Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
171. NOVIEMBRE. Año 1979 |
0.
SUMARIO |
LA
VIDA es una maravilla y un misterio. Contemplar su proceso nos admira:
participar en su movimiento, sentirnos el pulso, nos entusiasma. Somos, cada
uno, una ruedecita luminosa más ―como una diminuta estrella pensante—
del gran reloj del mundo. Y, para cada uno, vivir es presidir el propio
camino desde el centro de la inteligencia, en el ápice del espíritu, en el
tránsito hacia la inmortalidad, donde el gran artífice, el Autor de la Vida,
nos espera. |
Aquí
todo consiste ―precariedad de lo que llamamos Vida— en un trascendental
ensayo, abierto a la expectación de lo definitivo, donde la inmensa grandeza
del universo y el universo de cada alma, cabrón, como gotas de rocío, en las
manos potentes, sabias y amorosas de Dios. Eso que hemos contenido en llamar
cielo, pero que es el calor y la trasparencia de la verdadera Vida en el
regazo de la plenitud del Ser. |
LA
LINDE |
EL
AMOR Y LA MUERTE |
LA
MUERTE DE SAN FELIPE |
«MADRE
TERESA DE LA MUERTE» |
«NO
TENGO MIEDO...» |
FUNDAMENTACIÓN
DE LA FE CRISTIANA |
{1
(141)} |
1.
Tiempo de oración: LA LINDE |
El
tiempo, que remata, con la muerte, |
no
es el hito final, es un lindero: |
con
lo eterno colinda. |
Y
si es cierto, Señor, que solamente |
el
posible espesor de pocos años, |
o
de días, tal vez, o de minutos… |
separa
mi existencia de este linde; |
y
el pensamiento de la muerte instala |
en
mi memoria, con su triste estela |
de
atención a esta vida, vana, mísera, |
de
adiós, de cierre y fondo negativo...; |
y,
como hijo del tiempo, lo soy Tuyo |
también,
Señor; quiero mirar la linde |
desde
tu cumbre, desde tu ladera. |
¡Luminoso
el empalme, de esta cima! |
Advirtiendo
la vida que prepara, |
es
llenar la presente de un tesoro. |
Y,
¡qué don esta vida, aun con su riesgo! |
¡Qué
dignidad más limpia, qué nobleza! |
Y
un don de tu ternura, penas, gozos: |
pena,
caligrafía de otras páginas..., |
gozo,
anticipación de tu regalo. |
Desde
esta linde pura amo el presente |
¡qué
consigna más alta! |
Juan
Bautista Bertrán, en Viento y estrellas 2 (142) |
{2
(142)} |
2.
El amor y la muerte |
EL
AMOR, el verdadero amor, es más fuerte que la muerte. En términos naturales
podemos decir que el amor se mide por referencia consciente a la muerte,
porque éste es el término de la vida. De donde: el verdadero, el más grande
amor, es la medida de bien que hoy cabe hasta la muerte. Cuando, además,
creemos en la inmortalidad, y proyectamos hacia ella toda medida de bien, el
amor ya no tiene medida temporal y el verdadero y más grande amor necesita
igualmente de la inmortalidad. |
Podemos
decir bien, entonces, que el amor no muere. |
Todos
los hombres tenemos la gloria de poder Amar, de poder emplear en el bien la
vida. Los creyentes. Además, tenemos la gloria de poder amar con un amor que
no nos cabe ni en la misma vida. El amor es, para el creyente, más rico que
la vida y más fuerte que la muerte. |
La
gloria del hombre y la felicidad del hombre es el amor. Es saber que puede
decidirse por el bien, que puede encontrarlo y transmitirlo, que puede
recibirlo y multiplicarlo, que puede agradecerlo y recrearlo. |
La
fuerza para la vida no se desvanece en el absurdo, sino que se edifica en el
bien porque construye al hombre, que tiene un espíritu Inmortal. |
El
bien ya no se pudre. Ei bien sumo es el amor, y Dios en su fuente y su
espejo. |
Son
posibles los ideales porque ya existen bienes que valen más que la vida, que
comienzan y se asientan en esta vida, pero que ya no caben en ella. Entonces
la muerte es vencida, y la victoria es el amor. San Pablo llamaría a este
amor "redención" y "libertad" en Cristo, que acaba con
las esclavitudes del miedo, de la muerte y del odio, porque, al descubrirnos
el amor, nos da la verdadera vida de libertad de hijos de Dios y con su
muerte nos muestra la medida del amor de Dios a nosotros y nos señala el
modelo {3 (143)} de nuestro amor a Dios, para que seamos sus hijos, más allá
de la vida y de la muerte, en el amor inmortal. |
Aun
los que no tengan le pueden encontrar bienes que les quepan en esta vida y la
enriquezcan hasta el límite de la muerte. Pero todos los que elijan bienes
para más allá de la muerte, es que creen en Dios, y si su amor es puro y es
total. Si tienen un verdadero ideal de bien, son más ricos que la vida y son
más fuertes que la muerte. |
Iniciación
a la lectura de la Biblia. |
«Hace
algún tiempo compré una Biblia con intención de leerla. Comencé por la
primera página y leí todo el Génesis y el Éxodo, pero en los primeros
capítulos del Levítico abandoné la lectura, pues me aburría soberanamente. |
Me
perdía entre tanta literatura extraña. Estaba desorientado. |
Llevado
por la curiosidad, todavía hojeé algunas páginas del libro de Job y de los
Proverbios. |
Al
cabo de algunos meses volví a tomar la Biblia en mis manos y comencé a leer
el Nuevo Testamento. Esto ya era otra cosa. De los evangelios recorrí ciertos
pasajes, varios de los cuales no conocía. Los entendí bastante bien, aunque
sin distinguir las características de cada evangelio. Bastantes textos que
leí de san Pablo me parecieron difíciles de entender. |
Total,
que la Biblia, sobre todo el Antiguo Testamento, terminó por decepcionarme.
El libro que compré con tanta ilusión, está hoy arrinconado en la estantería
de mi biblioteca. |
Sin
embargo, estoy inquieto, pues oigo decir a los sacerdotes: "La Biblia es
la Palabra de Dios": "Ignorar las Escrituras es ignorar a
Cristo": |
"Todo
buen cristiano debe leer la Biblia"...» |
Muchos
cristianos podrían suscribir estas palabras, que son las de una carta que
determinó a un sacerdote a escribir un pequeño libro, claro y sencillo, para
ayudar a leer y a entender la Biblia. El libro ha tenido tanto éxito que se
han hecho ya varias ediciones. Su autor es Jesús San Clemente Idiazábal,
lleva por título INICIACIÓN A LA LECTURA DE LA BIBLIA PARA SEGLARES y está
editado por Desclée de Brouwer. Consta de poco más de doscientas páginas, una
tabla cronológica y dos mapas. Puede adquirirse en cualquier librería
religiosa y no es caro. |
{4
(144)} |
3.
La muerte de san Felipe |
CUANDO
leemos los recuerdos que los primeros discípulos de san Felipe recogieron,
después de su muerte, nos sorprende la naturalidad con que el Santo se
refería a sus últimos días. Muchas veces había asegurado que la muerte no ce
una sorpresa para los amigos del Señor, pero, a medida que fue acercándose él
mismo a su fin, convertía con sencillez sus palabras en profecía, de modo
que, los mismos que le rodeaban, se ponían al mismo nivel de sus
expectativas, como en el caso de Germánico Fedeli que se tuvo que ausentar de
la Vallicella a causa de la enfermedad de un familiar y, ansioso, manifiesta
a san Felipe, también enfermo, su temor de no encontrarle vivo a su regreso: |
—«Padre
mío, no parto de buena gana si no me promete que, a mi vuelta, le encontraré
vivo y sano». |
Y
Felipe: —«¿Cuánto tiempo estarás fuera?» ―«A lo más hasta la víspera
del día del Corpus». |
―«Bien,
vete tranquilo; pero cuida de no volver más tarde». |
A
la vuelta, junto al lecho de san Felipe, éste le decía: —«Has hecho bien en
volver; habría sido un error llegar más tarde». Y le sonrió con ternura. |
No
ocurrió lo mismo a Flaminio Ricci, desplazado a Nápoles, al que san Felipe
escribió ―mejor dicho, dictó― una carta a menos de una semana de
su muerte, porque quería verle; pero llegó tarde. |
Y
el mismo día de su muerte, cuando los médicos aseguraban que se recuperaba
―llevaba varios días celebrando a diario la santa Misa― y que su
salud estaba fuera de peligro, él insistió en que moriría, y anunció la hora
de su tránsito, y murió. Pero aquel día, en la Misa, cantó el
"Gloria", porque le esperaba el gozo del Señor. |
San
Felipe era un hombre vivaz y amable, todo lo contrario de un {5 (145)}
espíritu apagado o tristón. Incluso en vísperas de su muerte su talante
festivo y la agudeza de sus palabras, hacían dudar a aquellos que veía y les
aseguraba que se acercaba su fin. En una de las crisis de su enfermedad,
cuando ya le vinieron vómitos de sangre, al ver la cara de espanto de los que
le atendían, dice a uno, al más asustado, para animarle con una expresiva
cariñosa sonrisa: —« Tienes miedo, eh? Pues yo no». Y alabó al Señor porque
«de alguna manera podía devolver sangre por sangre». |
San
Felipe llegaba preparado a la muerte, si bien es cierto que, antes de sus
últimos cinco años de vida, no se refería demasiado a ella. Las fuerzas
comenzaron a fallarle cuando contaba setenta y cinco años, pero los achaques
fuertes no aparecieron hasta los setenta y ocho. Fue a esta edad ―julio
de 1593— cuando insistió para que fuese relevado de la prepositura de la
Congregación, y pidió a los miembros de la misma que designaran para
sucederle a Baronio, aunque éste no era el más antiguo, pero sí el que mejor
podía conducir aquella obra en la que Felipe había puesto todo su amor.
Contrario a los cargos, se resistía Baronio, pero la presión del Papa, que
Felipe había procurado, le hicieron aceptar. |
Felipe
quedaba tranquilo y, en su corazón y en sus ojos, el cielo y la tierra eran
un todo continuo. |
Tanto
parecía identificado con los que mejor le comprendían, que, a pesar de sus
frecuentes crisis de salud, con desconcertantes alternativas entre la
gravedad y hasta el desahucio de los médicos y al súbito mejoramiento, que en
la Vallicella se habían hecho a la idea de no perder jamás su presencia. Y
les parecía algo insólito que, especialmente en los dos últimos años, se
refiriera tan a menudo, aunque sin sombra de amargura, al tema de la muerte.
El único lamento que acompañaba esta repetida referencia, era el que «no
había hecho el bien que debía» y que se iba después de una vida inútil. No se
daba cuenta de que la entera ciudad de Roma había cambiado, que habían
cambiado las costumbres de las gentes, de los sacerdotes, de los prelados y
cardenales, y de los mismos papas; que sus discípulos, con pocas excepciones,
habían iniciado un nuevo estilo de apostolado, {6 (146)} que la palabra de
Dios no era motivo de profusiones literarias, sino elemento de oración; que
los sacramentos acercaban a los hombres a Dios; que las costumbres no eran la
degeneración del tiempo inútil de los perezosos empleados y cortesanos, sino
reflejo ordenado del gusto por la laboriosidad y el legítimo gozo del
descanso; que la alegría hacía felices a los jóvenes; que la Iglesia, en
Roma, se hacía ejemplo de virtudes, de verdad y de celo por el bien... |
Es
verdad que otros habían trabajado por lo mismo; pero allí, en Roma, en el
corazón mismo de la Iglesia, él lo había hecho más que todos y había enseñado
a muchos. |
Precisamente
porque no había hecho otras cosas, que hicieron seguramente otros, también
santos. Y él los contemplaba y se olvidaba de sí mismo; y contemplaba a Dios
y, abstraído en él, se olvidaba de todo. Esto ya era una parte de su cielo.
Por eso exclamaba: «¡Paradiso, paradiso!» Esas mismas palabras dijo, con los
ojos, cuando, llegado el momento, inesperado por los demás, pero conocido por
él, levantó la mirada a lo alto, alzó la mano y, enseguida, despacio, fue
mirando a todos, arrodillados en corona alrededor de su lecho, y les bendijo.
Era el 26 de mayo de 1595, día siguiente a la fiesta del Corpus. Al día
siguiente sería también una gran fiesta en Roma: todos acudieron a
proclamarlo santo, porque era amigo de todos y a todos había hecho bien. Sería,
pronto, declarado Patrón principal de la ciudad, junto con los apóstoles san
Pedro y san Pablo. |
No
descuidéis la vigilancia sobre vosotros mismos cuando os encontréis frente a
nuevas circunstancias o situaciones que despiertan vuestro interés y
complacen vuestro gusto, y temed que ellas no os desvíen de vuestra
regularidad en la oración. |
J.
H. NEWMAN, C. O. |
«Y
después... ». |
Francisco
Zazzara estudiaba Derecho con gran provecho y afición. |
Un
día san Felipe le iba descubriendo todos sus pensamientos y planes: |
Eres
feliz —le decía: ahora estás estudiando, a no tardar obtendrás el doctorado
en leyes y empezarás a ganar dinero, te casarás con una mujer rica, mejorarás
de situación y, un día, conseguirás, tal vez, ser un gran abogado, de los
primeros en tu profesión... El joven escuchaba con gusto aquellas palabras. |
Pero,
de pronto, s. Felipe interrumpe lag halagüeñas predicciones y, mirándole
fijamente, se acerca y le dice en voz baja: «¿Y después?» |
Francisco
no pudo olvidar la honda impresión de aquellas palabras murmuradas a su oído:
«Y después, después, después...» ¿En qué irían A acabar todos sus proyectos,
todas sus esperanzas humanas? |
Al
poco tiempo resolvió cambiar de planes y abandonó todo para entrar en el
Oratorio. |
"Después"
fue un discípulo fiel de s. Felipe, y murió lleno de virtudes y consolado de
ver que su maestro era glorificado como santo. |
{7
(147)} |
4.
«MADRE TERESA DE LA MUERTE» |
ASÍ
llaman, en Calcuta, a esa monja yugoslava a la que se acaba de conceder el
Premio Nobel de la Paz. Nadie le discutirá el galardón otorgado, que ni ella
esperaba ni cree haber merecido. |
Cuando
hace años, eligió dedicare a los más pobres, no miraba al mundo ni tenía en
cuenta qué iban a pensar de ella los hombres. Frente a los males de este
mundo, los hombres, o se creen tan "importantes" que todo lo
pretenden arreglar en comités, juntas y reuniones que ellos presiden, o
dominan y desde los cuales hacen la propaganda de su propia honra, o son tan
mezquinos que todo lo juzgan y critican inculpando a los demás para
justificar su inhibición y ocultar la propia vergüenza de no hacer, poco o
mucho, todo lo que pueden desde su propio lugar. Hay, luego, una gran masa de
hombres distraídos, perdidos en la masificación ambulante, que vegetan en su
propia mediocridad, aunque, de vez en cuando, alguna sacudida idealista les
zarandee en su letargo, pero sin jamás decidirse del todo por un esfuerzo
generoso y valiente que pueda suponer la dedicación de la vida, o de una
parte importante de la vida, con todas las fuerzas, a remediar los males que
nos disgustan y a difundir, creativamente, los bienes que nos entusiasman. |
La
madre Teresa, hace unos años, cuando vio algunos males de este mundo,
descubrió a los que mueren desamparados. Ella ya conocía a Cristo y, al mirar
a aquellos desgraciados, comprobó que se parecían extraordinariamente a su
Cristo conocido: precisamente por ser pobres y ser los más pobres de entre
los pobres y se acercó a ellos para recoger la imagen del Cristo siempre
buscado: era un Cristo todavía no glorioso; era un Cristo de faz desdibujada,
borrosa, dolorosa. |
Todos
los hombres se parecen a Cristo, pero ella creyó que aquellos reproducían una
imagen más fiel, y no apartó los ojos de ellos, y fue su vocación dedicarles
la vida y las fuerzas. Eso que llamamos "vocación", y que, si bien
miramos, todos tenemos si no la borramos del camino que Dios nos traza. |
Pobres
hay muchos en el mundo, y ojalá, los que decimos que creemos en Cristo y
hemos oído su Evangelio, lo seamos verdaderamente, alguna vez, desde el
corazón, con la sinceridad que se rinde ante la realidad y el misterio de la
vida y de la muerte. Pero hay unos pobres que son, entre todos, los más
pobres del mundo, los más pobres del corazón y los más pobres {8 (148)} del
cuerpo: son los moribundos abandonados, aquellos que carecen hasta de un
techo que les resguarde, en la agonía, del frío de la noche o del sol
hiriente del día, los pobres que mueren sobre el polvo o sobre el barro de
las calles; porque pobres de esta pobreza existen, tendidos en las calles
húmedas y sucias de la India superpoblada, en rincones de la tierra donde la
tristeza es somnolente y la desgracia fatal y tan frecuente, que los todavía
vivos transitan por ella con indiferencia. |
También
allí ―tal vez más allí— los hombres se parecen a Cristo, y Cristo se
descubre a los hombres: |
el
Cristo que, para nacer, sólo tuvo un portal y, para morir, el descampado. Y
una mujer, María, su madre, que veló su agonía, hasta el último momento,
cuando habían cesado ya las blasfemias y el paso de los instantes tornaba
indiferentes, por el cansancio de la espera, a los espectadores de la muerte. |
La
madre Teresa, en la India, se ha dedicado a recoger a los moribundos
abandonados por las calles. |
Los
ha levantado del barro o los ha retirado del sol implacable, como si los
desclavara de la cruz, desnudos del afecto de nadie, para llevarlos al
hospital, muchas veces destartala do, pero allí, por lo menos, ella y sus
hermanas, hacen el oficio de la Virgen con el Señor que está muriendo
todavía, aunque por ser tantos los asistidos, sólo les puedan ofrecer un
techo, un poco de agua, un poco de amor y una mano dulce y rugosa que les
cierre los ojos cuando se apaga la vida. No les puede devolver la vida,
cuando ya la muerte es inevitable, pero sí que puede ofrecerles una muerte
"con dignidad humana". |
Cauterizada
por el dolor tantas veces contemplado y palpado, desde la pobreza vivida y
compartida, aunque una ráfaga emocional o llevada de la curiosidad enarbole
su figura y la convierta en mito al que sea posible transferir los ideales de
bien que los hombres frustran cada día, ella seguirá con su trabajo,
agradeciendo a la Providencia esa oportuna limosna del premio que se le acaba
de conceder, mientras le faltan manos y horas para recoger a más moribundos. |
El
Nobel de la Paz, tantas veces discutido y hasta desacreditado por las dudas
que se han podido formular sobre los méritos de varios de sus galardonados y
de muchos de sus candidatos, esta vez no suscitará polémicas, y se ha
concedido a una tarea humanísima y cristiana. |
Aunque
la paz, la verdadera paz, siempre es cristiana. |
{9
(149)} |
5.
«No tengo miedo... » |
Oración
encontrada en el bolsillo de un soldado muerto en la II Guerra Mundial. |
Óyeme,
Dios mío: es la primera vez que hablo contigo. |
Hoy
quisiera saludarte. ¿Por qué ocurre esto? |
No
sé si sabrás que me habían dicho que tú no existías |
y
yo, pobre de mí, creí que era verdad. |
Jamás
me había fijado en tu gran obra, |
pero
ayer, mirando arriba desde el fondo de aquel cráter |
que
perforó un obús |
descubrí
tu cielo tachonado de estrellas |
y
me di cuenta de que me habían engañado. |
Y
es bien curioso: |
en
este terrible infierno |
he
encontrado la luz para mirar tu Faz. |
Después
de esto, me queda poco que decirte, |
sino
sólo que soy feliz de haberte conocido. |
{10
(150),,} |
Pasada
medianoche tenemos la ofensiva, |
pero
no tengo miedo. Yo sé que tú estás velando. |
¡Dan
la señal! Bien, Dios mío, he de irme... |
Te
he tomado afecto... |
Quisiera
decirte, todavía que, como tú sabes, la lucha será dura, |
y
tal vez, esta noche, llamaré a tu puerta. |
Aunque
nunca habíamos sido amigos, |
¿me
dejarás pasar si voy a verte? |
Mira,
estoy llorando. |
¿Lo
ves, Dios mío? |
Estoy
pensando que ya no soy malo. |
Basta,
que he de irme. |
¡Buena
suerte! |
¡Qué
rara sensación: no tengo miedo de la muerte! |
{11
(151)} |
6.
documento: FUNDAMENTACIÓN DE LA FE CRISTIANA |
A
MODO de ampliación del prólogo que precede a su último libro, Karl Rahner
hizo una presentación en Madrid y Barcelona) de la traducción española, cuyos
párrafos más salientes transcribimos. Karl Rahner es, en la actualidad, uno
de los primeros teólogos del mundo. Creemos que su obra puede ayudar a quien
sea capaz de hacer un esfuerzo de reflexión paciente, por encima de la simple
búsqueda de estímulos religiosos. Ha sido publicada con el título de CURSO
FUNDAMENTAL SOBRE LA FE por Editorial Herder, de Barcelona, y consta de 535
páginas. |
El
primer nivel de reflexión |
La
peculiaridad de la obra no está propiamente hablando, en su concepción global
del cristianismo y su carácter científico, sino en la decidida voluntad de
desarrollar el problema de la esencia del cristianismo en un primer nivel de
reflexión. |
No
pretendo, pues, dejarme arrastrar a los sublimes y profundos problemas de una
teoría de la ciencia. Esta formulación dice algo muy sencillo, pero llevado
expresa y decididamente hasta sus últimas consecuencias. En efecto, ¿cuál es
la situación de un cristiano que quiere ser honradamente responsable de su fe
ante sí y ante los demás; expresando realmente y con la suficiente claridad
lo que él, como cristiano, considera y vive como verdadero? El cristiano
normal, y también el teólogo especializado, que sólo puede ser auténtico
especialista en un pequeño sector {12 (152)} de entre toda la teología, se
enfrentan hoy con una filosofía y a una teología de dimensiones inabarcables. |
Dicho
lisa y llanamente, nadie puede hoy reflexionar por sí solo sobre su fe
cristiana en su fundamentación teológica y en su contenido dogmático, tal
como se presuponía que debía hacerse y se hacía de hecho según los ideales
científicos de los antiguos tratados de dogmática y teología fundamentales. |
Añadamos
de paso que tampoco es posible superar esta dificultad mediante un trabajo en
equipo. La razón es obvia: cada uno de los miembros del equipo tendría que
comprobar si los resultados del conocimiento del otro compañero tienen
solidez suficiente en esta materia ya que en tales disciplinas, y
contrariamente a lo que ocurre en las ciencias naturales, un investigador no
puede fiarse de los resultados de otros investigadores. |
Fe
científica o precientífica |
Y,
sin embargo, tiene que ser posible una responsabilidad racional y una
comprensión de las afirmaciones de la fe, porque esta fe cristiana sólo puede
ser realizada por un sujeto libre y responsable. Debe darse, por tanto, una
manera de justificación y de comprensión de la fe cristiana que no sea el
resultado y síntesis de un recorrido por todas y cada una de las disciplinas
teológicas particulares. En este punto es, en definitiva, irrelevante que
esta justificación y comprensión del sentido de la fe cristiana, no surgida
de las disciplinas teológicas particulares, hoy ya inabarcables para un solo
individuo en razón de su complejidad, sino anterior a este carácter
científico, pueda o no llamarse propiamente ciencia. |
Si
hablamos, pues, de un primer nivel de reflexión, esto no quiere decir que
dicho nivel sea el mismo para todos y que no existan diferencias esenciales.
Se distingue, por ejemplo, de aquella reflexión científica sobre la fe
cristiana que acumula en sí todos los métodos, reflexiones e investigaciones
de una multitud de ciencias históricas y filosóficas particulares. Sus
resultados, por una parte, deben expresarse en este "segundo" nivel
de reflexión y, por otra, ya no pueden ser dominados actualmente en su
conjunto por un solo individuo. La tarea que me propuse en mi libro era,
pues, sencillamente, explicar cómo un cristiano normal, que no puede ser
especialista en todas y cada una > {13 (153)} de las disciplinas
pertinentes, puede justificar ante sí mismo y ante los demás la razón y
sentido de su fe, sin tener por ello que intentar elaborar, en un solo libro,
la totalidad de las problemáticas y de los resultados de todas las ciencias
filosóficas y teológicas particulares. Mi libro de clara expresamente que se
limita a un primer nivel de reflexión, además precientífico. Este nivel, sin
embargo, halla en su propia razón y en su misma inevitabilidad su fundamento
científico. |
Teología
trascendental |
Aparte
este carácter formal, el libro presenta, en mi opinión, algunas
peculiaridades de contenido. Permítaseme llamar la atención sobre algunas de
ellas. |
Muchas
veces se ha calificado mi teología de trascendental. No tengo nada contra esa
denominación, a condición de que sea bien entendida y no despierte la
impresión de que con ella se expresa de forma unívoca la totalidad de mi
pensamiento teológico. Desde mi punto de vista, este calificativo significa
simplemente el reconocimiento del hecho siguiente: para que todas las
afirmaciones de la fe y de la teología puedan ser realmente responsables, hay
que preguntarse cómo y por qué el hombre, desde su mismo ser y su misma
existencia (que es concreta y se halla siempre, en consecuencia,
inevitablemente, bajo la gracia de la comunicación de Dios), es siempre
sujeto a quien pueden y deben afectar realmente estas afirmaciones. Este
calificativo de "trascendental" 110 significa que en mi teología el
hombre sea sujeto de la fe y de la religión sólo en abstracta
trascendentalidad y no en su historicidad y en su historia. Para mí el hombre
es sujeto de la fe como esencia histórica y en su acontecer concreto.
Precisamente esta posibilidad ―que está muy lejos de ser
evidente― es la que debe demostrarse a través de una reflexión
trascendental. Debe hacerse ver que la historia puede tener una significación
auténticamente salvífica para el sujeto espiritual, que es siempre algo más
que espacio y tiempo. |
Teología
de la gracia |
Otra
de las características importantes de este libro es el hecho de que la gracia
se piensa siempre estrictamente, tanto en su primer punto de partida, como en
su sentido último, como una comunicación de Dios mismo, es decir: |
{14
(154)} una autocomunicación divina. Por consiguiente, sólo puede alcanzarse
una comprensión real de lo "sobrenatural" a condición de
considerarlo primariamente desde Dios, la "gracia increada". Esto,
por supuesto, sin negar la doctrina tradicional de una gracia creada como
requisito simultáneo y como consecuencia de la misma gracia increada. |
La
dimensión de lo sobrenatural y de la revelación se constituyen primariamente
mediante la comunicación de Dios mismo, por la que Dios, con su propia
esencia, se convierte gratuitamente en auténtico principio íntimo del hombre. |
Esta
autocomunicación gratuita de Dios como radicalización de la trascendentalidad
humana hacia y hasta la misma inmediatez de Dios, no es una permanente
lejanía, literalmente "a mano", no sólo es algo que le sucede al
hombre acá y acullá, en puntos aislados del tiempo y del espacio, sino que es
un modo y talante del ser, un "existencial" del hombre. Por eso, se
da en todas partes y de forma permanente. Con todo, dicho
"existencial" acompaña al hombre, cuando es menor de edad, sólo a
modo de oferta y como anticipación para su libertad. En cambio, al hombre ya
históricamente adulto a modo de aceptación libre o de libre rechazo. |
Historia
y revelación |
Al
realizarse con esta autocomunicación divina, otorgada universalmente a todos
en la historia como "existencial" personal del hombre, una
radicalización de la trascendentalidad humana hasta la inmediatez de Dios, se
verifica también desde siempre una auténtica revelación histórica,
sobrenatural y personal de Dios. Sin embargo, tal revelación fundamental o no
ha sido siempre objeto de reflexión temática o no lo ha sido con suficiente
claridad, o se ha realizado de mala manera. Por esto, la historia del
espíritu y la historia de la revelación son simultáneas. Lo que de ordinario
solemos llamar historia de la revelación primera, es decir: la que va desde
Abraham y Moisés hasta Jesucristo no es propiamente la historia de la
revelación, sino una parte especial y privilegiada de de esa historia general
y total de la revelación. Tal historia se constituye mediante la
autocomunicación de Dios como "existencial" del hombre y acontece
por doquier en la historia de la humanidad, a diferentes niveles de
reflexión. {15 (155)} La historia de la religión, también antes del
cristianismo explícito, verbalizado e institucionalizado, incluido el Antiguo
Testamento, no es, pues, sólo el impotente empeño del hombre para entablar,
con ayuda de su trascendentalidad natural y desde abajo, una relación con
Dios, sino que es también ya de antemano, siempre y en todas partes, historia
de la revelación y de la salvación que procede de arriba. Esta historia de la
gracia es, pues, verdadera historia, es decir: lenta realización de esta
gracia en el hombre, un logro que puede estar depravado de múltiples formas y
de terrible manera. |
Con
la venida de Jesucristo esta historia general de la salvación no está ya sólo
en su fase previa de abierta oferta de la gracia a la libertad del hombre,
sino victoriosamente realizada, de forma irreversible, por el mismo Dios,
respecto de toda la humanidad. |
Teología
de Jesucristo |
Llegados
aquí, deben hacerse algunas observaciones sobre la cristología de este libro.
Comparada con el volumen total de la obra, la reflexión sobre Cristo ocupa un
gran espacio para que no quede oscurecida la "cristicidad" del
cristianismo, aun cuando este cristianismo se contemple dentro de la
autocomunicación gratuita de Dios en sí mismo. Esta cristología tiene que
hacer, como es obvio, algunas afirmaciones históricas y no puede limitarse a
ser una explanación meramente especulativa de una idea de Cristo. Es decir,
es preciso responder a la pregunta de dónde puede hallarse legítimamente y de
forma concreta aquel Dios-hombre al que tiende una cristología trascendental
como a cumbre suprema irreversible de la historia universal de la salvación.
Es, pues, legitima y necesaria una cristología "desde abajo", una
"cristología ascendente". Así lo ha visto siempre la teología
tradicional, en la medida en que en su teología fundamental desarrolla un
tratado sobre Cristo como "enviado divino". La cristología de este
libro quiere ser y es tradicional, en cuanto que comienza por preguntarse
quién era este Jesús, que era lo que anunciaba y cómo se interpretaba a sí
mismo. |
La
tesis fundamental del libro es la siguiente: Jesús proclama que en él, en su
persona y en su doctrina, el reino de Dios, es decir, la autocomunicación
gratuita de Dios mismo, no sólo está siempre presente como oferta a {16
(156)} la libertad del hombre, sino que ha llegado ya al mundo de forma
victoriosa e irrevocable. |
Resurrección |
No
podemos tampoco abordar con mayor detalle la doctrina sobre la resurrección
de Jesús. También esta doctrina tiene un cierto punto de arranque
trascendental (si así puede decirse). Nos apoyamos en la convicción de que, a
diferencia de una antropología platonizante e idealista y en razón de la
unidad ―rectamente interpretada― de espíritu y materia en el
hombre, que no significa, por otra parte, pura identidad, el rescate
definitivo y la consumación del hombre como persona espiritual ante Dios,
dice ya lo que se quiere indicar realmente con la resurrección y la plenitud
del hombre Jesús y de la nuestra. |
Iglesia
y futuro |
Debemos
pasar aquí por alto los siguientes "grados" del libro después de la
cristología, es decir, las teologías de la Iglesia y del futuro: la
eclesiología y la escatología. |
Al
final vuelve a hablarse de nuevo de varias "fórmulas breves" de la
fe. Dichas fórmulas no quieren, por supuesto, sustituir o desplazar a las
restantes profesiones de fe del magisterio eclesiástico. Sin embargo, sí que
pretenden iluminar el hecho de que, a pesar de su historicidad, la doctrina
del cristianismo puede, hasta cierto punto, ser reducida a un breve
"concepto" y de que existen varios caminos de acceso hacia la
auténtica comprensión de la fe cristiana, tal vez hasta ahora demasiado poco
atendidos en la proclamación tradicional del mensaje cristiano. |
Todo
libro de un teólogo tiene deficiencias y lagunas, Las más graves son las que
han escapado a la reflexión del autor, pues, de no ser así, las habría
evitado. Esto es, naturalmente, válido también para el presente libro. El
autor no acertó a salvar lo que expuso de modo deficiente u omitió siendo
importante para su temática, pero no se le puede reprochar que falte aquello
que, según su método y su planteamiento básico, carece de importancia para su
tema. |
Trinidad |
Así,
por ejemplo, tal vez la doctrina sobre la divina Trinidad sea de extensión
menor de la que ya hubiera tenido inevitablemente, dada la intención y la
estructuración del libro. |
{17
(157)} |
El
misterio de iniquidad |
Otro
de los temas, tal vez no suficientemente desarrollado en mi libro, es el
referente al "mal" en el mundo y en su armonización con la fe en un
Dios infinitamente santo y exclusivamente bueno. El libro no defiende ninguna
'apocatástasis', y subraya, en cambio, una legitima esperanza en una
reconciliación final escatológica y universal, aunque en la historia de una
libertad, todavía abierta al hombre, {18 (158)} debe contar siempre e
irremediablemente con la posibilidad de una perdición definitiva. Podría ser,
con todo, que en este libro el mal haya sido descrito con colores demasiado
poco vigorosos. Aun así, me parece que debe darse más importancia al
optimismo cristiano de una humilde y universal esperanza sin límites en la
santa bondad de Dios, que al pesimismo sabihondo de que el mal, condenado por
Dios, se ha impuesto definitivamente en el mundo. |
De
los ángeles y los demonios no se habla en este libro. |
Sea
cual fuere la calificación teológica que deba darse a esta doctrina, me
parece que no tiene necesariamente que aparecer en un libro que se propone
llegar al concepto básico definitorio del cristianismo. |
Otras
teologías |
Una
última limitación del libro, que yo mismo veo y confieso abiertamente, es un
cierto rigor individualista en el desarrollo de todas las reflexiones
teológicas. La teología política o teología de la liberación no aparece
expresamente mencionada en la obra. Esto no significa, simplemente, que
rechace estas teologías, lo cual estaría en contradicción con muchas cosas
que he dicho en otros escritos sobre este tema. Pero, en mi opinión, puede
justificarse esta confesada ausencia de la teología política o de La teología
de la liberación en este libro. De una parte, se trata de una obra
relativamente pequeña y que pretende exponer la totalidad de la temática
tradicional de la teología fundamental y dogmática. También estas teologías
tienen que llevar a cabo, por encima de una proclamación apasionada de su
esencia formal, un trabajo teológico, que es común a la teología tradicional.
Y entonces, creo que también podrán aprobarlo los partidarios de una teología
política o de una teología de la liberación. |
No
quisiera que se valorara este libro como la exposición sistemática y
totalmente integradora de mi teología. |
Son
demasiados los problemas que no se tocan en él y a los que me vengo dedicando
desde hace cuarenta años. |
De
todas formas, la obra ofrece, a un primer nivel de reflexión, cierta mirada
global sobre la totalidad de la doctrina cristiana de la fe. |
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