Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 291.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1993 |
SUMARIO |
LA LUZ de la fe, la fuerza
invencible de la espe- |
ranza y el amor a Dios
resumen el sentido de |
la vida para quien ha sido
iluminado por Cris- |
to y confía en él. Sin la
fe, la muerte sería la |
soledad de la nada; y sin
la esperanza y el amor |
―incluso el no
correspondido en la tierra―, la vida |
sería un absurdo. Pero
nosotros hemos creído y |
confiado en el amor y
sabemos que, finalmente, se- |
rá la plenitud de la
verdadera Vida, en Dios. |
TIEMPO DE ORACIÓN Y DE
ESPERANZA |
DESPUÉS... |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
PARA LA PARTICIPACIÓN
LITÚRGICA |
ENTREGARSE LIBREMENTE |
HORA NOVISSIMA |
LA NAVIDAD DEL ALMA Y
NEWMAN |
ÍNDICE DEL AÑO 1993 |
1 (117) |
TIEMPO DE ORACIÓN |
Y DE ESPERANZA |
La vida sobre la tierra es
como un sueño que aguarda el |
despertar a otra
existencia más plena. Vivimos en la |
esperanza. Toda forma de
oración es siempre esperanza. En |
el cielo la oración será
solamente contemplación plena de |
Dios. Contemplarle
admirados, agradecidos, felices. Hemos |
sido creados para alcanzar
esta capacidad. Aun a nivel |
natural es posible tener,
en la tierra, un principio de |
contemplación de las cosas
y fenómenos de la creación, y |
también, imperfectamente,
de Dios. Cuando recibimos su |
gracia llevamos ya en
nosotros la semilla de la gloria. La |
gloria consistirá en
admirarnos, agradecer y contemplar sin |
sombras, sumergidos en el
resplandor de vida, bondad |
belleza divina. Nuestro
estado temporal es sólo un ensayo |
del eterno y glorioso, en
la medida que tratemos aquí a Dios, |
como Ser personal, fuente
de vida y de todo bien. Nuestra |
vida terrena, podemos
decir con Newman, «vale lo que |
valga nuestra oración»;
también «la oración será el respirar |
espiritual del alma», «si
tenemos el hábito de la oración, es |
decir, si rezamos
siempre... y vemos a Dios en todas las |
cosas». La oración es un
cielo anticipado, porque «la oración |
es el lenguaje del cielo»
y, en último término, «somos |
espirituales y no
dependemos del tiempo ni del espacio», |
«esta vida es como un
sueño». Nos conviene hacer caso del |
consejo de san Felipe: «Es
preciso subir al cielo en vida, por |
la oración; porque quien
no sube en vida al cielo |
difícilmente lo conseguirá
después de muerto». |
2 (118) |
Después... |
CUANDO el alma se desnude
del cuerpo y el "ahora" y "después" se confundan |
en la eternidad, ya no
habrá espacio para la esperanza, porque se tendrá todo, |
y todo será espíritu que
descansa en la posesión del Bien total. La aventura |
divina de la encarnación
del Verbo supone la humillación de Dios, pero, acto segui- |
do, la exaltación de la
santa Humanidad ungida por la Divinidad. Dios se hace her- |
mano de los mortales,
porque asume nuestra mortalidad, y con ello nos redime de |
la verdadera muerte, que
sería el pecado. La vida se legitima liberada del pecado, |
único verdadero mal. Todo
el drama del hombre consiste en esta dialéctica inevita- |
ble, que se le presenta en
la superficie del tiempo, entre el bien y el mal, y que es |
capaz de vencer,
creciéndose en el espíritu, receptivo de la gracia, en un desarrollo |
que necesitará el espacio
de la eternidad, cabe Dios, que se realiza anticipadamente |
en Jesucristo, Hijo de
Dios, y que se transmite al resto de la humanidad, hermanada |
a Cristo. Cristo nace
mortal, desde la vertiente de su naturaleza humana, pero su |
destino ―«Y ahora,
Padre, glorifica a tu Hijo, para que su gloria sea la tuya»... (Jn |
17, 1)― es la total
espiritualización, la resurrección gloriosa. Dios, que no tiene futuro |
ni pasado, en Cristo tiene
un "después" glorioso, que compartiremos todos, cuando |
la fe nos alcance el
"nacimiento para Dios", eso que el mundo llama impropiamente |
"muerte". |
Vivir es preparar este
acontecimiento, esta vuelta a Dios, este definitivo encuen- |
tro, «para siempre», dice
san Pablo, con él. Se trata de vivir el "ahora" temporal |
como si ya fuese el
"después", asumiendo actitudes totales, desde la vida y frente a |
la muerte. No es un
desafío, sino una superación, por la fe y con la gracia. La sereni- |
dad de los santos se
apoyaba en esta sabiduría que alcanzaba el sentido de lo terreno |
y lo superaba con lo
celestial. Los santos han entendido que no hay "otra" vida, entre |
Dios y nosotros, sino otro
modo de vivirla, espiritualizados. Nuestra dimensión espi- |
ritual es incorruptible, y
ésta deja de ser un lastre de muerte cuando se nos termina |
3 (119) |
el tiempo. En el tiempo se
mide lo material y sensible, pero se le escapa la inmorta- |
lidad propia de lo
espiritual. |
San Felipe decía que es
preciso, ya desde aquí, subir con el pensamiento al cielo, |
y que el no hacerlo pone
en peligro alcanzarlo después de la muerte. Newman com- |
pletaba este pensamiento
diciendo que quien no es santo en esta vida, aunque le |
llevaran al cielo, se
sentiría como un extranjero ante Dios y los santos, no entendería |
nada, sería infeliz como
quien se aburre. Para san Felipe, es santo el que siente que |
tiene el alma limpia y
está enamorado de Dios, y vivir le es una penitencia, porque |
desea ardientemente estar
con Dios, en el cielo... También decía que el hombre de |
fe no es sorprendido por
la muerte, porque Dios no asusta, ni la manda al verdadero |
fiel sin que éste sea
preparado misericordiosamente por la Providencia divina, para |
que la entienda y espere
como una liberación y como un premio a la fidelidad y al |
amor: «No se puede
describir, decía, la belleza de un alma que muere en gracia de |
Dios, amando a Dios. |
Es conocido de san Felipe
Neri lo que todos sus biógrafos cuentan del joven |
Francisco Zazzara, que más
tarde entró en el Oratorio. El tal joven, estudiante de |
Derecho, con grandes
perspectivas de éxito profesional, fue a visitar al Padre, y éste, |
atajándole mientras le
hablaba de sus proyectos, le dijo: «Eres feliz, ya veo; ahora |
estás estudiando, te
doctorarás y empezarás a ganar dinero, te harás una posición, |
tendrás familia, renombre,
pero... ¿y después?» El joven quedó cortado. ¿Y después? |
«Después me moriré».
Insistió Felipe: «Y después»... El joven se echó a llorar. El |
resultado fue que cambió
de vida. No bastaba ser creyente, sino que tenía que pre- |
parar su cielo, y se
convirtió. |
Cristo vivió siempre
pendiente del regreso al Padre, con gran deseos. Hay que |
preparar y rezar mucho
para que este regreso sea feliz. La muerte es como un ladrón |
para quien no la prepara;
pero es una fiesta de bodas con Dios para quien comienza |
ya, ahora mismo desde
aquí, a amar o a querer amar a Dios, con todo el corazón. |
Esta Congregación del
Oratorio |
no recibe ninguna clase de
paga |
o subvención del Estado |
ni de ningún otro
organismo. |
Cumple sus fines |
y sostiene sus obras
apostólicas |
con el trabajo de sus
miembros |
y las limosnas espontáneas
de los fieles. |
4 (120) |
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
LA ORACIÓN DE LOS
CRISTIANOS |
Este hábito de rezar
―la oración |
reiterada por la mañana, a
medio- |
día y por la noche―
es un rasgo |
característico del
cristianismo an- |
tiguo, tal como se deduce
de la |
Escritura: «Nuestra morada
es ya |
la del cielo» (Flp 3, 20).
Con otras |
palabras, no existía
barrera, som- |
bra ni objeto terrenal
alguno que |
se interpusiera entre el
alma de los |
primeros cristianos y su
Salvador |
y Redentor. (La oración es
conse- |
cuencia de creer en un
Dios que |
está presente. S. D.,
281). |
El cristiano atraviesa el
velo de |
este mundo y ve el mundo
venide- |
ro. Mantiene comunicación
con él; |
se dirige a Dios como un
niño lo |
hace con su padre, con una
visión |
limpia y una confianza
pura; con |
profunda reverencia, sí,
con piado- |
so temor y temblor, y, sin
embargo, |
con toda certeza y verdad.
Como |
dice s. Pablo, «sé en
quién he creí- |
do» (2Tm 1, 12), con la
perspectiva |
del juicio que lo hace
sobrio, y con |
la seguridad de la gracia
presente |
que le da alegría. (El
descubrimien- |
to del mundo invisible. P.
S. VII, 211). |
Es de sentido común que
quien |
no se haya acostumbrado al
len- |
guaje del cielo no estará
prepara- |
do para habitar en él. Es
un caso |
parecido al de los
diversos modos |
de hablar en este mundo:
distingui- |
mos perfectamente a un
extranje- |
ro de un nativo...;
igualmente, el |
e hábito de rezar, la
práctica de po- |
nerse de cara a Dios y al
mundo |
invisible en cada momento,
lugar |
y situación, dejando ahora
a un |
lado su efecto
sobrenatural de ha- |
cernos permanecer con
Dios, tiene |
lo que podríamos llamar un
efecto |
natural: espiritualizar y
elevar el |
alma. La persona ya no es
la que |
era antes; gradualmente,
de una |
forma imperceptible para
ella mis- |
ma, ha sido introducida en
un con- |
junto de realidades que no
conocía |
y ha asumido unos
principios nue- |
vos. (Efectos de la
comunión con |
Dios. P. S. IV, 229-230). |
Hay mucha gente incapaz de
en- |
tender lo que supone una
verdad |
dogmática. No perciben la
impor- |
tancia que tiene creer o
no creer |
determinadas cosas. Alguna
vez se |
5 (120) |
lo plantean y se deciden,
creen |
un día, sin embargo
cambian de |
parecer al día siguiente.
Afirman |
la verdad, pero a
continuación la |
abandonan. Están siempre
llenos |
de dudas... Los
razonamientos no |
los convencen. En
realidad, no se |
les puede convencer; están
inca- |
pacitados para comprender
la ver- |
dad. ¿Por qué? Porque el
mundo |
futuro no es una realidad
para |
ellos. Existe sólo en su
mente en |
forma de determinadas
conclusio- |
nes que se deducen de
determina- |
dos razonamientos. No es
sino una |
inferencia, y no puede ser
nada |
más, no puede hacerse
presente a |
su espíritu, a no ser que
actúen en |
lugar de discutir. (Somos
salvados |
por la fe, no por los
argumentos. P. |
S. IV, 231) |
Todo el que tenga algún
conoci- |
miento del Evangelio sabe
que el |
precepto de orar es uno de
los |
mandatos que en él se
contienen; |
no todos, sin embargo, han
repara- |
do en la clase de oración
que sus |
predicadores inspirados
prescriben |
con más insistencia...
Pues, aunque |
la oración por uno mismo
es el |
primero y el más sencillo
de los |
deberes cristianos, los
Apóstoles in- |
sisten, sobre todo, en
otro tipo de |
oración: la oración por
los demás, |
por nosotros mismos junto
con los |
demás, por la Iglesia, por
el mun- |
do, para que sea atraído
hacia la |
Iglesia. La intercesión es
el dis- |
tintivo del culto
cristiano. (En la |
oración expresamos nuestro
amor |
por los demás y rogamos
por sus |
necesidades. P. S. III,
350). |
Los cristianos no podían
mantener |
correspondencia ni
asociarse entre |
ellos, pero sí podían
rezar los unos |
por los otros. Incluso sus
plegarias |
públicas tenían este
carácter de |
intercesión, pues orar por
toda la |
Iglesia era rogar por
todos los ór- |
denes y personas que la
compo- |
nían. La Iglesia fue
fundada sobre |
la oración. (La virgen
María y los |
Apóstoles perseveraban en
la ora- |
ción con un mismo
espíritu. Diff. II, |
69) |
A menudo oímos decir que
la ver- |
dadera forma de servir a
Dios es |
servir al hombre, como si
la reli- |
gión consistiera meramente
en rea- |
lizar bien nuestro papel
en la vida, |
y no en la fe personal, la
obedien- |
cia y la adoración. ¡Qué
diferente |
es el espíritu de la
oración del Se- |
ñor! El mal amenazante en
torno |
al fiel, enemigos y
perseguidores |
en su camino, la tentación
siempre |
próxima, la petición de
auxilio |
cada día, el pecado que
hay que |
expiar, la voluntad de
Dios en el |
corazón, el nombre de Dios
en los |
labios, el reino de Dios
en la espe- |
ranza: ésta es la visión
que nos da |
de un cristiano. (La
oración del Se- |
ñor, resumen de todo el
Evangelio. |
S. D., 289). |
6 (122) |
SANTIDAD E INFLUJO
PERSONAL |
Es conocido el ejemplo de
aquel |
santo de los primeros
siglos (san |
Agustín) que, aun cuando
antes de |
su conversión se había
dado cuenta |
de la excelencia de la
pureza, en |
su oración sólo alcanzaba
a decir: |
«Concédeme la castidad,
pero to- |
davía no». No seré tan
ligero como |
para quitar importancia a
la fuerza |
de la tentación, ni me
atreveré a |
afirmar que Dios
todopoderoso |
protegerá a alguien de las
tentacio- |
nes simplemente porque
éste así |
lo desee. Pero cuando la
gente se |
queja, y lo hace a menudo,
de la |
dificultad de esta virtud,
al menos |
sería bueno que primero se
pre- |
guntaran si realmente la
quieren |
tener. En la actualidad se
oye decir |
con frecuencia que la
pureza resul- |
ta imposible. ¿Estamos
seguros de |
que esa imposibilidad
radica en la |
naturaleza, y no en la
voluntad? |
Querámoslo de verdad, y
nuestra |
naturaleza será cambiada
«por la |
energía que obra en
nosotros» (Ef |
3, 20). No nos atrevemos a
caminar |
sobre el agua, aunque
Cristo nos |
lo pide. (Te excusas por
no poseer |
un don, y es que en
realidad no lo |
deseas. P. S. V, 349-350). |
Una vez que san Basilio y
san Gre- |
gorio decidieron dedicarse
al ser- |
vicio de la religión, les
sobrevino |
la pregunta de cómo podían
obte- |
ner el máximo rendimiento
y em- |
plear de la mejor manera
los talen- |
tos que les habían sido
confiados. |
Sea como fuere, la
posibilidad de |
casarse y ordenarse, o de
ordenarse |
y casarse, de construir o
mejorar |
sus casas, de mostrar a
partir de en- |
tonces el amor, la
humanidad y el |
afecto de los padres de
familia, no |
la tomaron en cuenta. Les
pareció |
que ellos, si querían ser
perfectos, |
debían renunciar a esposa,
hijos y |
propiedades. (Y, dejándolo
todo, |
siguieron a Cristo. H. S.
II, 55-56). |
Habría que recordar que,
en gene- |
ral, no hay nadie a quien
no con- |
venga retirarse del mundo
de vez |
en cuando. Cuanto más
activa y |
utilitaria es la vida del
hombre, |
mayor es la necesidad de
este re- |
cogimiento. Pero el retiro
ocasio- |
nal de la mayoría requiere
el retiro |
de por vida de unos pocos,
y, así, |
una casa de personas
recluidas se |
convierte en santuario
para los no |
enclaustrados. Estar
apartados del |
mundo es su deber para con
el |
mundo. Su quehacer es
justamente |
la contemplación. (Uno de
los be- |
neficios de los
monasterios. Ess. II, |
419). |
Éstas son, pues, las
dificultades |
que obstaculizan la
propagación |
de la verdad: la falta de
medios |
7 (123) |
para contrarrestar los
criterios del |
mundo, y la agudeza y la
fuerza de |
las armas que actúan en
contra su- |
ya cuando es atacada.
¿Cómo, en- |
tonces, a pesar de todo
esto, ha po- |
dido mantenerse la verdad
entre |
los hombres...? Mi
respuesta es que |
la verdad perdura en el
mundo, no |
como un sistema, no por
medio de |
libros o de argumentos, ni
gracias |
al poder temporal, sino
por la in- |
fluencia personal de
aquellos que |
son a la vez sus maestros
y sus mo- |
delos... Pero supongamos
que esos |
cristianos coherentes son
pocos. |
¿Qué sucede entonces? Que
ellos |
solos bastan para llevar a
cabo el |
trabajo silencioso de
Dios... Comu- |
nican su luz a una serie
de lumbre- |
ras menos potentes, las
cuales, a su |
vez, van pasando a
otros... Unos |
pocos, que han recibido
dones muy |
altos, rescatarán el mundo
en los |
siglos venideros. (El
Evangelio es |
transmitido por aquellos
que lo po- |
nen en práctica. U. S.,
91-92, 96-97). |
Mi padre y patrón, san
Felipe Ne- |
ri, vivió en una época en
la que el |
destino del catolicismo
estaba en |
un peligro tan grande como
nunca |
lo había estado antes ni
lo estaría |
después... Vio cómo las
personali- |
dades más notables y mejor
dota- |
das de su tiempo eran
seducidas |
por el hechizo de la
época... Vio |
cómo volvían a aparecer y
toma- |
ban consistencia las
formas paga- |
nas... Vio todo esto, y
pensó que |
el mal tenía que ser
combatido, no |
con argumentos, no con la
ciencia, |
no con protestas y
admoniciones, |
no a través del monje o
del predi- |
cador, sino mediante una
fascina- |
ción mayor, la de la
pureza y la |
verdad... Prefirió
someterse al cur- |
so de las cosas y
esforzarse por ca- |
nalizar aquel torrente
formidable |
―que él no podía
parar― de la |
ciencia, la literatura, el
arte, los |
nuevos gustos: se trataba
de restau- |
rar y santificar lo que
Dios había |
creado muy bueno, pero el
hombre |
había echado a perder...
Todo lo |
que hizo lo llevó a cabo
gracias a |
la irradiación, el fervor
y la elo- |
cuencia convincente de su
manera |
de vivir y de su trato
personal. (Un |
ejemplo de influjo
personal en el |
siglo XVI. Idea, 234-236). |
También los ángeles son
habitan- |
tes del mundo invisible,
pero de |
ellos se nos dice mucho
más que |
de las almas de los fieles
difuntos, |
pues éstos «descansan de
sus traba- |
jos», mientras que los
ángeles se |
ocupan activamente de
nosotros en |
la Iglesia. Son descritos
como «es- |
píritus que ejercen un
ministerio, |
enviados para servir a los
que han |
de heredar la salvación»
(Hb 1, 14). |
No hay cristiano alguno,
por hu- |
milde que sea, que no
tenga ánge- |
les que lo asistan, si
vive en la fe |
el amor. (La Escritura nos
habla de |
los ángeles amigos. P. S.
IV, 203- |
204). |
8 (124) |
Para |
la participación |
litúrgica |
SE ACABAN de cumplir los
quinientos años del nacimiento, en |
Valencia, de Joan Lluís
Vives. Es uno de los más característi- |
cos representantes del
humanismo cristiano del s. XVI, para |
el que la cultura clásica
debía ser purificada por el Evangelio y la |
piedad tradicional
iluminada por la inteligencia. Conocido, sobre |
todo, como filósofo,
pedagogo y reformador social, conviene recordar |
que Vives ―laico y
casado― escribió también obras de tema moral y |
teológico, con el
propósito de ayudar al crecimiento espiritual de los |
cristianos. Una de las más
editadas y traducidas es la titulada Int- |
roducción a la Sabiduría,
de la que hemos extraído los siguientes |
consejos o documentos, que
siguen siendo válidos en nuestros días. |
• En los oficios divinos,
esfuérzate por comportarte con piedad y |
atención, considerando que
todo lo que ves y oyes es de la mayor |
pureza y santidad, y se
dirige a la majestad inmensa de Dios, a |
quien podemos ciertamente
adorar, aun cuando nuestra inteligencia |
no llegue del todo a
comprender. |
• De tal manera, que has
de acostumbrarte a ver escondidas en |
aquella divina sabiduría
las cosas más altas, que ninguna fuerza del |
ingenio humano es capaz de
alcanzar. |
• Si veneramos las
palabras de los sabios, aunque no las entendamos, |
¿no será todavía más justo
reverenciar las divinas? |
9 (125) |
• Cada vez que oigas el
nombre de Jesucristo, acuérdate de la caridad |
inmensa que nos tiene; y
que este recuerdo esté siempre empapado |
de dulzura y veneración
para ti. |
• Puesto que toda
expresión de nuestra piedad tiene su sede en lo |
íntimo de los corazones,
procura entender las plegarias, evitando |
rezar sólo con los labios;
cuando ores, que tu espíritu, pensamiento |
y semblante se eleven a un
tiempo, de modo que todo guarde |
armonía y vaya en
consonancia con la excelsísima acción sagrada. |
• Los oráculos celestiales
detestan al que hace la obra de Dios con |
negligencia. |
• Si para el cantor
profano resulta vergonzoso proferir con la boca |
una cosa diferente de la
que toca con la cítara, mucho más ha de |
confundirnos a nosotros,
cuando cantamos a Dios, que la lengua |
exprese algo distinto de
lo que piensa la mente. |
• Con nadie se muestra
Dios tan misericordioso como con aquellos a |
los que enseña a
tributarle su verdadero culto. |
• Es justo y piadoso dar
nuestro obsequio a Dios, mostrarnos súbditos |
suyos, alabarlo y
complacernos en todo lo que hace. |
• La bondad engendra el
amor; la majestad, el culto; la verdadera |
sabiduría, la fe. |
• Pongamos atención a lo
que se diga de Dios y de los santos, no |
como a cosas humanas, sino
con el alma plenamente admirada, con |
atención, piedad y
reverencia, para imitarlos mejor. |
• Todo lo que encontremos
en la Sagrada Escritura debe causarnos |
admiración espiritual y
ser estimado con la inteligencia. |
• El verdadero culto
consiste en limpiar nuestra alma de defectos y |
malas inclinaciones,
porque por este culto podemos transformarnos |
totalmente en imagen del
Dios a quien adoramos, para ser santos y |
puros como él es, sin
odiar a nadie y procurando hacer bien a todos. |
Llamo virtud a la piedad
para con Dios y los hombres, al culto |
divino y a la voluntad de
obrar el bien. |
10 (126) |
Entregarse libremente |
SOBRE el empeño que
contrajeron de servir a Dios |
en la Congregación de San
Felipe, con la resolución |
de perseverar hasta la
muerte, como exige el |
Instituto..., diré que
Jesucristo, que ha querido |
diversos estados en la
Iglesia, ha dado ejemplo a |
los miembros del Oratorio
para que sirvan a Dios, |
libres y voluntarios, lo
mismo que él cuando se |
ofreció al Padre
libremente —«porque quiso, se |
ofreció él mismo»―,
y quiso nacer en la tierra en el |
desamparo y la pobreza,
obedecer a María y José, |
pasar toda la vida en
trabajos y fatigas, predicar, |
morir... Podría no haberse
encarnado, podía no |
sufrir cuanto sufrió; para
redimir al mundo |
hubiera bastado un solo
deseo, por el poder y |
mérito de su divina
Persona. Todo esto estaba en |
su libertad, y por esto,
si sufrió tormentos tan |
Atroces, sufrió porque
quiso sufrirlos. Sufrió por la |
gloria de su Padre y la
salvación de las almas. La |
causa principal no fue la
avaricia de Judas, la |
envidia de los fariseos,
la injusticia de los jueces, |
el odio de los judíos o la
crueldad de los verdugos, |
sino el celo por la gloria
del Padre. «El celo por su |
casa» —la Iglesia―
«me ha consumido». He aquí el |
ejemplar de los hijos de
san Felipe, los cuales, a |
imitación del Salvador, lo
que hacen por servicio |
de Dios en la Congregación
lo hacen |
espontáneamente, con plena
y libre voluntad. |
Del libro «Pregi della
Congr. dell'Oratorio» |
11 (127) |
HORA NOVISSIMA |
John Henry Newman |
|
WHENEVER goes forth Thy
dread command, | En el temido instante en que aparezca tu mandato, |
And my last hour is nigh,
| y el último momento de partir se acerque, |
Lord, grant me in a
Christian land, | concédeme, Señor, para morir |
As I was born, to die. |
que sea en tierra de cristianos, como así nací. |
| |
I pray not, Lord, that
friends may be, | No me atrevo a pedir, Señor, amigos a mi vera, |
Or kindred, standing by, |
o los que llevan en sus venas sangre mía, |
Choice blessing! which I
leave to Thee | sería un don precioso! y me abandono a ti, |
To grant me or deny. |
para aceptar que lo concedas o lo niegues. |
|
12 (128) |
|
But let my failing limbs
beneath | Mas deja que mi cuerpo en agonía |
My Mother's smile recline
| lo cubra la sonrisa de la Madre, que me ampare; |
And prayers sustain my
labouring breath | y el rezo de oraciones que sostengan el respiro fatigoso |
From out her sacred
shrine. | se eleve cielo arriba desde el templo de los santos. |
| |
And let the cross beside
my bed | Haz que la cruz presida el lecho donde muera |
In its dread Presence
rest: | significando tu santa Presencia, |
And let the absolving
words be said, | y que se digan las palabras que me absuelvan |
To ease a laden breast. |
y alivien el agobio de mi pecho. |
| |
Thou, Lord, where'er we
lie, canst aid; | Tú puedes ayudamos dondequiera nos hallemos: |
But He, who taught His own
| pero Quien enseñaba a los que más quería |
To live as one, will not
upbraid | a mantenerse unidos en un mismo amor |
|
|
13 (128) |
Felicidades |
y la gracia |
y la paz en el Señor |
a todos nuestros amigos |
y lectores |
14 (130) |
LA NAVIDAD |
DEL ALMA. |
EL SENTIDO DE LA MUERTE EN
NEWMAN. |
POR LAS INSCRIPCIONES de
los se- |
pulcros de las catacumbas,
sabemos |
que los primeros
cristianos llama- |
ban a la muerte navidad
del alma. |
Todavía así se lee en el
Martirolo- |
gio Romano la cita de la
muerte de los san- |
tos mártires: dies
natalis, día del nacimiento |
al cielo. La vida del
cristiano, engendrado |
en el Bautismo, se parece
a una gestación |
espiritual, para nacer al
cielo. Se trata de |
un desarrollo en el que
participamos respon- |
sablemente. |
Responder |
a Dios |
con la vida |
Esta responsabilidad
comienza |
en el momento en que nos
preguntamos por |
el sentido que tiene la
vida en el mundo, |
dice Newman. ¿Por qué
estamos aquí, en es- |
ta tierra?, se preguntan
los mortales, ya des- |
de la infancia. Algunos,
explica Newman, |
contemplan lo más cercano
y no pasan de |
querer labrarse un
porvenir solamente terre- |
no, sin profundizar. Pero
la respuesta co- |
15 (130) |
rrecta debiera ser la
contenida en estas pa- |
labras: Habéis venido al
mundo para hacer |
de vuestras almas, todavía
materia en bru- |
to, por decirlo de algún
modo, un vaso de |
honor para la morada del
Señor que está |
en los cielos. Tenéis que
ir dando forma al |
espíritu a través de las
pequeñas dificulta- |
des de cada día (1).
Llegará la hora cuando |
el mismo tiempo muera, ese
momento que |
vela el ángel san Miguel
(2), encargado de |
llevar las almas de los
justos hasta Dios, |
atravesando lo infinito
(3). |
Victoria de la fe |
sobre la muerte |
De este modo, |
la muerte será como la
última palabra de |
nuestra respuesta a Dios,
que se da a la hora |
de nuestra muerte, como
Cristo Jesús dio la |
suya al Padre, porque para
eso había venido |
al mundo, como también
nosotros hemos ve- |
nido, y él nos mostró
cómo. Es así que la |
muerte es vencida por la
fe en Cristo, en co- |
munión con él por la
gracia. Y de este modo |
se integra en el misterio
pascual, pues la |
muerte es un paso hacia la
resurrección. |
Pasado el primer
entusiasmo del tiempo de los |
mártires, iba haciendo más
falta el ejercicio de la fe |
y la esperanza para
rechazar la tentación de insta- |
larse, como los paganos,
en las comodidades mun- |
danas, que el egoísmo
quisiera perpetuar engaño- |
samente; más tarde, la
idea de cristiandad con la |
pretensión de anticipar en
la tierra los triunfos de |
los planes de Dios, como
si pudieran caber en el |
tiempo, absolutizaba en
muchos creyentes lo que es |
relativo y contingente,
con medios demasiado hu- |
manos y los poderes de los
reinos de este mundo: |
(1) S.N., 311-312. / (2)
V. V., 322. / (3) V. V., 334. |
|
|
16 (132) |
prestigio, dominio, éxito,
seducción, con mengua |
de la primacía de lo
verdaderamente espiritual, se |
instrumentalizaban para el
bien, con olvido del |
Evangelio y el testimonio
que exige, que va más |
allá de los mínimos de la
moral útil. |
Enajenación |
a la Inversa |
Enajenación |
a la inversa de como la
imaginaron los primeros |
acusadores de la religión
como ideología que justifi- |
ca no cumplir con los
deberes que la misma natu- |
raleza impone a todo ser
racional. Divinización de |
la vida temporal y miedo
de perderla. Ese miedo |
es el que combatió Cristo
y que, por él, han vencido |
los santos. Enajenación a
la inversa, porque mutila |
en sentido total la vida
humana, que debe incluir |
la referencia a Dios. De
este modo, la muerte se |
asocia a la tragedia y al
absurdo. |
Aquí queremos decir una
palabra sobre el sen- |
tido de la muerte en
Newman. Fue un pensamiento |
que acompañó toda su vida,
desde que ya, cuando |
niño, se imaginaba sumido
en el mundo de lo invi- |
sible, hasta descubrir, a
los quince años, la gran- |
diosa evidencia, para su
alma, de la personalidad |
del Ser divino: God and
myself, que derribaba el |
muro de la muerte pagana y
establecía la continui- |
dad entre tiempo y
eternidad, entre mundo sensible |
y universo espiritual.
Newman es un espiritual, y, |
a lo largo de su
existencia, las muertes de fami- |
liares y amigos y el
presentimiento de su propia |
muerte confirman y
purifican esa espiritualidad |
sincera y transparente, y
no por ello menos huma- |
na. |
La primera experiencia de
la muerte vista de |
cerca la tuvo poco después
de ordenarse diácono, |
al fallecer su padre, en
1824. Newman, en su dia- |
rio (4), confiesa que es
la primera vez que contem- |
pla un cuerpo sin vida.
Recuerda las palabras de |
bendición que su padre
pronunció, poco antes, so- |
bre él: God bless you, my
dear. Thanks, my God. |
(4) A. W., 202-203. |
17 (133) |
La patria |
y Cristo |
Un hombre creyente y
justo, que dejaba el ejemplo |
de su honradez, y prefirió
morir arruinado antes que |
dejar a uno solo de sus
acreedores sin pagarle la |
deuda por la quiebra de su
banco. La madre desea- |
ba un porvenir mejor para
John Henry, pero éste |
escribe en su diario el
propósito de mantenerse |
célibe, para Dios y darse
a las almas, tal vez en |
tierra de misión. No
importa el lugar, si muero en |
Cristo. Newman tiene 23
años, el mayor entre los |
seis hermanos, y asume la
tarea de orientarles y |
cuidar de su madre; por
ello seguirá en la Univer- |
sidad, aun después de
recibir el presbiterado angli- |
cano. |
El mundo |
de los sentidos |
Pasados cuatro años bien
cumplidos de esta |
muerte, murió su hermana
más joven, con 19 años |
escasos, la que
simpatizaba más con las ideas re- |
ligiosas de John Henry, ya
fellow del Oriel y a |
punto de ser nombrado
vicar de la iglesia universi- |
taria de Oxford. Newman la
recordará toda la vida, |
y hasta en la vejez el
cristal de las lágrimas aso- |
mará a sus ojos cuando
piense o hable de ella. Es- |
timulado seguramente por
el golpe de esta muerte |
casi sin aviso, descubre
en sí mismo que inconscien- |
temente prefiere la
superioridad intelectual a la |
moral y que debe
rectificar; también, la desapari- |
ción de esta hermana
predilecta aviva en él esa |
evidencia del mundo
espiritual que trasciende el |
de los sentidos, como si
la Providencia le quisiera |
preparar para convertirlo
en profeta del mundo |
invisible, que impregnará
la mística de sus sermo- |
nes. Cartas y poesías de
esta época son la huella |
escrita de esta fuerte
sacudida espiritual: el mun- |
do de los sentidos es como
un velo, un velo hermo- |
so, pero sólo un velo (5).
Entre sus poesías, merecen |
destacarse la que dedica
explícitamente a la muer- |
te de Mary
―Consolations in bereavement― y |
la titulada A Picture, que
la sobreentiende (6). Un |
(5) L. D. II, 69. /
(6) V. V., 26-32. |
|
18 (134) |
día, el Salvador amado
juntará a los santos disper- |
sos, y a las almas
separadas aquí, para tenerlas don- |
de no existen sombras, ni
más cambios, y reunirá a |
todos en el amor que no
muere. |
La enfermedad |
en Sicilia |
Pero la experiencia de la
muerte se le hizo más |
cercana todavía, con
ocasión de su viaje a Italia y |
el Mediterráneo (diciembre
1832 - julio 1883), acom- |
pañado por los Froude,
padre e hijo. Terminado |
el recorrido previsto,
Newman sintió el deseo de |
demorar su retorno a
Inglaterra y volver solo a |
Sicilia. Es un capítulo
clave en la vida de New- |
man, que ya relatamos
desde estas mismas páginas |
(7). En Sicilia enfermó de
fiebres tifoideas, hasta |
el punto de llegar a las
puertas de la muerte. Esta- |
ba solo, con dificultad
para hacerse entender de |
quien le cuidaba, y
agitado por el delirio de la fie- |
bre, en el que se
reflejaban las experiencias acumu- |
ladas, sus preocupaciones
religiosas y las incerti- |
dumbres del futuro, le
parecía que no tenía que |
morir, no por el egoísmo
de mantener la vida, sino |
porque la Providencia le
reservaba una gran tarea, |
todavía sin concretar, en
Inglaterra. No se trataba |
de hacer para vivir, sino
de vivir para hacer. Ya de |
regreso de Italia, no sólo
escribió en el barco que le |
llevaba a Marsella la más
famosa de sus poesías, |
Lead kindly Light, sino
Hora novissima, cuya |
última estrofa se refiere
al temor de morir en sole- |
dad. |
La soledad |
y Maria |
Cristo, experto en
soledades, quiso tener una |
Madre, no solamente para
nacer, sino por compa- |
ñía al morir; es decir,
para ser comprendido en su |
muerte, no protestada. Las
plañideras y los llorones |
de los lutos son
excrecencias paganas; la Iglesia, |
en cambio, en la agonía y
muerte de sus hijos, los |
confía a los ángeles y
reza sobre ellos las letanías |
de todos los santos, para
que los acompañen en el |
último trecho de camino a
Dios. Es muy probable |
(7) Conf. LAUS, n. 255
(febrero 1989), pp. 12-17. |
... |
19 (135) |
que el pensamiento de In
Madre de Jesús le indujera |
a querer que la sepultura
de su propia madre, falle- |
cida en 1836, tuviera el
sitio precisamente en la igle- |
sia de Santa María, su
iglesia universitaria. Para |
un hijo cristiano todas
las madres se parecen a la |
Virgen. A Newman la suya
le ayudó hasta donde |
pudo, especialmente en la
edificación de la pequeña |
iglesia de Littlemore,
dependiente de Santa María. |
Newman recuerda que,
todavía anglicano y a pesar |
de sus recelos sobre las
prácticas de / la religión de |
Roma.... / él sentía
verdadera devoción a la Santí- |
sima Virgen, en cuyo
colegio vivía, en cuyo altar |
celebraba y cuya
inmaculada pureza defendí en |
uno de mis primeros
sermones impresos (8). |
Transformación |
espiritual |
Newman regresó a
Inglaterra transformado, |
donde enseguida se dio
cuenta para que tenía que |
vivir: allí le esperaba el
liderato del que se llamaría |
Movimiento de Oxford, de
tantas consecuencias |
para la Iglesia anglicana,
como para la católica. La |
enfermedad y crisis
espiritual sufrida en Sicilia fue- |
ron un crisol: el
pensamiento y meditación sobre la |
muerte inmediata son
siempre purificadores; y la |
realidad de la muerte
vista de cerca, providencial, |
porque llega a su hora, la
que le marca Dios. Viene, |
llega y se va una vez
cumplido su cometido (9). No |
le parecía bien a san
Felipe Neri pedir a Dios que |
alargara la vida de nadie,
porque creía que Dios |
es oportuno y providencial
en sus disposiciones y, |
en último término, nos
espera en el cielo. Los san- |
tos desconfían de la fe
puesta en el Dios útil para |
la vida; ellos creen que
la vida es para Dios; creen |
en el Dios gratuito, en el
darse a Dios para de- |
volverle cuanto
gratuitamente él nos ha dado: la |
muerte debe ser una
restitución madurada en la |
(8) Apo., 165. El Oriol
College tenía por patrona a Ntra. Sra. de la Purificación, que |
celebraba su fiesta el 2
de febrero; el sermón al que se refiere está en el segundo |
de los ocho vols. de P.S. |
(9) «Death came and went»,
V. V., 28. |
20 (136) |
gratitud y el amor. Y en
la humildad, porque le |
damos lo que no nos
pertenece ni, lícitamente, po- |
demos retener (10). |
"El sueño |
de un anciano" |
Nos quedaría mencionar las
muertes de amigos |
de Newman: Froude, de
quien heredó el Brevia- |
rio; Bowden, el primer
amigo en Oxford; Keble, pa- |
recido a san Felipe; el
fidelísimo Ambrose St John... |
Sobre todo, no pasar por
alto el gran poema espiri- |
tual The dream of
Gerontius, tal vez la única |
cosa escrita sin
motivación intencional y sin darle |
importancia, pero que por
esto fue como el rebosar |
del alma llena de la
verdad de la vida, de la espe- |
ranza del cielo y de la
confianza humilde en el |
amor de Dios. De este
poema se han extraído him- |
nos que se cantan en todas
las iglesias cristianas, |
especialmente de cultura
anglófona. Este poema |
necesitaría un comentario
mayor que el que ahora |
podemos dedicarle. No
trata precisamente de la |
muerte, ni del cielo, sino
del itinerario espiritual |
del que abandona el mundo
y es conducido hasta |
la presencia de Dios.
Newman tenia, a la sazón, |
sesenta y cuatro años;
pensaba que se concluía su |
misión. Después de su
muerte, un gran compositor, |
Edward W. Elgar, le puso
música y lo convirtió en |
un espléndido oratorio
musical, un gran canto a |
la fe y a la esperanza y
delicia para los buenos |
melómanos, del que existen
diversas y excelentes |
versiones. Un día le
dedicaremos más espacio. |
Recordemos, como
conclusión, estas frases de |
Newman: El lenguaje del
cielo es la oración (11). |
El amor del cielo es el
único camino que lleva al |
cielo (12). Cuando
pensamos en el cielo creemos |
que allí vamos a encontrar
a nuestros amigos, pero |
no pensamos bastante en
que vamos a encontrar al |
mejor de todos nuestros
amigos, al Señor (13). Y es- |
te pensamiento de Joan
Maragall: Cuando se acer- |
(10) V. V., 220: «Poor is
our sacrifice... We offer what we cannot keep». |
(1) P.S., IV, 229. (12)
P.S., VIII, 89. (13) S.N., 308. |
21 (137) |
que esa hora de temores,
en la que se apague la luz |
de estos ojos humanos,
ábrelos, Señor, a una visión |
mayor, para contemplar tu
Faz inmensa. Que la |
muerte se convierta en un
nacimiento mayor! (14). |
(14) Cant espiritual: «I
quan s'acosti aquella hora de teniença ― en que s'acluquin |
aquests ulls humans,
obriu-me'n, Senyor, uns altres de més grans ― per con- |
templar la vostra Faç
immensa. Sia'm la mort una major neixença». |
PUNTOS DE MEDITACIÓN. |
—Unos con otros, en
Etiopía, para comer durante un año, disponen |
de aproximadamente 17.000
pesetas; en Bolivia, 75.000; en Nicaragua, |
110.000; en México,
240.000; en Portugal, 360.000; en España, |
780.000; en Italia,
1.350.000; en Francia, 1.700.000; en el Japón, |
2.050.000; en USA,
2.410.000; en Suiza, 2.800.000. |
—En el Tercer Mundo, por
cada 1.000 niños nacidos, 300 mueren |
antes de cumplir los 3
años. De los 560 millones de niños menores |
de 11 años, 120 millones
no van al colegio, y 300 millones de los |
restantes no terminarán su
instrucción. |
—En Brasil hay 7 millones
de niños que viven en la calle, de los |
cuales, porque molestan,
son asesinados un promedio de 4 cada día. |
La calle es su casa, cama,
mesa, escuela y, miles de veces, tumba. |
—En Colombia se pueden
comprar niños para ricos que no quieren |
la molestia de
engendrarlos; pueden costar 1,5 o 2 millones. |
También hay quienes los
roban para trasplantes, para la |
prostitución, o para
venderlos a ricos de USA o de Europa. |
—Cada año mueren de hambre
o desnutrición 14 millones de niños |
menores de 5 años. En los
próximos 7 años morirán 200 millones |
de seres humanos,
simplemente de hambre. |
—Por otra parte, una
célebre presentadora de televisión ha ganado |
en Estados Unidos, el
último año, 13.000 millones de pesetas; el |
cineasta Steven Spielberg,
algo menos, 9.400 millones; y Julio Iglesias, |
también en el mismo año,
sólo... 5.200 millones. El triste y famoso |
Michael Jackson solamente
superó a Julio Iglesias en 260 millones. |
—En España no somos ricos,
pero todavía seríamos más pobres si no |
vendiéramos armas. En el
mundo ocupamos el séptimo lugar entre |
los que fabrican y
negocian con ellas. Vendemos a los más pobres |
que nosotros, y compramos,
incluso viejas, a los más ricos. |
22 (138) |
ÍNDICE DEL AÑO 1993 |
|
TIEMPO DE ORACIÓN | |
La meditación (Cat. de la
Igl. cat.) | 94 |
Oración a s. Felipe Neri
(J. H. Newman) | 46 |
Para la unión de los
cristianos (J. L. Vives) | 2 |
Tiempo de oración y de
esperanza | 118 |
Verano (O. Elitis) | 70 |
TEMAS | |
Al margen del Congreso
Eucarístico de Sevilla | 79 |
Base fundamental de la
religión | 106 |
Comunidad | 47 |
Convertirse, esa es la
cuestión | 34 |
Crisis de conciencia | 95 |
Después... | 119 |
Exilios | 3 |
La conversión de Gaudí |
37 |
La escondida senda de Dios
y de los santos | 12 |
Leer un libro y tener
hermanos | 99 |
Odio | 71 |
Perdones | 27 |
SAN FELIPE NERI Y EL
ORATORIO | |
Autores oratorianos en el
«New English Hymnal» | 75 |
Canción de la vanidad | 55 |
Costumbres y leyes en el
Oratorio | 22 |
Discípulo, privilegiados
de s. Felipe Neri | 56 |
EI Oratorio de Oxford | 77 |
Entregarse libremente |
127 |
Excelencias del Oratorio
de E. Felipe Neri | 108 |
La predilección de s.
Felipe Neri por los jóvenes | 82 |
La tradición musical en el
Oratorio | 85 |
Pequeña historia del
Oratorio de Albacete: 40 años | 49 |
Prelacías y dignidades |
51 |
Una carta de s. Felipe
Neri | 67 |
Votos y virtudes en g.
Felipe Neri y sus hijos | 4 |
NEWMAN | |
J. H. Newman en el
«Catecismo de la Iglesia católica» | 10 |
La cuestión de la fe y de
la Iglesia en Newman | 17 |
La Navidad del alma | 130 |
Newman y la conciencia |
107 |
Pensamientos de Newman |
5, 29, 73, 97 y 121 |
TEXTOS | |
Dios ha nacido en el
exilio (V. Horia) | 16 |
El sufrimiento inmerecido
(M. L. King) | 26 |
Himno a Jesucristo
Redentor | 80 |
Hora novissima (J. H.
Newman) | 128 |
Los dos mundos (J. H.
Newman) | 104 |
|
23 (139) |
NATIVIDAD |
DE |
NUESTRO SEÑOR |
JESUCRISTO |
MISA DE MEDIANOCHE |
Y MISAS A LAS 11 Y 12 |
DE LA MAÑANA |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
Pl. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D.L. AB 103/61 - 9.12.93 |
24 (140) |
|