Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 217. DICIEMBRE. Año
1984 |
SUMARIO |
LA LIBERTAD es necesaria
y, a la vez, temida. Se |
resiste a concederla el
que identifica bondad con po- |
der, y tiene miedo a
usarla el inexperto que la des- |
cubre por primera vez.
Sólo la compañía de Dios, |
en nuestra historia de
hombres, nos conforta con la pre- |
sencia adorable de su
Hijo, Jesucristo, haciéndonos partí- |
cipes de la filiación
divina, y enseñándonos que todos |
somos hermanos. Desde este
momento, la verdadera liber- |
tad ya no es un peligro
que temer, sino una necesidad |
para poder decidirse a
obrar como Dios obraría, y para |
amar como él ama. Sin este
amor, que sólo ella hace po- |
sible, nadie podría
contraer compromisos con la verdad y |
la justicia, y menos aún
podría ser santo. |
CRISTO O MARX |
EL PADRE, CRISTO Y LOS
HOMBRES |
JUAN XXIII Y PABLO |
LA INMACULADA Y EL
ORATORIO |
LAS CUEVAS DE BELÉN |
ENCARNACIÓN Y TEOLOGÍA |
1 (161) |
CRISTO O MARX |
No por referencia a Marx,
sino por referencia |
a Cristo. Por eso es muy
importante profundi- |
zar a nivel de fe, a nivel
de reflexión teológica |
y espiritual esta
"opción por los pobres". Porque |
no puede tratarse de una
opción coyuntural, es |
decir, que no sólo porque
hay pobres resulta que |
la Iglesia quiere
inclinarse a ellos, sino porque |
las raíces de esta opción
residen en la misma |
naturaleza de la Iglesia,
en la misma relación |
con el Jesús que hemos
conocido y en la propia |
experiencia que hicieron
los apóstoles. Por estos |
motivos nuestras razones
no son de orden polí- |
tico, ni de orden
ideológico, sino de orden es- |
trictamente teológico, o
sea que derivan de la |
riqueza misma de nuestra
fe, de lo que guar- |
damos de nuestra esperanza
y de la referencia |
que hacemos a Dios. Y esto
es precisamente lo |
que irrita a los que nos
calumnian sin compren- |
der qué es la Iglesia.
Hemos llegado a eso, no |
porque hemos leído «El
Capital» de Marx, sino |
porque hemos leído los
Evangelios y adoramos |
a Jesucristo y amamos a
Dios. |
LEONARDO BOFF, julio 1984 |
2 (182) |
El Padre, |
Cristo |
y los hombres |
LOS que buscan
explicaciones al espíritu de la precoz independencia |
que distingue a las nuevas
generaciones, han creído descubrirlo en |
la teoría freudiana del
«rechazo del padre», y la han utilizado incluso |
para adivinar la llamada
crisis del cristianismo contemporáneo, huér- |
fano de Dios, según dicen:
pues lo cierto es que hay aspectos de los valores |
positivos cristianos, que
se aplican de manera secularizada, abstraídos de |
toda trascendencia
sobrenatural, como la fraternidad, la justicia, el amor a |
todo hombre, la
no-violencia, y otros. Ocurriría que en el cristianismo con- |
temporáneo se da la
preferencia a la figura de Jesucristo, el Hijo de Dios, |
como oposición a la
persona de Dios Padre, quedándonos sólo, o principal- |
mente, con lo más humano
del misterio de la Redención, para motivar las |
urgencias concretas de las
nuevas teologías, en trance de resucitar, larva- |
damente, otra forma de
Arrianismo. De donde el énfasis de lo secular, la |
incesante invocación de
los derechos humanos, el compromiso por lo tem- |
poral, la suficiencia de
la mundanidad, el orgullo de la técnica, la critica a |
İA autoridad, el
desprecio por lo establecido e institucionalizado... |
Lo más probable, sin
embargo, es que todo sea efecto y desarrollo de |
aquella sorprendente y
colosal iniciativa divina, la Encarnación. Es posible |
que el hombre se olvide de
Dios, pero es absolutamente cierto que Dios |
jamás se ha olvidado del
hombre y que, precisamente como Padre, lo ha |
Amado tanto, «que le ha
dado su propio Hijo», en Jesucristo, para que fuera |
Dios-Hombre, verdadero
Hijo de Dios y primogénito entre todos ellos, con- |
siderados como hermanos,
porque, a partir de él, su propio Padre lo seria |
de todos los demás
hombres: seria el Padre nuestros, invocado por la gran |
familia humana sobre la
tierra, desde el tiempo, en la vida de este mundo, |
en el cual, cuando
contemplamos a Cristo en medio de todos, le reconoce- |
mos tan distante de las
demás formas de divinidad, porque en Cristo se su- |
pera la estrechez de raza,
de nación, de lengua y de rito, que sofocaba el |
concepto de Dios en las
religiones de todos los pueblos y hasta del mismo |
3 (183) |
pueblo judío, si bien los
profetas habían clamado por su día, y habían des- |
crito su espíritu, como
evoca la Liturgia de este tiempo de Adviento y espe- |
ranza. Salvación,
libertad, justicia, santidad, hermandad universal auspi- |
ciaban. Al llegar Cristo,
sólo unos pocos le recibieron, porque él exigía una |
verdadera conversión que
tenía que transformar a cada hombre y las rela- |
ciones de todos los
hombres entre sí y con Dios. |
Y en esto estamos. Las
tensiones del cristianismo de nuestros días son |
signos de que la
Encarnación no se ha paralizado en abstracciones teóri- |
cas, ni se ha podido
condensar en preceptivas farisaicas; ni bastan las evo- |
caciones sentimentales, ni
son posibles aplazamientos y remisiones ultra- |
terrestres. Por descontado
que lo que Dios quiere darnos en Jesucristo, no |
cabe ni en esta vida ni en
nuestro tiempo; pero es igualmente cierto que |
nos compromete, desde
ahora mismo y radicalmente. Por la Encarnación |
no solamente confesamos
que Jesucristo, Hombre y Dios, es Hijo del Pa- |
dre, sino que, a partir de
él, se genera una familia de hermanos, que a to- |
dos nos convierte en hijos
de Dios, a imagen suyo, con la obligación de |
convertirnos cada uno y de
cambiar y convertir el mundo. No se puede |
disociar un deber del
otro, porque vienen a ser la misma cosa, insepara- |
blemente. Los que
profesamos la fe cristiana hemos de reproducir y conti- |
nuar a Cristo. Y así, el
Cristo-Hombre se hace piedra fundamental y angu- |
lar de una gran
construcción que llamamos Iglesia, que deviene el «Cristo |
místico». |
Si el ser cristiano
conllevara solamente la exigencia de una adhesión |
mental y abstracta a
Cristo, se acabarían los problemas y las tensiones. |
Pero es precisamente esto
lo que hay que hacer y que está por hacer. Por |
hacer en este mundo, en
nuestra vida, con los hombres que nos acompa- |
ñan. Y Cristo está ahí,
como el hermano mayor de todos, como un modelo |
comprometido y
comprometedor, que no es posible eliminar, ni escamo- |
tear. Les dificultades de
In Iglesia de nuestros días, no son resultado de |
que con ella se repite la
historia de Cristo y sus contradictores, sino de que |
esta historia todavía no
ha terminado. Y comenzó con la Encarnación. Un |
cristianismo teórico,
aséptico y desencarnado no tendría dificultades. Pero |
tampoco sería
cristianismo, aunque usurpara su nombre. |
LAUS |
es una publicación
periódica, propiedad de la Congregación del Oratorio |
de san Felipe Neri, de
Albacete, que se reparte gratuitamente a los ami- |
gos del Oratorio que lo
solicitan, y se sostiene, al igual que las demás ac- |
tividades de la
Congregación, con el trabajo de sus miembros y las aporta- |
ciones espontáneas de los
fieles. Esta Congregación del Oratorio no recibe |
ni ha recibido nunca
ninguna clase de paga o subvención del Estado ni |
de ningún otro organismo. |
4 (164) |
JUAN XXIII |
Y PABLO VI |
EL MISMO modo que nadie
pu- |
do sorprenderse que, a la |
muerte de Pío XI, en 1939, |
le sucediera con el nombre
de Pío |
XII el cardenal Pacelli,
nadie se |
habría sorprendido que, a
la muer- |
te de éste, hubiese
ocupado su |
puesto el entonces
arzobispo Mon- |
tini (todavía no
cardenal), que, de |
todos modos, casi cinco
años más |
tarde, también sería
elegido papa y |
se impondría el nombre de
Pablo |
VI. Lo sorprendente, a la
muerte |
de Pío XII, fue el surgir
de la figu- |
ra de Roncalli, el papa
Juan XXIII, |
que, a medida que
transcurra el |
tiempo, ha de pasar a la
historia |
de la Iglesia, no
solamente como |
un papa santo, sino como
la figura |
más importante que ha
presidido |
la Iglesia en este siglo
nuestro. |
Aceptada o discutida la
renovación |
—"l'aggiornamento"—
que impri- |
me a la Iglesia, el
impulso que en |
ella desató, ya es
imparable, irre- |
versible. |
No fue el suyo un
pontificado |
largo, pero significó un
paso sufi- |
cientemente determinante,
en el |
que su intuición
sobrenatural guia- |
da por el Espíritu Santo,
abría una |
nueva primavera eclesial,
a la que |
no faltarían ráfagas de
vientos ad- |
versos ni lluvias
purificadoras, pe- |
ro que ya dejaban el
rejuveneci- |
miento de los espíritus en
un cami- |
no del que no se podría
volver |
atrás. El imprimió un
"modo" a la |
Iglesia, y tuvo conciencia
de ello, |
de la misma manera que se
daba |
cuenta de lo breve que
sería su |
paso por la silla de
Pedro. Por eso |
fue diligente, sin perder
la sereni- |
dad de su espíritu,
colmado de ex- |
periencia y joven de
esperanzas, |
que supo transmitir a
todos. Quien |
heredó estas esperanzas
con todo |
el cansancio y el dolor de
perse- |
verar en ellas, fue Pablo
VI. En |
realidad éste era el
sucesor de Pío |
XII, pero a través del
"modo" de |
Juan XXIII, quien, al
hacerlo casi |
inmediatamente cardenal,
ya veía |
en él a su sucesor, como
algunos |
5 (165) |
años atrás, Pío XI había
visto al su- |
yo al poner el capelo a
Pacelli. Se |
dice que Juan XXIII, una
vez papa, |
en la primera ocasión que
se en- |
contró con Montini, le
dijo: «Lei |
dovrebbe essere il papa, e
non io», |
provocando la confusión
del enton- |
ces arzobispo de Milán,
aterroriza- |
do por la descarga de tal
profecía. |
Y llevaba razón Juan
XXIII, pues- |
to que en la persona de
Montini se |
concitaban todas las
cualidades pa- |
ra una aparentemente
acertada ele- |
vación al supremo
pontificado. Pe- |
ro Montini, con ser un
candidato |
casi perfecto, que estaba
en pose- |
sión de la mejor
experiencia para |
regir y pastorear la
Iglesia de hoy, |
cual era, por un lado, su
prolon- |
gado paso por la curia
romana, su |
formación jurídica y
diplomática, |
su experiencia apostólica
univer- |
sitaria, todo ello
acumulado bajo |
la maestría siempre
cercana, ilumi- |
nadora y afectuosa de Pío
XII, y |
por otro lado su ejercicio
pastoral |
en la diócesis de Milán,
necesitaba |
algo que ya, en los
últimos años |
Pío XII no podía
ofrecerle; necesi- |
taba la paternidad de un
hombre |
cuyo amor a Jesús, a la
Iglesia y al |
mundo, levantara sus
ánimos у le |
infundiera una tenacidad
perseve- |
rante para emplearla en
concluir |
una tarea enorme, pero
gozosa, que |
tenía que cambiar el
aspecto de la |
Iglesia para poder ofrecer
un ros- |
tro que fuese inteligible
a los hom- |
bres de hoy. Montini tuvo
un maes- |
tro en Pío XII y un padre
en Juan |
XXIII; de aquél recibió
una forma- |
ción, cuya última
asignatura fue |
mandarle a la diócesis de
Milán; |
de éste recibió una
herencia, la de |
concluir el Concilio y de
resistir |
los primeros vendavales
que los |
inmovilistas manifiestos o
solapa- |
dos desatarían. |
Pero estas mismas
contrarieda- |
des no colapsarían ni
harían retro- |
ceder el desenvolvimiento
de la |
renovación de la Iglesia,
sino que |
serían un motivo para
mayores |
profundizaciones y
purificaciones, |
todavía no concluidas que
servirán |
para afianzar la obra
iniciada pro- |
féticamente por Juan
XXIII. |
En esta época en que los
que |
dicen seguir a Marx,
Nietzsche y |
Freud nos hablan de una
herman- |
dad universal, pero se
olvidan del |
padre en virtud del cual
los hom- |
bres pueden ser hermanos;
o pro- |
pugnan por la eficacia de
un poder, |
pero sin amor, o de un
amor sin |
alma, Juan XXIII casi vino
a des- |
mentir la tesis del
«rechazo del |
padre» que se dice
característica |
de nuestro tiempo. Juan
XXIII fue |
un papa «Padre» no sólo de
los ca- |
tólicos, sino de todo el
mundo, de |
todos los hombres, en el
espacio de |
unos pocos años, en que la
huma- |
nidad puso los ojos en él,
porque |
los hombres, nunca tanto
como |
ahora, en tránsito hacia
otra edad, |
necesitamos mirar a un
padre y |
seguirle de cerca. |
6 (166) |
La Inmaculada |
y el Oratorio |
EL AMOR a la a virgen
María |
es una constante en toda
la |
historia del Oratorio de
san |
Felipe Neri, porque de
éste heredó |
una devoción tierna y
serena a la |
vez, como suele darse en
el equili- |
brio humano que el
cristianismo |
contiene y que deriva del
Evange- |
lio. Tan presente se quiso
tener |
el legado piadoso del
Padre, que |
cuando el pintor Guido
Reni con- |
cluyó la pintura que debía
ser tras- |
ladada al mosaico que se
colocaría |
sobre el altar del
sepulcro de san |
Felipe, no se quiso que
faltara la |
representación de la
Virgen, y se |
le añadió, aun a costa de
reducir la |
proporción de la imagen y
de tener |
que admitir que, en el
éxtasis en |
que se representa al
Santo, éste |
parezca ajeno al añadido,
si se ob- |
serva la dirección de su
mirada. |
Además, se quiso que en
todas las |
capillas de la iglesia
romana de la |
Vallicella, hubiera una
pintura o |
imagen de María. |
Ahora la celebración de la
so- |
lemnidad de la Inmaculada
Con- |
cepción de la Virgen
María, en di- |
ciembre, nos vuelve a
sugerir que |
la relacionemos con el
Oratorio. |
En otra ocasión ya dijimos
que |
el más famoso pintor de
Inmacu- |
ladas, Bartolomé Murillo,
adorna |
una de las iglesias más
célebres de |
España con la única de sus
cuatro |
Purísimas que ostenta la
firma del |
pintor. Esta iglesia es la
del Orato- |
rio de Cádiz, que, como se
sabe, |
fue escenario de la
primera Cons- |
titución española, la de
1812. |
Pero, además, tiene que
ver con |
el Oratorio el primer
templo o san- |
tuario que se erigió en el
mundo |
en honor de la Inmaculada
Con- |
cepción de la Virgen
María. El he- |
cho se debió a la
iniciativa de un |
padre del Oratorio de
Valencia, |
y profesor de la
Universidad de |
aquella ciudad,
Bonaventura Gue- |
* Conf. «LAUS», diciembre
1990 |
|
7 (167) |
rau Mullor. Transcurría el
verano |
de 1653 y dicho padre, de
cierto |
renombre en todo el País
Valen- |
ciano, había sido invitado
a pre- |
dicar en Játiva, con
ocasión de la |
fiesta patronal de esta
ciudad, el 15 |
de agosto. Coincidiendo
con la pre- |
sencia del padre Guerau,
un desco- |
nocido había escrito en la
puerta |
del sagrario de la seo
palabras in- |
juriosas para María. Ello
afectó |
hasta el desconsuelo al
citado pa- |
dre, pero fue un acicate
para el |
fervor de sus palabras en
el púlpi- |
to. Después no pudo dejar
de pen- |
sar en este suceso y
dedicó mucho |
tiempo a la oración,
especialmente |
al ir, pocos días después,
a Alcoy, |
su ciudad natal; y
haciendo parti- |
cipes de sus penas a
algunos sacer- |
dotes amigos,
especialmente a Joan |
Baptista Borrell, se
sintió sobrena- |
turalmente inspirado para
empren- |
der la edificación de un
santuario |
que reparara aquellas
blasfemias |
que conmovieron a los
buenos cris- |
tianos de Játiva. A las
afueras de |
Alcoy, en el lugar llamado
del Ca- |
rrascal y el paraje de la
«Font |
Roja», unos lirios allí
florecidos le |
parecieron señal querida
por Dios |
para llevar adelante su
propósito, se- |
cundado con entusiasmo por
los al- |
coyanos y convertido,
desde enton- |
ces, en centro espiritual
de aquella |
noble e industriosa
ciudad. |
El templo actual data de
1891, y |
sustituye a dos
anteriores, que hu- |
bieron de ser
reconstruidos, el pri- |
mero de los cuales pudo
ser inau- |
gurado en vida del padre
Guerau, |
a partir de lo cual el
santuario os- |
tentó la doble titularidad
de la in- |
maculada Concepción y de
san Fe- |
lipe Neri, pero el
santuario siempre |
se llamó de «la Verge dels
lliris». |
Estas dos invocaciones
son, junto |
con la de san Jorge en
abril y la de |
los Magos en enero, como
el sím- |
bolo de toda la piedad
popular de |
los alcoyanos, que en
parte han |
trasladado a la ciudad de
Valencia, |
con una reproducción de la
Inma- |
culada «de los Lirios» de
Alcoy, en |
Hemos de afirmar que la
Teología de la Liberación es una de las |
creaciones originales de
nuestros cristianos y una contribución |
positiva a las otras
iglesias, también ellas peregrinas y enfrenta- |
das a los problemas y
desafíos de nuestra época. Lo cual no sig- |
nifica que debamos
rechazar otras tendencias, sino que debemos |
asumir todo lo que nos
pueda ayudar a ser más fieles al Evan- |
gelio, a la gran
tradición, al pueblo de Dios y especialmente a |
las ansias de liberación
de los pobres. |
XIX Asamblea episcopal
brasileña, febr. 1981 |
8 (168) |
una capilla de la iglesia
de san |
Martín. |
Resultaría prolijo
reseguir los |
testimonios de la devoción
mariana, |
expresada en la
representación de |
la Inmaculada, en todos
los Orato- |
rios del mundo. Pero si
cruzáramos |
el Atlántico, podríamos
admirar, en |
el de la ciudad de México,
la Purísi- |
ma del valenciano Manuel
Tolsá, de |
sorprendente belleza, con
la que vi- |
no a rematar la
restauración de la |
iglesia de aquel Oratorio
(conocida |
como La Profesa), a
mediados del |
siglo pasado, y que
constituye una |
parte de los tesoros
artísticos que, |
junto con la famosa
pinacoteca, po- |
see y custodia aquella
Congrega- |
ción. |
En España se puede admirar
la |
bellísima talla de la
Purísima de |
Josep M.ª Camps Arnau, que
presi- |
de el altar mayor de la
iglesia del |
Oratorio de Gracia
(Barcelona). El |
rostro y actitud de la
Virgen, en |
esta escultura, tiene gran
parecido |
con la venerada
"Madonnina" del |
Oratorio de Florencia. Con
modes- |
tia, también nos parece
que hemos |
de mencionar la Virgen que
her- |
mosea la entrada de
nuestra iglesia |
de Albacete, escultura en
piedra, |
cincelada por el hijo y
discípulo |
del anterior, Jordi Camps
Vila, si- |
guiendo criterios del
arquitecto |
Antonio Escario. Por
nuestra parte |
nos complace, que esté
ahí, como |
bendiciendo la calle y la
ciudad |
toda donde estamos. |
A menudo se hace |
referencia a la Teología |
de la Liberación en |
relación exclusiva con |
América latina, pero |
debemos reconocer que |
constituye una |
exigencia de relieve |
universal. Es función de |
la teología encontrar |
su verdadero |
significado |
para la liberación en |
las diversas y |
concretas coyunturas |
históricas |
contemporáneas. |
Pues pertenece a la |
verdad el llamar con su |
propio nombre a la |
injusticia, al abuso del |
hombre por el hombre |
o por el estado, o por |
los mecanismos y |
sistemas económicos. |
JUAN PABLO II, |
20 feb. 1979 |
9 (169) |
Las cuevas de Belén |
LOS PEREGRINOS que van a
Tierra Santa, cuando les |
acompañan a Belén, lugar
del nacimiento de Cristo, no |
saben bien si pensar en la
vida o pensar en la muerte. En |
la basílica llamada de la
Natividad, debajo de su altar |
mayor, casi como un nicho
escondido, hermoseado por una |
bella estrella de plata,
está el lugar que se señala como del |
nacimiento de Cristo,
desde que santa Elena, en 326, mandó |
construir allí una
basílica. |
Sin embargo, cerca de la
gruta que la piedad secular |
atribuye al nacimiento de
Jesús, existen otras vinculadas al |
recuerdo de los más
ilustres peregrinos que acudieron a |
aquel lugar, llevados de
la fe. Nos referimos especialmente |
a san Jerónimo y a aquel
grupo de mujeres santas que allí le |
acompañaron para con él
estudiar y meditar, en el mismo |
lugar de los hechos, la
vida y las palabras del Señor y la his- |
toria de los profetas que
lo anunciaron. Así llegaron a santos, |
pues solamente existe la
santidad buscándola en Jesucristo, lo |
más directamente posible.
Por esto la Iglesia nos vuelve a lle- |
var cada año,
espiritualmente, a Belén, para que volvamos a |
contemplar, desde el
principio, la vida de Jesucristo y nos |
penetremos de ella. |
10 (170) |
San Jerónimo había pasado
en poco la edad de los cua- |
renta años, y poseía una
copiosa erudición que empleaba en |
servicio de la Iglesia,
guiada entonces por el papa san Dáma- |
so, español, que había
encontrado en Jerónimo un gran cola- |
borador, sabio, capaz y
virtuoso. Humanamente hablando, ésa |
fue la culpa que las
envidias de otros clérigos romanos jamás |
le perdonarían, pues al
morir aquel santo pontífice, las acusa- |
ciones y maledicencias de
todo género se cebaron en el que |
había sido leal y ejemplar
secretario del papa, y Jerónimo |
no vio más salida que la
de alejarse definitivamente de |
Roma, huyendo de las
envidias y codicias y, después de en- |
sayar la vida eremítica se
retiró a Belén, para estudiar a Je- |
sucristo, y trabajar en
las Sagradas Escrituras. Al poco se le |
unieron otros discípulos,
hombres y mujeres, y a todos orga- |
nizó en vida monástica,
dedicados al estudio y a la oración. |
De tan noble aventura
surgiría la traducción al latín de las |
Sagradas Escrituras
(llamada Vulgata), que ha sido utilizada |
como texto oficial de la
Iglesia hasta nuestros días. Pero sus |
obras abarcaron otras
traducciones, comentarios y estudios |
sobre la historia de la
Iglesia y las vidas de los Padres, y ho- |
milías y cartas. Conocía
bien el griego, latín y hebreo, además |
11 (171) |
del caldeo, o arameo, lo
cual le capacitaba admirablemente |
para aquella labor, en la
que santa Marcela, santa Paula, santa |
Eustoquio..., también
formadas e instruidas por él, le ayudaban |
traduciendo, leyendo,
coleccionando, copiando, con un hervor |
de trabajo y un entusiasmo
espiritual, que la ruidosa Roma no |
habría permitido, o por lo
menos hubiera estorbado. Había te- |
nido que huir de Roma casi
expulsado, mas pudo de este modo |
acercarse más a Cristo y
servir mejor a la Iglesia, aunque era |
inevitable que recordara
la reflexión del salmista: «Mis herma- |
nos, los mismos hijos de
mi madre, han peleado contra mí y |
me rechazan». |
Ya anciano y viendo cerca
la muerte, no quiso volver a |
su tierra, sino morir y
ser sepultado junto al lugar de la cuna |
del Señor. Es así como la
tradición todavía señala al peregri- |
no de hoy, cuando visita
Belén, las cuevas cercanas a la del |
Nacimiento, que se llaman
Grutas de san Jerónimo, porque |
san Jerónimo las escogió
como lugar de sepultura para sí mis- |
mo y para los miembros de
la comunidad por él fundada. El |
y su familia espiritual,
quisieron morir donde Cristo nació, |
asociando en el amor a
Cristo, tanto la muerte como la vida, |
empleada toda ella en
conocerle desde lo más cerca y mostrar- |
lo así a la Iglesia. La
tradición también dice que hay allí más |
tumbas, porque los
primeros cristianos desearon, cuando pu- |
dieron, ser sepultados
cerca de donde Cristo nació a la vida, |
en esta tierra. De hecho,
la Iglesia, siempre ha enseñado que, |
lo que llamamos
"muerte", es simplemente nuestro propio na- |
cimiento o navidad para el
cielo. |
Tal vez por eso pensamos
que es entre el nacer y el morir |
que se cimbrea la vida; y
que nacer es comenzar a morir, y |
morir entrar en la
verdadera vida. Y por eso los sepulcros |
nos parecen cunas más
grandes, y las cunas sepulcros peque- |
ños. Y llamamos portal a
la cueva, y cueva al portal. |
12 (172) |
Documento: |
ENCARNACIÓN |
Y TEOLOGÍA |
«El misterio de la
encarnación de Jesucristo |
es el centro de la
Teología de la Liberación» |
CARD. ALOISIO LORSCHEIDER |
SI en el Cristianismo no
creyéramos en el misterio de la encarnación nos |
habríamos ahorrado muchos
problemas morales y casi todas las polé- |
micas teológicas. Pero
este misterio está presente e informa el conjunto |
de la teología cristiana.
Cada vez que en la Iglesia se produce alguna conmo- |
ción a causa de las
consecuencias de la encarnación del Hijo de Dios, que se |
hizo presente en la
historia de los hombres, asumiendo esta misma naturale- |
za, lejos de turbarnos por
el temor de males o amenazas de cualquier géne- |
ro, debiéramos consolarnos
al comprobar que la Iglesia está viva y que sus |
señales de vitalidad
aparecen, precisamente, en torno a la profundización del |
misterio de Jesucristo
hecho hombre y de las consecuencias que de ello de- |
rivan, porque ya no es
aplazable para la eternidad el efecto del compromiso |
que la fe cristiana
entraña. Si bien habrá de quedar claro que tan erróneo |
sería hacer del Evangelio
una reducción política, como incurrir, por el lado |
opuesto, en un
reduccionismo espiritual. Así se proclamó por los obispos |
latinoamericanos reunidos
en Puebla. |
En estos últimos meses, la
prensa de todo el mundo y de todos los mati- |
ces, se ha hecho eco de la
llamada Teología de la Liberación, y más profusa- |
mente en las revistas
católicas especializadas. Del conjunto de lo que se ha |
podido leer se desprende
que acabará aportando un crecimiento positivo en |
13 (173) |
el campo doctrinal, y que
las advertencias sobre posibles desviaciones, no |
afectan a la ortodoxia de
sus teólogos. |
Juzgamos de interés unas
declaraciones del cardenal Lorscheider, brasi- |
leño, sacadas de una
revista italiana, y que pueden ser iluminativas. |
―Eminencia, ¿qué es
la Teología de la Li- |
beración? |
―Es una teología
eminentemente pastoral, que responde |
a esta pregunta: «Lo que
estás haciendo, está de acuerdo |
o no con el Evangelio?»
Aplica el método de Cardjin en |
cuanto que analiza y juzga
la realidad. Se parte de la |
realidad y se la quiere
iluminar con la fe. «La realidad, |
¿está de acuerdo con el
plan de Dios, o no? Si no lo está |
será preciso cambiar la
realidad, transformarla, porque |
todo lo que no es conforme
al plan de Dios, se convierte |
en dominación que ha de
padecer el hombre». El hombre, |
creado a imagen y
semejanza de Dios, soporta Todos los |
mecanismos de injusticia
que oscurecen esta imagen. El |
centro de la Teología de
la Liberación es el misterio de |
la encarnación de
Jesucristo. La encarnación subvierte la |
realidad terrena para
hacer de alguna manera celestial |
lo que es terrenal. |
—¿No pueden crear di- |
ficultades los teólogos |
que adopten el análisis |
marxista, en vez de la |
doctrina social de la |
Iglesia? |
―Ciertamente, la
mayor dificultad está ahí. Algunos teó- |
logos debieran referirse
con mayor discreción a ese tipo |
de análisis, y es
conveniente que se les amoneste sobre |
eso. Pero la verdadera TL
es pastoral y tiende necesaria- |
mente a la praxis
cristiana, que es algo muy diferente de |
la praxis marxista. Cierto
que cuenta con su antropolo- |
gía; pero también la
doctrina social de la Iglesia cuenta |
con sus instrumentos para
leer la realidad. Este instru- |
mento tendrá que someterse
a clarificación. |
No pretendemos acumular la
posesión de la verdad y tenemos con- |
ciencia de no ser más que
una voz en medio de las otras, pero una |
voz eclesial con pleno
derecho. El hecho que el mensaje cristiano |
se viva en situaciones
diversas y de modos diversos es hoy una se- |
ñal de la fecundidad del
Evangelio. La teología no hace más que |
expresar y reflexionar
críticamente sobre esta situación, y ello |
es motivo para el gozo,
más que para alarmarse... |
Concilium, Revista de
teología. |
14 (174) |
—¿No cree que se ha |
producido, reciente- |
mente, una campaña |
contra la TL? |
―Yo no veo que
exista una campaña contra la TL. Polé- |
micas sobre la misma han
existido siempre. Puede ocurrir |
que después de la
publicación del parecer expresado por |
el cardenal Ratzinger en
una reunión reservada a los jefes |
de los dicasterios romanos
y el reciente documento de la |
Congr. para la doctrina de
la fe, estas polémicas hayan |
adquirido mayor vigor.
Pero en general, la acogida del |
parecer personal del
cardenal Ratzinger entre los res- |
ponsables de la Iglesia en
América Latina ha sido más |
bien de perplejidad,
porque se cree que la TL no es la que |
se ha tenido en
consideración. Se trata más bien de mo- |
vimientos de dentro de la
Iglesia, que se muestran contra- |
rios a la TL, pero no creo
que puedan llegar muy lejos. |
Yo conozco bien a estos
teólogos y conozco suficientemen- |
te bien, además, los
problemas de toda la América latina: |
pienso que lo importante
ahora es dejar que estos teólogos |
trabajen con tranquilidad. |
―Eminencia, aparte
de |
las cuestiones doctri- |
nales, cuáles son los |
verdaderos problemas |
con que se enfrenta |
vuestra Iglesia? |
―Creo que los
problemas principales son éstos: la orga- |
nización del comercio
internacional, el hambre y la eco- |
logía. Es preciso tener en
cuenta que la falta de desarro- |
llo de los países pobres
no es debido a su pereza, ni a su |
incompetencia, sino al
mecanismo que regula la organi- |
zación del comercio
internacional, que se ha convertido |
en una auténtica
explotación de los ricos sobre los pobres. |
Es preciso que la ONU
cambie las relaciones de fuerza |
que existen actualmente
entre las naciones y que se esta- |
blezca una mayor igualdad.
Por ejemplo, Estados Unidos, |
especialmente después de
la llegada de Reagan a la pre- |
sidencia, quiere aumentar
cada vez más su dominio. No se |
dan cuenta que, con ello,
además de aumentar la antipa- |
tía de nuestra gente hacia
ellos, resulta una táctica que, al |
final, será
contraproducente incluso para los mismos nor- |
teamericanos. Por todo
creen ver amenazas de comunis- |
mo: pero no descubren lo
que es peor, por ejemplo: no re- |
conocer los derechos
fundamentales de los pueblos. |
—¿Cómo viven uste- |
des el problema del |
hambre? |
—En Brasil son muchísimos
los que viven en condiciones |
de subalimentación
general. A pesar de que Brasil es un |
país rico y fértil. La
subalimentación es gravísima por- |
que los hijos ya nacen con
lesiones cerebrales. Para nos- |
otros, allá, el problema
no es tanto como entre vosotros |
aquí y tal como lo he
comprobado, incluso por las pro- |
15 (175) |
puestas para el próximo
sínodo de obispos) la relación |
entre fe y cultura, sino
entre fe y supervivencia, entre fe |
y hambre. Si lo miramos
bien, incluso el secularismo |
resulta un eslogan. El
ateísmo de muchos no es tanto la |
negación de Dios como una
mala interpretación o un mal |
uso de la libertad humana.
Muchas veces se trata de un |
rechazo de las leyes de
Dios por el modo como nosotros |
las concebimos. Porque,
¿usted cree que en Rusia todo el |
mundo es ateo, o que, por
lo menos lo son sus gobernan- |
tes? Yo pienso que muchos
lo son por oportunismo y que |
al llegar a la noche
incluso estoy hacen la señal de la cruz. |
Créame, no comprendo esta
insistencia sobre el secula- |
rismo y sobre el ateísmo.
Mejor sería que se desarrollara |
el sentido de la libertad
del hombre de sus límites se- |
gún la auténtica visión de
Cristo. Nosotros, en una pala- |
bra, estamos muy
preocupados por el hambre que sufre |
nuestro pueblo, incluso
cuando parece que vive en la |
abundancia. Pues todo lo
que se produce viene enseguida |
dilapidado por los que
viven preocupados solamente de su |
propio bienestar, pues no
dudan, para conservarlo, man- |
tener a los demás en la
esclavitud. |
—¿Es perceptible, en |
su país, esta depen- |
dencia esclavizadora? |
―Sí, porque entre
los brasileños existe un profundo senti- |
do de la responsabilidad.
Quieren ser respetados tal como |
debe ser respetado todo
hombre. Rechazan el ser explota- |
dos y por eso defienden la
dignidad de la persona huma- |
na. No es cuestión de más
riqueza, ni de disfrutar de un |
mayor bienestar económico,
sino más bien se trata de la |
aspiración por una
auténtica vida humana, para poder |
ser hombres según la
dignidad que Dios mismo les ha con- |
cedido. Por eso
actualmente, entre nosotros, se da también |
una gran sensibilidad por
el problema ecológico. |
Existen diversas
expresiones de la Teología de la Liberación: |
algunas plenamente
legítimas y necesarias, otras criticables y |
otras, finalmente,
inaceptables. Al respecto es indispensable una |
reflexión crítica a partir
de la dimensión liberadora de la fe |
cristiana. La fe, en
realidad, es liberadora, a condición de que |
permanezca como fe
auténtica, incontaminada. |
Card. RATZINGER, oct. 1984 |
16 (176) |
Deseamos |
la bendición del Señor |
a todos nuestros amigos y
lectores, |
para seguir alabando a
Dios |
en la vida, |
mientras crecen |
las esperanzas de bien |
y se juntan los esfuerzos
de todos |
en la construcción |
de un mundo más hermoso |
en el que los humanos
seamos |
más sabios, |
más limpios de corazón, |
más buenos |
y más felices. |
En esta Navidad, y
siempre. |
17 (177) |
—¿Puede explicar cómo |
se entiende la ecología |
hoy en día en Brasil? |
―No se trata
solamente de combatir el establecimiento |
de fábricas que contaminan
el ambiente, ni de defender |
los bosques en peligro de
desaparición. Ecología signi- |
fica, sobre todo, luchar
contra todo lo que se estropea |
inútilmente, contra la
malversación (ésta es la palabra |
central) de las cosas que
poseemos, en tanto que se con- |
vierten en negación de la
vida. Ecología también es que- |
rer la salud de las
personas, proporcionar una habitación |
digna al hombre (no hacen
falta palacios), una educa- |
ción para que viva
dignamente; y además una educación |
cristiana y la posibilidad
de estar en contacto con la Igle- |
sia y con sus sacerdotes.
En resumen, es la lucha para |
Todas las semanas en |
vida nueva |
Una completa información |
de la Iglesia en España y
en el mundo 783) |
Un estudio del problema de
mayor actualidad |
Una visión cristiana |
del mundo político,
social, cultural y artístico |
vida nueva |
Revista semanal |
de información general |
y religiosa |
P.P.C. - E. Jardiel
Poncela, 4 |
Apartado 19.049 - Madrid
(16) |
18 (178) |
realizar la vida en
sentido cualitativo y no solamente en |
sentido cuantitativo.
Mire, yo estoy convencido de que el |
Espíritu Santo está
presente en todas estas cosas y que |
actúa suscitando y
sosteniendo estas aspiraciones. |
—¿Cuál es la postura |
de la Iglesia brasileña |
en este contexto? |
―Tengo la impresión
de que la Iglesia católica se en- |
cuentra muy próxima,
incluso muy presente en medio de |
los problemas de los
hombres. Y hemos de dar gracias a |
Dios por ello, pues es el
fruto del trabajo realizado duran- |
te los años en que hemos
estado difundiendo sus derechos. |
Ahora que todo se
desenvuelve en un sentido más demo- |
crático, tal como la
Iglesia había deseado, los ciudadanos |
comprenden que llevábamos
razón, que hicimos bien en |
no radicalizar las
posturas, a pesar de que siempre nos |
hemos puesto de su lado.
Esto es obra del Espíritu Santo, |
y no nuestra, porque
nosotros somos demasiado débiles. |
El primero de mayo pasado
vino a entrevistarme una pe- |
riodista brasileña y me
dijo que por la mañana, al asistir |
a misa, había oído el
mensaje de los obispos a los traba- |
jadores. Me dijo:
«Solamente vosotros, los obispos, tenéis |
la valentía de hacer estas
cosas». La gente se da cuenta |
de que la Iglesia
comprende sus problemas concretos. Y |
E lo entienden sobre todo
los pobres, los obreros, los que es- |
tán sin trabajo. La
Iglesia está a su lado y ello es motivo |
de esperanza para ellos. |
―No parece que en |
Europa la Iglesia sea |
así. |
―La Iglesia en
Europa hizo esto mismo en el pasado, y |
es preciso que lo vuelva a
hacer ahora. Debe acercarse a |
los pobres. Yo sufrí mucho
el pasado septiembre, cuando |
estuve en Puglia y pude
constatar que la Iglesia no es la |
Iglesia del pueblo. Es muy
devota, pero poco evangélica. |
Falta la presencia del
pastor en medio de la gente. Es |
preciso renunciar a los
honores, a las reverencias, a hacer |
esperar horas y horas para
una audiencia con la excusa |
de que «están muy
ocupados». Incluso las ceremonias en |
san Pedro están llenas de
obispos, prelados, embajadores, |
dignatarios, pero los
pobres no se ven por ninguna parte; |
muchos ni siquiera
consiguen un permiso de entrada en |
la basílica. Pero la
Iglesia de Jesús reclama que los po- |
bres estén en primera
fila, que sean los más cercanos. Es |
urgente que en muchos
lugares los hombres de Iglesia se- |
pan bajar del trono y
caminar cerca del pueblo, especial- |
mente cerca de los pobres. |
19 (179) |
MISA DE MEDIANOCHE |
NATIVIDAD |
DE |
NUESTRO |
SEÑOR |
JESUCRISTO |
LAS DEMÁS MISAS |
SEGÚN EL HORARIO |
DE LOS DÍAS FESTIVOS |
LAUS |
Director: Ramón Mas
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