Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 148. MARZO. Año 1977.
0. SUMARIO
HAY una violencia que está en cada ser que crece, mientras persiste en su desarrollo. Esa violencia no es desconocida para el cristiano, y entra en la ley de su vida. Negarla equivaldría a negar la "conversión" espiritual que le es indispensable, y la transformación de todo su hacer en el mundo. Otras violencias son menos profundas que ésta.
LA BUENA VOLUNTAD ILUSTRADA
PENITENCIA, VIOLENCIA
JUSTIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA
TÓPICOS EVANGÉLICOS SOBRE LA VIOLENCIA
FUERZA
PODER
AMOR
VIOLENCIA
LA IDEOLOGÍA DE LA SEGURIDAD NACIONAL
LA REPRESIÓN DE LA IGLESIA EN LATINOAMÉRICA
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1. LA BUENA VOLUNTAD ILUSTRADA
No es poco la buena voluntad, como disposición abierta a un propósito de bien. El que quiera ser cristiano ha de comenzar por esa buena voluntad. Pero "buena voluntad" no quiere decir residualismo bondadoso, descuido inocentón, dejadez sin malicia. En ocasiones la "buena voluntad" se ha utilizado para englobar, excusándolas, la pereza, el desorden y la irresponsabilidad.
La buena voluntad ha de ser activa; supone una actitud despierta y abierta, dinámica y constante. Supone una "voluntad" en uso y usada "bien". En ningún caso, y menos en éste, puede reservarse la calificación de "bueno" a lo inútil, aunque tantas veces cierto modo de entender la caridad dedica la expresión de bueno a lo puramente negativo o estático. No se es bueno porque no se hace el mal, sino porque se hace el bien. La bondad es activa.
Para ser cristiano hay que asumir esa disposición a la actividad del bien, y hay que mantenerla, con una tensión que busque el aumento. Sin compartimentar ni dividir en raciones la dedicación, la consagración a ese bien.
Hace falta, además, una constante labor crítica, un esfuerzo de análisis que revise y corrija la trayectoria del hacer; que valore la circunstancia de la dedicación, los objetos y la amplitud de la tarea de bien que ha de ser la vida entera.
Y es preciso que la referencia a Dios sea mantenida, depurando, día a día, esa misma idea que tenemos de Dios, en general demasiado reducida o alejada. Da pena detenerse a comparar el tiempo que dedicamos a enterarnos y saber de tantas cosas de valor harto discutible y con lo poco que nos contentamos cuando se trata de crecer en el conocimiento de Dios, arrastrando, así una vergonzosa ignorancia, disimulada con efusiones sentimentales cuando se nos da por ser humildes, o, si nos pica la soberbia, con disparos de crítica implacable a la Iglesia u otros cristianos, con tal desamor que se diría que somos extraños a ella, que no somos ni siquiera bautizados...
Ilustrar la buena voluntad, crecer, también, en conocimiento ―aunque no sea rentable...― de Dios; interesarnos por la Iglesia de la que decimos ser miembros; dejar atrás esa etiqueta de cristianismo heredado, irresponsable o "sociológico" (como ahora se dice) y comenzar a ser cristianos para Dios, porque Dios nos interesa, porque le queremos conocer y amar, y hacer que sea conocido y amado.
Conocer a Dios no para exhibir el conocimiento que de él alcancemos, sino para vivirlo sinceramente.
Todo esto es imposible sin una dedicación que tiene, inevitablemente, sus dimensiones de tiempo, de orden y horario, de estudio, de reflexión, de oración; todo esto necesita un espacio, un interés no secundario... Cuaresma puede ser otra oportunidad para buscarlo. Vale la pena.
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2. Penitencia, violencia
HAY CRISTIANOS que quieren compaginar un cierto progresismo ―¿quién no quiere ser avanzado, a estas alturas?...―, aunque sin renunciar al acopio y goce de comodidades que todo lo material y los 1. recursos económicos ―¿dónde quedaron las bienaventuranzas?...― puedan proporcionarles. Consiguen ellos mismos sugestionarse si evitan todo autoexamen, y hasta llegan a impresionar a los demás a base de críticas sin compromiso dirigidas a la institución eclesiástica o bien a otros cristianos, en cuyas quejas o análisis alcanzan, más de una vez, verdaderos aciertos objetivamente válidos. Esto no es lo triste, ni puede sorprender demasiado, porque al fin y al cabo no pasa de confirmar las limitaciones inevitables de los soportes humanos y temporales, aún de lo santo.
Lo triste y lo lamentable es lo que les ocurre a ellos mismos, porque no sacan, de las deficiencias que creen descubrir, el fruto que, por reacción estrictamente evangélica, debiera en sus propias vidas producirse.
Hay un capítulo de su cristianismo que permanece inédito: el del vencimiento gratuito y generoso para la bondad; el que comprende esfuerzos no recompensados y abnegaciones no reconocidas ni alabadas en pro de la verdad y de la justicia; el de la pereza y falta de imaginación para cualquier tarea creativa de bien... Creen representar o mantenerse en un cristianismo auténtico porque suponen que falta a los demás, si bien no pasa el suyo propio de un mínimo sólo suficiente para mantener la indispensable autosugestión o a la apariencia superficial. Máximas exigencias hacia lo ajeno o erróneamente alejado ―ellos también son o deberían ser y sentirse Iglesia; a ellos también Dios le podría preguntar: «¿dónde está tu hermano?»―; máximas exigencias hacia lo ajeno, mínimas para mantener la pobre satisfacción consigo mismo.
Por eso, aunque el cristiano no es un hombre que busca a Dios a través precisamente del dolor ni que haya de negar todo el valor que encierre la creación, es conveniente, para evitar esa distracción analítica y otros errores que paralizarían el desarrollo vital de la fe en cada fiel, alguna vez la Iglesia, tomando la voz del Evangelio y, en general, de la Biblia, nos recuerda la necesidad de la penitencia, simbolizada en el ayuno y en la propia aflicción para contener los excesos de la sensualidad y de la satisfacción {3 (43)} orgullosa, con el fin de aproximarnos un poco más a la verdad de ese esfuerzo irrenunciable, convencionalmente llamado "penitencia", pero que no es otra cosa que la actitud mantenida de conversión, de renovación íntima y compenetrada con Cristo.
Sorprendentemente no es difícil encontrar a personas que se llaman cristianas al tiempo que, sin rubor ninguno, afirman que la penitencia no les dice nada, ni como exigencia de su fe ni como necesidad para su trato con Dios. Esas personas profesan un cristianismo muy "sui generis", por ellas mismas recortado a su gusto y conveniencia, que les complementa pero que no les transforma las vidas. Es decir que no les convierte; son cristianos por convertir, aunque alcancen momentos de agudeza crítica que les aproxime, en teoría y para los demás, cerca de la autenticidad.
El Cristianismo es violento, con la violencia que exige, no sólo el firme propósito, formulado en un momento, de conversión a Cristo; sino porque esa voluntad, que para ser válida ha de ser mantenida, lleva consigo la consecuencia de un esfuerzo – «hambre y sed de justicia» decía el mismo Señor, que no puede cesar. Un esfuerzo que no es desasosiego ni inquietud, pero sí búsqueda constante de la voluntad de Dios, en nosotros mismos, en los demás y en el mundo y, respecto a lo cual, lo complementario y lo secundario, es el resto. El "resto" no es la voluntad de Dios.
Sin violencia cristiana es imposible ver defectos en los demás cristianos, en las instituciones que representan el Cristianismo, en la Iglesia, sin redoblar la propia entrega para suplir, con lo que la generosidad nos permite aportar de inmediato, lo que no se alcanza fuera de nosotros mismos. Sin algún entrenamiento para esa violencia o abnegación, es imposible, más allá de sueños y teorías alejadas de la realidad, hacer nada positivo que tienda a aumentar lo bueno y a corregir lo defectuoso.
La penitencia es una escuela de abnegación evangélica porque lleva a la conversión, purifica de miedos y angustias mientras regala el gozo del bien y la paz a los que nos acerca; la penitencia, la austeridad permite ese mínimo o principio creciente de libertad interior que nos dispone a la entrega gozosa en la empresa de Dios.
El hecho de que la Iglesia imponga algunos preceptos irrisorios en cuanto a su contenido, pero significativos en su intencionalidad, obedece a que los hombres, aunque hayamos recibido la fe y a pesar de haber alcanzado una cierta adultez, necesitamos, todavía, de la pedagogía que esa práctica de la austeridad cuaresmal y de los pocos y mínimos ayunos que impone, para no olvidarnos tan fácilmente, del esfuerzo, de la violencia que exige el Reino de Dios.
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3. JUSTIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA
LO MISMO que se ha querido aplicar el sistema de penalización "ejemplar" para advertencia disuasoria a posibles futuros delincuentes, algunos de los que han creído poseer ideas beneficiosas a la comunidad humana, o se han sentido en el deber de evitarles mayores males, han recurrido a la violencia para imponer su verdad o implantar su justicia. El resultado ejemplar o el escarmiento admonitorio, ha sido la violencia o el terrorismo. Cuando los últimos movimientos terroristas han actuado y amedrentado al mundo ó algún sector de la sociedad donde ha irrumpido su acción, no han hecho más que, a su manera y calculándolo para una prevista eficacia psicológica, aplicar los métodos "ejemplares" perfeccionados de cómo, históricamente, se habían aplicado las penas y las torturas públicas a los culpables. No olvidemos que todavía, los últimos reductos donde se atrincheran los defensores de la justificación de la pena de muerte, ponen su acento en esa más que discutida "ejemplaridad" escarmentadora, esgrimida como "defensa" de la sociedad (olvidando que la verdadera defensa no debe estar tanto en el gesto de venganza legitimada de la pena taliónica impuesta, como en la previsión y evitación de las causas de la delincuencia).
En el terrorismo contemporáneo la sociedad encuentra la respuesta a imitación del terrorismo con que la misma sociedad se quiso defender y se defiende, todavía, de lo que la amenaza. Se reduce al hombre o a los hombres por el terror; se recurre al terror o a la violencia como medio para un fin previamente (aunque discutiblemente) justificado, que suele llamarse paz, justicia, convivencia (muchas veces también discutibles).
Las violencias y el terrorismo son posibles porque todavía existen hombres que creen en la eficacia de tales medios "disuasorios", bien sean individuales, policiales o bélicos, y, de este modo, hemos llegado a los astronómicos gastos mundiales de armamento, desatendiendo los que, desde el punto de vista de la dignidad del hombre eran más urgentes y, desde el punto de vista económico, menos caros, y más rentables, como son la educación, la alimentación, la salud, las comunicaciones.
Creen en tales medios porque les parecen más eficaces a corto plazo {5 (45)} y los más inmediatos para ampara el propio egoísmo. Egoísmo que no sólo pretende justificar posiciones de injusticia, sino que igualmente supone un desprecio hacia los demás hombres.
Robespierre justificaba la violencia ―"la terreur"― como una medida para imponer inflexiblemente la voluntad del pueblo, y fórmula doctrinal política imprescindible.
En sí mismo encontró las consecuencias de tal inflexibilidad.
La violencia no se inventó con la Revolución francesa, pero las formulaciones todavía pervivientes en las políticas contemporáneas derivan ciertamente de sus influencias.
El exaltador heroico de la fuerza y la violencia revolucionaria, convertida en guerra continental, fue Napoleón, producto, reacción y propagandista, al fin y al cabo, de aquella revolución..
El genio de Napoleón transmitirá su influjo romántico a filósofos y literatos, suscitando una admiración latente o expresa que les llevará a descubrir valores positivos en lo que hasta entonces se consideraba negativo. La violencia, para Hegel, tiene un valor creador y el mundo, después de la Revolución francesa, y a través del desgarro y dureza de su fuerza, ha desembocado en un mundo nuevo. No hay cambio válido ni revolución posible, sin la violencia.
En nuestros días será H. Marcuse quien afirmará que, para llegar a formas colectivas de civilización, es indispensable pasar por estadios de totalitarismos terroristas. No obstante no exalta la violencia; simplemente la señala. Exaltador de la violencia y de la guerra lo fue Nietzsche, para quien la más fecunda y la más alta forma de existencia debía consistir en vivir peligrosamente; Napoleón es el héroe que inaugura la era clásica de la guerra científica, como si resucitara y continuara las glorias del Renacimiento; la guerra evita caer en la molicie, la pereza confortable y obliga a la lucha donde cada cual ha de encontrar la valentía y la exaltación de superarse a sí mismo.
Pero ya antes de Napoleón y de los revolucionarios franceses, Hobbes había reconocido la igualdad de todos los hombres en la posibilidad de que cada uno pudiera ser asesino de su prójimo, puesto que el estado de violencia, para él, era el estado original del ser humano.
Para el Cristianismo la violencia, en ninguno de estos sentidos, puede encontrar justificación. Nos basta el testimonio contemporáneo de este mártir del pacifismo que se llama Martin Luther King, para quien la violencia, desde el punto de vista cristiano, es a la vez un pecado y un acto de ignorancia, es malicia y estupidez, es culpa y ceguera. Es pecado porque infringe el precepto de no herir, de no matar, de respetar la imagen de la creación; es ignorancia porque engendra mayores males de los que pretende remediar, y rompe pero no construye.
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4. Tópicos evangélicos sobre la violencia
TANTO el que acepte como el que rechace el Evangelio se sentirá atravesado por la violencia de su decisión, cualquiera que sea. Es imposible la indiferencia de quien, por lo menos una vez, haya mirado a Cristo con los ojos de la fe. El que se sienta indiferente es que todavía no lo ha conocido ni se ha planteado a fondo el ser o no ser cristiano.
En el Evangelio se alude a la energía del impacto del Reino de Dios en el mundo; el Evangelio es radical, pero le repugnan, como medio, las violencias que los hombres emplean para implantar los propios radicalismos.
Evangelio y mundo
Aburguesados, es decir cómodos, situados y satisfechos después de haber dado ya un tinte cristiano a la forma de vida alcanzada, el cristianismo llevado al fondo de todas sus exigencias, podría ser molesto al poner en peligro las seguridades que el mundo pretende garantizar. Entonces, para evitar el enfrentamiento suele desplazarse la urgencia evangélica, para que no incida en la realidad inmediata, y se recurre a evocar la de otros tiempos u otros lugares, o se mandan al futuro y para héroes todavía por hacer. Pero la exigencia del Evangelio no puede paralizarse ni desplazarse: es aquí, somos nosotros, ahora. Hora de la conversión o del rechazo.
Cristo se refería al rechazo de los que lo temen o combaten, cuando dijo estas palabras: «La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan; desde entonces se anuncia el reinado de Dios y todo el mundo usa de violencia contra él» (Lucas, 16,16). Y éstas paralelas: «Desde que apareció Juan hasta ahora, se usa de violencia contra el Reino de Dios y gente violenta quiere arrebatarlo» (Mateo, 11, 12). Palabras que, además de denunciar la oposición del mundo al Evangelio, también pueden significar tanto el esfuerzo de la conversión en los verdaderos seguidores, como la inutilidad de pretender entrar en el fraudulentamente, violentando su sentido.
Las exigencias del Evangelio
El Evangelio es pacífico, pero exige la conversión, sin trampa de concesiones que mengüen la más noble y total voluntad de entrega a Cristo.
En la vida del cristiano, Cristo no es el rival de nadie: ni la fe del fiel desvirtúa ninguna verdad, ni el amor sacrifica ningún verdadero bien, ni la justicia ningún valor; pero Cristo es lo único que, sin excluir, invade la vida {7 (47)} y el universo del creyente. Lo que no pudiera estar con él, estaría en contra de él. La prudencia, la sabiduría del creyente está precisamente en querer, buscar y alcanzar esa integración, sin concesiones, totalmente generosa.
Esa necesaria y difícil integración supone no sólo la propia transformación, sino la del entorno, sin lo cual la pugna, la contradicción inevitablemente se produce. «No penséis que he venido a sembrar la paz en la tierra:
no he venido a sembrar paz, sino espadas; porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; así que los enemigos de uno serán los de su casa. El que quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiera a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que conserve su vida la perderá, y el que pierde su vida por mí, la conservará» (Mateo, 10, 34-39; que tiene su paralelo en Lucas, 12, 51-53, y alude al texto de Miqueas, 7, 6).
Los medios y el Evangelio
Cuando Cristo era prendido, en el huerto, dijo a Pedro al disponerse a atacar, violencia contra violencia, a los esbirros: «Vuelve el machete a su sitio, que el que a hierro mata, a hierro muere. ¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre? Él pondría a mi lado ahora mismo más de doce legiones de ángeles», (Mateo, 26, 52-54).
El fin, aún nobilísimo, no justifica la dureza y brutalidad de los medios.
El Reino d. Dios no puede ser fruto de una victoria humana, no lo obtiene o lo implanta el que vence, sino en todo caso, el que convence. ¿Qué haría Dios con hombres que ya no serían hombres? Los vencidos carecen de libertad. Tendría súbditos, no amigos, El Reino de Dios es más profundo y radical que los reinos de este mundo.
En realidad, es más violento a fuer de ser pacífico.
Los inventores de "cruzadas", de "guerras santas" (?) pueden haber creído que defendían a Cristo, a Dios; pero nunca lo hicieron. Defendieron otras casas, aunque etiquetadas, erróneamente, con el nombre de lo santo.
Cristo se proclama y se defiende con la palabra y con la vida; no con la espada ni con .la muerte. La única espada es la verdad, y la eficacia de esta verdad está en la vida que ella invade y transforma.
Jesús no fue un líder político ni su mensaje se ofrecía como una alternativa a los programas políticos imperantes. Y esto fue lo que hizo de Jesús, al final, un ser solitario: abandonado por la derecha, a la que combatía con ardor profético, y rechazado por la izquierda, que se había decepcionado al no lograr de él que se convirtiera en el líder del Movimiento de Liberación Palestina (los "Zelotas").
JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ RUIZ
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5. fuerza
EL CONCEPTO más elemental y comprensible de fuerza, nos lo da la mecánica: es la causa del movimiento o de la resistencia al movimiento; causa capaz de modificar, en los cuerpos, su estado de reposo o de cambio respecto al espacio......
Pero el concepto de fuerza no lo aplicamos solamente al campo del universo físico, sino que lo empleamos también en sentido espiritual, psicológico, moral. En este aspecto incide en las actitudes profundas, en las decisiones y en los actos humanos. El valor de este sentido supera el puramente mecánico o corporal: «No tengáis miedo de los que pueden matar los cuerpos, pero no el alma» dijo Cristo. Y, en otra parte: «No tengáis miedo, porque yo he vencido el mundo». El espíritu siempre puede vencer y superar las fronteras de lo que sólo es dimensionable materialmente; el valor de lo espiritual está por encima del peso y de la medida de lo material. El Cristianismo es espiritualista, aunque no desinteresado de lo material.
La relación materia-espíritu, para el cristiano, no se establece en la oposición antagónica: no son dos polos separados de energías que se combaten, sino que se complementan y que, partiendo del influjo más noble, que es el espiritual, se integran en un proceso espiritualizador, que ennoblece la materia, y no a la inversa, negando el espíritu y corrompiendo lo material.
Solamente así la fuerza se redime de su material brutalidad y participa, una vez liberada de lo puramente mecanicista, en la síntesis gloriosa de lo espiritual. Y fuerza material y razón espiritual se hermanan para evitar que prevalezca el despotismo de "la razón de la fuerza" y domine la vida humana "la fuerza de la razón".
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6. poder
EL PODER es una facultad, aplicable más bien al orden moral y jurídico. Supone la capacidad de mando, imperativa. Como potestad hace referencia a la utilización de un derecho en beneficio de los demás, para bien de los demás. La sola capacidad de utilizar la fuerza, no es un verdadero y puro poder, por más que, tan repetidamente, la humanidad haya sido obligada, en grandes extensiones y en épocas más o menos duraderas, por la mixtificación que ha resultado y resulta de confundir el poder como potestad con la posibilidad de utilizar la fuerza para imponer la pretensión del más robusto y audaz, cuya primera táctica es siempre la de cerrar toda discusión a su predominio para hacerse indiscutido e indiscutible.
Cuando el poderoso usa sus facultades desviadas del servicio a que deben ordenarse, transforma su acción en violencia moral (cambia el sentido de los valores del hombre), intelectual (manipula la verdad falsificando la realidad que todos tienen derecho a conocer, para conducirlos al adocenamiento ignorante y a la turbación miedosa del esclavo mental) e, inevitablemente, física y material, por la persecución del contrario, por el terror de las torturas o de las penalizaciones injustas o inhumanas, por la política o dominio que se apoya en la falsa docilidad que impone el miedo y la sicosis de terror e inseguridad. Entonces, sobre el silencio y la anulación de los demás, es posible, a más o menos corto plazo, la construcción fantástica de la pseudo-verdad que más conviene al poder injusto autoestablecido.
Pero el poder que se inspira en la justicia y se impregna de sentido humano, recurre cada vez menos a la fuerza. No reina, sirve; no vence, convence; no oprime, conduce.
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7. amor
EL AMOR es la dinámica del bien. Lo rebajamos si buscamos en él pretextaciones líricas o amparos sentimentales para justificar inhibiciones, silencios, cobardías o cualquier clase de estrategia o circunloquio dialéctico que nos justifique teóricamente, pero que nos evite el compromiso práctico, puntual, sincero y directo i el deber de hacer el bien, de decir la verdad, de oponernos a la injusticia, de denunciar el error.
El amor es la gran fuerza, es la mayor fuerza del hombre, porque no solamente busca el bien, sino que ya es, en cierto modo, el bien buscado, incontenible en quien lo acoge y arde por comunicarlo a los demás. Es el bien en acto de difundirse.
El espíritu supera la materia porque se ama desde el espíritu, aunque la materia pueda articularse, y deba articularse en la sinceridad de su expresión, hasta llegar a ser su lenguaje.
Es peligroso hablar del amor sin incurrir en fáciles profanaciones, puesto que, en su pureza, es lo más divino de todo lo que es humano que cabe y se genera desde las capacidades del hombre. El amor es fuerza y poder para hacer el bien y para conducir y multiplicar el bien en el mundo.
El amor es ciego cuando se empantana en las zonas superficiales del sentimentalismo o de los consuelos provisionales. El amor, en cambio, es la mayor sabiduría cuando busca ese bien que constituye la esencia de su impulso y mantiene el entusiasmo abnegado de su difusión, de su comunicación.
El ímpetu de la dinámica del amor, es fuerza que se hace cada vez más pura. El amor es la vida, lo más grande vida del hombre y, como expresa la frase bíblica, «más fuerte que la misma muerte».
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8. Violencia
NICOLÁS MAQUIAVELO dudaba a la hora de aconsejar al príncipe la prevalencia entre inspirar miedo o amor a sus súbditos. Ante la necesidad de elegir en la inevitable alternativa, pesimista y realista al mismo tiempo, cedía en favor del terror. Es la visión terrena, únicamente terrena, del poder; es la confirmación sincera del aserto de Cristo ante las ambiciones de sus apóstoles, al comparar y diferenciar su cometido del de los reyes y príncipes de este mundo, en la conocida escena de los Zebedeos.
. Evidentemente, el cristiano no puede encontrar justificación alguna para la violencia física y menos, todavía, para la violencia moral que anula los derechos de la inteligencia y de la voluntad del hombre.
Son En nuestra época nos lamentamos y protestamos con frecuencia de las violencias, todavía posibles, ejercidas en los cuerpos: guerras, sistemas policiales irracionales, penalizaciones inhumanas, terrorismo desesperado o a sueldo...Pero existen formas de violencia que atacan a la mente, que por ser incruentas se introducen sin despertar alarma en sus víctimas.
El producto es una deformación del mismo hombre, convertido, reducido a consumidor, no sólo de productos mercantilizados, sino de ideas y pseudo-verdades que lo masifican o imbecilizan. Por una parte, en este estado, el ser manipulado se hace insensible a otras violencias físicas, con tal que no le afecten directamente y, por otra parte, dormida su racionalidad, es un ser en potencia más subversivo que el normal, resultando, de ello, la necesidad táctica, desde el poder, de multiplicar y perfeccionar los medios represivos para seguir manteniendo la contención. No se multiplica el bien, como en el amor, sino la amenaza.
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9. La ideología de la seguridad nacional
HA SIDO Jean-Marie Domenach, el sucesor de Emmanuel Mounier al frente de esa gran revista francesa, "Esprit" (que reúne a los intelectuales cristianos en la búsqueda de la avanzada evangélica en el mundo de las postguerras), quien ha sabido sintetizar y descubrir los rasgos más duros de las modernas dictaduras y los métodos de tiranía ideológica empleados por la "propaganda política", ejercida a través de los medios de comunicación que, especialmente los estados totalitarios monopolizan, sin posibilidad de reacción ni de defensa colectiva frente a la enajenación que la persistente manipulación informativa ejerce sobre el pueblo, reducido al papel de espectador ignorante o de partícipe embaucado cuando se le admite en el juego adulterado del sufragio de suerte preestablecida, allí donde las dictaduras han pretendido disfrazarse de democracia diferida o improvisada.
A nivel continental, es el caso de América Latina: Paraguay, Bolivia, Uruguay Honduras, Chile, Brasil, Argentina, Ecuador, México... Es claro que estos nombres no agotan la geografía de las tiranías dóciles a intereses económicos escondidos y ajenos al propio país, pero no sin cómplices cainitas internos.
Esas tiranías elaboran su propia ideología apologizando un patriotismo en el que no creen los mismos que enfáticamente lo exaltan; un patriotismo que hay que "defender"...por supuesto con la fuerza.
El pasado mes de noviembre los obispos del Brasil tuvieron que declarar: «Existe un clima general de violencia en nuestro país... La Iglesia se encuentra en un estado de permanente opresión... El principio en el que se inspira el Gobierno es el de la "seguridad nacional"... Esta ideología de la seguridad nacional se extiende por todo el continente latinoamericano...
Bajo su inspiración, y en nombre de la lucha contra el comunismo y en pro del desarrollo económico, los regímenes de fuerza declaran la "guerra anti-subversiva" contra todos los que no concuerdan con su visión autoritaria de la organización de la sociedad... El entrenamiento para esta guerra antisubversiva, además de llevar al embrutecimiento creciente de sus agentes, genera un nuevo tipo de fanatismo, un clima de violencia y miedo...» Violencia ejercida, miedo impuesto, por medio de una estrategia económica que apunta al beneficio de unos pocos descuidando la justicia social; estrategia socio-cultural de selección de ideal y valores discriminados según una {13 (53)} táctica deformadora de las mentes, en cuya tarea los medios de comunicación encuentran el falseamiento de su cometido; estrategia política que iguala lo humano a lo nacional, lo nacional a lo estatal, y el Estado al Gobierno y el poder efectivo en ejercicio; e, inevitablemente, estrategia policíaco-militar (poder efectivo igual a ejercicio de la fuerza), que cierra el círculo de la eficacia planificada, impuesta por la pseudo-legalidad del más fuerte.
La única mitigación que la minoría poderosa intenta ofrecer en compensación de la anulación del hombre, es el falaz paraíso de la sociedad consumista; tarea ardua donde los bienes escasean y donde no siempre es posible generar el círculo sin fin, creador y destructor al mismo tiempo, de productor-consumidor, perpetuamente anhelante y engañado.
Es ahí donde monseñor Helder Cámara, el arzobispo de Recife, ha dicho que la Iglesia ha de hacerse voz de los que no la tienen para «desmitificar el poder que oprime y anunciar un pueblo de hombres libres. Los obispos actuales ―dice― renuevan el papel de Atanasio, de Ambrosio, de Juan Crisóstomo, de Gregorio VII, de Thomas Beckett... que fueron los precursores y los fundadores de un pueblo cristiano realmente libre... No hay separación entre la libertad de la Iglesia y la libertad del pueblo... La Iglesia no tiene la misión de dar la libertad a los pueblos. Porque nadie da la libertad.
Son los mismos pueblos los que hacen "pueblo" haciendo su libertad. La Iglesia se limita a llamarlos a esa vocación, que es realmente la suya, como dice san Pablo en la epístola a los Gálatas».
Redención, liberación, libertad...
«El sábado se ha hecho para el hombre, y no el hombre se ha hecho para el sábado», dijo Cristo. Paralelamente:
el Estado es para el hombre, y no el hombre para el Estado. Al hacer este anuncio y al deducir del mismo las denuncias de los abusos estatales, la Iglesia no hace política, sino que desenmascara idolatrías. Porque el Estado no es Dios.
{14 (54)}
10. documento: LA REPRESIÓN CONTRA LA IGLESIA EN LATINOAMÉRICA
SE TRATA de un calendario de hechos represivos padecidos por la Iglesia en Latinoamérica, durante los años 1975 y 1976. A través de ellos se evidencia la táctica de reducción y desprestigio que los Gobiernos ejercen sobre la fuerza moral que la sola presencia de los obispos y sacerdotes y la palabra del Evangelio significan, como contrapartida crítica a la ideología de la "seguridad nacional" que se propugna en los Estados mediatizados por intereses multinacionales que encuentran, en cada uno de ellos, la complicidad de minorías internas partícipes en los frutos que se obtienen de la opresión legalizada. No importa que los jefes de gobierno o los políticos que deciden tales medidas se llamen a sí mismos "católicos".
PARAGUAY
{1975.}
Febrero: Una compañía compuesta por setenta soldados invade la colonia de san Isidro, en Jejuí. Esta colonia era la sede de las ligas agrarias y de un movimiento popular cristiano de carácter social. Después de esta acción, en días sucesivos, se practican varias detenciones.
Marzo: El religioso franciscano P. Kohman, es expulsado del país.
{1976.}
Enero: El ministro de Educación del Gobierno paraguayo exige la destitución del director y de una cuarta parte de los profesores del colegio de la Compañía de Jesús en Asunción.
Abril: Durante todo este mes se suceden hechos violentos por la acción de la policía, con el balance de tres muertos y trece detenciones. El Gobierno acusa al jesuita P. Sanmartí, a pesar de residir en España. Siguen más detenciones y trece jesuitas son expulsados del país.
{15 (55)} Mayo: La policía practica treinta y siete detenciones entre las cuales se encuentran las de tres sacerdotes. También, un difusor de la revista "Sendero" (órgano de la Conferencia Episcopal del Paraguay) es detenido, torturado y finalmente muerto.
BOLIVIA
{1975.}
Enero: Cierre "provisional" de Radio Pío XII.
Marzo: El Servicio de Inteligencia Militar del Segundo Ejército Boliviano, pone en circulación una serie de instrucciones para actuar contra la Iglesia; dicho plan es descubierto y divulgado (damos un resumen al final).
Los PP. Wessaige (belga) y Wanreyele (canadiense), bajo la acusación de haber colaborado en un informe de la Comisión Episcopal de "Justicia y Paz", son expulsados del país.
Septiembre: Acusados de preparar una reunión subversiva de trabajadores, tres religiosas españolas son arrestadas y retenidas durante diez días y finalmente expulsadas del país.
Octubre: Suspensión "definitiva" de las actividades de Radio Pío XII, cerrada "provisionalmente" diez meses atrás.
URUGUAY
{1975.}
Abril: El director de la revista católica "Víspera" es arrestado; lo mismo se hace con el P. Provincial de la Compañía de Jesús, que es retenido en el calabozo durante todo el Viernes Santo.
Septiembre: El Gobierno prohíbe la carta pastoral de Mons. Tonna, presidente de la Conferencia Episcopal uruguaya, en la cual se habla de la amnistía.
CHILE
{1975.}
Octubre: Se prohíbe a Mons. Frenz, obispo de la Iglesia luterana chilena, que salga del país.
Son detenidos varios sacerdotes, religiosos y laicos, bajo la acusación de ayudar al MIR.
Noviembre: Arresto de dos sacerdotes; expulsión de tres religiosas norteamericanas; detención y tortura de la Dra.
Cassidy que es finalmente expulsada.
{16 (56)} Es arrestado el P. Fajardo, capellán de la prisión, así como dos de sus ayudantes y un miembro del Comité por la Paz.
Son llevados a prisión dos sacerdotes y un abogado del Comité por la Paz.
El P. Panchot, norteamericano, es arrestado junto con otros dos sacerdotes italianos.
Diciembre: Es disuelto, por orden del Gobierno, el Comité por la Paz.
{1976.}
Mayo: Es detenido el obispo Mons. Alvar, por la DINA.
Agosto: La jerarquía excomulga a los agentes de la DINA, tras los sucesos de Pudahuel, promovidos por el Gobierno contra los obispos chilenos asistentes a la reunión episcopal de Riobamba, cuya finalidad es deformada por la prensa, Radio y TV chilena y de otros países latinoamericanos.
BRASIL
{1975.}
Diciembre: La parapolicía secuestra y la policía expulsa al P. Jentel.
{1976.}
Mayo: un misionero jesuita, el hermano Kauling, es golpeado por la policía y arrestado junto con un indio borodo de su misión. En la acción fueron heridos, también, otros cinco indios.
Septiembre: El obispo de Nueva Igaucu, Mons. Hipólito Adriano, es agredido y ultrajado por comandos parapolicíacos (Alianza Anticomunista Brasileña).
Octubre: El P. jesuita Joao Bosco Burnier, que acompañaba al obispo de su diócesis, Mons. Casaldáliga, al ir a interceder por dos mujeres mientras eran torturadas por la policía, es asesinado impunemente al intervenir en el diálogo entre el obispo intercesor y el jefe de policía.
(Mons. Casaldáliga es un misionero español, ya experto en muchas otras penalidades sufridas en el Brasil, a causa del apostolado).
Noviembre: Los obispos Lorscheider y Calheiros reciben amenazas de muerte.
{17 (57)}
HONDURAS
{1975.}
Junio: La Unión Nacional de Campesinos emprende la "marcha del hambre", que la policía reprime causando cinco muertos.
A este hecho sucede el impune asesinato de nueve personas (dos eran sacerdotes: el colombiano P. Betancourt y el norteamericano P. Cypher).
La Policía prohíbe al obispo Mons. D'Antonio, que siga permaneciendo en su propia diócesis de Olancho.
Diciembre: La situación se hace insostenible; Mons.
D'Antonio renuncia a su cargo.
ARGENTINA
{1976.}
Julio: Son asesinados tres sacerdotes irlandeses y dos seminaristas argentinos, pertenecientes a la Sociedad del apostolado Católico, en Buenos Aires. También, en una iglesia de la ciudad, son asesinadas tres religiosas.
En la localidad de Chamical son asesinados, tras sufrir horrendas torturas, los sacerdotes P. Longueville, francés, y P. Murias, argentino.
Agosto: En misteriosas circunstancias que casi evidencian el premeditado asesinato, es hallado muerto el obispo de La Rioja, Mons. Angelelli. El motivo del asesinato podía ser el haber afirmado, en el funeral de Longueville y Murias, que «sabía quiénes les habían matado».
Noviembre: Son detenidos cuatro sacerdotes en Buenos Aires.
ECUADOR
{1976.}
Agosto: Arbitrarias detenciones y expulsiones en Riobamba, donde estaban reunidos diecisiete obispos latinoamericanos, con veintidós sacerdotes (uno español), cinco religiosas y doce laicos, para tratar de temas de apostolado.
MÉXICO
{1976..}
Octubre: En Coahuila son arrestados el P. Benigno Martínez y un abogado con cuarenta campesinos, a los que se acusa de "invasión de tierras".
Pocos días después, en relación con el mismo acto, son arrestados cuatro sacerdotes más.
{18 (58)} El P. Saldana, carmelita, es secuestrado por la parapolicía, golpeado y posteriormente expulsado del país.
LA IGLESIA EN BOLIVIA.
Texto ―resumido― que ha circulado en el Servicio de inteligencia Militar del Segundo Ejército Boliviano de la Provincia de Oruro.
1. No se debe atacar a la Iglesia como Institución y menos a los obispos en conjunto, sino a la parte de la Iglesia más avanzada...
2. Hay que atacar sobre todo al clero extranjero... Hay que señalar insistentemente que predican la lucha armada, que están vinculados con el comunismo internacional y que han sido enviados a Bolivia con la finalidad exclusiva de llevar a la Iglesia hacia el comunismo.
3. Controlar muy especialmente algunas Órdenes religiosas...
4. La C.I.A. ha decidido entrar directamente en este asunto. Se ha comprometido a dar una información plena de algunos sacerdotes (documentación personal, estudios, amistades, direcciones, publicaciones, contactos con el exterior)...
5. Control de algunas Casas religiosas.
6. Por principio ya no se han de allanar Casas religiosas, ya que esto genera mucha publicidad...
7. A la Jerarquía se le han de presentar los hechos consumados...
8. Los apresamientos se han de hacer preferentemente en el campo, en las calles silenciosas o en altas horas de la noche. Una vez que se ha realizado el apresamiento de un sacerdote, el Ministerio ha de tratar de introducir en su portafolio ―y si es posible en su habitación―, propaganda subversiva y algún arma ―preferentemente pistola de gran calibre―, y se ha de tener listo su historial para desprestigiarlo ante su obispo y la opinión pública.
9. Por medio de algunos medios de comunicación social se han de publicar sueltos para desprestigiar a sacerdotes y religiosas que representan una línea de avanzada en la Iglesia. Se ha de exigir la firma para cualquier comunicado, de tal modo que se pueda controlar de dónde vienen y quién los escribe.
10. Mantener relaciones de amistad con algunos obispos, miembros de la Iglesia, algunos sacerdotes nacionales, de tal modo que la opinión pública no crea que hay persecución sistemática a la Iglesia, sino a algunos pocos de sus miembros. Se ha de insistir en la autenticidad de una Iglesia nacional.
11. Se ha prometido retribuir a los agentes que mejor trabajen en este plan con las pertenencias que se confisquen en las casas de algunos religiosos.