Boletín del Oratorio de Albacete.
Núm. 112. MARZO. Año 1973.
0. SUMARIO
TIRARNOS cada uno y mirar el mundo con el deseo eficaz de la conversión cristiana, es entrar en una actitud penitente. La penitencia, en la Biblia, es conversión personal y colectiva: la voz de los Profetas, las exigencias del Evangelio, la predicación de la Iglesia, la vida —sin mitos— de los Santos, lo atestiguan. Ya no es Nínive, ni una orilla del Jordán:
somos nosotros y la sociedad en la cual vivimos.
TIEMPO DE CUARESMA
UN PROGRAMA
¿QUÉ CLASE DE AUSTERIDAD?
ALBACETE: EL 83,8 POR CIENTO DE LOS HOMBRES NO PRACTICAN
CRISTIANISMO SOCIOLÓGICO Y CRISTIANISMO SIMBÓLICO
MORAL SOCIAL
LOS RICOS
UN MILLÓN DE EMIGRANTES DEL SUR ESPAÑOL
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1. Tiempo de Cuaresma
EL TIEMPO de Cuaresma, desde el Miércoles de Ceniza al Jueves Santo, prepara, durante cinco semanas, a la celebración de la Pascua del Señor.
La liturgia cuaresmal conduce a los catecúmenos adultos, paso a paso, hasta la recepción de los Sacramentos de iniciación cristiana en la Vigilia Pascual, que es el momento bautismal por excelencia. Este mismo carácter de preparación aconseja que se difiera hasta el tiempo Pascual el Bautismo de adultos y de niños.
El aspecto penitencial, que desde los orígenes de la Cuaresma caracteriza la liturgia de este santo tiempo, se nos ofrece en la tipología bíblica de los "cuarenta días" y en la extraordinaria riqueza de textos eucológicos y del leccionario tanto ferial como dominical.
Hemos de tener presente en todo momento que este itinerario bautismal y penitencial de la Cuaresma hacia Pascua no lo ha de recorrer cada cristiano por su cuenta, sino toda la Iglesia unida: es el pueblo de Dios que se reúne para orar y escuchar la Palabra, que pide perdón, practica el ayuno y vive la caridad con los hermanos.
A medida que los días cuaresmales nos acercan al Triduo Sacro, la piedad de los fieles ha de centrarse con mayor intensidad en la persona de Jesucristo y en su pasión salvadora.
La liturgia, renovada por el Concilio Vaticano, ha recuperado para los domingos cuaresmales los cinco temas evangélicos que en la mejor tradición de la Iglesia constituyen el núcleo de su catequesis bautismal:
Tentación de Jesús,
Transfiguración,
Samaritana,
Ciego de nacimiento y
Resurrección de Lázaro.
Los textos evangélicos de las misas feriales siguen la ' temática tradicional de Cuaresma, aunque sin orden sistemático:
conversión,
sinceridad,
aceptación del sufrimiento,
fidelidad a la ley divina,
oración,
limosna,
perdón de las ofensas...
Para los últimos días de la Cuaresma se reserva la lectura semicontinua del Evangelio de san Juan, de los capítulos 4 al 11.
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2. UN PROGRAMA
DEBERÍAMOS hacernos un programa y dedicar algún tiempo a repensar nuestro Bautismo. Es posible que llegáramos a la conclusión de la necesidad de simplificar, todavía más, nuestras ideas sobre el Cristianismo, pero seguramente se perfilarían y harían más insistentes y más exigentes las principales. El peligro del Cristianismo está en que los bautizados lo viviéramos como una renta de gracia y de misericordia divina sin más que una implícita adhesión a una fe no profundizada. No se nos pide todo de una vez, pero sí se nos pide de una vez el propósito sincero y mantenido de un crecimiento en esta vida de gracia, no reducible, para que realmente lo sea, a simples automatismos divinos. La fe ha de ser como la claridad creciente de un sol que ilumina y llama a la vida: una purificación que progresa, un compromiso que insiste, una liberación que se dilata y una gozosa y desprendida provisionalidad que va dejando espacio a la penetración de Dios en nosotros, en espera de la hora en que, sin fe, podamos unirnos a él en la visión, limpios, transformados, revestidos totalmente de Cristo.
Hemos de repensar nuestro Bautismo a partir de la iluminación de la Palabra de Dios: hemos de meditar esta Palabra refiriéndola a nosotros, y hemos de hacernos Palabra nosotros mismos para referirnos al mundo que nos envuelve, no porque es inevitable, sino porque es la circunstancia y el medio en el que nos ha colocado el Padre, hasta que volvamos a él luego de haber ensayado aquí nuestra vida en su amor. No maldecimos el mundo; lo bendecimos. El mundo nos interesa porque es interés de Dios; nada puede sernos indiferente y todo debe ser penetrado de su verdad y debe ser ordenado en su justicia, hasta que se obre, plenamente, su redención, su liberación.
El bautizado es un agente comprometido, participante y difusor de esta liberación. Cree lo que enseña, posee lo que da, vive lo que comunica. El bautizado es hijo de Dios y ama lo que es del Padre, y guarda lo que el Padre le confía, cuidando de no perder lo que ha recibido; el bautizado busca ser una misma cosa con el Padre. El mundo es su campo y, para que el mundo conozca que ama al Padre, se entrega generosamente por el mundo. Cristo le ha precedido y es extensión de Cristo.
Por esto necesita repensar, día tras día, su Bautismo. Palabra, Sacramento, plegaria, contemplación, compenetración con el misterio de Cristo. Pero, superando todo individualismo, desde la personalidad que se abre al mundo, que por el mundo se interesa, se compromete y se entrega. El Bautismo es una consagración.
{3 (43)} Se han inventado interpretaciones cristianas, o se han detenido, comprimiéndolos, desarrollos de exigencias cristianas, hasta esconder el Bautismo tras una simple moral que ha resultado de angustia y miedo; o se ha sepultado en teorías filosóficas estáticas y cristalizadas; o se ha reducido a sentimentalismos consoladores con intermitencias tranquilizantes... Pero esto es mutilar la fe, es engañoso, enajenante. No puede llenar la vida ni puede transformarla.
Hace falta repensar el Bautismo y Cuaresma es una ocasión propicia para proponernos una renovación de la vida de la fe. La fe no es solamente una verdad: es la substancia de la vida del bautizado, con forma de gracia, mientras camina hacia Dios.
Oración, estudio, sacramentos, austeridad y fiarse de ese principio de gozo que está amaneciendo en lo profundo de cada uno de nosotros, si no hemos extinguido la llama del Espíritu que nos engendró a nueva vida. Purificar el corazón, iluminar el pensamiento, confortar la voluntad, entrenar y disciplinar ideas, afectos y sentidos, para la agilidad de la gracia que nos configuró en Cristo, que ha de ser traducido a nuestras vidas.
Fiarse de Dios, tratarle, y no dejarlo en el ápice de sublimes y olvidadas teorías, sino buscarlo y atender a su voz, siempre cercana a todo el que llama a las puertas de su reino.
Las gentes corren, tienen tiempo y se afanan por muchas cosas menos necesarias, golosos de gratificaciones inmediatas, aunque no sean profundas.
Pero para un bautizado ésa es la primera y, bien entendido, la única cosa necesaria, y clave de todas las demás. Debemos dedicarle un tiempo, una atención, unas energías. Más que las sobras, más que recortes de tiempo, más que una implícita adhesión a la fe. La verdadera vida de fe no se desarrolla de una manera simplemente automática, porque somos personas. Y, como personas, hemos de profundizar en el misterio cristiano para llevarlo a la vida y desarrollarlo en ella, con la bendición de Dios y con inteligencia, generosidad y libertad.
Somos fácilmente abnegados en lo que dura poco, en lo que tiene sabor de nuevo o complace curiosidades de adolescente; pero gomo9 más calculadores y rezagados en lo que exige pureza y fe en la entrega al bien que Dios nos presenta. Perseverar en el bien con el mismo afán y constancia, por lo menos, con que los mundanos perseveran en sus afanes materiales: ¡he aquí el problema, cuando vamos descubriendo que la fe es una cosa seria, que el Cristianismo no es un juego!
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3. ¿Qué clase de austeridad?
UN CUERPO regalado, una mente dispersa, una voluntad consentida, unas pasiones desatadas, jamás permitirán llevar una vida cristiana, ni mirar el Evangelio sino como una carga insoportable, destinada, en todo caso, "a los santos", y alejándolos lo más posible de nosotros... Pero, sin purificar los sentidos, sin disciplinar la mente, sin ordenar nuestras fuerzas, ¿cómo podremos elevar nuestro pensamiento a Dios, cómo llegaremos a tratarle, a entenderle, a dejarle que penetre y transforme nuestra vida?
La penitencia, de todos modos, la austeridad nunca es un fin en sí misma, y por esto nada valen unas cuantas prácticas de mecanismos que nos parecen ascéticos, si no ponemos y mantenemos la mirada en Dios y en cómo mejor amarle.
Pero veamos lo que nos dicen los santos; por ejemplo san Thomas More, en su UTOPIA, ese precioso libro saturado de sentido común y cristiana sabiduría: «Despreciar la belleza del cuerpo, debilitar las propias fuerzas, convertir la agilidad en pesadez, extenuarse con ayunos, arruinar la salud, en una palabra, despreciar todos los favores de la naturaleza y eso para poder dedicarse más eficazmente a trabajar para la felicidad de la humanidad, con la esperanza de que Dios recompensará un día estas penalidades con éxtasis de felicidad eterna, es un acto sublime de religión. Pero crucificarse la carne, sacrificarse por un fantasma vano de virtud, o para acostumbrarse anticipadamente a una vida de miserias que tal vez no llegue jamás, es un acto de estupidez, de cobarde crueldad hacia sí mismo, y de orgullosa ingratitud hacia la naturaleza; es despreciar los beneficios del Creador, como si nos pesara tenerle que agradecer algo de pesara tenerle que agradecer algo de lo que nos ha dado». Y puntualiza el Santo: «En todas las cosas hay que buscar la justa medida, para que lo que parece un bien, no impida otro bien mayor».
Hemos dicho, más arriba, "sentido común" y "sabiduría cristiana": esas dos cosas serán, en todo caso, las que nos situarán en el necesario equilibrio generoso y sincero de la abnegación cristiana: fuente de paz, de libertad interior, puerta de la oración, y agilidad para todas las formas de hacer el bien.
Perseverar en el bien no es arrastrarse por el mismo camino, sino caminar con esperanza.
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Albacete: el 83,8 por ciento de los hombres viven al margen de las prácticas religiosas tradicionales {T}
LOS VARONES están alejados de la Iglesia en su gran mayoría (83.8 por ciento), al menos en la práctica religiosa, según los resultados aportados por un detallado estudio socio-religioso realizado en el arciprestazgo de Almansa, sobre un total de 31.501 habitantes. En el mencionado estudio están englobadas las localidades de Almansa, Alpera, Bonete, Caudete, Fuente Álamo y Montealegre.
Las emigraciones se constatan especialmente más en los pueblos que en las ciudades de Almansa y Caudete. Un 42 por ciento emigran en los pueblos rurales: principalmente de los más jóvenes, por lo que la población queda empobrecida y envejecida.
La escasa asistencia de los varones A misa se comprueba a partir de los 15 años, llegando a un 13,4 por ciento en el grupo de edad de 50 a 60 años. Destaca el alejamiento del mundo obrero, tanto especializado como no especializado. Ochenta y dos de cada cien obreros, no practican «y no consta que esta masa de alejados tenga un contacto con lo religioso fuera del templo», dice el estudio.
En los cinco últimos años no se ha producido ninguna vocación para el sacerdocio o la vida religiosa tanto en institutos masculinos como en femeninos.
Respecto a la acción sacerdotal so comprueba que las horas dedicadas a la pastoral están en proporción inversa a las necesidades: «Casi toda la Acción pastoral debiera ser profética y apostólica, dado el alto grado de alejamiento religioso de esto arciprestazgo».
El estudio socio-religioso concluye con una reflexión sociológico-pastoral en la que se afirma, entre otros puntos, que «no se ven síntomas de un mejor porvenir religioso. No existe una pastoral que esté dando respuesta suficiente a los problemas reales».
La nota que precede, y con el mismo título que la encabeza, ha aparecido en algunos periódicos españoles. Alguien podrá pensar que, las pocas veces que los diarios hablan de nuestra tierra cienicienta, es para relatar sucesos desagradables o bajas temperaturas.
En verdad no es para entusiasmos el relato de esta noticia. Pero sería más lamentable desconocer las realidades que ella pone de manifiesto. Demuestra en primer lugar la honradez y diligencia {7 (47)} de los que han realizado el estudio.
La verdad es siempre un bien y el esfuerzo por acercarse todo lo posible a ella es una virtud.
Algunas reflexiones {t}
Tampoco se trata de establecer valoraciones definitivas al querer comparar un cristianismo de ahora con otro de tiempo atrás. Las cifras son síntomas estimables, pero insuficientes para la medición de lo cristiano. En cristiano la cantidad no está siempre directa y necesariamente relacionada con la calidad. Número y valor pueden coincidir o no coincidir. La vida de la fe y de la gracia no se miden, no son computables. Pero pueden ser punto de partida para reflexiones y para preguntas, aun cuando las respuestas no resulten ser de un solo sentido ni categóricas.
Dos cosas llaman principalmente la atención en los datos de este estudio:
en primer lugar el alejamiento de los hombres y de la masa de obreros, que no solamente no acuden a misa sino que no consta que tengan otro contacto con lo religioso fuera del templo; en segundo lugar la esterilidad vocacional de un núcleo de población bautizada que sobrepasa los 30.000 habitantes y del cual, en cinco años, no ha surgido ningún candidato ni al sacerdocio ni a la vida religiosa, tanto de hombres como de mujeres.
Si antes iban más hombres a la iglesia, ¿lo hacían por inercia, por costumbre, por ceder a la presión social del ambiente, porque todavía era bien visto...? En tal caso habría sido una asistencia sin fe, sin convicción. ¿De qué podría servir una asistencia al templo si es inconsciente, o si no es libre y sincera? En tal hipótesis, esos hombres que iban y ya no van, han ganado en sinceridad, han mejorado.
Lo que puede parecer un mal, es un error o una ficción eliminada, es una aproximación a la verdad, es un bien.
Bueno es que, por lo menos sean sinceros; mejor sería que, además, fueran cristianos; peor que parecieran serlo si no lo eran.
¿Qué pensar de pasados entusiasmos colectivos, de obras apostólicas que parecían arrolladoras?... Pensar que lo que tenían de bueno tuvo su fecundidad en el bien, véase o no; y que lo que tuvieran o se les añadiera de espuma de apariencias, de sentimentalismo momentáneo o de irracionalidad y fanatismo, se ha desvanecido, como debía de ocurrir, y se ha recuperado el nivel de lo real.
Las vocaciones {t}
En cuanto al desolador panorama de la falta de vocaciones, es cierto que han cambiado circunstancias externas que hacen menos cómodo, menos alabado, menos honrado por el mundo, el gesto mantenido de una entrega auténtica al Señor para su servicio en la Iglesia. Pero el mundo siempre ha sido igual y, cuando ha prodigado demasiadas alabanzas y concedido honores a sacerdotes, a jerarquías de la Iglesia y a personas que profesaban una vida evangélica, no lo hacía con desinterés, sino para prestigiarse con el honor y el poder que en la Iglesia creía descubrir, y del que pretendía apropiarse. Cuando el mundo tenga otros medios o cuando la Iglesia le diga toda la verdad, prescindirá de ella o la despreciará y deshonrará porque le resulta incómoda su enseñanza. {8 (48)} Si encima la Iglesia continúa exhortando a la justicia, al desprendimiento, si insiste predicando a Cristo crucificado, y el mundo se hedoniza, razón de más para que sea abandonada al ser incompatible con las apetencias y gratificaciones del mundo y de los sentidos.
Sigue siendo verdad que la Iglesia necesita vocaciones, porque ¿cómo van a creer los hombres si no les predica, y cómo van a tener predicadores si no se les mandan?... Pero tampoco serían buenos y verdaderos predicadores los que pudieran venir a buscar en la Iglesia un medio de promoción o un porvenir honorable, a falta de los que el mundo menos fácilmente pudiera proporcionarles. Es cierto que, en muchas partes, donde en un tiempo la pobreza y la escasez daban pocas posibilidades de promoción a la juventud, una "vocación", o unos años de seminario, podía ser una salida, o un intento de salida con porvenir humano, a falta de otro medio, y que, cuando los medios de cultura y de promoción material han mejorado, "se han perdido las vocaciones". Pero, éstas, ¿eran vocaciones?...
La hora de la sinceridad {t}
A estas reflexiones cabría añadir otras de carácter más general e histórico que, en conjunto, nos llevarían a pensar que una mayor sinceridad es la que se impone a la hora de meditar sobre una entrega a Dios y que, las circunstancias actuales favorecen grandemente esta sinceridad. No pueden venir a la Iglesia los que pretendieran "hacer carrera": afortunadamente las circunstancias exigen un mayor acercamiento {9 (49)} al espíritu del Evangelio.
Es cierto que algunos, pusilánimes, desoirán la voz de la llamada de Dios, y seguirán en la hibridez de una vida indecisa entre el egoísmo y la generosidad, pero la providencia no dejará sin pastores a quien los necesite y los merezca; y da siempre algo más de lo que nos merecemos.
Otra reflexión que suscita este informe es el hecho de las migraciones, con todo lo que supone de dispersión de las familias, de destrucción de hogares. ¿No tiene ello su origen en formas de injusticia colectiva que somos demasiado remisos en denunciar?
Las crisis no son de desear, pero aclaran situaciones. La lástima es el tributo negativo que a veces arrastran, los esfuerzos incipientes que paralizan, la fe y las virtudes que, al ponerlas a prueba pueden hacer vacilar. Pero forma parte de la ley y del desarrollo de la misma vida. Sin dolor no hay crecimiento ni liberación. El Cristianismo es precisamente una respuesta a todos estos interrogantes. No somos —a veces lo hemos olvidado—, no somos Iglesia triunfante, sino peregrinante, desde la verdad, hacia la vida de Cristo. ¿Quién, todavía, quiere seguir a Cristo?
{T<} ...¿Cómo podrán invocar el nombre del Señor si no creen en él? ¿Cómo van a creer si no oyen hablar de él? ¿Y cómo podrán oír sin alguien que les predique? ¿Y cómo habrá predicadores si no se los envía?
La Escritura dice: ¡Qué hermosos los pies de los que van a llevar la buena nueva!
Pero no todos han aceptado la buena nueva del Evangelio.
Lo dice Isaías: "Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?" Porque la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en la palabra de Cristo.
San Pablo (Romanos, 10, 14-17)
¿Pesimismo o realismo?.
Para el pueblo español ser católico se refiere a ser bautizado, casarse por la Iglesia y ser enterrado religiosamente... Este pueblo no profesa ya su fe católica... La aristocracia, la burguesía católica, la gente de Acción Católica, practican, no en virtud de sentimientos religiosos, sino de resentimientos políticos... Para ellos la religión no es un elemento para consolar al pueblo.... sino lo que se llama un freno para contener las masas, un método para conservar el orden de sus negocios.
MIGUEL DE UNAMUNO
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4. CRISTIANISMO SOCIOLOGICO Y CRISTIANISMO SIMBOLICO
SON el recuerdo de glorias pasadas y grandezas perdidas, como señores venidos a menos, nos resistíamos a reconocer realidades que estuvieran en desacuerdo con nuestros sueños e ilusiones. ¿Cuántas veces se ha ponderado el catolicismo español hasta encumbrarlo por encima de cualquier otro (?) catolicismo?
No obstante, desde un tiempo a esta parte, no han faltado voces sensatas que han puesto en duda tal primacía y hasta han señalado algunos puntos flacos capaces, por sí mismos, para despertarnos de ilusiones y desmontar inútiles ficciones.
Hace una veintena de años que, el cardenal Herrera, ponía el dedo en la llaga de la mayor debilidad de este catolicismo, al que si bien no dejaba de reconocer como valor positivo el arraigo de los vínculos familiares (efecto moralizador de influencia religiosa), le faltaba, en cambio, la diligente preocupación por cumplir los deberes de justicia social.
No hace tanto, y a propósito de las primeras sorpresas por las "novedades** del catolicismo holandés, calificadas desde aquí como plagado de errores, casi cismático y relajado, en contraste con la supuesta integridad del español, no faltó alguna figura representativa de la jerarquía española que se sintiera impulsada a amonestar fraternalmente a la de aquel país... Lo curioso es que, comprobando, por aquellas mismas fechas, las cifras de secularizaciones llevadas a cabo en la Iglesia, España ocupaba uno de los lugares primeros y que Holanda iba muy por detrás. En aquella circunstancia, el cardenal Alfrink dijo que su país tenía los mismos problemas que había en otras partes; lo único, que allí solían afrontarlos y discutirlos, lo que tal vez no ocurría en otros países".
Durante el Concilio había dicho ya algo semejante.
Pero es que en la actualidad, y según las últimas estadísticas, conservamos todavía, en números simplemente absolutos, la primacía por encima de Francia, Alemania o Italia —las cifras relativas al número de habitantes serían todavía mayores—. Esto ocurre no solamente con las secularizaciones, sino también con las causas de separaciones matrimoniales en curso...con lo cual, después {11 (51)} de veinte años, ya no podría repetir el cardenal Herrera que la familia española, por lo menos, era de mayor solidez cristiana que la de otras naciones europeas...
Hemos encontrado una denominación, usada en otras latitudes, pero especialmente válida para nosotros, que es la de cristianismo sociológico": sirve tanto para explicar como para definir la masificación folklórica y tradicional en la que no faltan cristianos sinceros y óptimos, pero en la que domina una mayoría que sabe distinguir poco entre lo que es una partida de nacimiento y una certificación de bautismo. Hace pocas semanas, en nuestra misma ciudad, en una reunión de personas interesadas en oír directrices apostólicas dirigida por el Consiliario Nacional de A. C., hubo una intervención —una de las más interesantes— sincera y espontánea, que nos confirmaba el nivel real del "pueblo", cuando salimos de la minoría —siempre la misma— adicta. No era para reír, sino para meditar.
En un aspecto más amplio podríamos citar lo de los bautizos de los hijos del famoso torero "El Cordobés": ¿qué padrinaje, quién respalda la seriedad de un sacramento a criaturas cuyos padres no reciben el del matrimonio? Se trata de "otra" fiesta de sociedad?... Pocos se han sorprendido, lo cual confirma, a todos los niveles, la vanidad de la apelación cristiana. Las sorpresas, los "escándalos" vienen cuando se da algún intento serio de respeto a lo santo, porque entonces se choca con las ficciones "sociológicas" a las que no queremos renunciar. Y conste que "El Cordobés' es libre de vivir como quiera, pero también él merece que se le advierta de no trivializar los sacramentos; probablemente no los conoce, aunque sea tan rico...
Diversas circunstancias, que ahora no estudiamos, han facilitado la prosperidad de un crecimiento aparente, superficial, hueco de espíritu, de cultivo sentimental y folklórico, menos formativo, sin responsabilidad ni compromiso.
Ya no vale, en muchos casos, ni siquiera la calificación de cristianismo sociológico". Son muy frecuentes las situaciones —y más entre clases elevadas que entre los "pobres"— en las que el cristianismo que se dice profesar o al que se está adherido, no pasa de merecer la denominación de cristianismo simbólico".
Es...lo nuestro. Cualquier intento sincero y clarividente de rectificación debe tenerlo en cuenta. Otra cosa sería persistir en la narcotización de sueños inútiles o vegetar en pintoresquismos que nada tienen que ver con el mensaje cristiano.
"Cristianismo sociológico" en las masas, "cristianismo simbólico" en minorías privilegiadas, son los dos grandes engaños producto de ignorancias, inercias, vanidades, pactos mundanos, silencios y desigual aceptación de las verdades evangélicas, según sirvan o no para justificación de las posiciones y apetencias temporales de riqueza y de poder.
Según las últimas estadísticas en el mundo, la comunidad católica que recientemente ha tenido más defecciones ha sido la norteamericana; en Europa, ha sido la española.
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5. MORAL SOCIAL
De una homilía del cardenal Ángel Herrera Oria, pronunciada en la catedral de Málaga, a su vuelta de un viaje a Inglaterra, reproducida en el Boletín de aquel obispado de octubre de 1952.
LA MORAL familiar de España es elevada; tal vez única en el mundo. Ese debe ser nuestro mayor orgullo y ése es el fundamento de la esperanza de una sólida constitución social futura.
En cambio, en lo que respecta a moral social hay muchas cosas que aprender fuera de España. La propia Inglaterra da ejemplo de ello. Evidentemente, el pueblo ha gozado allí de una mayor tutela y protección. La justicia social se ha cumplido con mucha más perfección. En breves años se ha atenuado extraordinariamente la diferencia de fortunas. Clases enteras han sido desplazadas de sus posiciones económicas y sociales. Maravilla la energía y la suavidad con que el Gobierno, a sangre fría y por cauces jurídicos, ha realizado esta revolución desde arriba, que yo no sé que tenga par en la Historia.
Impresiona pensar en la abnegación con que las clases castigadas se han sometido a las duras exigencias de la autoridad establecida.
No palabras huecas y vacías. Tremendas realidades. Verdaderas anatomías sociales sin más instrumento que la ley.
Avenidas enteras en el centro de Londres formadas por palacetes del mismo tipo arquitectónico, elegantes y suntuosas; moradas individuales que fueron de familias opulentas, abandonadas hoy por los dueños que las edificaron, y que acaso por generaciones las vivieron, y alquiladas... no a nuevos ricos, que les suplan en el disfrute total de la vivienda; ni siquiera alquiladas por pisos —que en tales zonas serían carísimos—, sino arrendadas por piezas o habitaciones a familias que se defienden con modestas rentas de trabajo o con ínfimas pensiones.
JUSTICIA DISTRIBUTIVA
¿Se han guardado siempre, en este reparto de gravámenes, los cánones de la justicia distributiva? Muchos creen que no. Sinceramente, no me atrevo a opinar. Es cuestión complejísima aun para los que poseen todos los datos necesarios para dictaminar con prudencia. No sé si exactamente en la proporción debida, mas es un hecho, a flor de vida social, que el peso del sacrificio gravita sobre los hombros de todos los ingleses.
No será, empero, inoportuna una consideración de orden general. Cuando en un país se desnivela la balanza {13 (53)} política, es muy probable que se desnivele la balanza social. Cuando se pierde el equilibrio de los poderes en favor de una clase, tal clase se convierte en opresora de las demás.
Balmes visitó Londres hace exactamente ciento diez años, en el verano de 1842, y consignó que el pueblo inglés, miserable y hambriento, estaba oprimido por una aristocracia, soberana política de hecho, acaparadora de la riqueza nacional. Balmes previó una lucha a muerte, que él temía que fuera terriblemente sangrienta, entre la aristocracia y el obrerismo, y pronosticaba el triunfo de los obreros.
La lucha no ha sido sangrienta. La batalla, más que social, ha sido política.
Inglaterra, que conoció el equilibrio político en los días de la reina Victoria, lo perdió a fines del siglo XIX y principios del XX. Desde 1911, la soberanía se aloja en la Cámara de los Comunes.
Después de la primera gran guerra, la Constitución inglesa se despeñó por la pendiente democrática. Hay tiene la Gran Bretaña una Constitución democrática radical, que no responde a sus tradiciones políticas.
Y desde el tiempo de Aristóteles es un axioma de la ciencia del Estado: democracia radical en lo político, opresión de los ricos en lo social.
¿Es el caso de la Inglaterra actual?
Digo que no lo sé. Pero afirmo que lo será. De ella y de todas las naciones que entreguen a la masa la soberanía.
¡Dios nos conceda sensatez para no perder la lección! ¡Dios nos conceda situarnos en la zona templada de la legitima libertad cristiana, que armonice para todos las justas exigencias de una autoridad fuerte con los legítimos derechos de un ciudadano digno!
CONSECUENCIAS
Qué consecuencias tendrá para el porvenir de Inglaterra la extinción de la alta burguesía? Sólo Dios lo sabe.
Mas es justo reconocer que a esta alta burguesía laboriosa, culta y rica en virtudes cívicas, Inglaterra ha debido en gran parte su poderío y su grandeza.
Una clase así, cuando cumple con sus deberes, es el nervio de una gran nación.
Las circunstancias tal vez hayan obligado al Gobierno inglés a liquidarla.
El visitante que penetra en el misterio de las cosas no puede menos que acordarse de la frase del poeta latino:
«Sunt lachrymae rerum»: «También las cosas lloran». Se experimenta en tales momentos una sensación de silencio espiritual, de abandono, de muerte...
Invade el alma una solemne melancolía de caída de la tarde en un día espléndido.
URGE ACORTAR DISTANCIAS
Y, sin embargo, a un día sucederá otro día, y a una forma de civilización, otra forma de civilización, y acaso más bella.
Las grandes diferencias en la distribución de los bienes no están conformes con los principios de la justicia social. Hay en el mundo una tendencia a acortar distancias que no es socialista, que es cristiana. En esa dirección caminan las grandes naciones. Y hacia ese norte impulsan los Pontífices a todos los pueblos.
Hace un repaso, Monseñor Herrera, de los intentos de reforma emprendidos en diversas naciones europeas, en confirmación de su discurso y repite fragmentos {14 (54)} de la doctrina social de los Pontífices León XIII, Pío XT y Pío XII, relativos al reparto de la renta nacional, al derecho de libre asociación de los obreros para defender sus intereses:
cita la voz de los profetas y palabras de Jesucristo, y concluye:
El gran problema espiritual de España es el de formar la conciencia social.
6. LOS RICOS
HEMOS de reconocer que en la colaboración de los hombres para el mejoramiento de la humanidad, ha sido la más destacada la de aquellos que, desde su riqueza, la han proyectado al bien de los demás. En realidad el bien lo han hecho los ricos pocos ricos, pero ricos al fin, porque ellos solos han podido tener seguridad y libertad para organizar ese poco de bien con que han impulsado el caminar del mundo hacia el perfeccionamiento. Moisés pudo hacer el bien a su pueblo después de enriquecerse en poder y sabiduría. Pero en seguida es necesario puntualizar que, ni el poder ni el saber fueron un fin para él, sino un medio y, a la hora de ponerlo en juego para el fin de la liberación de Israel, supo depauperarse de lo que estorbaba a todo su equipaje mundano. Le habría podido interesar, mundanamente, desbancar al emperador egipcio y establecer una nueva dinastía inaugurada por él, en la que su pueblo pasara de oprimido a opresor; pero sabemos que no lo hizo. Otros sí lo habrían hecho; otros lo hacen.
Con fe y esperanza en un Dios, o sin ella, podría hacerse una lista conspicua de nombres célebres en los que se confirma que han hecho acopio de riqueza para luego emplearla en el bien. Esa minoría de hombres "ricos", apasionados por el bien de la humanidad, se ha compuesto, a la vez, de dos clases de hombres: los meramente especulativos y sentimentales, y los activos y comprometidos. Los primeros se han detenido en la elegancia tranquilizadora de comprender sin hacer o sin hacer bastante, y los segundos han sido la verdadera minoría que ha ido transformando el mundo. En realidad nos referimos a éstos generosos adelantados de la humanidad, que han sabido, han podido y han querido hacer el bien, y por esto lo han hecho. No siempre han acertado en el modo de hacer, pero su proceder ha puesto en evidencia las inhibiciones de los cómodos y perezosos, por no decir de los egoístas, sensuales y reaccionarios.
Tal vez convenga que aclaremos que, cuando decimos "riqueza", queremos significar no solamente la de los bienes materiales, las comodidades y el dinero —¡somos tan materialistas que sólo eso valoramos!...—, sino también las ideas, {15 (55)} el conocimiento. La peor pobreza no es la de no tener, sino la de no saber; la peor esclavitud es la de mantener a otros en la ignorancia, pudiéndoles —debiéndoles, por lo tanto— instruir, concienciar, informar. No faltan, ni en nuestros días, ni cerca de nosotros, esos otros ricos que quieren que pase por la censura" hasta el Evangelio, o que permiten que se predique pero dándole la interpretación que a ellos conviene, según la cual, por supuesto, debería de aceptarse la falsa doctrina fatalista de que siempre habrá pobre" como justificación de los ricos, y no en el cristiano sentido de que éstos, los ricos, han de buscar "siempre" el hacer el bien a los menos favorecidos. Y hacer el bien no será solamente el dar cosas, sino el instruir, el capacitar, el promover, el responsabilizar, el liberar.
No se trata de dar cosas a los hombres, para que, como niños golosos, se distraigan o entretengan mientras se les fomenta la minicodicia de los placeres que enajenan; sino que se trata de poner toda la capacidad del que puede y sabe, en hacer más hombres, en preparar para la libertad, en capacitar para la vida, en enseñar a ser responsables, en contagiar el deseo de hacer el bien a los demás, multiplicando así el aceleramiento de la perfección de la humanidad... No se trata de complacer bestializando, sensualizando, sino de elevar formando, humanizando.
Esos pocos ricos que han querido hacer el bien a sus hermanos; esos ricos para quienes, sinceramente, la riqueza en sabiduría o en poder, no ha sido una comodidad, sino el peso de un deber irrenunciable a la generosidad, no han encontrado facilidades en sus empresas. Han tropezado con la gran mayoría de las codicias y del orgullo de los demás ricos, han tenido que luchar con ella, han sucumbido, a veces, en esa lucha. Sólo unos pocos han conseguido liberarse del mundo. Porque es muy difícil para el rico, entender los planes de Dios, y es muy difícil, después de entenderlos, tener la valentía y la sinceridad de llevarlos a la práctica. Lo más probable es que, después de un sentimentalismo pasajero, piadoso o humanitario, se encierren en un ir tirando, desde una media tinta entre paternalista y desconfiada, para dejarse engullir en el espíritu prostituido del mundo: el rico y los suyos, las más de las veces, se refugian en la placidez cómoda y separada, y el mundo sigue con las injusticias que ellos no han querido ayudar a resolver. ¡Demasiado difícil! Demasiado difícil luchar con la ignorancia de los pobres, con la codicia y resentimiento de los envidiosos y con la soberbia de los grandes...
Cristo nos pudo hacer el bien, porque "era rico", dice san Pablo. Pero no vino a presumir de su riqueza, sino a enriquecernos. Y nos vino a dar ejemplo para que le imitemos. ¿Qué otro rico le quiere imitar?
Serán pocos, porque pocos son los ricos cristianos. Los ricos que pueden llamarse cristianos son los que toman la riqueza de lo que son, pueden, saben y tienen, como una provisionalidad para emplear en el bien sin límite de {16 (56)} los demás. Para esos pocos, es difícil llevar el ideal evangélico a la vida: las primeras dificultades les vendrán de los de su misma clase, cuando los encuentren en un consejo de administración, en una junta de gobierno, en un proyecto de reforma social sincera; allí tropezarán con el materialismo de la mayoría, para quienes lo único que cuenta es el reino de este mundo. No importa que haya un crucifijo en la sala de reunión: es una decoración accidental, apariencia tal vez calculada.
Podrán, sin embargo, entender por qué el Señor, desde el Evangelio, alaba la pobreza, esa disposición interior incontaminada con pactos y debilidades ante el poderoso o ante lo que el mundo engañoso supone como agente de poder. Sin la pobreza y el desprendimiento interior, es imposible que sea beneficioso para uno mismo y para los demás el acervo de bienes materiales o intelectuales que podemos tener. Hombres bautizados y ricos bautizados hay muchos; pero cristianos hay pocos. No puede tener e por tales, aunque griten lo contrario, los que ignoran qué es el bautismo que recibieron; acostumbrada su psicología a imponer y a mandar, tampoco aceptarían ser instruídos. Muchos de ellos compartimentan su vida por lo que, en realidad, creen que el cristianismo les salva de casi nada; más bien suponen que son ellos los que prestigian y hasta "defienden" el cristianismo. La "clase" da por verídicas una serie de ficciones que dificultan todo intento de catequización, para ellos no hay pastoral.
Aceptarán ser alabados y que se cuente —nominalmente— con ellos, pero jamás ser catequizados. El sacerdote o el obispo que lo intente o parezca que haya podido intentarlo, será denunciado o increpado.
A pesar de todo, los pocos ricos cristianos o los que, sin ser cristianos, han procedido con generosidad, son los que han hecho el bien en la historia. Cuando la fe no ha servido para desertar del mundo y aplazar para el más allá el bien, sino que ha sido estímulo y exigencia radical del dinamismo de la bondad, han tenido ocasión de verificar, en sí mismos, el parecido del Señor, el de los Apóstoles, el de los Santos. Y, como ellos, han recibido incomprensiones, han sido causa de desprestigio, han padecido acusaciones, como si estuvieran siempre condenados a muerte", como si, por ellos, "Cristo de nuevo volviera a morir" por los hombres para que, su muerte, refloreciera en vida y fuese levadura de la transformación del mundo.
{17 (57)} Los que se han preocupado de hacer el bien y decían que no tenían fe, en realidad se han movido en el sentido benéfico de un impulso heredado de la misma fe, aunque desconocida. Al fin se hará la unidad del bien, porque todo bien coincidirá con el único Bueno, de quien todo bien procede, y a quien se restituye. Y el bien es tan dinámico y su difusión tan eficaz, que el poco que hacen los pocos, se multiplica y expande y, día a día, a pesar de las dificultades —ya veces precisamente a causa de las dificultades— progresa en el mundo.
Porque Dios no ha dejado el mundo a la deriva, sino que, sin exclusivas para nadie, lo empuja hacia la madurez de la Bondad, que es él mismo, y en este crecimiento colaboran fieles e infieles, con tal que el egoísmo no les cierre el camino. Porque, en último término, la verdadera riqueza es la generosidad.
LA UNICA RIQUEZA, EL ÚNICO VALOR.
Tener o parecer, he aqui dos grandes preocupaciones de los hombres. Tener dinero 0, cuando no lo podemos alcanzar, parecer sabios, o parecer buenos, o parecer ricos.
Pero esto no aquilata la calidad humana.
La ilusión, el estudio, el trabajo del ser humano debe enderezarse hacia un ideal de bien, que le haga superar egoísmos y vanidades, y enardecerse en la transformación del mundo, para despertar en él todas las potencialidades de bien que contiene. Y preparar a otros para que hagan lo mismo.
No se trata de tener o de parecer, sino de ser y de entregarse a lo que perfecciona el ser y se confunde con él: el bien.
La única riqueza, el único valor es una entrega. Tenemos, valemos y somos lo que damos.
{18 (68)}
7. Un millón de emigrantes del Sur español
LOS CATORCE OBISPOS DEL SUR DE ESPAÑA PUBLICAN UN IMPORTANTE DOCUMENTO SOBRE LOS PROBLEMAS MIGRATORIOS EN SU REGIÓN.
LA PASTORAL se abre con la comprobación del grave problema migratorio en Andalucía: mientras en la última década la población española crecía en un 11,1 por ciento, la población andaluza crecía sólo en un 1,3 por ciento. Dato que resulta más llamativo si se piensa que en este mismo período de tiempo Cataluña crecía en un 30 por ciento y el País Vasco en un 32 por ciento.
En cifras absolutas, Andalucía tenía en estos diez años un crecimiento vegetativo de 920.000 personas, pero al tiempo salían por emigración 843.000 personas. Como si hubieran emigrado en bloque las enteras provincias de Sevilla y Almería. Si se piensa que además de emigrar, sobre todo la población activa y joven, se comprende lo que esto supone para una región.
¿Por qué emigran esos hombres? Los obispos responden taxativamente:
«Aunque cada sector de esta población desplazada presenta sus rasgos propios, se da un común denominador de todos ellos: salen casi siempre en busca de un puesto de trabajo que no encuentran en su tierra de origen. Se trata, pues, de una emigración forzada por factores que no dependen del propio emigrante».
La emigración obrera extranjera, que se presentó hacia 1955 como provisional, se ha ido institucionalizando hasta constituir en nuestros días una de las estructuras fundamentales para el desarrollo económico de la nueva Europa.
Entre nosotros, el III Plan de Desarrollo, que se propone el pleno empleo como objetivo fundamental, prevé en este cuadrienio un incremento de la población activa muy superior al de la creación de puestos de trabajo.
{19 (59)} De todo lo dicho cabe deducir que, por ahora, no lleva visos de cerrarse el flujo migratorio que veníamos padeciendo. Y aunque sabemos que el crecimiento industrial ha llevado históricamente aparejado un "cambio de trabajo," con el desplazamiento, inevitable muchas veces, del campo a la ciudad, tampoco se nos ocultan las amenazas del urbanismo, desmesurado, del hacinamiento industrial, del deterioro del medio ambiente, de la despersonalización colectiva, que acarrea un desarrollo sin premisas morales profundas, no siempre atento al precio humano del bienestar.
La Iglesia reconoce y predica el derecho humano a emigrar en busca de horizontes más amplios para el desarrollo personal y familiar. Negar ese derecho o impedir su realización sin motivos superiores es a todas luces recusable e injusto. Pero hacer o permitir —cuando caben otras soluciones— que ese derecho se convierta para muchos en una necesidad equivale a violar un derecho anterior: el de vivir donde se ha nacido. Cuando para sobrevivir no queda otra alternativa que emigrar, la tan aireada libertad de emigración, afirman los obispos, se convierte en tapadera de la injusticia.
NUEVO ORATORIO.
Con esperanza de frutos apostólicos, damos gracias a Dios por la fundación de la CONGREGACIÓN DEL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI, en Tepetlapa, México, que tuvo lugar el 14 de febrero último. Una nueva casa de san Felipe que se une a la secular y benemérita labor de nuestros hermanos en aquellas benditas tierras.
PENITENCIA Y JUSTICIA SOCIAL.
El que cree en Jesucristo no puede ser superficial: ha de mirar con ojos de fe el mundo en que vive y las reacciones, tanto las propias y personales como las de aquellos que con el conviven. Si así consideramos los problemas de hoy y nos fijamos en cómo son provocados 0, al menos, aprovechados por un egoísmo que a menudo dificulta gravemente su solución, podremos entonces advertir que el pecado y el olvido de Dios son la raíz y la última causa de todos los desórdenes y que la penitencia es, para todos ellos, la radical solución.
CONF. EPISC. TARRACONENSE Cuaresma de 1973
CONF. EPISC. TARRACONENSE Cuaresma de 1973 {>T}