Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 267. MAYO. Año 1990 |
SUMARIO |
SOMOS pueblo de Dios y
familia de santos. La |
sacramentalidad de la
Iglesia no se agota con |
los "signos de
gracia" que ella distribuye, por |
mandato de Cristo, sino
que él mismo sigue |
presente en medio de
nosotros, misteriosa pero ver- |
daderamente. Presencia que
se hace, en particular, |
activa a partir del sello
bautismal que nos incorpo- |
ra a él, y que se
manifiesta en la santidad de los |
que, admirados y
agradecidos «a su Padre y a |
nuestro Padre»,
corresponden' con fidelidad a sus |
gracias. Estos son los
santos, hermanos nuestros, en |
los que alienta la vida y
reverbera la claridad de |
Cristo, luz y vida para
todos. Por eso nos acorda- |
mos de ellos y celebramos
el triunfo del milagro que |
los transformó en imagen
suya, mientras sigue con |
nosotros. |
ORACIÓN A N. P. SAN FELIPE
NERI |
EDUCADORES |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990) |
SAN FELIPE NERI PRECEDENTE
DE NEWMAN |
LETANÍA DE N. P. SAN
FELIPE NERI |
NEWMAN Y LA ORACIÓN |
SER DEL ORATORIO |
1 (81) |
Tiempo de oración: |
ORACIÓN |
A N. P. SAN FELIPE NERI |
OH mi querido y santo
Patrón, Felipe: acudo a ti y me pongo en |
tus manos, y, por el amor
de Jesús ―el mismo por el cual te |
eligió y te hizo
santo―, te imploro que intercedas por mí, para |
que, así como Él te
condujo al cielo, también me lleve a mí, cuando sea |
mi hora. |
Y te suplico que me
alcances una verdadera devoción al Espíritu |
Santo, Tercera Persona de
la Trinidad gloriosa, por los medios de la |
gracia que Él dispensa. Te
ruego que me obtengas poder participar de |
esa sobreabundante
devoción que tú experimentaste hacia El, en la |
tierra, que te distingue,
oh querido padre mío, de modo especial, entre |
los demás santos. |
Alcánzame, oh san Felipe,
que de tal modo tenga parte de esa |
devoción hacia El, para
que, ya que se dignó habitar milagrosamente |
en tu corazón, hasta
inflamarlo con el fuego del amor sobrenatural, |
también a nosotros nos
haga el beneficio especial de los dones de la |
gracia divina. |
No permitas, oh san
Felipe, protector nuestro, que nosotros |
permanezcamos fríos,
siendo hijos de un Padre de tan ferviente |
caridad. Casi sería en
deshonor tuyo que tú no hicieras algo para que |
se te parezcan tus hijos.
Implora para nosotros la gracia de la oración y |
el gusto de contemplar las
cosas divinas, con la fuerza necesaria para |
dominar nuestros
pensamientos, de modo que alejemos las |
distracciones.
Consíguenos, también, el don de conversar con Dios, sin |
jamás cansarnos de estar
con Él. |
Oh san Felipe, corazón de
fuego, flor de pureza, mártir de la |
caridad, ruega al Señor
por nosotros. |
John Henry Newman, C. O. |
2 (82) |
Educadores |
LA SANTIDAD es como la
educación, entendida en el mejor sentido y elevada al |
mundo sobrenatural:
dirigir, encaminar y doctrinar, para desarrollar y perfec- |
cionar las facultades y
capacidades del ser inteligente y libre, ordenado a Dios. |
En la buena educación,
incluso entendida en el sentido corriente y natural, |
no basta envolver al ser
con la forma, o limitarse a ofrecer principios y enunciar |
verdades. Todo esto
resultaría inútil y resbalaría si previamente no se despertara la |
capacidad receptiva y
disposición de la libertad a admitir, con sinceridad de cora- |
zón, el don divino de la
gracia; gracia por la que se nos incluye en los proyectos de |
Dios, que nos llama para
su gloria y nuestra felicidad. |
Los santos comenzaron a
serlo a partir de la gratitud y admiración de sentirse |
llamados por Dios. Su vida
fue una correspondencia espiritual, perseverante y pro- |
funda a este llamamiento
divino: fue una fidelidad convertida en amor, en el cual se |
resumía toda su energía de
bien, empleada en Dios y para Dios. Ellos tenían de Dios |
una idea muy grande; su
entrega a él era sin condiciones. A nosotros, incluso para el |
bien, nos corroen las
miradas a nuestro rededor, con envidias, miedos, criticas, com- |
paraciones y egoísmos que
nos paralizan o destruyen el poco bien que emprendemos, |
en sus mismos comienzos.
Los santos miraban a Dios; sólo él les interesaba; por eso |
Au amor a los demás no es
otro acto de su corazón. Su amor es único: Yen a Dios en los |
demás, y ven a los demás
en Dios. E igualmente aman a Dios y a los demás, y aman |
en Dios y en los demás,
como en una comunión, en un abrazo único en el misterio |
de Dios expresado en
Cristo, a quien se esfuerzan en repetir en su vida, como el ami- |
go vive en el Amado, que
ce más que como el discípulo recuerda al maestro o el hijo |
imita al padre. |
Inevitablemente influyeron
en su rededor; pero su acción apostólica era mucho |
más sencilla que las que
nosotros tomamos como mejores o más eficaces. A ellos les |
habría resultado difícil
dar definiciones o inventar técnicas, temerosos de sofocar el |
3 (83) |
Espíritu. Aunque sí es
cierto que, cuando nos acercamos a los grandes santos, descu- |
brimos que se portaron
como verdaderos "educadores" sobrenaturales, en el sentido |
más pleno. Comenzaron con
su palabra, y, todavía más, con el ejemplo de su vida, |
solicitar un cambio de
mente y de corazón, para vencer el espíritu del mundo. Luego, |
nos mostraron a Dios para
que, desde la limpieza del alma convertida, le pudiéramos |
contemplar, admirarnos de
él y amarle. Después nos enseñaron a tratarle, hasta ha- |
cer de lo que llamamos fe
―es decir, conocer y fiarnos de Dios― una respiración es- |
piritual, una oración, una
relación consciente y viva de persona a persona. Finalmen- |
te, intentaron enamorarnos
de él, para que nada pudiéramos amar que no fuera parte |
o esperanza de él. Y lo
hicieron porque creían que el hombre era capaz de abrirse a |
Dios y aceptar su gracia. |
Ese optimismo es el que
presidió la vida de san Felipe Neri, verdadero educador |
en la oración y el amor de
Dios. Educar en este sentido pleno era también la obse- |
sión de Newman. |
Nos conviene volver a los
santos para aprender de ello, a incorporar a Cristo en |
nuestra vida: para
quererle aceptar, conocerle, tratarle, amarle y saber darlo a cono- |
cer y a hacerlo amar de
los demás, agradecidos de que se haya mostrado a nosotros |
y nos haya amado. |
Cristo comunica su vida a
cada uno de nosotros; no sabemos có- |
mo, pero sabemos que es
una comunicación real, aunque invi- |
sible... Podemos
alegrarnos; el mundo no podrá quitarnos este |
gozo que es incapaz de
comprender, y debemos ser sobrios en |
nuestro regocijo, si bien,
en una conjetura como la nuestra, nues- |
tra paz y nuestra alegría
serán más profundas y más plenas, |
porque nada dañará a
quienes llevan a Cristo en sí mismos. |
Tenemos la historia de los
que sufrieron con él, de todos los |
confesores, de todos los
mártires de los primeros tiempos y de |
las épocas posteriores,
para demostrarnos que la fuerza de Cris- |
to no se ha echado atrás
(Is., 59, 1), que la fe y el amor tienen su |
morada en la tierra, y
que, suceda lo que suceda, su gracia basta |
a la Iglesia, y su
fortaleza se perfecciona triunfando |
de la flaqueza (2 Co., 12,
9). |
John Henry Newman, C. O., |
P.S., II, 13. |
4 (84) |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990): |
Noticias y conmemoraciones |
• En Londres, se abrió al
público, el 2 de marzo, una exposición de re- |
tratos de Newman, en la
«National Portrait Gallery», que permane- |
cerá abierta hasta el día
20 del presente mes de mayo. Los retratos |
han sido cedidos, para
esta ocasión, principalmente, por los Oratorios |
de Birmingham y de
Londres. La misma «National Gallery», ha edita- |
do un magnífico libro en
el que se recogen a todo color los retratos |
exhibidos. |
• En Escocia, en la «St.
Andrews University», Fife, tuvo lugar, del 21 |
al 24 del mes de marzo, un
Congreso interdisciplinar sobre el «Pen- |
samiento e influjo de
Newman en nuestro tiempo». |
• En Birmingham, del 1 al
15 de mayo, se celebra un «Congreso New- |
maniano para sacerdotes,
en el Centro diocesano de Educación «Ma- |
ryvale». Como es sabido,
el mismo Newman vivió en Maryvale, des- |
de febrero de 1846 a
octubre de 1848. También en Birmingham, el 17 |
de mayo, y en la «St.
Philip's Anglican Cathedral», tendrá lugar una |
conferencia, por el
profesor Sir Henry Chadwick, sobre «Newman en |
su período anglicano». |
• En Woodcote, cerca de
Reading, en la «Oratory School», para cele- |
brar el Centenario de
Newman, tendrá lugar una Misa y la ejecución |
del oratorio musical «The
Dream of Gerontius», escrito por Newman |
y con música de Elgar,
para voces, coros y orquesta. Esta escuela, |
originariamente fundada
por Newman en Edgbaston, fue posterior- |
mente trasladada a
Woodcote. |
• En Leonforte (Sicilia),
en recuerdo de la grave enfermedad que New- |
man padeció en aquella
isla, y que tanto tuvo que ver con la orien- |
tación de su vida y el
espíritu con que "lideró" el «Movimiento de |
5 (86) |
Oxford», tendrán lugar
diversas celebraciones, con participación de |
las autoridades civiles. |
• En la «University of
Pensylvania», de Estados Unidos, se celebra un |
Congreso, del 14 al 17 de
mayo, con el tema de «La vida y el pensa- |
miento de J. H. Newman».
El evento coincide con el 250 aniversario |
de la fundación de dicha
Universidad. |
• En Valencia, y
organizado por el «Newman Centre», de esa ciudad, |
se ha programado, para el
día 2 de mayo, fiesta de san Atanasio, una |
celebración litúrgica en
la Capilla universitaria de la Sapiencia, pa- |
ra recordar la relación de
este Padre de la Iglesia con la figura del |
cardenal Newman. Como se
sabe, la primera gran obra de Newman, |
basada en la patrística,
fue «The Arians of the fourth Century», |
que constituye un estudio
capital para toda su evolución religiosa |
posterior. |
La esencia del modelo
oratoriano reside en la |
interacción de los laicos
(del Oratorio, en |
términos filipenses) con
aquellos miembros que |
son ordenados para
servirlos (la Congregación). |
Se trata, más que de una
mera asociación o |
colaboración, de una
comunión en Cristo. |
El tipo de personas que
Newman concibe sólo |
puede desarrollarse en
comunidades así, |
donde sea posible para la
creatividad y para |
las conciencias «obedecer
al Espíritu y, de |
este modo, difuminar y
disipar los hábitos y |
restricciones que se
opongan al crecimiento y |
al desarrollo. Newman, por
el contrario, se |
enfrentó a lo que él
llamaba «nihilismo |
católico», cuyos
representantes «prohíben, pero |
no instruyen ni crean». |
John Coulson, en el VIII
Congreso Internacional |
sobre Newman (1978) |
6 (86) |
SAN FELIPE NERI |
PRECEDENTE DE NEWMAN |
LA PROVIDENCIA trabaja la |
vida de los hombres, con
una |
sabiduría que éstos no
sue- |
len descubrir
inmediatamente, sino |
sólo pasado algún tiempo,
cuando, |
a la luz de la fe, la
memoria rastrea |
la sucesión de
acontecimientos y |
circunstancias que han
urdido el |
tramado de la historia de
cada uno. |
Sólo entonces es posible
descubrir |
el misterio del sentido de
Dios en |
la existencia humana, y
admirarse |
de la armonía sobrenatural
con |
que los planes divinos se
han ido |
abriendo paso, a pesar,
incluso, de |
oscuridades,
contrariedades y re- |
sistencias. Puede darse
cuenta de |
ello cada cristiano, en sí
mismo, si |
logra contemplar su propia
vida |
por encima de
apasionamientos |
personales,
desprendidamente, hu- |
mildemente. Pero, sobre
todo, se |
comprueba cuando se
observa el |
itinerario de almas
grandes y de |
los santos. Y esto sucede
con John |
Henry Newman. |
Cuando pensamos en san
Felipe |
Neri y en Newman,
descubrimos |
también que han existido
disposi- |
ciones providenciales
recíprocas, |
que prepararon su
encuentro, lle- |
gado el tiempo,
cristalizando en la |
vocación filipense del
gran conver- |
tido de Oxford. |
Si las piedras hubiesen
podido |
hablar, la primera vez que
New- |
man estuvo en Italia, al
caminar |
por «la ciudad más
maravillosa del |
mundo» ―«the first
city»―, le |
habrían ayudado a
descubrir la |
figura de san Felipe,
desconocida |
todavía para él, que
saludaba, al |
encontrar en la calle,
casi puerta |
con puerta con la iglesia
de San |
Jerónimo de la Caridad,
cuna del |
Oratorio, a los jóvenes
estudiantes |
del colegio de Santo Tomás
de Can- |
terbury, en la vía
Montserrato. El |
mismo papa Gregorio XIII,
que |
intervendría en la
fundación del |
Oratorio, había creado
aquel cole- |
gio para ayudar a la
Iglesia en In- |
7 (87) |
glaterra, sacudida por la
escisión |
protestante. Dicen los
biógrafos de |
nuestro Santo que Felipe
saludaba |
a aquellos jóvenes rubios,
más bien |
altos y delgados
―los «angli, ange- |
li» que siglos atrás había
bendeci- |
do san Gregorio
Magno―, con el |
primer verso del himno de
los san- |
tos Inocentes, levantando
las manos |
y sonriendo, diciéndoles:
«Salvete, |
flores martyrum!» Y, en
efecto, |
una cincuentena de ellos
sufrió el |
martirio, al ser
reintegrados, ya sa- |
cerdotes, a su patria.
Sabemos que |
san Felipe iba a veces a
aquel co- |
legio, y hablaba con
ellos. Y hemos |
de suponer que les tendría
en lugar |
preferente en sus
oraciones. Si en |
nuestros días san Felipe
volviera |
al mismo lugar, se
entristecería al |
ver que la iglesia de San
Jerónimo |
de la Caridad, el primer
Oratorio, |
junto con las habitaciones
que fue- |
ron su morada ―su
«nido», diría |
Newman―, han sido
arrebatadas a |
sus hijos. |
Newman pisaba aquellas
mismas |
calles dos siglos y medio
después, |
todavía anglicano, y ya
escribía, |
desde allí, vencido por
Dios, pala- |
bras como éstas a su
hermana Ha- |
rriet: «Todo cuanto he
visto, com- |
prendida mi querida
Oxford, no |
es más que polvo,
comparado con |
esta ciudad... ¿Es posible
que aquí |
se albergue tanto mal? No
lo cree- |
ré hasta que tenga
pruebas. En San |
Pedro, ayer, en San Juan
de Le- |
trán, hoy, me he sentido
humilla |
do...» Años más tarde,
Newman |
recibiría la ordenación
sagrada en |
San Juan de Letrán, donde
había |
sido ordenado Diácono san
Felipe |
Neri, dos siglos y medio
antes. Des- |
pués, en el camino de
regreso a |
Inglaterra, quería asirse
a Dios en |
sus dudas, y escribía el
inolvidable |
poema, ya famoso, «Lead,
Kindly |
ligth». Esta luz sería la
luz de Dios, |
y, en ella, san Felipe,
«corazón de |
fuego, esplendor de vida
divina, |
luz de alegría santa».
Newman lo |
declararía explícitamente
a los que |
le siguieron en la
fundación del |
Los Santos son el ejemplo
feliz y completo de la nue- |
va creación que nuestro
Señor ha hecho desarrollar |
en el mundo moral; y así
como «los cielos pregonan la |
gloria de Dios», su
Creador, del mismo modo, los San- |
tos son la propia y
verdadera evidencia del Dios del |
Cristianismo, y proclaman
en toda la tierra el poder y |
la gracia de Aquel que los
ha hecho. |
John H. Newman, C. O., |
L. D., XII, 399. |
8 (88) |
Oratorio inglés,
apoyándose en la |
coincidencia de que la
iglesia de |
Santa María in Vallicella
―sede |
del Oratorio romano―
está dedi- |
cada al papa san Gregorio,
el mis- |
mo de los «angli, angeli»,
protector |
de Inglaterra. |
Por otra parte, en la vida
de |
Newman existen dos figuras
esti- |
madísimas, de decisiva
influencia |
en su itinerario
espiritual, a pesar |
de que ellas mismas no se
llegaran |
a convertir al
catolicismo: en su |
adolescencia, ese venerado
maes- |
tro, Mayer, guía primero
en el des- |
cubrimiento del «Dios
personal»; |
luego, la figura
oxfordiana de Ke- |
ble, para Newman,
precedente an- |
glicano del dulcísimo san
Felipe. |
Por lo cual exclamaría:
«Oh, Dios |
mío..., me has dado a san
Felipe, |
creación maravillosa de tu
gracia, |
para que sea mi patrono y
mi maes- |
tro; y yo me he entregado
a él, y él |
ha hecho en mi favor
grandes co- |
sas, hasta más allá de lo
que pudie- |
ra pensar». |
Cuando la fe nos hace
descubrir |
y agradecer la novedad y
el gozo |
de los dones de Dios,
suele tratar- |
se, siempre, de la
resurrección |
magnificada de gracias
preceden- |
tes, como la espiga lo es
de una se- |
milla, y el tejido de los
hilos, y la |
perla de la luz. Todo
emerge del |
tesoro escondido de
siembras pre- |
cedentes dispuestas
sabiamente por |
la misericordia del Señor. |
La fe sola es la que
prolonga |
la existencia del hombre,
y lo |
hace vivir, en sus propios |
sentimientos, en el
futuro, |
además del presente. Los |
hombres de este mundo |
están llenos de planes
para |
cada día. Incluso en la |
religión solamente |
ambicionan resultados |
inmediatos, y no se mueven |
para hacer algo si no |
sienten que pueden hacerlo |
todo, o sea, a su manera, |
eligiendo sus métodos, y
ver |
su final. Sin embargo, el |
cristiano se entrega |
confiadamente al futuro, |
porque cree en Aquel que
es, |
y que era, y que será.
Puede |
soportar la compañía
eterna, |
tanto en este mundo como
en |
el futuro. Se contenta con |
empezar y dar el primer |
paso, con hacer lo que
estén |
de su parte, y no más; con |
proyectar lo que otros |
tendrán que realizar; con |
sembrar lo que otros |
cosecharán. Nadie puede |
acabar su propia obra, ni |
interrumpirla por su
propio |
derecho, sino Aquel en
quien |
todo se contiene. |
, |
P.S., VI, 274-275. |
9 (89) |
LETANÍA DE NUESTRO PADRE
SAN FELIPE NERI, |
por John Henry Newman. |
Newman compuso multitud de
pequeños textos devocio- |
nales, para servir a la
piedad de la gente sencilla que fre- |
cuentaba el Oratorio. A su
muerte, con lo que se recogió |
de este material disperso,
se compuso un precioso libro, |
MEDITACIONES Y DEVOCIONES,
impregnado de un- |
ción y transparencia
espiritual. De él extraemos la si- |
guiente letanía a N. P.
san Felipe Neri, que traducimos |
ofrecemos a nuestros
lectores. |
Señor, ten piedad. |
Cristo, ten piedad. |
Señor, ten piedad. |
Cristo, óyenos. |
Cristo, escúchanos. |
Dios, Padre celestial, ten
compasión de nosotros. |
Hijo de Dios, Redentor del
mundo, ten compasión de nosotros. |
Dios, Espíritu Santo, ten
compasión de nosotros. |
Trinidad Santa, Dios
único, ten compasión de nosotros. |
Santa María, ruega por
nosotros. |
Santa Madre de Dios, ruega
por nosotros. |
Santa Virgen de las
Vírgenes, ruega por nosotros. |
San Felipe, ruega por
nosotros. |
Vaso del Espíritu Santo,
ruega por nosotros. |
Apóstol de Roma, ruega por
nosotros. |
Consejero de Papas, ruega
por nosotros. |
Voz de Profecía, ruega por
nosotros. |
Hombre de los primeros
tiempos, ruega por nosotros. |
Santo amable, ruega por
nosotros. |
Santo victorioso, ruega
por nosotros. |
Héroe escondido, ruega por
nosotros. |
Padre amabilísimo, ruega
por nosotros. |
Flor de pureza, ruega por
nosotros. |
Mártir de caridad, ruega
por nosotros. |
Corazón encendido, ruega
por nosotros. |
Discernidor de espíritus,
ruega por nosotros. |
Sacerdote escogido, ruega
por nosotros. |
Espejo de la luz divina,
ruega por nosotros. |
Modelo de humildad, ruega
por nosotros. |
Ejemplo de sencillez,
ruega por nosotros. |
Luz de santa alegría,
ruega por nosotros. |
10 (90) |
Imagen de infancia
espiritual, ruega por nosotros. |
Decoro de senectud, ruega
por nosotros. |
Director de almas, ruega
por nosotros. |
Guía amable de jóvenes,
ruega por nosotros. |
Patrono de tus hijos,
ruega por nosotros. |
Tú, que observaste
castidad en tu juventud, ruega por nosotros. |
Tú, que llegaste a Roma
guiado por Dios, ruega por nosotros. |
Tú, que habitaste
largamente en las Catacumbas, ruega por nosotros. |
Tú, que recibiste el
Espíritu Santo en tu corazón, ruega por nosotros. |
Tú, que tuviste gracias
extraordinarias de oración, ruega por nosotros. |
Tú, que serviste a los
humildes con tanta amabilidad, ruega por nosotros. |
Tú, que lavaste los pies a
los peregrinos, ruega por nosotros. |
Tú, que deseaste
ardientemente el martirio, ruega por nosotros. |
Tú, que repartías a diario
la palabra de Dios, ruega por nosotros. |
Tú, que condujiste tantos
corazones a Dios, ruega por nosotros. |
Tú, que hablabas
dulcemente con María, ruega por nosotros. |
Tú, que salvabas de la
muerte, ruega por nosotros. |
Tú, por quien se han
erigido muchas casas de hijos tuyos en el mundo, |
ruega por nosotros. |
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor. |
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor. |
Cordero de Dios, que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. |
Cristo, óyenos. |
Cristo, escúchanos. |
V. Acuérdate de tu
Congregación. |
R. Que poseíste desde el
principio. |
Oremos: Oh, Dios, que
enalteces a tus siervos con la gloria de la san- |
tidad, concédenos que el
Espíritu Santo nos encienda con el |
mismo fuego con que abrasó
el corazón de N. P. san Felipe |
Neri. Por Cristo, Señor
nuestro. Amén. |
11 (91) |
NEWMAN: |
NEWMAN |
Y LA ORACIÓN |
EN las exhortaciones a su
comunidad del Oratorio, Newman establecía, |
sin rebajas, la prioridad
de la oración, incluso frente al ministerio de |
la Palabra. Seguramente
quería hacer verdad en los suyos aquel prin- |
cipio tan repetido sobre
la esencia de todo apostolado, consistente en trans- |
mitir a los demás lo que
antes hemos contemplado en la presencia de Dios: |
«contemplata aliis
tradere». Es oportuno no olvidarlo en una época marcada |
por la competitividad, el
activismo y el elogio de lo inmediatamente (en apa- |
riencia, por lo menos)
eficaz, que temporaliza lo eterno, en lugar de penetrar |
de sentido de eternidad lo
temporal y sensible, de modo que espiritualice la |
vida de los creyentes lo
mismo que la actividad toda de la Iglesia. |
Dios, en el curso de la
historia, ha dado a la Iglesia santos y almas verda- |
deramente espirituales que
han servido de ejemplo a los cristianos y que han |
influido en ella de modo
que pudiera defenderse del contagio, a veces muy |
sutil, con que el mundo
quisiera desvirtuar su misión y el estilo mismo con |
que debe llevarla a cabo.
Newman, lo mismo que san Felipe Neri, fue uno de |
estos ejemplos. Por esta
razón, ofrecemos un fragmento de un excelente es- |
tudio debido al padre
carmelita Philip Boyce, de la Pontificia Facultad Teo- |
lógica del Instituto
Teresianum, de Roma, que nos presenta a Newman como |
ejemplo de hombre de
oración. |
Filósofo eminente,
teólogo, educador, Newman fue |
lo que nosotros solemos
llamar un hombre de ora- |
ción. Los laicos católicos
lo veneraron por su vida |
de entrega a Dios y de
desprendimiento de las cosas |
del mundo. Ellos lo
consideraron, también, como |
su padre espiritual y como
un guía en el camino de |
la santidad. |
12 (92) |
La oración, |
estructura |
de la vida |
Podemos decir, con verdad,
que la oración cons- |
tituyó la estructura
espiritual de la vida de New- |
man. Paralelamente con sus
cualidades intelectua- |
les y universitarias,
habla en él una inclinación |
espiritual y religiosa que
animó y guio los dones |
recibidos, los preservó
del error y confirió a sus es- |
critos un gran poder de
persuasión. Este toque espi- |
ritual fue el centro de su
vida personal. Vida de fe, |
virtuosa, comprometida,
que la plegaria continuada |
sostuvo y animó. |
Para Newman, la oración no
era otra cosa que |
conversación del hombre
con su Creador. La voz de |
la fe, las alas del alma,
una realidad que está en el |
corazón de toda religión.
La oración mete al hom- |
bre en comunión con un
mundo superior; ella per- |
mite al cristiano la
afirmación de su ciudadanía |
celestial. «Nuestra
conversación está en los cielos», |
dice san Pablo (Flp. 3,
20). La oración de alabanza |
constituye las palabras y
las expresiones de esta |
conversación con el Cielo. |
Presencia |
y santidad |
de Dios |
La oración fue un hábito
que mantuvo durante |
toda su vida. Desde su más
joven edad, Newman |
tuvo la conciencia aguda
de la Presencia y de la |
Santidad de Dios. Incluso
desde niño él experimen- |
tó la irrealidad de las
cosas materiales y visibles, y |
la verdad y autenticidad
fundamental, por el con- |
trario, de las invisibles
y espirituales, es decir, los |
ángeles, el alma inmortal,
Dios. Contaba solamente |
seis años y ya se
preguntaba el porqué de su exis- |
tencia, y qué cosa era él.
A la edad de quince años |
habla de sí mismo y de su
Creador como de «dos |
seres únicos, cuya
existencia se le presenta como |
evidentemente luminosa».
La necesidad de rogar y |
alabar a Dios nació de
esta conciencia de la pre- |
sencia y de la santidad de
Dios, y del sentimiento |
de su total dependencia
respecto de él. |
Esta verdad de la Santidad
de Dios, el amor y el |
cuidado de las almas que
él guiaba, el sentimiento |
13 (93) |
de una total dependencia
respecto a la providencia |
divina, se encuentra en
esta plegaria escrita por él: |
«Oh Dios mío, desde toda
la eternidad tú te bastas |
a ti mismo. El Padre colma
al Hijo y el Hijo satis- |
face plenamente al Padre;
entonces, ¿por qué no has |
de bastarme a mí, pobre
criatura, si Tú eres tan |
grande y yo tan pequeño?
Oh Dios poderoso, for- |
tifícame con tu fuerza,
consuélame con tu paz eter- |
na, sosiégame con la
belleza de tu rostro, ilumina- |
me con la claridad eterna
de tu luz, purifícame con |
el halo de tu santidad
inefable. Sumérgeme en las |
corrientes de tu vida y
calma mi sed en tanto que |
le sea lícito desearlo a
un mortal, en las riberas de |
la gracia que manan del
Padre y del Hijo, en la gra- |
cia de tu amor
consubstancial, coeterno... |
Oh Dios mío, mi vida
entera ha sido una sucesión |
de gracias y de
bendiciones concedidas a quien no |
era digno de ellas. La fe
me es útil, puesto que he |
experimentado desde
siempre tu Providencia con- |
migo. Año tras año, tú me
has llevado, tú has apar- |
tado los peligros de mi
camino, tú me has corregi- |
do, tú me has llamado, tú
me has reconfortado, tú |
me has soportado
pacientemente, tú me has dirigi- |
do, tú me has sostenido.
Oh, no me abandones cuan- |
do las fuerzas me
faltan...» (M. D.). |
De la infancia |
a la vejez |
No es sorprendente, pues,
que Newman se haya |
entregado a la oración en
todas las etapas de su vi- |
da. Nos hemos referido ya
al origen de su oración, |
en la misma infancia,
oración que brotaba de su in- |
tuición de una presencia y
de una santidad divinas. |
En su diario íntimo
podemos leer una lista de plega- |
rias y de súplicas que él
escribió y utilizó desde su |
adolescencia. Los Padres
del Oratorio de Birming- |
ham conservan todavía tres
pequeños cuadernos, |
manchados por el continuo
contacto con los dedos, |
en los cuales él escribía
largas listas de personas y |
de intenciones por las que
rogaba habitualmente. |
14 (94) |
Dichos cuadernos contienen
algunas plegarias inti- |
mas, las primeras que él
compuso, cuando contaba |
solamente dieciséis años,
con ocasión de su primera |
comunión, en la Iglesia
anglicana. La última ano- |
tación lleva la fecha de
setenta años más tarde, uno |
antes de su muerte. |
No abundan tanto los que
conservan y repiten |
sus plegarias a lo largo
de más de cincuenta años. |
Esas humildes páginas
amarillentas son el testimo- |
nio elocuente de la vida
interior de Newman en |
comunión con Dios. Nos
revelan el alma sencilla y |
modesta que se oculta bajo
la noble apariencia de |
este célebre convertido de
Oxford. |
Nos puede parecer
sorprendente que un hombre |
tan inteligente haya
rogado de una forma tan sen- |
cilla y natural, hasta el
punto de que el más humil- |
de de los creyentes pueda
hacer suyas, sin dificulta- |
des ni tropiezos, las
oraciones de Newman. |
Simplicidad |
y sencillez |
Y sin embargo, es cierto
que la verdadera gran- |
deza tiende a la
unificación, a la simplicidad, a ha- |
cerlo todo más fácil. |
Newman habría podido
escribir plegarias y me- |
ditaciones que dieran la
impresión de haber recibi- |
do grandes gracias. Al
contrario, él huyó de la |
elocuencia mística y
eligió las palabras que expre- |
saban mejor la verdad de
sus sentimientos; amaba |
las palabras sinceras, los
sentimientos auténticos, |
las decisiones claras; por
más sencillas y ordina- |
rias que fueran, las
prefería al vocabulario apa- |
rentemente sublime, aunque
artificial, desdeñando |
las mínimas huellas de
hipocresía. Él desconfiaba |
de la piedad sentimental y
condenaba a quienes |
creían que debían
estimular sus emociones para ro- |
gar. Es verdad que los
sentimientos tienen su papel; |
Newman los llama la
belleza de la santidad y pre- |
tende que nos mantengan
joven el espíritu mientras |
nuestro cuerpo envejece.
Sin embargo, la sensibili- |
15 (95) |
dad no está siempre a
nuestro alcance y en ningún |
caso puede convertirse en
el test de nuestra oración. |
Así, pues, cuando él pide
el fervor, no lo imagina co- |
mo una emoción pasajera y
estéril, sino que desea |
una parte de ese Amor
eterno de Dios que el espíri- |
tu derrama en las almas. |
El fervor |
«Cuando yo pido el fervor,
busco la fortaleza, |
la coherencia y la
perseverancia. Pido la fe, la es- |
peranza y la caridad en su
expresión más celestial. |
Cuando pido el fervor,
pido verme libre de miedos |
humanos y de las alabanzas
de los hombres. Pido |
el don de la plegaria...
Señor, cuando pido el fer- |
vor, te pido a ti mismo;
que nada me separe de ti, |
oh Dios mío, tú que te has
entregado totalmente a |
nosotros... Tú eres la
llama de la vida, que arde de |
amor por el hombre: entra
en mí y enciéndeme a |
semejanza tuya y según tu
voluntad». (M. D.) |
Newman ganaba amigos con
facilidad y los reu- |
nía a todos en una cadena
de plegarias de interce- |
sión a la que permaneció
fiel toda la vida, como |
hemos visto. Ahijados,
seres queridos, indiferentes, |
bienhechores, convertidos,
difuntos, amigos irlan- |
deses, etc. No desdeñaba
utilizar oraciones tradi- |
cionales, tal como gusta a
las almas sencillas. |
Breviario |
Newman amaba el breviario
romano y lo utili- |
zaba regularmente desde
que recibió un ejemplar, |
el de su amigo Hurrell
Froude, en 1836. Todavía |
miembro de la Iglesia
anglicana, ya consideraba |
el breviario portador de
una tal excelencia y belle- |
za que pudo despertar un
prejuicio en favor de la |
Iglesia católica en un
anglicano sin desconfianza. |
Las plegarias, la
distribución de las lecturas, las |
intercesiones y los salmos
repartidos en las horas |
del día, le atrajeron de
modo particular. La abun- |
dancia de textos
inspirados le cautivó, por más que |
lamentara el abandono de
la integridad del Oficio |
monástico. Seguramente que
hubiera acogido favo- |
16 (98) |
rablemente la nueva
Liturgia de las Horas, enri- |
quecida con textos
bíblicos y patrísticos, publicada |
después del Concilio
Vaticano II. Sobre todo, él sa- |
boreó los salmos. Lo mismo
que los Padres de la |
Iglesia, él meditó su
significado espiritual y cristia- |
no, y los aplicó a la
Iglesia y a sus condiciones ac- |
tuales de la vida
cristiana. |
Los Salmos |
Para él, estas plegarias
judías del Antiguo Tes- |
tamento abundan en
testimonios edificantes y res- |
piran a Cristo. El libro
de los Salmos, con sus temas |
esenciales ―la
derrota de los enemigos de Dios y |
el sufrimiento del pueblo
de Dios―, le parecía des- |
cribir exactamente el
estado permanente de la Igle- |
sia y el de sus miembros
más leales: siempre débiles |
en sí mismos y siempre
fuertes en el Señor, siempre |
perseguidos y despreciados
y siempre amados de |
Dios y refloreciendo.
Cuando estaba triste y en |
dificultades, Newman
buscaba en los salmos luz y |
consuelo. En algunas
ocasiones encuentra alivio y |
confianza renovada en el
salmo 121 (120): «Levanto |
mis ojos a los montes: ¿de
dónde me vendrá el |
auxilio? / El auxilio me
viene del Señor, que hizo |
el cielo y la tierra». La
recitación cotidiana del Of- |
icio divino, más que un
deber, fue una fuente de |
gozo espiritual y un
apoyo. Uno de sus amigos del |
Oratorio dejó este
testimonio: «Él estuvo siempre |
fuertemente aficionado a
la recitación del Oficio; |
y muy particularmente
feliz los Domingos o cuan |
do el Oficio era más
largo, de lo cual nunca se la- |
mentó...» (Ward II, 533).
En la vejez, cuando ya |
sus ojos no le permitían
leer, le fue muy penoso |
dejar el breviario, y lo
suplía con la recitación del |
rosario. |
La dilatada vida de Newman
fue una oración |
constante y de comunión
con el mundo invisible. |
No se trataba de un viaje
místico, salpicado con fe- |
nómenos sobrenaturales,
sino un esfuerzo perseve- |
rante desde la oscuridad y
la debilidad de la condi- |
17 (97) |
ción humana. Él vivió
horas de grandes amarguras |
y desaliento, pero también
tuvo momentos de ado- |
ración pacifica y plegaria
gozosa. |
Para resumirlo, diríamos
que la formulación de |
su plegaria fue sencilla:
fue una oración de inter- |
cesión, centrada en la
Eucaristía y hecha en el re- |
cogimiento interior. |
El mismo, |
su oración |
Al envejecer, la pureza de
su oración y de su es- |
piritualidad aumentó,
hasta invadir del todo su al- |
ma. Al fin, él mismo se
había convertido en oración. |
Como otros grandes amigos
de Dios, John Hen- |
ry Newman es, para
nosotros, un ejemplo y un apo- |
yo en el camino sencillo y
a la vez exigente de la |
oración perenne. |
Oratorio: llama del
Espíritu |
y corazón de san Felipe. |
Resulta difícil dar
respuestas breves y completas de aquello que es |
fruto de experiencias
extraordinarias, sobre todo de experiencias |
de los santos. Nosotros
mismos, en el Oratorio, al margen de las de- |
finiciones legales con que
la Iglesia describe sus obras, no tenemos |
más remedio, cuando se nos
pregunta por nuestro espíritu y estilo, |
que remitirnos a san
Felipe, nuestro fundador. Es imposible hacer- |
se una idea del Oratorio
prescindiendo del conocimiento de nuestro |
Santo. La misma
singularidad que, como forma de vida evangélica, |
ocupa en la Iglesia de
Dios se debe al respeto que la Iglesia tuvo, a |
partir de Gregorio XIII,
por san Felipe, que inauguraba, casi sin |
pretenderlo, una nueva
forma de entregarse a Dios y de proyectar- |
se en las almas, en
servicio de la Iglesia. Nosotros diríamos que en |
el centro del Oratorio
está ―debe estar― el corazón de san Felipe; |
corazón de fuego y fuego
del Espíritu de Dios. Amor, caridad, ora- |
ción, entrega
apostólica... Los padres del Oratorio de Rock Hill, en |
Estados Unidos, han
querido resumir lo que es central en el Orato- |
rio, es decir, san Felipe
y el Espíritu Santo, en un logotipo que no- |
sotros reproducimos, este
mes, en cubierta. |
18 (98) |
Ser del |
Oratorio |
ES un consuelo poder decir
que hemos participado en el |
mismo trabajo apostólico
de san Felipe Neri. Nos han |
conducido aquí el corazón
y el sentimiento del deber, y |
hemos comenzado como san
Felipe comenzó. Hemos |
comenzado sin esperar
recompensas ni buscar palabras |
de alabanza. Con la gracia
de Dios, hemos procurado |
prescindir de la
popularidad que da el mundo, en |
armonía con el precepto de
nuestro santo Padre «de |
llegar a ser
desconocidos». |
Si me pidierais, queridos
Padres del Oratorio, que |
alcanzara de nuestro Santo
una señal que nos |
distinguiera en los
tiempos futuros, no suplicaría |
persecuciones, porque
podrían darnos cierta notoriedad |
y ser incluso tentación.
Yo quisiera este privilegio para |
todos vosotros: que el
público no os conozca, ni para |
alabaros ni para
denigraros, sino que pudierais hacer |
una gran labor en
beneficio de la generación de la que |
formamos parte, hacer
mucho bien en la religión y |
llevar muchas almas al
cielo, ni dejar indiferentes, para |
Dios, a cuantos hombres
encontréis en vuestro camino; |
pero de modo que pasarais
con indiferencia, como |
sobrevolando el mundo, sin
destacar por ninguna fama, |
reconocidos sólo en la
propia casa, trabajando |
exclusivamente para el
Señor, con corazón puro, sin |
buscar aplausos, y que
Dios sea vuestra única |
esperanza. |
John Henry Newman, C. O., |
A su comunidad del
Oratorio (1850) |
19 (99) |
26 DE MAYO |
FIESTA DE |
NUESTRO PADRE |
SAN FELIPE NERI |
FUNDADOR DEL ORATORIO |
INVITAMOS A NUESTROS
AMIGOS |
A LA EUCARISTÍA |
DE LAS OCHO DE LA TARDE |
Y A PARTICIPAR |
EN EL GOZO FRATERNAL |
QUE NOS CONGREGA |
PARA DAR GRACIAS A DIOS |
LAUS |
Director: Ramon Mas
Cassanelles. Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 2080 Albacete - D. L. AB 103/62 - 20.5.90 |
20 (100) |
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