BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 33. MAYO. 1963.
1. DÉCIMO ANIVERSARIO Y PRIMERA PIEDRA
Con la celebración de la Fiesta de N. Sto. Padre Felipe Neri se cumple, este año, el décimo aniversario de la erección canónica de esta Congregación del Oratorio, que se establecía en Tobarra hasta que, en 1956, por Decreto de la Santa Sede, era transferida a esta ciudad de Albacete.
No se trata de hacer la historia de estos diez años de vida del Oratorio albacetense: se caracteriza, como no puede ser de otro modo, por las incidencias que son típicas de los períodos fundacionales. Tampoco hay que hacer el balance del valor santificador y apostólico que, dentro de su modestia, puedan haber tenido sus actividades, porque ha sido la misma fuerza del sacerdocio de Cristo y la bendición de San Felipe lo que ha permitido comprobar como el Señor ha querido servirse del Oratorio para hacer el bien a las almas que lo frecuentan.
Para que este bien prospere y, principalmente, para que el Señor sea por ello más alabado, la Congregación se decide, ahora, a comenzar la edificación de una nueva iglesia y más amplios locales para el apostolado que el Oratorio tiene la misión de ejercer, en beneficio de esta amada ciudad de Albacete.
{1 (17)} Por esto la Congregación se complace en anunciar la coincidencia de este décimo aniversario con la bendición y colocación de la primera piedra para las obras que se emprenden, en cuya ceremonia oficiará el Excmo. y Rvdmo. P. Arturo Tabera Araoz, C. M. F., Obispo de esta Diócesis de Albacete, bajo cuya paternidad pastoral surgía, hace dos lustros, esta joven Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
Confiamos en la divina Providencia y en todos cuantos quieran ser sus instrumentos para ayudarnos a levantar los muros de esta nueva casa de Dios para ver cómo, mientras éstos crecen en extensión material, aumenta el bien espiritual en las almas, piedras vivas con las que se edifica la Iglesia de Cristo.
2. BENDICIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA
La bendición de la primera piedra de una iglesia, se divide en tres partes, que vamos a describir sumariamente, i. BENDICION DEL LUGAR.— Se invoca al Señor para que «ponga un signo de salvación» en él y, enseguida, toda la alegría del alma prorrumpe en el canto del Salmo 83, «Quam dilecta».
La oración, que pone por especiales intercesores a la Virgen María, al que ha de ser Santo Patrón de la iglesia (S. Felipe Neri) y a todos los Santos, pide a Dios que purifique, con su gracia, el lugar que ha de ser templo suyo, donde nuestros deseos sean atendidos cuando le invoquemos.
2. BENDICION DE LA PIEDRA.— Además de las invocaciones comunes a toda acción de bendecir, aquí se añaden las que hacen alusión a la humildad y, al mismo tiempo, a la grandeza de la piedra —Cristo— que, aun habiendo sido despreciada, fue básica y angular en la codificación de los planes redentores de Dios. Y también a Pedro, sobre cuya piedra de fe y de amor, edificó el Señor su Iglesia.
{2 (18)} En la oración se pide a N. Señor Jesucristo que sea El mismo el principio, el crecimiento y el remate de la construcción que emprendemos.
Y después de rociar con agua bendita, haciendo tres cruces, la piedra elegida, termina esta segunda parte con una oración en la que se piden toda suerte de beneficios para todos cuantos colaboren, con intención pura, en la construcción de esta Iglesia.
3. COLOCACION DE LA PIEDRA.— El canto de las Letanías de los Santos con que comienza esta tercera parte, nos une espiritualmente con la Iglesia triunfante, a cuya pléyade de Santos y de Santas queremos unirnos, después de nuestra lucha terrena y, en particular, desde la plataforma de este lugar santificado.
El hombre siempre ha tendido a santificar algún lugar, dedicándolo a Dios: la antífona que sigue a las Letanías recuerda el gesto de Jacob (Génesis, 28. 17), a la que sigue el canto del Salmo 126, lleno de confianza sobrenatural en el Señor.
Se coloca la piedra en la cimentación dispuesta, mientras se pide que en este lugar queden sólidamente establecidos, «la fe verdadera, el temor santo de Dios y el amor fraternal, y para que sea consagrado a la oración y alabanza del mismo Jesucristo».
Sigue aún la aspersión purificadora del agua bendita sobre la acción de fijar la piedra en el lugar. Luego se recita, en consonancia con este profundo deseo de purificación, el Salmo 50.
La conclusión de esta última parte comprende el canto de esta antífona: «Oh, cuan formidable en este lugar: verdaderamente no es menos que la casa de Dios y la puerta del Cielo».
Y se canta el Salmo 86, «Fundamenta eius in montibus sanctis». Repetida la antífona siguen dos súplicas, una para los ministros del Señor, para que Dios «considere como hecho por Él mismo lo que ellos hagan», y otra de augurio para que los que ven comenzar las obras, igualmente pronto puedan ver gozosamente su conclusión.
Creemos que con estas notas, los usuarios Inteligentes de un buen misal, pueden buscar anticipadamente todos o casi todos los salmos citados y las Letanías de los Santos, con lo cual les será más comprensible y espiritualmente beneficiosa la asistencia a un acto de tan hondo significado.