Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 215. OCTUBRE. Año
1984 |
SUMARIO |
Y nuestras latitudes el
primer frio llega antes es co- |
mo el aviso para que nos
recojamos de la dispersión |
que el verano, también
riguroso, nos llera. Jóvenes |
y mayores volvemos a las
tareas de siempre, esco- |
lares o de trabajo. Pero
también es hora de reactivar el |
espíritu y poner orden y
constancia en la piedad, en el |
estudio de Dios, en las
acciones de bien, como todos log |
que tomaron la vida en
serio y plantaron la fe en ella, y |
la vivieron. |
EL CORAZÓN |
SIN TIEMPO PARA AMAR |
ESTILO |
LA TIENDA DE ABRAHAM |
NEWMAN: ENCUENTRO CON SAN
FELIPE |
LA VOCACIÓN ORATORIANA DE
NEWMAN |
1 (121) |
SEÑOR, me has golpeado el
corazón con tu palabra, y |
te he amado. Pero también
el cielo y la tierra y todo lo |
que en ellos se contiene,
por todas partes me están |
diciendo que te ame, y no
cesan de decirlo a todos, de |
modo que nadie puede tener
excusa. |
Pero tu misericordia es
mayor y más |
resplandeciente para aquel
con quien has tenido |
misericordia: de otro
modo, el cielo y la tierra estarían |
hablando a sordos cuando
proclamaran tus alabanzas. |
Mas, ¿qué amo, Señor,
cuando te amo a ti? No amo |
belleza corporal, ni
hermosura transitoria, ni blancura |
de luz material que es
amable a los ojos; no suaves |
melodías de cánticos; ni
fragancia de flores, perfumes o |
aromas; ni dulzura de
miel, ni deleite alguno |
perceptible al tacto: nada
de esto amo cuando amo a mi |
Dios. |
Y no obstante, amo alguna
luz y alguna voz y |
algún perfume y algún
alimento y deleite de mi hombre |
interior; en el cual
refulge una luz que no ocupa lugar; |
se percibe un sonido que
no arrebata el tiempo; se siente |
una fragancia que no
esparce el aire; se gusta un |
manjar que, comiéndose, no
se consume; se abraza y |
posee un bien que ninguna
saciedad separa. Pues todo |
esto es lo que amo, cuando
amo a mi Dios. |
San Agustín, |
Confesiones X, 6. |
2 (122) |
El corazón |
LOS PRIMEROS escritores
cristianos, cuando se referían Al corazón, no |
lo hacían en el sentido
físico de órgano impulsor de la circulación de |
la sangre. Lo toman,
generalmente, como asiento de la vida psíquica, |
tanto en sentido natural
como sobrenatural. Vida afectiva, vida de la |
inteligencia, sede de la
voluntad que se decide por el bien o por el mal, |
donde se acrisola y hace
diamantina la fidelidad o donde la obstinación se |
endurece, donde el amor
nace o la sombra del odio y de los egoísmos lo |
enturbian y destruyen. |
Por todo esto, en la
Biblia y en los santos, el corazón ha servido para |
representar el lugar de
donde parte el verdadero culto a Dios, el Amor a 61 |
y al prójimo, la intimidad
donde él se encuentra con nosotros y desde la |
que nos habla. Es decir,
el corazón como centro de la vida y templo interior |
donde se inicia la vida de
Dios en nosotros, haciéndose luz de verdad y |
elocuencia de su amor:
allí donde el corazón habla al corazón―«Cor ad |
cor loquitur»―. En
una palabra, allí donde Dios se hace centro en la vida |
del hombre, donde Dios se
hace corazón y habla al nuestro. |
Muchos hombres temen
auscultar el propio corazón, porque temen que |
Dios les hable y se
muestre exigente con ellos. Temen que Dios les obligue. |
o les seduzca, y buscan
distraerse para evitar oír el aldabonazo divino. Tal |
vez cubiertos de cosas,
ricos de objetos y máquinas, blandos de comodida- |
des y placeres, o
solamente codiciosos y envidiosos de todo esto, si les falta, |
siguen en la miseria de su
corazón frio y vacío, aunque se atrevan a pro- |
nunciar la palabra #amor#
como burbuja hueca que se rompe en el aire, |
como todos los adornos
inútiles. De corazón a corazón. Entender el corazón |
para entender la vida.
Pero entender la vida como ejercicio de amor verda- |
dero. Entender para Amar,
y también amar para entender. No entenderá |
jamás nada de Dios el que
no sea capaz de amor y, por lo tanto, de amarle. |
No entenderá el sentido de
la vida, los caminos de in humanidad, el que no |
Ame a los hermanos.
Siempre, el problema, será el corazón: el corazón que |
3 (123) |
ha de entender y que ha de
hablar su propio amor, que ése es su lenguaje. |
El Corazón que hable al
corazón, el centro de la vida al centro de la vida. |
De Dios al hombre y del
hombre a Dios y al hombre. Sólo el corazón será |
capaz de hablar al
corazón. |
Ni egoísmo, ni debilidad;
ni dureza, ni sentimentalismo; sino la vida y la |
fuerza del amor, del
corazón. Entonces habrá idealistas. In sobornables |
Ante las codicias terrenos
libros. Agiles y gozosos para oír y hablar de |
corazón a corazón, a Dios
ya los hombres. Ésa fue la divisa de Newman |
cuando hubo de poner lema
a un escudo: «Cor ad cor loquitur». |
Sin tiempo para amar |
Hacemos demasiado examen
de conciencia, |
cansados de mirar en el
espejo |
la propia imagen, |
inútilmente, |
para borrar |
la resentida vanidad que
nos acusa. |
Lo examinamos todo, |
sin que nos quede tiempo
para amar. |
El Evangelio suena |
como literatura para
santos de otros tiempos. |
Decimos
"gracia", anclados en la utilidad urgente, |
también de Dios, |
para que nos ayude y
moralice, |
adecentando nuestra vida, |
reserenando el mundo
temporal |
y repartiendo más
comodidades a los buenos, |
sin otro afán, |
ni tiempo para amar. |
Apenas ornamento del
discurso, |
nos da vergüenza, o se nos
rompe la palabra "amor" |
sin convertirla en vida, |
ni hacerla gratitud
gozosa, |
y el corazón, jamás
enamorado, |
se nos reseca envuelto en
gestos y maneras educadas. |
Y, mientras, arrastramos
la nostalgia |
del santo que llevamos en
el alma, mas no somos, |
porque nos falta tiempo
para amar, |
esclavos todavía del
espejo. |
4 (124) |
ESTILO |
DECIMOS "ESTILO"
para signifi- |
car modo, talante,
espíritu y |
mentalidad que se
manifies- |
ta como inspiradora de la
palabra |
que decimos, la obra que
realiza- |
mos, la acción que
emprendemos |
No como se emplea en arte,
en li- |
teratura, en moda y usos o
costum- |
bres mundanas. |
El "estilo" del
mundo está al |
servicio de sus intereses
y miras a |
corto plazo o temporal;
sus sabidu- |
rías y astucias, sus
tácticas y ma- |
nejos ―en los que el
fin justifica |
los medios―
prescinden de Dios, |
aunque lo nombren alguna
vez, u |
ocurra que Dios sea
nombrado "en |
vano" para traer
provecho de su |
nombre o de su causa,
convertida |
en pretexto o interés
sectario o me- |
dro personal. |
Queremos decir, aquí,
estilo |
como carácter propio del
ser y del |
comportamiento cristiano,
en vir- |
tud del cual, no ya por lo
que se |
hace o no se hace, o por
lo que se |
dice o se calla, se nos
puede reco- |
nocer como cristianos. Lo
bueno |
que se hace o se dice, no
tiene, |
no puede tener, para ser
cristiano, |
una bondad desencarnada,
objeti- |
vada, independiente de
quien |
hace o dice y de cómo lo
dice o |
cómo lo hace, por más
declama- |
toria u oficializada que
pueda apa- |
recer la adjetivación
cristiana aña- |
dida. |
Cuando Pablo habla de
«espí- |
ritu» en oposición a
«carne» o a |
«mundo», o cuando dice que
debe- |
mos tener o que «tenemos
la men- |
te de Cristo», y cuando se
explica |
para que nuestra vida
tenga la pre- |
sencia y la discreción de
ser «co- |
mo el perfume de Cristo en
medio |
del mundo», seguramente se
refie- |
re a lo que aquí
entendemos por |
"estilo"
cristiano. Porque el cristia- |
nismo no es sólo una
verdad o una |
moral —¡bien poco
sería!―, o me- |
nos una vida etiquetada
con sacra- |
mentos comprendidos
talismánica- |
mante, sino la sencillez y
la sereni- |
dad de todo lo bueno,
justo, noble |
y cotidiano, como un
estilo, como |
un modo de ser y estar en
la vida, |
con la buena voluntad de
estar y |
ser como Cristo sería |
y estaría en |
el lugar de cada
cristiano. Hacer, |
decir; pero antes estar y
ser con el |
"estilo" de
Cristo, como se muestra |
en el Evangelio. |
5 (125) |
LAUDES |
Venga a rezar LAUDES con
nosotros, todos los días |
laborables, por la mañana,
a las 7,30, antes de la Eu- |
caristía. |
La forma más noble de
expresar el sacerdocio univer- |
sal de los fieles es,
precisamente, la que nos reúne |
participando en la oración
comunitaria de la Iglesia. |
Consagre un poco de su
tiempo diario a esa alaban- |
za del Oficio divino, que
le ayudará a descubrir la |
belleza de los salmos y le
acercará a Dios en la ple- |
garia matutina. |
Para participar en ella,
le conviene adquirir un pe- |
queño y precioso libro,
titulado LA ORACIÓN DE |
LA IGLESIA, ed. BAC, que
contiene una selección |
de Laudes y Vísperas, y
que podrá adquirir en una |
librería religiosa y, en
Albacete, en BIBLOS, de la |
calle La Concepción, 13. |
Anímese, pues, a venir con
nosotros para estrenar el |
día con esa alabanza a
Dios, y procure ser puntual y |
perseverante. |
(Ah: No olvide que la
puntualidad por la mañana, |
comienza con el buen orden
de no acostarse dema- |
siado tarde por la noche). |
Si nos hace caso y
persevera, tendrá una recompensa |
sin precio para su alma, y
más serenidad para enfren- |
tarse con el resto de los
deberes diarios. Todo lo me- |
jor, de un cristiano,
depende siempre de su oración. |
Por eso, le invitamos:
venga con nosotros a rezar |
LAUDES, cada día. |
6 (126) |
LA TIENDA |
DE ABRAHAM |
EN LA PRENSA, no solamente
in- |
glesa, ni solamente de
tema |
religioso, aparece, con
cierta |
frecuencia, el nombre del
cardenal |
Basil Hume, ese hombre que
toda- |
vía no hace diez años fue
sacado |
de su monasterio
benedictino de |
Wettingen, por Pablo VI, y
lo hizo |
arzobispo de la
metropolitana dió- |
cesis de Westminster y lo
creo |
cardenal y que, sólo tres
años más |
tarde, fue elegido, entre
todos los |
presidentes de las
conferencias |
episcopales europeas, para
que lo |
fuera del Consejo de
Conferencias |
Episcopales de Europa, lo
que le |
coloca, a nivel
continental, en la |
posición más destacada,
inmediata- |
mente después de la Santa
Sede. |
Son famosos sus
"sueños", o recur- |
sos parabólicos para
referirse a te- |
mas candentes del
cristianismo, |
con un humor perfectamente
in- |
glés, benigno, incisivo y
sereno, |
que le sirve para dar
―como él |
dice―
"perspectiva" evangélica a |
cosas que, de otro modo,
serían |
más difíciles de ver, de
decir, de |
explicar o de sugerir. Así
se ha |
referido a la necesidad de
evolu- |
ción en la práctica de la
penitencia |
sacramental, en la
pastoral diocesa- |
na —ha dado voto
deliberativo a su |
«Consejo Presbiteral», en
el con- |
cepto de Iglesia,
partiendo del Vati- |
cano II, y en algún otro
aspecto. |
Como oratorianos, a
nosotros nos |
llama particularmente la
atención, |
porque son raras sus
intervencio- |
nes en las que no apoye
sus razones |
o la razón de sus
sueños", refirién- |
dose a John Henry Newman,
el |
fundador, en el siglo
pasado, del |
Oratorio en Inglaterra.
Las ideas |
más felices y más
comentadas lue- |
go, del simpático cardenal
Hume, |
van acompañadas siempre de
la |
idea de apertura y
evolución pro- |
gresiva en el sentido de
"desarro- |
llo" homogéneo de las
verdades y la |
disciplina católica, como
lo enten- |
día y proponía, en su
tiempo, nues- |
tro Newman, y que el
Concilio ha |
puesto de actualidad
indiscutida. |
Así, hace poco, le
preguntaban al |
cardenal Hume sobre sus
dos fa- |
7 (127) |
mosos "sueños"
expresados a raíz |
de su asistencia a los dos
últimos |
Sínodos de obispos
celebrado en |
Roma. Y el cardenal decía:
«Expli- |
quemos el primer sueño. En
el do- |
cumento preparatorio en
que el |
Concilio iba a hablar de
la Iglesia, |
se hacía referencia a la
"naturale- |
za militante" de la
misma. Luego |
se cambió, y vemos que en
la LU- |
MEN GENTIUM se habla de la
Iglesia |
como misterio, que es otro
modo |
de concebir la Iglesia. Se
habló |
también de los modelos de
Iglesia. |
En mi sueño la vi
simbolizada en |
el templo de Salomón: como
una |
Iglesia fortaleza, que
lucha y se |
defiende. Este podría ser
un mode- |
lo; pero hay otro: y
entonces vi a |
la Iglesia como la tienda
de Abra- |
ham; es decir, una Iglesia
peregri- |
na, un pueblo que es el
pueblo de |
Dios en camino. La
autoridad en la |
Iglesia asegura que se
sigue por el |
camino justo, y las
declaraciones |
de la Iglesia son como los
indica- |
dores para el caminante,
para el |
que emprende el camino.
Con este |
sueño quise decir algo
sobre la |
naturaleza de la Iglesia». |
«Con el segundo
―prosigue― he |
intentado decir algo sobre
el des- |
arrollo de la doctrina en
el sentido |
del cardenal Newman,
porque no |
todo desarrollo es bueno.
Por eso |
dije que, con referencia
al sacra- |
mento de la reconciliación
se ha |
dado un desarrollo
homogéneo a |
través de los siglos, y
que este des- |
arrollo debe continuar...
Desarro- |
llo que debe hacerse, por
supuesto, |
con Pedro y bajo Pedro». |
Y hace sólo unas semanas,
en |
Dublín, ante las
delegaciones de |
veinte países que
acudieron en |
representación de los
movimientos |
apostólicos de laicos de
Europa, |
criticaba a este
continente: pues |
Europa está dividida, y
mientras |
la mayoría se resigna
hasta aceptar |
como definitiva la
separación entre |
dos mitades, que tienen
tantas co- |
sas en común, se acusa de
traición |
a los que se esfuerzan en
disminuir |
las tensiones y superar
las oposi- |
ciones de un bloque frente
al otro. |
«Ya es hora de que los
hombres |
de buena voluntad se unan
y derri- |
ben, piedra tras piedra,
este "muro |
de vergüenza", que
jamás podrá |
iniciarse si no parte de
un auténti- |
co espíritu de oración». |
«También se dice que
Europa |
ha perdido la fe. Lo cual
es una |
evidente exageración,
porque no |
faltan los núcleos en los
que flore- |
ce una auténtica vida de
fe, que |
serán el alimento de los
fieles del |
futuro». |
«Europa es rica. Es
necesario el |
dinero, pero no demasiado
dinero. |
El Evangelio nos da el
juicio de |
Jesús sobre el poder
destructor de |
la riqueza; pero también
nos dice |
cómo huir de esta cárcel.
Porque, |
en cierto sentido, Europa
es una |
cárcel para ricos y para
súper-ri- |
8 (128) |
cos. Es necesario derribar
muchas |
rejas. Mientras Europa se
envanece |
por el nivel tecnológico
alcanzado, |
con el cual, y gracias a
una ética |
del trabajo ejemplar ha
alcanzado |
capacidades que le han
permitido |
acceder a las maravillas
tecnológi- |
cas, la misma tecnología
sofisticada |
y las computadoras
omnipresentes |
han secado el corazón de
muchos |
europeos. Y una cosa es
cierta: si |
los europeos merecieran la
misma |
calificación en ciencias
del corazón |
como en cuestiones
tecnológicas, |
serían capaces de batir
todos los |
récords». |
Finalmente, Europa es un
campo |
armado, como ningún otro
conti- |
nente... Pero todos
sabemos que la |
paz ha de florecer por
otros cauces, |
y es necesario
inventarlos. |
Este hacer, este seguir e
inven- |
tar, que ha de rejuvenecer
el ros- |
tro de la Iglesia —«semper
refor- |
manda», diría
Newman― también |
se convertirá en
rejuvenecimiento |
para la humanidad, si los
cristianos |
toman su fe, no como una
seguri- |
dad, o un refugio que les
garantiza |
su paz personal, su sola
inmunidad |
de pecado, sino
comprometiéndose |
―esa palabra que ya
se nos va gas- |
tando...— en llevar a la
vida la es- |
peranza y el riesgo del
Evangelio. |
Pues la Iglesia no es una
fortaleza, |
sino que le es propia la
provisio- |
nalidad itinerante de los
que cami- |
nan, como los patriarcas,
como |
Abraham y su tienda. |
Un |
corazón |
grande. |
«Me sabe mal que se
angustie |
vuestro corazón, como si
la |
Congregación dependiera de
los |
hombres... Dilatad vuestro |
corazón, tened un corazón |
grande, como se merece
Dios, a |
quien servimos, y él se
nos |
mostrará al ayudarnos en
el |
momento oportuno». |
P. FLAMINIO RICCI, C. O. |
«Un corazón dulce y
humilde, |
que ama sin esperar |
recompensa; un corazón
grande |
e indomable, que ninguna |
ingratitud cierra, que
ninguna |
indiferencia cansa; un
corazón |
atormentado por la gloria
de |
Jesucristo, herido por su |
amor, con una herida que |
solamente puede curarse en
el |
cielo». |
P. LOUIS DE GRANDMAISON.
S. I. |
9 (129) |
NEWMAN |
Y SU ENCUENTRO |
CON SAN FELIPE |
HAY CAMINOS proféti- |
cos, de anuncio, de |
prefiguración típica, |
que más tarde se han |
ido realizando cuaja- |
dos en historia. Son como
pre- |
cedentes hilos sueltos que
luego, |
recogidos, forman el
tejido de la |
vida. Hasta de Jesucristo,
san Je- |
rónimo decía que «la
ignorancia |
del Antiguo Testamento
―como |
precedente― era
ignorancia de |
Cristo». |
Cuando pensamos en san
Feli- |
pe y en Newman, también
cree- |
mos que han existido
algunas |
disposiciones
providenciales re- |
cíprocas, que prepararon
su en- |
cuentro, llegado el
tiempo, cris- |
talizando en la vocación
filipen- |
se del gran convertido de
Oxford. |
Si las piedras hubiesen
podi- |
do hablar, la primera vez
que |
Newman estuvo en Italia,
al ca- |
minar por las calles de
Roma, |
«la ciudad más maravillosa
del |
mundo» —«the first
city»―, ha- |
bría podido descubrir la
figura |
de san Felipe, desconocido
toda- |
vía para él, que saludaba,
al en- |
contrar en la calle, casi
puerta |
con puerta con la de san
Jeró- |
nimo de la Caridad —cuna
del |
Oratorio y morada de san
Feli- |
pe―, a los jóvenes
estudiantes |
del colegio de santo Tomás
de |
Canterbury, en la via
Montse- |
rrato. El mismo papa
Gregorio |
XIII, que intervendría en
la |
fundación del Oratorio,
había |
creado aquel colegio para
ayu- |
dar a la Iglesia en
Inglaterra, |
sacudida por la escisión
protes- |
tante. Dicen los biógrafos
de |
nuestro Santo, que Felipe
salu- |
daba a aquellos jóvenes
rubios, |
más bien altos y delgados
—los |
«angli, angeli» que siglos
atrás |
había bendecido san
Gregorio |
Magno―, con el
primer verso |
del himno de los santos
Inocen- |
tes, diciéndoles, cada vez
que |
los encontraba, levantando
las |
manos y sonriendo:
«Salvete, |
flores martyrum!». Y, en
efecto, |
una cincuentena de ellos
sufrió |
el martirio al ser
reintegrados, |
10 (130) |
ya sacerdotes, a su
patria. Sabe- |
mos, además, que san
Felipe iba |
a veces a aquel colegio, y
habla- |
ba con ellos. Y hemos de
supo- |
ner que les tendría en
lugar pre- |
ferente en sus oraciones. |
Newman pisaba aquellas
mis- |
mas calles dos siglos y
medio |
después, y aunque le
faltaban |
doce años más para
convertirse |
al catolicismo (1845), ya
escri- |
bía, desde allí, vencido
por Dios, |
palabras como esas a un
ami- |
go: «Todo cuanto he visto,
com- |
prendida mi querida
Oxford, no |
es sino polvo comparado
con |
esta ciudad... ¿Es posible
que |
aquí se albergue tanto
mal? |
No lo creeré hasta que
tenga |
pruebas. En san Pedro,
ayer, en |
san Juan de Letrán, hoy,
me he |
sentido humillado...»
Después, |
cuando de regreso a su
patria, |
quería asirse a Dios en
sus du- |
das, escribiría el
inolvidable poe- |
ma, ya famoso, «Lead,
Kindly |
ligth...» Esta luz sería
la luz de |
Dios, y, en ella, san
Felipe. New- |
man lo diría a los que le
siguie- |
ron en la fundación del
Orato- |
rio inglés, al recordarles
la anéc- |
dota que de san Felipe y
los in- |
gleses se cita, añadiendo
que la |
iglesia de la Vallicella
―sede |
romana del Oratorio está
de- |
dicada al papa san
Gregorio― el |
de los «angli, angeli»
protec- |
tor de Inglaterra. |
Por otra parte, en la vida
de |
Newman ―y a pesar de
que no |
llegaran a hacerse
católicos― |
existen dos figuras
estimadísi- |
mas para él, y tan
influyentes |
en su itinerario
espiritual, que |
puede decirse que son
parte del |
proceso de su definitiva
conver- |
sión: en su adolescencia,
ese ve- |
nerado maestro, Mayer, al
que |
aludíamos, poco ha, en
estas |
mismas páginas; luego la
figura |
oxfordiana de Keble,
preceden- |
te anglicano, para Newman,
del |
dulcísimo san Felipe. Por
eso |
exclamaría: «Oh Dios
mío... Me |
has dado a san Felipe,
creación |
maravillosa de tu gracia,
para |
que sea mi patrono y mi
maes- |
11 (131) |
tro; y yo me he entregado
a |
él, y él ha hecho en mi
favor |
grandes cosas, hasta más
allá |
de lo que pudiera pensar». |
Cuando la fe nos hace des- |
cubrir y agradecer la
nove- |
dad gozo de los dones de |
Dios, suele tratarse,
siempre |
y el de la resurrección
magnifica- |
da de gracias precedentes,
co- |
mo la espiga lo es de una
se- |
milla, y el tejido de los
hilos, y |
la perla de la luz. Todo
emer- |
ge del tesoro escondido de |
siembras precedentes del
Se- |
ñor. |
TEOLOGÍA PARA SEGLARES. |
Después del precedente de
cursos pasados, dedi- |
cados a la formación de
catequistas, ha parecido |
que debíamos ofrecer a más
personas el acceso |
a las lecciones que, cada
domingo, de octubre a |
mayo, veníamos teniendo
sobre temas esenciales |
del cristianismo. Así
creemos complacer el inte- |
rés de varios de los
amigos que frecuentan el |
Oratorio y de fieles que
asisten a nuestras Euca- |
ristías, y que nos lo han
pedido. Para servirles en |
su camino de fe
anunciamos, pues, este CURSO |
DE TEOLOGÍA PARA SEGLARES,
que comenza- |
rá, D. m., el domingo, día
21, de este mes de octu- |
bre. |
Las reuniones de estudio
tendrán la duración de |
una hora, y comenzarán a
la una del mediodía, |
todos los domingos,
finalizadas las misas. |
Las personas interesadas
han de ponerse |
contacto con el padre
Ramón Mas, que también |
les indicará el texto que
deben adquirir, que les |
será indispensable para
participar y seguir las |
lecciones. |
12 (132) |
LA VOCACIÓN |
ORATORIANA |
DE NEWMAN |
TODOS los estudiosos de
Newman convienen en admitir |
que se distinguía por
poseer una personalidad verdade- |
ramente extraordinaria,
hasta poder afirmar que sobre- |
sale por encima de todos
los demás convertidos proce- |
dentes del protestantismo,
en lo que este tiene de histo- |
ria. Es posible que la
misma singularidad de su extraordinaria |
figura, haya favorecido
que algunos de los que se han acercado |
a ella, pasaran por alto
la característica de su especificidad |
vocacional oratoriana, o
que la hayan tratado muy de paso, |
casi anecdóticamente. Cosa
que él nunca habría admitido, |
pues «amaba y admiraba
cada vez más la dulzura de aquel |
santo», como escribe en
una de sus poesías, y estaba convencido |
de que merced a él había
recibido «los mayores dones de Dios, |
más allá de cuanto hubiera
podido desear». |
En cualquier caso es
preciso puntualizar que el Oratorio, |
para Newman, no fue jamás
una fórmula para resolver lo in- |
usitado de su situación de
recién convertido, cuando parecía |
complicado encontrarle en
la Iglesia un lugar adecuado, junto |
con otros convertidos
procedentes del Movimiento de Oxford, |
cuya Universidad había
sacudido la mayor crisis del anglica- |
13 (133) |
nismo, protagonizada por
tales conversiones. Es posible que |
alguien, entre los que
contemplaban aquel fenómeno y le bus- |
caban cauce, pudieran
pensarlo, por un momento; pero New- |
man se sintió en seguida
cautivado por la irresistible figura de |
san Felipe Neri, y con tal
fuerza «se entregó a él» que bien se |
puede considerar, ya desde
nuestra óptica, como re-fundador, |
casi, de la obra del Santo
de Roma, cuya genialidad captó, se |
esforzó en desarrollar y
aplicó sabiamente a la circunstancia |
inglesa. |
Es lógico que nosotros,
como oratorianos, recojamos algu- |
nos datos que confirman su
filiación filipense, y no para glo- |
riarnos, sino para
bendecir a Dios, que nos confirma e instruye |
por este elegido suyo,
puesto a nuestro lado, mientras andamos |
por los caminos del
tiempo, con ideales hermanados. |
Precedentes |
del Oratorio |
En Newman y en los que más
de cerca le acompañaban |
en la conversión, se daba
el precedente de dos experien- |
cias que guardaban cierta
afinidad con el Oratorio: la |
vida universitaria según
los principios de los "common-- |
rooms", y el retiro
que precedió a la formal conversión |
al catolicismo, en
Littlemore. Murray, un estudioso de |
Newman, hace notar que, si
bien parece que en un pri- |
mer momento Newman hubiera
podido ver en la solución |
por el Oratorio, un marco
que permitiera su posterior pro- |
yección apostólica, como
católico, en Inglaterra, se produ- |
jo en seguida la decisión
por el camino de san Felipe, al |
descubrir en él una forma
de vida que respondía a su 10- |
cación a la santidad. |
La Universidad |
Después de la conversión,
la vida aparecía como com- |
pletamente nueva; si bien
permanecía el espíritu y la |
mentalidad universitaria,
con lo que implica de sensibili- |
dad para la cultura y de
talante humanístico, propio de |
los universitarios
ingleses, y singularmente de Oxford, |
donde se vivía y convivía
en el respeto hacia las perso- |
nas, y la buena educación,
libre de afectaciones, producía |
un trato y una relación
bien ordenada, sin necesidad de |
coerciones ni violencias
disciplinarias. De todos modos |
14 (134) |
nos equivocaríamos si
interpretáramos esto como si New- |
man tuviera la pretensión
de establecerse en una posición |
elitista, en la que la
satisfacción y el orgullo por la deten- |
tación de lo selecto, le
llevara a despreciar lo sencillo. |
Precisamente iba a ocurrir
lo contrario, pues los lue- |
go le criticarían de poco
celo, lo harían desde posiciones |
eminentes (o próximas a
ellas), pero cultivando la super- |
ficialidad de las formas
vulgares y sentimentales de la |
piedad, fácil y
halagadora, mientras iban «a la caza de |
Lores y Ladies», que
dieran prestigio a su acción con |
conversiones sonadas.
Newman decía «que le daba mie- |
do que personas cultas se
convirtieran precipitadamente, |
sin percatarse del precio
de su decisión». Sus miras no |
iban hacia la obtención de
éxitos halagüeños inmediatos, |
sino que le interesaba «en
primer lugar el nivel de los |
católicos, mediante la
educación, entendida en el más |
amplio sentido de la
palabra y, en segundo lugar, pro- |
porcionando una base
mental para argumentar lo que se |
cree». |
El retiro |
de Littlemore |
Por otra parte, mientras
se preparaba a la conversión |
en el largo retiro de
Littlemore: pudo ensayar una suerte |
de vida comunitaria
parecida a la oratoriana, con holga- |
da ocasión para
reflexionar sobre el Oratorio mismo, en el |
decurso de aquel tiempo
dedicado a la oración, al estudio |
y a la esperanza. Pues
sabemos que en Littlemore New- |
man pudo hacerse con un
ejemplar de las Constituciones |
del Oratorio, en versión
inglesa, impreso en 1697, anterior |
a cualquier proyecto de
fundación anglosajona. Y allí |
mismo se le despertó,
hacia san Felipe, «una especial re- |
verencia y admiración.
Pensando en ello, poco después, |
diría en carta a su
hermana ―que no era católica―: .Este |
gran santo (Felipe), me
recuerda en muchos aspectos a |
Keble ―que tampoco
llegaría a hacerse católico―, de tal |
modo que puedo imaginar
con facilidad lo que habría lle- |
gadlo a ser Keble, si la
voluntad de Dios lo hubiese desti- |
nado a nacer en otra época
y en otro tiempo: eran iguales: |
una aversión total a la
hipocresía, fácil a la alegría, una |
original extravagancia y
un tiernísimo amor a los demás |
junto con la serenidad de
espíritu...» |
El espíritu |
sobre los votos |
Cuando algunos de sus
compañeros, por esta misma |
época, le manifestaban que
al hacerse católicos segura- |
mente entrarían en algunos
de los institutos religiosos u |
15 (138) |
órdenes existentes, él
exponía sin titubeos que le sería |
muy difícil hacerlo en su
caso; pero al propio tiempo lee- |
mos, en una de sus notas:
«En cuanto soy capaz de darme |
cuenta, no tengo ninguna
ambición mundana; no deseo |
riquezas, ni poder, ni
renombre...» En sus tiempos de an- |
glicano se preguntaba si
«los votos (religiosos) no signi- |
ficarían, acaso, una falta
de confianza» en Dios y en uno |
mismo. Lo cual puede
interpretarse como un residuo de |
prejuicios protestantes,
pero tiene un valor psicológico |
latente, que podría
disponerle a la simpatía por el Orato- |
rio, en el que san Felipe
excluyó toda clase de votos o |
promesas, si bien en el
«existe la observancia de los con- |
sejos evangélicos» y
«todos deben imitar a los religiosos |
en la perfección, porque
«no puede haber perfección |
―concluiría
Newman― sin la observancia de los conse- |
jos. Todavía,
puntualizaría algo más, cerrando cual |
resquicio a la disipación
que la ausencia de votos pudiera |
dejar creer: toda la
fuerza de los consejos, «en el Oratorio |
está en la conformidad con
la congregación, en la sumi- |
sión amorosa a su querer y
a su espíritu». |
"Acuerdo |
mental" |
Admiraba, en el Oratorio,
la primacía de la caridad, |
pero al mismo tiempo creía
que ésta era imposible, en la |
práctica, si no iba
precedida e informada por un «acuer- |
do mental» previo entre
los miembros que constituían la |
comunidad. Y ese acuerdo
desde las mentes se mantenía |
y manifestaba por la
«educación». Esa palabra la repite |
Nuestra Iglesia (española)
no es una Iglesia de convertidos. |
No lo ha sido nunca.
Demasiados católicos lo son superfi- |
cialmente. El nivel de
formación, de práctica sacramental |
y de participación
comunitaria y apostólica es excesiva- |
mente bajo. Y resulta más
insuficiente todavía en unos |
tiempos en que las
incitaciones a la incredulidad y al me- |
nosprecio de la religión
se multiplican en nuestra sociedad |
por razones históricas,
culturales y políticas. |
Mons. Fernando Sebastián, |
Secr. de la Conf. Episc.
Española |
16 (136) |
incesantemente para
referirla a la vocación específica- |
mente oratoriana. |
Educación |
Esos dos elementos desde
los que se |
organiza y expresa la
caridad son los que permiten la |
respetuosa y espontánea
libertad para ir a Dios, porque |
nadie va a Dios por la
fuerza: en la comunidad es posi- |
ble el amor, la caridad
concreta, si se entra en ella luego |
de haber adquirido «la
educación de un caballero», en- |
tendida no como distintivo
o rango social, sino como un |
afinamiento mental, que él
llamaba «gentlemanlikeness». |
Lo que producía una suerte
de vida común al estilo de |
un Colegio de Oxford,
donde a cada miembro tenía sus |
propios libros, y el
reducido contenido de pequeñas pose- |
siones que podían
constituir el modesto confort del pro- |
pio cuarto o, más bien,
nido, que no celda, conventual. Y |
entre cuyos miembros se
daba una respetuosa franqueza, |
expresada en términos de
humano refinamiento y lacto |
como corresponde entre
personas educadas. |
Pero advirtamos que el
primer Oratorio fundado por |
Newman, en Inglaterra, no
fue levantado en un barrio |
distinguido, sino
suburbial, en el Birmingham de entonces. |
Y cuando poco después
funda el de Londres, en Bromp- |
ton, no hizo nada por
abandonar su querido «nido», ori- |
ginal de Birmingham, en
Edgbaston. |
La oración |
sin técnicas |
Amaba a san Felipe porque
de él aprendió la oración |
sencilla y tierna, sin
Técnicas ni cansancios. Pero, como |
él, desconfiaba de
cualquier espiritualidad que no partie- |
ra del verdadero
desprendimiento interior. Había descu- |
bierto que no importa
demasiado «ser combatido, critica- |
do, perseguido, sino
simplemente ser olvidado, relegado, |
sin preocuparse por ese
olvido», sin darle importancia: |
«spernere se sperni». Y a
fe que no le faltaría ocasión de |
ponerlo en práctica, como
su modelo. |
La cultura |
Su talante universitario
cuajaba también con los ras- |
gos culturales de san
Felipe: bañado en humanismo, poeta, |
amante de la música... El
problema del mundo, tal como |
aparece, y el de la verdad
que el esfuerzo crítico acrisola, |
ha parecido a veces, en la
historia de la Iglesia, y en las |
representaciones de algún
santo, como una oposición irre- |
soluble; en cambio Newman
cree «que la misión de san |
Felipe consistió
precisamente en unir lo uno con lo otro». |
En este sentido,
redescubría, en nuestro Santo, la rara |
maravilla que había podido
admirar en Keble, en el cual |
17 (137) |
los dones de la naturaleza
se abrían y manifestaban tan |
espléndidamente en la
gracia. Jean Honoré, en una con- |
ferencia sobre Newman, san
Felipe y la juventud actual, |
recordaba, hace unos años,
en un congreso tenido en |
Paris, que, para Newman,
en san Felipe «la santidad se |
revelaba de nuevo como
poesía suprema del corazón. Y |
por eso se estableció
entre Newman y san Felipe un lazo |
de fidelidad y de ternura
convertida en germen de devo- |
ción que se desarrolla en
un campo bien consolidado, sin |
que paralice el genio
espiritual de Newman, sino fecun- |
dándolo en lo que en él
había de más profundo y perso- |
nal». |
Ser uno |
mismo |
Y esta palabra es
importante. En la avalancha de las |
conversiones múltiples
surgidas a consecuencia del Mo- |
vimiento de Oxford, no
faltaban aquellos que Newman |
llamaba «jóvenes de celo
equivocado», que se dejaban |
llevar, con entusiasmo
superficial y poco lucido, por la |
moda de lo más popular, a
la italiana, con la ilusión de |
asi parecer más leales a
la Iglesia en que se estrenaban. |
En contra de tan sutil
desviación, disimulada de fácil |
humildad, el Oratorio y
san Felipe ―insiste Honoré― le |
alejaron de un camino sin
porvenir espiritual, y le ense- |
ñaron a permanecer lo que
era, a ser fiel a sí mismo, pues |
«la devoción no coincide
necesariamente con la fe». Si |
Por eso nos ha puesto a un
lado del camino, |
con el único oficio de
gritar asombrados. |
En nosotros descansa la
prisa de los hombres, |
porque, si no
existiéramos, ¿para qué tantas cosas |
inútiles y bellas como
Dios ha creado, |
tantos ocasos rojos y
tanto árbol sin fruto |
y tanta flor y tanto
pájaro volando...? |
JOSÉ M. VALVERDE |
18 (138) |
tuviéramos tiempo de
adentrarnos en el libro de «Medi- |
tations and devotions»,
veríamos como en Newman, la |
piedad es sincera y
austera a la res que penetrada de |
auténtica unción
sobrenatural, sin conceder facilidades a |
lo vulgar. |
Humildad |
No por ello imaginemos que
Newman rehusara jamás |
el trato con las gentes
sencillas, con los humildes, con los |
niños; él mismo practicó
la humildad, y no tuvo inconve- |
niente en someterse con
sencillez y lealtad a algunos que, |
sin comprenderle,
quisieron enseñarle y, amando menos |
a la Iglesia de lo que él
la amaba, le ponían dificultades |
para emplearse en ese
amor. |
Su misión |
Newman no pretendía éxitos |
aparentes e inmediatos. Su
misión, incomprendida ―a ve- |
ces temida― era la
del apostolado intelectual. Por ello se |
vino abajo, por culpa de
quienes debían apoyarlo y reco- |
ger su éxito, la fundación
de la Universidad Católica de |
Dublín, el proyecto de un
Oratorio en Oxford, el hundi- |
miento del periódico «The
Rambler»... Pero éstos y otros |
fracasos ―si es que
fueron fracasos― no impidieron el |
crecimiento interior de
este verdadero hijo de san Felipe |
Neri ―«a san Felipe
también le pasaba esto», escribía en |
su diario―. Lo que
hizo, lo que fue, lo que dejó escrito, |
todavía perdura en la
Iglesia, y ha inspirado muchas de |
sus renovaciones. |
San Felipe |
Como en un Magníficat,
agradecía a Dios «que le |
hubiese dado a san Felipe,
por padre y maestro, al que |
se había entregado, y que
había hecho grandes cosas en |
él». Con la invocación de
su recuerdo cerraba su obra |
más famosa, la «Apologia
pro vita sua». También, al ex- |
poner su «The Idea of a
University», concluye sus confe- |
rencias con una larga
descripción del espíritu y obra de |
san Felipe, y dice: «Si yo
he de hacer algo, lo haré si- |
guiendo sus huellas y
ningunas más». |
En conclusión se puede
afirmar que el Oratorio ha |
Sido para Newman, el
cuadro ideal para su vida y cre- |
cimiento espiritual y para
su apostolado e influjo en la |
Iglesia, no solamente de
su tiempo. El espíritu de san |
Felipe, y la singular
estructura de su obra, el Oratorio, |
se adaptaron
maravillosamente a lo que Dios quería del |
gran corazón y la rica
personalidad de este hijo clarísimo |
de la Iglesia, convertido
por la cruz a la luz, John Henry |
Newman. |
19 (139) |
FORMACIÓN |
CRISTIANA |
de gente joven |
(de 9 a 16 años) |
TODOS LOS DOMINGOS A LAS
12,45 |
A PARTIR DEL 21 DE OCTUBRE |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
901193 282 |
para ayudar a los padres |
a dar ideas cristianas a
sus hijos |
LAUS |
Director: Ramón Mar
Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Placeta San Felipe Neri 1
Apartado 182 - Albaceta - D.L. AD 102/62 - 12 10 H |
20 (140) |
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