Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 217. DICIEMBRE. Año 1984
SUMARIO
LA LIBERTAD es necesaria y, a la vez, temida. Se
resiste a concederla el que identifica bondad con po-
der, y tiene miedo a usarla el inexperto que la des-
cubre por primera vez. Sólo la compañía de Dios,
en nuestra historia de hombres, nos conforta con la pre-
sencia adorable de su Hijo, Jesucristo, haciéndonos partí-
cipes de la filiación divina, y enseñándonos que todos
somos hermanos. Desde este momento, la verdadera liber-
tad ya no es un peligro que temer, sino una necesidad
para poder decidirse a obrar como Dios obraría, y para
amar como él ama. Sin este amor, que sólo ella hace po-
sible, nadie podría contraer compromisos con la verdad y
la justicia, y menos aún podría ser santo.
CRISTO O MARX
EL PADRE, CRISTO Y LOS HOMBRES
JUAN XXIII Y PABLO 
LA INMACULADA Y EL ORATORIO
LAS CUEVAS DE BELÉN
ENCARNACIÓN Y TEOLOGÍA
1 (161)
CRISTO O MARX
No por referencia a Marx, sino por referencia
a Cristo. Por eso es muy importante profundi-
zar a nivel de fe, a nivel de reflexión teológica
y espiritual esta "opción por los pobres". Porque
no puede tratarse de una opción coyuntural, es
decir, que no sólo porque hay pobres resulta que
la Iglesia quiere inclinarse a ellos, sino porque
las raíces de esta opción residen en la misma
naturaleza de la Iglesia, en la misma relación
con el Jesús que hemos conocido y en la propia
experiencia que hicieron los apóstoles. Por estos
motivos nuestras razones no son de orden polí-
tico, ni de orden ideológico, sino de orden es-
trictamente teológico, o sea que derivan de la
riqueza misma de nuestra fe, de lo que guar-
damos de nuestra esperanza y de la referencia
que hacemos a Dios. Y esto es precisamente lo
que irrita a los que nos calumnian sin compren-
der qué es la Iglesia. Hemos llegado a eso, no
porque hemos leído «El Capital» de Marx, sino
porque hemos leído los Evangelios y adoramos
a Jesucristo y amamos a Dios.
LEONARDO BOFF, julio 1984
2 (182)
El Padre,
Cristo
y los hombres
LOS que buscan explicaciones al espíritu de la precoz independencia
que distingue a las nuevas generaciones, han creído descubrirlo en
la teoría freudiana del «rechazo del padre», y la han utilizado incluso
para adivinar la llamada crisis del cristianismo contemporáneo, huér-
fano de Dios, según dicen: pues lo cierto es que hay aspectos de los valores
positivos cristianos, que se aplican de manera secularizada, abstraídos de
toda trascendencia sobrenatural, como la fraternidad, la justicia, el amor a
todo hombre, la no-violencia, y otros. Ocurriría que en el cristianismo con-
temporáneo se da la preferencia a la figura de Jesucristo, el Hijo de Dios,
como oposición a la persona de Dios Padre, quedándonos sólo, o principal-
mente, con lo más humano del misterio de la Redención, para motivar las
urgencias concretas de las nuevas teologías, en trance de resucitar, larva-
damente, otra forma de Arrianismo. De donde el énfasis de lo secular, la
incesante invocación de los derechos humanos, el compromiso por lo tem-
poral, la suficiencia de la mundanidad, el orgullo de la técnica, la critica a
İA autoridad, el desprecio por lo establecido e institucionalizado...
Lo más probable, sin embargo, es que todo sea efecto y desarrollo de
aquella sorprendente y colosal iniciativa divina, la Encarnación. Es posible
que el hombre se olvide de Dios, pero es absolutamente cierto que Dios
jamás se ha olvidado del hombre y que, precisamente como Padre, lo ha
Amado tanto, «que le ha dado su propio Hijo», en Jesucristo, para que fuera
Dios-Hombre, verdadero Hijo de Dios y primogénito entre todos ellos, con-
siderados como hermanos, porque, a partir de él, su propio Padre lo seria
de todos los demás hombres: seria el Padre nuestros, invocado por la gran
familia humana sobre la tierra, desde el tiempo, en la vida de este mundo,
en el cual, cuando contemplamos a Cristo en medio de todos, le reconoce-
mos tan distante de las demás formas de divinidad, porque en Cristo se su-
pera la estrechez de raza, de nación, de lengua y de rito, que sofocaba el
concepto de Dios en las religiones de todos los pueblos y hasta del mismo
3 (183)
pueblo judío, si bien los profetas habían clamado por su día, y habían des-
crito su espíritu, como evoca la Liturgia de este tiempo de Adviento y espe-
ranza. Salvación, libertad, justicia, santidad, hermandad universal auspi-
ciaban. Al llegar Cristo, sólo unos pocos le recibieron, porque él exigía una
verdadera conversión que tenía que transformar a cada hombre y las rela-
ciones de todos los hombres entre sí y con Dios.
Y en esto estamos. Las tensiones del cristianismo de nuestros días son
signos de que la Encarnación no se ha paralizado en abstracciones teóri-
cas, ni se ha podido condensar en preceptivas farisaicas; ni bastan las evo-
caciones sentimentales, ni son posibles aplazamientos y remisiones ultra-
terrestres. Por descontado que lo que Dios quiere darnos en Jesucristo, no
cabe ni en esta vida ni en nuestro tiempo; pero es igualmente cierto que
nos compromete, desde ahora mismo y radicalmente. Por la Encarnación
no solamente confesamos que Jesucristo, Hombre y Dios, es Hijo del Pa-
dre, sino que, a partir de él, se genera una familia de hermanos, que a to-
dos nos convierte en hijos de Dios, a imagen suyo, con la obligación de
convertirnos cada uno y de cambiar y convertir el mundo. No se puede
disociar un deber del otro, porque vienen a ser la misma cosa, insepara-
blemente. Los que profesamos la fe cristiana hemos de reproducir y conti-
nuar a Cristo. Y así, el Cristo-Hombre se hace piedra fundamental y angu-
lar de una gran construcción que llamamos Iglesia, que deviene el «Cristo
místico».
Si el ser cristiano conllevara solamente la exigencia de una adhesión
mental y abstracta a Cristo, se acabarían los problemas y las tensiones.
Pero es precisamente esto lo que hay que hacer y que está por hacer. Por
hacer en este mundo, en nuestra vida, con los hombres que nos acompa-
ñan. Y Cristo está ahí, como el hermano mayor de todos, como un modelo
comprometido y comprometedor, que no es posible eliminar, ni escamo-
tear. Les dificultades de In Iglesia de nuestros días, no son resultado de
que con ella se repite la historia de Cristo y sus contradictores, sino de que
esta historia todavía no ha terminado. Y comenzó con la Encarnación. Un
cristianismo teórico, aséptico y desencarnado no tendría dificultades. Pero
tampoco sería cristianismo, aunque usurpara su nombre.
LAUS
es una publicación periódica, propiedad de la Congregación del Oratorio
de san Felipe Neri, de Albacete, que se reparte gratuitamente a los ami-
gos del Oratorio que lo solicitan, y se sostiene, al igual que las demás ac-
tividades de la Congregación, con el trabajo de sus miembros y las aporta-
ciones espontáneas de los fieles. Esta Congregación del Oratorio no recibe
ni ha recibido nunca ninguna clase de paga o subvención del Estado ni
de ningún otro organismo.
4 (164)
JUAN XXIII
Y PABLO VI
EL MISMO modo que nadie pu-
do sorprenderse que, a la
muerte de Pío XI, en 1939,
le sucediera con el nombre de Pío
XII el cardenal Pacelli, nadie se
habría sorprendido que, a la muer-
te de éste, hubiese ocupado su
puesto el entonces arzobispo Mon-
tini (todavía no cardenal), que, de
todos modos, casi cinco años más
tarde, también sería elegido papa y
se impondría el nombre de Pablo
VI. Lo sorprendente, a la muerte
de Pío XII, fue el surgir de la figu-
ra de Roncalli, el papa Juan XXIII,
que, a medida que transcurra el
tiempo, ha de pasar a la historia
de la Iglesia, no solamente como
un papa santo, sino como la figura
más importante que ha presidido
la Iglesia en este siglo nuestro.
Aceptada o discutida la renovación
—"l'aggiornamento"— que impri-
me a la Iglesia, el impulso que en
ella desató, ya es imparable, irre-
versible.
No fue el suyo un pontificado
largo, pero significó un paso sufi-
cientemente determinante, en el
que su intuición sobrenatural guia-
da por el Espíritu Santo, abría una
nueva primavera eclesial, a la que
no faltarían ráfagas de vientos ad-
versos ni lluvias purificadoras, pe-
ro que ya dejaban el rejuveneci-
miento de los espíritus en un cami-
no del que no se podría volver
atrás. El imprimió un "modo" a la
Iglesia, y tuvo conciencia de ello,
de la misma manera que se daba
cuenta de lo breve que sería su
paso por la silla de Pedro. Por eso
fue diligente, sin perder la sereni-
dad de su espíritu, colmado de ex-
periencia y joven de esperanzas,
que supo transmitir a todos. Quien
heredó estas esperanzas con todo
el cansancio y el dolor de perse-
verar en ellas, fue Pablo VI. En
realidad éste era el sucesor de Pío
XII, pero a través del "modo" de
Juan XXIII, quien, al hacerlo casi
inmediatamente cardenal, ya veía
en él a su sucesor, como algunos
5 (165)
años atrás, Pío XI había visto al su-
yo al poner el capelo a Pacelli. Se
dice que Juan XXIII, una vez papa,
en la primera ocasión que se en-
contró con Montini, le dijo: «Lei
dovrebbe essere il papa, e non io»,
provocando la confusión del enton-
ces arzobispo de Milán, aterroriza-
do por la descarga de tal profecía.
Y llevaba razón Juan XXIII, pues-
to que en la persona de Montini se
concitaban todas las cualidades pa-
ra una aparentemente acertada ele-
vación al supremo pontificado. Pe-
ro Montini, con ser un candidato
casi perfecto, que estaba en pose-
sión de la mejor experiencia para
regir y pastorear la Iglesia de hoy,
cual era, por un lado, su prolon-
gado paso por la curia romana, su
formación jurídica y diplomática,
su experiencia apostólica univer-
sitaria, todo ello acumulado bajo
la maestría siempre cercana, ilumi-
nadora y afectuosa de Pío XII, y
por otro lado su ejercicio pastoral
en la diócesis de Milán, necesitaba
algo que ya, en los últimos años
Pío XII no podía ofrecerle; necesi-
taba la paternidad de un hombre
cuyo amor a Jesús, a la Iglesia y al
mundo, levantara sus ánimos у le
infundiera una tenacidad perseve-
rante para emplearla en concluir
una tarea enorme, pero gozosa, que
tenía que cambiar el aspecto de la
Iglesia para poder ofrecer un ros-
tro que fuese inteligible a los hom-
bres de hoy. Montini tuvo un maes-
tro en Pío XII y un padre en Juan
XXIII; de aquél recibió una forma-
ción, cuya última asignatura fue
mandarle a la diócesis de Milán;
de éste recibió una herencia, la de
concluir el Concilio y de resistir
los primeros vendavales que los
inmovilistas manifiestos o solapa-
dos desatarían.
Pero estas mismas contrarieda-
des no colapsarían ni harían retro-
ceder el desenvolvimiento de la
renovación de la Iglesia, sino que
serían un motivo para mayores
profundizaciones y purificaciones,
todavía no concluidas que servirán
para afianzar la obra iniciada pro-
féticamente por Juan XXIII.
En esta época en que los que
dicen seguir a Marx, Nietzsche y
Freud nos hablan de una herman-
dad universal, pero se olvidan del
padre en virtud del cual los hom-
bres pueden ser hermanos; o pro-
pugnan por la eficacia de un poder,
pero sin amor, o de un amor sin
alma, Juan XXIII casi vino a des-
mentir la tesis del «rechazo del
padre» que se dice característica
de nuestro tiempo. Juan XXIII fue
un papa «Padre» no sólo de los ca-
tólicos, sino de todo el mundo, de
todos los hombres, en el espacio de
unos pocos años, en que la huma-
nidad puso los ojos en él, porque
los hombres, nunca tanto como
ahora, en tránsito hacia otra edad,
necesitamos mirar a un padre y
seguirle de cerca.
6 (166)
La Inmaculada
y el Oratorio
EL AMOR a la a virgen María
es una constante en toda la
historia del Oratorio de san
Felipe Neri, porque de éste heredó
una devoción tierna y serena a la
vez, como suele darse en el equili-
brio humano que el cristianismo
contiene y que deriva del Evange-
lio. Tan presente se quiso tener
el legado piadoso del Padre, que
cuando el pintor Guido Reni con-
cluyó la pintura que debía ser tras-
ladada al mosaico que se colocaría
sobre el altar del sepulcro de san
Felipe, no se quiso que faltara la
representación de la Virgen, y se
le añadió, aun a costa de reducir la
proporción de la imagen y de tener
que admitir que, en el éxtasis en
que se representa al Santo, éste
parezca ajeno al añadido, si se ob-
serva la dirección de su mirada.
Además, se quiso que en todas las
capillas de la iglesia romana de la
Vallicella, hubiera una pintura o
imagen de María.
Ahora la celebración de la so-
lemnidad de la Inmaculada Con-
cepción de la Virgen María, en di-
ciembre, nos vuelve a sugerir que
la relacionemos con el Oratorio.
En otra ocasión ya dijimos que
el más famoso pintor de Inmacu-
ladas, Bartolomé Murillo, adorna
una de las iglesias más célebres de
España con la única de sus cuatro
Purísimas que ostenta la firma del
pintor. Esta iglesia es la del Orato-
rio de Cádiz, que, como se sabe,
fue escenario de la primera Cons-
titución española, la de 1812.
Pero, además, tiene que ver con
el Oratorio el primer templo o san-
tuario que se erigió en el mundo
en honor de la Inmaculada Con-
cepción de la Virgen María. El he-
cho se debió a la iniciativa de un
padre del Oratorio de Valencia,
y profesor de la Universidad de
aquella ciudad, Bonaventura Gue-
* Conf. «LAUS», diciembre 1990
7 (167)
rau Mullor. Transcurría el verano
de 1653 y dicho padre, de cierto
renombre en todo el País Valen-
ciano, había sido invitado a pre-
dicar en Játiva, con ocasión de la
fiesta patronal de esta ciudad, el 15
de agosto. Coincidiendo con la pre-
sencia del padre Guerau, un desco-
nocido había escrito en la puerta
del sagrario de la seo palabras in-
juriosas para María. Ello afectó
hasta el desconsuelo al citado pa-
dre, pero fue un acicate para el
fervor de sus palabras en el púlpi-
to. Después no pudo dejar de pen-
sar en este suceso y dedicó mucho
tiempo a la oración, especialmente
al ir, pocos días después, a Alcoy,
su ciudad natal; y haciendo parti-
cipes de sus penas a algunos sacer-
dotes amigos, especialmente a Joan
Baptista Borrell, se sintió sobrena-
turalmente inspirado para empren-
der la edificación de un santuario
que reparara aquellas blasfemias
que conmovieron a los buenos cris-
tianos de Játiva. A las afueras de
Alcoy, en el lugar llamado del Ca-
rrascal y el paraje de la «Font
Roja», unos lirios allí florecidos le
parecieron señal querida por Dios
para llevar adelante su propósito, se-
cundado con entusiasmo por los al-
coyanos y convertido, desde enton-
ces, en centro espiritual de aquella
noble e industriosa ciudad.
El templo actual data de 1891, y
sustituye a dos anteriores, que hu-
bieron de ser reconstruidos, el pri-
mero de los cuales pudo ser inau-
gurado en vida del padre Guerau,
a partir de lo cual el santuario os-
tentó la doble titularidad de la in-
maculada Concepción y de san Fe-
lipe Neri, pero el santuario siempre
se llamó de «la Verge dels lliris».
Estas dos invocaciones son, junto
con la de san Jorge en abril y la de
los Magos en enero, como el sím-
bolo de toda la piedad popular de
los alcoyanos, que en parte han
trasladado a la ciudad de Valencia,
con una reproducción de la Inma-
culada «de los Lirios» de Alcoy, en
Hemos de afirmar que la Teología de la Liberación es una de las
creaciones originales de nuestros cristianos y una contribución
positiva a las otras iglesias, también ellas peregrinas y enfrenta-
das a los problemas y desafíos de nuestra época. Lo cual no sig-
nifica que debamos rechazar otras tendencias, sino que debemos
asumir todo lo que nos pueda ayudar a ser más fieles al Evan-
gelio, a la gran tradición, al pueblo de Dios y especialmente a
las ansias de liberación de los pobres.
XIX Asamblea episcopal brasileña, febr. 1981
8 (168)
una capilla de la iglesia de san
Martín.
Resultaría prolijo reseguir los
testimonios de la devoción mariana,
expresada en la representación de
la Inmaculada, en todos los Orato-
rios del mundo. Pero si cruzáramos
el Atlántico, podríamos admirar, en
el de la ciudad de México, la Purísi-
ma del valenciano Manuel Tolsá, de
sorprendente belleza, con la que vi-
no a rematar la restauración de la
iglesia de aquel Oratorio (conocida
como La Profesa), a mediados del
siglo pasado, y que constituye una
parte de los tesoros artísticos que,
junto con la famosa pinacoteca, po-
see y custodia aquella Congrega-
ción.
En España se puede admirar la
bellísima talla de la Purísima de
Josep M.ª Camps Arnau, que presi-
de el altar mayor de la iglesia del
Oratorio de Gracia (Barcelona). El
rostro y actitud de la Virgen, en
esta escultura, tiene gran parecido
con la venerada "Madonnina" del
Oratorio de Florencia. Con modes-
tia, también nos parece que hemos
de mencionar la Virgen que her-
mosea la entrada de nuestra iglesia
de Albacete, escultura en piedra,
cincelada por el hijo y discípulo
del anterior, Jordi Camps Vila, si-
guiendo criterios del arquitecto
Antonio Escario. Por nuestra parte
nos complace, que esté ahí, como
bendiciendo la calle y la ciudad
toda donde estamos.
A menudo se hace
referencia a la Teología
de la Liberación en
relación exclusiva con
América latina, pero
debemos reconocer que
constituye una
exigencia de relieve
universal. Es función de
la teología encontrar
su verdadero
significado
para la liberación en
las diversas y
concretas coyunturas
históricas
contemporáneas.
Pues pertenece a la
verdad el llamar con su
propio nombre a la
injusticia, al abuso del
hombre por el hombre
o por el estado, o por
los mecanismos y
sistemas económicos.
JUAN PABLO II,
20 feb. 1979
9 (169)
Las cuevas de Belén
LOS PEREGRINOS que van a Tierra Santa, cuando les
acompañan a Belén, lugar del nacimiento de Cristo, no
saben bien si pensar en la vida o pensar en la muerte. En
la basílica llamada de la Natividad, debajo de su altar
mayor, casi como un nicho escondido, hermoseado por una
bella estrella de plata, está el lugar que se señala como del
nacimiento de Cristo, desde que santa Elena, en 326, mandó
construir allí una basílica.
Sin embargo, cerca de la gruta que la piedad secular
atribuye al nacimiento de Jesús, existen otras vinculadas al
recuerdo de los más ilustres peregrinos que acudieron a
aquel lugar, llevados de la fe. Nos referimos especialmente
a san Jerónimo y a aquel grupo de mujeres santas que allí le
acompañaron para con él estudiar y meditar, en el mismo
lugar de los hechos, la vida y las palabras del Señor y la his-
toria de los profetas que lo anunciaron. Así llegaron a santos,
pues solamente existe la santidad buscándola en Jesucristo, lo
más directamente posible. Por esto la Iglesia nos vuelve a lle-
var cada año, espiritualmente, a Belén, para que volvamos a
contemplar, desde el principio, la vida de Jesucristo y nos
penetremos de ella.
10 (170)
San Jerónimo había pasado en poco la edad de los cua-
renta años, y poseía una copiosa erudición que empleaba en
servicio de la Iglesia, guiada entonces por el papa san Dáma-
so, español, que había encontrado en Jerónimo un gran cola-
borador, sabio, capaz y virtuoso. Humanamente hablando, ésa
fue la culpa que las envidias de otros clérigos romanos jamás
le perdonarían, pues al morir aquel santo pontífice, las acusa-
ciones y maledicencias de todo género se cebaron en el que
había sido leal y ejemplar secretario del papa, y Jerónimo
no vio más salida que la de alejarse definitivamente de
Roma, huyendo de las envidias y codicias y, después de en-
sayar la vida eremítica se retiró a Belén, para estudiar a Je-
sucristo, y trabajar en las Sagradas Escrituras. Al poco se le
unieron otros discípulos, hombres y mujeres, y a todos orga-
nizó en vida monástica, dedicados al estudio y a la oración.
De tan noble aventura surgiría la traducción al latín de las
Sagradas Escrituras (llamada Vulgata), que ha sido utilizada
como texto oficial de la Iglesia hasta nuestros días. Pero sus
obras abarcaron otras traducciones, comentarios y estudios
sobre la historia de la Iglesia y las vidas de los Padres, y ho-
milías y cartas. Conocía bien el griego, latín y hebreo, además
11 (171)
del caldeo, o arameo, lo cual le capacitaba admirablemente
para aquella labor, en la que santa Marcela, santa Paula, santa
Eustoquio..., también formadas e instruidas por él, le ayudaban
traduciendo, leyendo, coleccionando, copiando, con un hervor
de trabajo y un entusiasmo espiritual, que la ruidosa Roma no
habría permitido, o por lo menos hubiera estorbado. Había te-
nido que huir de Roma casi expulsado, mas pudo de este modo
acercarse más a Cristo y servir mejor a la Iglesia, aunque era
inevitable que recordara la reflexión del salmista: «Mis herma-
nos, los mismos hijos de mi madre, han peleado contra mí y
me rechazan».
Ya anciano y viendo cerca la muerte, no quiso volver a
su tierra, sino morir y ser sepultado junto al lugar de la cuna
del Señor. Es así como la tradición todavía señala al peregri-
no de hoy, cuando visita Belén, las cuevas cercanas a la del
Nacimiento, que se llaman Grutas de san Jerónimo, porque
san Jerónimo las escogió como lugar de sepultura para sí mis-
mo y para los miembros de la comunidad por él fundada. El
y su familia espiritual, quisieron morir donde Cristo nació,
asociando en el amor a Cristo, tanto la muerte como la vida,
empleada toda ella en conocerle desde lo más cerca y mostrar-
lo así a la Iglesia. La tradición también dice que hay allí más
tumbas, porque los primeros cristianos desearon, cuando pu-
dieron, ser sepultados cerca de donde Cristo nació a la vida,
en esta tierra. De hecho, la Iglesia, siempre ha enseñado que,
lo que llamamos "muerte", es simplemente nuestro propio na-
cimiento o navidad para el cielo.
Tal vez por eso pensamos que es entre el nacer y el morir
que se cimbrea la vida; y que nacer es comenzar a morir, y
morir entrar en la verdadera vida. Y por eso los sepulcros
nos parecen cunas más grandes, y las cunas sepulcros peque-
ños. Y llamamos portal a la cueva, y cueva al portal.
12 (172)
Documento:
ENCARNACIÓN
Y TEOLOGÍA
«El misterio de la encarnación de Jesucristo
es el centro de la Teología de la Liberación»
CARD. ALOISIO LORSCHEIDER
SI en el Cristianismo no creyéramos en el misterio de la encarnación nos
habríamos ahorrado muchos problemas morales y casi todas las polé-
micas teológicas. Pero este misterio está presente e informa el conjunto
de la teología cristiana. Cada vez que en la Iglesia se produce alguna conmo-
ción a causa de las consecuencias de la encarnación del Hijo de Dios, que se
hizo presente en la historia de los hombres, asumiendo esta misma naturale-
za, lejos de turbarnos por el temor de males o amenazas de cualquier géne-
ro, debiéramos consolarnos al comprobar que la Iglesia está viva y que sus
señales de vitalidad aparecen, precisamente, en torno a la profundización del
misterio de Jesucristo hecho hombre y de las consecuencias que de ello de-
rivan, porque ya no es aplazable para la eternidad el efecto del compromiso
que la fe cristiana entraña. Si bien habrá de quedar claro que tan erróneo
sería hacer del Evangelio una reducción política, como incurrir, por el lado
opuesto, en un reduccionismo espiritual. Así se proclamó por los obispos
latinoamericanos reunidos en Puebla.
En estos últimos meses, la prensa de todo el mundo y de todos los mati-
ces, se ha hecho eco de la llamada Teología de la Liberación, y más profusa-
mente en las revistas católicas especializadas. Del conjunto de lo que se ha
podido leer se desprende que acabará aportando un crecimiento positivo en
13 (173)
el campo doctrinal, y que las advertencias sobre posibles desviaciones, no
afectan a la ortodoxia de sus teólogos.
Juzgamos de interés unas declaraciones del cardenal Lorscheider, brasi-
leño, sacadas de una revista italiana, y que pueden ser iluminativas.
―Eminencia, ¿qué es la Teología de la Li-
beración?
―Es una teología eminentemente pastoral, que responde
a esta pregunta: «Lo que estás haciendo, está de acuerdo
o no con el Evangelio?» Aplica el método de Cardjin en
cuanto que analiza y juzga la realidad. Se parte de la
realidad y se la quiere iluminar con la fe. «La realidad,
¿está de acuerdo con el plan de Dios, o no? Si no lo está
será preciso cambiar la realidad, transformarla, porque
todo lo que no es conforme al plan de Dios, se convierte
en dominación que ha de padecer el hombre». El hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios, soporta Todos los
mecanismos de injusticia que oscurecen esta imagen. El
centro de la Teología de la Liberación es el misterio de
la encarnación de Jesucristo. La encarnación subvierte la
realidad terrena para hacer de alguna manera celestial
lo que es terrenal.
—¿No pueden crear di-
ficultades los teólogos
que adopten el análisis
marxista, en vez de la
doctrina social de la
Iglesia?
―Ciertamente, la mayor dificultad está ahí. Algunos teó-
logos debieran referirse con mayor discreción a ese tipo
de análisis, y es conveniente que se les amoneste sobre
eso. Pero la verdadera TL es pastoral y tiende necesaria-
mente a la praxis cristiana, que es algo muy diferente de
la praxis marxista. Cierto que cuenta con su antropolo-
gía; pero también la doctrina social de la Iglesia cuenta
con sus instrumentos para leer la realidad. Este instru-
mento tendrá que someterse a clarificación.
No pretendemos acumular la posesión de la verdad y tenemos con-
ciencia de no ser más que una voz en medio de las otras, pero una
voz eclesial con pleno derecho. El hecho que el mensaje cristiano
se viva en situaciones diversas y de modos diversos es hoy una se-
ñal de la fecundidad del Evangelio. La teología no hace más que
expresar y reflexionar críticamente sobre esta situación, y ello
es motivo para el gozo, más que para alarmarse...
Concilium, Revista de teología.
14 (174)
—¿No cree que se ha
producido, reciente-
mente, una campaña
contra la TL?
―Yo no veo que exista una campaña contra la TL. Polé-
micas sobre la misma han existido siempre. Puede ocurrir
que después de la publicación del parecer expresado por
el cardenal Ratzinger en una reunión reservada a los jefes
de los dicasterios romanos y el reciente documento de la
Congr. para la doctrina de la fe, estas polémicas hayan
adquirido mayor vigor. Pero en general, la acogida del
parecer personal del cardenal Ratzinger entre los res-
ponsables de la Iglesia en América Latina ha sido más
bien de perplejidad, porque se cree que la TL no es la que
se ha tenido en consideración. Se trata más bien de mo-
vimientos de dentro de la Iglesia, que se muestran contra-
rios a la TL, pero no creo que puedan llegar muy lejos.
Yo conozco bien a estos teólogos y conozco suficientemen-
te bien, además, los problemas de toda la América latina:
pienso que lo importante ahora es dejar que estos teólogos
trabajen con tranquilidad.
―Eminencia, aparte de
las cuestiones doctri-
nales, cuáles son los
verdaderos problemas
con que se enfrenta
vuestra Iglesia?
―Creo que los problemas principales son éstos: la orga-
nización del comercio internacional, el hambre y la eco-
logía. Es preciso tener en cuenta que la falta de desarro-
llo de los países pobres no es debido a su pereza, ni a su
incompetencia, sino al mecanismo que regula la organi-
zación del comercio internacional, que se ha convertido
en una auténtica explotación de los ricos sobre los pobres.
Es preciso que la ONU cambie las relaciones de fuerza
que existen actualmente entre las naciones y que se esta-
blezca una mayor igualdad. Por ejemplo, Estados Unidos,
especialmente después de la llegada de Reagan a la pre-
sidencia, quiere aumentar cada vez más su dominio. No se
dan cuenta que, con ello, además de aumentar la antipa-
tía de nuestra gente hacia ellos, resulta una táctica que, al
final, será contraproducente incluso para los mismos nor-
teamericanos. Por todo creen ver amenazas de comunis-
mo: pero no descubren lo que es peor, por ejemplo: no re-
conocer los derechos fundamentales de los pueblos.
—¿Cómo viven uste-
des el problema del
hambre?
—En Brasil son muchísimos los que viven en condiciones
de subalimentación general. A pesar de que Brasil es un
país rico y fértil. La subalimentación es gravísima por-
que los hijos ya nacen con lesiones cerebrales. Para nos-
otros, allá, el problema no es tanto como entre vosotros
aquí y tal como lo he comprobado, incluso por las pro-
15 (175)
puestas para el próximo sínodo de obispos) la relación
entre fe y cultura, sino entre fe y supervivencia, entre fe
y hambre. Si lo miramos bien, incluso el secularismo
resulta un eslogan. El ateísmo de muchos no es tanto la
negación de Dios como una mala interpretación o un mal
uso de la libertad humana. Muchas veces se trata de un
rechazo de las leyes de Dios por el modo como nosotros
las concebimos. Porque, ¿usted cree que en Rusia todo el
mundo es ateo, o que, por lo menos lo son sus gobernan-
tes? Yo pienso que muchos lo son por oportunismo y que
al llegar a la noche incluso estoy hacen la señal de la cruz.
Créame, no comprendo esta insistencia sobre el secula-
rismo y sobre el ateísmo. Mejor sería que se desarrollara
el sentido de la libertad del hombre de sus límites se-
gún la auténtica visión de Cristo. Nosotros, en una pala-
bra, estamos muy preocupados por el hambre que sufre
nuestro pueblo, incluso cuando parece que vive en la
abundancia. Pues todo lo que se produce viene enseguida
dilapidado por los que viven preocupados solamente de su
propio bienestar, pues no dudan, para conservarlo, man-
tener a los demás en la esclavitud.
—¿Es perceptible, en
su país, esta depen-
dencia esclavizadora?
―Sí, porque entre los brasileños existe un profundo senti-
do de la responsabilidad. Quieren ser respetados tal como
debe ser respetado todo hombre. Rechazan el ser explota-
dos y por eso defienden la dignidad de la persona huma-
na. No es cuestión de más riqueza, ni de disfrutar de un
mayor bienestar económico, sino más bien se trata de la
aspiración por una auténtica vida humana, para poder
ser hombres según la dignidad que Dios mismo les ha con-
cedido. Por eso actualmente, entre nosotros, se da también
una gran sensibilidad por el problema ecológico.
Existen diversas expresiones de la Teología de la Liberación:
algunas plenamente legítimas y necesarias, otras criticables y
otras, finalmente, inaceptables. Al respecto es indispensable una
reflexión crítica a partir de la dimensión liberadora de la fe
cristiana. La fe, en realidad, es liberadora, a condición de que
permanezca como fe auténtica, incontaminada.
Card. RATZINGER, oct. 1984
16 (176)
Deseamos
la bendición del Señor
a todos nuestros amigos y lectores,
para seguir alabando a Dios
en la vida,
mientras crecen
las esperanzas de bien
y se juntan los esfuerzos de todos
en la construcción
de un mundo más hermoso
en el que los humanos seamos
más sabios,
más limpios de corazón,
más buenos
y más felices.
En esta Navidad, y siempre.
17 (177)
—¿Puede explicar cómo
se entiende la ecología
hoy en día en Brasil?
―No se trata solamente de combatir el establecimiento
de fábricas que contaminan el ambiente, ni de defender
los bosques en peligro de desaparición. Ecología signi-
fica, sobre todo, luchar contra todo lo que se estropea
inútilmente, contra la malversación (ésta es la palabra
central) de las cosas que poseemos, en tanto que se con-
vierten en negación de la vida. Ecología también es que-
rer la salud de las personas, proporcionar una habitación
digna al hombre (no hacen falta palacios), una educa-
ción para que viva dignamente; y además una educación
cristiana y la posibilidad de estar en contacto con la Igle-
sia y con sus sacerdotes. En resumen, es la lucha para
Todas las semanas en
vida nueva
Una completa información
de la Iglesia en España y en el mundo 783)
Un estudio del problema de mayor actualidad
Una visión cristiana
del mundo político, social, cultural y artístico
vida nueva
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de información general
y religiosa
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18 (178)
realizar la vida en sentido cualitativo y no solamente en
sentido cuantitativo. Mire, yo estoy convencido de que el
Espíritu Santo está presente en todas estas cosas y que
actúa suscitando y sosteniendo estas aspiraciones.
—¿Cuál es la postura
de la Iglesia brasileña
en este contexto?
―Tengo la impresión de que la Iglesia católica se en-
cuentra muy próxima, incluso muy presente en medio de
los problemas de los hombres. Y hemos de dar gracias a
Dios por ello, pues es el fruto del trabajo realizado duran-
te los años en que hemos estado difundiendo sus derechos.
Ahora que todo se desenvuelve en un sentido más demo-
crático, tal como la Iglesia había deseado, los ciudadanos
comprenden que llevábamos razón, que hicimos bien en
no radicalizar las posturas, a pesar de que siempre nos
hemos puesto de su lado. Esto es obra del Espíritu Santo,
y no nuestra, porque nosotros somos demasiado débiles.
El primero de mayo pasado vino a entrevistarme una pe-
riodista brasileña y me dijo que por la mañana, al asistir
a misa, había oído el mensaje de los obispos a los traba-
jadores. Me dijo: «Solamente vosotros, los obispos, tenéis
la valentía de hacer estas cosas». La gente se da cuenta
de que la Iglesia comprende sus problemas concretos. Y
E lo entienden sobre todo los pobres, los obreros, los que es-
tán sin trabajo. La Iglesia está a su lado y ello es motivo
de esperanza para ellos.
―No parece que en
Europa la Iglesia sea
así.
―La Iglesia en Europa hizo esto mismo en el pasado, y
es preciso que lo vuelva a hacer ahora. Debe acercarse a
los pobres. Yo sufrí mucho el pasado septiembre, cuando
estuve en Puglia y pude constatar que la Iglesia no es la
Iglesia del pueblo. Es muy devota, pero poco evangélica.
Falta la presencia del pastor en medio de la gente. Es
preciso renunciar a los honores, a las reverencias, a hacer
esperar horas y horas para una audiencia con la excusa
de que «están muy ocupados». Incluso las ceremonias en
san Pedro están llenas de obispos, prelados, embajadores,
dignatarios, pero los pobres no se ven por ninguna parte;
muchos ni siquiera consiguen un permiso de entrada en
la basílica. Pero la Iglesia de Jesús reclama que los po-
bres estén en primera fila, que sean los más cercanos. Es
urgente que en muchos lugares los hombres de Iglesia se-
pan bajar del trono y caminar cerca del pueblo, especial-
mente cerca de los pobres.
19 (179)
MISA DE MEDIANOCHE
NATIVIDAD
DE
NUESTRO
SEÑOR
JESUCRISTO
LAS DEMÁS MISAS
SEGÚN EL HORARIO
DE LOS DÍAS FESTIVOS
LAUS
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