BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 81. OCTUBRE. 1969.
1. LA SANTIDAD DE HOY
A decir verdad, la santidad no es de hoy, ni de ayer, ni de mañana; la santidad debe ser algo más permanente y más fluido también. Lo que antes era verdaderamente santo, lo ha de ser siempre; lo que lo sea hoy, también lo será siempre. Cuando de algo se dice que antes era bueno y santo y que ahora no lo es, se debe a que tampoco lo era entonces. Algo parecido a lo de aquellos timoratos o sorprendidos, o supersticiosos inconscientes, que un buen día dicen: "He perdido la fe, me han hecho perder la te", y no se dan cuenta que no la han perdido, porque tampoco la tenían. Simplemente, estaban confundidos y tomando por fe, lo que solamente se le parecía, pero que no era más que una falsificación, culpable o inconsciente, según los casos, Pero cuando decimos "santidad hoy", es preciso mirar a este "hoy con los ojos bien abiertos, y ser capaces de captar el relieve providencial que en todo se revela y mirar a Dios, buscando sincera rente su voluntad, y mirar las cosas, "la vida", desde esta actitud orientada totalmente hacia Dios. Porque lo que si es cierto, que hoy no se puede ser santo, olvidándonos, prescindiendo del conjunto circunstancial y providencial que nos envuelve. Ningún santo prescindió jamás del suyo.
Existen Ideas, se confeccionan planes, se elaboran técnicas de santidad, que son obra de hombres, y es preciso no confundirse. La confusión nos haría sectarios, nos separaría o nos retrocaría, por lo menos, en nuestro camino, {1 (93)} La santidad es una vida de le llevada hasta las últimas consecuencias, inteligentemente , pero generosamente, hasta los más totales compromisos. Es algo muy grande y muy sencillo al mismo tiempo. Exige generosidad, capacidad de amar y limpieza de corazón.
No nos hagamos un Dios a imagen nuestra: no nos hagamos una religión a la medida de nuestras conveniencias egoístas, ni una moral para atrincherar privilegios. No seamos tan abstractos, tan asépticos y parciales, en nuestra "vida de fe", porque entonces no sería "vida", ni seria "fe". No nos defendamos con Dios, no tomemos el nombre de Dios en vano, no utilicemos a Dios.
Mirémosle simplemente, con fe suplicante, que se sabe siempre incompleta, y abrámonos a la vida, ésta que tenemos aquí, tan cerca, que es la que Dios nos da precisamente a nosotros, ahora, para que la iluminemos con nuestra fe. Y no aplacemos para más tarde–la eternidad por medio de una esperanza más perezosa que teológica, todo el esfuerzo, toda la entrega que es preciso que hagamos de nosotros mismos, para que ese tan etéreo, vago y melifluo ideal de amor, de igualdad y de paz, se haga pronto concreto ―se encarne―, con sacrificio si es preciso ―es preciso―, en la realidad cotidiana, La santidad no es para luego; es para hoy, y para que la hagamos nosotros aquí, con los medios que Dios nos da. Hemos de convertirnos sin cesar, nosotros mismos, y hemos de cambiar profundamente lo que nos envuelve para hacerlo cristiano.
Porque hoy ya no basta poner letreros.
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2. LO PROPIO DEL ORATORIO
Cuando la Iglesia asume e Institucionaliza las obras de los santos y fundadores, lo hace no solamente porque reconoce la oportunidad de exaltar el valor universal de las mismas, sino porque vienen a enriquecer con nuevas modalidades, la encarnación del Evangelio en la vida. Cada obra de apostolado, cada empresa de vida de perfección, cada sociedad o Instituto religioso constituyen otras tantas manifestaciones de un mismo dinamismo apostólico y santificador, ejercido en nombre de Cristo, vivido en Cristo. Unidad y variedad que son, providencialmente, fuerza y agilidad a un mismo tiempo, indispensables a su misión.
Cada una de estas empresas es celosa de lo que la distingue y especifica dentro de la Iglesia. Se trata de un celo perfectamente justificado: porque en esta razón especifica está su propio origen y la motivación de su existencia.
No pocas veces ha sido tarea difícil pretender encuadrar o "envasar" en leyes, necesarias a toda institución, lo más original y propio, lo más característico de las obras de los santos. Los oratorianos sabemos la repugnancia que san Felipe profesaba hacia el exceso de leyes, y como se avino, urgido finalmente por el mismo Papi en persona, a erigir en Congregación aquella comunidad espontánea ―diríamos hoy― de tiempo reunida en torno a él mismo, gobernada sin leyes, con sólo la caridad.
Pero ¿qué era lo propio y especifico en la obra de san Felipe? ¿Qué era lo nuclear en el Oratorio? ¿Qué era lo que podía dar motivo para que su obra se institucionalizara? ¿Qué llamaría la atención de los hombres de Iglesia para empujarle a aceptar la erección de su obra en Congregación?
Li denominación "del Oratorio", que luego ha prevalecido, vino del lugar donde se celebraban las reuniones: pasados los años de aquellos primeros encuentros, en pequeño número de asistentes, que tenían lugar en su misma habitación, de una manera Informal y espontánea, fue necesario disponer de un lugar más espacio so, medio salón medio templo, para el que li palabra "oratorio" parecía adecuada. De esta palabra, y también de una parte de lo que en tales reuniones se hacia, se quiso deducir ―tal vez demasiado precipitadamente― que la obra de san Felipe era una como genial empresa de "apostolado de la oración". No se podría negar que el Santo fue tanto un hombre de oración que, en ciertas épocas de su vida, por lo menos, ocupó el ejercicio de la misma muchas horas del día y noches enteras, y que siempre fue el respirar de su alma, gozosa rente amiga de Dios. Y que supo enseñar a los demás a tratar con Dios, enfervorizándoles, hasta elevar sus mentes y convertir {3 (95)} en oración los pensamientos y la vida.
Pero todo esto era más bien el fruto; la obra del Oratorio tenía otro centro.
El "ejercicio propio del Oratorio consistía en el peculiar modo de tratar de la Palabra de Dios: los "sermoni", los "ragionamenti", el modo espontáneo de las "conversaciones", generalmente dialogadas, pero no tan divagantes, en las que sacerdotes y seglares participaban, sin aires doctorales, "sin buscar aplauso, a la manera popular, como hacia san Francisco de Asís", escribía el discípulo predilecto de Felipe, Tarugi (29. 6. 1584).
En los primeros tiempos en que esta forma comienza a prosperar, existe, en la comunidad oratoriana inmediatamente formada por san Felipe, un celo muy concreto e interesado en mantener la pureza original de su estilo "sobre la conversación de la forma antigua del Oratorio en la cual Intervienen todos los que hablan en él". Repetidas revisiones quieren asegurar la fidelidad a lo que se reputa como peculiar y característico del ejercicio del Oratorio, es decir, "la palabra de Dios, tratada de manera sencilla, familiar, con fruto y dignidad".
Los primeros padres del Oratorio (Talpa) atribuyen a Tarugi el saber interpretar este estilo de manera magistral por lo que es llamado "Maestro y dux verbi del Oratorio".
Cuando el Oratorio, abierto a todos, sacerdotes amigos y seglares que reciben el Influjo espiritual de san Felipe, parece que tiende a desviarse o perder algo de este estilo y modo peculiar de tratar la "palabra de Dios", se comienzan a tomar precauciones y establecer normas (Lib. II Decr., 16. 7. 1587: 18. 10. 1589; Lib. III Decr., 1. 1. 1594) para que los invitados a hablar, que no son del Oratorio, se avengan a su estilo. Finalmente se llega a excluir a los eclesiásticos ajenos al Oratorio (Drec. 20. 5. 1596).
En cambio, cuando los Escolapios redactan sus Constituciones se dice en ellas (Pars III, cap. 7) que se observe en la predicación la elocuencia familiar "que usan los RR. Padres del Oratorio de Roma".
"Nosotros hablamos al corazón", decía Tarugi. Era un género nuevo de elocuencia, muy distante del usado en aquel tiempo: nuevo hasta formar escuela, hasta ser algo típicamente peculiar del Oratorio, hasta constituir lo más "original" de sus reuniones, a las que acudían las almas ansiosas de verdad y sinceridad. Eran, estas reuniones, "una conversación con los {4 (96)} oyentes; así lo entendían unánimemente todos los Padres: la predicación familiar era la característica esencial del Oratorio" (Ponnelle-Bordet).
J. H. Newman, en una de sus conferencias sobre el Oratorio, refiere el testimonio del P. Manni, hijo espiritual del Santo, que recordaba que "el oír diariamente la palabra de Dios, vale por todos los demás ejercicios de piedad".
El P. Gulden, del Oratorio de Leipzig escribe: "Por palabra de Dios, no se entendía solamente in palabra de las Sagradas Escrituras, sino también el "verbum", que había tomado forma en la historia de la Iglesia, en su vida y en sus obras, y también el "verbum" que nosotros podemos encontrar en todo ser humano, hermano nuestro, si estamos dispuesto u recoger su "ingenium" y lo que el Espíritu Santo le dicta. No se trata, hoy, de detenernos a estudiar escolásticamente todos estos aspectos de la palabra de Dios", sino de meditarla Individual y coloquialmente, y responder con la oración y asimilarla y fundirla en nosotros con la plegaria, hasta realizarla en las obras. Dispuestos a llegar hasta las fuentes, y hacer que nos influya, acogiéndola dentro de nosotros, pero con referencia siempre al ser humano, tal como hoy se presenta..." Luego la oración es sobre este objeto, es el trabajo interior del espíritu desde este objeto, hacia Dios...
Y, desde aquí, podría añadirse lo de la "sola caritas", el capítulo de la alegría, de la libertad. Y hasta llegar a la predilección tradicional del Oratorio por la Liturgia, que siempre comienza, o debe comenzar, siendo el anuncio del Evangelio, palabra que ha de hacerse vida, sin lo cual reduciríamos a esquemas rituales inútiles, lo que debería ser el encuentro gozoso del hombre con Dios.
Hace cuatro siglos, pues, que el Oratorio trajo a la Iglesia esa vuelta a la simplicidad del anuncio del Evangelio, del comentario vivo, sencillo, serio, espiritual, encarnado, de la palabra de Dios. Entonces impresiono, porque respondía a la realidad. Que es la urgencia que subsiste siempre, cuando se trata del Evangelio, de la palabra de Dios, del Dios que habla en las Santas Escrituras, en la vida de la Iglesia, en la Historia del mundo y en la conciencia de los hombres.
En realidad, para ser cristiano, más que guardar un depósito, se trata de incorporarse a una «historia»: la historia de la acción de Dios en la tierra, la historia de la Iglesia en marcha.
JOSE LUIS L. ARANGUREN.
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3. CUANDO LA IGLESIA ES NOTICIA
«Los curas jóvenes sufren un proceso muy semejante al de los anarquistas: están haciendo un sacrificio personal porque han llegado a la idea, por otra parte muy cristiana, de que sin sacrificio no hay autenticidad. Y como han llegado a esta idea y quieren justificar una larga historia de inautenticidad ―incluso, a veces, una biografía de inautenticidad― hacen lo que hacían los anarquistas: justificar su propia vida con el sacrificio».
Así habla Tierno Galván; pero nosotros llegaríamos un poco más lejos en una buena justificación del sacrificio, porque lo relacionaríamos con Cristo. Tal vez, las palabras del ilustre ex catedrático no excluyan esta relación.
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4. PARA QUE NO HAYA GUERRAS
Pablo VI, en la populorum progressio, dice: "Son muchos los jóvenes que se han puesto espontáneamente a disposición de organismos oficiales y privados que colaborar con los pueblos en vías de desarrollo. Sentimos viva satisfacción al saber que en ciertas naciones el servicio militar puede ser reemplazado por otro, de carácter social. Bendecimos estas iniciativas y la buena voluntad de quienes las secundan".
El cristiano es un hombre encarnado en la realidad. No se evade de ella porque no la teme. Al contrario, quiere animarla de un espíritu nuevo con su mensaje de esperanza. Por eso tiene que reconocer que mientras subsista el pecado de la división y la injusticia entre los hombres, la violencia seguirá vigente en el mundo. Esto justifica desde un punto de vista ético la existencia de un aparato defensivo contra los enemigos externos e internos que conspiran contra el orden y la seguridad. Así pues, los que conforman este aparato cumplen una misión necesaria en la época en que vivimos.
El cristiano es "realista", pero también es "profeta". En sus palabras y en su vida está llamado a mostrar etapas futuras de la historia de la Humanidad, que es la obra lenta, pero irreversible, de la unión de todos los hombres en una sola gran e inmensa nación, la Tierra, y en Cristo, principio y fin de todo lo que existe.
Por eso, el cristiano es un futurista" que sueña y trabaja por un mundo sin fronteras y, por lo tanto, sin guerras. En este sueño está en germen la realidad del mañana.
En la película "Las Sandalias del Pescador", de Morris West, uno de los personajes futuristas ―el Padre Tel´dmond―, hace una reflexión muy pertinente:
Durante mucho tiempo el asesinato no constituyo delito. Más aún, era hasta una forma de adoración de la divinidad (¿Qué otra cosa fue el frustrado homicidio de Isaac que iba a perpetrar Abraham?). Hoy en día, la conciencia natural censura el homicidio, pero todavía acepta la guerra, que es una forma de asesinato colectivo. Yo sueño el día en que la humanidad condene las guerras como algo indigno de la condición humana y recuerde con horror los conflictos bélicos que hemos provocado".
{7 (99)} Algunos cristianos se sienten especialmente llamados a esta vocación de futuristas, de profetas. Esto no significa que sean mejores que los demás, pero si es cierto que han descubierto una dimensión nueva y más profunda de su fe. A ellos les corresponde plantear ―con respeto, humildad y auténtico afán de servicio― al resto de la comunidad nacional un proyecto que permita la realización de un servicio social a quienes rechazan toda forma de violencia.
El servicio social propuesto debería tener las siguientes características fundamentales: — Podrían enrolarse en él todos los muchachos que manifestaran oponerse, por razones de fondo, al servicio militar. Y también las mujeres jóvenes deseosas de participar en esta labor.
— El trabajo se desarrollaría bajo las órdenes de las autoridades del país respectivo, las cuales determinarían también el tipo y lugar de acción a realizar.
— El servicio social se sujetaría a normas disciplinarias tan estrictas como el militar, porque no se trata de proponer una alternativa para los flojos o cómodos, sino para los que desean honestamente servir a la comunidad en una forma diferente, — El trabajo se realizaría absolutamente al margen de cualquier intención política o proselitismo de otro tipo.
EL GIBRALTAR VATICANO El paréntesis que el Papa hace en relación a las sedes vacantes, toca ciertamente un punto en carne viva que colea desde el Concilio y desde que otras naciones han renunciado al privilegio de presentación de obispos. Yo le llamaría a este punto «el Gibraltar del Vaticano». Con toda sinceridad digo que, lo mismo que no entiendo a los ingleses, tampoco entiendo a los que no saben, o no tienen el coraje de decir que en esto, no nos defienden ni los mejores amigos.
PADRE ARIAS.
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5. CUENTA ATRÁS DE LA CREACIÓN
"FRÈRES DU MONDE", en su número 59, reproduce el siguiente texto, sacado de una revista de la Sinagoga Americana.
DÍA SEPTIMO
Al fin el hombre destruyó el cielo que había llamado tierra. Porque la tierra habia sido magnifica y feliz hasta que el espíritu destructor del hombre la animó. Este fue el día séptimo antes del fin.
DÍA SEXTO
El hombre dijo: "Posea yo todo poder sobre la tierra". Y vio que el poder parecía bueno y llano Grandes Jefes a quienes detentaban el poder y dio el nombre de débiles, comprometidos, pacifistas, a quienes únicamente querían servir y buscar la reconciliación. Este fue el sexto día antes del fin.
DÍA QUINTO
El hombre dijo: "Que se produzca una escisión en medio del pueblo y se pongan a un lado las naciones que están a ni favor y a otro las que están en contra mía".
Este fue el quinto día antes del fin 9 (101)
DÍA CUARTO
El hombre dijo: "Juntemos nuestras fortunas en un lugar y creemos más instrumentos de poder para defendernos: la radio para controlar el espíritu de los hombres, la movilización y el registro para controlar los cuerpos de los hombres, los uniformes y los símbolos de poder para adueñarnos de las almas de los hombres". Este es el cuarto día antes del fin.
DÍA TERCERO
El hombre dijo: "Que haya una censura para distinguir la propaganda de la verdad". Y creó dos grandes instituciones de censura para controlar los pensamientos de los hombres; una para decir solamente la verdad que desea dar a conocer al extranjero y otra para la verdad que desea se conozca en el interior. Este fue el tercer día antes del fin.
DÍA SEGUNDO
El hombre dijo: "Fabriquemos armas que puedan destruir  ingentes multitudes, millones, centenas de millones, a distancia". De este modo perfeccionó la guerra bacteriológica, arsenales de muerte, submarinos, proyectiles teledirigidos, grandes escuadrillas de aviones de combate y una potencia destructora que llega a decenas de miles de millones de T.N.T. Este fue el día segundo antes del fin.
DÍA PRIMERO
El hombre dijo: "Hagamos a Dios a nuestra propia imagen. Digamos que Dios obra como nosotros obramos, que quiere lo que nosotros queremos y que mata cuando nosotros matamos". Y el hombre encontró los medios de matar con la potencia y el polvo atómicos incluso a los que todavía no han nacido. Y dijo: "Es necesario: no hay otra alternativa. Es la voluntad de Dios".
Y el último día se produjo un enorme ruido sobre toda la superficie de la tierra, y el hombre y todas sus obras dejaron de existir. Y, al fin, la tierra, desolada, descanso.
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6. LA ACTITUD DE LOS CRISTIANOS FRENTE A LA VIDA
Hay varias actitudes equivocas frente al mundo.
A) EL INTEGRISTA.
Así se llama al cristiano que vive soñando con un mundo perfecto en el cielo y que, sin saberlo, menosprecia su condición humana actual, Mira el mundo en forma despreciativa y no quiere contaminarse con la maldad que flota en el ambiente. Posiblemente, sin darse cuenta, vive pensando que todo tiempo pasado fue mejor", y tiene grandes nostalgias de otras épocas en la Historia.
El integrista no logra entender que cada época tiene su bondad y su maldad. Confunde cristianismo con ciertas tradiciones humanas y no tiene sentido de adaptación. Tiene miedo a todo cambio, en la Iglesia o en el mundo.
El integrista quiere conservar toda tradición y estima que la solución a la actual crisis estaría en el regreso a lo antiguo, a las tradiciones...
b) EL DUALISTA.
Así se llama el cristiano que separa la vida de la religión.
El mundo, "la vida", los negocios son una realidad. El cristianismo, la fe y el Evangelio son otra realidad. Ambas realidades existen, pero no se complementan.
El dualista defiende la libertad del pensamiento: quiere "vivir su vida" y desea una Iglesia que sólo hable de religión abstracta y no toque el problema, social, el mundo del trabajo, los problemas familiares.
El Evangelio puede servir para la vida privada y si la Iglesia dice algo sobre la vida social o económica, el dualista lo recibe con indignación, porque "la Iglesia opina de política".
c) EL PROGRESISTA.
Así se llama al cristiano que se quedó en el hombre y olvidó a Jesucristo.
Es el cristiano que desea ver en la Iglesia una institución de desarrollo y {11 (103)} de progreso. Para él seria mejor que, en lugar de Misas, hubiera reuniones de promoción social.
Califica de "momio" al que no piensa como el. Habla mucho de "alienación", de "etapas superadas". Pero jamás hace una reflexión seria y profunda de esas realidades que critica.
El progresista y el integrista son parecidos. Opinan de todo con gran seguridad y afirman saber y conocer la historia, el pasado y el porvenir.
Estos tres tipos de cristianos no existen químicamente puros, y hay motivos en las personas que dificultan clasificarlas e forma rígida en alguno de estos grupos.
¿CUAL ES, PUES, LA ACTITUD VERDADERAMENTE CRISTIANA FRENTE AL MUNDO?
Es la actitud del que ha entendido la frase del Concilio: "El mundo es la familia completa, con el conjunto universal de las realidades entre las que se vive; es el teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias".
(Igl. y mundo actual, núm. 2).
Ha entendido la palabra del Génesis: "Vio Dios que todo era bueno" (Gen.
1. 21) y, al apreciar que Cristo se ha hecho hombre, ha logrado asimilar la bondad de la creación y del ser humano.
El cristiano bien orientado reconoce que la creación es el lugar privilegiado de la acción de Dios y que se está construyendo aquí en la tierra el Reino de los cielos.
Sabe que algún día tendremos "cielos suevos y tierras nuevas", como dice el Apocalipsis (21, 1).
Ve lo bueno, está interesado por el progreso y por la Historia, pero no es un ingenuo porque ve el mundo incompleto, ve la miseria, la angustia y la desorientación.
El cristiano sabe que el pecado es la causa profunda que trastorna el corazón del hombre y es la explicación a las situaciones dolorosas y opresoras.
Ve el progreso humano y está atento a sus peligros. Sabe que en el mundo hay bondad y reconoce que está mezclada con la maldad y el egoísmo .
El cristiano bien orientado es fundamentalmente optimista. Ve la fuerza que hay en la vida y en el mundo y reconoce que Dios gobierna y orienta la marcha de los acontecimientos.
Finalmente sabe que vive en una época de la Historia, en un país determinado, en una región y en un ambiente propio. Se sabe solidario y responsable del mundo en el cual vive, en lo bueno y en lo malo. Acepta el desafío de afrontar con valentía los problemas de nuestro tiempo.
{12 (104)} La Iglesia debe ser signo de unidad": tiene el papel de ser "constructora de la solidaridad". Debería buscar caminos concretos y no quedarse en un verbalismo para aligerar li conciencia.
Los cristianos necesitan examinar los problemas reales para infundir en estos problemas el espíritu del Evangelio. El Concilio ha dicho que "el divorcio entre la fe y la vida diaria, en el que incurren muchos, debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época" (Igl. y mundo, s. 43).
LA SOCIEDAD ACTUAL
Nos encontramos ante una situación profundamente ambigua. Por una parte, gracias al progreso de la técnica, hay una creciente dominación del hombre sobre la naturaleza, que abre la posibilidad de satisfacer mejor las necesidades del hombre.
Por otra parte, no faltan los motivos de inquietud. Porque los valores nuevos que deberían servir al hombre, se vuelven en su contra. En el momento actual, la organización social, en muchos casos no libera al hombre, el dinero, factor indispensable del progreso y de la producción, se transforma en un ídolo que todo lo devora. El hombre conoce nuevas formas de esclavitud.
Se puede decir que el centro de la crisis del mundo occidental está en el tipo de sociedad que hemos heredado, aceptado o construido. El motor y la meta de esta sociedad es la producción de bienes materiales y el dinero. Esto es lo que enseñaba el Papa Pablo VI en su Encíclica Populorum progressio (número 25 y 26).
Nuestra sociedad se define como una sociedad de consumo. El afán de ganancia desencadena el proceso: producción, propaganda, consumo. Se trata de ganar dinero haciendo que el hombre consuma productos. La propaganda se encarga de crear hábitos y reflejos condicionados de consumo.
El dinero y el afán de ganancia es el centro dinámico de nuestra sociedad.
Son brújula del hombre.
Una serie de ideales a los cuales el hombre aspira, son efecto de este vivir centrados en el dinero. Ellos a menudo no son plenamente conscientes en el hombre: ni queridos libremente ni racionalmente. Pero la sociedad los Impone. Solo una lúcida conciencia crítica puede tomar distancia intelectual para detectarlos. Estos valores generados por el dinero son (sin pretender exclusivizar {13 (105)} zar ni jerarquizar): individualismo, confort, comodidad, pasarlo bien, mínimo esfuerzo para máxima ganancia, disolaridad, éxito, ambición de poder, ambición de destacar, búsqueda del placer, etc.
Estas son las reglas del juego de la sociedad movida por el dinero. La propaganda se encarga de difundirlas, de convertirlas en reflejos condicionados:
en imágenes de valor grabadas hasta la inconsciencia. Basta hojear un diario o una revista y estudiar críticamente las motivaciones valorativas de la propaganda para descubrir esta distorsión del hombre. Se percibe, incluso, cuando se le quiere educar o emprende estudios. No se trata de formar un hombre, sino un instrumento apto para producir, y estimularlo con las promesas de 1ayol ganancia.
Esta situación se ha visto intensificada, hace pocos años, con la invasión de los medios de comunicación social (Cine. TV. Radio, diarios, revistas...). Esta situación es máximamente grave en el caso de la juventud, porque es más permeable al impacto de la propaganda.
Para muchos, el actual sistema político que rige la sociedad, imposibilita el cambio profundo de esta situación. Para otros, al menos, la dificulta enormemente. En todo caso, es más un juego de poder, el que existe, que una búsqueda del Bien Común. El Bien Común existe sólo cuando se da cierta Igualdad real y no sólo legal). Cuando tal igualdad es inexistente, la sociedad se parcela en grupos oligárquicos de presión: oligarquías sindicales, empresariales, bancarias, políticas, parlamentarias, etc. Ellas pretenden crear y mantener privilegios. Ya no se busca el Bien Común, aunque se nombre, sino el triunfo o equilibrio de las oligarquías.
SOCIEDAD QUE BUSCAN LOS CRISTIANOS
UNA SOCIEDAD CENTRADA EN EL HOMBRE Y EN EL BIEN COMUN.
Una sociedad cuyo centro dinámico no sea el dinero, sino el hombre.
Una sociedad en que el hombre sea el centro, la causa y el fin de toda acción, plan, estructura.
Una sociedad en qua le economía, el dinero, el urbanismo, la educación, la diversión, etc., todo esté al servicio del hombre.
Una sociedad no alienadora, sino servidora del hombre; no al servicio del "tener", sino del "ser"'.
{14 (106)} Una sociedad centrada en el bien común y no en el egoísmo individualista.
Los cristianos buscan una sociedad en la que los esfuerzos y las energías consigan realmente el bien de las mayorías y en que el resultado común del esfuerzo productivo sirva a todos. Una sociedad que ofrezca oportunidades a todos y que disponga de los medios para defenderse de cualquier grupo de presión.
UNA SOCIEDAD QUE HAGA POSIBLE UN HOMBRE NUEVO.
Esto significa una sociedad centrada en valores nuevos, centrada en el hombre y en los valores que de él se derivan: solidaridad, servicio, generosidad, fraternidad, sentido comunitario, trabajo, aprecio de las cualidades y virtudes humanas, de la cultura.
Una sociedad en que todo el esfuerzo productivo esté al servicio del hombre, en que el desarrollo sea integral. "Desarrollar ―ha dicho Mons. Manuel Larrain― es promover al hombre, a todos los hombres y a todo el hombre. El desarrollo es un humanismo. Debe responder a la triple hambre: física, cultural y espiritual que atormenta al hombre individual y a la sociedad moderna, Se trata de ser hombre y más hombre".
UNA SOCIEDAD QUE HAGA POSIBLE LA VIDA CRISTIANA.
Pablo VI, en su mensaje de Pascua de este año, invitaba a construir una sociedad terrena "donde el hombre pueda vivir como hombre, en la verdadera libertad, en la justicia social, en la búsqueda del saber, en la laboriosidad, en la justa distribución del pan y del bienestar, en el amor honesto y amigo, en el orden siempre nuevo y en la paz; en una palabra, esa alegría de vivir que Cristo mismo ha anunciado como fruto abundante, para quien busca por encima de todo el Reino de Dios".
La Iglesia debe denunciar una sociedad deshumanizada y estimular la construcción de otra sociedad humana, porque en Cristo encuentra la revelación plena del misterio del hombre.
En el misterio de Cristo "la Iglesia muestra al hombre el sentido de la propia existencia, es decir, la verdad más profunda acerca del ser humano". (Igl.
y mundo, número 14).
La Iglesia adquiere en Cristo, el sentido del hombre y puede por ello criticar lo que atenta contra el hombre.
Sólo una sociedad basada en el hombre, hará posible que el hombre y la sociedad encuentren a Dios y logren una vida religiosa verdadera.
MONS. CARLOS GONZALEZ, Ob. DE TALCA.
El esteticismo, la belleza por la belleza, no puede ser el único justificativo de una vida.
RAMON J. SÉNDER Premio Planeta 1969
Entre realizarse como persona o ser feliz, la burguesía elige ser feliz.
JOSE L. MARTIN DESCALZO
El hombre perfecto es el que más inteligentemente se entrega a los demás.
ENRIQUE MIRET MAGDALENA
{15 (107)}
7. «NO HUYAS DE TI...»
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Pues, ¿qué te infundirá
ánimo, al caer de la noche,
quién te bajará las persianas
o te apoyará cuando
el portón resuene
bajo el puñetazo del mundo?
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Es que nadie te llama,
escuchas tan sólo el vierto,
y la canción de la alondra
engaña a la muerte
en la cara,
y el mundo que te deslumbra
sólo oculta sus achaques.
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Te dejan solo,
para que te abandones;
es lo que quiere el mundo.
Te incita
extorsionando a la alondra,
mira cómo posa sus garras
sobre las garras de porcelana.
No huyas de ti,
quédate unido contigo.
Que los vientos alienten
el fuego de tu hogar.
y al grillo del atardecer
escucha que escuches su canto.
Zumba en las venas del silencio
tan dulce como tu sangre.
No huyas de ti,
quédate 272ido contigo.
¿Quién estará a tu lado
en el cuarto o
quién te ayudará a callar?
No huyas de ti,
el mundo posa en garras de pájaro,
su canto te está engañando.
WLFDIETRICH SCHNURRE
{16 (108)}
8. DECLARACIONES DEL P. ARRUPE
La revista ÍNDICE, en su número del 15 de septiembre pasado, ha hecho un buen servicio al obtener y publicar unas declaraciones del P. Arrupe, general de los Jesuitas, cuyas palabras, aplicadas directamente a la Compañía de Jesus, pueden servir igualmente para comprender la actitud de la Iglesia en general, comprometida en transmitir el mensaje evangélico al mundo y a los hombres de hoy. Transcribimos un fragmento continuo de tales declaraciones, por juzgarlo singularmente esclarecedor y ecuánime.
Cambio de estructuras
La Compañía de Jesús, que reconoce la necesidad del cambio de estructuras, toma una posición enteramente constructiva. Es decir, procura elaborar, en lo posible, la aplicación de la doctrina social de la Iglesia, que especialmente se presenta en la "Mater et Magistra" y en la "Populorum progressio". Estudia con decisión los problemas, trata de descubrir en cada país la aplicación concreta de esa doctrina. Estamos convencidos de la necesidad de esos cambios de estructura, que ha de verificar a través de una reforma fundada, no tanto en la parte negativa y critica de las situaciones actuales, cuanto en la elaboración de unos programas positivos, en los que realmente se puedan encontrar las soluciones viables.
¿La Compañía ha de participar en la política?
Si y no. Según lo que se entienda por política. Lo primero que la Compañía quiere que se reconozca es que el apoliticismo, como rechazo sistemático de {17 (109)} toda presencia en lo político, es inaceptable para el hombre apostólico de hoy, No pocas veces, las decisiones y las acciones en el terreno de lo político lesionan o pueden lesionar los valores radicales del hombre y desvirtuar el verdadero sentido de la existencia humana, personal y socialmente considerada. Por ejemplo, ante una política" racista, los miembros de la Compañía no pueden permanecer pasivos: si no nos comprometiéramos en casos como este, o en otros co.IO el de la "violencia institucionalizada", según la expresión de los obispos americanos en el documento de Medellín, faltaríamos a nuestra vocación.
La misión propia de la Compañía, como la de la Iglesia, no es de orden "político". El fin que asignó Cristo es de orden religioso. Por lo tanto, cuando los miembros de la Compañía intervienen, deben hacerlo por motivos evangélicos "en la medida en que las funciones, luces y energías que derivan de su misión religiosa pueden construir y fortalecer la comunidad humana según la ley divina" ("Gaudium et Spes". 42). Nuestra presencia en el mundo debe respetar la autonomía propia de lo político.
Frente a la injusticia
Nos oponemos diametralmente a aquellos que pretenden deducir directamente del Evangelio una actitud política pasiva ante la injusticia social. Esta posición nos parece una traducción indebida del mensaje evangélico en términos políticos, una complicidad con la iniquidad vigente. Tampoco es válido pretender deducir directamente del Evangelio una ideología y una estrategia revolucionarias. El Evangelio exige "transformaciones profundas, innovadoras" (P.P. 32).
Es decir, una profunda reforma en el sentido amplio de la palabra, a base de una conversión colectiva y personal. Implica un proyecto histórico de cambio que los laicos deben traducir en términos políticos. Pero la misión de la Iglesia y, por lo tanto, de la Compañía no es armar ideológicamente una operación política, sino dejar que los laicos tomen libremente sus opciones políticas y ayudarlos para que se inspiren en el espíritu evangélico. Y esto en todas las ocasiones, aun en las revolucionarias en que puedan encontrarse. Por consiguiente, respecto del "compromiso temporal", no puede la Compañía sustituir a los laicos en su tarea propia; no puede tomar la forma de un poder ante el poder establecido, porque la Iglesia no tiene ninguna jurisdicción en la sociedad civil y no puede ejercer presiones de tipo partidista. La libertad, con respecto a las "ideologías políticas", es la condición de nuestra audacia en las acciones necesarias. {18 (120)} Hay que insistir sobre esta conducta cuando se hallan comprometidos en el sector político el sentido del hombre y el de la humanidad.
Cuando se encuentren ante lo Injusto o lo Inhumano, los miembros de la Compañía pueden o, mejor, deben actuar no sólo con sus predicaciones, sino también con sus orientaciones y manifestaciones doctrinales. Actúan, entonces, en nombre de una ley divina que supera a toda ley humana. No pretenden sustituir a los poderes políticos en el cumplimiento de su tarea propia. Les ayudan, ni contrario, a orientarse de acuerdo con los valores del hombre y de la humanidad. Muchas veces, en el pasado, no hemos cumplido suficientemente con nuestra misión en este campo. Por falta de libertad, por compromisos políticos con la sociedad vigente y con los poderosos, hemos dejado de ser, tal vez, la sal de la tierra y la luz del mundo. Y el hecho de que algunos hayan caído en cierto extremismo, que puede proceder de la misma falta de libertad, no justifica la pasividad ante lo injusto y lo inhumano.
9. LAS IGLESIAS « NACIONALES
El primado de Pedro es de derecho divino: y, sin embargo, la autoridad de las conferencias episcopales es discutible. La Iglesia está dividida en diócesis y no en naciones. Los cismas todos han nacido por nacionalismos; de ahí que exista un peligro en la denominación de «conferencias nacionales, ya que éstas tienden a estar influidas por la política de los propios países.
Me parece muy bien que se reúnan los obispos del país, de varios países y hasta de varios planetas, si en el futuro allí hay habitantes y es necesario nombrar obispos para los nuevos descubrimientos del espacio.
Es necesario profundizar en la teología de las iglesias locales.
Pero no hay una teología de las Iglesias nacionales.
Pero no hay una teología de las Iglesias nacionales.