Boletín del Oratorio de Albacete.
Núm. 122. ABRIL. Año 1974.
0. SUMARIO
TRABAJAR por la verdad es trabajar con la fraternidad de los hombres, había dicho Juan XXTII: Y ésa es la misión de la Iglesia. Porque a ella corresponde extender el beneficio de la Redención a todos.
«La verdad os hará libres» había dicho Cristo. Verdad y libertad, temerlas o impedirlas sería una contradicción cristiana.
CREER EN DIOS
¡RENOVARSE... Y VIVIR!
EL COMPROMISO
¡CUIDADO CON LA "RECONCILIACIÓN''!
ESTAR INFORMADOS
LA ACCIÓN, EXPRESIÓN AUTÉNTICA DEL CRISTIANO
CUANDO LLUEVE
A PROPÓSITO DE LAS ENCUESTAS
CONTENIDO, MOTIVACIONES Y EXPRESIÓN DE LA FE
{1 (61)}
1. Creer en Dios para liberarse del miedo y del odio y transformar el mundo hacia su reino
CREO EN DIOS,
creador de un mundo no terminado,
como algo que está ahí y así debe seguir;
que no promulga un eterno plan de desarrollo,
en el que no podemos participar.
Creo en Dios,
que no ha dividido a los hombres en pobres y ricos,
en especialistas e ignorantes, amos y esclavos.
CREO EN JESUCRISTO,
que vio la situación de este mundo
y tomó postura ante ella.
Le tomo por ejemplo
y reconozco con cuánta precaución
nos tenemos que organizar,
hasta qué punto nuestra inteligencia está atrofiada,
nuestra imaginación empobrecida
y nuestros esfuerzos equivocados.
Cada día tengo miedo
de que El haya muerto inútilmente,
porque no vivimos como Él vivió,
porque hemos traicionado su mensaje.
Creo en Jesucristo,
que resucitó para nuestra vida,
para que nos liberemos
de los prejuicios y de la presunción,
del miedo y del odio;
para que transformemos el mundo hacia su reino.
CREO EN EL ESPIRITU,
que vino con Jesús al mundo.
CREO EN LA COMUNIDAD de todos los pueblos
y en nuestra responsabilidad
sobre lo que haremos en la tierra:
o un valle de miseria, hambre y violencia,
o la ciudad de Dios.
CREO EN LA PAZ justa,
que es posible construir,
CREO EN UNA VIDA posible
y con plenitud de sentido para todos los hombres.
y en el futuro de este mundo de Dios. Amén.
(Leída en la celebración ecuménica de "Perskirche", en Frankfurt) 2 (62)
{2 (62)}
2. ¡Renovarse… y vivir!
DEJEMOS lo de «renovarse o morir»... Un cristiano no ha de tomar la renovación de la vida, el esfuerzo por superarse a fin de ser más fiel a su bautismo, simplemente como una defensa vital. Los cristianos no pretendemos abrirnos al progreso de un mundo en constante evolución, sólo por defendernos de la muerte.
Estamos en la vida más para hacer que para evitar; más para vivir que para no morir.
No somos fatalistas, ni estamos asustados. Los aldabonazos del martillo del tiempo no nos conmueven, no nos turban no nos acomplejan. Son el ritmo y el latido del mundo, que no puede parar, mientras crece, porque Dios le ha dado un impulso irrefrenable, en el que la quietud congeladora del miedo o el sueño de la pereza no tienen sitio.
La vida avanza; la vida es nueva cada día; la primavera rompe en flor cada año. Se amortizan inviernos y tristezas, oscuridades y dudas, cansancios y trabajos; sin embargo amanece prometedora una aurora de vida que resucita esperanzas y las dilata.
La vida es una tarea siempre a punto de estrenar; siempre estrenándose.
Renovarse es vivir; renovarse es entrar en este día siempre nuevo que la Providencia nos depara, en el que hay problemas que resolver, dificultades para superar y esperanzas para realizar.
Renovarse no es aceptar el último recurso del cambio impuesto para no abdicar de la existencia, como si pactáramos con lo irremediable, como si se cerrara toda alternativa. Renovarse no es para huir de nada, sino para apostar gozosamente todas las fuerzas, toda la capacidad del ser que crece, se eleva y se acerca a un ideal de realización, sin tiempo para mirar atrás, ni para lamentar pérdidas, ni para confiar en rentas, fijo únicamente en la novedad que se acerca a lo eterno; más nueva cuando más lo supone.
Vivimos mientras andamos. Y vivimos —diría san Pablo— «de lo que esperamos», no porque nos llega de atrasos recuperados, sino porque lo alcanzamos de esfuerzos entusiasmados que la gracia de Dios hace fecundos.
Poco tenemos que atesorar, que guardar, que proteger, que no perder.
No tuvimos, no tenemos, no tendremos.
Simplemente queremos ser, y estrenamos siempre. No fuimos; seremos.
Y nos renovamos para vivir. No pensamos en la muerte. La muerte no existe.
No se trata de «renovarse o morir», sino de renovarse para vivir. Solamente nos espera la vida.
{4 (64)}
3. jóvenes: El compromiso
UNA REVISTA mallorquina, "Lluc", se refería, hace muy poco, a un estudio sociológico humano-religioso, llevado a cabo en aquella diócesis, para descubrir el grado de la fe-creencia y fe-vivencia, entre la juventud, y poder apreciar el desnivel entre ambas.
No pormenorizaremos las cifras todas y las respuestas a cada una de las cuestiones planteadas en el estudio-encuesta. Puede darnos una idea de la calidad personal de la muestra interrogada, si tenemos en cuenta que la mitad de las respuestas procedía de estudiantes y la otra mitad de trabajadores, si bien un cincuenta por ciento de éstos (y éstas) además de dedicarse a su profesión también estudiaban en vistas a una promoción mejor.
Valores y actitudes
Pero ¿sobre qué valores humanos y desde cuáles actitudes fundamentales se obtenían las respuestas? El resultado sobre los valores humanos preferidos, en una lista presentada, daba esta selección ordenada de mayor a menor, en la que se destacaban los diez siguientes:
1.º sinceridad
2.º fuerza de voluntad
3.º justicia
4.º libertad
5.º honradez
6.º paz
7.º inteligencia
8.º servicio de los demás
9.º salud física y mental
10.º educación humana
El resto, de más a menos preferidos, era el siguiente: pulcritud, progreso técnico, prestigio, puntualidad, laboriosidad, éxito, generosidad, simpatía, formación intelectual y alegría.
Las actitudes fundamentales elegidas fueron, por orden, las tres siguientes:
1.º la derivada de tener fe en Dios
2.º la de estar en paz con la propia conciencia
3.º la de emplear la vida en luchar por una causa justa
Nos parece que estas respuestas reflejan el criterio medio de una juventud creyente en el ambiente común de nuestra sociedad, y que sirve como presupuesto {5 (65)} para un enjuiciamiento de los jóvenes de hoy, con una capacidad inicial de discernimiento que no puede considerarse negativa.
Personaje preferido
Con todo lo que pueda tener de condicionante el hecho de la sugerencia —puesto que se ofrecía para la elección una lista más o menos extensa a los Encuestados—, la mayoría seleccionaba a Jesucristo, entre los personajes históricos en su concepto más importantes.
El hecho de que, todavía, el Evangelio continúe siendo el "best seller" permanente en todas las librerías del mundo, no permite que nos sorprenda que también prefiera a Cristo la juventud de hoy. Nos llegan noticias, precisamente, de que la obra más vendida, durante los primeros meses de este año, en el Japón, es una "Vida de Cristo", del autor católico japonés Shusaku Endo; hecho que reviste una significación especial, puesto que, como sabemos, en el Japón, el número de habitantes se eleva a ciento cuatro millones, de los cuales son cristianos poco más de un millón (los católicos apenas suman los trescientos sesenta mil).
Evidentemente, Cristo interesa también a los hombres de hoy y, en especial, a los jóvenes.
El desnivel entre fe y compromiso de vida
En verdad que el libro de los cuatro Evangelios está en casi todas las bibliotecas y se vende en todas las librerías. Pero as curioso comprobar, en la encuesta que comentamos, que esa juventud interrogada y creyente —se trata siempre de la muestra sobre la cual se ha hecho el estudio—, cuando se les pregunta si han leído personalmente el Evangelio, solamente responde afirmativamente un seis y medio por ciento.
Además: a la pregunta de si «El hecho de ser cristiano ¿te ha empujado a dedicarte más a los demás?», el conjunto de los que francamente responden «No» y los que responden «No sé qué responder», alcanza el porcentaje global del 57,7 —¡casi el sesenta! — por ciento.
Las reflexiones que este resultado sugiere saltan a la vista: porque aquí ya no se trata de que la fe, las creencias, lo entendido como religiosidad esté reducido a sentimentalismos vagos, sino que tenemos motivos para pensar que la idea de lo cristiano existe sobre una base bien razonada de aspiraciones lógicas, justas y humanas. Lo que ocurre es que las ideas no se traducen en obra, hacia los demás. No acaban de impregnar el programa de toda una vida, no se traduce la convicción en acción, no arrastra al compromiso frente al mundo.
Es un cristianismo, todavía, inmaturo.
Pero esto tal vez sea válido no solamente para los jóvenes, sino para más amplios sectores de nuestra sociedad.
{6 (66)}
4. ¡Cuidado con la "reconciliación"!
EL SEÑOR obispo de Astorga ha vertido reflexiones muy acertadas y prudentes, recientemente, al hablar de la reconciliación", palabra buena, pero que podemos deteriorar para que nos sirva de recurso en el que quepan todas las sobras de lo insoluble, hasta hacer de ella un ritornello beato o moda léxica de temporada.
La impostación cristiana es ésta:
Cristo nos ha reconciliado con el Padre y, la Iglesia —extensión de Cristo: los cristianos— han de reconciliar a la humanidad, el mundo entero, con Dios.
«Es urgente, dice monseñor Briva, dejar de generalizar y dramatizar el fenómeno de la división referida a la Iglesia». Cuando se dan contrastes «tienen su raíz en una tierra que no es la eclesial». Bastaría observar la lamentable frecuencia con que se presentan noticias relativas a la Iglesia y a sus ministros; noticias seleccionadas desde un punto de vista político, interpretadas con parcialidad y objetivamente incompletas que, evidentemente, turban al lector u oyente sorprendido e indefenso en su buena fe.
En la dimensión perfectible de esta etapa temporal, todos, y también la Iglesia que peregrina hacia el Padre, debemos aplicarnos a una incesante superación. Li "conversión" es una actitud cristiana, esperanzada y volcada a la acción fecundada por la gracia de Dios, que no permite retrasos ni perezas. Pero la fe y la esperanza, la generosidad abierta de Dios y el gozo de haberle descubierto como Padre, limpia de pesimismos y de tentaciones derrotistas silbadas desde fuera. En la Iglesia no se derrumba nada; las demás cosas se derrumban, si acaso.
La Iglesia no pierde nada: lo que de ella, en apariencia, se desprende, le era ajeno. La Iglesia se purifica, se convierte a Dios sin cesar, se aproxima día a día al ideal del Evangelio, no precisamente cuando se aísla del mundo, cuando abandona el camino polvoriento de los hombres, sino cuando y porque camina junto a ellos y les dice la verdad de Dios, verdad muchas veces intolerada, y siempre incompatible con los egoísmos, los orgullos, los despotismos de la tierra.
Estos son los que hacen por acusarla, por denigrarla, por dividirla.
Pero la Iglesia de Cristo, vuelve cada vez que sucede esto, sobre sí misma, y redescubre a Dios, y repite su verdad, convertida, perseguida, renovando la presencia de Cristo en el mundo, de quien ella es extensión, cierto que imperfecta; pero dispuesta en continua aproximación hacia Él y hacia los hombres, en el afán nunca acabado de reconciliarles con Dios, de preparar ese otro reino inasimilable por los de este mundo, a pesar de los intentos, de los errores y de las culpas de los hombres de poca fe, o sin fe.
Reconciliar no es pactar con el error; no es rebajar la fuerza de la verdad, {7 (67)} no es falsear el bien, silenciar la justicia... Reconciliar es repetir, renovar, decir una vez más esa verdad de Dios, y decirla cada vez más cerca de cada hombre y de cada situación que necesita ser configurada, corregida según ella. Y hacerlo, decirlo, no solamente donde, por lo menos en teoría, se admita la fe, sino incluso donde se prescinde de Dios. No importa: donde Dios, teórica o prácticamente es rechazado, por lo menos perdura en la presencia de su obra, en la criatura humana y, entonces, la predicación, el anuncio, la "verdad buena" de Dios ha de dirigirse a la inmediatez de los valores y de la dignidad humana, para que, si ya no es posible, o todavía no es posible descender de la consideración de Dios a las de sus obras que somos nosotros mismos, nos acerquemos a sus obras, respetuosamente y, desde ellas, ascendamos hasta Dios.
De un modo o de otro, de un modo y de otro, la Iglesia prosigue la reconciliación de lo creado con el Creador.
Es su misión.
La autonomía de lo temporal significa que la Iglesia no pretende —no debe pretender— dar soluciones o fórmulas técnicas concretas a todos los problemas humanos; sino recordar los principios sobrenaturales, repetir la verdad divina sobre lo creado, denunciar las desviaciones, condenar el pecado. Bien entendido que «cuando la Iglesia denuncia los problemas, no los crea» (recordaba el cardenal Bueno Monreal), y que pecado es lo que se opone a la Ley de Dios, la ley natural, los derechos de los hombres (expresión evolucionada de la misma), la verdad, la justicia, el bien. La Iglesia hace un servicio a la sociedad cuando se esfuerza por iluminarla exhortándola para que enmiende los errores, ofreciéndole perspectivas de bien, que, en definitiva, favorecen la verdadera paz y la felicidad social.
Dice monseñor Briva, el prelado de Astorga, además de señalar "la raíz no eclesial" de los contrastes entre creyentes, que evidencian y son manifestación, por otra parte, del dinamismo desbordante de la doctrina cristiana y católica, la cual tiende a vivificar toda la vida social. La autonomía de las realidades temporales, incluyendo en ellas las sociales, económicas, políticas y culturales, no preconiza la asepsia religiosa de las mismas. Y a medida que estas realidades se acercan más a lo humano, se intensifica el rechazo de esta asepsia. Se comprende, por consiguiente, que el cristianismo seglar y aun los mismos pastores presten continua atención a la información evangélica de las realidades temporales. Pero ello no ha de significar un germen de división eclesial, sino un objeto de atención y de empeño del crecimiento del reino de Dios).
Tranquilidad (?) "camp".
Es para hacer pensar un poco la agudeza de "Mingote" en uno de sus chistes publicados, durante la cuaresma pasada, en "ABC": un pequeño grupo de personas disconformes, al salir de una iglesia, comentan la homilía habida:
—¿Por qué no se limitarán a hablar del infierno, como antes, que estábamos tan tranquilos?
{8 (68)}
5. Estar informados
LAS PERSONAS mayores pueden recordar pretéritas campañas en pro de la "buena prensa", en épocas en las que parecía indispensable el esfuerzo por contrarrestar el ateísmo más o menos de moda, o la procacidad de exhibicionismos gráficos que lesionaban el pudor. En nuestros días, sin quitar mérito a aquellos esfuerzos, fruto, sin embargo, de la evolución del mundo, nos impresiona menos el ateísmo cerrado, teorizante, que el práctico, que la desvinculación de fe y vida.
Diríase que, antaño, buscábamos razones absolutas en Dios y, desde él, descendíamos a las consecuencias morales; en la actualidad, sin que deje de ser verdad esencial que de Dios desciende toda bondad, nos parece haber descubierto o nos hemos fijado más en la realidad horizontal de la vida y, desde ella, hemos mirado a Dios. Discutimos menos los principios, los dogmas, y nos preocupamos más por lo humano: derechos, deberes, dignidad de la persona, cultura, organización de la convivencia.
Para el cristiano, desde la fe, esto no constituye ningún obstáculo. Precisamente la fe es para la vida; la fe sólo es para esta vida. Es posible que Dios nos conduzca por la aparente horizontalidad de las presentes valoraciones precisamente para que la fe, que decimos profesar, no se nos haga inservible, desplazada, inútil para la vida.
Nos conviene mirar esta vida, desde su misma llanura, sin abandonar la fe. La fe, precisamente, es para mirar la vida; no para alejarnos de ella, no para suplirla.
Karl Barth, uno de los mejores teólogos cristianos de nuestros días, ha dicho, a propósito de interpretar la palabra de Dios en orden a la fe viva, que es imposible hacerlo «sin leer al mismo tiempo la Biblia y el periódico». Hay que mirar a la vida, al mundo, y hay que interpretar esta vida y los sucesos del mundo, día a día.
Es decir: hace falta creer, ilustrar la fe, meditar sus fundamentos, tratar a Dios en la oración, impregnar con su pensamiento toda nuestra existencia. Pero al mismo tiempo es preciso mirar hacia fuera, enterarnos, conocer y deducir el sentido del camino del mundo, sobre los hitos de los hechos que se suceden en el tiempo, cuyos protagonistas somos los hombres, cuya finalidad, para el creyente, desemboca en Dios.
Cada vez que, desde estas mismas páginas, nos referimos a la necesidad de estar informados —bien, honestamente informados—, no lo hacemos para detenernos en preocupaciones apologéticas, ni triunfalistas. Fe e Iglesia nos interesan; pero nos interesan como algo vivo, que nos duele ver torcer o falsear. Por esto no falta, con alguna insistencia, nuestra recomendación para que nuestros lectores se suscriban a alguna de las revistas católicas que les indicamos.
Creemos que, de este modo, les ayudamos a ver y a creer mejor. A ser más cristianos y a preparar un mundo mejor.
{9 (69)}
6. LA ACCIÓN, EXPRESIÓN AUTENTICA DEL CRISTIANO
Sobre la RESPONSABILIDAD DEL CRISTIANO ANTE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL Y CÍVICA, el obispo auxiliar de Oviedo y secretario del Episcopado Español, monseñor Elías Yanes, ha publicado un interesante trabajo, parte del cual transcribimos. Al pie de esta reproducción explicitamos las "siglas" de los documentos en él citados, según el orden de su primera referencia.
EL HIJO de Dios, al hacerse hombre y morir por los hombres en la Cruz, es para nosotros la nueva alianza de amor entre Dios y la humanidad, signo evidente del valor que el hombre tiene a los ojos de Dios. Dios toma en serio al hombre, a cada hombre. Dios quiere la liberación y salvación del hombre. Aceptar la Encarnación del Hijo de Dios, su muerte y resurrección, es aceptar como norma de vida el amor y el servicio a todo hombre, sin distinción, sin condiciones.
La fe viva en Cristo Jesús ha de incluir el esfuerzo por liberar al hombre de todas las esclavitudes a través de cauces con el Evangelio. El cristiano debe reconocer que, cuando no es justo con los demás hombres, se quiebra su relación con Dios.
Trabajar por la justicia
Trabajar por la justicia es algo que compromete a toda la persona. Antes que la programación concreta en favor de la justicia, está la actitud propia del hombre apasionado por la justicia; y antes que el amor a la justicia está el amor concreto y total a cada persona singular como signo del amor a todos los hombres. Ser justo es un aspecto de la vida nueva del cristiano.
Cada bautizado, al asociarse al misterio de Cristo, por el bautismo y la fe, por la penitencia, por la Eucaristía, ha de dar muerte a su propio egoísmo y renacer libre para amar la verdad, para dar la vida, para entregarse y comprometerse por los demás.
Esta actitud radicada en el ser mismo del cristiano, para ser auténtica, ha de tender a expresarse en la acción concreta.
Hay que remediar los casos que se ofrecen {10 (70)} cotidianamente en el entorno de cada uno y participar en la solución de los problemas más generales que afectan a todo un amplio sector social, a todo un país, a la humanidad entera. Pablo VI nos lo dice así en la 0A, 48.
El propósito de construir un mundo más justo implica para el cristiano el compromiso por construir una sociedad más fraterna. No basta para ello la sola transformación de las actitudes o de la conducta individual. Es necesario proceder a la profunda transformación de las estructuras sociales.
Es preciso lograr que la organización misma de la vida económica, cultural, social y política, y el ordenamiento jurídico de la sociedad tiendan, por su propio dinamismo, a crear unas relaciones más fraternales entre todos los hombres.
Hacia un mundo más justo
¿Cómo construir este mundo más fraterno y más justo?
Es necesario actuar en el campo de la educación, información, vida asociativa, economía; es preciso tomar decisiones políticas tendentes a crear una atmósfera social de concordia, cooperación, igualdad social, libertad responsable.
Pero no es competencia mía entrar en la determinación precisa de los medios concretos más aptos. Todo hombre responsable ha de sentirse llamado a la creatividad, a la búsqueda incesante, a la revisión crítica de lo realizado y a la investigación de nuevas posibilidades.
Quiero limitarme a llamar la atención sobre los valores morales cristianos que deben guiar el esfuerzo de todos los miembros del cuerpo social.
Una concepción de la convivencia social que se inspire en el reconocimiento de la dignidad del hombre, a la luz del misterio de Cristo, debe traducirse en líneas de acción.
Según la enseñanza social de la Iglesia, podríamos indicar las siguientes:
1.º Promover la igualdad entre los hombres. Esto exige:
—Luchar, con medios conformes al Evangelio, por superar el clasismo (cfr. GS, 29, {11 (71)} 58: MM, 73, 58: PT. 56: OA, 21. 47. 16):
procurar que disminuyan todo lo posible las desigualdades (GS, 66, 69).
—Admitir con todas sus consecuencias la función social de la propiedad (cfr. GS, 71).
—Reconocer de manera efectiva el derecho de todo hombre al trabajo; reducir 2 sus justas proporciones las diferencias existentes —manifiestamente injustas— en la retribución del trabajo (cfr. GS, 67: PT, 18-19: MM, 70).
—Rechazar el capitalismo en el sentido en que lo rechaza el magisterio reciente de los Papas (cfr. PP. 26); rechazar la concepción materialista de la vida (cfr.
GS. 63).
2.º Promover la solidaridad.
Esto exige:
—Educar para la paz y para la justicia (cfr. GS. 78; S, 1971).
—Luchar por la superación del individualismo (cfr. GS, 30).
—Desarrollar el sentido de responsabilidad ante las exigencias del bien común (cfr. PT. 60-61; GS, 74; DH, 6).
—Desarrollar la vida asociativa en general (cfr. RN, 35: GS, 73; PT, 23-24; OA, 24).
—Desarrollar la actividad sindical (cfr.
MM, 97; GS, 68: OA, 14).
3.º Promover la participación activa de todos en la elaboración de las decisiones que afectan a todos.
Esto exige:
—Luchar por la superación del conformismo individualista, de la comodidad indiferente, del escepticismo estéril.
—Luchar contra los extremismos del "todo" o "nada" (cfr. MM, 238).
—Suscitar actitudes de esperanza, de apertura hacia el futuro, de confianza en Dios (cfr. 0A, 48).
—Promover la participación activa en el ámbito de la empresa, del sindicato, en la educación, etc. (cfr. MM, 73, 83)multiplicar los cauces de participación.
4.º Promover la libertad y el diálogo.
Esto exige:
—Que la limitación de la libertad no sea la norma, sino la excepción (cfr. GS. 75; DH, 7).
—Aceptación del pluralismo (cfr. GS, 73- 76, 43, 58).
—Promover el diálago y la comunicación entre las personas y los grupos (cfr. ES, 65, 69, 75).
—Promover la información veraz (cfr, CP, 24-33).
—Respetar el principio de subsidiariedad (cfr. MM, 53; GE, 3, 6: GS, 86).
—Rechazar el autoritarismo (cfr. GS, 75) y la violencia (cfr. PP. 30-31).
—Rechazar el modelo marxista en el sentido en que lo rechaza el magisterio de los Papas (cfr. OA, 26. 31-35; ES, 92- 94).
5.º Promover la subordinación de la economía al bien integral de la persona humana.
Esto exige:
—Rechazar el crecimiento económico puramente cuantitativo (cfr. OA, -11).
—Dar prioridad a los aspectos humanos del desarrollo: educación, servicios sanitarios, convivencia familiar, vivienda humana, medio ambiente, participación activa, diálogo (efr. CS, 58, 63; PP, 21, 6.º Promover el desarrollo y perfeccionamiento de un ordenamiento jurídico, en el que los derechos y deberes de la persona humana queden garantizados cada día con mayor eficacia (cfr. PT, 51, 68).
7.º Promover una relación Estado-sociedad en virtud de la cual sea la sociedad realmente protagonista y {12 (72)} artifice de su propia evolución, y el Estado, dentro de la esfera de su especifica competencia, promotor y garante de la igualdad, de la solidaridad, de la participación, de la libertad, del desarrollo integral de la persona humana.
Esto exige:
—Control social del poder político (cfr.
PT. 60-61; MM. 20,58; GS, 74-76; PT, 76).
La plena aceptación de estos valores lleva a no canonizar ninguna realización histórica concreta como el logro ideal de las exigencias sociales y políticas que derivan del concepto cristiano del hombre y mueve constantemente a los hombres hacia metas más elevadas. Si, por una parte, el servicio a los hombres y la fidelidad a la verdad exige de cada uno que reconozca todo lo que hay de positivo en la sociedad a la que pertenece; por otra parte, todos los hombres están obligados a promover la realización de un mundo más justo y más humano. A nadie le es lícito desistir del intento de colaborar en la construcción de una sociedad más fraterna.
El valor trascendente de la persona humana impulsa hacia el amor y el reconocimiento del hombre concreto que tenemos a nuestro lado y al mismo tiempo hacia la superación de la situación presente de la comunidad humana en tensión de constante apertura hacia el futuro.
La fuerza que nos mueve es la esperanza del reino definitivo, del reino que es promesa de Dios en Cristo y que ya en germen crece en la Tierra (OA, 45).
Siglas.
OA - Octogésima adveniens
GS - Gaudium et spes
MM - Mater el Magistri
PT - Pacem in terris
PP - Populorum progressio
S 71 - Sínodo de obispos de 1971
DH - Dignitatis humanae
RN - Rerum novarum
ES - Ecclesiam suam
CP - Communio et progressio
GE - Gravissimum educationis
Documentos conciliares, encíclicas o instrucciones pastorales pontificias que existen coleccionados en ediciones económicas, al alcance de todo cristiano medianamente cultivado.
Las cifras hacen referencia a la numeración de los párrafos respectivos.
LA IGLESIA CATÓLICA ESTÁ BUSCANDO SU LUGAR EN EL MUNDO MODERNO.
Recientemente el Vaticano ha tomado la decisión de declarar vacante la sede arzobispal de Esztergom (la sede de Mindszenty). Esto ha desencadenado una tempestad en parte de la prensa occidental. Los reaccionarios se han irritado con el Papa, y se han hecho correr rumores de que el Papa Paulo VI tomó dicha decisión bajo la presión del Gobierno comunista húngaro. Y pienso que los que suponen que el Papa Paulo VI desposeyó a Mindszenty de la sede de Esztergom a consecuencia de nuestras presiones sobreestiman nuestra influencia y minusvaloran al Vaticano. Las cosas han sucedido de forma muy distinta: la Iglesia católica está buscando su lugar en el mundo moderno.
JANOS KADAR, jefe del partido comunista de Hungría.
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7. Cuando llueve
CUANDO llega marzo y llueve sobre los campos, sobre esta tierra llana que todo lo espera del cielo, y la humedad silenciosa del aire amaneado impregna la luz y cala en los ojos, los más humildes de los hombres que pisan nuestros caminos mojados – tal vez con orillas de nieve, se alegran pensando en cosechas que guardan los campos; los campos del pan que se espera, de la espiga que está por nacer, como un don de la tierra que devuelve a la luz el regalo que ahora recibe con el agua llovida del cielo.
El silencio de los hombres que miran los campos lloviendo, todavía sin gritos de pájaros, se hace oración de los pobres y gozo de espera. Habrá pan, y el resto de todo lo poco que se necesita para vivir y volver a esperar. Y el que tenga podrá dar y el que aguarde recibir, y el cansancio del trabajo no será maldición para nadie: solamente promesa a medio camino del logro.
Como la gracia de Dios en las almas, cuando cala en la tierra —en la vida, en la planta— del hombre. Dios y tú, Dios y el hombre, como nube y semilla. Todo es gracia, cuando el tacto invisible, divino, penetra los campos de la verdad, del sentimiento, de los trabajos y empresas humanas; cuando Dios, en el creyente, no es sólo un dato lejano que ayuda a aceptar los misterios del mundo, sino penetración aceptada de su fuerza para cosechas de bien. Después de aceptar ser semilla que apuesta gozosa su vida, en los surcos del tiempo, después de saber, por la fe, que somos, cada uno, un campo de Dios, para darle cosechas multiplicadas de vida, preparando su Reino.
Viene el Señor a nosotros como lluvia; como la lluvia de primavera que riega la tierra. (Oseas, 6,3).
{14 (74)}
8. A PROPÓSITO DE LAS ENCUESTAS
LAS ENCUESTAS están al orden del día y, a pesar de que al aplicar su método al fenómeno religioso no es posible apurar lo último y más profundo porque pertenece al orden de la gracia y la intimidad de las conciencias, como síntoma exterior más o menos comprobable, ofrecen datos orientadores para apreciaciones y juicios, provisionales, si se quiere, pero que se acercan a la realidad. Entre nosotros no ha tenido poca importancia la llevada a cabo por la revista VIDA NUEVA, por ejemplo, sobre el problema concordatario español: la inmensa mayoría (90 por ciento) se mostraba contraria a la confesionalidad del Estado, el 73 por ciento eran partidarios de la libertad de la Iglesia en los nombramientos episcopales, el 65 por ciento deseaban la abolición del fuero eclesiástico, el 52 por ciento que la enseñanza de la religión no fuese obligatoria, etcétera.
De manera parecida podríamos referirnos a los trabajos del Instituto de Sociología y Pastoral Aplicadas (ISPA) de Barcelona, y los importantes estudios que ha llevado a cabo en Valencia, Vitoria, Salamanca, Murcia, Asturias, Menorca, Málaga, Tierra de Campos, Tarrasa, Sabadell, Mataró, Campo de Gibraltar, Costa Brava, San Sebastián, Sevilla, Bilbao, Granollers, Pamplona, Gerona, Mallorca y Barcelona. Dicho Instituto posee ya un verdadero banco de datos socio-religiosos que le capacita para más precisas y ulteriores investigaciones hasta poder ofrecer, dentro de poco, un objetivo y valioso análisis sociológico del catolicismo español, que superará notablemente el que, el mismo Instituto, publicó hace diez años, el primero en España.
Aspecto interesante, no pretendido
Los estudios sociológicos, las investigaciones, las encuestas religiosas tienen interés no solamente para los estudiosos del fenómeno específico de lo religioso y su aplicación a la pastoral, sino que son tenidos muy en cuenta, desde su especial interés y finalidades, por los mismos políticos y los economistas. Pero se da un aspecto interesante, no directamente pretendido, que suscita una conciencia de revisión, de responsabilización y de examen serio en cuantos intervienen conscientemente, ya sea como agentes investigadores o como participantes en las muestras elegidas para que sean estudiadas o interrogadas. Hasta cierto punto es como un examen de conciencia aunque simplificado en su objeto, amplificado sin embargo en su alcance y matizado por la introducción, al menos implícita, de las inter-relaciones sociales, complementarias y explicativas, por lo menos, de las conductas y actitudes individuales, y correctoras {15 (75)} del significado de muchas interpretaciones aparentes.
La evangelización jamás se podrá reducir, por ejemplo, a lo que en la actualidad se entiende por "propaganda", ni la planificación apostólica a una campaña de estrategia parecida a la publicidad comercial o a las manipulaciones tecnificadas de mentalización monopolizada y política; sin embargo, las técnicas de investigación social suministrarán datos aproximativos de la realidad como para permitir, si cabe, un mayor respeto de la persona y de su libertad a la hora de anunciarle el mensaje evangélico y, por lo tanto, de convertir en más eficaz la predicación cristiana y la presencia de la Iglesia en el mundo.
Una ciencia todavía joven
La Sociología es, todavía, una ciencia demasiado joven, pero con perspectivas inmensas. Sus primeros pasos han descubierto, a pesar de las inevitables imprecisiones iniciales, la importancia inestimable de su valor realístico. Si a ella se aplica la psicología de masas, o psicología social, ofrece posibilidades todavía inexploradas a las relaciones y comunicaciones humanas, a los influjos y reciprocidades grupales y a las dependencias de polos de dominio, con el riesgo de masivas manipulaciones enajenadoras y degradantes para la persona —los fascismos contemporáneos y las guerras han sido una triste y vergonzosa muestra—, pero, al mismo tiempo, aplicadas a la concienciación, a la educación para la convivencia, la responsabilidad y la libertad, pueden suministrar medios agilísimos para un progreso humano y un mundo mejor.
Ese mundo anunciado por las esperanzas de todos, cuya proximidad y exigencias se evidencian en la magnitud de las crisis presentes; crisis de tan dilatado y dramático alcance porque en ellas se ha de decidir el dominio del hombre sobre la técnica y vencer el riesgo de ser destruido por ésta. Ese riesgo sería —no hay otra palabra— la "deshumanización" del hombre; el triunfo, la superación, ha de ser el crecimiento, el perfeccionamiento, el redescubrimiento de los valores que Dios ha puesto en su criatura racional y libre.
Tenemos tesoros cerca.
Posiblemente uno que los cristianos tenemos muy cerca y que no Aprovechamos bastante, es la Sagrada Escritura, que leemos muy poco, y que, en muchas ocasiones, no atendemos bastante ni cuando Acudimos a las celebraciones de la Eucaristía. Nos quejamos de las lecturas y de las homilías de los celebrantes: pero permanecemos incorregibles en el poco aprecio que hacemos de ese tesoro que tenemos tan cerca, que tratamos tan mal por una mezcla de ignorancia y ligereza, que nos impide iluminar nuestra vida con la fe, y elevar la fe a oración y trato con Dios.
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9. CONTENIDO, MOTIVACIONES Y EXPRESIÓN DE LA FE
LA REVISTA cristiana VIDA NUEVA publicaba, hace pocas semanas, uno de sus excelentes pliegos sobre "El Dios de los españoles", para ser continuado con otros pliegos sobre "El Cristo de los españoles" y "La Iglesia de los españoles", preparados por varios miembros del Departamento de Investigación Sociológica, a cargo de los jesuitas. No nos referiremos con detalle a los mismos, porque suponemos que muchos de nuestros lectores son, además, suscriptores de VIDA NUEVA y los han leído o leerán directamente en sus páginas. Pero esta clase de análisis recuerdan la utilidad de una revisión o examen personal y colectivo sobre los aspectos más elementales y esenciales de nuestra profesión de cristianos.
Nosotros extraemos aquí, de una revista francesa —I.C.I. — un cuestionario mucho más resumido sobre el contenido, las motivaciones y la expresión de la fe en el creyente. Una lectura atenta y personal puede ayudarnos a puntualizar nuestra identidad cristiana. Constituye, por decirlo de alguna manera, como una especie de "examen de conciencia" de nuestra fe.
I ¿En qué o en quién creemos?
En el caso de tener que elegir entre las formulaciones siguientes, ¿cuál sería la preferida?:
1. Creo en Dios que nos ha manifestado su amor mandándonos a su único Hijo entre nosotros.
2. Creo en Jesucristo que nos ha revelado el amor del Padre.
3. Creo en Jesús de Nazaret como en la más elevada realización de la humanidad.
{17 (77)} 4. Creo en el Espíritu que, lo mismo en la actualidad que en tiempos pasados, nos permite reconocernos reunidos como hijos de Dios.
5. Creo en las enseñanzas de la Iglesia y, en particular, lo que ella proclama sobre la divinidad de Jesucristo.
II ¿Por qué creemos?
1. Porque he recibido una educación cristiana:
—principalmente de mis padres,
—principalmente de la escuela,
—o principalmente en el catecismo.
{2. Porque me he convertido (en la adolescencia, en la edad adulta):}
—al contacto de una comunidad cristiana,
—al encontrarme con un creyente cuya fe me ha afectado de modo
particular.
—como consecuencia de acontecimientos personales, —después de una lectura (Biblia, testimonios diversos...) III ¿Cómo creemos? {t} 1. ¿Nos parece que la fe pertenece al dominio de las certezas inmóviles, inquebrantables, o al de las convicciones difíciles?
2. ¿Qué papel concedemos a la voluntad por el hecho de que permanecemos en la fe?
3. ¿Qué papel concedemos a la razón?
{18 (78)} En uno y otro caso ¿se trata de un papel capital, secundario o irrelevante?
¿Suponemos que la fe es algo "razonable", susceptible de ser demostrado, de pruebas, de explicaciones?...
4. Si la fe suponemos que ha de ser alimentada, ¿dónde encontramos principalmente este alimento o apoyo?:
—en la oración,
—en una comunidad, qué clase de comunidad,
—en la lectura, qué libros,
—en la enseñanza catequética, teológica.
IV Fe y práctica cristiana
1. ¿Cómo influye la fe en nuestro comportamiento moral?
2. ¿Cómo influye la fe en nuestra actividad profesional y en nuestros compromisos sociales y políticos?
3. ¿Qué influjo ejerce la fe en nuestra esperanza de una vida más fuerte que la muerte?
V El futuro de la fe
{1. La evolución general del mundo (ritmo y condiciones de vida, estados} de espíritu...) tal como nos es dado prever, ¿nos parece que ha de favorecer la fe cristiana o, por el contrario, que ha de hacerla más difícil?
¿Por qué?
2. ¿Suponemos que seremos capaces de transmitir" la fe a los más jóvenes que nos suceden en la vida? En caso afirmativo, ¿cómo pensamos hacerlo?
En caso negativo, ¿a qué será debido?
El cuestionario que transmitimos casi de forma completa, ha sido confeccionado esquemáticamente, en vistas a una encuesta. Juzgamos que, incluso reducido a reflexión personal, no carece de interés.
VALORES FUNDAMENTALES.
Para alcanzar la plenitud de su destino en la sociedad, necesita el hombre algunos valores fundamentales, entre los cuales so deben mencionar la libertad, la justicia y la paz. Son valores tan íntimamente ligados a la dignidad del ser humano, que el hombre no puede realizarse plenamente si carece de algunos de ellos. Esta carencia dificulta la reconciliación y genera odios y rencores de imprevisibles consecuencias. Nuestra palabra no tiene otra esperanza que la de ayudar a mirarnos como iguales, como hermanos.
Pensemos que el mejor aporte que la Iglesia puede dar a un país es entregarle cristianos amantes de la verdad y de la justicia.
Conferencia Episcopal Uruguaya, Nov. 1973