BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 12. DICIEMBRE. 1960.
1. ADVIENTO
La Iglesia ha dividido el año litúrgico en dos grandes ciclos: el ciclo de Navidad y el ciclo de Pascua. En torno a cada una de estas dos grandes celebraciones, giran las demás fiestas y conmemoraciones de misterios santos.
El ciclo de Navidad comienza con el primer domingo de Adviento y termina el 2 de febrero, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora. Los cuatro domingos de Adviento, la fiesta de la Natividad del Señor, la de la Epifanía, al igual que los domingos de después de la Epifanía, forman un todo, con una primera parte caracterizada por la esperanza en la llegada del Señor, y una segunda parte que es una explosión de alegría por la inmediatez de su presencia entre nosotros.
Esta primera parte se desenvuelve en un ambiente de esperanza, penitencia y súplica. La Iglesia usa los ornamentos morados, y nos sitúa en la anhelante expectación del mundo antes del advenimiento de Cristo, para que nos dispongamos a conmemorar, en Navidad, el advenimiento histórico del Salvador, nacido en el portal de Belén, sin olvidar que este advenimiento temporal y humilde del Señor, es preanuncio de otro advenimiento glorioso al final de los tiempos, cuando, derribado {1 (33)} el muro del tiempo que nos separa de la eternidad, veamos al Rey de la Gloria en toda su majestad.
No celebraríamos bien la primera venida de Cristo, ni nos prepararíamos para el último advenimiento glorioso, sin participar antes en su advenimiento sacramental, en el seno de la Iglesia. En nuestro Bautismo nacimos a la vida de Cristo; en la Eucaristía «vuelve» Incesantemente a nuestras almas y nos hace creer en El; en la Penitencia se nos «devuelve» misericordiosamente.
Los demás sacramentos perfeccionan y organizan esta presencia vital del Señor en nosotros, y el espíritu de oración mantiene nuestro anhelo dispuesto a estas venidas santificantes, que tienen lugar en el alma de todo el que vive en gracia o del que vuelve a la vida de gracia, si tuvo la desdicha de perderla.
2. ESPÍRITU DEL ADVIENTO
PRIMERA SEMANA
Anhelo esperando al Señor.— La Iglesia, al Comenzar el Adviento, nos pone bajo la protección de la Virgen, portadora del Verbo a la humanidad. Los Profetas nos lo anuncian desde lejos: «Vendrá y renovará Jerusalén». Viene el Señor para darle la libertad. Sé, pues, consciente de esta venida y dile: «Venid, Señor, a Vos elevo mi alma».
SEGUNDA SEMANA
Purificación para recibir al Señor.— La Iglesia de nuevo nos dice por boca de Isaías. «Pueblo de Sion, he aquí al Señor que vendrá a salvar las gentes; y el Señor hará que percibáis la gloria de su voz, lleno de alegría vuestro corazón». Para que esta alegría sea completa, es necesario acercarse al Rey que viene, con el alma purificada.
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TERCERA SEMANA
Gozo, el Señor está cerca. —SEMANA MARIANA.– Al amanecer dice el Profeta: «Jerusalén, gózate con gran alegría, porque vendrá a ti el Salvador». El Apóstol nos repite: «Gozaos siempre en el Señor, otra vez os digo, alegraos..., el Señor está cerca». En estos días oirás también el mensaje del Ángel dirigido a una Virgen, quien dará su consentimiento para ser hecha Madre del Hijo de Dios y Madre de los hombres. La obra redentora empezará en el seno de esta Virgen, santificando al Precursor del Redentor en las entrañas de Santa Isabel. Únete a la salutación del Ángel y espera con gozo que se realice el misterio.
CUARTA SEMANA
Prepara el camino del Señor.— La Iglesia, intensificando el anhelo, repite: «Derramad, oh cielos, desde arriba vuestro rocío». La Virgen anunciada por el Profeta está presente entre nosotros llevando en su seno al Redentor; prepara sus caminos allanando y enderezando todo aquello que puede serie obstáculo.
VIGILIA DE NAVIDAD
Hoy sabréis que vendrá el Señor y nos salvará, y por la mañana veréis su gloria — La Iglesia al nacer el día, después de anunciarnos las fechas más importantes de la historia de la humanidad, nos indica el tiempo en el cual Jesucristo, Dios eterno, e Hijo del Eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su misericordiosa venida, se encarnó en el seno de la Virgen y nació en Belén de Judá.
Vigilia solemne y gozosa es la de Navidad. Se reflejan en ella resplandores de la plenitud de luz que mañana llegará al alcance de nuestra vista, y se oyen preludios de gozosos cánticos que mañana prorrumpirán en plena alabanza.