Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 285.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1992 |
SUMARIO |
DIOS conmueve, sorprende y
admira, cuando |
descubrimos que nos dio la
vida, cuando sabe- |
mos que nos espera en la
muerte, cuando nos |
busca bajando a nuestro
camino terrenal, cuan- |
do nos acompaña y se hace
experiencia en el alma. |
Cuando se nos descubre más
conocido y más nuevo, |
más profundo y más
elevado, próximo y sublime, |
humilde y majestuoso,
pobre y riquísimo en gracia |
y misericordia, humano y
divino, temporal y eterno, |
de cada uno y de todos, en
la fe, en la esperanza y |
en el amor. Dios, en
Jesucristo, es nuestro Hermano |
y nuestra Paz. |
PALABRA DE DIOS |
UNGIDOS |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
PALABRA Y SILENCIO EN
NEWMAN |
UTOPÍAS |
ÍNDICE DEL AÑO 1992 |
1 (89) |
PALABRA DE DIOS |
Señor Jesús, tú eres la
única Palabra de Dios; |
eres el Verbo encarnado
que ha tomado forma en nosotros; |
eres la Palabra clave de
la humanidad у de la historia: |
la Palabra que nos forma,
que nos ata, que nos une, |
para llevarnos a todos al
Padre de todos. |
Te pedimos que hagas de
nuestra vida, |
de nuestras obras y de
todas nuestras actitudes |
una realización renovada
de esa Palabra sagrada |
que eres tú mismo,
encarnación de la Palabra sagrada. |
Que al oír el anuncio de
tu Evangelio |
lo recibamos como la santa
comunión, |
como carne y sangre para
el alma, y colme nuestra vida, |
y que el mundo entero se
transforme |
en la realidad única de lo
que es este Evangelio, |
proclamado de Norte a Sur,
de Este a Oeste, |
y sea la medida de la
anchura, la altura y la profundidad |
de la humanidad entera y
de toda la historia. |
... Ya apunta la aurora, y
el Señor está cerca. |
Es la hora de la espera,
de la plegaria |
y de poner en él todas
nuestras aspiraciones: |
en esto consiste el reino
que nos trae. ―Amén. |
Erich Przywara, s. j. |
2 (90) |
Ungidos |
PARA Newman, la verdad
central—«the central truth»— del Evangelio es la En- |
carnación; de ella derivan
las demás verdades, que son alimento de la fe, que |
disponen la relación y
comunión de sus miembros en Cristo, y los aspectos |
sacramental, jerárquico y
ascético: Cristo, en quien convergen la naturaleza |
humana y la persona
divina, con lo cual Dios añade a su eternidad la dimensión his- |
tórica del hombre asumido,
Jesús, Cristo, el Ungido convertido en «historia tangible |
de la Divinidad». Es, dice
Newman, la maravilla, el milagro y signo más estupendo de |
todo lo realizado por
Dios, tal como ha podido conocerlo el hombre. Pero este don, o |
entrega y gracia personal
de naturaleza a naturaleza ―la divina en la humana— es |
arquetipo excelente,
irrepetible, elevado a gran sacramento de lo que por la gracia |
de adopción lleva a cabo
Dios en todos los bautizados, asemejados al Hijo único y |
primogénito, cuya unción,
creada a partir de él, impregna a todos los hermanos. San |
Pablo dice: «Somos el
perfume suave de Cristo en el mundo», ungidos con el bálsamo |
del Ungido. |
La encarnación es la
maravilla de Dios en el mundo; la santidad es la maravilla |
de Cristo en el hombre
cristiano. La encarnación es la unión de la naturaleza divina |
y la naturaleza humana en
el vértice personal del Hijo; la santidad es la unión del |
hombre con Dios en la
gracia. La admiración y la gratitud son la respuesta a tanta |
maravilla: la respuesta de
Cristo al Padre; la respuesta del bautizado a Cristo. Otros |
niveles, distanciados de
esta comprensión admirada, pertenecen al sueño de saberes |
ayunos de fe, o a los
miedos del fatalismo pagano todavía no liberado, o a oscuros |
restos de superstición y
fanatismo, de los que todavía no han descubierto al Dios |
"personal", que
se ha hecho concreto y próximo hasta invadir la morada interior del |
corazón humano, para
acompañarnos en el camino temporal de la vida terrena, para |
hablarnos en la
conciencia, y ser a la vez manifestación providencial en la experien- |
cia de fe, y esperanza de
bienaventuranza, más allá del tiempo, en el regazo de su |
misericordia. |
3 (90) |
Un Dios que ha de ser
amado por el hombre, como respuesta del amor primero |
con que el hombre ha sido
amado por Dios. Un amor que no equivale a una opción o |
adhesión selectiva y
calculada, sino que resulta del descubrimiento y aceptación de |
una manifestación que
entusiasma. Bien entendido que "entusiasmo" no es la mera |
vibración emocional de un
momento, sino el descubrimiento de una bondad ontoló- |
gica, de una llenumbre de
ser que me invade y transforma el mío propio, sin mutilar |
mi libertad; entendida
ésta como una agilidad mayor, para una respuesta más plena. |
Este entusiasmo necesita
del silencio en el que envuelve la gravidez espiritual del |
don de Dios, la gracia con
que él se nos comunica. Los santos y especialmente María, |
"llena de
gracia", nos lo podrían mostrar. |
La encarnación es única, y
es la "santidad" de Jesús, plena y definitiva. La gracia |
es la semilla de nuestra
santidad, por analogía y adopción, que nos hace hermanos |
del Ungido, Jesús, y nos
consagra en comunión con él. Se transforma el sentido natu- |
ral de lo creado y estamos
destinados a ser hijos y familiares de Dios, Jesucristo. |
Felicidades |
a todos los lectores |
de LAUS |
y a los amigos |
del Oratorio |
4 (92) |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
PARA PROTEGER LA VERDAD
REVELADA |
Si creemos que la Iglesia,
iniciada |
con los Apóstoles y
continuada por |
sus sucesores, ha sido
instituida por |
la providencia amorosa de
Dios con |
el fin preciso de
proteger, preservar |
y proclamar la Revelación,
enton- |
ces estamos afirmando con
otras |
palabras que, en todo
aquello que |
concierne al mensaje que
le ha sido |
confiado, la Iglesia es
infalible. (Ne- |
cesitamos una garantía
válida para |
siempre. Diff. II, 323). |
La respuesta más obvia a
la pre- |
gunta de por qué nos
sometemos a |
la autoridad de la Iglesia
en mate- |
rias de fe es que cuando
se nos da |
una Revelación hace falta
una au- |
toridad, y no existe
ninguna otra |
sino la suya. Pues no
podemos ha- |
blar de Revelación sin una
autori- |
dad que determine qué es
lo que ha |
sido revelado. En palabras
de Pe- |
dro a su Maestro: «Señor,
¿a quién |
iremos?» (Jn 6, 68). No
hay que ol- |
vidar tampoco que la
Escritura de- |
nomina expresamente a la
Iglesia |
«columna y fundamento de
la ver- |
dad» (1 Tm 3, 15)...
Ciertamente, o |
no ha habido una
Revelación obje- |
tiva o ésta ha sido dada
junto con |
los medios idóneos para
que pueda |
llegar al mundo. (Un
mensaje tan |
precioso ha de ser
conservado en |
medio de los avatares de
la histo- |
ria. Dev., 88-90). |
En aquellos primeros
tiempos, fue |
simplemente el espíritu
vivo de |
miles de fieles, todos
ellos anóni- |
mos, quienes recibieron de
los dis- |
cípulos de nuestro Señor
la fe apos- |
tólica entregada de una
vez para |
siempre. Fueron ellos
quienes con |
tanto cuidado la
conservaron, tan |
extensamente la propagaron
y tan |
fielmente la transmitieron
de gene- |
ración en generación.
Ellos la man- |
tuvieron en toda su pureza
y en su |
integridad, e instruyeron
incluso a |
los iletrados para
hacerlos capaces |
de distinguir
instintivamente la |
verdad del error, de
rechazar de |
forma espontánea cualquier
som- |
bra de herejía y de
resistir incluso |
la fascinación de las
mentes más |
5 (93) |
brillantes cuando éstas
pretendían |
desviarlas del camino
estrecho del |
Evangelio. (La fe
verdadera es pre- |
servada por los fieles. H.
S. I, 209- |
210). |
A lo largo y ancho de la
cristian- |
dad, fue el pueblo
católico, y no |
precisamente los obispos,
el autén- |
tico y tenaz defensor de
la verdad |
católica... Quizás esto
fue permiti- |
do con el fin de inculcar
en la Igle- |
sia la gran verdad
evangélica que |
afirma que no son los
sabios y po- |
derosos, sino los
humildes, los ig- |
norantes y los débiles los
que cons- |
tituyen su verdadera
fuerza. (La |
Iglesia es una comunión
formada |
por todos sus miembros.
Ari., 445- |
446). |
Tomad los anales de la
historia de |
la Iglesia y decidme:
¿hubo algún |
tiempo en que sus obispos
ignora- |
ran que tenían un mensaje
que en- |
tregar al mundo? No debían
sim- |
plemente realizar tareas
tales como |
dar consuelo espiritual,
confortar a |
los enfermos, formar
buenos miem- |
bros de la sociedad o
«servir las |
mesas» (aunque todo esto
se encon- |
traba entre sus
obligaciones), sino |
que, de una forma especial
y direc- |
ta, debían comunicar un
mensaje |
concreto de parte del
Creador del |
mundo para todos los
hombres, |
tanto si éstos lo
escuchaban como |
si no. (La misión de la
Iglesia. Diff. |
II, 197). |
Es mucho más verdadero
afirmar |
que la Revelación ha de
contener |
un mensaje que afirmar que
ése |
debe encontrarse en la
Escritura. |
Para las personas cultas y
de vida |
cómoda, con pocas
preocupaciones, |
y también en el tiempo
alegre de |
la juventud, resulta fácil
discutir y |
especular acerca de
cuestiones ta- |
les como «lo intangible y
versátil» |
del mensaje divino; lo
capaz que |
es de cambiar, cual si
fuera un ca- |
maleón; sus sucesivas
«adaptacio- |
nes» al entrar en contacto
con cada |
nueva mentalidad. Pero
cuando el |
hombre toma conciencia del
peca- |
do queda pesaroso,
angustiado, de- |
salentado, y pide algo
donde apo- |
yarse, algo exterior a sí
mismo..., |
quiere algo más santo, más
divino y |
más estable que su propia
mente..., |
y eso es un credo, un
credo necesa- |
rio para la salvación. Un
credo que |
se encontrará en la
Escritura, o |
bien fuera de ella; y si
se encuen- |
tra en la Escritura lo
será, por su |
propia naturaleza, de una
forma |
indirecta. (La verdad
vivificante |
nos ha de ser presentada.
D. A., 133- |
134). |
La estructura de la
Escritura es |
tan irregular y
asistemática que, o |
bien debemos afirmar que
la doc- |
trina o mensaje del
Evangelio no |
está contenido en ella (y
si así fue- |
ra, o no se dio revelación
alguna o |
ésta fue comunicada por un
medio |
distinto de la Escritura)
0, por el |
6 (94) |
contrario, hemos de
afirmar que sí |
se encuentra en la
Escritura, pero |
de una forma indirecta y
oculta, es |
decir, bajo la apariencia
exterior. |
¿Por qué, por ejemplo, un
determi- |
nado número de cartas más
o me- |
nos privadas, escritas por
san Pablo |
y otros a personas o a
comunida- |
des, habrían de contener
la totali- |
dad de lo que el Espíritu
Santo les |
enseñó?... Ellos no
intentaron po- |
ner por escrito todo lo
que tenían |
que decir o todo lo que
sabían so- |
bre el Evangelio. (La
Escritura |
contiene la Revelación,
pero no la |
agota. D. A., 142, 148). |
La experiencia muestra con
toda |
claridad que la Biblia no
puede ser |
utilizada para un
propósito distinto |
de aquel para el que fue
pensada. |
En algún caso puede servir
de me- |
dio para convertir a una
persona, |
pero lo cierto es que un
libro, por |
sí mismo, no posee la
capacidad de |
doblegar la mente inquieta
y altiva |
del hombre, ese poder
corrosivo |
universal que con tanto
éxito está |
actuando en nuestros días
sobre las |
religiones organizadas.
(Biblia y fe. |
Apo., 245) |
San Atanasio no se
propone, por |
lo general, demostrar el
dogma me- |
diante la Escritura, ni
tampoco |
apelar al juicio
particular de cada |
cristiano para determinar
el signi- |
ficado de ésta. Tiene por
indiscuti- |
UTOPÍAS. |
Sueño con ver la Iglesia |
"inculturada",
con su |
renovación en la línea de
la |
oración y la
contemplación. |
En la línea de la pobreza, |
simplicidad y sencillez,
en la |
línea de los pobres de la |
tierra, de los pobres |
empobrecidos de los |
pueblos... En la promoción |
de la paz fundamentada en |
la justicia y, |
consecuentemente, en el |
diálogo abierto entre
todas |
las religiones y los |
movimientos sociales y |
políticos que promueven la |
paz, la justicia y la
defensa |
de los derechos humanos y |
entre los que defienden el |
derecho de los pueblos,
que |
en la práctica no
existe... |
Es un sueño demasiado |
utópico, como lo es el |
Evangelio, la vida, la
paz, el |
amor a los hermanos. Pero |
si Dios nos ha hecho a su |
imagen y semejanza, es |
evidente que nos ha hecho |
muy utópicos. Jesús dice: |
«Sed como mi Padre |
celestial». ¡Qué mayor |
utopía que ésa! |
Mons. P. CASALDÁLIGA |
7 (95) |
ble que existe una
Tradición esen- |
cial, independiente y
dotada de |
autoridad, capaz de
proporcionar- |
nos el verdadero sentido
de la |
Escritura en materias
doctrinales, |
una Tradición transmitida
de gene- |
ración en generación
mediante la |
catequesis y los demás
ministerios |
de la Iglesia. No se
preocupa de |
discutir si son posibles o
plausibles |
significados distintos de
los tradi- |
cionales, por lo que se
refiere a |
pasajes concretos de la
Escritura. |
Afirma sencillamente que
cual- |
quier interpretación que
no sea |
compatible con el sentido
católico |
es falsa. Y ello porque el
significa- |
do tradicional es
apostólico y deci- |
sivo. Lo que aprendió en
la escuela |
y en la Iglesia, la voz
del pueblo |
cristiano, los escritos de
los santos: |
eso le basta. (La Iglesia
viva nos |
da la regla de la fe. Ath.
II, 250). |
El punto de partida de
Atanasio |
en la controversia es un
profundo |
sentido de la autoridad de
la Tra- |
dición, la cual posee para
él fuerza |
vinculante incluso cuando
se trata |
de interpretar la
Escritura, aunque |
al mismo tiempo parece
considerar |
que la Escritura así
interpretada es |
el documento al que hay
que acu- |
dir finalmente en caso de
duda o |
discusión... Para él,
oponerse al |
testimonio de la Iglesia,
separarse |
de su comunión, hacer que
predo- |
mine el juicio particular
sobre la |
enseñanza catequética
oficial, las |
sectas o «denominaciones»,
como |
hoy decimos, todo eso
supone con- |
denarse uno mismo. (La
Tradición |
ininterrumpida comprende
también |
la Sagrada Escritura. Ath.
II, 51). |
LA IGLESIA, VISIBLE E
INVISIBLE |
En la Iglesia católica...
reconocí |
enseguida algo nuevo para
mí. Me |
di cuenta de que no me
estaba |
construyendo una iglesia
por me- |
dio de un esfuerzo mental.
No ne- |
cesitaba elaborar un acto
de fe en |
ella. No tuve que hacer
fuerza al- |
guna para mantenerme en
una de- |
terminada posición: mi
espíritu re- |
posó en sí mismo,
relajadamente y |
en paz. La contemplé casi
de una |
manera pasiva, como un
gran he- |
cho objetivo. Mirándola
—sus ritos |
y celebraciones, sus
preceptos— |
me decía a mí mismo: «Esto
es real- |
mente una religión».
(Reacción de |
Newman al hacerse
católico. Apo., |
339-340). |
Si se diera hoy en el
mundo una |
forma de cristianismo que
fuese |
acusada de superstición
grosera, de |
adoptar ritos y costumbres
del pa- |
ganismo, y de atribuir a
formas y |
8 (96) |
ceremonias un poder
oculto; una |
religión que fuese acusada
además |
de oprimir y esclavizar la
persona- |
lidad humana con sus
exigencias, |
de dirigirse a los simples
y a los |
ignorantes, de estar
basada en la |
sofistería y en el engaño,
de con- |
tradecir la razón y
exaltar mera- |
mente la fe irracional;
una religión |
que intranquilizase a las
mentes |
sensatas con ideas
angustiosas so- |
bre la culpabilidad y las
conse- |
cuencias del pecado,
imputando a |
todas y cada una de las
acciones |
cotidianas, por pequeñas
que sean, |
un valor determinado que
las hace |
merecedoras de aprobación
o de |
condena, y ensombreciendo
así el |
futuro; una religión que
propusiese |
la renuncia a las riquezas
como al- |
go digno de encomio y
pusiese obs- |
táculos a la gente
prudente para |
que disfrutara de ellas a
su arbi- |
trio..., si esta religión
existiera hoy, |
sin duda no sería distinta
del cris- |
tianismo tal como el mundo
lo co- |
noció al principio, cuando
su divi- |
no Autor lo hizo nacer.
(La Iglesia |
se muestra de la misma
manera |
a amigos y a enemigos.
Dev., 246- |
247). |
La Iglesia es siempre
militante: |
unas veces triunfa y otras
fracasa, |
y lo más frecuente es que
esté |
triunfando y fracasando
casi al |
mismo tiempo. ¿Qué es la
historia |
de la Iglesia sino un
testimonio del |
resultado de esa batalla,
siempre |
incierto ―aun cuando
el resultado |
final no lo sea—? Acabamos
de |
cantar un Te Deum y hemos
de |
volver a entonar el
Miserere. Obte- |
nemos la paz y enseguida
somos |
perseguidos de nuevo.
Apenas he- |
mos conseguido un éxito
cuando |
nos vemos sumidos en un
escánda- |
lo. Más todavía: avanzamos
a tra- |
vés de nuestros reveses.
Nuestras |
penas son nuestros
consuelos. Per- |
demos a Esteban para ganar
a Pa- |
blo, y Matías sustituye a
Judas el |
traidor. (La lucha
constante de la |
Iglesia. H. S. II, 1). |
Z Es verdad que ha habido
épocas |
en las que, debido a
causas inter- |
nas o externas, la Iglesia
ha caído |
casi en un estado de
deliquio. Pe- |
ro sus portentosos
resurgimientos, |
acaecidos cuando el mundo
estaba |
triunfando sobre ella,
constituyen |
una evidencia más de que
no existe |
corrupción en el sistema
de doc- |
trina y de culto dentro
del cual se |
ha desarrollado... Se
detiene en su |
curso, y está a punto de
suspender |
su actividad; cuando se
levanta, es |
ella misma otra vez: todo
está en |
su sitio, dispuesto de
nuevo para la |
acción. La doctrina está
donde es- |
taba, y también los usos,
la jerar- |
quía, los principios, la
manera de |
actuar. Podrá haber
cambios, pero |
se tratará de
consolidaciones o de |
adaptaciones. Todo es
inequívoco |
y está determinado, con
una identi- |
dad que no admite
confusión. (Los |
9 (97) |
límites de la
desorientación en la |
Iglesia. Dev., 444). |
Todo el que anhela la
unidad rue- |
ga por ella, trabaja por
promover- |
la, testimonia en su
favor, todo el |
que se comporta
cristianamente |
con los miembros de las
Iglesias |
separadas de la nuestra y
se man- |
tiene en amistad con ellos
―sal- |
vando siempre el
cumplimiento de |
sus deberes para con la
propia |
comunión y para con la
verdad—, |
todo el que se propone
edificarlos |
mientras edifica a los
suyos y se |
edifica él mismo, podemos
decir |
con seguridad que está
derribando |
el muro de la división y
renovan- |
do los antiguos lazos de
unidad y |
de concordia, por la
fuerza de la |
caridad. (Debemos trabajar
y rezar |
por la unidad. Ess. II,
374). |
Cuando nuestro Señor
ascendió al |
cielo, nos dejó como
representante |
suyo a la santa Iglesia.
Ésta es, mís- |
ticamente, su Cuerpo y su
Esposa, |
una institución divina, el
santuario |
e instrumento del
Paráclito, que |
habla a través de ella
hasta el fin |
de los tiempos. La Iglesia
es, en |
palabras del poeta
anglicano John |
Keble, «su presencia misma
aquí |
abajo», en la medida en
que los |
hombres son capaces de
realizar |
tan altos ministerios, los
cuales per- |
tenecen primeramente y de
forma |
eminente a Cristo mismo.
(La Igle- |
sia es el Cuerpo de
Cristo, V. M. I, |
XXXIX). |
Ésta es, pues, la gloria
propia de la |
Iglesia cristiana: que sus
miembros |
no dependen meramente de
lo que |
es visible, no son como
piedras de |
un edificio cualquiera,
colocadas |
unas sobre otras y unidas
externa- |
mente, sino que en todos y
en cada |
uno descubrimos los frutos
y ma- |
nifestaciones de una misma
fuerza |
y de un único principio
espiritual |
invisible: son «piedras
vivas» (1Pe |
2, 5), que están
conectadas inter- |
namente como las ramas de
un |
árbol y no como fragmentos
apila- |
dos. Son miembros del
Cuerpo de |
Cristo. La Persona divina
que los |
Apóstoles vieron y
tocaron, des- |
pués de ascender al cielo,
llegó a |
ser para los creyentes,
por la dona- |
ción del Espíritu Santo,
el princi- |
pio vital y el origen
secreto de la |
existencia... De manera
que puede |
decirse con verdad que
desde el |
día de Pentecostés hasta
hoy no ha |
habido en la Iglesia sino
un solo |
Santo, el Rey de reyes y
Señor de |
señores, que habita en
todos los |
creyentes y gracias al
cual éstos |
son lo que son. (Somos
miembros |
de Cristo y miembros los
unos de |
los otros. P. S. IV, 170). |
2 La Iglesia es un
conjunto de almas |
reunido y unificado por la
gracia |
secreta de Dios, aunque
esta gracia |
10 (98) |
les llega mediante
instrumentos vi- |
sibles y las une a una
jerarquía |
visible. Lo que se ve no
es la totali- |
dad de la Iglesia, sino
sólo su parte |
exterior. Cuando decimos
que Cris- |
to ama a su Iglesia
queremos decir |
que ama no algo cuya
naturaleza |
es terrena, sino el fruto
de su gra- |
cia en corazones
innumerables. (La |
dimensión invisible de la
Iglesia. O. |
S., 57). |
El reino de Dios se
extiende exte- |
riormente sobre la tierra
porque |
ejerce una acción interior
en noso- |
tros, pues, en palabras de
la Escri- |
tura, está dentro de
nosotros (Lc 17, |
21), en el corazón de cada
uno de |
sus miembros. Los que lo
ven se |
maravillan; los extraños
intentan |
escudriñar dónde tiene su
origen, |
acuden a toda clase de
razones |
humanas y de causas
naturales pa- |
ra explicarlo, porque no
pueden |
ver ni sentir, y no
llegarán a creer |
lo que es en verdad: un
dinamismo |
sobrenatural. (El poder
oculto de |
la gracia. 0. S., 56). |
La verdadera felicidad. |
Sabemos que la verdadera
felicidad en esta vida se |
encuentra solamente en los
bienes espirituales, y no |
en los temporales, que
miran sólo a la vida presente. |
¡Qué engañados estamos!
Aunque queremos la |
santidad, la quisiéramos
sin que nos costase fatiga ni |
pena; que se acomodase a
nuestros placeres, y a las |
comodidades que siempre
deseamos tener. ¡Ah!, si yo |
fuese como aquél, como
aquélla, haría, tornaría... Y |
entre tanto no hace lo que
ya es posible allí donde |
está. El pobre piensa que
sólo el rico puede hacer |
buenas obras y tiene
tiempo para ello; el rico ya se |
persuade de que nunca
podrá ser santo; el joven |
espera llegar a viejo para
dejar los placeres; el viejo |
se entristece de haber
desperdiciado los medios que |
tuvo cuando era joven... Y
así, con estas falsas ideas |
que todos se forman, pocos
buscan y siguen el |
camino de la santidad y
perseveran en él. |
Del libro «Pregi della
Congr. dell' Oratorio» |
11 (99) |
PALABRA Y SILENCIO EN
NEWMAN |
«Cridá l'amic en alt a les
gents, e dix |
que amor los manava que
amassen en |
parlant e en callant, e en
quals que |
coses feessen» (1). |
NOS SUGIERE el tema de la
palabra y el silencio en |
Newman lo que él mismo
escribió, en Historical |
Sketches, a propósito de
las palabras y los silen- |
cios de los santos,
especialmente en las páginas in- |
troductorias al estudio de
san Juan Crisóstomo (2). |
La vida es para la acción
(3), dice Newman. E insistirá en |
que hemos sido creados
para la acción, y para la acción justa |
―para el
pensamiento, y para el pensamiento verdadero— (4), |
mientras que el p. Henry
Tristram no duda en afirmar que en |
realidad, Newman era un
hombre de acción, aunque obligado |
por las circunstancias a
convertirse en un hombre de letras (5), |
es decir, de palabras. La
síntesis nos la da seguramente el pro- |
pio Newman, con esta
sentencia: Hemos de contemplar de mo- |
do constante la vida
futura y actuar a la vez en ésta (6). |
Para Nédoncelle, el
principio fundamental del ser de New- |
man ha sido el de la
conciencia (7). Si a este principio añadi- |
Ponencia tenida en el IV
Coloquio Internacional de la ASSOCIATION FRANÇAISE |
DES AMIS DE NEWMAN, en
junio de 1992, en Lyon, por el p. Ramón Mas. |
(1) Ramon Llull, Llibre
d'Amic e Amat (Barcelona, Edit. Barcino, 1927), p. 41.— Ibíd., |
p. 31: «No cal que em
parles; mas fe'm senyal ab tos ulls, qui són paraules a mon |
cor, com te dó ço que em
demanes». |
(2) HS, II, pp. 217-231
pássim.— Véase también «Newman's Oratory Papers», n. 17, in- |
cluido por P. Murray en
NEWMAN THE ORATORIAN (Dublin, Gill & Macmillan |
Ltd., 1969), pp. 255-258.
(3) DA, p. 259. (4) Ibid., p. 214. |
(5) Henry Tristram, LIVING
THOUGHTS OF CARDINAL NEWMAN (London, Cassel |
& Co., 1948), p. 1.
(6) PS, VIII, p. 155. |
(7) Maurice Nédoncelle,
«Las diversidades de Newman», ORBIS CATHOLICUS, Bar- |
12 (100) |
mos el de la providencia
—"ad intra" la conciencia, "ad extra" |
la providencia—, estamos
en posición de poder abarcar aque- |
lla totalidad, as a whole,
desde la cual le gustaba a él acercar- |
se a los grandes santos,
convencido de conversar con un alma |
bella iluminada por la
gracia, mirando a este mundo sensible, |
entrando en él y
transformándolo (8). |
Dios nos lleva por medio
de su gran sistema de la Provi- |
dencia (9), Providencia
que percibimos y nos hace conscien- |
tes de la inmediata
Presencia Divina (10) en todos los aconte- |
cimientos que tienen lugar
en el mundo, donde cada suceso |
conlleva su propio
significado (11). Junto a esta presencia ex- |
terna, existe en la
intimidad de todo ser racional un lazo que |
ata a la criatura con su
Creador (12), en forma de aprehensión |
viva (13), es decir, la
conciencia, gran maestro íntimo... y el |
más cercano a mí mismo
entre los demás medios de conoci- |
miento (14). |
Y aquí tocamos la relación
entre conocimiento, verdad y |
palabra. La verdad hace
libre al hombre, porque equilibra la |
conciencia con la realidad
objetiva; pero la verdad es austera, |
y exige plena sinceridad
en su expresión. Excluida, bloquea- |
celona, vol. I, 1960, p.
212.— También: Henry Brémond, THE MYSTERY OF NEW. |
MAN (London, Williams
& Norgate, 1907), pp. 332 ss. (8) HS, II, p. 229. |
(9) PS, 1, pp. 19 y 54.—
También: Mir., pp. 18 y 22, sobre los milagros como parte del |
«sistema de la
providencia». (10) GA, pp. 115-117. (11) US, p. 285. (12) GA, p. 117. |
(13) Ibíd., p. 118. |
(14) Ibíd., pp. 389-390. |
13 (100) |
da la verdad, desaparece
el valor y la necesidad de la palabra. |
La pasión de Newman por
antonomasia sabemos que era la |
verdad (15). A ella dedica
las más contundentes alabanzas: es |
hermosa, poderosa, sólida,
fuerte, elevada..., y triunfa siempre, |
al fin, como en un
resurgimiento pascual, rompiendo el sello |
de su tumba (16). |
La pasión por la verdad es
la razón de su amor y su res- |
peto por la palabra (17).
El respeto es la primera forma o, por |
lo menos, la condición
previa de todo verdadero amor (18). |
En The Idea of a
University, Newman se refiere con cier- |
to detalle a la palabra en
sí misma, y nos da pie para una cla- |
sificación de la misma en
función de la verdad que expresa: |
palabra-símbolo, palabra
personal y, como una forma eminen- |
te y hasta trascendental
de ésta, palabra inefable. Ésta alcanza |
a Dios; la primera, los
objetos propios de la ciencia (19). La |
ciencia se ocupa de las
cosas; la literatura, de los pensamientos; |
la ciencia es universal,
la literatura es personal (20). |
Newman es bastante
riguroso: cuando las palabras son |
mero vehículo de la
expresión de las cosas, nos encontramos |
fuera del campo de la
literatura; pero hace una excepción |
cuando la ciencia
teológica toma la forma de oratoria sagrada |
(21). La distinción entre
palabra científica y palabra o lengua- |
je literario es
importante, porque destaca la relación o catego- |
ría personal en el
concepto de lenguaje. |
(15) Conf. MD, p. 264: «Ex
umbris et imaginibus in veritatem»; inscripción elegida y |
confirmada no sin cierta
solemnidad, con la que desea expresar el sentido total |
de lo que fue su vida.—
También, en LOSS AND GAIN, el protagonista, Charles |
Reding (trasunto de
Newman), termina con la consecución de la esperada Ver- |
dad, p. 431.— Hilda Graef,
GOD AND MYSELF (London, Peter Davies, 1967), reco- |
ge estas palabras de
Newman: «I have all my life been speaking about suffering |
for the Truth, and now it
has come upon me». |
(16) Idea, p. 217; sobre
verdad y error, Ibíd., p. 478; VVO, pp. 97 y 148. |
(17) Henry Tristram,
Tillotson and others, JOHN HENRY NEWMAN: CENTENARY |
ESSAYS (London, Burns
Oates & Co., 1945), p. 178. |
(18) PS, I, p. 304. (19)
Idea, p. 274. (20) Ibíd. (21) Ibíd., p. 275. |
14 (102) |
Notemos, también, que
Newman |
toma distancias frente al
concepto |
de literatura como fin en
sí misma. |
Valga por lo que dice en
otras par- |
tes lo que afirma en uno
de sus ser- |
mones luego de hablar del
peligro |
del éxito que puede
alcanzarse en |
el mundo: Posiblemente san
Lucas |
(artista), si no hubiese
sido cristia- |
no, hubiera sido un
sofista, los cua- |
les escriben
elegantemente, tanto |
del bien como del mal
(22). Lo pu- |
ramente estético es
ambiguo. |
Literatura es el uso o
ejercicio |
personal del lenguaje
(23). La cuali- |
dad del escritor está en
que más fá- |
cilmente expresa lo que
todos sien- |
ten, pero no todos pueden
decir..., y |
en cuanto solamente ellos
están en |
condiciones de manifestar
lo que es |
común al entero género
humano, |
revisten el carácter de
católico y |
ecuménico (24), universal. |
Podemos decir que Newman
ya |
pertenece a éstos, porque
él, que no |
era experto en idiomas
contempo- |
ráneos, sin embargo es
ahora leído |
en todo el inundo con
pervivencia |
creciente. He aquí unas
palabras |
que nos conciernen: Pienso
que mi |
influencia sobre las
personas que |
no me han visto ha sido
ilimitada- |
mente mayor que entre las
que me |
han visto (25).
Nostálgicos o afor- |
tunados, nosotros
pertenecemos al |
primero de estos grupos.
Newman, |
predicador de verdades
olvidadas |
(26), nunca se acaba de
leer, e irre- |
sistiblemente se vuelve
siempre a |
él con la seguridad de
descubrirlo |
todavía nuevo. Dicen que
no era |
un romántico o, en todo
caso, un |
clasicista con
inclinaciones román- |
ticas (27), y que más bien
parecía |
situado en el viejo
medioevo. Si fue |
así, convendría pensar que
se hizo |
atrás y regresaba al
pasado para |
tomar mejor perspectiva de
futuro |
y de eternidad, en el
misterio de lo |
inefable de Dios. De este
modo se |
convirtió, sin darse
cuenta, en pro- |
feta: veía el cielo desde
la tierra y, |
por su fidelidad a una
superior cla- |
rividencia, desde el cielo
interior |
de su alma veía la tierra.
Y el profe- |
ta se convirtió en
erudito, no por |
capricho..., y abrió sus
labios profé- |
ticos decididamente vuelto
hacia |
los cristianos de los
primeros tiem- |
pos (28). |
Newman no era un
fantasioso, y |
(22) PS, 11, 375. (23)
Idea, p. 275. (24) Ibid., p. 292. (25) LD, XIII, p. 99. |
(26) «Newman showed that
he was a preacher of forgotten truths and that he realized |
the harm of an unbalanced
or truncated presentation of Christianity», Charles S. |
Dessain, JOHN HENRY NEWMAN
(London, Nelson, 1966), p. 21. |
(27) Así lo define Charles
F. Harrold, JOHN HENRY NEWMAN (London, Longmans, |
Green & Co. , 1946),
p. 249.— Según Ian Ker, JOHN HENRY NEWMAN (Oxford―: |
New York, Oxford
University Press, 1988), p. 63, el viaje de Newman por el Me- |
diterráneo pudo tener
algún efecto precisamente antiromántico. |
(28) «The prophet was
turned scholar, and in no fashionable department (…) scarcely. |
15 (103) |
lo mismo desconfiaba del
lenguaje |
pietista, o de la
superstición popu- |
lar católica, que de la
inteligencia |
pura (29). Y también de
las simples |
palabras (30). Vivimos en
un mundo |
de hechos ( ... ) y los
tomamos como |
son (31). El mejor modo de
razonar |
no consiste en pasar de
unas pro- |
posiciones a otras, sino
de unos |
hechos a otros, de lo
concreto a lo |
concreto, de un todo a
otro todo |
(32). Ve a las cosas
sinceramente, |
y tus palabras surgirán
justas, sin |
que te des cuenta (33),
humildes, |
respetuosas, serenas,
concisas (34). |
Si Newman muestra reservas
en |
cuanto al uso de la poesía
como |
medio de comunicación con
los |
demás y de camino para el
conoci- |
miento, es porque la
consideraba |
como una forma de tensión
estética |
dirigida más bien a la
complacen- |
cia del propio artista.
Hoy segu- |
ramente cambiaría de
opinión (35). |
No le costaba versificar y
compuso |
himnos y tradujo algunos
del Bre- |
viario para hacer
accesible al pue- |
blo sencillo la unción de
la liturgia. |
Otras poesías fueron
compuestas |
durante pequeños huecos de
tiem- |
po, con el lápiz en la
mano, como |
cuando leía o rezaba.
Tanto en és- |
tas como en sus diarios,
observa- |
mos que respiran
comunicación y |
comunión con Dios, estado
de ora- |
ción, y no mera
contemplación de |
sí mismo. En estos
escritos piensa |
en los demás o piensa en
Dios; o |
mejor dicho, contempla a
Dios y |
piensa en los demás desde
Dios. |
Pero con ello entramos en
lo que |
hemos denominado palabra
inefa- |
ble, la cual, en rigor,
también es |
persona], pero en la que
una parte |
de la relación la
constituye el Ser |
que nos trasciende, Dios.
Ya no se |
trata de la persona humana
que |
habla a otros hombres,
aunque sea |
de temas divinos, sino de
Dios que |
had he opened those
prophetic lips and he shocked High Church and Low Church |
by a resolute turning
towards the only Christians he could discover in primitive |
ages». En W. Barry, NEWMAN
(London, Hodder and Stoughton, 1904), pp. 256, |
258.— Se trata de un
«return to the sources. This implies, of course, that the sour- |
ces must be rediscovered,
non in a state of dead fixity, but rather one of unending |
creativity. For Newman,
such a "return" involved a renewed knowledge of those |
first builders of the
Church, in the post-apostolic age, who have been called the |
"Fathers of the
Church" because they achieved a constructive encounter of the |
Gospel with a non
Christian world». En Louis Bouyer, C. O., NEWMAN'S VISION |
OF FAITH (San Francisco,
Ignatius Press, 1986), p. 11. |
(29) Owen Chadwick, NEWMAN
(Oxford-New York, Oxford University Press, 1983), |
pp. 10 y 37. |
(30) Ian Ker, THE
ACHIEVEMENT OF JOHN HENRY NEWMAN (London, Collins, |
1990), p. 98. (31) GA, p.
346. (32) Ibid., p. 300. (33) PS, V, p. 44. |
(34) Ibid., IV, p. 227.
(35) Charles F. Harrold, op. cit., p. 270. |
16 (104) |
habla o se manifiesta al
hombre, y |
del hombre que habla a
Dios. New- |
man, en su Grammar of
Assent, |
donde vuelca su gran
esfuerzo pa- |
ra ayudar al paso de la
religión |
natural a la religión
revelada, es- |
cribe: Al modo como la
oración es |
la voz del hombre dirigida
a Dios, |
así es la revelación la
voz de Dios |
dirigida al hombre (36). |
Dios nos habla por dos
medios: |
en nuestros corazones y
por medio |
de su Palabra (37). En The
Idea of |
a University, y a lo largo
del es- |
pacio que dedica a la
palabra, la |
verdad y el pensamiento,
Newman |
cita un par de veces el
término |
Logos, que es central en
la filosofía |
griega, y se limita a
traducirlo por |
pensamiento y palabra,
distintos pe- |
ro inseparables uno de
otra /como/ |
la luz no se puede separar
de la |
iluminación, ni la vida
del movi- |
miento (38). Evita así
toda referen- |
cia al Logos divino, o
Verbo, o Pa- |
labra del Evangelio de san
Juan, |
En cambio, sería muy
extensa una |
antología en la que se
recogieran |
las repetidas referencias
newma- |
nianas a la Palabra de
Dios, en sus |
sermones, poesías,
meditaciones y |
demás escritos, cuando en
ellos tra- |
ta o cita la conciencia, o
habla del |
corazón, con tanta
frecuencia. Por |
eso llamamos a esta
palabra inefa- |
ble; es lo mismo que
indecible, por- |
que el valor y la fuerza
de su ex- |
presión no se agota en la
medida |
del lenguaje humano: Es el
Señor |
invisible, que se acerca
en secreto |
a los hombres, y habla al
oído de |
sus corazones (39); es una
Palabra |
que encontramos dentro de
noso- |
tros (40), que se percibe
en la con- |
ciencia. Por esta Palabra
los hom- |
bres son llevados a su
Presencia |
como a la presencia de una
persona |
viva y devienen capaces de
conver- |
sar con ella (41); es la
resonancia |
de una voz personal,
exterior a mí |
(...), un amigo que amo
(42), a quien |
no corresponderle sería
una ofensa |
y una ingratitud. |
Las citas podrían
multiplicarse |
largamente, y todavía nos
dejaría- |
mos el mundo invisible, en
el que |
no solamente está el Dios
de la re- |
velación y el Jesús del
Evangelio, |
sino todos los santos y
las almas de |
los justos, y los ángeles
amigos |
nuestros, como él lo decía
del suyo |
―My oldest
friend―, en una poesía |
que habría podido servir
de prólo- |
go a su posterior The
Dream of |
Gerontius, al compartir el
prota- |
gonismo con él (43), en el
definiti- |
vo viaje hacia la
presencia y pose- |
sión de la Verdad eterna
de Dios. |
Y el mundo visible, la
Naturale- |
za, parábola inmensa en la
que se |
manifiestan realidades que
superan |
nuestros sentidos (44). Y
la historia, |
(36) GA, p.404. (37) PS,
II, p. 104. (38) Idea, p. 277. (39) OS, p. 66. (40) Ibíd., p. 65. |
(41) GA, p. 117. (42)
Call., p. 314. (43) VVO, pp. 300, 323 y ss. (44) Apo., p 27. → |
17 (105) |
y las culturas aun las más
alejadas |
de la revelación, pero que
prepa- |
raban el tiempo del
Evangelio. Y |
la Iglesia, que ella misma
no es la |
Palabra, pero sí guía y
dispensa- |
dora de la revelación (45)
y los sa- |
cramentos, evocación de lo
eterno |
(46) ...Todo son susurros
que prece- |
den o resonancias que
siguen a la |
divina revelación;
palabra, símbo- |
lo, figura, imagen, voz,
alegoría o |
reclamo de Dios al hombre.
San |
Juan de la Cruz diría de
cada una |
de estas palabras, siempre
incom- |
pletas: ...mensajero, que
no saben |
decirme lo que quiero
(47), como |
expresa Newman, superando
el ca- |
mino de la lógica natural,
al con- |
cluir su Grammar of Assent
(48), |
y habla de argumentos
demasiado |
profundos para poder ser
expresa- |
dos en lenguaje, de
palabras dichas |
a nosotros, uno a uno, y
mis ovejas |
escuchan mi voz... |
Es la palabra inefable, la
voz del |
misterio divino que se
interioriza en |
nosotros, hace de algún
modo inte- |
ligible la Palabra, con la
luz de la |
Sabiduría, el calor de su
Presencia, |
el resplandor de su
Gloria, la fuer- |
za y el aliento de su
Espíritu (49), |
y también desde ahí surge
la debi- |
da respuesta a un Dios que
nos ha- |
bla, que nos conoce, que
nos ama y |
quiere establecer con
nosotros una |
relación de amor, sin lo
cual todo |
quedaría malogrado (50).
La res- |
puesta a lo inefable
solamente es |
posible desde el silencio.
Tu voz |
soberana, Señor, ha
despertado en |
mí el amor divino (51).
Cualquiera |
que fuera, en la
naturaleza de New- |
man, su precedente
psicológico, lo |
cierto es que el
mantendría siem- |
pre una fidelidad
vigilante ante la |
divina Presencia (52). |
Cuando Newman habla o
escri- |
be, lo hace siempre
saliendo de su |
silencio, de su contención
reflexi- |
va, y desde esta intimidad
habla |
de lo íntimo de su corazón
(53), y |
no por placer, cuando lo
hace de |
sí mismo. Así nos lo dice
al romper |
uno de sus grandes
silencios, y lan- |
(45) PS, II, p. 361. |
(46) LG, p. 328, se
refiere a la Misa, «the greatest action that can be on earth. It is no |
invocation merely, but, if
I dare use the word, the evocation of the Eternal». |
(47) San Juan de la Cruz,
POESÍAS (Madrid, Signo, 1936), «Canciones del Alma», p. 20. |
(48) GA, p. 492. (49) PS,
VI, p. 356. (50) Call., p. 293. |
(51) VVO, p. 45, es la
respuesta de la gratitud: «Lord, in this dust Thy sovereing |
voice - First quicken'd
love divine; - I am all Thine, Thy care and choice, - My |
very praise is Thine». |
(52) AW, p. 241: «Neque
vero perdidi intimum sensum Praesentiae Divinae in omni |
loco (...) Illa subtilis
et delicata vis fidei et spei hebetata est in me usque ad hunc |
diem».— MD, p. 52: «Every
breath I breathe, every thought of my mind, every good |
desire of my heart, is
from the presence within me of the unseen God (...) I recog- |
nise Thy voice in my own
intimate consciousness». (53) Apo., Preface, p. XXV. |
|
18 (106) |
zarse a escribir el más
famoso de sus |
libros: Apologia pro vita
sua (54). |
Acompañar a Newman por los |
caminos de sus silencios o
entrar |
en sus soledades,
alargaría dema- |
siado nuestro discurso.
Pero hay |
dos grandes silencios que
resumen |
todos sus amores y todos
sus dolo- |
res: Littlemore y
Birmingham. En |
Littlemore, puesto
absolutamente |
de cara al desierto (55),
abandona- |
do a las manos de Dios,
entregado a |
la oración y pidiendo la
de sus ami- |
gos, incomprendido por el
mundo |
y rechazado, como un hijo
por su |
madre, de la Iglesia de
Inglaterra, |
sin poder dejar de amarla,
agrade- |
cido, por las gracias que
en ella |
había recibido (56). |
Más tarde, en Birmingham,
my |
nest, en el Oratorio,
donde toma a |
san Felipe Neri por Padre
que ins- |
pira su piedad y su vida
de católi- |
co. Desde allí le
alcanzará la sor- |
presa de más largos y
todavía más |
dolorosos silencios,
además de las |
dificultades y penalidades
inme- |
diatas de pobreza, de
trabajo duro, |
de solicitud constante, de
viajes |
incómodos, de soledades...
A dis- |
tancia de todo aquel
drama, ya po- |
demos afirmar que no fue
motiva- |
do por exceso de
sensibilidad ante |
simples malentendidos, o
por no |
tener amigos en Roma (57),
sino |
que la mezquindad y la
envidia se |
cebaron en él, que
precisamente |
no era ni había sido nunca
ambi- |
cioso (58). Pudo decirse
que los su- |
yos no lo recibieron. |
Silencios que no fueron de
des- |
pecho ni de corazón
resentido. Cito |
un par de anécdotas que lo
de- |
muestran. Se refieren a la
muerte |
de Faber y a la del propio
New- |
man. La muerte es la hora
de la |
verdad; en la que nada
valen ni |
las obras ni las palabras
si no están |
escritas en el libro de la
vida; de |
otro modo, se borrarían
como las |
que se hubiesen escrito
sobre arena |
(59). |
Newman fue a visitar al
padre |
Faber, en Londres,
postrado ya en |
(54) Ibid., p. XX. |
(55) The Birmingham
Oratory, CORRESPONDENCE OF JOHN HENRY NEWMAN |
WITH JOHN KEBLE AND
OTHERS, 1839-1845 (London, Longmans, Green & Co., |
1917), p. 351: «For three
full years I have been in state of unbroken certainty, |
Against this certainty I
have acted, under the notion that it might be a dream, and |
that I might break it as a
dream by acting; but I cannot. In that time I have had |
no ups and downs, though
(...) the truth has often flashed upon me with unusual |
force (...) I am setting
my face absolutely towards the wilderness». |
(56) SD, pp. 406-407: «O
mother of saints! O my mother, whence is this unto thee, that |
thou hast good things
poured upon thee canst not keep them, and bearest chil- |
dren, yet darest not own
them?». |
(57) AW, p. 251. |
(58) Ibíd., pp. 252-253;
conf. Vvo, p. 47; LD, XXVII, p. 334. |
(59) VVO, p. 303.— También
PS, II, p. 8: «The triumph of the Truth, in all its forms, is |
19 (107) |
el lecho de muerte; estuvo
un rato |
con él, hablaron del
cielo, como |
amigos que se encuentran;
lo abra- |
zó, le dio la bendición y
se retiró en |
silencio, sin poder
ocultar las lágri- |
mas (60). Años más tarde,
Newman, |
también el próximo a la
muerte, y |
cuando los jóvenes del
Oratorio, |
para consolarle, le
propusieron |
cantarle el ya entonces
famosísimo |
Lead Kindly Light, el
moribundo |
cardenal replicó
dulcemente: No, |
cantadme más bien The
Eternal |
Years, del padre Faber,
porque he |
pensado siempre cuánto me
gusta- |
ría escuchar ese himno al
encon- |
trarme cerca de la muerte
(61). |
En el funeral de Newman
predi- |
có el sermón el cardenal
Manning, |
el cual también había
tenido que |
ver con los sufrimientos
de New- |
man católico. Manning hizo
un ser- |
món magnífico (62), y sin
duda sin- |
cero. Pero, si en el cielo
caben las |
sonrisas, Newman
insinuaría, en |
medio de la Iglesia de los
verdade- |
ros santos, aquella que le
era tan |
propia, sin ironía alguna,
dulce, |
humilde, inocente e
inteligente a la |
vez, comprensiva, de
contención |
silenciosa, de cariño... y
de miseri- |
cordia. |
La pasión por la verdad va
aso- |
ciada con el retiro y el
silencio (63); |
del silencio nace también
la pode- |
rosa Palabra que toca el
cielo, pero |
camina sobre la tierra
(64). Se en- |
carna, se hace vida, y se
desarrolla, |
en una evolución que la
conduce a |
la verdad total. Como de
un puña- |
do de semillas, de unas
pocas pa- |
labras pronunciadas por
algunos |
pescadores galileos, surge
por ex- |
pansión un universo de
pensamien- |
to (65). Así sucede en la
Iglesia, y |
así, a nivel de fe, en
cada cristiano. |
El modelo ―our
pattern― es Ma- |
ría, nos dice Newman en
uno de |
sus sermones emblemáticos;
María, |
tipo de la Iglesia y
primera cristia- |
na; personaje con más
silencios que |
palabras: O amore muto che
non |
vói parlare! (66). |
Por esto, cualesquiera que
fue- |
postponed to the next
world». |
(60) Releigh Addington,
FABER, POET AND PRIEST (London, Burns & Oates, 1974), |
p. 342.— La entrevista fue
breve, por precepto del médico. Los sentimientos que- |
dan descritos en un
memorándum de Newman (conf. LD, XIX, pp. 559-561): «Fa- |
ber, poor fellow, is not
much changed». |
(61) Lo recordaban los
padres más jóvenes, singularmente el p. Bellasis, en una carta |
a su madre, y el p. Denis
Sheil, fallecido en 1962, a los 96 años de edad, último |
testigo de Newman, que fue
quien le admitió en la Congregación. Lo reporta Ro- |
nald Chapman, FATHER FABER
(London, Burns & Oates, 1961), p. 344. |
(62) John Moody, JOHN
HENRY NEWMAN (London, Sheed & Ward, 1946), reproduce |
íntegramente el sermón de
Manning, al final del libro, pp. 263-266. |
(63) Idea, Preface, p.
XIII. (64) Sb, cap. XVIII, vv. 15-16. (65) US, p. 317. |
(66) Iacopone da Todi, LE
LAUDE (Milano, Le Edizioni di Uomo, 1945), p. 207. |
20 (108) |
ran las crisis de la
Iglesia, los ma- |
les del mundo, o las
pruebas que |
nos visiten a lo largo de
la vida, |
siempre nos queda salvada
para la |
Iglesia (67) y para
nosotros la Pa- |
labra de la verdad у
el silencio que |
la integra y transforma en
vida. |
Siempre existe un silencio
que tam- |
bién habla (68). Porque
Newman |
conocía bien este
silencio, rezaba |
para aprender a hablar
también sin |
palabras y llevar así a
los demás a |
Dios (69), porque, en
ocasiones, hay |
verdades inalcanzables si
no es a |
través del testimonio
(70), como el |
silencio de los primeros
santos, los |
mártires, que hablaban por
su |
muerte (71). |
Jean Guitton se ha
quejado, ha- |
ce poco, del silencio de
la Iglesia |
del silencio en la
Iglesia, y otros |
lo hacen de la nueva,
según ellos, |
Iglesia del silencio (72).
Desde el |
lado de la cultura,
Charles Moeller, |
denuncia el silencio de
Dios en la |
literatura de nuestros
días (73). |
El primer antologista de
New- |
man, William Samuel Lilly,
dijo, |
con evidente exageración,
que |
aquellos que conocen
solamente las |
obras —es decir, las
palabras— de |
Newman conocen lo menos
impor- |
tante de él (74). Pensamos
que so- |
lamente podía estar en lo
cierto si |
tenía por mejor parte la
misma que |
describe Newman, a
propósito de |
la palabra, del silencio y
de la ora- |
ción, comentando la
conocida esce- |
na de Betania (75). |
En cualquier caso, Newman
nos |
diría siempre que: |
Llevemos la voluntad de
Dios en el corazón, |
el nombre de Dios en los
labios, |
y el Reino de Dios en la
esperanza (76). |
(67) PS, III, p. 319. (68)
GA, p. 396. (69) MD, p. 54. (70) Ess., p.31. (71) HS, II, p. 225. |
(72) Jean Guitton,
SILENCIO SOBRE LO ESENCIAL (México, Claveria, s. d.), trad. |
esp., pp. 10-11. |
(73) Charles Moeller,
LITERATURA DEL SIGLO XX Y CRISTIANISMO (Madrid, Edi- |
torial Gredos, 1958),
trad. esp., pp. 25-32. |
(74) William Samuel Lilly,
A NEWMAN ANTOLOGY, first published in 1875, under |
the title CHARACTERISTICS
FROM THE WRITINGS OF JOHN HENRY NEW. |
MAN (London, Dennis Dobson
Ltd., 1949), Introd., p.17. |
(75) PS, III, «The good
part of Mary», pp. 318-335. (76) SD, p. 289. |
El miserable no piensa en
la transfiguración de su alma, de su vida, del |
mundo; el nuevo rico se
satisface con el fácil y engañoso resplandor que |
ven los ojos. Y al mismo
tiempo comprobamos que, día tras día, desapare- |
ce la libertad necesaria
para una contemplación generosa del universo. |
Emmanuel Mounier |
21 (109) |
UTOPÍAS |
De una entrevista a mons.
P. Casaldáliga |
en la revista SERRA D'OR
del pasado mes de octubre |
EVIDENTEMENTE, no es
posible |
ser cristiano sin Iglesia.
Ser |
cristiano es pertenecer a
la comu- |
nidad de seguidores de
Jesús. Pero |
ocurre que la palabra
"Iglesia" sig- |
nifica muchas cosas; va
cargada de |
residuos de poder, de
privilegio, |
de mundanidad, y es
necesaria la |
purificación. Pero ser
cristiano al |
margen de la comunidad
eclesial |
es imposible. Los
cristianos esta- |
mos incorporados a Cristo
comuni- |
tariamente. Mi fe, a pesar
de ser |
algo tan personal, porque
soy yo |
mismo el que cree, es
siempre una |
fe comunitaria, eclesial. |
TENGO la plena convicción
teo- |
lógica, bíblica y de fe,
de que |
no existe ningún
argumento, ni bí- |
blico, ni teológico, ni de
verdadera |
tradición, con que se
pueda justifi- |
car la exclusión de la
mujer para |
que sea en la Iglesia
sacerdote, |
obispo o papa, y que no
tenga en la |
Iglesia los poderes, las
atribuciones |
que tiene el hombre. Es
evidente |
que nuestra postura actual
y nues- |
tra doctrina son fruto de
una mas- |
culinidad, de una
tradición que no |
tiene que ver con
"la" tradición de |
la fe. Es una tradición
cultural. So- |
mos hijos del mundo
hebreo, grie- |
go, romano, sajón, con lo
cual se |
explica, pero no
justifica, que exis- |
tan dificultades. |
SE DICE que carecemos de
pro- |
fetas. ¿O es que quiere
decirse |
que no tenemos bautizados?
Los |
bautizados deberíamos de
algún |
modo ser llevados del
espíritu pro- |
fético. Es verdad que la
Iglesia se |
mueve a la defensiva, y
que aún |
vivimos la
sacramentalización de |
forma harto rutinaria y de
cumpli- |
miento. Tal vez nos falte
algo de li- |
bertad de espíritu, un
poco de crea- |
tividad, de esperanza
pascual..., y |
nuestra vida se
convertiría en testi- |
monio de coherencia
diaria, perso- |
nal o colectiva, con algo
de profe- |
cía. Pero, eso sí,
recordando que los |
profetas normalmente
tienen tam- |
bién la vocación de
mártires, de un |
modo u otro. Es preciso
vencer el |
miedo a la incomprensión,
a la per- |
secución, al martirio...
Es el modo |
de preparar, poco a poco,
la llegada |
definitiva a la morada del
cielo. |
22 (10) |
ÍNDICE DEL AÑO 1992 |
|
TIEMPO DE ORACIÓN | |
La cruz de Cristo, medida
del mundo (J. H. Newman) | 22 |
Oración de un cristiano
ruso perseguido (M. Polski) | 2 |
Palabra de Dios (E.
Przywara) | 90 |
San Pietro in Vaticano (J.
M. Valverde) | 66 |
TEMAS | |
El corazón | 23 |
El mayor escándalo en la
Iglesia | 5 |
La conversión de Bartolomé
de Las Casas | 79 |
Oración, ayuno, limosna |
32 |
«Para comprender el
ecumenismo» (J. Bosch) | 19 |
Principios | 67 |
Sacerdocio | 33 |
Sobre renglones torcidos |
87 |
Violencias | 3 |
SAN FELIPE NERI Y EL
ORATORIO | |
Apostolado y
desprendimiento | 75 |
El altar de nuestra
iglesia | 43 |
El espíritu de san Felipe
Neri | 54 |
La verdadera felicidad |
99 |
Los ejemplos de san Felipe
y de sus primeros discípulos | 9 |
Permiso para ser cristiano
| 76 |
Saint Philip Neri (J. H.
Newman) | 52 |
San Felipe cada año | 42 |
San Felipe Neri y los
animales | 14 |
NEWMAN | |
Cátedra Newman, en
Salamanca | 68 |
Los verdaderos Santos (J.
H. Newman) | 50 |
Luces y sombras en la
historia de la Iglesia (J. H. Newman) | 1 |
Palabra y silencio en
Newman | 100 |
Pensamientos | 25,
45,48,69,72, 3,96 |
Responder a Dios (J. H.
Newman) | 30 |
TEXTOS | |
Bastan las Escrituras (san
Atanasio) | 12 |
Decálogo de la
no-violencia (Comisión Paz y Reconciliación | 39 |
Preferencias desde una
mentalidad cristiana (A. C. Comín) | 10 |
|
23 (111) |
DOMINGO DÍA 27 DE
DICIEMBRE |
A LAS 8 DE LA TARDE |
CONCIERTO DE NAVIDAD |
EN LA IGLESIA DEL ORATORIO |
CORAL |
UNIVERSITARIA |
Director: Julio Sorribes |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita o imprimo: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D. L. AB 103/62 - 1.12.92 |
24 (112) |
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