BOLETIN DEL ORATORIO ALBACETE.
N.° 84. ENERO. 1970.
1. LA PAZ
LA PAZ ES DINÁMICA. LA PAZ NO SE GOZA, SE CREA. HAY QUE EDUCARSE PARA LA PAZ
¡Ciudadanos de todo el mundo!, que asistir al amanecer de este año 1970, pensad por unos instantes: ¿A dónde se dirige el camino de la humanidad? Hoy es posible dar una mirada de conjunto, una mirada profética.
La humanidad camina, es decir, progresa hacia un dominio cada vez mayor del mundo... La humanidad busca su plenitud de vida en el horizonte del tiempo y la obtiene. La paz es la idea que dirige el progreso humano; es la concepción verdadera y fecunda de donde procede la mejor vida y la historia lógica de nosotros los hombres. Es fin; esto es, coronación del esfuerzo con frecuencia laborioso y doloroso, mediante el cual nosotros, los hombres, tratamos de someter el mundo exterior a nuestro servicio y organizar nuestra sociedad según un orden que refleje justicia y bienestar.
Pero advertimos: la paz no es propiamente una posición estática que puede adquirirse de una vez para siempre, no es una tranquilidad inmóvil; es más un acto que un estado; es un orden que ha de perfeccionarse siempre, que ha de engendrarse y evolucionar constantemente; consiste en un dinamismo progresivo, como el equilibrio del vuelo que ha de ser sostenido cada instante por un dinamismo propulsor.
Nuestro discurso se dirige especialmente a los espíritus jóvenes. Cuando hablamos de paz no os proponemos, amigos, un inmovilismo mortificante y egoísta.. La paz no se goza, se crea. La paz no es una meta por fin alcanzada, sino un nivel superior al que todos y cada uno debemos aspirar continuamente. No {1} es una ideología que nos adormece, sino un concepto que nos obliga, que nos hace a todos responsables del bien común para ofrecer todo nuestro esfuerzo a su causa: la causa verdadera de la humanidad.
Quien desde penetrar con su propio pensamiento esta convicción descubrirá muchas cosas. Descubrirá que es necesario, sobre todo, reformar las ideas que guían el mundo. Descubrirá que es necesaria una educación ideológica nueva, la educación para la paz.
La lucha es la ley. La lucha es la fuerza del éxito. Y también: la lucha es la justicia. Ley inexorable, que renace en cada una de las etapas del progreso humano. También hoy, después de las horrorosas experiencias de las últimas guerras, impera la lucha, no la paz.
Nadie puede negar que la lucha puede conseguir éxitos. Pero decimos que no puede constituir la idea-luz que necesita la humanidad. Decimos que es ya hora de que la civilización se inspire en una concepción diferente de la de la lucha, de la violencia, de la guerra, del avasallamiento para hacer caminar el mundo hacia una justicia verdadera y para todos.
La paz debe substituir con la fuerza moral, la fuerza brutal; debe substituir con la razón, con la palabra, con la superioridad moral, la eficacia fatal y frecuentemente falaz de las armas y de los medios violentos y del poder material y económico.
La paz es el hombre, que ha cesado de ser lobo para otro hombre; es el hombre en su invencible poder moral. Este poder es el que debe prevalecer hoy en el mundo.
En la dialéctica insidiosa y furiosa de esta nuestra historia de hombres llenos de pasiones, de orgullo, de rencores, la paz que concluye un conflicto es habitualmente una imposición, un avasallamiento, un juego por el que la parte más débil y que sucumbe sufre una tolerancia forzada que no pocas veces es un aplazamiento hasta una revancha futura, y acepta el estatuto protocolario que cubre la hipocresía de corazones enemigos todavía. A esta paz, demasiado frecuentemente fingida e inestable, le falta la completa solución del conflicto, esto es, el sacrificio del vencedor en aquellas ventajas logradas que humillan y hacen inexorablemente infeliz al vencido, y falta al vencido la fuerza de ánimo de la reconciliación.
Eduquémonos para esta escuela superior de la paz; leamos de nuevo el sermón de la montaña y procuremos después dar su anuncio al mundo con el ejemplo y la palabra.
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2. LOS EMIGRANTES
Navidad, con todas las alegrías que suscita, y también como una de ellas, nos ha traído, como cada año, el gozo de los emigrantes que vuelven para reunirse, por lo menos durante unos días, con sus familiares y amigos. Dejaron el lugar patrio, con enorme sacrificio, con desgarro del alma, no movidos por la codicia del conquistador, sino por la necesidad e indigencia del pobre, y fueron a lugares lejanos, entre las brumas del Norte, a cansarse y ganar para el sustento propio y de los suyos.
Por poco que lo permitan unos ahorros acumulados a base de indecibles sacrificios, regresan aquí, al rescoldo de lo que el corazón no olvida nunca, y menos en estos días en que todo llama a la intimidad familiar, a la amistad y al amor.
Luego habrá que volver a cruzar la frontera, hacia arriba, y seguir trabajando para el pan que se necesita y que hay que partir y compartir. Un gozo, pues, y también otra tristeza. Aunque no falte la esperanza de un futuro regreso que pueda ser definitivo, y quedarse para siempre, cuando los ahorros ganados fuera puedan emplearse aquí para una vida mejor o porque, cambiadas las circunstancias, no merezca la pena ir a buscar lejos lo que, ojalá, tengamos más cerca Pero, aunque como cada año, hayan sido tantos los que han podido tener ese paréntesis de calor patrio navideño, todavía son más, muchos más, los que se han quedado, nostálgicamente, en la imposibilidad de este regreso temporal, de este consuelo navideño, y han pasado su Navidad todavía más triste que el resto de los demás días...
En la desigualdad de la suerte que quepa a esos tres millones de españoles emigrantes esparcidos por el mundo, habrá también el grupo de los que se habrán aclimatado a la nueva patria de adopción y que, como el "Renzo" de la novela manzoniana, habrán comprendido o aceptado que la patria está donde se está bien".
De fuera, unos y otros, nos contarán las cosas según les hayan ido: podemos {3} incluso suponer que se exagerará a la hora de describir lo ventajoso y también, que se ocultarán o silenciarán los fracasos, los desengaños y las penas pasadas; porque paraísos en la tierra no hay. Pero siempre será preciso reconocer como un bien, a fin de cuentas, lo que hayan podido lograr fuera, si no lo encontraban en casa.
• Es un bien que se reconozca y que haya libertad para que el hombre se pueda establecer donde le sea necesario o donde prefiera. Pero es triste, demasiadas veces, el tener que verse sometido a la dolorosa aventura del desarraigo, y hasta es un mal cuando, este desarraigo, amortigua o destruye, sobre todo en los más débiles, todos los demás bienes espirituales y morales. por lo común tan elementalmente apoyados, cuando se puede comprobar, en multitud de casos, que el simple cambio borra casi por completo.
En este sentido ¡cuánto nos podrían contar los heroicos capellanes de emigrantes!
¿De verdad que no es posible evitar o reducir esta corriente migratoria, esa "exportación de sangre" humana?
Pasados los años, el remordimiento perviviente de nuestra negligencia, intentará calmarse proclamando, con envidia y despecho, que aquellos pueblos se hicieron ricos a costa de los cansancios de nuestros hermanos, explotados tal vez. En realidad la causa habrá sido otra: que allí existía, eficiente, más laboriosidad y que los bienes estaban mejor repartidos, mientras que nos otros seguíamos con la idea de que el trabajo deshonra y en vez de preocuparnos en transformar el sistema económico de las fuentes de riqueza, para mejorar las producciones y su transformación industrial, teníamos hermosos cotos de caza para selectos y casinos para jugarnos las cosechas. Aunque nos llamáramos cristianos.
Es proverbial la atribución de pobreza a las naciones preponderantemente agrícolas; pero hay ejemplos aleccionadores, en nuestros tiempos ―Israel, ciertas zonas de Rusia...― que demuestran hasta qué punto es posible corregir este supuesto.
Los emigrantes españoles suelen proceder de zonas, actualmente pobres, pero que en otro tiempo fueron calificadas de ricas, en especial Andalucía, tan beneficiada por la civilización musulmana primero y luego por el descubrimiento de América, porque fue Sevilla, después de los banqueros alemanes que trajo Carlos V, y los banqueros y comerciantes genoveses, la más beneficiada por el oro de Indias, aunque el beneficio, desde un principio, no era bien repartido y tocara más a los colaboradores con el poder económico extranjero. Otras consideraciones podrían hacerse repasando la Historia, que siempre ofrece lecciones para la vida.
Pasada la "Jornada del Emigrante" continúa siendo oportuna esta reflexión, hasta que, entre todos, hayamos hecho del mundo entero, una Patria grande, sin fronteras, donde ese pan que Dios nos da con largueza a todos y en todas partes, no encuentre impedimento a su reparto.
CREO QUE UNA GUERRA NO SE JUSTIFICA CON NADA CAMILO JOSE CELA
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3. DEFENDAMOS AL «NIÑO»
"Tragedia en el aire" es el título de uno de los veinte o treinta libros que tenía en la estantería de su cuarto, el joven secuestrador del avión de Iberia, que volaba de Madrid a Zaragoza, el día siguiente de Reyes. Con poco más que hubiese ocurrido, el título nos podría haber servido para comentar, una vez más, otra de estas aventuras que, revoloteando la tragedia, casi todos los días, desde hace algún tiempo, turban los aires o los cielos de nuestro agitado mundo.
Podría ser la hora, incluso, en que cabrían matices leves de ironía para ciertos complejos de diferencia" hispánica ―ahora en vías de superación―, dado que esta noticia, aunque tardíamente, igual que en otras cosas que pasan por el mundo, nos permite poseer, finalmente también en España, no sólo por lo menos un tentativo de secuestro, sino nuestro primer secuestrador nacional, y precisamente madrileño: la sospecha inicial de que se trataba de un súbdito cubano, quedó en seguida descartada. Además, según parece, batimos el récord de la precocidad, ya que resulta inaudito que el protagonista fuese solo y tan joven:
casi "un niño".
Por esto le queremos defender. Para que despierte nuestra simpatía, ni siquiera necesitamos las palabras de su madre, sin duda salidas del corazón: "¿Qué le harán? ¿Le juzgarán con rigor?.. ¡Si es un niño!" Sí, un niño; un niño que, por un momento, ha dejado de jugar y fantasear, para convertir el juego en vida y las fantasías en realidad peligrosa, como son capaces de hacer "los hombres". Ha forzado su infancia y ha invadido, con amenazas de hombre", con armas en la mano —de juguete a falta de las auténticas― la arriesgada zona de la adultez. Y no le ha sido difícil, porque los demás, los adultos, se lo hemos facilitado... con esa pistola que los Reyes Magos (?) acababan de traer a su hermanito.
Por eso no hay que ser duros con él a la hora de juzgarlo. Bastaría, si todavía fuese posible, con desintoxicarle de la violencia heredada, y dejarle ser niño de verdad una temporada, para que luego su adultez no persista en esta deformación que delata el gesto aventurero, que podía haber acabado en tragedia, y que ha tenido en vilo a un puñado de vidas.
No hay que ser duros con él, y detenerse a pensar que la crueldad, la violencia, la temeridad o la locura de un adulto y todavía más de un adolescente, delata un déficit de amor, casi siempre inculpable: son seres que están lejos del amor, porque no han sido amados ni preparados para amar; son pobres de amor, desde niños. Y el amor es lo primero que necesitan los niños. Todavía es un niño, porque necesita amor, y no se lo han dado.
{5} El amor a los niños, es más que un sentimiento, más que el consuelo de acariciarles. La sola necesidad sentimental de prodigar mimos y consentimientos a los hijos, como si por fin los adultos, por ser padres, tuvieran derecho a jugar con muñecos y muñecas que hablan y lloran de verdad y que les pertenecen, no es amor.
Amar es hacer el bien, y amar enteramente no es detenerse a gozar de lo que guardamos o defendemos como bien, sino desarrollarlo para que se comunique, todavía más crecido. Amar y educar a los hijos es desarrollar y orientar toda la capacidad dinámica de bien que llevan dentro, puesta por Dios, para que la empleen luego, multiplicada, entregándose a los demás.
¿Enseñan esto, los padres, a los hijos? ¿Les preparan para esta entrega? ¿Les libran de las violencias que ciegan la capacidad de generosidad para estos impulsos?. Cuando, so pretexto de educación, de "preparación" para la vida, tantos padres parecen más preocupados por desarrollar en sus hijos "una fuerza" con que se defiendan, que no dinamizar un bien" que sepan transmitir, no es extraño que se confunda el fin de la educación con la tarea de "equipar a los jóvenes para que se defiendan de los demás y para que triunfen sobre los demás. No importa que esta actitud, producto de una raíz profunda de desconfianza y violencia, se disimule farisaicamente con algunos pocos gestos o rasgos de bondad poco más que simbólicos: la mentalidad violenta subyacente sigue en el hombre.
Pero es que todavía antes de sugerir o determinar caminos o profesiones para el que ha de afrontar por sí mismo la responsabilidad de la vida, ya se le entretiene con juegos de violencia que, si gustan, si apasionan al niño, es porque, entre otras razones, el ambiente familiar y mini-social que lo envuelve, es compatible con tal apasionamiento, aunque sea por descuido o por ignorancia de los mayores, siempre, de algún modo, más culpables.
¡Pobre madre que pide que no sean duros con su hijo... pero que ya ―como haría con éste cuando era más niño― acaba de regalar para Reyes, al hermanito pequeño, una maravillosa pistola, tan semejante a las auténticas, que parecía de verdad y hasta podía cargarse con munición de pistola "de hombres"! Y ser utilizada por este casi "niño" secuestrador que ha jugado, también él por fin de verdad, a la violencia con juguetes regalados—es de suponer, amorosamente por sus padres.
Porque vivimos en un mundo donde la justicia y tantos otros valores son administrados o definidos, según criterios hasta cierto punto inevitablemente convencionales, será, con seguridad, mayor la penitencia para el "niño" mayor que ha jugado de verdad a lo que de niño, como ahora a su hermanito, le enseñaban a vivir de mentira, que la sanción a los verdaderos responsables. Los padres tienen mayor culpa que el hijo. Igual que tantos otros padres, cuyos hijos, aunque {6} no lleguen a secuestrar aviones, secuestrarán, de todas formas, otras cosas, iguales o mayores, que los mismos convencionalismos humanos dejarán impunes.
Y ahora el colofón, remachando el pecado de todos ―padres, comerciantes, fabricantes, propagandas... ―, sale un buen señor, fabricante de renombre y dice con solemne candidez que "los juguetes bélicos no son perniciosos para el niño, sino que otras personas, adolescentes o adultas se aprovechan de ellos para asustar o cometer actos negativos".
Perdón, señor fabricante: para lo único que no son perniciosos es para su negocio. Es más pecado infectar de belicismo a los niños, que secuestrar un avión.
Por favor, cambie de negocio. Los niños, cuando sean mayores, se lo agradecerán.
4. UN VERGONZOSO COMERCIO
"Hemos fundado el desarrollo y prosperidad de muchas industrias colosales sobre la capacidad diabólica de producir armas de todos los calibres, dirigidas a matar y a exterminar a los hombres, nuestros hermanos. Hemos establecido así el equilibrio cruel de la economía de tantas naciones poderosas sobre el mercado de armamentos con las naciones pobres, privadas de arados de escuelas y de hospitales", decía Pablo VI en su alocución del día primero de enero.
"He ahí una triste realidad ―comentaba ECCLESIA—, que se ha puesto muy de relieve al término de la guerra de Biafra, donde lo sucedido allí no habría sido posible, sin el suministro abundante de armas por otros países, europeos y americanos concretamente. Que es exactamente lo que está sucediendo en el caso de Oriente Medio. Lo que significa, que el comercio de armas se está convirtiendo en un colosal y lucrativo negocio frente al que no parece sienta escrúpulos ninguno de los países abastecedores que están inundando, de modo especial, los países del tercer mundo. Según la ONU, la adquisición de armamento, por parte de los países subdesarrollados, ascendió ya en 1959 a casi veinte mil millones de dólares, mientras que los créditos y ayudas exteriores a esos mismos países no llegó a los cuatro mil millones. Por donde se ve que la promoción económica, industrial cultural, social, del tercer mundo, está frenada y condicionada por las grandes inversiones en armamentos".
En otra ocasión decía el Papa a un grupo de gobernadores de algunos Estados americanos: "Confiamos que el pueblo americano resistir pueblo americano resistirá a la tentación de facilitar armamentos a algunos países...".
Ellos y otros, no resistieron a la tentación. Disimuladamente o sin disimulo, continuaron el vergonzoso comercio.
Eso sí: luego mandaron, con gran alarde de publicidad, unas toneladas de alimentos y medicinas que, ni los mismos "clientes" recibían de buena gana, por el regusto farisaico que encerraban.
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5. TODA LA VERDAD SOBRE LA IGLESIA En VIDA NUEVA
¿A dónde va la Iglesia de hoy? ¿Qué sentido tienen las nuevas normas y caminos? ¿Cómo interpretar y valorar ciertos sucesos que la prensa diaria presenta fragmentaria y a veces tendenciosamente?
Fue la necesidad de responder a estas preguntas lo que nos decidió a especializar Vida Nueva durante muchos años revista de tipo familiar, en la información sobre la Iglesia.
Semana tras semana un grupo de sacerdotes y seglares nos asomamos a ese ancho mundo religioso para ofrecer a nuestros lectores ese latido vivo de Dios a la historia. Nuestro grupo no es de derechas ni de izquierdas, ni depende de nadie ―aunque, como es lógico, escuche sobre todas las voces la jerárquica― ni se dirige contra nadie. Trata simplemente de servir a la verdad, entendida como una verdad viva, y a la Iglesia, entendida como una Iglesia en movimiento, fiel al Concilio y su renovación.
F. Le invitamos a que ojee algunos de nuestros números. Estamos seguros de que le interesarán. Pídanoslos y tendremos mucho gusto en enviárselos gratuitamente. Y si, interesado, desea Vd., formar parte de nuestra familia, sepa que semana tras semana le ofreceremos un esfuerzo honesto, sincero, independiente por contarle toda la verdad sobre la Iglesia.