BOLETIN DEL ORATORIO ALBACETE.
N.º 86. MARZO. 1970.
1. RESPONDER A DIOS
Cristo nos llama a lo largo de toda nuestra vida. Nos llamó al principio en el bautismo y también más tarde; obedezcamos o no a su voz, de manera misteriosa, nos sigue todavía llamando. Si faltamos a las promesas del bautismo, nos llama al arrepentimiento; si nos esforzamos por cumplir nuestra vocación, nos impulsa siempre hacia adelante, de gracia en gracia, y de santidad en santidad, mientras nos dure la vida.
A todos se nos llama sin cesar de una cosa a otra, siempre para ir más lejos, "que no tenemos aquí morada permanente" (Hebreos, 13, 14), sino que vamos subiendo hacia lo eterno, amoldándonos a una disposición de Dios sólo para disponernos a recibir otra. Nos llama constantemente a fin de justificarnos sin cesar, y sin cesar hacemos más santos y más capaces de participar de su gloria.
Sería estupendo comprender esto. Pero somos lentos en darnos cuenta de esta gran verdad: que Cristo camina en cierto modo como entre nosotros y con sus manos, sus ojos y su voz nos impulsa a seguirle...
Sucede que, entre las ideas que son en sí buenas, algunas lo son sólo en parte, otras son imperfectas, otras andan muy mezcladas con el mal; y una sola es la mejor. La verdad es una sola, la verdad perfecta: nadie sabe cuál es, tal vez ni los que la posean. Pero Dios sí la conoce, y nos va conduciendo hacia esta sola y única verdad. Conduce a los redimidos, impulsa a los elegidos, a cada uno y a todos, hacia el único y perfecto conocimiento y obediencia de Cristo, aunque no sin su cooperación, sino por incitaciones que deben ser secundadas; si no lo son, pierden su rango y se regazan en su camino.
O también sucede algo que nos fuerza a tomar partido por Dios o contra Dios; porque el mundo nos hace una oferta tentadora, o porque se nos amenaza {1 (21)} con algún reproche o descrédito, o porque se nos piden sacrificios, o bien tenemos que decidir y confesar dónde está el error y dónde está la vanidad. Lo cierto es que aunque contamos con lo necesario para obrar como Dios querría vernos obrar, lo hacemos sumidos en el temor y perplejidad. No vemos claro nuestro camino, no adivinamos el resultado de cuanto hemos hecho, ni qué influencia tendrá sobre el conjunto de nuestras ideas y de nuestra conducta; y, sin embargo, las consecuencias pueden ser muy importantes. Una leve acción que se nos pide repentinamente, que decidimos y ejecutamos casi al instante, puede ser la puerta de entrada al segundo o tercer cielo; el paso a un estado de santidad más elevado, a una visión de las cosas más conforme con la verdad que la que hasta entonces teníamos.
Hay una cosa cierta: algunos hombres se sienten llamados a cumplir deberes graves y a realizar grandes obras, mientras que a otros no parece que se les exigen. Ignoramos la razón: quizá porque los no llamados traicionan la llamada por haber sucumbido en pruebas anteriores, porque fueron llamados y no obedecieron; quizá porque Dios, aunque a todos da su gracia, no elige a todos para lo mismo. Lo cierto es que ocurre así: uno ve cosas aparatosas que permanecen ocultas a otro, o tiene una fe más grande, un amor más ardiente, una inteligencia espiritual más desarrollada. Pero sea como sea, nadie tiene derecho a tomar como ideal de su santidad el ideal inferior de otro.
No temamos, por lo tanto, al orgullo espiritual, cuando seguimos la llamada de Cristo, si le seguimos con verdadero celo. Si nuestro celo es auténtico nos faltará tiempo para entretenernos en comparaciones con el prójimo: la inquietud sobrenatural que suscita es incompatible con el orgullo. El celo busca, simplemente, hacer la voluntad de Dios. Y dice con sencillez: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Samuel, 3, 9); "Señor, ¿qué quieres que haga?" (Hechos, 9, 6).
JOHN HENRY CARD. NEWMAN C. O.
en Parochial and Plain Sermons VIII, 2.
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2. "VIDA NUEVA" CRECE
La revista "VIDA NUEVA" crece en suscripciones: en el último año han aumentado, en total, en un 32 por ciento.
Nos alegramos, porque estamos convencidos del bien que hace esta puntual y meritoria publicación semanal de la P.P.C.
Pero, especialmente, nos alegramos por razones todavía más próximas: entre todas las provincias españolas, ha sido la de Albacete ―solamente precedida por la de Lugo― la que ha alcanzado un porcentaje mayor de nuevas suscripciones; casi el doble en relación al año anterior, puesto que ha sido el 86 por ciento. Esto demuestra el creciente interés que aquí se siente por seguir, día a día, la vida de la Iglesia, y el acierto en elegir un cauce sano y digno de confianza, tanto más indispensable cuando por otros medios se difunden noticias mutiladas o tendenciosas y, por lo tanto, desorientadoras o, por lo menos, panfletarias y cultivadoras del sensacionalismo consumista y cotillero.
También nos causa gozo poder pensar—si se nos permite que una pequeña parte de este aumento puede ser la respuesta a las recomendaciones que, desde estas mismas páginas de LAUS, hemos repetido con cierta frecuencia, para que nuestros amigos se suscriban a "VIDA NUEVA", convencidos del beneficio y satisfacción que en dicha revista encontrarían.
Si ya tiene la suerte de recibir, cada semana, "VIDA NUEVA", hable de ella y enséñela a sus amigos, y anímeles a que se suscriban. Ya conoce las señas: PPC-Acebo, 54. -  apartado 19.049.– Madrid (16).
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3. SACERDOCIO
Hace algunos meses, el cardenal Pellegrino, arzobispo de Turín, no dudaba en señalar el relieve positivo que encerraba, en nuestros días, el interés o "curiosidad" despertado por los hechos eclesiásticos y, más especialmente, por el sacerdote católico. "A pesar de todos los equívocos, decía, esta curiosidad demuestra que en la conciencia de los hombres de hoy el sacerdote ocupa un puesto relevante". La dificultad con que se tropieza, cuando se le observa y critica, depende, en buena parte, de que los que miran al sacerdote no saben ponerse siempre en el punto de vista exacto para juzgar su realidad y, en general, la realidad religiosa.
Con independencia de la fundamentación evangélica del sacerdocio cristiano—que es a la que habría que referirse en todo momento, existen imágenes históricas, no solamente eclesiásticas, sino paganas y judías de las que no se está totalmente purificado y, a través de las cuales, se mira y confunde la verdadera realidad cristiana. Puede seguirse, a través de la historia de la Iglesia, todos los esfuerzos que, a partir del Evangelio, se han realizado para acercarse a esta realidad: el celo de los pastores, la vida de los santos, las órdenes religiosas y los movimientos que despertaron nos lo atestiguarían. A pesar de todo, el sacerdocio cristiano se mueve en medio de una realidad humana, que le condiciona e influye, a la vez que también él influye y penetra esta misma realidad en evolución, marcada ya inevitablemente por el cristianismo. Aunque se erijan criticando o atacando a la Iglesia, cada vez que al hacerlo también defiendan ideas de "libertad", "igualdad", "fraternidad", "paz", "justicia", "unión", "patria universal", "hermandad de todos los hombres", y otras, no pueden hacerlo sin reproducir ideas cristianas, bien que no explicitadas. Al final, inevitablemente, los caminos volverán a encontrarse. Lo dijo Cristo: "Otros vendrán de Oriente y Occidente...".
SACERDOCIO PAGANO
Primitivamente, las funciones cultuales y proféticas eran realizadas por los jefes de los clanes o tribus, o por carismáticos esporádicos. En la civilización agrícola, al tener que dividirse el trabajo, surgió la "clase" sacerdotal. Era competencia de la misma ocuparse de los mitos, del derecho y de la organización de la vida social. Función muy relacionada con el ejercicio del poder; y como el poder va unido a la riqueza, el sacerdocio pagano constituía una clase rica.
Presidía; pero estaba separado del pueblo, no sólo por esta diferencia social {4 (24)} ―el pueblo siempre ha sido pobre— sino de acuerdo con la tendencia a la separación acusada entre lo considerado sacro y lo profano: el mundo era considerado cada vez más impuro y dependiente de fuerzas misteriosas y fatales. En medio de esta visión pesimista, la clase sacerdotal, y solamente ella, tenía acceso a lo sagrado y desde allí ejercía su poder mágico. En realidad, era el reflejo de la situación del mundo, anterior a Jesucristo: un mundo roto, separado de Dios.
SACERDOCIO JUDIO
El sacerdocio judío, frente al pagano, supone un cambio trascendental: en el existe un poder personal de Dios, de modo que el hombre no puede disponer de sí mismo de manera mágica: es él el que está a disposición de Dios y abierto totalmente a su poder. Ciertamente que el sacerdocio judío no estará libre de las tentaciones paganas; pero la profecía lo advierte y salva de caer, una y otra vez, en el sacerdocio mágico-ritualista del paganismo.
Existe además, una visión optimista de lo sagrado: todo el pueblo de Israel es "el pueblo santo de Jahve". Ello no obstante existen limitaciones, como la de una casta sacerdotal vinculada a la tribu de Leví, al linaje de Aarón y a la familia de Sadoc (el sumo pontífice); existe, todavía, la separación entre sagrado y profano; el ejercicio del poder no está ajeno a la institución sacerdotal, de modo que, cuando desaparece la monarquía es la clase sacerdotal la que toma el poder total sobre el pueblo y da lugar al régimen teocrático.
SACERDOCIO DE CRISTO
En el Nuevo Testamento se nos presenta una figura de Cristo radicalmente diferente de la del sacerdote judío: Jesús no pertenece a la casta sacerdotal ni a la tribu de Levi, aparece independiente del poder sacral tanto como del político; se opone a una interpretación abusiva de la Ley: posee una dimensión profética inaudita y habla con el poder de Dios; rompe la anquilosis farisaica y es rechazado como un cuerpo extraño por los que habían "organizado" la predilección divina de su pueblo.
Se trata de un sacerdocio único y eterno; es El este único sacerdote. No ofrece en sacrificio cosas materiales ni externas: se ofrece a sí mismo y se da por amor. Este amor causa la reconciliación del mundo con Dios. El mundo ya está salvado, el pueblo ya puede penetrar en el santuario, y desaparece, así, la separación entre sagrado y profano, porque ya todo queda santificado, porque toda la vida, como dirá San Pablo (Romanos, 12, 1), entera, se hace materia de sacrificio y todo el pueblo se hace pueblo sacerdotal, profético y señor.
{5 (25)} Pero, para el servicio de este pueblo sacerdotal ha de existir un ministerio visible, desde el mismo inicio de la vida de la Iglesia. El Nuevo Testamento, singularmente el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos habla de este ministerio que fue la primera figura histórica del sacerdocio cristiano. Esta figura sacerdotal, administradora de los beneficios inmutables obtenidos por Cristo, irá evolucionando en matices importantes, aunque no esenciales a su carácter radical; evolución arriesgada, pero benéfica, asociada vehicularmente a la extensión del reino de Cristo, que no es como los reinos de este mundo.
LA HISTORIA
La última figura histórica que ha llegado hasta nosotros de este ministerio O sacerdocio cristiano es, en conjunto, la que salió del concilio de Trento, portadora, ciertamente de muchos valores contingentes estimables, positivos, pero que, a medida que ha prosperado la gran crisis de secularización del mundo, también ella ha entrado en la necesidad de evolucionar, a pesar de los cuatro siglos de actitudes prevalentemente defensivas", hasta desembocar en el Concilio Vaticano II, el cual, por un lado, habla de la función profética del ministerio sacerdotal y, por otro, del sacerdocio de los fieles.
La figura tridentina, "barroca", del sacerdote como persona relevante en la sociedad, como personaje, desaparece; desaparecen igualmente ciertas funciones sociales con los honores y privilegios que les acompañaban; desaparece la apariencia de casta comprometida con el poder político, desaparece el altar que sostiene al trono. Se va, en cambio, hacia una presencia" o inserción en la vida: se trata de una opción de la Iglesia (basta repasar la Gaudium et Spes), que está más de acuerdo con el fundamento evangélico. Se camina hacia una figura de sacerdocio cristiano que vive más cerca de los hombres, no para mundanizarse, sino para ser "sal de la tierra".
Después de la Pascua de Cristo ya no hay razón para separaciones, excepto el pecado. Y se vislumbra un pluralismo de figuras que, lejos de reducir la eficacia del ministerio sacerdotal cristiano, la enriquecerán notablemente.
Basta leer despacio el sermón de la montaña, o meditar en las tentaciones del desierto, que venció el primer Sacerdote Cristo, para darse cuenta de lo que ha de ser el sacerdocio de hoy. Caen conceptos paganos, anacronismos judíos y polvo de los siglos; pero cada vez es más nítida, si la referimos al Evangelio, la figura del sacerdote.
ANTES DE JUZGAR
Los que se atreven a juzgar y a exigir a los sacerdotes de hoy, que miren cerca, en su misma casa, en su familia; que revisen su conducta, sus ideas, sus {6 (26)} palabras y deduzcan si, como consecuencia de la rectitud que las inspira, puede allí despertarse una auténtica vocación entre los que todavía no han elegido camino en la vida.
Consagrarse a Dios es todavía más hermoso hoy, que siglos atrás, cuando lo hicieron San Benito, o San Francisco, o Santo Domingo, o San Felipe, o San Bernardo, o Santa Teresa, y tantos otros. Estos dígase lo que se diga, no huyeron del mundo, sino que lo santificaron. Y cran épocas parecidas a la nuestra, que llamamos de crisis.
4. LA MUJER SACERDOTE, ¿POR QUÉ NO?
No podríamos tener otra cosa que admiración, para el culto y piadoso sacerdote florentino, Divo Barsotti, cuyas obras espirituales son bastante conocidas, especialmente en Italia, y que causaron, veinte años atrás, innegable buena impresión en aquella promoción sacerdotal. Su libro "Il mistero cristiano nell'anno liturgico" marcó un hito de profundidad en las corrientes litúrgicas de la patria de Dante, tal vez no superado en otras obras posteriores, aunque muy interesantes, como "Meditazioni sulla preghiera" o "Verso la visione".
Divo Barsotti se asoma, con frecuencia, a diarios y revistas católicas. En estos días, precisamente, acabamos de leer uno de sus últimos artículos, titulado "Il fondamento della vocazione al Sacerdozio", que nos ha causado sorpresa, y no por la postura que sostiene, sino por la argumentación esgrimida. Pensamos que se trata de una réplica apresurada a la ya conocida proposición holandesa relativa a la ordenación sacerdotal de la mujer. Decimos apresurada, porque, de no mediar la urgencia de concurrir al tema debatido, no comprendemos, en la calidad del escritor, que pueda considerar suficientes las solas razones que aduce, en apoyo de su tesis contraria a la ordenación femenina. Su tesis no satisface como conclusión de un razonamiento; sino que parece, más bien, un apriorismo que luego intenta razonarse, apresuradamente. El caso es que, el artículo de don Divo Barsotti ha adquirido cierta instantánea celebridad, incluso fuera de Italia, debido sin duda, también, al contraste con que concurre en ese debate que la Prensa ha hecho rápidamente famoso.
Pero el tema no es nuevo. Podríamos reproducir palabras, casi proféticas, de nuestra Concepción Arenal; palabras tristes, inteligentes. Más cerca en el tiempo, podríamos reflexionar sobre las palabras del Concilio Vaticano II: "Como quiera que en nuestros días las mujeres tienen una parte cada vez más activa {7 (27)} en toda la vida de la sociedad, es muy importante que aumente su participación en los diversos sectores del apostolado de la Iglesia". Y más concreta es, todavía, la resolución adoptada el 17 de octubre de 1967, en el III Congreso para el Apostolado de los Laicos, celebrado en Roma, en la que se declara "convencido del lugar que corresponde a la mujer dentro de la Iglesia", y formula "el voto de que se concedan a la mujer todos los derechos y todas las responsabilidades del cristiano en la Iglesia Católica, y que se emprenda, con toda seriedad, un estudio doctrinal sobre el lugar que corresponde a la mujer en el orden sacramental y en la Iglesia".
No ha pasado mucho tiempo; pero estudios doctrinales positivos si han aparecido algunos; contrarios, que sepamos, solamente breves disquisiciones como el artículo de referencia.
"No tenemos más remedio que reconocer que Jesús no llama a las mujeres al ministerio, no comunica a las mujeres la misión que ha recibido del Padre", afirma Barsotti. Hace un análisis del sacerdocio del pueblo cristiano y del sacerdocio ministerial. Aquél comprende a todos, también a las mujeres; éste solamente a los hombres, "por voluntad positiva de Cristo", que, por lo tanto, "la Iglesia no podría cambiar", porque es la voluntad positiva de Cristo y no la igualdad de naturaleza" en que debe apoyarse "el fundamento de la dignidad sacerdotal".
Pero, en el Evangelio, la manifestación de esta voluntad positiva de Cristo, de manera concreta y singular se da solamente en la elección de los doce, que resulta que cran hombres. A las mujeres, explícitamente, ni se las llama ni se las excluye. En toda la conducta de Jesús respecto a ellas y en la de ellas respecto a Jesús) no encontramos nada que pueda significar discriminatorio u objetable a la "dignidad sacerdotal". Sería fácil, pero demasiado largo, detallar, desde el Evangelio, los aspectos reivindicativos de Cristo frente al concepto discriminatorio y hasta el desprecio de los judíos para la mujer: y otro tanto, desde las primitivas comunidades cristianas, respecto a la discriminación pagana de sexos.
La realidad de la encarnación de Cristo implicaba el condicionamiento de la cultura, del ambiente social y de las tradiciones, más aptas o menos aptas, para recibir, inmediatamente o más tarde, el mensaje de redención universal. Parece más obvio admitir que, realísticamente Cristo hubo de tener en cuenta aquellas circunstancias sociales de su mundo, porque allí la mujer no habría podido ejercer misión pública alguna de enseñanza, de gobierno o de culto. Y, puestos a admitir, admitamos también que, hoy todavía, es posible que no hayan cambiado tanto las mentalidades, lo cual, si explica que la mujer siga siendo considerada, en tantos aspectos, como un ser humano de segunda clase, no justifica en modo alguno, desde el punto de vista cristiano, que podamos resignarnos, y mucho menos colaborar, con el mantenimiento de tal discriminación. Si son las circunstancias y las mentalidades, habrá, necesariamente, que luchar por cambiarlas, con {8 (28)} el fin de que los planes de Dios sobre la humanidad, sean universalmente realizables.
Bueno es que observemos lo que Cristo hizo, pero teniendo en cuenta sus motivos reales; sin atribuirle jamás elecciones caprichosas, sólo porque así quedara más patente que es su voluntad. Si apuráramos el hecho de la elección de los doce, tendríamos que concluir que, por la misma razón que eran varones los elegidos, como también cran judías, en adelante judíos y varones tendrían que haber sido los sujetos del Orden. Podríamos llegar a suponer que, la profesión de carpintero, es un estado de perfección...
Es verdad que, salvada la esencia del sacramento, en lo que Cristo no haya determinado, la Iglesia, como admiten los teólogos, tiene poder para determinar.
Tal vez éste sería uno de los puntos. Pero sospechamos que no llegará a pronunciar, más allá de lo que pueda ser un estatuto disciplinar, la exclusión de la mujer en este sacramento. Y si llega a pronunciarse en este sentido, cuando más tarde otros analicen las razones, descubrirán que, todavía en nuestra época, apedrearíamos a las adúlteras y dejaríamos en paz a los libertinos.
Si el Evangelio no excluye, no excluyamos nosotros.
5. EL ANTICLERICALISMO, ANTES BURGUÉS QUE MARXISTA
"Negar la existencia de Jesucristo es contradecir conclusiones científicas universalmente admitidas", acaba de afirmar la revista soviética "NOVY MIR", con palabras del investigador soviético Koublanov. Y añadía: "La propaganda atea de los años 1920-40, ha equivocado el camino, al seguir servilmente las tesis anticlericales burguesas contra la existencia de Jesús Casi como decir que lo peor que el comunismo haga, respecto al cristianismo, no le es original.
Lo sabíamos. Anterior al ateísmo marxista se ha dado, y persiste, el ateísmo burgués. Sin este precedente le habría sido muy difícil teorizar contra la idea de Dios, y más concretamente contra el cristianismo occidental, a Marx y a los comunistas. No importa que luego aquellos ateos prácticos se profesaran, corrompiendo conceptos, "defensores" de la religión. ¿Defendían a la religión, o se defendían con la religión?
No se puede negar, globalmente y sin más, la buena fe, incluso en el error, de los que la han defendido o la han atacado. Y mucho menos cuando lo hayan hecho deponiendo toda acción violenta, porque entonces el Evangelio {9 (29)} Mismo les justifica. Sin embargo, en todos los casos no ha existido esta buena fe. Y ha sido posible, y es todavía posible, sin demasiado esfuerzo, comprobar el daño que han hecho y hacen a la sencillez de tantos creyentes, los que, sin profesarse enemigos de la religión, y hasta a veces alardeando de defensores, la comprometen y procuran maliciosamente desprestigiarla cuando "ya no les sirve para sus intereses terrenos, avariciosamente apoyados en tantas inseguridades humanas, hasta quererlas reforzar con la apariencia sacralizadora de su pseudo-religión.
Estos han sido los maestros del ateísmo marxista.
6. TELEGRAMAS
Hace algunos días, una ilustre personalidad eclesiástica se asomó a la pantalla de TVE para dirigir un mensaje a los católicos españoles. La ilustre personalidad pintó ante los televidentes un negro panorama de la situación actual de la Iglesia. Y como conclusión pidió que Instituciones, organismos y particulares de la "católica España" dirigieran al Papa ―¡pobre y solitario Papa!― telegramas de adhesión. Parece que la ilustre personalidad eclesiástica se asomó a la pantalla a eso: a pedir telegramas.
Ante el televisor, fresca aún la imagen del ilustre eclesiástico, no pudimos menos de hacernos una serie de preguntas que transmitimos ahora a nuestros lectores.
¿De quién partió la idea de este mensaje" peticionario de telegramas? En la presentación del "mensajero" se dijo que era hombre "muy cercano al Papa".
¿Significa eso que se trata de un hombre "que está en los secretos pontificios y por tanto es poco menos que un "enviado especial"? ¿Partió la idea del mismo Vaticano? ¿De TVE? ¿De algún organismo oficial? Preguntas que se quedan sin contestación y que arguyen un estado de confusión lamentable.
Tratamos de imaginar la reacción del "buen cristiano de la calle" : un dignatario vaticano que viene a dar un grito de alarma y a sugerir, casi oficialmente, la solución: enviar telegramas de adhesión al Papa para que se sienta menos solo, más apoyado por todos los "buenos". Imaginamos al "buen cristiano corriendo a la oficina de telégrafos más próxima para decir... (pero, ¿qué decir telegrama? Lenguaje deportivo: "Cuente conmigo, Santidad".
Lenguaje fervoroso: "Siempre estaremos con la Iglesia de Dios". Lenguaje...).
Nos resulta demasiado sospechoso el partido" que determinados órganos de difusión están sacando al actual clima de tensión. Los mismos órganos que tan poco interés dedicaron al Concilio y tan pocas armas batieron ante manifestaciones del Magisterio eclesiástico como las encíclicas "Mater et Magistra" y "Populorum Progressio".
{10 (30)} Sospechamos ―¿nos pasamos de listos?— que tras todo esto no son intereses puramente religiosos los que se mueven, sino trastiendas que no pueden tener cabida en ningún índice del Evangelio.
Por supuesto, después de la emisión televisiva nos quedamos sin saber en carácter de qué acudió a los estudios la ilustre personalidad eclesiástica. Porque traer de Roma a alguien "muy cercano al Papa" para que pida telegramas **de consuelo" a los españoles, nos parece, en el mejor de los casos, un recurso que no tenemos más remedio que lamentar. Y sin ánimo de ofender a nadie nos atreveríamos a preguntar: ¿tiene noticia el Papa de esta "solemne" llamada a la conciencia tradicional de España, de esta incitación a ser "consecuentes con la historia "defensiva" de nuestro catolicismo"?
España ha debido superar su "complejo" de defensora de la Iglesia, adalid de Occidente, hija predilecta del Papa… y demás calificativos historiados que disimulan muy mal un orgullo poco cristiano.
De lo que debe tratarse no es de "defender" sino de "vivir". Vivir intensamente el compromiso evangélico con todas sus consecuencias. Ahí está el mejor servicio a la Iglesia, al Papa, a Cristo. Es decir: a la Verdad.
Revista VIDA NUEVA, número 720
7. UNA VOCACIÓN POR CADA VEINTE CATÓLICOS
En Yamanashi (Japón) entre una población de 780.000 habitantes, existe una comunidad de 925 católicos. De ella han surgido, y existen actualmente, 47 vocaciones entre hombres y mujeres; es decir, una vocación por cada veinte católicos.
Cabe preguntarse si, donde hay demasiados» católicos, ha de ser menor la generosidad. Porque Dios sigue llamando en todas partes.