Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 156. FEBRERO. Año 1978
0. SUMARIO
REAVIVAR la fe, encararnos más atentamente con lo sobrenatural; buscar y tratar con Dios. Y de aquí vendrán actitudes nuevas y una visión más serena de la vida, y comprenderemos que hemos de hacer en ella. Dios es importante y tomar el Bautismo recibido como una herencia que nos dispensa del trabajo y del compromiso de seguir buscándole para conocerle mejor, anquilosaria la fe. Por esto la Iglesia nos programa estos tiempos de renovación espiritual, para ilustrar nuestro conocimiento y estimular nuestra conciencia cristiana.
TIEMPO FUERTE
IGNORANCIA GENERAL BÁSICA
SÍNODO 77: LA CATEQUESIS
RENOVACIÓN RADICAL DE LA CATEQUESIS
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Tiempo de oración:
Tú has sido el primero en amarnos, Señor.
Pero nosotros lo comentamos y tenemos en cuenta, como si solamente nos hubieses amado el primero no más que una sola vez, históricamente, a pesar de que, sin cesar, muchas veces, a lo largo de todos los días de nuestra vida, Tú has sido el primero en amarnos.
Cuando nos despertamos, cada mañana, y dirigimos nuestro pensamiento y el alma hacia Ti, ya te has anticipado Tú, para ser el primero en amarnos.
Tú eres el primero: antes de amanecer, antes de que yo principie mi oración, me has amado el primero.
Cuando abandono lo que me distrae y recojo mi mente para pensar en Ti, Tú eres también el primero en amarme.
Y así continuamente, a pesar de que hablamos de Ti con ingratitud, como si solamente una vez hubieses sido Tú el primero en amarnos.
Sören Kierkegaard 2 (22)
{2 (22)}
1. Tiempo fuerte
NADA se da absolutamente dado: ni la misma vida agota la experiencia y el conocimiento esencial que de ella podamos tener. El estar y el hacer, el ser y el devenir, el existir y crecer se necesitan y se explican.
También en la fe.
Somos cristianos, pero no lo somos en la medida definitiva, colmada y absoluta en que lo podemos ser y lo debemos ser. Perderíamos, se nos malograría lo poco alcanzado, si la resignación conformada con el último dato logrado, nos tentaba para detenernos a envolver y guardar la medida de lo que ya se tiene sin exponerlo al riesgo de ninguna siembra.
La idea misma de Cristianismo ha venido a colmar la de humanismo y a superarla, engrandeciéndola. Imposible imaginar un cristiano sin partir de la base del hombre; sin ese ser personal, inteligente, libre y sensible, que, trascendido y alcanzando hipostáticamente la vinculación a Dios, en Jesucristo, nos ofrece la imagen y nos abre la posibilidad de ir más allá de nosotros mismos, para unirnos a él y sacar, de esta vinculación, todas las consecuencias transformadoras. Cristo alcanza a Dios, el hombre alcanza a Cristo y, la creación entera, inmediata al hombre, alcanza al hombre, que la resume, y vuelve a Dios, desde el hombre, por Cristo.
Todo esto, querido por Dios, está en marcha, pero no ha llegado a su culminación. Comenzado, se ha de terminar, se ha de hacer, de "acabar" de hacer.
La Iglesia, a pesar de acogernos después de nuestro Bautismo ―es una semilla, un tesoro de virtualidades, además de una configuración inicial con Cristo― y para que no demos por terminado una tarea sólo comenzada, ni recorrido un camino solamente iniciado, viene a recordarnos, cíclicamente, con insistencia especial, en tiempos consagrados al esfuerzo y a la esperanza, la necesidad de seguir andando. Llamados otra vez, adoctrinados de nuevo, alimentados espiritualmente con los sacramentos y partiendo de una toma de conciencia del significado del Bautismo y del compromiso de la fe, la Palabra de Dios se hace fuerte y viva y nos despierta a nuevas exigencias, cuando el pacto de la rutina o de la pereza podría estancarnos en la falsa confianza de la propia satisfacción.
{3 (23)} Tiempo fuerte, de gracia y de iluminación. Es imposible un auténtico vivir cristiano sin sacudir la estática comodidad satisfecha, como si la vida de fe fuese gozar de un caudal renditicio con que, tomadas algunas precauciones, se asegure un determinado grado de tranquilidad psicológica o de sugestionante consolación. La vida ha de crecer, el mundo se renueva cada día, a cada instante, y Dios quiere que vayamos siendo capaces de leer, en este mundo inmediato y cambiante, los signos esperanzadores de su reino, con el fin de que, esforzados y generosos, no cesemos en el crecimiento y transformación de nosotros mismos.
Tiempo fuerte para trabajar fuerte; para purificar ideas, para practicar desprendimientos, para robustecer actitudes de comprensión y apertura, y no por oportunismo o mera transigencia, sino por convicción. Es decir, tiempo fuerte para la conversión, tan difícil, porque surge de la abnegación, del olvido de si y de pensar, sin distracción apasionada, en Dios. Una conversión, no de mirarse al espejo y componer mejor el rostro y la figura, sino una conversión ―volvería a decir Chesterton― de abrir ventanas y puertas, y de andar caminos y mirar al mundo para llevarlo a Dios.
El recuerdo de las ofensas, veneno para el corazón.
El recuerdo de las ofensas es una reliquia de cólera, sagrario de pecados, odio de la justicia, ruina de la virtud, veneno del corazón, carcoma de la mente, desprecio de la interioridad, parálisis de la oración, distanciamiento del amor, clavo hendido en el alma.
El que domina y suprime la cólera, suprime con i ello también el recuerdo de las ofensas. La cólera es madre de la venganza, y mientras vive la madre, resiste el hijo. Para aplacar la cólera hace falta el amor.
EL olvido de las ofensas es prueba de sincero arrepentimiento. Que nadie, pues, tome como motita de paja ese oscurecimiento del alma que :
a menudo pesa, incluso, en los ojos de hombres que se tienen por espirituales.
San Juan Clímaco, Monje del siglo VII
{4 (24)}
2. IGNORANCIA GENERAL BÁSICA
DE DIOS, DE JESUCRISTO, DE LA IGLESIA, DE LA GRACIA, DE LOS SACRAMENTOS...
EL CRISTIANISMO no es sólo un conocimiento; es más que un conocimiento: es una fe y es una vida. Sin embargo, el asentimiento que se incluye, esencialmente, en todo acto de fe, supone, como mínimo, la noticia y el conocimiento de aquél en quien confiamos, cuyo testimonio aceptamos.
Y más que la pura aceptación implícita, erróneamente liberada de toda búsqueda en el contenido de lo que se acepta y cree.
La fe no excluye ni releva de la búsqueda. La fe se encarna en esta búsqueda, preside el pensamiento, acompaña a la inteligencia, estimula la sed de verdad del hombre, y le conduce por su camino, no para evitarle trabajo, sino para mantenerle el esfuerzo mientras le ofrece el premio de un orden y una síntesis que coinciden con la santidad.
Cuando, con tanta frecuencia, en nuestros días, se habla de crisis de fe, de problemas de conciencia religiosa, de inhibiciones en el compromiso cristiano del creyente sorprendido por las grandes mutaciones que conmueven a todos, de desfiguración del sentido de la vocación cristiana del hombre, se encuentra, latente en todo y dentro del marco de este mundo tan velozmente cambiante, el desfase de conocimiento que padecen, en lo religioso, los que protestan de la Iglesia o los que, para mayor comodidad, la abandonan simplemente y así se ahorran planteamientos mentales que supondrían fatigas, imaginan ellos, al fin y al cabo no gratificadas.
Hay, todavía, los abandonos de los que, sin salirse del cómputo estadístico que los tiene en cuenta {5 (25)} como católicos o cristianos, permanecen y se sienten satisfechos con la "ración" de fe que así mismos se han asignado, cristianos a "su" medida, sin valentía para el sí o el no de cualquier aceptación o rechazo profundo, buscadores y guardadores, a lo sumo, de una pequeña colección de verdades y exactitudes semejantes a las piezas bellas y muertas de los museos. Un modo de ser cristianos que, a ratos, los consuela, o les distrae, o los complementa. Un modo de ser cristianos que encierra, que limita, que excluye y huye de la totalidad de la vida.
En la base de todas estas crisis, de todas estas comodidades, de todas estas cobardías, hay un desconocimiento de lo más esencial del cristianismo; hay, por lo menos, una desproporción en uno de estos dos sentidos, o en ambos a la vez:
o saben muy poco de Dios, en comparación con lo que saben de las demás cosas de la vida; o bien quieren o les interesa bastante menos Dios que el resto de atenciones o intereses que determinan sus actitudes, que intervienen en sus decisiones... La miseria o el desequilibrio están en el conocimiento o en la voluntad. Es por esto que dejan o relegan a Dios o, a lo sumo, Dios "les sirve", o tratan de que así sea, para miras que, a pesar de todas las coloraciones con que se las adecente, son únicamente mundanas: de honor, de poder, de vanidad, de prestigios, de beneficios...que, en el fondo, sin hojarasca, mostrarían el desnudo pretexto, tal vez disimulado por inercia resultante del descuido precedente, de la pereza, de la mala administración de las fuerzas dedicadas más a edificar apariencias que a colmar de contenidos de fe y vida cristiana su mente, su corazón, sus inspiraciones, su voluntad, sus ideales, sus decisiones más importantes, su estar en el mundo.
Es desconocer a Dios convertirlo en un complemento mental. Dios {6 (26)} ha de estar en la base de todos los pensamientos y de todas las decisiones del hombre. Con Dios no se discute, Dios no se recorta, Dios no se añade. En el cristiano, Dios, como la misma vida, interviene en todo el ser y decidir. Dios ha de ser conocido hasta aceptarlo así. Luego ya no dependerá tanto de la extensión de conocimientos sistematizados que puedan alcanzarse sobre Dios, sino de la armonía, de la continua presencia dominante que le dejemos ejercer, que aceptemos gozosamente de él sobre nosotros. Y el mundo será bello y la vida una tarea excelente, una decisión con la que preparamos la cosecha de Dios, su reino.
Este equilibrio, este saber de Dios, es básico en el cristiano. A partir de su armonía, puede haber retos, pero no obstáculos en la vida de la fe.
Lo que ocurre es que, con frecuencia, ni somos bastante humildes para reconocer nuestra ignorancia, ni nos decidimos por un mínimo de diligencia aplicada a remediarla. Es verdad que, en cambio, sí somos diligentes respecto a otras cosas; pero también podemos reconocer que éstas nos recompensan, con alguna gratificación, el esfuerzo ―no desinteresado― que les dedicamos.
Dios, en cambio, es gratuito. Dios es puro. Y solamente los puros, solamente los limpios... o los que sinceramente desean serlo, se interesan por él.
Un cristiano no puede desprenderse ni de la Biblia o, por lo menos, el Nuevo Testamento, manejable y siempre a su alcance, ni de un buen Catecismo, siempre recomenzado, leído y releído.
Porque los ritos de la Iglesia se establecieron pensando en los creyentes, se desprende que comprender un rito es equivalente a servirse de él como medio para entrar en contacto con Dios. Pero, para ello, es indispensable que exista, precedentemente, la fe en quien busca acercarse a Dios.
Además los ritos de la Iglesia suponen una iniciación, un conocimiento, son para los iniciados (no digo los intelectuales, sino los iniciados, sean o no intelectuales).
Por ello, para entrar en la comprensión de un rito no basta con un vago sentimiento religioso o una fe más o menos segura en Dios y en Jesucristo, sino que es preciso penetrar en el misterio cristiano y convertirlo en vida propia.
Mons. Alfred Ancel
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3. SÍNODO 77: LA CATEQUESIS
AUNQUE el tema general del último Sínodo fue "La catequesis en nuestro tiempo con especial relación a los niños y a los jóvenes", se vio pronto que los destinatarios del mensaje cristiano, que el adoctrinamiento para la fe, no podían ser sólo éstos. Hoy se produce una ruptura entre Evangelio y cultura, tal como reconoció el Vaticano II, que no solamente constituye el drama de nuestra época, sino que postula y exige esfuerzos en los que la generosidad agote su entrega para que la cultura ―"las" culturas― sea penetrada hasta sus mismas raíces, con lucidez crítica y redentora y pueda ser transformada ―no destruida― para que «los criterios de juicio y de valores determinantes, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de inspiración y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación» se integren en el plan glorioso y feliz de la restitución del hombre y del universo a Dios, tal como auspiciaba el Concilio al señalar el acercamiento de la Iglesia con los gozos y esperanzas de la humanidad actual.
Hay que catequizar a los niños, hay que instruir a los jóvenes; pero es preciso ir todavía más lejos, incluyendo, por supuesto, a los adultos. Y también, como el P. Arrupe reclamaba, rompiendo la facilidad sólo aparentemente exitosa, de una catequesis que permanece encerrada en los lugares tradicionales, despreocupada de ir a buscar a la gente en su propio ambiente. En épocas de atraso pudo ser parcialmente útil lo que ahora no pasaría de conservadurismo o de miope involución que nada o muy poco tendría que ver con el apostolado. Ni sólo los niños, ni sólo en la iglesia. Muchas veces, {8 (28)} erróneamente, se llamó catequesis infantil a lo más parecido a una sala de futbolines, y acto social de apostolado a reuniones de puro entretenimiento y pasatiempo ciertamente no inmoral, pero igualmente tampoco transmisor de ningún valor formativo o artístico. La buena voluntad generosa, pero poco iluminada de catequistas que, más allá de ese entretenimiento vulgar, barato e insulso, se hacían irresistibles, en muchas ocasiones, apenas apuntaba la adolescencia de esos niños postcomulgantes, que abandonaban la catequesis y sólo mínimamente aceptaban enrolamientos de apostolado juvenil, porque el puro aburrimiento les hacía huir y olvidar lo que sacerdotes, maestros o catequistas les hubiesen dicho o pretendido enseñar de Dios, de la Iglesia, de la vida sobrenatural.
La misma asignatura de la Religión, aceptada en principio, soportada poco después y rebajada al ridículo de las tres Marías" como si se tratara de una imposición formal, simbólica e inútil, se salvaba con aprobados de misericordia. Pocas excepciones pueden consolarnos de tantas energías gastadas ingenuamente en apostolados más aparentes que reales.
La decepcionante experiencia de un tiempo no aprovechado ―por diversas circunstancias, no imputables siempre a la Iglesia, ni a los mismos catequistas y sacerdotes enseñantes― no es exclusiva de España. Es en general que se hace imprescindible replantear, tras la necesaria revisión, el modo adecuado de presentar, también hoy, el mensaje cristiano. En nuestros días no basta ―¿bastaba antes?...―, para formar cristianamente a la infancia y a la juventud, con entretener a niños mientras sus madres faenan en casa, o intentar divertir a jóvenes que todavía no tienen el poco dinero para ir al cine {9 (29)} o a una sala de juegos o de baile... Esto es perder el tiempo y, al fin, despreciado por los mismos que lo utilizan, apenas se despiertan a la capacidad de independencia que estalla al desaparecer la natural y fácil sumisión de la infancia.
No es tan reciente el esfuerzo catequético realizado en Alemania –en el que tuvieron parte muy preponderante nuestros hermanos oratorianos, cuando por encargo del episcopado se emprendió la confección de un nuevo Catecismo Católico (así se tituló), posteriormente reformado con motivo del Concilio Vaticano II. Y también es conocido de todos el fenómeno catequístico holandés, con el famoso Catecismo para Adultos, que tiene en cuenta, para la formación cristiana del niño, la previa instrucción de los adultos y de los padres:
todos los pedagogos no podrán suplir ni mejorar la pedagogía de la convicción cristiana y de la fe ilustrada de los mayores que están junto al niño y que, del mismo modo que le procuran el alimento corporal, le dan, adecuadamente, como la misma vida, el que necesita la inteligencia y el corazón para el desarrollo de la semilla de la fe plantada en el Bautismo.
No puede extrañarnos, en absoluto, que el tema del reciente Sínodo, haya sido el de la catequesis en el mundo de hoy, ciñendo, de este modo, a más concreta insistencia, la de la evangelización, que fue el tratado en el Sínodo anterior. Y bajo el título del catecismo con especial atención a la infancia y a la juventud, la consideración del mundo de hoy, y de cómo la Iglesia lo está haciendo y de cómo ha de renovar su dedicación y sus métodos. Al fondo de todos los trabajos, y aunque se citaran liminarmente sólo la infancia y la juventud, quedaba y afloró esta preocupación ya señalada en el Directorio General de Pastoral Catequética (núm. 20), según el cual «la catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan».
Ninguna oportunidad tan adecuada, como la del tiempo cuaresmal, para repetir y revisar, en cada cristiano, esa instrucción básica en orden al objeto de la fe y de la vida cristiana.
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4. documento: RENOVACIÓN RADICAL DE LA CATEQUESIS
ÉSTE era el título de la intervención de Mons. Palenzuela, en el Sínodo de Obispos, sobre la catequesis, que solamente en parte reproduciremos, para ofrecer otras muestras de las preocupaciones de los Obispos del mundo frente a la tarea, ingente no solamente por su extensión, sino por el reto que le presenta el cambio cultural contemporáneo. De este Obispo español son los siguientes párrafos:
LA RAZÓN DE LOS MEDIOS
Cada vez se extiende más por toda la tierra una cultura conformada casi exclusivamente por las ciencias y por la técnica. A la razón de los fines sucede ahora "la razón instrumental" o de los medios. El hombre se mueve entre la sumisión a un sistema de medios carentes de significación última y la afirmación de una libertad vacía. Los valores morales recibidos de la tradición pierden su vigencia. Es la época del nihilismo, un vacío dejado a Occidente por la pérdida de la fe cristiana en Dios.
TEMOR A LA REPRESIÓN
A muchos, especialmente jóvenes e incluso adolescentes, el Dios de la fe cristiana les parece, exclusivamente, como el soporte de un sistema de normas morales que vienen como algo que carece de sentido y resulta "represor" de su libertad y plenitud vital. Al negar estas normas, decae la fe en Dios. Todo el mundo puede darse cuenta y comprende con facilidad que, ante esta cultura que los medios de comunicación social extienden por todas partes como un "elemento" dentro del cual se conforma la vida humana, la catequesis y el testimonio cristiano tendrán que renovarse seria y radicalmente.
{11 (31)} Otra significativa intervención sinodal fue la del cardenal Otunga, arzobispo de Nairobi (Kenia), que abogaba por la proclamación de un Evangelio enraizado en la vida africana, en la cultura de cada pueblo y depositando un interés especial y constante en lo que se refiere a la catequización continua de los cristianos adultos. Decía:
FORMACION CONTINUA
Tradicionalmente, los jóvenes y los niños reciben una formación continua a través de los ritos de iniciación y en el interior de los grupos de la misma edad. Una formación así estaba centrada sobre la vida. Era la respuesta a todas las necesidades personales y sociales y constituía una verdadera preparación para la vida. Nuestros jóvenes también hoy tienen necesidad de una formación cristiana continua, sistemática y centrada en la vida, tanto si les llega por medio de la escuela como en la comunidad cristiana local.
ATENCIÓN A LOS ADULTOS
La formación cristiana continua, en el seno de las comunidades cristianas, ha de constituir, para nosotros, la primera de las prioridades en los años próximos. Queremos dedicar la máxima atención a los adultos. Creemos que si la formación está centrada en la vida, estarán enraizados en la propia cultura local y asumirán más fácilmente sus responsabilidades en la formación cristiana de sus hijos.
Por su parte, Mons. Bernardín, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, se refería a la trabazón que existe entre evangelización y catequesis:
CATEQUESIS. CONVERSION Y TRANSICIÓN CULTURAL
La catequesis debe fundamentarse sobre la realidad básica de la conversión; la conversión que es un proceso continuo que tiene lugar en la vida del creyente.
Pero una catequesis evangélica es importante, además, porque desde el punto de vista ideológico, y a semejanza de lo que ocurría en el mundo del Nuevo Testamento, estamos viviendo en una época de transición cultural, en la que se desafían certidumbres seculares, por lo cual {12 (32)} muchas ven la vida como hostigada por un conjunto de amenazas que es preciso conjurar, porque son deshumanizadoras de su destino, y busca los medios para neutralizar los males temidos. Citaré los siguientes:
NUEVA GNOSIS
1. Una cierta nueva forma de paganismo. Es la solución propuesta por los movimientos gnósticos que se basan en revelaciones secretas y en ritos eficaces, como la astrología, las técnicas no cristianas de la meditación y del éxtasis religioso, nuevas religiones mundiales sincretistas, etc.
LEGALISMO Y SECULARIDAD
2. La vida del legalismo. Quieren la salvación llegada por medio de la observancia rígida de leyes y tradiciones que no admiten discusión. Estas leyes y tradiciones protegen a la persona religiosa sumergiéndola en un baño de seguridades que la sitúa al abrigo de fuerzas que no puede comprender y que percibe como destructoras de los viejos valores experimentados y seguros.
NUEVO ESTOICISMO
3. La vida del heroísmo existencialista. Según este sistema, la salvación consiste en hacer frente a las exigencias del momento actual sin el auxilio del apoyo religioso, y afirmarse como ser libre frente a las fuerzas de la opresión.
El Nuevo Testamento conoce bien estas tres posiciones:
1º paganismo de las religiones de misterios, el legalismo de algunos fariseos, el "existencialismo de los estoicos.
Esta semejanza de horizontes espirituales es una de las razones por las cuales la articulación de nuestra fe en las categorías evangélicas puede ser fecunda también hoy, Una catequesis sana ha de proponerse, por lo tanto, ayudar al creyente en la interpretación de su vida.
Tampoco podría faltar la voz del cardenal Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas, que se refirió a las exigencias de una juventud que «cree en Cristo pero niega a la Iglesia» porque le achaca falta de testimonio. El cardenal abogó por una renovación pedagógica, que no podía dispensar metódicamente de una cierta memorización; pero enseguida hacía fuerza en la necesidad de comunidades cristianas vivientes, y afirmaba, luego, que solamente es posible {13 (33)} ser evangelizado si también se es evangelizador. ¡Buena advertencia para la autenticidad apostólica, frente a tantas energías perdidas en sucedáneos de formación cristiana!
Reproducimos lo que textualmente dijo sobre las comunidades:
COMUNIDADES CRISTIANAS VIVAS
Cuantos entre nosotros han sido consultados insisten sobre la necesidad de que la catequesis sea llevada y sostenida por comunidades cristianas vivas.
La primera de estas comunidades es, evidentemente, la familia, hogar por excelencia donde la fe se transmite por Ósmosis e impregnación. Se ven, gracias a Dios, cada vez más, hogares animados por una vida religiosa donde el cristianismo es vivido en comunión ―padres e hijos― con sus exigencias de oración familiar y de compromiso social. Pero un hogar debe poder a su vez apoyarse en otros hogares; juntos constituyen, bajo diversas formas, en la escala humana, comunidades cristianas vivas. Estas están naciendo por todas partes a través del mundo. Recuerdan las primeras comunidades de la Iglesia naciente.
Son, por excelencia, garantes y portadoras de esperanza para el porvenir.
Un especial interés mereció la intervención de Mons. Nguyen Van Binh, arzobispo de Ho-Chi-Minh-Ville (ex Saigón), que hubo de referirse al medio socio-cultural de los católicos vietnamitas y los problemas de la enseñanza catequística en aquella República socialista dirigida por el Partido comunista que impone el modelo del hombre marxista-leninista.
REPROCHE MARXISTA A LA IGLESIA
Según ellos, la teoría que Marx concibió sobre el cristianismo ha encontrado su verificación en Vietnam; y el rasgo más saliente lo constituye precisamente la colusión de la Iglesia con el imperialismo. Evocan este hecho no por un complejo de culpabilidad, sino para mostrar la gravedad que encierra por lo que se refiere a la Iglesia.
En medio de discusiones teóricas, los comunistas exigen sólo hechos concretos. Los cristianos, pues, han de presentar un rostro nuevo, un rostro auténtico de Cristo y de la Iglesia.
{14 (34)} La actitud de los católicos vietnamitas consiste en cooperar a esta sociedad según el espíritu de la Constitución "Gaudium et spes".
En un país donde el régimen establecido es un régimen que se propone la tarea esencial de unir a todos los ciudadanos para la reconstrucción, los católicos no se resignan a vivir en "ghetto" y quedarse al margen de la sociedad.
COOPERAR CON LOS ATEOS
En el mes de julio de 1976, en la Conferencia episcopal de las dos provincias eclesiásticas de Hué y de Saigón, nosotros, los obispos, unánimemente, y sin ambigüedad, hicimos un llamamiento a todos los católicos invitándolos a seguir el camino de la colaboración, es decir, a contribuir en la construcción de la sociedad. Al elegir esta actitud no creemos haber revolucionado nada en la Iglesia, sino que adoptamos simplemente la conformación con la Constitución Gaudium et spes del Vaticano II. Para nosotros, efectivamente, cooperar con los ateos según el espíritu de esta Constitución (conf. n. 21) significa, en concreto, vivir en el medio creado por los comunistas y construir con ellos una nueva sociedad.
¿CÓMO HACERLO?
La posición ha sido tomada, pero el problema fundamental permanece: se trata de cómo coexistir con los comunistas, de cómo cooperar con ellos en esta tarea de construcción, sin dejar de ser católicos y, por lo tanto, que nos sea posible aportar lo específicamente nuestro en esta obra humana. Es evidente que los problemas que se nos presentan en el plano pastoral superan el alcance de nuestras fuerzas humanas.
A continuación, Mong. Nguyan Van Binh formula unas cuantas cuestiones cuyo interés es innegable, pero que ofreceremos en ocasión próxima.
La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social.
Vaticano II, S.C., 110