BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 32. ABRIL. 1963.
1. EL DOLOR QUE SALVA
Si la doctrina de la Cruz puede entristecernos, no por eso debemos creer que la Religión del Evangelio sea triste. El salmista dice:
"Los que siembran entre lágrimas, cosecharán en la alegría". Y el Señor:
"'Los que lloran serán consolados". Que nadie se lleve la impresión de que el Evangelio nos da una visión tétrica del mundo y de la vida. Nos advierte, es verdad, para que no nos formemos un concepto superficial que nos haga creer en la alegría vana y transitoria de lo que vemos, pero si nos prohíbe el gozo inmediato es sólo para prometernos luego una alegría más verdadera y completa. En realidad, sólo nos prohíbe que pretendamos comenzar desde el placer; nos dice solamente: "Si comenzáis con el placer terminaréis con el dolor". Nos manda, en cambio, que comencemos con la Cruz de Cristo; y aunque en ella encontraremos dolor en un principio, luego brotará de ella paz y consolación.
La Cruz nos llevará a las lágrimas, al arrepentimiento, a la humillación, a la oración, al ayuno; lloraremos nuestros pecados, lloraremos por los sufrimientos de Cristo; pero todo este sufrimiento desembocará en una felicidad mucho mayor que la que el mundo es capaz de brindarnos.
"Ni ojo alguno ha podido ver, ni se ha oído jamás, ni el corazón el hombre pudo nunca conocer lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman" (1 Corintios 2, 9). Así pues, la Cruz de Cristo, cuando nos habla de la Redención y de los sufrimientos del Redentor, es verdad que también nos hiere a nosotros, pero nos hiere sólo para сurагnos.
John Henry Card. Newman, C. O.
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2. LA IGLESIA, SANTA
Hace pocas semanas que, en el Osservatore Romano (N.47–31.219), venía la noticia del nombramiento de un obispo Italiano para una diócesis de Suramérica. Lo particular del nombramiento es que el Papa había accedido a él después que el propio designado lo solicitaba, y no precisamente para ganar en ventajas de ninguna clase. Por los datos que nos es dado compulsar en el Anuario Pontificio, la diócesis que le espera, ofrece en relación con la que abandona, entre otros aspectos, la dureza de las siguientes comparaciones estadísticas: en cuanto a sacerdotes para atender a las almas, en la nueva diócesis dispondrá de un solo sacerdote para cada 14.000 católicos, mientras que en la que deja en Italia, tenía uno para cada mil; en cuanto a la extensión, el nuevo destino se dilata en una anchura geográfica ochenta veces mayor y con pésimas comunicaciones. Dejamos por considerar la falta de templos, la pobreza y atraso natural, el porcentaje de analfabetos, el bajo nivel de civilización...
Este obispo —no importa aquí decir el nombre— tiene 54 años: ni joven ni viejo por la edad; pero ciertamente joven de alma y generosamente apostólico, como el corazón de la Iglesia santa, siempre en primavera.
El Oratorio de Albacete considera como a sus benefactores, no sólo a todas aquellas personas que le ayudan materialmente a sostener sus vocaciones y a consolidar la misión espiritual y apostólica que tiene confiada en esta parcela de la Iglesia, sino también a cuantos, con verdadera caridad y simpatía cristiana, le tienen presente en sus oraciones.
Para todos, con espíritu de gratitud, se ofrece especialmente la misa de diez de cada domingo.
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3. DOMINGO DE PASIÓN EN ALEMANIA
Desde hace cuatro años, sin contar con otras campañas de caridad y apostolado, los católicos alemanes, al declinar la Cuaresma, en el Domingo de Pasión, hacen una colecta especial destinada a remediar los mayores males del mundo. En ella se recoge el producto de las privaciones voluntarias, de los ahorros obtenidos con los sacrificios que libremente cada uno se ha impuesto durante el santo tiempo cuaresmal.
Sin incluir, naturalmente, la colecta del presente año, en los cuatro anteriores, y con cantidades que revelan una generosidad ascendente, se ha podido dedicar a obras buenas de fuera de Alemania, la suma equivalente a algo más de 3.000 millones de pesetas.
La sola diferencia de nivel de vida, no lo explica todo. Más breves en el decir, pero más largos en el hacer que otros cristianos, sacan consecuencias concretas y rápidas de los principios contenidos en el Evangelio.
Cuando para tantos y en tantas partes, vemos que la pereza, el egoísmo, la vanidad y la sensualidad convierten en superficiales las cosas más profundas, y malogran energías, tiempo y pensamientos, ocupándose en lo que no deben, hablando de lo que no saben, gastando en lo que no necesitan, descuidando lo que les obliga, preguntando lo que no les importa o blasonando de lo que carecen..., es aleccionador este estilo verdaderamente cristiano, sencillo, puntual y eficiente, de un pueblo rico que da montañas de millones, no como las sobras de la riqueza excesiva, sino como el producto de su sacrificio y de su penitencia cristiana.