Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
195. MAYO. Año 1982 |
0.
SUMARIO |
LA
ALABANZA y el agradecimiento son un derecho y un deber gozoso, que también ha
de ser proclamado. Nosotros, los oratorianos, lo hacemos dando gracias a Dios
por haber os dado a san Felipe, cuya festividad celebramos este mes. Somos
una pequeña familia, en la Iglesia de Dios, que se alegra y se inspira en su
patrocinio, en su ejemplo y en su apostolado. |
ANGELO
G. RONCALLI Y SAN FELIPE NERI |
LO
PROPIO DEL ORATORIO |
VIDAS
DE SANTOS |
¿QUÉ
ES EL ORATORIO? |
SAN
FELIPE, APÓSTOL DE LA CONVERSIÓN |
EL
ORATORIO DE VALENCIA |
ALMAS
OXIDADAS |
{1
(81)} |
1.
ANGELO GIUSEPPE RONCALLI Y SAN FELIPE NERI |
Traducimos
unas palabras del Giornale dell'anima del futuro papa Juan XXIII. Estamos en
el año 1903 y hace pocas semanas que Angelo Giuseppe Roncalli ha sido
ordenado subdiácono. Al llegar al 26 de mayo, festividad de san Felipe Neri,
escribe en su diario espiritual: |
«Hoy
el pensamiento de san Felipe me ha sostenido suavemente durante todo el día.
He asistido a las solemnísimas funciones de la Vallicella, he saboreado la
música de Capocci, he visitado con religiosa atención las habitaciones del
Santo, y también las tan preciosas e históricas de san Jerónimo de la
Caridad; más que todo he vuelto mis ojos, mi pensamiento, mi corazón a la
gloriosa tumba, y he rezado mucho. |
¿Por
qué no tengo tiempo ni una pluma fácil para escribir de este Santo como
quisiera y como me dicta el corazón? |
San
Felipe es uno de los santos que me es más familiar, a cuyo nombre se unen
tantos dulces recuerdos de mi historia íntima. Siento que amo a san Felipe de
un modo del todo particular, y me encomiendo a él con toda confianza. |
¡Oh,
mi buen padre Felipe!, me entiendes sin que te hable. Se acerca el tiempo:
¿dónde está en mí mismo la copia que he de hacer de ti? |
donde
el espejo de tus virtudes? Has que entienda los principios de tu escuela
mística para que aproveche a mi espíritu: la humildad, el amor. Seriedad,
bienaventurado Felipe, y alegría santa, pura, y un impulso fecundo para
realizar grandes obras...» El diez de agosto del año siguiente, cuando fue
ordenado sacerdote, vuelve su recuerdo, en primer lugar, a san Felipe y le
pide, junto a otros santos también sepultados en las iglesias romanas, el
fervor siempre encendido de su corazón de nuevo sacerdote. Ya papa, se
complació, varias veces, en evocar su amor a san Felipe, desde sus años
jóvenes, y también a Baronio, el más amado de los discípulos del Santo. |
{2
(82)} |
2.
Lo propio del Oratorio |
CUANDO
vamos a los primeros discípulos de san Felipe, en busca de lo esencial de
aquello que vino a ser la misión propia y específica del Oratorio,
encontramos textos repetidos, y luego confirmados por la mejor tradición
oratoriana, que muestran constantemente los pernios en torno a los cuales se
apoya y gira lo más característico de la obra de san Felipe: la oración y la
palabra de Dios. Y todavía, si hubiera de ser una sola la fuente de la que
mana todo lo demás, deberíamos poner el énfasis en lo segundo, es decir, la
palabra de Dios. |
En
efecto, Tarugi decía que «el pensamiento de nuestro fundador ha sido que su
Instituto tuviese por función propia y particular, la de anunciar la palabra
de Dios cada día de la semana, lo mismo que los domingos». Esa palabra de
Dios era el contenido principal de los «ragionamenti» sobre los que giraban
aquellos encuentros conocidos como «Oratorio de la tarde». |
Esos
«ragionamenti» disponían a la oración y, dice el mismo Tarugi, «constituían
el principio y fundamento de la Congregación», fundada por el Santo. |
Otro
discípulo, también contemporáneo de san Felipe, el padre Talpa, escribía:
«que el Instituto del Oratorio consiste, principalmente, en discurrir
cotidianamente sobre la palabra de Dios, de modo sencillo, familiar y
fructuoso, diverso de como suele hacerse en la predicación al uso, y en esto
consiste esencialmente el Instituto inventado por el bienaventurado Padre. |
Y
aun cuando la palabra de Dios ha introducido la frecuencia de los sacramentos
y otras prácticas, sin embargo hay que tener por propio y peculiar de nuestro
Instituto el haber elegido la palabra de Dios, porque es lo que lo diferencia
de los demás; pero no tomando la palabra de Dios como sola palabra de Dios,
sino como palabra cotidianamente y familiarmente tratada». |
Eso
no quiere decir que san Felipe se aviniera con el descuido o que justificara
la ignorancia, pues fue siempre muy exigente. Por sencillez oratoriana, en lo
que a palabra de Dios se refiere, tal vez podríamos entender lo que un
insigne oratoriano, Newman, nos dice en estas palabras: «Procuremos {3 (83)}
siempre comprender lo que decimos y hablemos sólo de lo que sabemos». Esto,
por lo que hace referencia a la inteligencia del que habla; en cuanto al
fervor y convicción, decía: «No nos limitemos a ser como un cristal que se
conforma con dejar pasar el calor y permanece frío», De la palabra de Dios,
la oración de la oración, la sinceridad cristiana de la vida y las obras. |
3.
Vidas de Santos |
¡Leed
las vidas de los Santos! Ellos han superado y vencido las tentaciones con
decisión y vigor, con prontitud y con éxito, mejor que cualquiera. Sus
acciones son bellas y ceñidas como una fábula, y no obstante poseen la
realidad de los hechos: abren la mente, proporcionándole nuevas ideas de las
que carecía antes, y mostrando a todos lo que Dios puede hacer lo que el
hombre puede ser. Aunque no siempre podamos repetir los detalles del ejemplo
de los Santos, ellos nos presentan siempre un modelo de justicia y de bondad,
se elevan ante nosotros como enseñanzas vivientes de monumental grandeza, nos
llaman a Dios, nos introducen en los misterios del mundo invisible, nos
enseñan a conocer lo que Cristo ama, trazando delante de nosotros el camino
que conduce al Cielo. |
John
Henry Newman, C. O. |
{4
(84)} |
4.
¿Qué es el Oratorio? |
Adaptación
resumida de un folleto difundido por los PP. del Oratorio de San Pablo,
Tepetlapa, México. |
Muchas
veces hemos oído hablar del «Oratorio», de «los padres del Oratorio». ¿Qué es
el Oratorio? Habría una respuesta genérica si dijéramos que «oratorio es el
lugar para orar», con cuya acepción quedaría afirmado que todas las iglesias
y templos son "oratorios". Pero en ocasiones la pregunta se nos
hace directamente a los oratorianos o filipenses y nos dicen: ¿A qué orden
religiosa pertenece usted? Cuando esto ocurre hemos de dar una respuesta en
el sentido de aclarar que no somos una "orden" ni somos
"religiosos", sino que somos una sociedad de vida apostólica,
compuesta por sacerdotes y laicos, que hemos abrazado y profesamos la vida
evangélica integralmente, aunque sin emitir votos. |
No
debería de sorprender demasiado el hecho de que la adscripción al Oratorio se
produzca sin la mediación de los votos, puesto que éstos, como forma
jurídicamente reconocida de consagración a Dios, no se generalizaron hasta
bien promediado el siglo XVI. En el Oratorio no tenemos los votos, pero
tenemos, en cambio, la "estabilidad" (tal como se perfiló en las
primeras comunidades de vida evangélica, a partir del s. V, en Occidente), es
decir, que un miembro del Oratorio permanece, ordinariamente de por vida, en
el lugar y comunidad donde fue recibido, con la sola excepción de que surjan
razones de apostolado (por ej. emprender una nueva fundación) o de
disciplina, y siempre mediante intervención y sanción, en cada caso, de la S.
Sede. |
Ello
hace que se produzca una verdadera hermandad con el clero diocesano del lugar
donde el Oratorio se halla establecido, y que el Oratorio constituya un
elemento espiritualizador y apostólico que se integra en la vida social
diocesana y ciudadana, sin interrupciones que puedan dificultar el beneficio
de su presencia continuada. También se puede decir que un oratoriano {5 (85)}
goza de mayor estabilidad que un miembro del clero diocesano, removible de
una parroquia a otra o de un cargo a otro, y hasta que un religioso,
fácilmente transferible de un convento a otro por el simple mandato de un
superior. |
Cada
casa o comunidad oratoriana, se llama «Congregación». Precisamente esta
denominación nos la dio la S. Sede para distinguirnos de las órdenes", a
pesar de observar como ellas la vida evangélica o, como se decía más
antiguamente, «la vida apostólicas. Luego, otras obras parecidas, y aun
diferentes al Oratorio, también tomaron dicho nombre, acuñado por Gregorio
XIII especialmente para nosotros. El conjunto de todas las casas o
comunidades ―«Congregaciones del Oratorio»― esparcidas por el
mundo, forma la llamada «Confederación del Oratorio de San Felipe Neri». |
Tenemos
dos principios fundamentales: el primero es el ya declarado de la ausencia de
votos, es decir, que nos proponemos seguir la vida evangélica y apostólica
por el vínculo de la caridad, con lo cual la ausencia de votos no puede
significar olvido de las virtudes, sino apertura libre a una generosidad que
supere la obligación mínima de una interpretación legalista. |
El
segundo principio es que cada casa o «Congregación del Oratorio» se gobierna
por sí misma, autónoma respecto de las otras hermanas. |
La
autonomía de cada Congregación respecto de las demás, es parecida a la
autonomía de cada diócesis, respecto de las demás diócesis en la única
Iglesia. |
Allí
donde, excepcionalmente, la iglesia del Oratorio fuese también parroquia, los
asuntos parroquiales constituirían una actividad que estaría sujeta al Obispo
local, en la forma recíprocamente acordada, salvo si la Iglesia no fuese la
propia del Oratorio. Pero con relación al régimen interno, cada Oratorio está
sujeto directamente a la S. Sede, es decir, al Papa, quien aprobó las
Constituciones por las que se gobiernan todas las Congregaciones. |
Ningún
cambio o revisión de las Constituciones puede hacerse sin la aprobación de la
S. Sede. |
San
Felipe Neri y la fundación del Oratorio |
El
Oratorio fue fundado por san Felipe Neri (1515-1595) en Roma . Es uno de los
grandes santos de aquellos tiempos en que la Iglesia emprendía su verdadera
renovación, en pleno siglo XVI. Aunque nació en Florencia, se le llama
"Apóstol de Roma, y es venerado {6 (86)} como copatrono de la Ciudad
Eterna, junto con los santos Pedro y Pablo. Allí vivió sesenta años. Y puede
decirse que, mientras otros santos emprendían grandes obras de apostolado
(san Ignacio) o de renovación conventual (sta. Teresa), Felipe se empleó en
la reforma de la vida moral y religiosa de Roma. |
Desde
España podemos alegrarnos de que, significativamente, estos santos fueran
canonizados junto con san Felipe, en el mismo día del año 1622, por Gregorio
XIV. |
Cuando
se recuerda a san Felipe es preciso no olvidarse de su vida como apóstol
seglar, pues se ordenó de sacerdote sólo cuando estaba a punto de cumplir los
36 años. Podría llamarse, como ahora se dice, una vocación tardía. Pero
durante su vida de laico se empleó en la asidua oración y en obras de
apostolado y caridad, como visitas a los hospitales (pues entonces estaban
muy desatendidos), servicio de los peregrinos y atención a los jóvenes. |
El
origen o principios del Oratorio puede fijarse en el año 1552, cuando san
Felipe empezó a reunir en torno suyo a un pequeño grupo de jóvenes laicos con
quienes tenía encuentros informales en su cuarto para orar, leer y comentar
la palabra de Dios en forma dialogada. Estos encuentros que gradualmente
asumieron una forma más definida con la música y conferencias, fueron más
tarde llamados «Oratorio, es decir, lugar para la oración y modo especial de
"orar". Éste es el origen del nombre «Oratorios, que más tarde se
utilizó para aplicarlo a la Congregación del Oratorio, es decir, el nombre
que actualmente llevamos los que intentamos continuar su obra, ser fieles a
su espíritu y mantener su estilo. Cuando su fiel discípulo, Tarugi, intenta
resumir lo que constituía la esencia del Oratorio, dice: «El pensamiento de
nuestro santo fundador ha sido que su Instituto tuviese por función propia y
particular la de anunciar la palabra de Dios cada día de la semana, como en
los domingos». Y también decía: «El Oratorio y la oración son el fundamento
de la Congregación». |
Decíamos
que tenía importancia la vida de san Felipe como seglar y, del mismo modo,
decíamos que él, en principio, no pensaba en fundación alguna. Lo importante
del llamado espontáneamente «Oratorio por sus primeros seguidores, eran los
laicos que se agrupaban en torno a Felipe. Después se pensó en que algunos
recibieran el orden del presbiterado con el fin de poderles atender. Y es que
el número de discípulos, especialmente jóvenes, fue creciendo de tal modo,
que le era imposible atenderlos él solo. Fue entonces cuando decidió que
algunos de sus discípulos se ordenaran sacerdotes. Entre los primeros se
cuentan el citado Tarugi y Baronio, Éste emprendió una expurgación {7 (87)}
crítica del Martirologio Romano y emprendió la monumental obra de los Anales
Eclesiásticos), comparable, desde el lado de la Historia, a la que antes
legara a la Iglesia santo Tomás con la Suma, en Teología. |
Poco
hacía que un papa austero y reformador, como lo fue Pío V, había prohibido
nuevas fundaciones e impuesto votos a las existentes, cuando otro papa,
experto jurista y lleno de sentido común, quiso, sin que lo buscara el propio
san Felipe, que el Oratorio adquiriera naturaleza institucional y lo erigió
en «Congregación del Oratorio, por la que, directamente, entraba en el
derecho pontificio, mediante la Bula de 15 de julio de 1575. El mismo año se
levantó una iglesia nueva ―se llama todavía «la Chiesa Nuova»―
donde reposa, en su altar san Felipe, venerado por toda Roma. Y, frente a
ella, mana una fuente de agua buenísima, que recuerda el nombre antiguo del
lugar: «Santa Maria in pozzo bianco». |
Desarrollo
del Oratorio |
EL
Oratorio se extendió rápidamente en los siglos XVII y XVIII, en los que
ejerció considerable influencia. Oratorios se fundaron en Italia, España,
Portugal, Polonia, Alemania, México, Sudamérica, Estados Unidos, Malta,
Ceilán, Canadá. En Francia fue introducido por Berulle, en 1611, como un
cuerpo centralizado, lo que le distingue del modelo original romano, que es
el adoptado en todas partes, excepto en Francia, sin que ello impida la
relación fraternal con todos. |
Tiene
importancia la mención de Inglaterra, donde en el siglo pasado Newman
encabezó el llamado «Movimiento de Oxford», que originó gran cantidad de
conversiones al catolicismo y él mismo, una vez ingresado en la Iglesia
romana, emprendió la fundación del Oratorio en Inglaterra, donde con denodado
y generoso esfuerzo, hizo tanto por reformar y renovar la vida intelectual
del catolicismo del siglo XIX y cuya influencia se deja sentir aún más en el
siglo XX. Newman tiene {8 (88)} la talla, según el papa Pío XII, de un Doctor
de la Iglesia y de un Santo. |
Es
verdad que las leyes de desamortización y de reforma fueron particularmente
perjudiciales para muchos Oratorios, dada la autonomía que les caracteriza.
Pero en la actualidad nuestras leyes internas contemplan la posibilidad de
constituir Federaciones, con base regional, o cultural, o apostólica, que
permiten, sin menoscabo de la propia fisonomía de cada Congregación, mayores
garantías apostólicas e institucionales. |
La
vocación de un oratoriano |
SI
tenemos en cuenta a san Felipe, es evidente que no se puede tomar el Oratorio
como una simple fórmula de vida común entre clérigos y laicos. El Oratorio no
es una pensión. Y por eso hay que entender el espíritu de san Felipe como
algo verdaderamente especial a lo que se quiere ser fiel, con el propósito
serio de entregarse a la vida evangélica y apostólica en una determinada
comunidad o Congregación. Habrá que purificar las intenciones y aplicar a
ellas la generosidad. Ello hará sencilla la entrega, si se acompaña de
confianza en la gracia y ayuda de Dios. |
En
el Oratorio reina el orden y la laboriosidad, si bien con mayores
oportunidades que en otras partes para la oración, la lectura y el estudio,
lo cual no sólo facilita el acercamiento a Dios, sino que prepara para una
mejor semejanza a Santo que queremos imitar y para el servicio de la Iglesia
y las almas. |
Se
equivocaría quien imaginara encontrar en el Oratorio un camino que le llevara
a la fama. San Felipe fue muy estricto en lo que consideraba esencial para la
vida en común. Más tarde, Newman, que había fundado el Oratorio en
Inglaterra, comentaba un texto paulino aplicándolo a la vida de comunidad en
el Oratorio, y decía que ésta sólo es posible cuando se anuda a tres
ataduras: el amor, la obediencia y el acuerdo de las mentes
—"intellectual agreement"— y acentuaba la importancia de este tercer
elemento, sin el cual es inútil insistir en los dos primeros. |
Cualquiera
que pensara venir al Oratorio, debería considerarlo no como una solución para
su vida, ni como un refugio, decía el padre Faber. El que viniere al Oratorio
debería estudiar a san Felipe y debería querer ser santo. Y sería, además,
feliz. |
«Dadme
diez hombres desprendidos del mundo ―decía san Felipe― y
convertiré el mundo con ellos». |
Para
mí lo más importante no es hacer conversiones, sino edificar la fe de los
católicos. |
JOHN
HENRY NEWMAN, C. O. |
{9
(89)} |
5.
San Felipe, apóstol de la conversión |
NO
se puede comprender el apostolado de san Felipe Neri en la Roma del s. XVI,
con sólo considerarlo desde la vertiente de su vida de sacerdote que, como
sabemos, abarca los últimos cuarenta y cuatro años de su vida, dado que fue
ordenado cuando le faltaba poco para cumplir los treinta y seis. La figura de
san Felipe sacerdote es importante porque completa su personalidad
apostólica; pero no se puede prescindir de un precedente que la determina y
marca profundamente, con un estilo que hace de san Felipe un sacerdote del
todo especial: en su época muchos accedían al sacerdocio o para huir del
mundo en busca de una vía de más segura santificación, o —incluso sin dejar
de lado el sentido piadoso de ejercer con rectitud los sagrados
ministerios― para procurarse una sustentación decorosa y respetable
dentro de la estructura clerical. Inimaginable esta segunda motivación, ni
siquiera remota. En cuanto a la primera, él mismo había repetido muchas
veces, «que no creía haber dejado el mundo nunca», y no lo aseveraba por pura
exageración humilde, sino porque ¿dónde habría podido ejercer el bien o
convertir a pecadores, si no en medio del mundo? En efecto, durante su vida
laical, Felipe se mueve por calles y barrios romanos, por tiendas y bancos, y
trata espontáneamente con todo el mundo, no para concesiones disipadoras de
aquella tensión interior a que había llegado por su intensa dedicación a la
plegaria y al estudio y meditación de Dios, sino para convertir a los que le
tratan, {10 (90)} del pecado a la reconciliación con Dios, o de la tibieza al
fervor apostólico. «¿Qué hacéis? —solía decir―. Ya es hora de despertar
y convertirse y obrar el bien». |
Cuando
Persiano Rosa ―un sencillo y ejemplar sacerdote― le convence para
que reciba el presbiterado, no lo aceptan Felipe para cambiar de vida, sino
para poder mejor seguir haciendo lo que ya le ocupaba del todo en su vida de
seglar. Cuando, más tarde, siendo ya sacerdote, se encuentra con que no
alcanzaba a atender al grupo de adictos que tenía que formar y educar en la
fe y en la práctica de la oración, y con que le van viniendo nuevos
convertidos, que siempre encontraba porque siempre buscaba, no le queda más
remedio que hacer ordenar a alguno de los primeros convertidos más fieles
para que le ayuden e imiten en esa tarea inaplazable y creciente. Lo que
luego será la «Congregación del Oratorio», no procedería de un proyecto
fundacional predeterminado, sino que resultaría de su espontaneidad
apostólica, la cual, llegado el momento y sin pretenderlo directamente el
mismo san Felipe, el papa Gregorio XIII se apresuraría a legitimar dándole su
original forma jurídica. |
Desde
su vida de seglar, por donde pasaba san Felipe hacía el bien y convertía y
comprometía sin concesiones para el apostolado a los que se le acercaban. De
sacerdote, hizo lo mismo, y con más medios. Por esta razón no es exacto darle
al Santo otras calificaciones que no sean subsidiarias de ésta {11 (91)} que
abarca todo el sentido de su vida y de su apostolado: la oración para la
conversión, los sacramentos para la conversión, el ejercicio de las obras de
caridad para la conversión, el gozo y la alegría de hacer el bien para la
conversión... |
Ese
vuelco del alma hacia Dios, en la oración, en la eucaristía, en la lectura de
la palabra de Dios, en la obra de misericordia realizada sin ostentación,
viendo a Jesucristo en el pobre o en el desorientado... él la había
experimentado y hasta el final de su vida cada misa le sacudía de nuevo el
corazón, y cuando perdonaba en el sacramento de la penitencia, y cuando se
perdía en el pensamiento elevado a Dios... |
Solamente
el que se ha convertido y se convierte todavía, puede y sabe y sirve a Dios
para convertir a otros; el que no tiene experiencias de conversión propia o
las olvida, no convierte a otros, y sólo administra, si acaso, lo santo. Éste
no era el caso de san Felipe sacerdote, el gran convertidor de Roma, el que
transformó no sólo a docenas y cientos de pecadores, sino la entera ciudad,
entonces paganizada, y cambió en fervorosa. |
Simpático
y amigo especialmente de los jóvenes, a muchos rescató de la vagancia y el
pecado, sin tener que condescender, para atraerles, con profanidades o
halagos disipadores. Es natural que los sacramentos, y también el de la
penitencia, entraran en el proceso de sus conversiones, y que fue, además, un
experto formador y orientador de conciencias, pero sin perder el mismo ni
hacer perder el tiempo a nadie con evasiones sentimentales o cultivo de
clientelas narcisistas. |
Amó
siempre a todos, y amo a Roma a pesar de no ser romano, logrando con su larga
dedicación, que admitiera la sinceridad de una alternativa radical para
pasar, entonces, la ciudad de los Papas, de la mediocridad rutinaria e
indolente hasta pecadora, al fervor gozoso de la vida cristiana
redescubierta, en la oración, en la eucaristía, en la palabra de Dios, en las
obras de misericordia. |
{12
(92)} |
6.
El primer Oratorio de España: Valencia |
EL
PRIMER Oratorio español se fundó en la ciudad de Valencia, en 1645. A partir
de esta fundación, y en el transcurso de casi dos siglos, se multiplicaron
las Congregaciones del Oratorio por la geografía española hasta alcanzar la
treintena. Pero la desamortización de Mendizábal (1837) resultó sumamente
perjudicial para las casas del Oratorio como para otras comunidades, si bien
luego muchas de sus iglesias e incluso casas fueron recuperadas, pero, al no
existir un organismo que representara a todos los oratorianos (como existe en
la actualidad, dado por la S. Sede, en nuestras Constituciones y Estatutos),
se desplazó la recuperación de los bienes propios del Oratorio hacia las
respectivas diócesis en cuyo marco se hallaban establecidos; otras veces fue
una absorción para prevenir y evitar, precisamente, los efectos
desamortizadores. No muy lejos de nosotros se encuentran nombres de ciudades
que fueron sede de antiguos Oratorios desaparecidos en la actualidad, por
aquellas causas: Villena, Madrid, Murcia, Granada, Córdoba, Valencia... Al de
esta última ciudad queremos referirnos ahora, porque fue el primero de los
fundados en España, y el que dio lugar a las demás fundaciones no sólo
españolas, sino americanas. Respecto de éstas, bien puede decirse, en honrosa
compensación, que el padre Pérez de Espinosa, fundador del Oratorio de San
Miguel {13 (93)} de Allende, en México, vino a restaurar el Oratorio español
de Córdoba y fundó luego (1742) el de Málaga. |
La
primera noticia de s. Felipe Neri en España |
El
doce de marzo de 1622 el papa Gregorio XV canonizaba a nuestro Padre san
Felipe Neri, que era aclamado por todo el pueblo romano, como Patrono de la
ciudad de los Papas. En aquella primavera se hallaba en la ciudad de Valencia
un noble florentino, llamado Paolo Antonio Giuliani, quien al recibir la
noticia de que su paisano acababa de ser elevado al honor de los altares, se
creyó obligado a celebrarlo dedicándole tres días de culto en la iglesia de
san Andrés. Acudió a las celebraciones gran cantidad de gente, tanto de la
nobleza como del pueblo sencillo, y muchos eclesiásticos. No satisfecho con
ello, el Giuliani quiso sufragar la construcción de un hermoso altar dedicado
a san Felipe. |
La
primera "vida" de san Felipe publicada en España |
Pero
la Providencia iba tejiendo el modo de difundir todavía más, entre el noble
pueblo valenciano, el interés y la devoción por el nuevo Santo. Por el año
1611, el joven Luis Beltrán Marco, nacido en la ciudad del Turia, hubo de
trasladarse a Roma para resolver asuntos profanos. |
Ali
luto noticia de san Felipe, ya popular y famoso por su santidad, a pesar de
no haber alcanzado todavía la canonización. Luis Beltrán se sintió atraído
por la figura de Felipe, hasta entrarle deseos de mudar su vida, demasiado
mundana, y consagrarse enteramente a Dios. Así lo hizo tomando el hábito de
dominico, y poniéndose a escribir la Vida de san Felipe, como agradecimiento
a la propia conversión, que le atribuía. Esta Vida de san Felipe es la
primera que se imprimió en España (1625) y su autor la dedicó al compatricio
de san Felipe y huésped valenciano Paolo Antonio Giuliani, que inauguró el
culto al Santo en España, y precisamente en Valencia. |
Los
fundadores |
La
difusión de este libro despertó una corriente de interés y devoción, que
concitaba, al poco tiempo, a cuatro ejemplares valencianos, dispuestos a
fundar un Oratorio en Valencia, para imitar al Santo y repetir allí su acción
apostólica. Tres de ellos eran sacerdotes doctos virtuosos, y se llamaban
Felipe Pesantes, Francisco Sorela y Juan García. El cuarto era un hombre
insigne por su nobleza {14 (94)} bleza y ejemplaridad cristiana, y se llamaba
Miguel Cervellón, casado con Vicenta Mompalau, hija de los barones de
Gestalgar. Lo singular de este matrimonio de la nobleza valenciana, fue que
se pusieron de acuerdo para entregarse cada uno enteramente a Dios, y
mientras él se preparaba para el sacerdocio en vistas a la proyectada
fundación, ella tomó el hábito franciscano en el convento de la Trinidad de
Valencia. |
Ya
estaban dispuestos los cuatro candidatos para la fundación, pero carecían de
experiencia para aquel nuevo método de vida, tan diferente del comúnmente
tenido por los religiosos. Tampoco fue posible obtener el traslado a Valencia
de algún padre experimentado del Oratorio de Roma, o del de Nápoles, para que
les iniciara y acompañara en aquella santa aventura. Pero mientras buscaban
cómo resolver ésta y otras dificultades, Dios preparaba el modo para dar un
comienzo sólido al tan elevado proyecto. |
Luís
Crespi de Borja |
Un
pavorde de la iglesia metropolitana de Valencia, Don Luís Crespi de Borja,
hubo de pasar a Roma con el encargo de resolver un problema de aquel cabildo,
y a Roma partió el año 1633, donde no tardó en establecer un contacto
espontáneo con la Congregación del Oratorio de Roma, y tan asiduo se mostraba
en la asistencia a los ejercicios del Oratorio y en la amistad con algunos de
los Padres que casi lo confundían con ellos. Contaba a la sazón veintiséis
años y ya estaba dispuesto a pedir el ingreso en el Oratorio romano, cuando,
con buen sentido, el padre Giacomo Bacci (célebre por la biografía que
escribió de san Felipe) le disuadió para que volviera a España «porque será
grande el fruto que sacaréis en Valencia». |
El
crucifijo de san Felipe |
Al
regresar a Valencia, no se habían enfriado los ánimos de los proyectos allí
nacidos, aunque sí había fallecido el admirable y generoso don Miguel de
Cervellón. Pero don Luís Crespi regresaba precisamente en el momento en que
ya se disponía a partir para Roma, con objeto de practicar una experiencia de
la vida oratoriana, el más entusiasta de los candidatos, el presbítero Felipe
Pesantes. |
Mas
ya no era necesario tal viaje al reunirse el recién llegado con el pequeño
grupo original, que comenzaba a ver los cielos abiertos a sus esperanzas. Por
motivos parecidos a los que llevaron al Crespi a Roma en su primer viaje,
→ {15 (95)} hubo de hacerlo, al poco, por segunda vez, lo cual
consolidó la preparación que era necesaria para que todo se hiciera del mejor
modo, en aquella fundación. Los Padres del Oratorio romano regalaron al
Crespi un crucifijo de san Felipe que luego sería colocado en el altar mayor
de la iglesia del Oratorio de Valencia. |
Comunidad
valenciana del Oratorio |
Ya
en Valencia, no fueron fáciles los primeros pasos de la fundación del
Oratorio, pues la novedad de modo de vida consagrada a Dios, tan diferente de
la de los religiosos, no parecía que ofreciera garantías ni para el sustento,
ni para la perseverancia de sus miembros, ni para la eficacia de sus
virtuosos propósitos. Finalmente, y aun careciendo de iglesia propia, se
allanaron las dificultades, y el 8 de septiembre de 1645, quedaba establecida
la Congregación del Oratorio, que nacía, por decirlo así, en casa ajena, pues
el Sr. Arzobispo, Fr. Isidoro Aliaga, les cedía provisionalmente la iglesia
de san Juan. |
La
peste de 1647 |
En
este momento constituían la comunidad, junto a Luís Crespi de Borja, los
también sacerdotes Felipe Pesantes y Boil, Luís Escribá y Zapata, y Juan
Jerónimo Perlusa; pero enseguida se les agregaron Luís de Liñán, Gaspar
Tagüenga y Felipe Bresa. Iniciaron la vida común en una casa que adquirieron
en las inmediaciones de san Juan del Hospital. Iban a iniciar la construcción
de una iglesia propia y casa más adecuada, cuando, en 1647, una epidemia de
peste se abatió sobre la ciudad. Lo que parecía un gran impedimento para la
consolidación del naciente Oratorio, se convirtió, en cambio, en ocasión de
generoso y ejemplar apostolado de sus miembros, los cuales se prodigaron en
trabajos y obras de misericordia y caridad, que les granjearon la estima y
veneración de pueblo y autoridades. El mismo Crespi fue solicitado por el
moribundo{1} Arzobispo para que le asistiera en su agonía y piadosa muerte. |
"Els
Santets" |
Pasada
la calamidad de la peste, se dispusieron a llevar adelante la construcción de
iglesia y casa para la joven Congregación del Oratorio, y encontraron lugar
cerca de la calle del Mar, en un barrio llamado de los "Santets"
(por la tradición de las escenificaciones populares, todavía conservadas,
relativas a la vida de san Vicente Mártir). Un historiador de la época
―Fr. Tomás de la Resurrección, trinitario―, se complace en
comentar como muy {16 (96)} apropiado el nombre del barrio
("Santets": santitos) con la ejemplaridad y virtudes de aquellos
nuevos moradores, pequeños en numero, pero humildes y laboriosos en la
caridad y la predicación de la palabra de Dios. Algunos quisieron interpretar
la edificación de la nueva iglesia y la presencia de aquellos ejemplares
sacerdotes, precisamente en aquel lugar, como si Dios hubiese querido
purificar y santificar, de esta manera, un lugar de la ciudad hasta entonces
demasiado profano, como si "una casa de oración" (Oratorio) viniera
a substituir los excesos del jolgorio de tascas, casas de juego y lugar de
las "comedias", pues el emplazamiento de la nueva casa e iglesia se
situaba ―y continua en pie― al final de la calle de las Comedias
en la plaza llamada entonces de la Congregación (porque estaba frente a la
Congregación del Oratorio), aunque luego ha recibido otros nombres. |
Otros,
sin embargo, han querido relacionar lo de las "comedias" con la
alegría, con el arte y la festividad, tan peculiar del espíritu de san
Felipe, quien con gran maestría supo combinar el gozo y disfrute de lo bello
(poesía, música, arquitectura... naturaleza), con la oración y el amor a
Dios, al fin y al cabo autor de la vida, cuya bondad y hermosura solamente
destruye la malicia y lo que verdaderamente sea pecado. |
Oratorio
y Universidad |
Otro
detalle tiene especial importancia, y es la proximidad del nuevo Oratorio a
la Universidad de Valencia. |
No
es el lugar de exponer las biografías de los primeros miembros del Oratorio
valenciano; la mayoría de ellos se habían doctorado en aquella Universidad y,
en concreto, dos de ellos (el propio Crespi y el padre Domingo Sarrió, que
convivió con él en la Congregación, al poco de fundada), ocuparon cátedras de
teología y sagrados cánones en la Universidad. Pero más importante que esta
docencia, fueron las actividades y trato con la juventud estudiantil y el
apostolado y orientación humana y cristiana a la que se mostraban abiertos. |
El
padre Tosca |
A
este espíritu cristiano y sentido cultural, que ya distinguid al primer
Oratorio de san Felipe ―¡no se puede olvidar que era un florentino,
aunque santo, del Renacimiento!― habría que añadir otros nombres
posteriores que, en el Oratorio de Valencia, junto a una vida apostólica,
fueron fieles a la propia ciudad y luminosos por la {17 (97)} proyección de
su saber, generalmente con sentido marcadamente renovador. Bástenos citar el
nombre del padre Tomas Vicente Tosca (1651-1725), filósofo, matemático,
astrónomo..., conocido más generalmente por haber diseñado el plano de la
ciudad de Valencia, con una perfección que le sitúa a la cabeza de los que,
en Europa, hicieron algo parecido con otras ciudades. Aunque lo más destacado
del padre Tosca ―que también profesó en la Universidad de
Valencia― seguramente fuera la aportación que hace en su «Compendio
Mathematico» al presentar la física como una disciplina "positiva"
y no ―hace notar el Dr. José M." López Piñero― como un
tratado filosófico al uso de entonces, con criterios escolásticos, sino como
una síntesis de las «ciencias que tratan de la cantidad». |
...
"Días llenos" |
Pero
el padre Tomás Vicente Tosca es una figura suficientemente importante para
que, en otra ocasión, le dediquemos alguna página especial. Y lo mismo cabría
decir del primer Prepósito del Oratorio de Valencia, el padre Felipe
Pesantes, y, sobre todo, del padre Luís Crespi de Borja que, si murió en edad
todavía temprana para ser llamada vejez, mereció en su epitafio ―que
puede leerse en su sepulcro, en la iglesia del Oratorio de Valencia (ahora en
posesión de la mitra, y conocida como iglesia parroquial de santo Tomás y san
Felipe)― cuando se dice que «murió a los cincuenta y cinco años, no
lleno de días, pero sí de días llenos». |
La
conciencia tiene derechos porque tiene obligaciones, pero en nuestra época
para una gran parte del público, el derecho mismo y la libertad de conciencia
consiste en acabar con la conciencia e ignorar al Legislador y Juez, y
sentirse independiente de toda obligación que no se ve. |
JOHN
HENRY NEWMAN, C. O. |
{18
(98)} |
7.
Almas oxidadas |
MUCHOS
hombres son abiertamente contrarios a la religión o desobedecen de modo
manifiesto sus preceptos: pero fijémonos más bien en aquellos que tienen
costumbres más sobrias o una actitud mental más concienciosa. Estos poseen
alguna buena cualidad e incluso son, en un cierto sentido religiosos; pero no
están despiertos y vigilantes. En pocas palabras, su concepto de la religión
es éste: amar a Dios, está bien, pero también amar este mundo.... sirven a
Dios y lo buscan, pero consideran este mundo como si fuese eterno y no
solamente el escenario temporal de sus deberes y de sus privilegios, y jamás
toman en consideración la posibilidad de ser separados de él... |
Su
error consiste en identificar a Dios con este mundo, y consiguientemente
permanecer en un estado de idolatría respecto a este mundo; y de este modo se
desembarazan de la molestia y de la fatiga de tener que buscar a su Dios,
desde el momento en que ya lo han encontrado en los bienes de esta tierra, o
al menos así lo creen... Están pegados al dinero, a su posición social, al
buen nombre que conservan frente a los demás, a la propia influencia. Es
posible que mejoren en su conducta, pero no en sus radicales aspiraciones;
caminan, pero no se elevan: |
se
mueven a ras de tierra y, aunque caminaran durante siglos, no se colocarían
jamás por encima de la atmósfera de este mundo... |
Sin
pretender negar a tales personas un elogio por sus buenas costumbres y por
sus prácticas religiosas, hay que decir que les falta un corazón capaz de
sensibilizarse para dirigir el pensamiento a Cristo y vivir en su amor. El
aire del mundo tiene un terrible poder, un poder que se puede decir que oxida
el alma... Y como un óxido que ataca el metal y lo corroe, de este mismo modo
el espíritu mundano penetra cada vez más profundamente en el alma que lo
acoge… Hermanos míos, pedid a Cristo que os dé un corazón para buscarle a él
con sinceridad; no os dejéis engañar por lo que son solamente sombras de
religión., palabras, disputas, nociones, declaraciones y, más que nada,
excusas... Pedirle que os dé un corazón como dicen las Escrituras «sincero y
bueno» o también «un corazón perfecto» y, sin perder tiempo, empezad
enseguida a obedecerle con ese corazón renovado. |
JOHN
HENRY NEWMAN, C. O. |
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