Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 269. OCTUBRE. Año
1990 |
SUMARIO |
CUANDO se adormece la fe,
falta la respiración |
del alma. La fe se
adormece cuando, en vez |
de mirar hacia Dios y,
desde él y con él, mirar |
el mundo y admirarnos de
las obras divinas, |
nos contemplamos y
complacemos en nosotros mis- |
mos. Yo y no Dios. Yo como
Dios. O Dios solamen- |
te como estética. Cercados
por él, viniendo y regre- |
sando a él, la fe se hace
luz del alma y aliento de |
alabanza agradecida, por
todo lo que nos da, por |
todo lo que contemplamos
como reverberación de |
su Presencia, y por todo
lo que esperamos. Inmenso, |
bueno, eterno. |
EL PODER DE LA ORACIÓN |
DIOS |
SAN ATANASIO, NEWMAN Y
NOSOTROS |
HOMBRE DE ORACIÓN |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990) |
REZAR CON NEWMAN |
1 (121) |
EL PODER DE LA ORACIÓN |
No hay en la tierra un
alma tan mezquina |
que no pueda obtener, |
con la oración de fe, |
la gracia prometida |
que alivie sus
esclavitudes |
y le anticipe algún
consuelo |
en prenda de la gran
liberación |
que va creciendo, |
de don en don, hasta
alcanzar, al fin, |
el premio eterno. |
Podrán salvarse todos. |
No obstante, hay almas |
cuyas plegarias suben
hasta el cielo |
y aspiran a un poder mayor |
que se derrame luego en
gracias |
de bendición sobre este
mundo. |
Lo cual no se consigue en
un instante, |
sino después de ayunos,
privaciones |
y pruebas soportadas
santamente; |
con la pureza, buenas
obras |
los trabajos y fatigas del
amor, |
perseverando en la Verdad |
y el celo santo |
por Quien contempla todo
desde lo alto. |
John H. Newman |
(24. 6. 1833) |
2 (122) |
Dios |
SOBRE Dios existe un texto
de Newman, admirable por su nitidez, sobrecogedor |
por su grandeza. Reconocer
la justeza de su pensamiento no libra al alma de |
un profundo escalofrío.
Acostumbrados como estamos a darle vueltas a Dios, |
a jugar con la Iglesia, a
mecernos en complacencias de supuestas bondades que |
rozan el fariseísmo, o,
por el contrario, a fatigarnos en la porfía por evitar "el infierno |
tan temido", cuando
no como defendiéndonos" del mismo Dios, demasiado justiciero, |
nos choca tropezar de
frente con la gran verdad de la fe que nos sitúa cara a cara |
frente a Dios, en el
supuesto de que honradamente no queramos rebajar su grandeza |
basta manejarlo, reducido
a ídolo, o a concepto lejano, para las filosofías o, a lo sumo, |
para inspirar o sancionar
sistemas morales que adecenten la vida humana hasta un |
poco más allá de lo que
consiga obtener el derecho de los hombres. |
Newman escribía en 1864,
en su Apología: «Ahora sé perfectamente que la Iglesia |
Católica no consiente que
ninguna imagen, de cualquier clase, material o inmaterial, |
ni símbolo dogmático
alguno, ni ningún rito, ni sacramento, ni Santo, ni siquiera la |
bendita Virgen misma,
intervengan entre el alma y su Creador. En todo cuanto se |
refiere al hombre y Dios
se da un cara a cara, "solus cum solo". Porque solamente él |
crea, él solo redime; ante
sus ojos, que nos juzgan, morimos, y en la visión de él solo |
consiste nuestra eterna
felicidad». |
Newman no desprecia ningún
signo ni mediación, pero establece justamente que |
nada, aun santo, puede ser
sucedáneo del único Dios, en cuya presencia existimos, |
nos movemos y somos.
Presencia de Dios en el alma del creyente, presencia luminosa |
y envolvente, más que la
luz en la superficie de los cuerpos y en la claridad de los |
cielos; Dios, ser personal
que es imposible evitar y que nos ama, que nos ha dado el |
ser para que sea un poco,
como dice san Ireneo, "su gloria" mientras nos hace felices. |
Un encuentro que ya se
anticipa de esta vida, pero que se hace definitivo en la eter- |
nidad, y por eso hemos de
prepararnos a ella. Presencia de Dios en el mundo, sin que |
su reino sea de este
mundo, presencia en la Iglesia, sin que ella sea Dios mismo; pre- |
3 (123) |
sencia en sus santos, sin
que puedan substituirlo: presencia en las acciones sagradas, |
en los sacramentos, sin
que substituyan lo más grande que de nosotros espera, el amor |
agradecido y la entrega
total Amor de hijos en el que no puede agotarse la admira- |
ción de ser elevados a él,
inmenso, eterno, infinito, en bondad, fuerza, sabiduría y be- |
lleza. Dios, ser personal,
sin que puedan eclipsarlo ni figuras, ni razonamientos, ni |
símbolos, ni personas Dios
personal que habla a la conciencia y que ésta debe res- |
ponderle, no desde la
tangencialidad de una existencia que intenta eludirle o rele- |
garle, sino centrando la
vida entera en él, yendo derechos a él. |
A este Dios hay que
tratarle, porque nos espera ya, y sería una gran vergüenza, |
y la raíz de la mayor
infelicidad, llegar a él sin conocerle y sin haberle amado, luego |
de haber desperdiciado la
vida, tan corta, frente a la eternidad, tan larga. |
Plan de vida. |
COMENZAR el curso, una vez
terminadas las fiestas o vacaciones |
propias o de los que
tenemos cerca, en la convivencia familiar o el |
trato profesional, nos
lleva a la vuelta a un orden a cuyo ritmo se |
somete nuestra actividad y
costumbres ordinarias. |
Para el cristiano, esta
"vuelta al orden" no puede prescindir de |
Dios. Tampoco basta con
una referencia teórica, o mantener, a lo |
sumo, una implícita
referencia cultural, o ampararse en la moral de |
los mínimos. Es preciso
concienciarnos de nuestra condición de hijos |
de Dios dar a la vida el
sentido concreto que responda a la re- |
verencia y al amor
constantes a él, en hermandad con los que pue- |
den acompañarnos
conviviendo con nosotros en la alabanza, en la |
oración, en la
participación de las celebraciones del culto. Newman |
dice expresamente que
desconfía de los hombres que «adoptan toda |
clase de maneras extrañas
de dar gloria a Dios» o se aficionan a no- |
vedades o invenciones
apostólicas, cuando les bastaría y sería mejor |
seguir el camino de la
Iglesia, perseverando en la oración, santifican- |
do debidamente domingos y
fiestas en unión con los hermanos en la |
fe, incluso, si fuese
posible, cada día (P. S., I, 154). Y aún añade, en |
orden a dar testimonio a
los demás, que el primer deber del cristiano |
es convertirse y creer,
para impregnar de fe la vida. Lo demás es una |
consecuencia. |
4 (124) |
San Atanasio, |
Newman |
y nosotros |
EL PASADO 2 de mayo, día
en que la Iglesia hace memoria de san Ata- |
nasio de Alejandría, tuvo
lugar en la Capilla de la Sapiencia de la Uni- |
versidad de Valencia la
celebración del oficio de Vísperas, promovida |
por el «Newman Centre» de
aquella ciudad. Se trataba de poner de mani- |
fiesto el lugar central
que ocuparon los Padres de la Iglesia, y especialmente |
san Atanasio, en la vida
de Newman, así como el valor perenne que siguen |
teniendo para los
cristianos de todos los tiempos. Pero en primer lugar se |
trataba de celebrar una
liturgia de intercesión y de alabanza, como reflejan |
estas bellas palabras del
propio Atanasio: «Dios nos concede la alegría de la |
salvación que nos hace más
amigos cuando nos une espiritualmente a todos… |
cuando nos concede rezar
en comunidad y dar gracias juntos» (Cartas pas- |
cuales, 5, 2).
Transcribimos a continuación el texto de la homilía que en el |
transcurso de dicha
celebración fue predicada por un Padre del Oratorio. |
Nos hemos congregado, en
co- |
munión con toda la
Iglesia, para |
conmemorar a uno de los
santos |
más queridos por John
Henry New- |
man: Atanasio de
Alejandría. Qui- |
zá os preguntaréis el
porqué de este |
aprecio de Newman por san
Atana- |
sio, y también, sobre
todo, qué nos |
puede decir a nosotros,
europeos |
de 1990, un obispo egipcio
del siglo |
IV. San Atanasio es un
doctor y un |
Padre de la Iglesia, y
precisamente |
aquel que influyó de
manera más |
decisiva en la definición
dogmática |
de la divinidad de Cristo,
defini- |
ción que fue proclamada
por el I |
Concilio Ecuménico,
celebrado en |
la ciudad de Nicea el año
325. An- |
tes y después del
concilio, Atana- |
sio se enfrentó con
firmeza a las |
opiniones del presbítero
Arrio y de |
sus seguidores: según
ellos, Cristo |
no podía ser llamado, con
propie- |
dad, Dios, porque eso
hubiera su- |
puesto atribuir al
Absoluto, impa- |
sible y perfecto por
definición, los |
padecimientos y las
limitaciones |
de Cristo que nos
describen los |
Evangelios. |
5 (125) |
Llegados a este punto, muy
bien |
puede asaltarnos una
inquietud: in- |
troducirnos en estas
disputas entre |
teólogos, en lo que desde
entonces |
ha dado en llamarse
"discusiones |
bizantinas", ¿no será
alejarnos de la |
simplicidad del Evangelio
de Jesús, |
tan claro y tan concreto?
Escuche- |
mos, sin embargo, las
palabras de |
un hombre de acción,
Emmanuel |
Mounier, iniciador del
movimiento |
personalista
contemporáneo: «Dos |
siglos de controversias
teológicas |
para asegurar la
Encarnación de |
Cristo en su plenitud
hicieron de |
las civilizaciones
cristianas las úni- |
cas activas y creadoras».
En Occi- |
dente, muy pocos han
entendido |
el sentido práctico,
personalizador, |
que poseen las verdades
proclama- |
das por la Iglesia para
ser creídas |
por los fieles y que
llamamos dog- |
mas. Entre nosotros,
excepto para |
algunos espíritus más
penetrantes, |
los dogmas son
considerados meras |
fórmulas obligatorias,
pero abstrac- |
tas, objeto de
especulación teológi- |
ca, pero sin significado
existencial, |
sin conexión con la vida.
Newman, |
por providencia de Dios,
fue una |
de estas excepciones, y
por eso |
comprendió, más todavía,
amó, la |
Tradición de los primeros
siglos, |
que tuvo como primeros
testigos a |
los Padres de la Iglesia,
y muy par- |
ticularmente a san
Atanasio. Ya |
hace unas décadas, el P.
Charles S. |
Dessain, del Oratorio de
Birming- |
ham, eminente newmanista,
carac- |
terizó a Newman como el
primer |
introductor de la
tradición patrísti- |
ca oriental en el
Occidente moder- |
no. Y más recientemente,
un teó- |
logo ortodoxo griego,
George Dra- |
gas, ha podido decir que
Newman |
no sólo representa un
punto de |
encuentro para las
Iglesias separa- |
das de Occidente, sino
que, como |
"apóstol
ecuménico" enviado por la |
Iglesia de los Padres,
puede aportar |
una contribución
importante a la |
reconciliación entre el
Oriente y el |
Occidente cristianos, e
incluso a |
la misma renovación
neopatrística |
actual de las Iglesias
Ortodoxas. |
En el siglo IV, los
planteamien- |
tos de los arrianos
difícilmente |
podían ser impugnados en
nombre |
de algún argumento de
autoridad, |
porque las decisiones de
la Iglesia |
en materia doctrinal eran
entonces |
todavía escasas y su
ámbito no pa- |
saba de ser local o
regional. El pun- |
to de partida de Atanasio
fue otro: |
se trataba de preservar la
expe- |
riencia de salvación
vivida por la |
Así como la oración es la
voz del hombre que se dirige a Dios, |
la Revelación es la voz de
Dios dirigida al hombre. |
John H. Newman, |
G. A., 404 |
6 (126) |
comunidad cristiana («la
experien- |
cia —llegará a decir en su
Tratado |
sobre la Encarnación del
Verbo― |
es la prueba de la
verdad»). Y era |
es la experiencia
salvífica ―el cen- |
tro y el todo de su propia
vida― |
la que él veía amenazada
por el |
arrianismo. Desde el siglo
II, a par- |
tir de san Ireneo de Lyon,
los teó- |
logos cristianos venían
repitiendo |
un dicho tradicional:
«Dios se ha |
hecho hombre para que el
hombre |
se haga Dios» (es decir:
Dios se ha |
hecho hombre para que el
hombre |
se salve al participar de
la vida |
divina). Lo que hará
Atanasio es |
defender la Tradición, la
experien- |
cia viva de la Iglesia,
frente al pe- |
ligro de racionalización
que repre- |
sentaba el arrianismo;
empleará, |
ciertamente, el
instrumental filosó- |
fico griego, pero como
medio de |
expresión, siempre
limitado, al |
servicio de la Revelación
de un |
Misterio: al servicio de
la Buena |
Noticia que, precisamente
por ser |
salvadora, supera los
horizontes |
simplemente humanos. |
«El hombre no sería
divinizado |
―argumenta
Atanasio― si el que |
se ha encarnado no fuera
Dios». |
Fijémonos en la finalidad
práctica, |
y no especulativa, de la
doctrina |
de los Padres: el Misterio
de Dios |
no es contemplado en sí
mismo, |
sino en tanto que es
salvador |
para los hombres. Para
Atanasio, |
hay que proclamar la
divinidad |
del Hijo, con la máxima
claridad |
y contundencia, porque
sólo así |
queda garantizada nuestra
divini- |
zación (o, si lo preferís,
nuestra sal- |
vación). Así lo hará el
Concilio de |
Nicea con el símbolo o
credo que, |
un poco ampliado por el II
Concilio |
Ecuménico (Constantinopla,
381), |
es el que se recita
tradicionalmen- |
te en la Eucaristía
dominical. El |
credo de Nicea ―y lo
mismo suce- |
de con las demás
formulaciones |
dogmáticas― es una
expresión |
parcial de nuestra fe,
porque res- |
ponde a las dificultades
peculiares |
del siglo IV, pero también
posee |
un valor perenne, porque
protege |
a los fieles de una u otra
tentación |
permanente del espíritu
humano |
(Olivier Clément), en este
caso la |
de racionalizar el
Misterio de Cris- |
to. |
San Atanasio, como Nicea,
no lo |
dijo todo sobre Cristo.
Más toda- |
vía: no todas sus ideas ni
argumen- |
tos, enmarcados en una
teología |
poco desarrollada,
resultan satis- |
factorios. Sin embargo,
Atanasio, |
dice Newman, «ha imprimido
so- |
bre la Iglesia una imagen
que, por |
la misericordia de Dios,
no será bo- |
rrada hasta el fin de los
tiempos» |
(Sermones universitarios,
5, 35). Es- |
ta imagen o herencia
perpetua es |
la "traducción"
del anuncio de |
Cristo, su trasvase a los
moldes de |
la cultura filosófica
griega. Atana- |
sio "vuelve a
decir" el Evangelio |
para que resulte
significativo, para |
que sea realmente Buena
Noticia, |
7 (127) |
Palabra viva y eficaz de
salvación, |
para sus contemporáneos. |
Cristo, para Atanasio, es
el deifi- |
cador de los hombres, el
que les |
comunica de una manera
plena, |
total, la vida divina; es
el que res- |
taura en el hombre la
imagen de |
Dios, desfigurada por el
pecado, y |
lo salva así de la
corrupción y de |
la muerte, a las que está
destinado |
por naturaleza. Esta, y no
otra, es |
la Buena Noticia. Ser
cristiano con- |
siste en comenzar a vivir,
por me- |
dio de Jesucristo muerto y
resuci- |
tado, no ya una existencia
mera- |
mente natural, que acaba
en la |
muerte y está toda ella
bloqueada |
por el miedo a la muerte,
sino una |
existencia personal a
imagen de |
Dios, «según la manera de
ser de |
Dios», que es comunión y
amor sin |
límites en su vida
trinitaria, entre |
las Personas divinas. |
Y por ello la Iglesia, el
Cuerpo de |
Cristo resucitado en la
historia, es |
el único espacio donde se
hace po- |
sible la realización
personal plena |
(o, como diría Atanasio,
la divini- |
zación). Las palabras de
la Escritu- |
ra no dejan lugar a dudas:
«Si nos |
amamos unos a otros, Dios
perma- |
nece en nosotros, y dentro
de nos- |
otros su amor es tan
grande que ya |
no nos falta nada... Dios
es amor; el |
que vive en el amor está
en Dios, y |
Dios está en él» (1 Jn 4,
12-16). «Ya |
no nos falta nada», es
decir, la vida |
eterna ya ha comenzado en
noso- |
tros. Cristiano es el que
experimen- |
ta en él la potencia de la
resurrec- |
ción y la vida nueva en el
amor. |
Esto explica el gran
aprecio que |
Atanasio sentía por los
primeros |
monjes, egipcios como él,
y su |
amistad con san Antonio,
el "abad" |
o padre espiritual de los
ascetas del |
desierto de la
Tebaida.(Como es sa- |
bido, escribió la Vita
Antonii, que |
sirvió de modelo para las
biogra- |
fías de los santos
escritas con poste- |
rioridad, y tuvo el
mérito, además, |
de propagar el ideal
monástico en |
Occidente). Atanasio veía
en los |
monjes los continuadores
de los |
Tenéis que mirar más allá
de este mundo, y de lo que del mundo |
hay en la Iglesia, de lo
que hay de tan imperfecto, y los vasos |
terrenos en los que
conservamos la gracia, y poner los ojos en |
la misma Fuente de la
Gracia, y pedirle a Dios que |
os llene el alma con su
Presencia. |
John H. Newman, C. O. |
L. D., XXV, 388 |
8 (128) |
mártires de las
generaciones ante- |
riores: mártires y ascetas
eran para |
él la prueba viva e
irrefutable de la |
resurrección de Cristo, de
la irrup- |
ción de la eternidad en la
historia. |
Y consiguientemente, no
podía ad- |
mitir el moralismo de los
arrianos, |
a menudo bienintencionado,
pero |
que volvía insípida la sal
del Evan- |
gelio y llevaba a asimilar
el cristia- |
nismo a los criterios
mundanos. De |
hecho, el arrianismo fue
rápida- |
mente aceptado por el
poder secu- |
lar, y Atanasio tuvo que
padecer |
el exilio en cinco
ocasiones. |
Ya de joven, Newman había
en- |
contrado en los Padres «un
paraíso |
de delicias». Nunca los
abandonó. |
Es conocida su frase: «Los
Padres |
me han hecho católico».
Ahora |
bien, se sintió en
presencia de los |
Padres a lo largo de toda
su vida: |
era como si lo observaran
desde sus |
volúmenes, cuando leía o
escribía |
en la biblioteca.
Alrededor de los |
treinta años empezó a
estudiar la |
crisis arriana y en
seguida quedó |
cautivado por la figura de
Atanasio. |
Le impresionó su energía,
su fe lu- |
minosa y ardiente, su celo
pastoral, |
en definitiva, su amor por
Cristo. |
¿Cómo no había de
encontrar |
Newman un paralelismo
entre la |
mundanización arriana y la
mun- |
danización de la Iglesia
oficial an- |
glicana de su época? Así,
pues, en |
adelante Atanasio fue para
New- |
man un padre y un guía
espiritual. |
No solamente lo
encontramos co- |
mo protagonista principal
de su |
primera obra, Los arrianos
del si- |
glo IV (1833); la
inspiración de |
Atanasio se extiende, de
una mane- |
ra u otra, a toda la obra
de New- |
man, y sobre todo da
unidad a su |
pensamiento cristológico.
Ya muy |
anciano, seguía revisando
su tra- |
ducción al inglés de una
selección |
de los tratados
atanasianos. Su de- |
voción por él se encuentra
refleja- |
da en las oraciones que
había com- |
puesto para uso privado,
donde no |
faltaba una invocación a
san Atana- |
sio, o también en el icono
del san- |
to patriarca de Alejandría
pinta- |
do por los monjes griegos
de Grotta |
Ferrata, cerca de Roma,
que hizo |
colocar en una de las
capillas del |
Oratorio de Birmingham. El
mismo |
título de la Apologia
"pro vita sua" |
parece inspirarse en un
escrito po- |
lémico de Atanasio
titulado Apolo- |
gia pro fuga sua, y el
prólogo a la |
segunda edición (1865)
está datado |
precisamente el día 2 de
mayo. |
No se trata, sin embargo,
de imi- |
tar a san Atanasio, ni de
imitar a |
Newman. Se trata de
experimentar, |
por la conversión y la
santidad, |
que somos salvados en la
comunión |
de amor que es la Iglesia,
en el in- |
terior de la cual Atanasio
y New- |
man son para nosotros
padres y |
maestros, porque antes son
herma- |
nos, redimidos como
nosotros por |
Jesucristo, Señor nuestro. |
9 (129) |
HOMBRE DE ORACIÓN |
UN HOMBRE no puede ser
espiritual, religioso de ver- |
dad en un momento
determinado y olvidarse y |
dejar de serlo en el
siguiente. Sería lo mismo que |
pretender gozar de buena y
mala salud en horas |
alternas. Un hombre que
mantiene su espíritu de |
religiosidad es religioso
lo mismo por la mañana, por la tarde |
y por la noche; su
religiosidad le confiere como un carácter, |
en el que se moldean sus
pensamientos, palabras y acciones, |
formando en conjunto una
totalidad. |
Ese hombre ve en todas las
cosas a Dios; dirige todas sus |
acciones hacia la
finalidad espiritual que Dios le manifiesta; |
todo lo que ocurre durante
el día, cada suceso, cada persona |
con la que se encuentra,
las noticias de que se entera, todo |
ello lo valora con la
medida de la voluntad de Dios. Por ello, |
de una persona que haga
esto, se puede decir que está en la |
presencia de Dios,
dirigiéndose continuamente a él, reveren- |
ciándolo, con el lenguaje
interior de la oración y la alabanza, |
reconociéndolo humilde y
gozosamente confiado. |
Todo esto puede admitirlo
cualquier hombre reflexivo, |
aunque se apoye en razones
meramente naturales. En otras |
palabras, para ser
religioso es preciso tener el hábito de la |
oración, lo que equivale a
elevar la mente a Dios constante- |
mente. Esto quiere decir
la Escritura cuando exhorta a actuar |
en todas las cosas para la
gloria de Dios; es decir, ponernos |
delante de la presencia de
Dios y de su voluntad, y compor- |
10 (130) |
tarnos constantemente con
referencia a él, de modo que to- |
do cuanto hagamos se
integre en un solo cuerpo y línea de |
obediencia que exprese el
reconocimiento incesante de que |
somos criaturas suyas y
siervos suyos. Lo cual, en cada una |
de sus partes, promueve
más o menos directamente la glorifi- |
cación divina, en la
medida en que se reviste de un carácter |
religioso. Así, la
obediencia del alma a Dios es, por decirlo de |
alguna manera, un espíritu
que se asienta en nosotros y que |
dilata su influjo en todos
los movimientos del alma. Y de la |
misma manera que los
hombres fuertes y sanos demuestran |
su buen estado de salud en
todo cuanto hacen, también los |
que gozan de la verdadera
salud y fuerza del alma evidencian |
una fe transparente,
sobria y profunda en Aquel en el cual |
descansa su ser, su
voluntad en todo lo que hacen; incluso |
―como dice san
Pablo— «cuando comen o beben» siguen |
viviendo manteniendo la
visión de Dios, viven en constante |
oración. |
El verdadero cristiano, a
través del velo de este mundo, |
contempla el más allá, y
trata con él, dirigiéndose a Dios co- |
mo un niño puede hacerlo
con su padre, con la clara visión |
que tiene de él y con
inquebrantable abandono en sus manos; |
con reverencia, respeto y
confianza, porque, como dice tam- |
bién san Pablo, «sabe en
quién ha creído». |
John H. Newman, C. O., |
P.S., VIII, 205... |
11 (131) |
CENTENARIO DE NEWMAN
(1890-1990): |
Noticias y
conmemoraciones. |
• En Littlemore, cerca de
Oxford, en la iglesia dedicada al Beato Dome- |
nico Barbieri, que, como
se sabe, fue quien recibió a Newman en el |
catolicismo el 8 de
octubre de 1845, se celebrará una solemne Euca- |
ristía, el día 6 del
presente mes, y luego se visitará el «Newman Col- |
lege», situado en las
inmediaciones, que fue el lugar donde Newman |
habitó con sus primeros
discípulos, con los que compartió una vida |
de oración y estudio, poco
antes de abandonar el anglicanismo y en- |
trar en la Iglesia
Católica. |
• También en el presente
mes de octubre, el día 30, tendrá lugar en |
Birmingham una celebración
ecuménica, en la iglesia de Santa Ana, |
de Alcester Street, donde
Newman ejerció su primera labor pastoral |
después de hacerse
católico. |
• En Dublín, para este
mismo mes, la «Newman House» ha organizado |
varios actos académicos y
la ejecución del oratorio «The Dream of |
Gerontius», texto de
Newman musicado posteriormente por Edward |
Elgar. |
• El Oratorio de Albacete
publica, como suplemento de este número de |
«LAUS», un librito que
contiene una colección de esquemas oracio- |
nales, cuyo título es
«REZAR CON NEWMAN». |
• Igualmente, el «Newman
Centre», de Valencia, prepara, para antes de |
finalizar el año, un libro
antológico, de iniciación al conocimiento de |
Newman, que se editará en
lengua valenciana. |
• La «Newman Society of
Japan» celebrará en Tokio, el próximo mes de |
noviembre, un ENCUENTRO
CONMEMORATIVO, después de haber |
participado, en agosto
pasado, en las celebraciones centenarias que |
tuvieron lugar en
Inglaterra e Irlanda. |
12 (132) |
NEWMAN: |
REZAR |
CON |
NEWMAN |
PARA explicarnos la
evolución de sus |
ideas religiosas, Newman
cita, en |
las primeras páginas de la
Apolo- |
gía, algunos libros cuya
lectura le |
afectó principalmente. |
Lectura de |
la Biblia |
No sólo sabe- |
mos que había sido
educado, desde niño, en |
el gusto por la lectura de
la Biblia y que se |
sabía perfectamente el
catecismo, sino que |
poseyó un libro, desde los
mismos años de la |
infancia, al que,
«humanamente hablando, |
casi le debía el alma». Se
trataba de The |
Force of Truth, de Thomas
Scott (1747- |
1821). Newman creía que
cualquier lector de |
este libro autobiográfico,
y de otros escritos |
del mismo autor, «se
admiraría de su des- |
prendimiento de las cosas
de este mundo у |
de su libertad interior.
Era fiel a la verdad |
dondequiera que le
llevara, comenzando |
con la fe en Dios Uno y
terminando en la |
más viva confesión de la
Santísima Trini- |
13 (133) |
dad. Él fue quien primero
plantó profunda- |
mente en mi alma esa
verdad fundamental |
de la religión» (1). |
La verdad |
de Dios |
Inmediato |
Hemos de retener esa in- |
sistencia de Newman en
destacar la verdad, |
la sinceridad, el realismo
de lo espiritual. En |
modo alguno nos da pie a
suponer que él bus- |
ca o encuentra en Dios una
evasión. New- |
man es concreto, Dios le
es inmediato. Ese fue |
el gran descubrimiento de
su adolescencia, |
la que sus biógrafos
llaman su primera con- |
versión", el cara a
cara con el Dios personal |
―«Myself and my
Creator»―. |
Presencia |
de Dios |
Seguramente Newman pensaba
en el libro de |
Scott cuando, de regreso a
Inglaterra, poco después |
de haber escrito su famosa
poesía Lead, Kindly |
Light, compuso la titulada
The power of prayer, |
título paralelo al del
libro de Scott. En esta poe- |
sía (2) la fe obtiene las
primicias de la liberación |
interior, y se eleva hacia
Dios para poder derramar |
bienes sobre el mundo,
habitando en la verdad, con |
el celo por Dios. La fe es
el contenido de esta verdad |
salvadora y benéfica. Dios
vivo está cerca de nos- |
otros, nos inspira
respeto, pero es inevitable que le |
hablemos. La reacción de
la fe ante la presencia di- |
vina es la plegaria. El
creyente y hombre religioso |
es consciente de esta
presencia de Dios, «y camina |
llevando a Dios consigo»
(3); no así los hombres que |
contemplan a Dios de
lejos, distante. Por eso «la |
plegaria es la esencia de
la religión» (4); ser reli- |
gioso es ver a Dios en
todas las cosas, es reconocerse |
(1) APO., p. 15. Svaglic,
que ha preparado la edición crítica de la Apología (Oxford, |
1967), cree exagerado el
juicio de Newman sobre la doctrina calvinista de Scott, 50- |
bre la predestinación;
según él, Scott se limita a sostener que los no elegidos per- |
manecen simplemente al
margen, sin caer en la reprobación divina. |
(2) V. V., p. 186. Cf. la
traducción de esta poesía en p. 2 de este mismo n. de LAUS. |
(3) P. S., VI. p. 75. (4)
DIFF., |
P. 68. |
14 (134) |
en su presencia, tratarlo
y alabarlo humilde y go- |
zosamente confiados en él;
en otras palabras, «ser |
religioso es tener el
hábito de la plegaria, o rogar |
siempre», porque «la
plegaria es, para la vida espi- |
ritual, lo que el latido
del pulso o la respiración |
para la vida corporal»
(5). |
Respiración |
del alma |
Se trata de tomar esa |
verdad y de habitar y
moverse en ella, con toda sin- |
ceridad, sin descuidarla,
sin volverle la espalda, sin |
recortarla ni
falsificarla, y dejarse llevar por toda |
su fuerza, pura de
reducciones idolátricas, tan pron- |
to se pase de la teoría a
la práctica, de la palabra a |
los actos (6) |
El mundo |
Invisible |
Para Newman, además de
este mundo sensible, |
que vemos y nos es
próximo, existe otro mundo, el |
espiritual, en cierto modo
todavía más real, que no |
solamente nos envuelve,
sino que está en contacto |
con nuestro interior, y
del que espiritualmente for- |
mamos parte, poblado de
muchos elementos, y Dios |
Altísimo en el centro (7).
Nos relacionamos con él a |
través de la fe y la
oración. Poco después de su in- |
greso en la Iglesia
católica, Newman confiesa que |
«nunca perdió el sentido
íntimo de la Presencia di- |
vina en todas partes» (8). |
Para Newman, el creyente
es un hombre funda- |
mentalmente realista, que
descubre y acepta toda la |
verdad centrada en Dios y
reflejada en el alma; la |
verdad a la que
corresponden dos gloriosos atribu- |
tos: la belleza y la
fuerza (9), de donde la armonía |
(5) P. S., VIII, pp.
205-210. |
(6) «Truth, indeed, has
that power in it, that it forces men to profess it in words; but |
when they go on to act,
instead of obeying it, they substitute some idol in the place |
of it». P. S., I, p. 62. |
(7) Cf. P. S., IV, y
también las primeras pp. de APO. |
(8) «Neque vero perdidi
intimum meum sensum Praesentiae divinae in omni locow.De |
apuntes de Newman (Roma,
mayo de 1847), cuando se preparaba para ser ordena- |
do sacerdote. Cita del p.
H. Tristram en WITH NEWMAN AT PRAYER. |
(9) «Truth has two
attributes: beauty and power... Pursue it, either as beauty or po- |
wer, to its furthest
extent and its true limit, and you are led by either road to the |
15 (135) |
entre lo que admira en
Scott y lo que canta en la |
poesía que hemos citado.
Esa pasión por la verdad, |
aun desde la base de
búsqueda y disposición natu- |
ral, prepara el acto de fe
y la apertura y trato con |
Dios. |
Reverencia |
y humildad |
Cuando Newman declara que
«nunca he pe- |
cado contra la luz», en
realidad proclama que ha |
buscado siempre la verdad,
desde "su" misma ver- |
dad, es decir, desde su
gran honestidad intelectual, |
que consiste en no
suplantar, no discutir, no relegar |
a Dios; la verdad nos hace
humildes (sta. Teresa), |
y la humildad es la mejor
disposición para aprender |
a tratar con Dios en la
oración (s. Felipe Neri). La |
dignidad del cristiano no
consiste en el sentimiento |
de estima egoísta de sí
mismo, sino más bien en el |
principio de su leal
devoción y reverencia hacia el |
Señor, que condesciende a
acercársele, dice el pro- |
pio Newman (10). |
Además, el que quiera
conocer a Dios no sólo ha |
de iniciarse en la
meditación de su palabra inspira- |
da, sino que ha de
acercarse a aquellos hombres |
que nos han precedido en
esta tarea y le han sido |
fieles. No fue poco, en
Newman, el beneficio de una |
educación doméstica
cristiana; pero junto con otras |
circunstancias dispuestas
por la Providencia, tuvo |
de joven un primer
contacto con los santos Padres |
de la Iglesia, esos
personajes clásicos que suceden |
a la época apostólica y
que, junto a ella, permane- |
cen como paradigma
original del cristianismo. Fue |
por la lectura de la
Church History, de Joseph |
Milner. «Poco me costó,
dice Newman, enamorar- |
me de los extensos
extractos tomados de san Agus- |
tín, san Ambrosio y otros
Padres que encontré |
Eternal and Infinite, to
the intimations of conscience and the announcements |
of the Church. IDEA, 217. |
(10) «The self-respect of
the Christian is no personal and selfish feeling, but rather a |
principle of loyal
devotion and reverence towards that Divine Master who con- |
descends to visit him. S.
D., 148. |
16 (136) |
allí» (11). Era una
semilla que más tarde daría mag- |
níficos frutos, pero que,
desde entonces mismo, ini- |
ciaba su secreta
germinación. |
Los Padres |
de la Iglesia |
El interior del alma, el
mundo invisible, la Igle- |
sia de los santos: ese era
el universo espiritual de |
Newman. En sus Historical
sketches nos habla de |
estos santos preferidos,
como de seres vivos, presen- |
tes siempre en su
referencia a Dios. Para conocer a |
los demás, diría después
Newman, hemos de compa- |
rar a los otros con
nosotros mismos (12), y eso hacia |
con ellos; los tenía por
amigos, presentes en su vida, |
necesitaba «oírles
conversar» y, por sus palabras, |
penetrar en su vida
oculta, hasta donde pueda esta |
vida ser conocida por un
hombre, allí donde los la- |
bios hablan de la
abundancia del corazón. Newman |
se emociona y exulta
cuando lee en los infolios los |
escritos de los Padres
(13). Lee, y reza siempre, con |
el lápiz o la pluma en la
mano, y escribe observa- |
ciones en los márgenes de
las páginas o anota pen- |
samientos que luego
convierte en temas de oracio- |
nes que compone para su
misma piedad y la de sus |
hijos espirituales.
Contemplando a estos santos que |
le ayudan en su oración,
imagina a la Iglesia como |
elevando a Dios una
sinfonía de voces diversas, pero |
armónicas. Tal vez la idea
le venga del violín que |
guarda y le sirve de
descanso entre apostolado y |
libros: cuerdas y voces en
la convergencia armónica |
de la única fe. La suya es
una voz más en el con- |
curso de los santos y los
ángeles elevando un Mag- |
níficat universal a Dios
(14). |
Entre Newman y los Padres
del s. IV, existe algo |
más de lo que podría
llamarse admiración o amis- |
tad; se trata, dice Denys
Gorge, como de una iden- |
tificación (15). Newman
descubría en ellos la Iglesia, |
(11) APO., cap. 1, p. 20
(Svaglic). (12) G. A., 28-29. (13) H. S., II, p. 221. (14) U.S., 384. |
(15) «Une sorte de
connaturalité, seule explicable par les aspects variés de sa riche |
personnalité l'apparentant
aux grands modèles qu'il décrit». ESQUISES PATRIS- |
17 (137) |
ella misma cimentada en la
oración: «La oración |
era el cimiento sobre el
cual fue edificada... Duran- |
te diez días, los
Apóstoles reunidos perseveraban en |
la oración, unánimes, con
algunas mujeres, con Ma- |
ría, la madre de Jesús, y
los parientes de éste (Hch |
1, 14); después, en
Pentecostés (Hch 2, 1), los que |
se habían convertido
perseveraban en la oración |
(Hch 2, 42); algún tiempo
después, cuando Pedro |
fue detenido y llevado a
la prisión, la Iglesia oraba |
insistentemente a Dios por
él, y cuando el ángel vi- |
no a liberarlo se refugió
en una casa donde estaban |
muchos reunidos y orando
(Hch 12, 5 y 12). Esta- |
mos tan acostumbrados a
leer estos textos, que ape- |
nas nos damos cuenta de su
significado particular, |
aunque aparezcan luego
desarrollados en diferentes |
contextos de las cartas
apostólicas: san Pablo ex- |
horta a sus hermanos en
igual sentido (Ef 6, 18; 1T: |
5, 17; 1 Tm 2, 1)... y él
mismo no cesa de dar gracias |
a Dios por todos, a los
que recuerda en sus oracio- |
nes (1 Ts 1, 2 y ss.),
siempre pidiendo con gozo por |
ellos (Flp 1, 4)» (16). |
La humildad, cuando se
armoniza con la voz de |
la Iglesia, se convierte
en canto glorioso, y de todos |
TIQUES, DDB (1982), intr.,
p. 32. |
(16) DIFF., II, 67. |
No mires el mundo como un
vasto y gigantesco mal |
que está lejos. Sus
tentaciones rozan tu persona, |
preparadas, a tu
disposición, para ofrecerse |
inmediatamente, dirigidas
con sutileza hacia ti. Trata |
de meter dentro de tu vida
ordinaria las palabras |
de la Sagrada Escritura, y
te darás cuenta de cómo |
el mal del mundo te
envuelve, dentro mismo de tu |
corazón. |
John H. Newman, |
P. S., VII, 40 |
18 (138) |
los que nos han precedido,
acompañan y seguirán |
en el camino hacia Dios;
desde los primeros creyen- |
tes, de quienes da
testimonio la Biblia, hasta noso- |
tros mismos. |
La oración |
de la |
Iglesia |
La oración de la Iglesia
se hace actual |
y es pública, en la
liturgia y en sus ritos. Ello ha de |
verse como un anticipo o
entrenamiento de lo que |
ha de ser, finalmente, la
contemplación celestial; se |
equivocan los apresurados
o iconoclastas que ceden |
a la tentación de anular
los ritos o suprimir las for- |
mas, porque «las personas
que intentan, según ellas, |
hacer una oración más
espiritual acaban con no ha- |
cer ninguna oración» (17).
Lo justo, no obstante, es |
no detenerse en los
símbolos y las formas y cambiar |
gradualmente nuestros
corazones, de siervos en hi- |
jos de Dios (18). En la
liturgia «aprendo a capaci- |
tarme para la visión del
Único Santo y sus servido- |
res, a entrenarme para
esta visión que me infunde |
tanto respeto, y que
solamente alcanzan, antes del |
éxtasis eterno, aquellos a
quienes ella no sorprende. |
Yo trato de acostumbrarme
para ser capaz de so- |
portarla cuando me llegue
la hora. Mientras, me es |
dado tomar parte en ella,
sin estar todavía en el |
cielo, para que me
disponga a él. Y, gracias a los |
salmos y al canto sagrado,
voy aprendiendo lo que |
allí será mi ocupación»
(19). |
Podría ser muy larga la
lista de referencias new- |
manianas a la oración. Con
ocasión del Centenario |
de su muerte, se han
evocado muchos aspectos inte- |
resantes de su pensamiento
y personalidad. Un estu- |
dioso de Newman no duda en
afirmar que «su más |
alta dimensión se
encuentra, seguramente, en que |
vivió intensamente el
Evangelio y fue un hombre de |
oración (20) |
(17) P. S., II, 74. |
(18) P. S., III, 93-94. |
(19) P. S., V, 9. |
(20) Jean Honoré, NEWMAN,
LA FIDÉLITÉ D'UNE CONSCIENCE, Chambray, 1986, |
p. 108. |
19 (139) |
Dos mártires cada mes. |
A través de todo el mundo,
la Iglesia sostiene, en tierras de |
misión: 37.687 escuelas
primarias, con 11.117.000 alumnos; |
8.647 escuelas
secundarias, con 3.598.000 alumnos; 484 |
institutos de
bachillerato, con 270.000 alumnos; 87 |
universidades, con 134.900
alumnos; 2.879 dispensarios, con |
más de 19 millones de
atenciones por año; 765 leproserías, con |
1.716.000 pacientes; 377
orfelinatos, con 24.442 huérfanos; 212 |
asilos de ancianos, con
11.200 asilados... |
A pesar de tanta
generosidad, abundan las dificultades, como |
dice Mons. José Capmany,
Director General de Misiones, pues |
«frecuentemente surge la
persecución solapada o abierta, que, |
al intensificarse, puede
llevar a la violencia destructiva... |
Desde hace unos años, en
la Iglesia en tierras de misión, se |
sale a la inmolación de
casi dos mártires por mes. He aquí |
un gran testimonio, un
gran enriquecimiento para toda la |
Iglesia y una gran
interpelación para todas las comunidades |
y fieles». |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
PI. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D.L. AB 103/12 - 9.10.90 |
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