Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 299. MARZO-ABRIL. Año 1995
SUMARIO
TODO verdadero crecimiento espiritual, en el
hombre de fe, no se basa en la insistencia, en
el esfuerzo reiterado, sino en el renacimiento,
desde el fondo del alma. Vivir es nacer con-
tinuamente; no es repetir, sino profundizar. Suele
sepultar el primer intento de acercarnos a la Ver-
dad de Dios, el polvo de la superficialidad huma-
na. No son las vibraciones emotivas, sino la pureza
la que convierte en energía el enamoramiento del
Bien, como absoluto.
ORACIÓN DEL IV CENTENARIO
IR O VENIR
LA PROVIDENCIA EN EL BEATO JOSÉ VAZ
AÑO DE BENDICIONES
SIGNIFICADO DE LA «VIDA APOSTÓLICA»
EL PADRE JOSÉ VAZ
EL ORATORIO DE GOA
1 (25)
Tiempo de oración:
ORACIÓN
DEL IV CENTENARIO DE S. FELIPE NERI
Oh Dios, Padre nuestro omnipotente,
que has querido reflejar tu paternidad
en el ejemplo de bondad y sabiduría con que san Felipe
guiaba a los más jóvenes hacia la responsabilidad
de la edad adulta:
concédenos el espíritu de sana alegría
y prudencia sobrenatural,
que es fuente de esperanza cristiana
y lleva a la plenitud de la vida contigo.
Oh Jesús, ungido Hijo de Dios,
que fuiste amado con amor inmenso por san Felipe,
y el único que merece el amor de todos los hombres:
concédenos que también nosotros sepamos descender
hasta comprender las inquietudes de este mundo,
proyectando en él nuestra fe,
y evitar que jamás nos convirtamos en sal insípida
que merezca ser rechazada fuera por los hombres.
Oh Espíritu Santo, que inflamaste con tu fuego
el corazón de san Felipe, todavía joven:
ven y libéranos de nuestras tristezas,
de nuestro egoísmo,
del frío e indiferencia del mundo,
y dilata nuestro corazón
para que sea capaz de compadecer y remediar
todas las pobrezas y miserias de los hombres.
Amén.
2 (26)
Ir
o venir
UN INQUIRIDOR que ha escrito un libro sobre la fe de los hombres de nuestros
días, después de interrogar a muchos, ha llegado a la conclusión de que «son
poquísimos, entre los mayores de cuarenta años, que se profesan ateos». Entre
los más jóvenes las estadísticas son otras: tal vez porque, para ellos, la vida es
sentida como una capacidad sin límite y, además, porque hayan sido educados para
un hedonismo que, sin negar en principio la primacía de los valores espirituales, han
permanecido y crecido, buen número de ellos, rodeados de un materialismo práctico
y protegidos por las mismas personas mayores que tímidamente les seguían recor-
dando, de todos modos, la verdad teórica y moderadamente útil de la existencia de
Dios, aunque en realidad les preparaban para un cielo que era el de la tierra. Lo que
trascendiera la dimensión temporal había que dejarlo como un atenuante para la fa-
talidad innominada de la "muerte, tan temida", que la precariedad de la fe no salvaba
de la absurdidad.
A pesar de ello, comprobable cuando se ausculta el pensamiento de los jóvenes
más despiertos y reflexivos, no faltan filósofos contemporáneos y honestos que, inclu-
so desde el agnosticismo, señalan que estamos en vísperas de amanecer a una época
que volverá a ser "religiosa" y capaz, por lo tanto, de iluminar las obscuridades y vaci-
laciones en las que muchos ahora se debaten, ya en vísperas del albor que consolara
a todos para superar los escollos que atrancan esas angustias post-modernas.
En realidad, sobre los males del tiempo, la humanidad está sintiendo el escozor
de una piel que debe restañar, en los creyentes, las heridas de una fe que ha de puri-
ficarse o re-espiritualizarse; una fe en la que los que creemos en Dios y su Hijo Jesu-
cristo invirtamos el sentido accidental y adjetivado con que la hemos considerado, y
pidamos de veras a Dios y queramos sinceramente que se haga substancia en nuestra
vida, no solamente ceñida al tiempo ―que no podemos evitar, pero que no queremos
limitar―. Una fe que supere la teoría y se haga levadura vital del ser y el vivir, y no
desde un posicionamiento negativo y defensivo de Dios y la preocupación del pecado,
sino desde lo positivo, generoso y entusiasmador de una gratitud dirigida a Dios, por
3 (27)
la vida y la esperanza que él nos ha dado, que va más allá de las realidades tangibles,
a las que, tal vez, nos hemos pegado en exceso pervirtiendo la religiosidad para que
Dios "colabore" con nuestros deseos y apetencias terrenales, en vez de espiritualizar-
las ―no en la mera búsqueda de legitimaciones farisaicas, tasa das y defensivas―, para
superar la glotonería del gozo inmediato y avaro, que posterga la bienaventuranza
prometida para el Reino, lo más remotamente posible.
El secreto de la espiritualización es posible que resida en un cambio de óptica, y
nos ayude a ver más de lejos, sin detenernos avariciosamente en lo fácil y próximo.
Aun en el caso de no olvidarnos de Dios, podemos limitarnos a otear el horizonte de
la eternidad, desde la lejanía de una esperanza solamente teórica, casi inútil para
una verdadera vida de fe de bautizado. Lo correcto sería no cubrir de ceniza el res-
coldo de vida en Dios que recibimos en el Bautismo para que, «una nueva vida» re-
cibida y venida de Dios, alentada por la oración y los sacramentos, diera otro sentido
a nuestra existencia. Venimos de Dios; solamente vamos a él, en la medida de que de
él venimos ya. Para el creyente, el tiempo ya está en la eternidad, porque la reden-
ción lo inscribe en Dios, en el ámbito de ese Reino en el que confesamos creer.
Tal vez nos hemos atrevido poco a decir las cosas enteras y hemos rebajado a
límites de saldo, no ya las exigencias, sino más bien los ideales, es decir, la fe y la es-
peranza, y por esto la fe que abanderamos no despierta entusiasmo, y nos detenemos
en lo inmediato de los gozos fáciles, relegando toda la grandeza a la que Cristo nos
ha introducido. Sin una buena dosis de austeridad, sin enriquecernos de Dios, la sola
moral defensiva, no cambiará el sentido de nuestras vidas ni redimirá a la humani-
dad de egoísmos, envidias y odios. La paz que logren los mezquinos, será la de la mi-
serable impotencia e incapacidad de amar a la que no supieron despertar el alma, y
seguirán esclavos del propio engaño porque no quisieron la libertad que solamente
da la verdad de los redimidos, que ven la vida, «como viniendo de Dios».
VIERNES
SANTO
9
de
la
mañana
VÍA
CRUCIS
4 (28)
El Oratorio:
La Providencia
en el beato José Vaz, C. O.
JUAN PABLO II destacaba la
importancia que tienen los
primeros santos y beatos de
un país en los caminos que la Pro-
videncia señala para sus futuras
generaciones. En su último viaje a
Extremo Oriente, procedió a la
beatificación de Peter To Rot en
Papúa Nueva Guinea, padre de fa-
milia, catequista y mártir, la de
Mary MacKillop, religiosa y prime-
ra beata de Australia, y la del pa-
dre oratoriano José Vaz en Sri
Lanka (Ceilán). Cuando éste llegó
a Sri Lanka, dice el papa, se en-
contró con una Iglesia joven que
corría el peligro de diluirse y per-
der su vinculación apostólica; pero
el padre Vaz supo hacer frente a
este peligro y por eso se le consi-
dera el apóstol que dio nuevo im-
pulso a la Iglesia de aquella tierra.
«El entusiasmo que mostró aquella
comunidad tiene mucho que decir
a las Iglesias antiguas del conti-
nente europeo». La Providencia
suele reservar a los humildes de
corazón para aleccionar a los más
cultos y ricos.
Seguramente fue por su humil-
dad por lo que el padre Vaz fue
conducido providencialmente en su
apostolado, tan fecundo. El padre
Jacome Gonçalvez, uno de los más
próximos colaboradores del padre
Vaz en la Misión Oratoriana de
Ceilán y hombre notable por los
trabajos de traducción del Nuevo
Testamento al singalés y otra lite-
ratura cristiana, decía que el padre
Vaz «no se fiaba de su propio pa-
recer, sino que miraba a Dios en
todas las cosas» y, con humildad
sobrenatural, no dudaba en pedir
consejo, incluso a los menos ilustra-
dos, pero de limpieza de intencio-
nes. Se parecía a san Felipe Neri,
dice el mismo padre Jacome, en la
« mortificación de la racional», es
decir, que no dudaba en renunciar
al propio parecer y se abandonaba
a la voluntad de Dios, manifestada
5 (29)
El Oratorio
providencialmente en los aconte-
cimientos y el parecer de los bue-
nos hermanos.
Cuando a poco de ser ordenado
presbítero en Goa propuso a la au-
toridad patriarcal el proyecto de
una misión en Ceilán, no obtuvo
una respuesta favorable, pero acep-
tó ser enviado a la región de Ka-
nará. Pronto pudo entender que
esta experiencia imprevista se in-
cluía en los planes de la Providen-
cia, como preparación para el ul-
terior apostolado en Ceilán, donde
las dificultades iban a ser mucho
mayores.
Pero antes de ir a Ceilán, fue
preciso que regresara a Goa, donde
descubrió que Dios le ponía en
contacto con un pequeño grupo de
clérigos que deseaban llevar una
vida de oración y apostolado. Des-
pués de un ensayo de vida común,
aunque sin dar una fisonomía con-
creta al experimento, recibe con-
sejo de un santo varón, el padre
Antonio Ventimiglia (más tarde
Vicario apostólico de Borneo y
mártir), quien le propone la funda-
ción del Oratorio en Goa. El padre
Vaz lo comunica a sus hermanos
de comunidad y deciden recabar
información más completa al Ora-
torio de Lisboa y, sucesivamente,
inicia su vida la nueva Congrega-
ción del Oratorio de San Felipe
Neri, de Goa.
Se trataba de una fundación re-
lativamente singular, porque no
procedía de misioneros llegados de
la metrópoli europea, sino com-
puesta por naturales del país, em-
bebidos en la misma cultura del
lugar, reunidos en una experiencia
de vida para siempre y con la óp-
tica de su proyección misionera.
Ellos iban a hacer lo que estaba
prohibido a extranjeros y lo que,
por otra parte, los sacerdotes dio-
cesanos no habían podido llevar a
cabo por carecer de apoyo institu-
cional suficiente. Como si el cielo
quisiera bendecir visiblemente el
haber aceptado el consejo del ve-
nerable Antonio Ventimiglia, el pa-
dre Vaz recibió, en la comunidad
oratoriana recién creada, a tres
sobrinos suyos, quienes debieron
renunciar, antes, a una situación
familiar acomodada.
Fue providencial, también, la re-
lación del padre Vaz con los pa-
dres de la Compañía de Jesús, de
quienes había sido alumno en Goa.
Éstos le defendieron siempre, lo
mismo que al Oratorio de Goa,
frente a las autoridades portugue-
sas. Como es sabido, los coloniza-
dores, tanto los españoles en Amé-
rica como los portugueses en Bra-
sil y en Asia, estaban de acuerdo
con llevar consigo a misioneros,
con tal que respondieran a sus inte-
reses político-estratégicos. Las au-
6 (30)
toridades religiosas de Goa, en rea-
lidad, dependían de las políticas
de los colonizadores, los cuales no
se fiaban de aquellos "nativos" di-
fíciles de controlar. Los demás mi-
sioneros procedentes de Europa ya
habían sido tamizados a través del
control de los reyes de España, pa-
ra las posesiones españolas, o de
Portugal para las portuguesas. Los
proyectos misioneros de la Santa
Sede para las recientes regiones
"nuevas" del mundo eran siempre
revisadas por el poder político de
los reyes conquistadores, aunque
"católicos". En esta situación, los
padres jesuitas fueron valedores
del naciente Oratorio de Goa y
del padre Vaz ante las autoridades
portuguesas, lo cual no pudo evi-
tar, sin embargo, que la fundación
canónica del Oratorio se retrasara
allí por más de diez años.
No se desanimaba el padre Vaz
y la falta de misioneros, o la res-
tricción del gobierno a poder lle-
var más a Ceilán (en Goa había
suficientes), le llevó a confiar en
los seglares, algunos de los cuales
mantenían la fe desde los tiempos
de san Francisco Javier: eran los
llamados muppu ("ancianos" o pre-
sidentes laicos de las comunida-
des) y los annavi (que actuaban
como lectores, catequistas y sacris-
tanes). El padre Vaz extendió estos
ministerios a toda la Misión mien-
1595-1995
cuarto
centenario
de
SAN
FELIPE
NERI
EL SANTO
DE LA
ALEGRÍA
7 (31)
tras que, por una parte, les alen-
taba en su cometido y también
les pedía consejo con toda sen-
cillez.
Ya en las puertas de la muerte,
acaecida en Kandy, el 16 de enero
de 1711, los demás padres de la
Misión Oratoriana le pedían que se
acordara de ellos en el cielo; pero él
replicaba que se consideraba como
nada e incapaz de hacer nada. En
cambio les recomendaba: «Vivid
de acuerdo con las inspiraciones
de Dios y atended a los buenos
consejos de los demás padres. Es
así como yo he podido evitar equi-
vocarme».
Desconfiaba de sí mismo, pero
su conciencia recta descubría los
signos de la Providencia divina, y
se hacía providencia y signo de la
fe para muchos.
SEMANA SANTA,
CONFERENCIAS
EN EL ORATORIO
LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES,
DÍAS 10, 11 Y 12 DE ABRIL,
A LAS 8,30 DE LA TARDE
LOS GRADOS
DE LA VIDA
ESPIRITUAL
8 (32)
Año
de bendiciones
ESTE AÑO de 1995, en el que
los oratorianos celebramos el
IV Centenario de nuestro Pa-
dre y Fundador san Felipe Neri,
no solamente nos confirma en la
vigencia del ideal de santificación
y apostolado que su obra, el Ora-
torio, aportó a la Iglesia, sino que
nos pide gratitud a la Providencia
por las incesantes bendiciones con
que nos conforta y consuela.
Con este espíritu se han progra-
mado diversas manifestaciones y
actos en las casas y ambientes fili-
penses. Sin duda que las más nota-
bles se celebran en Roma, cuyo
patrocinio espiritual san Felipe
comparte con los apóstoles Pedro y
Pablo, y allí tiene su sepulcro, en
la iglesia de la Vallicella, sede del
Oratorio romano.
Habrá cursos de espiritualidad
relativos a la figura de Felipe, gran
conocedor y guía de almas. Tam-
bién, en el palacio de Venecia, ex-
posiciones iconográficas para mos-
trar las formas como el arte quiso
plasmar a este Santo. En la Biblio-
teca Vallicelliana se exhiben libros
y documentos que, en actos acadé-
micos, ilustrarán las conferencias
de especialistas y estudiosos. No
podrán faltar los conciertos musi-
cales para interpretar a los maes-
tros clásicos y modernos que reco-
gieron la inspiración filipense y
compusieron e inmortalizaron su
nombre en las piezas de "oratorios
musicales". Finalmente, en la fes-
tividad del 26 de mayo, el Papa
cerrará este IV Centenario de san
Felipe, con la celebración de la Eu-
caristía en el Oratorio de Roma.
Pero, con todo ello, nosotros que-
remos destacar tres regalos de la
Providencia, como bendiciones sin-
9 (33)
gulares de este año especialmente
"santo" para los filipenses. La pri-
mera fue la beatificación del pa-
dre José Vaz, el pasado enero,
sobre el que nos referimos, en estas
mismas páginas. Con él se añade
un nombre muy significativo al
santoral del Oratorio.
Otra bendición consoladora, y no
la menor de todas, es la previsión
de varias ordenaciones sacerdo-
tales en Europa y América, para
seguir la labor de san Felipe.
Y otra alegría la constituye la
próxima fundación de un nuevo
Oratorio, verdaderamente misio-
nero, en la periferia de la ciudad
más populosa del mundo, México
D. F. Este Oratorio, que la Santa
Sede erige en este mismo mes de
marzo, ha añadido a su nombre
el de Nuestra Señora de la Paz,
para distinguirse de los otros tres
que le preceden, en la constelación
(Profesa, San Pablo y Tlalnepan-
tla) que forman nuestras casas en
aquel conglomerado humano de
más de 22 millones de habitantes.
Esta inauguración será de especial
alegría para todos nuestros herma-
nos mexicanos, pero en particular
para el Oratorio de San Pablo Te-
petlapa que, muy de cerca, ha po-
dido fomentarla.
A todos un gran abrazo frater-
nal, con la esperanza de más ben-
diciones en el Señor.
La bendición de Newman
para el Oratorio.
Queridos Padres, seremos bendecidos si aprendemos, desde ahora mismo,
a vivir en presencia de los ángeles y los santos, cuyo destino es ser compa-
ñeros nuestros en la eternidad. Ya nos alcanza esta bendición si conversa-
mos habitualmente: con Jesús, María y José; con los Apóstoles, los Mártires
y los grandes Padres de la Iglesia primitiva: Sebastián, Lorenzo, Cecilia;
Atanasio, Ambrosio, Agustín; con san Felipe, de quien somos hijos; con
nuestros Ángeles Custodios y nuestros Santos Patronos. Seremos bende-
cidos si no nos preocupamos de lo que los hombres piensan de nosotros;
aunque deseamos que su menosprecio no les estimule a cometer ninguna
injusticia contra nuestra Comunidad, ni que el falso concepto que de noso-
tros se formen se convierta en obstáculo para que ellos vuelvan a Dios.
J. H. Newman, OS, n. 12, p. 243 (18.1. 1850).
10 (34)
ORATORIO DE ALBACETE
SEMANA SANTA DE 1995
• 9 de abril,
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR:
Mañana, a las 12, Eucaristía.
Tarde, a las 5,30, Vísperas.
• 10, 11 y 12 de abril,
LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTO:
Mañana, a las 7,45, Laudes у
Eucaristía.
Tarde, a las 8,30, Conferencia.
• 13 de abril,
JUEVES SANTO:
Mañana, a las 9, Celebración penitencial y Laudes.
Tarde, a las 8, Eucaristía de la Cena del Señor.
• 14 de abril,
VIERNES SANTO:
Mañana, a las 9, Vía Crucis y Laudes.
Tarde, a las 8, Celebración de la Pasión del Señor.
• 15 de abril,
SÁBADO SANTO:
Mañana, a las 9, Oficio de lectura y Laudes.
Tarde, a las 7, Vísperas.
• 16 de abril,
DÍA SANTO DE PASCUA:
Noche del sábado, a las 11, Vigilia Pascual.
Mañana del domingo, a las 12, Eucaristía.
Tarde, a las 5,30, Vísperas.
11 (35)
El Oratorio:
Los nombres del seguimiento de Cristo
SIGNIFICADO DE LA «VIDA APOSTÓLICA»
LA DIVERSIDAD de nombres aplicados al "seguimiento
de Cristo" muestra la dificultad de acertar en una
definición lo menos metafórica posible. Si lo
llamamos vida "angélica" parece que nos salimos de
lo humano; si vida "evangélica", resulta más
plausible, pero no podemos monopolizar el mensaje del
Evangelio, que es para todos; si vida "religiosa", aparece
demasiado genérico; incluso vida "consagrada", que es la
denominación canónica, obliga a tomar el adjetivo en sentido
amplio, o ceñirlo al significado de "dedicación". En la
Asamblea General del Sínodo de los Obispos, celebrada en
Roma en octubre del pasado año 1994, dedicada
precisamente a la "vida consagrada" o "religiosa", se ha
evitado abordar el tema de una definición. Quedan pues los
nombres para una referencia convencional a un "estado
jurídico" que acoge a una porción de los hijos de la Iglesia,
como "pueblo de Dios", y que esta regula, cuida y defiende
porque «pertenece a su propia vida y santidad» (c. 574).
Lo que se dice una definición no la encontraríamos ni
siquiera en los textos bíblicos ni en las palabras del Señor.
Podemos, sí, contemplar hechos, meditar sobre llamamientos
y decisiones, en Jesús, el Hijo de Dios, y en los discípulos
que le acompañaron más de cerca; podemos, incluso, recoger
el consuelo de las bendiciones del Señor, y oír, casi, el
12 (38)
aplauso apocalíptico del cielo, para quienes lo siguieran en
todos sus caminos. Ya es mucho; pero nada más. 3333
La entrega de por vida al Señor es un hecho continuo,
que impregna toda la persona, sin que la fuerza de la
decisión pueda agotarse en un solo acto. Los primeros
cristianos lo pudieron entrever como una disponibilidad
para un testimonio evangélico total, refrendado por el
martirio posible y nunca rechazado, que padecieron casi
todos los apóstoles y varios de los cristianos más próximos a
ellos, en la primera generación de la Iglesia. No estaba
prohibido huir de las circunstancias que podían acarrear el
martirio, pero, llegada la ocasión, ningún cristiano podía
dejar de confesar a Cristo, aunque este testimonio de la fe
("martirio") le acarrease la muerte. Orígenes, hijo del mártir
san Leónidas, decía a principios del s. III, en una época de
calma persecutoria: «Entonces éramos de verdad fieles,
cuando el martirio llamaba a la puerta desde que nacíamos
en la Iglesia». La fortaleza de los mártires no era una
improvisación. El mismo Orígenes exhorta a prepararse
ascéticamente ante la eventualidad de esta suprema prueba.
Y, antes que él, Tertuliano lo hacía en el s. II. Y también el
mártir san Cipriano, y otros. El martirio era considerado
como una "vocación", que no tenía que ser temerariamente
provocada, pero sí aceptada por los que fuesen llamados a
13 (37)
ella por el Señor, en estrecha comunión de vida y muerte, a
modo de cristificación, como el primer mártir Esteban, у los
sucesivos.
Los cimientos
PUEDE fundadamente decirse que, una vez cesadas las
persecuciones, de la tensión ascética que su probabilidad
había creado en muchos, surgió esta otra forma de
testimonio ("martirio") o identificación o "sequela Christi",
como germen de lo que luego recibiría diferentes nombres,
el primero de los cuales fue el de "vida apostólica", para
significar no solamente el seguimiento e imitación de Cristo,
sino el de aquel pequeño grupo, "los doce", que él llamó y
comprometió como "portadores de su mensaje"
neotestamentario. La introducción de la constitución
apostólica «Provida Mater Ecclesia», de Pío XII (2 de
febrero de 1947), al aludir a la ampliación del "estado de
perfección", se refiere a «la doctrina y los ejemplos de Cristo
у de los Apóstoles» y a «la buena tierra de los primeros
tiempos de las comunidades cristianas, que ofrecían
espontáneamente la posibilidad de tan buenos frutos
evangélicos». Si tuviéramos que volver los ojos hacia los
orígenes de la primera profesión de vida totalmente
entregada a Dios, deberíamos, sin duda, recuperar aquellas
palabras del apóstol san Pedro a Jesús: «He aquí que nosotros
lo hemos dejado todo, y te hemos seguido» (Mt 19, 27).
Habrá más santos, y piadosos "fundadores", muchos de
ellos también santos, que se sentirán inspirados para crear
nuevas formas de seguimiento de Cristo, cuyo contenido, en
todo caso, reflejará siempre la sustancia de la originalidad
apostólica. Será preciso tener en cuenta estas obras, tanto
14 (38)
más santas cuanto más fieles a aquella raíz primigenia.
Constituirán un enriquecimiento surgido de la fecundidad de
la Iglesia y de las maravillas de la gracia y su diversidad
carismática, como derivaciones y memoria del principal y
original "cimiento" de los Apóstoles, en el cual Cristo es la
piedra angular (conf. Ef 2, 20).
En las sucesivas crisis a que será sometida la Iglesia, a
lo largo de la historia, no faltarán reacciones proféticas que
volverán los ojos a los tiempos apostólicos y a las primeras
comunidades, para hacer actual el Evangelio, una vez más, y
comenzarán a llamar "vida apostólica" a la vida comunitaria
inspirada en el ejemplo de los apóstoles con el Señor,
prolongada en la Iglesia.
«Lo hemos dejado todo
y te hemos seguido».
El sentido de estas palabras de Pedro al Señor (Mt 19, 27), lo
descubría san Antonio, en el s. III, cuando contaba dieciocho
años, y habían muerto sus padres, aunque gozaba de muy buena
situación económica. Nos lo cuenta san Atanasio, más tarde
amigo y discípulo del santo.
Se dirigía Antonio a participar en la eucaristía, con el
pensamiento puesto en los apóstoles, que lo habían dejado todo
para seguir al Señor, y recordaba también a los primeros
cristianos que vendían sus propiedades para socorrer a los
necesitados, mientras «ellos tenían tan grande esperanza en el
cielo». Con estos pensamientos oyó la proclamación del
Evangelio en aquel punto en que Jesús decía al joven rico: «Si
quieres ser perfecto, ve y vende todos tus bienes y dalos a los
pobres; después vente conmigo y sígueme, y tendrás un tesoro
en el cielo» (Mt 19, 21). Y Antonio siguió la inspiración divina,
para imitar a los Apóstoles.
15 (39)
El fervor renacido
LEEMOS en Casiano (360-435) que, «Después de la muerte de los
apóstoles, muchos fieles comenzaron a relajarse, e incluso los propios
jefes de la Iglesia abandonaron la primera austeridad, pero aquellos en
quienes se mantenía aún el fervor de los apóstoles, se pusieron a
practicar lo que recordaban que había sido instituido por ellos» (Coll.
XVIII, 5, 2-3). Casiano resume lo que fue la espiritualidad comunitaria
de los primeros cuatro siglos, e influirá en los posteriores,
principalmente en s. Benito (480-543). San Agustín (354-430), por su
parte, convertirá su residencia episcopal en un verdadero monasterio;
ideal que imitarán otros obispos, aunque posteriormente se perderá. En
Occidente, la evolución de la vida comunitaria o, por mejor decir, la
que ya se llamaba "vida apostólica", será siempre tributaria de las
Reglas de s. Benito y s. Agustín.
Edad Media y Renacimiento
EN PLENA Edad Media, los grandes papas reformadores, como
Alejandro II, Gregorio VII y Urbano II se refieren explícitamente a
este concepto de "vida apostólica" como la original de las primeras
comunidades. En concreto, s. Gregorio VII dice a quienes ahora
llamaríamos "religiosos" que «les impone el precepto de dedicar todas
sus fuerzas para regresar a la vida apostólica, es decir, a la vida en
común para alcanzar la perfección y merecer, de este modo, ser
inscritos en la patria celestial, junto a quienes se les ha prometido
recibir el ciento por uno».
No se teoriza, todavía, sobre los llamados "consejos evangélicos" ni
se juridizan los votos. La vida común a que se alude consiste en vivir
"sine proprio"; sus pilares son la estabilidad, la obediencia y la
conversión. La inspiración neotestamentaria la ofrecen estos pasajes del
libro de los Hechos de los Apóstoles: 2, 42-47, y 4, 32-35.
Mientras tanto surge, en la Edad Media, un movimiento expansivo
y evangelizador protagonizado por las órdenes mendicantes, como si las
circunstancias de las crisis históricas forzaran a recordar el precepto de
la misión, contenido en Mt 10,5-15, Mc 6, 7 y 13, y, más
explícitamente, en Lc 10, 2-12. Este impulso de vuelta al Evangelio
16 (40)
adquirirá una gran dimensión frente a la ruptura protestante y los
descubrimientos geográficos, todo lo cual plantea el reto de revisar,
repetir o renovar el mandato evangelizador de Cristo: la respuesta serán
las fundaciones del Renacimiento, muy particularmente de la
Compañía de Jesús y, más modestamente, la obra de san Felipe Neri, el
Oratorio, de significación bastante específica.
La actividad misionera, la enseñanza, la beneficencia ―al fin y al cabo
"obras de misericordia", que exigen, a veces, verdadero heroísmo―,
refuerzan el aspecto "activo" de la llamada vida apostólica, al punto
que, por "apostolado" se llega a entender acción y obras de proyección
exterior, en contraste con la vida de oración y contemplativa. Sin duda
se ha exagerado al contraponer acción y contemplación en el intento de
clasificar las diferentes formas de seguimiento de Cristo.
Acción y oración
RESULTARÍA evangélicamente discordante imaginar una oposición
entre lo que se ha llamado vida activa y vida contemplativa. Es
siempre arriesgado reducir a sistema las múltiples manifestaciones de
los dones de Dios a su Iglesia, por más que revista alguna utilidad
recurrir a términos convencionales, con tal que no pretendamos
absolutizar ni agotar en ellos el contenido imposible de manipular de la
acción de Dios, siempre libre. Podemos distinguir, en nuestros tiempos,
una acepción de la "vida apostólica", como expresiva de "apostolado"
en oposición a "contemplación". Junto a la expansión misionera ha
podido contribuir a ello la organización de actividades, en las que
prevalece la acción ―p.ej. la "Acción católica"―, las obras externas
en las que "actividad" es sinónimo de "apostolado", si no siempre en
aquellos que las organizan y dirigen, sí, por lo menos, en muchos de los
que se enrolan en ellas. De ahí al activismo no hay más que un paso.
También contribuye a esta urgencia por la "acción", el impulso
legítimo a defenderse de los ataques contra la Iglesia, y la tentación a
descender a utilizar los medios que usan quienes la combaten.
Precipitarse por este camino sería desnaturalizar el carácter de la
"misión" apostólica, por falta de verdadera fe en el intento. El espíritu
de cruzada todavía seduce a muchos. Esta constatación también
confirma la necesidad de integrar, y no oponer, ambos elementos:
17 (40)
acción y contemplación. Tan espuria será una actividad que no se
inspire en el verdadero amor a Dios y en la oración, como una
contemplación encerrada en sí misma sin proyección de celo por la
gloria del Señor y de caridad diligente hacia los demás.
EI Oratorio
DICHO lo que precede, nos complace, a los Oratorianos, que en la
actual clasificación canónica de las formas de seguimiento de
Cristo, salida del Concilio Vaticano II y especificada en el Código de
Derecho Canónico, de 1983, se haya eliminado la denominación
de «Sociedades de vida común sin votos», que podía inducir a
considerar tales Sociedades como entidades de vida y finalidad
espiritual incompleta, y se llamen, en adelante, «Sociedades de vida
apostólica» dentro del espectro multicolor con que el nuevo Código
clasifica las formas de "vida consagrada", como en él se denomina a la
diversidad o modalidades del seguimiento de Cristo. Solamente
haríamos un matiz en la definición que de tales sociedades se hace en el
c. 731: que «el fin apostólico propio de la sociedad» no se limita a las
"actividades" y obras externas como especificación de la propia
entidad; sino dando al adjetivo "apostólico" el sentido de la
originalidad neotestamentaria y de los primeros siglos de dedicación
total a Dios, en comunidad fraterna.
El Oratorio es una «Sociedad de vida apostólica»: la más propia y
genuina denominación que nos podía caber en suerte.
La primera comunidad cristiana.
La Congregación imita a la primitiva comunidad, de modo
que su fuerza y su espíritu propio no se hacen consistir en
la multitud de miembros, sino en el conocimiento mutuo
entre éstos, en la reverencia que se profesan y en el verda-
dero vínculo de amor por el que se unen y conviven
entre sí quienes son de la misma familia.
(CONST. DEL ORATORIO, nº 11)
18 (42)
El Oratorio:
El padre José Vaz
fundador del Oratorio de Goa
y apóstol de Sri Lanka (Ceilán)
De la homilía de Juan Pablo II
en la misa de beatificación, en Colombo,
el 21 de enero de 1995.
«¡QUE TODAS las gentes y
todos los pueblos alaben
al Señor!» (Sal 117, 1).
Queridos hermanos y hermanas
de Sri Lanka: Desde el comienzo
de mi pontificado, cada vez que he
tenido ocasión de reunirme con
vuestros obispos, éstos me han ma-
nifestado vuestro gran deseo de ver
pronto al padre Vaz, elevado al
honor de los altares. Hoy, el padre
José Vaz, el apóstol de Sri Lanka
ha sido proclamado beato entre los
que se encuentran en el paraíso,
considerado justamente como el
segundo fundador de la Iglesia de
vuestro país.
Fue un gran misionero, pertene-
ciente a una ininterrumpida serie
de valientes mensajeros del Evan-
gelio, y verdadero heredero de san
Francisco Javier. El padre Vaz fue
también un auténtico hijo de su
nativa Goa, que se distinguió por
sus profundas tradiciones cristia-
nas y misioneras. Era hijo de Asia
y se llegó a convertir en misionero
de Asia.
¿Quién era el padre Vaz, y qué
le impulsó a venir a Sri Lanka? El
padre Vaz se comprometió a seguir
el camino trazado por su Divino
Maestro. También él había sido en-
viado por Dios para proclamar «un
reino de verdad y de vida, un reino
de santidad y de gracia, un reino
de justicia, de amor y de paz».
Respondiendo a la llamada del
Espíritu Santo, dejó su tierra para
venir a este país donde la Iglesia
no había tenido sacerdotes durante
más de tres decenios. Vino en ab-
soluta pobreza y vivió como un
mendigo, guiado sólo por el deseo
de llevar a las gentes a Cristo. Se
preparó aprendiendo, antes de lle-
gar aquí, el lenguaje tamil y, más
tarde, cuando fue encarcelado en
Kandy, aprendió el singalés, para
hacer que resonara el nombre de
Jesucristo en las lenguas y culturas
de vuestro país.
19 (43)
Llevado de la llama de la fe,
guiado por el ejemplo de su Divino
Maestro, viajó por toda la isla,
trasladándose a todas partes, pobre
y frecuentemente descalzo, con el
rosario al cuello, como señal de
su fe católica. Como verdadero dis-
cípulo de Jesús, hubo de soportar
innumerables sufrimientos, sabedor
de que, en aquellos sufrimientos,
también se cumplían los designios
de Dios. El heroísmo de su caridad
quedó demostrado, sobre todo en su
generosa entrega al servicio de las
víctimas de la epidemia de 1697.
¿Cuál es su mensaje? Debería
animarnos a ser testigos del Evan-
gelio, incansables y rebosantes de
buen espíritu, tanto en vuestras fa-
milias como en vuestras comunida-
des. Para algunos de vosotros ya se
ha formulado una ulterior invita-
ción: la de ser misioneros asiáticos
en Asia. Entre las gentes de este
continente, la santidad será siem-
pre la primera y más eficaz forma
de mostrar las verdades y los valo-
res del Evangelio. Las venerables
tradiciones de Asia: el silencio, la
reflexión, la oración, el ascetismo y
la abnegación encontrarán su más
pleno significado en un encuentro
con el espíritu de Jesucristo.
Por mi parte, queridos hermanos
y hermanas, espero ardientemente
qué la beatificación del padre José
Vaz anime al pueblo de Sri Lanka
a trabajar con un interés cada vez
mayor por la paz en este amado
país, para poner fin definitivamente
a la trágica violencia que ha costa-
do tantas vidas.
Queridos hermanos y hermanas,
amigos, mi corazón está rebosante
de gratitud hacia Dios por la belle-
za de esta isla hermosísima y por
sus maravillosos habitantes. Estoy
agradecido a todos vosotros por el
extraordinario recibimiento que me
habéis dispensado, por esta cere-
monia de beatificación tan profun-
damente marcada por vuestra cul-
tura, por la dignidad que os dis-
tingue como pueblo. Ojalá que el
beato José Vaz cuide de vosotros,
de vuestras familias. Que él tenga
a bien interceder por la paz y por
la armonía por las que rezáis y que
anheláis. Quiera Dios omnipoten-
te bendecir abundantemente a Sri
Lanka.
Admiro la belleza, la belleza de
vuestra tierra, la belleza y la natu-
raleza de esta isla, la belleza de los
seres humanos, de los hombres y
de las mujeres, la belleza de todos
vuestros comportamientos, de vues-
tra indumentaria, de vuestros cán-
ticos, de vuestra participación en la
Liturgia. Sri Lanka es un bellísimo
país. Doy gracias a Dios por ha-
berme ofrecido la oportunidad de
estar aquí en Sri Lanka.
¡Venid a Roma! Conservad vues-
tra belleza, vuestra valentía y la
paz. Gracias.
20 (44)
El Oratorio:
El Oratorio de Goa
ES DE TODOS conocido aquel
deseo que inflamó a san Fe-
lipe, recién estrenado en su
sacerdocio, cuando llegaban a Ro-
ma las primeras noticias de la labor
misionera que san Francisco Javier
desplegaba en tierra de Indias. Pen-
só ir también él a misionar infieles,
pero, habiendo tomado consejo de
un santo y prudente varón, éste le
convenció de que «sus Indias eran
Roma». Y en la ciudad de los pa-
pas perseveró hasta su muerte, no
rehuyendo nunca la inmensa tarea
que culminó, puede decirse, con la
transformación espiritual de la Ro-
ma paganizada del siglo XVI.
Pero san Felipe también decía
que Dios nunca da un gran deseo
espiritual y puro sin que se nos
cumpla. En él se cumplió por me-
dio de un hijo espiritual suyo, que
contemplaría desde el cielo. Fue el
sacerdote indio José Vaz, reciente-
mente beatificado por Juan Pablo
II. Fue precisamente en las tierras
que había pisado Javier. A diferen-
cia de éste, no había sido enviado,
sino que él fue un misionero nati-
vo del lugar, con lo cual se adelan-
taba, sin presentirlo, a los deseos
actuales de la Iglesia, decidida a
una encarnación en las diversas
culturas, que deje para siempre
atrás el que su apostolado evange-
lizador pueda convertirse o sólo
parecer un complemento coloni-
zador aparejado con los intereses
políticos y económicos de los inva-
sores. Todavía éste es uno de los
mayores problemas con que tro-
pieza la Iglesia a la hora de anun-
ciar el Evangelio en los lugares
donde son inmensas las "bolsas de
la pobreza".
El p. José Vaz era hijo de una
familia profundamente cristiana,
que se vio recompensada con la
vocación sacerdotal de este hijo
suyo, al que ayudaron en todo
momento. Estamos en pleno siglo
XVII y bajo la dominación de los
portugueses en aquellas latitudes.
Diferentes circunstancias dificulta-
ban las labores de los misioneros
extranjeros, y la Providencia sus-
citó en Vaz y sus primeros compa-
ñeros la imitación de la forma de
vida de los Oratorios y de ahí vino
la fundación del de Goa, debido
principalmente a sus grandes des-
velos. Pormenorizar las muchas
dificultades que fue preciso supe-
rar, necesitaría muchas palabras.
Pero el p. Vaz, aunque procedente
de familia muy acomodada, supo
21 (45)
aceptar una vida de gran austeri-
dad, dedicada, junto con sus com-
pañeros, a la oración, el apostolado
y la limosna. Los pobres acudían
de todas las partes de la ciudad
para asistir a la lección de catecis-
mo y para recibir una ración de
alimento. Parecía algo fuera de lo
común que él, de casta brahmánica,
no desdeñaba atender y estar en
medio de las castas más bajas y
aun de los mismos "intocables".
Para acostumbrar a los más jó-
venes de la Congregación a los tra-
bajos ministeriales, iba con ellos a
las aldeas de las cercanías y misio-
naban al pueblo. Los más ancianos
entre los sacerdotes de la Congre-
gación permanecían en casa y aten-
dían a los penitentes y fieles que
acudían numerosos a recibir con-
sejos. No es de extrañar que de
este modo alcanzaran gran estima
entre el pueblo, que les considera-
ba generosos, desinteresados y es-
pirituales. 
Pero mientras tanto, en el cora-
zón apostólico del p. Vaz se iba
afianzando más y más el deseo de
ir a la lejana isla de Ceilán (hoy
Sri Lanka), para auxiliar a los fie-
les de allí, desde hacía más de me-
dio siglo abandonados, porque los
holandeses ocupaban, a la sazón,
aquella isla, y prohibieron seve-
ramente el culto católico en ella,
mientras favorecían el calvinismo.
El p. Vaz pensaba que su presencia
sería más útil allí que en la pacífi-
ca Goa, donde el catolicismo no co-
nocía problemas para su desarrollo
y tampoco faltaban sacerdotes.
Con otro sacerdote del Oratorio
y un joven de buena voluntad se
puso en camino, a pie, hacia el sur
de la India, para alcanzar Ceilán,
sin amedrentarse ante las graves
dificultades previsibles, tanto por
la larga distancia, la pobreza de
medios, el desconocimiento del lu-
gar y de las lenguas, y las amena-
zas de muerte por parte de los ho-
landeses... Pero nada le disuadió.
Finalmente, en 1686 puso pie en la
costa de Sri Lanka, o Ceilán.
Entre las dificultades a superar
tuvo que pasar la de encontrarse
enfermo y totalmente solo, o más
bien abandonado de todos. Aunque
la Providencia hizo que alguien
tuviera compasión de él. Recobró
fuerzas y, clandestinamente, pudo
iniciar, con discreción, su aposto-
lado y convertir también a algunos
budistas. Al amparo de la noche,
vestido de mendigo, imponiéndose
grandes privaciones, pasó nueve
años recorriendo sin cesar toda la
extensión de la isla, con gran pro-
vecho apostólico у sin que los
holandeses consiguieran darle al-
cance. Era evidente que el Señor
velaba por él, lo cual le servía de
estímulo a la vez que despertaba
en los fieles una corriente de sim-
patía sobrenatural.
22 (46)
Cuando ya llegó a dominar co-
rrectamente las lenguas de la isla
―el singalés y el tamil, y se ha-
bía adaptado en todo al modo de
vivir de la gente del país, se aden-
tró por el interior de la jungla,
donde existía un rey independien-
te, que residía en Kandy, en la zo-
na montañosa. Aquí fue detenido
como espía, pero poco a poco, con
la asistencia divina, no sólo logró
ser puesto en libertad y deshacer
las sospechas con que había sido
recibido, sino que pudo seguir con
su apostolado bajo la simpatía de
aquel rey. Con ello había llegado
la hora de llamar hacia sí a otros
colaboradores del Oratorio de Goa
para fundar en el lugar una Misión
Oratoriana, que tanto hizo por el
bien de las almas y que no se ciñó
a la consolidación de la vida cató-
lica en el interior del país, sino que
desde él como centro, y desafiando
toda suerte de peligros y dificulta-
des, penetraba a menudo en los do-
minios de los holandeses quienes,
finalmente, tuvieron que rendirse
ante la tenacidad del p. Vaz y sus co-
laboradores, a los que concedieron
permiso para predicar libremente
y practicar, también allí, la religión
católica.
Ya no solamente en Goa y en Sri
Lanka (Ceilán), sino hasta Lisboa y
Roma llegaba la fama de santidad
de este misionero oratoriano, y el
papa Clemente XI se complacía
bendiciendo la obra de aquel puña-
do de sacerdotes que habían conse-
guido gran número de conversio-
nes, desde el centro misionero de
Kandy hasta el interior de la isla y
en la ciudad de Colombo.
Después de veintidós años de
continuas fatigas y heroicos esfuer-
zos, el p. Vaz sintió mermar sus
fuerzas físicas de tal modo que tuvo
que fijar su residencia en Kandy,
donde se dispuso al definitivo en-
cuentro con Dios, con largas y fer-
vorosas oraciones. El mismo día en
que debía morir, y como resucitan-
do de su gran debilidad, quiso ir a
la iglesia y cantar un solemne Te
Deum, con ocasión de que uno de
los padres regresaba de una misión.
Pero no se sabe si fue por esta ra-
zón o porque su alma, inundada del
presentido gozo de la posesión defi-
nitiva de Dios, en el Cielo, ya muy
cercano, iba a imitar a san Felipe
Neri, su padre espiritual, el cual, el
mismo día de su muerte, también
quiso entonar el canto del Gloria
in excelsis Deo en la misa rezada de
su último día en la tierra, iniciando
en este mundo la alabanza sin fin
que entonaría en la eternidad.
Era la noche del 16 de enero de
1711. Moría después de devolver a
la Iglesia de Cristo un número in-
menso de almas, y de haber dejado
indudable huella en la historia re-
ligiosa de Asia.
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Apunte de Cuaresma.
La primera idea que nos sugiere la Cuaresma es la del ayuno.
Conviene no detenernos en el sólo aspecto material; pero es
verdad que cuando lo abstraemos a lo meramente espiritual,
ni siquiera alcanzamos este nivel simbólico, y nada cambia
en nuestro afán de comodidades, de gustos y
egoísmos, sin conversión alguna.
La segunda idea es la del progreso de la fe y la revisión
bautismal porque, tocados por el espíritu del mundo, peligra
ser reducida, nuestra condición cristiana, a sólo sentimiento
o a ilusión estética y enajenante.
La tercera es la necesidad de volver a meditar el proceso de
Jesús, su pasión, porque tiene que ver con nuestra incorpora-
ción a él, por la gracia, sin olvidar que esta comunión de vida,
de dolor y de amor, es la que nos purifica y transforma para
tener parte con su gloria pascual.
Todo ello asumido conscientemente y asimilado en la oración.
LAUS
Director: Ramón Mas Cassanelles · Edita e imprime: Congregación del Oratorio
Pl. San Felipe Neri, 1 - Apartado 182 - 02080 Albacete - D. L. AB 103/62 - 12.3.95
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