BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 66. ENERO. 1968.
1. «¡JAMÁS LA GUERRA!»
La paz no se construye solamente por medio de la política y del equilibrio de las fuerzas y de los intereses. La paz se construye con el espíritu, con las ideas y con las obras de la paz.
Pero... ¿el mundo llegará algún día a cambiar la mentalidad particularista y belicosa que ha tejido hasta ahora una gran parte de su historia?
Preverlo es difícil; pero es fácil afirmar que es preciso ponerse decididamente en ruta hacia la nueva historia, la historia pacífica, la que será verdaderamente y plenamente humana, la misma que Dios ha prometido a los hombres de buena voluntad.
Los caminos están delante de vosotros: el primero es el del desarme.
Si queréis ser hermanos, dejad caer las armas de vuestras manos. Es imposible amar mientras se empuñan las armas ofensivas. Las armas, sobre todo las terribles armas que os ha dado la ciencia moderna, aún antes de causar víctimas y ruinas, engendran malos sueños, alimentan sentimientos perversos, crean angustias, desconfianzas, resoluciones tétricas; exigen gastos enormes; paralizan los proyectos de solidaridad y de trabajo útil; falsean la psicología de los pueblos.
... No uséis ya más las prodigiosas energías terrestres y las magníficas invenciones {1} de la ciencia, para que sean instrumento de muerte, sino de vida para la nueva era de la humanidad.
...Hemos de acostumbrarnos a pensar en el hombre de una manera totalmente nueva; también nueva la vida de los hombres en común, nuevos en fin los caminos de la historia y los destinos del mundo, según la palabra de San Pablo: "Revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad" (Eph 4, 24).
PABLO VI 4-10-85
2. EL PRECIO DE LA GUERRA
¿Sabe Vd. lo que cuesta la guerra del Vietnam?... Ahora que los americanos vienen a Europa para «defender el dólar» O, según algunos, para que los europeos les paguemos la guerra de allá, muchos se han preocupado del aspecto económico.
Según cifras «revelables», a Estados Unidos, en dinero, la guerra del Vietnam les cuesta, a estas fechas, la suma de 15.000.000.000.000 de pesetas.
Es decir que si cada ciudadano español, rico o pobre, chico o grande, sin privilegios ni distinciones, tuviera que contribuir a tan enorme gasto, deberíamos dar, cada uno, medio millón de pesetas.
Pero hay un capítulo que debería impresionarnos más: el de las lágrimas, de los dolores, de las muertes y de los pecados.
¿No es estúpido quemar dinero de esta manera cuando, con el mismo, y con menos, se podrían remediar las causas reales de la guerra: ignorancia, pobreza, injusticias...?
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3. Para construir la Paz
En el semanario católico italiano IL NOSTRO TEMPO, se ha publicado hace poco el siguiente interesante artículo, que reproducimos.
Servicio civil en los países subdesarrollados y objeción de conciencia contra la prestación del servicio militar, son dos problemas típicos del mundo contemporáneo, que sienten de modo particular los jóvenes, y sobre los cuales piden a la sociedad compromisos más claros y decididos.
Este clamor, casi universal, de los jóvenes de nuestro tiempo, ha encontrado eco en la legislación de muchos estados contemporáneos que han considerado la racionabilidad de sus peticiones.
En Italia, concretamente, ha sido aprobada, el pasado mes de octubre, la llamada Ley Pedini, en virtud de la cual, en el próximo año, cien jóvenes serán dispensados del "servicio militar" y autorizados para sustituirlo por un servicio, de dos años por lo menos, de asistencia técnica en los países subdesarrollados. Si tenemos en cuenta las grandes necesidades del Tercer Mundo, es un número ciertamente pequeño; pero se ha comenzado así con el fin de ir formando paulatinamente en los jóvenes la conciencia de servicio, la única capaz de contribuir eficazmente a la construcción de la paz. Este trabajo formativo es importantísimo e indispensable, a fin de que el servicio de asistencia técnica en favor de estos países no se convierta en una astuta escapatoria para evitar el servicio militar, sino que responda en verdad a profundos deseos de solidaridad.
No se trata, pues, de una supresión del servicio militar, sino, más bien, de una sustitución voluntaria, en determinados casos, por un servicio social de asistencia técnica.
Se presume, asimismo, que se habrá evitado el posible riesgo de que las casas comerciales, que trabajan en los países subdesarrollados, recurran a la Ley Pedini para retener en aquellos países a los jóvenes, una vez presentes allí, mas por motivos técnicos que por una verdadera conciencia de solidaridad.
Salvados éste y otros riesgos posibles, y si se consigue en los jóvenes la conciencia de servicio, no cabe duda que esta ley ofrece a los católicos la posibilidad de responder al llamamiento de Pablo VI en su reciente encíclica {3} "Populorum progressio", donde dice textualmente: "Sentimos viva satisfacción al saber que en ciertas naciones el servicio militar puede convertirse, en parte, en un servicio social, un simple servicio. Bendecimos estas iniciativas y la buena voluntad de los que las secundan" (núm. 74).
En relación con la llamada "objeción de conciencia" —periódicamente repetida en los cada vez más frecuentes procesos que se suceden en Italia y otros países, por jóvenes reacios al servicio militar, que alegan motivos religiosos o de conciencia pacífica—, no puede ni debe menospreciarse. Es un problema que se planteó también a los primeros cristianos. Y es preciso que se tome en consideración el hecho de que, sobre todo en la juventud, se está produciendo una profunda maduración de conciencia, que tiene su origen en motivos de solidaridad humana o, más típicamente, en imperativos de naturaleza religiosa.
Rinaldo Bertolino, profesor universitario italiano, en un amplio y detenido estudio sobre este tema ("La objeción de conciencia en los ordenamientos jurídicos contemporáneos"), ha afirmado recientemente que la "objeción de conciencia" con relación al servicio militar, está apoyada en la libertad de conciencia, o libertad religiosa. La libertad moral del hombre, su conciencia —viene a decir—son bienes tan grandes y fundamentales, que no pueden ser oprimidos precisamente en nombre del derecho; sino, por el contrario, en nombre del derecho, defendidos y amparados.
Si consideramos las grandes necesidades del Tercer Mundo, no puede menos de alegrarnos este anhelo de solidaridad —verdadero signo de nuestro tiempo—  por parte de los jóvenes, y ver en esta mirada amplia y universal, el camino mejor para lograr la paz y la construcción de un mundo mejor.
A los responsables de la cosa pública quisiéramos repetirles la invitación dirigida por los padres conciliares en su mensaje a los gobernantes: «La Iglesia sólo os pide la libertad. La libertad de creer y predicar su fe, la libertad de amar a su Dios y de servirlo, la libertad de vivir y de llevar a los hombres su mensaje de vida. No tengáis miedo a la Iglesia: está hecha a imagen de su Maestro, cuya misteriosa acción no usurpa vuestras prerrogativas, sino que defiende lo humano de su fatal caducidad, lo transfigura, lo llena de esperanza, de verdad y de belleza».
Pablo VI 28-12-67
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4. Predicación, Política y Moral
Una Agencia Informativa ha difundido la noticia de que se ha impuesto una multa gubernativa a un sacerdote por conceptos expresados durante la homilía ante sus feligreses, con ocasión de la celebración de la Santa Misa en un día de precepto.
No queremos entrar en la casuística de este hecho entre otras cosas porque desconocemos los detalles pero si contemplar el ejercicio de una facultad gubernativa que incide en el apostolado de la palabra, de forma que puede coartar en lo sucesivo la imprescindible libertad de expresión de otros ministros de la Religión.
La Iglesia, a través de sus ministros, tiene derecho y obligación de enseñar su doctrina (canon 1.322), la cual no sólo afecta al Dogma, sino también a la Moral.
En la sociedad humana se producen constantemente hechos que pueden ser analizados en bus aspectos morales, y cuando han tenido relevancia en una parroquia, es obvio que los encargados de la misma los enjuicien moralmente, evitando cualquier alusión a personas, incompatible con los deberes de la Caridad; pero lo que no pueden es omitir esta labor pastoral por temor a una autoridad ajena, ya que de ese modo habría el grave peligro de convertirse en "instrumentum regnis" o de dar la sensación de Una aprobación tácita. No quiera verse en esto una "patente de corso" que diese ocasión a que se aprovechasen las homilías dominicales para dar rienda suelta a ideas y deseos, ya que la organización jurídica de la Iglesia prevé la jurisdicción sancionadora de las posibles transgresiones de esta naturaleza (canon 1.553).
Lo que no debemos de perder de vista es que la Moral debe inspirar j corregir la norma jurídica. Es decir, que hay dos momentos distintos en el tiempo en la relación principios morales-norma jurídica, uno anterior en el que debe inspirarse el legislador para dictar la norma, y otro posterior para modificarla cuando, por defectos o corruptelas, no cumple con su fin ético.
Todos los hechos ajustados a Derecho deben ser morales, pero es evidente que hay algunos en que —revistiendo y cumpliendo los fines legales— no se ajustan a la ética; para comprobar lo anterior piénsese en las "obligaciones meramente civiles", los abusos de situaciones, el ejercicio de "derechos" obtenidos por una violencia Indemostrable, etc.; y siendo esto así, ¿cómo vamos a pedir a los ministros de la {5} Iglesia que no clamen contra estos desafueros?
La libertad de expresión es absolutamente necesaria para el magisterio (tanto desde el Altar, como desde la Cátedra y de la Prensa), de otro modo el miedo a una sanción, procedente de otro Poder, puede provocar una "autocensura" que, en algunos casos, puede ser más rigurosa que la "previa censura". Esta idea se recoge en el Concordato de 1.851 al decirse que "no se pondrá impedimento a los ministros de la Iglesia en el ejercicio de sus funciones, ni les molestará nadie bajo ningún pretexto, en cuanto se refiere a los deberes de su cargo"; articulado que se adiciona al Concordato vigente a través de su protocolo final.
(Editorial de "CUADERNOS PARA EL DIALOGO", Diciembre de 1967).
5. LOCALES DEL ORATORIO
El pasado día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, se bendecían los locales del Oratorio, destinados al apostolado. A pesar de que no se pretendía dar una excesiva solemnidad al acontecimiento, toda vez que no alcanzaba, dicha inauguración, la totalidad de dependencias que se están preparando, fue acompañada del entusiasmo juvenil de los más adictos al Oratorio. Queda por terminar (amueblar, decorar, proveer de instalaciones convenientes) la sala de actos, que representa la futura etapa de nuestros esfuerzos, en el deseo de disponer de todos los medios propios del apostolado que el Oratorio dedica, especialmente, a la juventud.
Podemos llamar a ésta que reseñamos, la inauguración parcial de nuestros locales. Supone ya una ventaja y comodidad relevante para nuestras reuniones de formación, destinadas a los seglares.
Mientras nos disponemos esperanzadamente, para épocas más densas aun en actividades formativas y apostólicas, de momento podemos anunciar que estos locales inaugurados, están regularmente abiertos a los hermanos y amigos del Oratorio, todos los martes, miércoles, jueves y domingos, desde las 8 hasta las 945 de la tarde, además de los horarios especiales que se anuncien para otras actividades o acontecimientos del Oratorio secular.
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6. HERODES
El miedo es malo en los buenos, porque les deforma la óptica de la realdad y puede llegar a causarles un estado habitual y patológico de vértigo espiritual, que les inutilice para todo lo positivo.
Pero cuando el miedo es el humo de ideales corrompidos, ennegrecidos por la maldad, entonces es capaz de sugerir las peores atrocidades y los crímenes más horrendos. Tal es el caso del rey Herodes.
Herodes era un ser mezquino, cobarde, astuto, rastrero y cruel Quiso ser, tal como nos lo presenta el relato evangélico, tan radical en su ambición, que ni le dio tiempo para comprender que "no venía a quitar las cosas que mueren, Aquel que daba el reino de los cielos", como canta la Iglesia en uno de sus himnos.
Le bastó, en el caso del Mesías esperado, oír las palabras "rey" o "reino", para desasosegarse presa de la inquietud: con los romanos —los señores, los "grandes" del mundo de entonces— había encontrado o tenido que aceptar una fórmula que le permitía seguir siendo o pareciendo un "rey" ante los demás; pero aquí era distinto, porque un misterio indescifrable rodeaba la aureola de ese Mesías, que respondía sin duda al anuncio de las profecías y que, llegado el momento, se presentaba con una puntualidad ya inevitable. Comprendió que con un poder así, con un "rey" y un "reino" de tal naturaleza, era más difícil componer sus ambiciones con fórmulas parecidas a la interesada tolerancia romana, en la que, a fin de cuentas, se amparaba. Comprendió a su modo, pero no entendió. Antes, pues, de que ese nuevo rey creciera y fuese poderoso —cualquiera que fuese la naturaleza de su poder— había que eliminarlo.
Por lo demás, los detalles y las descripciones de los Profetas, eran ciertamente una señal que hacían cierta la esperanza de otros. Para él eran simplemente unos datos utilísimos que no debía despreciar, antes de que fuese demasiado tarde. Como todo soberbio y ambicioso, no creía en signos espirituales: los juzgaba inútiles si no se le sometían previamente. Y Cristo hacía su entrada sin tenerle en cuenta a él; a él de quien ni siquiera habían decidido {7} prescindir del todo los romanos, amos del mundo. Decididamente: lo que no se podía o no se dejaba dominar, le parecía más que simplemente Inútil: era un estorbo. Y más que un estorbo: era un rival, y un rival hay que exterminarlo cuanto antes. Como sea.
Lo que nos cuenta el Evangelio es fácil de comprender, y queda como una ·lección siempre oportuna para todos los poderosos del mundo, a quienes su ambición o la prolongada costumbre de dominar les puede llevar a la sugestión y al erróneo convencimiento de que su derecho al dominio es absoluto, aun en casos parecidos como en el de Herodes, tan precario e hipotecado. Y, entonces, incluso cuando tropiezan con Dios, no pueden librarse de concebirlo, tanto Él como su reino espiritual, como algo que ha de ser también dominable. Si a pesar de sus intentos absorbentes y de la falsa prudencia de sus planes, Dios se les escapa "por los caminos", fácilmente les invade el miedo herodiano, y los dedos se les hacen huéspedes y las sombras gigantes y la fantasía se excita sin razón, víctima de pavorosos e inútiles temores, que les conducen a desatinadas y desesperadas tácticas y defensas, incapaces de darse cuenta que el verdadero motivo de temor debían de haberlo buscado como hubiera de haber hecho Herodes en sí mismos, porque Dios nunca viene a derribar ningún trono de este mundo. Estos, como todo lo humano, pueden ser asiento de la justicia o de la injusticia: los justos nada han de temer, y los injustos se derriban por sí solos, tarde o temprano, lo mismo que el trono ficticio de Herodes.
Como un aplauso de pureza, como lirios encendidos de rojo, como estrellas doradas con llamas de sangre, las almas de los inocentes, segados por la espada del rey cruel, hacían de corona de luz, vía láctea y palio luminoso sobre los caminos del Señor que huía a Egipto. Mientras, una estrella más grande conducía a los Magos hacia Oriente. Y Herodes, ahogando su rabia en el clamor de las madres betlemitas, se hundía en el pozo verde y horrible de un miedo mayor y desesperado, hasta acabar en la locura.
Que cese toda especie de violencia... Como meta final no se busque la victoria que oprime, sino la seguridad, la paz y la libertad para todos.
PABLO VI 28-12-67.
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7. SER PADRE
Hay una existencia difícil de ser y que siempre está en peligro de no ser: la existencia del hombre que es, Además, padre. O que es, también, padre. Más concretamente: del hombre que, después de la urgencia de las leyes físicas de la paternidad, resulta padre. No se pensaba en ello... Es probablemente una de las situaciones humanas dotadas de más relatividad, con temblor: porque resulta que todo esto desemboca, no en el padre, sino en el hijo. Es en el hijo que el padre queda o no realizado como tal... El hijo es el juez visible del padre.
El problema se abre por esta brecha: se puede ser padre del engendramiento, y no serlo ni siquiera del nacimiento del hijo. O ser padre del engendramiento y del nacimiento, porque se reconoce y acepta el nacimiento, pero a continuación, no ser padre del crecimiento, de la infancia, de la adolescencia, de la juventud del hijo. En la realidad verdadera, es padre de un hijo el que hace de padre a un hijo. Lo que, de un hombre, hace justamente un padre es la continua acción de padre después del engendramiento y el nacimiento. La fisura que, en este tiempo, se ha abierto en una mayoría de familias, concretamente entre el padre y el hijo, procede de este hecho: el padre del engendramiento no resulta ser padre del crecimiento. Y el hijo, como es natural, no crece como hijo, sino como hombre. Hacer de hijo no existe.
Al escribir su obra teatral "Padre", Strinberg planteó, en burgués exasperado, la tragedia de resultar ser padre. El misteriado ser de padre. Strinberg atornilló el drama de la paternidad en la imposibilidad de saber uno, el varón, si es el padre de su hijo. Ni tan sólo por el parecido. Esto, científica y biológicamente, es cierto. Lo que no resulta cierto, ni siquiera visto, es el drama. Porque se es padre del hijo, si se hace de padre al hijo. Y, en cualquier caso, donde recaen el drama o el hecho positivo de la filiación es en el hijo.
Una luz latidora de poder indicativo sobre el verdadero ser del padre aparece en la situación, tan clara como malentendida, incluso ironizada, que describe Mateo, cobrador de contribuciones y evangelista: la situación profunda de José con María y su hijo... A ese malentendido e ironía sobre la paternidad de José, ha contribuido mucho la nomenclatura piadosa y tradicional de "padre adoptivo".
Es esta una municipal expresión de emergencia, una salida por donde sea.
{9} Porque este carpintero e el padre más profunda y completamente varón, que se ha dado en la historia del hombre padre sobre la tierra, ¿Por qué?.
En principio, y en José, se descubre una inaudita formación del hombre varón existencial y teológico: no fue determinante físico del engendrar Liento de Cristo, pero se hizo responsable y quiso ser padre, que significa algo más que la simple aceptación del prodigio maravilloso obrado en su mujer por quien había depositado en el agua salobre del mar la célula aquella, que tenía el suficiente poder intrínseco y desde arriba para desarrollarse y evolucionar hacia la "aparición de la libertad en la Naturaleza":
el hombre.
BLAI BONET.
Atended al espíritu y a la letra de los principios doctrinales, cuyas consecuencias son ineludibles ... Abrid los ojos, el espíritu, la voluntad, a las orientaciones previsoras de la Iglesia, siempre Madre para todos.
Todavía estamos a tiempo; se pueden superar los obstáculos de la ética individualista y acometer las reformas necesarias de responsabilidad, participación y comunitarismo. No dejemos pasar las horas trascendentales de paz exterior. Más tarde puede resultarnos demasiado tarde.
Son claras las aspiraciones del hombre de hoy: «Verse libre de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruídos; en una palabra: hacer, conocer y tener más para ser más» (P.P. 6).
Todas estas justos y cristianas aspiraciones reclaman una respuesta fraterna, generosa y al mismo tiempo urgente.
Mons, ANTONIO AÑOVEROS obispo de Cádiz.
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8. EL IDEAL
Un adulto, frente a un joven no puede, muchas veces, aprobarlo todo, y no por falta de comprensión de la madurez frente a la juventud, sino porque es verdad, con harta frecuencia, que al empuje de la juventud suele faltarle La perspectiva que sólo da la experiencia de la vida, superior y más exacta que las simples intuiciones geniales, o la teoría bien aprendida de los más perspicaces e inteligentes. Pero esta experiencia práctica que falta al joven, él mismo nos la solicita, si es honesto, porque es el primero en darse cuenta —¡la lleva dentro!— de su pobreza, en este sentido. Cuando un adulto ayuda a un joven, él mismo evita hacerse viejo de corazón, mientras convierte en hombre a su discípulo, encauzando su ímpetu, sin comprimirlo, en el campo de la vida.
Esa juventud alocada, de la que tanto se habla hoy en día, o no ha quería do aceptar la guía de sus mayores, o éstos no se la han querido dar o, simplemente, nadie se ha preocupado de ellos, después de ser puestos al mundo por unos padres que se han limitado a satisfacer su hambre o su glotonería y han pensado que les "preparaban para la vida" con cuatro consejos egoístas, disimulados o envueltos en prudencias retrógradas, que muy pronto serían{1} totalmente inútiles a los menos tontos y mezquinos. Esa juventud es la que luego ha ido a parar a manos de los que les han explotado para hacerles consumidores de artículos estrafalarios, o compradores de discos, o fanáticos de novelerías inútiles, o clientes del vicio o soldados de las guerras...
Y también por los que parecen muy interesados en apasionar a la opinión pública con "problemas de la juventud", para distraer incluso a los adultos de los verdaderos y más importantes problemas de la vida. Un eminente pedagogo, el Padre Octavio Fullat, Sch. P., ha hablado de esta innoble explotación de la juventud actual...
Pero aun en medio de todas las agitaciones típicas o circunstanciales de nuestros jóvenes, nadie que tenga algún trato con ellos, podrá dejar de reconocer que es característica normal en esa edad la aparición de los ideales y {11} un singular ardor para abrazarlos. Un ardor y un entusiasmo radicales, Inconformistas, a pesar de la falta de madurez personal y compatible con ella, y por esto causa de tantas luchas interiores, de tanto sufrimiento del alma:
luchas y angustias que los adultos olvidamos demasiado pronto, y, por ello, causa frecuente de nuestras incomprensiones ante los jóvenes y del mal que algunas veces les hacemos...
De los jóvenes los adultos solemos admirar su docilidad; pero menos la exigencia de sus ideales, que despiertan, con demasiada frecuencia, temores a nuestras seguridades, y por eso buscamos en seguida "razones" para censurarlos o, por lo menos, para recortarlos.
Es claro que no se trata de aceptar como ideal cualquier botaratada de mala crianza o cualquier pretexto estúpido y, en el fondo, desagradecido y perezoso, siempre posible. Pero lo que no puede hacerse sin asesinar lo más noble de la profundidad del hombre —¡precisamente en los momentos en que está cristalizando su personalidad!— es echar cenizas y agua sobre la llama nobilísima del Ideal que surge, y que puede llamarse verdad que tío se quiere ocultar, justicia que no admite soborno, libertad que se define, solidaridad humana. Todo esto son valores que Dios ha puesto en el hombre y que se manifiestan y encarnan en evidencias concretas y urgentes que conmueven a toda conciencia humana normal.
Cuando un joven se levanta y alza, sinceramente, la llama de esa luz, 720 es lícito burlarse de él, ni con razones bautizadas de falsa e interesada prudencia, ni con promesas de cielo terreno. Cansados de vivir, muchos adultos, pretenden buscar más gusto en la vida, precisamente rastreando más en ella, sin elevarse jamás a lo que supera a la simple poesía y es más que adorno de palabras: sin elevarse a lo que son las razones para vivir. Ellos tienen también sus razones, unas razones terrenas, que valen menos, mucho menos que la vida: razones estomacales, digestivas, pasionales, vanidosas, confortables a costa de los demás (¡no quieren pensar en los demás, si se extienden hasta más allá del "clan" familiar, que convierten en tribal!). Estas razones no valen para vivir, porque son menos que la vida.
Y un joven no corrompido aún, comprende fácilmente que las razones para vivir, valen más que la vida. Son el ideal.
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9. INTEGRISMO
El padre agustino Robert Adolfs, en su libro Die Kirche ist Anders (que pronto podremos leer en su versión castellana y cuyo título podría ser La Iglesia es otra cosa, o La Iglesia es algo más...) se ocupa del fenómeno del integrismo, como contrario a la catolicidad dimensional y profunda de la Iglesia de Cristo, y su análisis nos sirve admirablemente para desbrozar ese enmadejamiento de las llamadas "tensiones" postconciliares, imposible de valorar con más o menos acierto, sin una visión total de la Iglesia, liberada, además, de supeditaciones culturales, raciales, sociales, nacionales o políticas. Porque la Iglesia es otra cosa, es más que eso...
Con la palabra integrismo, el padre Adolfs designa a una concepción del Cristianismo saturada por la convicción absoluta, o por lo menos muy profunda, de poseer la exclusiva de la verdad. Lo cual le aísla, cada vez con más fuerza, del conjunto social a que pertenece, porque, por sistema, tiende a ignorar a "los demás", o los desprecia y los excluye, por lo menos, o, más frecuentemente, los combate e intenta someterlos por los medios que sea.
El integrismo no es un fenómeno nuevo: un breve repaso a la Historia de la Iglesia bastaría para ver cómo, en sus hitos más altos, se ha manifestado la actitud integrista, empeñada en tomar, sin misión para ello, el cargo de la prudencia, creando obstáculos a toda renovación, mutilando la verdad, manoseando y comprimiendo la libertad de la Iglesia, abalanzándose siempre sobre Ella para frenar, sofocar o destruir el impulso de cualquier afirmación evangélica, hasta extinguir, si hubiese sido posible, la llama vivificante del Espíritu, cada vez que su ardor prendía en las almas o renovaba la pureza del impulso de Dios en el mundo.
En nuestra época, difícil y hermosa, en que también sopla fuerte, otra vez, el Espíritu, es frecuente tropezar, acá y allá, con esa actitud negativa del integrismo. Cuando esta actitud procede de temores invencibles, de contagios recelosos no buscados, de la buena fe mal informada o deformada, con el tiempo y la caridad, finalmente, se obra la conversión o el despertar a la lucidez; porque no ha sido más que otra evidencia de las limitaciones humanas. Pero cuando {13} esa actitud de freno surge de, o se alía con los intereses terrenos de instalaciones egoístas, enquistadas cancerosamente en el cuerpo de la sociedad y por lo tanto capaces de comprometer cualquier otro ideal humano, cultural, social o político, que pueden ser muy nobles en sí mismos...—entonces, el dicen que defienden a la Iglesia es que pretenden mantenerse a costa de Ella y ésta defensa la aprisiona, si le dan un subsidio es que la compran y si la abrazan la corrompen... Existe una frase clarividente del cardenal Ottaviani, quien dijo:
"Una cosa es servir a la Iglesia, y otra muy diferente, servirse de la Iglesia..." La Iglesia es madre y "servidora" de los hombres; pero todo intento de ser "utilizada", constituye, más allá del simple equivoco, una profanación innoble y hasta sacrílega. La forma de integrismo que más dolores ha causado a la Iglesia y más ha retardado y falseado su misión entre los hombres, ha sido la de estas "utilizaciones". Porque le impiden ser católica, es decir, ser de todos, ser de siempre, ser de todas partes y acabar de hacerse a sí misma.
LA CLERICALIZACION DE LA POLITICA DEGENERA EN ANTICLERICALISMO Ha dicho el cardenal M. Conçalves Cerejeira, Patriarca de Lisboa: «No se puede hablar del obispo defensor de la ciudad. Lo es siempre, iluminando, restaurando y elevando a las fuentes divinas de la fe y de la gracia de Cristo todo orden temporal. Ya no es, como en la infancia de Europa, y también, hasta cierto punto, en el régimen feudal, el sustituto o participante de la autoridad pública asumiendo tareas terrenas.
En la sociedad actual, consciente de la autonomía de lo profano, por un lado, y de la independencia, pureza religiosa y moral del poder espiritual, por otro, la clericalización de la política, como la participación en ella de la jerarquía, trae consigo, tarde o temprano, el anticlericalismo, con perjuicio de aquel al que no se quiere servir».
«Ecclesia». —30-12-67.
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10. DILEMAS
El doctor Strigfellow, en un folleto titulado Hagámonos parte de la raza humana, propone que para entender lo que ocurre en gran parte del mundo nos hagamos cuenta que vamos a nacer hoy, al mismo tiempo que otras 200.000 personas. ¿Dónde? No lo sabemos, pero oigámoslo:
"Probablemente nacerá usted de color"; probablemente será en un país que recientemente se ha rebelado y expulsado a los blancos o que está a punto de hacerlo. Si nace en África, es probable que aprenda la máxima:
"Nunca te fíes de un blanco". Tiene solo una probabilidad contra cuatro de nacer cristiano. Es mucho más probable que nazca confuciano, budista o mahometano. Si nace usted en la India, tiene apenas una probabilidad contra cuatro de vivir más de un año, y si logra pasar de la infancia, tiene un cincuenta por ciento de oportunidad de llegar a la edad adulta. Si nace de color, lo más probable es que este enfermo toda la vida; de paludismo, parálisis intestinales, tuberculosis o aun de lepra, Es probable que el hambre le cause debilidad y a veces tendrá tanta que no vacilará en comer cortezas de árboles. Y si usted nace de color, existe una probabilidad contra cuatro de que jamás aprenda a leer.
Es casi seguro que ha de trabajar la tierra, y la mayor parte de lo que cultive irá a manos del amo. Además, lo probable es que viva usted muy endeudado no sólo con el amo, sino con el usurero del pueblo, cuya tasa de interés podrá ser entre el 30 y el 100 por ciento".
Estos datos desoladores se contienen en cualquier hoja impresa al alcance del hombre de la calle. Hoy la raza humana va adquiriendo una fuerte conciencia de la solidaridad universal.
Hoy no podemos vivir en la torre de marfil de un aislado provincianismo Ideológico, político, social, religioso, en una palabra, humano.
El dolor humano se nos entra de rondón en nuestra cámara intima, sin necesidad de que vayamos a buscarlo en aquellos rincones pudorosos en los que Sc escondía antaño, lleno de vergüenza.
La nueva generación ha nacido ya en este clima de absoluta intercomunión humana, y ha adquirido, por ello, una tremenda sensibilidad al dolor humano.
Esto la ha hecho más seria y más profunda. Pero al mismo tiempo la ha sumergido en un ancho mar de angustia. La angustia ha llegado a convertirse {15} en una palabra de moda, y los que ya no somos jóvenes no tenemos derecho a burlarnos bonitamente de un hecho real y vital que lacera a esta juventud deslumbrada por la visión trágica del dolor humano.
Muchos de nosotros aprendimos en nuestra juventud la táctica del avestruz: meter la cabeza, en un hoyo para ignorar la existencia de lo desagradable. Se nos hablaba de los "pobres" come de una abstracción mítica, puesta casi en el mismo plano que las brujas, las hadas y los enanos del bosque.
Naturalmente este encuentro facial de la Juventud con el dolor humano en su concreta realidad existencial puede tener consecuencias fatales para los jóvenes. Ellos intentarán lanzarse a una tarea inmediata de redención.
Históricamente se les presentan dos maneras de redimir: marxismo y cristianismo. El marxismo se empeña en suprimir espectacularmente las grandes alienaciones humanas, sobre todo la gran alienación moderna de la esclavitud proletaria de los pueblos subdesarrollados.
El cristianismo puede hacer una válida competencia al marxismo, pero sólo si se presenta como un sistema eficaz e inmediato de redención plena de todo el hombre. El precepto del Amor fraterno, vértebra capital del Mensaje cristiano, una vez instalado en una sociedad, suprimiría automáticamente al menos el 75 por ciento del dolor humano, ya que este 75 por ciento de dolor está producido por el egoísmo que rige las relaciones humanas de una sociedad cuyos miembros sufren ignorados, despreciados y desatendidos por los que viven bajo el mismo cielo y respiran en la misma atmósfera.
Y si ninguna de estas dos tareas —marxista o cristiana— se ofrece a los jóvenes para luchar contra el dolor, caerán fácilmente en una postura negativa de un nihilismo irreparable.
Esta función organizadora (del Estado) exige la creación de unas condiciones públicas tales, que permitan a las personas y a las sociedades menores —entre las cuales la primera es la familia— el ejercicio de los propios derechos y perseguir los propios fines. Es preciso, pues, que el bien común del Estado esté determinado, básicamente, en orden a los bienes comunes humanos. Por lo tanto, el Estado no debe ser totalitario, absorbiéndolo todo y sujetándolo todo: la persona es un valor anterior al Estado.
A. G. Cardenal Cicognani, Secretario de Estado. 6.12.67.
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11. PRENSA CATÓLICA
La celebración, en este mes, de la Conversión del apóstol San Pablo, nos evoca su colosal figura cristiana —"Platón de Cristo", se le ha llamado…–, que tantas veces se ha querido comparar, en la dimensión de su celo, a la del periodista más universal, a pesar de los veinte siglos que nos separan de él. De haber vivido en nuestro tiempo, celo, apostolado y periodismo se habrían fundido, en San Pablo, porque solamente así, en esa conjunción, habría encontrado cauce humano adecuado el gran impulso de su ardor por difundir la verdad evangélica. Los periodistas católicos, los escritores y todos los que comuniquen a los demás las cosas de Dios y de la Iglesia, si no se resignan a ser simples técnicos o profesionales de la palabra escrita o hablada, tendrán siempre, en San Pablo, un ejemplo de dinamismo, de valentía y de fidelidad insobornable e invencible al transmitir al mundo, "desatada" de servidumbres —como diría el Apóstol— la palabra de Dios.
Existen hombres admirables que le siguen, al frente de una prensa auténticamente católica y militante: son ellos los que, en nuestra época, han contribuido mayormente a despertar esa atención mundial puesta sobre la Iglesia, en particular desde que, proféticamente, el Papa Juan XXIII Le señalaba nuevos rumbos... Gracias a ellos, creyentes e incrédulos, se han fijado en el rostro rejuvenecido de la Esposa de Cristo y muchos indiferentes han despertado de su letargo, cautivados por la autenticidad evangélica con que quiere realizar su misión, en el mundo de hoy.
Pero los medios de difusión con que cuenta la Iglesia, para dar noticia de su mensaje y de su vida, no han alcanzado neutralizar el silencio hostil que respecto a Ella se observa en amplias zonas del globo, ni vencer la desconfianza con que, en muchas partes, se censura y recorta o deforma la recta información, con grave daño para la Iglesia y lesión de los derechos de los hombres a la verdad, y a la verdad entera, a los que se pretende hacerles llegar como noticias sobre Catolicismo ciertas informaciones tan mediatizadas y tendenciosas, que constituyen una ofensa tanto más grave cuanto que, cínicamente, en más de una ocasión, se presentan por "defensores" —no sabemos con que investidura— de la Iglesia.
{17} En tales casos sería de desear que tales periodistas o agencias de noticias, se abstuvieran de hacer alusión a ningún hecho, ni a ninguna persona relacionada con la Iglesia. Vale más callar que morder; sobre todo cuando, el que muerde, dice que besa...
En el caso concreto de nuestro país, y después de las explícitas y conocidas declaraciones de monseñor Cantero, presidente de la Comisión episcopal española para los Medios de Comunicación Social, podemos bien decir que carecemos de una verdadera y suficiente Información católica, porque, en rigor, ésta se reduce a muy poco más que a los solos Boletines Oficiales de Los Obispados españoles, que no pueden ser, a pesar de las garantías que poseen, medios suficientes de información para formar y mantener una opinión católica popular. Las pocas y esforzadas revistas católicas de España, llevan adelante la no fácil misión de suplir, de alguna manera, ese vacío inmenso.
Por esta razón nos parece un deber recomendar, como sacerdotes, que ciertas noticias relativas a la Iglesia, o a militantes de sus organizaciones o a ministros de la misma, sean sometidas a atenta y prudente critica personal, especialmente en aquellos casos en los que se publican hechos o palabras de sacerdotes y hasta de obispos de la jerarquía católica, y que se presentan como responsables o sospechosos de delitos o infidelidades.
Tal reserva en el juicio constituye una precaución elemental cuando la Iglesia no dispone de una propia agencia de noticias y los medios de información a su alcance resultan incomparablemente exiguos en relación con los generales. Hemos podido observar, en alguna prensa, la referencia irrespetuosa a personas y la deformación de hechos relativos a la Iglesia, que nos convencen, como sacerdotes, de la urgencia de este consejo.
Positivamente, recomendamos que las personas que puedan y, en especial, las familias, se suscriban a alguna de las buenas revistas católicas que, sin excluir a otras, recomendamos desinteresadamente en otra parte de este mismo Boletín.
… Y que San Pablo interceda para que, todos los periodistas católicos del mundo, jamás renieguen de su bautismo, en pecados profesionales de palabra, obra u omisión. ¡o que dejen de decir que son cristianos, o que no hagan de periodistas!
La paz no puede estar basada sobre una falsa retórica de palabras, bien recibidas porque responden a las profundas y genuinas aspiraciones de los hombres, pero que pueden también servir y han servido a veces, por desgracia, para esconder el vacío del verdadero espíritu y de reales intenciones de paz, si no directamente para cubrir sentimientos y acciones de prepotencia o intereses de parte. Ni se puede hablar legítimamente de paz donde no se reconocen y no se respetan los sólidos fundamentos de la paz: la sinceridad, es decir, la justicia y el amor en las relaciones entre los Estados y, en el ámbito de cada una de las naciones de los ciudadanos entre sí y con sus gobernantes; la libertad de los individuos y de los pueblos en todas sus expresiones cívicas, culturales, morales, religiosas; de otro modo no se tendrá la paz —aun cuando la opresión sea capaz de crear un aspecto exterior de orden y de legalidad—, sino el brotar continuo e insofocable de revueltas y de guerras.
PABLO VI.— Mensaje para el Día de la Paz,