Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 268. JUNIO. Año 1990 |
SUMARIO |
SAN Felipe Neri, si
hubiese podido elegir nom- |
bre para su Congregación,
habría sido el de |
«Hijos del Espíritu
Santo». Por eso, Pentecos- |
tés, además de la
culminación de la Pascua, |
es, para nosotros, una
celebración oratoriana que |
nos recuerda el prodigio
de la vida de oración de |
san Felipe, desde su misma
juventud. La oración fue |
tan importante en toda su
vida y su obra, que acabó |
llamándose «Oratorio».
Oratorio y Espíritu Santo |
tienen que ver, porque el
Espíritu es el maestro úni- |
co que enseña el trato con
Dios y lleva a la unión |
con él, con tal que, decía
san Felipe, «seamos humil- |
des y dóciles». ¡Que el
Espíritu fecunde, con el rocío |
de la gracia, nuestras
vidas y todo nuestro obrar! |
LOS DONES DEL ESPÍRITU
SANTO |
SABIDURÍA |
EDIFICACIÓN DE LA VIDA
CRISTIANA |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990) |
DIOS LLAMA MUCHAS VECES |
LA VOCACIÓN ORATORIANA DE
NEWMAN |
1 (101) |
Tiempo de oración: |
PARA OBTENER LOS DONES |
DEL ESPÍRITU SANTO |
Oh san Felipe, amadísimo
protector mío, te ruego que, |
siguiendo tu ejemplo,
despiertes en mí una verdadera |
devoción al Espíritu
Santo. Te pido que me obtengas sus |
siete dones, para que mi
corazón sea llevado |
fervorosamente hacia la fe
y las virtudes. |
Ayúdame a alcanzar el don
de la Sabiduría, para |
que prefiera el cielo a la
tierra y la verdad a la mentira. |
El don de Entendimiento,
para que se impriman en |
mi mente los misterios de
su Palabra. |
El don de Consejo, para
que pueda distinguir mi |
camino en medio de las
perplejidades. |
El don de Fortaleza, para
que sea valiente e |
inflexible en la lucha
contra el mal. |
El don de Ciencia, para
que dirija toda mi actividad |
con intención pura, a
gloria de Dios. |
El don de Piedad, para que
sea devoto y atento a la |
recta voz de la
conciencia. |
El don del santo Temor de
Dios, para que le sea fiel, |
con reverencia y
sobriedad, en medio de todas las |
bendiciones espirituales. |
Dulcísimo Padre, flor de
pureza, testigo del amor, |
ruega al Señor por mí. |
John Henry Newman, C. O. |
2 (102) |
Sabiduría |
CONFUNDIMOS sabiduría con
erudición, cuando nos dejamos conducir por el |
prejuicio de lo extenso,
para abarcarlo todo. La sabiduría cristiana, la sabi- |
duría sobre Dios, no es la
enciclopédica. En ocasiones, desde otro extremo, la |
confundimos con alguna de
esas deformaciones que producen los saberes es- |
pecializados, cuando
monopolizan la curiosidad o el interés de la mente del hombre |
y le llevan a saber mucho
de muy poco, y nada, o casi nada, de todo lo demás. |
La sabiduría cristiana no
se encuentra en los libros. Éstos sólo pueden ayudar a |
adquirirla si no paralizan
nuestro espíritu en la esclavitud de la letra; son buenos |
auxiliares en la medida en
que nos estimulan para abrirnos a la fe. Lo contrario ocu- |
rre cuando los falsos
saberes se hacen contra de soberbia que impermeabiliza la men- |
te para toda verdad que
viene de Dios. Criticar esa falsa sabiduría no es alabar la |
ignorancia, lo cual
significaría tanto como fomentar la peor de las causas de la mise- |
ria de los hombres. |
La sabiduría cristiana
tampoco es, en rigor, la cultura, ni la colección de costum- |
bres religiosas que
hayamos podido heredar. La sabiduría cristiana es el conocimien- |
to y asunción práctica de
todo lo que podemos aprender de Cristo y de los santos. De |
Cristo, si creemos y nos
fiamos de él y todo cuanto nos dijo; de los santos, porque son |
hermanos nuestros, los
cuales, en contra de los criterios del mundo, no cedieron a la |
perversión de introducir
matizaciones paganizantes al ideal cristiano, y nos demos- |
traron que el
cristianismo, en su pureza evangélica, no solamente es hermoso, sino |
posible, con la gracia de
Dios. Los milagros de esta gracia son la cantidad de los hijos |
de Dios, fieles al
proyecto divino que se resume en Jesucristo, y que crece, se repite |
y desarrolla en los
cristianos. |
Las fuentes de cata
sabiduría están en la Palabra de Dios, el ejemplo de los san- |
tos, la Liturgia, la
actitud humilde y desprendida de la clarividencia de la fe aplicada |
a la propia vida. Muy en
particular, la Palabra de Dios, pero no para buscar en ella |
3 (103) |
argumentos que justifiquen
nuestras razones previas o nuestras decisiones interesa- |
das, vino las razones de
Dios sobre nuestro propio ser, nuestro destino y el camino |
que nos conduce a él.
Atender a las razones divinas, y aceptarlas, asumirlas y seguir- |
las con fidelidad,
constituye la esencia de la sabiduría y la prudencia cristiana. La his- |
toria de la primera
Iglesia, en la que se encarna y se da la genuina manifestación del |
ideal del Reino de Dios, y
las vidas de los santos que la siguieron, debieran llenar los |
pensamientos de los que
hemos sido bautizados para llevar vida de resucitados. De |
estos primeros
conocimientos y experiencias trajo origen la oración común, las cele- |
braciones litúrgicas, que
eran enseñanza, plegaria y vida, y que son, todavía, peda- |
gogía de la fe y
sacramentalidad ―signo y presencia divina― de Cristo a través de
los |
tiempos, vivo entre
nosotros. |
San Felipe Neri fue uno de
esos sabios cristianos, que no se preocupó por fundar |
ninguna
"escuela" especial de espiritualidad, pero acumuló en su vida y su
experien- |
cia de oración la
sabiduría de la Iglesia, desde sus mismos orígenes. Newman, que |
había estudiado
concienzudamente los primeros tiempos de la Iglesia, cuando la Pro- |
videncia le puso delante a
san Felipe, se entusiasmó con él y se le entregó ―son sus |
palabras―, y lo tomó
por "padre y maestro. |
La imagen de Cristo en su
misterio está impresa |
en nuestros corazones y en
nuestra memoria. |
Los remotos tiempos de
pureza y verdad no |
pertenecen al pasado;
están siempre presentes. |
Aunque lo parezca, no
estamos solos. Bien |
pocos, entre los
vivientes, pueden |
comprendernos' y darnos la
razón. Pero todas |
estas multitudes de
tiempos pasados, que, como |
nosotros, creían,
enseñaban y oraban, siguen |
con vida ante Dios y, por
sus acciones anteriores |
y su intercesión de ahora,
claman hacia |
nosotros desde el altar de
Dios, nos estimulan |
con su ejemplo y nos
alientan con su compañía. |
Están, a nuestra derecha y
a nuestra izquierda, |
los mártires, los
confesores y tantos otros de |
condición elevada o
modesta, que poseyeron la |
misma fe, celebraron
idénticos misterios y |
predicaron el mismo
evangelio que nosotros. |
John Henry Newman, C. O., |
P.S., III, 25 |
4 (104) |
Edificación |
de la vida |
cristiana |
EN ninguna época se ha
sentido |
tan fuertemente la
necesidad |
de una convivencia en paz
y |
amor como en la nuestra, y
a todos |
los niveles. Caen las
fronteras en- |
tre los pueblos, se
afirman las pe- |
culiaridades nacionales y
cultura- |
les, todo el mundo clama
por los |
propios derechos, se
critica la fuer- |
za arrolladora de los más
fuertes, |
a quienes el mismo poder
hace cí- |
nicamente más injustos...;
pero to- |
do el clamor de tan grande
crisis no |
anula ni permite olvidar
los pro- |
blemas inmediatos a cada
peque- |
ño grupo que,
proporcionalmente, |
sufre también el rechinar
de este |
cambio de un mundo en
transfor- |
mación que, confiando en
la Pro- |
videncia, esperamos que
amanezca |
a formas de verdadero
progreso, |
cuando el dolor de los
actuales |
cambios lo haya purificado
de al- |
gunas, por lo menos, de
sus escorias |
de prepotencia, de
egoísmos y de |
pecado. |
Los pequeños grupos, los
asocia- |
cionismos que están en la
boca de |
todos y que constituyen
intermi- |
nables ensayos de
convivencia pa- |
ra vivir en paz, en mayor
justicia, |
en comprensión y en amor.
Comu- |
nidades, familias, grupos,
que de- |
bieran ser, además de
simple refu- |
gio en el que se salva lo
que esté |
en peligro, semillero de
hombres y |
mujeres que sean capaces,
a instan- |
cias superiores, para
decidir, inter- |
venir y merecer ese mundo
más |
justo y comunitario que
ambicio- |
namos. Los cristianos
tenemos algo |
que decir y, si cabe,
todavía más |
que hacer a este respecto.
No en |
vano la Iglesia no cesa en
la repe- |
tición de su mensaje, para
que to- |
dos podamos llegar a ser
uno en el |
Señor, y el mundo alcance
la ple- |
nitud de su destino en
Cristo. |
5 (106) |
John Henry Newman tuvo
buena |
ocasión de experimentar lo
que era |
edificar una vida de
comunidad |
cristiana, al fundar el
Oratorio en |
Inglaterra. Lo que él
decía a sus |
discípulos podría
aplicarse perfec- |
tamente a otras formas de
vida co- |
munitaria o familiar, lo
mismo que |
a otros grupos con ideales
cristia- |
nos. Los apuntes que el
dejó en los |
Oratory papers son un
pequeño |
tesoro de doctrina y de
consejos |
para «construir la
comunidad». |
Nos queremos detener en
uno de |
sus resúmenes, en el que
se refiere |
a la fe y al amor. |
Newman es realista y, como
buen |
amante de la verdad, nos
advierte |
del peligro de
precipitarnos ha- |
blando del amor y la
caridad, de- |
jando olvidado otro
elemento pre- |
vio e indispensable, cual
es la fe. |
En su época de protestante
ya tuvo |
un magnífico sermón
dedicado a la |
fe y la caridad (P. S.,
IV, 21), pero |
aquí da a estas dos
virtudes una |
especial interpretación.
Interpreta- |
ción que supone otro
principio al |
que había hecho referencia
unos |
meses antes hablando a su
comu- |
nidad: la
«gentlemanlikeness», por |
la que Newman quería
expresar |
algo más que
«caballerosidad», es |
decir, una forma de
educación y |
afinamiento del espíritu y
el com- |
portamiento, en relación
con los |
demás, que no se cumple
con la |
ceremonialidad
versallesca, ni los |
atildamientos y cumplidos,
que a |
veces esconden la
hipocresía, el |
interés y las
preocupaciones mun- |
danas. La educación
newmaniana |
es hija de la justicia,
del respeto, |
de la gratitud; es decir,
de la in- |
teligencia aplicada
lealmente a lo |
concreto; no tiene que ver
con los |
complejos y fingimientos
que su- |
giere el oportunismo o la
vanidad. |
«En sí mismo, este
refinamiento de |
la mente carece de valor
sin la san- |
tidad, pero puede ponerla
de ma- |
nifiesto al modo como lo
consigue |
el don de la elocuencia
respecto |
de la lógica de un
argumento». |
En cuanto a la fe y a la
caridad, |
Newman dice que hay
quienes |
«quieren edificar sin
cimientos, |
porque comienzan con la
caridad, |
o lo que parece caridad,
cuando |
debieran haber comenzado
con la |
fe», pues ésta es lo
primero y esen- |
cial. Se parecen a los que
edifican |
sobre arena, que acaban en
ruina. |
No importan las
apariencias, por- |
que no pasan de ser un
sueño. Por |
más que derrochen celo y
energías, |
carecen de estabilidad, no
se sostie- |
nen; comienzan, pero al
poco tiem- |
po claudican, cuando
tropiezan con |
cruces, cuando son
desaprobados; |
ceden al desaliento,
incapaces de |
seguir adelante, contra
estas con- |
trariedades. |
Para Newman, esta
"fe" es creer |
en lo que Dios quiere de
nosotros |
y, al mismo tiempo, creer
en los |
6 (106) |
demás, fiarnos y
confiarnos a aque- |
llos de quienes la
Providencia po- |
ne sus vidas junto a las
nuestras. |
Los sistemáticamente
desconfiados |
nunca podrán integrarse en
una |
comunidad, en una familia,
en un |
grupo verdadera y
sinceramente |
cristiano. Esa fe no se
suple con lo |
que queremos entender por
"cari- |
dad" u otras formas
de resistir sin |
amor. No puede edificarse
este |
amor y amistad, porque
carece de |
cimiento, de base. Es,
dice New- |
man, como si
pretendiéramos ca- |
minar sin tener suelo
donde pisar. |
Esta fe debe ser un
hábito, como |
lo es el andar, mientras
nos move- |
mos olvidados del camino,
que está |
bajo nuestros pies. «Todo
se edifica |
sobre la fe», afirma
Newman. Evi- |
dentemente se refiere a la
convi- |
vencia comunitaria en el
Oratorio: |
somos hijos de san Felipe
y nues- |
tro gran deber sabemos que
es la |
caridad, caridad de unos
con otros, |
lúcida y generosa, según
las pala- |
bras de san Pablo (1 Co.,
13). Esa |
"fe" previa y
condición para el |
amor tiene que ver con el
acuerdo |
de las mentes. Pero lo que
New- |
man dice pensando
directamente |
en los suyos vale para
toda comu- |
nidad, y es a partir de
los grupos |
más pequeños, construidos
con la |
prudencia de que sea
posible una |
base de confianza, y de
una confian- |
za que la educación
―que ha de |
ser, a la vez, respeto,
justicia, grati- |
tud y libertad―
disponga y favo- |
Síntesis. |
Por razones prácticas, se |
puede tomar del |
cristianismo una idea como |
principal, para en seguida |
agrupar en torno a ella |
todas las demás. En este |
sentido, yo podría decir
que |
tomo la Encarnación como
el |
aspecto principal del |
cristianismo, de la cual, |
como de sus raíces, se |
derivan los tres aspectos |
principales de su
doctrina: |
el sacramental, el |
jerárquico y el ascético. |
Pero no se puede admitir
un |
aspecto para excluir u |
Oscurecer otro. El |
Cristianismo, de hecho,
es, a |
la vez, dogmático, |
devocional, ético: es |
esotérico y exotérico, |
indulgente y estricto, |
luminoso y oscuro, amor y |
también reverencia y |
temor. |
John H. Newman, C. O., |
Dev., 36 |
7 (107) |
rezca. Es entonces que no
serán |
necesarias demasiadas
leyes para |
que convivir no sea
soportar a los |
demás, sino edificar
verdaderas |
fraternidades y, a partir
de ellas, |
ir cambiando ese mundo
donde los |
egoísmos, la soberbia y la
mez- |
quindad de rivalidades
conviertan |
en lucha la vida de los
hombres, |
cuando el estar juntos
debiera ser |
la gran oportunidad para
hacer |
convergentes los esfuerzos
de to- |
dos, y lograr, de este
modo, en el |
espacio de los grupos
donde es po- |
sible conocerse y amarse,
la cons- |
trucción entusiasta del
bien. |
Cuando no sea así, por más
que |
se usen los nombres de
"comuni- |
dad",
"familia", "fraternidad", etcé- |
tera, no pasará de un
juego con |
buenas palabras con las
que se es- |
conden ignorancias,
egoísmos y mi- |
serias. |
De este modo, podemos
compren- |
der por qué Newman daba
tanta |
importancia a la
educación, enten- |
dida, según él, no como
exteriori- |
zación de un rango o
clase, o modo |
de ascender a él, sino
como un en- |
noblecimiento del
espíritu, una |
ilustración de la mente y
disposi- |
ción y uso de la voluntad
para el |
bien, no solamente
compatible con |
la sencillez, sino como
manifesta- |
ción de la misma, sin
vanidades ni |
complejos, pues éstos son
los que |
principalmente suelen
impedir la |
confianza, y, si falta
ésta, es impo- |
sible el amor. |
Una buena lección para
grupos |
cristianos, para proyectos
de aso- |
ciación con mutuo
conocimiento y |
afecto, y para las
familias. De te- |
nerla en cuenta, se
evitarían mu- |
chos fracasos, muchas
desilusiones, |
muchas infidelidades, y se
prepa- |
raría, desde la humildad
de cada |
pequeña unidad, la
transformación |
y la felicidad de la
sociedad entera, |
el verdadero crecimiento
espiritual |
de los creyentes y el
acercamiento |
a lo que Dios quiere para
su Reino. |
El corazón de cada
cristiano debe representar en miniatura la Iglesia |
católica, puesto que un
espíritu único hace de la Iglesia entera y de |
cada uno de sus miembros
su templo santo. Entreguémonos de nuevo a |
Dios. Así haremos
progresar la causa de Cristo en el mundo, nos demos |
o no nos demos cuenta, lo
queramos o no, y lo quiera o no lo quiera el |
mundo. Contentémonos con
elevar el nivel de la religión en nuestros |
corazones, y se elevará el
mundo. El que se esfuerza por restablecer el |
reino de Dios en su
corazón lo hace progresar en el mundo. |
John Henry Newman, C. O., |
S. D., 10 |
8 (108) |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990): |
Noticias y
conmemoraciones. |
• Ediciones Paulinas acaba
de publicar, dentro de su colección «Testi- |
gos», el libro VIDA Y
PENSAMIENTO DEL CARDENAL NEWMAN, |
de Charles Stephen
Dessain. Hemos de felicitarnos por esta traduc- |
ción, debida al p. Aureli
Boix. Ojalá dentro de poco podamos dispo- |
ner, además, de una
antología sistemática de textos newmanianos, al |
estilo, por lo menos, de
la resumida de Erich Przywara, la de William |
S. Lilly, o la más
reciente de Ian Ker. |
• En Birmingham, el 23 de
junio, en la catedral de St Chad, tendrá lu- |
gar la más importante
conmemoración newmaniana, a nivel diocesano |
y nacional, en la que
participará el episcopado de la Iglesia en Ingla- |
terra y el País de Gales.
Después de la concelebración eucarística |
pontifical, de la mañana,
la Orquesta Sinfónica y el Coro de la ciudad |
de Birmingham ejecutarán,
por la tarde, el oratorio musical «THE |
DREAM OF GERONTIUS», poema
escrito por Newman al que puso |
música Edward Elgar. |
• En Oxford, a partir del
2 de julio y hasta final de diciembre, se exhi- |
birá una Muestra sobre
Newman, en la biblioteca Bodleian. |
. También en Oxford, en la
segunda quincena de julio, tendrá lugar un |
Curso Estivo sobre Newman,
en el Sommerville College, dirigido por |
el Dr. Ian Ker. |
• En el Oratorio de
Birmingham, el 11 de agosto, concelebración eu- |
carística por los Padres
de los dos Oratorios ingleses, Birmingham y |
Londres. Por la tarde,
tendrá lugar un acto eucarístico junto a la tum- |
ba de Newman, en Rednal,
cerca de Birmingham, con asistencia de |
numerosas representaciones
oratorianas y de estudiosos y amigos de |
Newman, procedentes de
Europa, América y Asia. |
• La Asociación de Amigos
de Newman, de Estados Unidos, ha organi- |
zado una Peregrinación a
los lugares de Newman, de Inglaterra e Ir- |
landa, coincidiendo con
los actos del 11 de agosto en Rednal, y los de |
la Universidad de Dublín,
en los que se incluye la visita al Maynooth |
College. |
• De modo parecido, la
Asociación Japonesa de Amigos de Newman, ba- |
jo la dirección del
profesor Peter Milward, de la Sophia University, |
de Tokyo, ha organizado
otra peregrinación con los mismos fines. |
• En Sydoey, Australia,
también en la fecha de 11 de agosto, se conme- |
morará el centenario de
Newman, con una Eucaristía solemne, como |
culminación de unas
jornadas de seminario sobre la vida, el pensa- |
miento y la obra del
Cardenal. |
• En Francia, del 2 al 4
de junio, en el «Centre Culturel des Fonteines», |
en Chantilly, cerca de
París, la Asociación Francesa de Amigos de |
Newman desarrollará su
Tercer Coloquio Internacional, con el tema, |
esta vez, de «Newman y la
Historia». |
• En la Universidad de
Bolonia, Italia, y bajo la dirección del profesor |
Gianfranco Morra, tendrá
lugar, en el mes de septiembre, un Congre- |
so sobre Newman. |
• Relacionado con el
centenario newmaniano, el 15 de septiembre, los |
católicos del Norte de
Inglaterra se reunirán en el Santuario del Beato |
Domenico Barberi, en
Sutton, St Helens, Lancs. Presidirá el encuentro |
el arzobispo de Liverpool,
Derek Worlock. Como se sabe, Domenico |
Barbieri recibió a Newman
en la Iglesia católica. |
9 (109) |
Dios llama muchas veces |
A LO largo de toda la vi- |
da, Cristo nos está lla- |
mando sin cesar. Lo |
hizo al principio, al |
recibir nuestro Bautismo;
y sigue |
llamándonos luego, sin que
lo |
merezcamos, tanto si
obedece- |
mos como si rechazamos su
voz. |
De gracia en gracia, nos
llama |
ofreciéndonos la santidad,
mien- |
tras nos es dada la vida.
Como |
Abraham fue llamado a
abando- |
nar su hogar, Pedro a
dejar sus |
redes, Mateo su oficio,
Elías su |
campo, Natanael la
comodidad |
de su retiro; todos
estamos pen- |
dientes de su llamamiento,
ince- |
santemente, de una cosa a
otra, |
sin reposo, en orden a
elevarnos |
hacia nuestra meta eterna,
y obe- |
deciendo un mandato suyo
para |
dar paso a otro. Nos llama
una |
y otra vez, para
justificarnos, y |
una y otra vez, siempre
con ma- |
yor intensidad, para
santificar- |
nos y disponernos a
participar |
en su gloria. |
Sería maravilloso si
nosotros |
comprendiéramos todo esto,
pe- |
ro somos lentos para
entender |
esta gran verdad, que
viene a |
ser como si Cristo
caminara jun- |
to a nosotros y, con su
mano, su |
mirada, su voz, nos
forzara a su |
seguimiento. No
comprendemos |
que su llamamiento es algo
que |
sucede ahora. Pensamos que
se |
refiere al tiempo de los
Apósto- |
les; no creemos en él,
imagina- |
mos que no nos concierne.
Nos |
faltan ojos para ver al
Señor, y |
estamos lejos de ser como
el |
apóstol amado, Juan, que
reco- |
noció a Cristo, a pesar de
que |
los demás discípulos no se
da- |
ban cuenta de él. |
Cuanto nos sucede en orden |
providencial responde en
todo |
a la esencia de lo que era
su voz |
para aquellos a quienes se
diri- |
gió cuando estaba en la
tierra, |
sea que nos mande por
medio |
de una presencia visible,
o por |
una voz, o por medio de
nuestra |
10 (110) |
conciencia ―ello no
importa―, |
de modo que nosotros
perciba- |
mos que es su voluntad. Y
si es |
su voluntad, puede ser
obedeci- |
da o no; puede ser
aceptada, co- |
mo la obedeció Samuel o
san |
Pablo, o puede ser
rechazada, |
como lo hizo aquel joven
rico |
que tenía grandes
posesiones. |
Solamente una es la verdad
y |
la perfecta verdad; nadie
sabe |
cuál es, salvo quienes la
poseen, |
si la han alcanzado. Pero
Dios si |
la conoce, y nos conduce
hacia |
esta sola y única verdad.
Condu- |
ce a los redimidos,
impulsa a los |
elegidos, a cada uno y a
todos, |
guiándolos hacia el único
y per- |
fecto conocimiento y
obedien- |
cia de Cristo, aunque no
sin su |
cooperación, mediante
incita- |
ciones a las que es
preciso obe- |
decer, pues, de lo
contrario, se |
malogran y se rezagan en
su ca- |
mino hacia el cielo. |
De hecho, nada es más
cierto |
que algunos hombres se
sienten |
llamados a asumir grandes
debe- |
res y obras importantes,
mien- |
tras que a otros no se les
exigen. |
No sabemos por qué; quizá
por- |
que los que no fueron
llamados |
traicionan la llamada por
haber |
sucumbido en pruebas
anterio- |
res; quizá porque, una vez
lla- |
mados, no obedecieron;
quizá |
porque Dios, a pesar de
conce- |
der la gracia bautismal a
todos, |
llama sólo a algunos
libremen- |
te, a cosas más altas que
a otros. |
Lo cierto es que sucede
así: hay |
quien descubre señales que
no |
ven otros, o tiene una fe
más |
grande, o más ardiente
amor, o |
una inteligencia
espiritual más |
profunda. Pero a nadie le
es lí- |
cito tomar como ideal de
su pro- |
pia santidad el ideal
inferior de |
otro. No debemos mirar a
los de- |
más. Debemos mirar a Dios,
si |
nos llama a renunciar del
todo |
al mundo, si nos pide
ofrecerle |
lo que en el mundo
pudiéramos |
esperar o temer; ello
sería para |
nosotros una ganancia, una
se- |
ñal de su amor por
nosotros, al- |
go de lo que debiéramos
ale- |
grarnos. |
John Henry Newman, |
P. S., VIII, 2. |
11 (111) |
NEWMAN: |
LA VOCACIÓN |
ORATORIANA |
DE NEWMAN |
SOMOS llamados a la vida,
a la gracia y a |
ser miembros de la Iglesia
y, enseguida, lla- |
mados a un estado o
modulación concreta |
de nuestra existencia,
querida por Dios, a la que el |
vincula, de manera
ordinaria y normal, todos los |
dones sobrenaturales que
constituyen el marco en |
el que se desarrolla
nuestra santificación y nuestro |
destino eterno personal.
Eso que llamamos la pro- |
pia vocación, un camino
hacia Dios en la geografía |
espiritual de la Iglesia,
que resuena como un lla- |
mamiento divino al que es
preciso responder con |
agradecida perseverancia.
Cuando Newman se hizo |
católico no pensó, en un
primer momento, en na- |
da más que pertenecer a la
Iglesia, sin pretender |
llegar al sacerdocio (1).
Pero en breve espacio de |
(1) «For a while my
reception (into the RCC), I proposed to betake myself to some se- |
cular calling». L. D.,
XXXI, 20. |
En sendas cartas a H.
Wilberforce y T. Mozley, de 30. 8. 1839, en previsión de |
que debería dejar Oxford,
su «imagination has for some time roved after being a |
sort of brother of charity
in London». Definitivamente, fue Wiseman que le empu- |
jó al sacerdocio católico,
despejando dudas, y sugiriendo que él con sus compañe- |
ros se agruparan en la
forma de vida oratoriana. |
12 (112) |
tiempo, no sólo fue
conducido a la ordenación sa- |
grada, sino que la
providencia, claramente, lo llevó |
hasta el Oratorio. |
Descubrimiento |
del Oratorio |
Una sugerencia y un
llamamien- |
to acogidos con humildad y
profunda ilusión, su- |
mergiendo su espíritu y su
inteligencia en el estudio |
de san Felipe Neri, que le
enamoró y llegó a com- |
prender lúcidamente, a
pesar de la distancia del |
tiempo, de las diferencias
culturales y de los distin- |
tos temperamentos. El
Oratorio, para él, no fue una |
solución, como visto desde
fuera pudiera parecer, |
sino una verdadera
vocación, que abrazó con fide- |
lidad nunca quebrada. Toda
la etapa católica de |
Newman ha de entenderse
desde el Oratorio. Sal- |
vada la fe y la gracia, él
habría preferido el Orato- |
rio a todas sus obras,
proyectos o posibles recom- |
pensas y reconocimientos,
aun de la Iglesia, a la que |
precisamente el Oratorio
le ayudó a servir mejor. |
La vanidad institucional
podría sugerirnos, a los |
oratorianos, exhibir a
Newman para nuestra propia |
satisfacción, si no fuera
que la misma característica |
de la obra de san Felipe
no se presta a alardear de |
grandezas. El Oratorio, a
lo largo de cuatro siglos |
de historia, ha tenido
ocasión de prestar muchos |
servicios a la Iglesia,
pero ha sido siempre desde la |
dimensión, queridamente
modesta, que san Felipe |
quiso para sí y para la
estructura que perpetuaría |
luego su apostolado. Y fue
esa peculiaridad que |
se avino a lo que Dios
quería de Newman, a partir |
de su conversión, con los
amigos que le acompaña- |
ron inmediatamente, en la
fundación del Oratorio |
en Inglaterra. |
Precedentes |
oratorianos |
En la vocación oratoriana
de Newman, se daba |
el precedente de dos
experiencias que guardaban |
cierta afinidad con el
Oratorio: la vida universitaria |
según los principios de
los common-rooms (2) y el |
retiro que precedió a la
formal conversión al cato- |
(2) Cf. ORATORY PAPERS,
n" 5. |
... |
13 (113) |
licismo, Littlemore. Una
vez más, Newman eligió la |
santidad, cuyo camino
creyó descubrir en la forma |
de vida que le ofrecía san
Felipe, como afirma Mu- |
rray (3). |
Después de la conversión,
la vida aparecía com- |
pletamente nueva; si bien
permanecía el espíritu y |
la mentalidad
universitaria, con lo que implica de |
sensibilidad para la
cultura y de talante humanís- |
tico, propio de los
universitarios ingleses, y singu- |
larmente de Oxford, donde
se vivía y convivía en el |
respeto a las personas y a
la buena educación, libre |
de afectaciones, producía
un trato y una relación |
bien ordenada, sin
necesidad de coerciones ni vio- |
lencias disciplinarias. De
todos modos, nos equivo- |
caríamos si
interpretáramos esto como si Newman |
alimentara la pretensión
de establecerse en una po- |
sición elitista, orgullosa
de sí misma y desprecia- |
dora de la sencillez.
Precisamente iba a ocurrir lo |
contrario, pues los que
luego le criticarían acusán- |
dole de poco celo, lo
harían desde posiciones emi- |
nentes o próximas a ellas,
pero cultivando la su- |
perficialidad de las
formas vulgares y sentimentales |
de la piedad fácil y
halagadora, buscadoras de con- |
versiones sonadas que les
dieran prestigio. Newman |
decía que «le daba miedo
que personas cultas se |
convirtieran
precipitadamente, sin percatarse del |
precio de su decisión» |
(4). Sus miras no
iban hacia |
la obtención de éxitos
halagüeños inmediatos, sino |
que le interesaba, «en
primer lugar, el nivel de los |
católicos, mediante la
educación, entendida en el |
más amplio sentido de la
palabra, y, en segundo |
lugar, proporcionando una
base mental para argu- |
mentar lo que se cree»
(5). |
(3) «Newman's own personal
preference for the primitive Christianity... Was thoroug- |
hly "Philippine"
in character». NEWMAN THE ORATORIAN, by Placid Murray, |
PP. 108-109. |
(4) A.W. (ed. D. D. B.,
1955), p. 394. |
(5) Id., p. 398. |
14 (114) |
Littlemore |
Por otra parte, mientras
se preparaba a la con- |
versión en el largo retiro
de Littlemore, pudo ensa- |
yar una suerte de vida
comunitaria parecida a la |
oratoriana, con holgada
ocasión para reflexionar |
sobre el Oratorio mismo,
pues sabemos que en Litt- |
lemore Newman pudo hacerse
con un ejemplar de |
las Constituciones del
Oratorio, en versión inglesa, |
impreso en 1697, anterior
a cualquier proyecto. Y |
allí mismo se le despertó
hacia san Felipe «una es- |
pecial reverencia y
admiración» (6). Pensando en |
ello, poco después, diría
en carta a su hermana Je- |
mina —que no era
católica—: «Este gran santo |
(Felipe) me recuerda en
muchos aspectos a Keble |
―que tampoco
llegaría a hacerse católico, de tal |
modo que puedo imaginar
con facilidad lo que ha- |
bría llegado a ser Keble,
si la voluntad de Dios lo |
hubiese destinado a nacer
en otra época y en otro |
tiempo: eran iguales;
poseían una aversión total a |
la hipocresía, facilidad
para la alegría, un modo |
de ser original y un amor
ternísimo hacia los de- |
más, junto con la
serenidad y austeridad de espíri- |
tu» (7). |
El primer |
cristianismo |
Por el estudio de los
primeros siglos del cristia- |
nismo, Newman tenía las
más antiguas formas de |
vida comunitaria
evangélica, y su proyección a par- |
tir de san Benito y san
Agustín, pero se preguntaba |
si «los votos (religiosos)
no significarían, acaso, una |
falta de confianza en
Dios» (8). Lo cual puede inter- |
pretarse como un residuo
de prejuicios protestantes, |
pero tiene un valor
psicológico latente, que le dis- |
(6) En la dedicatoria a
Wiseman, del primer libro que publica, como católico, DIS- |
COURSES TO MIXTED
CONGREGATIONS, se refiere a su devoción a san Felipe |
even when I was a
protestant, pp. V-VI. |
(7) L. D., XII, 25. |
(8) «I have thought vows
(e. g. of celibacy) are evidences of want to faith (trust), ―why |
should we look to the
morrow? ―It will be given us to do what is our duty as the |
day comes to bind duty by
forestalment is to lay up manna for seven days ―It |
will corrupt us―. In
a very different way, still quite a parable as exhibiting a want |
of faith (trust) vid
Origen's conduct instead of a vow». L. D., II, 187. |
15 (115) |
ponía ponía a la simpatía
por el Oratorio, en el cual san |
Felipe excluyó toda clase
de votos o promesas, si |
bien exigía que sus hijos
«imitaran a los religiosos |
en la perfección», porque,
concluía Newman, «no |
puede haber perfección sin
la observancia de los |
consejos evangélicos» (9). |
Consejos |
evangélicos |
y caridad |
Todavía puntualizaría |
algo más, cerrando
cualquier resquicio a la disipa- |
ción o a la ambigüedad,
que pretendiera justificarse |
por la ausencia de los
votos: en el Oratorio, la fuer- |
za para la observancia de
los consejos no está en |
la coerción que pueden
imponer los votos, sino que |
«está en la conformidad
con la voluntad de la Con- |
gregación, en sumisión
amorosa a su querer y a su |
espíritu» (10). |
El espíritu |
de san Felipe |
Apoyado en san Felipe y en
mejor |
tradición oratoriana,
Newman creía que el Orato- |
rio «era, en substancia,
aunque no en la forma, una |
religión» (11). Una
comunidad de personas libres, |
pero no independientes:
quienes no lo entendieran |
así carecerían del primer
elemento indispensable |
para pertenecer a la
comunidad de san Felipe (12). |
En ella, la caridad suple
y debe superar la fuerza |
de los votos; si bien, en
la práctica, la caridad sería |
imposible si no fuese
precedida e informada por un |
acuerdo mental previo
entre los llamados a formar |
la misma familia
espiritual. Y esta visión o acuerdo |
desde las mentes se
mantenía y manifestaba por la |
educación, palabra ésta
que repite incesantemente |
para referirse a la
vocación específicamente orato- |
riana. En una comunidad
estable es posible el amor, |
(9) ORATORY PAPERS, nº 25. |
(10) «Perfection consists
in the exact, ready; pleasant performance of the precepte of |
the New Law... I shall
consider then obedience to the Community as our special |
means of perfection». OR.
P., note to Paper nº 24, p. 299. |
(11) Apoyándose en el P.
Marciano, considera a los oratorianos no como (tropas) re- |
gulares, sino
"voluntarios", «therefore Oratorians are substantially, though not
in |
form, a religion». OR. P.,
Final draft, párrafo 1. |
(12) «To say "I will
not interfere with you and you shall not interfere with me", is the |
ruin of the Congregation
― and a person who so speaks has not in him the first ele- |
ment of an Oratorian».
Id., párrafo 2. |
16 (116) |
la caridad concreta, si se
entra en ella después de |
haber adquirido «la
educación de un caballero», |
entendida no como
categoría o rango social, sino |
como un afinamiento mental
y moral que él llama- |
ba «gentlemanlikeness».
Pensaba en el estilo de |
vida común de un Colegio
de Oxford, donde cada |
miembro tenía sus libros y
el reducido número de |
cosas propias, que hacían
confortable no ya su ce- |
lda , sino su nido
permanente (13). |
Pero advirtamos que este
precedente universita- |
rio no fue obstáculo para
que el primer Oratorio |
que Newman fundó en
Inglaterra se asentara en un |
barrio suburbial de
Birmingham, y, cuando poco |
después se fundó el de
Londres, en Brompton, no |
hizo nada por abandonar su
querido nido original |
de Birmingham, en
Edgbaston, y cedió Londres a |
Faber. |
Amor al Oratorio |
Amaba a san Felipe Neri, y
de él aprendió la |
oración sencilla y tierna,
sin técnicas ni cansancios. |
Como él, desconfiaba de
cualquier falsa espiritua- |
lidad que no partiera del
desprendimiento interior. |
Anglicano todavía, desde
muy joven, había pospues- |
to ambiciones y triunfos
mundanos, y ascensos y |
recompensas eclesiales, a
la santidad. El deseo de |
ser fiel a Dios y la
petición del desprendimiento fren- |
te a cualquier vanidad
era, como él llegó a decir, |
«la oración de toda su
vida». De hecho, escribía |
cuando frisaba ya los
sesenta años: «Señor, déjame |
seguir viviendo y déjame
morir como he vivido |
hasta ahora. Mucho antes
de conocer a san Felipe, |
ya deseaba yo que se
olvidaran de mí. Déjame |
aprender cada día de tu
gracia a ser despreciado y |
no preocuparme porque me
desprecien. Sin embar- |
go, hay un par de cosas
que me atormentan. Señor, |
(13) «An Oratorían has his
own room, and his own forniture... They do not forn a cell, |
but a nest... The
Congregation is to be the home of the Oratorians, familiar fa- |
ces... OR. P., nº 5. |
17 (107) |
ayúdame, y tú, san
Felipe». Y sigue esta conmove- |
dora confesión de amor al
Oratorio, hijo de sus do- |
lores, igual que de su
amor a la Iglesia, y a la luz |
interior tan
trabajosamente alcanzada y fielmente |
guardada: «Señor, no
permitas que el desprecio |
que muchos sienten por mí
perjudique a mi Orato- |
rio; esto me inquieta,
Señor, aunque debo ponerlo |
lo pongo con sencillez en
tus manos. Y también… |
muéstrame lo que tengo que
hacer para ser más |
útil en provecho de tu
gloria, durante el tiempo que |
me queda de vida... Siento
como si hubiese desper- |
diciado mis años de
católico» (14). |
Como en un Magníficat,
agradecía a Dios «que |
le hubiese dado por padre
y maestro a san Felipe, al |
que se había entregado, y
que había hecho cosas |
grandes en él» (15). Con
la invocación de su recuer- |
do cerraba su obra más
famosa, la Apologia pro |
vita sua. También, al
exponer su The Idea of a |
University, concluye sus
conferencias con una lar- |
ga descripción del
espíritu y obra de san Felipe, y |
dice: «Si yo he de hacer
algo, lo haré siguiendo sus |
huellas y ningunas más». |
(14) A. W., p. 378. |
(15) M. D., p. 245. |
LAUS |
se reparte gratuitamente a
todos los |
amigos del Oratorio que lo
solicitan. |
No se publica durante los
meses de |
julio, agosto y
septiembre. |
Reaparecerá en octubre. |
91 ha cambiado de
domicilio, |
comuníquelo a |
LAUS - Apartado 182 -
02080 Albacete. |
18 (118) |
(pasa a la página 19) |
En esta página había
partee de la página 9 (en la integración se ha puesto todo en la pág. 9. |
(viene de la página 9) |
19 (119) |
Ideal de santidad. |
NEWMAN no iba en busca de
su éxito en el mundo, ni de- |
jaba que las
incomprensiones que a menudo acompaña- |
ron sus esfuerzos en busca
de la verdadera santidad le |
desviaran de lo que fue
siempre su objetivo consciente. Si obtu- |
vo gran influencia y
autoridad a lo largo de su vida, no fue |
porque ocupara cargo
alguno, sino merced a la personalidad |
humana y espiritual que
proyectaba. |
El drama interior que
marcó su larga vida giró alrededor de |
la cuestión de la santidad
y unión con Cristo. Su deseo más |
ardiente era conocer y
cumplir la voluntad de Dios. Este ideal |
lo sostuvo en los momentos
difíciles, en los que con tanto dolor |
dejaba su amada y familiar
Iglesia de Inglaterra para ingre- |
sar en la Iglesia
católica. Su fidelidad, motivada por el cami- |
no a través del cual la
divina Providencia lo había conducido, |
convirtió esta experiencia
en una fuente de aliento y de inspi- |
ración para muchos que
estaban buscando el «puerto después |
de haber atravesado un mar
tempestuoso». |
Juan Pablo II, |
(27.4. 1990) |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, I -
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20 (120) |
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