sino para una mayor vida. |
10 (70) |
Serena y lúcidamente,
solamente así podemos entender |
la razón de las tristezas
anecdóticas, de los fracasos tempora- |
les, de la contingencia de
los bienes inacabados, que llama- |
mos males. Errores,
retrasos, locuras y hasta pecados humanos, |
y aldabonazos a la
conciencia de cada ser humano y al sentir |
de la entera Humanidad,
que se ve constreñida a luchar por |
alcanzar un mayor bien;
porque lo que llamamos mal es reto |
y acicate para un mayor
bien. La vida es un proceso y, mien- |
tras discurre, nada se
pierde y todo se va convirtiendo en |
energía renovadora, en
estímulo creador. No se trata de |
defendernos de la muerte,
sino de crecer en la vida. |
Después de Cristo podemos
decir que, a la vida, ya no le |
sigue la muerte, sino que,
inversamente, a la muerte le sigue |
la vida, mayor vida, una
primavera de Dios, un tiempo para |
Dios que, en realidad ya
no es tiempo, porque no cabe en las |
terrenas dimensiones. |
Tal vez nuestros males y
la tristeza de creerlos inevita- |
bles, provienen de nuestra
falta de esperanza más que de nues- |
tra poca fe, al
descompasar nuestros anhelos del ritmo del |
hacer de Dios en el mundo.
Nos sentimos zarandeados y no |
llevados por Dios, cuando
en realidad todo conspira, todo se |
encauza y progresa
apuntando todavía más lejos y más alto |
11 (71) |
de los objetivos con que
nuestra mezquindad se resignaría. |
Por esto nuestro
crecimiento en Dios es un misterio vital, |
parecido al de los árboles
y, entre inviernos y primaveras, |
nos sacuden fríos de dolor
y nos asustan silencios de muerte, |
aunque ningún desgarro
interior podría arrancarnos la vida, |
pues estamos enraizados en
Dios. Después de cada hielo de |
tristeza y soledad,
después de cada poda, volverán a crecer- |
nos las ramas, florecidas
de esperanza, como brazos oferen- |
tes, prestas a volcar
fuera, otra vez, el vigor de la vida que |
remanece. |
Pasarán las crisis, cuando
todos hayamos entendido su |
sentido, tomada su lección
y hayamos andado otro paso hacia |
la total conversión.
Entonces oiremos, otra vez como palabras |
del Señor a nosotros, las
del Cantar de los Cantares: «Ven, |
mira, ya ha pasado el
invierno, las lluvias han cesado; han |
aparecido las flores en la
tierra, ha llegado el tiempo de las |
canciones...» (2, 22-12). |
Un día, todos los colores
serán luz, todos los vientos mú- |
sica, todos los soles
gloria, y nosotros hijos de Dios. Habrá |
llegado la primavera
eterna. |
A Dios no se le encuentra
exclusivamente aquí o |
allá, sino que se le
encuentra cuando el hombre, |
bajando a lo más profundo
de su corazón, decide |
dar un viraje total a su
vida y ponerla al servicio |
de la idea que el mismo
Cristo trajo a la tierra, A |
saber: el anuncio del
Reino de Dios, un Reino tan |
grande que no podemos
encerrarlo en el espacio |
de un templo por muy
grande, noble y famoso |
que sea.― Ana María
Cortés |
|
12 (72) |
Documento: |
LA VOZ |
DE |
LA RESURRECCIÓN, |
De una entrevista con
Cristóbal Halffter |
HACE casi cinco años que
se estrenó triunfalmente en París, y patroci- |
nado por Radio France, el
«OFFICIUM DEFUNCTORUM» del compo- |
sitor Cristóbal Halffter,
obra excepcional que resume la última etapa |
composicional del gran
músico, y que fue señalada, entonces, como el «gran |
acontecimiento musical del
año» por la prensa del país vecino. Los éxitos se |
repitieron en otras partes
de Europa. |
Desempolvando recortes de
prensa encontramos el diálogo que, hace un par de |
años, con ocasión de su
estancia en España, mantuvo con el músico Maria Luisa Brey, |
y que resumimos ahora, si
bien todos pueden saber que Cristóbal Halffter pertenece |
a una familia de
compositores de música polifónica contemporánea, que bien pueden |
calificarse como músicos
de anticipación, precursores, elitistas, pues se dice de ellos |
que son los autores de la
música que se escuchará, con pleno éxito, en el ya próxi- |
mo siglo XXI. Uno de los
Halffter ―Ernesto, tío de Cristóbal― terminó la incompleta |
«ATLANTIDA» de Falla. |
Cristóbal Halffter es un
compositor de prestigio universal y está considerado |
como una de las figuras
más destacadas en el panorama artístico de la República Fe- |
deral Alemana. Corren por
sus venas sangre germana y sangre española, y España, |
en concreto, le interesa
mucho, pues española es su mujer y españoles son sus hijos. |
Cristóbal Halffter es un
compositor cristiano, y casi la totalidad de sus obras |
están presididas por el
signo religioso, algunas de ellas inspiradas en textos de |
san Juan de la Cruz Es
conocida su «MISA PARA LA JUVENTUD, GAUDIUM ET |
SPES». |
13 (73) |
Pero volvamos a la que ha
dado motivo al principio de estas líneas, o sea el |
―OFFICIUM
DEFUNCTORUM―, aunque, contrariamente a lo que pudiera parecer, no |
es una obra destinada al
servicio litúrgico, sino un monumento sonoro levantado so- |
bre textos bíblicos, que
tiene una hora de duración, para el que se utiliza una gran |
orquesta y un nutrido coro
mixto, al que se une otro compuesto por doce solistas y |
un niño. Es una obra
monumental para una meditación sobre la muerte, dedicada a |
cuantos dieron su vida por
los demás. El autor tiene en la mente a personas como |
Gandhi, como Luther King,
y a tantos otros que, en todos los tiempos y la mayor |
parte de veces de forma
anónima, han dado la extrema prueba de amor por los otros, |
siguiendo el ejemplo de
Cristo. En su obra el autor evita el tremendismo del «Dies |
irae, dies illae», pues no
lo cierra con la cita de la «more aeterna», sino con las citas |
esperanzadas del
Apocalipsis y de san Juan. |
Halffter va mucho más allá
del simple entretenimiento estético en esta su inte- |
riorización meditativa del
misterio de la muerte cristiana. Alguien ha dicho que, |
sobre el coro tenebroso,
lanza una y otra vez haces de luz, como hiriendo la misma |
idea de la muerte para
convertirla en esperanza de la vida. |
Pero a la vertiente
predominante religiosa de Cristóbal Halffter hay que añadir |
sus compromisos y
preocupaciones de carácter ético y social, de lo que son ejemplo |
varias de sus obras más
conocidas y, en particular, la cantata «YES, SPEAK OUT», |
sobre los derechos
humanos, estrenada en 1968 en las Naciones Unidas, al conmemo- |
rarse el vigésimo
aniversario de la Declaración. |
Cristóbal Halffter ha
dirigido también en la Filarmónica de Berlín, la Orquesta |
Mundial de Juventudes,
formada por ciento diez jóvenes profesores procedentes de |
veintiocho países. |
Reproduzcamos ya algunos
puntos del referido diálogo. |
Vencer el |
tenebrismo |
―En su oficio de
difuntos aparece una dura tensión dia- |
léctica entre la realidad
de la muerte física y la difícil espe- |
ranza de la resurrección.
¿Cree que el aleluya final que grita |
la voz de un niño,
consigue apagar y vencer el tenebrismo, |
esa conciencia lúcida de
la finitud que envuelve el resto de |
su creación musical? |
―Yo creo que sí.
Porque precisamente el que hable un |
niño, el que grite un
niño, pienso que llega a los oyentes. |
Yo he elegido precisamente
la voz de un niño porque la |
fe en la resurrección
nos exige precisamente inocencia, es |
decir, la convicción y
credibilidad de los niños. |
No creo que esta obra sea
de tipo tenebrista, como se ha |
dicho, sino más bien una
composición tensa, comprometi- |
damente austera, de tipo
esperanzador. Se la ha compa- |
14 (74) |
rado con el tenebrismo de
las pinturas de Goya, pero creo |
que en esas pinturas hay
una tensión de otro tipo. |
Hombres-niño |
—Pienso que en ese réquiem
ha conseguido usted aunar |
dos verdades clave del
mensaje cristiano: la resurrección de |
los muertos y la condición
indispensable para alcanzarla: |
hacerse niños. ¿Conoce,
entre sus amistades cristianas, mu- |
chos hombres-niños, en el
sentido evangélico? |
―No solamente
conozco hombres-niño entre los cris- |
tianos. Aún queda mucha
gente estupenda, cargada de |
entusiasmo, capaz de poner
ilusión en todo lo que hacen, |
y yo esto lo considero una
virtud propia de la infancia. |
Ser niño, lógicamente, no
consiste en no saber, sino en |
tener una visión adecuada
de la realidad, serena y alegre. |
Falla el hombre-niño
porque vivimos inmersos en el ma- |
terialismo. Hoy al hombre,
desgraciadamente, se le mide |
tan sólo por lo que
produce. |
―Usted compuso la
música para el himno del centenario |
de santa Teresa de Jesús.
¿Cuántas Teresas y Juanes de la |
Cruz serían necesarios
para renovar espiritualmente a Es- |
paña? ¿Conoce aquellos
versos de Machado?: |
Teresa de Jesús, alma de
fuego, |
Juan de la Cruz, espíritu
de la llama, |
por aquí hay mucho frío,
padres nuestros, |
corazoncitos de Jesus se
apagan. |
El cambio |
cultural |
¿Podría comentar y aplicar
estos versos a la España de hoy? |
―Sí, aquí hace mucho
frío, igual que ayer, porque |
la fuerte personalidad
cristiana de estos dos santos, sus |
recias virtudes, se echar
mucho de menos en nuestro cris- |
tianismo de
devocioncillas. Pero, para salvar a España… |
bastaría con que hubiese
cristianos más pequeños, más |
modestos, capaces de
contribuir a la cultura del país, y |
hablo de la cultura en su
sentido más amplio. Necesita- |
mos personas que sepan
vivir mejor, que tengan más co- |
nocimiento de la dignidad
humana, que posean la cultu- |
ra de las pequeñas cosas
del vivir, del vestir, del comer. |
Este cambio cultural
―que incluye también lo religioso― |
creo que sería una buena
solución para esta situación de |
mediocridad en que nos
movemos, y que a mí me parece |
muy triste. |
—Dice el filósofo García
Morente que recobró la fe per- |
dida al escuchar por la
radio «LA INFANCIA DE CRISTO», |
de Berlioz. Lo mismo le
sucedió a Claudel, en Notre Dame, |
15 (75) |
al escuchar el
«MAGNIFICAT». ¿A qué atribuye el hecho de |
que la música religiosa
pueda llegar a ser vehículo de la gra- |
cia de un modo tan patente
y eficaz? |
La buena |
música |
―Porque la música es
un arte que va directamente |
a la sensibilidad, a la
inteligencia, a la parte más noble |
del ser humano. Se trata
de una serie de componentes |
que conlleva la música, la
buena música. Esto es lo que |
no han sabido ver los
rectores de la música religiosa de |
nuestro tiempo. |
―Le gustan los
cantos litúrgicos actuales? |
―No, no, no. |
Si tuviere que salvar
algún canto o himno religioso |
preconciliar, ¿cuál
salvaría? |
―No sé, yo creo que
sería muy difícil. Tal vez una |
literatura del canto
coral, muy importante, que tuvo una |
fuerte tradición en el
Norte. Sobre todo, las obras del P. |
Olano, Goicoechea, Torres
Perón, que siempre han fun- |
cionado bien. Ese tipo de
cosas. |
―Echa de menos el
canto gregoriano? |
―Mucho, mucho. No
debiera haberse abandonado. |
Yo, cristiano
posconciliar, no me considero anti-nada, |
sino defensor de todo lo
bueno. ¿Por qué se va a perder |
el canto gregoriano, que
está dentro de nuestra cultura, |
algo tan rico y universal? |
La vulgaridad |
de la música |
religiosa |
actual |
―¿Por qué no le
gustan los cantos litúrgicos actuales? |
―Porque la Iglesia,
no sé si consciente o inconsciente- |
mente ha jugado un papel
importante en la valoración de |
la vulgaridad... |
―¿Qué haría usted,
si le hicieran director general de |
música? |
Oh Señor, líbrame del
hombre de intención exce- |
lente y de corazón impuro:
pues el corazón es |
más engañoso que todas las
cosas, y desespe- |
radamente perverso. |
Presérvame del enemigo que
tiene algo que ganar: |
y del amigo que tiene algo
que perder. |
T. S. Eliot |
16 (76) |
―Lo primero, no
aceptar. Pero en el supuesto de |
lo fuese, trataría de
llevar la música a todas partes. Que |
la música, y el arte en
general, no fuesen pertenencia de |
una élite. Esto no se
conseguirá nunca plenamente, por- |
que no cabe duda de que la
música será siempre un poco |
de élite, pero trataría de
ampliar la base, de educar y cul- |
tivar la sensibilidad de
las personas, elevar el concepto |
de la dignidad humana. Yo
siempre digo que la calidad |
de la gente se mide por su
ocio, ya que cada uno puede |
emplearlo como quiera. Si
el tiempo libre lo empleamos |
exclusivamente para ir al
fútbol, en insultar al árbitro, |
nuestra calidad humana
será baja, muy pequeña. Si de- |
dicamos nuestro ocio a
pascar, a leer, a cosas similares, |
el nivel humano ya habrá
subido un poco. |
―Usted dedica su
réquiem a todos aquellos que murie- |
ron para que los hombres
tengan vida, a todos los que mu- |
rieron violentamente sin
utilizar ellos la violencia. Basta |
ver los títulos de sus
composiciones para comprobar su |
obsesión por la idea de la
muerte. Esta preocupación suya |
por el tema, y
prescindiendo de las personas cuya muerte |
usted exalta, pues de
sobra conocemos su verdad histórica |
y su dedicación total a
los demás, me sugiere una pregunta: |
¿Qué le parece más
valioso, dar la muerte o dar la vida |
por los demás? Porque
todos sabemos que, en un momento |
de generosidad, se puede
saber morir por una causa cuan- |
do no se ha sabido vivir
por ella... Yo me pregunto si una |
muerte brillante puede
salvar una vida mediocre. |
Elogio de |
los mártires |
―Creo que no. Una
muerte honrosa es algo digno y |
deseable, pero nunca puede
salvar una vida vacía. Lo que |
pasa es que los que son
capaces de dar la muerte por los |
demás, son seres que han
ido dando también la vida poco |
a poco, ya que los actos
heroicos raramente se improvi- |
san. Piense en el obispo
Romero, en Gandhi, en Luther |
King, en Cristo... |
―Su cantata sobre
los derechos humanos «YES, SPEAK |
OUT», está muy bien; pero,
no cree que todo se nos queda |
en eso, en hablar con
valentía? No cree que somos muchos |
más los que hablamos de El
Salvador, de Nicaragua, y de |
Polonia, que los que viven
y mueren allí, defendiendo con |
la vida los derechos de
esas pobres gentes? |
―Es verdad, pero
hace falta también alguien que lo |
diga, que despierte las
conciencias de las personas, que |
se denuncien las
situaciones de injusticia. Es necesario |
crear un estado de
opinión, al menos eso. |
17 (77) |
El tema |
de Dios |
―Por último: ¿sigue
vigente la idea de Dios en el mun- |
do y en la sociedad que
usted frecuenta, o es un tema tabú, |
un rumor cada vez más
confuso e imperceptible, una idea |
que sólo perturba de vez
en cuando el subconsciente del |
hombre moderno? |
―El tema de Dios
sigue latente en mil formas. Se bus- |
ca trascendencia del modo
que sea, se busca un fin que |
de sentido a la
existencia; lo que hace surgir por todas |
partes sectas orientales,
prácticas mágicas, espiritistas, |
adivinos demás. Se busca
un descanso, y lo más diver- |
tido es que se buscan
explicaciones completamente idio- |
tas, teniendo otras mucho
más sencillas. La necesidad de |
saber es inherente al ser
humano. |
ENVÍANOS LOCOS, SEÑOR. |
¡Oh Dios! Envíanos locos, |
de los que se comprometen
a fondo, |
de los que se olvidan de
sí mismos, |
de los que aman con algo
más que con palabras, |
de los que entregan su
vida de verdad y hasta el fin. |
Danos locos, |
apasionados, |
hombres capaces de dar el
salto hasta la inseguridad, |
hacia la incertidumbre
sorprendente de la pobreza; |
danos locos, |
que acepten diluirse en la
masa |
sin pretensiones de
ascensos, |
sin que vayan a sacar su
propio provecho. |
Danos locos, |
locos del presente, |
enamorados de una forma de
vida sencilla, |
liberadores eficientes de
los que otros olvidan, |
locos amantes de la paz, |
puros de conciencia, |
decididos a jamás ser
traidores, |
capaces de aceptar
cualquier tarea, |
dispuestos a acudir donde
sea, |
libres y obedientes, |
espontáneos y tenaces, |
dulces y fuertes. |
Danos locos, Señor: danos
locos. |
J. L. Lebret |
18 (78) |
EL PECADO |
ORIGINAL |
TENGO de Dios tanta
certidumbre |
como de mi propia
existencia, |
aunque cuando intento
examinar |
los fundamentos de esta
certidumbre y |
darle forma lógica,
encuentro gran di- |
ficultad, tanto en el
fondo como en la |
forma. |
Tiendo mi vista por el
mundo de los |
hombres, y se me ofrece
una perspecti- |
va que me llena de
indecible tristeza. |
Parece que el mundo ha
negado senci- |
llamente esta gran verdad,
de la cual |
se siente tan lleno todo
mi ser. Y el efec- |
to que me produce, en
consecuencia, |
necesariamente me conturba
de tal ma- |
nera como si se negase mi
propia exis- |
tencia. Si me mirase a un
espejo y no |
viese en él mi rostro, me
produciría |
una sensación parecida a
la que siento |
cuando contemplo este
mundo vivo y |
atareado que no quiere
saber nada de |
su Creador. Ésta es para
mí una de las |
grandes dificultades de
esta absoluta y |
primaria verdad a la cual
me estoy re- |
firiendo. Si no fuera por
esa voz que |
habla tan clara en mi
conciencia y en |
mi corazón, yo sería un
ateo, un pan- |
teísta o un politeísta
cuando contemplo |
el mundo. |
Hablo de mí solamente.
Estoy lejos |
de negar la fuerza real de
los argumen- |
tos que prueban la
existencia de Dios, |
formados por los hechos
generales de la |
sociedad humana y del
curso de la His- |
toria; pero estos
argumentos, ni me ca- |
lientan ni me iluminan; no
suprimen |
el invierno de mi
desolación, ni hacen |
brotar yemas en las ramas,
ni crecer |
las hojas dentro de mí, ni
regocijan mi |
ser moral. |
La vista del mundo no es
más que el |
pergamino del profeta
«lleno de lamen- |
taciones, de llanto y de
terror». El con- |
siderar el mundo en su
largo y ancho, |
sus variadas historias,
las múltiples |
razas de hombres, sus
comienzos, su |
fortuna, su mutuo
alojamiento, sus con- |
flictos; después, su modo
de vivir, sus |
hábitos, gobiernos, formas
de culto; sus |
empresas, sus carreras sin
objeto, sus |
adquisiciones y éxitos
debidos al azar, |
la impotente terminación
de cosas du- |
raderas, las prendas tan
débiles y tan |
rotas de un designio
superior, la ciega |
evolución de lo que vienen
a ser gran- |
des poderes y verdades; el
progreso de |
las cosas que parece venir
de elementos |
irracionales, no hacia
causas finales; |
la grandeza y pequeñez del
hombre, |
sus inmensas ambiciones,
su corta du- |
ración, el telón que
oculta su futuro; |
las desilusiones de la
vida, la derrota |
del bien, los éxitos del
mal, el dolor |
físico, la inquietud de la
muerte, el |
prevalecimiento e
intensidad del peca- |
do, las extensas
idolatrías, la corrup- |
ción... |
Esto está fuera de los
propósitos del |
Creador; esto es un hecho,
un hecho |
tan verdadero como su
existencia; y |
así la doctrina de lo que
se llama pe- |
cado original me parece
tan cierta co- |
mo que el mundo existe y
como que |
existe Dios. |
John H. Newman, C. O. |
19 (79) |
PASCUA CRISTIANA |
JUEVES SANTO. |
a las 8 de la tarde, |
Misa de la Cena del Señor. |
VIERNES SANTO, |
a las 8 de la tarde, |
Celebración |
de la Pasión del Señor. |
SÁBADO SANTO, |
a las 11 de la noche, |
Vigilia Pascual. |
La celebración pascual se
completa |
participando en la
Liturgia del Domingo. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta San Felipe Neri, 1
- Apartado 182 - Albacete - D.L. AB 103/62 - 1.4.84 |
20 (80) |
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