BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 82-83. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. 1969.
FOTO DE REPRESENTANTES EL ORATORIO CON EL PAPA
Junto al Papa, en primer lugar, el Reymo. P. Patrik Dalos, Prepósito del Oratorio
de Roma v Presidente de la Diputación Permanente del Oratorio; a su lado el Reve-
rendísimo P. Paul Türks, Delegado de la Santa Sede y Visitador de la Confederación
del Oratorio de San Felipe Neri; finalmente el Revmo. P. John A. Nedley, Procurador
General. Fue al final del Congreso extraordinario, celebrado en Roma, y la fotografía
recoge un momento de la audiencia concedida a los Prepósitos y representantes de
todas las Congregaciones oratorianas participantes.
1 (123)
EL CONGRESO DEL ORATORIO
Preparado con dos años de estudio en el que habían participado todas las Congre-
gaciones del Oratorio de San Felipe Neri diseminadas por Europa y América, se cele-
bró, el pasado septiembre, el Congreso General extraordinario para proceder a los
últimos retoques y aprobación del texto final de las nuevas reglas contenidas en las
Constituciones y Estatutos Generales. Gracias a los trabajos llevados a cabo en toda la
preparación de estas jornadas capitulares, pudo llegarse al feliz resultado de satisfacer
las aspiraciones renovadoras de toda la familia oratoriana y de acuerdo con las dispo-
siciones y el espíritu del Concilio Vaticano II.
En la fotografía al pie de esta página, figuran los participantes, Prepósitos y dele-
gados de las diversas Congregaciones.
2 (124)
TODAVÍA,
LA ESPERANZA
Angustia y esperanza se debaten en lo más pro-
fundo de la conciencia del hombre moderno. Ante la
visión final que la Liturgia nos ofrece, recapitulada y
simbólica, al término de este tiempo de después de
Pentecostés, para abrirnos, otra vez, a la esperanza,
es saludable reconocer incluso el curso natural de la
Historia, para refrendar los motivos que, en certeza
y misterio, nos recuerda incesantemente muestra fe.
Copiamos las palabras de un célebre historiador de
nuestros días, Arnold Toynbee, protestante, quien, re-
flexionando sobre las mayores angustias que afligen
al hombre de nuestros días, encuentra, no obstante,
que es posible la esperanza, Tal vez por aquello que
nos ha dicho Pedro Laín Entralgo en uno de sus li-
bros: "Nacido de la desesperación, el protestantismo
más actual parece conmovido por un secreto menes-
ter de esperanza".
Vivimos en un mundo que, como espacio de nuestro hacer finalista, se va ha-
ciendo cada día más pequeño. Para cada uno de nosotros, su tamaño se encoge
cada vez con más celeridad. Al mismo tiempo resulta cierto, con claridad y niti-
dez, que ninguna de las comunidades en la que sigue dividida la humanidad
puede permitirse el lujo de conseguir por la fuerza y a costa del vecino más
espacio para si misma.
Al contemplar de cerca este encogimiento del espacio de nuestra existencia,
tal como se nos presenta, hay al menos tres aspectos distintos, para mi percepti-
bles, por los que advierto que el mundo se hace más pequeño. Recordaré lo que
llamamos la "anulación de distancias", recordaré el acelerado crecimiento de
la población del mundo a consecuencia del sorprendente descenso de la cifra
de mortalidad: y recordaré el no menos sorprendente tempo con que saqueamos
los tesoros del subsuelo y las materias primas de nuestro planeta, para mantener
un nivel de vida al que hoy en día está acostumbrada in privilegiada minoría
de la humanidad y el cual, la mayoría que padece necesidad, está firmemente
3 (125)
decidida a conseguirlo. Valdría la pena investigar de cerca cada uno de estos
tres aspectos
No tardará mucho, la industrialización, en abarcar todo el mundo. Junto a
ella crecerá a grandes saltos el saqueo de los tesoros naturales irrestituibles. La
ciencia, que es responsable de este incesante y creciente consumo, nos librará
hasta cierto grado de algunas de las inevitables escaseces, al crear una nueva
fuente. La energía atómica, por ejemplo, podría ser útil en múltiples aspectos
para satisfacer las necesidades humanas, en cuanto nos hayamos puesto de
acuerdo, claro está en utilizarla solo para fines constructivos y no para la gue-
rra. Pero para ello tendríamos que comenzar por abjurar de la guerra, y esto
sabemos que no resulta fácil. Tenemos que hacer frente, por tanto, después de
que la ciencia nos ha enriquecido y a la vez saqueado, después de que ha sacado
A la luz el irrestituible tesoro de la naturaleza y de que lo ha consumido, al he-
cho de que la humanidad, más tarde o más temprano, se empobrecerá y además
para siempre.
Mientras trato así la triple dimensión en que el mundo se encoge, emergerán,
ante la mirada espiritual tres horribles fantasmas, que a nosotros, pobres cria-
turas humanas, nos son dolorosamente familiares: el fantasma del temor que se
eleva entre pueblos que durante muchos milenios no han tenido noción de sus
respectivas existencias, y que de repente entran en el más íntimo contacto: el
fantasma de la penuria, que surge de la perspectiva de superpoblación y esca-
sez; y el fantasma del odio, que es el más peligroso, y que tenemos que arrancár-
noslo del corazón, Contra el temor o el peligro de padecer penuria, nada podemos
hacer. Sin embargo, contra el odio si podemos hacerlo. En la era de las armas
atómicas no podemos permitirnos ya el lujo de odiarnos mutuamente.
¿Cómo podremos vivir en un mundo que está escindido en dos campos ar-
mados hasta los dientes, sin que exista el odio? Esta cuestión se hace necesa-
riamente más candente en aquellos países que no se hallan por completo en uno
u otro de los campos opuestos, sino que están divididos dentro de ellos mismos.
En esta triste situación se encuentran hoy cuatro países: Alemania, Vietnam,
China y Corea.
¿Es posible para la mitad de la humanidad, la que tiene una mentalidad
liberal, y para la otra mitad, con mentalidad totalitaria, coexistir en paz, ha-
biendo cuatro pueblos que están tan desgraciadamente divididos entre los dos
bandos? ¿No habrá de producirse alguna vez una tercera guerra mundial, por
virtud de la cual los cuatro países divididos y el mundo vuelvan a unirse en
un todo, después de que una de las dos ideologías que escinden el mundo haya
sido eliminada?
Pero este sentimiento lo tenían también nuestros antepasados en los siglos
XVI y XVII, cuando el cristianismo occidental se escindió en catolicismo y pro-
testantismo. Y el resultado de esta historia es un justificado consuelo para nos-
otros. Ya antes de finalizar el siglo XVII los cristianos de Occidente, y sobre
todo el pueblo alemán, llegaron a la conclusión, después de casi cien años de
4 (126)
guerras devastadoras, pero indecisas, de que ninguno de los bandos podría eli-
minar al otro, y de ello sacaron la consecuencia de que tenían que aprender a
vivir unos con otros. Después de haberse decidido a ello, lo consiguieron de un
todo óptimo. Hoy en día, después de casi trescientos años, los alemanes y los
restantes cristianos de Occidente siguen divididos en católicos y protestantes;
pero ya hace mucho que no hay ninguna dificultad seria para la coexistencia de
ambas clases de cristianismo occidental. El carácter amistoso de esta coexisten-
cia llama especialmente la atención en la Alemania actual, donde ambas confe-
siones están mucho más mezcladas, desde el punto de vista geográfico, que en
cualquier otro país de Occidente. Los protestantes alemanes y los católicos ale-
manes han hecho causa común, recientemente, contra un enemigo común.
Para ese amistoso convivir de católicos y protestantes en Alemania y en los
restantes países cristianos de Occidente hay un paralelo: también 'coexisten así,
de modo amistoso, toda la cristiandad y el islam. Había un tiempo en el cual
una de estas comunidades religiosas estaba convencida de que no podría seguir
subsistiendo sin eliminar a la contraria de este mundo, y también ellas tuvieron
que reconocer, bajo la presión de la necesidad, que si lo querían de veras podrían
coexistir pacíficamente. Estos dos casos históricos que sientan precedente pa-
recen abogar en favor del hecho de que hoy en día nuestro destino depende en
amplia medida de nosotros mismos.
Decía que el peor enemigo con el que tenemos que enfrentarnos es el odio.
El segundo adversario que le sigue es, en mi parecer, el fatalismo. Hay una ten-
tación contra la cual tenemos que escudarnos de modo especial: me refiero a la
creencia de que somos impotentes, de que, con las manos en el regazo, no nos
queda más alternativa que dejarnos llevar hacia la catástrofe. Si obráramos así
sucumbiríamos inevitablemente a la catástrofe. Pero no necesitamos hacerlo. La
catástrofe no es inevitable. Podemos obrar de modo que nunca llegue a pro-
ducirse.
Los problemas ante los que se halla la humanidad entera se pueden resolver
con el esfuerzo común de todos los países de la tierra. Tales problemas se nos
han planteado por la aplicación práctica de la ciencia, y tal vez puedan resolver-
se mediante nuevos descubrimientos científicos. Pero para nuestra salvación, y
no para nuestra destrucción, la ciencia sólo podrá ser eficaz si la utilizamos ex-
clusivamente para fines constructivos y no para fines bélicos.
Hasta que llegue este momento, tendremos que vivir y actuar desde luego en
un estado de extrema inseguridad y de constante preocupación. Pero por muy
excitante y difícil que resulte, no excede a la fuerza y capacidad humana. Al
contrario, precisamente bajo tales condiciones ha vivido la mayoría de los hom-
bres en la mayor parte del mundo y en casi todas las épocas de la historia, y
así han trabajado y han creado grandes obras.
Tal como veo la historia, no nos da ningún motivo para el desánimo, sino
derecho a una sana confianza en el futuro de la humanidad.
5 (127)
LEY DE PRENSA
De acuerdo con lo preceptuado en el número 1, del Artículo 24
de la Ley de Prensa e Imprenta, del 18 de marzo de 1966, nos compla-
ce comunicar, una vez más, a nuestros lectores, que esta publicación
«LAUS», pertenece a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
como Empresa propietaria y editora, debidamente inscrita en el Regis-
tro General de Empresas Periodísticas (Orden ministerial de 30 de
marzo de 1967).
El equipo redactor que confecciona o revisa los textos que en la
misma se imprimen, está formado por los siguientes miembros de la
Congregación: Ramón Mas, Fernando Ugena y Miguel Abia. El pri-
mero como Director de la revista.
La revista «LAUS» se reparte gratuitamente. La propaganda que
a veces figura en ella es totalmente desinteresada y obedece a fines
apostólicos, según el espíritu y finalidad señalada en nuestras Consti-
tuciones. La financiación de la revista se cubre con las aportaciones
espontáneas de los amigos del Oratorio: a ellos agradecemos, desde
estas mismas líneas, la generosa colaboración que hace posible este
aspecto de nuestra labor.
El sacerdote recibe bofetadas...
El sacerdote recibe bofetadas de todas partes; se la critica acerbamente,
la letanía de las acusaciones sería interminable. Se le exige un equi-
librio sicológico e intelectual casi imposible. Se le pide ser del mun-
do, estar con él, comprender al mundo y a los hombres; se quieren
de él posturas consecuentes con el mundo de hoy, pero quedándose
al margen de un mundo que no desea la presencia del sacerdote.
Por otra parte, el sacerdote no puede eludir la cuestión social. La misión de
la Iglesia es, antes que nada, la evangelización, pero tiene también
el derecho y el deber de intervenir en lo social, porque lo social y
lo religioso se implican mutuamente. La cuestión social no es sólo ni
principalmente económica, sino moral y religioso.
MONS. DOROTEO FERNANDEZ,
Adm. Ap. de Badajoz.
6 (128)
DOS BINOMIOS:
AUTORIDAD Y OBEDIENCIA;
UNIDAD Y MULTIPLICIDAD.
No se trata de la unidad solamente jurídica, sino Interior y vital. Cristo, al
comunicar su Espíritu, constituye místicamente a sus hermanos en cuerpo.
La unidad de gobierno, las estructuras, las normas jurídicas, destinadas a
modelarse de forma diversa en la Historia, tienen como única finalidad la defensa
y la promoción de la unidad, que es don divino y anima a la Iglesia como princi-
pio vital y perennemente fecundo.
La unidad debe realizarse en el fin y en el origen. La reconciliación con Dios
de todas las cosas por medio de Cristo, el llevar de nuevo a todas las cosas bajo
un jefe, Cristo, constituyen el objetivo de la Iglesia, destinada a realizar de este
modo la unidad del género humano y de toda la creación.
Lo que justifica la multiplicidad de las legítimas experiencias pastorales, es
el carácter contingente de todos los elementos que en la vida de la Iglesia no se
adaptan al designio original de Cristo. Tales elementos pueden encontrar un
fundamento y una justificación en el ambiente histórico en que se utilizan, como
igualmente pueden ser debidos a las dificultades que los hombres encuentran
para adaptarse, permaneciendo fieles a los principios, a las situaciones históricas
y ambientales.
Cuando no se reconoce el carácter contingente de los elementos justamente
sujetos a variaciones en el tiempo y en el espacio, puede verse en un peligro serio
la caridad y la misma unidad de la Iglesia.
— La unidad tiene su fundamento en la fe y debe manifestarse en la comunión
de caridad y de obediencia, según los planes de Cristo; pero dicha unidad permi-
te, en el modo de entender la única palabra de Dios y de realizar el proyecto fun-
damental del Señor en su Iglesia, una admirable variedad de expresiones y de
actitudes.
La exigencia de unidad tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre.
Cada uno de nosotros puede experimentarlo cuando, obligado a "dispersarse" en
7 (129)
una multitud de pensamientos, de ocupaciones y de preocupaciones, advierte in-
tensamente la necesidad de recogerse en sí mismo para encontrar de nuevo el
centro en torno al cual hacer converger los múltiples aspectos de su vida. Sola-
mente así se descubre el porqué del ser y del obrar humanos.
II
La unidad debe ser buscada en el contacto con el Padre por Cristo y en el
Espíritu Santo. Y debe reinar en todos los miembros del pueblo de Dios, tanto en
dirección vertical como horizontal, de la forma vivida en la asamblea eucarística.
El espíritu de disciplina tanto obliga al que debe mandar como al que debe
Obedecer.
En primer lugar, mandar poco y mandar bien. No emplear la autoridad donde
no sea necesario y donde no vale la pena. Mandar dentro de los límites del ámbito
jerárquico, aunque subordinado absolutamente al oficio pastoral de Cristo. Mandar
bien significa claridad en las órdenes y normas que se dan, y respeto a las perso-
nas, y hacer que el acto de mandar sea precedido, en la medida de lo posible,
del dialogo.
Pero no hay que hacerse ilusiones de que, para ser obedecidos es suficiente
mandar bien. Es preciso que la obediencia ser tomada en serio. Debe estar inspi-
rada por la fe, porque es a Dios a quien se obedece en la persona que recibe de
Dios la autoridad de mandar. La obediencia debe considerarse como un acto cons-
ciente de colaboración con la autoridad.
No es fácil. Entre la unidad eclesial y la multiplicidad de experiencias pasto-
rales, tomadas en el sentido más amplio, la tensión es constante e inevitable,
como la tensión entre lo uno y lo múltiple es constante en la estructura del
hombre.
La búsqueda sincera de la verdad y la decidida voluntad de actuar en caridad,
debe hacer de esta tensión, un estímulo fecundo para la acción. Pero para esto,
como para toda obra de salvación, es necesaria la gracia de Dios.
CARD. MIGUEL PELLEGRINO
Un cristianismo tranquilamente planeado, como un
orden establecido), sería todavía judaísmo.
Sören Kierkegaard.
8 (130)
¿QUÉ PASA
EN LA IGLESIA?
Todo lo que pasa en la Iglesia es bue
no y lleva al bien. Lo malo sería, preci-
samente, que no pasara nada: la inmo-
vilidad es lo más parecido a la muerte.
Y la Iglesia vive y crece en su vida: eso
es todo.
Cualquier noticia o información que
destaque lo desagradable y oculte la vi-
sión total, optimista, dinámica y provi-
dencial de su vida y de los detalles de
su vida, no merece confianza. Proviene
de los que se sienten inseguros consigo
mismos, ignorantes y asustadizos, que
trasladan a lo que comentan, sus propias
dudas y temores, o de la malicia de los
rencorosos que hacen derrotismo de la
Iglesia moviendo ruido con lo ajeno, pa-
ra ocultarnos su propia derrota y sinra-
zón.
Por esto recomendamos, tan a menu-
do, desde estas mismas páginas, la nece-
sidad de procurarse una buena informa-
ción, que permita estar al corriente de
todo lo más importante que va ocurrien-
do en la Iglesia, y nos facilite criterios
para ser capaces de enjuiciar, desde un
punto de vista cristiano, incluso lo que
sucede fuera de ella, o porque afecta a
u doctrina o a sus derechos o, simple-
mente, al bien general de los hombres,
con una visión que parta del Evangelio y
que sea válida para nuestra vida, ahora y
donde estamos.
La revista semanal «VIDA NUEVA»
creemos que cumple este cometido, con
variedad y con imparcialidad.
Para suscribirse «VIDA NUEVA»
acuda a una librería católica o escriba
directamente al Apartado 19.049, de Ma-
drid, o a la Administración, calle Acebo,
54, Madrid (16).
Sabrá siempre lo que pasa en la Igle-
sia y le ayudará a tener criterios cristia-
nos.
CONVERSACIONES
DEL ORATORIO
Ciclo sobre
«LA CRISIS
DEL CATOLICISMO»
Viernes,
5 de diciembre,
8'30 tarde.
9 (131)
CARTA DEL PAPA
EN EL CENTENARIO DE GANDHI
A SU EXCELENCIA VARAHAGIRI VENKAH GIRI
PRESIDENTE DE LA INDIA
Con ocasión de las celebraciones cen-
tenarias del nacimiento de Mahama
Gandhi, mandamos nuestros saludos y
buenos deseos, por mediación de Vuestra
Excelencia, a toda la India.
Gandhi tuvo una elevada apreciación
del valor de la dignidad humana y un
agudo sentido de la justicia social. Con
celo ardiente y clara visión del bienes-
tar futuro de su pueblo, trabajó incan-
sablemente para alcanzar sus objetivos,
infundiendo continuamente en sus segui-
dores el admirable principio de la no vio-
lencia.
Luchó para despertar la conciencia de
sus conciudadanos ante las injusticias del
sistema social que les rodeaba, y para di-
fundir entre ellos mismos un espíritu de
igualdad y fraternidad. Sus esfuerzos y su
ejemplo, incluso en aquellas ocasiones en
las que no lograron un éxito total, han
dejado su huella en hombres de la gene-
ración de que formaba parte y de la
nuestra.
No podemos olvidar la profunda ad-
miración y el aprecio de Gandhi por la
persona de Jesucristo, cuyo Sermón de
la Montana influyó en gran manera, tan-
to en sus pensamientos como en su ac-
tuación. Siempre consciente de la presen-
cia de Dios, especialmente en los mo-
mentos de dificultad, comprendió cl va-
lor de la austeridad, del silencio, del ayu-
no y de la oración, la aceptación del tra-
bajo manual y la renuncia a los
bienes del mundo. Reconoció el lugar
que ocupa el sufrimiento y el sacrificio
en la vida del hombre. Su actitud respec-
to a la castidad conyugal elevó la digni-
dad y la integridad de la familia.
La India se siente, con razón, orgullo-
sa de haber dado un ciudadano de tal
valor y, sin duda, su influjo perdurará.
Ojalá pueda conducir a vuestro amado
pueblo, y también a pueblos de otras n-
aciones , a valorar y poner en práctica los
elevados ideales de paz y de amor entre
los hombres. Confiamos que estas cele-
braciones  centenarias recordarán a los
hombres estos principios superiores y el
elevado destino hacia el cual todos nos
dirigimos.
Con cordial afecto por vuestro gran
País, ofrecemos plegarias por vuestra
Excelencia, por vuestro Gobierno y vues-
tro pueblo, para que el arduo camino de
la peregrinación hacia nuestra casa eter-
na lo sigamos intrépidamente y nos asis-
tan, en el viaje, abundantes bendiciones
celestiales.
En el Vaticano, a 22 de agosto de 1969.
PAULUS PP. VI.
No regaléis jamás armas o juguetes
de guerra a los niños No seria,
mañana, hombre de paz el que
hubiese jugado a la violencia, de
niño, aunque hubiese sido para
cazar indefensos animales.
10 (132)
PALABRAS DE GANDHI
Creado por Dios, no es difícil encontrar en todo hombre un fondo común
de coincidencias espirituales, que proclaman la hermandad del género humano,
con independencia de la conciencia que cada uno tenga sobre su origen.
Si además reconoce al supremo Hacedor o, por lo menos, ha tenido ocasión
de contemplar, con ojos limpios, la figura de Cristo y ha meditado sus palabras,
por fuerza se siente tocado y cautivado por El. La indiferencia es imposible, por-
que no hay defensa de la justicia, ni proclamación de la verdad, ni amor des-
interesado hacia los hombres, que no tengan algo o mucho de cristiano.
Ejemplificar este aserto con los adelantados de la Historia, promotores del
bien de la humanidad, no sería difícil. A pesar de la imperfección humana, ellos
confirmarían, de variadas maneras, la necesidad de verdad, de Justicia y de
amor que estimula indefectiblemente, por encima de toda oposición o adversidad,
el progreso del hombre que, sabiéndolo o no, camina hacia las metas benéficas
establecidas por Dios.
Con ocasión de cumplirse este año el cien aniversario del nacimiento de
Gandhi (2 de octubre de 1869), no han faltado las conmemoraciones de toda ín-
dole. Nosotros remitimos al lector al interesante libro "Gandhi, su pensamiento
y su acción" de Camille Devret y Editorial Fontanella, mientras, como anticipo,
seleccionamos algunas de sus palabras.
Amor y Verdad
— El Amor y la verdad están tan unidos entre sí, que
ENTRE
es prácticamente imposible separarlos. Son las dos ca-
ras de una misma moneda.
— Amor y Verdad son dos caras de Dios: la Verdad es
el fin, el Amor es el camino. Si seguimos el camino lle-
garemos, tarde o temprano, al fin, a La Verdad, a Dios.
Amor a todos
— Soy incapaz de odiar a nadie, He conseguido esto a
través de un largo aprendizaje, de por lo menos cuaren-
ta años, basado en la oración.
— Mi amor no excluye a nadie. No puedo amar a los
musulmanes o a los hindúes y odiar a los ingleses... El
verdadero amor es sincero y desinteresado.
11 (133)
— No me angustia la posibilidad de morir a manos de
un hermano vengativo. No abrigo ninguna clase de odio
contra ese posible asesino. La muerte me traerá el bien
eterno.
— Es preciso conquistar la libertad sin odio ni derra-
mamiento de sangre.
— Sacrificarse a sí mismo es infinitamente superior que
sacrificar a los demás.
La No-violencia
— La No-violencia es la más alta cualidad del corazón.
La riqueza no sirve para conseguirla, la cólera la desvía,
el orgullo la devora, la gula y la lujuria la oscurecen, la
mentira la vacía, toda prisa injustificada la compromete.
— La no cooperación con el mal es un deber tan ev-
idente como la cooperación con el bien. Solamente que en
otras ocasiones la 710 cooperación consistía en usar deli-
beradamente de la violencia contra el que hacia el mal.
Yo he querido demostrar a mis compatriotas que la no
cooperación violenta no hacía más que aumentar el mal,
y dado que el mal sólo se mantiene por la violencia, era
72ecesario, si no queremos fomentar el mal, abstenernos
de toda violencia.
— La No-violencia es la ley de los hombres. La violen-
cia es la ley de los animales.
— Para convertirse en una verdadera fuerza, la No-vio-
lencia debe nacer del espíritu.
— La No-violencia no significa renuncia a cualquier for-
ma  de lucha contra el mal. De ninguna manera: la No-
-violencia, al menos como ya la concibo, es una lucha aún
más activa y real que la misma ley del talión, pero en el
plano moral.
— No debe confundirse, la No-violencia, con la simple
resistencia civil. La No-violencia abarca mucho más: sig-
nifica la búsqueda infatigable de la verdad y el poder
que esta búsqueda confiere al que la lleva a cabo. Esta
búsqueda debe efectuarse únicamente por medios estric-
tamente no violentos.
— Mi objetivo comprende una triple revolución: prime-
ro deseo un cambio en los corazones; en segundo lugar
12 (134)
quisiera llevar a cabo una transformación de las existen-
cias, finalmente busco un cambio de estructuras.
La injusticia social
— La esclavitud acabará cuando los obreros, conscien-
tes de su propia fuerza, rechacen toda violencia.
— Ante la injusticia se puede estar seguro de la vic-
toria si, quienes la soportan, están unidos y dispuestos a
todos los sacrificios, sea cual fuere la fuerza de los opre-
sores. Sólo es necesario decir "sí" cuando se piensa "sí",
y "no" cuando se piensa "no". El oprimido no tiene ne-
cesidad de vengarse, le basta afirmar su dignidad de
hombre, permaneciendo absolutamente fiel a su "no".
Aunque tenga que presentar su pecho a las balas o sopor-
tar los gases asfixiantes, acabará por triunfar.
Tolerancia
— La palabra "tolerancia" no me parece adecuada, pe-
ro no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener ha-
cia la fe de los demás (en materia de creencias) el mismo
respeto que se tiene por la propia.
— La tolerancia no es indiferencia por la propia fe, s-
ino amor más puro e inteligente por esa fe.
Oración
— Orar no es pedir: orar es la respiración del alma.
— Es más importante poner en la oración el propio co-
razón, que poner palabras sin corazón.
— ¿La bomba atómica? La afrontaría con un acto de
oración.
Ascetismo
— Todo lo que se come sin necesidad, se roba al estó-
mago de los pobres.
— El ayuno es para el alma lo que los ojos para el
cuerpo.
— El que retiene algo que no necesita es un ladrón.
— El rico posee muchas cosas superfluas. Si cada uno
13 (135)
tuviera sólo lo que necesita, nadie carecería de cada v to-
dos estaríamos contentos.
— El verdadero progreso social no consiste en aumentar
las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente para
para eso hay que ser humildes.
— El sacrificio distingue al hombre del animal.
Cristianismo
Cristo es la más poderosa fuente de energía espir-
itual que ha conocido el mundo.
Cuando leo el Evangelio me siento cristiano, pero
cuando os Deo a los cristianos hacer la guerra, oprimir a
Los pueblos colonizados, beber alcohol, fumar... me doy
cuenta de que no vivís según el Evangelio.
— El Sermón de la Montaña me ha reconciliado con
el Cristianismo.
— Europa sólo es cristiana de nombre. La guerra ha de
mostrado el carácter satánico de la civilización Occidental.
¿QUÉ ES, ANTE TODO, LA TRADICIÓN?
Ante todo, la tradición es el vehículo
que nos trae la doctrina y sucesión apos-
tólica. No se puede tener a Cristo hoy
presente sin el reconocimiento del canal
histórico y humano, que nos lleva de
nuevo a la fuente de su aparición evan-
gélica.
La tradición, en su conjunto histórico,
contiene ciertamente muchos elementos
caducos e incluso reprochables; pero el
justo juicio que hay que dar sobre esos
elementos discutibles o negativos deberá
ser, precisamente, «histórico», es decir,
valorado en orden a las circunstancias de
los tiempos y a las experiencias contem-
poráneas o sucesivas de los acontecimien-
tos, recordando que la Iglesia, santa en
su institución y en su virtud santificado-
ra de palabra, gracia y ministerio, está
compuesta por hombres empastados en
el barro de Adán, débiles, equivocados y
pecadores, incluso en el campo del ser-
vicio de lo divino.
Un conocimiento inteligente, una crí-
tica ecuánime, una valoración sagaz de la
tradición, no constituirán un freno, sino
más bien servirán de guía a los promoto-
res de la renovación eclesial deseada por
nuestro tiempo.
Recordamos que la comunión eclesial
en que nuestra espiritualidad actual quie-
re vivir, supone una solidaridad con los
hermanos que nos han precedido en el
signo de la fe.
Pablo VI
(5. 11. 69).
14 (136)
LA RENOVACIÓN
LITÚRGICA
De la publicación Présence et dialogue, del 5 de
septiembre de este año, extraemos los siguientes
párrafos.
Si un observador dicara las horas
de un domingo a frecuentar sucesi-
vamente los actos de culto de algunas
de las iglesias de nuestra diócesis, ten-
dría motivo para sorprenderse al com-
probar la variedad musical entre unas
misas y otras. En algunas iglesias se
usa el canto, en otras apenas; algu-
nas tienen coro, otras prescinden;
aquí cantan en vernáculo, allí en la-
tín, en otra parte de una y otra ma-
nera; lugares donde el solista domi-
na durante la celebración, lugares
donde siempre canta todo el pueblo.
A veces el órgano adquiere gran re-
levancia, otras solamente acompaña,
otras donde se prescinde de él total-
mente...
Podría hacerse, por este camino,
un largo inventario sobre tan diversas
situaciones. Y no digamos respecto al
repertorio de textos, unas veces in-
completos, otras desigualmente divul-
gados; sectores donde no falta una
rica selección, por lo menos referen-
te a algunas fechas principales, mien-
tras en otra parte se echa de menos.
Se hace recurso a los "cantos de subs-
titución", hasta llegar al lote impre-
sionante de "fichas", de calidad tan-
tas veces discutible. Y no decimos na-
da del impulso de la "música rítmica",
que cada día adquiere más adeptos.
En una palabra, el abanico de las
situaciones concretas es diversísimo.
¿Debido a qué causas? ¿Y qué conclu-
siones pueden deducirse?
En primer lugar, es de justicia ob-
servar que esta misma profusión, es
te conjunto tumultuoso de invencio-
nes y experiencias, por indecisas y
desordenadas que puedan aparecer,
son, sin embargo, exponente de una
riqueza de vitalidad digna de tenerse
en cuenta; esta agitación y esta efer-
vescencia dan fe, por lo menos, de
buena salud. Por lo que se refiere a
las motivaciones que las originen, son,
evidentemente, más o menos claras,
diversas o "inocentes" en sí mismas.
Existen razones técnicas: los tex-
tos aparecen de manera progresiva,
las músicas todavía más lentamente
y con estilos que podemos llamar ra-
ros, sin haber tenido tiempo de una
experiencia que facilite el acierto en
su selección. También se dan razones
psicológicas, reducibles al sentimiento
de una especie de evasión, de una li-
beración saludable después del perio-
do de dirigismo anterior, en el cual to-
do estaba anticipadamente reglamen-
tado y fijado "ne varietur".
Estos deseos de cambio cuentan
mucho, ciertamente, en la situación
que analizamos, lo mismo que el atrac-
tivo que ejerce la novedad y cierta
15 (137)
embriaguez que engendra la libertad
de movimientos que llega después de
una época de conformismo obligato-
rio. Además, y el sentido pastoral, la
preocupación por corresponder a las
necesidades y 4 los deseos de comuni-
dades definidas, interviene a su vez,
provocando esta conmoción, al mis-
mo tiempo saludable y desconcertan-
te.
Es preciso añadir a estas razones,
el famoso individualismo, propio, se-
gún dicen, de nuestros conciudadanos,
invocado tantas veces, y también esa
complacencia un tanto sediciosa, que
se insinúa en la resistencia a normas
tenidas, con o sin razón, por excesi-
vamente autoritarias. No faltan ejem-
plos, en este punto, en los cuales la
legislación ha tenido que ceder, con
el loable "propósito de corresponder a
las profundas aspiraciones de algunas
comunidades litúrgicas.
Finalmente, el fenómeno que nos
ocupa parece que se inscribe con to-
da naturalidad, dentro del contexto
más amplio de la evolución litúrgica
actual, de este periodo de transición,
de cambio, en el cual son tantas las
cosas que se renuevan y que, al hacer-
lo, suscitan todavía otras renovacio-
nes. ¿Por qué hemos de extrañarnos,
pues, que esta doble realidad de un
llamamiento que nos urge al cambio y
de un material todavía insuficiente e
imperfecto, produzca, por lo menos
de momento, un poco de imprecisión,
de vaguedad, y tal vez de desorden?
* * *
En realidad, todo esto es positivo.
Es el signo de una nueva concepción
de la liturgia, en otro tiempo estática
e intocable, vuelta, desde ahora en
adelante, a sus genuinas fuentes vi-
tales y, por lo tanto, adaptable, evo-
lutiva, Ello encierra el testimonio de
una aspiración extremadamente sana,
prenda segura de esperanza, y reflejo
de una preocupación pastoral despie-
rta y perspicaz: cada día se siente más
claramente la necesidad de no impo-
ner a las comunidades cristianas for-
mas de plegaria individuales y obliga-
torias, sino que, por el contrario, se
prefiere partir de sus necesidades rea-
les, de sus posibilidades concretas de
expresión, las cuales pueden ser muy
diversas, pero que resulta más fácil
corresponder a ellas. Existe un cam-
bio radical de óptica, del cual, a pesar
de las transitorias anomalías, debe-
mos alegrarnos, en nombre de la vita-
lidad de la Iglesia, y en el cual la
música deberá ocupar el puesto co-
rrespondiente.
El nuevo "ordo missae", que entra-
rá en vigor el próximo Adviento, con-
firmará y ampliará esta manera de
ver las cosas. Revela, en efecto, por su
misma concepción y por la forma co-
mo es presentado, la voluntad de una
liturgia, verdadera, que nutra el alma,
que sea expresiva y que se celebre por
todo el pueblo. . DALIL
Es por esto mismo que las rúbricas,
a pesar de no carecer de precisión, ad-
miten una excelente flexibilidad en
vistas a las adaptaciones oportunas
según las situaciones concretas.
Todo lo cual destaca, muy oportu-
namente, que la unidad no consiste
en la uniformidad, sino en el anhelo
compartido en común para que una
celebración litúrgica resulte auténti-
ca. Visto de esta manera, el pluralis-
mo aparente al que nos hemos referi-
do al encabezar estas líneas, no puede
sorprender ni ser causa de inquietud:
puede exigir, sin duda, adaptaciones,
recortes, reordenaciones; pero estan-
do muy lejos de hacernos temer sep-
aratismos, los motivos profundos que lo
inspiran, incluso en las tensiones que
a veces provocan, se resuelven final-
mente en la unidad.
16 (138)
LA HOMILÍA
DIALOGADA
L'OSSERVATORE ROMANO del 27
de agosto último, en su referencia a la
inauguración de la «XX Semana Litúrgi-
ca Nacional de Italia», cuyo discurso de
apertura fue pronunciado por el Cardenal
Lercaro, resumía una parte del mismo de
la siguiente manera:
Entre las innovaciones arbitrarias que
se pretende introducir, el Cardenal Ler-
caro se ha detenido a examinar la de la
«homilía dialogada», de la que se han he-
cho experiencias en algunas iglesias o
comunidades parroquiales. El Cardenal se
expresó sin reticencias, dijo entre otras
cosas: Dejando aparte que teológica-
mente la incumbencia de proponer ofi-
cialmente la palabra de Dios correspon-
de a los obispos y, bajo su garantía, a
los presbíteros y diáconos, y que, por
consiguiente, la tradición eclesial les re-
serva esta misión, no se ve cómo, en un
plano existencial, los fieles de hoy po-
drían, en su gran generalidad, llevada a
cabo con utilidad. Ya que, o se trata de
delegar a alguien que se juzga preparado
para ello, y entonces existen unos «mi-
nistros de la palabra» no solamente de-
legados según una provisión disciplinar
que testifica —o, por lo menos, supone—
la debida preparación, sino investidos
Sacramentalmente de este servicio con la
efusión de aquel Espíritu que «tiene la
ciencia de la palabra» o bien se trata de
extender a todos el mismo servicio y, en-
tonces, resulta evidente que no se puede
evitar la impreparación y la consiguiente
«confusión de lenguas».
Admite el Cardenal que puede darse
el caso de laicos que estén no solamente
tan preparados sino mejor preparados,
teológicamente, que el sacerdote de quien
reciben el comentario homiliético; pero
aun así, no sólo se produciría una espe-
cie de discriminación entre todos los
que, por el mismo título, son miembros
de la misma asamblea, sino lo que es to-
davía  más importante: que la palabra del
laico teólogo carecería allí de autoridad;
por la misma razón que, ni siquiera el
más eminente jurista puede substituir,
sólo por este título, al más humilde juez
provinciano en el tribunal donde pronun-
cia la sentencia.
«Ciertamente —concluye el Cardenal
Lercaro— que en el Concilio hemos pe-
dido que haya laicos teólogos. Más toda-
vía: laicos investigadores en el campo de
las ciencias sagradas; y quisiéramos que
fuesen muchos, y recurriremos a ellos pa-
ra tener más luz en todos los campos de
la doctrina sagrada, sobre todo cuando
se trate de iluminar con la luz de la pa-
labra de Dios sectores de la vida terre-
na; nuestra misma homilía la preparare-
mos, también, en equipo o con el auxilio
de los laicos que puedan, con su expe-
riencia, acercarnos a las necesidades, a
descubrir las desviaciones y a secundar
las esperanzas del hombre. Y el carisma
del «servicio de la palabra», que se nos
ha entregado por la imposición de las
manos, de tal modo así confortado, se-
gún la economía de la gracia, y también
con la contribución de los laicos, conver-
tirá en autorizadas, vivas y eficaces nuestras
enseñanzas en la asamblea de los san-
tos».
17 (139)
Tres Padres españoles
comentando las inciden-
cias del Congreso, en un
descanso.
Y... tres jóvenes
del Oratorio de
Albacete, que
«coincidieron» en
Roma, precisamente
durante el Congreso.
En la foto,
salían de ver
al Papa.
18 (140)
Una de las sesiones del Congreso del Oratorio
LA CONFEDERACIÓN DEL ORATORIO
El Oratorio es una Confederación de casas autónomas, llamadas Congregaciones,
en las que sacerdotes y laicos viven en comunidad, sin votos, bajo la autoridad del
Padres, que también llaman Prepósito y que es elegido cada tres años.
Proponen santificarse con la observancia de los consejos evangélicos.
Su finalidad es la formación individual en la cultura espiritual y en la piedad,
por medio de la instrucción, contactos personales, dirección espiritual, ministerio de
la confesión, predicación familiar y apostolado litúrgico, especialmente entre los
estudiantes y los jóvenes.
(Del Anuario Pontificio).
19 (141)
NAVIDAD DEL SEÑOR
MISA DE MEDIANOCHE
La iglesia se abrirá media hora antes (11'30) de co-
menzar la celebración. Absténganse los que no
puedan ser puntuales.
Como siempre, se ruega la colaboración de todos
para la observancia del debido silencio y corrección
que merece la casa de Dios.
El día 24, víspera de Navidad, no habrá la Misa
vespertina de las 8 de la tarde.
La noche de Año Nuevo,
OCTAVA DE NAVIDAD,
MISA DE MEDIANOCHE
Suprimida, también, la vespertina del día 31
Ya, desde ahora, a todos deseamos una Navidad
santa y feliz.
LAUS DEO
Director: P. Ramón Mas, C. O. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.-Albacete
Imprime: LA VOZ DE ALBACETE, S. López, 24. 24-10-69 Depósito Legal: AB-103-62.
20 (142)