Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm.
109. DICIEMBRE. Año 1972. |
0.
SUMARIO |
DIOS
y el hombre, debilidad y fuerza, naturaleza y U gracia, historia y
eternidad... Todo se centra en el mensaje de la encarnación del Hijo de Dios.
Sólo a través de su significado es posible una interpretación cristiana del
hombre, del mundo y de la Iglesia. |
EL
AÑO LITÚRGICO |
LA
GUERRA Y LA PAZ |
IGLESIA,
ENCARNACIÓN, TEMPORALIDAD |
EL
HOMBRE |
EL
PAPA |
«JESUCRISTO
SÍ, PERO IGLESIA NO» |
IGLESIA,
POLÍTICA Y DIPLOMACIA |
MÁS
QUE UNA RELIGIÓN Y MÁS QUE UNA ÉTICA |
TRABAJAR
POR LA PAZ |
FORMALIDAD
LEGAL.- AVISOS |
{1
(149)} |
1.
El año litúrgico |
TODA
nuestra vida se realiza progresivamente en el tiempo, incluida la vida de
Dios en nosotros. Como en la Revelación Dios se ha manifestado al hombre en
su propia historia, así también el hombre, a través del tiempo, entra en el
Misterio Pascual. Este consiste en el paso" de este mundo a través del
misterio de la muerte, en la obediencia del Hijo, al mundo nuevo en el estado
de Cristo resucitado. El "paso" realizado ya por Jesús y su Madre,
continúa realizándose por los miembros de su Cuerpo (cf. Inter Oecum. n. 6). |
«La
santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar, con un sagrado recuerdo,
en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino Esposo.
Cada semana en el día que llamó "del Señor", conmemora su
resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa pasión,
en la máxima solemnidad de la Pascua». |
Además,
en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la
Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectación de
la dichosa esperanza y venida del Señor» (SC n. 102). |
Después
de la celebración de la muerte y resurrección del Señor, la Iglesia nada
conmemora con mayor interés que el misterio del nacimiento y primeras
manifestaciones del Señor. |
Muchas
de las costumbres cristianas de estos días se han secularizado en la sociedad
contemporánea, perdiendo así su significación. Se impone un discernimiento
para celebrar la Navidad en el espíritu de Cristo. |
Tiempo
de Adviento |
El
tiempo de Adviento presenta un doble aspecto: por una parte es el tiempo de
preparación a las solemnidades de la Navidad en la cual se conmemora la
primera venida del Hijo de Dios; y por otra, con este recuerdo, se dirige
nuestra atención hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al final
de los tiempos. Por esta razón el Tiempo de Adviento se presenta como el
tiempo de la alegre esperanza (Normas Univ. n. 39). |
Las
cuatro semanas que preceden a la Navidad están dominadas por la realidad de
la venida del Señor entre los hombres. |
El
Adviento es el tiempo de la esperanza: El Señor vendrá. Pero una esperanza
que brota de la fe: El Señor ha venido. Esa fe se alimenta cada día por la
comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: El Señor está cerca de
nosotros. |
Al
celebrar su venida pasada hacemos presente y adelantamos su glorioso retorno,
principalmente en la Eucaristía en la que anunciamos su muerte, proclamamos
su resurrección y decimos: «Ven, Señor, Jesús». |
{1973}
2 (150) |
{2
(150)} |
2.
La guerra y la paz |
CUANDO
se quiere recordar la historia de los pueblos, se coincide con el recuento de
sus guerras; cuando se quiere conmemorar sus grandezas, no puede evitarse, a
la hora de la sinceridad, el reconocimiento de que, en la mayoría de los
casos, han sido el resultado de las opresiones ejercidas sobre pueblos más
débiles. Cuando se investiga sobre las razones de tantas guerras y
opresiones, se llega siempre a motivos de raza, de religión, de nacionalidad,
levantados a nivel ideológico y justificador, que ocultaba con falsos
pretextos, el verdadero móvil de codicias materiales, de expoliación
violenta, de apropiaciones impuestas. Las envidias de los perezosos, log
injusticias de los poderosos, la obcecación de los fanáticos, ha llevado al
desprecio de la dignidad del hombre, que no ha sido estimado o respetado en
sí mismo, sino desde interesadas miras individuales, en función del provecho
reducible o destruible, apropiado o eliminado. Siempre se ha gastado más en
armas que en libros, siempre han crecido más las uñas que no han profundizado
los pensamientos... Ha prevalecido la razón de la fuerza, a la fuerza de la
razón. |
Tanto
ha sido así que algunos han creído que la guerra era una capacidad saludable
en el hombre, era un signo de vitalidad, era una afirmación de su grandeza,
como una aplicación inevitable del proceso de selección Animal" aducido
por Darwin, cuya teoría, sin él pretenderlo, fue explotada también como
justificación del belicismo, de la depredación voluntarista, de la exaltación
del "súper-hombre". Todavía en 1942, lord Elton afirmaba: «La
guerra, no importa lo mucho que la odiemos, es todavía el agente supremo del
proceso evolutivo. Ciega, brutal y destructora, constituye el árbitro final,
la prueba que el mundo ha ideado para medir la capacidad de una nación para
sobrevivir». Desde Napoleón las guerras se han hecho colosales y. Au máxima
exaltación contemporánea pertenece a Hitler: «La guerra es lo más natural. La
guerra es eterna». Pero Theodore Roosevelt (¡Premio Nobel de la Paz!) también
dijo: «Ningún triunfo de la paz es tan grande como el triunfo {3 (151)}
supremo de la guerra». Podríamos completar es disparatada exaltación con
palabras de De Gaulle, de Mao Tse Tung. de Mussolini, de Stalin... sin
necesidad de regresar a Maquiavelo, a Maraton Hegel, teóricos del recurso
glorificador de las guerras como instrumento de cohesión de las naciones y de
fortificación del poder. |
Nos
ha de avergonzar que la mayoría de estos teóricos hayan crecido en el mundo
occidental cristiano y que algunos hayan mantenido sus teorías con la
pretensión de hacerlas compatibles con la fe de Jesucristo o, por lo menos,
con la voluntad de Dios, como John D. Rockefeller, que opina que la
«supervivencia del más apto no es más que la aplicación de una ley de la
naturaleza y de una ley de Dios». |
Afortunadamente
no puede demostrar que el hombre haya sido siempre un ser guerrero, ni que en
todas partes y todos los pueblos necesiten de las guerras para tener
historia. Hay pueblos, como los groenlandeses, como los yanomamitas, que
jamás han ensangrentado sus manos matando a otros hombres. |
¿GUERRA
"JUSTA"? |
Pero
los cristianos tenemos razones más poderosas basadas en el Evangelio.
Apoyándose en ello declaraba el Patriarca Máximos IV en el Concilio: «Todavía
se habla de guerra justa. Pero, ¿es que existe una causa razonable para que
se pueda justificar, ante una mente equilibrada, una destrucción de la
humanidad? ¿Es que se puede destruir a los pueblos con el pretexto de
defenderlos? El concepto tradicional de "guerra justa" está
completamente superado en nuestro tiempo. La soberanía de las naciones ha de
ser limitada en favor de los intereses de la humanidad... No podemos callar,
sean las que sean las razones que se quieran pretextar. Como pastores fieles
de las Almas de nuestros pueblos, tenemos también el deber de velar por sus
vidas. Es preciso hablar, y hablar con audacia: si lo mismo que habló Juan
Bautista frente a Herodes, lo mismo que san Ambrosio frente a Teodosio, para
condenar los instrumentos diabólicos de destrucción» (10 nov. 1964). |
LA
PAZ, CREACIÓN DE LA JUSTICIA |
Por
calo la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo, recordaría que la
paz no es la simple ausencia de guerra, ni se reduce meramente a crear un
equilibrio de fuerzas, ni es tampoco el resultado de un dominio económico,
sino que se ha de llamar, con toda propiedad, una creación de la justicia.
(n. 78). |
En
realidad se trata de «respetar al hombre para construir en el mundo una
fraternidad universal», dirá y repetirá Pablo VI continuamente. «Construir un
mundo en el cual todo hombre, sin excepción de raza, de religión, de
nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana... en la cual la
libertad no sea una palabra sin sentido». (P. P. n. 47). |
{4
(152)} |
LA
PAZ, OBRA DE TODOS |
El
sistema moderno de guerras periféricas, de dictaduras económicas, de
opresiones culturales, aleja o disimula el drama de las injusticias
colectivas, pero no las resuelve. Depende, naturalmente, en gran parte de los
que rigen las naciones, de los que en ellos dominan: |
pero
no solamente de ellos. Depende de todos. |
A
veces, los que presiden y demoran la Justicia, lo hacen porque están
supeditados a la acumulación de intereses que la negligencia de los
ciudadanos no han sabido disolver, y por cato les complacen. La paz ha de ser
una creación y una conquista de todos; la paz surgirá de la vida justa de
todos y no de la delegación o de la abdicación de todos en un poder que la
imponga. |
Esto.
Aunque llevara provisionalmente el nombre de paz, sería solamente una paz
precaria e inmerecida. |
"FUERZA"
FÍSICA Y TIMIDEZ MENTAL |
Se
ha exagerado, con frecuencia, la importancia del poder decisivo de uno solo,
o de un grupo de hombres que, por fuerza, han llevado a todo un pueblo a la
guerra. En tales casos, las más de las veces, el valor físico y el poder
decisivo de uno o de una minoría sobre los demás, ha coincidido, no solamente
con la extrema "timidez mental" de esa minoría o de ese individuo,
sino con la de la masa que la ha seguido. Timidez que se ha fabricado los
propios mitos para justificación y Autosugestión, sucesivamente creadora de
Ideologías Impuestas fanáticamente a las masas que, cuando han sido
cristianas, han llegado incluso al olvido de lo que en el Cristianismo es
esencial: la fraternidad universal entre todos los hombres. |
LA
NAVIDAD Y LA PAZ |
Porque
somos cristianos, no podemos disociar la celebración de la Navidad del
pensamiento de la paz. Una Navidad que solamente sirviera de descanso para el
sentimiento, sin la urgencia del amor a todos los hombres, con el ansia de
hacerlo eficaz para el bien, no podría justificarnos ante Cristo que se
acerca, una vez más, a la humanidad para redimirla, para liberarla de los
males y del mayor de todos, que es el pecado. Y la guerra es la suma de todos
los males temporales y de todos los pecados de los hombres. |
«No
comprendo cómo hombres que profesan la misma fe pueden cazarse los unos a los
otros como si fueran focas y pueden robar gente que jamás habían visto ante.
Para nosotros, la lucha por la posesión de la tierra es injustificable. Oh,
país mío, qué afortunado eres, ya que Aunque tus rocas posean el oro y la
plata que los extranjeros codicias, challan tan bien escondidos por la nieve
y el hielo que no pueden ser extraídos. Me sorprende, empero que no hayan
tenido mejores modales mientras han vivido con nosotros, y ofrezco con mucho
gusto enviar al hombre blanco a nuestros viejos para que aprendan las
costumbres pacificas de nuestra vida». |
De
una carta escrita por un esquimal m 1736 y encontrada por el célebre
explorador noruego F. Nansen. |
{5
(153)} |
3.
Iglesia • encarnación • temporalidad |
P.
A. LIEGE: |
La
Iglesia de la tierra ya ha comenzado a ser lo que será más allá de la
historia. |
M-D.
CHENU: |
La
adaptación no es para satisfacer una táctica de facilidades, sino una
encarnación mental. |
E.
MERSCH: |
Dios,
que asiste a su Iglesia para que aquí sea "militante", no la asiste
para que sea "triunfante": |
la
asiste para que luche contra lo que queda de pecado en su parte humana. |
J.
MARITAIN: |
La
gran gloria de la Iglesia estriba en que sea santa con miembros pecadores. |
H.
DE LUBAC: |
Para
contemplar a la Iglesia sin escándalo, es preciso mirarla con ojos que
primero se hayan purificado y transformado ellos mismos. |
JUAN
XXIII: |
Permanecer
fieles a la integridad de la doctrina católica, según las enseñanzas del
Evangelio, dela Tradición, de los Padres de la Iglesia y Pontífices romanos,
es ciertamente una gracia muy grande, y un mérito y un honor. Pero todo esto
no basta para cumplir el precepto del Señor: «Id y convertid a todos los
pueblos». |
{6
(154)} |
4.
EL HOMBRE |
TODAVÍA
hoy podríamos repetir las palabras de Malebranche para apostrofar a los
hombres que admiran las cimas de las montañas, las olas del mar, el
movimiento de los astros, pero pasan de largo ante sí mismos, como si
hubiesen abdicado de su capacidad de maravillarse sólo al coincidir objeto y
sujeto en el punto más cercano para el entusiasmo y para la admiración. |
¿Es,
acaso, por causa de la propia inmediatez, por falta de perspectiva, que el
hombre se ha preocupado más de la investigación de lo que le rodea, que de la
identificación de sí mismo? ¿O es que somos demasiado jóvenes en sabiduría, y
tributarios, todavía, de la de los griegos, para quienes el hombre, aunque
les interesó, no pasaba de ser una parte del universo? Para ellos el hombre
era comprendido desde el mundo; el sistema geocéntrico de Aristóteles no
llegó al intento de comprender el mundo desde el hombre. El mundo era un
cosmos consistente y cerrado, cuyo futuro sólo podía ser variación o
repetición modulada de lo que ya había sido: la historia era concebida como
un retorno indiferente que no rebasaba el marco cíclico del mito del retorno
eterno. Todo cambio, de por sí, se nos describe en la Física de Aristóteles,
como demoledor y como destructor, y sólo accidentalmente generador. El hombre
estaba en el mundo, pero no podía transformarlo. El «conócete a ti mismo»
socrático, tampoco pudo llegar más lejos. |
La
idea del tiempo humano como camino de esperanza que construye la historia, es
bíblica. La fe en las promesas del Antiguo Testamento es el fundamento de la
comprensión del futuro como un proceso que conduce a la salvación, a la
liberación, a la redención del hombre. El tiempo es un proceso orgánico de
maduración continua de creación permanente, que desemboca en la plenitud
mesiánica. El Cristo, el Ungido de Dios, acelerará la realización liberadora
de la humanidad, y él mismo, desde su aparición en la tierra, es la cima de
esta humanidad y, al mismo tiempo, el vértice de Dios con el mundo. |
La
Biblia nos suministra datos suficientes para entenderlo así, en especial
desde el Nuevo Testamento. Es verdad que el lenguaje bíblico no es el nuestro
—no puede ser el nuestro—; pero a la imagen divina del hombre como dominador
de la creación, por lo tanto como encargado de hacer adelantar el mundo, se
le ha añadido la condición sobrenatural de "hijo de Dios", y una
moral de esperanza domina la actividad de su vida temporal. Sin esta
esperanza, dice san Pablo (1ª Corintios, XV, 19), «seríamos los más
desgraciados de los hombres». |
Pero
el hombre es un ser votado a la esperanza, "desde dentro", desde
esta profundidad próxima y misteriosa que maravillaba a san Agustín. Somos {7
(155)} naturaleza y libertad, y caminamos en la esperanza. Y nuestra
esperanza, no es sólo la de una liberación interior del hombre, sino que
esperamos la liberación personal de todo el hombre, de ese hombre que
llamamos "interior" no por reducirlo a un intimismo aislador y
enajenador del mundo que le rodea, sino interior" porque tiene raíces,
historia, capacidad reflexiva, porque es capaz de tomar decisiones y de
actuar de acuerdo con ellas, encarnándolas en la coherencia de una vida que
la libertad dinamiza y dilata. Somos naturaleza y libertad; es decir, somos
"personas", seres racionales abiertos, que se autoposeen en la
libertad de la conciencia, espirituales y fronterizos con el Absoluto y el
Eterno, sin que dejemos de estar inscritos, al mismo tiempo, en el tiempo, en
el espacio, en la corporeidad, no como en la fatalidad de un límite que
sofoca, sino en la transparencia de un cristal por el que atraviesa la
proyección hacia la trascendencia. |
Cuando
decimos que el hombre es capaz de pecado, significamos que puede romper una
de estas tres relaciones que le son propias: que es hijo de Dios, que es
compañero de sus prójimos y que debe dominar la naturaleza. El pecado es el
"no" a estas relaciones. El hombre crece, se realiza, se libera, te
redime, en la medida que prospera su fidelidad a estas coordenadas de su
grandeza y de su responsabilidad. El hombre se realiza realizando el mundo. |
Él
no es una cosa" del mundo, sino que es el mundo el que depende de él; el
mundo en el que hay otros hombres como él, el mundo que trata y transforma,
con entusiasmo y respeto, como hijo de Dios. Ese mundo inacabado. |
El
cristiano es, ante todo, un hombre, aunque el Cristianismo sea más que un
humanismo, porque el cristiano es un hombre con fe y con esperanza. Y, al
hablar de fe, es preciso dar razón a Kierkegaard, que se negaba a reconocer
fe alguna que no llevara inevitablemente al compromiso, a la transformación
medular de la vida, en la que la presencia de la verdad sobrenatural que se
acepta determina la actitud esencial del hombre religioso desde la soledad
más recóndita —"interior"— hasta la acción pública; hasta que la fe
es una relación viva con lo creído. Esa es la grandeza del hombre: hijo de
Dios, hermano de sus prójimos, dueño del mundo. |
La
historia de la humanidad, en realidad, es la historia de cómo el hombre se ha
ido descubriendo a sí mismo, desde su naturaleza hasta su grandeza; conocerse
a sí mismo en relación con Dios, en relación con los demás, en relación con
la naturaleza. Será feliz y será bueno en la medida que sea capaz de
admirarse, transformarse e identificarse con la creciente sabiduría que le
proporcionen sus descubrimientos. Así es como se acerca y aumenta su
semejanza con Dios. |
El
misterio del hombre solamente queda esclarecido en el misterio del Verbo
encarnado. |
Igl.
y Mun. n. 22 |
{8
(156)} |
5.
El Papa |
ES
MUY importante para mí saber que el trabajo de mi diócesis y los mensajes que
difundo en mis viajes internacionales están en plena armonía con el apóstol
Pedro, viviente en la persona de Pablo VI. Hemos examinado los problemas
internacionales. El Papa me ha dado la impresión de una persona muy
informada; tiene una visión muy clara de las cosas; conoce muy bien la
situación del Brasil y en general me parece que está, como se dice, tres a la
page". |
Mons.
HELDER CAMARA, arzb. de Olinda-Recife (Brazil) SE HABLA de las angustias de
nuestro Papa: la palabra no me parece justa, porque es de preocupación, en
todo caso, de lo que hay que hablar. El lleva, con una seriedad jamás
desmentida, el peso pastoral de la evangelización de todo el mundo. |
No
hay, en Pablo VI, nada que pueda reputarse "triunfalismo"; más bien
al contrario, una humildad evangélica que acoge, oye, busca, comprende,
alienta. Al verlo se nota físicamente esa preocupación continua por la
salvación de la humanidad, no desde un punto de vista teórico, sino a través
de los acontecimientos actuales, por medio de la Iglesia y en la Iglesia. |
El
Papa valora todo el peso de la misión necesaria de la fe de los sacerdotes en
un mundo paradójico, hambriento de paz y tentado por el ateísmo. |
Ve
perfectamente todos nuestros problemas. Él, antes que todo, vive literalmente
con nosotros: ésa es la causa de su "desgaste". |
Card.
RENARD, arzb. de Lyon LA IGLESIA es la depositaria del misterio de la
revelación. Esa es su "verdad", y de ella emerge una constante,
profunda, maravillosa capacidad de transformación y de renovación de todo lo
creado, incluida la Iglesia, permaneciendo inmutada la verdad misma. Lo que
intenta Pablo VI es hacer pasar a la Iglesia y al mundo actual por la puerta
estrecha que se abre entre el cielo y la tierra. Esa encrucijada es su cruz y
en ella parece que está vencido, como siempre lo parece, a los ojos ciegos
del mundo, el cristiano a la hora de la verdad. |
ANTONIO
GARRIGUES, ex-embajador de España ante la Santa Sede 9 (157) |
{9
(157)} |
6.
«Jesucristo sí, pero Iglesia no» |
¿Es
posible un cristianismo desinstitucionalizado? |
«JESUCRISTO
sí, pero Iglesia no», es una expresión que se repite en boca de muchos que no
quieren renunciar a una calificación cristiana, pero que formulan reservas a
la hora de aceptar una institución que se declare depositaria del mensaje de
Cristo, o ante la desilusión de maneras o conductas de cristianos encumbrados
en su estructura, juzgadas como contradictorias en relación con la fe
profesada. |
Cuando
la opción de un "cristianismo sin Iglesia" sea tomada como un
intento de justificación que quiere estar de moda y, consiguientemente, que
no procede de ningún esfuerzo de profundización sincera en lo que fácilmente
se afirma, no vale la pena de tenerla en cuenta: es la opción de los cómodos.
Comodidad y pereza de la inteligencia —en realidad ignorancia vencible—, y,
o, comodidad moral —en realidad relajación hacia egoísmos que esquivan
amonestaciones y vigilancias ingratas—, Cuando aparezca otra fórmula que
consienta mantener, con apariencia elegante, una manera de ser cristiano sin
compromiso, se adscribirán a ella, si parece más moderna. Son los que
anticipan la crítica hacia fuera, para no dar tiempo a que les alcance la
amonestación hacia dentro. |
Otras
veces puede ser el resultado de haber padecido informaciones tendenciosas,
fragmentarias o simplemente falsificaciones de la realidad, que, al carecer
invenciblemente de defensas para neutralizar el error o el escándalo, de
buena fe les conduzca a ese fideísmo cristiano, vaporoso e inconcreto, que
les paraliza para participar en el intento humano y comunitario de encarnarlo
en la realidad, que es el marco providencial de la vida, Cuando de buena fe
se insista en pro de un cristianismo desinstitucionalizado, probablemente se
recurre a la exageración para significar, no más, que un deseo vivo de
revisión, de reforma y de purificación de lo que pueda parecer menos
conveniente a su estructura, según la evolución de nuestra mentalidad actual
y a la luz del Evangelio. En cuyo caso no puede despreciarse la nobleza de la
intención inspiradora, aunque sea preciso depurar su precipitación que, al
reaccionar ante las contradicciones que cree descubrir, ella misma toma la
forma de otra contradicción, aunque opuesta. |
En
efecto: asistimos ante la paradoja {10 (158)} de muchos cristianos bien
intencionados, para quienes no existe dificultad en aceptar a Jesucristo y en
ver en él al Dios encarnado, hecho hombre: pero les resulta excesivamente
ardua la aceptación de un vehículo humano que tiene la misión de anunciarlo
al mundo. No despreciarían el medio, el vehículo: solamente se quejan o se
niegan a aceptar la "humanidad" de ese vehículo o medio. El medio
nunca es tan perfecto como lo que transmite, cuando resulta que el mensaje es
divino. Es verdad que, en la transmisión —en los "medios de
transmisión"— de mensajes humanos, hemos de lamentar y padecer que lo
que se transmite sea inferior a la bondad o excelencia del mismo medio: |
la
técnica aparece en ellos como superando el valor del contenido cultural y
espiritual simplemente humano, porque la riqueza de lo que el hombre puede
ofrecer, de sí mismo, es limitada, y porque su limitación es, además, capaz
incluso de restar atractivo a su propia reducida bondad. Con más razón, pues,
no puede sorprendernos que exista desproporción, puestos a exigir, entre lo
que la Iglesia cree, representa y predica, y la vertiente humana que nos
presenta, a pesar de que no podamos negar, a través de toda su historia, el
continuo esfuerzo para superar la propia relativa imperfección. |
Imperfección
que no es ni más ni menos de lo que puede deducirse de su humanidad. No es
más imperfecta, ni hay en ella más contradicciones que en las otras
estructuras humanas que podemos analizar también de cerca. Lo humano de la
Iglesia es lo que son lo que somos los hombres de cada época y de cada lugar;
lo humano de la Iglesia es lo que los hombres le ponen, Lo divino es lo que
le ha puesto Cristo, y lo divino que nos toca e impresiona, por poca fe que
conservemos al contemplarla —aún afeada por las falsificaciones que los
poderes del mundo le han colgado andrajosamente sobre la pureza de su origen
cristiano— es que, a pesar de todo, nos sigue señalando a Cristo y no
traiciona, al repetírnoslas, sus palabras, aunque al decírnoslas ahora sean,
ellas mismas, las que podemos usar para acusarla. |
Sin
la Iglesia, ¿quién nos habría hablado de Cristo? ¿Quién nos habría repetido
su Evangelio? |
Sí,
como repetía Newman, una Iglesia que quiera ser fiel a su entidad original,
{11 (159)} debe estar en continuo proceso de reformación. La Iglesia se ha de
reformar para que siga siendo siempre la misma, decía. Es el concepto
repetido por Juan XXIII y por Pablo VI: |
«Ecclesia
semper reformanda». La reforma no puede ser de lo divino, sino únicamente de
lo humano. Lo divino está acabado y no puede crecer; lo humano se hace y
rehace continuamente. ¿O es que todo lo relegamos a una "resurrección
final", cómoda y lejana, que incluya la suplencia póstuma de todas las
inhibiciones y negligencias de los hombres que ya desde ahora conocen a
Cristo? Conocen y conocemos. |
Cristo
sí, e Iglesia también. Aceptar la encarnación de Cristo es aceptar sus
consecuencias. Aceptar sua consecuencias no quiere decir pactar con la
imperfección, canonizarla; quiere decir no sorprendernos de que esté en los
hombres. No es muy infrecuente que, los más exigentes, desde fuera,"
respecto a la Iglesia, no hacen otra cosa que proyectar sobre ella el
resentimiento de su personal imperfección. |
Si
se les pidiera cómo debería ser la Iglesia, tampoco nos sabrían dar
respuestas concretas y posibles. |
La
Iglesia es, somos todos los que creamos en Cristo. La Iglesia se hace, la
estamos haciendo. Es saludable que no nos guste del todo: pero ese disgusto
se ha de traducir en exigencia sobre nosotros mismos. La Iglesia no es algo
contemplado, sino para ser vivido. El Cristianismo no es algo que nos ha de
llegar porque sale de la perfección del hombre que nos nombra a Cristo, sino
que es la irrupción de Cristo en el hombre, a pesar de la desproporción entre
mensaje y mensajero, imposible de salvar, es verdad, sin un poco de fe. Pero
es que el Cristianismo comienza precisamente ahí: en un acto de fe en Cristo. |
Fe,
no mucho más que la de los pastores o de los magos. Fe de María y José, de
Ana y de Simeón; fe de los discípulos y apóstoles, tan imperfecta y
vacilante, en un principio, pero sincera en su misma debilidad, y,
finalmente, robustecida por la gracia. |
Gracias
a esa fuerza que ha atravesado por todas las debilidades de los hombres de
veinte siglos, nosotros, ahora, todavía, y en muchos aspectos mejor que
ellos, podemos conocer y de hecho conocemos a Cristo. |
«Yo
he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto
sobre ti, confirma a tus hermanos», dijo el Señor a Pedro. |
(Lc.
22, 32) |
La
Iglesia debe introducirse en todos estos grupos (de hombres y pueblos) con el
mismo afecto con que Cristo se unió por su encarnación a las determinadas
condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió. |
Mis.
n. 10. |
{12
(160)} |
7.
Iglesia, política y diplomacia |
DÍGASE
lo que se diga de Roma, se ha de acabar siempre reconociendo que una
permanencia en la ciudad de la sede de Pedro obra una evolución positivamente
cristiana en las mentes de aquellos que no se han limitado, en su convivencia
en la Ciudad Eterna, a las impresiones superficiales, a los simples restos
del espíritu cortesano que los poderes políticos en especial del Renacimiento
fueron acarreando allí, cuando y la Iglesia sufría la presión de los
poderosos del mundo de entonces. Era aquella época en la que la designación
de la jerarquía de la Iglesia, la disciplina interior de la misma y hasta los
procesos de canonización se veían afectados por la injerencia o por lo menos
por las presiones de los intereses del poder civil, aun cuando no siempre lograran
plena satisfacción a sus pretensiones: cuando reyes y emperadores hacían o
querían hacer abades, obispos o cardenales a sus bastardos; o cuando se
oponían a que el Papa mandara libremente misioneros a las tierras
recientemente descubiertas; o cuando establecían la Inquisición como policía
del Estado, y por éste designada, aunque manteniendo la apariencia
eclesiástica... |
Afortunadamente
todo esto ha pasado, por lo menos en gran parte. Los restos están a punto de
ser definitivamente amortizados. La Iglesia recobra su rostro. No hay que
olvidar que, el derecho (?) de veto a la designación de Papa se ha ejercido
efectivamente hasta principios de este mismo siglo XX que estamos viviendo,
por los reyes gobiernos "cristianos" europeos. E primer Papa que
acabó con este abuse sacrílego fue Pio X: él mismo subía la silla de Pedro a
causa del veto impuesto a la designación del elegido que lo era el cardenal
Rampolla, secretario de Estado de anterior Papa León XIII... No infundid
sospechas Pío X los gobiernos, que lo juzgaron de talla mediocre, aldeano y,
por lo tanto, menos "peligroso" que la rica personalidad del
antiguo secretario y más próximo cooperador del gran León XIII, el Papa de la
clarividencia moderna, el Papa de las grandes encíclicas sociales y de las
orientaciones de libertad política. Luego ocurrió como con el Papa Juan
XXIII: que aquella apariencia de sencillez no impidió la audacia de grandes
decisiones, tanto en orden a la liberación de las presiones políticas
ejercidas sobre la Iglesia, como de la vigorización de su impulso apostólico. |
Desde
León XIII y de Pío X lo estructural de la Iglesia ha ido purificándose,
liberalizándose. Actualmente los diplomáticos que van a Roma y que permanecen
algún tiempo junto a la Santa Sede, saben que será menos la influencia
política que sobre ella puedan ejercer, que el influjo espiritual cristiano
que recibirán, con tal que permanezcan con una actitud de elemental honradez
humana. |
Roma,
cuando puede ser ella misma, "marca", convierte siempre un poco. |
Queda
junto a ella, al lado de su significación espiritual, el sacudido polvo {13
(161)} de lo mundano que por allí pasó; pero es solamente polvo que las
ventiscas dispersan mientras emerge, recobrada, su pureza. |
La
supresión de la posibilidad de aceptación de veto alguno en la designación de
la más alta jerarquía de la Iglesia ha traído, como consecuencia, las grandes
figuras de los últimos Papas, que no por grandes han dejado de serlo también
en el dolor, no sólo por la contemplación y participación en los males que la
obcecación humana de los más poderosos ha acarreado al mundo con las últimas
guerras y las injusticias sociales, sino también por el empeño mantenido en
la defensa acrecentamiento de la libertad interna de la Iglesia, para que no
sea bastardeada su identidad, y en la proclamación de la verdad del
Evangelio, esencialmente irreductible a las categorías de ideología
enajenante a que, tantas veces, han pretendido amordazarlo los mismos que han
interferido su libertad y la de los hombres. |
Cuando
pueda hacerse la historia del pontificado de Pablo VI, por ejemplo, será
posible comprobar todo el mérito de su esfuerzo mantenido en la fidelidad a
la Iglesia que se renueva y al mensaje que ha de transmitir. Aunque lleva
nueve años como Papa, su influjo arranca de mucho más lejos: desde antes del
Concilio, cuando desde la Secretaría de Estado, en tiempos de Pío XII, ya
protagonizaba en la primera línea de su progreso, esa transformación
renovadora de la Iglesia del siglo XX que, sin violencias, día a día,
solidifica su misión, liberalizándose de influjos extraños, superando
ambigüedades sospechosas, incluso a través de las mismas tantas veces
discutidas "relaciones diplomáticas", y sin injuriar a los mismos
usurpadores, recupera derechos perdidos al paso que "convierte" a
embajadores y diplomáticos, incapaces de resistir a su razón evangélica y a
su sinceridad sobrenatural. |
Por
esto la diplomacia al servicio del Evangelio, como recordaba el propio Pablo
VI a los alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica, () al principio de
su pontificado, es un instrumento de paz para los hombres, un medio para
recordar ante los grandes los derechos de los más humildes, y un nivel desde
el cual los Estados pueden recibir el influjo del Evangelio y ser defendidos
los derechos de la Iglesia, por lo demás coincidentes con los que han de ser
reconocidos a todos los hombres, en orden a la verdad, la justicia, la
libertad, la paz y el bien. |
La
diplomacia vaticana no es una política, sino un lenguaje eclesiástico que
puedan entender los políticos: |
pues
también ellos necesitan que se les diga la verdad y también, al decírsela,
puede conseguirse que la traduzcan en acción benéfica para el mundo y para el
acrecentamiento de la libertad de la Iglesia, indispensable a su misión. |
(*)
La Pontificia Academia Eclesiástica, que se llamaba antes Academia de los
Nobles Eclesiásticos, fue fundada por el Papa Clemente XI, en 1701, con el
fin de preparar, con estudios especiales, a los diplomáticos al servicio de
la Santa Sede. |
{14
(162)} Gracias a la diplomacia la Iglesia ha ido cortando los hilos que la
sujetaban, y es de esperar que acabe por libertarse de los que todavía
impiden su total independencia. |
La
diplomacia vaticana, desde principios de este siglo ha estado al servicio de
la línea inaugurada por León XIII y por Pío X: por ella han pasado casi todos
los Papas contemporáneos (**) y es innegable que a ellos se debe, en
conjunto, este gran esfuerzo renovador (**) León XIII era diplomático y, a
excepción de su inmediata sucesor san Pio X, lo han vida todos los demás:
Benedicto XV. Pio XI. Pio XII, Juan XXIII y el actúa. Pablo VI. |
y
de purificación de la identidad de la Iglesia de nuestros días. Esfuerzo que
no se comprende cuando se la contempla con ojos superficiales; pero que no es
tan difícil de reconocer cuando se tienen en cuenta los datos más recientes
de la historia y hasta la trayectoria de la misma evolución mental de los
diplomáticos que han permanecido largo tiempo en la Ciudad Eterna. |
La
diplomacia vaticana forma parte del moderno esfuerzo de despolitización
eclesiástica entonces vigorosamente iniciada y todavía en curso. Su acción
pertenece a una época importante y decisiva de la vida de la Iglesia. |
La
diplomacia vaticana no es una política, sino un lenguaje eclesiástico que
puedan entender los políticos |
8.
Más que una religión y más que una ética |
PODRÍA
aplicarse también al Cristianismo la palabra "religión" si, como
Cristo, superáramos la idea que de lo religioso existía en su época; si
superáramos el escándalo de los que no lo comprendieron, de los que tan fácil
les fue vitorearle como maldecirle, de los que lo llevaron a la muerte, de
los que pasaron de largo, fríos, apagado el corazón, indiferentes a las
grandezas no cuantitativas. |
Su
mensaje era más que el afianzamiento de una "relación" con la
divinidad; o que una "re-elección" mejor ponderada hacia lo
sobrenatural; o que un "religamiento" que nos sujeta a Dios. Todo
esto podría permanecer válido con tal de desembocar en una cortesía del
hombre frente a la grandeza del Absoluto, en el mantenimiento de una
tendencia esforzada hacia el más allá, a base de preferencias y temores, de
reglamentación de estímulos y castigos, de ordenación poco más que jurídica
que defiende y acredita, que asegura y justifica. Pero todo esto, aun con el
énfasis de la máxima reverencia, no llegaría hasta la familiaridad, hasta la
vida, hasta el amor, hasta la libertad: hasta la Redención. |
No
se puede confundir no se puede reducir, el Cristianismo a una ética: |
lo
que el Cristianismo ofrece como "salvación" —como liberación— no se
puede concebir como el producto de un esfuerzo personal, moral o jurídico. La
salvación significaría, entonces, estar en paz con Dios, pero no compartir
con Él la vida. |
Para
reforzar, simplemente, unos preceptos, para estimular la fidelidad a una {15
(163)} conducta, no hacía falta que Dios se hiciera hombre y habitara en
medio de nosotros. Bastaban y sobraban los profetas. |
La
"salvación" cristiana es, ante todo, un don —"gracia"
decimos—: ese don es Jesucristo que se da, que se entrega a los hombres. No
se trata, pues, del esfuerzo desesperado hacia la perfección ni de unas
purificaciones que justifican, sino de aceptar a ese Alguien que viene al
hombre, y de recibirlo allí donde viene, donde quiere, y tal como quiere. No
es el hombre el que se justifica porque se arrepiente, sino que es Jesucristo
que lo justifica al perdonarle; no es el hombre que se incorpora Cristo
porque cree, sino que es Cristo que lo incorpora a sí mismo por la fe y por
el Bautismo. Por esto el Cristianismo es una vida, por esto es más que
"un estilo de vida". El Cristianismo incluso es más que una
"imitación de Cristo", porque, fundamentalmente, es una
participación de la vida de Jesucristo. No se trata de vivir de acuerdo con
una doctrina, porque entonces sería una sabiduría. Una sabiduría sería
difícil para los sencillos, los humildes, los pobres de espíritu. El sermón
de las bienaventuranzas habría sobrado al Evangelio; nos habría bastado que
de ellas proyectáramos ampliaciones catalogables para la moral, porque ya no
habrían sido bienaventuranza de gozo y de vida, de amor y de paz. |
El
Cristianismo es vida sobrenatural, sacramental, de Cristo; no eticidad, no
simple conducta humana. El Cristianismo, diría Xavier Zubiri, «es palpitación
de Dios en el seno del espíritu humano», posible porque el hombre es una
esencia abierta, susceptible de ser incorporado a Cristo; incorporación que,
«más que una elevación del hombre, implica un descenso benevolente por parte
de Dios: se trata de una relación de filiación adoptiva, tan real como no
debida a las condiciones naturales del hombre». |
Cuando
esto se olvida es comprensible que se produzca un deterioro del significado y
eficacia de la sacramentalidad del Cristianismo; de Cristo y de la Iglesia
como "sacramento de la humanidad". ¿Cómo se recibe o se estima la
bifurcación sacramental de los signos de gracia? ¿Qué piensan, tantos
cristianos, del Bautismo, del Matrimonio, de la Penitencia...? |
Con
frecuencia el Bautismo queda relegado a una idea entre mágica y simbólica,
sin profundización ulterior, consciente y personal con Cristo; también el
Matrimonio, después de ser entendido como un signo para legalizar la vida
entre hombre y mujer y esperar, a lo sumo la bendición de Dios y la buena
suerte para esta vida, no ha conseguido que los contrayentes levanten su
pensamiento y su corazón hasta establecer el paralelo entre ellos y la unión
misterial de Cristo y la Iglesia. No han tenido tiempo, u ocasión, o interés
para enterarse de más; no ha sido un "encuentro" con Cristo. Y el
modo de entender el sacramento de la Penitencia, se ha vencido en favor de un
empeño moralizador —borrador de pecados"— con olvido o trivialización de
lo positivo y nuclear, de la gracia —del "don"— de Cristo; otras
veces en paréntesis de consultorio espiritual, a Lo que nada habría que
objetar si no relegara a segundo término o mantuviera sólo casi como
pretexto, la propia acción sacramental. |
Por
eso hemos de bendecir el tiempo en que vivimos, cuando en la Iglesia se
despiertan y encauzan saludables renovaciones hacia la autenticidad. |
{16
(164)} |
9.
TRABAJAR POR LA PAZ |
El
Concilio había dicho (Decr. MIS. n. 5): |
«La
misión de la Iglesia se cumple por la operación con la que se hace presente
en acto pleno a todos los hombres o pueblos, para llevarlos a la fe, la
libertad y la paz de Cristo» PARA que se cumplan los designios de Dios en la
historia, el seglar, con arreglo a su vocación y circunstancias, debe asumir
la responsabilidad de una acción dirigida al desarrollo integral de la
humanidad, que en la encíclica OCTOGESIMA ADVENIENS, Pablo VI, ha detallado
en los siguientes puntos que, esquemáticamente, resumimos además de indicar
el número paragráfico en que se contienen: |
—Promover
mayor y mejor justicia (núm. 2). |
—Respeto
y actuación de las distintas situaciones (núm. 3). |
—Profundización
en la misión del cristiano y de sus comunidades (núm. 4). |
—Profundización
en el mensaje específico de la Iglesia y la cuestión social (núm. 5). |
—Situar
los problemas del cambio actual en el contexto de una situación nueva (núm.
7). |
—Atender
a los problemas de la urbanización (núm. 8). |
—Atender
a los problemas de la industrialización (núm. 9). |
—Resolver
los problemas de la nueva soledad y el nuevo proletariado urbano (núm. 10), y
de la familia nuclear (núm. 11). |
—Crear
nuevos modos de acercamiento entre los hombres y Dios (núm. 12). |
—Resolver
los problemas reales de los jóvenes: transmisión de valores, creencias,
autoridad. Y los de la mujer (núm. 13). |
—Resolver
los problemas de los trabajadores, sindicatos etc. (núm. 14). |
—Atender
a las víctimas de los cambios: nuevos pobres, minusválidos, ancianos,
marginados, etc. (núm. 15). |
—Resolver
cristianamente las discriminaciones y procurar la igualdad de oportunidades
(núm. 16). |
{17
(165)} —Resolver los problemas de la emigración (núm. 17). |
—Crear
puestos de trabajo (núm. 18). |
—Espíritu
de imaginación y creatividad para resolver los nuevos problemas (núm. 19). |
—Resolver
los problemas y aprovechar las virtualidades de la civilización de la imagen
(núm. 20). |
—Cuidar
el ambiente, la ecología, la sanidad de la tierra (núm. 21). |
—Fomentar
la igualdad y la participación (núm. 22). |
—Fomentar
un sentido mayor de servicio y de respeto al prójimo (núm. 23). |
—Participar
en la búsqueda del perfeccionamiento político (núm. 24). |
—Participar
en la acción política (núm. 25). |
—No
participar en ideologías contrarias a la fe (núm. 26). |
—No
convertir las ideologías en ídolos (núm. 27). |
—Aceptar
lo aceptable del atractivo del socialismo (núms. 31, 32, 33 y 31). |
—Aceptar
lo aceptable del liberalismo (núms. 35 y 36). |
—Evitar
las utopías (núm. 37). |
—Usar
de cautela en la respuesta científica a las cuestiones humanas dudosas (núms.
38, 39 y 40). |
—Promover
el desarrollo cuantitativo y cualitativo a la par que el desarrollo de la
conciencia (núm. 41). |
—Mostrar
el dinamismo de la Doctrina Social Católica (núm. 42). |
—Promover
una mayor justicia concreta en la distribución y en el desarrollo de los
países pobres (núm. 43). |
—Impedir
el abuso de las nuevas potencias y de las empresas multinacionales (núm. 44). |
—Buscar
el cambio de los corazones y de las estructuras (núm. 45). |
—Difundir
el sentido cristiano de la acción política que decide en definitiva sobre
todo lo demás. Tomar en serio la política (núm. 46). |
—Participar
y promover la participación en todas las estructuras (núm. 47). |
—Promover
el compromiso en la acción (núms. 48 y 49). |
—Promover
el pluralismo y organizarlo (núm. 50). |
—Concretar
las exigencias de la fe cristiana (núm. 51). |
—Promover
el apostolado en el plano internacional (núm. 52). |
Una
actitud conservadora, es decir, desinteresada de los problemas y compromisos
señalados, a nivel social, por Pablo VI, no reflejaría el espíritu cristiano,
no sería propia de un bautizado. |
Porque
el bautizado tiene la misión de "encarnar" en el mundo los valores
cristianos que profesa. No es corto ni vago el programa que el Papa ha
trazado en la OCTOGESIMA ADVENIENS. Lo demás depende ya de la sinceridad, de
la generosidad y de la imaginación despierta de los cristianos, en los campos
de la economía, la política, la cultura, la justicia social y todos los
aspectos en que el mundo ha de ser transformado para hacerlo más digno del
hombre. |
10.
FORMALIDAD REQUERIDA POR LA LEY DE PRENSA E IMPRENTA |
De
acuerdo con el artículo 24 de la vigente Ley de Prensa e Imprenta, respecto a
Empresas Periodísticas y los nombres de las personas que constituyen sus
órganos rectores, los de los accionistas que posean una participación
superior al diez por ciento del patrimonio social, y una nota informativa de
su situación financiera, y también a la vista del artículo 21 de la misma
referida Ley, declaramos 1. Que el Boletín LAUS pertenece, sin otras
participaciones, a la Congregación del Oratorio de san Felipe Neri, como
única Empresa propietaria y editora, debidamente inscrita en el Registro de
Empresas Periodística. |
2.
Que su equipo de redacción lo componen las personas siguientes: Ramón Mas,
Fernando Ugena y Miguel Abia; el primero como Director de la publicación. |
3.
Que la revista de reparte gratuitamente y Los gastos que ocasiona se cubren
con las aportaciones espontáneas de los amigos del Oratorio. La propaganda
que a veces figura en estas páginas es totalmente desinteresada obedece a
fines solamente apostólicos y al fomento de la sana información y de la
cultura religiosa y difusiva de la buena Prensa, según la finalidad
especificada en nuestros Estatutos fundacionales, Cumplido este requisito
legal, agradecemos con gozo a nuestros "amigos" su simpatía y su
ayuda material, que hace posible nuestra labor y nos alienta a continuarla. |
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