Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
176. ABRIL. Año 1980 |
0.
SUMARIO |
LA
fluidez del presente se alimenta de recuerdos del pasado y de esperanzas cara
al futuro. Pero, desde la fe, el futuro es algo más de lo que pueda caber en
el tiempo: es el desarrollo, es la re-creación purificadora para alcanzar a
Dios, ya desde este mundo, sin que ::nos sea posible tomarlo como una
instalación, sino como un progreso que nos obliga a un continuo renacimiento
interior, donde Dios se manifiesta poco a poco, en consonancia con el devenir
del mundo que nos rodea, y de las circunstancias que nos retan a buscarle,
sin cesar. No podemos instalarnos aquí, sino que hay que seguir buscando. |
EL
CIELO BROTA DE LA TIERRA |
LA
NUEVA ESPERANZA |
DESDE
SAN FELIPE A HAENDEL |
EL
SUEÑO DE UN ANCIANO |
ELOGIO
DEL ARTE |
{1
(61)} |
1.
EL CIELO BROTA DE LA TIERRA |
Ya
no percibo el afanoso golpear del tiempo, |
ni
el jadeante respirar del pecho, |
ni
el martilleo de mi pulso; |
ni
diferencias en la sucesión |
de
los momentos. |
Yo
tuve un sueño, sí. |
Con
suavidad dijeron a mi lado: |
«Acaba
de partir; se ha ido». |
Y
el eco de un suspiro recorrió la alcoba. |
Distintamente
oí la voz del sacerdote, |
un
grito: «¡Subvenite!»; |
y
los presentes se pusieron de rodillas |
en
oración. |
Parece
que los oigo todavía; |
susurros
débiles y quedos, desmayados, |
en
intervalos indefinidamente dilatados, |
¿De
dónde es eso? |
¿Esta
separación, qué es? |
Una
invasión de soledad, desde el silencio, |
en
lo más hondo de la esencia de mi alma. |
...
Rápidamente el rayo, |
que
se encendió con su segundo nacimiento, |
le
hace volver al ser primero: |
y
el cielo brota de la misma tierra. |
¡Te
digo adiós, querido hermano, |
pero
no para siempre! |
sé
valeroso, sé paciente |
cuando
el dolor te abata sobre el lecho; |
la
noche de la prueba ha de pasar rápidamente, |
y
volveré a despertarte cuando llegue la mañana. |
John
Henry Newman, C. O. |
{2
(62)} |
2.
La nueva esperanza |
HAY
una visión del devenir de la vida, como si fuera un camino de retroceso a la
nada, como un círculo involutivo, como una espiral escondiéndose en el fatal
regreso a mitos de paraísos perdidos, que fueron poesía, pero no llegaron a
verdad. Hay postulados del mal, precipitadamente admitidos para justificar la
renuncia a cualquier intento hacia la nueva esperanza. Hay, en los
conscientes, la tristeza de la mirada extática, que paraliza todos los
pensamientos en la muerte, como fuga implacable y silenciosa de la realidad
que obliga demasiado. Hay, también, la ensoñación de los inconscientes,
tranquilos en su beata ignorancia, cómodos en el voluntario alejamiento de
cualquier urgencia de verdad y de justicia apremiante, colmada la raquítica
sed y hambre de bienes precarios, satisfechos con sólo los sucedáneos de
apariencias engañosas que les distraen de los valores auténticos, de las
exigencias puras del ser y del bien, desplazadas y usurpadas como el oro por
la quincalla. Hay una falta de esperanza, en el hombre, en el mundo, en la
Iglesia. Los más críticos, cuando sienten demasiada reverencia para referirse
a la esperanza y decir que se ha perdido o que se desmorona, expresan su
dolor hablando del desencanto. |
Desencanto
o desesperanza, precisamente ahora, cuando es más necesario confiar y seguir
adelante: como es necesaria la primavera después del frío invernal y antes de
la cosecha esperada; como la flor que invita al gozo antes de darnos el
fruto, aunque todavía levante el cuchillo del frío en amenaza inútil para
obligar el regreso al invierno temido. |
«No
tengáis miedo», repite el Señor, recién resucitado, a sus discípulos, Desde
aquellos días, aunque hayan pasado veinte siglos, aún es primavera, y no hay
más invierno para el espíritu humano. No hay regreso, no hay fatalidad, no
hay involución, no hay éxtasis, sólo queda la esperanza, todo el camino del
hombre es de esperanza, aun para este mundo que pisamos, en este mundo que
vivimos, que construimos, en que luchamos y discutimos. Es {3 (63)} como un
gran camino de Emaús, en que andamos y discutimos sin relacionar bien la fe
con los pasos que damos, pero en el que ya Cristo nos acompaña. Iremos, poco
a poco, descubriendo el sentido de los designios de Dios sobre el significado
y dignidad de nuestra misión. Nosotros seguimos esperando. |
La
esperanza es como la belleza: no se identifica con el mismo bien, pero es lo
que del bien permanece cuando se nos hace imperceptible tras una primera
intuición de su presencia, caldeando el corazón, y es lo que antecede al bien
que se acerca, tras la promesa. |
La
esperanza cristiana es una flor que brota de las ramas del árbol de la
Iglesia, porque anuncia, no la muerte, sino la resurrección de Cristo. Si
solamente creyéramos en la muerte o hasta la muerte, seríamos unos
desgraciados, y hasta los más desgraciados de los hombres; pero nosotros
creemos en la resurrección, en la verdad y en la vida. |
Cuando
entendamos mejor a Dios, mientras andamos los caminos del tiempo, cesaremos
de romper, de destruir, de borrar o volver a atrás, convencidos de la
imposibilidad de un regreso a la nada, porque la nada no existe. Existe sólo
el dolor de la transformación, la esperanza de la resurrección. Y todos los
cuchillos del frío, todos los temores del miedo, todos los poderes del mundo
no podrán destruir jamás, tras el invierno de la duda y del dolor de los
hombres, los almendros en flor gritando esperanza a orillas del camino, más
allá de Emaús. |
La
Iglesia nunca consideró como propio, estilo artístico alguno, sino que,
acomodándose al carácter y a las condiciones de los pueblos y a las
necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando
en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado
cuidadosamente. |
También
el arte de nuestro tiempo y el de todos los pueblos y regiones ha de
ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos
sagrados con el debido honor y reverencia, para que pueda juntar su voz a
aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica
en siglos pasados. |
VATICANO
II, L, 123 |
{4
(64)} |
3.
La música y el Oratorio: Desde san Felipe a Haendel |
SAN
FELIPE NERI aparece en la historia de la música como v el protagonista del
"oratorio musical". Nacido en Florencia, educado en un ambiente
humanista, buen poeta, encauza estas inclinaciones naturales al servicio de
las ideas de la Contrarreforma, que da silueta austera y preocupada a la Roma
que conserva el rescoldo de los alegres renacentistas. |
San
Felipe Neri combina las dos facetas esenciales de su tiempo: junto a una
elevación religiosa de la "amistad" humanista ―la
"Congregación del Oratorio" es su trascendencia―, [1] coloca
una piedad profunda. San Felipe Neri es un hombre perfectamente situado en su
tiempo, con una forma de piedad bellamente ecléctica que prolongará su
influencia hasta nuestros días: el cardenal Newman, buen músico, es el
símbolo más reciente de esta línea del "oratorio". |
Por
ello puede dar un impulso decisivo al "oratorio". Como
"pequeño sermón en música" lo definen entonces. Se trata de excitar
sensiblemente la piedad al poner en música un trozo bíblico, intercalado
entre la predicación. Aunque se busque siempre una música digna, recostada en
la mejor tradición polifónica, esa misma llamada al sentimiento exigía una
recogida del afán melódico. Junto al "oratorio" de san Felipe Neri,
el amigo de Victoria y de Palestrina, ponía, sin saberlo, las bases de un
gran capítulo de la historia musical europea. Ya sabemos cómo Victoria y
Palestrina gozaban de su tutela espiritual. |
LOS
PRECURSORES: LA ESCUELA ROMANA |
En
los músicos del "oratorio" fundado por san Felipe Neri se adivinan
ya los pasos iniciales de la evolución posterior. De la ingenua Laude
filippina, de Animuccia, hasta Carissimi, hay una serie de nombres, como
Ancine, el español Soto, Isabelli, Rossini, Martini y los seguidores del
estilo palestriniano, que, por las mismas exigencias de la vida espiritual de
la "Congregación del Oratorio" van tomando elementos y signos de la
música profana en torno. Ya en el Teatro spirituale, de Anerio, se ofrecen
los elementos esenciales del oratorio: narración, diálogo, meditación, pero
en forma impersonal, sin encontrar todavía, ni en la música ni en la letra,
una disposición adecuadamente dramática. Francesco Balducci, muerto en 1643,
con sus textos y sus escritos, toma ya la palabra "oratorio" en su
específico sentido de forma musical: el oratorio en lengua vulgar y el latino
se juntan. La palabra "oratorio" define, de manera esencial, {5
(65)} las nuevas vías de la música religiosa en el siglo XVII. Esta forma
aparece como un intento de síntesis entre la tradición polifónica y la
avalancha monódica del melodrama. |
SENTIDO
Y FORMAS |
El
"oratorio" no ha nacido con fines puramente musicales, ni mucho
menos eruditos; no hay en sus protagonistas complejo alguno de resurrección
de antigüedades griegas. |
El
fin es plenamente piadoso: que la música preste a las palabras bíblicas un
sencillo apoyo de sentimiento. Por eso la famosa Rappresentazzione di anima e
di corpo (1600), de Cavalleri, no es un "oratorio", sino un
melodrama con argumento religioso. Como en toda época de aurora las formas se
influyen confundiéndose muchas veces. |
·
El "oratorio" musical como inmediato derivado del melodrama, cuando
no de la sencilla "laude" sacra, toma sus elementos de la polifonía
clásica: modalidad arcaica ausencia de innovaciones armónicas, huida del
cromatismo, austeridad. |
Ahora
bien, cuando se trata de poner en música episodios bíblicos, narrativos sin
ejemplo cercano de procedimiento en la polifonía o, sobre todo, cuando se
quiere una mayor intensificación de la piedad "individual" —la
polifonía clásica es "objetiva", sometida al texto―, la
época, inconscientemente, presta todo ese caudal melódico, ineludible ya para
un espíritu culto de ese siglo. El equilibrio romano entre tradición y
novedad gana caracteres de genialidad en Carissimi. |
Después
de Carissimi, el "oratorio" musical sufre una doble transformación:
en Roma sigue como "tradición". Como forma ecléctica deriva ya a la
forma de "melodrama" espiritual, ya hacia lo hagiográfico. Luego
evoluciona de forma que lo "representativo" vence a lo
"narrativo". Sin embargo, dentro de la escuela romana sigue
conservándose el estilo polifónico y el tratamiento sencillamente fugado de
los coros. |
EL
ORATORIO HAENDELIANO |
La
esencia del oratorio italiano se recoge y se alza en el oratorio haendeliano:
la voz unánime llega aquí a su apoteosis. El coro de Carissimi se movía en
grandes cuadros estáticos, sostenidos por una armonía sencilla y a veces
arcaica. El coro de Haendel nos da siempre la impresión de plenitud, plenitud
movida y ondulante desde muy dentro. |
Carissimi
conservaba la objetividad de la polifonía clásica: esa castidad expresiva que
impide al compositor meter entre el pentagrama dolores o gozos individuales. |
Goethe
veía una gran línea en la música de Haendel: "homérica" se ha
dicho, y no mal. La vacilación entre el oratorio "narrativo" y el
"meditativo" se resuelve maravillosamente en Haendel. Toma de los
relatos bíblicos lo más ligado con el pueblo entero que dialoga a grandes
voces y sin sobresalto; encuentra un tono de "epopeya" donde la
expresión lírica tiene esa apasionada serenidad de los coros de la tragedia
antigua. Diálogos monumentales, "música de bronce", última
trascendencia de ternuras y de dolores colectivos. |
Federico
Sopeña, en HISTORIA DE LA MÚSICA. |
{6
(66)} |
4.
EL SUEÑO DE UN ANCIANO |
«The
dream of Gerontius», poema para un "oratorio musical", escrito por
John Henry Newman, C. O. |
JOHN
HENRY NEWMAN, fundador insigne del Oratorio en Inglaterra, no solamente fue
un hombre de virtud y cultura extra ordinarias, sino uno de los mejores
estilistas de su tiempo. La obra poética del cardenal Newman ha sido acogida
por los católicos, y también por los demás cristianos, especialmente los de
lengua inglesa: podemos encontrar poesías del gran convertido de Oxford en
los himnarios protestantes y oírlos cantar, todavía en sus templos durante
los actos de culto. Sin irenismo alguno, podemos afirmar que Newman no es
solamente católico: literariamente es ya un clásico inglés, por su
personalidad es un genio y, como los clásicos y los genios, pertenece a todos
y es de siempre, aunque la cronología nos lleve a situarle, en el marco de la
literatura inglesa, entre los románticos victorianos. |
Pero
el romanticismo de Newman ―como desde otras perspectivas, el de
Manzoni― está impregnado no solamente de la fe cristiana, sino de la
serenidad sin comparación posible si, por ejemplo con el tema de la muerte
(tópico del romanticismo), trasladáramos nuestro oído al Byron inglés, a
Fóscolo el compatriota de Manzoni, o a nuestro desesperado hispánico
Espronceda. |
En
Newman es un cristiano el que escribe sobre el drama de la muerte y, si bien
le es imposible disimular la transparencia helénica bebida en las aguas de la
armonía de la dicción clásica, no encontramos ningún alarde de erudición
pagana, ni resquicios por donde se filtren esteticismos o concesiones para la
mitología. Esta fidelidad a la pureza de la fe en transparencias de la
expresión poética la encontramos en otros poetas también oratorianos de
nuestras décadas, aunque ya desaparecidos, como Alessandro Naldi en los
versos para un "oratorio" {7 (67)} sobre san Felipe y, más cerca de
nosotros, en Jaume Garcia Estragués, en quien resurge la fluidez de la
aparente espontaneidad verdagueriana, tersa, depurada, mística y popular al
mismo tiempo. |
Como
poeta, la obra que le ha dado más fama a Newman ha sido «The deam of
Gerontius». En él es la fe que desarrolla, desde la vida, para más allá de la
vida, con los datos de la revelación, lo que supera la existencialidad
terrena, como resplandor magnífico de un "segundo nacimiento": the
quickening ray, lit from his second birth. |
El
protagonista no es ningún héroe mítico, ni mitificado; es un anciano
―¿hace falta decir que el mismo Newman?― marcado con la fe de
Cristo, cargado con el peso de las debilidades humanas, pero no un hombre
perdido o desesperado; sino un hombre que sale de este mundo temporal, sin
estoicismos transformados en fortaleza postiza y que, por ello, clama
humilde, sinceramente: «Líbrame, Señor, de la muerte... » El poema no
pretende ninguna finalidad apologética; es una meditación de la muerte para
ser leída u oída por creyentes, una meditación esperanzada y sobrenatural por
consiguiente. El diálogo, arquitecturado con sencillez sobre verdades
reveladas, se desenvuelve diáfanamente en forma teatral, representable, y se
presta al revestimiento de la composición musical que conocemos con el nombre
de "oratorio". En 1885, con ocasión de los Festivales de
Birmingham, el compositor checo Antonin Dvorak, que conocía la traducción
alemana del poema, estuvo a visitar al cardenal Newman en el Oratorio, y
deseaba poner música a la obra. Es posible que no se decidiera a ello
finalmente, porque le faltaba conocimiento más profundo del idioma inglés, a
pesar de haber realizado algunos viajes a las islas con motivo de dirigir
algunas de sus obras; otra cosa hubiera sido diez años más tarde, de regreso
de su estancia de tres años en Nueva York, al frente del Conservatorio de
Música. |
El
poema de Newman fue musicado por el compositor inglés Edward Elgar, sin
contar composiciones {8 (68)} parciales, algunas meritísimas, de otros
músicos que eligieron fragmentos del poema. El oratorio musical «The dream of
Gerontius», de Edward Elgar, fue estrenado en los Festivales de Birmingham,
en el otoño de 1900. Este compositor coincide con la corriente haendeliana y
mendelssohniana, y es el primero que pasa a Europa con personalidad inglesa,
superando el influjo germano de otros compositores británicos contemporáneos. |
El
romanticismo, en muchas partes, fue, antes que una revalorización de lo
genuino y nacional, una asimilación de colonizaciones sentimentales,
estéticas, ideológicas ―música, literatura, política...―, hasta
que fue posible, a los pueblos y culturas nacionales, encontrarse a sí
mismos. Elgar, seguido luego por Waugan Williams, representa la creatividad
de este encuentro, definido, en cada pueblo europeo que lo consiguió, con la
denominación de "nacionalismo musical", que no es el romanticismo
mismo, sino más bien, su producto, en lo que a música se refiere. Por esto,
en último término, fue mejor que el poema de Newman fuese llevado al
pentagrama por otro inglés, que por un checo aunque fuese después el autor de
«La Sinfonía del Nuevo Mundo». |
Cuando
se lee, o cuando se oiga el poema de Newman, será oportuno recordar, como con
su «Apologia» y los escritos autobiográficos, que «El sueño de Geroncio»,
pertenece a la vida del autor, a pesar de la parábola. Lo cual, por lo demás,
aunque menos estrictamente, cabría decirlo del resto de su obra, como de la
obra de todo autor. |
Por
este poema Newman ha sido comparado a Milton, a Shakespeare, a Jorge
Manrique, a Dante, a Calderón... Pero Newman no pretendió para él mismo
grandiosidad alguna; lo escribió casi de un tirón, poco después ―lo
cual sí es significativo― de concluir su «Apologia». La simplicidad
ornamental, la sinceridad fervorosa y serena, sin tiempo para ser estudiadas,
fluyeron espontáneamente. |
Cerca
de Birmingham, en Rendal, hay una pequeña posesión de los Padres del
Oratorio: una casita, una capilla y el cementerio de la Congregación, y en el
cementerio la sepultura de Newman, cubierta de césped y, como las demás, sin
otro adorno que la cruz. Simplicidad, silencio y paz para pensar, balbuceando
lemas y palabras que Newman tuvo en sus labios y en su corazón: «por la cruz
a la luz», «desde el mundo de las sombras y de los símbolos hacia la verdad»,
y «desde la tierra al cielo», como en el poema: and heaven grows out of eart,
y el cielo brota de la tierra... |
La
naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe
perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente
del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y, del bien. |
CONCILIO
VATICANO II, IM 15 |
{9
(69)} |
5.
ELOGIO DEL ARTE |
Y
dijo Dios: «Que exista la luz». Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era
bella. GÉNESIS, 1, 3-4. |
PODRÍA
parecer inútil la tarea del artista. Muchas veces se consideran, sus obras,
como el producto de una ociosidad privilegiada. Cierto que es tarea difícil
la de establecer fronteras entre lo que es necesario у lo que
consideramos superfluo, o entre el bien urgente у el aplazable; pero
esta misma tendencia clasificadora, llevada al extremo, es una de nuestras
grandes debilidades por la que nos inclinamos a perpetuar la absurda visión
maniquea de la vida, y a considerarla más como una división entre el bien y
el mal, que como una ascensión a la cumbre del bien, única meta de lo
absoluto. La estrategia de seleccionar, elegir y preferir sólo lo
inmediatamente útil, nos desespiritualiza, nos mutila la sensibilidad y nos
conduce al absurdo de reducciones infrahumanas que nos convierten, a no
tardar mucho, en seres perseguidos por las sombras de nuestras propias
aberraciones. El hombre apresurado, sin capacidad para el éxtasis ante el
bien y la felicidad, es un ser deforme y desgraciado. |
Para
entusiasmarnos con el bien hace falta percibir, dejarse bañar por su
resplandor. A ese resplandor le llamamos belleza, y al que sabe expresarla,
de manera consciente y reflexiva, bajo formas sensibles, le llamamos artista.
Arte es la expresión sensible y reflexiva de lo bello. |
Si
decimos que el mundo es bello y que es la de Dios perceptible a los hombres,
es evidente que proclamamos que Dios es el primer y el más grande artista y
fuente, además, de toda belleza: fuente inagotable, en él mismo, y cuya
comprensión el hombre no puede apurar, aunque a él se dirija con esfuerzo
perpetuo, porque en su infinitud, es, para nosotros, inaccesible ―luz,
"resplandor inaccesible", diría san Pablo―. Pero el
resplandor de la bondad divina envuelve toda la vida humana: reconocerlo y
propagarlo es ser artista; el arte es siempre una comunicación, además de un
éxtasis, además de una vibración profunda del espíritu en presencia de las
armonías del bien, porque estas armonías piden ser expresadas, y las expresa
el artista. |
El
arte y el bien |
El
bien у el arte concurren. No puede haber arte sin expresión de lo
bueno; sin transformar, por lo menos, lo {10 (70)} malo en bueno por medio de
una forma bella de expresión. |
Hasta
cierto punto se puede decir que el arte redime del mal, aunque es más exacto
afirmar que lo bello tiene su fuente en la bondad. |
La
misma santidad, no solamente es la obra de Dios en el alma del hombre,
mientras le atrae hacia él, sino que es, además, la correspondencia del
hombre a la atracción divina y por esto se puede decir que los santos son
"artistas" de la Gracia. La santidad muy poco tiene que ver con
utilitarismos y contabilizaciones decorativas, prestigiosas o moralizantes.
Todavía preguntamos con demasiada frecuencia, sobre todas las cosas, y hasta
de lo espiritual, o lo santo, o lo apostólico, el perpetuo "para qué
sirve" o "cuánto y cuántos"... Reducimos la eficacia al dato
de la estadística, lo sobrenatural a una suerte de automatismo mágico y
extraterreno. Mientras cerca, antes que el jardín tenemos la flor, y antes
que la cascada o el caudal no acertamos a ver el rocío sobre las hojas.
Admiramos lo grande antes que lo bello, y el poder antes que la hermosura. De
Dios mismo, queremos que sea grande, pero no le reconocemos en lo pequeño;
cuando se niveló a la medida humana fue despreciado y maldecido. Y había sido
el gesto más bello de Dios, porque quiso, sin abdicar de sí mismo, coincidir
con lo más bello de su creación, el hombre. |
Jouber
decía: «Nada hay más bello que Dios; después de Dios la cosa más bella es el
alma; después del alma, el pensamiento; después del pensamiento, la palabra».
Y nos atreveríamos a añadir a esta gradación: después de la palabra, el
signo; después del signo, el silencio. Con estas condiciones: cuando el
silencio no es rechazo, sino lenguaje y elocuencia de la contemplación;
cuando la palabra es vehículo expresivo del pensamiento; cuando el
pensamiento es la nitidez reflejada del alma; cuando el alma es espejo de
Dios. |
De
Dios fluye, a Dios lleva toda belleza. Puede equivocarse el artista en la
denominación de la Divinidad, pero la luz que aureola su arte es divina y,
tarde o temprano, descubrirá su origen, momentáneamente ignorado. |
Por
esta razón, los artistas casi nunca son blasfemos, porque {11 (71)} están
cerca y se acercan siempre al Absoluto, con la avidez pura del niño que
estrena el beso del bien en el camino, todavía nuevo para él, de la vida. |
Hacen
falta artistas |
Utilitarismo
y pereza se confabulan contra el arte, porque estandarizan la existencia
humana y la paralizan para que no sea capaz de descubrir el resplandor virgen
de lo bueno, o de añadir bondad a su descubrimiento. Y así impiden el gozo o
lo hacen engañoso y doblemente efímero, desplazando la inevitablemente
pequeña, pero posible, felicidad de esta vida. |
Los
artistas nos ayudan a salvar este riesgo y hasta nos demuestran que todos
podemos ser un poco artistas, si sabemos captar la belleza que ellos nos
ofrecen con ánimo de hacer participantes de algún modo a los demás de tal
ofrenda. |
Porque
el arte no es solamente para que aprendamos a valorar el equilibrio, la
proporción, la completez e integridad y el gusto que causa la contemplación o
percepción de lo bello, sino que, como hace referencia siempre a lo bueno
―o redime en buenas todas las cosas― pide ser comunicado. Todo
bien incomunicable (?) deja de ser, por ello mismo, un bien verdadero. De
donde tanta falsa belleza y tanta ignorada belleza... |
Descubrir
la belleza |
El
bien, la verdad o autenticidad, la belleza, no están siempre señalizados, en
el camino de la vida. Hay bien y belleza inexplorada. En la óptica de lo
bello existe siempre un resplandor inédito que se deja descubrir y recoger; y
en el corazón del verdadero artista, se despierta una generosidad creadora y
comunicadora irresistible, por la que, al mismo tiempo que se ve, añade y se
suma y funde en una misma contemplación que, además, se abre a comunicarla.
Como una misma agua no pasa dos veces por el mismo río, así la captación
estética no se realiza, ni siquiera en el mismo individuo, a modo de
repetición matemática. La iteración del gozo estético es irrepetible, jamás
idéntica. Esa novedad añadida es un gozoso descubrimiento. |
{12
(72)} |
Saber
elegir |
Pero
también es una elección. El artista no solamente ha de tener la capacidad
transparente para percibir, sino que ha de afrontar el riesgo, prudente y
valiente al mismo tiempo, de elegir. Elegir es completar y añadir algo
subjetivo, propio, a la percepción de la belleza. Un artista no es un
copista; todavía menos, no es un glotón precipitado, catador de todo lo que
le parece deleitable, manoseador de apariencias, que relega y olvida
enseguida, ávido de nuevas presas para su sensibilidad superficial o estragada. |
El
artista no es un sensual. Elegir es purificarse, muchas veces dolorosamente,
por un gozo espiritual que, si bien es claramente presentido, no pide
compensaciones o halagos a la sensibilidad: la música no es ruido, la forma
no es masa, el color no es mancha, la luz no es llama devoradora, la palabra
no es enigma jeroglífico... Toda borrosidad se perfila, se define, se afina,
señala, conspira hacia el equilibrio expresivo, elocuente y luminoso de
belleza, conjugada en la integridad simplificada de los medios elegidos para
ser transmitida. En aras de esa comunicabilidad el artista ha de hacer
previos y verdaderos esfuerzos de simplificación ―de elección―, y
lograr decir o expresar lo más posible y lo más sinceramente posible, en lo
memos y más inteligible, añadiendo a su ofrenda la humildad de saberse
inacabado en la obra que brinda y que comunica, dejándola abierta, para que
la vayan completando, en sí mismos, los que la reciben gozándola; la obra del
verdadero artista es como levadura de belleza que crece, mientras se reparte,
y se hace social, difundida, como corresponde a lo verdaderamente bueno. El
que sea capaz de elegir el gesto, el movimiento, el color, la luz, la forma y
el volumen, el sonido, la voz, la palabra, el silencio y el momento para
conseguir la mejor comunicación de la belleza, ése es un artista. |
{13
(73)} Los que pasan de largo de todo, ni son contemplativos ni fecundos, ni
saben recibir ni comunican nada, ni son agradecidos ni creadores. Confundirán
el letargo con la felicidad, el atolondramiento con el esfuerzo, lo
sensiblemente gratificante con lo bueno, y el milo con el ideal. |
La
belleza cercana |
Pero,
con la belleza nos sucede lo que con tantas cosas más o menos buenas: la
mitificamos en algún símbolo externo a nosotros mismos, pero que consideramos
"nuestro" evitando, sin embargo, identificaciones incómodas por
exigentes, y demasiado cercanas. Ser compatriotas de un pintor célebre o
espectadores de una competición deportiva, ni nos hace artistas ni
deportistas. Lo bueno no debe ser ―ni puede ser― lujo, mera
exhibición, ni capricho. Confundir el bien del arle con alguna de estas cosas
denota plebeyez. El artista es el evangelizador de la simplicidad, no de la
dejadez embobada y perezosa; de la sinceridad, no de la rudeza o el mal
gusto, que saben a insulto. La educación para captar y transmitir lo bello
que el brinda a la sociedad, no estriba en hacernos visitadores asiduos de
los museos, como quien coloca etiquetas culturales a las propias
conversaciones vulgares, sino que debe enseñarnos a descubrir la belleza de
las cosas más cercanas, tanto de las que encontramos como de las que tenemos
que hacer, venciendo rutinas, desprofesionalizando los esfuerzos hasta
comunicar a nuestro cotidiano quehacer el calor personal de una armonía y
generosidad interiores que nos hagan descubridores y creadores de belleza en
medio de lo pequeño como de lo grande que puebla el camino que andamos,
mientras ofrecemos a los demás, capaces de reconocerlo y aceptarlo, el legado
puro y luminoso, {14 (74)} como un acto de amor, de la experiencia propia,
pero inacabada, que se transmite como enriquecimiento, solamente corruptible
si no se hace inmediatamente activo. El bien, la belleza que de él destella,
no se comunica ni refulge más en el mundo, tanto por fallos o ineptitud del
que debe comunicarlos, como por falta de receptividad ―que es lucidez,
y no "aprovechamiento"― para que «lo más precioso, no sea
destinado a la inmundicie ni pisoteado», como nos diría Cristo en su
Evangelio. |
Se
nace artista |
Dicen
que el arte se estudia; pero en las escuelas pueden enseñar a descubrir la
generosidad creadora, pueden disciplinar en una ascesis depuradora, pero no
pueden hacer creadores, como deben ser los artistas. El artista no se hace,
nace. De donde, todos nacemos, más o menos, artistas; todos podemos
depurarnos, más o menos, en la expresión y transmisión pura del bien; todos
debemos intentarlo... Los más adelantados, esos que llamamos
"artistas", nos preceden como un estímulo ejemplar, no como meras
figuras míticas a las que basta aplaudir sin imitar. |
Dios
mismo, supremo artífice, nos ha hecho a todos un poco artistas, pero artistas
en tanto que también creadores. En nuestra época corremos el riesgo de
anquilosar la creatividad de la mayoría, porque no falta quien, substituyendo
la quincalla por la obra bella, invita a suprimir esfuerzos inventivos a la
creatividad humana, para que se limite a consumir lo que le da hecho, sin
experiencia de alumbramiento por el propio esfuerzo que extrae de la
contemplación, la belleza proyectada del hombre, mientras camina por la vida.
Incluso se tiende a hacer creer que la belleza, el arte, es gozo privilegiado
de la riqueza y tesoro de los poderosos. Parece como si hubiese pasado la
época en que el arte era para la comunidad y la calle. |
Ahora
en la calle queda la especulación y, la comunidad humana, interesa como
acervo de donde se extraen clientes {15 (75)} o consumidores. El resto
interesa menos. Hemos de regresar a las plazas y monumentos medievales o
renacentistas para podernos admirar de la generosidad en el arte. Ahora lo
catalogamos todo, lo encerramos en nidos privados o nos basta con saber que
se guarda en museos que nos guardamos de visitar, porque el tiempo que en
ello emplearíamos no nos sería rentable, porque nos hemos convencido, aunque
sea por error, que lo que importa es asegurarnos lo útil, material y
económico, incapacitados para actos de generosidad en los que compartir lo
gratificante y espiritual. |
La
pobreza |
Y,
no obstante, necesitamos del arte. El hartazón plebeyo del consumismo, el
espíritu quincallero por poseer mil cosas y trapos con que cubrir el cuerpo
para esconder la vaciedad interior del alma, no nos puede hacer felices, y
sólo suministra datos al psicólogo para diagnosticar la falta de ideal y de
firmeza para algún propósito verdaderamente elevado, que no puede ser
substituido, ni consciente ni inconscientemente, por la transferencia que nos
separa del deber, de la capacidad humana todavía latente por desarrollar, por
más que nos distanciemos empeñados en ignorarla. |
La
réplica al mal del consumismo, es la pobreza. Ella purifica para lo
auténtico, porque ayuda a recuperar la capacidad de admirarnos por lo
verdadero y bueno, por lo amable y hermoso. |
No
será en la abundancia de medios y de recursos donde hallaremos los mejores
estímulos para esa recuperación, sino en la sencillez de la vida diaria,
cuando de ella alejamos el afán de posesividad y de ostentación, la vanidad
de trapería perfumada y, vueltos a lo sencillo, comencemos a ser artistas en
el buen gusto por realizar las tareas cotidianas y los mismos quehaceres
profesionales o domésticos. |
{16
(76)} Antonio Gaudí había dicho al final de una reunión, casi ritual, de
artistas, como si despertara de una profunda meditación: «Estoy convencido de
que la verdadera elegancia se descubre en la pobreza». Gaudí será un artista
inmortal, pero la generación consumidora sonreirá escéptica porque ella, sin
personalidad, "necesita" ser continuamente seducida por la novedad
de las mil modas de todos los escaparates para los ojos del cuerpo de quienes
los tienen cegados en el alma. |
Gaudí,
el modernista, supo, precisamente de acuerdo con esta tendencia artística,
mostrarse respetuoso con los trozos desechables de cristal, de azulejo, de
cascote... y supo combinarlos para convertirlos ―creativamente―
en elemento decorativo, imperecedero. |
Más
recientemente, Pasolini supo plasmar en una deliciosa fábula ―Le
Streghe― la relación entre pobreza y belleza: en aquella escena en que
la pobre sordomuda, recién casada, llega a su nuevo hogar, la choza inmunda
de su marido, cierra los ojos a éste y al hijastro, que le obedecen mientras,
en unos momentos, ella transforma el paupérrimo recinto, por la magia de su
trabajo y destreza en limpiarlo, en el resplandor ingenuo de la pobreza
ordenada y limpia, como el heno de la campiña romana, sin añadir nada más que
la simplicidad ordenadora del amor y la alegría de hacer felices a los demás,
cuando abren los ojos. |
EL
arte y el amor |
Nosotros,
en cambio, pensamos que el arte depende de la riqueza, y que el ambiente de
la felicidad es el espacio suntuoso. Pero el arte es siempre engendro de La
Iglesia reconoce el canto gregoriano como propio de la liturgia romana, el
cual, en igualdad de condiciones, debe ocupar el primer lugar en las
celebraciones litúrgicas. Los demás géneros de música sagrada, y en
particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse de la celebración
de los divinos oficios, con tal que respondan al espíritu de la acción
litúrgica.― CONCILIO VATICANO II, L 116. |
{17
(77)} amor, es creación del bien. Tanto la riqueza, como el despecho que
origina la envidia ―al fin y al cabo es otra forma de riqueza, más
cobarde, aunque envuelta en cortezas de fingida humildad―, hacen
degenerar lo bello hacia el esplendor quincallero, brillante y facilón. Donde
no hay tradición y cultivo de belleza tampoco hay amor ni espíritu creativo:
a lo sumo se vive el aprovechamiento de una renta a extinguir y deformada,
que acaba en recuerdo arqueológico, útil solamente para alguna cita que
adorne la vanidad de quien la recuerde. De modo parecido a como la palabra
"amor" se aplica abusivamente para encubrir tantas variedades del
egoísmo, también se llama "arte", con frecuencia, a residuos del
mal gusto, a falsedades del buen orden estético, a quincalla dorada. |
El
arte es el esplendor del bien y de la verdad. Donde no haya búsqueda de ese
bien y afán de autenticidad, no bastarán jamás artistas ni podrá hallarse, en
la masa que forma la sociedad, ese nivel medio de buen gusto que le ayude a
aureolar la vida con la unción de la belleza que Dios ha repartido en toda la
creación. Esta es la razón por la que Dios, el Cristianismo, tienen que ver
con el arte. Sin Dios, o sólo con ídolos ―deformaciones de Dios―
en el alma, no se puede ser artista, ni descubrir belleza. |
Sólo
en el afán de Absoluto en el espíritu se puede leer, con los sentidos, o
acusar en las vibraciones profundas del alma, el bien traducible en expresión
lúcida que se ofrece con generosidad y aumenta con su ofrenda. |
Bien,
verdad, belleza, arte, Dios: son palabras siempre relacionadas, convergentes
del amor. Tal vez del arte no pueda decirse que es el mismo amor; pero es su
signo o su lenguaje, o la modulación de este lenguaje. De todas formas, si no
es el mismo amor, por lo menos sí es, siempre, adverbio del amor, si el amor
lo entendemos como el verbo, como el movimiento creativo, como la dinámica
del bien. |
{18
(78)} SON muchos, en nuestro tiempo, los hombres que se preguntan por el
sentido de esta vida. |
Nos
admiramos al contemplar la grandeza del universo ante la pequeñez e
insignificancia del hombre. ¿Puede ser cierto que, en el universo, se
desenvuelve un proceso ciego merced al cual, sobre el pequeño planeta que
habitamos, en virtud de determinadas leyes, han aparecido la vida y los
hombres? |
Hombres
que son presa del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte; hombres que,
a veces, dirigen sus esfuerzos incluso a darse muerte unos a otros. No.
Nosotros tenemos una gran alegría para anunciaros. El Señor ha vencido el
sufrimiento y la muerte; ha triunfado del mal. Por la resurrección del Señor,
ha nacido una nueva esperanza en el mundo. La vida, la bondad y la alegría
pueden acabar con el pecado, con la malicia, con la muerte. Hemos conocido a
hombres como Juan XXIII, como Martin Luther King...― que han vivido de
esta esperanza, y que han hecho posible el acercamiento entre los hombres de
este mundo dividido. |
Estaban
convencidos de que el bien es mucho más fuerte que el mal. Un cristiano cree
que el mal, por más poderoso que parezca, es impotente frente al bien. Cree
que la opresión y la miseria, que la indigencia y el hambre pueden ser
superados, incluso a la muerte se le ha arrancado el aguijón. |
Hermanos
y hermanas: nosotros que escribimos esta carta, y vosotros que la leéis o que
escucháis su lectura: nosotros vivimos para siempre. El Señor ha muerto y ha
resucitado como primero entre una multitud de hermanos. Nosotros moriremos,
pero después de nuestra muerte reviviremos con Cristo. A pesar de que la fe
en la vida eterna se esté debilitando. A pesar de que no falten quienes duden
respecto de ella, o se debatan entre incertidumbres. Nos hacemos cargo de
estas crisis: también nosotros somos hombres y conocemos la incertidumbre y
la duda. No somos capaces de edificar la representación de una nueva vida y
por eso nos cuesta tanto aceptarla. Aunque la fe exige que podamos admitir
que existe algo más allá de lo que alcanzamos a ver u oír, y que está por
encima de lo que podemos palpar con nuestras propias manos o definir
exactamente por medio de métodos científicos. |
La
incredulidad atiende sólo a la forma de este mundo, y sólo acepta lo que se
puede representar. La Sagrada Escritura lo dice claramente: |
la
fe es el fundamento de lo que esperamos, es la prueba de la realidad de lo
que es invisible (Hebreos, 11, 1). Ni existe ojo humano que haya visto jamás,
ni oído que haya oído, ni corazón que haya percibido lo que se nos tiene
preparado. |
No
nos lo podemos representar, pero lo podemos creer. |
De
una carta pastoral colectiva de Cuaresma, de los obispos de Holanda. |
El
arte no es para ganar dinero, el arte necesita sacrificio. |
BENJAMÍN
PALENCIA |
Creyentes
y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes
de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos
ellos. |
CONCILIO
VATICANO II, IM, 12 |
Todo
arte tiene un poco de mística. Yo creo que el arte ha dejado de tener
importancia porque ha perdido ese sentido místico, teológico. La pintura es
una religión. |
El
arte es una religión. No se trata de pintar santos y santas, sino de
comprender la naturaleza con ese sentido teológico. Por eso el arte ha bajado
tanto y está por los suelos. El arte tiene que volver a comprender ese mundo
para llegar a ser grande. |
BENJAMÍM
PALENCIA |
Es
triste tener que ponerle precio a una obra de arte. |
FRANCISCO
RUIZ OLIVAS, escultor. |
Los
artistas que, llevados por su ingenio, desean glorificar a Dios en la santa
Iglesia, recuerden siempre que su trabajo es una cierta imitación sagrada de
Dios Creador. |
CONCILIO
VATICANO II, L, 127 |
La
Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte
auténtico que posean las debidas cualidades. |
VATICANO
II, L 112 |
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