Compendio SUMARIOS del LAUS (1972-1995)
N.º 101. ENERO. 1972.
La paz que está en la justicia ―en el respeto del Hombre― y no en la fuerza ―en la imposición de un Orden―, se desprende del misterio navideño, ese acercamiento de Dios a la humanidad con el anuncio de una renovación iniciada con Cristo, pero todavía no acabada V por eso urgente. Todo el esfuerzo de la Iglesia se centra en la fidelidad a la transmisión de este mensaje, del Evangelio. Siempre nuero, siempre necesario, coincide con las aspiraciones más nobles y constantes de los hombres que buscan, con mejor o peor acierto, conscientemente o sin saberlo, lo que coincide con el ofrecimiento de Cristo.
N.º 102. FEBRERO. 1972.
ESPIRITUAL, pura, generosa, la luz es uno de los símbolos predilectos del Cristianismo. Los hombres Caminan sedientos de la verdad que ella simboliza: los cristianos acrisolan sus vidas en la diafanidad sobrenatural que les renueva, mientras se hacen, en el seno de la Iglesia, constelación de los hijos de Dios hacia la casa del Padre.
Núm. 103. MARZO. Año 1972.
CUARESMA, Semana Santa, Pascua: tiempo de revisar nuestro Bautismo, tiempo de purificación, de aproximación al misterio de Cristo; tiempo de agradecer su sacerdocio y todas las formas de consagración que le siguen, de cerca, en la vida, en el dolor y en la esperanza de su Reino, como la Virgen, la primera cristiana.
Este número contiene además de los horarios de las Conferencias Cuaresmales y de los cultos de Semana Santa.
Núm. 104. ABRIL. Año 1972.
PASCUA es la primavera de la Iglesia; la primavera I es la pascua de la naturaleza. Finalmente, en la última Pascua —en el último, definitivo "paso" de Cristo— todo convergerá en Dios. Mientras tanto, en el tiempo, es hora de secundar el impulso del constante amanecer de la vida, siempre refloreciendo, prometedora de frutos que serán la cosecha de Dios: unidad, paz, todo bien, hasta ser renovada la faz de la tierra. En la Iglesia ya están los que viven y anuncian la primavera de Dios.
Núm. 105. MAYO. Año 1972.
FRUTO de la Redención son los santos; aquellos que están más cerca de nosotros nos los propone Dios por su fidelidad a la Gracia y por su ejemplo en la Iglesia, como estímulo que hemos de recoger y seguir con agradecimiento y amor. Somos familia de santos, dentro de la gran familia de los hijos de Dios.
Núm. 106. JUNIO. Año 1972.
EL sol fecunda la tierra, como Cristo ―el gran Sacramento del mundo―, prepara la madurez de la Iglesia, que crece y se purifica, a través del tiempo, por la eficacia de los signos de su Gracia, para la evolución hacia la transparencia de su luz.
Núm. 107. OCTUBRE. Año 1972.
DEL trigo el pan, de la uva el vino, el verano ha dado al hombre el premio de su trabajo. Cultivar lo creado Y ―para el creyente­― elevar lo natural es tarea. Y esperanza que convierte en obra de gracia el trabajo, el conocimiento y el perfeccionamiento de los hombres y de las cosas. Tarea y esperanza que no se acaba y que otoño señala otra vez.
Núm. 108. NOVIEMBRE. Año 1972.
LA inflexión misteriosa del dolor y la muerte es el tributo que la sensibilidad paga a la Vida, con la Inmortalidad sembrada en el espíritu y en todo lo que el espíritu levanta, más fuerte, más ágil, más alto.
Mientras la esperanza se hace camino que va de la fe al amor.
Núm. 109. DICIEMBRE. Año 1972.
DIOS y el hombre, debilidad y fuerza, naturaleza y U gracia, historia y eternidad... Todo se centra en el mensaje de la encarnación del Hijo de Dios. Sólo a través de su significado es posible una interpretación cristiana del hombre, del mundo y de la Iglesia.
Núm. 110. ENERO. Año 1973.
TNA PAZ que no sea tregua para preparar negocios de guerra en otra parte, que no sea mentira para esconder otras violencias. La paz todavía y siempre, en el deseo sincero, en la esperanza mantenida; la paz fundada y guardada en estas cuatro urgencias y cuatro burlas de nuestros días: la verdad, la libertad, la justicia y el amor.
Núm. 111. FEBRERO. Año 1973.
EL PAN y la verdad, y el pan de la verdad. Pida, pensamiento, libertad. Ni hambre en los cuerpos, ni esclavitud de mentira en los espíritus. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, vivo, libre, abierto, para que sea comunidad con los demás hombres; no cifra, ni pieza del mundo, sino espíritu en el mundo.
Núm. 112. MARZO. Año 1973.
TIRARNOS cada uno y mirar el mundo con el deseo eficaz de la conversión cristiana, es entrar en una actitud penitente. La penitencia, en la Biblia, es conversión personal y colectiva: la voz de los Profetas, las exigencias del Evangelio, la predicación de la Iglesia, la vida —sin mitos— de los Santos, lo atestiguan. Ya no es Nínive, ni una orilla del Jordán:
somos nosotros y la sociedad en la cual vivimos.
Ns. 113-114. ABRIL-MAYO. Año 1973
COMUNIDAD y comunión de santos es la Iglesia de Cristo. Se nos recuerdan los nombres de los que A nos han precedido en la fe y en la gracia, como estrellas lucientes en un firmamento sobrenatural, a través de cuyas constelaciones nos llega siempre la misma luz de Cristo, para nuestro estimulo, mientras peregrinamos.
Núm. 115. JUNIO. Año 1973.
HACE DIEZ AÑOS que Juan XXIII decía: «La paz en la tierra, anhelo profundo de los seres humanos de todos los tiempos, puede ser instaurada y consolidada sólo con el pleno respeto del orden establecido por Dios... orden cimentado en la verdad, construido según la justicia, vivificado e integrado por la caridad y puesto en práctica en la libertad». Cualquier apologética, cualquier moral deberán apoyarse siempre en estos cuatro pilares, todavía no aceptados sinceramente por los hombres. Por esto no tienen paz.
Núm. 116. OCTUBRE. Año 1973.
AR A la juventud también otoño es primavera; para la cultura, más; para el espíritu, siempre, porque no puede envejecer, aunque caigan todas las hojas de los árboles del mundo. En éste, siempre, mientras dura, florecen nuevas esperanzas y despiertan amaneceres de luz para todo el que los quiera ver, mirar y recoger con los ojos y con el corazón los horizontes que se dilatan.
Núm. 117 NOVIEMBRE. Año 1973
HAY un magisterio de la muerte de la muerte de los que vemos morir y de la que inevitablemente nos espera. Su lección es para la vida. Pero, a los ojos de la fe, más allá de lo que entendemos por esta vida, transformada, la vida sigue.
Núm. 118. DICIEMBRE. Año 1973.
PALOMAS picassianas como símbolo de la paz. Pero, además, y sobre todo, lealtad a Cristo y a los hombres para anunciarla; gozo por los mártires y los perseguidos que la proclaman; buena voluntad para recibirla, y riqueza de imaginación para edificarla, venciendo el miedo, superando las tristezas —las debilidades― de todas las violencias. Conmemoraciones significativas:
«Pacem in terris», «Derechos de los hombres». Siempre la paz: de la justicia, en la libertad, con la verdad, para el amor, desde el amor.
Núm. 119. ENERO. Año 1974.
IDEALES, verdaderos ideales, como el que puso en camino a los magos, como las esperanzas de los profetas, como la transformación del hombre y del mundo propuesta y obrada por Cristo, como la entrega de la fe, como las abnegaciones de todos los hombres de buena voluntad que han querido y quieren hacer el bien y obrar lo justo. Ideal de una Iglesia cada vez más purificada, ideal de un mundo mejor, ideal difícil de la paz, ideal de verdadera justicia... Así comenzar el año, y comenzar todos los días, y vivir toda la vida.
Núm. 120. FEBRERO. Año 1974.
N ARECE que vamos a Dios; pero Dios ya está aquí:
sólo falta descubrirlo desde lo concreto, no para reducirlo a este mundo, ni para suplantar nuestra vida, sino para ser nuestra vida y para proclamar el sentido del mundo. Sin destruir nada, pero transformándolo Lodo. No lejos, no luego, no al lado; sino ahora y desde dentro.
Núm. 121. MARZO. Año 1974.
CUARESMA, conversión, transformación según la imagen de Cristo, porque somos ciudadanos del cielo; pero desde la tierra. Porque queremos una transformación del mundo; pero desde nosotros, desde cara hombre. Porque aspiramos a la fecundidad de la gracia sobrenatural; pero desde la naturaleza. Y amortizar el carnaval fanfárrico de un cristianismo folklórica; pero sin destruir los signos, sino purificándolos.
Difícil, pero necesario. Otra cosa, puede entretener, pero no es cristianismo.
Núm. 122. ABRIL. Año 1974.
TRABAJAR por la verdad es trabajar con la fraternidad de los hombres, había dicho Juan XXTII: Y ésa es la misión de la Iglesia. Porque a ella corresponde extender el beneficio de la Redención a todos.
«La verdad os hará libres» había dicho Cristo. Verdad y libertad, temerlas o impedirlas sería una contradicción cristiana.
Núm. 123. MAYO. Año 1974.
TODOS somos deudores de Dios. En el orden de la Providencia, además, somos deudores de aquéllos que Dios nos ha puesto en el camino para conocerle mejor, para mejor caminar hacia Él. La veneración a los Santos responde a esa necesidad de gratitud, a Dios ya ellos, por la gracia de los ejemplos, de los estímulos, de los descubrimientos, de la mediación con que acompañan el camino de la Iglesia. Dentro de ella, todos nos debemos algo, unos a otros, respecto de Dios. Además, con frecuencia sentimos que somos deudores de algo especial en relación con algunos que nos han acogido en su Casa, como si les sucediéramos en la amistad y en la familia y en los propósitos de apostolado y en el esfuerzo por continuar, en la Iglesia, y en el mundo, su estilo y su obra. Por eso nos alegramos al recordar a san Felipe Neri, que estimamos como Padre espiritual y como maestro, en este intento de caminar, con alegría y venciendo flaquezas, por los caminos del Evangelio y del amor a la Iglesia, también en esta hora, tan parecida a la que él vivió.
Núm. 124. JUNIO. Año 1974.
DESDE la ciudad, el verano, es una pausa; desde el campo la cosecha, el premio de los afanes, casi en la mano. Pausa es disipación, y cosecha la venganza de la avaricia, si hemos perdido la capacidad para la meditación, el gozo y el esfuerzo de la generosidad; si el sol de la pereza o de la codicia nos quemara las vidas en la huida o en el ardor inútil. ¡Que no sea así, que esperemos cosechas para convertirlas en nueva sementera para repartir! Hay un verano más alto, y un sol todavía más claro.
N.º 125. OCTUBRE. 1974.
COMO las hojas que el viento se lleva, pasan los días, los meses, los años. Pasan las cosas, pasamos nosotros. Pero la vida no sólo es pasar. Vivir es estar y crecer; vivir es hacer y crear. Aunque los árboles pierdan las hojas, el viento no alcanza a arrancar las raíces. Sigue la vida también para el árbol. Las nubes de otoño no apagan el sol, ni pueden subir y arrancar las pupilas del cielo — estrellas altísimas...
Otoño es crecer todavía. Hacia dentro. Hacia arriba.
Núm. 126. NOVIEMBRE. Año 1974.
V ENOS organización externa; pero más vida interior.
Sin angelismos; pero más espirituales. Sin materialismo, pero más humanos. Sin derrotismos; pero más realistas. Sin vanidades, ni triunfalismos; pero sinceros reconocedores de todo el bien que debemos a la Iglesia, purificándonos con ella, extrayendo de la fe y de la vida de gracia, sentido y fuerza, esperanza y alegría de seguir caminando.
Núm. 127. DICIEMBRE. Año 1974.
NACER y novedad se parecen a Navidad. Tal vez para que aprendamos a nacer, a estimar mejor la vida de hombres, desde que Dios la ha compartido.
La vida cristiana es totalmente "vida": nacimiento, resurrección. La nada no existe y la muerte tampoco. Por esto cantan los ángeles y sonríe el mundo: ese gran portal de los vivientes que van despertándose para mirar al cielo.
Núm. 128. ENERO. Año 1975.
AÑO SANTO, Año Internacional de la Mujer... y año de la universal austeridad. Salvo que, superficiales, dormidos pasemos por las verdades y por los dolores, sin interesarnos la justicia, ni la dignidad, ni el bien ni el mal de los otros. Año 1975: número bello, a pesar de todo. Bueno, próspero, justo, santo, si quisiéramos.
Núm. 129. FEBRERO. Año 1975.
LA CUARESMA, entendida sólo como austeridad, coincide, este año, con el principio de una época crítica que afecta a todo el mundo. Pero para el Cristianismo la austeridad no es solamente privación y ayuno, sino, principalmente, tiempo de reforma, de conversión. Podemos, en el mundo, en nuestro mundo, tomarlo y tratarlo desde nuestra reforma personal y social y, desde esta asunción, no tendremos más remedio que ayunar, que desprendernos. No llegaremos a ser "buenos" porque ayunamos, sino que haremos bueno y generoso nuestro ayuno si nos convertimos.
Núm. 130. MARZO. Año 1975.
MÁS ALLÁ del dolor, de la muerte; más allá de las mentiras y de los pecados de los hombres, está la verdad y la vida nueva que Cristo estrena y ofrece a los hombres, asociados a su misterio. Desde el tiempo, pero más allá del tiempo; desde lo humano, pero más allá del hombre; en el mundo, pero más allá de la creación.
El misterio cristiano no es una oscuridad, sino un amanecer. Tal vez nos falte comprender por qué y cómo el Bautismo es un nacimiento.
Núm. 131. ABRIL. Año 1975
PASCUA es el tiempo de la "presentidad" del Señor en medio de los que han creído en él. La Iglesia se forma a partir de esta conciencia, de este descubrimiento: «Hemos visto al Señor». La Iglesia viene del Señor, de verlo, de creer en él. No vamos a Dios; venimos de Dios.
Núm. 132. MAYO. Año 1975
La verdad hace libres; la libertad facilita el entusiasmo espontáneo del bien; la actividad llevada con el gozo de Dios en el alma es el mejor apostolado y, seguramente, el único verdadero apostolado. Y el apostolado resume todo el amor a la Iglesia y todo lo que puede hacer un ser humano que se consagra a Dios. Dedicamos este número a nuestro Santo Padre Felipe Neri, que es ejemplo de libertad en el amor, de fidelidad en el bien, de entusiasmo por la Iglesia, a la que amó y sirvió, de una manera original y al mismo tiempo sencilla, en una época que se parecía mucho a nuestros tiempos.
Núm. 133. JUNIO. Año 1975.
LA IGLESIA, como espiga de hombres que va creciendo en el campo del mundo, zarandeada por los vientos, pero con el oro en sus granos, como la gracia de Dios en las almas. La lluvia y el aire limpian los tallos cimbreantes, y crecen bendecidos por la claridad estival que se aproxima. Los apóstoles están aquí, presididos por el primero de la lista que nombra el Señor, cuando busca "trabajadores" para su campo: es Pedro.
Núm. 134. OCTUBRE. Año 1975
MISIONES. Todos tenemos alguna, ni remota, ni indefinida. Misión desde la fe; encargo de Dios, no añadido a la vida, sino para que esté en el centro mismo de nuestra vida. Vida que no cabe, ni acaba con el tiempo; misión que trasciende el solo ser personal, y que va más allá del quehacer temporal, porque nos lleva, y nos impulsa a llevar a los demás a la transformación del mundo y hacia Dios.
Núm. 135. NOVIEMBRE. Año 1975.
SI el silencio que imponen los primeros fríos sirviera para recoger nuestro pensamiento, para encontrarnos a nosotros mismos y abrirnos al ámbito sincero de la fe, podríamos hacer la vida más hermosa y fecunda, aunque veamos ahora caer las hojas de los árboles.
No importa, no es la muerte: cuando las ramas se hacen rugosos brazos desnudos e, inmisericorde, el leñador tala el mudo ademán tendido al cielo invocando la ultima luz, no obstante, debajo tierra, silenciosamente, permanecen intactas las raíces y crecen más deprisa, para que el árbol tenga, cuando vuelvan las hojas y las flores y los frutos, el tronco más recio.
No hay muerte, no hay dolor infinito, no hay fracaso.
Todo es esperanza, dolorosa y humilde, pero inmortal.
Núm. 136. DICIEMBRE. Año 1975.
SER todos los hombres hermanos porque Dios ha entrado en la Humanidad y se ha hecho hermano de todos. Él rompió la barrera que separaba al hombre de Dios, aunque los hombres no hemos derribado, todavía, la que nos separa a unos de otros.
No siempre por malicia. Casi siempre, sí, por debilidad, por ignorancia, por tardía disolución de los egoísmos...
Pero caminamos ya, y avanzamos, con Cristo a nuestro lado, por la Historia, y hasta más allá de la Historia: en el Misterio y hacia el Misterio. Con "buena voluntad".
Núm. 137. ENERO. Año 1976.
NO NUEVO, y más nuevo que otras veces. Ojalá.
Para los cristianos, sin embargo, esa novedad está siempre presente; el tiempo es siempre una novedad que amanece para ser colmada de crecimiento. Balances y expectativas, para recomenzar siempre, sin repetir, Inventando.
Núm. 138. FEBRERO. Año 1976.
HACER más consciente la vida de fe, cultivando esta fe, que es mirada, compañía, conocimiento y vida L en el Señor. No es que las obras nos lleven a la fe; sino la vida de fe que nos llevará, sin darnos cuenta casi, al obrar como hijos de Dios. Pero la fe ha de ser cultivada; Dios ha de ser tratado, conocido, vivido. La fe no es un título, sino una gracia y una experiencia.
Núm. 139. MARZO. Año 1976.
NI HEMOS de esperar milagros que nos releven de nuestro cotidiano esfuerzo por el reino de Dios, ni encanto de sabidurías que extasíen la inteligencia y complazcan la fantasía. Milagros pide el fanático; ideas el descreído. Los cristianos, en cambio, sólo tenemos a Cristo crucificado: ese fracasado glorioso, que nos ofrece la sabiduría de la fe y la fuerza de la abnegación, sabiduría que parece exceso y locura al mundano, y abnegación que escandaliza al beato y al fariseo.
Núm. 140. ABRIL. Año 1976.
«NO ES otra cosa la Eucaristía que el amor revestido de discreción; Cristo está presente y oculto en ella. Da el vértice de la vida mientras asume todas las inmovilidades y silencios de la muerte. Es el lenguaje oculto de Dios, pero es, además, la sugerencia de un método: conversión del mundo no desde el exterior al interior, sino desde dentro afuera». — CARD.
GIULIO BEVILACQUA, C. O.
Núm. 141. MAYO. Año 1976.
NOS ALEGRAMOS de ser hijos de Dios, miembros de la Iglesia y discípulos de los santos, en este mundo y en esta hora, cuando todavía es tiempo de Dios y la tierra campo de la Iglesia para la fecundidad de la gracia.
Núm. 142. JUNIO. Año 1976.
CONSUBSTANCIAR la fe con la vida; no una fe para después de la vida, ni una fe al lado o adjetivando la vida del hombre. La Iglesia de Cristo es el proyecto de esta inserción de su Evangelio en todo el existir, pensar, querer, poder y hacer del hombre en este mundo, desde este mundo, para transformarlo en "Reino de Dios".
Núm. 143. OCTUBRE. Año 1976.
OCTUBRE es austero, aunque no triste. Se han recogido las últimas cosechas del verano. La tierra ya no dará más, si, otra vez, no le echamos primero.
Por eso hay que preparar los campos para la sementera.
Hay que volver a tensar los esfuerzos, menos clamorosos, pero más constantes. La pausa tomada por las cosechas gozadas no puede ser demasiado larga. Las fiestas interminables enervan, mientras la vida erige y espera ―no sólo en los campos― la generosidad de otra siembra. Se hará, y el hombre crecerá otro poco, sobre la tierra, hacia otro sol de otro verano.
Núm. 144. NOVIEMBRE. Año 1976.
HAY una primavera oculta, de pensamientos y de H ideales, hacia adentro, a punto de florecer, en el I silencio del frío, en el alma que se recoge, cuando los vientos desnudan los árboles y señalan el invierno inmediato. La actividad humana no se detiene, el hombre no muere, la vida sigue. Sólo los espantajos del miedo quiebran las voces de esperanza. Pero la esperanza tampoco muere, porque está, pura, en todo lo espiritual. Y el espíritu es incorruptible, aunque no lo sepan los cobardes y los violentos.
Núm. 145. DICIEMBRE. Año 1976.
SUMARIO {T}
CUANDO Dios entra en la historia – tiempo y espacio, de los hombres, también nace". Luego acepta la humildad de morir, como los hombres; pero transforma la muerte en un supremo y glorioso nacimiento: la Resurrección.
Dios se encarna y entra en nuestra vida, y los cristianos creemos y la fe nos incorpora a la suya: renacemos después de nacer. Ya no es la vida un continuo morir, ni el hombre un proyecto para la muerte, sino un ser abierto a la bienaventuranza. Por eso los primeros cristianos llamaban, a lo que los paganos denominaban "muerte", el nacimiento para el cielo" v la "vida en Cristo". Hay dos nacimientos: el terreno y el de la bienaventuranza; para el fiel siempre es Navidad.
Núm. 146. ENERO. Año 1977.
PAZ. Una paz por hacer, que vamos a hacer, que ya estamos haciendo. Una paz que no es descanso ni reposo en algo cristalizado, estático, inmóvil; sino que surge del esfuerzo de cada día, de cada instante, de cada impulso.
Cristo vino a hacer, a comenzar a hacer, a iniciar lo que todos hemos de completar. Paz en la tierra; pero paz que la tierra quiera, busque, construya.
No la paz resignada al fatalismo de las injusticias o las mentiras inevitables; sino paz que conquista la verdad y que se acerca a la justicia, incesantemente, caminando con Cristo al lado.
Núm. 147. FEBRERO. Año 1977.
NO HACE FALTA buscar la sencillez de la vida ni la de las cosas: está ahí y permanece en el mundo y en nosotros mismos mientras no nos precipitemos a falsearlas o a mentir, hablando o callando, actuando o inhibiéndonos. La sencillez es la limpieza de la verdad de cada cosa, es el camino corto de todo lo auténtico. Mientras nos consta que Cristo eligió la sencillez, nos empeñamos, todavía, en complicar las verdades más elementales, sobre la vida, sobre Dios y sobre nosotros mismos.
Núm. 148. MARZO. Año 1977.
HAY una violencia que está en cada ser que crece, mientras persiste en su desarrollo. Esa violencia no es desconocida para el cristiano, y entra en la ley de su vida. Negarla equivaldría a negar la "conversión" espiritual que le es indispensable, y la transformación de todo su hacer en el mundo. Otras violencias son menos profundas que ésta.
Núm. 149. ABRIL. Año 1977.
UN CIRIO pascual, una luz en el mundo para todos.
Limpieza de sinceridad de la vida renovada. Todos los hombres no son todavía cristianos. Pero aún antes de aupar para que los que no se han bautizado o que permanecen lejos de la Iglesia, vengan o vuelvan a ella, convendrá la renovación, la conversión de los que, querámoslo o no, hemos de dar la imagen de Cristo a los que todavía no lo conocer, o lo conocer mal. Y esto hemos de desearlo, quererlo y hacerlo, porque es posible y es necesario, para nuestra misma felicidad y la que buscan y necesitan todos los hombres.
Núm. 150. MAYO. Año 1977
LA IGLESIA celebra las fiestas de los Santos, no para alimentar el mito a que es propenso remitirse el hombre elemental, sino precisamente para ir des montándolo, de modo que, esas figuras destacadas que nos recuerdan, al reproducirlo, el rostro de Cristo presente en su Iglesia, sean cada vez menos una substitución de los héroes mitológicos del paganismo, y nos introduzcamos en la realidad sobrenatural de aquello que la fe, convertida en vida, pudo lograr en los que de veras se han entregado al Evangelio y puede, todavía, lograr en nosotros si, como ellos, nos abrimos a la Palabra del llamamiento definitivo al bien, al Reino de Dios, sin búsqueda de prestigios que la vanidad podría sugerir incluso en las apariencias de la misma santidad, sin huidas enajenantes del deber inmediato de hombres de esta tierra, aunque para el cielo. Como fueron los santos: enamorados, realistas y sobrenaturales.
Núm. 151. JUNIO. Año 1977
Publicación mensual del Oratorio Núm. 151 JUNIO Año 1977 SUMARIO N UANDO la crítica no sea ya desahogo de venganzas, frustraciones o resentimientos; ni las adhesiones 4 búsqueda de seguridades artificiosas, ni la duda pereza de la Inteligencia: ni el sentimentalismo sucedáneo del verdadero amor; ni las decisiones cálculo salvador de las apariencias y mantenedor de la vanidad; cuando el ansia de la propia justificación desaparezca y se despierte el hambre y sed de lo mejor, al margen de nosotros mismos; cuando busquemos las aproximaciones más adecuadas al querer y al plan de Dios en el mundo, en la Iglesia y en la vida de cada hombre... estaremos lejos de la pérdida inútil de energías y de la irracionalidad de cualquier fanatismo, o del embobamiento de cualquier beatería. Y estaremos cerca, más cerca, del Reino de Dios, que retardamos con los cálculos del egoísmo y las fantasías huecas de la ignorancia.
Núm. 152. OCTUBRE. Año 1977
TEMOS de movernos, hemos de hacer y trabajar, sin perder jamás la clarividencia interior, contemplando, desde la fe, la vida, el mundo. Trabajar bien, de prisa, y mantener viva, constante, la conciencia de la compañía de Dios. El resto es buen gusto y buenos modales. Bastaría para la fidelidad al mejor ideal y al más sencillo buen ejemplo cristiano.
Núm. 153. NOVIEMBRE. Año 1977
NOVIEMBRE, con la vida que se amortigua y la muerte que se insinúa: con el resto de calorcillo que se agradece mientras se apaga, y el frío que nos saluda austero; con el recuerdo de las cosechas menguadas y la avaricia de la semilla que se pierde en los cálculos todavía problemáticos, es el panorama del invierno que acecha. La muerte y la vida, el frío y el calor, la pena y la esperanza... Y, por dentro, el pensamiento que trabaja, el espíritu que no muere, la inteligencia que recoge y organiza las verdades de la vida, y las guarda, por encima de las controversias, como rescoldo que prepara y garantiza otras, superiores, claridades. Hay que vivir más, y hay que saber más cosas del mundo, del hombre y de Dios. La vida sigue.
Núm. 154. DICIEMBRE. Año 1977
NAVIDAD de novedades, Navidad de esperanzas y de incertidumbres, de fugacidad del gozo para adentrarnos en la presentida austeridad invernal, más rigurosa, nos aparece, este año, que otras veces. Navidad, no obstante, que, como todas las Navidades, nos lleva a acercarnos a los personajes de la primero de este mundo, para mirarlos y aprender de ellos a entrar y seguir por los caminos humildes que Dios depara a los que quiere más puros para que vean mejor, desde la misteriosa sencillez de lo más santo, la aparición y la presencia de Dios entre los hombres.
Núm. 155. ENERO. Año 1978
LA PAZ, ese concepto ultrajado, que todas las teorías defienden, pero que se desmiente prácticamente en añicos de hipocresía y asepsia farisaica. Una palabra más, utilizada como el resto de la colección de egoísmos, de engaños, desde el momento en que, íntimamente, el hombre no purifica su mente de la idea de lucha ―¿fratricida?― con que toma la vida, donde la profunda ignorancia de lo mejor, le hace ter a los demás como contrarios o como rivales y, enseguida, maniqueamente, como "malos". Donde la ignorancia se viste de humildad, la ambición de buen celo, el silencio y la mentira de prudencia y el orgullo de dignidad. ¿Quién quiere, quién sabe querer, quién desea honradamente la paz?
Núm. 156. FEBRERO. Año 1978
REAVIVAR la fe, encararnos más atentamente con lo sobrenatural; buscar y tratar con Dios. Y de aquí vendrán actitudes nuevas y una visión más serena de la vida, y comprenderemos que hemos de hacer en ella. Dios es importante y tomar el Bautismo recibido como una herencia que nos dispensa del trabajo y del compromiso de seguir buscándole para conocerle mejor, anquilosaria la fe. Por esto la Iglesia nos programa estos tiempos de renovación espiritual, para ilustrar nuestro conocimiento y estimular nuestra conciencia cristiana.
Núm. 157. MARZO. Año 1978
CRISTO es la verdad: la verdad de Dios y la verdad del hombre; la verdad que tenemos y la verdad que nos falta; la verdad que enseña y la verdad que pregunta; la que se nos da y la que hemos de ir haciendo; la verdad del esfuerzo y la verdad de la fe; la verdad que enriquece y salva, y la verdad que compromete y transforma; la que buscan los limpios, la que necesitan los tristes. Cristo es toda la verdad: La verdad de la vida, la verdad del dolor, la verdad de la muerte y la verdad del amor. Cristo es la Verdad.
Núm. 158. ABRIL. Año 1978
ALABAR a Dios por sus obras y, en especial, por la Resurrección de Cristo, su Hijo, nuestro hermano, hombre, además, como nosotros... ¡Qué bien que sea en primavera, cuando hasta los árboles vuelven a levantar las ramas, como brazos en alto, para aplaudir a Dios, en nombre de toda la creación!
Núm. 159-160. MAYO-JUNIO. Año 1978
EL ACTA DECÍA:
Núm. 161. OCTUBRE. Año 1978
EL MUNDO mira a Roma, donde el efímero pontificado de Juan Pablo I deja otra vez vacante la silla de Pedro, tras la muerte de Pablo VI. Pero nada ha sido inútil ni desgraciado. La Iglesia no mide tiempo ni pesa cantidades, y recoge el tesoro de las palabras y los gestos ―pocos o muchos, de los últimos pastores mientras espera el gozo seguro de otra bendición de la Providencia, de otras manos que recojan el cayado y continúen el camino con toda la grey expectante.
Núm. 162. NOVIEMBRE. Año 1978
Publicación mensual del Oratorio Núm. 162 NOVIEMBRE Año 1978 SUMARIO UN PAPA nuevo, más bien que un nuevo Papa, va a ser por su origen, por su carácter, por sus actitudes, Karol Wojtyla. La Iglesia, con él, se rejuvenece y abre a nuestras esperanzas, mientras el mundo entero lo recibe con simpatía y entusiasmo. ¡Ojalá los cristianos ayudemos a convertir en realidad las esperanzas de la Iglesia y del mundo!
Núm. 163. DICIEMBRE. Año 1978
LOS pastores, los magos, María, José... Figuras todas casi mitificadas, por encima de la realidad sencilla de su vida y de su encuentro con el Dios-Hombre.
Estilizado el pensamiento, su claridad simplificada se hace universal. Cristo es más que el hito de nuestra era: es Dios que debe ser adorado, es Rey que se convierte en nuestro guía, es Hombre que puede ser entendido. Nos falta sólo querer y ser capaces de un ideal. Ahora es Navidad: hay un camino y una estrella sobre el camino.
Núm. 164. ENERO. Año 1979
EDUCAR para la paz es creer que el hombre es capaz de entender, de querer y de construir la paz. Educar es educir, sacar a flote las virtualidades del ser racional y responsabilizarse en el uso y destino de todas sus fuerzas, capacidades y deberes. El ideal de la paz, es posible, es necesario y es un deber, por lo menos como seres racionales, pero sobre todo como cristianos.
Núm. 165. FEBRERO. Año 1979
EL Papa pasa a "la otra orilla" del mundo: ha ido a América, pero a la América de los pobres. El mundo todavía es pobre de muchas pobrezas, porque no conoce u Cristo. Los hombres han buscado en el gesto del Papa y en sus palabras lo que pudiera ser como la primera gran definición de su pontificado. Pero la definición está ya en el Evangelio: el Papa solamente ha dicho que, lo definitivo, está por hacer, que es posible hacerlo y que hay que hacerlo, entre todos.
Núm. 166. MARZO. Año 1979
LA SAVIA empuja, otra res, la vida de las plantas, y la Gracia la de los cristianos. Volver a vivir. Re-morir y re-vivir. Renovarse y resucitar en todo el ser que se prepara a estrenar vida. Lograríamos, en la Iglesia, cada uno y para todos, ese personal renacimiento y transformación de todo el ser si la fe que profesamos la entendiéramos no solo como la afirmación de Dios en nuestra vida, sino como el compromiso, por Dios, ante todo este mundo que queremos transformar para él.
Núm. 167. ABRIL. Año 1979
EL HOMBRE no es un ser destinado al absurdo, sino a la trascendencia; hay un plan divino sobre él, en el que interviene, además, su libertad. A partir de ahí, es posible avanzar superando las aparentes contradicciones. Esa gran contradicción que es el testimonio y el fracaso de Cristo, su vida y su muerte, su humillación y su gloria, su amor y su dolor, son la garantía, el anticipo que todo hombre tiene, si acepta la dialéctica de lo sobrenatural, para ser definitivamente libre, redimido.
Núm. 168. MAYO. Año 1979
LA IGLESIA surgió de un grupo de amigos aglutinados en torno a Cristo. La amistad se convirtió en fraternidad y ésta en familia de Dios, la Iglesia.
Dentro de la Iglesia ―familia de familias, pueblo de pueblos y naciones y pueblo de Dios― todos los movimientos que la han desarrollado o rejuvenecido, han pasado por el mismo proceso: una amistad, una comunidad de hermanos, una familia... Con gozos y esperanzas, con abnegaciones y sacrificios, y a veces con pruebas, como ocurrió en la originalidad cristiana y como se repite en la totalidad de la historia de la Iglesia, todavía peregrinando hacia el Padre. El Oratorio es uno de estos movimientos, que tuvo su origen en un pequeño grupo de amigos reunidos en torno a san Felipe Neri, hace cuatro siglos, en Roma, y que se ha ido reproduciendo en otras partes, también en Albacete.
Núm. 169. JUNIO. Año 1979
LIBERTAD y vida; libertad en la vida, para que la vida sea verdaderamente humana. Pero para ello, esta vida ha de ser poseída por el propio ser, conocedor de sí mismo. Por eso el hombre es libre cuando es activo y puede, consciente de sí mismo, guiar esa actividad conocida. La libertad comienza en la inteligencia y se manifiesta en la creatividad, pacifica, humilde, austera y constante.
Núm. 170. OCTUBRE. Año 1979
EL MUNDO no está enfermo de males ni intoxicado de errores, sino, más bien, ayuno de bienes y necesitado de verdades. Alimentarle con la verdad que sabemos y podemos comunicar, fortalecerle con ese bien que tenemos y debemos compartir, y educarle para que no desperdicie fuerzas ni desprecie la verdadera luz: ésa es la misión que nos incumbe, aun antes de protestar por lo que honestamente no nos gusta. Olvidarlo sería ingratitud por una capacidad recibida y, además, traicionar un encargo que nos compromete ante Dios, y unos frente a otros, porque Dios es padre de todos, y todos somos hermanos.
Núm. 171. NOVIEMBRE. Año 1979
LA VIDA es una maravilla y un misterio. Contemplar su proceso nos admira: participar en su movimiento, sentirnos el pulso, nos entusiasma. Somos, cada uno, una ruedecita luminosa más ―como una diminuta estrella pensante— del gran reloj del mundo. Y, para cada uno, vivir es presidir el propio camino desde el centro de la inteligencia, en el ápice del espíritu, en el tránsito hacia la inmortalidad, donde el gran artífice, el Autor de la Vida, nos espera.
Aquí todo consiste ―precariedad de lo que llamamos Vida— en un trascendental ensayo, abierto a la expectación de lo definitivo, donde la inmensa grandeza del universo y el universo de cada alma, cabrón, como gotas de rocío, en las manos potentes, sabias y amorosas de Dios. Eso que hemos contenido en llamar cielo, pero que es el calor y la trasparencia de la verdadera Vida en el regazo de la plenitud del Ser.
Núm. 172. DICIEMBRE. Año 1979
EN LA CREACIÓN, Dios dijo y fue hecho». En la Encarnación, Dios «hizo» y se convirtió en Palabra viva para toda la Humanidad. Jesucristo es la última y toda la Palabra de Dios a los hombres: en Jesucristo todo se dice, todo se contiene, todo se manifiesta y expresa. Es la gran realización que resume todo lo creado, y lo convierte en proyecto universal del Reino de Dios.
Jesucristo es principio y fin de todo: principio y fin para el hombre y culminación de la revelación o manifestación de Dios al hombre. Un ser en el que todo es Palabra de Dios.
PORQUE ES MEDIODÍA...
Núm. 173. ENERO. Año 1980
LA PALABRA "paz" es corta como "pie" y hay que decirla andando, como todo lo que ha de hacerse vida en el hombre. Paz para la vida y paz en la vida, para que quepan, en la paz, todos los demás bienes y para que en ella se guarden y se multipliquen todos.
Paz en el hombre, dentro del hombre; paz que, para que lo sea, es imposible añadir o imponer; paz que ha de nacer y de crecer en el bien y de la justicia.
Núm. 174. FEBRERO. Año 1980
LA BENDICIÓN de la paz o la maldición de la guerra... Pero todavía persiste el anhelo de bien, frente a la amenaza del mal, aunque no acertamos a conjurar los continuos peligros. Ni basta con sólo pedir a Dios lo que depende, ya, de los hombres, de lo que entre todos debemos hacer. La Iglesia ―la asamblea, ya en la historia, de los hijos de Dios, de los continuadores de Cristo— contiene la semilla de verdadera esperanza de todas las bendiciones que el hombre anhela. Y el hombre las alcanzará cuando se vuelva a Dios y le mire como Padre y entonces la vida del hombre será una proclamación de la gloria divina. Porque Dios es Dios de paz; el hombre, todavía, una criatura de Dios, inteligente y libre, para la paz.
Núm. 175. MARZO. Año 1980
NO es solamente por el reclamo de los textos litúrgicos, porque, si a pesar de ellos, nos olvidáramos de la necesidad de estar siempre abiertos a la conversión, quedarían las voces del mundo, hoy todavía más fuertes, que nos piden a todos los hombres, ese gran esfuerzo de transformación de todo y de conversión de todos. Las cosas cambiarán cuando se miren desde Dios y hacia Dios, los hombres nos convertiremos cuando volvamos al Evangelio.
Núm. 176. ABRIL. Año 1980
LA fluidez del presente se alimenta de recuerdos del pasado y de esperanzas cara al futuro. Pero, desde la fe, el futuro es algo más de lo que pueda caber en el tiempo: es el desarrollo, es la re-creación purificadora para alcanzar a Dios, ya desde este mundo, sin que ::nos sea posible tomarlo como una instalación, sino como un progreso que nos obliga a un continuo renacimiento interior, donde Dios se manifiesta poco a poco, en consonancia con el devenir del mundo que nos rodea, y de las circunstancias que nos retan a buscarle, sin cesar. No podemos instalarnos aquí, sino que hay que seguir buscando.
Núm. 177. MAYO. Año 1980
LA IGLESIA es como un árbol, Cristo como la vid:
Los santos son ramas de ese árbol, y sarmientos unidos a la vid; el árbol da fruto a su debido tiempo, la vid da vida a los sarmientos. Plantados en este mundo hasta la hora de la cosecha; unidos y radicados en Cristo que vivifica. Como un árbol, como la vid:
Cristo, los santos, nosotros. Cada rama su buen fruto, cada sarmiento su racimo.
Núm. 178. JUNIO. Año 1980
LA IGLESIA de Cristo, purificada, renovada, no para que sea el remedio de los males del mundo ―la Iglesia no es una solución, sino una levadura, ni porque las promesas de Cristo nos hagan olvidar la dura realidad de la vida, la Iglesia no es una enajenación, sino un lugar para el compromiso de la fe―. La Iglesia purificada, renovada, cada día y en cada época de la historia de la humanidad, para que todos puedan entender el anuncio de la fe y la invitación a la gracia que ofrece a los hombres para gloria, en primer lugar, de Dios mismo y su reino. Las añadiduras vendrán luego, sin pretenderlas. De ellas nos basta con el pan de cada día.
Sólo con este espíritu se puede preparar el reino de Dios.
Núm. 179. OCTUBRE. Año 1980
CADA VEZ más, el año comienza en octubre, en lugar de hacerlo en enero. Es ahora, cuando se juntan las grandes cosechas y se dispone la sementera, que la vida levanta un hilo, entre nosotros; hito que hasta Los cambios sociales, los problemas económicos, los debates políticos, los programas culturales, las angustias y las esperanzas colectivas, toman como referencia, marcando caminos. Los que somos cristianos, desde la misma realidad envolvente, levantamos a la visión de la fe todo el panorama y, caminando con Dios, seguimos y buscamos esperanzados hacia adelante.
Núm. 180. NOVIEMBRE. Año 1980
PARA ilustrar la tesis del vitalismo humano y espiritual, manifestándose en la plenitud de la edad, bastaría la lista innúmera de los santos ancianos de la antigüedad, y la de tantos sabios, artistas y líderes contemporáneos...Pero, para el cristiano, no existe diafragma entre edades, ni entre tiempo y eternidad, ni entre vida y muerte. La muerte se despeja en la esperanza cristiana.
Todo se afina, se purifica y crece, mientras nos acercamos a Dios, sin dejar nada. Ni tiene importancia la relación vida-tiempo, para añadir tiempo a la vida, sino para llenar de vida el tiempo.
Núm. 181. DICIEMBRE. Año 1980.
QUE SEAN de paz los días de todos los hombres, desde que Dios también se hizo Hombre. No de falsa paz, que es imposición del equilibrio de violencias opuestas inevitables; sino paz nacida de la justicia de los corazones, del convencimiento de las mentes serenas. Paz reparadora de ultrajes pasados que la perversidad cómoda quisiera olvidar, paz purificadora de envidias disimuladas, paz que desmonta fáciles simplificaciones sugeridas por la pereza mental y la mezquindad humana, a veces vestidas de hipócrita mansedumbre. Paz del corazón, del pensamiento, de la verdad, de la restitución, de la justicia, del respeto, de la intangibilidad de todo derecho ajeno, aunque carezca del apoyo amenazante de la fuerza. Paz de la Paz. Paz de Dios para todos los hombres.
Núm. 182. ENERO. Año 1981
LO EXTRAORDINARIO del Cristianismo es su espiritualidad y su universalidad. Una espiritualidad que es todo lo contrario de enajenación, porque conciencia, sitúa e integra al hombre total, en su ser y en su crecimiento y finalidad. Y una universalidad que sin destruir la gran variedad de culturas y tiempos, las conjuga porque tiene el encargo de llevar el mensaje de Dios a todas y porque de todas recibe riqueza y plenitud para ir aproximando a la novedad del reino de Dios los ideales de todos los hombres y de todos los pueblos. Por esto la Iglesia está en medio del mundo: va a él y desde él glorifica a Dios y libera al hombre. No entenderán nunca la verdadera Iglesia de Cristo, ni los sectarios ni los materialistas.
Núm. 183. FEBRERO. Año 1981
APOSTAR por el hombre desde la realidad creada, y apostar por el mundo, en el tiempo, como un acto de fe de gratitud at Creador, sin reduccionismos ni renuncias, hi huidas, sino para recoger el sentido, de nuestro ser y de todo lo que nos envuelve, y restituirlo a Dios. Sin servirnos de Dios, para descansar en la beatitud de los aprovechados, sino para  servir a Dios. Servirle es una gracia, un gozo, y la libertad.
Núm. 184. MARZO. Año 1981
NO PODEMOS cambiar, de repente, el mundo entero:
pero sí podemos, cada uno, dar a Dios la respuesta que su gracia nos solicita. Esta respuesta equivale a la conversión. Convertirse es, sencillamente, volver otra vez a Dios, volver todavía más a Dios, para completar la propia vida en él. El mundo se cambia de hombre en hombre, de uno en uno. A veces perdidos, enajenados mirando al mundo, nos olvidamos de lo cercano y posible que está en nosotros.
Núm. 185. ABRIL. Año 1981
PASCUA contiene el significado completo del cristianismo: desde su preparación, arrancando de los patriarcas, hasta su consumación en Cristo. Pascua es una semilla en la fe, es un dolor de crecimiento y hasta de muerte temporal en la esperanza; pero es, sobre todo, la culminación espiritual y transformadora, desde el cuerpo y desde el tiempo, para más allá de las realidades presentes, para pasar a la forma de Cristo, vivo y glorioso.
Núm. 186. MAYO. Año 1981
«UN ANIVERSARIO MÁS»
Núm. 187. JUNIO. Año 1981
EL AMOR es la superación de toda ley: pero también la justicia es servidora ―sin poder reemplazarle- V del amor, como el orden de la justicia, como la verdad del bien y como la honestidad de la verdad.
Por eso todo mal comienza a echar raíces en la mentira, y todo bien crece a partir de la verdad, y al cauce ordenado que lleva al bien lo llamamos justicia, y en la pasque ella prepara y protege fructifica la felicidad y el amor. Y no sólo en la Iglesia; pero también en la Iglesia.
Por eso ella tiene, además de la suprema norma de la Palabra de Dios, algunas leyes que disponen y protegen los cauces para la gran fraternidad de los hijos de Dios, todavía de camino, en la tierra, hacia el Padre.
Núm. 187. OCTUBRE. Año 1981
OTRA VEZ se procesa el esfuerzo, y se vuelca la semilla en los surcos, pan condensado de una cosecha para otra cosecha. Otra vez la apuesta de las semillas y el silencio de las raíces, mientras las lluvias vienen a purificar el aire, para que la esperanza se haga pura sobre los caminos limpios, por los que nos llegará, cada dia, el pan de la vida que sigue, más silenciosa-si cabe― y más escondida, pero para darnos, más allá del ciclo de frio, cuando vueluu otra vez el verano, el milagro de su multiplicación.
Núm. 189. NOVIEMBRE. Año 1981
LA MUERTE parece triunfar de la vida, pero el amor triunfa de la muerte, cuando no traiciona lo que le es esencial: la generosidad entusiasmada por el bien.
Los santos son los que han creído en el sumo Bien, en el solo Bueno, y se han enamorado hasta hacer, de su de su muerte!, el testimonio de su amor. Siempre ha habido, siempre habrá esos testimonios, porque no podrán apagarse jamás las ansias de justicia, la búsqueda de la libertad y la sed de amor, que, cuando apuntan a Dios, o a los intereses de Dios, producen el santo.
Núm. 190. DICIEMBRE. Año 1981
HACE veinte siglos que Dios recomenzó la creación.
Lo celebramos cada año, y es la Navidad. No sería poco que todos los hombres pusiéramos nuestra voluntad, y la hiciéramos buena y constante para reconstruir gozosamente el mundo que tenemos entre manos, y en el que es posible abrir caminos para la felicidad, si trabajamos, si nos damos generosamente. Es preciso volver a nacer para recompensarlo todo.
Núm. 191. ENERO. Año 1982
QUEREMOS la paz negativa, es decir, la que resulta de la mera ausencia de males y miedos, la que asegura las posesiones y goces; queremos la paz de las garantías, no la paz de las virtudes. No queremos, todavía, la verdadera paz cristiana, la paz positiva, creadora, manantial del bien; la paz que nace de la justicia, la justicia que surge de la plenitud del amor, que es vida y aliento de Dios. Necesitamos esta paz, y necesitamos anunciadores de esta paz, que la asuman como un ideal para comunicar a todos los hombres.
Núm. 192. FEBRERO. Año 1982
TODO es para que creamos. La fe no es para la vida, sino la vida para la fe. La fe no resuelve la vida, sino que la vida es para ejercitar la fe. La fe es, en primer lugar y desde su primer momento, gracia, y por eso no se puede reducir ni degradar ni utilizar, sin falsificarse, corromperse y destruirse. La fe será vida y crecerá pura en la medida en que nos proyectemos gratuitamente ―generosamente― hacia ella.
Núm. 193. MARZO. Año 1982
CIERTO, no podemos hacer grandes cosas, pero cada uno somos totalmente dueños del precioso acervo de nuestras respectivas fuerzas. Bastaría con no desperdiciar gracias, energías y tiempo en unos pocos, para que los dones de Dios multiplicaran su eficacia en quienes le son fieles, y en los que están más cerca de ellos. El mundo no cambia al hombre, sino que es el hombre el que influye en el mundo, y lo transforma si el hombre se abre a la conversión.
Núm. 194. ABRIL. Año 1982
BUSCAR y encontrar a Cristo. Seguirle de cerca. Vivir su vida. Recordar sus palabras y sus actitudes, no desde lejos, sino para asumirlas desde la conciencia... Todo esto que es tan verdad y que nos hace tanta falta; todo esto que exige cambiar desde dentro de nosotros mismos, para "resucitarnos" a la gracia de Dios una vez por todas.
Núm. 195. MAYO. Año 1982
LA ALABANZA y el agradecimiento son un derecho y un deber gozoso, que también ha de ser proclamado. Nosotros, los oratorianos, lo hacemos dando gracias a Dios por haber os dado a san Felipe, cuya festividad celebramos este mes. Somos una pequeña familia, en la Iglesia de Dios, que se alegra y se inspira en su patrocinio, en su ejemplo y en su apostolado.
Núm. 196. JUNIO. Año 1982
LA FE no es la contemplación ensoñada de la inmensidad de Dios, sino nadar en ella, como en un mar que no nos resignamos a mirar desde la quietud de su orilla. Por esto la fe transforma la vida, porque la libera de los límites de los intereses y del tiempo. La fe todavía es tiempo, pero no es solamente tiempo. Cuando la Iglesia, o los hijos más insignes de la Iglesia son juzgados desde el mundo, o con criterios extraños al Evangelio, suelen llamar "extraordinario" a lo que se inscribe, simplemente, en la lógica del orden de la fe, a lo que es "ordinario" si se tiene en cuenta a Dios, y al hombre y al mundo referidos a Dios.
Núm. 197. OCTUBRE. Año 1982
EN la Iglesia se trata más de afirmar que de combatir, más de decir que de discutir. Se trata de construir, de hacer, de ser en la vida de la gracia. Porque no son los cálculos ni las estrategias, no son las cifras ni los éxitos que aplaude el mundo, sino el ir descubriendo que todo es un don de Dios, que todo es gratuito y que no se nos pierde mientras lo recibamos con sencillez lo correspondamos con generosidad no calculada. Lo que vale es esta acogida; el resto son apariencias, estorbos, retrasos, profanaciones y hasta corrupciones del reino de Dios.
Núm. 198. NOVIEMBRE. Año 1982
UNA COMUNIÓN en la fe, en la oración y en la esperanza, mientras el Papa vuela por nuestros cielos demasiado rápidamente, a pesar de todo. Sabemos que su afán apostólico y nuestra vida cristiana, se expresan en una Iglesia que busca crecer en la verdad, comprometerse en la justicia, anunciar la libertad y entusiasmar en el amor. Es la Iglesia de siempre, sólo que nos parece más joven desde que le abrió caminos de renovación Juan XXIII, y sus sucesores y los fieles todos, se esfuerzan en proseguir. Es la Iglesia de siempre, desde Cristo hasta nosotros.
Núm. 199. DICIEMBRE. Año 1982
HAY una esperanza más pura que la esperanza de obtener, de alcanzar: es la que se elabora en el pensamiento, es la esperanza de saber, de entender, de comprender. Esa es la gran esperanza que Cristo vino a colmar, como Sabiduría de Dios: por él comenzamos a saber, a entender, a comprender nuestra propia vida Fiel sentido del mundo, en camino hacia Dios.
Núm. 200. ENERO. Año 1983
HISTORIA es tiempo, y en ella hay un injerto divino, Jesucristo: hombre unido a la Divinidad del Verbo, para ser palabra de Dios a los demás hombres, de todos los tiempos. Como una resonancia o reverberación de este misterio, hay también un injerto de gracia misericordiosa en cada hombre (que le hace parecer a Cristo). Si, en su tiempo, el hombre lo recoge y desde la profundidad de su conciencia mira a Dios, también el hombre se hace palabra y habla a Dios como a Padre y se une a él.
Núm. 201. FEBRERO. Año 1983
EXISTE una relación concatenada y progresiva entre secularidad y pobreza, pobreza y esperanza, esperanza y cristianismo. Somos, en el tiempo, pobres todavía de eternidad. Pero abiertos a la esperanza cristiana, cabe una purificación en la que se recoja el reflejo de lo eterno ―don, gracia, generosidad divina― en lo temporal. Jesucristo mismo es el reflejo y la presencia de lo eterno, santo y divino, que irrumpe en lo temporal, secular humano. Cuando la pobreza no sea una calamidad, sino una purificación y un respeto por lo recibido de Dios, se convertirá en disponibilidad para su Reino.
Por eso Jesucristo eligió la pobreza.
Núm. 202. MARZO. Año 1983
LA GLORIA y el riesgo de la transformación cristiana ―de la conversión— del hombre, está en que ha de seguir siendo hombre, es decir, criatura que se mueve inteligentemente en las coordenadas de la sensibilidad y del tiempo; pero que, a la vez, ha de espiritualizar, hasta lo más profundo, la relatividad de lo creado para referirlo y referirse a sí mismo a Dios. Y que ha de hacerlo con el "estilo" de Dios. Eso es el "hombre nuevo", el hombre pascual. Lo cual ya se ha realizado en Cristo y en los verdaderos santos.
Núm. 203. ABRIL. Año 1983
EL HOMBRE viejo acepta verdades, pero no las asimila; se refugia en seguridades, pero no se enamora; se viste de bondades ―se cubre con ellas―, pero no se convierte; usa los signos santos, pero trivializa su significación sagrada. No acaba de comprender qué es «nacer de nuevo», resucitar, y se conforma ―sin reformarse― instalándose en el decoroso bien. Se adhiere, pero no se transforma. Le falta, todavía, entregarse al ideal 1 dejarse llevar de la fuerza del verdadero y único amor.
Cuando, entre todos, lo alcancemos, podrá haber «mil nombres para un solo amor».
TODO, NADA...
Núm. 204. MAYO. Año 1983
LIBERTAD y amor, libertad para el amor, libertad en el amor: eso que entendemos mal y que profanamos o nos confunde tantas veces; pero que sí entendieron los santos, libres y enamorados. Decía san Felipe:
Dadme diez hombres verdaderamente desprendidos y conquistaré el mundo. Y también: «El que se enamora de algo que no sea Cristo, no sabe lo que hace». El santo no pierde el tiempo ni se pierde en la vida: la emplea entera en amor verdaderamente a Dios y todo lo que es de Dios, por Dios, con libre necesidad, con gozo limpio en el alma, aun en el dolor.
Núm. 205. JUNIO. Año 1983
CRISTO se proyecta en la Iglesia en la medida en que los hombres, por la fe y la caridad, se abren al Espíritu y superan el propio egoísmo, dando cauce al plan de Dios para construir una humanidad nueva. Los santos respondieron a este llamamiento y convirtieron sus vidas en anuncio del mismo. Por esto, junto a Cristo, han sido y son los pilares de la Iglesia, como Reino de Dios que ya comienza aquí en la tierra.
Núm. 206. OCTUBRE. Año 1983
EDUCAR no sólo es hacer el bien a los más jóvenes, sino hacérnoslo a nosotros mismos, aunque de nosotros nos olvidáramos. Y es, también, perpetuarnos en los demás, aunque luego nos olviden. Educar es hermoso porque es más que vivir la sola propia vida, pues depende de lo que seamos y sepamos ayudar a ser a los demás y en los demás, y los demás en nosotros. Comienza el curso: niños, jóvenes, familias, escuelas, libros, catecismos...; todo para que la verdad del hombre, del mundo, de Dios, entre en la dinámica de la vida y para que la vida sea una verdad.
Núm. 207. NOVIEMBRE. Año 1983
LOS MALES del mundo y las tristezas de la vida, tienen su raíz en la soberbia, en el egoísmo, en la sensualidad; que luego hay que apuntalar con la mentira (a los demás, a uno mismo) o con la traición, según convenga. Pero cuando miramos a Dios descubrimos que los "males" lamentados son un reto para el bien. Y no han faltado ―ni, seguramente, faltan― respuestas a ese reto: las han dado los santos, con su pasión por el bien, con la pureza de sus pensamientos, con la generosidad Y perseverancia de sus ideales para Dios.
Núm. 208. DICIEMBRE. Año 1983
CUANDO parece que todo cambia, es que todo comienza de nuevo. Y todo comienza de nuevo cuando sentimos que Dios se acerca, que la vuelta al absoluto nos reclama. Ahora mismo, la humanidad entera tiende los brazos ―entre miedos y esperanzas― hacia esa novedad que ha de cambiar el mundo. Algunos, como la Virgen, han descubierto y experimentado el misterio de esta aproximación, de esta invasión de Dios y de su gracia, y se han sentido colmados, desde su pequeñez y miseria. Otros han luchado y luchan, todavía, buscando a Dios. La misma Iglesia quiere su propia renovación. Parece como si estuviéramos en vísperas de un gran acontecimiento. Para los que tenemos fe, ese acontecimiento ha sido yes, también en la hora presente, Jesucristo.
Núm. 209. ENERO. Año 1984
MÁS QUE unas vacaciones de invierno; más que un paréntesis idílico para recuperaciones sentimentales de lazos familiares desmoronados; más, mucho más que un pretexto para consumir o intoxicarse, llevados por la corriente adocenada, que disimula su primitivismo irracional con la abundancia del dinero mal.
gastado... Navidad ha de ser el recuerdo agradecido de los comienzos de la vida del Señor Jesucristo, que se hizo hermano nuestro; ha de ser volver a él, con la fe y con la vida. Otra clase de celebración de la Navidad, es una farsa; otro cristianismo, es una mentira.
Núm. 210. FEBRERO. Año 1984
VERDADERAMENTE pobre no lo es el que no tiene nada; ni verdaderamente rico puede ser el que lo tuviera todo. Rico es el que está necesitado de muchas cosas, y pobre el que no las necesita; rico aquel a quien todo se lo han de hacer, y pobre el que se basta a sí mismo; rico el aprovechado, y pobre el servicial (no el servil). En realidad es pobre, verdaderamente pobre, el que no tiene más que sus manos, su capacidad propia, y trata con sencillez de bastarse a sí mismo. El pobre apenas necesita equipaje, como el Señor, como los santos.
Y así, es más libre para el bien.
Núm. 211. MARZO. Año 1984
LA VIDA como vocación. Sentirnos "llamados" por Dios y, enseguida, tratar con toda la buena voluntad, de responderle ―de corresponderle― con todas nuestras fuerzas. Y rogarle ―y si no, ¿para qué sirve la oración?―, cada día, que no se nos marchite el gozo de la primera generosidad, cuando estrenábamos el camino hacia él. Cualquiera que sea nuestro camino, porque camino bueno hacia Dios lo es todo lo que, mejor, nos conduce ―"me" conduce― a él. Por encima de leyes y deberes ―superándolos―, persiguiendo el entusiasmo del ideal y la grandeza y libertad del amor.
Núm. 212. ABRIL. Año 1984
ABRIL y la contemplación del misterio de Cristo, entre lanzas de laureles perennes y las primeras flores, caducas como todas las esperanzas simplemente humanas. Pero son anuncio, aunque efímero, desde el pórtico de cada primavera, de la victoria del Señor sobre la muerte, radiante como un nuevo sol, como una flor de luz, que disipa las mezquindades humanas.
La Iglesia nos recuerda a Cristo, y nos muestra la cruz y el sepulcro, y un camino para una vida nueva.
Núm. 213. MAYO. Año 1984
GOZARNOS en los santos de Dios, porque en ellos la gracia se ha manifestado ejemplarmente, convertida en realidad vivida. Y gozarnos, con profunda gratitud hacia Dios, por los santos que ha colocado en nuestro camino hacia él, para que nos sean guías y padres en nuestro acercamiento al Evangelio: pues eso representa san Felipe Neri para todos los que nos consideramos sus hijos.
MEMORANDA...
Núm. 214. JUNIO. Año 1984
EL ESPÍRITU de Dios es el aliento de la vida de la Iglesia de Jesus, el gran discipulado de los que creen en él. Y, como la llama transfigura lo que penetra, así el aliento divino, presente en la obra de Jesús, va preparando el Reino que se describe en el Evangelio, para que no se detenga el proceso de purificación y conversión de la humanidad. Proceso frente al cual las actitudes de los mismos creyentes han de ser continuamente revisadas, para que las esperanzas de los demás hombres sean iluminadas por la fe de los cristianos.
Núm. 215. OCTUBRE. Año 1984
Y nuestras latitudes el primer frio llega antes es como el aviso para que nos recojamos de la dispersión que el verano, también riguroso, nos llera. Jóvenes y mayores volvemos a las tareas de siempre, escolares o de trabajo. Pero también es hora de reactivar el espíritu y poner orden y constancia en la piedad, en el estudio de Dios, en las acciones de bien, como todos log que tomaron la vida en serio y plantaron la fe en ella, y la vivieron.
Núm. 216. NOVIEMBRE. Año 1984
OTOÑO cierra el ciclo del trabajo sobre la tierra, cuando el hombre acaba de recoger los frutos conseguidos y se dispone a sembrar de nuevo, con renovada esperanza. También la Iglesia medita y guarda en su corazón el fruto de la siembra de la fe en sus hijos, los santos. Y canta alabando a Dios mientras espera nuevas cosechas para el espíritu, en las que seguirá glorificando a Dios cuando premie los propios dones que él reparte convertidos en gracia, semilla de gloria.
Núm. 217. DICIEMBRE. Año 1984
LA LIBERTAD es necesaria y, a la vez, temida. Se resiste a concederla el que identifica bondad con poder, y tiene miedo a usarla el inexperto que la descubre por primera vez. Sólo la compañía de Dios, en nuestra historia de hombres, nos conforta con la presencia adorable de su Hijo, Jesucristo, haciéndonos partícipes de la filiación divina, y enseñándonos que todos somos hermanos. Desde este momento, la verdadera libertad ya no es un peligro que temer, sino una necesidad para poder decidirse a obrar como Dios obraría, y para amar como él ama. Sin este amor, que sólo ella hace posible, nadie podría contraer compromisos con la verdad y la justicia, y menos aún podría ser santo.
Núm. 218. ENERO. Año 1985
NADIE puede aprisionar el espíritu; no es posible la involución de lo verdaderamente espiritual, porque el espíritu mira siempre hacia adelante. El espíritu no tiene calendarios, ni medidas para los tiempos pasados; y el futuro del espíritu no cabe en el tiempo, aunque pase por el tiempo, como viento que barre los caminos. Mientras silba y arrastra las escorias, abre claridades para el sueño y la esperanza, sin otros crujimientos que los de la necesaria purificación, para que lo espiritual se haga real. Hasta Dios se ha vestido de nuestra carne, para poder decirnos palabras que duren para siempre. Solamente los nostálgicos miran hacia atrás, intentando recuperar derribos sólo medianamente útiles para edificar reinos mundanos. Pero sabemos que Cristo, al asumir el mundo, lo ha superado. Y, así, todo, siempre, aquí, se va abriendo a la esperanza. Porque el tiempo está inscrito en la eternidad y definitivamente abierto a ella.
Por esto no podemos mirar atrás.
Núm. 219. FEBRERO. Año 1985
LA BLANCURA solitaria de los lirios en medio de los campos, el punto oscuro de los pájaros moviéndose en la libertad del cielo, la semilla humilde hundida en el silencio del surco, el puñadito de levadura mezclado invisiblemente en la mayor cantidad de la masa, la sal diminuta que se disuelve y da sabor a la comida, el vaso de agua sin precio que apaga la sed del caminante pobre, hasta la sola mirada misericordiosa, o el gesto acogedor, o el paso para recuperar al débil, o la bendición para el más pequeño, es lo que, desde el Evangelio, adquiere verdadera relevancia para Jesús, en orden al reino de Dios.
Seguramente porque lo que tiene menos cuerpo deja más lugar para el espíritu, como la llama incorporal, que reparte, sin medirla, la claridad generosa de su luz a todos los que se le acercan. Por todo esto podemos decir que «lo pequeño es hermoso»: blanco, alado, humilde, transparente, sabroso, espiritual.
Núm. 220. MARZO. Año 1985
HAY dos palabras, una en tránsito a la otra, que encierran todo lo que la Iglesia nos pide para la Cuaresma: «conversión» y «Evangelio». Ellas nos debieran bastar para recordarnos la tarea que nos compromete a no desperdiciar tiempo, fuerzas y vida.
Convertirse, volver siempre al Evangelio, «buena noticias de Dios «novedad santa» para los hombres, «anuncio gozoso» que dispone a la realización del gran proyecto de justicia y felicidad, para el mundo. Pero para un mundo renovado, de cielos y tierra nuevos, de hombre nuevo, de humanidad purificada, renacida del injerto de Dios mismo en nosotros.
Núm. 221. ABRIL. Año 1985
TANTAS GUERRAS, tantas hipocresías, tantos caínes, tantos rencores. Y tantos pobres, tantos sufrimientos, tantas lágrimas. Sin embargo, y a pesar de todo, el espíritu del hombre no se rinde. La tentación de los que tenemos fe, consistiría en instalarnos en ella, en apropiarnos de Dios y proclamar la división maniquea del mundo. Pero hay esperanza, desde que Cristo triunfa de la muerte, de la mentira y del pecado, y disuelve los fariseísmos y fuerza la buena voluntad de los que acepten las bienaventuranzas y se conviertan en luz del mundo. Es posible cambiar el mundo y preparar el reino de Dios.
Núm. 222. MAYO. Año 1985
LOS SANTOS son la gloria de Dios y la alegría de la Iglesia. Son el milagro de la gracia, como si Cristo andara todavía por los caminos del mundo, porque lo reproducen y lo proyectan con sus propias vidas.
Sensibilizan la eficacia de la presencia del Señor entre nosotros. A veces dolorosamente para ellos, pero siempre como una consolación y un estímulo providencial para nosotros. Por esta razón evocamos su recuerdo y queremos ser fieles a su ejemplo acercándonos, con ellos, al Señor de todos, haciendo camino con la Iglesia.
Núm. 223. JUNIO. Año 1985
EN LO NUCLEAR de la Iglesia está su santidad.
En ella se realiza en la historia de los hombres, la continuidad de la presencia de Cristo dándonos a todos la participación en su vida. Éste es su misterio: Cristo presente, todavía caminando junto a los hombres, y la Iglesia como gran sacramento de esta compañía y lugar donde tiene efecto la gracia haciéndose vida en cada uno de los fieles donde es acogida. Encuentro y compañía. Todavía camino, pero ya un poco fin y anticipación hacia una plenitud más alta, que después del tiempo no va a necesitar de la fe, porque será todo visión y posesión de Dios.
Núm. 224. OCTUBRE. Año 1985
AMÉRICA es una palabra inmensa. Inmensa su historia truncada, inmensa la fuerza de su despertar, después de todas las desgracias, como águila que remonta el vuelo y mira al sol, porque todavía es joven. Pero nunca esta inmensidad, convertida en distancia, nos había parecido tan grande, como en estos días, al pensar en los Oratorios de México. Tan lejos y, a la vez, tan cerca en el sentimiento y la oración, que no habríamos podido escribir sino de ellos, en la esperanza de que, también ahora, como antaño después de otras pruebas, salgan rejuvenecidos, para bien de su pueblo y de la parcela de la Iglesia donde continúan la obra de san Felipe.
Núm. 225. NOVIEMBRE. Año 1985
CRISTIANISMO, gratuidad de Dios, santidad, son conceptos centrados en Dios, el Dios del Evangelio que, en esencia, nos llama a participar de su vida, por la gracia. Por esto el Cristianismo no puede reducirse a una suerte de fenómeno producido por el acopio o transmisión de simples creaciones o experiencias del espíritu y de las fuerzas humanas. Y por esto se resiste irreductiblemente a las falsificaciones, tanto si proceden de los errores de la ignorancia ingenua, como de las inversiones interesadas del fariseísmo. Para librarnos de estos escollos, el Padre nos ha dado a Cristo, que nos alumbra con la verdad de su palabra y de su vida, seguido por todos los que han dejado que la gracia triunfe  en ellos, los santos, para quienes el cielo era el exceso debido de amor a Dios.
Núm. 226. DICIEMBRE. Año 1985
OLVIDÉMONOS de Herodes, de los sumos sacerdotes y de los letrados del pueblo que escrutaban las Escrituras para averiguar el lugar del nacimiento de Cristo... Hagamos abstracción de todo cuanto rodeó aquel acontecimiento santo y quedémonos sólo con el espíritu que se traslucía en todo el misterio de la primera Navidad. Y preguntémonos: si Cristo volviera hoy a nacer en nuestro mundo, ¿en qué lugar amanecería a la vida? Si los ángeles nos lo anunciaran, ¿hacia dónde deberíamos encaminarnos y cómo lo reconoceríamos? Si hubiera necesidad de cobijo, ¿quién se lo ofrecería?
Núm. 227. ENERO. Año 1986
LA PAZ siempre invocada y siempre amenazada, mientras no se venzan los miedos y comencemos todos, empezando por los que nos llamamos cristianos, a creer que nunca puede ser, la paz cristiana, resultado de las presiones del terror o los equilibrios que impone el miedo, sino fruto del amor, cuya forma primera, más inmediata y elemental, es la verdad y la justicia.
Núm. 228. FEBRERO. Año 1986
NO NOS gusta este mundo y, seguramente, tampoco nos gustamos a nosotros mismos. Pero no debe cundir la tristeza ni el desánimo. Tenemos una tarea hermosa: la de no cesar en el empeño por convertirnos, haciendo concretos los esfuerzos, y levantando el corazón a Dios. Desde nuestra vuelta a Dios, poco a poco, también iremos cambiando el sentido de todo lo que nos rodea y empujando el mundo hacia su Reino.
Núm. 229. MARZO. Año 1986
LOS SENTIMIENTOS de Cristo: entrar por la reflexión de la fe y el reconocimiento del corazón, y ver dibujada su figura y sus gestos, y percibir agradecidos el latido de su ser, todavía muriendo y resucitando en la Iglesia, y en cada cristiano, y en cada hombre. Porque en él se resumió todo el precedente salvador, toda la sed de libertad de la humanidad y luego, como gracia para lodos, se proyectó hacia adelante, hasta nosotros mismos y nuestro tiempo, y hasta más allá del tiempo, en la Pascua eterna.
Núm. 230. ABRIL. Año 1986
CRISTO MISMO es la Pascua. Y la Iglesia, fruto de la Pascua. Pero Cristo solamente puede reconocerse en y con los hermanos, formando comunidad; y solamente puede vivirse contemplado con los ojos de la fe, porque lo llevamos en el corazón. La Pascua se abre en la comunidad y se vive en la fe. Comunidad y fe, y comunidad de fe. Lo demás son reducciones míticas, entretenimientos sentimentales, evasiones desleales o enajenaciones fantasiosas.
Núm. 231. MAYO. Año 1986
TENER UN SANTO como Padre de nuestra familia espiritual, y un modelo para el apostolado, es un regalo de la Iglesia y una bendición de Dios que ha querido, así, hacernos más fácil el seguimiento de Cristo у el consagrarnos la edificación de su Reino. Por eso hacemos fiesta y damos gracias a Dios.
Núm. 232. JUNIO. Año 1986
QUÉ ES la Iglesia tendríamos que saber decir al mundo los bautizados, con la sinceridad de nuestra fe, la coherencia de nuestras actitudes у nuestras obras, mientras caminamos por el tiempo. Sin embargo, la expresión sensible y pública de este Pueblo de Dios que camina, hecho comunidad viviente, orientada hacia el Padre de todos, es la Liturgia: oración y alabanza, recuerdo y comunión, y, aunque todavía esperanza, ya alegría de un «Amén» glorioso y eterno que se insinúa purificándonos, para introducirnos en el gozo de Dios.
Núm. 233. OCTUBRE. Año 1986
LO QUE se dice empezar, se empieza solamente una vez: es el primer momento de la existencia. Pero seguir adelante, a partir de entonces, a cada latido de la vida, es siempre empezar, resumiendo (reasumiendo) toda la experiencia vital precedente, enriqueciéndola y corrigiéndola con humildad, y proyectándola, con renovado ímpetu, hacia la esperanza del más allá de este apoyo instantáneo, fugaz, pero consciente y lúcido.
Ahora que las primeras lluvias nos despiertan de la indolencia veraniega, comenzar también es volver a asumir la profundidad radical de nuestro ser, de nuestros pensamientos de nuestras capacidades, para convertirnos un poco más, volviendo a nosotros mismos y, desde la raíz, crecer en generosidad, como luego harán los árboles.
Núm. 234. NOVIEMBRE. Año 1986
CUANDO comienza el frío y el viento barre las nubes, el cielo es más puro arriba, en la noche, y el silencio llega más pronto para ver pasar, como luces que cierran el cortejo de los héroes de la Iglesia, los nombres de todos los Santos. Es la gran cosecha del Evangelio. Ellos han sido el cielo en la tierra.
Cuando comienza el frío, de puro instinto nos recogemos interiormente y descubrimos, dentro de nosotros mismos, más fuerte, la llamada a la trascendencia. Ellos nos dieron ejemplo.
Cuando comienza el frío, los sentidos se humillan, otra vez, y el espíritu se eleva y admira, cara al infinito, cara a Dios, desde donde ellos nos esperan.
Núm. 235. DICIEMBRE. Año 1986
DIOS viene y pasa; pero se queda, también, con nosotros. Presencia y trascendencia divinas. Se hizo presente, como un gran signo evidente para siempre jamás, en la historia de los hombres. Pero luego sigue, nos acompaña, nos lleva y nos espera, más allá de todo lo que vemos, para más vida que la que vivimos.
Por esto, al acabarse esta forma de vida de ahora, al encontrarnos ―reencontrarnos― con él, será otra Navidad, la nuestra, definitiva, en su regazo.
Núm. 236. ENERO. Año 1987
ENTRE DIOS y el hombre siempre hay un camino, Hay un camino del cielo a la tierra, que es la Encarnación. Y luego un camino de Nazaret a Belén, y de los pastores al Portal, y de Belén a Egipto, y de Egipto a Galilea. Y más caminos: al Templo, al Jordán, a Caná. Caminos de Jericó, caminos de Samaria, caminos de Judea. Muchos caminos y, finalmente, el camino del Calvario.
La Resurrección, y los caminos al sepulcro, serán como una pausa luminosa, antes de que la Iglesia eche a andar. Luego habrá el camino de Damasco, y caminos a la diáspora judía, y viajes a los pueblos gentiles para llevar el Evangelio a todo el mundo. Cristiano, apóstol y caminante vendrán a ser lo mismo. Caminar será, siempre, un dejar y un buscar, perder y ganar, y hasta un morir y un nacer. Pero buscar, ganar y renacer en Cristo, será la máxima aproximación a la plenitud de la Vida, para todo peregrino de la fe.
Núm. 237. FEBRERO. Año 1987
EDUCAR, ayudar a sacar a luz los tesoros que Dios ha colocado, como en semilla, en el corazón de cada naturaleza humana, es el arte por excelencia, de todo padre y de todo maestro. Educar es enseñar, corregir, estimular, sinceramente, sin adulaciones, sin complacencias sentimentales, deseosos del bien que pertenece a Dios, y temerosos de malograrlo. Exige amor y respeto, trabajo y humildad. Ayudan, pero no bastan y, si van solos, desequilibran, los meros saberes humanos. Educarse para educar, educar educándose, y también corregirse para corregir. Solamente puede educar quien es educado, quien posee ese equilibrio generoso e iluminado, abierto y esperanzado, prudente y diligente, con esa punta de gozo que se anticipa como para bendecir todos los esfuerzos, que Dios recompensará, con independencia de que los hombres lo reconozcan o agradezcan.
Núm. 238. MARZO. Año 1987
CAMINO de la Pascua, de la mano de la Iglesia, pedagoga de la fe, que la nutre con toda palabra que viene de la boca de Dios, especialmente por medio de la Liturgia, donde la inteligencia y el corazón, hermanadamente, se funden en la asamblea de hijos que invocan al Padre común, mientras ella, Madre de todos, nos alimenta en las fuentes sacramentales: nos dispone a renovar las promesas bautismales, nos exhorta a la conversión, y nos parte el Pan de la Eucaristía. Así andamos, y así crecemos, acercándonos, desde las Pascuas de la tierra, a la gran Pascua de la eternidad.
Núm. 239. ABRIL. Año 1987
DESDE la raíz a la flor; desde la cruz ―y por la cruz― a la luz; desde la muerte a la vida; desde la oscuridad y apariencia absurda del dolor y del fracaso, al triunfo de Cristo, glorioso y radiante. Hay una lógica divina: la misma fuerza infinita y la gloria eterna de Dios, riqueza de sí mismo y para sí mismo. Y hay la sabiduría de Dios traducida en misericordia para nosotros, que nos redime y nos eleva hasta la exaltación filial.
Por todo esto, si creemos, tenemos derecho a la alegría.
Ya, lo absurdo no es el dolor, ni la muerte, ni ninguna de las limitaciones que experimentamos los hombres; lo absurdo, en todo caso, sigue siendo el pecado de la humanidad, soñadora de cielos al margen de Dios, y empeñada en hacer absoluto lo perecedero de las realidades temporales, y en reducir a ídolo el Absoluto. Si Cristo hubiese cedido a este absurdo, no habría estorbado a nadie, ni habría padecido la muerte de cruz. Con su muerte demostró que era libre de pecado, y nos liberó a todos, mereciendo y ofreciéndonos su misma libertad: la de hijos de Dios.
Núm. 240. MAYO. Año 1987
NOS ALEGRAMOS otra vez al celebrar la fiesta de nuestro Padre san Felipe Neri. Nos alegramos en el Señor y nos alegramos con la Iglesia, y a ella se lo agradecemos, porque si lo inscribió en la lista de los Santos, fue por obedecer al clamor popular que por tal le tenía en Roma y en Italia, e incluso allende de los Alpes, y porque se honraba a sí misma. Los hijos de san Felipe no tuvimos necesidad de hacer propagandas ni de coleccionar milagros, para presionar a ninguna cumbre del poder eclesial. Por eso, a pesar de reconocernos pequeños en la Iglesia, sentimos un gozo grande, porque san Felipe es, para nosotros, una bendición de Dios, un milagro de la Gracia y un regalo de la misma Iglesia.
Núm. 241. JUNIO. Año 1987
LA PASCUA no acaba con el fin del tiempo litúrgico que se dedica especialmente a ella. La Pascua sigue: pasa la vida, pasa el tiempo y pasa Dios cerca de nosotros. Pasa Jesucristo, y nos pasa su propia Pascua, para que se acorten las distancias entre el siervo y el Señor, entre los hijos y el Padre, entre los hombres у Dios. La Pascua personal de Cristo y la nuestra se juntan y, de este modo, lo que simplemente sería historia humana, se hace historia sagrada, lo que sólo sería naturaleza es gracia. Y, así, el Espíritu, nos va conduciendo hacia la verdad plena, hacia el gozo completo, restituidos a Dios.
Núm. 242. OCTUBRE. Año 1987
MASA es a pueblo como montón es a pared o a edificio, como ruido es a música, como grito a palabra, como instinto a razón. Pueblo de Dios es la comunidad de sus hijos, para cantar su alabanza y proclamar su verdad, caminando hacia su Reino. La inmensidad de esa gran comunidad de hijos de Dios la constituye el laicado, formando el cuerpo de Cristo, conjugado por la fe, creciendo en el tiempo, mientras hace presente el misterio de la Iglesia, en el mundo.
Núm. 243. NOVIEMBRE. Año 1987
PUEBLO de Dios, reunión de los santos, en comunión de conciencias, para la gran acción de gracias que restituye todo el orden creado al Creador, complacido en los seres libres que su misericordia convoca para que las libertades de todos se reduzcan, sin clases, al común denominador de hijos de Dios, según el modelo bendecido por el Padre, en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Núm. 244. DICIEMBRE. Año 1987
TENEMOS más razones, para creer en Dios, desde que nos consta, por la Encarnación, que Dios ha creído en el hombre, y ha aceptado el riesgo de no ser recibido y hasta de ser rechazado. Pero el más pequeño entre los que le reciban será mayor que los más grandes que le desprecien. El problema, para el hombre, está en mantener limpio el propio corazón para "ver" las formas de su presencia entre nosotros. Los santos ―singularmente la Virgen— lo vieron, creyeron y, así, fueron bienaventurados. Desde que esto empezó, la Iglesia se esfuerza en cumplir la misión, y ejercer el ministerio de seguir anunciándolo y servir, de este modo, a Dios y a los hombres, y con fe y esperanza nos enseña a creer en él y en éstos.
Núm. 245. ENERO. Año 1988
PODEMOS tomar esta vida como un espacio de tiempo para construir nuestra instalación en el mundo y asegurarla. En tal caso, el mismo trabajo es codicia, la técnica esclavitud y dependencia, los bienes que obtenemos nos despiertan el miedo de perderlos o el ansia de aumentarlos, hasta pensar que los demás nos estorban y que debernos eliminarlos. Y se pasa al homicidio de corazón y, desde él, al fratricidio y a la guerra.
Resucita Caín, que removía la tierra, buscando obtener más frutos para su codicia, mientras le crecía la envidia contra Abel, que había elegido los caminos, y contemplaba, agradecido, los dones de Dios, devolviéndole los mejores, y haciendo del tiempo y de sus pensamientos no hervor de resentimientos, sino oración y alabanza agradable a Dios. Caín y Abel, la guerra y la paz, el odio y el amor, mirar al lado o elevar los ojos al cielo, hasta mirar la tierra desde el cielo.
Núm. 246. FEBRERO. Año 1988
FEBRERO es el mes en que nació John Henry Newman, el hombre. Y, junto al hombre, como una rama consubstancial con el tronco de la propia vida, la Iglesia anglicana, primera madre en la fe de Cristo.
Pero rama truncada, no sin dolor, mientras surgía otra, la del catolicismo, nacida de la misma raíz, hecha vida en la misma vida, creciendo con el hombre. También, dentro de la Iglesia católica, en una parcela de su campo florido, el Oratorio y san Felipe, Padre benigno, que le sería ejemplo luminoso, «sin el cual nada habría sabido ni querido hacer», en su camino desde las sombras hacia la verdad, para ser, además, luz ofrecida a otros.
Núm. 247. MARZO. Año 1988
HAY una jerga vulgar, para la cual "pasar" es olvidarse, despreocuparse, no atender a nada que pueda interferir el instinto de estar a gusto y seguir con lo que inmediatamente apetece, sin mayor reflexión.
Para los cristianos, "pasar" nos recuerda la Pascua: el paso de Cristo al Padre, y pasar nosotros, con él, a Dios, cruzando las aguas de gracia del Bautismo. Pasar es cambiarnos, introduciéndonos en Dios; es convertirse, es aceptar la invasión de la vida divina en nosotros, y agradecerla. Para nosotros, Pascua es todo lo contrario de olvido o descuido; es reactivar la vida, sumando a la nuestra, para transformarla, el impulso divino; es incorporarse a Cristo, desde el vértice del alma.
Núm. 248. ABRIL. Año 1988
PASAR de la muerte a la vida. Y pasar a más vida.
Cada primavera nos muestra, en el repetido despertar de la naturaleza, nuestro propio nacer y renacer a la fe, cuando ésta se proyecta vitalmente y trata de ir recorriendo el ciclo de nuestro crecimiento en Dios. Raíces más hondas y ramas más altas. Y esperanzas, como en las primeras flores de los árboles que son promesa de fruto. Para que un día «vuelva el Señor», cuando «llegue la hora de la cosecha», y se nos lleve a la Pascua del cielo, donde ya están con él los santos y los justos amigos que nos esperan.
Núm. 249. MAYO. Año 1988
CADA fiesta de san Felipe es, para nosotros los oratorianos, un reclamo a la fidelidad de hijos suyos, para que, como nos recordaría Newman, por «una viva contemplación de su imagen, sea para nosotros como la llave para todo lo demás». Es la hora de la gratitud porque, después de la primera gracia del bautismo, ha sido en la casa de san Felipe, el Oratorio, donde Dios ha acrisolado nuestra vocación específica en la Iglesia, con la riqueza de dones sobrenaturales y mediaciones providenciales de hermanos, maestros y superiores para vivir la comunión de un mismo ideal, capaz de transformar la entera existencia. Es la hora de la fidelidad y del agradecimiento, no por mera cortesía, sino de todo corazón, para que nada pueda desvirtuar o apagar el fervor, ni traicionar la imagen arrancada, como de la piedra ―diría Baronio―, de la figura ejemplar del Padre de todos, de modo tal que el ideal del Oratorio nos interese más que ser alabados, o que los de fuera nos consideren útiles, o que recibamos honores a cambio, o que cediéramos a complacernos en una instalación cómoda y prestigiosa, porque todo esto es mundano, y tienta, mientras caminan por el mundo, a los mismos hijos de la Iglesia. Los que nos quieran, que pidan a Dios por nuestra fidelidad más pura, sincera y desprendida.
Núm. 250. JUNIO. Año 1988
NO HAY nada que sea tan libre y que obligue a tanto como el espíritu. Esa es la vocación y el compromiso de la Iglesia, que hicieron suyos los santos que la amaron, olvidados del propio provecho temporal. Su preocupación no fue el poder, o el dinero, o el éxito frente al mundo que les miraba, sino el ansia encendida, hasta dar la vida, por reconducirla incesantemente a las fuentes mismas del Evangelio, donde ellos bebían y saciaban su sed de santidad y daban de beber a todos los sedientos de ideales más altos que los que puede ofrecer el mundo. Los verdaderos reformadores de la Iglesia fueron los santos, desde la libertad que les daba la fidelidad evangélica. Todo lo demás, para ellos, contaba muy poco o nada.
Núm. 251. OCTUBRE. Año 1988
EL verano nos acaba de entregar el fruto de cansancios pasados. Tampoco nos ha negado el gozo compartido de la fiesta. Ahora, con el afán esperanzado, nos abrimos a los vientos del otoño, como nave que extiende las alas de su velamen, para emprender nuevas singladuras. Recomienza el esfuerzo del trabajo ilusionado que convierte en semilla rica de promesas la entrega perseverante y humilde que, a través de la fe, descubrirá, más pura, la novedad de todo lo que parece solamente cotidiano.
Núm. 252. NOVIEMBRE. Año 1988
UN mundo mejor es la aspiración de todos los hombres. Sólo hace falta que lo sea la de mejorar cada uno a la vez. Un mundo mejor es el cielo en la tierra; pero el cielo no nos vendrá dado desde fuera, sino desde la aceptación interior del Reino de Dios en el alma de cada uno de los que creemos en él. Subimos con el alma y el deseo hacia Dios, y desciende él con su gracia a nuestro interior. Esto es el principio del cielo.
Núm. 253. DICIEMBRE. Año 1988
ADVIENTO es el tiempo de la esperanza. Pero es que "tiempo", para los cristianos, siempre es esperanza.
Mejor diríamos, pues, que Adviento es el tiempo de la esperanza de la Virgen, o tiempo de María, tal como lo hizo notar el papa Pablo VI, al hablar del culto de la Iglesia a la Madre de Jesús. Por esto dedicamos a Maria principalmente las páginas que siguen, y tomamos ocasión para referirnos, brevemente, al pensamiento de Newman sobre la que él se complace especialmente en llamar nueva Eva, Sede de la Sabiduría y Madre del Redentor, que es, además de Dios, y por medio de ella, hombre verdadero y hermano mayor de todos los demás hombres.
Núm. 254. ENERO. Año 1989
TODO es llamamiento divino, palabra de lo alto, de Dios. ¿Nos acercamos a él, o es el que viene a nosotros? Cuando Dios se hace hombre, es nuestra humanidad que se conmueve, y nos sentimos impulsados a definirnos, mientras camina a nuestro lado. Podemos rechazarlo, pero no podemos evitarlo. Podemos no agradecer sus dones, pero no podemos negarlos; podemos cerrar los ojos, pero no podemos apagar la luz; podemos mentir, pero no podemos destruir la verdad. Por eso, los primeros que lo reconocen son los sencillos de corazón, los que no temen perder nada dándolo todo: pastores, magos y almas que han crecido en la esperanza, y los santos de todos los tiempos.
Núm. 255. FEBRERO. Año 1989
INICIADOS en la fe cristiana, debemos crecer en ella. Es imposible detenerse en un grado de desarrollo vital; imposible cristalizar en una madurez lograda. La vida es movimiento y crecimiento, y hay que olvidarse de medir para mirar adelante, hacia la meta, que es Dios mismo. Tener en cuenta a los santos nos puede estimular, porque ellos nos muestran que, como luchadores y peregrinos, no estamos solos, y porque lo que ellos hicieron también podemos hacerlo nosotros. La vida, para el hombre de fe, es un movimiento hacia Dios.
Núm. 256. MARZO. Año 1989
SENTIR con Cristo, siguiendo la exhortación paulina, es penetrar en su conciencia humana, asumida por la divinidad. Y, de corazón a corazón, de profundidad a profundidad, ver a Dios y ver el universo, ver a los hombres y ver todas las cosas desde Cristo, en la inmediatez de Dios, para armonizar la vida humana y temporal con la divina y eterna, desde el abismo de nuestra limitación hasta la luz esplendorosa del misterio salvador, libertador, para ser «como espíritus en el cielo», en una dimensión que supera todas las experiencias de la naturaleza, sin destruir lo que somos, sino reforzando el ser, como lo humano de Cristo cuando, resucitado, «vuelve al Padre». Sentir con Cristo es preparar este destino.
Núm. 257. ABRIL. Año 1989
PASCUA es pasar de la servidumbre que infunde temor a la libertad del amor, que se erige en orden supremo de la vida, en exigencia pacífica sentida en el fondo del alma, y en felicidad que dilata el corazón. La religión que en el paganismo buscaba explicaciones a las ignorancias humanas o remedio a las carencias del mundo visible ha sido substituida por este gran cambio introducido por Cristo, por el cual podemos ver en Dios al Padre y ser nosotros hijos suyos, hijos de Dios. Es cierto que todavía hay dioses falsos en este mundo, pero hemos descubierto la esperanza en la que nos precede Cristo, hermano mayor de la humanidad, y vencedor de la malicia y de la muerte.
Núm. 258. MAYO. Año 1989
AUSENCIA y presencia de Dios entre nosotros.
Ausencia, porque la sensibilidad ayuna, aunque le queda la esperanza; presencia porque la fe descubre la gracia, los dones de Dios, que no abandona a su grey en la soledad de los desiertos, en los cansancios de los caminos que llevan a la tierra de las promesas. El creyente descubre esta presencia del que está siempre con nosotros, en los signos de su Iglesia y en el resplandor creado.
Pero la manifestación divina, derivada de Cristo, también se reproduce por medio de los santos. La providencia nos los pone cerca, para que nos sea más fácil descubrir la huella de lo divino en el hombre. A nosotros, nos ha puesto especialmente a uno, que reconocemos como Padre espiritual, por el modo como abrazo y pasó a otros el ideal del Evangelio: es san Felipe Neri. Y damos gracias a Dios.
Núm. 259. JUNIO. Año 1989
AUNQUE se llamara cristiana, la filosofía sería locura, la moral fariseísmo, la cultura pedantería, la estética vanidad, el culto folclore, y mentira, idolatría, injusticia y opresión cuanto se derivara de la manipulación de la política, de la educación, de las riquezas, si en la teoría y en la práctica, al referirnos a la Iglesia, por más alabanzas que le tributáramos y fiestas que convocáramos, se oscureciera la primacía absoluta de su finalidad principal y de su misión sobrenatural. Ella es, quiere ser, ha de ser, en este mundo, el espacio donde resuena y se anuncia el misterio de Dios para el corazón de los hombres. Es camino que conduce a Dios, que luego perdurará como ciudad iluminada puesta en lo alto, para ser morada eterna de Dios y de los santos. Todo lo demás es secundario.
Núm. 260. OCTUBRE. Año 1989
OTOÑO en los campos, pero primavera en el huerto cerrado de la Iglesia en Albacete, que consagra cinco nuevos sacerdotes, uno de los cuales es hijo de este Oratorio. Todos tenemos razones para el gozo y la acción de gracias, y para la esperanza. Una esperanza cristiana, que nos ha de dar frutos sobrenaturales, siembra nueva y levadura para cambiar las mentes y hacernos a todos mejores cristianos, sin otra ambición que la de revivir a Cristo. Mientras el viento del mundo se lleva las hojas secas y el frío, por fuera, hace viejo el paisaje, en la Iglesia sigue floreciendo la primavera.
Núm. 261. NOVIEMBRE. Año 1989
PONER a Dios en el universo mental de nuestros pensamientos no basta para vivir de la fe. La fe es muerta si no genera esperanza, y la esperanza surge del desprendimiento y la generosidad. La semilla no se multiplica si no dejamos que caiga en el surco. El que se limita a guardar camina hacia la miseria de la desesperación. El mundo cultiva vanidades para distraerse de esta amenaza. Si cada hombre comprendiera todo lo que Dios le ha dado, y lo convirtiera en semilla, no tendría todavía la plena felicidad en la tierra, pero sentiría, por dentro, la paz de quien camina seguramente hacia ella.
Núm. 262. DICIEMBRE. Año 1989
QUE venga otra vez Jesús; que venga al mundo; que venga a la Iglesia; que venga a cada uno de nosotros. Que nos traiga todo el bien divino que deseamos, no como un milagro de su poder, sino como una gracia que esperamos para que nos ayude a ver la verdad, a descubrir y rechazar las mentiras, a sanar las injusticias, a limpiarnos de las envidias, a disolver las hipocresías que todavía son el lodo de los caminos del mundo agitado y cambiante, y también de la Iglesia peregrina y de las ambiciones de la mezquindad humana.
Núm. 263. ENERO. Año 1990
PEDIMOS el tiempo, como medimos todo lo que no es infinito, principalmente si nos resulta escaso. Decimos que comenzamos y que acabamos el año, un año... Cuando es tan difícil medir y atar el pasado, y aventurar la esperanza del futuro, más allá del esbozo de lo simplemente convencional. Pero los cristianos tenemos la fe, ese punto que roza y se apoya en lo infinito de Dios, y, por ello, superamos las categorías temporales. El tiempo es nuestro camino hacia Dios, y hay que andarlo con sobriedad, justicia y santidad, sin contaminarnos ni ser cómplices de los pecados e idolatrías del mundo.
Núm. 264. FEBRERO. Año 1990
PENSAMIENTOS y sentimientos, ideas y verdades: he aquí lo que va conformando el corazón y la vida del hombre. Los sentimientos conmueven, aunque a veces alteran el dominio de la razón; las ideas, o representaciones intelectuales de lo que puede ser objeto de nuestro conocimiento, pueden ser falsas, falsificadas o incompletas, sobre todo cuando se reciben o expresan con la interesada presión de la propaganda. Solamente la verdad ilumina y se difunde como pensamiento, libertad y vida en el ser que la acepta. Buscar con esperanza la verdad y abrirnos a ella, para que nos ilumine corazón adentro, y desde el corazón, como centro de la vida, a la vida entera. Newman, buscador incansable de la verdad, nos advertiría: no todo lo que deslumbra ilumina, sólo lo que ilumina salva.
Núm. 265. MARZO. Año 1990
MISTERIO de muerte y de vida; de pecado y de misericordia. Cristo que muere por el mundo, a causa del pecado de todos. Las codicias, las mentiras, las injusticias y los pactos explícitos o implícitos que hacen posible el mal, todavía no vencido. Por esto Cristo sigue padeciendo y muriendo en los más pobres, en los más ignorantes, en los que la mentira puede hacer mella, en la masa enorme de indefensos y desprevenidos, que nadie o pocos aman, que nadie o pocos defienden. Todavía el hombre no es hermano para el otro hombre, sino objeto o referencia económica. Sin que ellos mismos lo sepan, Cristo sigue sufriendo en los más miserables de cuerpo o de espíritu. Es la Pasión cristiana del mundo. Pero los cristianos creemos en la resurrección y la esperamos. Cristo, muerto y resucitado, es la garantía de nuestra esperanza.
Núm. 266. ABRIL. Año 1990
LA IGLESIA nace de los sufrimientos de Cristo, recibe la vida de sus sacramentos, surge de las aguas del bautismo, y surca los mares del tiempo, conducida por las corrientes de la gracia, empujada por los vientos del Espíritu, arrastrando en pos de sí, hasta la orilla donde amanece la eternidad, el milagro de la pesca de almas. Allí la espera Cristo, vencedor de todas las muertes y corona de los mártires y justos que oyeron su voz, creyeron en su palabra, dieron la vida en testimonio de la verdad, e intentaron amarle con sincero corazón.
Todo lo demás se desvanece, como las brumas de la mañana cuando el sol está en lo alto del día, y las sombras ceden a la plenitud de la luz.
Núm. 267. MAYO. Año 1990
SOMOS pueblo de Dios y familia de santos. La sacramentalidad de la Iglesia no se agota con los "signos de gracia" que ella distribuye, por mandato de Cristo, sino que él mismo sigue presente en medio de nosotros, misteriosa pero verdaderamente. Presencia que se hace, en particular, activa a partir del sello bautismal que nos incorpora a él, y que se manifiesta en la santidad de los que, admirados y agradecidos «a su Padre y a nuestro Padre», corresponden' con fidelidad a sus gracias. Estos son los santos, hermanos nuestros, en los que alienta la vida y reverbera la claridad de Cristo, luz y vida para todos. Por eso nos acordamos de ellos y celebramos el triunfo del milagro que los transformó en imagen suya, mientras sigue con nosotros.
Núm. 268. JUNIO. Año 1990
SAN Felipe Neri, si hubiese podido elegir nombre para su Congregación, habría sido el de «Hijos del Espíritu Santo». Por eso, Pentecostés, además de la culminación de la Pascua, es, para nosotros, una celebración oratoriana que nos recuerda el prodigio de la vida de oración de san Felipe, desde su misma juventud. La oración fue tan importante en toda su vida y su obra, que acabó llamándose «Oratorio». Oratorio y Espíritu Santo tienen que ver, porque el Espíritu es el maestro único que enseña el trato con Dios y lleva a la unión con él, con tal que, decía san Felipe, «seamos humildes y dóciles». ¡Que el Espíritu fecunde, con el rocío de la gracia, nuestras vidas y todo nuestro obrar!
Núm. 269. OCTUBRE. Año 1990
CUANDO se adormece la fe, falta la respiración del alma. La fe se adormece cuando, en vez de mirar hacia Dios y, desde él y con él, mirar el mundo y admirarnos de las obras divinas, nos contemplamos y complacemos en nosotros mismos. Yo y no Dios. Yo como Dios. O Dios solamente como estética. Cercados por él, viniendo y regresando a él, la fe se hace luz del alma y aliento de alabanza agradecida, por todo lo que nos da, por todo lo que contemplamos como reverberación de su Presencia, y por todo lo que esperamos. Inmenso, bueno, eterno.
Núm. 270. NOVIEMBRE. Año 1990
TRIUNFAR. ¿Qué es triunfar? Para el mundo es elevarse hasta los primeros puestos, consolidarse en ellos por encima de los demás, impresionar, seducir, y ser reconocido y aplaudido. Ni falta quien pueda pensar, intoxicado por el mundo, que tales triunfos, bien manejados, puedan servir a la causa de Dios. Sin embargo, por elemental que sea la sinceridad en el examen, no cuesta descubrir el error. No valen las astucias y falacias del espíritu del mundo; se derrumban las apariencias de la vanidad, frente al Dios de la Verdad. El verdadero cristiano sabe que su espíritu está en las bienaventuranzas y su victoria en la fe en el Dios personal.
Núm. 271. DICIEMBRE. Año 1990
TODAVÍA no ha alcanzado su zenit la claridad amanecida, entre esperanzas y dolores, que nos dejó el Concilio Vaticano II, al clausurarse, hace exactamente veinticinco años. Juan XXIII lo había convocado, dejándose empujar por el Espíritu y, con Dios en el corazón, reavivó la esperanza de todos, cuando empezó a chirriar la rueda de los cambios en la historia más reciente, que lo transformaba todo, a paso acelerado. Sorprendió al mundo, que añoraba a un padre, y convulsionó a la Iglesia, guardadora temerosa de tesoros divinos, y quiso salvarla del miedo, dejándole por herencia el reto vivo del Evangelio, creyendo firmemente que es posible que enamore también a los hombres de nuestra generación, como a los primeros cristianos.
Núm. 272. ENERO. Año 1991
EMPEÑADOS en no abdicar de nuestras injusticias y opresiones, de nuestras miserables mentiras y cinismos, de nuestras envidias ―aunque pretendamos disimularlo todo a base de silencios cómplices o protestas demagógicas―, no pasamos de hacer historia llenándola de guerras verdaderas y paces falsas. Guerras perdidas y guerras ganadas. Y paces tristemente perdidas. Confundimos fuerza con razón, bondad y justicia y, de este modo, sembramos nuevos odios y resentimientos para más violencias y más guerras, dejando que la sombra de Caín todavía persiga la del hombre.
Núm. 273. FEBRERO. Año 1991
PALABRA de Dios y palabra del hombre. Sagrada Escritura y oración, reconociendo a Cristo presente entre nosotros, y ser fieles a la voz de su Espíritu, que llama y quiere ser escuchado desde la conciencia, de tal modo que, lo que cada uno percibe de su aliento interior, se traduzca en vida compartida con la del Señor, que nos hermana en comunidad, para un mismo propósito: su Reino.
Reino de Dios que crece no por adición, no por sometimientos ni conquistas, sino desde dentro, donde la acción gratuita de Dios va transformando, pasando a forma espiritual toda la vida recibida, como en semilla, desde el Bautismo.
Núm. 274. MARZO. Año 1991
CRISTO se desnuda de su condición divina, y pasa como un hombre cualquiera, hasta dejar que le traten como esclavo. Nadie puede acusarle de pecado; pero esta inocencia desconcierta y turba la mala conciencia de jefes sanguinarios, de sacerdotes impíos, del procurador cobarde..., y todo se conjuga para un hecho que pesará sobre la humanidad, como una maldición que acumula todos los pecados de los hombres, pero también como un signo admirable de la fuerza de Dios, que triunfa sobre las perversidades y malicias humanas. La Iglesia lo recuerda conmovida y nos exhorta con palabras de san Pablo: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo.» PASIÓN
Núm. 275. ABRIL. Año 1991
RESURRECCIÓN, espiritualización. Llegará la hora en que no habrá más muerte. Quedará atrás la vida temporal, que guardaba la semilla de la inmortalidad. Solamente seremos espíritu y sensibilidad espiritualizada, como cuando la materia se consume transformada en luz, pero incombustibles. Entonces el espíritu lo impregnará todo y seremos transparencia para contemplar a Dios. Y Dios será todo en todas las cosas como vida, fuerza, gloria y amor, igual que en Jesucristo, primogénito de la nueva creación.
Núm. 276. MAYO. Año 1991
LA sola noticia de Dios no basta para hacer santos, aunque él siempre toma la iniciativa de mostrarse para que pueda ser reconocido a través de la fe, como gracia previa. La santidad es el resultado de una experiencia y preferencia personal por la que se corresponde al don de Dios mismo. Conocimiento, libertad y amor se ensamblan en esa correspondencia y transforman la vida, la cual se deja invadir por la fuerza de una vocación que la trasciende, y cuya última dimensión es el cielo, posesión definitiva de Dios. Los santos lo han entendido y han sido fieles a esta llamada. Luego nos han dejado «como un perfume de Cristo» (diría san Pablo), que nos atrae, y quisieran para nosotros la misma suerte que han alcanzado ellos.
Núm. 277. JUNIO. Año 1991
SERIA posible imaginar un catolicismo político, un catolicismo cultural, un catolicismo social, un catolicismo nacional que ocultara rescoldos imperialistas, un catolicismo de clase y de poder, con la pretensión de imponerse utilizando los medios de presión de que se sirven los mundanos, para sus fines e intereses terrenos; es decir, un catolicismo no cristiano. Nosotros no somos cristianos porque somos católicos, sino católicos porque somos cristianos.
Núm. 278. OCTUBRE. Año 1991
COMO pecado grande, la envidia. Ella es la madre del desprecio, de la hipocresía, del odio que recome el corazón de los hombres y siembra enemistades y rencores entre los pueblos, y engendra las guerras, despierta las codicias y perpetúa esclavitudes. Como pecado "pequeño", la vanidad, porque dispone a la ficción, a creerse la propia mentira, al rechazo de la verdad evidente. Y, sin embargo, sólo la verdad hace libres a los hombres y a los pueblos, porque de ella nace la justicia, y de la justicia la paz, y de la paz verdadera la única felicidad posible en este mundo.
Núm. 279. NOVIEMBRE. Año 1991
CONOCER, reconocer. Volver a partir siempre del descubrimiento de nuestro propio ser y del ser de Dios, y no como simple referencia mental, sino como verdad, como vida amanecida у amaneciente, como comunicación y comunión con él. Conocernos para conocerle, y conocerle más allá de la contemplación filosófica o la deformación supersticiosa. Admirarnos, agradecer y, día tras día, desarrollar el incesante crecimiento y descubrimiento de Dios en nosotros y de nosotros en él, afinando la esperanza que camina abierta de brazos para el amor total del Cielo, o del cosmos cuando, caídas las hojas doradas de lo finito, se verá la luminosidad gloriosa de Dios, eternamente, para todos.
Núm. 280. DICIEMBRE. Año 1991
TENEMOS algún conocimiento del misterio de Dios por la gracia de su Palabra, si se hace luz interior en el alma. De él procede y mana como agua limpia. Acogerla, conservarla o, si se hubiese olvidado, recuperar su sentido, nos lleva al milagro de la comunión con Dios. La esperanza es movernos en dirección a él, como a nuestro fin.
El pecado sería pervertirla, falsificándola o estragando el sentido inventado. Afortunadamente la Palabra ha sido luz y presencia entre nosotros, como verdad, como vida y como amor, en Jesucristo.
Núm. 281. ENERO-FEBRERO. Año 1992
PALABRAS y obras; creer y hacer. La fe queda reducida a mero concepto si no resplandece positivamente en las obras, que la confirman.
La fe es el "qué" y las obras son el "cómo".
Ahí es donde podemos fallar y donde la tentación acecha a cada creyente y a toda la Iglesia. La necesidad de hacer real esta coherencia es lo que distingue a la Iglesia, a sus instituciones y a sus hijos, de los reinos y poderes del mundo, de las empresas y negocios que en él se montan, de los hombres que desconocen o que, confesado o negado, en la realidad, prescinden de Dios. No podría ser Iglesia de Dios, ni obra de Dios, ni hijo de Dios, cualquier asamblea, o empresa, o fiel, que disociara la fe de Cristo del estilo de Cristo, que no es el del mundo.
Núm. 282. MARZO-ABRIL. Año 1992
DEJARNOS convencer por el amor que Dios nos tiene, y que nos ha demostrado. Dejarnos convencer por el amor para saber amarle, superando fantasías inútiles, sentimentalismos hueros, angustias y miedos que paralizan la acción de la gracia cuando nos empuja a la apertura humilde, agradecida y gozosa a la oferta divina. Es decir, convertirnos al amor, puesto que Dios nos ha amado según la medida del amor de su Hijo, Cristo Señor nuestro.
Núm. 283. MAYO - JUNIO. Año 1992
SANTOS como los de la primera generación cristiana, que predicaron sufriendo y con frecuencia muriendo por la fe, sin gloriarse de sí mismos. Santos como los que abandonaron los estilos, riquezas y soberbia del mundo y siguieron las Bienaventuranzas. Santos como Francisco de Asís y su "perfecta alegría", o como Juan de la Cruz y su "noche oscura", o como Javier y su "sed de almas", o como Felipe Neri llenando de claridad su alma junto a las tumbas de los mártires у la oscuridad de las catacumbas y repartiendo luego libertad, alegría y paz a sus hijos. Lo que no se parezca a esto ha de ser muy tamizado, para librarnos de la sorpresa de tomar por santos a mitos y fantasmas evanescentes.
Núm. 284. SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1992
EL que rechaza la verdad o teme y desprecia sus exigencias, espiritualmente es un esclavo y, si tiene poder, hace esclavos a los demás. Al final, la verdad siempre resplandece, aunque pueda ser más allá del tiempo; pero resulta inevitable que, en el camino, hayan sido sacrificados o engañados muchos inocentes. La peor de las violencias que ha padecido y padece el ser humano es la mentira, y luego la persecución de la envidia y la explotación e injusticias de la codicia. Ellas solas explican los mayores males que afligen todavía a la humanidad.
Núm. 285. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1992
DIOS conmueve, sorprende y admira, cuando descubrimos que nos dio la vida, cuando sabemos que nos espera en la muerte, cuando nos busca bajando a nuestro camino terrenal, cuando nos acompaña y se hace experiencia en el alma.
Cuando se nos descubre más conocido y más nuevo, más profundo y más elevado, próximo y sublime, humilde y majestuoso, pobre y riquísimo en gracia y misericordia, humano y divino, temporal y eterno, de cada uno y de todos, en la fe, en la esperanza y en el amor. Dios, en Jesucristo, es nuestro Hermano y nuestra Paz.
Núm. 286. ENERO-FEBRERO. Año 1993
TODO está por hacer, desde que Cristo vino al mundo, y lo convulsionó. Nos cuesta entender esta novedad, y, nostálgicos de imaginadas seguridades perdidas, echamos la vista atrás:
los mundanos, para resucitar durezas y violencias primitivas, aunque maquillando hipócritamente el gesto que esconde injusticias y crímenes: de ahí las hambres, las deportaciones, los genocidios, las guerras, los expolios legalizados... Los que decimos que somos seguidores de Quien vino a quitar el pecado del mundo pongamos atención en no ser seducidos, en no repetir el estilo mundano ni con pretexto de bien, porque sería cometer una falsificación, una demora del Reino y apagar el Espíritu o, como mucho, un volver a la Sinagoga.
Núm. 287. MARZO-ABRIL. Año 1993
RESURRECCIÓN equivale, en Cristo, a recuperación gloriosa de su posición escondida, hasta ese momento, de Hijo de Dios. Su santa humanidad ya no es barrera del espíritu. En el cristiano, resurrección es vida renovada por don de Dios, como morir para nacer de nuevo a otra dimensión, la de la santidad. La santidad no es una asepsia respecto del mal, sino injerto de bien, gracia de Dios mantenida en amor de hijos, que imitan al Primogénito. Lo meramente moral es todavía paganismo y regateo por los mínimos; no entrega total a Dios, es decir, proyección a la santidad. De otro modo, Dios permanecería lejano al hombre, sin que éste llegue a ser verdadero cristiano, porque el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, carecería de sentido para él.
Núm. 288. MAYO-JUNIO. Año 1993
LOS SANTOS no perdieron energías cultivando dudas para evitar o retrasar su decisión capital, que debiera coincidir con la actitud del alma en presencia de la última oportunidad, al alcanzar a Dios, después de esta dimensión que llamamos "vida". La tensión del diálogo humano-divino, supuesta la fe, no dejaron que se venciera del lado que busca forzar la voluntad de Dios para que coincida con la nuestra, y la justifique; sino que, con ardiente sinceridad, ansiaban elevarse y coincidir con el designio divino. Y así, enamorados de Dios, fueron libres y felices para siempre. San Felipe preguntaba: «¿Y después, y después?...» Después era siempre.
Núm. 289. JULIO-AGOSTO. Año 1993
FRENTE al aspecto visible y temporal de las realidades creadas, el hombre verdaderamente cristiano —más que el simple hombre natural— puede y debe añadir la visión trascendente del sentido según Dios, el cual ha tomado al hombre como hijo suyo. El acceso al orden de la gracia refuerza el compromiso para la honestidad, y el respeto y el deber de la justicia se hacen sagrados y se convierten en semilla divina de paz, en este mismo mundo. Paz que todavía echamos de menos mientras, demasiadas veces, confundimos, por ligereza, el jugar a ser cristianos con la decisión de aceptar las consecuencias de serlo del todo.
Núm. 290. SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1993
LAS COSECHAS recogidas, las fiestas pasadas, las vacaciones casi para todos más o menos gozadas, y comienza el curso con lo que nos queda de otoño. Se normalizan las actividades que habían alterado su ritmo, se recupera el orden doméstico y también es la hora de desperezarnos y avivar el espíritu. El descanso habría sido una traición a la vida si no le sigue la voluntad decidida de hacer mejor lo de siempre. Todo comienza otra vez, y el tiempo vuelve a ser joven para enmendar lo que pudo ser imperfecto, y proyectar hacia delante, con ilusión, lo que la esperanza nos promete, cuando la pereza no rechaza creer en ella.
Núm. 291. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1993
LA LUZ de la fe, la fuerza invencible de la esperanza y el amor a Dios resumen el sentido de la vida para quien ha sido iluminado por Cristo y confía en él. Sin la fe, la muerte sería la soledad de la nada; y sin la esperanza y el amor ―incluso el no correspondido en la tierra―, la vida sería un absurdo. Pero nosotros hemos creído y confiado en el amor y sabemos que, finalmente, será la plenitud de la verdadera Vida, en Dios.
Núm. 292. ENERO - FEBRERO. Año 1994
CRISTO, como hombre sumergido en la divinidad, rogó al Padre: «Que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí». La unidad, como la fe, no se improvisa, y es gracia derramada de la profundidad de Dios. Aquí va precedida de la unión, de andar juntos sin eliminarnos, sin destruirnos recíprocamente, respetándonos.
La Iglesia espera que los que se limitan a llamarse cristianos se conviertan al catolicismo; pero, a la vez, moderando el énfasis de nuestra denominación, los católicos debemos convertirnos al cristianismo; sin lo cual la deseada unión no sería comunión, no sería verdadera Iglesia de Dios, en la que "cristiano" es el nombre y "católico" el apellido.
Núm. 293. MARZO-ABRIL. Año 1994
CUALQUIER tiempo pasado fue peor, porque ahora ya tenemos a Cristo, el crucificado por el pecado del mundo, escándalo de los que esperaban remedios y milagros, y locura de los previsores que todo lo plantean con sabiduría y astucias de este mundo. Pero el hombre sigue todavía en trance de conversión, porque el pecado no se ha erradicado totalmente. Persisten las grandes injusticias, las mentiras, las hipocresías, los silencios culpables, las maledicencias, el fomento de los odios, las envidias, las codicias, el rescoldo de las venganzas... La cruz de Cristo ha pasado a ellos. Cuando Cristo nos juzgue, con los inocentes a su lado, antes que preguntarnos por nuestra fe, nos pedirá cuenta de cómo hemos tratado a nuestros hermanos... y "suyos".
Núm. 294. MAYO-JUNIO. Año 1994
LO BELLO no es lo bueno, sino viceversa; de no ser así, llamaríamos belleza al envoltorio edulcorado de la mentira, al exhibicionismo vano. Lo bueno es limpio, desprendido, con espacio para Dios, que es incompatible con lo artificioso y se muestra a los sencillos de corazón. La sencillez es difícil, porque no puede suplirla ni la mejor inteligencia, tentada a veces por la astucia y el orgullo. Los santos triunfaron de estas tentaciones y alcanzaron a Dios.
Núm. 295. JULIO-AGOSTO. Año 1994
PARA conocer bien a los hombres hemos de remontarnos a su infancia. «La primera parte de la vida de los hombres, dice Newman, permanece oculta, y es generalmente en la infancia cuando se forman los caracteres para el bien o para el mal; y aun los bienhechores verdaderos у más importantes son desconocidos por el mundo.
También se ha comprobado que algunos de los cristianos más eminentes tuvieron la suerte y la gracia de poseer madres profundamente religiosas y de haber recibido en casa una educación que fue instrumento de sus propias gracias».
Núm. 296. SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1994
LA PRISA roba el tiempo a la memoria y rompe el nexo entre la experiencia aleccionadora y su desarrollo creativo. Es la hora de las ambiciones instantáneas y, en ella, los grandes se arrogan el falso derecho de someter a los pequeños; los violentos, a los pacíficos; los depredadores, a los laboriosos. Pero también es la hora y el reto de los cristianos, si de verdad creen en el Evangelio y anuncian «la civilización del amor», invocada por Pablo VI, para crear un mundo mejor, de santos y de hombres verdaderamente justos.
Núm. 297. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1994
MIENTRAS camina por el tiempo la Iglesia se debatirá entre las leyes de los hombres y sus propias leyes humanas, y la fe y confianza en Dios. La urgencia del discernimiento a que tal contraste la someta será el yunque donde se irá forjando su esperanza. Sus tentaciones y su pecado será prestarse a la manipulación de los políticos, y el escándalo que causa a los sencillos y alejados, cuando ello sucede. Por eso la tensión de toda su historia estará siempre entre los extremos del Derecho y la Teología, de lo institucional y lo profético, de la autoridad y los carismas... Tensiones dolorosas y difíciles, pero que la gracia, al fin, vencerá para que triunfe de todas las seducciones.
Núm. 298. ENERO — FEBRERO. Año 1995
LLAMADOS a la vida, habría un modo de estar en el mundo casi vegetativo y de movernos en él, ni libres ni esclavos, pero sí despersonalizados de nuestra condición cristiana, somnolentes y dejados llevar por la corriente de lo más fácil o placentero, degradando, al fin, la razón última de existir, vueltos al paganismo. Pero la vida de los hijos de Dios, ya en la misma tierra, está llamada a la trascendencia, más allá de sí misma, para que se pueda convertir en respuesta gozosa y agradecida a quien nos la dio. En el fondo, se trata, como en los primeros seguidores de Cristo y en los santos, de una respuesta de la fe en Dios y en su amor, que concierne a todos los bautizados.
Núm. 299. MARZO-ABRIL. Año 1995
TODO verdadero crecimiento espiritual, en el hombre de fe, no se basa en la insistencia, en el esfuerzo reiterado, sino en el renacimiento, desde el fondo del alma. Vivir es nacer continuamente; no es repetir, sino profundizar. Suele sepultar el primer intento de acercarnos a la Verdad de Dios, el polvo de la superficialidad humana. No son las vibraciones emotivas, sino la pureza la que convierte en energía el enamoramiento del Bien, como absoluto.
Núm. 300. MAYO-JUNIO. Año 1995
AUNQUE no hubiera habido santos, para enamorarnos del Evangelio nos habría bastado ter, transparentada en él, la figura de Jesús, repetidas sus palabras y releídas con el corazón. Tal vez su radicalismo nos parecería exagerado para llevarlo a la propia vida: el amor a todos y a él por encima de todo, el perdón de los enemigos, la esperanza de preferir el cielo más que todo lo de la tierra; superar lo ideológico y amañado de las religiosidades y «nacer de nuevo», y estar convencidos que sin estas disposiciones no es posible alcanzar a Dios... Pero he aquí que todo esto es posible para quien lo pide a Dios, y los santos nos lo confirman. Todo esto fue para ellos, y es también para nosotros.
Núm. 301. JULIO-AGOSTO. Año 1995
ES CURIOSO. Cristo, que quiere llevar al ideal más elevado a la humanidad entera, no envía a sus apóstoles a los grandes centros del saber de entonces, o del arte y la civilización, ni los infiltra entre los poderosos y los ricos del mundo (Alejandría, Atenas, Roma...), para que adquieran mayor capacidad en su misión a cumplir. Teme que los medios y artes mundanos fácilmente corromperían el mensaje divino. Los quiere limpios de corazón y le basta mandarles el Espíritu Santo «para que les complete el saber de Dios y les recuerde lo que ya les había dicho».
Núm. 302. SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1995
SOCIOLOGÍA y teología ―¡y Evangelio!― se enfrentan y padecen cuando abunda a la ligera la proclamación del nombre "católico" y mengua el de "cristiano". Este compromete a más y supera el significado del primero. Además, para que este nombre no sea trivializado, debe incluir la pertenencia al discipulado de Cristo, no como una adscripción simbólica o disciplinaria, sino afectiva, libre, concreta y vital, para ser, en él, hermanos de los hombres e hijos adoptivos de Dios, por la gracia que nos viene del mismo Jesucristo, primogénito del Padre. Discípulos de Cristo, hermanos de los hombres, hijos de Dios, cristianos... y, como último adjetivo, católicos. Esto es lo que "hace" Iglesia.
Núm. 303. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1995
LA VERDAD histórica; las gestas de los hombres y los ideales que han enarbolado; la acción providencial de Dios en todos los acontecimientos; el desarrollo de las técnicas y los avances del pensamiento. La verdad comunicada, y los esfuerzos para la convivencia; el siniestro cinismo de los opresores, que borran la historia o la manipulan para usurparla y retenerla como propia.
Pero también la memoria imborrable de los bienhechores de la humanidad, o tal vez los santos, que se olvidaron de sí mismos y confiaron en Dios a lo largo de una vida de silencio... Todo nos ayuda a entender la vida, la historia y el destino del hombre más allá de los caminos del tiempo.