Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 260. OCTUBRE. Año
1989 |
SUMARIO |
OTOÑO en los campos, pero
primavera en el |
huerto cerrado de la
Iglesia en Albacete, que |
consagra cinco nuevos
sacerdotes, uno de los |
cuales es hijo de este
Oratorio. Todos tenemos |
razones para el gozo y la
acción de gracias, y para |
la esperanza. Una
esperanza cristiana, que nos ha |
de dar frutos
sobrenaturales, siembra nueva y leva- |
dura para cambiar las
mentes y hacernos a todos |
mejores cristianos, sin
otra ambición que la de revi- |
vir a Cristo. Mientras el
viento del mundo se lleva |
las hojas secas y el frío,
por fuera, hace viejo el pai- |
saje, en la Iglesia sigue
floreciendo la primavera. |
EL SACERDOCIO DE CRISTO |
FORMAS |
MÁS SACERDOTES Y MÁS
CRISTIANOS |
RESPONDER A DIOS |
SINGULARIDAD DEL ORATORIO |
1 (121) |
Tiempo de oración: |
EL SACERDOCIO DE CRISTO |
Señor, Padre Santo: |
Que constituiste a tu
único Hijo |
Pontífice de la Alianza
nueva y eterna |
por la unción del Espíritu
Santo, |
determinaste, en tu
designio salvífico, |
perpetuar en la Iglesia su
único sacerdocio. |
Él no sólo ha conferido el
honor del sacerdocio real |
a todo su pueblo santo, |
sino también, con amor de
hermano, |
ha elegido a hombres de
este pueblo |
para que, por la
imposición de las manos, |
participen de su sagrada
misión. |
Ellos renuevan en nombre
de Cristo |
el sacrificio de la
redención, |
y preparan a tus hijos el
banquete pascual, |
donde el pueblo santo se
reúne en tu amor, |
se alimenta con tu palabra |
y se fortalece con tus
sacramentos. |
Tus sacerdotes, Señor, al
entregar la vida por ti |
y por la salvación de los
hermanos, |
van configurándose a
Cristo, |
y así dan testimonio
constante de fidelidad y amor. |
Por eso, Señor, cantamos
tu gloria. |
(De la liturgia de
ordenación) |
2 (122) |
Formas |
SAN FELIPE profesaba una
innata predilección por lo sencillo, y una sensibilidad |
vivísima por lo que
juzgaba esencial. Todo lo que, por devoción a la sencillez, |
pudiera parecer
transigencia era compensado por su exigencia irrenunciable |
frente a lo esencial y
profundo. Por esto sentía una instintiva desconfianza res- |
pecto a las formas, o lo
que podemos definir como determinación y expresión ex- |
terna, que moldea y ciñe
un contenido. Del mismo modo que era un contemplativo |
al que gustaban los
espacios abiertos, los horizontes sin vallas de la campiña, porque |
decía que le ayudaban, en
la ilimitada anchura, a sentirse más cerca de Dios, sucedía |
que, cuando descendía a la
necesidad o conveniencia de determinar lo institucional |
―la fundación del
Oratorio fue más iniciativa de Gregorio XIII que de san Felipe―, |
le repugnaba lo
excesivamente moldeado, como si pudiera sofocar, constriñéndolo, |
el espíritu que necesita
de libertad. San Felipe era un ser profundamente espiritual; |
lo cual tampoco le impedía
comprender que pudiera haber temperamentos a los que |
conviniera una cierta
rigidez metódica y formal. Cuando tropezaba con alguna de |
estas personas, la
encaminaba a alguna de las otras buenas obras santas aprobadas |
por la Iglesia. |
San Felipe Neri era una
psicología del todo especial, difícil de configurar y com- |
parar con la de otros
santos, a los que la providencia de Dios reservó otras fisono- |
mías caracterológicas,
porque también así convendría a la diversidad con que actúa |
el Espíritu en la Iglesia. |
En el Renacimiento, cuando
el hombre secularizado descubre su autonomía de |
lo divino (justa, aunque
no siempre bien interpretada), y padece la tentación de |
fortalecer su poder
natural con la "razón de estado" en lo político (Macchiavelli), |
que generará los imperios
y absolutismos modernos y posteriormente las dictaduras |
actuales, cuando la misma
Iglesia, diezmada por la escisión protestante, se apresura |
a reforzar su centralismo,
para defenderse; cuando la razón quiere reducir a lógica |
3 (123) |
casi matemática la
interpretación de los fenómenos de la vida y de la historia..., Feli- |
pe, sin detenerse en
filosofías, con profundo sentido cristiano y lleno del espíritu de |
Dios, desconfía de la
eficacia de lo grandioso, de la bondad sobrenatural de lo ex- |
cesivamente organizado,
que no deja espacio e que Dios también intervenga en el |
mundo y en la Iglesia, y
le basta una referencia directa al Evangelio y a los prime- |
ros santos de la Iglesia,
y da a su propia vida y a la de sus obras una suerte de plas- |
ticidad que no es negación
ni disolución de nada, pero si fe abierta y receptividad |
de la acción espontánea de
Dios, que solicita incesantemente la respuesta libre del |
hombre, porque así lo ha
creado. |
Felipe insiste solamente
en lo esencial, que escapa a sistema y planificaciones, |
que no mide eficacias. Le
asustan las formas, teme las manipulaciones y habla de li- |
bertad. Pero exige la
generosidad constante del amor y el olvido de sí mismo para |
que la libertad pueda
enamorarnos de Dios. Y esto lo pide a todos. No es clerical, |
no es monástico, no
cultiva en nadie ningún elitismo para exhibirlo como tipo de |
bondad. Teme por la
humildad de los que ama y convierte a Dios. El Evangelio es |
vida y no propaganda. |
Aventura y riesgo lo suyo,
ciertamente. Pero él cree que también es riesgo y du- |
dosa aventura lo
contrario, si queda en lo humano y formal. Lo verdaderamente se- |
guro es sólo y siempre lo
espiritual, que no tiene forma, o, acaso, para expresarse, |
necesita solamente un
mínimo de forma. O, en palabras de san Pablo, habría dicho |
otra vez que solamente
Cristo es la "forma" u repetir. |
Las costumbres litúrgicas
de la Iglesia no tie- |
nen razón de ser en sí
mismas, sino que de- |
penden de una realidad
interior, protegen un |
dogma, representan una
idea: predican la bue- |
na nueva. Son caminos de
la gracia, signos |
exteriores de una realidad
interior que nin- |
gún católico pone en duda,
y que es recono- |
cida como un principio
primero, no como una |
educación de la razón,
sino un |
objeto para el espíritu. |
John H. Newman, C. O., |
(Diff I, 7) |
4 (124) |
Más sacerdotes |
y más cristianos |
ESTE año, en poco espacio
de |
tiempo —apenas semanas—, |
ha habido tres Oratorios
en |
España (Barcelona, Alcalá
de He- |
nares, Albacete) a los que
ha ca- |
bido el gozo de ver
ordenarse de |
presbítero a alguno de sus
hijos. |
A otros Oratorios de
Europa y |
América ha correspondido
tam- |
bién parecida alegría.
Igualmente, |
en esta diócesis de
Albacete con- |
templamos cómo el Señor la
ben- |
dice en este otoño que
convierte |
en primavera, y manda más
ope- |
rarios para su viña. Hay
que dar |
gracias a Dios por todo,
porque |
vemos que él no descuida a
su |
Iglesia y le va mandando
los me- |
dios para que,
rejuveneciéndola |
sin cesar, lleve adelante
el encar- |
go de anunciar el
Evangelio a to- |
dos. |
No basta, sin embargo, que
nos |
contentemos con este
consuelo, ni |
sería saludable que
forzáramos su |
significación, como una
propagan- |
da más, proclamando que la
crisis |
de vocaciones padecida por
la Igle- |
sia, en los últimos años,
ya se ha |
cerrado. Tan malo como el
pesi- |
mismo sería el optimismo
fácil. El |
primero, porque propaga el
com- |
plejo de fracaso y lleva a
hacernos |
creer que las realidades
espiritua- |
les son pura ilusión
cuando no se |
confirman con éxitos
estadísticos y |
tangibles; el falso
optimismo ―que |
viene a ser lo mismo, pero
invir- |
tiendo la visión— se afana
en cons- |
truir apariencias de
triunfo exter- |
no, pero anticipándose, en
realidad, |
a la labor indispensable y
más es- |
condida de trabajar desde
dentro, |
que edifica el alma y la
convierte. |
Cree que Cristo no vino a
sedu- |
cirnos, sino a
convertirnos; no a |
arrastrarnos, sino a
enseñarnos a |
caminar, luego de iniciar,
por la |
gracia, un camino nuevo
para cada |
alma. |
5 (125) |
La en principio dolorosa
expe- |
riencia contemporánea de
la crisis |
de vocaciones hay que
tomarla |
como señal de la crisis de
la Igle- |
sia, en cuyo seno se
produce. Y la |
crisis de la Iglesia,
señal de la cri- |
sis de nuestro mundo, por
cuya |
historia camina. Crisis
que, en frase |
evangélica, podemos decir
que «no |
es para la muerte, sino
para que |
Dios sea glorificado»,
finalmente, |
después de lograr la
purificación |
que la providencia impone
para |
un mayor y más auténtico
creci- |
miento, que no se expresa
del mo- |
do que lo hacen o procuran
los |
reinos de este mundo. |
En los caminos del
espíritu, tan- |
to si se trata de un alma
como del |
conjunto de la Iglesia, se
dan apa- |
riencias de retroceso, que
no son |
otra cosa que
rectificaciones pro- |
videnciales para volver al
realis- |
mo, a la verdad que la
precipita- |
ción tal vez hizo olvidar.
Y hay |
apariencias de progreso
que no |
siempre corresponden al
resultado |
de la cosecha evangélica o
a su |
autenticidad. Lo que
demasiado |
rápidamente se hace
extenso suele |
carecer de profundidad. La
dilata- |
ción del Evangelio en el
mundo, el |
anuncio del plan salvífico
de Dios |
a todos los hombres, no
depende |
tanto de presentárselo por
los ca- |
nales de las técnicas
propagandís- |
ticas como por la palabra
pronun- |
ciada humilde y
sinceramente, en |
nombre de Dios, y el
testimonio |
hasta el martirio, si
fuese preciso, |
de la vida del apóstol que
anuncia |
la fe y la salvación. |
Sería fácil obtener más
adhesio- |
nes para la Iglesia si,
por una parte, |
rebajáramos las exigencias
evan- |
gélicas y ofreciéramos un
modelo |
que compatibilizara
triunfos mun- |
danos con certificaciones
de salva- |
ción eterna; sobre todo,
si, por otro |
lado, presentáramos el
mensaje, |
además de rebajado o
fragmenta- |
do, con técnicas de
seducción y de |
propaganda, que
suprimieran o |
impidieran el esfuerzo de
la refle- |
xión personal. De todos
modos, |
el cristianismo resultante
seguiría |
siendo algo bueno, pero
como re- |
ducción cultural, o como
asocia- |
ción para un poder desde
el que |
imponer un sistema de
ideas o de |
moral, que sería
aprovechado in- |
mediatamente por los
mundanos |
para utilizarlo en su
propio bene- |
ficio, una vez homologado
a la ca- |
tegoría de lo terreno. |
Hacen falta más
sacerdotes, cier- |
tamente. Pero de seguro
que pade- |
cemos, todavía, una
carencia ma- |
yor: hacen falta más
cristianos. |
Más buenos cristianos.
Porque, |
¿cuántos de los que según
las esta- |
dísticas (porque están
bautizados) |
no podemos negar que son
cristia- |
6 (126) |
nos llevan o se esfuerzan
en llevar |
una vida en total acuerdo
con la |
fe? ¿Qué entienden por ser
cristia- |
no? ¿Qué saben del
bautismo reci- |
bido como una herencia,
casi ig- |
norada? Es lo más probable
que |
éstos no se opongan a que
hayan |
sacerdotes. Pero,
sacerdotes para |
qué? ¿Para que mantengan
el culto |
en los templos, a
distancia de la |
comprensión del pueblo, y
cele- |
bren eucaristías a las que
mayori- |
tariamente los cristianos
no asisten |
0, aun asistiendo, no
entienden y |
no participan? ¿Para que,
con su |
intervención en algunos
momen- |
tos importantes de la
vida, se pres- |
ten a solemnizar el
nacimiento de |
un hijo y le impongan un
nombre, |
o presidan la celebración
de la fies- |
ta de una boda, porque es
costum- |
bre que así, para muchos,
se legi- |
tima la convivencia de la
pareja |
que ha de hacerse familia,
o para |
que esté presente en la
hora gra- |
ve del funeral de un
familiar, en |
cuya ceremonia, tantas
veces, la |
mayoría de los que asisten
rezan |
poco o nada y acuden para
cum- |
plir con el deber social
de la |
condolencia y la educación
a que |
compromete la vecindad o
la amis- |
tad? ¿Piensan tales
cristianos que |
el sacerdote está ordenado
a repe- |
tir, en medio de ellos, el
signo y la |
presencia de Cristo, para
ayudar- |
les, como un hermano
mayor, en |
el camino hacia Dios, o no
van |
más allá, en su
apreciación, que a |
considerarle un burócrata
de los |
ritos, o un santón, cuyos
consejos |
son innecesarios y hasta
temibles, |
UNA EUCARISTÍA, |
UNA ORACIÓN. |
Desde que la tierra,
escabel de |
sus pies, eleva hacia el
Señor |
el perfume de la ofrenda |
suprema de la Cruz,
nosotros, |
cada día, repetimos su
gesto, |
mientras se convierte en |
remedio del dolor y de
todos |
los males. |
Se ha dado a la Esposa
celestial |
―la Iglesia— una voz
casta y |
fascinadora, capaz de
repetir |
sin desfallecimiento la
plegaria |
que resuena, convertida en |
melodía, en lo más alto
del |
cielo. |
Ya no podemos llorar con |
amargura, incluso cuando |
parezca que un hemisferio |
separe nuestra oración de |
nuestro hogar o de
nuestros |
amigos. |
La Eucaristía del amado
Hijo de |
Dios, inmortal como Él,
recoge |
y anuda, para siempre
jamás, |
los corazones y los
mundos. |
JOHN KEBLE (1792-1866), |
(Amigo de Newman) |
7 (127) |
más allá de la infancia o
la decre- |
pitud de los solitarios a
quien ya |
nadie consuela? |
De entre estos cristianos,
¿cuál |
de ellos dará un paso a
delante |
para hacerse sacerdote?
Aunque |
Dios le llamara, no
comprendería |
su voz. Sobre todo, no
comprende- |
ría bien para qué era
llamado, y, |
así, mejor que no se
hiciera sacer- |
dote, si primero no
revisara su |
cristianismo, y se
convertía. |
Necesitamos más
cristianos. Hay |
que volver a evangelizar a
grandes |
masas de bautizados, que
no tienen |
idea del sacramento que
recibieron |
o que la tienen confusa o
incom- |
pleta. Así, no hace mucho,
lo ha |
recordado el cardenal
Jubany: «Los |
que deben ser
cristianizados son |
los propios bautizados». Y
aun los |
que a sí mismos se tienen
por fer- |
vorosos, por instruidos,
deben ha- |
cer un acto de humildad y
revisar |
las propias ideas, si las
consideran |
demasiado seguras, porque
fácil- |
mente se les puede colar
el fari- |
seísmo de la fe
satisfecha, como lo |
era la de los creyentes
que acusa- |
ron a Cristo y lo llevaron
a la cruz. |
Primeramente, no lo
comprendie- |
ron, y, en segundo lugar,
por or- |
gullo, renunciaron
ciegamente a |
revisar los propios
errores. Ellos |
también querían un reino
de Dios, |
y hasta un mesías; sin
embargo, |
se habían mundanizado, en
la ma- |
nera de entenderlo y de
esperar- |
lo. |
Habrá que volver a la fe
sencilla |
de los primeros que
siguieron al |
Señor, y purificarnos de
grandezas |
y eficacias engañosas, con
las que |
el mundo edifica el
espectáculo de |
sus triunfos. Dios ha dado
al hom- |
bre un corazón que es
capaz de |
comprender el estilo con
que Je- |
sús habló y actuó, y amó,
y puso |
los cimientos de su
Iglesia. El que |
quiera comprenderlo será
un buen |
cristiano. No un cruzado,
no un fa- |
nático o sectario, no un
acompleja- |
do que cura sus miedos a
base de |
enajenaciones mentales, no
un fari- |
seo que se sugestiona con
cumplir |
lo mínimo y salvar las
apariencias |
con tal de ganarse una
póliza de |
salvación eterna, no un
cliente de |
la Iglesia, sino un hijo
de Dios, un |
hermano de Jesucristo, un
cristia- |
no. Tal vez, además, un
hombre |
llamado a ser sacerdote de
este |
Jesús, o el padre o la
madre de al- |
guien que es o será
llamado a la |
total entrega al Reino de
Dios y el |
amor de los hombres. |
Un tal sacrificio no es
para ser olvidado… Se renueva y perpetúa |
hasta más allá de todas
las cosas, y arrastra consigo el asentimien- |
to y simpatía de nuestra
razón.— John H. Newman, C. O. (M. D.) |
|
8 (128) |
Sacerdocio único de
Cristo, |
sacerdocio ministerial |
y sacerdocio de los fieles |
EN el sentido pleno de la
palabra, no hay más que un solo sacerdote |
para los cristianos, y es
Cristo considerado ante todo en su pasión |
salvadora. Pero a su
carácter y a su función sacerdotal, es decir, |
de realización de
funciones propiamente sagradas, están asociados todos |
los miembros de su cuerpo
místico. Así, pues, los laicos, es decir, los |
miembros del pueblo de
Dios, cualesquiera que sean, son todos sacer- |
dotes en Cristo. Los
padres de la Iglesia dirán que esto se manifiesta en |
la celebración eucarística
por el hecho de que oran, con una oración |
integrada en la plegaria
propiamente litúrgica, que ofrecen y que co- |
mulgan. De ahí este
aspecto sacerdotal que toma la vida entera, del que |
el pueblo judío tenía ya
idea, pero que se encuentra realzado para el |
cristiano: todo lo que
hace «en Cristo» consagra la realidad a Dios. |
39 Sin embargo, esto, lo
mismo que la extensión de la Iglesia y su mante- |
nimiento en unión con
Cristo, no se realiza más que por el ministerio |
apostólico, o lo que
llamamos apostolado. En tanto que este ministerio |
o apostolado florece en la
reunión de la asamblea eucarística, su presi- |
dencia la consagración
eucarística operada en nombre de Cristo sobe- |
rano sacerdote, la función
ministerial de los obispos y de los sacerdotes |
o presbíteros,
cooperadores suyos, es, pues, un ministerio sacerdotal |
o, si se prefiere, un
sacerdocio ministerial. Tal ministerio o servicio |
es esencialmente
sacramental, y tiene exactamente por objeto exten- |
der, en la unidad, a todos
los miembros del cuerpo de Cristo, la virtud |
o fuerza santificadora del
sacerdocio único de Cristo, que sigue siendo |
el suyo. |
P. Louis Bouyer, C. O. |
9 (129) |
Responder a Dios. |
San Felipe Neri,
sacerdote. |
PODEMOS elegir una
profesión, pero no podemos ele- |
gir una vocación. La
vocación se determina por un |
acto insigne de fe, en
forma de respuesta a Dios, que |
llama. Cierto que Felipe
se sintió muy pronto llamado |
a la santidad, pero tardó
más en llegarle la vocación |
al sacerdocio. Abandonando
la expectativa de un porvenir en |
el mundo, llevaba en Roma
una vida santa conforme con el |
Evangelio, había estudiado
teología, estaba totalmente dedi- |
cado a la oración y al
apostolado, sin que sea preciso suponer |
que no se le ocurrió
hacerse sacerdote a causa de sus senti- |
mientos de humildad.
Simplemente le bastaba aquella forma |
total de entrega a Dios.
Al fin y al cabo, en buena lógica es- |
piritual, lo que cuenta es
precisamente ese propósito de en- |
trega al Señor. Cuando,
casi a la mitad de su vida, accedió al |
sacerdocio, no tuvo que
sobreponer al orden sagrado su en- |
trega a Dios, sino que a
esta total dedicación añadió su con- |
dición sacerdotal. |
Su intensa vida cristiana
como seglar no era caprichosa. |
Nos consta que, en todos
los momentos cruciales de su vida, |
recurrió al consejo de los
más prudentes y lo aceptó, por en- |
cima de gustos personales
y hasta de arranques aparente- |
mente de buen celo, como
cuando creyó, por un momento, |
10 (130) |
que tenía que ir a
misiones y le dijeron que «sus Indias eran |
Roma», donde, sin más
dudas, permaneció hasta la muerte. |
Del mismo modo, su
sacerdocio fue la respuesta a la voz |
de Dios, que creyó
reconocer en las palabras de su padre es- |
piritual, Persiano Rosa.
Este sacerdote piadoso y prudente, |
además de amigo de san
Felipe, vio con seguridad que el sa- |
cerdocio tenía que ser, en
Felipe, un hito necesario en el |
desarrollo de aquella vida
espiritual que él mismo había |
acompañado y aconsejado. Y
Felipe no espero que se le apa- |
reciera un ángel del
cielo, sino que obedeció al instante. En |
el espacio de dos meses,
entre marzo y mayo de 1551, recibió |
todos los grados de la
ordenación, hasta el presbiterado, que |
fue el 23 de este último
mes, en la iglesia romana de San Tom- |
maso in Parione. |
Ya sacerdote, enseñó a los
demás lo que él había practi- |
cado. Había aprendido más
oración junto a las tumbas de los |
mártires que en las
páginas de los libros, pero de estos prefi- |
rió siempre los de los
santos. No era amigo de técnicas en la |
piedad ni de estrategias
en el apostolado; pero sabía ir al fon- |
do de la verdad en las
cosas del espíritu y fue un gran maes- |
tro de oración,
despertando el fervor, especialmente en los |
jóvenes, pero también en
los mayores, en seglares y clérigos, |
11 (131) |
hasta prelados, cardenales
y papas. Así cambió, sin propa- |
gandas, la Roma paganizada
y ostentosa de su tiempo, en una |
ciudad que volvía a
hacerse digna de ser cabeza de la cris- |
tiandad. |
Todos sus biógrafos
describen el fervor extraordinario, |
incontenible, de sus
misas, que, finalmente, no tuvo más re- |
medio que celebrar en
privado. Su trato con el Señor en la |
Eucaristía y la intimidad
con las conciencias, llevando a la |
conversión a pecadores y
descuidados, aceleraron su santi- |
dad. El bien se
multiplicaba y no alcanzaba él solo a aten- |
der a todos. Ello dio
lugar al nacimiento del Oratorio, como |
ambiente espiritual y
apostólico, en un mundo de vanidades |
y pecados que tenía el
peligro de degenerar en la tristeza, |
pero en el cual el
prodigaba serenidad y gozo espiritual en |
los corazones,
redescubriendo la hermosura y santidad de la |
liturgia y la alegría de
la virtud. Músicos y poetas eran sus |
hijos espirituales, que
luego se desvivían multiplicándose en - |
obras de caridad y
misericordia por toda la ciudad. Las reun- |
iones del Oratorio servían
para comentar la Palabra de Dios, |
para orar mental y
vocalmente en común, como en una es- |
cuela abierta a todos, en
la que se aprendía la contemplación |
y el amor de las cosas
divinas. |
Toda la vida de Felipe fue
una respuesta a Dios. Su éxito |
sobrenatural con las almas
consistió en ayudarles a recono- |
cer lo que Dios pedía a
cada uno y a seguir con docilidad y |
alegría el llamamiento
divino, convencido de que Dios quie- |
re que todos seamos santos
y que alcancemos la santidad |
para ser felices. Para él
era feliz el que no se resistía a Dios, |
cuando Dios le llamaba,
cualquiera que fuera el camino que |
la providencia le
señalara. Fue un sacerdote santo, pero igual- |
mente habría alcanzado la
santidad si Dios le hubiese llama- |
do por otro camino. En
cualquier caso, no le habría negado |
nunca nada a Dios. |
12 (132) |
Singularidad |
del Oratorio |
VISTAS desde fuera, las
diversas |
formas de vida evangélica
aproba- |
das por la Iglesia pueden
parecer |
todas lo mismo. A veces,
sin em- |
bargo, las diferencias son
notables, |
como cuando a nosotros,
los oratorianos, se |
nos identifica con los
"religiosos". |
No somos |
"religiosos" |
Pero en nosotros, aunque
se observan los consejos |
evangélicos, no existen
los votos religiosos |
ni promesas equivalentes,
y nuestra estructu- |
ra interna dista mucho de
la que correspon- |
de a los demás institutos,
órdenes o congre- |
gaciones. |
San Felipe Neri siempre
tuvo gran vene- |
ración por la vida
religiosa, y mandó mu- |
chos candidatos a ella,
pero no la quiso ni |
para sí mismo ni para sus
discípulos y más |
adictos hijos
espirituales. Admiraba el celo |
13 (133) |
apostólico de los
jesuitas, el esplendor del |
culto monástico y el
espíritu de los benedicti- |
nos, la fidelidad concreta
a la pobreza evan- |
gélica de los
franciscanos, y solía repetir |
que lo mejor de su
infancia tenía que agra- |
decerlo a los dominicos de
San Marcos, de |
Florencia. |
Autonomía |
sometida |
a la S. Sede |
Empecemos por notar que,
mientras los "religio- |
sos" suelen
vertebrarse según una estructura jurí- |
dica de tipo centralizado,
representada por superio- |
res a nivel general,
provincial o regional y local, |
en el Oratorio no existe
la figura de una autoridad |
central y general para
todo el instituto, sino que |
cada casa o
"congregación" (que así se llama cada |
uno de los Oratorios)
mantiene su autonomía jurí- |
dica respecto de todas las
demás, si bien está so- |
metida a la instancia
inmediata y superior de la |
Santa Sede. Son unidades
de derecho pontificio, |
parecidas, de algún modo,
a los monasterios bene- |
dictinos. Pero mientras en
éstos la figura del Abad |
aparece como la autoridad
máxima y es de suyo |
vitalicia, en el Oratorio
el superior o "Prepósito" |
(al que familiarmente se
le llama sencillamente |
"Padre") es
siempre temporal, para un solo trie- |
nio, y elegido por los
miembros que forman la |
casa u Oratorio. Además,
las decisiones princi- |
pales del Prepósito son,
en realidad, ejecuciones |
de los acuerdos que toma
la comunidad. De este |
modo la representa y
gobierna y dirige su vida |
interna y el apostolado
propio, en el que participan |
todos. |
Cada Oratorio recibe,
cuida y da la debida for- |
mación a sus miembros. El
tiempo dedicado a esta |
formación en el espíritu
propio suele ser más largo |
que el que, en general, se
da en la vida propiamen- |
te "religiosa",
en razón de que en el Oratorio no |
14 (134) |
concluye con la emisión de
votos y de que, una vez |
incorporados, no se
efectúan traslados, sino que se |
permanece para siempre en
la misma casa. Cada |
Oratorio es plenamente
responsable de sus miem- |
bros, y éstos,
recíprocamente, dependen y se deben |
totalmente a él. Aquí la
perseverancia es más nece- |
saria que la de los hijos
y hermanos en una familia |
natural. |
Estabilidad |
doméstica |
Para los de fuera, el
Oratorio es una "con- |
gregación"; para sus
miembros es "su casa". A |
Newman le gustaba repetir:
«My home, my nest!». |
San Felipe tenía un gran
apego a su cuarto y a su |
querido San Jerónimo, y el
mismo afecto y sentido |
de la estabilidad
doméstica nos ofrecen, pasados |
cuatro siglos, los
ejemplos de los mejores oratoria- |
nos. En otras obras de
vida evangélica, los trasla- |
dos forman parte, a veces,
del modo como cumplen |
con sus finalidades
apostólicas específicas; en noso- |
tros, en cambio, es
necesaria la estabilidad domés- |
tica y el afecto fraternal
perseverante. También es |
cierto que ello explica
por qué los rasgos internos |
se rigen por criterios que
podemos llamar más de- |
mocráticos, y que es
preciso que estén basados en el |
sincero acuerdo de las
mentes, la unión de las vo- |
luntades, el amor
reciproco y la fidelidad en el ser- |
vicio de la Iglesia y de
las almas, cumpliendo los |
fines del Oratorio. |
Ausencia |
de votos |
Digamos algo respecto a la
ausencia de votos en |
el Oratorio. |
Sabemos que,
históricamente, la generalización |
de los tres votos clásicos
de obediencia, pobreza y |
castidad tuvo lugar en el
siglo XVI, por el papa Pío |
V (1568). Inmediatamente
después, el papa Grego- |
rio XIII, que era un gran
canonista, toma la ini- |
ciativa de dar existencia
jurídica a la obra de san |
Felipe, y establece la
«Congregación del Oratorio» |
(1575), en la que sus
miembros no abrazarían los |
votos, «pero sí las
virtudes», como recordaría con |
insistencia el Santo. |
15 (135) |
El hecho de que en el
Oratorio no se emitan los |
votos de los
"religiosos" podría hacer creer que rei- |
na una cierta anarquía o
discrecionalidad pasiva |
respecto a la obediencia,
y una permisividad cómo- |
da y egoísta en cuanto a
la pobreza, si bien la cas- |
tidad permanezca como la
que deben observar los |
célibes en el mundo y los
que abrazan el orden sa- |
grado. Pero se
equivocarían los que así juzgaran. |
Los biógrafos del Santo
nos recuerdan cuán exigen- |
te se mostró y cómo probó
la obediencia de los dis- |
cípulos más queridos.
Decía: «En el cielo no nos |
preguntarán por los votos,
pero sí nos exigirán las |
virtudes». Por razón del
orden sacerdotal o por la |
total entrega a la
comunidad, no cabía duda en |
cuanto a la observancia de
la castidad, confirmada |
por la ascética
tradicional del Oratorio, iluminada |
por el gozo y la alegría
de poder dedicarse total- |
mente al servicio de las
cosas divinas. En cuanto a |
la pobreza, nos dejó su
ejemplo personal y exigió |
el pronto y generoso
desprendimiento, como en la |
obediencia, de aquellos
que más amaba. No le gus- |
taba la ostentación ni
siquiera de la pobreza, y |
nos la suciedad, lo mismo
que a san Bernardo, cu- |
yas palabras citaba al
respecto. |
Virtudes |
Pobreza y obediencia
debían ser encarnación |
de la humildad y del amor
del corazón, el fruto de |
las virtudes interiores, y
pernio sobre el que giraba |
toda la vida familiar y de
apostolado. Para Felipe |
poco o nada valían las
aparentes penitencias u |
obras extraordinarias. La
piedra de toque para la |
virtud era la prontitud en
la obediencia, aun en lo |
pequeño, y el rendimiento
del propio juicio ―la |
"razionale"—
Pero rechazaba lo mismo la obe- |
diencia servil que la
cumplida "por fuerza", y creía |
que, si alguien no podía
obedecer sin murmurar, |
más le valía que
abandonara el Oratorio, porque |
era señal de que había
equivocado su vocación. De |
16 (138) |
la pobreza y desasimiento
decía que, con sólo diez |
hombres verdaderamente
desprendidos, se vería |
con ánimo para cambiar el
mundo y convertirlo a |
Dios. |
Generosidad |
y madurez |
personal |
Como buen florentino,
amaba la libertad, pero |
era maestro en el buen uso
para una mayor gene- |
rosidad ordenada al bien;
la ausencia constrictiva |
de los votos no la
consideraba como la facultad |
para disminuir la
intensidad de las virtudes, sino |
para que la observancia de
las mismas fuese más |
personal, más responsable.
El que necesitara un |
excesivo reclamo exterior
a la propia conciencia |
para integrarse en la
comunidad, o para participar |
hermanadamente en sus
obras, no tendría vocación |
para el Oratorio, lo mismo
que si entendiera la |
holgura de tal libertad
para encerrarse en la propia |
instalación personal. El
Oratorio no es un mero |
domicilio o pensión de
buenos sacerdotes y piado- |
sos laicos, más o menos
coincidentes en la obser- |
vancia de un horario
doméstico, sino una familia |
espiritual, una comunidad
evangélica. Existen otras |
que, con diferentes
características, responden a las |
necesidades de la Iglesia
y que se adecuan a otras |
psicologías. «Ecclesia
ornatur varietate», repetía, |
con el salmista, san
Felipe. |
No hay duda de que esta
virtud en libertad, que- |
rida y exigida por san
Felipe, requiere una madurez |
personal y un equilibrio y
sinceridad interior que |
se hacen menos evidentes
en otras formas de vida |
evangélica, en las que
parece como si se esperara |
menos de la espontaneidad
fluyente, sometida en |
el Oratorio, más que en
otras partes, a la prueba |
de la perseverancia,
puesto que, en apariencia, |
mirando superficialmente,
aquí se echan de menos |
detalles y
reglamentaciones que tal vez sirvan de |
gran soporte para otros
temperamentos psicológi- |
cos. De nosotros se dice,
y hasta se escribe en nues- |
17 (137) |
tras Constituciones, que
los que pueden ser admiti- |
dos, han de ser «como
nacidos para el Oratorio». |
Como en otras formas de
consagración a la vida |
del Evangelio, también en
el Oratorio, el que se |
sienta llamado a esta
vocación, ha de venir para |
entregarse enteramente y
de por vida; pero en nues- |
tro caso queda la
apariencia de que esa entrega, |
decidida de una vez por
todas, exige, sin embargo, |
la continua vigilancia
sobre lo que generosamente |
hay que hacer en cada
momento, con el riesgo de |
equivocarse convirtiendo
el uso de la libertad en |
abuso, al que conduce el
orgullo no refrenado y el |
egoísmo de la vida, según
el espíritu del mundo, |
con todas sus vanidades y
falsos criterios, aun |
cuando se atreve a juzgar
sobre cosas santas. En |
todo caso, es siempre
problema del corazón, enten- |
dido como centro de la
vida del hombre y labora- |
torio de sus pensamientos
más profundos. Por esta |
razón san Felipe solía
llevarse, con frecuencia, la |
mano a la frente para
decir que toda la santidad |
del hombre está en sus
tres dedos de frente, es de- |
FORMACIÓN CRISTIANA EN EL
ORATORIO |
COMIENZA EL CURSO EL
DOMINGO 22 DE OCTUBRE |
NIÑOS: Domingos, a las 11,
Misa en la capilla. |
Catecismo, a las 12,45 en
la iglesia. |
ADOLESCENTES: Viernes, a
las 6,30 de la tarde. |
JÓVENES: Sábados, a las 10
de la noche. |
ADULTOS: Domingos, a la
una del mediodía. |
18 (138) |
cir, que dependía de su
realismo y de su enamora- |
miento de Dios. |
Una gran familia |
de casas hermanas |
A lo largo de cuatro
siglos de existencia del |
Oratorio, la obra de san
Felipe se ha esparcido por |
muchas partes del mundo.
Cada Oratorio ha man- |
tenido su autonomía, pero
ello no ha sido obstáculo |
para una relación fraterna
entre las distintas casas, |
que ha servido de estímulo
recíproco para la fideli- |
dad al ideal con que fue
concebido, y, por otro lado, |
ha sido posible la
adaptación de este ideal a los di- |
ferentes lugares en que el
Oratorio se estableció. Y |
allí donde la verdadera
libertad, el amor a la vir- |
tud y la fidelidad al
Evangelio han sabido herma- |
narse, sus miembros han
podido encontrar un váli- |
do medio de acercamiento a
Dios y un modo de |
servir a la Iglesia y a
las almas, complementando |
la labor ordinaria de la
Iglesia. La caridad, la obe- |
diencia, la pobreza, la
libertad verdaderamente |
evangélica, han servido
para emprender generosa- |
mente fundaciones, para
ampliar obras de apostola- |
do, para sufragar
estudios, e incluso para auxiliar |
obras cristianas ajenas,
con sencillez y alegría, co- |
mo se decía de nuestro
santo Padre Felipe. |
Diferentes, |
para servir |
a la Iglesia |
Lo que acabamos de
escribir no agota, como es |
obvio, lo que podría ser
una descripción de las pe- |
culiaridades del Oratorio,
pero indica, por lo me- |
nos, algunos de sus
aspectos más notables, que pue- |
den pasar desapercibidos,
si se tomara como una |
mera fórmula de vida en
comunidad. El Oratorio, |
respecto a otras
comunidades de la Iglesia, no se |
considera ni mejor ni
peor, pero ama su singulari- |
dad, no con el prurito de
conservar a ultranza de- |
terminados privilegios,
sino con el agradecimiento |
a la Iglesia por haber
recibido de ella un reconoci- |
miento que, a la vez, le
permite servirla mejor, en |
el camino de la
observancia de las virtudes evan- |
gélicas. |
19 (139) |
Primera misa |
del padre |
AUGUSTO MONZÓN ARAZO |
del Oratorio |
Dios mediante, será
ordenado presbítero |
Por el obispo de Albacete, |
mons. VICTORIO OLIVER
Domingo, |
el día 12 de Octubre de
1989, |
y presidirá por primera
vez la Eucaristía |
el sábado, día 14, a las
ocho de la tarde, |
en la Iglesia del ORATORIO
DE Albacete. |
Laus Deo |
Director: Ramón Mas
Casanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D. L. AB 103/62 - 1.10.89 |
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