Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm. 296.
SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1994 |
SUMARIO |
LA PRISA roba el tiempo a
la memoria y rompe |
el nexo entre la
experiencia aleccionadora y |
su desarrollo creativo. Es
la hora de las ambi- |
ciones instantáneas y, en
ella, los grandes se |
arrogan el falso derecho
de someter a los peque- |
ños; los violentos, a los
pacíficos; los depredadores, |
a los laboriosos. Pero
también es la hora y el reto de |
los cristianos, si de
verdad creen en el Evangelio y |
anuncian «la civilización
del amor», invocada por |
Pablo VI, para crear un
mundo mejor, de santos y |
de hombres verdaderamente
justos. |
«VERGINE BELLA!» |
SÍNTESIS |
ELOGIO DE LA IGNORANCIA |
POLÍTICA DE LOS HOMBRES Y
BRISA DE DIOS |
DOS SONETOS DE SAN FELIPE
NERI |
COMO GUSANO ESCONDIDO |
DANTE ALIGHIERI Y SAN
FELIPE NERI |
III CENTENARIO DEL
ORATORIO DE ALCALÁ |
1 (97) |
«VERGINE BELLA!» |
Oh Virgen bella, de sol
vestida, de estrellas coronada, quiero |
cantarte mientras pido tu
auxilio santo. Ayúdame, aunque yo |
sea de la tierra y tú
reina del cielo. |
Virgen sabia, una de las
santas vírgenes prudentes, la primera |
entre todas, la que
resplandeces con mayor fulgor. Vuelve a mí |
tus ojos virginales, que
contemplaron el vestigio dolorosísimo |
de los miembros del dulce
Hijo querido, vuelve a mí, y líbrame |
de dudas ya que humillado
pido tu consejo. |
Oh Virgen pura, que eres
hija y eres madre, y luz que adorna |
el cielo y aquí nos guía,
y el llanto de Eva mudas en alegría. |
Virgen santa, colmada de
toda gracia, que has merecido llevar |
tres nombres de amor:
madre, hija y esposa; Madre del Rey |
que ha roto el yugo del
pecado y ha hecho al hombre libre y |
venturoso. |
Virgen única, sin par, que
con tu gracia has enamorado al |
cielo, te ruego con la
mente arrodillada, que atiendas a mis |
súplicas y me dirijas por
el buen camino. |
Virgen envuelta de
claridad, estrella de este mar tempestuoso |
del mundo, tú eres toda mi
esperanza, que puedes y quieres |
ayudarme, no dejes que al
final pueda perderme. Mira al |
Señor que se dignó
crearme, y no mi bajeza sino mi semejanza |
con su faz divina. |
Virgen hermosa,
recomiéndame a tu hijo, Dios y hombre |
verdadero, para que acoja
en paz mi último aliento. |
Francesco Petrarca,
(1304-1374), |
Resumen de la última
poesía con que cierra su Canzoniere |
2 (98) |
Síntesis |
VIVIMOS en un mundo de
mutaciones tan aceleradas y sorprendentes que no |
siempre resulta fácil
ejercer el recto criterio para un discernimiento correcto, |
totalizador. Mientras
algunos se asustan por los cambios, por las ideas y valo- |
raciones nuevas, otros,
irreflexivos, toman por bueno todo lo que parece nue- |
vo, por curiosidad o por
deshacerse de juicios que creen envejecidos; diríase de éstos |
que son iconoclastas, en
contra de todo cuanto no les acomoda, sin preocuparse por |
reflexionar y racionalizar
su personal retahíla de lugares comunes, casi siempre |
insostenibles, por lo
común hijos de la pasión, de la propia conveniencia y de la igno- |
rancia. En los jóvenes
suele ser fruto de la inexperiencia y de querer afirmar la propia |
personalidad todavía por
cuajar; en los mayores puede haber más oscuras razones: |
desconocimiento o
falsificación de la historia, falta de estima, en los demás, de lo que |
exigimos para nosotros.
Cuando esto se hace colectivo, no sólo corremos el riesgo |
de destruir las amistades,
de sembrar odios entre los pueblos, de mantener agravios |
que se perpetúan a lo
largo de generaciones y de dividir a la Iglesia. No digamos |
cuando no ya en la
sociedad civil y en la política, sino una religión fanatizada se alía |
con los violentos de
palabra (mentiras) y de obra (injusticias y atropellos de dere- |
chos). con el consiguiente
escándalo. |
En lo político, en lo
económico, en las creencias hay una efervescencia que el |
desarrollo de las
tecnologías y de las comunicaciones coge de sorpresa. Nos que- |
jamos de la sociedad
civil, pero también la Iglesia anda zarandeada, y todo el mundo |
se cree doctor. La fuerte
corriente secularizadora, el movimiento feminista, las clien- |
telas sectarias y, en
conjunto, el cambio de costumbres morales y, en amplios sectores |
de los fieles, un sentido
crítico que no edifica ni obra conversiones. Se trivializan |
o abandonan los
sacramentos; se habla de comunidad, sin embargo no se aceptan |
verdaderos compromisos; se
abandona la oración, se prescinde de todo consejo espi- |
ritual o
"discipulado". Y luego esta sociedad hedonista que damos en
herencia a los |
jóvenes. |
3 (99) |
Pero nos engañaríamos si
no viéramos lo positivo que el mundo y la Iglesia que |
nos toca vivir encierra y
proyecta fuera de sí. Las misiones, los mártires contempo- |
ráneos, las gentes
abnegadas que se ofrecen generosamente para correr donde hace |
falta hacer el bien.
Muchas veces, los que perdemos el tiempo en filosofías, sin acabar |
de entender todos los
problemas de nuestros días, dejamos por hacer algo inmediato |
que Dios ha puesto a
nuestra vera, que nadie más podría hacer si no lo llevamos a |
cabo nosotros mismos.
Despreocupémonos un poco de cifras, propagandas y demasia- |
dos controles, y volvamos
siempre al Evangelio. No podemos, por sistema, sospechar |
de todo lo nuevo: la
Providencia divina rige el mundo, y «los signos de los tiempos» |
anuncian novedades,
que no rompen el progreso de todas las cosas según Dios. El |
mundo y la Iglesia caminan
entre orillas de contrastes, y hasta aparentes contradic- |
ciones que se resolverán,
finalmente, en la gran síntesis de una novedad constante- |
mente engendrada. Sería un
error querer poner remedio a los que nos parecen males, |
recurriendo a un
conservadurismo que fosilizaría el porvenir humano y cristiano. |
Todo lo nuevo debe ser
analizado, sopesado y valorado; todo lo antiguo debe ser re- |
novado; no porque una de
las tendencias contrastantes venza y anule la contraria, |
sino porque las integre.
Sintetizar no es rebajar, ni transigir o claudicar, ni resumir. |
Todos estos movimientos
contemporáneos «no son para la muerte», sino para resur- |
gir a otra novedad
superior. Toda tesis despierta la reacción de la antítesis que se |
corresponde con ella: ésta
le da prudencia, aquélla renueva su juventud. Eso que |
.entendió tan bien Ul}
hombre de fe: el papa más querido de nuestro tiempo, Juan |
XXIII. |
Tesis, antítesis,
síntesis. Pero la vida sigue yel proceso dialéctico que la acompa- |
ña: la última síntesis
lograda se convierte en tesis nueva y, frente a ella, se le opone |
la nueva reacción
antitética que se corresponde, la cual, a pesar de las aparentes |
"y amenazantes
contradicciones, no logrará romper el proceso, y alcanzará una nueva |
síntesis ... Y así
sucesivamente, un ciclo y otro ciclo, superando los miedos y las men- |
tiras de los hombres,
mientras Dios conduce providencialmente el mundo, hasta que, |
entre las sístoles y
diástoles de la historia, lo sea todo en todos los que crean en él, |
sin confusión ni
destrucción de nada ni olvido de nadie. En esto se fundamenta el |
optimismo cristiano. |
Todos sufrimos los unos
por los otros, y sacamos provecho del |
sufrimiento del otro;
porque el hombre nunca toma en soledad una |
determinada posición en
este mundo, aunque, en el futuro, llegará el |
día en que deba tomarla;
pero aquí es un ser social, desde donde |
camina hacia, su morada
definitiva, formando parle, como miembro, ' |
de una inmensa comunidad. |
J. H. Newman, |
G. A., 406 |
4 (100) |
Elogio |
de la ignorancia |
A SEMEJANZA de Erasmo que, |
al escribir su Elogio de
la |
Locura, distinguía clases |
de locura, también es
preciso ha- |
cerlo aquí a propósito de
la igno- |
rancia. Por supuesto que,
en pri- |
mer lugar, no podemos
alabar a la |
nueva generación
consumista, irre- |
flexiva, sedienta sólo del
gozo in- |
mediato, cuando desprecia
los sa- |
beres que constituyen el
tesoro de |
la riqueza cultural y
espiritual |
transmitido y
desarrollado, genera- |
ción tras generación, por
quienes |
nos han precedido en el
esfuerzo |
por construir, día tras
día, un mun- |
do mejor; ellos renuncian
delibera- |
damente a aplicar, por lo
menos, |
el sentido común a la hora
de valo- |
rar los fenómenos morales,
políticos |
o religiosos que interesan
a la hu- |
manidad; relegan a la
ironía y has- |
ta al cinismo jocoso, si
no les basta |
la indiferencia, a Dios,
la familia, |
la justicia, la
solidaridad, el próji- |
mo si no les es útil, la
paz... Son los |
nuevos iconoclastas
dispuestos a |
destruir todo cuanto ponga
en evi- |
dencia su mediocridad y la
denun- |
cia de sus egoísmos
disfrazados con |
falsedades. |
Tampoco deben ser
admirados |
los saberes
unidimensionales de la |
simple tecnología, si no
son com- |
pensados con la suficiente
cultura |
humanística que equilibre
al hom- |
bre estudioso, fanatizado
por el |
cientificismo. La sola
técnica des- |
personaliza y convierte al
ser hu- |
mano en una cifra y lo
valora con |
baremos materialistas y
económi- |
cos, o de utilidad y
relumbre vani- |
doso. Cuántos jóvenes
acuden a la |
universidad sin vocación
para el |
estudio, pero sí con
anticipada vida |
de señorito a crédito de
la pobreza |
o de las privaciones
ajenas, los |
cuales esperan titularse,
no para |
el ejercicio responsable
de una |
profesión beneficiosa para
la socie- |
dad, sino para hacerse
ricos lo an- |
tes posible, o por lo
menos privile- |
giados en su ascenso
social; pero |
estos sabios, en el
supuesto de que |
no hayan terminado sus
carreras a |
5 (101) |
trompicones, no
contribuirán a me- |
jorar el mundo, ni tampoco
serán |
propiamente sabios, porque
arras- |
trarán para siempre la
carencia de |
un equilibrio que
conjugara los di- |
versos saberes que dan
forma tota- |
lizadora y armoniosa a una
verda- |
dera personalidad
inteligente y |
medianamente culta;
despreciaron |
los saberes gratuitos
porque no |
eran rentables y luego
vivirán for- |
zados a ocultar las
propias lagunas, |
en el intento de engañar y
enga- |
ñarse de tanto repetir el
disimulo, |
y demasiado tarde para
reciclarse |
y reparar ignorancias
elementales, |
de las que están vacunados
los sen- |
cillos de corazón, los
cuales saben |
de cada cosa lo que, en
proporción, |
necesitan saber. |
Si el Evangelio bendice a
los |
niños y la Ley enseña a
respetar y |
venerar a los mayores, y
si la pri- |
mera Iglesia llamaba
"ancianos" a |
los que presidían sus
asambleas, |
sería seguramente porque,
a los pri- |
meros, la humildad les es
casi na- |
tural y, en cuanto a los
segundos, |
porque habrían perseverado
en el |
gozo de mantenerla de por
vida o, |
en todo caso, la
experiencia les ha- |
bría ayudado a madurar en
la pri- |
mera virtud moral que se
necesita |
para el acceso y
perseverancia en |
la fe, la primera de las
teologales. |
San Felipe solía decir
que, cuando |
no sabemos cómo
presentarnos o |
qué decirle a Dios,
debíamos po- |
nernos con humildad a sus
pies y |
que sólo de este modo él,
inmedia- |
tamente, se nos
manifestaría. |
También podemos entender
por |
qué san Felipe, todavía
joven, pero |
después de haber estudiado
filoso- |
fía y teología, vendiera
todos sus |
libros para dar el importe
a los |
pobres. Y también por qué,
más |
tarde, ya sacerdote,
mortificara re- |
petidamente a los más
sabios que |
tenía en el Oratorio
―Baronio, |
Tarugi...―, porque
temía que la |
sabiduría humana, aun de
las cosas |
de Dios y de la Iglesia,
fuera un |
peligro para las
tentaciones de or- |
gullo, según él, el mayor
de los |
escollos para el espíritu. |
San Pablo dice que «la
sabidu- |
ría de este mundo es
locura ante |
Dios». Se dirá que el
mismo Dios |
nos ha dado inteligencia
para que |
Tenemos a la vista la
efeméride del IV Centenario de la muer- |
te de N. P. San Felipe
Neri (1595-1995). Por nuestra parte, y |
desde estas páginas,
dedicaremos a nuestro Santo y a su obra, |
el Oratorio, especial
atención en los sucesivos números de |
«LAUS», que vean la luz en
este año conmemorativo. |
6 (102) |
la desarrollemos en el
ejercicio del |
conocimiento. Pero santo
Tomás, |
siempre preciso, aclara
que el hom- |
bre propende a dos
defectos en or- |
den al ejercicio de la
inteligencia: |
por una parte el de la
curiosidad, |
por otra el de la
negligencia. Es |
precipitadamente curioso
respecto |
de aquello que es
transitorio, y |
negligente hasta la pereza
cuando |
se trata de atender y
reflexionar |
sobre su fin y los medios
para al- |
canzarlo. ¿De qué sirve
almacenar |
cantidad de conocimientos
inútiles |
o menos importantes que
los pri- |
meros principios? Se
podría hacer |
una tesis sobre Newman y
su teoría |
de los «primeros
principios», sin |
los cuales todo discurso
resulta |
juego de palabras para
encubrir |
banalidades. Existen
personas tal |
vez poco instruidas, pero
que han |
alimentado su mente en las
fuentes |
del Evangelio: éstas
poseen un jui- |
cio recto en relación con
el sentido |
de la vida y el orden
querido por |
Dios que mantiene la paz
de espí- |
ritu y, más allá del
tiempo, lleva a |
la felicidad. La fe es la
verdadera |
sabiduría; pero la fe no
como al- |
macenamiento de
curiosidades so- |
bre la religión, sino como
levadura |
que transforma desde la
raíz la pro- |
pia vida de quien la
profesa; la fe |
de los sencillos de
corazón, el «te- |
soro escondido» del
Evangelio, la |
fe y la sabiduría que ha
crecido |
en el silencio de los
santos (Benito, |
Gregorio, Llull,
Francisco, Juan de |
«¡Qué rollo!». |
El acusado antaño de |
ignorancia pasa a ser,
ahora, |
acusador del verdadero |
sabio. La expresión «¡qué |
rollo!» se coloca en las |
antípodas de la adhesión
al |
saber total y no solamente
al |
saber de los lenguajes |
verificables y de los |
lenguajes axiomáticos. Los |
devotos del «¡qué rollo!»
son |
seres humanos prostituidos |
que han renegado de la
razón |
crítica, aquella que
quiere |
saber y no solamente
repetir |
lo que declaran las |
autoridades políticas, |
sindicales, financieras, |
eclesiásticas,
tecnológicas, |
artísticas. Se renuncia a
ser |
hombre y se abandona todo |
en manos de los que mandan |
y de los que piensan. Son |
reos de dictadura, abierta
o |
encubierta, que siempre |
descansa sobre la
ignorancia. |
Y que conste que la sola |
tecnociencia también es |
ignorancia. Lo es porque |
desconoce los valores |
morales, los estéticos,
los de |
la fidelidad a la memoria
y |
los de la comprensión y |
compasión de los que la |
historia margina. |
OCTAVI FULLAT, |
Catedrático de Filosofía
de la U. A. de Barcelona |
7 (103) |
la Cruz, Felipe Neri...) y
de todos |
los verdaderos creyentes,
la fe de |
«la docta ignorancia» o de
«la ig- |
norancia sabia». La fe,
diría ade- |
más s. Juan de la Cruz,
«que sien- |
do oscura nos ilumina». |
Para el hombre nuevo. |
Debiéramos obligarnos, en
cada momento, a adoptar, |
todas juntas, las
posiciones más contradictorias para |
el sentido común: |
a morir al mundo al mismo
tiempo que nos com- |
prometemos con él; |
a negar lo cotidiano y a
la vez salvarlo; |
a afligirnos por el
pecado, pero alegrarnos de po- |
der convertir y dar paso
al hombre nuevo; |
a contar con sólo el valor
de lo interior e invisible, |
pero derramándonos en la
naturaleza y con- |
quistar así todo lo vivo
del universo para hacer- |
lo espiritual; |
a reconocer en nosotros la
dependencia de la nada |
y a la vez gozar de la
libertad de un rey, |
y, por encima de todo, a
no considerar jamás nin- |
guna de estas situaciones
compartidas, como sus- |
tancialmente
contradictorias o como definitiva- |
mente resueltas en el
ámbito de una experiencia |
humana. |
EMMANUEL MOUNIER |
(1906-1950) |
8 (104) |
Política de los hombres |
y brisa de Dios |
DE los primeros cristianos
de- |
cimos que su fe propendía |
a la inmediatez de lo
eter- |
no, a la «parusía», de
modo que |
Dios y su reino no eran,
en sus pen- |
samientos, un complemento
para |
esta vida, como ocurría en
los cul- |
tos paganos. A estos
acudían los |
hombres individualmente
para in- |
vocar el remedio de los
dolores o |
los miedos, por una parte,
mientras |
por otra los poderosos
favorecían |
la creencia en tales
divinidades |
―con las cuales
solían identificarse |
y confundirse― para
consolidar su |
poder con ataduras
psicológicas y |
colectivas inapelables; de
este mo- |
do el poder político se
blindaba |
contra la oposición de los
insumi- |
sos, justificaba abusos y
se conver- |
tía en fin de sí mismo. La
religión |
era instrumentalizada como
una |
parte de la política. |
El cristianismo, en
cambio, aun- |
que pueda ceder ―y a
veces cede― |
a la tentación
"política", es esen- |
cialmente diferente, «no
es un rei- |
no de este mundo». La
biografía, |
las actitudes y las
palabras todas |
de Cristo demuestran, con
harta |
elocuencia, su
desconfianza frente |
al poder y frente a los
poderosos. |
Si la primera
bienaventuranza pro- |
clama la excelencia de la
pobreza, |
es porque ésta hace
prácticamente |
imposible la adquisición
seductora |
del poder; si Cristo pone
el des- |
prendimiento como
condición pre- |
via a quien quiera
seguirle, es por- |
que, solamente así, puede
acercarse |
a la libertad para
proclamar la ver- |
dad de la que es
mensajero. |
Todo esto lo tenía claro
la pri- |
mera generación cristiana
y vivían |
en esperanza y preocupados
en dar, |
con sus vidas, razón de
esta espe- |
ranza a los demás,
especialmente a |
los paganos, que
encerraban sus |
divinidades en la utilidad
del tiem- |
po. El cristianismo, en
cambio, no |
era una enajenación, un
desprecio |
de lo terreno, sino una
superación |
9 (105) |
desde lo temporal y de sus
contin- |
gencias. El cristianismo
no venía a |
sustituir la religión
pagana, sino |
que era una novedad;
incluso la so- |
la palabra
"religión" no alcanzaba |
a expresar la mente de
Cristo, ya |
que él siempre se refería
a «vida», |
a «novedad de vida», a
«vida en |
él», a «vida eterna».
Cierto que |
iniciada desde aquí, pero
en alto, |
hasta alcanzar la plenitud
en co- |
munión con Dios, que no
cabe ni |
acaba aquí. La razón de
nuestra |
esperanza es aquello en lo
que |
creemos, es la fe. Cuando
ésta es |
débil o vacila, somos
tentados de |
actuar como si debiéramos
correr |
a remediar los
"olvidos de Dios", |
al estilo de Pedro, antes
de su con- |
versión. Es curioso que
cuando |
somos débiles en la fe,
queremos |
echar mano a la razón del
poder y |
de la utilidad engañosa de
la fuer- |
za... al servicio, por
supuesto, de la |
religión que, a la postre,
se reduce |
a un poder que trata de
imponerse |
sin convencer. Allí donde,
en la |
Iglesia, se inicia el
desarrollo del |
cáncer de un poder humano,
éste |
―imperceptible al
principio, pero |
irremisiblemente―
tiende a se- |
cuestrar y pervertir la
misión es- |
piritual confiada por
Cristo, substi- |
tuyéndose por un reino de
este |
mundo: la predicación se
trueca en |
propaganda; el apostolado,
en polí- |
tica; los éxitos, en
estadísticas, y la |
esperanza se substituye
por la se- |
guridad mundana de las
riquezas, |
por doquier reverenciadas.
Las |
bienaventuranzas quedan
lejos, co- |
mo pocsía menos que
medieval. |
En nuestra época, cuando
todo |
se somete a debate, sin
excluir a la |
Iglesia, de la que unos,
aun llamán- |
dose creyentes,
"pasan" de ella; |
otros expresan su adhesión
soñan- |
do con cruzadas, aunque
sean sólo |
de palabras y papel; y
otros se de- |
claran contrarios y la
miran como |
estorbo del progreso
humano, si |
ella no se resigna a
cultivar senti- |
mentalismos enajenantes, o
mitos |
que substituyen a Cristo
en nom- |
bre de Cristo, o a
organizar efíme- |
ros triunfalismos. Si la
Iglesia ce- |
diera, los poderes del
mundo no |
tendrían dificultad en
reconocerle |
la apariencia, por lo
menos, de un |
cierto poder compartido, y
codear- |
se con ella, con la tácita
condición |
de que no denunciara las
injusti- |
cias, expolios,
esclavitudes y domi- |
nios contra el derecho de
las per- |
sonas y de los pueblos,
para ser, |
frente a las opresiones,
«la voz de |
los que no tienen voz», y
se atre- |
viera a instruir a los
ignorantes y |
concienciar a los débiles,
para que |
defiendan y se defiendan,
ni que |
sea pacíficamente,
exigiendo el re- |
conocimiento de su
dignidad y de |
sus derechos. En estos
casos, los |
poderosos que pretendían
comprar |
la mudez de la Iglesia, y
cegar la |
inteligencia de sus
mejores hijos, |
desatan, primero las
amenazas y |
10 (106) |
luego la persecución,
acusándola |
de política cuando los
"políticos" |
son ellos. |
Son para meditar un par de
su- |
cesos recientes de la
crónica diaria, |
que enseguida sepulta el
olvido. El |
primero de ellos se
refiere a Méxi- |
co, cuyo gobierno, como se
sabe, |
hace poco reconoció a la
Iglesia, |
acabando así con una larga
simula- |
ción que, desde la
persecución del |
presidente Calles,
ignoraba su pre- |
sencia y no se le
reconocía, por tan- |
to, ningún derecho ni
propiedad ni |
domicilio. Pues bien, ya
han apa- |
recido grupos de extrema
derecha |
que amenazan de muerte a
los je- |
suitas, de modo parecido a
como |
ocurrió en El Salvador
antes del |
asesinato del P. Ellacuría
y sus |
compañeros, avanzados en
la pre- |
dicación del Evangelio y
en defen- |
sa de los más pobres. |
Otra extrema derecha, esta
vez |
en Italia, representada
por la pre- |
sidenta de la Cámara de
los dipu- |
tados, Irene Pivetti, de
34 años, |
hace una exaltación del
poder |
político, a partir del
cap. 13 de la |
carta de s. Pablo a los
Romanos, |
que dice: «toda autoridad
procede |
de Dios». Lo cual, sin
matices, con- |
duciría sin más a la
teocracia, a un |
fundamentalismo que haría
depen- |
der y sometería el Estado
a Dios o |
a sus representantes. Esta
rotundi- |
dad pertenece al orden
escatológi- |
co. Mientras tanto es
indispensable |
recordar el ejemplo de
Cristo, que |
vino a servir y no a ser
servido (Mc |
10, 45; recordar asimismo
la escena |
del Cenáculo (Jn 13,
13-15); evitar |
el despotismo (Mc 10, 42;
Lc 22, 25); |
purificar la autoridad del
énfasis |
del dominio (1 Pe 5,
2...). El reino |
de Cristo «no es de este
mundo» |
(Jn 18, 36). Y, sobre
todo, al impli- |
car a Dios, recordar a
Elías (1 Re |
19, 11-13), para quien
«Dios no es- |
taba ni en el fuerte
viento, ni en el |
terremoto, ni en el fuego,
sino en |
la tenue brisa». |
Menos cruzadas, menos
dictadu- |
ras, menos
"política" y menos es- |
tilos ajenos al Evangelio.
Y no |
estragar la literalidad
aislada de |
los textos sagrados, para
que nos |
den la razón, sino
contextuarlos |
para ser iluminados por su
razón |
total. En caso contrario
se verifica |
lamentablemente el
conocido axio- |
ma de que «lo que prueba
dema- |
siado no prueba nada»
―«quod ni- |
mis probat nihil probat». |
El hombre es capaz de
cometer errores, pero puede librarse |
de permanecer en ellos y,
además, aprender de los mismos. |
Karl Popper |
(1902-1994) |
11 (107) |
Dos sonetos de san Felipe
Neri |
Se l'Anima ha da Dio
l'esser perfetto, |
Sendo, com' creata in un
istante, |
E non con mezzo di cagion
cotante: |
Come vincer le dee mortal
oggetto? |
LA've speme, desio,
gaudio, e dispetto, |
La fanno tanto da sè
stessa errante, |
Si che non veggia (e l'a
pur sempre innante) |
Chi bear la potria sol con
l'aspetto. |
Come ponno le parti esser
ribelle |
Alla parte miglior, no
consentire: |
E questa servir dee,
commandar quelle? |
Qual prigion la ritien,
ch' indi partire |
Non possn, e al fin col
piè calcar le stelle, |
E viver sempre in Dio, e a
se morire? |
|
Si de Dios viene al alma
el ser perfecto |
siendo, como es, en un
instante oreada, |
no por medio de causa
limitada, |
¿cómo puede vencerla un
vil efecto? |
Ansia, gozo, temor,
mezquino afecto |
la hacen estar de sí tan
apartada, |
que no ve el solo, estando
de él creada, |
que feliz puede hacerla
con su aspecto |
¡Cómo las luces racionales
bellas |
a su pasión las tiene
obedeciendo, |
si ésta debe servir,
mandar aquéllas! |
¿Qué prisiones la impiden
que subiendo |
vuelo, y no pare hasta
pisar estrellas, |
y viva siempre en Dios, a
sí muriendo? |
12 (108) |
Amo, e non posso non
amarvi, quando |
Resto cotando vinto dal
desio, |
Che'l mio nel vostro e'l
vostro amor nel mio |
Anzi ch' io in voi, voi in
me ci andiam cangiando, |
E tempo ben seria veder il
quando, |
Ch'al fin io esca d' esto
carcer rio, |
Di così folle e cosi cieco
oblio, |
Dov'io trovo e di me
stesso in bando. |
Ride la terra e 'l cielo e
'l sole e a rami, |
Stan queti a venti, e son
tranquille l'onde, |
E' l gol mai si lucente
non apparse: |
Cantan gli augei. Chi
dunque è che non ami |
E non gioisca? ― Io
sol: che non risponde |
La gioja a le mie fonze
inferme e scarse. |
|
Amo, y dejar de amar no
puedo, estando |
a tal grado vencido del
deseo, |
que mi amor en tu amor, o
al revés, veo |
andar, como tú en mi, yo
en ti, cambiando. |
Ya sería tiempo de saber
el cuándo |
saldré yo libre de este
encierro feo, |
de este tan loco y ciego
devaneo, |
en que vivo, y de mí tan
lejos ando. |
Se burlan cielo y tierra,
sol y plantas, |
quietos están los mares y
los vientos; |
el firmamento enciende
luces tantas; |
las aves cantan: ¿quiénes
no contentos |
están y sin amar? Yo
solamente, |
para tal gozo enfermo,
insuficiente. |
13 (109) |
Como gusano |
escondido |
DOS COSAS aborrecía sobre- |
manera san Felipe Neri:
una |
contraria a la vocación
del |
hombre a relacionarse con
los de- |
más, y la otra porque
falsificaba la |
vida de cada ser humano,
incluida |
su relación con Dios. Eran
la mur- |
muración y la mentira.
Desde el |
punto de vista espiritual
hacían |
imposible cualquier
proyecto de |
perfección cristiana, que
el Santo |
siempre establecía, para
sus hijos |
espirituales, en la
obediencia, la |
humildad y el
desprendimiento. |
Advertía que, si alguien
llegaba |
a la Congregación y, aun
en lo más |
pequeño, murmuraba y se
mostra- |
ba más inclinado a juzgar
que a obe- |
decer y aprender, debía
ser despe- |
dido cuanto antes, porque
tampoco |
perseveraría y, además,
podría des- |
viar a otros y dañaría la
paz de la |
casa. La murmuración, como
gusa- |
no escondido en el
interior de la |
fruta de la que se
alimenta, corroe |
y destruye las
comunidades, divide |
las familias y arruina las
amistades. |
Se recrea hablando mal del
ausen- |
te, sin aportar remedio
alguno a los |
males verdaderos o
imaginarios que |
se complace en censurar.
Suele |
proceder de la envidia y
del resen- |
timiento, a la vez que
descuida el |
atender a la propia
perfección ocu- |
pándose, sin misión para
ello, de la |
de los demás, cuyos
defectos agran- |
da para que reluzca la
apariencia |
de la propia virtud. Hay
quienes |
"necesitan" que
los demás sean ma- |
los para ser ellos buenos
al estable- |
cer la comparación. |
En cuanto a la mentira, a
san Fe- |
lipe le disgustaba la
lisonja y adu- |
lación, porque es
interesada falta |
de sinceridad y de
sencillez con |
quien se habla, en contra
del estilo |
y llaneza que quería para
los del |
Oratorio y para los fieles
que acu- |
dían para ser guiados
rectamente |
en la vida espiritual. No
cedía, tam- |
poco, al engaño de los
aficionados a |
milagrerías, visiones
sobrenatura- |
les o singularidades
devotas, que |
sirven o pueden
impresionar a los |
ignorantes, pero que
proceden de |
la escondida vanidad de
los falsos |
espirituales; de modo
parecido iro- |
nizaba sobre los que van
de una |
iglesia a otra, o
conversadores de |
sacristía, de un sacerdote
para otro, |
llevados de la curiosidad,
pero que |
nunca se comprometen más
allá |
de adornarse como devotos.
Ha- |
blan de Dios, de la
Iglesia, les gusta |
parecer y aparecer; pero
de ellos |
podría decirse, con san
Felipe, que |
«llevan su santidad en la
suela de |
los zapatos, de andar de
un lugar |
para otro», y recordar que
«el que |
se entrega a Dios, se
entrega a él |
del todo». |
14 (110) |
DANTE ALIGHIERI |
Y SAN FELIPE NERI |
PLANTEAR la hipótesis de
una relación entre Dante |
(1265-1321) y san Felipe
Neri (1515-1595) puede parecer |
excesivamente
convencional, pero no resulta ni mucho |
menos inverosímil, aunque
el primero pertenezca, en el |
tiempo, al declive de la
baja edad media —que de algún |
modo sintetiza―,
mientras que san Felipe ya está de lleno en |
el Renacimiento. En todo
caso, nunca será ocioso el esfuerzo |
por enmarcar a nuestro
Santo en el contexto histórico y |
cultural por el que fue
influido, en su fisonomía y su espíritu. |
Tenemos indicios, y hasta
datos, que nos delatan el influjo |
humanista, a partir
especialmente de su florentinidad, a la |
que nunca renunció, y tres
nombres sobre los que vehiculan |
esas huellas: sobre todo
Dante y Petrarca (1304-1374), y |
también Boccaccio
(1313-1375), además de florentinos, |
creyentes y críticos de la
sociedad у de la Iglesia de su |
tiempo, si bien Felipe no
siempre compartiría sus |
planteamientos, que
resolvería a lo divino. |
Pero centrémonos en Dante.
Hay un detalle, cuya |
relevancia conviene no
exagerar y que sólo podría tener |
algún interés para un
análisis de psicología doméstica, en |
15 (111) |
la infancia de ambos: nos
referimos al paralelo de la orfandad |
materna en ambos y el
haber tenido, cada uno, un hermano y |
dos hermanas. Mayor
importancia tuvo, para uno y otro, |
aunque no por las mismas
razones, el haber sido forzados a |
abandonar Florencia, il
nome del bel fior ch' io sempre |
invoco e mane a sera.
Dante esperaría en vano poder |
regresar luego de sufrir
una injusta pena, la del destierro y |
de la pobreza, desde que
los ciudadanos de la bellísima y |
famosísima hija de Roma,
Florencia, decidiera arrojarme |
fuera de su dulce seno. Y
añade con amargura: Yo he sido |
como un barco sin vela,
arrastrado por el viento seco que |
levanta la dolorosa
pobreza, y vilipendiado (Conv III). La |
razón de san Felipe, en
cambio, no fue política, sino la ruina |
de su hogar y el deseo de
los suyos de proporcionarle mejor |
porvenir, que la
Providencia se encargó de purificar y |
convertir en espiritual,
en vocación a la santidad y amor a la |
Iglesia, necesitada de
reforma, pero a partir de cada cristiano. |
Felipe tampoco regresó
jamás a Florencia, cuyo nombre |
asociaba a tristes
recuerdos, pero no a menos amor, ya que |
siguió confesándose
siempre natione florentinus, como Dante, |
y en Roma se movió entre
sus connacionales (la familia |
Caccia, los dominicos de
la Minerva, el barrio de vía Giulia, |
San Juan de los
Florentinos...). |
El ideal de Dante |
EL IDEAL o, mejor dicho,
la utopía política de Dante se |
puede resumir en dos
palabras: asegurar que los mortales |
vivan en PAZ y con
LIBERTAD, y lograr, de este modo, |
la felicidad para todos en
la vida presente, mientras caminan |
hacia la del cielo (conf.
Mon 3, XIV), dispuesto todo por la |
Providencia. |
16 (112) |
Pasamos por alto las
rivalidades entre güelfos (partidarios del papa) |
y gibelinos (partidarios
del emperador), y aun otras subdivisiones, y nos |
puede bastar tener en
cuenta (prescindiendo de la originaria |
romanidad, de la que
estaban justamente orgullosos los florentinos, y de |
su historia durante la
alta edad media): por un lado la fuerte |
personalidad de la condesa
Matilde, muerta en 1115 y, por otro, el |
propio Dante. Ambos
quisieron siempre para Florencia la paz, la |
libertad y la prosperidad.
La solución güelfa, iniciada por la condesa |
Matilde, quería, en
realidad, lo mismo que la gibelina defendida, dos |
siglos más tarde, por
Dante en su libro Monarchia. |
En la lucha contra las
investiduras, la condesa Matilde se había |
puesto de parte del papa
(Gregorio VII) y había dejado, a su muerte, |
bienes y derechos
políticos al papado, negando de este modo las |
pretensiones del
emperador. Aunque éste buscó apoyo entre los |
feudatarios del condado,
los ciudadanos florentinos, concienciados en pro |
de la propia
independencia, frustraron los intentos imperiales, con lo |
cual la ciudad estaba
abierta al autogobierno y comenzaba una nueva |
era a cuya aparición
contribuyó la Iglesia, la cual había creado las |
bases de la madurez
política. Y a nadie pudo sorprender que, un día, |
Jesucristo fuese
proclamado Rey del comune o repubblica de la ciudad |
de Florencia. La invención
del régimen comunal no pertenece a los |
florentinos, pero en
Florencia fue donde tuvo su mejor expresión y |
desarrollo. Los laicos,
reunidos en forma parlamentaria, intervenían en |
la organización
eclesiástica, nombraban o confirmaban a sus párrocos, |
administraban la economía
y defendían los intereses eclesiásticos |
contra los abusos y
usurpaciones de los señores feudales circundantes. |
El feudalismo había
terminado. Además, tuvieron la suerte de ser |
pastoreados por excelentes
obispos, y franciscanos y dominicos |
completarían la labor en
la que les habían precedido los monjes |
benedictinos de San
Miniato sul Monte, que acertaron a transmitir, en |
amplios sectores de la
ciudadanía, el sentido comunitario de la |
responsabilidad y el amor
a la propia ciudad. |
El péndulo de la historia |
COMO el corazón del
hombre, la historia, de la que él es el |
protagonista, bascula
alternativamente de un lado a otro. Las |
ciudades del centro de
Italia ensayaron algunas formas de federación |
para defenderse mutuamente
de la amenaza de absorción y asedio de → |
17 (113) |
los grandes: imperio o
papado. Estas federaciones no tuvieron eficacia, |
además, porque surgían
rivalidades y prepotencia entre ellas mismas. |
En realidad, el papado,
que es quien estaba más cerca, invadía la |
autonomía de las ciudades,
ya para defenderlas del celo imperial, ya |
―las más de las
veces― para defenderse a sí mismo. Esto amenazaba y |
hasta quebraba la paz y
recortaba las libertades. Pese a lo cual el |
progreso de estas ciudades
estado no se detenía; pero tal prosperidad, |
especialmente de Florencia
―el humanismo precede al Renacimiento y |
éste nace en la ciudad
florida a orillas del Arno―, despierta envidias y |
codicias. Si tuviéramos
que usar palabras del papa Pablo VI, diríamos |
que, en aquel siglo, el
manto de la Iglesia se manchó con el lodo |
recogido por los caminos
de este mundo. Además, nada bueno |
auguraba el influjo
prepotente del clero francés y menos la deportación |
de la corte papal a Aviñón
―L'empia Babilonia ond' è fuggita / ogni |
vergogna... (Petrarca,
Canz 114)—. Dante levanta la voz y, sin olvidar el |
bien de la Iglesia, pero
pensando principalmente en la paz y libertad de |
naciones, reinos y
ciudades, especialmente de su bel fiore, Florencia, |
postula una clara
diferenciación de competencias, que imponga orden y |
respeto a todos y, entre
los años 1310-1314, escribe Monarchia, movido |
posiblemente por el
anuncio de que Enrique VII va a bajar a Italia. |
Para salvar la libertad y
la paz es preciso que el papado presida el |
universo de lo espiritual,
sin ser interferido, y que un emperador lo |
haga del universo
político, no en el sentido que los Borbones franceses |
practicaron en casa y
luego exportaron fuera, no para construir una |
unidad uniforme, sino una
unión que ordena lo diverso: Las naciones, |
reinos y ciudades poseen
cualidades propias, que conviene regular |
con leyes diferentes (Mon
1, XIV), dado que el género humano vive |
tanto mejor cuanto mayor
es su libertad (Id 1, XII). Y exclama Dante |
con el salmista: ¡Cuán
bueno y agradable es que los hermanos convivan |
unidos! (132, 1). Una
autoridad justa que acalle las voces de los |
sembradores de odios y
contenga a los vecinos que amenacen la felicidad |
ciudadana. |
Ni que decir que la utopía
de Dante necesitaría ser reelaborada, |
pasados ya siete siglos de
su aparición, y, todavía en nuestros días, |
tropezaría con los
escollos permanentes del Derecho internacional, |
escandalosamente
escarnecido cuando no supone un provecho inmediato |
para quien tenga que
custodiarlo o imponerlo. Por desgracia, reconoce |
el mismo Dante en el
Convivio (4, 12) que el rico y poderoso no son |
18 (114) |
más buenos por su riqueza
o su poder, porque la codicia crece con el |
aumento de la riqueza. Y
estos versos de la Comedia: Ahi, Costantin, di |
quanto mal fu metre, / non
la tua conversione, ma queJla dote / che da |
te prese il primo ricco
patre! (Infer XIX, 115 ... ): ¡Ay, Constantino! ¡De |
cuántos males fuiste
origen, no por tu conversión, sino por aquella dote |
que de ti recibió el
primer papa rico! Dante no desmentía su |
educación franciscana,
aunque también frecuentó Santa Maria Novella, |
de los dominicos, para
estudiar a los clásicos y a santo Tomás, además |
de la universidad de
Bolonia. |
Dante era un cristiano
sincero Y culto, como demuestra cualquier |
página de sus obras y la
coherencia de su vida. No sólo en su máximo' |
exponente, la Divina
Comedia, totalizadora de su pensamiento, de su |
juicio y concepto del
mundo, de su religiosidad, de su genio poético y de |
toda su sabiduría y
esperanzas. Le siguen el Convivio, Vita Nuova, |
también en italiano, con
otros escritos menos importantes, y Monarchia |
y De vulgari eloquentia. |
Incidencia en san Felipe |
PERO no nos olvidemos de
nuestro san Felipe, nacido 194 años |
después de la muerte del
príncipe de los poetas italianos y cristianos, |
y preguntémonos si conoció
las ideas de Dante y si acaso leyó o tuvo |
noticia de la Comedia. La
respuesta no puede ser tan explícita como si |
se tratara de Iacopone da
Todi (1230-1306), el más importante poeta |
cristiano hasta que Dante
le superaría consagrando magníficamente el |
valor literario de la
lengua italiana, aunque Petrarca reprochara a |
Dante el no haber usado la
lengua latina para tan gran poema; |
Boccaccio, en cambio, lo
aplaudió, y le valió un cierto grado de |
conversión espiritual. |
No podemos sustraernos, en
todos ellos, del común amor a Florencia, |
a partir del cual surgen
las verosímiles conjeturas. Todos los florentinos, |
gente despierta, activa,
austera y creativa, conocían bien su historia y |
sin ambages juzgaban la
inmoralidad de los grandes del mundo y se |
reían de sí mismos, cuando
ocurría, como hacía Boccaccio con descoco, |
o il pievano Arlotto
inocentón y alla buona, preferido por san Felipe. |
Del amor y espíritu a su
ciudad Felipe se llevó el amor a la libertad, |
el énfasis de la autonomía
de que impregnó su obra; el sentido de lo |
bello. En Felipe ya no
valían ni güelfos ni gibelinos: ni papas políticos ni |
emperadores demasiado
cristianos. Además, junto al recuerdo de las |
19 (115) |
historias pasadas, y no
tan lejanas, que le contarían los suyos ―su |
padre pudo contemplar la
ejecución de Savonarola, en 1498— podía |
juntar el gran escándalo
de todos los florentinos, cuando en Bolonia, en |
1529 ―Felipe tenía
catorce años―, los dos poderes temidos y en lucha |
hasta entonces se avenían
para sofocar a Florencia: Carlos V era |
coronado emperador por el
papa Clemente VII, y sus dos hijos bastardos |
respectivos (Margarita y
Lorenzo) se unían en matrimonio y señorearían |
Florencia. Era la total
claudicación del papa ante el emperador, que |
establecía fortificaciones
cerca de la ciudad para disuadir cualquier |
intento de resistencia o
rebelión, si no hubiese bastado ya el precedente |
saqueo de Roma por las
tropas alemanas capitaneadas por Frundsberg |
―Carlos V no se fio
de mandar soldados españoles para tal menester―, |
que asedió al papa,
encerrado en el Castel Sant'Angelo mientras la |
soldadesca profanaba San
Pedro. Se prometió una pacificación para |
Florencia, a cambio de la
rendición, y no se cumplió, porque hubo |
condenas a muerte,
deportaciones, confiscación de bienes, y días y |
noches de terror. Felipe
era apenas un adolescente. Poco más tarde |
abandonaría Florencia,
como es sabido, camino de San Germán; al |
pasar por Roma pudo
contemplar los estragos del saqueo. Lleno de |
tristezas llegó a la casa
de sus parientes, en San Germán, dejando muy |
atrás su amada y hermosa
ciudad humillada por tantas desventuras |
políticas. Era la hora de
los imperios, y ni la estrenua y piadosa |
condesa Matilde, ni la
opuesta utopía de Dante, ni el espiritualismo de |
Savonarola, ni la astucia
realista de Machiavelli habían servido para |
salvar para siempre el
ideal de libertad florentino y la seguridad de la |
paz. El último,
Machiavelli, murió olvidado, pero sirvió sólo a los |
poderosos de siempre y dio
paso, con Hegel, a la razón de estado y a los |
absolutismos, hasta la
contradicción de encubrir los abusos y violencias |
con el nombre cristiano,
denunciado ya por Dante en el Infierno (XXII, |
85...), cuando señala a
los nuevos fariseos. |
A pesar de todo, Florencia
había repetido el milagro de la antigua |
Grecia, todavía no
multiplicado de nuevo. |
La lectura pública |
de la Divina Comedia |
EN 1472, es decir, más de
cuarenta años antes de que naciese san |
Felipe, ya circulaba la
Divina Comedia impresa. Pero es que |
20 (118) |
hacía más de un siglo (en
1351) que el Comune fiorentino había |
encargado a Boccaccio el
comentario, en lectura pública, de la obra de |
Dante. En Florencia pasó
Boccaccio el resto de su vida, hasta la muerte |
que ocurrió en 1375. Acabó
siendo un auténtico especialista sobre Dante, |
de quien escribió la
primera biografía. |
Esta lectura pública
comentada no constituía ninguna novedad |
sorprendente; pues en
otras ciudades y especialmente en Florencia, se |
tenían en las iglesias una
especie de catequesis de adultos en las que se |
explicaban los resúmenes
enciclopédicos de los saberes escolásticos, con |
el propósito de
racionalizar o sistematizar la exposición de las |
enseñanzas de la Iglesia.
Se hizo con el Convivio y con otros libros de |
ciencia compuestos en
rima, durante el siglo XIV, y también con la |
Divina Comedia, tomada
como poema didáctico, estrictamente tomista, |
rico en referencias
históricas conocidas, al alcance de los florentinos de |
mediana cultura, como
conviene considerar al mismo padre de Felipe, o |
al Maestro Chimenti, en su
primera escuela de niño, y no digamos a los |
dominicos de San Marcos.
Esas lecturas comentadas que se tenían en |
las iglesias florentinas,
tendrían que ver con i ragionamenti sul libro, |
propio de las primeras
reuniones del Oratorio. |
San Felipe poeta |
PERO hay más. Felipe, por
lo menos en su juventud, componía |
poesías, en las que
descubrimos las huellas del dolce stil nuovo, que |
contrasta con la
voluntaria ingenuidad franciscana, preferida por él, |
de Iacopone da Todi. El
dolce stil nuovo cristaliza en Petrarca, poeta |
exquisito, platónico,
crítico de Dante, pero admirándole hasta la |
emulación; podría
establecerse un cierto paralelismo entre los dos, en |
más de un aspecto.
Petrarca representa una cima en la literatura |
italiana, pero no adquiere
la cósmica grandeza humana y divina de la |
Comedia de Dante; su
Canzoniere, especialmente los sonetos, siguen |
siendo un modelo de
perfección y armonía conceptual y formal. Felipe, |
sin duda quiso imitarle a
lo divino. ¡Lástima que nuestro Santo |
mandara quemar sus papeles
y poesías antes de morir! Sin embargo, las |
pocas que se salvaron nos
bastan para nuestra tesis que podemos apoyar |
en uno de los sonetos
ciertamente perteneciente a la pluma de Felipe, |
aquel que comienza Se
l'anima ha da Dio l'esser perfetto... El estilo es |
petrarquiano, pero el
último terceto se remonta a las estrellas |
21 (117) |
―calcar le
stelle―, como Dante al final de cada uno de los últimos |
cantos del Infierno,
Purgatorio y Paraíso, en la Divina Comedia. |
Hay también una
jaculatoria, la primera que los biógrafos de Felipe |
Neri ponen en la lista de
sus preferidas, porque decía el Santo que |
resumía toda la grandeza
de María, a pesar de su brevísimo enunciado |
―«¡Virgen y Madre,
Virgen y Madre!»— que es la invocación con la |
cual Dante inicia el
último canto de su obra: |
«Vergine madre, figlia del
tuo figlio, |
umile e alta più che
creatura, |
termine fisso d' eterno
consiglio, |
tu se' colei che l' umana
natura |
nobilitasti sì che 'l suo
fattore |
non disdegnò di farsi sua
fattura». |
Petrarca también termina
su Canzoniere con su célebre canción de |
alabanza a María: «Vergine
bella... figlia e madre...» ¿Lo tomaría de |
Dante? |
Alguien que, como Felipe,
se atreviera a escribir sonetos, no podía |
desconocer a estos poetas. |
Se ha dicho que, si Dante
hubiese conocido a san Felipe Neri, habría |
reunido para él, las dos
alabanzas que en el Paraíso (XI 38-40) dedica |
respectivamente a san
Francisco y a santo Domingo: |
«L'un fu serafico in
ardore; |
l'altro per sapienza in
terra fue |
di cherubirica luce uno
splendore». |
La literatura y las artes
se proponen expresar las disposiciones naturales |
del hombre, sus problemas,
sus tentativas por conocerse mejor a sí mismo |
y al mundo y por
superarse; ponen todo su interés en descubrir la |
situación del hombre en la
historia y en todo el universo, en presentar |
claramente las miserias y
alegrías de los hombres, sus necesidades y |
recursos, y en bosquejar
un mejor porvenir a la humanidad. |
Este mundo en que vivimos
tiene necesidad de la belleza para no caer en |
la desesperanza. |
Vaticano II, |
GS, 62; Mensaje a los
artistas, 4 |
22 (118) |
III Centenario del
Oratorio |
de Alcalá de Henares |
EL DÍA 4 de noviembre de
1694 |
se fundaba el Oratorio de
Al- |
calá de Henares, después
de |
laboriosas gestiones
llevadas a feliz |
término por don Martín de
Bonilla |
y Echeverría. Puede
decirse que |
este Oratorio nacía del
espíritu de |
la «Escuela de Cristo»
establecida |
en Madrid (1658), en la
cual Bonilla |
había sido muy próximo
colabora |
dor con el venerable Juan
de Pala- |
fox y Mendoza (conf.
«Laus», nº |
225, nov. 1985). Entre las
bien fun- |
dadas razones alegadas por
don |
Martín de Bonilla,
incluidas en el |
memorial que acompañaba su
peti- |
ción, indicaba que Alcalá
era una |
ciudad universitaria a la
que acu- |
dían muchos profesores y
estudian- |
tes. En realidad, entre
los primeros |
miembros del Oratorio
compluten- |
se, que merecen ser
nombrados, |
figuran el P. Francisco
Burgalés, |
constructor de la iglesia,
el P. José |
Martínez Manibardo,
impulsor de |
su rica biblioteca (que
conserva |
incunables y que fue
predilecto |
lugar de retiro y estudio
de don |
Miguel de Unamuno), y el
P. Fran- |
cisco Blas Pulgarón y
Casas, a |
quien se debe la
construcción de |
la residencia de la
comunidad; to- |
dos ellos eran profesores
de la |
Universidad de Alcalá.
Entre sus |
más recientes miembros no
pode- |
mos omitir al benemérito
P. Juan |
José Lacanda y
Zalvidegoitia, muy |
popular y tenido por santo
por |
cuantos le conocieron. |
La celebración de este III
Cente- |
nario se anticipó al 26 de
mayo de |
este año en curso,
solemnidad de N. |
P. S. Felipe Neri, en la
que presidió |
la Eucaristía el primer
obispo de la |
recién creada ―o
"recreada"— dió- |
cesis de Alcalá de
Henares, mons. |
Manuel Ureña y Pastor,
quien ade- |
más bendijo una hermosa
imagen |
del Santo, esculpida en
piedra, y |
colocada en la apuesta
hornacina |
del muro principal de la
iglesia del |
Oratorio, cara a la plaza
ahora lla- |
mada del Padre Lacanda. |
Se inauguró, además, una
exposi- |
ción y el Museo estable
con el Pa- |
trimonio Artístico del
Oratorio. Es- |
te III Centenario también
ha sido |
motivo para otras
restauraciones |
de la casa e iglesia, en
las que se ha |
empleado el buen gusto y
la dili- |
gencia de su actual
Prepósito, el M. |
R. P. Jacobo Bolek. |
Ad multos annos! |
23 (119) |
Oratorio Secular |
CURSO DE FORMACIÓN
CRISTIANA |
A PARTIR DEL DÍA 14 DE
OCTUBRE |
NIÑOS Y ADOLESCENTES |
de 9 a 15 años: |
Viernes, a las 6,30 de la
tarde. |
JÓVENES Y ADULTOS, |
a partir de los 16 años: |
Viernes, a las 10 de la
noche. |
También se les recomienda
la participación |
en la Eucaristía, a las 12
del mediodía, |
y en las Vísperas
cantadas, |
a las 5,30 de la tarde, |
los domingos y días
festivos. |
LAUS |
Director: Ramón Mas
Cassanelles - Edita e imprime: Congregación del Oratorio |
PL. San Felipe Neri, 1 -
Apartado 182 - 02080 Albacete - D. L. AB 103/62 - 24.9.94 |
24 (120) |
|