BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º 82-83.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE. 1969. |
FOTO DE REPRESENTANTES EL
ORATORIO CON EL PAPA |
Junto al Papa, en primer
lugar, el Reymo. P. Patrik Dalos, Prepósito del Oratorio |
de Roma v Presidente de la
Diputación Permanente del Oratorio; a su lado el Reve- |
rendísimo P. Paul Türks,
Delegado de la Santa Sede y Visitador de la Confederación |
del Oratorio de San Felipe
Neri; finalmente el Revmo. P. John A. Nedley, Procurador |
General. Fue al final del
Congreso extraordinario, celebrado en Roma, y la fotografía |
recoge un momento de la
audiencia concedida a los Prepósitos y representantes de |
todas las Congregaciones
oratorianas participantes. |
1 (123) |
EL CONGRESO DEL ORATORIO |
Preparado con dos años de
estudio en el que habían participado todas las Congre- |
gaciones del Oratorio de
San Felipe Neri diseminadas por Europa y América, se cele- |
bró, el pasado septiembre,
el Congreso General extraordinario para proceder a los |
últimos retoques y
aprobación del texto final de las nuevas reglas contenidas en las |
Constituciones y Estatutos
Generales. Gracias a los trabajos llevados a cabo en toda la |
preparación de estas
jornadas capitulares, pudo llegarse al feliz resultado de satisfacer |
las aspiraciones
renovadoras de toda la familia oratoriana y de acuerdo con las dispo- |
siciones y el espíritu del
Concilio Vaticano II. |
En la fotografía al pie de
esta página, figuran los participantes, Prepósitos y dele- |
gados de las diversas
Congregaciones. |
2 (124) |
TODAVÍA, |
LA ESPERANZA |
Angustia y esperanza se
debaten en lo más pro- |
fundo de la conciencia del
hombre moderno. Ante la |
visión final que la
Liturgia nos ofrece, recapitulada y |
simbólica, al término de
este tiempo de después de |
Pentecostés, para
abrirnos, otra vez, a la esperanza, |
es saludable reconocer
incluso el curso natural de la |
Historia, para refrendar
los motivos que, en certeza |
y misterio, nos recuerda
incesantemente muestra fe. |
Copiamos las palabras de
un célebre historiador de |
nuestros días, Arnold
Toynbee, protestante, quien, re- |
flexionando sobre las
mayores angustias que afligen |
al hombre de nuestros
días, encuentra, no obstante, |
que es posible la
esperanza, Tal vez por aquello que |
nos ha dicho Pedro Laín
Entralgo en uno de sus li- |
bros: "Nacido de la
desesperación, el protestantismo |
más actual parece
conmovido por un secreto menes- |
ter de esperanza". |
Vivimos en un mundo que,
como espacio de nuestro hacer finalista, se va ha- |
ciendo cada día más
pequeño. Para cada uno de nosotros, su tamaño se encoge |
cada vez con más
celeridad. Al mismo tiempo resulta cierto, con claridad y niti- |
dez, que ninguna de las
comunidades en la que sigue dividida la humanidad |
puede permitirse el lujo
de conseguir por la fuerza y a costa del vecino más |
espacio para si misma. |
Al contemplar de cerca
este encogimiento del espacio de nuestra existencia, |
tal como se nos presenta,
hay al menos tres aspectos distintos, para mi percepti- |
bles, por los que advierto
que el mundo se hace más pequeño. Recordaré lo que |
llamamos la
"anulación de distancias", recordaré el acelerado crecimiento de |
la población del mundo a
consecuencia del sorprendente descenso de la cifra |
de mortalidad: y recordaré
el no menos sorprendente tempo con que saqueamos |
los tesoros del subsuelo y
las materias primas de nuestro planeta, para mantener |
un nivel de vida al que
hoy en día está acostumbrada in privilegiada minoría |
de la humanidad y el cual,
la mayoría que padece necesidad, está firmemente |
3 (125) |
decidida a conseguirlo.
Valdría la pena investigar de cerca cada uno de estos |
tres aspectos |
No tardará mucho, la
industrialización, en abarcar todo el mundo. Junto a |
ella crecerá a grandes
saltos el saqueo de los tesoros naturales irrestituibles. La |
ciencia, que es
responsable de este incesante y creciente consumo, nos librará |
hasta cierto grado de
algunas de las inevitables escaseces, al crear una nueva |
fuente. La energía
atómica, por ejemplo, podría ser útil en múltiples aspectos |
para satisfacer las
necesidades humanas, en cuanto nos hayamos puesto de |
acuerdo, claro está en
utilizarla solo para fines constructivos y no para la gue- |
rra. Pero para ello
tendríamos que comenzar por abjurar de la guerra, y esto |
sabemos que no resulta
fácil. Tenemos que hacer frente, por tanto, después de |
que la ciencia nos ha
enriquecido y a la vez saqueado, después de que ha sacado |
A la luz el irrestituible
tesoro de la naturaleza y de que lo ha consumido, al he- |
cho de que la humanidad,
más tarde o más temprano, se empobrecerá y además |
para siempre. |
Mientras trato así la
triple dimensión en que el mundo se encoge, emergerán, |
ante la mirada espiritual
tres horribles fantasmas, que a nosotros, pobres cria- |
turas humanas, nos son
dolorosamente familiares: el fantasma del temor que se |
eleva entre pueblos que
durante muchos milenios no han tenido noción de sus |
respectivas existencias, y
que de repente entran en el más íntimo contacto: el |
fantasma de la penuria,
que surge de la perspectiva de superpoblación y esca- |
sez; y el fantasma del
odio, que es el más peligroso, y que tenemos que arrancár- |
noslo del corazón, Contra
el temor o el peligro de padecer penuria, nada podemos |
hacer. Sin embargo, contra
el odio si podemos hacerlo. En la era de las armas |
atómicas no podemos
permitirnos ya el lujo de odiarnos mutuamente. |
¿Cómo podremos vivir en un
mundo que está escindido en dos campos ar- |
mados hasta los dientes,
sin que exista el odio? Esta cuestión se hace necesa- |
riamente más candente en
aquellos países que no se hallan por completo en uno |
u otro de los campos
opuestos, sino que están divididos dentro de ellos mismos. |
En esta triste situación
se encuentran hoy cuatro países: Alemania, Vietnam, |
China y Corea. |
¿Es posible para la mitad
de la humanidad, la que tiene una mentalidad |
liberal, y para la otra
mitad, con mentalidad totalitaria, coexistir en paz, ha- |
biendo cuatro pueblos que
están tan desgraciadamente divididos entre los dos |
bandos? ¿No habrá de
producirse alguna vez una tercera guerra mundial, por |
virtud de la cual los
cuatro países divididos y el mundo vuelvan a unirse en |
un todo, después de que
una de las dos ideologías que escinden el mundo haya |
sido eliminada? |
Pero este sentimiento lo
tenían también nuestros antepasados en los siglos |
XVI y XVII, cuando el
cristianismo occidental se escindió en catolicismo y pro- |
testantismo. Y el
resultado de esta historia es un justificado consuelo para nos- |
otros. Ya antes de
finalizar el siglo XVII los cristianos de Occidente, y sobre |
todo el pueblo alemán,
llegaron a la conclusión, después de casi cien años de |
4 (126) |
guerras devastadoras, pero
indecisas, de que ninguno de los bandos podría eli- |
minar al otro, y de ello
sacaron la consecuencia de que tenían que aprender a |
vivir unos con otros.
Después de haberse decidido a ello, lo consiguieron de un |
todo óptimo. Hoy en día,
después de casi trescientos años, los alemanes y los |
restantes cristianos de
Occidente siguen divididos en católicos y protestantes; |
pero ya hace mucho que no
hay ninguna dificultad seria para la coexistencia de |
ambas clases de
cristianismo occidental. El carácter amistoso de esta coexisten- |
cia llama especialmente la
atención en la Alemania actual, donde ambas confe- |
siones están mucho más
mezcladas, desde el punto de vista geográfico, que en |
cualquier otro país de
Occidente. Los protestantes alemanes y los católicos ale- |
manes han hecho causa
común, recientemente, contra un enemigo común. |
Para ese amistoso convivir
de católicos y protestantes en Alemania y en los |
restantes países
cristianos de Occidente hay un paralelo: también 'coexisten así, |
de modo amistoso, toda la
cristiandad y el islam. Había un tiempo en el cual |
una de estas comunidades
religiosas estaba convencida de que no podría seguir |
subsistiendo sin eliminar
a la contraria de este mundo, y también ellas tuvieron |
que reconocer, bajo la
presión de la necesidad, que si lo querían de veras podrían |
coexistir pacíficamente.
Estos dos casos históricos que sientan precedente pa- |
recen abogar en favor del
hecho de que hoy en día nuestro destino depende en |
amplia medida de nosotros
mismos. |
Decía que el peor enemigo
con el que tenemos que enfrentarnos es el odio. |
El segundo adversario que
le sigue es, en mi parecer, el fatalismo. Hay una ten- |
tación contra la cual
tenemos que escudarnos de modo especial: me refiero a la |
creencia de que somos
impotentes, de que, con las manos en el regazo, no nos |
queda más alternativa que
dejarnos llevar hacia la catástrofe. Si obráramos así |
sucumbiríamos
inevitablemente a la catástrofe. Pero no necesitamos hacerlo. La |
catástrofe no es
inevitable. Podemos obrar de modo que nunca llegue a pro- |
ducirse. |
Los problemas ante los que
se halla la humanidad entera se pueden resolver |
con el esfuerzo común de
todos los países de la tierra. Tales problemas se nos |
han planteado por la
aplicación práctica de la ciencia, y tal vez puedan resolver- |
se mediante nuevos
descubrimientos científicos. Pero para nuestra salvación, y |
no para nuestra
destrucción, la ciencia sólo podrá ser eficaz si la utilizamos ex- |
clusivamente para fines
constructivos y no para fines bélicos. |
Hasta que llegue este
momento, tendremos que vivir y actuar desde luego en |
un estado de extrema
inseguridad y de constante preocupación. Pero por muy |
excitante y difícil que
resulte, no excede a la fuerza y capacidad humana. Al |
contrario, precisamente
bajo tales condiciones ha vivido la mayoría de los hom- |
bres en la mayor parte del
mundo y en casi todas las épocas de la historia, y |
así han trabajado y han
creado grandes obras. |
Tal como veo la historia,
no nos da ningún motivo para el desánimo, sino |
derecho a una sana
confianza en el futuro de la humanidad. |
5 (127) |
LEY DE PRENSA |
De acuerdo con lo
preceptuado en el número 1, del Artículo 24 |
de la Ley de Prensa e
Imprenta, del 18 de marzo de 1966, nos compla- |
ce comunicar, una vez más,
a nuestros lectores, que esta publicación |
«LAUS», pertenece a la
Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. |
como Empresa propietaria y
editora, debidamente inscrita en el Regis- |
tro General de Empresas
Periodísticas (Orden ministerial de 30 de |
marzo de 1967). |
El equipo redactor que
confecciona o revisa los textos que en la |
misma se imprimen, está
formado por los siguientes miembros de la |
Congregación: Ramón Mas,
Fernando Ugena y Miguel Abia. El pri- |
mero como Director de la
revista. |
La revista «LAUS» se
reparte gratuitamente. La propaganda que |
a veces figura en ella es
totalmente desinteresada y obedece a fines |
apostólicos, según el
espíritu y finalidad señalada en nuestras Consti- |
tuciones. La financiación
de la revista se cubre con las aportaciones |
espontáneas de los amigos
del Oratorio: a ellos agradecemos, desde |
estas mismas líneas, la
generosa colaboración que hace posible este |
aspecto de nuestra labor. |
El sacerdote recibe
bofetadas... |
El sacerdote recibe
bofetadas de todas partes; se la critica acerbamente, |
la letanía de las
acusaciones sería interminable. Se le exige un equi- |
librio sicológico e
intelectual casi imposible. Se le pide ser del mun- |
do, estar con él,
comprender al mundo y a los hombres; se quieren |
de él posturas
consecuentes con el mundo de hoy, pero quedándose |
al margen de un mundo que
no desea la presencia del sacerdote. |
Por otra parte, el
sacerdote no puede eludir la cuestión social. La misión de |
la Iglesia es, antes que
nada, la evangelización, pero tiene también |
el derecho y el deber de
intervenir en lo social, porque lo social y |
lo religioso se implican
mutuamente. La cuestión social no es sólo ni |
principalmente económica,
sino moral y religioso. |
MONS. DOROTEO FERNANDEZ, |
Adm. Ap. de Badajoz. |
6 (128) |
DOS BINOMIOS: |
AUTORIDAD Y OBEDIENCIA; |
UNIDAD Y MULTIPLICIDAD. |
No se trata de la unidad
solamente jurídica, sino Interior y vital. Cristo, al |
comunicar su Espíritu,
constituye místicamente a sus hermanos en cuerpo. |
La unidad de gobierno, las
estructuras, las normas jurídicas, destinadas a |
modelarse de forma diversa
en la Historia, tienen como única finalidad la defensa |
y la promoción de la
unidad, que es don divino y anima a la Iglesia como princi- |
pio vital y perennemente
fecundo. |
La unidad debe realizarse
en el fin y en el origen. La reconciliación con Dios |
de todas las cosas por
medio de Cristo, el llevar de nuevo a todas las cosas bajo |
un jefe, Cristo,
constituyen el objetivo de la Iglesia, destinada a realizar de este |
modo la unidad del género
humano y de toda la creación. |
Lo que justifica la
multiplicidad de las legítimas experiencias pastorales, es |
el carácter contingente de
todos los elementos que en la vida de la Iglesia no se |
adaptan al designio
original de Cristo. Tales elementos pueden encontrar un |
fundamento y una
justificación en el ambiente histórico en que se utilizan, como |
igualmente pueden ser
debidos a las dificultades que los hombres encuentran |
para adaptarse,
permaneciendo fieles a los principios, a las situaciones históricas |
y ambientales. |
Cuando no se reconoce el
carácter contingente de los elementos justamente |
sujetos a variaciones en
el tiempo y en el espacio, puede verse en un peligro serio |
la caridad y la misma
unidad de la Iglesia. |
— La unidad tiene su
fundamento en la fe y debe manifestarse en la comunión |
de caridad y de
obediencia, según los planes de Cristo; pero dicha unidad permi- |
te, en el modo de entender
la única palabra de Dios y de realizar el proyecto fun- |
damental del Señor en su
Iglesia, una admirable variedad de expresiones y de |
actitudes. |
La exigencia de unidad
tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre. |
Cada uno de nosotros puede
experimentarlo cuando, obligado a "dispersarse" en |
7 (129) |
una multitud de
pensamientos, de ocupaciones y de preocupaciones, advierte in- |
tensamente la necesidad de
recogerse en sí mismo para encontrar de nuevo el |
centro en torno al cual
hacer converger los múltiples aspectos de su vida. Sola- |
mente así se descubre el
porqué del ser y del obrar humanos. |
II |
La unidad debe ser buscada
en el contacto con el Padre por Cristo y en el |
Espíritu Santo. Y debe
reinar en todos los miembros del pueblo de Dios, tanto en |
dirección vertical como
horizontal, de la forma vivida en la asamblea eucarística. |
El espíritu de disciplina
tanto obliga al que debe mandar como al que debe |
Obedecer. |
En primer lugar, mandar
poco y mandar bien. No emplear la autoridad donde |
no sea necesario y donde
no vale la pena. Mandar dentro de los límites del ámbito |
jerárquico, aunque
subordinado absolutamente al oficio pastoral de Cristo. Mandar |
bien significa claridad en
las órdenes y normas que se dan, y respeto a las perso- |
nas, y hacer que el acto
de mandar sea precedido, en la medida de lo posible, |
del dialogo. |
Pero no hay que hacerse
ilusiones de que, para ser obedecidos es suficiente |
mandar bien. Es preciso
que la obediencia ser tomada en serio. Debe estar inspi- |
rada por la fe, porque es
a Dios a quien se obedece en la persona que recibe de |
Dios la autoridad de
mandar. La obediencia debe considerarse como un acto cons- |
ciente de colaboración con
la autoridad. |
No es fácil. Entre la
unidad eclesial y la multiplicidad de experiencias pasto- |
rales, tomadas en el
sentido más amplio, la tensión es constante e inevitable, |
como la tensión entre lo
uno y lo múltiple es constante en la estructura del |
hombre. |
La búsqueda sincera de la
verdad y la decidida voluntad de actuar en caridad, |
debe hacer de esta
tensión, un estímulo fecundo para la acción. Pero para esto, |
como para toda obra de
salvación, es necesaria la gracia de Dios. |
CARD. MIGUEL PELLEGRINO |
Un cristianismo
tranquilamente planeado, como un |
orden establecido), sería
todavía judaísmo. |
Sören Kierkegaard. |
8 (130) |
¿QUÉ PASA |
EN LA IGLESIA? |
Todo lo que pasa en la
Iglesia es bue |
no y lleva al bien. Lo
malo sería, preci- |
samente, que no pasara
nada: la inmo- |
vilidad es lo más parecido
a la muerte. |
Y la Iglesia vive y crece
en su vida: eso |
es todo. |
Cualquier noticia o
información que |
destaque lo desagradable y
oculte la vi- |
sión total, optimista,
dinámica y provi- |
dencial de su vida y de
los detalles de |
su vida, no merece
confianza. Proviene |
de los que se sienten
inseguros consigo |
mismos, ignorantes y
asustadizos, que |
trasladan a lo que
comentan, sus propias |
dudas y temores, o de la
malicia de los |
rencorosos que hacen
derrotismo de la |
Iglesia moviendo ruido con
lo ajeno, pa- |
ra ocultarnos su propia
derrota y sinra- |
zón. |
Por esto recomendamos, tan
a menu- |
do, desde estas mismas
páginas, la nece- |
sidad de procurarse una
buena informa- |
ción, que permita estar al
corriente de |
todo lo más importante que
va ocurrien- |
do en la Iglesia, y nos
facilite criterios |
para ser capaces de
enjuiciar, desde un |
punto de vista cristiano,
incluso lo que |
sucede fuera de ella, o
porque afecta a |
u doctrina o a sus
derechos o, simple- |
mente, al bien general de
los hombres, |
con una visión que parta
del Evangelio y |
que sea válida para
nuestra vida, ahora y |
donde estamos. |
La revista semanal «VIDA
NUEVA» |
creemos que cumple este
cometido, con |
variedad y con
imparcialidad. |
Para suscribirse «VIDA
NUEVA» |
acuda a una librería
católica o escriba |
directamente al Apartado
19.049, de Ma- |
drid, o a la
Administración, calle Acebo, |
54, Madrid (16). |
Sabrá siempre lo que pasa
en la Igle- |
sia y le ayudará a tener
criterios cristia- |
nos. |
CONVERSACIONES |
DEL ORATORIO |
Ciclo sobre |
«LA CRISIS |
DEL CATOLICISMO» |
Viernes, |
5 de diciembre, |
8'30 tarde. |
9 (131) |
CARTA DEL PAPA |
EN EL CENTENARIO DE GANDHI |
A SU EXCELENCIA VARAHAGIRI
VENKAH GIRI |
PRESIDENTE DE LA INDIA |
Con ocasión de las
celebraciones cen- |
tenarias del nacimiento de
Mahama |
Gandhi, mandamos nuestros
saludos y |
buenos deseos, por
mediación de Vuestra |
Excelencia, a toda la
India. |
Gandhi tuvo una elevada
apreciación |
del valor de la dignidad
humana y un |
agudo sentido de la
justicia social. Con |
celo ardiente y clara
visión del bienes- |
tar futuro de su pueblo,
trabajó incan- |
sablemente para alcanzar
sus objetivos, |
infundiendo continuamente
en sus segui- |
dores el admirable
principio de la no vio- |
lencia. |
Luchó para despertar la
conciencia de |
sus conciudadanos ante las
injusticias del |
sistema social que les
rodeaba, y para di- |
fundir entre ellos mismos
un espíritu de |
igualdad y fraternidad.
Sus esfuerzos y su |
ejemplo, incluso en
aquellas ocasiones en |
las que no lograron un
éxito total, han |
dejado su huella en
hombres de la gene- |
ración de que formaba
parte y de la |
nuestra. |
No podemos olvidar la
profunda ad- |
miración y el aprecio de
Gandhi por la |
persona de Jesucristo,
cuyo Sermón de |
la Montana influyó en gran
manera, tan- |
to en sus pensamientos
como en su ac- |
tuación. Siempre
consciente de la presen- |
cia de Dios, especialmente
en los mo- |
mentos de dificultad,
comprendió cl va- |
lor de la austeridad, del
silencio, del ayu- |
no y de la oración, la
aceptación del tra- |
bajo manual y la renuncia
a los |
bienes del mundo.
Reconoció el lugar |
que ocupa el sufrimiento y
el sacrificio |
en la vida del hombre. Su
actitud respec- |
to a la castidad conyugal
elevó la digni- |
dad y la integridad de la
familia. |
La India se siente, con
razón, orgullo- |
sa de haber dado un
ciudadano de tal |
valor y, sin duda, su
influjo perdurará. |
Ojalá pueda conducir a
vuestro amado |
pueblo, y también a
pueblos de otras n- |
aciones , a valorar y
poner en práctica los |
elevados ideales de paz y
de amor entre |
los hombres. Confiamos que
estas cele- |
braciones
centenarias recordarán a los |
hombres estos principios
superiores y el |
elevado destino hacia el
cual todos nos |
dirigimos. |
Con cordial afecto por
vuestro gran |
País, ofrecemos plegarias
por vuestra |
Excelencia, por vuestro
Gobierno y vues- |
tro pueblo, para que el
arduo camino de |
la peregrinación hacia
nuestra casa eter- |
na lo sigamos
intrépidamente y nos asis- |
tan, en el viaje,
abundantes bendiciones |
celestiales. |
En el Vaticano, a 22 de
agosto de 1969. |
PAULUS PP. VI. |
No regaléis jamás armas o
juguetes |
de guerra a los niños No
seria, |
mañana, hombre de paz el
que |
hubiese jugado a la
violencia, de |
niño, aunque hubiese sido
para |
cazar indefensos animales. |
10 (132) |
PALABRAS DE GANDHI |
Creado por Dios, no es
difícil encontrar en todo hombre un fondo común |
de coincidencias
espirituales, que proclaman la hermandad del género humano, |
con independencia de la
conciencia que cada uno tenga sobre su origen. |
Si además reconoce al
supremo Hacedor o, por lo menos, ha tenido ocasión |
de contemplar, con ojos
limpios, la figura de Cristo y ha meditado sus palabras, |
por fuerza se siente
tocado y cautivado por El. La indiferencia es imposible, por- |
que no hay defensa de la
justicia, ni proclamación de la verdad, ni amor des- |
interesado hacia los
hombres, que no tengan algo o mucho de cristiano. |
Ejemplificar este aserto
con los adelantados de la Historia, promotores del |
bien de la humanidad, no
sería difícil. A pesar de la imperfección humana, ellos |
confirmarían, de variadas
maneras, la necesidad de verdad, de Justicia y de |
amor que estimula
indefectiblemente, por encima de toda oposición o adversidad, |
el progreso del hombre
que, sabiéndolo o no, camina hacia las metas benéficas |
establecidas por Dios. |
Con ocasión de cumplirse
este año el cien aniversario del nacimiento de |
Gandhi (2 de octubre de
1869), no han faltado las conmemoraciones de toda ín- |
dole. Nosotros remitimos
al lector al interesante libro "Gandhi, su pensamiento |
y su acción" de
Camille Devret y Editorial Fontanella, mientras, como anticipo, |
seleccionamos algunas de
sus palabras. |
Amor y Verdad |
— El Amor y la verdad
están tan unidos entre sí, que |
ENTRE |
es prácticamente imposible
separarlos. Son las dos ca- |
ras de una misma moneda. |
— Amor y Verdad son dos
caras de Dios: la Verdad es |
el fin, el Amor es el
camino. Si seguimos el camino lle- |
garemos, tarde o temprano,
al fin, a La Verdad, a Dios. |
Amor a todos |
— Soy incapaz de odiar a
nadie, He conseguido esto a |
través de un largo
aprendizaje, de por lo menos cuaren- |
ta años, basado en la
oración. |
— Mi amor no excluye a
nadie. No puedo amar a los |
musulmanes o a los hindúes
y odiar a los ingleses... El |
verdadero amor es sincero
y desinteresado. |
11 (133) |
— No me angustia la
posibilidad de morir a manos de |
un hermano vengativo. No
abrigo ninguna clase de odio |
contra ese posible
asesino. La muerte me traerá el bien |
eterno. |
— Es preciso conquistar la
libertad sin odio ni derra- |
mamiento de sangre. |
— Sacrificarse a sí mismo
es infinitamente superior que |
sacrificar a los demás. |
La No-violencia |
— La No-violencia es la
más alta cualidad del corazón. |
La riqueza no sirve para
conseguirla, la cólera la desvía, |
el orgullo la devora, la
gula y la lujuria la oscurecen, la |
mentira la vacía, toda
prisa injustificada la compromete. |
— La no cooperación con el
mal es un deber tan ev- |
idente como la cooperación
con el bien. Solamente que en |
otras ocasiones la 710
cooperación consistía en usar deli- |
beradamente de la
violencia contra el que hacia el mal. |
Yo he querido demostrar a
mis compatriotas que la no |
cooperación violenta no
hacía más que aumentar el mal, |
y dado que el mal sólo se
mantiene por la violencia, era |
72ecesario, si no queremos
fomentar el mal, abstenernos |
de toda violencia. |
— La No-violencia es la
ley de los hombres. La violen- |
cia es la ley de los
animales. |
— Para convertirse en una
verdadera fuerza, la No-vio- |
lencia debe nacer del
espíritu. |
— La No-violencia no
significa renuncia a cualquier for- |
ma de lucha contra
el mal. De ninguna manera: la No- |
-violencia, al menos como
ya la concibo, es una lucha aún |
más activa y real que la
misma ley del talión, pero en el |
plano moral. |
— No debe confundirse, la
No-violencia, con la simple |
resistencia civil. La
No-violencia abarca mucho más: sig- |
nifica la búsqueda
infatigable de la verdad y el poder |
que esta búsqueda confiere
al que la lleva a cabo. Esta |
búsqueda debe efectuarse
únicamente por medios estric- |
tamente no violentos. |
— Mi objetivo comprende
una triple revolución: prime- |
ro deseo un cambio en los
corazones; en segundo lugar |
12 (134) |
quisiera llevar a cabo una
transformación de las existen- |
cias, finalmente busco un
cambio de estructuras. |
La injusticia social |
— La esclavitud acabará
cuando los obreros, conscien- |
tes de su propia fuerza,
rechacen toda violencia. |
— Ante la injusticia se
puede estar seguro de la vic- |
toria si, quienes la
soportan, están unidos y dispuestos a |
todos los sacrificios, sea
cual fuere la fuerza de los opre- |
sores. Sólo es necesario
decir "sí" cuando se piensa "sí", |
y "no" cuando se
piensa "no". El oprimido no tiene ne- |
cesidad de vengarse, le
basta afirmar su dignidad de |
hombre, permaneciendo
absolutamente fiel a su "no". |
Aunque tenga que presentar
su pecho a las balas o sopor- |
tar los gases asfixiantes,
acabará por triunfar. |
Tolerancia |
— La palabra
"tolerancia" no me parece adecuada, pe- |
ro no encuentro otra
mejor. El amor empuja a tener ha- |
cia la fe de los demás (en
materia de creencias) el mismo |
respeto que se tiene por
la propia. |
— La tolerancia no es
indiferencia por la propia fe, s- |
ino amor más puro e
inteligente por esa fe. |
Oración |
— Orar no es pedir: orar
es la respiración del alma. |
— Es más importante poner
en la oración el propio co- |
razón, que poner palabras
sin corazón. |
— ¿La bomba atómica? La
afrontaría con un acto de |
oración. |
Ascetismo |
— Todo lo que se come sin
necesidad, se roba al estó- |
mago de los pobres. |
— El ayuno es para el alma
lo que los ojos para el |
cuerpo. |
— El que retiene algo que
no necesita es un ladrón. |
— El rico posee muchas
cosas superfluas. Si cada uno |
13 (135) |
tuviera sólo lo que
necesita, nadie carecería de cada v to- |
dos estaríamos contentos. |
— El verdadero progreso
social no consiste en aumentar |
las necesidades, sino en
reducirlas voluntariamente para |
para eso hay que ser
humildes. |
— El sacrificio distingue
al hombre del animal. |
Cristianismo |
Cristo es la más poderosa
fuente de energía espir- |
itual que ha conocido el
mundo. |
Cuando leo el Evangelio me
siento cristiano, pero |
cuando os Deo a los
cristianos hacer la guerra, oprimir a |
Los pueblos colonizados,
beber alcohol, fumar... me doy |
cuenta de que no vivís
según el Evangelio. |
— El Sermón de la Montaña
me ha reconciliado con |
el Cristianismo. |
— Europa sólo es cristiana
de nombre. La guerra ha de |
mostrado el carácter
satánico de la civilización Occidental. |
¿QUÉ ES, ANTE TODO, LA
TRADICIÓN? |
Ante todo, la tradición es
el vehículo |
que nos trae la doctrina y
sucesión apos- |
tólica. No se puede tener
a Cristo hoy |
presente sin el
reconocimiento del canal |
histórico y humano, que
nos lleva de |
nuevo a la fuente de su
aparición evan- |
gélica. |
La tradición, en su
conjunto histórico, |
contiene ciertamente
muchos elementos |
caducos e incluso
reprochables; pero el |
justo juicio que hay que
dar sobre esos |
elementos discutibles o
negativos deberá |
ser, precisamente,
«histórico», es decir, |
valorado en orden a las
circunstancias de |
los tiempos y a las
experiencias contem- |
poráneas o sucesivas de
los acontecimien- |
tos, recordando que la
Iglesia, santa en |
su institución y en su
virtud santificado- |
ra de palabra, gracia y
ministerio, está |
compuesta por hombres
empastados en |
el barro de Adán, débiles,
equivocados y |
pecadores, incluso en el
campo del ser- |
vicio de lo divino. |
Un conocimiento
inteligente, una crí- |
tica ecuánime, una
valoración sagaz de la |
tradición, no constituirán
un freno, sino |
más bien servirán de guía
a los promoto- |
res de la renovación
eclesial deseada por |
nuestro tiempo. |
Recordamos que la comunión
eclesial |
en que nuestra
espiritualidad actual quie- |
re vivir, supone una
solidaridad con los |
hermanos que nos han
precedido en el |
signo de la fe. |
Pablo VI |
(5. 11. 69). |
14 (136) |
LA RENOVACIÓN |
LITÚRGICA |
De la publicación Présence
et dialogue, del 5 de |
septiembre de este año,
extraemos los siguientes |
párrafos. |
Si un observador dicara
las horas |
de un domingo a frecuentar
sucesi- |
vamente los actos de culto
de algunas |
de las iglesias de nuestra
diócesis, ten- |
dría motivo para
sorprenderse al com- |
probar la variedad musical
entre unas |
misas y otras. En algunas
iglesias se |
usa el canto, en otras
apenas; algu- |
nas tienen coro, otras
prescinden; |
aquí cantan en vernáculo,
allí en la- |
tín, en otra parte de una
y otra ma- |
nera; lugares donde el
solista domi- |
na durante la celebración,
lugares |
donde siempre canta todo
el pueblo. |
A veces el órgano adquiere
gran re- |
levancia, otras solamente
acompaña, |
otras donde se prescinde
de él total- |
mente... |
Podría hacerse, por este
camino, |
un largo inventario sobre
tan diversas |
situaciones. Y no digamos
respecto al |
repertorio de textos, unas
veces in- |
completos, otras
desigualmente divul- |
gados; sectores donde no
falta una |
rica selección, por lo
menos referen- |
te a algunas fechas
principales, mien- |
tras en otra parte se echa
de menos. |
Se hace recurso a los
"cantos de subs- |
titución", hasta
llegar al lote impre- |
sionante de
"fichas", de calidad tan- |
tas veces discutible. Y no
decimos na- |
da del impulso de la
"música rítmica", |
que cada día adquiere más
adeptos. |
En una palabra, el abanico
de las |
situaciones concretas es
diversísimo. |
¿Debido a qué causas? ¿Y
qué conclu- |
siones pueden deducirse? |
En primer lugar, es de
justicia ob- |
servar que esta misma
profusión, es |
te conjunto tumultuoso de
invencio- |
nes y experiencias, por
indecisas y |
desordenadas que puedan
aparecer, |
son, sin embargo,
exponente de una |
riqueza de vitalidad digna
de tenerse |
en cuenta; esta agitación
y esta efer- |
vescencia dan fe, por lo
menos, de |
buena salud. Por lo que se
refiere a |
las motivaciones que las
originen, son, |
evidentemente, más o menos
claras, |
diversas o
"inocentes" en sí mismas. |
Existen razones técnicas:
los tex- |
tos aparecen de manera
progresiva, |
las músicas todavía más
lentamente |
y con estilos que podemos
llamar ra- |
ros, sin haber tenido
tiempo de una |
experiencia que facilite
el acierto en |
su selección. También se
dan razones |
psicológicas, reducibles
al sentimiento |
de una especie de evasión,
de una li- |
beración saludable después
del perio- |
do de dirigismo anterior,
en el cual to- |
do estaba anticipadamente
reglamen- |
tado y fijado "ne
varietur". |
Estos deseos de cambio
cuentan |
mucho, ciertamente, en la
situación |
que analizamos, lo mismo
que el atrac- |
tivo que ejerce la novedad
y cierta |
15 (137) |
embriaguez que engendra la
libertad |
de movimientos que llega
después de |
una época de conformismo
obligato- |
rio. Además, y el sentido
pastoral, la |
preocupación por
corresponder a las |
necesidades y 4 los deseos
de comuni- |
dades definidas,
interviene a su vez, |
provocando esta conmoción,
al mis- |
mo tiempo saludable y
desconcertan- |
te. |
Es preciso añadir a estas
razones, |
el famoso individualismo,
propio, se- |
gún dicen, de nuestros
conciudadanos, |
invocado tantas veces, y
también esa |
complacencia un tanto
sediciosa, que |
se insinúa en la
resistencia a normas |
tenidas, con o sin razón,
por excesi- |
vamente autoritarias. No
faltan ejem- |
plos, en este punto, en
los cuales la |
legislación ha tenido que
ceder, con |
el loable "propósito
de corresponder a |
las profundas aspiraciones
de algunas |
comunidades litúrgicas. |
Finalmente, el fenómeno
que nos |
ocupa parece que se
inscribe con to- |
da naturalidad, dentro del
contexto |
más amplio de la evolución
litúrgica |
actual, de este periodo de
transición, |
de cambio, en el cual son
tantas las |
cosas que se renuevan y
que, al hacer- |
lo, suscitan todavía otras
renovacio- |
nes. ¿Por qué hemos de
extrañarnos, |
pues, que esta doble
realidad de un |
llamamiento que nos urge
al cambio y |
de un material todavía
insuficiente e |
imperfecto, produzca, por
lo menos |
de momento, un poco de
imprecisión, |
de vaguedad, y tal vez de
desorden? |
* * * |
En realidad, todo esto es
positivo. |
Es el signo de una nueva
concepción |
de la liturgia, en otro
tiempo estática |
e intocable, vuelta, desde
ahora en |
adelante, a sus genuinas
fuentes vi- |
tales y, por lo tanto,
adaptable, evo- |
lutiva, Ello encierra el
testimonio de |
una aspiración
extremadamente sana, |
prenda segura de
esperanza, y reflejo |
de una preocupación
pastoral despie- |
rta y perspicaz: cada día
se siente más |
claramente la necesidad de
no impo- |
ner a las comunidades
cristianas for- |
mas de plegaria
individuales y obliga- |
torias, sino que, por el
contrario, se |
prefiere partir de sus
necesidades rea- |
les, de sus posibilidades
concretas de |
expresión, las cuales
pueden ser muy |
diversas, pero que resulta
más fácil |
corresponder a ellas.
Existe un cam- |
bio radical de óptica, del
cual, a pesar |
de las transitorias
anomalías, debe- |
mos alegrarnos, en nombre
de la vita- |
lidad de la Iglesia, y en
el cual la |
música deberá ocupar el
puesto co- |
rrespondiente. |
El nuevo "ordo
missae", que entra- |
rá en vigor el próximo
Adviento, con- |
firmará y ampliará esta
manera de |
ver las cosas. Revela, en
efecto, por su |
misma concepción y por la
forma co- |
mo es presentado, la
voluntad de una |
liturgia, verdadera, que
nutra el alma, |
que sea expresiva y que se
celebre por |
todo el pueblo. . DALIL |
Es por esto mismo que las
rúbricas, |
a pesar de no carecer de
precisión, ad- |
miten una excelente
flexibilidad en |
vistas a las adaptaciones
oportunas |
según las situaciones
concretas. |
Todo lo cual destaca, muy
oportu- |
namente, que la unidad no
consiste |
en la uniformidad, sino en
el anhelo |
compartido en común para
que una |
celebración litúrgica
resulte auténti- |
ca. Visto de esta manera,
el pluralis- |
mo aparente al que nos
hemos referi- |
do al encabezar estas
líneas, no puede |
sorprender ni ser causa de
inquietud: |
puede exigir, sin duda,
adaptaciones, |
recortes, reordenaciones;
pero estan- |
do muy lejos de hacernos
temer sep- |
aratismos, los motivos
profundos que lo |
inspiran, incluso en las
tensiones que |
a veces provocan, se
resuelven final- |
mente en la unidad. |
16 (138) |
LA HOMILÍA |
DIALOGADA |
L'OSSERVATORE ROMANO del
27 |
de agosto último, en su
referencia a la |
inauguración de la «XX
Semana Litúrgi- |
ca Nacional de Italia»,
cuyo discurso de |
apertura fue pronunciado
por el Cardenal |
Lercaro, resumía una parte
del mismo de |
la siguiente manera: |
Entre las innovaciones
arbitrarias que |
se pretende introducir, el
Cardenal Ler- |
caro se ha detenido a
examinar la de la |
«homilía dialogada», de la
que se han he- |
cho experiencias en
algunas iglesias o |
comunidades parroquiales.
El Cardenal se |
expresó sin reticencias,
dijo entre otras |
cosas: Dejando aparte que
teológica- |
mente la incumbencia de
proponer ofi- |
cialmente la palabra de
Dios correspon- |
de a los obispos y, bajo
su garantía, a |
los presbíteros y
diáconos, y que, por |
consiguiente, la tradición
eclesial les re- |
serva esta misión, no se
ve cómo, en un |
plano existencial, los
fieles de hoy po- |
drían, en su gran
generalidad, llevada a |
cabo con utilidad. Ya que,
o se trata de |
delegar a alguien que se
juzga preparado |
para ello, y entonces
existen unos «mi- |
nistros de la palabra» no
solamente de- |
legados según una
provisión disciplinar |
que testifica —o, por lo
menos, supone— |
la debida preparación,
sino investidos |
Sacramentalmente de este
servicio con la |
efusión de aquel Espíritu
que «tiene la |
ciencia de la palabra» o
bien se trata de |
extender a todos el mismo
servicio y, en- |
tonces, resulta evidente
que no se puede |
evitar la impreparación y
la consiguiente |
«confusión de lenguas». |
Admite el Cardenal que
puede darse |
el caso de laicos que
estén no solamente |
tan preparados sino mejor
preparados, |
teológicamente, que el
sacerdote de quien |
reciben el comentario
homiliético; pero |
aun así, no sólo se
produciría una espe- |
cie de discriminación
entre todos los |
que, por el mismo título,
son miembros |
de la misma asamblea, sino
lo que es to- |
davía más
importante: que la palabra del |
laico teólogo carecería
allí de autoridad; |
por la misma razón que, ni
siquiera el |
más eminente jurista puede
substituir, |
sólo por este título, al
más humilde juez |
provinciano en el tribunal
donde pronun- |
cia la sentencia. |
«Ciertamente —concluye el
Cardenal |
Lercaro— que en el
Concilio hemos pe- |
dido que haya laicos
teólogos. Más toda- |
vía: laicos investigadores
en el campo de |
las ciencias sagradas; y
quisiéramos que |
fuesen muchos, y
recurriremos a ellos pa- |
ra tener más luz en todos
los campos de |
la doctrina sagrada, sobre
todo cuando |
se trate de iluminar con
la luz de la pa- |
labra de Dios sectores de
la vida terre- |
na; nuestra misma homilía
la preparare- |
mos, también, en equipo o
con el auxilio |
de los laicos que puedan,
con su expe- |
riencia, acercarnos a las
necesidades, a |
descubrir las desviaciones
y a secundar |
las esperanzas del hombre.
Y el carisma |
del «servicio de la
palabra», que se nos |
ha entregado por la
imposición de las |
manos, de tal modo así
confortado, se- |
gún la economía de la
gracia, y también |
con la contribución de los
laicos, conver- |
tirá en autorizadas, vivas
y eficaces nuestras |
enseñanzas en la asamblea
de los san- |
tos». |
17 (139) |
Tres Padres españoles |
comentando las inciden- |
cias del Congreso, en un |
descanso. |
Y... tres jóvenes |
del Oratorio de |
Albacete, que |
«coincidieron» en |
Roma, precisamente |
durante el Congreso. |
En la foto, |
salían de ver |
al Papa. |
18 (140) |
Una de las sesiones del
Congreso del Oratorio |
|
LA CONFEDERACIÓN DEL
ORATORIO |
El Oratorio es una
Confederación de casas autónomas, llamadas Congregaciones, |
en las que sacerdotes y
laicos viven en comunidad, sin votos, bajo la autoridad del |
Padres, que también llaman
Prepósito y que es elegido cada tres años. |
Proponen santificarse con
la observancia de los consejos evangélicos. |
Su finalidad es la
formación individual en la cultura espiritual y en la piedad, |
por medio de la
instrucción, contactos personales, dirección espiritual, ministerio de |
la confesión, predicación
familiar y apostolado litúrgico, especialmente entre los |
estudiantes y los jóvenes. |
(Del Anuario Pontificio). |
19 (141) |
NAVIDAD DEL SEÑOR |
MISA DE MEDIANOCHE |
La iglesia se abrirá media
hora antes (11'30) de co- |
menzar la celebración.
Absténganse los que no |
puedan ser puntuales. |
Como siempre, se ruega la
colaboración de todos |
para la observancia del
debido silencio y corrección |
que merece la casa de
Dios. |
El día 24, víspera de
Navidad, no habrá la Misa |
vespertina de las 8 de la
tarde. |
La noche de Año Nuevo, |
OCTAVA DE NAVIDAD, |
MISA DE MEDIANOCHE |
Suprimida, también, la
vespertina del día 31 |
Ya, desde ahora, a todos
deseamos una Navidad |
santa y feliz. |
LAUS DEO |
Director: P. Ramón Mas, C.
O. Edita: Congregación del Oratorio - Apartado 182.-Albacete |
Imprime: LA VOZ DE
ALBACETE, S. López, 24. 24-10-69 Depósito Legal: AB-103-62. |
20 (142) |
|