BOLETIN
DEL ORATORIO DE ALBACETE. |
N.º
31. MARZO. 1963. |
1.
VOCACIONES |
Vocación
quiere decir llamamiento. |
Todos
somos llamados por Dios, a participar de su vida por la gracia; pero,
prácticamente, el grado de esta participación nos viene proporcionando, de
ley ordinaria, según el conocimiento que tenemos de Dios, la recepción de los
sacramentos y la oración. Para asegurar la permanencia de estos medios, nos
es necesario tener, entre nosotros, almas totalmente consagradas a Dios, que
nos lleven a Dios a nosotros y que nos lleven a nosotros a Dios. |
San
José, en el mes de marzo, viene erigido como patrón de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, porque a su cuidado confió la Providencia, al
único y gran Sacerdote, Jesucristo, y a la Inmaculada Virgen María. |
¡Cuánto
pueden aprender los padres y las familias de la misión de San José! ¿Han
pensado, todas las familias cristianas, en la gracia que para ellas sería, y
en el bien que se seguiría para la Iglesia, si alguno de sus miembros se
consagrara a Dios? |
Cuando
roguemos para que Dios nos dé santos y sabios sacerdotes y almas que se
consagren a la vida de santidad, añadamos a la súplica, o más bien
antepongamos, el pedir para que haya familias verdaderamente cristianas, de
Cristo, que quieran y sepan dar esta santa y vital contribución de alguna
vocación para el cuerpo místico de Cristo, la Iglesia. |
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(9)} |
2.
VIDA DE CONSAGRACIÓN A DIOS |
Todo
cristiano, por el bautismo, está consagrado a Dios. |
Pero
hay muchas almas que, al encontrarse con la riqueza bautismal rebosante de
gracia, oyen además la invitación del Señor para una vida de dedicación más
solicita y metódica a la santidad, y buscan caminos estables que les
garanticen el fiel seguimiento de la divina llanada. Para ellas la Iglesia
tiene los llamados estados canónicos de perfección, que son fórmulas de vida
en las que oficialmente se reconoce y garantiza el método de seguir los
consejos evangélicos —singularmente pobreza, obediencia y castidad—, para
alejar los obstáculos principales que se oponen al esfuerzo para la propia
santificación y facilitar el enderezamiento del alma por la senda de la
caridad, y poder hacer así, de la vida entera, una entrega amorosa y sin
reserva a Dios y a los demás. |
Una
gran variedad de formas reconocidas por la Iglesia responden a las diversas
necesidades de los tiempos, de los lugares, de las obras y hasta de las almas
solicitas por seguir el sobrenatural llamamiento a la consagración. La
Iglesia, siempre joven y siempre fecunda, no ha cesado de crear, adaptar y
renovar incesantemente métodos y fórmulas prácticas que aseguren la
observancia personal y social del genuino espíritu evangélico de tal
consagración. |
Estas
formas oficiales de consagración, sin ser exclusivas, representan la
respuesta constante y secular al llamamiento de Cristo a la vida de
perfección —«Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo
5, 48)—, y tienden a constituir aquí en la tierra, como el núcleo militante
de la santidad de la Iglesia. |
3.
¿CUÁNTOS SON LOS LLAMADOS? |
El
siguiente es sólo un parecer personal; pero es el parecer de un santo, que se
llamaba Juan Bosco, y decía que él creía que el Señor llamaba a la vida de
perfección consagrada a una, por lo menos, de cada tres almas. |
Entonces,
¿cómo hay tan pocos, en proporción, que atiendan al llamamiento de Dios? La
respuesta está ahí: mundo, demonio, carne... |
Pero,
¿por qué Dios no insiste, no fuerza?... No, Dios no debe hacer eso, o hacer
eso así; Dios es delicado, cuando llama dice {2 (10)} sólo: «si quileres.. ».
A la rigidez de un deber que se cumple puntualmente, Dios prefiere, para los
que va a llamar sus «amigos» (Juan 15, 13-15), la generosidad total, pero
libre, del amor que se entrega. |
En
el evangelio podemos ver tres llamamientos de Jesucristo y otras tantas
actitudes del alma «invitada» a seguirle: la del que quiere... pero no quiere
(Mateo 19, 16-22); la del que quiere, pero a medias, con corazón dividido
(Lucas 9, 57-62) —a los que se les podría recordar la copla de amores, que
también sirve para los divinos: «Corazones partidos, yo no los quiero, y si
le doy el mío, lo doy entero»— finalmente, la del que quiere, enseguida y del
todo, y hace fiesta en el corazón (Lucas 5, 27-32). |
4.
ESTADÍSTICAS |
Las
estadísticas no lo dicen todo. En último término las cifras nunca pueden
medir la cantidad de gracia santificante de las almas, y la gracia
—difundirla, aumentarla en el mundo— es lo único que realmente preocupa, por
encima de todo, a la Iglesia. Pero anticipada esta salvedad, es natural que
las cifras, aunque sólo sean aproximadas, contribuyen a orientarnos. |
En
el mundo y entre una población aproximada de 2.700 millones de habitantes, de
los cuales 900 millones son cristianos y 600 católicos, existen un millón y
medio de almas consagradas a Dios, dentro de la Iglesia. Un millón son
religiosas y el resto sacerdotes seculares y religiosos, la mayoría de los
cuales también son sacerdotes. |
Según
las estadísticas de las últimas décadas, el número de sacerdotes y de
religiosos, no aumenta en la misma proporción que la población mundial y que
el número siempre creciente de los católicos. Pero hay que tener en cuenta,
en cambio, el siguiente dato altamente revelador, y es que, mientras el
número actual absoluto de sacerdotes diocesanos es el doble del de sacerdotes
religiosos, el aumento de ambos cleros se produce en proporción inversa, o
sea que, cada año, por cada nuevo sacerdote diocesano se ordenan, por lo
menos, dos sacerdotes religiosos, lo cual puede significar que, con el
tiempo, todos los sacerdotes serán, además, religiosos. Así, según las
últimas estadísticas completas que nos es dado compulsar, resulta que, en
1961, se ordenaron 4.286 nuevos sacerdotes, de los cuales 1.162 eran
diocesanos y 3.124 religiosos. |
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(11)} |
5.
BIBLIA Y VIDA CONSAGRADA |
Sobre
la necesidad de la abnegación: Mateo 16, 24; Lucas 9, 23. |
Obediencia:
Filipenses 2, 5-8. |
Pobreza:
Mateo 19, 21; 8, 20; Marcos 10, 21. |
Castidad:
Mateo 19, 11-12; I Corintios 7, 25-38; I Juan 2, 15-17. |
Vida
en común: Hechos de los Apóstoles 4, 32. |
Desasimiento:
Mateo 8, 22; Lucas 9, 60. |
Perseverancia:
Lucas 9, 62. |
Recompensa:
Marcos 10, 29-31; Mateo 19, 29. |
También
en el Antiguo Testamento: I Reyes 3, 1-10; I Paralipómenos 29, 17-18; Salmos
15,5; 23, 3-5; 26 4, 7-8, 10; 32, 12; 33,9; 39, 8-9; 42, 4; 44, 2, 11-12; 50,
12; 51, 10; 62, 2; 65, 13-14, 16; 72, 1, 24, 27; 83, 2, 4-5; 99, 2-3; 104, 1,
3-4; 115, 16-17; 121, 6, 8-9; 132, 1, 3; Cantar de los Cantares 2, 16. |
En
el Nuevo Testamento: Mateo 4, 18-19 y 25, 1-13; Marcos 10, 17-21; Lucas 9,
57-62; Juan 1, 35-52; y 15, 1-9; I Corintios 7, 6-8, 25, 29-32, 34; Gálatas
6, 14; Efesios 4, 1-6, 23-24; Filipenses 3, 7-14; I Juan 2, 14-17;
Apocalipsis 1 4. 1-5. |
Los
que «no entendieran» estos textos, consuélense con las siguientes palabras de
Jesucristo: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas» (Juan 14, 2). |
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