Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 286. ENERO-FEBRERO.
Año 1993 |
SUMARIO |
TODO está por hacer, desde
que Cristo vino al |
mundo, y lo convulsionó.
Nos cuesta entender |
esta novedad, y,
nostálgicos de imaginadas |
seguridades perdidas,
echamos la vista atrás: |
los mundanos, para
resucitar durezas y violencias |
primitivas, aunque
maquillando hipócritamente el |
gesto que esconde
injusticias y crímenes: de ahí |
las hambres, las
deportaciones, los genocidios, las |
guerras, los expolios
legalizados... Los que decimos |
que somos seguidores de
Quien vino a quitar el |
pecado del mundo pongamos
atención en no ser |
seducidos, en no repetir
el estilo mundano ni con |
pretexto de bien, porque
sería cometer una falsifi- |
cación, una demora del
Reino y apagar el Espíritu |
o, como mucho, un volver a
la Sinagoga. |
PARA LA UNIÓN DE LOS
CRISTIANOS |
EXILIOS |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
J. H. NEWMAN EN EL NUEVO
CATECISMO |
LA ESCONDIDA SENDA |
LA FE Y LA IGLESIA EN
NEWMAN |
COSTUMBRES Y LEYES EN EL
ORATORIO |
1 |
PARA LA UNIÓN |
DE LOS CRISTIANOS |
¡Oh Señor nuestro!... |
Congrega a los que nos
hemos dispersado, |
une a los que disentimos
en nuestros pareceres, |
recupera a los alejados
por enemistades y discordias. |
Haz |
que todos nosotros, que
hemos renacido |
y hemos sido renovados por
el Bautismo en tu nombre, |
lleguemos a reunirnos y
formar un solo cuerpo, |
del que tú seas Cabeza
sublime. |
No podemos imaginar nada
más hermoso |
que confesarte con un solo
corazón |
como Dios omnipotente, |
lleno de amor por
nosotros, |
y como hombre dulcísimo
que has muerto en la cruz |
por nuestros pecados; |
tú, libertador del género
humano |
y restaurador universal
del mundo. |
Joan Lluís Vives |
(1492-1540) |
2 |
Exilios |
NACIDO y, enseguida,
perseguido. Así comienza la experiencia humana del Hijo |
de Dios. Entró en el mundo
«como uno de tantos», sin exhibir su condición di- |
vina. De este modo asumió
la suerte de todos, con plena verdad, para luego |
acreditar la sinceridad de
su predicación del Reino, gratuito, sin hipotecas de |
libertad. Su gesto comenzó
en Belén, se hizo oculto en Nazaret y culminó en el Cal- |
vario. Desde el principio
al fin, el precio fue muy elevado. No pudo elegir una morada |
donde nacer, ni disfrutó
una infancia sin sobresaltos. El ángel dijo a José: «Coge al |
niño y a su madre y huye a
Egipto, porque Herodes quiere matarle». Cuando regrese |
a la patria, tendrá que
alejarse hacia la periférica Galilea, porque en Judea subsisten |
las amenazas. Ya entonces,
los políticos y los recomidos por la ambición de los pode- |
res de la tierra temen al
posible rival, y no comprenden que «no quita los reinos |
mortales el que da los del
cielo». Sin embargo, luego resultaría, providencialmente, |
que «todo comenzaría en
Galilea. |
En Cristo se condensa la
historia de la salvación y se proyecta, como "tipo", ha- |
cia adelante, en la
Iglesia, cuando es fiel al Evangelio, y en los santos. |
La historia de Israel
había sido un tejido de esperanzas, contradicciones y exi- |
lios. Había mantenido la
expectación mesiánica, pero al precio de humillaciones, su- |
frimientos y grandes
deportaciones, en las que no solamente se sacrificaba el amor |
a la patria, sino que se
ponía a prueba la fidelidad religiosa. A pesar de la opresión |
de dominio: extraños, y
hasta de la traición de los instalados y «falsos hermanos, |
había persistido, sin
embargo, como un resto», la fidelidad de «los pobres del Se- |
ñor», a quienes
precisamente la pobreza mantenía puros en la fe y esperanza de las |
divinas promesas. |
En la historia de la
Iglesia, tocada de la tentación imperialista, a partir de Cons- |
tantino, los santos se han
encargado, como antaño los profetas, de recordar la ne- |
cesidad de no confundir
los reinos de la tierra con los de Dios, y aunque en esta |
3 |
dimensión todavía temporal
y pecadora no siempre han alcanzado el merecido éxito |
sus palabras, confirmadas
con el ejemplo de sus vidas, han demostrado, por lo menos |
«como resto» —«pequeño
rebaño, dijo el Señor―, que el testimonio cristiano perma- |
nece tal como Cristo
prometió, para quien quiera aceptarlo y hacerlo vida. Hubo, sin |
mala fe, demasiadas
conversiones masivas; demasiada sacramentalización sin antes |
evangelizar, y más
recientemente demasiada propaganda y marketing en vez de pa- |
labra de Dios y sencillez
sin sectarismos ni partidos, que, utilizados por el Maligno, |
amenazarían secuestrar u
obligar otra vez a la huida al cuerpo misterioso de Cristo, |
crecido en la Iglesia. |
Tal vez, pasados algunos
años después del Concilio Vaticano II, nos hemos olvi- |
dado de aquella idea de
«Iglesia en diáspora» a la que él parecía inclinarse, y nos |
hemos quedado en el miedo
y a veces con el pecado de la secularización, cuando, |
apremiados por temor de
fracasos, hemos sentido y en parte consentido utilizar |
medios más mundanos que
cristianos, para presionar antes que convencer, o para |
hacer prosélitos y
clientes en vez de buenos hijos de Dios que aspiran a repetir al |
Cristo del Evangelio; al
Cristo que nació y vivió en el exilio, como, por lo demás, la |
suerte de los verdaderos
santos, unas veces porque el Señor en la oración les inspiró |
a ello, otras porque se
dejaron llevar de la providencia, sin perder de vista los cami- |
nos de Jesús, de la
primera Iglesia y de los que verdaderamente, a lo largo de su |
historia, la han ido
purificando de los pecados del mundo, de las tentaciones políticas |
y de apresuramientos y
eficaces estadísticas sospechosas. |
«De cara al desierto»,
decía Newman. Los que tuvieran vocación de instalados, o |
que disfrazaran las
ambiciones mundanas con pretextos religiosos, los que cedieran |
a tales engaños nunca
comprenderán qué es el exilio; y aunque pudieran triunfar en |
el mundo, tampoco verán
florecer en el yermo los lirios que Dios bendice. |
Votos virtudes |
en san Felipe y sus hijos. |
San Felipe Neri enseñó a
sus hijos a venerar y alabar a los religiosos que |
hacen profesión de los
votos de obediencia, pobreza y castidad; pero no |
quiso que los hicieran los
del Oratorio por él fundado. Sin embargo, les |
repetía y exigía que sí
debían practicar las mismas virtudes de los |
religiosos. En el cielo no
preguntan por los votos profesados, sino por las |
virtudes practicadas. No
era una rebaja la norma que establecía el Santo, |
sino un modo diferente
para un mismo fin, la santidad de la vida según |
el Evangelio, con una
libertad que ayudara, si cabe, a mayor generosidad |
y mantuviera
constantemente abierto el corazón en el seguimiento e |
imitación de Cristo, y así
perseverar hasta la muerte, en fraternidad, |
alegría y gracia de Dios,
dándole gloria y haciendo bien a las almas. |
4 |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
DIOS ES PADRE, HIJO Y
ESPÍRITU SANTO |
Observemos que el misterio
no se |
encuentra en una u otra de
las |
afirmaciones que
constituyen el |
dogma, sino en la unión de
estas |
afirmaciones. El
significado de ca- |
da proposición está al
alcance de |
nuestra comprensión; no
existe di- |
ficultad intelectual
alguna para en- |
tenderlas. «Dios es Padre;
Dios es |
Hijo; Dios es Espíritu
Santo; el Pa- |
dre no es el Hijo; el Hijo
no es el |
Espíritu Santo; el
Espíritu Santo |
no es el Padre; Dios es
sólo uno, no |
hay tres Dioses». ¿De cuál
de estas |
proposiciones no
entendemos bien |
lo que se nos quiere
decir? Para |
una fe devota, por tanto,
el miste- |
rio no supone ninguna
dificultad. |
(Si contemplamos cada
proposición |
de fe, encontraremos
motivos para |
la devoción y la
obediencia fiel. |
Ath., 316-317). |
Descompongamos un rayo de
luz |
en los colores que lo
forman; cada |
uno de ellos es hermoso en
sí mis- |
mo, y nos gozamos al
contemplarlo. |
Probemos ahora a unirlos:
quizá |
no conseguiremos más que
un co- |
lor blanco sucio. La Luz
pura e in- |
divisible es vista
únicamente por |
los santos del cielo; aquí
no llegan |
sino tenues reflejos suyos
produci- |
dos por la difracción,
pero que nos |
bastan para la fe y la
devoción. Si |
intentamos combinarlos, lo
único |
que obtendremos será un
misterio, |
que podremos describir
nocional- |
mente, pero no representar
en la |
imaginación... En los
credos, el |
dogma no recibe el nombre
de mis- |
terio. (El dogma de la
Santísima |
Trinidad no es llamado
misterio |
en la Escritura ni en los
símbolos |
de la fe. G. A., 132). |
Que no hay más que un
principio |
de todas las cosas era un
dogma |
fundamental para todos los
católi- |
cos. Al mismo tiempo, el
cristianis- |
mo confesaba una Trinidad
divi- |
na. ¿Cómo eran compatibles
ambos |
5 |
dogmas?... Los teólogos
católicos |
se enfrentaron a esta
dificultad, an- |
tes y después del Concilio
de Nicea, |
insistiendo en la unidad
de origen |
existente en la Trinidad.
El Hijo y |
el Espíritu tenían una
divinidad |
comunicada por el Padre y
una |
unidad personal con él...
Por la |
misma razón, el Padre fue
llamado |
«Dios», sin más, mientras
que la |
segunda y la tercera
Personas fue- |
ron designadas por sus
nombres |
propios, «el Hijo» o «la
Palabra», |
y «el Espíritu Santo»:
ello muestra |
que han de ser
considerados no |
como separados del Padre,
sino |
como existentes en él. (El
Hijo y |
el Espíritu Santo proceden
del Pa- |
dre. T. T., 167-169). |
La doctrina del
Principatus... no |
puede ser ignorada sin
detrimento |
de la plenitud y la
armonía del |
dogma católico. Posee la
ventaja |
indudable de hacer
accesible a la |
imaginación el descenso de
la natu- |
raleza divina a la humana,
revela- |
do por el dogma de la
Encarnación. |
El Hijo eterno de Dios,
que llega a |
ser, por un segundo
nacimiento, el |
Hijo de Dios en el tiempo,
es la |
clave que preserva para
nosotros |
la continuidad misma de la
Reve- |
lación divina; mientras
que decir |
ex abrupto que el Ser
supremo se |
convirtió en Hijo de
María, aunque |
constituye una afirmación
verda- |
dera en sí misma, no
obstante, da- |
da la infinita distancia
existente |
entre Dios y el hombre,
favorece |
el error nestoriano de un
Cristo |
con dos personas. (De él,
por él y |
para él son todas las
cosas. ¡A él la |
gloria por los siglos! T.
T., 178-179). |
Cristo es el Hijo de Dios
tanto en |
su naturaleza divina como
en su |
naturaleza humana.
Nosotros, sin |
embargo, casi hemos dejado
de |
considerarlo, según el
patrón del |
Credo de Nicea, como «Dios
de |
Dios» y «Luz de Luz»,
siempre uno |
con el Padre, aunque
siempre dis- |
tinto de él...
Ciertamente, su filia- |
ción divina es el punto de
la doc- |
trina en el cual nuestra
mente está |
destinada
providencialmente a |
apoyarse para siempre, a
fin de |
preservar así integra la
identidad |
de Cristo. (El dogma es el
alimento |
de la oración. P.S. III,
170). |
La Persona que es nuestro
Señor |
después de la Encarnación
ya exis- |
tía antes. Su naturaleza
humana no |
es un ser separado, como
quería |
la herejía nestoriana; no
tiene una |
personalidad propia, sino
que, aun- |
que es perfecta como
naturaleza, |
vive en la segunda Persona
de la |
Trinidad, le pertenece y
es poseí- |
da por ella como atributo,
instru- |
mento o accidente
inseparable de |
su ser, no como algo
sustantivo, |
independiente o
yuxtapuesto a |
ella. (Confesamos que
Jesucristo es |
6 |
verdaderamente el Hijo de
Dios. |
Ath. II, 192). |
Si nos proponemos expresar
con |
propiedad el sagrado
misterio de |
la Encarnación, hemos de
decir |
«Dios es hombre» mejor que
«este |
hombre es Dios». No es que
esta |
última proposición no sea
comple- |
tamente católica en sus
términos, |
pero la primera expresa la
historia |
de la economía salvífica y
asigna |
la personalidad de nuestro
Señor a |
su naturaleza divina,
haciendo de |
su humanidad algo anejo a
ella, |
mientras que si, por el
contrario, |
decimos «este hombre es
Dios», |
entonces estamos
considerándolo |
primera y personalmente
como un |
hombre, al que se añadiría
alguna |
inmensa y desconocida
dignidad. |
(Hemos de preservar la
verdad de |
la Revelación en toda su
pureza. |
Ess. I, 74). |
JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR
Y SALVADOR |
Conocer a Cristo quiere
decir des- |
cubrir al Padre de todos
manifes- |
tado en su Hijo unigénito
encarna- |
do... Por ello, los
Evangelios, que |
constituyen la memoria de
esta |
gracia maravillosa, son
nuestros |
tesoros más preciados y
hemos de |
considerarlos por
excelencia el |
texto de la Revelación.
Las cartas, |
especialmente las de san
Pablo, son |
como los comentarios a
este texto, |
el cual exponen e ilustran
en sus |
diversos aspectos,
elevando la his- |
toria a dogma, los ritos a
sacramen- |
tos, las palabras y
acontecimientos |
a principios, y
proclamando así |
fielmente su persona, su
obra y su |
voluntad. (La vida
espiritual autén- |
tica depende del
conocimiento del |
Evangelio. P. S. II,
154-155). |
Antes de venir al mundo no
tenía |
sino las perfecciones de
Dios, pero |
después poseyó también las
virtu- |
des de un ser creado, como
la con- |
fianza, la mansedumbre o
la abne- |
gación. Antes de venir al
mundo |
no podía ser tentado por
el malig- |
no; después, sin embargo,
tuvo un |
corazón de hombre, y las
carencias |
y dolencias de los
hombres. Cier- |
tamente, su naturaleza
divina im- |
pregnó su humanidad, de
manera |
que cada palabra y cada
acto su- |
yos tenían un sabor de
eternidad e |
infinitud; pero, por otra
parte, des- |
de que nació de la Virgen
María |
padeció, como consecuencia
de su |
naturaleza humana, miedo
ante el |
peligro y aversión frente
al dolor, |
aunque éstos estaban
siempre so- |
7 |
metidos al influjo
determinante de |
la naturaleza santa y
eterna que |
había en él. (El Hijo de
Dios es |
realmente hombre. P.S.
III, 166). |
Las personas pueden
influirnos; los |
sonidos, apaciguarnos; las
miradas, |
subyugarnos; los hechos,
enarde- |
cernos. Muchos vivirán y
morirán |
por un dogma; nadie será
mártir |
por una conclusión. (La
vida de |
nuestro Señor nos
interpela. D. A., |
293). |
«De hecho, no amamos al
único |
que permanece. Ponemos
nuestro |
amor en aquellas cosas que
no per- |
duran, sino que se acaban.
Por eso, |
el mismo a quien
deberíamos amar |
ha decidido retomarnos
para él: ha |
venido a este mundo suyo y
se ha |
hecho uno de nosotros. Y
así, adop- |
tando la condición humana,
abre |
los brazos y quiere
persuadirnos de |
que volvamos a él, nuestro
Crea- |
dor. Éste es nuestro culto
y nuestro |
amor, Calixta». (Por qué
nuestro |
Señor se hizo hombre.
Call., 221). |
«Solamente hay uno que ama
a |
las almas», gritó Cecilio,
«y nos |
ama a cada uno de nosotros
como |
si no hubiera nadie más a
quien |
amar. Murió por cada uno
de nos- |
otros como si no hubiera
nadie más |
por quien morir. Y murió
en la ig- |
nominia de la Cruz... El
amor que |
él inspira perdura, porque
es un |
amor inmutable, y sacia,
puesto |
que sólo él es inagotable.
Cuanto |
más nos aproximamos a él,
más |
victoriosamente entra él
en noso- |
tros... Cuanto más tiempo
habita |
en nuestro interior, más
íntima- |
mente lo poseemos. Es un
desposo- |
rio por toda la
eternidad». (Nada |
puede separarme del amor
de Cris- |
to. Call., 222). |
Aunque la muerte de Cristo
mues- |
tra cómo Dios aborrece el
pecado, |
y también su amor para con
el |
hombre (ya que fue el
pecado el |
que causó la muerte, y si
tan gran- |
de fue el sacrificio,
ciertamente |
muy grande debió de ser el
mal |
que lo causó), no
obstante, de qué |
manera su muerte expió
nuestros |
pecados y qué satisfacción
consti- |
tuye esa muerte para la
justicia de |
Dios son, con seguridad,
materias |
que nos superan..., es
éste un acon- |
tecimiento siempre
misterioso por |
lo que respecta a su
necesidad, |
mientras que es terrible
por el abo- |
rrecimiento del pecado que
impli- |
ca, y extraordinariamente
conmo- |
vedor y sublime por el
amor que |
Dios manifiesta al hombre.
(Nos |
basta con saber que Cristo
es nues- |
tro único Redentor. Ess.
I, 66). |
Es el hecho mismo de ser
Dios lo |
que da sentido a sus
sufrimientos. |
8 |
¿Qué significa para mí un
hombre, |
uno que sea solamente
hombre, en |
agonía, azotado o
crucificado? Hay |
muchos santos mártires
cuyos tor- |
mentos fueron horribles.
Aquí, sin |
embargo, contemplo a un
hombre |
ensangrentado, flagelado y
clavado |
en una cruz, y este hombre
es Dios. |
Lo que estamos leyendo no
es úni- |
camente el relato de unos
dolores |
humanos, sino la crónica
de la pa- |
sión del Creador
todopoderoso. |
(Démonos cuenta de lo que
Dios ha |
hecho por nosotros. Mix.,
321). |
Ahora os pido que os
paréis a pen- |
sar que ese rostro tan
cruelmente |
golpeado era el rostro de
Dios mi- |
smo ; que la frente
ensangrentada |
por las espinas, el
sagrado cuerpo |
expuesto a la vista de
todos у la- |
cerado por los azotes, las
manos |
clavadas en la cruz, y el
costado |
que después sería
atravesado por |
la lanza, eran la sangre,
y la carne |
ganta, y las manos, y las
sienes, y |
el costado, y los pies de
Dios mis- |
mo, a quien la muchedumbre
en- |
furecida tenía entonces
ante sus |
ojos. (Yo he hecho esto
por ti. ¿Qué |
haces tú por mí? P. S. VI,
74). |
La muerte de la Palabra
eterna de |
Dios hecha carne es la
gran lección |
que nos enseña a pensar y
a hablar |
de este mundo. La Cruz
confiere a |
todo lo que vemos su valor
exacto. |
Pensad en las riquezas, en
las ga- |
nancias, en los honores,
en las dig- |
nidades, en los placeres;
en «la co- |
dicia de la carne, la
codicia de los |
ojos y el orgullo de la
vida» (1Jn 2, |
16)... Id al mundo de la
política, al |
mundo intelectual y
científico... |
Mirad el sufrimiento,
mirad la po- |
breza y el hambre, la
opresión y el |
cautiverio; id allí donde
la alimen- |
tación es escasa y la
vivienda insa- |
lubre... ¿Queréis aprender
a valo- |
rar todas estas cosas?
Contemplad |
la Cruz. (La Cruz, medida
de todas |
las cosas. P. S. VI,
84-86). |
A propósito del nuevo
Catecismo de la Iglesia Católica, cuando la |
convicción contraria a la
pena de muerte se ha hecho común después |
de la Segunda Guerra
Mundial, ¡qué lástima!... Se hubiera podido |
decir: «La Iglesia
contempla con gozo, como un eco del antiguo "no |
matarás", la
convicción creciente en la actual sociedad de que, para |
defenderse del injusto
agresor, no hay necesidad de apelar a la pena |
de muerte»>. Así
hubiera empujado hacia adelante esta convicción, |
sin tener que definir una
nueva verdad. |
JOSÉ M. ROVIRA BELLOSO, |
Teólogo |
9 |
JOHN HENRY NEWMAN |
EN EL |
"CATECISMO DE LA
IGLESIA CATÓLICA" |
LA SOBRIEDAD y el estilo
con- |
creto que debe
caracterizar |
la redacción de un
catecismo |
aconseja reducir al mínimo
las ci- |
tas de autores
particulares, o pres- |
cindir de ellas, salvo
cuando se las |
considera especialmente
oportunas |
para apoyar o confirmar la
doctri- |
na o principios que se
exponen. In- |
cluso las referencias
bíblicas, pa- |
trísticas y a documentos
de la Igle- |
sia deben ser aducidas con
criterio |
muy selectivo. De otro
modo, el |
libro confeccionado
adquiriría el |
carácter y extensión de un
tratado |
o resumen enciclopédico de
reli- |
gión. Por este motivo
tienen evi- |
dente relevancia las
palabras de |
autores y santos cuando se
inclu- |
yen en las páginas de un
libro des- |
tinado a dar el mejor
conocimiento |
del misterio cristiano y a
reavivar |
la fe del Pueblo de Dios,
de acuer- |
do con «las explicaciones
de la |
doctrina que el Espíritu
Santo ha |
sugerido a la Iglesia a lo
largo de |
los siglos». Es esto lo
que despierta |
nuestra atención al ver
que el re- |
cién publicado Catecismo
de la |
Iglesia Católica incluye,
con explí- |
cita referencia, algunos
textos de |
Newman, sin preocuparse de
hacer |
distinción entre su época
de angli- |
cano y los escritos con
posteriori- |
dad a su conversión
católica. Sin |
duda que alguno de los
siete redac- |
tores de este Catecismo —y
en par- |
ticular el eminente
newmaniano |
francés Jean Honoré,
arzobispo de |
Tours― nos daría
razón de la opor- |
tunidad y conveniencia de
tales |
referencias. |
A nuestro juicio, la más
impor- |
tante de estas citas se
aduce a pro- |
pósito de la conciencia. Y
viene en |
buena hora, cuando hemos
visto la |
polémica surgida aun antes
de su |
publicación, que llevó al
cardenal |
Ratzinger, presidente de
la Comi- |
sión encargada de dirigir
los traba- |
jos de redacción, a decir
que en es- |
te Catecismo «no todo es
dogma de |
fe». Ya conocemos la
doctrina y el |
principio de la
conciencia, según |
Newman. El texto
reproducido en |
el Catecismo es el
siguiente: |
La conciencia es una ley
de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, |
nos da órdenes, significa
responsabilidad y deber, temor y esperanza... La |
10 |
conciencia es la mensajera
del que, tanto en el mundo de la naturaleza co- |
mo en el de la gracia, nos
habla a través de un velo, nos instruye y nos go- |
bierna. La conciencia es
el primero de los vicarios de Cristo. (Diff. II. 248). |
Otras palabras que
igualmente |
deben ser ponderadas son
las que |
se refieren al sentido de
lo sagrado, |
es decir, la reverencia y
respeto |
que lógicamente despierta
su pre- |
sencia. En efecto: |
Los sentimientos de temor
y de "lo sagrados son sentimientos cristianos |
o no? Nadie puede dudar
razonablemente de ello: Son los sentimientos |
que tendríamos, y en un
grado intenso, si tuviésemos la visión del Dios |
soberano: son los
sentimientos que tendríamos si verificásemos su pre- |
sencia. En la medida en
que creemos que está presente, debemos tener- |
los. No tenerlos es no
verificar, no creer que está presente. (P.S., V, 21-22). |
En el fondo, la esencia de
toda |
religiosidad está en la
fe, que es la |
anticipación,
interiorizada en el |
alma, de la visión de
Dios. Visión |
que supera, sin
contradecirla, cual- |
quier especulación de la
inteligen- |
cia natural o las
dificultades que |
tal especulación no
consiga despe- |
jar. Lo difícil no niega
nada, ni si- |
quiera puede, en sí mismo,
generar |
vacilaciones respecto a la
verdad, |
porque: |
Diez mil dificultades no
hacen una sola duda. (Apo. 239). |
Y al referirnos a
dificultades en- |
frentadas a la fe en Dios
verdadero, |
conviene señalar que
suelen deri- |
varse de las desviaciones
hacia in- |
tereses, pasiones y
valoraciones que |
nos llevan engañosamente
hacia la |
idolatría, como el dinero,
el bienes- |
tar, la gloria humana, el
poder: |
El dinero es el ídolo de
nuestro tiempo. A él rinde homenaje "instintivo" |
la multitud, la masa de
los hombres. Estos miden la dicha según la fortu- |
na, y, según la fortuna
también, miden la honorabilidad... Todo esto se |
debe a la convicción de
que con la riqueza se puede todo. La riqueza, |
por lo tanto, es uno de
los ídolos de nuestros días; y la notoriedad, el |
otro... La notoriedad, el
hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el |
mundo (lo que podría
llamarse una fama de prensa), ha llegado a ser |
considerado como un bien
en sí mismo, un bien soberano, objeto de ver- |
dadera veneración. (Mix.
90-91). |
Cuatro citas las cuales,
sin que |
sean excesivamente
extensas, bas- |
tan para una larga
meditación y |
un buen examen y repaso
mental |
de las actitudes a las que
la iner- |
cia mundana nos empuja, y
frente |
a las que es preciso
reaccionar: |
primacía de la conciencia,
respeto |
y reverencia a Dios, y
verdadera fe |
frente a la tentación y
engaño del |
mundo, con sus falsos
dioses. |
11 |
La escondida senda de Dios |
y de los santos |
CASI TODOS sabemos de
memoria, desde nuestra |
adolescencia, las palabras
de Fray Luis de León, |
sobre la senda por donde
han ido los pocos sabios |
que en el mundo han sido.
La sabiduría a la que se |
refería el fraile agustino
era la de la virtud y |
santidad, no mera o
principalmente la sabiduría académica, |
enseñada o predicada desde
la cátedra o el púlpito, en |
Salamanca u otra parte. En
la oda La vida retirada, puso en |
castellano limpio lo que
seguramente encerraba, en |
metáfora, sin meditación y
experiencia de los padecimientos |
por las envidias sufridas,
especialmente tras la injusta |
condena alargada hasta
cinco años de cárcel. Si algún verso |
hubo pergeñado antes sobre
la paz austera de las cosas |
sencillas, ahora lo
remozaba en esa magnífica oda, que es |
más que la nostalgia
bucólica o alabanza de la vida en el |
campo. Se recrea en el
deseo de situarse al margen de |
ambiciones y vanidades,
del cuidado del renombre |
propia fama, sin dejar que
enturbiara su pecho el espectáculo |
de la soberbia de los
grandes o de los que padecen |
miserablemente la sed
insaciable del no durable mando. Ni el |
oro, ni el cetro, ni la
confusa vocería del mar del mundo. |
Ténganse su tesoro; le
basta a él una pobrecilla mesa de |
12 |
amable paz, y vivir
consigo mismo el tiempo de la vida puro, |
alegre y libre, lejos de
su vista el ceño / vanamente severo / |
de quien la sangre ensalza
o el dinero. El poeta y místico es |
tan sincero en sus
sentimientos, que no piensa en publicar |
sus poesías en toda su
vida, fiel a lo que dijera: tan |
aficionado, de mi natural,
a vivir encubierto. De joven pudo |
impresionarle el retiro de
Carlos V en Yuste, puesto a |
reflexionar sobre la
verdad o la mentira de las grandezas |
humanas, sobre triunfos
que esconden humillaciones, |
conquistas que son
fracasos, dominios que nacen del |
atropello y religión que
es política. A pesar de lo cual, |
mientras unos toman
escándalo, débiles en la honradez y la |
fe, y faltos del estímulo
de los buenos ejemplos, otros, en |
cambio, reaccionan con la
sabiduría de la virtud y la |
santidad, como ocurre con
los místicos, que no llevan |
cuenta de cuántos van a
ser o a dominar, y se admiran y |
gozan del bien que deben
al cielo y lo viven consigo mismos. |
Podríamos hacer una
incursión en san Juan de la Cruz, |
no tan distante de Fray
Luis de León, y descubrir en su |
Cántico espiritual
cristalinas resonancias paralelas, tal vez |
más evidentes. Tampoco san
Juan de la Cruz publicó sus |
versos; también padeció la
persecución y la cárcel, y el |
13 |
mundo cristiano se dio
cuenta de que era un verdadero |
santo más de un siglo
después de su muerte, y luego se le ha |
proclamado maestro de
espirituales, patrono de los poetas y |
el mayor místico cristiano
del mundo. |
Y otros que hubieron
podido pretender grandezas |
terrenas, con la excusa de
convertirlas en instrumento de |
bien, y supieron
permanecer incontaminados frente a las |
tentaciones del mundo, que
ofrece y vende males, con la |
apariencia del bien, y que
sólo los sabios salvados de la |
ambición llegan a
descubrir a tiempo. Por ejemplo, nuestro |
Padre san Felipe Neri, que
renuncia a linajes y a herencias |
y ni siquiera piensa en
ser sacerdote, pero trabaja para |
ganar solamente lo justo
en un régimen de vida pobre y |
austero, pero que le dé
tiempo para la oración, el silencio de |
la meditación junto al
sepulcro de los primeros perseguidos |
en Roma, y el estudio de
teología, pero sólo para mejor |
conocer y amar a Dios, y
predicarlo con sencillez a los |
demás. Tenía respeto al
sacerdocio, pero incluso miedo de |
perder con él la libertad
de poder dedicarse más |
plenamente a Dios, lejos y
libre de promociones clericales, |
en su tiempo y en Roma tan
codiciadas. El que desea otra |
cosa que conocer y amar a
Jesús no sabe lo que desea, y está |
loco, decía sabiamente. |
Y de más santos. |
Podemos comprender, con
facilidad, que estos santos no |
hicieron más que tomarse
en serio, sin correcciones y |
acomodaciones interesadas,
el ejemplo del Señor, cuando |
vino al mundo. Cuando lo
recordamos y celebramos no |
estamos del todo libres de
encandilarnos con el resplandor |
de la grandiosa belleza
del gesto divino: Dios que se hace |
hombre. Pero nos serviría
de poco, para comprender más |
profundamente el gesto
divino, si pasamos por alto el estilo |
14 |
y las circunstancias que
rodean la realización concreta de |
este suceso ya
imprescindible en la historia y la vida de la |
humanidad: la pobreza,
humildad, desamparo, que los |
anuncios angélicos no
disminuyen; patria pequeña y |
humillada, idioma no
reconocido, trabajo para subsistir, |
falta de relación con los
poderosos y ricos del mundo. ¿Por |
qué no nacer en Roma, que
era poderosa? ¿Por qué no en |
Grecia, que era culta?...
¿Y por qué en Judea, y ni siquiera |
en su casa, sino en un
pobre portal, sin lugar para él en la |
posada? |
Hemos de preguntarnos si
tal vez no hemos corregido |
el Evangelio, o lo hemos
tomado en vano. |
El Dios salvador es un
Dios escondido, dice el profeta |
Isaías; el Dios de los
aprovechados, de los que toman en |
vano su nombre, es un Dios
ostentado, útil, decorativo. |
Escondido, no para huir,
sino para entrar en el hombre, para |
iniciar su reinado desde
el alma, para ser vida y espíritu, y |
raíz de la verdad, en lo
recóndito del ser y la conciencia de |
cada uno. ¿Adónde te
escondiste, Amado?, grita en las noches |
del silencio y oración san
Juan de la Cruz; noches |
convertidas en luz
interior más clara que la luz de la |
alborada. Dios está en el
misterio; el misterio no es lo |
desconocido, sino lo
profundo y radical. |
Dejemos de lado a los que
se refugian en las críticas |
fáciles que contra los
cristianos lanzan los ignorantes —con |
culpa o sin ella—, o los
viciosos, que quieren justificar sus |
avaricias, sus egoísmos o
sus lascivias, echando piedras a la |
bondad ajena, que se les
hace intolerable, como si fuese una |
acusación que no logran
acallar. Pero mirémonos a nosotros |
mismos, no sea que el
Señor llame, o haya llamado muchas |
veces a la posada de
nuestro corazón, y le hubiéramos |
vuelto la espalda porque
no teníamos lugar para él. |
15 |
«Dios ha nacido en el
exilio" |
Diario apócrifo de Ovidio |
por Vintila Horia, |
premio Goncourt 1960. |
—(...) Me ha hecho
entrever un tiempo, en el futuro de los |
hombres, en el que el amor
será posible, incluso para |
nosotros, los romanos
privados de amor. Usted es joven |
y llegará a conocer este
tiempo. Yo, aunque viejo, no he |
perdido la esperanza. |
—Todo esto es muy difícil
para mí. Me atrevo a decir que |
comprendo lo que el amor
no es; pero usted no me ha |
dicho lo que es el amor.
¿Se trata de un secreto? |
—No, no es un secreto. Lo
que ocurre es, sencillamente, que |
no sé explicárselo. No
podría escribir un Arte de amar de |
acuerdo con lo que siento
en este momento. Se |
necesitarían palabras
nuevas, una nueva visión de la vida, |
y una religión también
nueva para que fuera posible |
crear un nuevo lenguaje y
expresar con él lo que los |
hombres de hoy sienten en
el fondo de sus corazones y |
que su ignorancia les
impide manifestar por medio de |
juicios y palabras. Yo he
escrito sobre el amor tal como |
éste era en un mundo en
trance de desaparecer. Pero los |
poetas esperan la buena
nueva del nacimiento de Dios |
para escribir los libros
de su tiempo, que será llamado el |
tiempo del amor. |
—Entonces, ¿cree usted que
aparecerá un nuevo dios en el |
Olimpo? ¿Es que ha nacido
ya? ¿Tiene usted alguna |
noticia? |
―Sí, ha nacido ya. |
—¿Dónde? |
―En el exilio. |
Y le conté lo que yo sabía
de Él. Y que en este mundo |
todo está por hacer. |
16 |
LA CUESTIÓN DE LA FE |
Y LA IGLESIA EN NEWMAN |
¿ES POSIBLE la fe
cristiana |
sin la Iglesia? ¿Podemos |
creer en Jesucristo al |
margen de la Iglesia?
¿Para preser- |
var la libertad personal y
las deci- |
siones profundas que ella
implica, |
es preciso rechazar
cualquier inter- |
vención autoritaria
exterior? ¿EI |
peso de la autoridad de la
Iglesia |
puede sofocar lo más
personal de |
los aspectos de la fe
católica?... |
A partir de tales
preguntas, el P. |
Aureli Boix, del Oratorio
de Barce- |
lona, ha elaborado su
tesis doctoral, |
presentada en la Facultad
de Teo- |
logía de Cataluña. El
título com- |
pleto de su estudio se
traduce así: |
¿Servicio de la Fe o
abusos de la |
Iglesia? El papel de la
Iglesia en |
la Fe del cristiano, según
el libro |
de John Henry Newman
«Confe- |
rencias sobre la función
profética |
de la Iglesia», a la luz
de su pen- |
samiento definitivo. |
No pretendemos resumir
aquí las |
más de trescientas páginas
de la |
tesis, pero sí, por lo
menos, recoger |
las conclusiones que la
culminan, |
y no sin destacar cuánto
nos com- |
place que el P. Boix,
entre los estu- |
diosos latinos, inaugure
la valentía |
de sumergirse en el
pensamiento |
de Newman anglicano,
siguiéndolo |
hasta la madurez del
catolicismo, y |
más allá de considerarlo
como un |
simple
"convertido" y exhibirlo pa- |
ra que ilustre el
prestigio de la Igle- |
sia romana. Se trata de un
discurrir |
teológico serio y bien
documenta- |
do, en el que se adivina,
subyacen- |
te, la simpatía y continua
mirada |
puesta en la persona del
gran pere- |
grino de la fe que fue el
insigne |
oratoriano inglés John
Henry New- |
man, virtuoso y sabio y no
siempre |
bien comprendido, a pesar
de la |
honradez y transparencia
de su fe |
y de su gran amor a la
Iglesia. |
Es evidente que Newman no
re- |
solvió todas las
cuestiones de la |
Iglesia en relación con la
fe. Tam- |
poco lo pretendía. Pero en
conjun- |
to, el itinerario de su
pensamiento |
constituye, todavía hoy,
especial- |
mente desde la perspectiva
del |
Concilio Vaticano II, una
muy es- |
timable y oportuna
aportación al |
tema de la crisis de la
relación en- |
tre fe e Iglesia. Newman
es un hom- |
bre de esperanza y, con
esta virtud, |
17 |
atempera las impaciencias
que im- |
pedirían el desarrollo y
movimien- |
to "total" de la
Iglesia, sin que por |
ello dejen de persistir
sus actitudes |
maternales, a pesar de las
dificulta- |
des que puedan presentar
los "abu- |
sos" cometidos en
momento |
dado; abusos históricos y
abusos |
también de ahora, «aunque
el buen |
observador no debe
obsesionarse |
para descubrirlos, sino
que ha de |
fijarse en el bien
específico que la |
Iglesia ha obrado,
superando a |
cualquier otra institución
huma- |
na», tal como Newman
recordaba |
a un familiar suyo con
problemas |
de fe. |
He aquí, pues, las
conclusiones |
en las que el P. Boix
sintetiza el |
pensamiento de Newman
«sobre el |
servicio de la Iglesia a
la fe revela- |
da y la relación de la
misma Iglesia |
respecto a la fe personal
de cada |
creyente». |
1 Sobre |
la conciencia |
personal |
SIN JUICIO personal no hay
responsabilidad. La |
libertad personal es un
requisito indispensable |
al acto de fe; pero, en lo
que se refiere al contenido |
u objeto de este acto,
nuestro juicio privado tiene |
una acción muy limitada.
En las etapas formativas |
de la persona debe aceptar
lo que le proponen los |
padres y los educadores
legítimos, incluso de otras |
religiones. El creyente,
en conciencia, sabe que debe |
corresponder a los
llamamientos de Dios por estos |
caminos, por lo menos
inicialmente. La conciencia |
religiosa personal es
sagrada, es el camino para |
avanzar hacia la verdad
religiosa. Dios se revela |
de algún modo directamente
en la conciencia de |
cada persona y, por muy
necesarias que sean la |
Iglesia, la Sagrada
Escritura y otros medios exte- |
riores, nada hay que pueda
interponerse en la res- |
ponsabilidad personal
frente a Dios. |
2 Sobre la fe |
de la Iglesia |
DIOS, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, se ha revela- |
do a su Pueblo, que es la
Iglesia que cree en |
él. La revelación del Hijo
de Dios a los apóstoles se |
encuentra reflejada en el
fondo del corazón de este |
Pueblo unido en comunión
de fe. Lo que han trans- |
mitido los apóstoles a la
generación posterior, el |
reflejo en ella de la
comunicación personal de Dios, |
18 |
tiene un aspecto de
doctrina o de afirmaciones |
verdaderas sobre la
realidad divina; es lo que se |
denomina dogma y se
expresa en proposiciones doc- |
trinales, que poseen un
valor real, aunque son ana- |
lógicas e inadecuadas. En
la realidad definitiva de |
Dios, Uno y Trino, creído
personalmente, se halla la |
raíz profunda de la
comunión o solidaridad entre |
los hijos de Dios. |
3 Sobre |
la Sagrada |
Escritura |
EL CONJUNTO de escritos
reunidos por el Pue- |
blo de Dios en su historia
(del antiguo testa- |
mento y del nuevo) y
reconocidos como inspirados, |
y que llamamos la Biblia,
son el registro escrito de |
la revelación de Dios, al
cual será preciso hacer |
siempre referencia, por
parte de la Iglesia de todas |
las épocas posteriores en
sus reflexiones sobre los |
problemas que se le
presenten alrededor de la fe; |
todo cuanto los cristianos
han de creer para salvar- |
se se encuentra, de algún
modo, en la Biblia. La |
revelación personal de
Jesucristo contenida en los |
cuatro evangelios
constituye el centro o núcleo den- |
sísimo de la Biblia. Las
cartas y los demás escritos |
apostólicos, la enseñanza
del Evangelio de Jesu- |
cristo, a la vez que el
antiguo testamento adquiere |
todo su sentido en el
acontecimiento Jesucristo, que |
cumple sus profecías. La
liturgia de la Iglesia lee la |
Biblia con este orden de
relevancia. |
4 Sobre |
la tradición |
de la Iglesia |
antigua |
EN la instrucción primera
y fundamental de |
sus hijos, la Iglesia
expresa su fe globalmen- |
te en una fórmula concisa:
el Credo. Es toda su fe, |
no por la plenitud de sus
detalles, sino por la visión |
de conjunto equilibrada,
concreta y fácilmente |
identificable. El Credo es
la clave para interpretar |
las Escrituras. Sin
embargo, la experiencia cristia- |
na guardada por la Iglesia
no se puede reducir a |
una serie de expresiones
verbales. La riqueza in- |
descriptible de la
comunicación de Dios y del con- |
19 |
junto de las respuestas
personales que ha suscitado |
en el Pueblo se manifiesta
en la conciencia colec- |
tiva de este Pueblo, es
decir, en lo que se denomina |
la Tradición de la Iglesia
arraigada en la experien- |
cia de la comunidad
apostólica y que se manifiesta |
en toda la vida eclesial:
santidad de vida, actividad |
misionera, solidaridad con
los pobres, catequesis, |
liturgia, o sea, todo el
conjunto de sus carismas y |
ministerios. La
interpretación correcta de la Biblia |
no se puede hacer al
margen de esta Tradición viva, |
expresada sólo
parcialmente en los escritos de los |
primeros siglos del
cristianismo, que fueron la pri- |
mera gran manifestación de
su florecimiento. |
5 Sobre |
el desarrollo |
del cristianismo |
ENTRE la doctrina y la
acción de la Iglesia |
moderna, de un lado, y la
doctrina y la acción |
de la Iglesia primitiva,
de otro, se da la misma |
diferencia que podemos
constatar entre un hombre |
mayor y ese mismo hombre
cuando era un niño. El |
hecho del desarrollo
implica que no podemos en- |
contrar necesariamente
formulados en los docu- |
mentos históricos de la
Iglesia apostólica todos los |
detalles de la doctrina y
la praxis de la Iglesia pos- |
terior. Lo cual no exime a
la autoridad de la Iglesia |
actual, asistida por el
Espíritu Santo, de guiarse |
por la referencia a la
Sagrada Escritura y a los tes- |
timonios de la tradición
antigua, además del senti- |
do de la fe y la vida
cristiana. El cristiano sabe que |
la Iglesia no le impondrá
jamás un nuevo articulo |
de fe que no esté
comprendido en lo que ya cree. |
6 Sobre el papel del |
pueblo creyente, |
de los teólogos |
y del magisterio |
eclesiástico |
EL PUEBLO creyente ejerce
su sentido de la |
fe, asistido por el
Espíritu Santo, en la recep- |
ción de las doctrinas y en
todos los demás aspectos |
de la vida de la Iglesia.
El conjunto de teólogos (la |
Schola theologorum)
realiza el diálogo con los re- |
presentantes del
pensamiento y la cultura, y dentro |
de la Iglesia con el
magisterio jerárquico y entre |
20 |
ellos mismos; con su
trabajo de comprensión de la fe, |
con el don de la razón
iluminada por Dios, escla- |
recen los elementos de la
Tradición del Pueblo de |
Dios y preparan las
posibles respuestas a las nue- |
vas necesidades. El
magisterio jerárquico toma las |
decisiones después de oír
atentamente todas las vo- |
ces, recorriendo las
etapas del diálogo previo; y pue- |
de llegar al máximo nivel
de su autoridad (dogmas |
de fe definidos ex
cathedra por el papa y el conci- |
lio, que goza de la misma
asistencia negativa que |
el Espíritu Santo otorga a
la Iglesia universal, para |
que no yerre en la fe
revelada). Estas decisiones |
del magisterio jerárquico
son analizadas y valora- |
das en su sentido preciso
por el trabajo profesional |
del conjunto de teólogos
al servicio de la Iglesia. |
7 Sobre la praxis |
de la Iglesia |
en relación |
con la teología |
LA PRAXIS espiritual y
organizativa de la Igle- |
sia en el mundo influye
sobre manera en su |
desarrollo. Es posible que
lo que parezcan abusos, |
excesos o supersticiones
sean tolerados pedagógica- |
mente según el principio
de la economía o reserva |
gradual de la que se ha
servido Dios en el proceso |
de la revelación; de este
modo, pues, la función ma- |
gisterial de la Iglesia es
inseparable de su función |
sacerdotal (que promueve
los sentimientos piadosos |
del pueblo) y de su
función real (que cuida de la |
eficacia de la
organización visible en este mundo). |
Sin embargo, la teología o
doctrina tiene la misión |
reguladora de las demás
funciones, por el hecho de |
que insta a referirlas
continuamente a la Verdad |
revelada. |
El exilio no consiste en
estar alejado de la patria, |
sino de los buenos, y
obligado a vivir entre los malos. |
Juan Luis Vives |
(Valencia 1492 - Brujas
1540) |
21 |
Costumbres y leyes |
en el Oratorio |
TODO colectivo de fieles
que |
desea organizarse y ser
reco- |
nocido en la Iglesia, como |
obra o comunidad que
aspira a una |
dedicación total, según el
ideal del |
Evangelio, necesita de
unas leyes |
propias, u ordenamiento
interno, |
por el que se garantiza
formalmen- |
te y regula su forma de
vida aso- |
ciada. Estas normas o
reglas son |
necesarias para la
preservación de |
la identidad social y para
el man- |
tenimiento o fidelidad
específica |
al fin o
"carisma" fundacional. El |
Oratorio de San Felipe
Neri tam- |
bién las tiene, si bien
surgió del |
espíritu y apostolado del
Santo, |
sin pretensiones previas
de funda- |
ción, casi sorprendido del
interés |
del papa Gregorio XIII, el
cual ins- |
tituyó la «Congregación
del Orato- |
rio», el 15 de julio de
1575, por la |
Bula «Copiosus in
misericordia» |
adscribiéndola a la
iglesia de Santa |
María in Vallicella,
conocida en |
Roma, hasta nuestros días,
como la |
«Chiesa Nuova». La entidad
había |
surgido, pero las leyes
tardaron en |
establecerse. Felipe no
demostró |
excesivo celo por el
ordenamiento |
jurídico y no disimulaba
que con- |
fiaba más en las virtudes
que en la |
fuerza de las leyes. Los
bosquejos |
de las constituciones
comenzaron a |
redactarse por sus
primeros discí- |
pulos sólo casi diez años
después de |
ser fundada la
Congregación. Se los |
mostraban a él, y
sencillamente los |
aceptaba o decía
"no". La redac- |
ción definitiva se
emprendió en |
1609, o sea, dieciséis
años después |
de la muerte del Santo, y
fueron |
aprobadas por la Santa
Sede en |
1612. Su espíritu podría
resumirse |
en las siguientes
palabras, repetidas |
durante la vida y después
de la |
muerte de san Felipe: «Sin
caridad, |
las leyes sirven de poco;
la caridad |
vale más que todas las
leyes», que |
dieron lugar a la conocida
divisa |
de «Todo en la caridad», y
respon- |
den a la simbología tantas
veces |
mostrada en la decoración
de los |
templos oratorianos, de un
corazón |
en llamas que, además,
alude a las |
gracias especiales que
recibió Feli- |
pe del Espíritu Santo,
Amor sustan- |
cial de Dios. Corazón y
estrellas, |
ideal y amor. San Felipe
también |
decía que, si tuviera que
elegir un |
nombre para sus discípulos
espiri- |
tuales, los llamaría
«Hijos del Es- |
píritu Santo». |
Lo dicho no quiere
significar |
que en el Oratorio se
desprecien |
las leyes de la Iglesia.
Ellas sirven |
22 |
a la estructura del cauce
por donde |
el espíritu es amparado y
dirigido |
a Dios y al servicio de
las almas. |
No obstante, el énfasis se
ponía, en |
los comienzos, más en la
costumbre |
que en la ley, aunque las
costum- |
bres generan leyes, como
ocurrió |
en el Oratorio original.
En el Ora- |
torio existe la tradición
de un gran |
respeto a las costumbres,
que en |
modo alguno pretenden
consagrar |
la inmovilidad, sino más
bien man- |
tener la veneración a
través de la |
cual se recoge el sentido
del patri- |
monio espiritual,
enriquecido con |
la generosidad y entrega
de san |
Felipe y los mejores de
sus hijos, y, |
desde este reconocimiento
y grati- |
tud, responder mejor a
«los signos |
de los tiempos», llevados
de la con- |
fianza en la Providencia,
e ilumi- |
nados por la fe y el gozo
que da la |
perseverancia en un mismo
amor |
que se suma al de los que
nos han |
precedido en el camino de
Cristo, |
de la mano del Santo que
tan admi- |
rablemente siguió sus
huellas, dio |
ejemplo de virtudes y amó
a la |
Iglesia, hasta conjurar la
ola de pa- |
ganismo que, en su siglo,
la invadía |
en la misma Roma. |
La importancia que se da a
la |
costumbre y la sencillez
de las re- |
glas del Oratorio no
quieren dis- |
minuir en nada la
acomodación |
«máxima» —dicen las
Constituciones— |
al espíritu del Evangelio,
que |
es el ideal al que en el
Oratorio se |
consagra la vida, teniendo
siempre |
presente el ejemplo y
«seguimiento |
de la primera comunidad
cristia- |
na». Así se aviva el
sentido de her- |
mandad unida a las
generaciones |
espirituales que la han
precedido, |
formando familia en torno
a san |
Felipe, vivo siempre en el
recuer- |
do, en la oración, fieles
a su ejem- |
plo y perpetuando su
estilo. |
La Congregación del
Oratorio, que el Santo Padre Felipe |
más bien instruyó con
costumbres que disciplinó con leyes, |
no tuvo desde su origen
regla especial alguna que dirigiera |
las acciones de sus
miembros. |
El excelente Padre, que
solía dirigir con cariño paternal |
el alma y las intenciones
de cada uno de sus hijos, juzgaba |
suficiente verlos cada día
más fervorosos en la piedad, en el |
amor a Cristo y en el
desprecio de las cosas humanas, con- |
forme al Evangelio. Sólo
poco a poco aprobaba y confirmaba |
como venido del Espíritu
del Señor lo que veía conveniente |
para alcanzar la virtud y
la perfección. |
CONSTITUCIONES DEL
ORATORIO. PROEMIO. |
23 |
El día 24 de febrero
comienza el santo tiempo de Cuaresme |
CUARESMA DE 1993 EN EL
ORATORIO |
Miércoles de Ceniza |
y la Eucaristía tendrá
lugar a las 8 de la tarde, con bendición |
e imposición de la ceniza. |
Eucaristía y Oficio divino |
Durante este tiempo se
recomienda la participación diaria en la |
Eucaristía, y también en
el Oficio divino: el rezo de Laudes se |
tiene todos los días, de
lunes a sábado, a las 7,45 de la maña- |
na; los domingos se
celebran las Vísperas cantadas, a las 5,30 |
de la tarde. |
Conferencias |
Los domingos, a la una del
mediodía (después de la Misa de |
las 12), tendrán lugar las
siguientes conferencias: |
28 de febrero: Comunidad
cristiana y formación en la fe. |
7 de marzo: Cristianismo,
sociedad y cultura. |
14 de marzo: La vida
espiritual como discipulado. |
21 de marzo: Los
Catecismos y el Oratorio. |
28 de marzo: El misterio
pascual, celebrado en la liturgia. |
Con el anuncio de las
celebraciones pascuales, se incluirá, oportunamen- |
te, el tema de las
conferencias de Lunes, Martes y Miércoles Santo. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D. L. AB 103/62. 1.3.93 |
24 |
|