BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 24. ABRIL. 1962.
1. PASCUA PERENNE
Todo el culto cristiano no es más que una continua celebración de la Pascua, sol que no cesa de elevarse y que arrastra, en pos de sí, una estela de eucaristías que no se interrumpen ni un momento, porque cada misa celebrada es la Pascua continuada.
Cada día del año litúrgico y en cada instante de la vida siempre despierta de la Iglesia, se continúa y renueva esta Pascua que el Señor había deseado con tan gran deseo comer con los suyos, en espera de la que comerá con ellos y que perdurará por toda la eternidad. La Pascua anual que nosotros no cesamos de recordar ni de esperar, nos mantiene de continuo sumidos en el sentimiento de los primeros cristianos que exclamaban, vueltos al pasado: «¡El Señor ha resucitado verdaderamente!», y mirando al futuro: «¡Ven, Señor Jesús; ven pronto!».
La religión cristiana, en efecto, no es una simple doctrina, sino un hecho, una acción, y no una acción del pasado, sino acción que pertenece al presente, mientras recoge el pasado y se proyecta al futuro. En esto estriba su misterio; misterio de fe. La acción de Cristo se nos hace presente y, mientras la celebramos, ya comenzamos a participar de su Pascua eterna.
P. Luis Bouyer, del Oratorio.
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2. EL ORATORIO Y EL CONCILIO
Completamos en este número de LAUS, la referencia comenzada en el anterior, en la que enumerábamos los Padres del Oratorio que participaban, por designación del Santo Padre, en las tareas preparatorias del próximo Concilio Vaticano II:
El P. Julio Bevilacqua, al que se debe en gran parte el actual resurgimiento de la Congregación del Oratorio de Brescia, ha simultaneado su continua actividad ministerial y su apostolado entre la juventud, con la publicación de varios ensayos sobre Liturgia y Cristología, que han aparecido principalmente en la revista «HUMANITAS», de alta significación cristiana e intelectual, y es autor conocido y citado tanto dentro como fuera de Italia. Desde hace varios años es Consultor de la Sagrada Congregación de Religiosos, y amigo entrañable, desde la juventud, del actual Pontífice Juan XXIII.
El P. Enrique Kablefeld, actual Prepósito del Oratorio de München, es un especialista en Liturgia, conocidísimo en toda Alemania, miembro destacado y ponente en varias asambleas internacionales de estudios litúrgicos, al lado del cardenal Lercaro, el fallecido obispo de Berlín Weskamm, los PP. Capelle, Jungmann, etc. Intervino como técnico en la reforma de los ritos de Semana Santa.
EI P. Clemente Tilman, del mismo Oratorio de München y Profesor de la Universidad, es conocidísimo por la intervención que tuvo prácticamente como redactor principal del famoso «Catecismo Católico» alemán, ya traducido y repetidamente reeditado en todo el mundo Ha publicado varias obras de Pedagogía, catequísticas y de espiritualidad, algunas de las cuales también pueden encontrarse vertidas al castellano.
El P. Werner Becker, del Oratorio de Leipzig, en la Alemania oriental, buen conocedor de la situación entre católicos y protestantes más allá del «telón de acero», donde nuestros {2 (14)} Padres del Oratorio poseen y dirigen la única editorial católica autorizada por los comunistas, de la que sacan el mejor partido imaginable, a pesar de la multitud de restricciones.
Finalmente, el P. Luis Bouyer, al que no dudamos en enumerar como hermano nuestro, en San Felipe, a pesar de que el Oratorio francés, jurídicamente, aparezca como una Sociedad desvinculada de nuestro Instituto. Es Profesor en el Instituto Católico de París, y bien conocido en todos los medios culturales y universitarios de la Iglesia, por sus trabajos sobre Liturgia, Patrística y Sagrada Escritura. En especial, como oratorianos, le agradecemos la preciosa biografía del cardenal Newman, el mejor libro, indiscutiblemente, de cuantos se hayan escrito acerca del gran convertido de Oxford y el más ilustre de los hijos de S. Felipe nacidos en Inglaterra.
Queda obviamente destacada la contribución en la Liturgia, lo cual honra la tradición oratoriana, que se ha distinguido siempre, desde los mismos tiempos de San Felipe, por el decoro con que ha celebrado el culto público en sus iglesias y el celo por acercarlo más y más a la comprensión y participación de los fieles. Toda la esencia del apostolado oratoriano se encierra en esta fórmula sencilla y constante: instruir y formar las almas para que en la oración (la pública del culto litúrgico y la privada de la piedad personal) y los sacramentos (Eucaristía, Confesión), glorifiquen a Dios, encuentren la propia santificación y sean levadura cristiana de la sociedad en que viven.
Todos los amigos del Oratorio harán bien en tener a estos hombres presentes en sus oraciones, para que den a la Iglesia todo lo que son capaces y lo que San Felipe daría, para el mejor fruto de la magna asamblea ecuménica que se prepara y que todos esperan como una bendición providencial, no sólo para los católicos, sino para todos los hombres de buena voluntad.