Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
130. MARZO. Año 1975. |
0.
SUMARIO |
MÁS
ALLÁ del dolor, de la muerte; más allá de las mentiras y de los pecados de
los hombres, está la verdad y la vida nueva que Cristo estrena y ofrece a los
hombres, asociados a su misterio. Desde el tiempo, pero más allá del tiempo;
desde lo humano, pero más allá del hombre; en el mundo, pero más allá de la
creación. |
El
misterio cristiano no es una oscuridad, sino un amanecer. Tal vez nos falte
comprender por qué y cómo el Bautismo es un nacimiento. |
MEJOR
QUE ANTAÑO |
EL
GOZO PASCUAL |
LA
FE DIFÍCIL |
EN
LA VERDAD, EN LA BELLEZA |
DERECHOS
HUMANOS Y LIBERTAD RELIGIOSA |
LA
VIDA SIGUE Y EL MUNDO SE TRANSFORMA |
CATOLICISMO
"DE CONSUMO" |
"EL
SACERDOTE Y LA POLÍTICA" |
LA
FE EN EL DIABLO |
{1
(41)} |
1.
MEJOR QUE ANTAÑO |
HAY
QUIEN siente reluctancia a las estadísticas, a los sondeos de opinión, a los
estudios sociológicos... No son más que técnicas auxiliares de la capacidad
humana, prolongación, en cierto modo, de su alcance natural, recurso
inteligente al servicio de su talento observador, de su laboriosidad
analítica, previos a juicios y decisiones. Sabemos que los juicios del hombre
son aproximados, que valen más por su honestidad que por su matemático
acierto, sabemos que sus decisiones, necesitan de continuos afinamientos,
precisamente para no abdicar de su perfeccionamiento inagotable. Por eso,
cuando se nos habla de cifras en función de la fe o de otros valores
espirituales, no podemos darles valores absolutos ni exactos, sino tomarlos
como aproximación de la realidad que se describe. |
En
nuestra época no faltan los que, a propósito del cristianismo, creen asistir
a un descenso de su vigor, a una disminución de sus fieles, a vacilaciones
que lo inhiben de la realidad que lo reclama... |
Si
tomamos, por ejemplo, la proporción entre sacerdotes y fieles, en los dos
últimos siglos, en España, cierto que asistimos a un descenso relativo de
reducción a la décima parte: hace doscientos años que había, en España, un
sacerdote por cada ciento cuarenta habitantes, mientras que en la actualidad
a un sacerdote le corresponde una cantidad casi diez veces superior de
fieles. Pero ¿puede ello tomarse como un descenso de la fe del pueblo
cristiano español? ¿Hace dos siglos, la fe de los españoles, tenía la
vitalidad de hoy en día? ¿Cuál era la calidad de aquella fe? ¿Qué proyección
en la cultura, el compromiso social, la promoción de la justicia, la defensa
de la libertad, el respeto de la dignidad humana, que superara, con todas sus
deficiencias, la situación actual? |
No
se trata de desdeñar lo positivo de épocas pasadas, puesto que también
aquellos valores han influido en la revitalización y concienciamiento actual. |
Lento
renacimiento tenemos hoy, pero renacimiento al fin. Se puede objetar que la
Iglesia es criticada, incomprendida, que la misma autoridad del Papa es
mirada recelosamente o discutida. |
Pero
no se debe olvidar, por ejemplo, que en el siglo pasado, se tachaba de
marxista y socialista a León XIII por haber publicado una encíclica social,
óptima en su tiempo, pero de planteamientos débiles si los comparamos con las
exigencias de Juan XXIII y de Pablo VI. |
Lo
que ocurre es que imaginamos que el cristianismo es algo que se alcanza y
tiene como un dato que ya no varía. Lo que ocurre es que, entonces como
ahora, teníamos y tenemos un catolicismo de adscripción sociológica,
heredado, supuesto, sin bastante base reflexiva para un compromiso vital. Y
pasa que hoy, al urgir más vivamente este aspecto, se nos cae toda la
teatralidad de apariencias que sirven cada vez menos. Si algo se pierde hoy,
no se pierde nada, porque se pierde lo que no vale. Por lo tanto, progresamos. |
{2
(42)} |
2.
El gozo pascual |
EL
GOZO de nacer, el gozo de renacer. Porque el gozo es la vida. |
Frente
a nuestras limitaciones, a nuestros errores, a nuestros males, los hombres
reaccionamos con el apresuramiento de remedios provisionales, pero no de
curaciones, ni de soluciones totales. No buscamos sentido, solución o remedio
de la vida, sino simplemente remedios y correcciones de Aspectos parciales,
accidentales, de la vida. Nos cuesta centrar en lo sustantivo la razón, el
sentido, la fuerza del todo de la vida: la misma eternidad la dimensionamos y
la concebimos como un añadido, como una sucesión de la vida temporal. |
Por
esto nuestros gozos —también nuestras tristezas, es verdad— son igualmente
parciales, efímeros, accidentales. Para que vuestro gozo sea colmados, dijo
el Señor; pero nosotros no lo entendemos, a no ser a través de la imaginación
de una suma o colección reunido de pequeñas alegrías. |
Y
Cristo no dijo "gozosos", "alegrías": sino "gozo
completo", "alegría total". |
Lo
dividimos todo y nos dividimos a nosotros mismos. También Dios paso a ocupar
una parte, una sección de 1090tros mismos; no dejamos que nos invada, que
actúe desde el todo de nuestra personalidad. |
Por
esta razón, posiblemente, no acabamos de comprender el por qué de la grandeza
del gozo pascual, que tiene dos nombres, pero un solo sentido: la vida en
Cristo. Vida que se adquiere en el Bautismo, vida que se recupera o restaura
en la Penitencia reconciliadora. |
La
Pascua, quo está en la cúspide, es el centro de todo el culto de la Iglesia,
que contiene la plenitud de todo su mensaje cristiano, era la celebración {3
(43)} de la Resurrección del Señor, no solamente en el recuerdo conmemorador
de su triunfo sobre la muerte, sino de su eficacia en los hombres. |
La
alegría por la victoria de Cristo se unía al pozo de ver crecer la vida de la
Iglesia por el nacimiento de nuevos hijos suyos, en el Bautismo de la noche
pascual. Pero antes, en el mismo orden, recibía, el Jueves Santo, la
consolación de la reintegración de los pródigos, de los penitentes que
volvían a la casa del Padre. Recuperados éstos, nacidos los bautizados, tras
In catequesis que a partir de la Biblia, seguida de espacios de oración, se
había llevado a cabo durante toda la Cuaresma. Porque ésta era el tiempo
especialmente destinado a la instrucción y preparación de los que iban a ser
bautizados en Pascua Y. Además, el tiempo en que serían reconciliados los
pecadores públicos. Quedan todavía, en nuestro actual Miércoles de Ceniza, el
rito simplificado ―extendido ahora a todos los fieles― por el
cual estos pecadores eran excluidos de la comunidad y destinados a la
penitencia, hasta su readmisión si daban pruebas de haberse convertido. El
Pontifical Romano conserva todavía los vestigios y el carácter colectivo de
esta reconciliación, que tenía lugar el Jueves Santo, que era como una Pascua
anticipada. |
No
eran estos simples ritos místico-folklóricos. Una mezcla de legalismo,
moralismo y rito de cumplimiento "prêt à porter", con el que hemos
trivializado las cosas santas, nos puede dificultar la comprensión de
aquellas prácticas, que no desembocan en la curación de remordimientos, sino
en el gozo de la conversión y la vida en Cristo: que no corregían un aspecto
o añadían una carencia a lo perfectible, sino que contemplaban la totalidad
del hombre: que sobrepasaban el individualismo, el privatismo egoísta, porque
se pertenecía a la comunidad, y era incompatible la idea de pecado sin
entenderla como separación de ella, como traición a ella, como daño causado a
los hermanos. |
En
el siglo IV podemos contemplar a san Ambrosio que obliga al emperador
Teodosio a hacer pública penitencia, y el emperador se postra ante la
asamblea de los cristianos, como otro pecador, mientras rezan los fieles para
que le sea perdonado su pecado. El pecado era que, a raíz de haber sido
asesinados algunos funcionarios imperiales en Tesalónica, 61 ordenó una
brutal represión. «David ora rey y también fue pecador», decía al obispo
excusándose Teodosio: pero Ambrosio le replicó: «Pues si le has imitado
siendo pecador, imítale haciéndote penitente». San Ambrosio no temió ser
acusado de injerencia indebida en asuntos de orden público; el emperador pudo
percatarse que la conversión al Cristianismo le obligaba a algo más que a
ostentar el nombre de cristiano, y la Iglesia se gozó de recuperar a un
pecador que se reconciliaba con ella. |
Ello
nos puede dar una idea de la seriedad con que se valoraba tanto el Bautismo
como la necesidad de una conversión si éste era conculcado, fuese quien
fuese. Ese respeto, esa seriedad, desembocaban en el gozo pascual: algo más,
mucho más, que el sosiego y consolación privada y provisional a lo que
reducimos, tantas veces, la "paz del alma". |
{4
(44)} |
3.
La fe difícil |
RETRASAR
una adhesión puede ser egoísmo, debilidad, pereza, miedo; pero precipitarla
puede ser irreflexión y ligereza. Cierto que los hombres somos capaces de lo
uno y de lo otro; pero conviene que sepamos distinguir entre sí ambos
extremos, y más particularmente cuando sea para referirnos a los problemas de
la fe. |
No
se trata de hacer la apología de las reticencias, pero no es menos cierto
que, quien fácilmente lo cree todo, en la mayoría de los casos lo que ocurre
es que no cree nada. |
Hay
espíritus que van despacio a abrazar la integridad de la fe que se les
propone, no por cobardía, sino precisamente por la seriedad con que proceden
y por el respeto que Dios les merece. Puede ser, incluso, que yendo más allá
de la materialidad del simple anuncio que de Dios les llega, sientan la
necesidad de tomar perspectivas que dilaten el marco de la original visión
que se les descubre y ahonden en la misma primera verdad que les pone en
contacto con el problema de Dios. La fe no resulta de un silogismo, no entra
a empujones en el alma, aunque sí debe apoyarse en una profunda y
sobrenatural convicción, que ni se improvisa cuando se inicia ni en sus
sucesivos desarrollos. |
A
Newman, después de haberse convertido, le achacaban algunos católicos el que
"no hiciera más conversiones" entre sus amigos de la Universidad, y
no se daban cuenta que se comportaba de acuerdo con el doble respeto que Dios
le merecía y que le merecía la conciencia y la libertad de sus amigos. La
Iglesia no aumenta ni se hace más santa porque tenga más partidarios, sino
porque tenga más fieles que llegan a la fe y secundan la gracia con y desde
la libertad que Dios ha sido el primero en darles y, por igual razón,
respetarles. Apostolado no es proselitismo. |
Cristo
mandó que su Evangelio fuese anunciado a todos los hombres; en Cristo, decía
san Pablo, se ha de conjugar y ha de converger todo, porque Dios quiere que
todos los hombres lleguen a él; la Iglesia ha estereotipado, desde los
escolásticos, la frase de que los sacramentos han de alcanzar y son para los
hombres — «sacramenta propter homines». Pero no debemos de olvidar que, cada
vez que se dice "hombre" se connota un ser racional y libre, al que
destruiríamos con el intento de reducirlo o no dejarle que reaccione y nos
responda de acuerdo con sus características esenciales. Sólo las propagandas
despiertan reacciones interesadamente dirigidas a obtener la respuesta de la
sugestión, sin dar tiempo a la reacción reflexiva y verdaderamente humana.
Pero evangelizar no es hacer propaganda. |
{5
(45)} En nuestros días se habla mucho —¿demasiado?— de "crisis de
fe". Se tiene la impresión, en ocasiones, que la expresión se utiliza
para englobar cualquier otra clase de problema o para justificar, entrándola
en la corriente de la moda, Dios sabe qué estupidez o ignorancia. Pero no
puede negarse que las transformaciones profundas de la vida que nos toca
protagonizar, imponen replanteamientos igualmente profundos y decisivos. Esta
exigencia, no exenta de riesgos y de dramatismo, es sin embargo saludable en
lo que tiene de purificadora, en la autenticidad que reclama ante la asunción
de Dios. |
Algunas
veces, los problemas de las conciencias que buscan y no están lejos del Reino
de Dios", no se refieren al núcleo mismo de la fe, sino a derivaciones
de su interpretación sobre las más inmediatas responsabilidades que no
podemos dejar de asumir ni de relacionar con Dios: sacramentos, oración,
deberes profesionales y cívicos, amor, educación, política, justicia social,
veracidad... Otro problema, no indiferente, e igualmente compatible con la
integridad de la fe, está en la inserción teórica y teológicamente descrita
del cristiano en la Iglesia, pero en la práctica tan diluida en la vaguedad
comunitaria, anónima, despersonalizada, de una adscripción sociológica no
fácilmente superable, para la mayoría de los cristianos. Todo lo cual no hace
fácil la fe, si se toma seriamente. |
No
abogamos por un quietismo fatalista o resignado, que niegue el apostolado, ni
por una dejación descuidada en los que acusen los aldabonazos de la fe. Se
trata de purificar la actividad, se trata de hacer como hace Dios, sin
abdicar de todo lo que somos y podemos, sin deformaciones ni olvidos,
humilde, respetuosamente. |
Porque
Dios es grande, y nunca acaba de conocerse completamente. |
Podemos
ayudar a conocer a Dios —somos imagen suya—, pero no podemos imponer ni su
aceptación, ni todas las consecuencias de su aceptación. |
Podemos
completar su actividad, pero no podemos suplir la personal de quien ha de
aceptarle. Podemos comprender, sin embargo, ―y debemos respetar―
a los que sinceramente le buscan, en la medida en que también nosotros le
busquemos. Y le buscaremos con tanta mayor sinceridad, como nos respetemos
―también― a nosotros mismos. |
{6
(46)} |
4.
Liturgia: En la verdad, en la belleza |
NOS
QUEJAMOS con frecuencia del devocionismo que todavía padecemos, en amplias
zonas, y que sacrifica el valor de la liturgia en aras de concesiones
anquilosantes, que se camuflan como tradición venerable cuando, en realidad,
no pasan de posticerías para entretener, aunque se llamen actos de piedad.
Pero afortunadamente estamos en una situación que parecía envidiable a los
que deseaban un reencauzamiento del culto y de la verdadera piedad hace
apenas un siglo o siglo y medio. |
El
Renacimiento había asustado a los cristianos: menos a esos santos que
emprendieron una renovación cuyo impulso todavía nos alcanza, a través de las
obras que institucionalizaron. La Revolución Francesa fue apenas comprendida,
y a ella se unió rápidamente el fenómeno napoleónico que removió toda Europa
y, enseguida, la revolución industrial que cambiaba profundamente los
emplazamientos y las relaciones de los hombres. Al fatalismo milenarista
medieval le sucedía, ahora, el pesimismo o el fanatismo milagrista que se
endurecía en intransigencias monolíticas mientras se esperaba una
extraordinaria intervención de Dios que restaurara el orden que se creía
roto. Es la hora del romanticismo, de los que miran hacia atrás
―historicistas― o se repliegan hacia adentro
―sentimentales―. Pero también es la hora de los que superan
cualquier evasión y sacan de la Historia, de la conciencia y de la mirada
puesta en el mundo que les circunda, un aliento de verdad, de belleza, de
intuición que se proyecta al futuro y que señala caminos de renovación. |
Es
en este momento que aparece el gran impulso del renacimiento litúrgico de la
Iglesia, y su hombre es el benedictino Próspero Pascual Guéranger. Su figura
pertenece a una colección de hombres de mente clara, de corazón valiente y
enamorados de la Iglesia, que señalan el principio de la renovación
contemporánea del Cristianismo en Occidente. |
Comienza
la renovación litúrgica en Francia, con Dom Guéranger, y sus
"Instituciones Litúrgicas" y el más divulgado "Año
Litúrgico". De Francia pasa u Europa y, en España, a principios de este
siglo, entra y se mantiene en Montserrat. No más ni menos lento aquí que en
otras partes. Persiste la cerrazón de un tradicionalismo mal entendido, que
se opone o resiste, por lo menos, al "movimiento litúrgico", el
cual, a pesar de todo, trabajosamente es verdad, avanza por toda Europa y
logra, casi ya en nuestros días, algunas reformas, hasta que {7 (47)} se
celebra el II Concilio Vaticano, cuyo primer documento será dedicado,
precisamente, a la renovación de la Sagrada Liturgia. |
La
renovación litúrgica que, en un principio se apoyaba en la revisión histórica
y la restauración del canto gregoriano, llega a nuestros momentos en log que
se plantea la invención de formas nuevas, más adecuadas al hombre y a las
circunstancias actuales. |
Llegaremos
a ver algunas de estas reformas. Pero lo importante será que sepamos recoger
el espíritu de los pioneros que las hicieron posibles, tanto tiempo atrás.
Que amemos a la Iglesia, que venzamos las turbaciones del vaivén que conmueve
nuestra época, que seamos sabios, que ―como ellos― sintamos un
gran respeto a la originalidad cristiana y una gran valentía frente a la
novedad entusiasmadora de cada instante, para que, con unción, con sentido y
cultivo de la belleza, recojamos, inventemos y ofrezcamos signos de
conjunción que nos reúnan y hermanen en el culto que hay que dar a Dios. Esos
pioneros no fueron ni arqueologistas románticos, ni gentes que jugaban a
estrenar novedades, o "'a ponerse reformas" porque creyeran que se les
había hecho viejo el último juguete estrenado. Lo que ellos nos dieron no se
hizo viejo, sino que se fue desarrollando, a pesar de las oposiciones y las
incomprensiones de los timoratos, de los cerriles o de los ignorantes, hasta
provocar el actual clima de apertura, indudablemente prometedor ante el
futuro. |
En
este año se cumple el primer centenario de la muerte de este gran hombre que
fue Dom Guéranger, abad de Solesmes. No podemos olvidarnos, más cerca de
nosotros mismos, de los primeros que aquí recibieron e impulsaron aquella
renovación: Marcet, Gomá, Cirera, Carreres, Clascar, Gubianas, Sunyol... |
Y,
precisamente fallecido en estos días, no podemos olvidarnos del benemérito
escolapio padre Miguel Altisent, ese gran apóstol del canto gregoriano,
sabio, trabajador, optimista, generoso, de labor fecunda no solamente en la
dirección y magisterio en el Pontificio Instituto de Música Sagrada de Milán,
en tiempos del cardenal Schuster, sino también del Conservatorio Municipal de
Música y del Seminario Conciliar de Barcelona. |
Ellos
supieron edificar el culto a Dios en la verdad, la unción, el gozo, la
belleza, y darle la elocuencia sobrenatural del signo que, sin beaterías ni
falsificaciones, reúne junto a la mesa del Señor, como retoños de olivo, a
los hijos de la Iglesia. |
Donde
la Iglesia obtuviera una zona de "libertad" para ella sola, no
pasaría, a lo sumo, de conseguir "otra' esclavitud que le impediría ser
universal. |
{8
(48)} |
5.
DERECHOS Y LIBERTAD |
CUANDO
la Iglesia defiende los derechos fundamentales humanos frente a instancias
internacionales o nacionales, frente a grupos o individuos, trátese de
derechos sociales, políticos, culturales o cualesquiera otros, está
defendiendo la libertad religiosa, y no puede defender a ésta sin defender a
aquellos porque nacen de la misma raíz teológica. El que arranque un derecho,
extirpa el manojo entero. |
Cuando
la Iglesia defiende la libertad religiosa de los católicos está defendiendo
la de todos los hombres, y no puede defender la de aquéllos sin la de éstos:
si algo ha quedado, además, claro en el Concilio es que la Iglesia renuncia a
situaciones de privilegio que sean exclusivamente tales: se contenta con
ejercer los derechos humanos también en el campo de la libertad religiosa.
(Y, cuidado con batir palmas antes de tiempo, no exige poco.) Podrá llamar la
atención que en un país donde la situación histórica de la Iglesia ha
parecido (y en muchos aspectos ha sido) privilegiada, afirmemos que es
preciso aplicarle en adelante todos los corolarios prácticos del principio de
libertad religiosa. |
En
efecto, habrá que vencer muchas rutinas en la mentalidad de los ciudadanos,
muchas resistencias en la de algunos políticos, muchos malentendidos
sistemáticamente cultivados contra el Concilio. |
La
Iglesia quiere libertad para organizarse internamente. Comienza por querer
decidir sin intromisión exterior alguna el nombramiento de los sucesores de
los apóstoles (es problema interno de la Iglesia si estos obispos van a ser
auxiliares, coadjutores, arzobispos o cardenales, cuántos y con qué tareas). |
Es
la Iglesia la única a quien toca decidir si va a organizar conferencias
episcopales, nacionales, o internacionales (para la Iglesia, lo internacional
es sólo regional) y qué atribuciones van a tener. La resistencia a reconocer
la personalidad de la Conferencia Episcopal o de comisiones episcopales
especializadas es poco realista: la Iglesia se presenta ante el Estado tal
como ella quiere ser y es. De la misma manera, si el Concilio ordena
establecer consejos presbiterales y pastorales, las diócesis los
establecerán, y las relaciones del Estado con las diócesis tendrán en cuenta
la estructura que las diócesis se habrán dado a sí mismas. |
Hasta
con diáconos permanentes si los obispos se han decidido a ordenarlos. |
Las
circunstancias territoriales de la Iglesia son cosa suya tanto si se trata de
archidiócesis, diócesis, arciprestazgos o parroquias, como de los
nombramientos de sus curas de almas. Por ejemplo, dentro de las fronteras de
un Estado no pueden ser criterios políticos los que determinen la
distribución de archidiócesis, sino precisamente pastorales, que eviten que
nadie considere a la Iglesia como instrumento para la realización de otros
objetivos que los del espíritu, por legítimos que en sí sean. |
Jesús
Iribarren, en el diario "YA", 22-1-75. |
{9
(49)} |
6.
La vida sigue Y el mundo Se transforma. |
|
POR
LOS DATOS que tenemos los hombres actuales, nos es imposible reconocer una
transformación en las ideas y un cambio en la visión del mundo y sus
relaciones con los demás hombre que haya sido más profundo y extenso que el
que Jesucristo nos traja con su mensaje, con el ejemplo de su vida, con la
perpetuación de su influjo a través de la Iglesia, que quiso formada de
hombres, a los que prometió no abandonar, pero aseguró, igualmente, que irían
creciendo en el conocimiento de la verdad que, recibida del Padre, les
transmitió a ellos, hasta que se acabara la construcción del Reino que el
iniciaba y cimentaba en su sacrificio, en la entrega de todo su amor a la
Humanidad. |
{10
(50)} La vida sigue. Él lo confirma con su resurrección, a la que asocia, por
la fe y la gracia, a todos los que creen en él. |
Desde
Pascua, la vida es diferente por el mundo. Los que solamente buscan
seguridades, vacilan, dudan y posiblemente acaben por abandonar a Cristo. Los
que buscan una verdad creciente, los que encuentran en él al Hombre divino,
al Dios humano, ya no Le abandonan jamás; él es el nudo entre contingencia y
transcendencia y desde él, es posible el camino de una progresiva a inocente
liberación. |
Terrena
para un solo hombre y para todos los hombres. |
Cristo
no pide la parte de nada de lo nuestro: nos deja libres y por eso lo pide
todo. No es el consuelo, o la razón, o el remedio, o la recompensa de nada: |
es
el principio y el fin de todo: es la Vida. No cabe abrir paréntesis al
tiempo, a las fuerzas, al amor: Cristo suma y resume todo, Cristo abraza al
hombre entero: no le da nada el que sólo le dé pedazos, recortes o sobras de
su ser, de su trabajo, de su Ilusión, de su esperanza, de la razón de todo su
existir. |
Cristo
no completa la Humanidad, sino que in salva, la libera, la redime, Cristo no
añade, sino que transforma. |
{11
(51)} Cristo ha entrado en la Historia y ha tomado gestos nuestros: ha andado
por nuestros caminos, y su voz se ha hecho eco en las manos del aire, Y su
mirada luz en los rostros de los hombres, y su gracia ha limpiado de
tristezas los corazones afligidos y ha liberado de angustias a los pecadores. |
¡Ya
es posible ser buenos y recoger las fuerzas enardecidas para seguir adelante
y hacer un mundo nuevo, como nueva es la vida que él estrena y comparte con
nosotros! |
En
él, el misterio de esta transformación se llevó a cabo de una vez para
siempre; pero en cada hombre, luego, se está haciendo siempre,
indefinidamente, porque no cabe, ni acaba en un momento, mientras la vida
sigue para cada mortal y para el mundo. |
Por
esta razón no entiende a Cristo el que confunde la fe con una adhesión
estática, supuesta implícitamente perdurable. Hasta en el seno de la Iglesia
la vida de fe está sin cesar sometida a sacudimientos que la estimulan y
disponen a una mejor interpretación del mundo y de los hombres a la luz de
Cristo. |
Siempre
está amaneciendo; siempre aparecen luces nuevas en los caminos del mundo y
Cristo andando por ellos, al encuentro de los que creen en él, aun mezclando
la fe con confusiones y temores, mientras les dice todos los días, como a los
discípulos: «¡No tengáis miedo; yo os precedo; id a todos los hombres y
anunciad mi Evangelio!...». |
San
Pablo añadirá: «¡Cristo ya no muere más!» Nos falta, solamente, comprender,
inscribir en la suya nuestras muertes, las contradicciones de los límites
humanos, de los errores y malicias no redimidas todavía, y surgirán de estos
dolores "cristianos" la fuerza liberadora de la Humanidad, la
construcción del Reino de Dios. |
CRISTO
va llegando a su plenitud, por nuestra colaboración, suscitada por el mismo,
a partir de todas las creaturas. Nos lo enseña san Pablo. Hay quien se
imagina que la creación ha sido terminada hace mucho tiempo, lo cual es
erróneo, ya que la prosigue en las zonas más bellas y profundas del mundo. |
Hasta
hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de alumbramiento
(Rom 8,22). Y nosotros colaboramos a continuar la creación, aunque sea con el
trabajo más humilde de nuestras manos. Este es, en definitiva, el sentido y
el premio de nuestros actos. Por medio de cada una de nuestras obras,
trabajamos, atómicamente, pero realmente, en la construcción del Pléroma o,
por mejor decir, contribuimos a completar la perfección de Cristo. |
TEILHARD
DE CHARDIN en milieu divin. |
{12
(52)} |
7.
Catolicismo «de consumo» |
A
CIERTA actualización o pervivencia de deformaciones pasadas, se le podría
llamar hoy "catolicismo de consumo". No puede tener su origen en la
verdadera y misma Iglesia, porque se lo impide, afortunadamente, la Escritura
siempre abierta, la Palabra de Dios que es viva y cortante, el ejemplo de los
santos, la historia de dos milenios, las actitudes y las voces de los
profetas de nuestros días, la asistencia del Espíritu prometido. Allí donde
callaran los hombres, hablarían las piedras. ¿O es sólo dulce y lejana poesía
el Evangelio del Señor? |
El
consumo |
El
consumismo, por lo menos en Occidente nos sitúa en una sociedad en la cual,
bienes y servicios se producen y se consumen, de forma creciente, por los
miembros que se integran en el sistema, con igual creciente satisfacción; es
un modo de igualar al hombre no transformándole, sino añadiéndole más cosas Y
más necesidades; es pretender servirle decírselo, por lo menos, no a base de
ofrecerle lo que necesita, sino fomentándole necesidades para que esté
pendiente, deseoso, de lo que interesa —desde los polos de la economía, del
poder— darle. No se colman necesidades, sino que se crean, se artificializan,
se manejan, excitan y dirigen, para que solicite precisamente lo que se le
quiere dar o vender. El consumismo tiende, especulativamente, a satisfacer necesidades
que sólo él crea, por imposición o sugestión activa; no a desarrollar,
respetándolo, al hombre como es. El hombre como persona interesa poco; valen
en cambio, las cantidades, el número y la cifra. Cuando lo que se trata es
reducible a cantidad, se hace manejable, utilizable. La cantidad es el alma,
lo demás es papel fino de fantasía que lo envuelve, adorna y disimula la
rudeza o la dureza, fría, intrascendente. |
El
consumismo, si por una parte tiende a una cierta integración de las clases
sociales, aunque sin producir la hermandad entre los hombres, por otra crea
hábitos y moldea mentalidades igualmente despersonalizadas: incapaces de
pensar", imprudentes para elegir, impotentes para bastarse. Sus alegrías
no serán las de estrenar el gozo de algo que acaban de crear, sino de llegar
a tocar o tener lo que se ilumina en los escaparates. No inventan, sino que
compran y gastan; 110 aprenden, sino que se divierten; no se alimentan, sino
que mascan o paladean; no aman, sino que se consuelan y detienen en el
placer; no se preparan para la vida, sino que se equipan para mejor
aprovecharse de los demás. |
{13
(53)} |
Consumo
y espíritu |
El
consumismo materializa al hombre; sofoca su desarrollo espiritual y, apenas
adquiere una pseudo-adultez, agudiza su egoísmo y canaliza por el cualquier
valor espiritual que se le presente. Con tal que se tenga en cuenta ese
egoísmo, que se fomente discretamente, que se responda a su estimulación de
manera adecuada, sin ofender vanidades, es posible endosar productos
espirituales (?) con la seguridad de su aceptación. Es posible vender cuadros
para decorar paredes, y metros de libros para llenar estanterías de
bibliotecas sin que el adquirente entienda de pintura o lea libro alguno; es
posible encontrar quien patrocine una obra cultural, no por amor a la
cultura, sino porque el precio de la protección resulta proporcionado y
ventajoso —todo considerado— para el prestigio del protector... |
Y,
cuando lo espiritual no sólo es arte, literatura o cultura en general, sino
que incluye a Dios, también es posible etiquetar productos preparados para
consumir. Pero entonces nos encontramos que lo espiritual se nos reduce a
psicológico porque descendemos al terreno del sentimiento y de las
sugestiones, con el nombre de Dios al fondo. |
Catolicismo
"de consumo" |
Sería
posible, por ejemplo, despertar miedos, cultivar escrúpulos, o levantar
ilusiones cuya respuesta posterior estuviera en el contenido de una religión
que ofrecemos. Como se ofrece un calmante para una dolencia física, podríamos
hablar de un tranquilizador para las conciencias; en vez de proponer un ideal
verdadero, podríamos entretener los sentimentalismos... En el caso del
Cristianismo bastaría que silenciáramos toda la fuerza de su carga positiva,
compensándola o frenándola con respuestas a invenciones o exageradas
necesidades espirituales (por no decir individualistas), a partir de
parcialismos y deformaciones de lo que es auténtico cristianismo. |
i
No faltan los que, en moral, en liturgia, en disciplina de sacramentos y en
alguna otra materia, silencian o tardan en declarar el valor de lo
estrictamente preceptivo y presentan como preceptos lo simplemente directivo;
los que pretenden crear incompatibilidades entre el significado del Evangelio
y el orden de la Iglesia; los que se pegan a las letras y sofocan el
espíritu... Los que hablan hasta la saciedad de lo que es
"conveniente" como si se tratara de lo verdaderamente
necesario" y silencian lo realmente "necesario"... como si no
fuera conveniente. |
Claro:
un catolicismo que se entendiera así no impondría radicalizaciones ni
exigencias totales. Y por eso resulta más cómodo dar la vuelta y hacer
excursiones consumiendo accidentalidades que nos eviten el compromiso de lo
auténtico y válido. Por ejemplo: nos gustan más los espectáculos litúrgicos
que decidirnos a hacer y mantener comunidades eucarísticas; preferimos que
nos hablen de la confesión "de devoción" que de la conversión de
los pecados y, si nos hablan de pecados, que sea dándonos enseguida la
fórmula automática {14 (54)} que nos tranquilice, a nivel íntimo, anónimo,
descomprometido e individualista, a que nos encaren con la verdadera
significación del pecado en lo social y nos digan y señalen qué son y dónde
están estos pecados. |
Un
catolicismo reducido a artículo de consumo psicológico, como gastronómico lo
sea una receta de cocina, en la indumentaria y la elegancia, una prenda de
vestir, o en lo estético una propaganda para adelgazar sin pasar hambre, está
a pique de no tener más importancia ni trascendencia que lo que convenga, en
su orden, al paladar, a la moda o a la buena salud. |
El
consumismo ha traído los supermercados, cuyo éxito parece que está en que,
además de que constituye un permanente espectáculo-feria, ofrece
despersonalizadamente lo que la aparentemente libre sugestión del visitante
al fin elige... y paga. |
No
faltan los que imaginan una Iglesia como un gran y universal supermercado de
gracias, en la que uno entra y permanece anónimamente y utiliza los
mecanismos sacramentales para tranquilizarse o consolarse entre paréntesis
vitales de evasión del mundo de la realidad para subir a fantasías
momentáneas en las que parece que se está cerca de Dios, porque se está lejos
de todo. Un Dios consumido por el sentimiento, o que justifica tras los
resquemores del remordimiento; pero del que no se quiere que nos pida nada,
más allá del silencio. |
Hay
catolicismo de consumo allí donde funciona la alternativa miedo— consuelo,
acomplejadora, y generadora de mansedumbres fingidas, de sonrisas sin amor,
de virtudes adquiridas o construidas como las colecciones de los álbumes. Hay
catolicismo de consumo {15 (55)} allí donde el medio justifica el fin o, por
lo menos, preocupa más que el fin; allí donde la organización substituiría al
Espíritu y el sentido de empresa la vida fraternal. Se aleja, en cambio, esta
tentación, allí donde se entiende principalmente como positivo, constructivo,
proyectado y compartido, en el mundo, en la vida, el Evangelio del Señor. |
El
peligro de un catolicismo de consumo se aleja en la medida que vayamos
haciendo más presente y total en nuestros actos, esa Iglesia en la que nos
incorporamos a Cristo, y, por supuesto, en la medida en que nos respetemos y
respetemos al hombre. Si no partiéramos de esa actitud y esa honradez no
podríamos entender jamás por qué razón Cristo dijo a Pedro y a sus
compañeros: |
«Os
haré pescadores de hombres», y, en cambio, no dijo a Mateo o a los del
Templo: «Os haré mercaderes de hombres». |
¡SEÑOR
JESÚS! |
Mi
Fuerza y mi Fracaso eres Tú. |
Mi
Herencia y mi Pobreza. |
Tú
mi Justicia, Jesús. |
Mi
Guerra y mi Paz. |
¡Mi
libre Libertad! |
Mi
Muerte y Vida, Tú. |
Palabra
de mis gritos, |
Silencio
de mi espera, |
Testigo
de mis sueños, |
¡Cruz
de mi cruz! |
Causa
de mi Amargura, |
Perdón
de mi egoísmo, |
Crimen
de mi proceso, |
Juez
de mi pobre llanto, |
Razón
de Mi Esperanza, |
¡Tú! |
Mi
Tierra Prometida |
eres
Tú... |
La
Pascua de mi Pascua, |
¡nuestra
Gloria |
por
siempre |
Señor
Jesús! |
Mons.
Pedro M. Casaldáliga, C.M.F. |
No
podemos suponer lo que no existe. |
Suponemos
tener una fe que nos falta. |
Suponemos
un cristianismo, en la sociedad, que todavía está por desarrollarse. |
Suponemos
unos éxitos que sólo están en la fantasía de los hombres que pretenden
protagonizarlos. |
Suponemos
demasiadas cosas, cuando nos referimos a Dios; en último término, suponemos
que él cuidará de suplirnos en todo. |
Cuando
cunde la tristeza, o el desaliento por parecernos que se derrumban logros, o
que se niegan triunfos, en realidad deberíamos creer que sólo se desvelan
verdades: desaparecen los sueños. |
Dejemos
de soñar, y construyamos. Desde la verdad, buscada, recogida, vivida,
proclamada. |
Lo
demás no lleva a Dios. |
{16
(56)} |
8.
«Cartas cristianas» del cardenal Enrique y Tarancón sobre "El sacerdote
y la política" |
«Son
muchos los que acusan a la Iglesia de hacer política desde el momento en que
ella deja de hacer su política». En el semanario diocesano "Iglesia de
Madrid", tiene costumbre de publicar cada semana una colaboración el
cardenal y obispo de aquella archidiócesis, bajo la rubrica general de
"Cartas cristianas". El pasado 17 de febrero aparecía la primera de
una serie, sobre el mismo tema, que reproducimos a continuación. |
LA
OPINIÓN pública está francamente desorientada. Se dice y se repite con
machacona insistencia que la Iglesia "hace política". |
Que
muchos sacerdotes se olvidan frecuentemente de su sagrada misión y abordan
temas y toman posturas que no les corresponde, porque son de marcado carácter
temporal. |
Algunos
han llegado a afirmar que el Concilio Vaticano II y varios Sínodos de los
obispos, particularmente los dos últimos, han querido dar a la misión de la
Iglesia una proyección más quo temporal, especialmente política, que está
fuera del encargo que hizo a la Iglesia Jesucristo y que no se compagina con
el Evangelio. |
Creo
que es indispensable hacer un poco de luz sobre esta cuestión, en beneficio
de todos. Y aún juzgo indispensable anteponer unos "prenotandos"
que nos ayuden a centrar el tema. |
1.°
Es necesario advertir, en primer lugar, que esta acusación no es nueva. |
Se
va repitiendo desde el principio a lo largo de toda la historia de la
Iglesia. |
Las
acusaciones que los escribas y fariseos presentan ante Pilato contra
Jesucristo son acusaciones políticas: |
«Prohíbe
pagar el tributo al César». |
«Solivianta
al pueblo». Por eso le presentan el dilema con toda claridad en el plano
político: «Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace
rey se enfrenta al César». |
2.
° Los que hemos vivido en España en tiempos de la segunda República, somos
testigos de que también entonces la persecución del Gobierno contra la
Iglesia, la quema de conventos, las leyes discriminatorias contra los
católicos se querían justificar por razones políticas: «La Iglesia es enemiga
del {17 (57)} régimen». «Los frailes son enemigos del pueblo, que ha dado a
sí mismo la República». |
3.
° Es evidente, además, que en otras épocas relativamente recientes, el clero
español estaba enormemente "politizado". Había curas
"carlistas", "conservadores", "liberales". Y
nadie se extrañaba demasiado de ello, aunque, en no pocas ocasiones, Bu
postura política casi les enfrentase con sus obispos y hasta con el Papa. |
4.°
Tampoco extraña ahora, en algunos ambientes ―en aquellos, precisamente,
en los que más se protesta por la supuesta politización de
eclesiásticos― que existan curas plenamente identificados con
tendencias o movimientos políticos de signo extremista conservador. |
Todos
estos hechos nos demuestran que el problema no es tan sencillo ni tan claro
como quieren hacernos ver los que se rasgan públicamente las vestiduras ante
cualquier afirmación de un sacerdote que no les resulta grata o ante
cualquier postura sacerdotal que choque con su postura política. |
Y
que las acusaciones que se formulan contra la Iglesia en general o contra
obispos o sacerdotes en particular, no siempre son desinteresadas ni obedecen
a motivos exclusivamente religiosos. [1] 5.° Es un hecho constante, además,
que todos los gobiernos de todos los tiempos y de todos los pueblos han
querido "utilizar" la fuerza moral de la Iglesia. |
Con
rectitud de intención muchas veces ―la Iglesia puede ayudarles para
mantener el orden y la paz de la sociedad―, con intención menos recta,
otras ―quisieran "servirse" de la Iglesia para apoyar sus
propias convicciones o posturas políticas―, lo cierto es que es esa una
constante en la Historia. |
Las
mismas persecuciones contra la Iglesia obedecen, la mayor parte de las veces
al hecho de que no puedan conseguir ese servicio que ellos le piden. |
La
Iglesia, entonces, hace política, según ellos, precisamente porque se niega a
hacer "su" política. |
6°
La postura del Concilio ha pretendido clarificar ese aspecto que en
demasiadas ocasiones estaba confusa. |
Ha
querido concretar la acción de la Iglesia —también en ese campo— para evitar
los perjuicios que el anterior estado de cosas había producido a la Iglesia. |
En
teoría, ya casi todos aceptan el planteamiento del Concilio. |
La
"independencia" de las dos sociedades Iglesia-Estado, y de las dos
autoridades dentro de una correcta y leal colaboración en beneficio del
hombre a cuyo servicio están tanto la Iglesia como el Estado. |
Pero
no parece fácil hacer entender que la colaboración se puede prestar y
consintiendo o disintiendo, alabando o criticando, siempre que la crítica sea
justa, razonable, correcta y respetuosa. |
Ni
es fácil conseguir que las ideas encaucen y moderen las apetencias
particulares, sobre todo cuando una práctica de muchos años y unas ideas
aceptadas como permanentes han hecho cristalizar una actitud mental muy
arraigada. |
Es
necesario tener en cuenta esos "prenotandos" para poder hablar del
tema "El sacerdote y la política" con serenidad y para que se haga
la luz en esa confusión en que nos vemos envueltos. |
{18
(58)} |
9.
La fe en el diablo |
Resulta
cómodo echar las culpas al diablo. Es el recurso pobre del que quiere
excusarse de los propios yerros: como si la vida fuese un concurso de
tensiones que nos sujetan opuestamente, Dios hacia el bien, y el diablo hacia
el mal; como una lucha entre dos poderes, de resultado incierto; como si Dios
pudiera "perder". Reproducimos unas palabras del teólogo Peter
Knauer, de la Facultad de Teología de Frankfurt, sobre el diablo. |
PIENSO
que un católico ni tiene que creer, ni necesita creer, ni puede crear en el
diablo. Sencillamente: porque la fe de los cristianos se refiere sólo a
Dios... En la fe se trata de nuestra unión con Dios y de nada más; se trata
de nuestra participación en la relación divina de Jesús, y por eso la
existencia de seres creados nunca puede ser objeto de fe. |
Si
se me preguntara sobre la existencia del demonio, yo respondería
lapidariamente con san Pablo: «Los ídolos no son nada». Y puesto que se habla
tanto del diablo, se podría decir en todo caso: con este nombre se alude a
toda forma de divinización del mundo, en contraposición a la fe como unión
con Dios: cuando uno se hace un dios a su medida, cuando uno se adhiere
absolutamente a cualquier cosa de este mundo, cuando uno tiene una mentalidad
humana". Es una manera simbólica de querer tener a Dios de otra manera,
a querer alcanzarlo de forma distinta que en la fe. |
Con
frecuencia se habla del diablo como si fuera una naturaleza personal y no
meramente un símbolo. Pero si es que tiene una personalidad, es en todo caso
una personalidad que recibe prestada de Dios, en cuanto que uno pervierte en
cierto sentido la relación personal que mantenemos con Dios en la fe,
orientándola hacia algo del mundo. |
La
fe en Jesucristo me libera de la necesidad de creer en un demonio. Ella hace
innecesario el imaginar un mundo poblado de toda clase de espíritu y me sitúa
en el mundo real. |
Cabe
preguntar si hay espíritus puros, ángeles o demonios. Pero esa cuestión ya no
pertenece al ámbito de la fe, si es que bajo la fe se entiende una relación
exclusiva con Dios. |
{19
(59)} LAUS LAUS |
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