BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 64. NOVIEMBRE. 1967.
1. MADUREZ Y CULTURA
Han sido, en verdad, jornadas densas, llenas del Espíritu de Dios, esas del IT Congreso Mundial de los Laicos, celebrado en Roma el mes de octubre pasado. Hasta 2.500 delegados de todas partes preocupados con urgencia y valentía por tomar actitudes del todo evangélicas frente a la vida del hombre de hoy.
Pero ha habido dos ausencias o, por lo menos, ha faltado la debida representación de dos sectores Importantes del laicado católico. Prescindiendo inclusive del caso de España, y generalizando, ha sido evidente la falta de los jóvenes y de los obreros cristianos en el Congreso.
Es posible que su adecuada presencia no hubiese logrado un mayor empuje juvenil, renovador, ágil, valiente y realista que el que se ha demostrado en las mismas apresuradas resoluciones del Congreso (opresión, racismo, justicia y paz, limitación de nacimientos, mujer e Iglesia, libertad de Prensa, representación de los laicos, matrimonios mixtos); pero esto no nos borra la significación que delata y que, sensatamente, podría ser ésta: a los jóvenes les faltaba madurez para participar en tales debates, y a los obreros les habría faltado cultura.
No vamos a analizar tales razones; ni admitir tan de plano que puedan bastar, aunque sea cierto que la pobreza de los jóvenes es precisamente lo provisional de lo bueno que se contenga en sus entusiasmos, es decir, su falta de madurez. {1 (49)} Y aunque también sea verdad que la primera y más grande pobreza de los obreros de los "pobres" del mundo es su falta de cultura.
Pero los cristianos no podemos resignarnos con esta constatación. Nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos de todos los hombres, nos obliga a hacer desaparecer la posibilidad de tales "clasificaciones", si la clase de personas las separa entre sí, las relega o las inhibe.
Hay que dar esa madurez, hay que transmitir esa cultura. A todos.
Hay que educar, que formar a los jóvenes; hay que darles ideas y criterios válidos para la vida que se abre a sus ojos; hay que hacerles responsables, no por el honor que el escalafón de la Inercia de los años transmite como por herencia, sino despertándoles el gozo divino de hacer y cansarse, también ellos, en la edificación del mundo.
Igualmente, hay que educar a esos pobres autómatas del trabajo, para los que el solo pan del cuerpo, aunque les estuviese asegurado cada día, no puede bastar a su dignidad y a su vocación humana. El hombre no puede ser, solamente, una cifra económica: hay que despertar su conciencia, levantar su espíritu y dejarle que sea, y hacer que sea hombre. Cuando solamente se da la oportunidad de ganar el pan de cada día, y no se cultiva al hombre, esa misma ganancia, aunque sea crecida, sirve para comprar el embrutecimiento y no para la realización vocacional de la persona.
Madurez y cultura.
Uno de los deberes más importantes de nuestra época, sobre todo para los cristianos, es el de trabajar con ahínco para que se haga efectivo en todas partes el derecho de todos a la cultura. De esta forma, a un gran número de hombres no será obstáculo su falta de saber para aportar su cooperación auténticamente humana a la tarea del bien común.
Gaudium et spes, 60.
JÓVENES...
defended vuestra fe,
vivid del gozo de vuestra esperanza,
desbordad vuestra caridad
y seguid adelante.
Sed como levadura en la masa
en el mundo que os espera.
Daros cuenta de lo grande y hermoso que es
vuestra responsabilidad
de jóvenes
y de cristianos,
ante el desarrollo integral y solidario de los pueblos.
¡Hay tantos hombres que viven en la injusticia
y tantos que son víctimas de la guerra!
Y todos tienen en el corazón
sed de justicia
Este y sed de paz.
Vosotros, lo mismo que Cristo,
sed los testigos de esta justicia,
sed los mensajeros de la paz
y los sembradores del amor.
Pablo VI, (2-7-87).
{3 (51)}
2. CONCILIO SACRAMENTO
El Concilio no alcanzará perfectamente su efecto como hecho de salud espiritual, hasta que haya sido aceptado por el pueblo y se haya traducido en la vida de la Iglesia.
No se quiere decir que las decisiones eclesiásticas solamente adquieren valor si reciben el consentimiento de los fieles. Si no que un Concilio es comparable a un sacramento. Los sacramentos pueden ser válidos, pero sin nuestra respuesta por la fe y la caridad llena de esperanza, resultan infructuosos y no consiguen aquello para lo que están destinados en nuestra vida.
Asimismo, las decisiones de un concilio ecuménico serían estériles si no fuesen aceptadas por toda la comunidad creyente con fe y amor y como una fuerza vital para obrar.
La esperanza está abierta, pero aunque concurra un episcopado mundial, se trata de algo limitado. Un concilio es, en su conjunto, la obra de los hombres, pero también es, en su conjunto, la obra del Espíritu de Cristo: es una dirección carismática de la obra de los hombres en el camino de la fe.
Por esto no hay que esperar milagros. Aunque cada concilio ha significado una transformación y una renovación vital de la Iglesia, también cada concilio ha proporcionado desilusiones. Y nuestra época no está madura en todos $28 puntos, La Iglesia, también, está aún en marcha, en camino hacia su forma celeste. Esto supone que Ella permanece aún situada en el tiempo y que va ascendiendo a través de la discontinuidad histórica hacia la manifestación perfecta de lo que contiene como plenitud de gracia y de fe.
EPISCOPADO HOLANDES, Carta col.
{4 (52)}
3. LA FE FORMAL DE NEWMAN
Newman entendía por te formal la que se podría llamar fe de la inteligencia y de la conciencia, en contraposición a la fe material o fe de la rutina, que no se esfuerza en iluminarse con la claridad sobrenatural de la verdad de Dios, ni saca todas las consecuencias & que se compromete la conciencia que abraza la fe.
Pensaba también que las formas con que se presentaba y exponía la fe católica, resultaban inadmisibles al espíritu crítico de los hombres de ciencia, aún en el caso de hombres honrados y serenas en su negación de Dios. Le confirmaba en esta convicción la amistad que tenía con algunos de ellos, como William Froude, Mark Pattison, Blanco White...
Pero es que, además, estimaba que, de no renovarse las formas de exposición de las verdades cristianas, perjudicaba a los mismos fieles católicos, que degeneraban hacia una fe material, rutinaria y acomodaticia. No comprendía el prurito "apostólico" de ciertos católicos—incluso de la jerarquía— preocupados por batir récords de conversiones al catolicismo. Creía poco en este celo y poco en las conversiones: el celo mal entendido era un triunfalismo que había que imponer o un fanatismo que se contagiaba y las conversiones triunfo de la sugestión sobre la epidermis del alma.
Newman insistía en un planteamiento más razonable de todo lo que deba ayudar a la lustración de la fe; Newman era más objetivo. "Yo soy católico, escribía en su Apología, a causa de mi fe en Dios". La fe, la buena y verdadera fe, conduce al catolicismo. La fe no es un alistamiento, sino un compromiso que transforma la vida; el que se resista a entender y aceptar esto, hace inoperante la iluminación de Dios y no puede dar testimonio auténtico, ni vale su apostolado.
"Se quejan de mí, decía, porque no hago conversiones... Antes de preparar conversiones para la Iglesia, hay que preparar a la Iglesia para las conversiones".
Newman sufrió mucho, entre los mismos católicos, a causa de la incomprensión de sus ideas, que más tarde se aceptarían como clarividentes y que aún hoy, conservan una indiscutible juventud y vigor intelectual y, si cabe, incluso mayor oportunidad.
Ya anciano y cardenal, había proyectado un viaje a Roma para entrevistarse con León XIII y proponerle "nuevas formas de que debería valerse {5 (53)} el sistema de educación entre los católicos"; pero sus achaques le impidieron realizar el proyecto.
En otra ocasión, precisamente chanceándose a propósito de su reciente cardenalato y su posible (?) "ascenso" al papado, dejando a un lado la broma y centrando las palabras sobre lo que juzgaba más importante decía que, "si él fuese Papa, su primer acto de gobierno consistiría en nombrar una comisión encargada de comparar las conclusiones de la ciencia con los datos que ofrecían las enseñanzas tradicionales en lo que se relacionaba con los estudios bíblicos y la historia de los orígenes del cristianismo".
Creyó entrever el futuro no muy lejano del mundo, polarizado en dos grandes grupos humanos: el catolicismo renovado por una parte, y por otra, el mundo de la incredulidad apoyándose en la ciencia. Otras posiciones intermedias que, aún durante el siglo XIX podían representar algo, irían decayendo o integrándose en uno u otro de los dos polos señalados.
A medida que estos dos bandos se destacasen, el cristianismo en general sería considerado como algo que no hay que combatir pero que ya está pasado y superado. Esta acusación saldría del campo de la incredulidad bien intencionada. Entonces no le quedaría más opción, a la Iglesia, que la de "reanunciar" el Evangelio, mal aceptado por muchos católicos y, por esto, mal interpretado por los incrédulos.
Entonces "no se tratará de anunciar, sino de reanunciar el Evangelio i Aquellos que lo habían conocido y luego abandonado porque creyendo conocerlo lo juzgaron inútil".
Esta tarea de reconversión, esta especie de "reconquista" espiritual será mucho más ardua que la primera evangelización. La primera evangelización sirvió para roturar y remover el campo del mundo; la buena semilla de la fe cayó, en un primer momento, sobre terrenos no siempre buenos y, como en la parábola del sembrador, el ciento por uno se consigue solamente al sembrar en tierra buena. El campo es el mundo; pero el campo también es la Iglesia. Según la teoría de Newman, el apostolado no consiste tanto en aumentar las dimensiones del campo, como en mejorar la calidad de su tierra para que reciba la semilla codiciada.
La fe material newmaniana, representa también esta dimensión cuantitativa, en contraposición a la fe formal, que es la calidad. Sin la restauración de esta fe formal en el seno de la Iglesia, en sus fieles, todo intento apostólico, toda pretendida re-evangelización no pasaría de esfuerzos inútiles, de tácticas humanas, cuyos progresos cuantitativos serían el producto de las prudencias, de las sabidurías y de las políticas de los hombres que habrían acomodado, otra vez, a la conveniencia muelle de su vida y egoísmos terrenos, el mensaje de Cristo, retardando {6 (54)} más y más el advenimiento de su reino.
Pero la lógica de los Incrédulos hace cada vez menos fácil esa falsificación: los avances del ateísmo, tan exigente, hacen cada vez menos fácil el retraso hacia cualquier representación Inauténtica de la verdad. Cada vez más, el cristianismo, o será evangélico con todas las exigencias de la fe formal, o no será.
El compromiso apostólico exige ciertamente la unión con Dios, la disponibilidad para la acción de Cristo en nosotros. Sin este impulso, nuestro testimonio sería vano.
Pero la fe no es un producto que podemos fabricar, sino que es un don de Dios. Por esto los que se sirven de la fe que profesan como de un fusil, o los que dejan de lado la fe en su servicio o en su amor a los hombres, contribuyen, tal vez más que nadie, a esta aparente «muerte de Dios», proclamada por algunos.
Dios no ha muerto. ¡Dios no muere, pero... somos nosotros que lo matamos en el corazón de muchos hombres!.
J. Ruiz-Giménez, en la Clausura del III Congreso mundial de Laicos.
«Toda construcción del futuro que comprometa la razón y la inteligencia creadora del hombre, todo esfuerzo tendente a liberar al máximum al hombre de las esclavitudes de la naturaleza, todo proceso de socialización de la existencia que mire a procurar a cada cual el máximum de libertad..., todo ello representa para el cristianismo un cometido inscrito en la naturaleza misma del hombre tal cual Dios la ha querido, una obligación que forma parte integrante de su comportamiento propiamente religioso, pues que éste, en efecto, no es otra cosa que la apertura de la libertad humana, en la fe y en la esperanza, al futuro absoluto».
KARL RAHNER.
{7 (55)}
4. LOS «BEATLES» Y LA MÍSTICA
Es la segunda vez que, a propósito de religión, los Beatles se convierten en notica periodística. La primera fue el año pasado cuando uno de ellos soltó la pedantada de que "eran más populares que Jesucristo". Si entonces se proponían Hamar la atención, lo consiguieron, pero en general fue para recibir la repulsa de sus mismos admiradores y montañas de discos rotos por miles de jóvenes de todo el mundo ardieron en la hoguera del desprecio.
Ahora los periódicos, especialmente los anglo-sajones, nos dicen que los Beatles se han declarado discípulos del místico indio Maharaschi, el cual se compromete a proporcionar a sus seguidores, la felicidad instantánea, en una visión inmediata del Reino de los Cielos.
El Catholic Herald se ocupa de este suceso y recoge las declaraciones de los Beatles. Entre otras cosas, ellos dicen que si bien el cristianismo también ofrece una visión del cielo no olvidemos que dos de ellos son católicos de bautismo esta visión sólo se alcanza después de toda una vida de privaciones de los placeres de la tierra, que, por lo tanto, el cristianismo no puede tener muchos adeptos; que, por otro lado, ese místico indio les ofrece la felicidad celestial sin imponerles ninguna renuncia, ni establecer prohibiciones, ni promulgar mandamientos.
Naturalmente que, tanto el suceso en sí, como estos puntos de vista manifestados por los miembros del famoso conjunto, tendrían poca importancia, si su misma condición de famosos no lo hiciera todo más notable. Sus razones, aunque sean sinceras, no tienen un excesivo valor objetivo, porque se reducen a lo de "servir a dos señores" del Evangelio, sin querer resolver a fondo ninguna de las contradicciones de la vida sino, simplemente, eludiéndolas. Les es fácil abrazar una forma de religiosidad o de mística así, una vez cargados de millones, de fama ya fácil, y de la satisfacción de toda clase de caprichos imaginables. No se trata de nada más que de la canonización de lo que precisamente podrían criticar del cristianismo o, más exactamente, de muchos cristianos.
Hemos de suponer que son sinceros, como lo son tantos otros que no aciertan {8 (56)} a encontrar el camino de la felicidad, a pesar de tener todos los placeres de la vida. Y, aunque digan que el maestro indio les ha proporcionado unas experiencias espirituales que jamás pudieron encontrar en el cristianismo, se les podría objetar que, seguramente, jamás ellos entraron en una iglesia donde se adorara a Cristo, para abrirle el corazón por lo menos en la medida en que ahora lo entregan a ese místico, porque, si lo hubiesen hecho, con riquezas o sin ellas, con fama o ignominia, con regalos de los sentidos o con angustias de dolor, ciertamente habrían encontrado esa paz del alma, ese tocar con la mano la puerta del Reino de los Cielos que, según parece, no lo consideran tan inmenso si quieren hacerlo compatible con el reino de la tierra.
Muchas más reflexiones podrían o deberían Incluso hacerse...
Pero cerremos con una moraleja para los que, dentro del cristianismo, 720 sentimos la necesidad de místicas extrañas.
Esa abertura que ellos muestran hacia el maestro indio y que hubieran de haber tenido en relación con su primera fe cristiana ¿la tenemos por lo menos nosotros, los perseverantes? ¿No podemos haberles dado motivo —a ellos y a los millones de jóvenes parecidos a ellos— para que ni ganas tuvieran de intentarlo?
El mal de los cristianos es este: no nos abrimos bastante a Dios, no nos damos tanto a Dios, como para que, esa inmediatez misteriosa del Reino de los Cielos en nosotros, se revele en nuestra vida, ni nos negamos tanto e Cristo hasta abandonarle del todo para lanzarnos lejos de Él, a las aventuras de lo que nos parezca mejor... Y así, los que nos miran, los que, para creer, tienen necesidad de mirarnos y se fijan en nuestro testimonio, nos encuentran absurdos.
También, muchas veces, queremos "servir a dos señores". Solamente que somos menos escandalosos... y menos sinceros que los Beatles, y lo disimulamos, parapetados en formulas y acomodaciones que Cristo no aceptaría, pero que a nosotros nos bastan, porque así podemos mantener el nombre de cristianos y esto nos basta.
¡Que cada vez más los Beatles sientan insatisfacción de todo lo que tienen y busquen, sinceramente, el Reino de los Cielos, que si no se quedan a medio en esa inquietud o curiosidad ahora declarada, llegarán también ellos a la verdad de Dios, que es Cristo, y se sentirán ricos y gloriosos con Él cuando ni su corazón ni sus sentidos necesiten más del reino de este mundo!
Y que ya que el testimonio de los cristianos a ellos no les ha estimulado a abrirse a Dios en el cristianismo, eso mismo nos advierta y despierte nuestra abertura, apuntando más alto, más sinceramente, más generosamente, con juventud de corazón, al Reino de los Cielos.
{9 (57)}
5. AUNQUE SEAN «HIPPIES»
Aunque fuesen, "hippies" llevaban razón.
Fue el mes pasado, ante el Pentágono estadounidense: soldados e "hippies". La fotografía apareció después en una revista americana como ilustración a la crónica de los sucesos motivados por la marcha de unos miles de jóvenes que se manifestaron en contra de la guerra vietnamita.
Podía verse muy bien, de un lado, un muro compacto de soldados perfectamente uniformados, equipados y protegidos, que enristraban sendos fusiles, preventivamente, a modo de abanico disuasivo ofrecido a los manifestantes.
Del otro lado, precisamente en cabeza de la manifestación, hasta rozar los cañones de los fusiles, unos muchachos descuidados en el atuendo, desmelenados, extendían su brazo, entre irónicos y sublimes, y levantaban la mano hacia los soldados con una flor que cada uno exhibía, no ya como distintivo de la "banda hippie", sino como quien presenta en ofrenda el amor y la paz, desafiando y despreciando  la disciplinada y alerta da energía de los pobres militares calados con casco de acero.
Estos, puntuales cumplidores de órdenes recibidas, no podían, sin embargo, evitar la apariencia ridícula de su poder inútil. Sus rostros revelaban la actitud autómata de seres disciplinados, en los que se hace compatible el cumplimiento mecánico de un mandato con la íntima repugnancia de lo mismo que se ejecuta por esclavitud al deber impuesto e inevitable.
Los "hippies" frente a ellos, cobraban el relieve de la grandeza hija de la libertad, y de la libertad para el bien deseado para todos y para la vida.
¿De qué eran símbolo o qué emparaban los hombres del casco de acero?... Ante los demás jóvenes representaban la organización gregaria de la violencia, servidora de esas idolatrías trágicas e inútiles que vanamente quieren erguirse en el templo vacío de todos los orgullos colectivos, {10 (58)} que luego los exaltados fanatizan y los ambiciosos explotan en el mar revuelto de todas las pasiones de todos los mitos y de todos los tópicos del egoísmo , de la raza o de la patria.
Estos "hippies", cualquiera que sea sus extravagancias y sus excesos, esta vez, llevaban razón. El mundo y las cosas con que su gesto quería enfrentarse, también eran extravagantes, porque ¿quién puede hoy, en cualquier parte, defender la guerra, sin fe en contra de la más viva aspiración unánime de los hombres? ¿O qué exceso puede ser mayor que éste de matarse unos a otros?...
¿...Y han de ser precisamente los "hippies" que nos lo han de poner en evidencia?
Los que se entregan a la tarea de la educación, principalmente de la juventud, o forman la opinión pública, tengan como gravísima obligación la preocupación de formar las mentes de todos en nuevos sentimientos pacíficos.
Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas de discordia entre los hombres, que son las que alimentan las guerras.
Entre estas causas deben desaparecer principalmente las injusticias.
No pocas de estas provienen de las excesivas desigualdades económicas y de la lentitud en la aplicación de las soluciones necesarias Otras nacen del deseo de dominio y del desprecio por las personas, y, si ahondamos en los motivos más profundos, brotan de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y demás pasiones egoístas.
Gaudium et spes, 82,83.
{11 (59)}
6. LA CULTURA Y EL HOMBRE
El hombre no llega a un nivel verdadero y plenamente humano sino por la cultura, es decir, cultivando los bienes y valores naturales.
Siempre pues que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura se hallan ligados estrechamente.
Es preciso hacer todo lo posible para que cada uno adquiera conciencia del derecho y del deber que tiene de cultivarse a sí mismo y de ayudar a los demás a hacerlo.
Hay situaciones, a veces, en la vida laboral que impiden la superación cultural de los hombres y destruyen en ellos el afán por la cultura.
Esto vale particularmente para los agricultores y los obreros, a los cuales es preciso procurar tales condiciones de trabajo, que no les impidan su desarrollo humano, sino que más bien lo fomenten.
{12 (60)}
7. LA PACIENCIA ARDIENTE DE LOS JÓVENES
Extraemos de las conclusiones de la convivencia internacional de jóvenes de Taizé, de este año, el texto que sigue:
Nuestro propósito es vivir a Cristo para los hombres, tal como queremos amar A la Iglesia.
Ella es el cuerpo de Cristo, en Ella Cristo se va continuando en la Historia; Ella es la realidad de este reino del cual se apoderan solamente los violentos.
Los violentos, no los sediciosos.
Así, pues sin amenazas—, no vamos a pedir nada para nosotros. Pero, con la violencia de los pacíficos, sí pedimos para los que no son de la Iglesia. Para ellos, nuestra paciencia se hace ardiente...
No nos basta un simple mejoramiento de las relaciones entre los cristianos.
En este año de fe, esperamos de todos los responsables de Iglesias, gestos audaces, encuentros de un estilo totalmente nuevo, que inciten a la reconciliación.
Hacemos un llamamiento a los que se reunirán en Sínodo en Roma, y en asamblea del Consejo ecuménico en Upsala, con el fin de que se elabore, en pluralismo, una unanimidad de todo el pueblo de Dios...
«Los cristianos tienen la obligación de demostrar que el verdadero socialismo es el cristianismo íntegramente vivido en la justa repartición de los bienes y en la igualdad fundamental. En lugar de censurarlo, sepamos adherirnos a él con alegría, como a una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme al espíritu del Evangelio».
(Documento de 17 obispos del Tercer Mundo sobre la populorum Progressio.).
{13 (61)}
8. ¿Ha visitado Vd. una Biblioteca?
No todo el mundo puede tener una biblioteca particular, porque además de ocupar espacio, sobre todo cuesta dinero. Y aun así, no bastarla el dinero, porque no se forma una biblioteca con sólo comprar libros y ponerlos en estantes:
además, hace falta entender, poseer un sano y amplio criterio seleccionador y saber ordenar.
De donde ya se puede comprender la importancia, en cualquier núcleo de población relativamente importante, o en el marco más restringido de una asociación determinada, que tienen esos lugares silenciosos, templos discretos de la cultura, que llamamos bibliotecas. De ellas hay que estimar, no el confort gratuito que pueden ofrecer amparándonos apaciblemente contra la inclemencia rigurosa de nuestros inviernos, sino la oportunidad generosa de despertar el afán de saber o de cultivar el adquirido.
Pero... ¿visitamos las bibliotecas? Y, si cruzamos sus puertas, ¿es para algo más que para la curiosidad pasajera de descubrir un lugar nuevo, o la comodidad de leer allí las revistas que nos divierten y que nos ahorramos de comprar en el quiosco?
Visitar una biblioteca es ir a leer un libro, o & verificar unas referencias, o a recoger datos para un trabajo... Es ir a una tarea generalmente agradable, pero que supera el solo prurito curiosón, inútil y pedante de ocupar un tiempo para perderlo con elegancia, Sin embargo, lo que ocurre es que no solemos ir, ni bien ni mal, a ninguna biblioteca. Si recogemos y hacemos extensivos a la población española en total, los datos conseguidos en una encuesta del año 1964, llevados a cabo por el IE.OP., resultaría que apenas el 4 por ciento de nuestra población va, alguna vez, a una biblioteca.
Por otra parte, Francia no nos adelanta demasiado, aunque no podemos pasar por alto que su nivel cultural supera el nuestro, como puede ayudarnos & comprenderlo, por ejemplo, el que la enseñanza en las escuelas sea obligatoria {14 (62)} hasta los 16 años. De todos modos, las estadísticas revelan allí que sólo un 6 por ciento, sobre el total de la población, lee en las bibliotecas públicas.
Este nivel aumenta en Bélgica y en Holanda y, en general, en Europa central. En Rusia alcanza el 30 por ciento.
Tanta diferencia, ¿depende de la latitud? Se puede tener en cuenta la relatividad geográfica y la parte inevitable de error que hay que conceder a toda encuesta o comparación estadística, pero todo ello no es suficiente para justificar la apatía y falta de inquietud cultural que padecemos entre nosotros y que no bastan a pallar los esfuerzos de las minorías heroicas, ni pueden compensarse con las empresas y buenos propósitos que luego frustra la proverbial inconstancia.
Por desgracia es demasiado frecuente, también hoy, que los trabajadores resulten esclavos en cierto sentido de su propio trabajo.
Los trabajadores deben tener la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el trabajo mismo. Después de haber aplicado a este trabajo su tiempo y sus fuerzas con la debida responsabilidad, tienen derecho al tiempo y descanso que les permita una vida familiar, cultural, social y religiosa; es preciso que tengan también la posibilidad de entregarse al libre ejercicio de su capacidad para el desarrollo de facultades que en su trabajo cotidiano, por falta de ocasión, no han podido ejercitar.
Gaudium et spes, 67
{15 (63)}
9. Canon y cánones en castellano
En el actual rejuvenecimiento de la Iglesia, el aspecto en el que más ostensiblemente se han notado y llegado al pueblo las reformas, ha sido el litúrgico. Iniciados los cambios aún antes del Concilio, en el pontificado de Pío XII, hemos llegado a este último del Canon de la Misa, en lengua vernácula.
En realidad, no se ha hecho otra cosa que restaurar la costumbre original de la Iglesia: Jesucristo, en la última Cena, usó el arameo; San Pablo celebró la liturgia en griego; en Occidente se adoptó el latín, porque era la lengua viva, conocida por todos.
La liturgia, porque es la celebración pública de los actos del culto, ha de ser expresada en una lengua entendida y hablada por todos los que en él participan.
Pero la universalidad relativa del latín en Occidente, fue perdiéndose al surgir las lenguas romances. No obstante, por respeto a las formas inmediatas de transmisión cultural y por temor a la dispersión y a las falsificaciones, la liturgia siguió celebrándose en la lengua latina que, si bien representaba la universalidad cultura europea (especialmente en la Edad Media y principios de la Moderna), ya no era popular. No nos toca aquí analizar si fue o no exagerado tanto respeto y tanto temor. Lo que sí es cierto es que, a pesar de teatralizar algo más las ceremonias, para que el gesto supliera, al menos en algo, la Incomprensión de las palabras, el pueblo permaneció cada vez más pasivo en la misa, al mismo tiempo que sintió la necesidad de inventarse formas de piedad privada, incomparablemente menos ricas que la pública de la 11turgia de la misa, pero más comprensibles para él. Esta piedad privada vino a ser y ha sido y es aún en muchos casos, un sucedáneo de la verdadera piedad que debe centrarse necesariamente en la sagrada liturgia para evitar toda posible degeneración o —como ahora se le llama— "beatería".
La presente innovación de recitar el Canon en castellano y en voz alta representa, por tanto, una vuelta a la tradición original que la Iglesia observaba desde antiguo de dirigirse a Dios en un lenguaje que sea familiar y conocido, no sólo por el que preside la asamblea, sino por todos los que que la componen.
Los estudios realizados sobre la Misa y, para los menos iniciados la traducción {16 (64)} misma del Canon en lengua vulgar, al paso que descubren "el tesoro escondido" de la liturgia, también delatan la conveniencia, hecha así mis evidente, de no sólo abreviar y suprimir Inserciones y reiteraciones Innecesarias y arcaicas contenidas en la ordenación de los ritos tal como nos han llegado, sino de proceder a estructuraciones totalmente nuevas del rito eucarístico, para disponer a las cuales constituye una óptima preparación popular, la versión de todas las partes de la Misa actual a las lenguas vernáculas.
No tardaremos mucho, pues, en disponer de uno o varios esquemas totalmente nuevos de la celebración eucarística, que, además de ser fieles a la reproducción "en memoria del Señor" de la primera celebración del Cenáculo, ofrecerá al mundo de hoy, renovado, comprensible, ágil y vivo, el recuerdo de la Cena del Señor, de tal modo que —como ha dicho el profesor Ruiz-Giménez al clausurar el III Congreso mundial de los Laicos, en Roma, el mes pasado—, sea posible "vivir una coparticipación activa de todos los miembros de la Iglesia, en la enorme tarea que parte de la liturgia y no acaba hasta la transformación del orden temporal" querido por Cristo.
{17 (65)}
10. ESOS AMERICANOS ...
Esos americanos tienen soluciones para todos los problemas... que se solucionan con dinero; aunque por aquí se muestren recalcitrantes a resolver lo de Palomares, tal como se lo plantea la tenaz duquesa de Medina Sidonia.
Ahora mismo en Garden Grove, del Estado de California, acaban de inaugurar un templo protestante que ha costado la equivalencia de 180 millones de pesetas, pero que ofrece una serie de comodidades con notable ventaja sobre los setenta templos americanos parecidos al inaugurado, y que se llaman comúnmente iglesias "drive-in" o también "walk-in", porque no hace falta entrar en el templo, ya que ofrecen la oportunidad de poder seguir los ritos, no solamente desde fuera, sino también sin bajar del propio coche que tiene espacio suficiente para aparcar de modo que sea visible el altar por los ocupantes.
El templo a que nos referimos puede acoger en su explanada hasta 500 coches "americanos", es decir, de amplia carrocería. A la hora oportuna se abre suavemente una gran pared de cristal, impulsada automáticamente y, con además, una instalación de potentes altavoces, se consigue una integración satisfactoria entre los fieles de dentro del templo y los que permanecen en sus propios coches. Ordenadamente, antes de comenzar el servicio religioso, se han distribuido las hojas con los himnos e indicaciones convenientes y se logra una perfecta sintonía evocadora de los cantos del cielo.
Para el rito de la comunión, se pasan el pan y el vino de uno a otro coche y, el último comulgante, lleva al altar las sobras.
Las colectas se hacen de modo parecido, pasando la bolsa de coche a coche y, además, existe la oportunidad de poder echar monedas por la amplia abertura cónica de la caja que a la salida del aparcamiento espera a todos, algo así como las dispuestas en algunas autopistas europeas para que los automovilistas puedan echar la tasa o peaje, no sólo sin bajar del coche, pero ni siquiera sin parar.
Contrariamente a lo que pueda parecer, dícese que esta forma de asistir a {18 (66)} los servicios religiosos, favorece el recogimiento y la concentración de espíritu, aunando los dos extremos de sentido grandioso de comunidad y de participación atenta e individual de la persona.
También un sacerdote ha puesto de relieve que en estos actos religiosos se ha podido conseguir, de una vez para siempre, eliminar la presencia Impertinente de los niños en el interior del templo, ya que cada familia los tiene que aguantar como puede en el interior del coche, o simplemente porque al serle más incómodo mantenerlos así encerrados en el automóvil, los habrá dejado en casa, como el buen sentido y la buena educación aconsejan.
... Nosotros, aquí, no somos tan ricos como los americanos para poder ofrecer soluciones tan caras a los fieles que acuden a nuestra iglesia. Pero sí que les rogamos, una vez más, que se abstengan de traer los niños a misa, si tienen menos de ocho años, y ni aun así, si no son capaces de entender y seguir el rito sagrado.
Si además de niños, tienen coche, llévenlos en buena hora a una excursión campestre, que allí alabarán más a Dios, que molestando y molestándose en la iglesia. También así evitarán que ningún sacerdote o persona encargada del buen orden en el templo, les tenga que llamar la atención.
Cuando haya iglesias "drive-in" o "walk-in" cerca de aquí, será diferente.
Pero para esto harían falta muchos más Palomares, y que fuesen ya los americanos los amos de España.
El Evangelio, la Buena Nueva, proclamada por Jesús, se dirige a todas las generaciones.
Aún antes de ser una predicación, el Evangelio es una Persona, cuyas palabras y obras revelan su dignidad divina, y el nacimiento y la vida, la muerte y la resurrección de la cual, significan la salvación, la paz y la felicidad para los que creen.
El anuncio del Evangelio se caracteriza por un llamamiento, una elección y un compromiso: «Cambiad el fondo de vuestras almas y creed»
(M. c 1, 15).
Aceptar esta invitación es pertenecer al Reino de Dios y es preparar su Reinado.
EPISCOPADO BELGA, Decl. col.
{19 (67)}
11. SUMARIO:
Madurez y Cultura Jóvenes Concilio Sacramento La fe formal de Newman Los «Beatles» y la mística Aunque sean «Hippies» La cultura y el hombre La paciencia ardiente de los jóvenes ¿Ha visitado Vd. una Biblioteca?
Canon y cánones Estos americanos ...