Publicación
mensual del Oratorio |
Núm.
181. DICIEMBRE. Año 1980. |
0.
SUMARIO |
QUE
SEAN de paz los días de todos los hombres, desde que Dios también se hizo
Hombre. No de falsa paz, que es imposición del equilibrio de violencias
opuestas inevitables; sino paz nacida de la justicia de los corazones, del
convencimiento de las mentes serenas. Paz reparadora de ultrajes pasados que
la perversidad cómoda quisiera olvidar, paz purificadora de envidias
disimuladas, paz que desmonta fáciles simplificaciones sugeridas por la
pereza mental y la mezquindad humana, a veces vestidas de hipócrita
mansedumbre. Paz del corazón, del pensamiento, de la verdad, de la
restitución, de la justicia, del respeto, de la intangibilidad de todo
derecho ajeno, aunque carezca del apoyo amenazante de la fuerza. Paz de la
Paz. Paz de Dios para todos los hombres. |
PASTORAL |
LAS
BUENAS NOTICIAS |
LA
INMACULADA DE MURILLO |
NAVIDAD |
EL
ELEMENTO HUMANO |
EL
SACERDOCIO CRISTIANO |
LA
CONCIENCIA |
{2
(162)} |
1.
Pastoral |
PARA
CREER en Dios debería bastar con abrir los ojos, o con sentir cómo late
nuestro propio corazón. Para el que quiere creer, sobran datos; para el que
rechaza el primer aldabonazo de la fe, son inútiles todos los argumentos. A
veces, el hombre mira tanto a sí mismo y se encierra tan egoístamente en esta
autocontemplación, que se hace incapaz de admirarse por nada. Y cuando el
hombre es incapaz para la admiración ―la admiración que pedía
Aristóteles no es substituible por el embobamiento ignorantón, descuidado y
perezoso―, ni siquiera llega a las mínimas cotas de lo humano, porque
se convierte en un ser maquinal, fatalmente esclavizado por la ceguera o
visión sin perspectiva del universo. Parecido a lo que ocurre a quien pierde
el hábito de mirar lejos, de mirar campos y montañas; a lo que ocurre a tanta
gente abocada sobre mesas y pupitres, atrofiada de ojos, porque no los
utiliza. Los pastores y la gente que ama la naturaleza y se mueve en ella, no
necesita gafas para ver, salvo que esté enferma. Ven, entienden y se admiran.
No pueden hacerlo, en cambio, las mentes, agudas tal vez, pero atrofiadas,
porque aunque hablen de universo, de infinitos, no se abren hacia fuera, y
hasta cuando, somnolentes, alcancen a pronunciar el nombre de Dios, les sirve
de poco, porque no pasa de una idea que brilla y muere en el mismo instante,
como una estrella caída, fugaz, en el firmamento helado, concéntrico y
acaparador del orgullo posesivo de sí mismos. |
Pero
Dios está ahí, cerca de todos los que miren y se admiren del orden creado,
evidente a la experiencia. |
Y
Dios mismo, sin hacerse directamente evidente, pasa, no obstante, a hacerse
experiencia en el corazón humano. ¡Qué bello es el mundo, cuando lo sabemos
mirar asomados, y sin demasiada filosofía, desde la pureza del orden y de la
bondad que refleja! |
San
Juan de la Cruz lo llamaría reflejo y huella de Dios. Santo Tomás construiría
teorías analógicas. |
Y,
cualquiera que supiera amar, descubriría muestras continuas de la dinámica de
bien que lo mueve. Su fuerza, su gravedad ―su peso― es el amor.
Amor, si se quiere, en formas creadas, en dosis limitadas, pero que quedan
como signo, como referencia sensible de lo que los solos sentidos no podrían
contener, es decir, la bondad y la verdad de Dios. |
Hasta
en los animales se dan esas "señalizaciones", para el que sabe y
quiere leerlas. Como hace unas semanas se nos refería desde los periódicos,
junto a "sucesos" en los que se reflejaba la tristeza de las
carencias de amor humano. Junto a trampas, mentiras, robos y asesinatos que
cometían hombres dementes, se nos decía la historia de un perro fiel a su
amo, que era un pastor de nuestra contigua sierra del Segura, en la provincia
de Jaén, Habían caído los primeros nevazos y, en el pinar Negro del término
de Santiago de la Espada, mientras {3 (163)} cuidaba su rebaño, murió el
pastor, sobre la nieve y cuyo cuerpo, que no presentaba signos de
descomposición, fue hallado al cabo de once días. Las ovejas se habían
dispersado, pero junto al cadáver permanecía el perro fiel que había
defendido de los ataques de las alimañas y aves de carroña el cuerpo del amo,
a costa de sus propias heridas y casi extenuado por la lucha. |
Los
equipos de socorro se llevaron el cadáver, que fue posteriormente enterrado.
Pero del perro no se ha sabido más y han resultado infructuosos los esfuerzos
de parientes y amigos para encontrarlo. Los perros, cuando están tristes de
añoranza y no tienen amo a quien seguir y defender, ni mano amiga de quien
recibir un mendrugo, desaparecen y van a morir en soledad. |
Además,
los perros de los pastores no viven sólo del mendrugo recogido, sino de la
compañía del pastor. |
Los
perros de los pastores son los amigos del pastor. La vida del pastor es
sencilla como la tierra de los caminos y la hierba de los campos, y conoce
todas las luces del día y las estrellas de la noche, y las lluvias que
limpian el aire y los aires que multiplican voces y silbidos, que son como un
lenguaje con que hablan a las cosas, y a los animales, y a los hombres y a
Dios. El perro del pastor no podía haber conocido a Dios, pero sí había
conocido a un hombre, a un buen hombre, a su amo. Sin él ya no tenía sentido
todo lo demás, y desapareció, tal vez para morir también y encenderse luego,
como una estrella, en el cielo del pastor ausente, pero vivo ya en la
eternidad. |
Sin
querer ser sentimentales. Pero es bello que el nacimiento de Jesucristo fuese
anunciado a los pastores, antes que a nadie, y que más tarde, él mismo, se
comparara a la imagen del buen pastor. Lo bello, cierto, no substituye a la
verdad, pero la ilumina. |
La
nación judía es uno de los pocos pueblos orientales que la historia presenta
como susceptible de progreso, y este progreso ha consistido, especialmente,
en el desarrollo de la verdad religiosa. A este aspecto los judíos se
distinguen de otros pueblos, tanto de Occidente como de Oriente. Su país es
la patria clásica de la idea religiosa, como Grecia lo es de la supremacía
intelectual, y Roma de la sabiduría política y práctica. El teísmo es su
vida; no lo han abandonado nunca, y gracias a él son verdaderamente un
pueblo. |
Card.
JOHN H. NEWMAN, C. O. |
{4
(164)} |
2.
Las buenas noticias |
LA
CALIDAD o, si se prefiere, el valor de una noticia, depende de lo que
constituye su contenido objetivo, de su interpretación subjetiva y de la
adverbialización circunstancial en que se conjuga la relación
objetiva-subjetiva. Estos tres elementos concurren en todo hecho noticioso,
si bien con diferentes grados de incidencia. |
Desde
el punto de vista subjetivo, un mismo suceso puede ser "leído" de
diferente forma, según sea el ánimo del sujeto que es informado: |
hay
personas que todo lo interpretan mal, mientras otras se inclinan por el lado
bueno, aun oculto, que incluso lo aparentemente desagradable ha de contener,
como capacidad de reacción, o por sentido relativizador, sin por ello querer
perderse en ambigüedades. Por otra parte, desde el punto de vista objetivo,
es preciso rendirse a la evidencia de los hechos innegables, aunque queriendo
llegar siempre al sentido radical de donde parten, precisamente para ser
fieles al esfuerzo integrador propio de la construcción de la verdad, nunca
acabada. Las noticias que se nos suministran o se nos venden, no siempre, ni
mucho menos, nos llegan con toda pureza: ésta dependerá de cómo sepamos
leerlas, entenderlas, interpretarlas. No basta leer mucho, ni oír mucho, sino
que es preciso saber leer bien y saber entender correctamente. Además,
sobreponiendo varios mensajes procedentes de un mismo informador, podremos
llegar a conocer qué intereses se vehiculan a través de sus informaciones,
sin pecar de desconfianza sistemática ni de credibilismo plebeyo, y
quedándonos con sólo lo que haya tamizado la serena crítica. A veces la
noticia, con independencia de su valor objetivo, tiene su principal
importancia porque sirve de pretexto a los intereses que han sugerido su divulgación,
y por eso es importante conocer quién nos informa y sus ideas e intereses. |
{5
(165)} Pero todo esto son consideraciones generales que debería siempre tener
en cuenta todo oyente o lector de noticias, si bien el cristiano, por el
concepto que tiene de la vida y del mundo, está preparado y dispuesto para
entender mejor el lado bueno, oculto aun en lo que parece malo, porque la fe
ayuda a integrar en el orden providencial y positivo todo acontecimiento,
toda novedad. Por eso, sin falsificar la realidad en que nos movemos, los
cristianos deberíamos ser portadores de ese optimismo con que miramos y
aceptamos la existencia, para convertir toda novedad en buena noticia.
Nosotros mismos deberíamos de ser la buena noticia, la esperanza encarnada en
nuestro cotidiano vivir y por la que vale la pena no perder la ilusión para
seguir viviendo, porque quedan todavía, por hacer, una inmensidad de cosas
buenas y bellas. La desazón que el mal aparente causa, demuestra,
precisamente, que la vocación del hombre no es el mal, sino el bien. Pero en
el bien hay que creer. Y esa fe está en nosotros. |
Además,
para redimir de pesimismos el mundo en que nos movemos, no es preciso el
continuo esfuerzo filosófico para descubrir el lado bueno, a primera vista
eclipsado por los males aparentes; pues podemos mantener despierta la
inteligencia y cultivar el buen gusto para elegir y saber apreciar,
descubriéndolas a tiempo, las manifestaciones de la bondad de la creación y
de las personas. Cierto que el mal es más escandaloso que el bien, sobre todo
por la morbosidad novelera o la avidez pueblerina y neurótica de mentes
huecas o desprevenidas; pero la hermosura del orden natural permanece
constante y los buenos ejemplos que ofrece la humanidad no se agotan: basta
pararse y mirarlos. En otras palabras: que es preciso, además del esfuerzo
integrador del lado bueno en lo que es aparentemente malo, la tarea
higienizadora que selecciona el objeto al que se atiende y la limpieza
subjetiva del que lo contempla. Porque, en definitiva, se nos dan ―o
nos hacen mella―, solamente, las noticias que queremos o, por lo menos,
nos las adverbializan de la manera que queremos. |
Es
limpio de corazón el hombre que ama a Dios por encima de todo y que sabe ver
a Dios presente en todas las cosas. |
TEILHARD
DE CHARDIN |
{6
(166)} |
3.
CÁDIZ, 1680. La Inmaculada de Murillo |
EN
EL SUR de España, cerca del mar, segregada de la tierra, como en un ser y no
ser del continente, y mirando hacia todos los caminos azules del agua, hay
una ciudad que tiene más de tres mil años. En estas últimas semanas la prensa
la convertía en noticia porque, junto con otros hallazgos arqueológicos
importantes, se ha podido confirmar, por fin, la existencia y localización de
un teatro romano en su casco antiguo, donde se encuentra la catedral vieja,
la Posada del Mesón, la casa grande del Pópulo... |
Cádiz
se diferencia del resto de Andalucía porque el influjo árabe tuvo en ella
menor incidencia. Pero en cambio, había sido, en la antigüedad, una de las
grandes encrucijadas de las comunicaciones mundiales y puerta de la
penetración púnica en el continente; tercera ciudad en importancia y la
primera, entre todas, que se asomó al Atlántico. Comerciantes fenicios,
sabios y artistas griegos más tarde y finalmente romanos, le dieron un
carácter único que todavía pervive en sus rasgos. |
Tal
vez por su singularidad fue capaz de protagonizar el nacimiento del
constitucionalismo español: |
Cádiz
no era sólo camino de ciudades y de naciones, sino incluso de continentes, a
principios del siglo XIX, y pudo ver pasar por sus puertas las grandezas y
las miserias de invasiones, de descubrimientos, de reinos y de dinastías, sin
fanatismos centrípetos, porque ella había vivido siempre abierta al mundo. |
En
la historia contemporánea de España, Cádiz es un nombre clave, porque sugiere
la Constitución de 1812, que pudo tener mejor suerte, pero que la desgracia
no mermó la gloria de la ciudad donde se gestó. |
Cuando
se alude a la Constitución de Cádiz y a sus Cortes, es preciso citar un lugar
donde se resume y condensa el símbolo de aquella gesta histórica: es la
iglesia de la Congregación del Oratorio de san Felipe Neri, cuya comunidad {7
(167)} cedió de grado el templo para lugar de los debates parlamentarios de
aquellas Cortes constituyentes, en tiempos del asedio francés. |
Pero
en estas líneas nosotros no pretendemos extendernos en el comentario a la
generosidad cívica con que nuestros antepasados oratorianos de Cádiz se
unieron al sentir general del pueblo y de sus representantes; hacemos
referencia a esta iglesia del Oratorio, porque en ella se contiene una joya
de arte y de amor a la Virgen que parece oportuno recordar: se trata de la
última de las Inmaculadas pintadas por Murillo, y que ocupa el centro del
retablo que decora el altar mayor de la iglesia. El lienzo fue pintado en
1680, es decir, hace exactamente tres siglos, cuando Bartolomé Esteban
Murillo contaba 62 años de edad. |
Sabido
es que Murillo pintó varias Inmaculadas, y en el Museo del Prado se conserva
la llamada de Soult (mariscal francés que se apoderó de ella, yendo a parar
luego al Louvre, pero recuperada en el año 1940 para el Prado), que suele ser
la más conocida. Pero los entendidos califican la de san Felipe Neri como
"magnífica, insuperable y casi definitiva". Además, es la única que
lleva la firma del propio autor. |
Murillo,
en su última estancia en Cádiz, se hospedaba en casa de unos amigos suyos, la
familia Lasarte, que lo eran también de la comunidad de los Padres del
Oratorio, a los que donaron el precioso lienzo. |
La
cara de la Virgen se dice que es reproducción del rostro de la hija de
Murillo, Francisca María que había profesado en el convento de la "Madre
de Dios" de Sevilla, a la que el pintor tenía un especial cariño, si es
que, para volcar su inspiración no bastara la profunda religiosidad de
Murillo, que estuvo a punto de llevarle al sacerdocio. |
En
todas las iglesias del Oratorio se ha mantenido siempre la tradición de un
homenaje a la Virgen, pero este templo gaditano supera en valor artístico el
de los demás, con independencia de otros tesoros de belleza que también
contiene, paralela al ya mencionado significado histórico inseparable de
aquel recinto, que es un documento en piedra. |
Cristo, |
viniste
a glorificar las lágrimas, |
no
a enjugarlas. |
Viniste
a abrir heridas, |
no
a cerrarlas. |
Viniste
a encender hogueras, |
no
a apagarlas. |
Viniste
a decir: |
Que
corra el llanto, |
la
sangre |
y
el fuego… |
¡con
el agua! |
LEÓN
PELIPE |
{8
(168)} |
4.
NAVIDAD |
«La
noche de Navidad |
―que
es Noche de Alegría—» |
...
para tanta María |
que
es madre en el portal |
es
noche de agonía la noche de Navidad. |
No
duermas la nana, |
Hijo
del Hombre pobre. |
Abre
los ojos y abre |
tu
grito al mundo. |
Hazlo
despertar |
de
la fácil fiesta: |
¡que
no te cante en vano |
ni
cantos de protesta |
ni
gregoriano! |
Lloramos
la gasolina |
mientras
derramamos la sangre. |
Hacemos
la Paz divina |
haciendo
humana la guerra. |
Proclamamos
los Derechos |
de
unos muñecos de barro, |
mientras
hollamos la Tierra |
y
los Hombres concretos. .. |
Hombre
Nuevo, ¿dónde estás? |
¿Dónde
está la Alegría? |
¿Qué
hemos hecho de la Navidad |
del
Hijo de María |
que
ha nacido en el Portal? |
Mons.
CASAL D'ALIGA 9 (189) |
{9
(189)} |
5.
EL ELEMENTO HUMANO |
NOS
EQUIVOCAMOS tantas veces, porque todavía no conocemos al hombre, y hasta
porque somos, todavía, ignorantes de nosotros mismos. Nos hacemos espejos
para contemplar nuestra superficie, pero apagamos las luces que iluminarían
nuestra profundidad. Hay un grito que clama por lo exterior, y un gran miedo
por todo lo que los simples sentidos no resuelven con facilidad, o no
explican o no suprimen. Hay miedo, mucho miedo en el hombre. |
Miedo
a la verdad, pero sobre todo miedo a la verdad de sí mismo. |
El
hombre solo, ni es un ser para la muerte, ni para la nada, ni para el absurdo
(Heidegger, Sartre, Camus...); el hombre solo es un ser para el miedo.
Incluso las religiones han sido adulteraciones pretenciosas para curar los
miedos humanos, cósmicos, morales. Incluso en el Cristianismo, tomamos la
"redención" enfatizando más la "salvación" que la
"liberación". Aunque pudiera decirse que la terminología tiene poca
importancia, si no traicionara los conceptos. |
Pensamos
más en suprimir males, que en edificar bienes. Nos pasamos más tiempo
platicando de moral, y midiendo el alcance de las leyes, que contemplando el
bien, purificando la esperanza y construyendo el amor. Para amar hay que
descender al fondo de uno mismo y será desde ese centro de donde manará todo
bien en libertad. |
Ese
que llamamos «descender de Dios en el hombre» es una actitud divina que
debiera excitar nuestra fe en lo que representa el misterio cristiano. Porque
no se trata de que Dios descienda al fondo del hombre para conocerlo, porque
ya sabemos {10 (170)} que el hombre es creación suya y él, mejor todavía que
el alfarero, «conoce el barro con que nos ha hecho». Lo que ocurre es que,
con el misterio cristiano de la encarnación, el hombre no queda solo, ni
siquiera en la historia. Es cierto que Cristo, personalmente, adquiere una
"experiencia" humana que le enriquece y que a nosotros, cuando la
meditamos, nos emociona, porque se parece a ese descubrimiento que también
nosotros vamos haciendo del propio vivir y del propio crecimiento. Pero lo
que ocurre, con la presencia de Cristo en el mundo y con la fe que nos
vincula a él, es que ya no estamos solos y que, cada vez que profundizamos en
nosotros mismos, penetramos en el fondo de nuestro ser y se nos hace
transparente la conciencia en compañía de él, y vamos descubriendo no
solamente nuestro crecimiento personal, considerado individualmente, sino
nuestro crecimiento "en él", por una semejanza que imprime la
gracia, en un desarrollo configurado con él, que entra en la vida de nuestra
vida. |
El
miedo es siempre el grito de la soledad; pero ya no estamos solos. Es la
compañía y la presencia de Dios, pero no sólo la presencia de Dios, porque
Dios se nos ha acercado para andar nuestro propio camino, introduciendo una
naturaleza que nos es común, la humana, {11 (171)} y es a través de este
elemento humano, visible, cálido, incluso limitado (pero puro), que se
establece nuestro contacto gratuito con él. Gratuito, para que sea posible el
amor. Amoroso, para que crezca en la libertad. Libre, para que tenga la
sinceridad que deja atrás las medidas porque se hace total en la entrega. |
Pero,
mientras nos empeñemos en extraer solamente códigos del Evangelio, o
filosofías para las escuelas o sistemas para las estructuras terrenas, y
descuidemos la figura, la persona, el ser Jesucristo, y no tendamos entre él
y nosotros, y entre él y cada uno de nosotros, un puente vital que discurra
por los pilares de la fe y de la gracia, no pasaremos ni venceremos los
miedos seculares de la humanidad, esclavizados en nuestra propia miseria, en
la soledad, aunque invoquemos a dioses, cristianos o no, pero falsificados. |
Cristo,
el verdadero, vino para que tuviéramos vida en él, vida abundante; para que
fuéramos pobres, puros, libres y pudiéramos conocerle; y para que el
conocimiento de la verdad, que se identificaba con él, nos hiciera libres,
como hijos de Dios. Nos lo dijo así mismo; es hermoso y es verdad. Pero a
veces no nos lo creemos. |
Cristo
se digna repetir, en cada uno de nosotros, en figura y en misterio, cuanto
hizo y sufrió en su carne. |
Se
forma en nosotros, nace en nosotros, sufre en nosotros, resucita en nosotros,
vive en nosotros; y todo esto se obra, no por una sucesión de
acontecimientos, sino al mismo tiempo... En el último día se reconocerá a sí
mismo, recogerá su imagen en nosotros como si la reflejáramos, y mirando a
todas partes discernirá inmediatamente a quienes le pertenecen, es decir, a
los que le devuelven su propia imagen. |
Card.
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
{12
(172)} |
6.
EL SACERDOCIO CRISTIANO |
AUNQUE
el sacerdocio de Cristo tiene su acto principal y se consuma en el holocausto
de la Cruz, este sacerdocio comienza, según san Pablo {11 (Hebr. 10, 5-10),
en la misma encarnación. Vino al mundo para ser mediador, {1}} y lo es en
tanto que hombre, según dice san Agustín (Confes. X, 68). |
Por
esta razón, al acercarnos a la celebración del misterio de la encarnación de
Cristo, es oportuno que tengamos un pensamiento para el sacerdocio cristiano,
es decir, para Cristo y para sus sucesores, que Bossuet no dudaba en envolver
en la hermosa metáfora de «extensión de la encarnación de Cristo», a pesar de
las limitaciones y de la falibilidad del soporte humano, en contraste con la
perfección y grandeza única de Cristo-Sacerdote, que preside el mundo y
libera al hombre. |
Otra
razón para su oportunidad, es el hecho de que, a pesar de la real corriente
secularizadora existente, el hecho religioso y, más concretamente, la Iglesia
y el sacerdocio cristiano, suelen ser tema o curiosidad de casi todas las
publicaciones en circulación. A pesar de todos los equívocos y ligerezas, a
veces incluso crasas y malévolas, el hecho demuestra ―como observaba
hace algún tiempo el cardenal Pellegrino―, que «en la conciencia de los
hombres de hoy el sacerdote ocupa un puesto relevante». Lo lamentable, en
este fenómeno, es la frecuencia con que, buena parte de los que le observan y
critican ―igual cuando lo hacen con la Iglesia―, no saben ponerse
siempre en el punto de vista exacto para juzgar su realidad y, en general, la
realidad religiosa. Hay oportunismo y demagogia, que llega a veces a
impresionar a creyentes poco ilustrados y a turbar a conciencias débiles, y
la Iglesia no puede siempre, en el marco de las condiciones terrenas en que
se desenvuelve, acudir a tiempo para aclarar dudas y defender su verdad. Por
lo demás, compuesta de hombres, no tiene inconveniente en descubrir y
reconocer los errores externos posibles y cometidos realmente, y se somete a
la ascesis de la historia. Pero la tarea más importante al respecto, no
consiste, para ella, ni en ocultar o esconder sus fallos, ni en el vencer
dialécticamente a sus contrarios, sino en ser fiel en la búsqueda de esa
verdad creciente, paralela a su propio desarrollo en el misterio cristiano,
imposible de captar o de retener cuando se la mira al margen de la óptica de
la fe. |
{13
(173)} Hay toda una evolución y, desde ella, todo un progreso purificador y
espiritualizador, hasta llegar a Cristo, y un desglosamiento a partir de él,
que es ilustrativo recordar. |
Con
independencia de la fundamentación evangélica del sacerdocio cristiano,
existen imágenes históricas, no solamente eclesiásticas, sino también paganas
y judías de las que no se está totalmente purificado y, a través de las
cuales, se mira y confunde la verdadera realidad cristiana. Pueden seguirse,
a través de la historia de la Iglesia, todos los esfuerzos que, a partir del
Evangelio, se han realizado para acercarse a esta realidad: el celo de los
pastores, la vida de los santos, las órdenes religiosas y los movimientos que
despertaron nos lo atestiguarían. A pesar de todo, el sacerdocio cristiano se
mueve en medio de una realidad humana, que le condiciona e influye, a la vez
que también él influye y penetra esta misma realidad en evolución, marcada ya
inevitablemente por el cristianismo. Aunque se erijan criticando o atacando a
la Iglesia, cada vez que al hacerlo también defiendan ideas de
"libertad", "igualdad", fraternidad",
"paz", "justicia", "unión", "patria
universal", "hermandad de todos los hombres", y otras, no
pueden hacerlo sin reproducir ideas cristianas, bien que no explicitadas. Al
final, inevitablemente, los caminos volverán a encontrarse. Lo dijo Cristo:
«Otros vendrán de Oriente y Occidente...». |
Sacerdocio
pagano |
Primitivamente,
las funciones cultuales y proféticas eran realizadas por los jefes de los
clanes o tribus, o por carismáticos esporádicos. En la civilización agrícola,
al tener que dividirse el trabajo, surgió la "clase" sacerdotal. |
Era
competencia de la misma ocuparse de los mitos, del derecho y de la
organización de la vida social. Función muy relacionada con el ejercicio del
poder; y como el poder va unido a la riqueza, el sacerdocio pagano constituía
una clase rica. Presidía; pero estaba separado del pueblo, no sólo por esta
diferencia social ―el pueblo siempre ha sido pobre―, sino de
acuerdo con la tendencia a la separación acusada entre lo considerado sacro y
lo profano: el mundo era considerado cada vez más impuro y dependiente de
fuerzas misteriosas y fatales. En medio de esta visión pesimista, la clase
sacerdotal, y solamente ella tenía acceso a lo sagrado y desde allí ejercía
su poder mágico. En realidad era el reflejo de la situación del mundo,
anterior a Jesucristo: un mundo roto, separado de Dios. |
Sacerdocio
Judío |
El
sacerdocio judío, frente al pagano, supone un cambio trascendental: en él
existe un poder personal de Dios, de modo que el hombre no puede disponer de
sí mismo de manera mágica: es él el que está a disposición {14 (174)} de Dios
y abierto totalmente a su poder. Ciertamente que el sacerdocio judío no
estará libre de las tentaciones paganas; pero la profecía lo advierte y salva
de caer, una y otra vez, en el sacerdocio mágico-ritualista del paganismo. |
Existe
además, una visión optimista de lo sagrado: |
todo
el pueblo de Israel es "el pueblo santo de Jahve". |
Ello
no obstante existen limitaciones, como la de una casta sacerdotal vinculada a
la tribu de Leví, al linaje de Aarón y a la familia de Sadoc (el sumo
pontífice); existe, todavía, la separación entre sagrado y profano; el
ejercicio del poder no está ajeno a la institución sacerdotal, de modo que,
cuando desaparece la monarquía es la clase sacerdotal la que toma el poder
total sobre el pueblo y da lugar al régimen teocrático. |
Sacerdocio
de Cristo |
En
el Nuevo Testamento se nos presenta una figura de Cristo radicalmente
diferente de la del sacerdote judío: |
Jesús
no pertenece a la casta sacerdotal ni a la tribu de Leví; aparece
independiente del poder sacral tanto como del político; se opone a una
interpretación abusiva de la Ley; posee una dimensión profética inaudita y
habla con el poder de Dios; rompe la anquilosis farisaica y es rechazado como
un cuerpo extraño por los que habían "organizado" la predilección
divina de su pueblo. |
Se
trata de un sacerdocio único y eterno; es Él este único sacerdote. No ofrece
en sacrificio cosas materiales ni externas: se ofrece a sí mismo y se da por
amor. Este amor causa la reconciliación del mundo con Dios. El mundo ya está
salvado, el pueblo ya puede penetrar en el santuario, y desaparece, así, la
separación entre sagrado y profano, porque ya todo queda santificado, porque
toda la vida, como dirá san Pablo (Romanos, 12, 1), entera, se hace materia
de sacrificio y todo el pueblo se hace sacerdotal, profético y señor. |
Pero,
para el servicio de este pueblo sacerdotal ha de existir un ministerio
visible, desde el mismo inicio de la vida de la Iglesia. El Nuevo Testamento,
singularmente el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos habla de este
ministerio que fue la primera figura histórica del sacerdocio cristiano. Esta
figura sacerdotal, administradora de los beneficios inmutables obtenidos por
Cristo, irá evolucionando {15 (175)} {16 (176)} en matices importantes,
aunque no esenciales a su carácter radical; evolución arriesgada, pero
benéfica, asociada vehicularmente a la extensión del reino de Cristo, que no
es como los reinos de este mundo. |
La
historia |
La
última figura histórica que ha llegado hasta nosotros de este ministerio o
sacerdocio cristiano es, en conjunto, la que salió del concilio de Trento,
portadora, ciertamente, de muchos valores contingentes estimables, positivos,
pero que, a medida que ha prosperado la gran crisis de secularización del
mundo, también ella ha entrado en la necesidad de evolucionar, a pesar de los
cuatro siglos de actitudes prevalentemente "defensivas" hasta
desembocar en el Concilio Vaticano II, el cual, por un lado, habla de la
función profética del ministerio sacerdotal y, por otro, del sacerdocio de
los fieles. |
{17
(177)} La figura tridentina, "barroca", del sacerdote como persona
relevante en la sociedad, como personaje, desaparece; desaparecen igualmente
ciertas funciones sociales con los honores y privilegios que les acompañaban;
desaparece la apariencia de casta comprometida con el poder político,
desaparece el altar que sostiene al trono. Se va, en cambio, hacia una
"presencia" o inserción en la vida: se trata de una opción de la
Iglesia (basta repasar la Gaudium et Spes), que está más de acuerdo con el
fundamento evangélico. Se camina hacia una figura de sacerdocio cristiano que
vive más cerca de los hombres, no para mundanizarse, sino para ser "sal
de la tierra". |
{18
(178)} Después de la Pascua de Cristo ya no hay razón para separaciones,
excepto el pecado. Y se vislumbra un pluralismo de figuras que, lejos de
reducir la eficacia del ministerio sacerdotal cristiano, la enriquecerá
notablemente. |
Basta
leer despacio el sermón de la montaña, o meditar en las tentaciones del
desierto, que venció el primer Sacerdote, Cristo, para darse cuenta de lo que
ha de ser el sacerdocio de hoy. Caen conceptos paganos, anacronismos judíos y
polvo de los siglos; pero cada vez es más nítida, si la referimos al
Evangelio, la figura del sacerdote. |
Antes
de juzgar |
Los
que se atreven a juzgar y a exigir a los sacerdotes de hoy, que miren cerca,
en su misma casa, en su familia: |
que
revisen su conducta, sus ideas, sus palabras, y deduzcan si, como
consecuencia de la rectitud que las inspira, puede allí despertarse una
auténtica vocación entre los que todavía no han elegido camino en la vida. |
Consagrarse
a Dios es todavía más hermoso hoy, que siglos atrás, cuando lo hicieron san
Benito, o san Francisco, o santo Domingo, o san Felipe, o san Bernardo, o
santa Teresa, y tantos otros. Éstos, dígase lo que se diga, no huyeron del
mundo, sino que lo santificaron. |
Y
eran épocas parecidas a la nuestra, que llamamos de crisis. |
DECLARACIÓN
ACERCA DE LAUS En relación con el artículo 24 de la Ley 14-1966 de 19 de
marzo, de Prensa e Imprenta, se hace constar: |
—Que
LAUS es una publicación que pertenece a la Congregación del Oratorio de san
Felipe Neri. |
―Que,
al igual que las demás obras apostólicas del Oratorio, se mantiene con las
aportaciones espontáneas de los fieles y el trabajo de los miembros de la
Congregación. |
―Que
el contenido propagandístico y de anuncios que figura en la publicación es
económicamente desinteresado. |
—Que
el P. Ramón Mas Cassanelles es el director de la revista y autor de los
artículos que van sin referencia. |
Agradecemos
la constante simpatía y apoyo de cuantos nos animan en nuestra tarea. |
LA
CONCIENCIA. |
La
conciencia no es ni un egoísmo ciego, ni el deseo de ser lógico consigo
mismo. Pero es un mensajero de quien tanto en el mundo de la naturaleza como
en el de la gracia, nos habla a través de un velo, instruyéndonos y
gobernándonos por medio de sus representantes. |
La
conciencia es el vicario natural de Cristo; profeta por sus instrucciones,
monarca por su absolutismo, sacerdote por sus bendiciones y sus anatemas, e
incluso si el sacerdocio eterno pudiera dejar de existir en la Iglesia, este
principio sacerdotal permanecería y ejercería su soberanía ... |
Pero
¿qué queda actualmente de la noción de conciencia en el espíritu del pueblo?
Ni en él ni en el mundo intelectual, la palabra "conciencia" ha
guardado su antigua significación, verdadera y católica. En él, esta palabra
que se emplea a menudo y con insistencia, no evoca en absoluto la idea y la
presencia de un Maestro del mundo moral. Cuando los hombres invocan los
derechos de la conciencia, no quieren en modo alguno hablar de los derechos
del Creador, ni de los deberes de las criaturas en sus pensamientos y en sus
acciones; sino del derecho a pensar, hablar, escribir y obrar según su
opinión o su humor, sin preocuparse lo más mínimo de Dios. Entienden la
conciencia como el derecho de la propia voluntad. |
Card.
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
Cristo
es el Sacerdote único, siempre próximo, siempre apenas partido y siempre casi
vuelto a venir. Es el único Soberano y Padre de su Iglesia, dispensando sus
dones, sin designar a nadie para que le reemplazase, porque partió solamente
para poco tiempo. |
Card.
JOHN HENRY NEWMAN, C. O. |
|