BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º
25. MAYO. 1962. |
1.
EL SANTO HUMANISTA |
Los
valores que conquistó el Humanismo del siglo XVI, dejando aparte sus
exageraciones paganizantes, eran valores sagrados. |
El
respeto a la persona humana, su libertad espiritual, la bondad de la
naturaleza y la alegría de vivir, eran valores que, envueltos en las sombras
de cierto descuido medieval, volvían felizmente a la luz del día y no se
oponían en realidad a la vida cristiana que nos manda "servire Domino in
laetitia", servir al Señor con alegría. |
Es
verdad que el humanismo no fue siempre debidamente encauzado. En las
reacciones se da siempre la exageración, y así ocurrió con la reacción
humanística que sucedía al Medioevo. Pero el fondo esencial del Humanismo era
bueno. Los motivos de la personalidad, de la libertad, de la alegría, de la
huida de la tristeza, del moderado placer, eran motivos todos que no podían
condenarse. |
Sin
embargo, la admiración y el retorno al naturalismo pagano, aun cuando no
surgiera con un carácter declaradamente contrario a la Iglesia, tampoco podía
aceptarse como cristiano. |
La
mitología se hacía más familiar que el Evangelio, que algunos se resistían a
leer en la versión latina, por considerarla {1 (17)} capaz de contaminar su
gusto ciceroniano ... Y hasta los nombres y tratamientos, las costumbres y
ceremonias se resentían de este regreso a la ampulosidad pagana. |
Haciendo
caso omiso de trece siglos de vida cristiana, el Humanismo literario,
transfiriendo totalmente al hombre a la antigüedad, en lugar de conseguir una
más concreta formación humana del mismo, añadiéndole la experiencia histórica
del mundo clásico, acababa por condenarle al abstractismo más árido y al más
absurdo anacronismo. |
La
elevación completa de la personalidad humana sólo podía obrarse por el ideal
cristiano mediante la síntesis de Tas dos culturas. |
El
Humanismo cristiano, que comprende y supone el valor trascendente del hombre
junto con la exigencia de su concreción histórica, nos dio un Humanismo
Integral y eterno, que apunta hacia la formación de una personalidad
armónicamente equilibrada, dueña de sí misma, enriquecida de exigencias
espontáneas, en cuyo desarrollo y manifestación encuentra ella su gozo y su
felicidad. |
San
Felipe Neri, que nació en Florencia, sede de la visión gozosa de la
existencia humana, se nos muestra como si hubiese aspirado su aire saturado
de Humanismo, para que lo hiciese aliento de su vida, estilo de su obra
apostólica, concretada en el Oratorio, donde con el respeto a la personalidad
humana, supo conjugar el libre desarrollo de las aptitudes individuales,
mediante el culto de las propias facultades, encajadas en el orden de una
vida común en la que no figuran la solemnidad de los votos, como en otros
Institutos, sino donde continuamente se acepta una renovación fecunda de la
entrega de uno mismo al ideal religioso al que se consagra la vida. |
El
Santo florentino tuvo una visión serena y cristiana de la existencia. Se
alineó junto al Catolicismo militante con su obra, la cual, mientras se
oponía a la Reforma protestante, salvaba providencialmente o mantenía
despiertos en el ámbito de su apostolado romano, aquellos valores humanos que
en {2 (18)} aquel momento de vigorosa reacción antiprotestante y de
reafirmación de la autoridad de la Iglesia, podían parecer peligrosos si se
ponían demasiado en evidencia, aun cuanto representaban una tal conquista que
no podía ser destruida o descuidada sin grave daño tanto para la Iglesia como
para la sociedad. |
Es
propio de la multiforme e intrínseca vitalidad de la Iglesia de Cristo la
prerrogativa de guiar las almas, desde los temperamentos más variados y de
más diversas características, hasta la santidad y la salvación, dejando ser a
cada uno lo que es, sin poner moldes preconcebidos, aunque manteniendo
constante la tarea de destruir al hombre viejo, rastrero y pecador, para
reconstruir el nuevo según la semejanza espiritual que nos brinda el divino
Maestro, Jesús. |
Y
una demostración de ello fue la vida y la obra apostólica de San Felipe Neri. |
P.
Cayetano Angilella, C. O. |
2.
PREFACIO DE N. P. SAN FELIPE NERI |
Verdaderamente
es digno y justo, equitativo y saludable, el darte gracias en todo tiempo y
en todo lugar, Señor, Santo Padre, omnipotente y eterno Dios. Que abrasaste
con el fuego del amor al bienaventurado Felipe, lleno de los dones de la
gracia. El cual, inflamado por esta inefable caridad, instituyó una nueva
Congregación para la salvación de las almas, y completo, con el ejemplo de
sus obras, las enseñanzas de salvación que dio a los demás. Te suplicamos,
pues, por tu clemencia, que nos concedas gozo espiritual en su festividad,
que sigamos el ejemplo de su santa vida, que nos Instruyas con su predicación
y nos proteja con su intercesión tan grata a Ti. Y, por tanto, nos unimos con
los Ángeles y Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la
milicia del ejército celestial cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin
cesar: Santo, Santo, Santo... |
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