Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
175. MARZO. Año 1980 |
0.
SUMARIO |
NO
es solamente por el reclamo de los textos litúrgicos, porque, si a pesar de
ellos, nos olvidáramos de la necesidad de estar siempre abiertos a la
conversión, quedarían las voces del mundo, hoy todavía más fuertes, que nos
piden a todos los hombres, ese gran esfuerzo de transformación de todo y de
conversión de todos. Las cosas cambiarán cuando se miren desde Dios y hacia
Dios, los hombres nos convertiremos cuando volvamos al Evangelio. |
SACERDOTE |
LA
AGONÍA CRISTIANA |
QUEDARSE
O IRSE DE LA IGLESIA |
TIEMPO
DE CUARESMA |
LA
IMAGINACIÓN Y LA INTELIGENCIA AL PODER EN LA IGLESIA |
LA
OBRA DE HANS KÜNG |
{1
(41)} |
1.
SACERDOTE |
Estaba
solo, |
vivía
solo, |
era
solo. |
Los
que le amaban |
amaban
a alguien que no era Él. |
Los
que le oían |
captaban
su eco, pero no sus palabras. |
Le
seguían algunos, |
pero
todos por distintas razones, |
enamorados
de El como de Monna Lisa. |
El
Padre estaba lejos e invisible, |
dejándole
jugar su juego de hombre, |
Alguna
vez creyó sentirse acompañado por un niño, |
pero
pronto vinieron los ilustres a empujarle a su pozo |
Se
preguntó un día si le hubiera gustado enamorarse |
y
la pregunta no encontró respuesta; |
pero
aquel día precisamente supo |
que
la compañía no es el premio del amor, |
sino
el amor enjaulado. |
Años
más tarde |
acusado
del delito de haber amado sin moderación |
ascendió
a la suprema soledad de la cruz |
como
se adentra un suicida en el mar. |
José
Luis Martín Descalzo 2 (42) |
{2
(42)} |
2.
La agonía cristiana |
CUANDO
una Iglesia viviera satisfecha de sus rentas de verdad "depositada"
habría logrado, al fin, liberarse de problemas como los del caso Küng y otros
parecidos. Pero, afortunadamente, la Iglesia todavía piensa y contempla desde
la esperanza que descansa en la promesa indefectible de Cristo, mientras se
esfuerza por comprender mejor su misterio y por saberlo anunciar a los
hombres. Piensa y procura purificar su pensamiento, desde suficientes, pero
mínimas garantías que la fuerzan constantemente a la humildad y al
reconocimiento de su limitación temporal, aunque el objeto de su esperanza no
le cabe en el tiempo. |
De
otro modo le hubiera ido a la Iglesia, y se habría ahorrado fatigas de la
mente y responsabilidades en la vigilancia, y preocupaciones en el modo de
ejercerla, si una vez confesada, de modo implícito, toda la fe, y pasados los
primeros miedos, hubiese cultivado un progresivo aislamiento, aséptico de
riesgos, como le hubiera podido ocurrir a la primera generación
cristiano-judía, de no haber irrumpido, providencialmente, en ella, la
clarividencia sobrenatural, el celo incontenible y el genio del primer gran
teólogo, san Pablo. |
En
él, y después de él, el Cristianismo es agónico; sin que esta afirmación deba
llevarnos a confundirlo con el sentimiento trágico del más desesperado
existencialismo, ni con el desasosiego o la inquietud religiosa a lo Unamuno;
se trata del esfuerzo no temido, del cansancio gozoso del atleta, en el puro
sentido de una "agonía" sobrenatural, de una "lucha"
desde Dios y hacia Dios, ineludible a cada cristiano consigo mismo y, desde
el interior crecimiento así purificado, de una lucha comprometida a sufrir
para comprender y para proyectar a Cristo en el mundo, a lo paulino. |
No
se trata de salvarnos del mundo, sino de salvar al mundo, porque nadie se
salva si no es, a la vez, salvador. |
Eso
es difícil de comprender, sobre todo si se persiste en la engañosa imagen de
una Iglesia que ofrece cómodas rentas de santidad a sus adeptos formales,
donde ya está todo hecho y basta, por tanto, con no malgastar la
proporcionada ración de gracias indefectibles que nos mantiene en la
seguridad del bien conseguido y decoroso. Los demás son los malos, o hasta,
como diría Sartre ―¡oh curiosa coincidencia!― «los otros son el
infierno». |
{3
(43)} Pero Cristo deshizo el nudo de esa fatalidad: los demás son ol Reino de
Dios en potencia, en el campo del mundo donde hay que sembrar la Palabra, con
las aves del cielo que han de cobijarse en el verdadero árbol de la vida, son
todos los caminos ―de oriente, de poniente, de septentrión, del
mediodía― que llevan a la ciudad santa, son todos los hijos de Dios,
recuperados, que regresan de la gran diáspora... |
En
esta época de cambios profundos y por lo tanto de problemas de comprensión y
de miedo, corríamos el riesgo de inhibición que nos reducía a la incapacidad
apostólica. Juan XXIII se dio cuenta, fue valiente, y quiso depurarnos de
prudencias empolvadas, dejando para todos ―jerarquía y fieles, sabios y
sencillos― el compromiso de perseverar en el esfuerzo agónico del buen
celo de la fe. En verdad, hermoso y doloroso legado. |
Cuando
creíamos que para ser cristianos fervorosos, bastaría que observáramos las
pocas prescripciones externas que mantiene la Iglesia y que, además,
dedicáramos, una vez al año, cada Cuaresma, al repaso de la lista de virtudes
básicas y a la meditación de las "verdades eternas", nos
encontramos con un mundo que nos desafía y al que es preciso hacer llegar y
esforzarnos por hacerle comprender, sin profanarla, la palabra de Dios. |
El
esfuerzo es indispensable, aunque tiene riesgos. Pero hay que afrontar los
mismos riesgos, porque el mayor de todos, sería renunciar a la agonía, al
drama del esfuerzo, en el dolor, en la fe y en la esperanza. Ya, el mensaje,
no es sólo el contenido de lo que debemos decir, sino el gesto, la prontitud,
la abnegación agónica de no traicionar la transmisión de la verdad que nos
ilumina sólo en la medida en que no es guardada, sino transmitida. |
La
Cuaresma no es sólo la repetida propuesta para la reconversión espiritual de
cada cristiano, sino que es el tiempo de la fecundidad de la Iglesia: el
tiempo en que se purifica la comunidad de hijos de Dios, el tiempo en que
bus04 a los alejados y sale a los caminos para acercar a los extraños. Con
todos los riesgos, pero sin dimitir en el esfuerzo. El bien de cada uno se
mantiene en la medida en que, olvidado de si, sale en busca de los demás, que
faltan. Es más caridad que ascética: O, si es ascética, es la que exige el
celo de la caridad. |
{4
(44)} |
3.
QUEDARSE O IRSE DE LA IGLESIA |
En
el curso de su dilatada historia de veinte siglos ―larga solamente
según nuestro modo humano de medir, porque nos tomamos a nosotros mismos por
medida de todo― la Iglesia ha sufrido o pasado por grandes y graves
tensiones o crisis. |
Todas
parecían la última —la convulsión arriana, la reforma protestante, ahora el
secularismo...―, pero luego surgieron otras, como derivación de las que
habían parecido más graves, o como anuncio de futuras purificaciones. Santos
y profetas, fanáticos y herejes, impacientes o exigentes o revolucionarios...
han dado lugar a múltiples fenómenos a los que nunca ha sido indiferente ni
la época en que se han producido ni los hombres que los han contemplado,
aunque fueran extraños a la Iglesia. |
Desde
la perspectiva del tiempo pasado, ahora comprobamos cómo, en aquellos tiempos
en los que parecía sucumbir o desgajarse la obra de Cristo, no faltó el
aliento de la santidad, ni la luz de prudencia y la sabiduría, en cristianos
que, en aquellos momentos, carecían de significación, aunque encarnaban el
espíritu de la renovación que de la crisis, precisamente, surgía. La mayoría
de las veces ni siquiera se trataba de personas encumbradas en misiones de
autoridad o de magisterio. El Espíritu sopla donde quiere y nadie se da
cuenta en el momento en que se produce su aliento sobre cualquier cristiano
que se abre al impulso de la gracia que fecunda la obra de Dios en el mundo. |
En
el momento de tales crisis hubo siempre santos. Pero hubo igualmente los que
no lograron librarse del sentimiento de frustración y se dejaron arrastrar de
la desesperanza. Muchas veces no llegaron a abandonar a la Iglesia, si bien a
pesar de mantener substancialmente la fe, les acompañó una {5 (45)}
resignación triste, con asaltos de incertidumbres, prácticamente infelices
por no lograr entender, ni menos querer renunciar a una Iglesia mejor, ya en
este mundo, donde trigo y cizaña andan mezclados incluso con lo santo, y,
entre aciertos y errores, construimos pacientemente nuestras aproximaciones a
la verdad que, absoluta, solamente comprobamos ―y siempre en la medida
de nuestra capacidad aun entonces limitada, cuando alcancemos la posesión definitiva
de Dios, en la bienaventuranza, en que le veremos directamente. |
Por
la desilusión frente a las tensiones temporalmente no resueltas ―jamás
del todo resueltas― entre lo que la Iglesia es y lo que debiera ser,
algunos, llevados del desfallecimiento, llevados de lógicas que prescinden de
la fe, o inmisericordes, o ingratos, o desesperados, han abandonado la
Iglesia, sin darse cuenta que le exigían lo que precisamente ellos eran
incapaces de dar y de darle. De otros, no puede decirse que hayan dejado la
Iglesia, a pesar de su externo abandono: lo que ocurría es que jamás habían
pertenecido conscientemente a ella, o se habían formado de ella una imagen
errónea, imposible a la concordancia. |
Es
posible, también, que haya perseverantes en lo externo que, realmente, poco
tengan que ver con una verdadera pertenencia a ella. Porque hay modos de
"estar" que nada tienen que ver con el "ser". No es una
cuestión de yuxtaposición, ni de agregación jurídica, sino de comunicación y
comunión en la gracia y en la fraternidad. |
San
Agustín ya se refirió a esa equivoca masa de amalgamas eclesiales, en las que
no son todos los que están ni están todos los que son, lo mismo que el
poeta habló de "la soledad de dos en compañía". |
En
nuestra época, como en otras, no han faltado abandonos en la fe; pero, como
en otras épocas, ni siempre los que han blasonado de católicos han hecho
honor a la fe que decían profesar o eran conscientes de su compromiso frente
al mundo, ni, tampoco, algunos que decían abandonar la Iglesia, abandonaban
otra cosa que un concepto autofabricado, que una nebulosa de confusiones
superficiales a pesar de su pretendida y sonora profesión cristiana. |
Hace
exactamente diez años que una editorial alemana ―la Manz Verlag―
publicó un libro en el cual se contenían las respuestas de una selección de
personajes, entre políticos, escritores y teólogos; daban razón a esta
pregunta: "¿Por que permanezco en la Iglesia?" En estos días,
después de que la leyera a sus alumnos, en la Facultad de Teología Católica
de la Universidad de Tubinga, el polémico teólogo Hans Küng, la prensa
mundial reprodujo una declaración de fe y de amor a la Iglesia que, por lo
menos, hay que atender con respeto. Nosotros no la reproducimos {6 (46)}
aquí; pero, en cambio, si que traducimos la respuesta que, con el título
indicado, apareció hace diez años en el libro titulado "¿Por qué
permanezco en la Iglesia?" Es como sigue. |
NO
RENUNCIAR A LA GRAN TRADICIÓN CRISTIANA |
Lo
mismo que para un judío o para un musulmán, tiene importancia, para un
cristiano, el hecho de haber nacido ―quiera o no quiera― en el
seno de una comunidad en la cual ya se ha decidido la integración a una
tradición que luego es difícil cortar y que perdura por el mismo deseo de
continuar unido a la propia familia. |
Para
muchos es ésta una razón para permanecer en la Iglesia, y también para
servirla. Quisieran oponerse a las tradiciones eclesiásticas esclerosas que
hacen difícil, o hasta imposible, el ser cristiano pero no quisieran romper
con la gran tradición cristiana y eclesiástica. Quisieran someter a revisión
las instituciones y las estructuras de la Iglesia cada vez que las juzgan
opresivas para las personas; pero no quisieran renunciar a un mínimo
indispensable de instituciones y estructuras sin el cual ni siquiera una
comunidad de fe puede ser perdurable, y sin el cual se condenaría a una
insoportable soledad personal a demasiado fieles. Quisieran oponerse a la
pretensión de las autoridades eclesiásticas en la medida en que ellas
conducen a la Iglesia según sus propias ideas y no según el Evangelio; pero
no quisieran renunciar a la autoridad moral que la Iglesia puede ejercer
dentro de la sociedad cada vez que actúa realmente como Iglesia de Cristo. |
También
yo me quedo en la Iglesia, porque esta comunidad de fe puedo, al mismo
tiempo, de una manera critica y solidaria, adherirme a una gran historia de
la que vivo junto con los demás. Puesto que, como miembro de esta comunidad
de fe, soy yo mismo Iglesia y no pienso confundir a la Iglesia ni con su
aparato organizativo ni con sus administradores; a los que no corresponde en
exclusiva la tarea de formar la comunidad. Respecto a las grandes cuestiones
que conciernen al hombre y al mundo ―de dónde venimos, a dónde vamos,
por qué razón, con qué objeto― encuentro aquí, a pesar de todas las
grandes objeciones, mi patria espiritual. |
DEJARLA
SERÍA MEZQUINDAD |
Podría
dar las mismas razones, para abandonarla, que las dadas por los que ya se han
ido. Para ellos puede haber sido un acto de lealtad, de valentía, de protesta
o simplemente de exasperación y aversión; pero para mi personalmente sería un
acto de desesperación, de debilidad, de capitulación. Presente en las horas
más felices, no la abandonaría durante las tempestades. He recibido
demasiados beneficios en esta comunidad de fe para que me sea fácil
olvidarlo. Me he comprometido demasiado, yo mismo, en el camino del cambio
deseado y de la renovación, para correr el riesgo de decepcionar a los que,
conmigo, trabajan en lo mismo. Sería dar una alegría a los adversarios de la
renovación. No renunciaré a actuar desde dentro en la Iglesia. Otras
soluciones ―otra Iglesia, o sin Iglesia no me convencen: las rupturas
conducen al aislamiento del individuo o a una nueva forma de institución.
Cualquier iluminismo lo confirma. |
{7
(47)} |
AMO
A ESTA IGLESIA |
Cuando
las deficiencias evidentes de sus jefes han conmovido la autoridad, la unidad
y la credibilidad de esta Iglesia, y cuando no duda en manifestarse sin
ocultar sus debilidades, errante y buscando caminos nuevos, me viene a los
labios, más fácilmente que en las épocas de los grandes triunfos, esta
expresión: |
a
esta Iglesia yo la amo ―tal como es y tal como podría ser―. |
La
amo, y no como a una "madre", sino como la familia de los creyentes
por la cual, a fin de cuentas, existen estas instituciones, estos reglamentos
y catas autoridades que a veces hay que soportar. |
Comunidad
de fe que, todavía hoy y u pesar de sus deficiencias, es capaz, entre los
hombres, no solamente de causar heridos, sino también de hacer milagros: |
cuando
se presenta de hecho como el lugar donde se recuerda a Jesús, mientras
combate en toda verdad, con la palabra y con la obra, por la cual de
Jesucristo. |
Mi
cristianismo no lo he sacado de los libros, ni siquiera de la Biblia, sino de
esta comunidad de fe que, a través de los siglos, mejor o peor, ha suscitado
la fe en Jesucristo y el compromiso en su Espíritu. Falta todavía mucho para
que este llamamiento de la Iglesia ser una proclamación pura, de la pura
palabra de Dios: |
es
todavía un llamamiento humano, muchas veces demasiado humano. Pero lo que
constituye la esencia de su mensaje continúa siendo perceptible. |
Me
quedo en la Iglesia, porque extraigo, de la fe, la esperanza. Por ella vale
la pena comprometerse con decisión. El programa de Jesucristo es más fuerte
que todo escándalo organizado en y con la Iglesia. Yo no me quedo en la
Iglesia A pesar de que sea cristiano, sino precisamente porque soy cristiano. |
{8
(48)} |
4.
TIEMPO DE CUARESMA |
LA
Cuaresma nació como el desarrollo pedagógico de un aspecto del misterio
cristiano celebrado en el triduo pascual. |
Destaca
la perspectiva que se refiere a la muerte de Cristo. |
La
duración de este tiempo está fundada en el símbolo de la cuarentena bíblica:
Moisés, Elías y Jesús estuvieron cuarenta días por las montañas; cuarenta
fueron también los años que el pueblo de Dios pasó por el desierto. Este
símbolo nos sugiere que la Cuaresma está pensada para intensificar ese
aspecto de la vida que exige superación, esfuerzo penoso, reconstrucción,
purificación del pecado. Imágenes de la Cuaresma son: el camino, la soledad,
el desierto, el encuentro con Dios, la prueba, la austeridad, el
desprendimiento, la oración. |
La
pedagogía de la Iglesia nos propone intensificar durante la Cuaresma el
camino de la propia conversión: tanto como individuos cuanto como miembros de
la Iglesia y de la sociedad. Ello supone estar dispuesto a sufrir la revisión
de la Palabra de Dios y a colaborar con la gracia para superar el pecado.
Siguiendo a Cristo, vamos muriendo al hombre viejo, desprendiéndonos del
vestido antiguo, remontando la situación de pecado y de muerte en que nos
encontramos. |
Todo
esto nos ayuda a ir alumbrando, al mismo tiempo, al hombre nuevo,
revistiéndonos de Jesucristo. La Cuaresma, como la vida de los creyentes,
está abierta hacia la Pascua, la Fiesta o la Vida. No morimos porque la
muerte a algo nos produzca placer, sino que, porque hemos optado por la vida,
la libertad y el amor, abandonamos la situación en que nos encontramos. |
Los
formularios litúrgicos de la Cuaresma tienen un claro sentido bautismal y
penitencial. La revisión cristiana ha de hacerse siempre alrededor de un
punto de referencia: la opción bautismal, en la que orientamos nuestra vida
según la Palabra de Dios. Si hubiéramos roto esa opción no tendríamos otro
camino que volver a recomponerla por la penitencia realizada seriamente en la
Iglesia. El camino de la conversión es siempre penitencial. |
Nuevo
Misal Romano 9 (49) |
{9
(49)} |
5.
documento: LA IMAGINACIÓN Y LA INTELIGENCIA AL PODER EN LA IGLESIA |
Reproducimos
dos artículos sobre el caso Küng, aparecidos en la prensa española, y debidos
a la pluma de dos profesores de teología: el primero, de Olegario González de
Cardenal, de Salamanca, aparecido en EL PAÍS, el 5 de enero, y que nos ayuda
a comprender al Papa, algo que ha resultado siempre difícil a los españoles,
tal vez porque también España es difícil, por sus convulsiones históricas,
sociales y culturales todavía no resueltas. El segundo es de José M. Via
Taltavull, de la Facultad de Teología de Barcelona, publicado en LA
VANGUARDIA, el 18 de enero, que es un breve y buen análisis de la obra de
Hans Küng, con lo mejor y lo menos bueno de ese discutido teólogo. |
¿SERÁ
posible en este país a un hombre medianamente inteligente hablar todavía bien
del papa Wojtyla? ¿Le estará todavía permitido a un teólogo proferir una
palabra pacífica, serena y esperanzada después de haber asistido a lo que se
ha llamado el nuevo proceso a Galileo? Y, sobre todo, ¿será posible llevar a
cabo tamaña empresa sin quedar automáticamente secuestrado por quienes siguen
empeñados en que las van al molino ya la molienda de siempre? Ni más ni menos
ése es el quijotesco intento que yo quisiera llevar a buen término. |
Dos
papas: Montini y Wojtyla |
Sobre
brezos y breñas hay que saltar en este país para alcanzar tierra limpia en el
tema, porque llevamos veinte años de incapacidad nacional para establecer
comunicación con Roma. Porque lo que ahora vivimos respecto de este papa
polaco, risueño y popular, agitador de masas y {10 (50)} creyente sin
temores, lo vivimos antes, con la misma torpeza, respecto de Pablo VI, hombre
liberal como pocos, demócrata de talante personal y de herencia familiar,
fino detectador de tiempos y aires, dubitativo por perspicaz, parsimonioso en
las decisiones por lejano a los simplismos y por su hondo sentir ante la
complejidad histórica. Nuestros embajadores de diverso orden y calaña fueron
a Roma queriendo cantar en el Vaticano lecciones de sabiduría, con gestos de
violencia unas veces y de petulancia otras; justamente allí donde acumulada y
cernida queda la harina sapiencial del Lacio y de Roma y luego de todos los
siglos de Occidente. |
Yo
he hablado repetidas veces con este hombre: una, hace años, cuando juntos
reflexionábamos, primero, sobre las relaciones entre teología y magisterio;
después, cavilando ambos sobre san Juan de la Cruz. Hace pocas semanas el
diálogo volvía sobre otro tema: la fe y la inteligencia, el sentido y misión
de la universidad. Como buen universitario, el nombre de Salamanca le traía
el recuerdo de su cátedra en Polonia, las empresas que desde ella había
alentado, y el diario bregar entre una búsqueda de humanidad más rica y
fecunda pensada desde la abertura al Misterio o por el contrario pensada
exclusivamente desde la referencia a la tierra у al hombre. |
La
difícil España |
Y,
sin embargo, confieso que, como español, no supe esta vez situarme ante él,
ni él ante mí. No, no fue fácil establecer la comunicación. Porque España no
se entiende; no la entiende él, que la supuso quizá como el polo occidental
católico relativo al otro polo oriental: Polonia. No la entiende en este
súbito giro reciente, que nuestras cabezas espirituales no han sido capaces
de explicarle desinteresadamente. Cabezas distintas y distantes. Y en tercer
lugar, porque la prensa de este país es la más desenfadada de Europa frente a
él: con una distancia у enseñoramiento frente a su persona que, por un
lado, rayan en el cinismo {11 (51)} de quien desprecia cuanto ignora o no
responde a sus viejas evidencias; y, por otro, en la obsequiosidad aturdida o
interesada de quien sólo espera ser confirmado en sus temores y prevenciones
frente a la modernidad. |
Este
Papa está siendo víctima de todas las asechanzas y pasto de todos los
temores. La Iglesia tiene que entrar hoy en la real fase de su pretendida
conversión: ¿estará dispuesta realmente a que el Vaticano II sea verdad
verdadera, ni tolerado como mal menor por unos, ni tolerado como mero
trampolín por otros, en orden a saltar a opciones, decisiones у
creencias que eran las que realmente intentaran y que entonces, por temor o
por no clara percepción todavía, no se atrevieron a formular? Ésta es la
verdadera cuestión, que como objetivo se propuso Pablo VI, y que llevó a cabo
en el dolor enhiesto del gigante derribado por las años, a la vez que por
tanta tarea y tanta esperanza viva. |
El
cambio de los tiempos |
Y
ése es también el objetivo de Juan Pablo II. Con una gran diferencia: ni los
tiempos son los mismos ni es el mismo carácter. Lo que en 1965 podía ser
proclamado como una virginal y fecunda posibilidad, debe ser ahora proclamado
con el tesón у la perspicacia de quien sabe que una matriz puede
entrañar abscesos, abortos o criaturas vivas y recias. Lo que entonces eran
proclamaciones tan sonoras como ingenuas, en muchos casos son ahora
determinaciones con peso jurídico, que suscitan dura resistencia por parte de
poderes e instituciones. |
El
espíritu del mundo y el Evangelio |
¿Quién
no recuerda aquel ingenuo tipo de discursos sobre "la Iglesia y el
mundo" de los años conciliares, cebándose sobre la incapacidad de la
Iglesia para anunciar el Evangelio a un mundo que se le creía anhelante,
dispuesto a convertirse, dejándose bautizar e iniciando un camino de
penitencia? Pobres ingenuos. El mundo, es decir, no sólo la naturaleza en
cuanto creación de Dios, la esperanza humana el natural anhelo de plenitud,
sino ese hombre concreto bajo el poder y el pecado, esas instituciones de
dominación y de lucro: todos esos han rechazado, rechazan y rechazarán
siempre el Evangelio. Cuando es anunciado con suavidad adularán a los
mensajeros y cuando es proclamado con entera claridad los llevarán a prisión
o al martirio. Ni el mundo, ni las propias personas e instituciones de
Iglesia nos dejamos fácilmente juzgar por el Evangelio {12 (52)} y
convertirnos. Y ésa es la pregunta, a filo de navaja, hoy: ¿está la Iglesia
dispuesta a creerse el Concilio, a dejarlo pasar aburrida, intereses y
actitudes; dispuesta a una conversión a Dios y a los hombres que como todo
seguimiento de Cristo incluye persecución, superación del egoísmo y desprecio
en este mundo? Y este lenguaje no lo entenderá sin más nunca ni el mundo ni
el hombre no convertido. |
El
hombre Wojtyla |
¿Cómo
entender humanamente al papa Wojtyla? Yo creo que tres dimensiones le son
constituyentes es un veterano actor, autor y profesor. Y eso sigue siendo en
Roma. Como actor, tiene capacidad y necesidad de masas para las que crea un
texto no sólo doctrinal, sino, ante to do, estético. Como autor que fue y
sigue siendo, quiere recrear y representar la realidad viva de la fe como
fuerza generadora de humanidad, quiere transmitir la confianza de un
Evangelio que transforme la existencia de quien se abra confiadamente a él:
quiere reconstruir la Iglesia, reponiendo esas piedras que parecían estar
arrancadas ya al edificio y puestas en almoneda. Porque es autor quiere
aumentar la fe y acrecentar la vida, y justamente por ello. |
y
nada más que por ello, tiene autoridad: la de la fe limpia, de la esperanza
generosa, de la caridad acogedora. |
Como
profesor, vive de un ideal y de un "logos" al que se confiere, en
el que confía y que profesa. Por ello es un hombre libre, que cree en la
inteligencia, en el arte, en el deporte; que se centra en su celda o se va a
la montaña. |
La
triple tentación |
Pero
esa triple grandeza: actor, autor, profesor, alberga su triple tentación. La
primera, concentrarse en tal forma en el papel que representa ante el
público, que o bien ignore a éste prendado de sí mismo o bien sed esclavo de
él. |
La
segunda, considerar que la fe se acrecienta sólo creando confianza para unos
mediante la reafirmación de costumbres o de hábitos, y no abriendo nueros
cauces, mayor libertad y nuevos riesgos para otros. La tercera, seguir
pensándose profesor, cuando ser obispo, incluso obispo de Roma, es algo mucho
más y mucho menos a la vez, sencillamente distinto. La autoridad del
testimonio no es la autoridad del técnico o del sabio. |
¿No
es un gran don de Dios para la humanidad el encontrar un luchador para que
los hombres no sucumbamos {13 (53)} al placer como ideal de vida, al poder de
la técnica como solución al problema del sentido de la existencia, a la
superabundancia y engreimiento de los países ricos que tienen como fundamento
la pobreza, dominación y agotamiento de los países pobres? ¿No es un signo
vivo levantado en la Iglesia, que a todos invita a creer, amar, evangelizar a
los pobres, a los pueblos y masas más allá de todo elitismo y selección
propia del poder? |
Los
tendenciosos |
Confieso
que hasta ahora no he leído nada normativo para todos, salido de su boca o de
su pluma, que no pueda con gozo asumir. Pero a la vez confieso que no estoy
dispuesto a que determinadas corrientes quieran secuestrarlo para su uso
particular, que rechazo esas lecturas hispánicas despreciativas e
inquisitoriales unas, las primeras en doras otras, que quieren hacer de él un
pío polaco, tradicional por no comunista, antimoderno por fiel al Evangelio. |
El
Papa actual, ningún papa nunca, es la Iglesia por sí solo, ni la fe ni el
cristianismo; ni asegura contra ningún incendio, ni funda la perpetuidad de
la Iglesia, ni su verdad o fecundidad históricas por sí solo. El y todos con
él vivimos, a la vez que en fe y esperanza, en tentación, peligros y
limitaciones ante Dios, ante los hermanos y ante nuestra conciencia. Yo,
porque creo en Dios, en el Dios de los límites afirmados en su humana
encarnación, soy optimista. La fe me posibilita y me obliga a esperar en
amor, a acoger sin malevolencia, a colaborar en gratitud, a disentir en
obediencia. Por ello mi salutación optimista no es la del ingenuo que
desconoce, sino la de quien sabe demasiadas cosas, pero a la vez que
noticias, rumores y disgustos de este mundo, cree en Dios y se confía al
Espíritu de Jesus. |
Juan
Pablo II le ha tocado firmar el acta final de un proceso de Küng: Él ni lo ha
hecho, ni lo ha deshecho. |
Pasado
el dolor que hiere a Küng y con el nos hiere a todos en la Iglesia, hay que
plantearse las cuestiones objetivas. Porque ser cristiano, ser seguidor de
Jesús de Nazaret y formar parte de la comunión católica, es algo con
contenidos positivos, con valores específicos, con exigencias concretas: todo
ello hay que decirlo a la vez que se reclama para Küng y para todos justicia
y caridad. |
{14
(64)} |
Decisiones
significativas |
Juan
Pablo II ha tomado las tres decisiones más significativas de los últimos
decenios: nombrar arzobispo de Bruselas a J. Danneels, profesor de la
Universidad de Lovaina; arzobispo de Milán, a C. Nartini, rector del
Instituto Bíblico y de la Universidad Gregoriana; y obispo de León, a F.
Sebastián, rector de la Universidad de Salamanca. Quien conozca la bilingüe
capacidad de concordia del primero en Bélgica dividida; el prestigio
filológico internacional dentro de las comisiones bíblico-ecuménicas del segundo;
y la serena, perspicaz y generosa gestión universitaria y eclesial del
tercero, ése ¿puede todavía con razón seguir creyendo a cierraojos a
determinados agoreros de este país? |
A
la luz de estos signos, que no niegan otros, pero que quisieran a la vez
alumbrarlos e iluminarlos, yo espero que con Juan Pablo II en la Iglesia
católica, y muy especialmente aquí, en España, la imaginación creadora y la
inteligencia fiel lleguen no al poder, sino a ser autoridad, es decir, a
establecer las claves del servicio eclesial y de la fe en nuestro mundo. |
6.
LA OBRA DE HANS KÜNG |
ES
sabido que los problemas del conocido profesor 1, de Tubinga, el teólogo Hans
King, con los obispos alemanes primero y con el Papa más tarde, no datan de
diciembre pasado. Durante más de diez años, a partir del voluminoso libro La
Iglesia, sus enfrentamientos y conflictos con el magisterio eclesiástico
católico se han sucedido casi sin interrupción. Con altibajos, pero sin cesar
por completo en ningún momento. La última decisión romana de no considerarlo
ya más como teólogo reconocido, aprobado y enviado por la Iglesia ―esto
y sólo esto quiere decir en realidad la missio canonica― mientras no
rectifique algunas de sus posiciones doctrinales, significa un paso más, una
escalada en esta confrontación. |
{15
(55)} |
La
polémica con Rahner |
Algunos
han recordado ahora que ya en 1970, K. Rahner declaró públicamente y por
escrito que Küng al negar de hecho claramente el dogma de la infalibilidad de
la Iglesia y en la Iglesia, no podía ser considerado ya como "teólogo
católico". Por mi parte, desearía que la penosa situación actual pudiera
terminarse como terminó la agria controversia entre Küng y Rahner. En 1973
ambos se reconciliaron públicamente después de las debidas explicaciones
mutuas. H. Küng, por una vez, pareció que daba un mayor y más rico contenido
a su "indefectibilidad de la Iglesia", expresión que, según él,
descubre todo lo que pudo decir con razón el Concilio Vaticano I bajo el
epígrafe de la "infalibilidad". A pesar de las reticencias,
minimizaciones y ambigüedades, parecía posible interpretar sus tesis de
manera benévola: el magisterio eclesiástico, según Küng, podría equivocarse
con frecuencia e incluso las definiciones dogmáticas serían limitadas y
parciales, pero en estas últimas ya no habría ni podría haber propiamente un
error. K. Rahner, por su parte, retiró la grave acusación lanzada, sin dejar
de manifestar la distancia y diferencias que le separaban de la teología
profesada por el teólogo de Tubinga. Ambos comprendieron y confesaron que en
la Iglesia, en última instancia, lo auténticamente relevante es la fe mucho
más que las teologías que ilustran, defienden o tratan de explicarla en el
decurso de los tiempos. |
Una
Suma Teológica |
Me
parece claro que el intento de Hans Küng ha sido fundamentalmente el de
publicar un equivalente a la Summa Theologiae, de santo Tomás de Aquino para
este final del siglo XX. En un momento en el que la inmensa mayoría de
investigadores han dejado los amplios panoramas globales para ceñirse a
análisis y estudios microscópicos ―señal en muchos de ellos de desazón,
inseguridad y búsqueda de nuevos puntos de apoyo más sólidos―, Küng
sorprendió a todos. En menos de diez años edita con gran éxito tres gruesos
volúmenes: uno acerca de la Iglesia (La Iglesia, 1968), otro sobre Cristo y
la vida cristiana (Ser cristiano, 1977) y, finalmente, otro sobre Dios
(¿Existe Dios?, 1979) que en conjunto sobrepasan con mucho las dos mil
páginas. En ellos se encuentran colocados pertinentemente y con relativa
trabazón datos y cuestiones de historia, filosofía, ideologías, ciencias
naturales y humanas, así como las preguntas más corrientes {16 (56)} del
hombre de la calle medianamente culto y medianamente situado en la escala
económico-social. Las respuestas, la fe cristiana es ofrecida como algo
plausible, coherente, humanizador. |
Limitaciones |
Basado
en la Biblia, leída de modo asaz crítico, y en el consenso de las grandes
confesiones cristianas en algunos puntos clave, Küng intenta retraducir a
nuestro lenguaje los antiguos dogmas y decisiones principales de los
concilios ecuménicos. No creo que sea ofensivo decir que entre otras
limitaciones no siempre llega a expresar todo lo que fue afirmado en los
Concilios y esto no sólo en el tema de la infalibilidad. Pero tampoco creo
que nadie deje de admirar la ingente labor realizada y los hallazgos felices
que esmaltan de vez en cuando su trabajo. El lenguaje jurídico penal de
cualquier condenación ―también, pues, la romana― tiene el grave
inconveniente de destacar sólo los errores y peligros. Para el lector
inteligente presenta la ventaja de indicar con claridad la zona acotada, los
enunciados o posturas a vigilar o corregir sin el mayor menoscabo de lo
restante. En el caso de Küng es mucho. |
"Cuestiones
disputadas" |
Tanto
en éstas sus obras capitales como en otras menores que vendrían a ser sus
cuestiones disputadas ―entre ellas hay que contar la que disuelve la
infalibilidad (¿Infalible?, 1972)―, Küng se ha mostrado como un notable
pensador cristiano. No tiene el vigor intelectual de un K. Rahner, ni la
cultura de un Urs von Balthasar. Domina menos la historia que De Lubac y sabe
menos de patrística o liturgia que Congar. Pero les aventaja a todos {17
(57)} en sentido de la actualidad y en el de conjunto, en claridad y agudeza
expositivas y en no rehuir jamás las cuestiones embarazosas. Si su no
demasiada razonable inquina contra el sistema romano no lo estropeara todo,
parecería el hombre más preparado para servir de puente entre el catolicismo
y las iglesias surgidas de la reforma protestante. Sus dotes de liderazgo
intelectual son, por lo demás, indiscutibles. |
San
Pablo y el misterio de la Iglesia |
Y
con todo, mis reservas para con la obra global de Hans Küng no dejan de ser
bastante radicales. Indicaré sólo dos. Como creyente, jamás he comprendido el
olvido, por parte de los autores más sensibles a los autores reformados, de
las cartas de san Pablo llamadas de la Cautividad. Las epístolas a los
Efesios o a los Colosenses ro son un simple adorno a un esquema basado casi
exclusivamente en las cartas a los Romanos o a los cristianos de Corinto. Si
la existencia personal cristiana expresa la donación y salvación misteriosa
de Dios, no parece exigirlas menos "el cuerpo del Señor", la
comunidad creyente orgánicamente dispuesta desde Dios y cuya dimensión
mistérica destacan dichas cartas. La Iglesia no puede reducirse ya en ellas,
ni siquiera en su estructuración, a un mero aparato institucional humano más
o menos eficaz, sutil y complicado. Es ante todo sacramento del Señor para
los ojos de la fe. |
Los
Padres, la filosofía… |
Por
otra parte, intentar un lenguaje meramente funcional u operativo tiene sus
limitaciones. Sus riesgos y fronteras. En su última obra ¿Existe Dios?, por
ejemplo, King se defuerza por complementar las lagunas y corregir las
ambigüedades de Ser cristiano. En esta obra muchos entendimos que para el
teólogo alemán, Jesús de Nazaret, el Cristo, no era finalmente más que un
supremo legado divino. Sus explicaciones y adiciones de ahora son en general
bellas y exactas, pero no creo que el lenguaje escogido sea el más idóneo
para expresar todo lo que los antiguos Padres quisieron al acuñar la palabra,
tan cargada de dolor y sangre, de consubstancial" al Padre, para
describir a Cristo. La nueva imagen científico-técnica del mundo carece
todavía de su propia metafísica. Es suficiente razón para quedarse más acá de
lo que confesaron los grandes Concilios y que está en la raíz de nuestra fe? |
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