Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 158. ABRIL. Año 1978
0. SUMARIO
ALABAR a Dios por sus obras y, en especial, por la Resurrección de Cristo, su Hijo, nuestro hermano, hombre, además, como nosotros... ¡Qué bien que sea en primavera, cuando hasta los árboles vuelven a levantar las ramas, como brazos en alto, para aplaudir a Dios, en nombre de toda la creación!
EL COSMOS ES SU SANTUARIO
VIDA Y FE, MUERTE Y AMOR
OXFORD
TEILHARD DE CHARDIN
SEPULCROS Y CAMINOS
LA FORMACIÓN MORAL EN ESPAÑA
EL MATRIMONIO CIVIL
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1. Tiempo de oración: EL COSMOS ES SU SANTUARIO. SALMO 150
Alabad al Señor en el cosmos
Su santuario
de un radio de 100.000 millones de años luz
Alabadle por las estrellas
y los espacios inter-estelares
alabadle por las galaxias
y los espacios inter-galáxicos
alabadle por los átomos
y los vacíos inter-atómicos
Alabadle con el violín y la flauta
y con el saxofón
alabadle con los clarines y el corno
con cornetas y trombones
con cornetines y trompetas
alabadle con violas y violoncelos
con pianos y pianolas
alabadle con blues y jazz
y con orquestas sinfónicas
con los espirituales de los negros
y la 50 de Beethoven
con guitarras y marimbas
alabadle con toca-discos
y cintas magnetofónicas.
Ernesto Cardenal 2 (58)
{2 (58)}
2. Vida y fe, muerte y amor
COMO la primavera es el triunfo de la semilla que aceptó la humillación do caer en el surco cálido de humedades fecundantes, y que ahora triunfa en flor de esperanza de cosecha sobre los campos, que ya no olvidan de la tristeza de los fríos, de la dureza de los hielos y del azote de los vientos invernales, así la Resurrección de Cristo es, para los creyentes, la victoria sobre los temores y el miedo de la muerte. La muerte ha sido derrotada, proclama san Pablo, y, sobre ella, Cristo es el gran triunfador y nos asocia a su suerte.
Su triunfo en nuestra esperanza, sin posible decepción. Como la primavera hermosea su promesa tendiendo sobre los campos la alfombro verde del trigo que nace para que sobre ellos camine el sol y encienda en las orillas las llamas de las flores en flecos do luz que se posa sobre aliagas y retamas, hasta que la tierra se convierta en pan, en el ofertorio de la cosecha dorada, en la plenitud de la vuelta a la vida que Dios bendice y el hombre recoge.
Llamamos muerte a las pausas de la vida, mientras cunde el escalofrío de la duda sobre los campos enjutos y helados. Pero la muerte, la verdadera muerte, no existe. No hay término, sino balanceo de pausa y cambio A lo mejor. El que es Autor de la vida, no quita la vida, sino que la transforma en más pura. La liturgia lo canta en la Eucaristía cuando recuerda a los hermanos «que han pasado al Padre», cuando dice que «con la muerte, la vida no se suprime, sino quo se transforma». Y los fieles, cada vez que volvemos la mirada a la Pascua, mientras el Resucitado aparecido en los caminos de la vida, unimos el pensamiento puesto en 61 al de todos los que la fe mostró a Cristo o hizo hermanos nuestros, compartiendo esperanzas.
{3 (59)} No caminamos solos, ni nos acompañan solamente los que todavía tienen manos para tendernos y ojos para mirar con nosotros los horizontes abiertos de la andadura. En el silencio interior de la esperanza creciente como luz de mañana sin nubes, nos sabemos y nos sentimos transparentes para todos los que hemos amado, y el silencio del alma y de los sentidos no es ayuno de consuelos reprimidos, sino fidelidad de un amor purificado y pudor de valentía que nos hace fuertes para seguir andando y reconocer ―no en un "vía-crucis", sino en un "vía-lucis"― en todos los hombres la semejanza, y por todos los caminos las huellas de Cristo.
Y no vamos a la muerte, aino que caminamos en la vida y hacia la vida.
Y por esto vale la pena seguir estando aquí: nos queda por hacer, hermosamente, todo lo que Cristo no terminó todo lo que no lograron acabar los santos y el esfuerzo de cuantos nos han precedido en el mismo signo de la fe.
Caminar en la vida es preparar el Reino de Dios. El Reino de Dios es el trabajo para el triunfo del amor. Nada importan los remolinos ventoleros que, a rachas, levanten fugaces nubes de polvo. Siguen abriéndose las flores, porque ni la misma naturaleza se resigna n darnos, sin hermosura, lo que necesitamos para vivir. Pero la gran hermosura de la vida, es que se puedan vencer los miedos y que la verdad es pura porque es posible, porque es necesario el amor. Es, el amor, lo único que no puede morir, porque triunfa siempre sobre la muerte, porque es más fuerte que la muerte.
La fe es, sin duda, simple como la vida, pero está estructurada como un organismo vivo. La transmisión de la fe a través de la vida y del testimonio ha de ir acompañada, poco o mucho, tarde o temprano, de palabra, de expresiones, de formulaciones.
Estas son la materia de un catecismo.
P. Ll. FONT
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3. NEWMAN: OXFORD
UN SIGLO atrás, por los tiempos de Newman, la proverbial claridad ateniense de Oxford resplandecía en la pulcritud de los muros de sus colegios universitarios y reverberaba nítidamente en la tersura inmancillada de sus rectángulos verdes que solamente the graduates podían pisar. En la actualidad, Oxford, para recuperar el aspecto de otros tiempos, necesitaría que le suprimieran el zumbido de los autobuses que la transitan, que se redujera el bullicio de sus calles y, sobre todo, que lavaran la epidermis de sus piedras venerables, como se está haciendo con los edificios monumentales de París, y le arrancaran esa pátina oscura que se le ha incrustado, en los últimos decenios, como lava menuda caída de las chimeneas asediantes, con que la profana el contiguo barrio industrial de Cowley.
Cambridge, su rival, ha tenido mejor suerte: lo mismo que Oxford ha sufrido el excesivo crecimiento de su población estudiantil, y ha sido asaltada, también por la invasión turista, hasta perder buena parte de su antigua sacralidad, cuando era más difícil disociar lo científico de lo religioso, y Oxford y Cambridge eran más como una universidad con algo de seminario, o un seminario con mucho de universidad... Pero Cambridge, a diferencia de Oxford, aún se mantiene limpia, tersa, blanca, con sus colegios y torres que emergen como lirios de piedra en medio del verde impoluto de los campos, en un ambiente que, sin que pueda llamarse claustral, es más recogido y más silencioso que el de Oxford. De todos modos, de Oxford y de Cambridge, siguen diciendo los ingleses, aún en nuestros días, que es allí, en sus aulas clásicas y en sus verdes patios, y no en las cancillerías ni en las trincheras, donde el Reino Unido se apunta sus triunfos en diplomacia y sus victorias en las batallas del mundo. No faltará a quien parezca enfática o anacrónica tal expresión, pero es indudable {5 (61)} que las dos ciudades siguen siendo los polos culturales de Inglaterra y su forja de hombres verdaderamente universitarios. Representan todo un estilo cultural, humanístico, patriótico e incluso religioso, dentro del Anglicanismo, que es difícil explicar porque se contiene en algo tan diluido y tan real como el ambiente y la tradición.
Y Oxford fue la patria intelectual de Newman, su Universidad.
Allí sería moldeado, humanizado y hasta dulcificado: entraría adolescente y se haría hombre, en el corazón y en las ideas; aprendería a administrar sus fuerzas, a canalizar ardores, y su amor a la verdad le conquistaría una serenidad y una valentía singular hasta elevarle a un maravilloso señorío de inteligencia.
Existen en el mismo Oxford tres lugares, sobre todo, que son testigos permanentes de su paso: el Trinity College, el Oriel y la Saint Mary the Virgin's Church, la iglesia de la Universidad. Y más allá, como un Belén de humildad, posterior a la Jerusalén oxoniana, está Littlemore, relicario de la conversión formal de Newman al Catolicismo, en 1845, veintisiete años después de su llegada a Oxford.
Su ingreso en el Trinity College tuvo lugar en 1818, y comenzó estudiando Leyes por complacer a su padre; pero pronto pudo apercibirse que no era este su camino, y vino a confirmarlo el mal resultado de unos exámenes, en los que, por otra parte, sin dejar de admitir la derrota, reconoce que no fue sin batirse bien:
«Cuando muere un hombre en el campo de batalla, después de haber puesto en evidencia su valor, se le honra como a un héroe; ¿no ha de caber la misma gloria al que sucumbe sobre el campo de batalla de una pelea literaria?» (1) Otras expresiones podríamos añadir a éstas, en las que reacciona, idealizando sus impulsos o sus impresiones, el alma adolescente de Newman. Más tarde, él mismo, en {6 (62)} una novela suya(1), describirá este estado de ánimo. Se refiere a su héroe que identifica, evidentemente, consigo mismo, reproduciendo sus recuerdos de veinte años atrás:
«Cuando él llegó a Oxford experimentó un entusiasmo tan simple y cálido casi como si hubiese sido un chiquillo. Veneraba incluso los vestidos y terciopelo del Pro (2); más aún, el tricornio que precedía al predicador tenía derecho a su atención deferente. Sin ser él mismo un poeta, estaba en la edad de la poesía, en la dulce primavera, cuando el tiempo es más hermoso que nunca, precisamente porque es nuevo. La novedad era una suerte de belleza para un corazón tan abierto y alegre como el suyo; no solamente porque era una novedad, y ello ya constituía un encanto especial, sino porque, cuando nosotros vemos las cosas por primera vez, las contemplamos en medio de una alegre confusión, que constituye el principal elemento de la poesía. Al paso y a medida que transcurre el tiempo, que mentamos, clasificamos y nombramos las cosas y que establecemos opiniones, avanzamos hacia la filosofía y la verdad, pero nos alejamos de la poesía».
La inquietud religiosa invadía su espíritu, y se sintió llamado a darle cauce, primero en el campo de las ideas y en seguida en la consagración de la vida. En 1820 conquista el bachelor of arts, primer grado universitario, y en 1822 es nombrado fellow (3) del Oriel College, con lo cual y a pesar de su juventud, salía de la obscuridad y se le abría la perspectiva de la carrera teológica.
Era el 12 de abril, el día que tuvo lugar este nombramiento, cuando un emisario del provost (4) entró en la habitación de John Henry Newman para anunciarle su éxito y consiguiente elección para el Oriel.
Sorprendió a Newman tocando el violín. Sin interrumpir la ejecución de la pieza que interpretaba, contesto sencillamente very well al desconcertado emisario, que se hizo cruces de tanta indiferencia; pero apenas desapareció éste, Newman, incapaz de contener por un momento más su grandísimo e intimo gozo, abandonó en el mismo suelo arco y violín, y más bien saltando que bajando por la escalera, echó a correr alborozado por la calle hasta el Oriel College, donde le esperaban el provost y los fellows para recibirle y felicitarle, evidentemente complacidos.
Mientras esto ocurría, comenzaron a doblar las campanas, festivamente, para anunciar a la Universidad que John Henry Newman acababa de ser elegido fellow del Oriel.
(1) Autobiographial Writings, cap. I.
...
(1) Loss and gain, publicada en 1849.
(2) Abreviación usual entre los estudiantes, para designer al proctor, encargado de la disciplina extracolegial de la Universidad.
(2) Cargo universitario, susceptible de diferentes funciones disciplinares o docentes. En tiempo de Newman incluía las órdenes anglicanas y el celibato, (4) Del Iatín praepositus: en la Universidad, el encargado de la dirección de un Colegio.
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4. TEILHARD DE CHARDIN
EN EL LIMITE DE DOS CUESTIONES A RESOLVER EN ESTE SIGLO: • SOCIALIZACIÓN Y PERSONALIDAD, • MARXISMO Y PSEUDO-DIOS
Ha llegado la hora de reaccionar contra un prejuicio ―sobre todo imaginativo― hondamente enraizado en nuestros espíritus: el que nos inclina a oponer entre sí como contradictorios, pluralidad y unidad, individualidad y colectividad.
En todos los campos experimentales, la unión verdadera ―es decir, la síntesis― no confunde, sino que distingue y diferencia... Entre elementos humanos, por el hecho de la aparición del pensamiento, se constituye un medio especial y nuevo, en el seno del cual los individuos adquieren la facultad de asociarse y de reaccionar entre sí, no ya principalmente por la conservación y prolongación colectivas de la especie, sino para el perfeccionamiento de una conciencia común. En semejante medio, la diferenciación procedente de la unión puede actuar sobre lo que cada elemento lleva en sí de más particular, de más incomunicable: personalidad. La socialización, cuya hora parece haber sonado para la humanidad, no significa en modo alguno para la tierra el fin, sino más bien el comienzo de la Era de la Persona.
Por todas las conversaciones que he podido sostener a lo largo de mi vida con intelectuales comunistas, tengo la impresión de que el ateísmo marxista no es absoluto, sino que rechaza tan sólo una forma de Dios, "tipo extrínseco", rechaza a un Dios "ex machina", cuya existencia rebajaría la dignidad del Universo, y distendería los resortes del esfuerzo humano: un "Pseudo-Dios", en definitiva, que nadie desea (empezando por los cristianos) en el día de hoy.
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5. Sepulcros y caminos
NO HA HABIDO santos extáticos. Los santos han sido todos caminantes. Ningún santo ha pensado que tuviera un bien que guardar, sino una obra que realizar. No se han ocultado del mundo, sino que han ido al mundo. Cuando han mirado a Cristo no se han sentido excluidos de la tierra, sino mandados a repetir el anuncio de su Evangelio a todos los hombres, en todas partes.
Por falta de apertura y de sentido de universalidad los judíos contemporáneos a Cristo, no supieron comprenderle y no quisieron aceptarle. Encerrados en la convicción de privilegiados de Dios, no pudieron descubrir su vocación de levadura de su Reino: de fermento que penetra, de sal que se disuelve, de luz que se difunde, de agua viva que se derrama, de árbol que crece multiplicado en ramas para cobijo de todos los hombres.
Los mismos discípulos del Señor, en la primera búsqueda del Maestro derrotado en el fracaso del Calvario, ciertamente amantes de Cristo, pero débiles todavía en la fe, van al sepulcro {10 (66)} a llorar al Señor perdido, pero allí no encuentran entre los muertos al que reina entre los vivos. Será lejos de la sombra de la muerte, será en la claridad de los amaneceres de Galilea o entre los destellos de la luz al jugar con las crestas de las aguas agitadas del lago, cuando volverán a verle, como un sol de esperanzas inauditas.
Por esto, después de ellos, nosotros no podemos buscar el fundamento de la fe en el recuerdo de su muerte, sino haciendo memoria de su vida. San Pedro, al inaugurar la predicación de la Iglesia naciente, dirá: «Nosotros hemos convivido con él y anunciamos su vuelta a la vida». Creer es volver a la vida, es resucitar.
No somos, los cristianos, guardadores de sepulcros, ni custodios de ningún muerto, ni siquiera depositarios de ningún tesoro espiritual... No poseemos nada que se pueda encerrar, ni caudal alguno que no se corrompa si se quiere detener: no tenemos el misterio de lo oculto, sino la fuerza de la trascendencia.
{11 (67)} No son los sepulcros de la muerte, sino los caminos de la vida; no somos estáticos, sino peregrinos. No podemos buscar entre los muertos al que reina entre los vivos, porque es Dios de vivos y no de muertos, porque no es el Dios del regreso y de la represión, sino el Creador del progreso y el Señor de la resurrección. No podemos encontrarle en la oscuridad trágica de las tumbas, porque los sellos de las tumbas ya se han roto y se nos hace encontradizo en la claridad del horizonte que descubre el caminante. No es la noche de las dudas, de los miedos, de los pecados, de las traiciones, sino el amanecer de la gracia, de la esperanza, del perdón: es un mundo nuevo, sorprendente, que ningún corazón viejo podrá jamás comprender, porque no caben las nostalgias de los paraísos perdidos, ni de glorias malogradas, ni sirven de nada la paciencia del avariento o el cálculo del ambicioso, ni el llegar oportuno del astuto y aprovechado, ni valen las cuidadas estrategias de las apariencias para salvar prestigios... cuando Cristo sale al encuentro de los limpios de corazón por los caminos de la vida.
Es también ahí donde está la Iglesia, donde los hombres se apiñan, ardiente el corazón porque entienden la voz de Cristo, cuando Cristo les dice que anden todavía hasta más lejos, hasta la Galilea de los gentiles y que allí, donde confluyen judíos y extraños, se les volverá a aparecer.
La Iglesia, la figura de la Iglesia, no es el ángel blanco sentado al borde del sepulcro, aunque anuncie a Cristo resucitado. La figura de la Iglesia que se inicia está en el grupo de las mujeres que encuentran a Cristo en el camino, y en el grupo de discípulos que luego, en otras partes —y nunca solos― vuelven a ver al Señor resucitado.
Y fue a partir de estos encuentros que se aventaron las cenizas del rescoldo de la fe de su corazón limpio de amigos del Señor, y se hicieron llama que recorrería todos los caminos del mundo.
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6. documento: LA FORMACIÓN MORAL EN ESPAÑA DE 1939 A 1975
En los medios intelectuales españoles es bien conocida la figura del Doctor Manuel Benzo Mestre y algunas generaciones de universitarios se han beneficiado de sus lecciones, por otra parte bien sintetizadas en dos manuales ―"Teología" el primero, "Moral" el segundo― publicados por "Ediciones Cristiandad" y destinados a ellos. Pero además su pluma ha acudido con oportunidad a las columnas de los periódicos para dilucidar cuestiones actuales clarificando conceptos, con seguridad de doctrina, comprensión de la realidad y agudeza aperturista. El texto que reproducimos a continuación es un fragmento de un trabajo que, con el título con que encabezamos estas líneas, ha sido publicado en la Revista Internacional de Teología "CONCILIUM", de Diciembre de 1977 (núm. 130).
INFLUENCIA SOCIAL DE LA IGLESIA EN ESPANA
Este breve estudio intenta sintetizar lo que ha sido la formación moral predominante en la España de 1939 a 1975. Pero conviene señalar desde el principio que cualquier situación histórica depende de antecedentes que la explican, al menos en parte; y no se mantiene homogénea a través de treinta y seis años. A grandes trazos, los antecedentes de este período, en el aspecto que aquí nos importa, pueden resumirse así: desde la Alta Edad Media, la Iglesia ha tenido en España una enorme y continua influencia social, apareciendo, como institución, estrechamente {13 (69)} vinculada a las clases dominantes, aunque parle del clero rural y algunas órdenes religiosas hayan dado ejemplos admirables de identificación con los humildes.
EL "CATOLICISMO SOCIAL"
Esta influencia de la Iglesia no fue disminuida por la revolución liberal, que en nuestro país sólo tuvo brotes limitados y esporádicos. Desde esa situación, la Iglesia española ha de enfrentarse con la revolución industrial, que en nuestro país se produce más tarde que en la mayor parle de Europa, es decir, a finales del siglo XIX. Su reacción más general es la incomprensión: su actividad pastoral sigue dedicada exclusivamente al mundo rural y al de las clases media y alta, ignorando el nacimiento del proletariado. A principios de siglo surge el primer intento de "catolicismo social", inspirado en las enseñanzas pontificias de la época, y protagonizado principalmente, desde perspectivas que hoy consideramos muy conservadoras, por la Asociación Católica de Propagandistas, fundada en 1908, y cuyo primer presidente fue el entonces abogado y periodista seglar, y luego sacerdote, obispo y cardenal, Angel Herrera. Pero el intento de evangelizar el mundo obrero "desde dentro" sólo surgirá hacia 1945 con la fundación de los movimientos de la Acción Católica obrera, que serían truncados, en plena vitalidad, en 1966, por los obispos españoles de entonces, temerosos de los incipientes roces con los gobiernos de Franco. Algo más tarde se inician las limitadas experiencias de parroquias específicamente orientadas a los barrios proletarios y de los sacerdotes obreros.
EL ANTI-CLERICALISMO
Esta secular vinculación de la Iglesia a las clases dominantes ha engendrado en el pueblo español un hondo resentimiento anticlerical que se manifiesta desde muy antiguo en cuentos, refranes y canciones populares, compatible, por otra parte, con una sincera fe católica. Sólo desde finales del siglo pasado, los partidos liberales y obreros utilizarán sistemáticamente ese anticlericalismo latente como fuerza política, dándole ya un claro sentido antirreligioso.
ERROR POLITICO DE LA II REPUBLICA
La llegada de la Segunda República en 1931 fue recibida, en general, con repugnancia por el alto clero y con simpatía por buena parte del clero modesto. Pero los republicanos cometieron el grave error político de no apoyar {14 (70)} esa simpatía, atacando indiscriminadamente toda manifestación religiosa: la masiva quema de iglesias y conventos un mes después de la proclamación de la República, la prohibición de la actividad docente a los religiosos, la supresión del presupuesto de culto y clero, la disolución de los jesuitas, la expulsión del conservador primado cardenal Segura, el establecimiento del divorcio… produjeron una amplia reacción religiosa rápidamente capitalizada por los partidos políticos de derecha. Junto con este enfrentamiento con el sentimiento religioso, vivo en muchos españoles, los republicanos trataron de limitar, sin suficiente fuerza para ello, los privilegios del gran capital y algunos intereses de las fuerzas armadas. Ello, unido a la incapacidad del régimen para mantener el orden público, provocó la guerra civil. La sublevación franquista fue bien recibida por la mayoría del episcopado, el clero y los católicos españoles, con la principal excepción de los nacionalistas vascos.
ERRORES HUMANOS EN LA IGLESIA
Resumen: A lo largo de su historia, la Iglesia católica como institución humana (y, por supuesto, las otras Iglesias y las otras religiones) ha recaído machaconamente en un mismo error, de desastrosas consecuencias pastorales a la larga: dejarse comprar la adhesión más o menos explícita a un régimen o a un partido político a cambio de ciertas seguridades, ayudas y facilidades para su tarea evangelizadora. La mecánica de los acontecimientos ha sido siempre la misma: después de un período de persecuciones o, al menos, dificultades originadas por determinado grupo en el poder, la Iglesia, fatigada y entorpecida, ha visto que otro grupo político, adversario del anterior, ofrecía, a trueque de su apoyo para triunfar, proporcionarle tranquilidad y medios materiales para ejercer su apostolado. Yuna y otra vez, con constancia digna de mejor causa, la jerarquía, el clero y la comunidad católica en general se han visto cogidos en la trampa: han aceptado, con un suspiro de alivio, el ofrecimiento; y después de la victoria de sus patrocinados se han puesto a la tarea de reconstruir sus filas maltrechas, han edificado iglesias y seminarios, han aumentado el número de clérigos y religiosos... y han cerrado los ojos a los defectos e injusticias de los nuevos gobernantes. Pero como éstos han exigido una aprobación > {15 (71)} incondicional de todas sus decisiones, la situación acaba por hacerse insostenible: la Iglesia intenta, tímidamente en un principio y más enérgicamente al ter rechazada esa tentativa inicial, una crítica de los males de la situación, desvinculándose de una tutela opresiva. Lo cual, a su vez, provoca la indignación de sus protectores-controladores, que se sienten defraudados y traicionados. Y entonces surge un nuevo salvador: otra agrupación política, deseosa de reemplazar el sistema imperante, le promete ur mayor reconocimiento de su autonomía y un mayor apoyo a su quehacer. Y el círculo vicioso recomienza.
ORIGEN DEL INFLUJO POLITICO
Después de tres siglos de persecuciones, Constantino ofrece la paz a esos cristianos que tan numerosos e influyentes se han hecho en el Imperio. Y la Iglesia, salvo honrosas excepciones, cierra los ojos a las atrocidades del emperador y de sus sucesores. Algo semejante ocurre corla invasión de los bárbaros: después de verse en peligro de {16 (72)} ser ahogada en el torrente pagano y arriano, la Iglesia recibe con tanta alegría las sucesivas conversiones de los distintos soberanos, que no toma demasiado en cuenta sus crímenes, libertinajes y exacciones.
Durante la Edad Media, la situación es distinta: no es ya que la Iglesia se apoye en los poderes de este mundo, sino que ella misma se convierte en el mayor de los poderes feudales. Tal situación desemboca en la ruptura de la cristiandad con el Cisma de Oriente y la Reforma protestante.
Reformadores y católicos se identifican con los soberanos respectivos para luchar entre sí en las atroces guerras de religión que devastan Europa, y para establecer los funestos tribunales contra desviaciones de la ortodoxia, al servicio simultáneamente de la defensa del Estado y de la mal entendida defensa de la Iglesia.
Frente a la Ilustración y a la revolución, la Iglesia, en general durante los siglos XVIII y XIX, se muestra partidaria de las monarquías absolutas y de las políticas más conservadoras, con la consecuencia de que el proletariado, nuevo protagonista de la vida social, nazca y crezca como adversario de ella.
LECCIÓN QUE SE DESPRENDE
La moraleja de este simplificado esquema me parece que debe ser el de que la comunidad cristiana acepte que ella, como su Fundador, no está para ser servida, sino para servir; no para defender sus derechos, sino para defender los derechos del hombre (entre los que se cuenta el de profesar la religión que su conciencia elija); que no debe poner su confianza en las promesas humanas, no siempre desinteresadas, sino en el amor de Dios y en la capacidad de atracción del ideal de Jesus.
Y desde el punto de vista de la pedagogía ético-religiosa, la experiencia española de estos años demuestra que una excesiva presión ideológica sobre los jóvenes provoca reacciones de signo contradictorio: son incontables los casos de familias configuradas de acuerdo con el esquema del autoritarismo religioso antes descrito, cuyos hijos figuran actualmente en grupos de ideología radicalmente opuesta en todos los sentidos a la que trataron de inculcarles sus padres.
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7. EL MATRIMONIO CIVIL DE HIJOS DE PADRES CATÓLICOS
Orientaciones del Secretariado de Pastoral Familiar de Barcelona. El Secretariado Diocesano de Pastoral Familiar de Barcelona edita unas hojas tituladas "Problemática viva", en lengua catalana, sobre diversos aspectos de la realidad actual de la familia desde una perspectiva cristiana. Resumimos hoy el contenido de un reciente número, dedicado al matrimonio civil de hijos de padres cristianos.
EL HECHO, como es sabido, es cada día más frecuente. El número de matrimonios civiles de hijos de padres creyentes ha pasado en Barcelona ciudad del 0,77 por ciento (año 1967) al 7,07 por ciento (año 1977) de los matrimonios. Este hecho puede resultar doloroso, porque la legislación civil actual pide a los bautizados un cierto rechazo de la fe; no es extraño, pues, que los padres cristianos se entristezcan en estas circunstancias.
Por esto vale la pena ofrecer unos cauces de reflexión.
CAUCES DE REFLEXIÓN
• El matrimonio civil, institucionalización del amor entre un hombre y una mujer, es un auténtico valor humano y tiene un verdadero sentido por sí mismo, es un paso positivo en el crecimiento del amor de la pareja. La institucionalización del amor no es un puro formalismo, sino una exigencia de la naturaleza social del hombre. Por esto merece profundo respeto y estima aunque, para los creyentes, le falte la dimensión trascendental que da la fe.
{18 (74)} • No hay duda de que conviene que los padres asistan al casamiento civil de sus hijos, se alegren de su amor, los acompañen en este momento de gozo, porque las personas, y mucho más los hijos, que, siguiendo sinceramente su conciencia, no participan de los sacramentos, no por esto han de perder nuestro sincero aprecio y consideración.
• Tal como decíamos al comienzo, la legislación vigente exige, para casarse por lo civil, un rechazo de la fe, que puede no responder a la convicción íntima de los contrayentes. Esta situación perjudica, sin duda, tanto al campo civil como al religioso y debería revisarse urgentemente.
• Cuando los hijos declaran que se casan por la Iglesia sólo para no disgustar a los padres, éstos han de evitar toda suerte de presiones injustas y coacciones morales, e indicarles que no conviene que realicen un rito que para ellos no tiene ningún sentido. Igualmente cuando los hijos tienen ya decidido casarse sólo por lo civil, será bueno que los padres los acompañen con una actitud de respeto total a la libertad religiosa de sus hijos.
• Esta actitud de respeto a la libertad religiosa no se puede confundir con la indiferencia, sino que los padres, aceptando la decisión de sus hijos, han de manifestar, más con su conducta que con las palabras, su fe vivida y operante. Una defensa puramente verbal de la fe y que no se procura vivir con coherencia es un auténtico contrasentido y un antisigno.
• A veces, ante este rechazo de la fe, hay padres que temen por la salvación de sus hijos; en este caso hay que recordar que los caminos de Dios son inescrutables, y que la fe puede ser reencontrada, o puede ser descubierta, si se está ante un testimonio de cristianismo más que si se impone indebidamente la celebración de un rito que, en estas circunstancias, sería un "cumplimiento" forzado.
• A nivel eclesial hay que tomar conciencia de que la descristianización va extendiéndose. Esto quiere decir que no podemos mantener una pastoral de conservación y de "cristiandad", sino que hay que buscar una verdadera pastoral misionera. Sin menospreciar ninguna de las funciones pastorales de la Iglesia, hoy conviene acentuar y dar prioridad a la dimensión evangelizadora.
• Por otra parte, también tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué los jóvenes abandonan la Iglesia? ¿Qué imagen damos de la comunidad de fe?
LA RESURRECCIÓN.
JESÚS es el hombre en el que la historia ha alcanzado, anticipadamente, su término, y el que nos ofrece compartir la glorificación de su humanidad.
Este hecho histórico tiene, para nosotros los creyentes, una consecuencia, una prolongación visible: la santidad. Los santos nos muestran un hombre que ya participa de la Resurrección de Cristo.
Y todavía más sencillamente cada uno de nosotros, si hemos vivido mínimamente de la fe, hemos conocido algo de esa muerte y esa resurrección.
Creemos que la verdad es Alguien, que el amor es Alguien, y que todos los que aman y creen en Él, participan de Su vida y participan de Su eternidad.
Louis Evely