Boletín
del Oratorio de Albacete. |
Núm.
116. OCTUBRE. Año 1973. |
0.
SUMARIO |
AR
A la juventud también otoño es primavera; para la cultura, más; para el
espíritu, siempre, porque no puede envejecer, aunque caigan todas las hojas
de los árboles del mundo. En éste, siempre, mientras dura, florecen nuevas
esperanzas y despiertan amaneceres de luz para todo el que los quiera ver,
mirar y recoger con los ojos y con el corazón los horizontes que se dilatan. |
LOS
JÓVENES DE AHORA |
CON
EL TIEMPO |
LA
JUVENTUD QUE ESTUDIA |
CUANDO
SE BUSCA, CUANDO SE HUYE |
BEBER
Y APURAR |
CONOCER
EL HOMBRE, INTERPRETAR EL MUNDO, DISPONER EL REINO DE DIOS |
TENDENCIAS
DE LA JUVENTUD DE NUESTRO TIEMPO |
CRITICAR
A LA IGLESIA |
COMEDIA
(NADA CÓMICA) EN DOS ACTOS |
LIBERTAD
RELIGIOSA PARA LA UNIÓN SOVIÉTICA |
{1
(97)} |
1.
Los jóvenes de ahora |
«Nuestra
juventud prefiere ahora el lujo y la molicie. |
Tiene
modales chabacanos y desprecia la autoridad. |
Ha
perdido el respeto por los mayores. |
Prefiere
parlotear y divertirse al honrado esfuerzo del trabajo. |
Los
jóvenes de ahora contradicen a sus padres, comen sin urbanidad y tiranizan a
sus profesores». |
¿QUIÉN
ha pronunciado afirmaciones tan severas para los jóvenes? Cuando se exalta y
se alaba todo lo joven, ¿quién se atreve a soltar afirmaciones tan tajantes?,
¿quién no teme incurrir en la antipatía general? |
En
cualquier caso, ¿es exacto este juicio? ¿Manifiesta la realidad de la
juventud actual, o lo dice algún resentido, para vengarse de su juventud
perdida y lejana, o realmente procede de alguien que ha observado y
reflexionado seriamente antes de hablar, sin alegrarse en nada por los
defectos que podía señalar, sino más bien con tristeza forzada a la
sinceridad por el amor? |
Los
cristianos sabemos de la predilección de Cristo por la juventud: entre tantos
testimonios que podríamos extraer del Evangelio, de actos, de palabras, de
elecciones de Jesús, bastaría por todo recordar que fueron principalmente los
jóvenes quienes le vitorearon en la efímera gloria de su entrada en
Jerusalén, entre ramos y hosannas". Y, en la historia de la Iglesia, los
santos han demostrado constantemente amor por los jóvenes, si bien no han
sido excesivos en las alabanzas que les dedicaban y más bien señalaron el
bien latente, las esperanzas que podían despertar por sus disposiciones
sinceras y generosas, cuando la corrupción no les había alcanzado y,
superando egoísmos que envejecen prematuramente el corazón, se abrían al
entusiasmo de un ideal de verdad, de justicia y de gozo compartido. |
¿Quién
ha pronunciado, pues, esas tremendas palabras? |
Son
muy antiguas: hace dos mil cuatrocientos años que las dijo un profundo
conocedor del hombre y de los jóvenes, Sócrates. Tal vez entristecido por el
espectáculo o por el resultado de una infancia que había sido a ratos mimada,
pero que había carecido de verdadera educación doméstica. |
{2
(98)} |
2.
Con el tiempo |
EL
NUEVO REY que acaba de ocupar el trono de Suecia, ha elegido y ha anunciado
el lema de su reinado, que será: "Por Suecia, con el tiempo, Todos han
entendido que deseaba significar la identificación con el sentido de juventud
de que siempre ha hecho gala, en su comportamiento, en sus palabras, en su
estilo, en medio de un pueblo donde la monarquía no parece ser ningún
obstáculo a la organización de una convivencia democrática que algunos no han
dudado en calificar de "república coronada". Pero en nuestra época
no solamente los reyes quieren ser jóvenes: para todos, la juventud es el
estilo de nuestro tiempo, porque cuando decimos tiempo", tiempo vivo en
oposición a tiempo arqueológico, a tiempo de nostalgias o recuerdos, a tiempo
para hito de conmemoraciones y aniversarios, queremos significar la agilidad
y el dinamismo creador e iluminado de la juventud, porque ella está siempre
"con el tiempo". |
El
tiempo es la vida; nuestro contacto con él es ese latir de nosotros con su
presencia. Lo demás carece de interés, porque carece de vida. Lo pasado o el
hipotético futuro, son maneras de "presentificación" que valen lo
que valga el rastreo o anticipación ahora presentada. Cuando hablamos de Dios
y de su eternidad, queremos decir, entre balbuceos, algo como un simple,
condensado y universal presente, infinito, no mensurable y, por lo tanto, que
no es tiempo, sucesión de presencias medidas. |
Cuando
decimos "con el tiempo", queremos decir con el sucederse
característico de la presencia de la vida en él. Interpretar la inscripción
de esta vida que, para el creyente, es un ensayo de la eternidad, constituye
la verdadera sabiduría, di miramos a Dios, al que decimos que esperamos, pero
que ya nos envuelve. |
Interpretar
esta vida, actualizar —es una redundancia— su latido ex ser joven, es
mantener al compás del tiempo, con el tiempo, la inserción que agiliza toda
nuestra capacidad dinámica, toda nuestra inteligencia y entusiasmo. No
podemos decir que vivimos, con la densidad propia de esta palabra, si no
mantenemos esa tensión de juventud en nuestros actos, si no miramos con
esperanza nuestro camino, como un amanecer que nos invita a continuas
estrenas, a la serenidad honda de un entusiasmo siempre nuevo y agradecido, a
un ensayo de plenitud, cuya meta es Dios. |
{3
(99)} Por lo tanto, no podemos atarnos a lo que pasa. Pero, como la
autogénesis no existe, no podemos maldecir lo que llamamos pasado, porque nos
soporta, nos alcanza, y, en cierto modo, sigue con nosotros,
desbloqueándonos, abriéndonos y transmitiéndose hasta más allá de nosotros
mismos. Saberlo, creerlo, no impedirlo y fomentarlo es lo que hace hermosa la
vida, es lo que hace fecundo cada momento de ella. |
Cuando
discutimos de comprender o no comprender a la juventud de hoy, hemos de
situarnos en el hilo de este discurso. Cierto que llamamos o se llama
"juventud de hoy" a jóvenes que ya no lo son o no lo han sido
nunca, cualquiera que sea la escasez de su edad o el atuendo con que nos
sorprendan; pero no podemos negar que nuestra época está particularmente
afectada por la prevalencia de lo joven, no ya como una moda, o un estilo de
simple apariencia más o menos convencional, sino entendida la juventud como
un espíritu, como una actitud para valorar y medir lo positivo de la
existencia, como una exigencia que nos fuerza a universalizar todas las
capacidades humanas de simpatía y de bien compartido, como la justicia, como
la verdad, como la libertad, como el amor. Es posible, aun en la buena
intención que despierta tales impulsos, que falte a veces la proporción en lo
mismo que se exige, que la ceguera apasionada de lo que se reclama ponga en
peligro su mismo logro; pero es igualmente innegable que tales exigencias
surgen de intuiciones que no se pueden despreciar y que, tenidas en cuenta,
asociadas a la perennidad de una vida atenta, que sintoniza con el tiempo,
que interpreta su significado, que no deja envejecer el corazón, tales
exigencias permiten y, hasta cierto punto, son necesarias, para que no se
apague o detenga la constante renovación del corazón humano, siempre en
estrena de gracias a cada momento nuevas, que nos enriquecen la visión —que
dilatan la fe— de todos los que creemos y hasta de los que, prescindiendo de
Dios, no pueden por menos de experimentar la maravilla de la vida. |
Comprender
a los jóvenes no es transigir con sorpresas que no acabamos de entender, para
que no nos califiquen anticipadamente como "viejos"; no es pactar
para no perderlo todo; no es contemporizar añadiendo puerilidades ridículas
para recoger con ligereza los últimos miserables aplausos ganados a base de
ficciones oportunistas, porque ahora la juventud está de moda. Comprender a
los jóvenes es comprender la vida y comprenderla con el tiempo. Y
comprenderla con el tiempo, y desde una perspectiva de fe y de gratitud, es
preparar lo que llamamos vida para la eternidad, que es la juventud de Dios. |
Los
cristianos en marcha hacia la ciudad celestial deben buscar y gustar las
cosas de arriba; lo cual en nada disminuye, antes por el contrario aumenta,
la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos los hombres
en la edificación de un mundo más humano. |
Decr.
IM, 57 |
{4
(100)} |
3.
LA JUVENTUD QUE ESTUDIA |
EN
la Edad Media se dejaba el estudio para los clérigos o para aquéllos a
quienes faltaba valentía para el oficio de guerrear; no se creía demasiado en
la superior valentía del pensamiento. Fue el humanismo y sobre todo fue a
partir del Renacimiento que el hombre se sintió en el centro del universo con
curiosidad para descubrirlo, con entusiasmo para conocerlo y con lucidez para
interpretarlo. En realidad la aparición de la imprenta facilitó enormemente
este impulso, remansado y protegido, hasta ese momento, por la paciencia
benéfica de la cultura de los monasterios: ellos nos transmitirían —sagrado o
profano— todo el acervo cultural de la antigüedad cristiana o precristiana;
era el eclesiástico, un monopolio o polarización, sin imposiciones ni usurpación
de ningún género, sino resultado espontáneo de recoger lo que la sociedad
descuidaba y, algunas veces, incluso despreciaba. Aunque hubiera excepciones
insignes como Alfonso el Sabio, Alfonso el Magnánimo... |
No
es extraño que, en el siglo XVII, sorprenda un René Descartes al emprender la
aventura de buscar una razón filosófica partiendo de la autonomía del
pensamiento secular, para proyectar una construcción de certezas a partir,
por sistema, de la única certeza de la propia duda. Él no era ningún clérigo,
ni hasta entonces se había visto que se escribiera sobre filosofía en otra
lengua que no fuese el latín, a no ser que se regresara hasta el siglo XIII
para encontrar a Ramón Llull, empeñado en buscar razones del pensamiento que
bastaran para convencer para la fe a los que todavía no conocían a Cristo,
sin necesidad de imponérsela por la fuerza de las armas o la coerción de los
decretos de los reyes a quienes el fenómeno religioso interesaba e
interesaría, en general, más como recurso o elemento que ayudara a la unidad
política de sus reinos, que como bien espiritual de sus súbditos. |
Descartes
era un seglar y Llull un ermitaño por dentro y un andariego por fuera, que se
sabía todos los caminos de Europa al impulso de su celo santo y utópico a la
vez, y que no fue comprendido, simplemente, porque era demasiado pacífico.
Ambos profundamente creyentes además de sinceros. |
Y
jóvenes de corazón. Pertenecían a tiempos en los que estudiar era un ideal,
una profesión tal vez, pero todavía no un oficio: eso que nunca debiera ser y
cuya amenaza se nos echa encima contrarrestando el beneficio de la ampliación
de acceso a la cultura que se da en nuestro tiempo. |
Conocer,
saber, pensar. Para descubrir la vida, para construir la persona, para
perfeccionar el mundo. ¿Son éstas las miras de la juventud que estudia? |
La
"clase" estudiantil |
Hace
siglo y medio que apareció, en Occidente, el obrerismo, como resultado de la
industrialización. Era una nueva "clase" de hombres: ellos, junto
con los grandes intereses económicos, {5 (101)} por otra parte, han
protagonizado las mayores convulsiones de toda una época todavía no
amortizada, cuando ya se enlaza con ésta en la que la juventud y, de manera
especial, la juventud estudiantil, la comienza a distinguir, porque es otra
clase" de hombres que ahora aparece y que llega equipada con
instrumentos intelectuales para el despertar de una concienciación que no se
limita a ellos mismos. |
No
importa que grandes sectores estudiantiles transiten dormidos por los
pasillos de la cultura, o que la soliciten únicamente como aval para un
posterior mercantilismo, en ese mundo en que todo se pretende vender o
comprar, o todo quiere convertirse en objeto. Quedan todavía los que creen,
no solamente en Dios, sino también en el hombre —porque "hace falta
creer también en el hombre", decía Juan XXIII— y quedan los que, a
veces sin nombrar a Dios, lo confiesan, sin embargo, porque apuntan y
quieren, para este mundo, la misma justicia que Dios ha estado siempre
exigiendo por la voz de sus profetas. |
Esa
juventud que estudia, élite de la nueva clase que viene a revolucionar el
mundo, podrá cambiarlo, como sueña o exige a gritos, con la condición de que
sus protestas y exigencias actuales, sean algo más que la sintomatía de
complejos o reacciones compensatorias de frustraciones que buscan en la
anticipada venganza de la acusación lo que sólo se podrá alcanzar, además de
denunciar y protestar, con el esfuerzo y la perseverancia de la propia
responsabilidad mantenida, sin ceder a las posteriores claudicaciones y
aburguesamientos con que nos entristecen hoy los disconformes de ayer. |
Cuando
la nueva clase no solamente tenga razón, sino la mantenga. |
Con
esperanza |
La
cultura se secularizó a partir del Renacimiento, se racionalizó con el
positivismo y se ha generalizado —algunos dicen "masificado"—
después de las dos últimas grandes guerras. La nueva "clase" de los
que estudian llegará a ser universal dentro de muy poco y a despecho de los
restos de privilegios que subsistan en las zonas subdesarrolladas, y tendrá
características nuevas, porque superará la falta de movilidad de la antigua
"clase" obrera. Los obreros difícilmente dejaban de serlo; lo mismo
que los ricos, todavía más seguros en su clase. La clase de los estudiantes,
en cambio, será clase de una época de la vida del hombre, será clase de una
edad. Pronto, estudiar, no será un privilegio y, por lo tanto, no será una
tentación que puede llevar al hombre a capacitarlo mejor para oprimir o
explotar a su prójimo en vez —como debiera de ser— de servirlo mejor. Pues,
aunque sea cierto que el estudio y las titulaciones universitarias han dado a
grandes servidores de la sociedad, no lo es menos que también han dado acceso
a los buscadores de patentes para empleos, cargos o ascensos en los que, con
mínimo esfuerzo y servicio, pudieran conseguir fáciles ventajas económicas y
un "status" social privilegiado. Pero esto, merced a la
generalización del acceso a la cultura, ya resulta cada vez, afortunadamente,
más problemático. |
Desde
que vamos comprendiendo mejor que la fe no puede suplir todo lo que la
comprensión racional pueda proporcionarnos, hemos de abrirnos a la esperanza
al ver que el número de los que estudian aumenta. La inteligencia nos la ha
dado Dios y desarrollarla {6 (102)} y enriquecerla es un medio de realización
humana y de comprensión del mundo. Por lo tanto es un medio para perfeccionar
el mundo. En la medida, sin embargo, en que la cultura se libere del egoísmo
y de la vanidad y se conciencie y responsabilice, para una mejor comprensión
humana: lo cual nos lo proporcionará la fe y la clara visión cristiana de la
vida. De esta fe no hipocritizada surgirá la idea de que los estudios y la
capacitación universitaria o técnica, no pueden tomarse, ni ofrecerse. ni
exigirse como medios principales para la obtención de títulos, sino para la
adquisición comprometida de responsabilidades. |
Esta
mentalidad, si prospera, permitirá la superación de los males del
burocratismo impersonal y asfixiante de nuestra sociedad y nos curará del
cáncer del empleadismo, para reducirlo todo al concepto verdadero de servicio
del prójimo. Pablo VI lo ha previsto en su encíclica "Octogésima
adveniens" (núm. 47). |
La
primacía cultural |
Entendida
la cultura como desarrollo de la persona y de la sociedad, como atesoramiento
de conocimientos y experiencias que se transmiten y modelan el crecimiento
del hombre y su organización de convivencia, generadora de principios y
convicciones que la vinculan a la libertad, a su ejercicio, a la ordenación
generosa de las fuerzas vitales, a la comunicación, constituye una de las
ideas que dominan casi todos los discursos del papa Pablo, como algo
naturalmente indispensable para el soporte de todo bien espiritual creciente.
Por esto es lícito creer que, la juventud que estudia, prepara este futuro
mejor. |
A
despecho de apariencias contrastantes y de actitudes exhibicionistas y
contestatarias, tenemos confianza en los jóvenes. |
A
aquellos que buscan nuevos caminos de compromiso personal, les quisiéramos
repetir la frase inquietante del Evangelio: «¿Por qué estáis ahí todo el día
sin hacer nada?». Su sed de absoluto no puede ser colmada con los sucedáneos
de ideologías o de experiencias prácticas aberrantes. |
No,
los jóvenes tienen en sí mismos la capacidad, el ingenio, la inventiva, la
imaginación, la fuerza, el espíritu de entrega, y de sacrificio para poder
prestar su contribución a la salvación de los hermanos: «¡Id también
vosotros!...» |
PABLO
VI, 22. 6. 73 |
{7
(103)} |
4.
Cerca y lejos de Dios: Cuando se busca, cuando se huye |
HAY
GENTES que no están con Dios, porque todavía le |buscan. Y gentes que no
están con Dios, porque huyen de Dios. De los primeros Cristo diría que no
están lejos de su Reino, de los segundos que su mirada hacia lo que llaman
verdad, no es limpia de corazón. |
Los
que buscan a Dios, lo identifican, anticipadamente, con las exigencias
positivas absolutas de lo que consideran el bien. Si un día lo descubren, no
se detendrán en la posesión del hallazgo, sino que continuarán buscando: Dios
es infinito. Muchos de ellos tal vez mueran sin haber encontrado, o sin
haberse dado cuenta que su búsqueda no acabada apuntaba hacia la divinidad;
muchos de ellos serán de aquéllos de los que se dice en el Evangelio: «Pero,
Señor, ¿cuándo te encontramos, cuando te visitamos, cuándo te hicimos el bien
si no te conocíamos?». Y a los que Cristo respondería: «Sí, cada vez que lo
hacíais, o encontrabais, o servíais, u os preocupabais por uno de estos más
pequeños, más pobres, a mí me lo hacíais, a mí me encontrabais... Pasad, pasad
a participar de mi gozo». |
Los
que huyen de Dios, aunque suplan o busquen substituirlo con alguna de las
falsificaciones que se venden por esos mundos; aunque se nos presenten como
los rebeldes que reaccionan contra todas las reales o supuestas injusticias
de nuestra época y de esta tierra, se parecen al pseudorrebelde que satiriza
ese todavía joven autor americano, Murray Shisgal, en su obra The tiger, cuyo
héroe, cargado de nociones filosóficas postizas, y que invoca el ideal del
hombre primitivo de la sociedad, el hombre natural lawrenciano, al que la
sociedad actual es hostil, en el fondo no es más que un ser momentáneamente
insatisfecho, cuyos miedos y pobreza de personalidad intenta esconder, y que
está totalmente dominado por los valores de la clase media y sucumbe, finalmente,
a la tentación de la comodidad y de los placeres burgueses. Porque más que
ideales, lo que le movía era el resentimiento. Y era un resentido porque le
faltaba limpieza de corazón, la transparencia de la buena voluntad, la
valentía generosa de un entusiasmo por la nobleza desinteresada del bien. Era
un egoísta que gritaba; ni un profeta, ni un apóstol, ni un idealista. |
{8
(104)} |
5.
Beber y apurar |
HAN
pasado las fiestas de nuestra ciudad y de muchos pueblos y ciudades que, por
estas calendas, celebran el gozo de las cosechas; gozo legítimo después del
trabajo y del fruto por él conseguido que, además, entre cristianos, tienen
el significado de agradecer los bienes que nos depara la Providencia,
manifestada, de manera particular, por esta convergencia del esfuerzo humano
con el continuo manar de la naturaleza, dócil al orden que el Creador ha
impreso en ella. Las fiestas son legítimas, son justas, porque revisten el
significado de una gozosa y colectiva acción de gracias al Padre de todo lo
creado: |
de
la tierra, de las plantas, de toda semilla, del agua, de todo ser viviente, y
de la fuerza y de la inteligencia y voluntad del hombre, que cuida, recoge,
transforma y usa y goza, mientras transforma y domina todo cuanto aparece y
se mueve en la superficie de la tierra. |
Inscrita
en una de estas celebraciones, a últimos del mes pasado, venía en algunos
diarios de circulación nacional, una noticia no comentada, pero que juzgamos
lamentable por sí misma y porque se refería a una parte de un programa de
festejos de un pueblo de nuestra provincia manchega —que no citaremos— en
ella se daba cuenta del triunfo de un joven en un concurso de bebida
celebrado en aquella localidad con motivo de sus fiestas patronales", y
relataba la hazaña del vencedor —¡cuatro litros de cerveza en menos de veinte
minutos!—, quien después de obtener el premio en metálico asignado al
ganador, dijo, pidiendo más cerveza, que "pensaba gastar aquel dinero en
beber para celebrar el triunfo". Había sido un concurso para mozos, con
notoriedad suficiente para que el corresponsal de la agencia Cifra recogiera
el suceso y fuese lanzado a los teletipos de las redacciones. Sin
comentarios, porque éstos se los haría ya el lector, bien fuese por lo
chocante y divertido del impenitente bebedor, bien por lo chabacano del
suceso. |
¿No
basta ya que, en España, existan algo más de dos millones de alcoholizados,
para que la poca imaginación de los que organizan festejos, aunque pongan a
un Santo por patrón, tenga que recurrir a la burdez de los concursos de
bebedores? ¿Qué clase de deporte es ése? ¿Qué exponente de cultura? ¿Qué
mérito se pretende realzar? ¿Qué valores exalta o qué ejemplaridad promueve? |
Nos
escandalizamos del consumo de drogas, como de una corrupción por lo común
externa y exótica de la que nos sentimos todavía libres: pero nos deja
indiferentes que sigamos con uno de los índices mundiales más elevados de
afectos y enfermos por el abuso del alcohol, y somos campeones en el
descontrol de su publicidad y en las facilidades comerciales de su venta y
consumo. Además, en {9 (105)} amplios sectores de nuestra sociedad se
mantiene el concepto de que el uso precoz del alcohol es una nota de nuestro
machismo hispánico. Hay padres y personas mayores cuya ignorancia no les
advierte del daño que causan dando de beber bebidas alcohólicas, aunque sea
en pequeña proporción, a los niños: |
pero
otros lo hacen creyendo que, de este modo, "se hacen más hombres" o
se preparan para ser más fuertes". |
Cualquier
estudio sobre las enfermedades, llevado de forma estadística, nos llevaría a
tener que admitir que, directa o indirectamente, tienen el origen, en elevado
porcentaje, en el alcoholismo, que se caracteriza por la perturbación
fundamental del sistema nervioso central, y un conjunto de derivaciones
físicas que no solamente afectan al individuo bebedor, sino que alcanzan a su
herencia; este tanto por ciento se eleva enormemente —cerca del 50— en lo
relativo a las perturbaciones y enfermedades mentales. |
Si
el examen se hiciera sobre la delincuencia, veríamos la espantosa y crecida
relación que guarda con el alcoholismo. |
Pero
todo esto no descubre nada nuevo. Por lo común son cosas sabidas y repetidas.
Ni siquiera hace falta dosis alguna de filosofía para sacar consecuencias, si
todavía nos queda un mínimo de sentido común y de moralidad. 0, si lo
preferimos, de amor a nosotros mismos y de justicia y de amor a nuestros
prójimos. |
¡Cuánto
cuestan los libros! |
Llevan
razón, seguramente, los padres que los han de comprar este principio de curso
para sus hijos: uno con otro, cada alumno español necesitará gastar 1.250
pesetas. Hace sólo cuatro años que esta suma se reducía al 80 por ciento. |
Pero,
moralicemos un poco: por aquellas mismas fechas, cada español gasto en sus
diversiones anuales, 5.000 pesetas —naturalmente, los grandes por los chicos
y los ricos por los pobres, mejoraron dicha cantidad—. Si al finalizar este
ano se mantienen las proporciones, cada español habrá gastado en divertirse
unas 7.000 pesetas: y también, lo que no gasten unos, lo gastarán de más
otros. |
Esta
cifra no incluye aperitivos, bebidas alcohólicas, tabaco, discotecas,
cabarets, etc. |
Sería
interesante, además, esperar a Reyes para ver cuánto en juguetes y en regalos
se gastará, en más o en menos, para los mismos que ahora necesitan los
libros. |
…Aunque
es verdad que los libros son demasiado caros. |
{10
(106)} |
6.
CONOCER EL HOMBRE, INTERPRETAR EL MUNDO, DISPONER EL REINO DE DIOS |
HOMBRE,
mundo y trascendencia. Vivir es saber llegar a la coherencia que integra esta
trilogía: yo, lo que me rodea y el más allá. Yo en el mundo y el mundo en mí.
Y yo y el mundo en Dios, y Dios latiendo en mí y moviendo el mundo, cálido de
su presencia. |
La
fe no me sirve para defenderme del mundo o para dominarlo: la fe tampoco me
sirve para explicarme lo que ignoro o los misterios que los demás no pueden
desvelarme. La fe no explica, la fe integra. Con ella he de ir descubriendo
lo que soy y de interpretar lo que me rodea, armonizándolo todo con la
referencia a Dios. No puedo caminar con los ojos cerrados, con la mente en
trance de justificar su pereza a base de docilidades estratégicas y fingidas,
o de esconder su ignorancia con el barniz de filan asimilaciones, que pueden
engañar o engañarme, pero que, a la postre, no consiguen otra cosa, con su
plagio, que detener o deformar el crecimiento sereno de mi personalidad de
creyente. |
Mi
personalidad no está en la apariencia diferenciadora que logre revestir mi
conducta comprobable; no es lo que me singulariza sin más. Si fuera solamente
esto podría coincidir fácilmente con los complejos y envidias fruto de las
comparaciones ociosas que miran el entorno sin referirse al fin. No es el
destacar de otros o entre otros lo que pone en evidencia mi personalidad; es
el despertar, el poner a flote y desarrollar las semillas de las
potencialidades que Dios ha sembrado en mí para ser "yo". sin
complacerme en la propia contemplación, sin entristecerme en la comparación
ajena, sin despreciar ni olvidar a los demás es profundizar en ese
"yo" sincero y humilde, generoso y abierto, que busca más el dar
que el esperar recibir, y que por esto no juzga, ni las cualidades ajenas le
entristecen, ni roba ni se aprovecha, sino que descubre el gozo en el
reconocimiento de lo que recibe de Dios y en el desprendimiento de lo que da
a los demás, sin llevar la cuenta. |
Es
posible desde una actitud de le, desde la serenidad profunda que ella
comunica, para encontrarme a mí mismo sin detenerme en mí, porque me abre a
la admiración ante lo que Dios me muestra y me da, y me infunde respeto hacia
los demás, impulsándome a ayudarles sin absorberles y sin invadirles,
reconociendo y agradeciendo —con la lógica del amor, a la cual no basta el
cumplido— la instrumentalidad providencial que me sostiene y me guía. Ese
mundo en el que tanto he recibido y desde el que se me dilata la visión de
horizontes más amplios en esperanza, cuando voy descubriendo, a lo largo del
caminar de la vida, la inmensa tarea, todavía por estrenar, ante la humanidad
que sufre y espera. Deseos y esperanzas de verdad y de justicia, y
sufrimientos porque todavía no se realizan. |
{11
(107)} Todo el mundo, hoy, habla de justicia y de verdad, y al tiempo que su
invocación y su exigencia prosperan en todas las proclamaciones, aumenta el
silencio de su referencia a Dios. Algunos porque dan por perdida su fe en lo
trascendente, por la simple razón de que no es simplemente comprobable o
porque suponen que, los que defienden a Dios y la trascendencia, proceden de
la enajenación y conducen a ella. Otros, a pesar de conservar integra la fe,
por temor de que, una vez más, no sea aceptada su sinceridad. Es cierto que
la razón de Dios no se defiende con peleas y con cruzadas y ni siquiera desde
posiciones polemistas: la hora de la apologética ha pasado, y la de la fuerza
nunca ha sido cristiana. Pero la de la verdad serena y el de la honradez de
su afirmación, aunque incluya la trascendencia en quien la proclama, es más
legitima que nunca. |
La
proclamación del Evangelio no incluye ninguna vindicación monopolística del
bien, ni apaga la mecha humeante ni rompe la caña quebrada, porque el
Evangelio es integrador, como luz que abraza todo lo que toca, y es
transformador, como levadura que fermenta todo lo que penetra. El Evangelio
no es una "propaganda", sino un anuncio de bien para todos los que
se abran a la esperanza de lo que se incluye en el Reino de Dios. Cuando
Bertrand Russell se refería, prescindiendo de Dios, a este mundo y a las tres
pasiones que lo debían liberar de sus miserias, que debían ser como los
pilares de la nueva ética —necesidad de amar, sed de conocimiento y piedad
ante los sufrimientos humanos— incluía la trascendencia, a pesar suyo. |
La
fe me dice que la trascendencia es lo sobrenatural, pero ya desde aquí, sin
aplazamientos que hagan cómoda mi responsabilidad de ahora. Porque el Reino
de Dios no es reducible a una esperanza de premio para el más allá, sino que
se edifica con el esfuerzo de una verdad que quiere realizarse, que debe
comenzar a realizarse ahora mismo: por esto me interesa el mundo, porque es
en su marco donde únicamente puedo realizar toda esta labor, y se me
entusiasma el corazón y se conmueve de reverencia todo mi ser porque lo he de
hacer yo al lado de todos los que también creen o, por lo menos, buscan. |
Esa
tarea comprendida, esa gracia correspondida, me transforma y me compromete.
Es una vida y es ya en este mundo que necesito comprender y acompañar, y es
hacia Dios, porque Él resume todo el bien que yo mismo y todos los demás
podamos desear en una comunión universal de esperanza, desde aquí, para Dios.
Es ya el Reino de Dios, que comienza. |
El
mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los
lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone
como deber el hacerlo. |
Deer.
IM, 34 |
{12
(108)} |
7.
Tendencias de la juventud de nuestro tiempo |
LA
JUVENTUD de nuestro tiempo ha sido fuertemente marcada por los
acontecimientos políticos, por las transformaciones sociales, por los
movimientos ideológicos y por los desastres bélicos que han constituido la
agitada historia de estas últimas décadas. Como si se hubieran derribado
todas las murallas, la rapidez y difusión masiva de sus efectos y el influjo
de sus derivaciones incontenibles ha llevado, en lo religioso, a una
disociación entre trascendencia y vida civil. Se han secularizado todos los
órdenes de la cultura y de la naturaleza, y el mundo que nos ha tocado vivir,
se ha tomado más como una tarea que hay que hacer, que como un lugar donde
Dios se manifiesta. Un humanismo superior en fuerza al que cerraba la Edad
Media, ha surgido imponiendo la figura del Hombre, como un proyecto enfocado
hacia el futuro, cuya atracción priva sobre el pasado e incluso sobre las
mismas vigencias del presente. Las teorías o planteamientos intelectuales de
otros tiempos sólo se aceptan en tanto que permiten ser re-interpretados para
integrarse en esa visión hacia el futuro. |
El
hecho religioso, como consecuencia de la "secularización, se privatiza: |
la
época de la "cristiandad" ha pasado, cualquiera que sean los
intentos de remodelamiento póstumo: los reinos cristianos, las guerras de
religión, la cesarización de lo divino ya han sido amortizados. Pero, casi
inmediatamente, como una reacción que no acepta demoras, se despierta, en
nuestros días, una tendencia de exigencias políticas para una renovación de
la sociedad civil, de sus estructuras sociales, de la necesidad de participar
—contra toda inhibición— en el proceso histórico de la humanidad, todo lo
cual supera, evidentemente, y transforma desde su raíz la privatización
religiosa yendo mucho más allá del ámbito de la vida individual. |
Los
adultos cristianos han podido seguir la parábola, por lo menos en la última
parte del proceso, de esta evolución del mundo actual, y han tenido la
ventaja de poderlo contemplar y de participar en ella con la serenidad que
confiere la posesión vivida de más datos otros, es posible, que hayan
asistido al fenómeno inhibidos y asustados, porque sus mentes cristalizadas y
cerradas, no habían sido educadas para ninguna integración posterior,
rectificadora o enriquecedora. Pero en cuanto a los jóvenes, han despertado a
la razón en pleno hervor de la rápida y universal transformación que se
opera. Por eso no debe extrañar demasiado que en ellos se manifieste la
prevalencia de estas tendencias, cuando la influencia de un conservadurismo
{13 (109)} a ultranza no ha conseguido envejecer tan prematuramente, que
hayan despertado a la vida sin conciencia ni visión del proceso en que les
correspondía participar. Tienen un interés mayor: |
por
lo futuro que por lo pasado |
por
lo dinámico que por lo estático |
por
lo esencial que por lo accidental, |
por
los contenidos que por las formas, |
por
el compromiso arriesgado que por la preservación autodefensiva, |
por
lo exterior que por lo interior, |
por
lo inmediato que por lo remoto, |
por
la eficacia que por la sola buena voluntad, |
por
la crítica que por el talento constructivo, |
por
lo personal que por lo institucional, |
por
lo comunitario que por lo individual, |
por
lo reivindicativo que por el paternalismo asistencial. |
Estas
oposiciones deberían de ser valoradas, y los problemas prácticos que resultan
cuando se traducen en conductas están en la raíz de la crisis generacional
por las dificultades de comprensión y de compensación recíproca, difíciles de
equilibrar en un momento de cambio tan rápido. Ese es el problema. |
Estas
tendencias apuntadas se dan, inevitablemente, en los jóvenes en los que es
posible descubrir algo positivo o una cierta profundidad capaz de hacerles
buscar un sentido a la vida, más allá y por encima de esos también jóvenes en
edad, pero incapaces de sobreponerse a la vida consumista y erótica que les
destruye o, por lo menos, les detiene o los enajena. Aquí nos referimos no al
tiempo biológico de la juventud, sino a la denominación relativa a la época
en que se despierta y va construyéndose la verdadera personalidad, al paso
que descubre el mundo que le envuelve, sus esperanzas y sus problemas, con la
progresiva consolidación de la personalidad, que no le permite mirar la
realidad y el horizonte con indiferencia. |
Algo
de mí, precisamente ahora. |
Dios
quiere algo que es parte "de su Reino y de su justicia": lo quiere
precisamente de mí, precisamente ahora. Me lo hará conocer no por
experiencias extraordinarias e iluminaciones, sino por medio de las cosas
sencillas y de la verdad en ellas oculta: mediante el sentido que revela la
situación tan pronto yo la contemple, no con los ojos del mundo o de mi
propio punto de vista personal, sino al llevarla delante de Dios y examinarla
con la disposición de hacer su voluntad. |
Romano
Guardini. |
{14
(110)} |
8.
Criticar a la Iglesia: |
¿Porque
nos sentimos más libres, por ligereza, por ignorancia, por odio, por amor? |
EN
NUESTRA época somos más sensibles que en épocas pasadas a la idea y al
ejercicio de la libertad, esa prerrogativa en la que se basa la dignidad y la
responsabilidad del hombre. Y una de las formas en las que con más frecuencia
se ejercita, es la crítica, es decir el análisis y valoración de lo que
destaca en la experiencia de la convivencia humana. |
Podría
ser ésta la ocasión para reflexionar y puntualizar en qué consiste, más
concretamente, la crítica, en cuáles han de ser sus cualidades y que efectos
debe pretender; pero bástenos tomar la acepción generalizada con que el
término se emplea para ver que se trata de señalar los defectos, de
denunciarlos y, en muchas ocasiones, de provocar reacciones contestataria: |
o
protestas que refuercen el vigor del mal descubierto y denunciado. |
En
general el hombre es más propenso a denunciar a los demás que a sí mismo; y
todavía, cuando denuncia a los demás, toma con frecuencia las precauciones de
dirigir sus denuncias de manera que adquieran la máxima sonoridad, pero que
le lleven las menores consecuencias desagradables. Por esta razón la Iglesia
es denunciada con tanta frecuencia, porque, sensiblemente, tienen poco
alcance las puniciones que de ella pudieran caernos. Las denuncias que ella
formula, en cambio, o simplemente los "anuncios" de la Buena Nueva
de Dios que expone a los hombres, suelen acarrearle no pocas penas y
represalias. |
Con
lo cual no queremos decir que en la Iglesia no haya defectos. Los que la
formamos, cualquiera que sea el lugar que en ella ocupemos, somos pecadores
y, por lo tanto, con o sin razón, siempre ofreceremos motivos para el que
observe con ánimo para la denuncia. Si el que señala defectos lo hace con el
amor del que la desea más santa, la crítica no será de temer. |
Si
el que denuncia lo hace por el odio —será menos veces—, en realidad es
lamentable para el mismo denunciante más que para la Iglesia. Lo más
corriente es que las denuncias o críticas proceden de la ligereza, de la
ignorancia, de la mala información, de mentes deformadas, de conceptos
errados que se dan incluso en personas en otros aspectos instruidas pero
faltas de un sencillo y elemental criterio sobrenatural, imprescindible a la
hora de juzgar el bien y el mal de los hombres que componen la Iglesia. |
De
nada, ni de nadie que estamos a como en este mundo, ni de la misma Iglesia
mientras camina por el tiempo, podemos estar satisfechos ni creer en bondades
y perfecciones rotundas. Pero no se puede decir que la Iglesia este inactiva
en su esfuerzo por promover el bien la justicia, la libertad, la paz...
Tiene, como institución temporal, los defectos que los hombres {15 (111)} le
ponemos y, en general, menos defectos que otras instituciones y, en conjunto,
suele ser siempre menos de lo que los hombres nos merecemos y nos devuelve
más de lo que le entregamos. Lo que ocurre es que la comparamos demasiado con
todo lo que es simplemente humano y, si le atribuimos alguna santidad, es
para delegar en ella exigencias de perfección que no quisiéramos asumir nosotros
mismos. Con todos los defectos que indudablemente acarrea su dimensión
humana, no ha recortado nunca un ápice del Evangelio que nos transmite, nunca
en las partes que pueden ser esgrimidas para echarle en cara sus actuales
deficiencias. Las reconoce, las sabe y, de algún modo, se esfuerza en
superarlas. |
Mitificamos
las exigencias que en ella delegamos y formulamos críticas que encierran
verdaderas contradicciones. Por ejemplo, le exigimos que, por un lado, sea
más efectivamente pobre —y este deseo es justo—, mientras por otro la
acusamos de falta de agilidad y de presencia, de notoriedad y universalidad
en palabras y juicios, sobre todo lo que ocurre en el mundo, para la
prudencia de cuyos juicios o la oportunidad de cuyas acciones le sería
indispensable una información solamente posible de obtener, por si misma y
con seguridades de exactitud y veracidad, si disponía de enormes y
universales recursos técnicos —es decir, de riqueza— para que ello se pudiera
llevar a cabo. Exigimos a su jerarquía lo que bastaría que hicieran los
cristianos por el solo hecho de su bautismo. Pedimos definiciones y
sentencias, sólo para ahorrarnos el tener que afrontar las responsabilidades
de nuestras personales decisiones. Y, en no pocas ocasiones, nos
escandalizamos de lo que carece de realidad, porque aceptamos cualquier
información o interpretación turbadora sin dar tiempo a la reflexión, o
porque nos falta fe en ella para desconfiar de las informaciones manipuladas
que falsifican sus gestos o su imagen. Muchas veces por no habernos educado
en sólidos criterios de prudencia humana y sobrenatural, nos pasan por alto
palabras y gestos de hombres y hasta de jerarquías de la Iglesia que nos
llenarían de consolación. |
Ello
explica, además, por qué tantas veces nos resulta excesivamente comedida
cualquier declaración del papa o de los obispos: se dan cuenta de que son
observados y del riesgo de ser utilizados y manipuladas sus palabras y
tergiversados sus actos, por la malicia, por los intereses o por la ligereza
humana. |
Creamos
en la Iglesia. Y no por ello nos resignemos a pactar fatalmente con los
defectos que le descubramos: son, en realidad, nuestros propios defectos.
Pero seamos cautos y no precipitemos juicios cuando algo pueda sorprendernos
demasiado. Además, procurémonos informaciones más completas y principalmente,
eduquémonos en la serenidad de juicio, en la apertura de la mente y en la
rectitud de criterio. |
Y
antes de dudar o de criticar de ella, mirémonos al corazón y examinémonos
sobre el amor a Dios, a ella, a los hombres y a nosotros mismos. |
Porque
la libertad, cuando no es ejercida con el amor, se traduce en estupidez que
da arañazos o en malicia que destruye. |
{16
(112)} |
9.
Comedia (nada cómica) en dos actos |
QUÉ
CÓMODO sería para la Iglesia no tener los pies en Y la tierra. Esta queja de
Pablo VI vuelve hoy a nuestra memoria al comprobar —una vez más— qué difícil
resulta valorar cualquier suceso en el que valores religiosos y problemas
políticos se juntan. El drama de Chile nos plantea de nuevo la cuestión. |
HACE
una semana abríamos la televisión y el general Pinochet en persona iniciaba
una entrevista contándonos que acababa de venir "de un Te Deum de acción
de gracias". No vamos a ocultar que la noticia nos dejó de piedra. ¿Un
himno de acción de gracias cuando los muertos seguían cayendo por las calles,
cuando las noticias hablaban aún de miles de fusilamientos? ¿Se montaba la
Iglesia chilena en la carreta del vencedor y se felicitaba del golpe de
estado? |
Se
olvidaba de sus esfuerzos de imparcialidad política y se disponía a servir
generosamente a los nuevos amos prestándole su cobertura moral? Honradamente
no podíamos dudar de la palabra del general presidente y, por si nos quedaba
alguna duda, los periódicos de la mañana publicaban lo que la víspera
podíamos haber oído precipitadamente. Era real: Pinochet afirmaba acabar de
venir de tal Te Deum. |
Pero
pronto las noticias empezaban a ser menos claras. Otros periódicos negaban la
existencia de tal exaltación jubilosa de acción de gracias y hablaban de la
simple coincidencia del aniversario de la fiesta nacional en el que el
cardenal de Santiago había rezado por los muertos. Declaraciones posteriores
del cardenal Silva Henríquez aclararían del todo los hechos: «La Junta
militar quería que el día 18, fiesta nacional, oficiara un Te Deum en la
Escuela Militar. |
Yo
manifesté —dice el cardenal— que no estaba de acuerdo. Que estaba dispuesto,
por el contrario, a participar en un acto ecuménico en cualquier iglesia de
Chile para orar por la paz. Ellos comprendieron y aceptaron». |
La
distinción del cardenal era matizada y correcta. No es lo mismo un himno de
felicitación a los vencedores que una oración no jubilosa por la paz. Pero
¿quién ve, quién mide las distinciones por muy justas que sean? El cardenal
distingue. Pero, a continuación, el general tiene un pequeño
"lapsus" y la noticia del Te Deum celebrado corre por el mundo
entero y con ella la idea de que la Iglesia chilena se ha vendido. Alguna
revista minoritaria tratará de aclarar los hechos, pero eso lo leerán unos
cuantos miles de interesados mientras el mundo se convence una vez más de que
la Iglesia juega su papel oportunista. |
{17
(113)} PERO la comedia tiene un segundo acto. Dos días después del presunto e
inexistente Te Deum se celebra en Roma una misa por Allende. Asisten cinco
mil personas. En ella el celebrante —el abad Franzoni, conocido puntero del
progresismo— lanza su ataque sobre la jerarquía chilena. Nunca estrechará la
mano —proclama— de obispos que han festejado con un himno religioso la
violencia del capitalismo armado. El orador no otorga a la jerarquía chilena
ni siquiera el privilegio de la duda, no espera a informarse suficientemente. |
Parte
del supuesto de que un obispo es un presunto servidor de los ricos. No parece
siquiera haberse preguntado si la misa que está celebrando no es una
manifestación política gemela, desde el otro extremo, de las políticas misas
por Hitler o Mussolini, cuyas celebraciones ha repudiado cuando se han
llevado a cabo. Por lo visto en su caso la utilización política de la
eucaristía está autorizada porque esta utilización coincide con sus ideas
personales. |
Y
ASÍ es como siempre y desde todos los lados, la Iglesia, la jerarquía, la
eucaristía misma son utilizadas por los espadachines de distintos colores.
Unos y otros confunden y mezclan, unos y otros camuflan sus puntos de vista
personales bajo la capa del Evangelio. |
¿Es
que no es posible distinguir? ¿Es que no es posible aclarar? ¿Es que la
condición humana es este caminar entre dudas y la realidad de vivir en
cristiano coincide con la certeza o la probabilidad de equivocarse cada
mañana y cada tarde? |
Probablemente.
Pero al menos sería bueno que viviéramos en constante revisión de nosotros
mismos, en constante sospecha de que nuestro evangelio puede terminar siendo
mucho más "nuestro" que "evangelio", en permanente
desconfianza de si no estaremos todos y cada uno de nosotros utilizando
nuestra fe y nuestra Iglesia para imponer nuestros personales dogmatismos. |
La
lección de Chile podría conducirnos a una pequeña "cura de
humildad", a una renovación del propósito de no juzgar, que no nos
incite a la inactividad, pero que sí nos frene en la precipitación. A no ser
que queramos escribir cada uno de nosotros un tercer acto a esta nada cómica
comedia. |
Creo
que no se producirá ningún progreso hacia la paz hasta que logremos
compenetrar la juventud hacia lo que tiene de sagrado y de permanente la
naturaleza humana. (Pau Casals) |
{18
(114)} |
10.
LIBERTAD RELIGIOSA PARA LA UNIÓN SOVIÉTICA |
Con
motivo del viaje a Alemania occ., de Leónidas Brejnev, fue entrada la
siguiente carta a la embajada soviética en Bonn. |
CON
VIVO interés, todo el pueblo alemán se dispone a seguir vuestro viaje a
través de la República federal alemana. Esta visita es considerada como una
contribución a una comprensión creciente y a una colaboración más estrecha
entre nuestros pueblos. La acompañan grandes esperanzas para un futuro
pacífico de Europa. |
Por
su parte, los cristianos de nuestro país mantienen sus esfuerzos por
contribuir a la paz, incluso entre pueblos que se diferencian por la
diversidad de las concepciones fundamentales y de los sistemas sociales. Nos
consta que, en sus esfuerzos en pro de la paz, el pueblo alemán ha de
soportar sacrificios, hasta superar los recuerdos dolorosos del pasado. A
pesar de ello, es preciso declarar abiertamente que una paz duradera entre
los pueblos es posible solamente si los derechos esenciales del hombre están
garantizados y efectivamente realizados en todos los países. Y no dudamos que
la libertad religiosa forma parte de estos derechos fundamentales. |
Es
precisamente sobre este punto que muchos de ellos se sienten invadidos por
una profunda preocupación, porque actualmente —y no solamente ellos— han
recibido informaciones según las cuales en vuestro país, a pesar de lo que
claramente se estipula en la Constitución sobre la libertad religiosa,
personas y grupos enteros son perjudicados y oprimidos. |
Os
rogamos queráis comprender que, frente a este problema, no podemos permanecer
en silencio. En la línea de un mejoramiento de las relaciones entre nuestros
pueblos, nos creemos en el deber de aprovechar la ocasión de vuestra visita a
Alemania federal para poner de relieve la realidad de tales informaciones y
el estado de opinión pública de nuestro país en lo que se refiere a este
asunto. Os pedimos con insistencia que examinéis estas informaciones y que
pongáis remedio a los hechos que revelan. |
Es
comprensible que las informaciones que nos han llegado se refieran de manera
particular a los cristianos evangélicos y católicos. Como un ejemplo de lo
que decimos, queremos citar la situación de las comunidades baptistas y la de
los católicos de Lituania. |
Estamos
en disposición de transmitir las informaciones recibidas bien a la embajada
de vuestro país en Alemania federal, bien a otra dirección que nos queráis
indicar. Y estamos convencidos de que el contenido de estas informaciones es
de la mayor importancia para la reconciliación durable entre nuestros
pueblos. Os agradeceríamos, señor Secretario general, que tomarais en
consideración este problema con la atención que merece. |
Con
la expresión de nuestra más alta consideración, Dr. HERMANN DIETZFELBINGER, y
Cardenal JULIO DOEPFNER, pres, del Cjo. de la Igl. Ev. Alemana, y pres, de la
Conf. Episc. Alemana. |
|