Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
178. JUNIO. Año 1980 |
0.
SUMARIO |
LA
IGLESIA de Cristo, purificada, renovada, no para que sea el remedio de los
males del mundo ―la Iglesia no es una solución, sino una levadura, ni
porque las promesas de Cristo nos hagan olvidar la dura realidad de la vida,
la Iglesia no es una enajenación, sino un lugar para el compromiso de la
fe―. La Iglesia purificada, renovada, cada día y en cada época de la
historia de la humanidad, para que todos puedan entender el anuncio de la fe
y la invitación a la gracia que ofrece a los hombres para gloria, en primer
lugar, de Dios mismo y su reino. Las añadiduras vendrán luego, sin
pretenderlas. De ellas nos basta con el pan de cada día. |
Sólo
con este espíritu se puede preparar el reino de Dios. |
EL
VIENTO DEL ESPÍRITU |
EL
MEDIO |
EL
HIJO DIFÍCIL |
LA
MÚSICA EN EL ORATORIO DE ALBACETE |
ROMA |
LA
PARADOJA DE UNA REBELDÍA |
LA
PAZ TODAVÍA ES POSIBLE |
«ESE
HOMBRE ERES TÚ» |
{1
(101)} |
1.
tiempo de oración: EL VIENTO DEL ESPÍRITU |
Más
despacio hacia Ti, pero seguros; |
pero
seguros no, sino con tiento: |
haciendo
nudos a través del viento |
para
saber volver. Vamos oscuros |
palpando
a ciegas los espesos muros |
de
tus manos. El tiempo se hace lento |
dentro
del corazón: presentimiento |
de
que el mirar y el ver caigan maduros. |
No
hay camino hacia Ti; se va inventando |
con
presentir y amar y estar atento |
al
silencio de Dios que va brotando |
debajo
de los pies. Así te invento: |
presiento,
escucho, piso y voy andando, |
y
haciendo nudos a través del viento. |
Jesús
Tomé 2 (102) |
{2
(102)} |
2.
El medio |
EL
TEMPLO, aquí, es el medio, y el medio es el sacramento, es decir, lo que se
configura como signo eficaz del encuentro gratuito con Dios. |
Ese
medio y ese sacramento se resume en la Iglesia, aunque la reconozcamos como
construcción terrena, que camina hacia su destrucción en favor de la Ciudad
nueva y definitiva. Ciudad nueva y cielo nuevo: última creación de Dios.
Ciudad que ya no necesita signo o sacramento, ni templo ni rito, porque Dios
mismo es su templo, sin más ritual que la libertad del amor. |
El
templo definitivo de Dios es Dios mismo: él se contiene en él se acogen las
inteligencias creadas que le invocamos. Y templo de Dios es cada conciencia.
Lo que es medio y signo, está fuera de Dios y fuera de nosotros mismos, y es
lo provisional: santo porque se mueve en la búsqueda y por el camino de lo
santo, pero no perfecto o acabado en la santidad porque todavía no la ha
podido alcanzar, porque todavía está en el camino. |
Ese
medio, ese lugar o signo donde se nos va descubriendo Dios y donde podemos
encontrarlo, es la Iglesia peregrina por el mundo, a la que injustamente
exigimos perfección definitiva, cuando confundimos el camino con la meta,
idolatrando el signo antes de alcanzar el fin que nos señala, o transfiriendo
fuera de nosotros ―y por lo tanto en ella― lo que debería ser
propia exigencia sobre nosotros mismos, pero que rechazamos hipócritamente
por soberbia o complejos histéricos de culpa no resueltos. |
La
Iglesia es el medio y el signo, la Iglesia es el sacramento gratuito de Dios
cerca de nosotros; en ella se encuentra a Dios y se crece en ese conocimiento
que nos encauza al fin, à la Ciudad definitiva y nueva de la vida y del amor,
que es él mismo. Dios está en la imperfección del signo, porque es
misericordioso y, de todos modos, entre todo lo que en la vida es signo y
medio, la Iglesia es el menos contaminado y el más sincero en señalar a Dios
para quien sinceramente lo busca. La Iglesia jamás ha borrado una {3 (103)}
tilde de la Palabra de Dios, ni se ha proclamando definitivamente santa,
porque tiene conciencia de la provisionalidad del bien que haya podido
Alcanzar mientras peregrina, porque jamás ha renunciado a la aspiración de un
crecimiento que le aproxima a la única fuente y completez de bien, que es
Dios. Templo de Dios no lo son las estructuras ―temporales,
provisionales, perfectibles, falibles―, sino él mismo, y, además, en el
tiempo, cada conciencia. Tal vez en las estructuras, pero solamente desde la
conciencia se va a Dios. |
Por
esto en el tiempo de Pascua, mientras se nos ofrece la visión joánica del
Apocalipsis, donde en Dios se resume toda la creación transformada para su
gloria, no cesa la Iglesia ―¡bendito signo y medio de la fe!― de
urgirnos a la propia conversión, que equivale a acoger la presencia de Dios
en nosotros, presencia que no es compañía en los caminos, sino penetración en
las conciencias, viento del espíritu en el alma, incandescencia de vida
divina en el vértice del ser del hombre, que os templo de Dios. Lo demás son
caminos, medios, estructuras, signos y basta sacramento. Pero no son Dios
mismo. De nada vale pisarlos, o estar y seguir en ellos si el alma rueda
hueca de Dios, sin contacto con la realidad trascendente que señalan. Pero
todo signo es una gracia y, precisamente porque es gracia, debe ser
correspondida con reconocimiento. No podemos despreciar a la Iglesia, porque
es una gracia y un don de Dios a los hombres. Esa gratitud ya indica que
comenzamos a entender ese estar de Dios en medio de nosotros. |
Por
los caminos de este conocimiento podemos seguir andando desde nuestra
conciencia al templo definitivo de Dios: cielo nuevo y tierra nueva. Allí
donde lo primero, donde los medios ya no existirán, porque todo lo llenará y
será Dios mismo, en todos. |
|
Como
pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que
son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. |
Si
llegaran a cumplirse las amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por
la redención y la resurrección de El Salvador. |
El
martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si acepta Dios el
sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de
que la esperanza será pronto una realidad. |
Mi
muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un
testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a
matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. |
Ojalá
así se convencieran que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia
de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás. |
Mons.
ÓSCAR ROMERO, en una declaraciones al diario Mercurio, de México, poco antes
de su martirio. |
{4
(104)} |
3.
EL HIJO DIFÍCIL |
EL
HIJO difícil no es el hijo rebelde ni, menos, el mal hijo, ni, tampoco, el
hijo pródigo. |
El
hijo difícil es el que todavía ama ―incluso precisamente porque
ama― y ha de ser amado, o no podemos pasar de seguir amándole. |
El
hijo difícil es el que no entendemos o no nos entiende, pero que insiste
queriéndonos entender y porfiamos en querer entenderle a él. Todos los hijos
son un misterio para sus padres, pero el hijo difícil lo es en mayor medida,
porque se constituye en reto insoslayable que exige, que pide sin palabras,
pero con vehemente actitud, una comunión necesaria y deseada. |
En
las familias numerosas, y hasta en las reducidas, no es extraño el tipo
sorprendente del hijo difícil, ese que da más quebraderos de cabeza que
ningún otro, que se parece, en la exigencia de la atención y del amor que
reclama, a la oveja de la parábola que, descarriada, absorbía la preferencia
momentánea que se hubiera de haber repartido entre las restantes noventa y
nueve que no daban problemas. |
El
verdadero hijo difícil no es, empero, el descarriado, sino el que lleva por
lo menos una gran parte de bien intencionada razón, aunque no alcancen a
comprenderla los mismos que bien le quieren. Y por eso sufre él y sufren los
demás, porque si no alcanzan a comprenderle tampoco pueden condenarle, ni
despreciarle, ni abandonarle. Sería demasiado simple, para los que le tienen
cerca, calificarle de malo o rebelde, porque es cierto que no traiciona el
vínculo que lo ha engendrado y que ama el tronco de que procede, y no existe
en él asomo de aprovecharse egoístamente de la savia que le ha nutrido y
mantiene en el ser. Los hijos aprovechados no son difíciles: basta con
asignarles convencionalmente la satisfacción de una parcela concordante con
la mediocridad de sus, en general, raquíticas capacidades, para que se
consideren relativamente satisfechos y sigan vegetando entre disimulaciones
de su vanidad de titulares de la troncalidad que les honra y en la que sigue
asegurada una suficiente ración de egoísmos, {5 (105)} decorosamente
barnizados de reconocido prestigio o de apariencia virtuosa. Calculadores,
evitan los riesgos; nunca exponen nada, pero se adicionan, capitalizan de
otros para sí, heredan de la ley y del tiempo, como en las prescripciones jurídicas
y, además, se revisten con el título de "buenos", como el hijo
mayor de la parábola, hermano del pródigo. |
La
Iglesia, como toda familia, y porque es una grande y universal familia,
también tiene hijos difíciles. Junto a esos hijos difíciles tiene, también,
los buenos y fieles, los sencillos y perseverantes, los que están siempre
cerca del corazón de la madre, pero igualmente cerca de los hermanos. Tiene,
también, junto a los buenos, los que ni son buenos ni son difíciles, los que
se limitan a buscar en ella ―como los hijos de familia para los que
siempre "paga papa"― seguridad, decoro, y cuya fidelidad
blasonada u ostensible perseverancia, cabría en los escalafones vanidosos de
las "esperanzas cortesanas", equivalentes a las promociones
mundanas. |
Ese
tipo de cristianos, si los hubo, nunca fueron herejes. Ni santos y, acaso, ni
cristianos... |
Es
claro que los hijos de la Iglesia no fueron santos porque fueron difíciles,
sino, al contrario, porque eran santos, crearon, sin pretenderlo,
dificultades, al chocar con la mediocridad, la rutina, el convencionalismo,
la prevalencia del decoro asegurado. Hijos difíciles la Iglesia siempre los
tuvo, por fortuna. Lo fueron Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Tomás de
Aquino, Francisco de Asís, Felipe Neri, José de Calasanz, Teilhard de
Chardin... Y también hoy los hay, aunque sea arriesgado componer listas {6
(106)} de contemporáneos, e igualmente peligroso sentirse inclinado a figurar
en la lista, por aquello de la escurridiza tentación de lo ambiguo de la
autojustificación, que puede salvar las apariencias aun escondiendo la
corrupción. Sin embargo es cierto que el crecimiento de la Iglesia y el
esclarecimiento de la verdad divina que anuncia, en medio de las
transformaciones y graves crisis del mundo, se ha debido a la providencial
aparición de esos fieles hijos de Dios, aunque difíciles hijos de la Iglesia,
los cuales, porque la amaban, no podían resignarse a no añadir o modular una
palabra, o un gesto más a los que de ella habían aprendido para que la única
verdad fuese mejor entendida por los demás hermanos. |
Ni
han pretendido, ni pretenden despertar dudas ni esparcir confusiones, sino
que, como Newman decía, supieron y saben que la fe que es un conocimiento
sobrenatural de Dios y de su proyecto del hombre y del mundo solamente puede
ser posible en el hombre que, al mismo tiempo, es capaz de la duda. |
En
realidad, aunque sorprendieran y sorprendan a timoratos o a los que confunden
a la Iglesia con una sociedad de seguros eternos, les ha ocurrido y les
ocurre que no se resignan a interpretar a Cristo desde la Iglesia, sino que
quieren reinterpretar a la Iglesia desde Cristo. |
Trabajo
arduo, en el pensamiento {7 (107)} Y en el amor, ciertamente necesario,
aunque arriesgado. |
No
hace falta que, al buscar el tipo actual de hijo difícil de la Iglesia, nos
detengamos a señalar a tal o cual teólogo de nota, o que nos impresionemos
por noticias oídas o leídas de casos demasiado concretos. El verdadero hijo
difícil de la Iglesia, hoy en día, con alguna que otra salvedad, es ese mundo
que tenemos delante y que nos tiene y tenemos dentro. El hijo difícil de la
Iglesia es ese mundo al que, nosotros mismos tal vez, habíamos calificado
precipitadamente —¡cómodo triunfalismo!― de cristiano, sin habernos ni
haberlo convertido y que, de repente, se nos torna crítico y pide con
implícita pero inequívoca exigencia, que le demos la única respuesta que
podría curar sus males, pero que solamente podrá entendernos y solamente
podríamos curarlo si, antes, nos convertimos nosotros —si nos
re-convertimos― los "buenos". |
Este
mundo no es enemigo de Dios. Es nuestro hijo y muestro hermano
"difícil". Este mundo lo ha hecho Dios, pero también lo hemos hecho
nosotros, aunque nos lo encontremos ahí. Lo mismo que pasa con los hijos y
con los hermanos. No podemos pasar de amarlo y, en realidad, también nos ama,
aunque grita palabras cambiadas. |
Es
un misterio, pero también una esperanza y un reto. |
LA
TRADICIÓN. |
Una
falsificación del concepto de Tradición, rechaza el presente para agarrarse
sólo a un pasudo ya superado. La Iglesia, decía Juan XXIII el 13 de noviembre
de 1960, «no es un museo de arqueología: sino la antigua fuente de un pueblo
que da el agua a las generaciones de hoy, del mismo modo que la suministró a
las del pasado». La Tradición no es una cisterna, sino un río que, desde su
nacimiento, no cesa de canalizarse y penetrar por países y tiempos, mientras
continua incorporándose otros afluentes, pequeños o grandes. |
Es
falsificar la idea de la Tradición pretender identificarla, al detenerla y
fijarla, en uno de los momentos del pasado... La Tradición es la transmisión
y entrega en cada momento de la historia y a cada variedad de hombres, de lo
que, después de haberse dado en el origen y atravesado espacios y tiempos, se
hace actual, presente, joven y viviente aquí y ahora. |
YVES
CONGAR. |
4.
LA MÚSICA EN EL ORATORIO DE ALBACETE |
NO
TENEMOS costumbre de hacer balances de actividades, en parte porque no lo
requiere la modestia de nuestro ordinario quehacer, en parte ―o
principalmente― porque no es el estilo que gustaba a san Felipe. Pero
esta vez nos damos cuenta, al cerrar el curso, que este último período ha
sido significativamente marcado por la presencia de la música en nuestro
Oratorio, bien por los actos que directamente hemos organizado, bien por los
celebrados en casa en colaboración con otras entidades u organismos, lo cual,
si es verdad que no representaba una novedad, ha sido más frecuente esta vez,
puesto que, en conjunto, hemos tenido hasta siete conciertos, si incluimos el
familiar con que nos obsequió ―o, mejor, con que nos obsequiamos―
el propio Coro del Oratorio, el día de la fiesta de nuestro santo Padre
Felipe Neri, en el encuentro amigable que solemos tener todos los años,
después de celebrar la Eucaristía, cuando pasamos a la Sala del Oratorio e,
inevitablemente, no podemos menos que recordar los días no tan lejanos en que
se echaban los cimientos a esta todavía joven iniciativa cristiana, que es el
Oratorio para esta ciudad de Albacete. |
Todo
lo cual nos alegra porque responde a la fidelidad de la tradición oratoriana
―no podemos olvidarnos de s. Felipe y Palestrina, del Oratorio musical,
ni del cultivo siempre vivo que de la música hicieron y hacen los Oratorios
de Londres, de Vicenza, de Barcelona, de Roma...―, sino porque {8
(108)} significa que los albacetenses son sensibles a los valores
espiritualizadores de la belleza y que existen los que, en buena voluntad,
quieren cultivarla en alabanza de Dios. Al fin y al cabo la belleza es el
resplandor de lo bueno, y el bien absoluto coincide con Dios. |
Así,
en este curso, hemos tenido los conciertos navideños del Orfeón de la Mancha
y del Coro Universitario de E.G.B. de Albacete; en vísperas de la Semana
Santa, el Concierto polifónico de música sagrada del siglo XVI, por el
Cuarteto Neocantes; el 9 de mayo, el espléndido concierto de arpa de M.ª Rosa
Calvo Manzano; el 20 del mismo mes, el del Cuarteto de Viento Academia de
Sevilla; el mismo día de san Felipe, las canciones del Coro del Oratorio, y,
el día 27, como una extensión de la celebración gozosa de la fiesta de
nuestro santo Padre, el concierto del Coro Universitario de E.G.B. |
Esos
grupos de cantores y sus maestros, y los artistas que han enriquecido y
serenado nuestras almas con la pureza gozosa de la música, nos han ayudado a
alabar a Dios y, para esta misma alabanza ha surgido, a impulso espontáneo de
los mismos fieles que frecuentan nuestro templo, lo que llamamos ya el Coro
del Oratorio y que dirige José Reolid Lozano. Con ello, la misa de cada
domingo, se envuelve en la resonancia de la plegaria cantada, que añade al
unísono del canto gregoriano con el que participa el pueblo, la polifonía de
las voces de este grupo de amigos y hermanos en la fe que, sin divismos, con
todos, quieren alabar a Dios y hacer más gozoso nuestro encuentro con él en
la Eucaristía. |
En
la medida en que todos, seamos poco a poco más participantes y no meros
espectadores de lo bueno, Y mantengamos la constancia en el sencillo y
continuado esfuerzo por lo que vamos descubriendo como bueno y mejor,
creceremos en el consuelo y la fuerza que lo bello y lo puro dan al espíritu
del hombre, en su camino hacia Dios. Y no hay duda que la música es la más
pura y universal de las expresiones sensibles de la belleza. Por esto sirve
tan bien para alabar a Dios, y por esto eleva y conforta el espíritu humano. |
{9
(109)} |
5.
ROMA |
TODOS
los caminos de la sabiduría, de la belleza, y de la fe pasan por Roma, como
por una encrucijada eterna. Pero lo más bello de Roma es su crepúsculo de
cada día ―un amanecer para dentro―, cuando la luz resume, sin
resignarse a morir, en silenciosa síntesis, santa y profana a la vez, las
claridades que se apagan sobre las cúpulas sagradas y los capiteles
tronchados de las columnas paganas, todavía enhiestas, portando la llama
invisible del tiempo, en el recuerdo, en el sueño, y en la fe. |
Allí
sólo han decaído, del antiguo esplendor, el poder militar y la hegemonía
política, de cuando Roma fue grande y única, circundando el mar entre tierras
finalmente suyas ―"mare mediterraneum", "mare
nostrum"...— Pero subsiste, transformada, su grandeza y su
universalidad, porque, Roma, vencedora de pueblos, se dejó vencer por sus
mismos vencidos, ―"vincta vinctis"— La Roma grande, de las
conquistas, de la eficacia y del Derecho, no se cerró a la admiración de los
tesoros que descubrían, en orillas lejanas, sus generales victoriosos, y hubo
de reconocer su deuda a las civilizaciones sometidas. Roma, ciudad abierta,
escuchó las sabidurías de los filósofos vencidos, adornó sus casas con las
esculturas que cincelaron los "graeculi" sometidos, y hasta edificó
templos a las divinidades orientales. Cerca de Grecia, con los pies en el
mismo mar, se bañó en la misma claridad, hasta que los primeros apóstoles de
Cristo llegaron pisando la via Apia o desembarcando en la puerta que tenía el
Tíber al mar, {10 (110)} y aunque siempre pareció más dominadora que
inventora, más organizadora que artista, se transformó del ladrillo al
mármol, y, más tarde, mientras parecía que eran vencidos los cristianos en el
circo, el martirio se convertía en victoria de la fe y en triunfo perdurable,
mayor que el pasado político, mayor incluso que el de la belleza importada.
Una vez más, vencida por sus vencidos, se convertiría en centro y madre de
pueblos, lenguas y culturas, vehiculando por todas ellas la proclamación de
una buena noticia iniciada humildemente en Palestina, pero hecha universal en
Roma. |
Roma
ha sido la madre de Europa y, casi, la madre del mundo. Tal vez de su mismo
universalismo le ha venido que sus gentes, desde siempre, sin abdicar del
recuerdo de sus glorias pasadas, se hayan abstenido de blasonar la mezquindad
de patriotismos pedantes y rencorosos y han permitido que sea, su ciudad, el
centro y cabeza de una Iglesia, la de Cristo, que quiere ser de todos, por
encima de cualquier nacionalismo, raza o civilización. |
Roma
es eterna y es universal, a pesar de los pecados de los mortales y de las
miserias humanas que le hayan salpicado. |
Roma,
ciudad de santos, dejó que, finalmente, fuese la fe cristiana que
prevaleciera para convertirla en signo, todavía terreno, de la Jerusalén
nueva. Y aunque soporta, incómoda, la apariencia fastuosa de grandezas
humanas transformadas en signo religioso, tiene todavía el frescor y el
latido de las corrientes subterráneas de sus mártires cristianos, y los
ejemplos de los mil santos que han iluminado sus calles y el sepulcro de los
primeros que siguieron a Cristo y anunciaron la fe. |
{12
(112)} |
6.
Documento: LA PARADOJA DE UNA REBELDÍA |
EL
caso Lefebvre, que tanto dolor causó al pontífice Pablo VI, ha vuelto a la
actualidad, entre nosotros, por el paso del obispo rebelde por Madrid y sus
palabras incitantes a la desobediencia en la Iglesia, frente a la renovación
que parte del Concilio Vaticano II. Es curioso cómo los que se rebelan contra
la Iglesia, cualquiera que sea su pretexto, acaban por condenarse con sus
propias palabras, aparentemente celosas del bien que dicen defender, pero en
contradicción inmediata con los actos que las rubrican. |
En
realidad esos fenómenos no son nuevos en la Iglesia, y en cada momento
histórico en que se produce un intento eclesial de renovación, aparece alguna
forma de resistencia tradicionalista, dispuesta a frenar el impulso de
apertura que se inicia. |
Ya,
en la primera generación cristiana, san Pablo hubo de sufrir la pertinaz
obstaculización de los judaizantes y, Oposiciones parecidas, se han ido
produciendo a través de los tiempos, cada vez que, en la historia de la
Iglesia, se ha impuesto una renovación para responder al mandato de anunciar,
con palabras nuevas o a hombres nuevos, la misma y permanente verdad de
Cristo. |
Lefebvre,
el rebelde de Ecome, con el pretexto de su misa en latín y su
anti-ecumenismo, resucita el tradicionalismo francés del siglo pasado, hijo
de un romanticismo ciego y fanático, alimentado por la temeridad y la
desobediencia. Ciertamente que es lamentable esa ya, por lo visto,
irreparable ruptura del obispo Lefebvre, para él mismo y para los que puede
desorientar hasta acabar en la esterilidad del cisma. |
Pero,
por otra parte, de su misma contradicción, surge la necesidad de insistir en
la renovación que el Vaticano II preconizó y que el tradicionalismo teme o
frente a la cual vacila: este mundo que amanece está ahí y espera y necesita
una palabra inteligible y sincera que sólo la voz y el gesto renovado de la
Iglesia le puede hacer llegar comprensiblemente. |
Jean
Guitton, de la Academia Francesa, en un artículo aparecido en LE FIGARO,
tiempo atrás, le hacía seguramente demasiado honor a monseñor Lefebvre, al
comparar este caso con la crisis del Movimiento de Oxford, en el siglo
pasado, que conmovió el Anglicanismo; movimiento del que fue principal
protagonista John H. Newman, pero que, más iluminado y profundo que el
protagonista de Ecome, le condujo, {13 (113)} de conversión en conversión, a
la Iglesia católica, mientras que Lefebvre, de rebelión en rebelión, se
consolida en una posición cismática, que cada vez parece menos recuperable. |
He
aquí el artículo de Jean Guitton, que no pierde actualidad, aunque fuese
escrito durante el pontificado de Pablo VI. |
El
amor y el dolor del ecumenismo |
Todos
nos damos cuenta, por lo menos confusamente, que bajo el pretexto o con
ocasión de una misa en latín y de un seminario, se ventila una cuestión
capital, que compromete el futuro del Concilio. |
El
ecumenismo tiene dos caras, una de ellas radiante y llena de esperanza, que
es la de un amor que quiere estar por encima de los conflictos de los
cristianos (como decía Leibniz, en su tiempo, a Bossuet); la otra es dolorosa
y llena de angustia, y obliga a las altas conciencias amantes de la verdad,
ya a condenar ya a separarse. Resulta fácil buscar explicación a estos
resquebrajamientos en la pasión, la ignorancia o el orgullo. La última razón
de la división entre los cristianos es la convicción de que son fieles a la
voluntad de Jesucristo. Toda la moral ecuménica exige este respeto reciproco
de las opciones últimas y desgarradoras, tal como lo ha puesto de manifiesto
con fuerza el último Concilio. |
Yo
deseo llevar el problema lo más elevado posible dentro de la Luz, fuera de
toda polémica. He pasado bastantes arios escrutando la historia de un
convertido ilustre, el cardenal Newman. Ella ilumina seguramente el drama de
Ecome. ¿De qué se trataba?. |
Newman
se convirtió |
La
Iglesia anglicana, separada de Roma en el siglo XVI, había intentado
amalgamar protestantismo y catolicismo. Newman, de 1837 a 1845, fue el líder
de la Alta Iglesia anglicana, la que se acercaba a Roma. Pero el echaba en
cara a Roma el haber "corrompido" el catolicismo de los primeros
siglos al añadir nuevos dogmas y nuevos ritos. En resumen, era la posición de
Ecome. |
En
1845 Newman se convirtió. Y la razón que nos dio fue ésta: La Iglesia, ha de
unir en alla la verdad y la vida. |
Por
consiguiente, debe cambiar. Rejuvenecerse, renovarse, con el fin de mantener,
a través del cambio, su identidad fundamental: la bellota, para salvar su
identidad, ha de convertirse en encina. Resumiendo, es la posición del
Vaticano {14 (114)} II. Y, para decirlo de paso, con frecuencia he pensado
que un gran concilio debía recibir la inspiración de un solo espíritu:
Atanasio por Nicea, Tomás de Aquino por Trento; el Vaticano II lo fue por
Newman. |
Los
que inspiraron los concilios |
Luego
de haber recordado esto, he aquí que me represento el doble monólogo del
obispo y el papa. |
Monseñor
Lefebvre se cree a sí mismo el defensor de la fe. El juzga que esta fe se
halla comprometida, desde hace diez años, no porque haya sido atacada desde
fuera, sino porque parece dudar de sí misma y de su identidad. |
Se
caricaturiza al obispo de Tulle presentándolo como un "depassé", un
retrasado, pero él entiende que defiende la fe permanente de ayer, de hoy y
de mariana. En un principio se limitaba a decir que aceptaba el Concilio,
pero que no admitía ciertas consecuencias deducidas indebidamente del
Concilio. Luego, pasado algún tiempo, no sé por qué, ha cedido a un vértigo
lógico: ha pretendido que el Vaticano II era un concilio cismático, cosa
aberrante y fuera de razón. |
Respecto
a Pablo VI, se juzga responsable ante la historia de este Concilio que él ha
presidido, dirigido y clausurado. Y exige del obispo la obediencia al sucesor
de Pedro, al Vicario de Jesucristo. No porque se crea infalible en su
conducta, sino porque en él reside la autoridad suprema para hacer aplicar el
Concilio. |
Un
concilio desarrolla la fe |
El
Papa piensa, en efecto, que el Concilio abre a la Iglesia una inmensa
esperanza en un momento decisivo de la historia humana, en el cual la Iglesia
católica tiene la suerte (tan rara) de ser respetada, escuchada por el mundo,
ante el cual aparece como un factor de unidad y de salvación. El Concilio,
según la relectura que hace de Newman, desarrolla la fe de siempre bajo el
impulso del Espíritu. Explica ciertos rasgos siempre presentes en el depósito
de la fe que, en el curso de los siglos pasados, habían permanecido
implícitos u obscurecidos. Así, la libertad de la conciencia que es
indispensable al mérito de la fe, las bases comunes a las religiones
monoteístas y a las confesiones cristianas, etc. Es el espíritu de este Pablo
del que ha elegido el nombre, apóstol de los de fuera, haciéndose todo para
todos para que en el último dia Dios sea «todo en todos». |
{15
(115)} |
Las
crisis del mundo y de la Iglesia |
Ciertamente
que Pablo VI mide mejor que cualquier otro observador toda la crisis de la
civilización, la crisis de la Iglesia, la aceleración de las crisis. Se da
cuenta del descenso de la vida espiritual, de la fe. Conoce estas
extravagancias de la liturgia sobre las cuales se guarda silencio, pero que
conmueven la confianza del pueblo y dan ocasión al alejamiento silencioso de
algunos selectos. |
El
mismo ha hablado con espanto de la "autodestrucción" de la
Iglesia... Pero él no pierde la confianza en el Espíritu, porque sabe que
«las fuerzas del mal no prevalecerán», y espera que, después de una crisis
inevitable (la que siguió al Concilio de Nicea duró un siglo), la Iglesia
recuperará su ritmo de andadura normal al mismo tiempo que habrá ayudado a la
humanidad a sobrepasar una frontera temible. |
Polémica
de rituales |
Se
opone la misa de Pio V a la misa de Pablo VI, de modo muy abusivo. Los dos
pontífices han querido codificar unas tradiciones que eran anteriores a
ellos. El ritual de Pío V confirmaba unas plegarias que se remontaban a los
primeros siglos, como no podía menos de reconocer quien leía aquellos bellos
textos tan simples. Pablo VI ha simplificado la tradición anterior al tiempo
que también ha ensanchado sus posibilidades. Ha propuesto cuatro
"cánones", el primero de los cuales es, precisamente, el canon
antiguo. Respecto a esta polémica, el público ha sido mal informado y,
consiguientemente, se ha desconcertado. ¿Cómo hacer admitir a los sencillos y
a los sabios de este país razonable que la misa única celebrada por Los
Padres del Concilio se convertiría en la única misa prohibida? ¿Cómo hacer
comprender a los franceses, tan coherentes y tolerantes, que el pluralismo
sería respetuoso frente a todas las tendencias, menos con la que pretendiera
continuar con las formas litúrgicas observadas durante tantos siglos? Para
que eche raíces una reforma exige una lenta y larga conjunción de madurez,
indulgencia y paciencia. Ya es hora de que nuestro episcopado reafirme sin
ambages la licitud de lo que Roma mantiene. |
{16
(116)} |
Las
paradojas de la auto-excomunión |
Y
uno de los resultados paradójicos de tantas paradojas, será que la crisis
acentuará el poder arbitral de la Santa Sede, en tanto que garantiza la
identidad de la fe. |
En
ella reside la responsabilidad suprema de la fe de ayer, de hoy y de mañana,
y es menos influida por las variantes opiniones que no lo son los episcopados
de las naciones. |
Y
bien, es preciso considerar una consecuencia casi fatal. Si la Sede romana
interviene severamente contra Ecome, blanco visible y provocador, la lógica
llevará a condenar todavía con mayor energía, a aquellos que, bajo la capa
del Concilio, ponen en entredicho la causa de la fe. Y, en este tiempo de
reconciliación en que los católicos se están acercando a sus hermanos, corren
el riesgo de encontrarse separados en tres familias diferentes. ¿Quién no
haría todo lo posible por evitar tal consecuencia? |
Pero,
que ocurriría si Ecome se encontrara, sin admitirlo, fuera de la comunión
eclesial? |
En
tal caso, el único obispo de Dakar y de Tull ya no podría sentarse al lado de
sus hermanos. Estaría en una situación parecida a la del arzobispo de
Canterbury. Estaría en juego el honor ecuménico, el reconocimiento de los
mutuos errores, la puerta siempre abierta a la reconciliación, la parábola
del hijo pródigo. Monseñor Lefebvre ha pedido siempre ser recibido solo y sin
testigos por el Santo Padre, como el hijo por el padre. Una vez fuera, la
audiencia le sería acordada. |
Relego
a la esperanza ecuménica |
No
es posible huir al amor ecuménico. Como todo amor absoluto, el ecumenismo
triunfará siempre: tanto en la alegría como en el dolor, tanto en las
comuniones que unen como en las separaciones que rasgan. ¿Ha de ser
despedazado Cristo hasta el fin? ¿Y hallará entonces fe sobre la tierra? |
Pero
la esperanza ecuménica, que es una «esperanza contra toda esperanza», sabe
que llegará a la unidad, en este mundo o en el futuro. |
El
Concilio, que ha definido la apertura, supone, todavía más, la fidelidad... |
Lo
peor, por desgracia, siempre es posible. Pero nosotros sabemos que lo mejor,
un día, será realidad. Me complacía esta palabra, tan modesta y tan pura, de
un amigo incrédulo: «Yo no sé nada. Me cuesta creer. Lo espero todo». |
La
reforma no sirve de nada si se hace con sangre. |
Mons.
ROMERO |
{17
(117)} |
7.
LA PAZ TODAVÍA ES POSIBLE |
EL
MIEDO lleva a los hombres a la injusticia y a la mentira. |
A
la injusticia porque el miedoso vive preocupado por acumular seguridades a
costa de la inseguridad ajena. Es incapaz de ver a los demás hombres como
hermanos, aunque tal vez se atreva a llamarlos así, en inútil elegancia de
lenguaje con que adornarse a si mismo. Miente, además, porque para legitimar
la aberración de su egoísmo, ha de inventar filosofías, o falsificar
verdades, para autosugestionarse de la licitud de su posición y bloquear,
además, la razón de los otros. |
Al
miedoso, no le basta ser injusto y mentir. Necesita también recurrir a la
violencia: ha de mantener su seguridad a la fuerza, con la fuerza, por la
fuerza, y ha de fabricar leyes y falsos dioses que sublimen hasta la neurosis
la licitud de las violencias fratricidas. Y la fuerza se rompe en guerras,
que siempre han sido para defender intereses (es decir, seguridades, es
decir, injusticias, es decir, mentiras...) El que más provecho saque del
sacrificio ajeno llamará héroes a los inmolados. Y comenzará, de nuevo, el
ciclo de los egoísmos y la carrera por la posesión y por el pedestal de las
vanidades. Y se inventarán más filosofías, para más injusticias, para más
violencias, para otras guerras. Y los hombres llamarán a los dolores y a los
asesinatos colectivos, Historia humana. |
Se
inventarán sistemas políticos, no por servir a la humanidad, sino para ver
quién consigue el poder hegemónico sobre todos y edificar su exclusiva
seguridad sobre el fracaso y derrota ajena. Y habrá estados capitalistas que
dirán que defienden la libertad, y capitalismos de estado que dirán que
defienden la democracia. Pero la seguridad será solamente para unos pocos:
los del partido, o los más ricos... |
Y
el mundo seguirá esperando una época de paz. Paz difícil, mientras haya
jóvenes ahora críticos, pero fácilmente seducibles a la primera tentación
corruptora. Pero paz esperanzadora, porque no faltan los que se preparan para
la vida con ideales de justicia, de verdad y de servicio. Esos construirán la
paz de mañana, si de verdad no renuncian, a pesar de las seducciones y de los
malos ejemplos, a ser honestos, sencillos, a usar la inteligencia, a trabajar
austeramente, a mantenerse libres. Esos prepararán un mundo mejor. Y, si son
cristianos, prepararán un mundo que será, ya en ciernes, el reino de Dios. |
La
paz todavía es posible. |
{18
(118)} |
8.
«ESE HOMBRE ERES TÚ» |
EN
el número de mayo de la revista "Noticias Obreras", órgano de la
Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). ha aparecido un artículo del
jesuita José I. González Faus, profesor de la Facultad de Teología de
Barcelona (sección de san Francisco de Borja), en el que se hace referencia a
los asesinatos de monseñor Romero y del padre Espinal. El artículo acusa y
hace responsable al capitalismo norteamericano de estos crímenes, y toma el
símil de la célebre parábola bíblica con la que el profeta Natán reprendió al
rey David por el doble delito de seducción de Bet-Sebah y muerte de su esposo
Urías (2.0 Sam 12, 1-12), para acusar a "Tío Sam", diciéndole: |
«Pues
ese hombre eres tú. Tú, que quieres boicotear olimpíadas en nombre de los
derechos humanos, pero tienes en América Latina tu propio Afganistán, al que
no te es ni siquiera preciso mandar soldados porque el hambre, la CIA o la
ITT matan mejor, mejor que los soldados. Tú, que hiciste de Guatemala una
finca particular de la United Fruit, y de las catorce familias que poseen la
tierra entera de El Salvador una especie de aparceros bien pagados por tus
multinacionales. Tú, que posees miles de campesinos en la necesidad de no
poder plantar ni siquiera la miserable ración de legumbres con que malviven,
porque su país necesita plantas exóticas para vendértelas, a ti y a tus
secuaces, y poder de esta manera enjugar la usura con que los tienes
sometidos. Tú, que crees que clama al cielo el fanatismo de unos jóvenes que
no respetan ni los más elementales acuerdos establecidos para la convivencia
(como es el caso de la inviolabilidad de las embajadas), pero no respetas ni
las más elementales exigencias morales de esta convivencia (como es ahora la
inviolabilidad de los derechos de los pueblos de la tierra). Tú, que dices
que rezas por Khomeiny, pero consideras evidente que el petróleo del Golfo
Pérsico te pertenece hasta el extremo de poderlo defender con armas
atómicas... Tú eres ese hombre. Y no hace falta culpar de la muerte de
Espinal o de la muerte de Romero a cuatro pistoleros a sueldo, pagados por
"alguien", armados por "alguien", y defensores, a fin de
cuentas, de los intereses de "alguien". |
La
violencia se cierra en el círculo vicioso y mortal de la injusticia, de la
venganza, del egoísmo, del orgullo. No se erradica con ninguna suerte de
endurecimiento ni de rigor; sino con la verdadera justicia, con el sincero
perdón, con el desprendimiento, con la sencillez y el respeto ajeno. |
La
fuerza nunca es razón en el hombre: |
sólo
la razón es la única y lícita fuerza. Lo demás es irracionalidad, mentira, o
invento de dioses falsos; lo demás es diabólico. |
|