Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
213. MAYO. Año 1984 |
0.
SUMARIO |
GOZARNOS
en los santos de Dios, porque en ellos la gracia se ha manifestado
ejemplarmente, convertida en realidad vivida. Y gozarnos, con profunda
gratitud hacia Dios, por los santos que ha colocado en nuestro camino hacia
él, para que nos sean guías y padres en nuestro acercamiento al Evangelio:
pues eso representa san Felipe Neri para todos los que nos consideramos sus
hijos. |
MEMORANDA... |
ESPÍRITU
Y LIBERTAD |
LOS
LIBROS DE SAN FELIPE |
TEOLOGÍA
DE LA LIBERTAD |
FELIPE,
SANTO Y POETA |
EL
FRUSTRADO ORATORIO DE MILÁN |
DOCUMENTOS
DE SAN FELIPE NERI |
SAN
FELIPE Y EL DINERO |
{1
(81)} |
1.
MEMORANDA |
1515,
nace san Felipe en la ciudad de Florencia. |
515,
nace san Felipe en la ciudad de Florencia. |
{1533,
va a San Germano (Nápoles), con sus parientes,} a cuya herencia renuncia. |
1534,
pasa a Roma, para el resto de su vida, dedicada a la oración у al
apostolado. |
1551,
Persiano Rosa, su confesor, lo lleva al Sacerdocio, y es ordenado el 23 de
mayo, en la iglesia de San Tomaso in Parione; vive en San Jerónimo de la
Caridad, verdadera cuna del Oratorio. |
1575,
Gregorio XIII erige a perpetuidad la Congregación del Oratorio. |
1595,
en la fiesta del Corpus, después de anunciar el día y la hora, muere san
Felipe. |
1622,
es canonizado por Gregorio XV. |
1645,
se funda la primera Congregación del Oratorio en España (Valencia). |
1669,
se funda la primera Congregación en América (Puebla, Méx.). |
. .
. |
{2
(82)} |
2.
Espíritu y libertad |
LOS
SANTOS han llegado a serlo por la libertad que han encontrado en la Iglesia
para realizarse, en espíritu, como hijos de Dios. Esa libertad la Iglesia la
reconoce a todos los bautizados, sin la cual no podrían responder a la
vocación de la filiación divina. Pero dentro del llamamiento general a esta
santidad para todos, la Iglesia, maternalmente, ha ido reconociendo y
amparando diversidad de «formas de vida», que el Espíritu mismo de Dios ha
suscitado en su seno, para que la riqueza de los dones con que la bendice, la
hermoseara e hiciera más fecunda. De este modo han surgido, con diferentes
denominaciones, según las épocas, órdenes, congregaciones, institutos,
sociedades y familias de cristianos que, llevados del deseo de radicalizarse
en la observancia de la vida tal como se desprende del Evangelio, han querido
ajustarse lo más posible a los consejos de éste, para parecerse a Cristo y
ser, ya desde ahora, anuncio de su Reino. Tal como se proclama en sus
documentos y se reconoce en las leyes de la Iglesia, el estado cuya esencia
está en la profesión de los consejos evangélicos, no forma parte de la
estructura jerárquica de la Iglesia, pero pertenece, de manera indiscutible,
a su vida y a su santidad. Y por ello todos en la Iglesia deben apoyarlo y
promoverlo. |
Una
de las más originales, entre estas «formas de vida» evangélica, es la que
surgió alrededor de nuestro Padre san Felipe Neri, conocida luego con el
nombre de «Congregación del Oratorio», de la cual él mismo protestaba que no
podía considerarse fundador, porque había sido el Espíritu de Dios quien la
había creado. En efecto, hacía poco que el papa san Pío V, había generalizado
rigurosamente los votos solemnes religiosos, y nada estaba más lejos de
Felipe que emitir voto alguno, aunque sí estaba firmemente decidido a su
total entrega a una vida de santidad, ofrecida en la Iglesia, que necesitaba,
más que nunca, ser restaurada, y precisamente en {3 (83)} su corazón, Roma.
Pocos comprendían, incluso entre los eclesiásticos, el estilo y espíritu de
Felipe, que tampoco pretendía especiales reconocimientos, sino seguir gozando
de una parcela de libertad para mejor entregarse a Dios y al apostolado,
durante muchos años como seglar. Pero ya sacerdote, y cuando algunos de sus
discípulos seglares se habían ordenado para unírsele en la misma forma de
vida y apostolado, hubo un papa que quiso poner fuera de toda duda la labor
de Felipe y el grupo formado junto a él: |
fue
Gregorio XIII, que creyó que, aun sin la emisión de votos, podía reconocer
aquella «Congregación» en la bula «Copiosus in misericordia» de 1575. |
Ello
constituía toda una singularidad, a tan corta distancia del Tridentino y de
las disposiciones de Pío V; pero, para que no cupiera duda alguna, poco más
tarde, en las primeras originales Constituciones aprobadas por Paulo V, se
confirma de nuevo. |
La
ausencia de votos, según Felipe, no significaba desprecio o merma del interés
por las virtudes. Decía Felipe: «No quiero, para los míos, los votos de los
religiosos, pero sí todas sus virtudes». En realidad, los votos como tales,
ni siquiera habían sido mencionados en las órdenes más antiguas, sino que
eran una especificación posterior, que el derecho acababa de generalizar. |
Pero
el Espíritu está por encima del derecho, y el amor es la plenitud de la ley,
porque el Espíritu es libre, y la Iglesia lo reconoce, lo proclama y lo
ampara. |
Los
mismos "ojos iluminados" la Iglesia, junto con vosotros, pide para
tantos cristianos, especialmente para la juventud, a fin de que puedan
descubrir este camino (de los consejos evangélicos) y no tengan miedo de
seguirlo, y para que, aun en medio de las circunstancias adversas de la vida
de hoy, puedan escuchar el «Sígueme» de Cristo. |
Redemptionis
donum, 16, de Juan Pablo II |
{4
(84)} |
3.
LOS LIBROS DE SAN FELIPE |
LOS
BIÓGRAFOS de san Felipe cuentan cómo, en su juventud, después de haber
estudiado filosofía y teología, siendo todavía seglar, en Roma, decidió
vender todos sus libros y entregar el dinero a los pobres. Metido en obras de
apostolado y de asistencia a enfermos y peregrinos, iría escaso de medios
para la buena labor que le ocupaba; por otra parte, sentiría el apego hacia
lo propio y quiso desprenderse de la única riqueza que su reducida biblioteca
pudiera representar. No fue éste el primer acto de desprendimiento de su
vida, pues sabemos bien, no sólo de la austeridad en que vivió desde niño en
Florencia, con los suyos, sino que cuando la suerte, según dirían los
mundanos, le sonreía ante la expectativa de heredar negocio y fortuna de sus
parientes de San Germán, declinó el aceptar aquel porvenir y decidió ir a
Roma para entregarse totalmente y libremente a Dios, como apóstol seglar. Más
tarde, cuando de consejos a los que a él acudirán, les dirá que la sabiduría
verdadera no viene por el camino de los libros, sino de la oración. De todos
modos, no consta explícitamente cómo insistía entre los suyos para que
estudiasen y profundizaran en el conocimiento de las verdades sobre Dios y de
la historia de la Iglesia. Y él mismo, ya anciano, discutía con agilidad de
mente sobre cuestiones teológicas sacadas de la Suma de santo Tomás, con
jóvenes estudiantes a los que forzaba a argumentar en la discusión espontánea
de materias de estudio. Y si decimos que, en aquellos tiempos, apenas
descubierta la imprenta, ya la tenían en el naciente Oratorio fundado por san
Felipe, para imprimir las obras que algunos de sus discípulos escribían, por
descontado que queda demostrado el aprecio que, no solamente de la cultura
cristiana, sino también de su difusión tenía nuestro santo Padre, y de cómo
lo fomentaba entre los suyos. |
Pero
hay un par de libros que merecen ser mencionados de manera especial, porque
nunca se separó {5 (85)} de ellos y sirven para entender algunos de los
rasgos de su espíritu, verdaderamente singular. |
Se
trata de dos libros que conoció en su infancia, en Florencia, probablemente
en la misma escuela y en su casa: es el libro de las Laudi, de Iacopone da
Todi, y las Facezie, de Arlotto Mainardi. Libros muy significativos, aunque
totalmente dispares, el primero de poesía, el segundo de humor. |
En
cuanto a Iacopone da Todi (1230-1306), se le llamaba «el juglar de Dios»,
heredero del fervor místico franciscano, gran poeta religioso, que después de
haber estudiado filosofía y derecho en Bolonia, y ejercido por un tiempo el
oficio de notario, se consagró enteramente a Dios vistiendo el hábito de san
Francisco, pero no sin pasar por grandes pruebas y contradicciones, que no
sirvieron para otra cosa que para acerar su sinceridad evangélica. Jesús,
María, la Iglesia, serán los temas de sus composiciones, en contraste con la
vanidad del mundo y el pensamiento de la muerte. |
Casi
puede decirse de él que compuso, con sus versos, su biografía poética. Con el
«stil nuovo», surgido de las corrientes literarias provenzales y sicilianas,
introduce a lo que pronto, desde otras latitudes europeas, se llamará la
devotio moderna y que tendrá su expresión en la glosa y recuerdo del misterio
de la encarnación del Señor. {6 (86)} Él escribía principalmente para los
novicios "menores", pero sus composiciones acababan en manos
principalmente de los laicos cristianos, y eran estimadas en amplios sectores
de los más despiertos fieles florentinos; por esta razón lo conoció y leyó en
su escuela, y aprendió de memoria algunos de aquellos poemas llamados Laudi: |
«Se
per diletto tu cencando vai, cerca Gesù e contento sarai...»; «Cristo è
fiorito nella carne pura, onde si allegri ogni creatura»; «Bontade si
lamenta, l'Affetto non l'ha amata...» Cuando mayor, y en el Oratorio,
sirvieron, con otros textos, de lectura para comentar y meditar, y de letra
para musicar por Palestrina, Aminuccia, Soto y algún otro músico de los
devotos seguidores de san Felipe, en las primeras reuniones del Oratorio.
Pasando por alto algunos matices, Iacopone da Todi se puede situar como
figura paralela a la de Ramón Llull, místico catalán, y a Gonzalo de Berceo,
castellano. San Felipe Neri tenía un corazón de poeta y no sin belleza quería
que la verdad divina fuese recibida y gustada por sus discípulos. Por esto el
libro de las Laudi lo acompañaría siempre, y le serviría de referencia
temática para su propia oración personal y para estímulo piadoso de los del
Oratorio. |
Pero
muy diferente del libro de Iacopone da Todi era el de las Facerie del pierano
Arlotto Mainardi. |
Cierto
que también tenía su belleza, pero ya no mística, sino la de la espontaneidad
desenfadada, aunque no irreverente, muy distinta de la "feetività
grossolana" de Boccaccio, de mediados del XIV, con su Decamerone y su
Comedia humana en contraste irrespetuoso con la Dirina de Dante. Arlotto
Mainardi era el párroco de la "pieve" de Cresci, de la diócesis de
Fiesole, lindando con Florencia. El padre de Felipe (Ser Francesco) lo había
visto y oído, sin duda, por las calles y plazas de la ciudad, cuando
descendía a ella y contaba a sus amigos florentinos recuerdos y experiencias
curiosas y alegres, recogidas en sus viajes por la Europa de entonces. |
Era
un tipo bueno, honesto, sencillo y hospitalario, que lo observaba todo sin
molestar a nadie, pero burlándose casi siempre de lo que le parecía demasiado
serio. Florencia era una ciudad de idealistas y exiliados, y su visión algo
chistosa de lo excesivamente formal, divertía a sus oyentes. Por ejemplo: se
construyó en vida su sepultura y puso en ella esta inscripción lapidaria:
«Questa sepultura il Pievano Arlotto la face fare per se e per chi ci vuol
entrare). |
La
"festività", característica destacada en nuestro Padre San Felipe,
que le lleva a una constante ironía respecto de lo que parece demasiado
grande, y desconfía o {7 (87)} toma a broma las actitudes muy serias y los
formalismos que disfrazan de buen celo la vanidad de que se reviste, a veces,
aun lo que se presenta como bondad y virtud. |
No
se podrá decir que san Felipe fuera irrespetuoso contra nadie, pero cierto
que "prendeva in giro" (se burlaba) de las grandezas de este mundo,
y desconcertaba a los pseudo-espirituales, sensibles a la adulación y seguros
en su autocomplacencia, más que en la sinceridad desnuda, gozosa y sencilla
de los verdaderos seguidores del Evangelio y amantes de la Iglesia. |
Con
san Felipe lo pasaban mal los vanidosos, tanto los que esperaban halagos,
como los que los daban para recobrarlos correspondidos y crecidos. Toda su
agudeza florentina y su humor inmisericorde con el espíritu mundano, por muy
disimulado que acechase, convertía en chiste los atisbos de vanidad ajena y
los riesgos de la propia. Así, por ejemplo, cuando el papa Clemente VII se le
acercó para decirle: «Padre Felipe, os hacemos cardenal», y Felipe le
respondió con gracia simpática y dilatoria: «Lo aceptaré, Santidad, pero con
tal que me hagáis merced de una sola condición, y es esta: que permitáis que
os avise cuando me vaya bien recibir el nombramiento». Evidentemente, Felipe,
una vez pasada la ocasión comprometida, jamás "se acordó" de dar tal
aviso al papa, y el papa tuvo otras cosas que hacer, y
―afortunadamente― también se olvidó. |
La
poesía y el humor, la belleza y la alegría, la serenidad del alma y un modo
humano y relativizador de lo cotidiano. Una cierta e innegable exquisitez
espiritual, armoniosa, dulce y elevadora, incompatible con la plebeyez ruda e
ineducada. Y, por otra parte, ese mirar risueño de lo que la vida da
fluidamente, sin negarle a lo transitorio las cuotas de bondad que Dios sobre
ello derrama, pero evitando las absolutizaciones enajenantes, ridículas
porque pretenden medidas de grandeza que no les corresponde, y porque la
estima desproporcionada de ellas nos quita las fuerzas para el vuelo a lo
sublime. |
Algo
que la Roma de san Felipe no tenía, y carencia que le había costado admitir,
pero que san Felipe supo darle, sin por ello humillarla, como un tesoro en el
que resplandecía la santidad y sinceridad de su corazón cristiano y dispuesto
radicalmente a entregarse a Dios y a la Iglesia, con una actitud y estilo que
traía de Florencia y del estilo de sus mejores hombres y de la luz y armonía
de su cielo, y de sus casas y de su historia, aunque humillada, pero todavía
generosa, como sus santos. |
EL
ORATORIO DE ALBACETE. |
1953,
en la fiesta de Pentecostés, la Santa Sede erige la Congregación del Oratorio
en esta diócesis de Albacete, y tiene inicialmente su sede en la villa de
Tabarra. |
1956,
un Decreto de la S. C. de Rel. |
traslada
la sede de la Congregación recientemente fundada, a la ciudad de Albacete,
donde cuenta con casa propia. |
y
espacio para edificar la iglesia. |
1957,
bendición de la capilla del Oratorio, en Albacete. |
1959,
se inaugura la ampliación de la casa, y una sala para las primeras reuniones
de apostolado. |
1963,
bendición y colocación de la primera piedra de la iglesia del Oratorio. |
1967,
el Sr. Obispo consagra el altar de la iglesia, y queda inaugurada, junto con
los locales, más amplios. |
1972,
se inaugura la imprenta del Oratorio, y en ella se confecciona, desde
entonces, la revista «Laus». |
Es
más fácil llevar a Dios a los que tienen un espíritu alegre, que a los
introvertidos y melancólicos. |
S.
Felipe Neri |
{8
(88)} |
4.
Teología de la libertad |
LA
teología cristiana intenta explicar a Dios como la libertad absoluta. Karl
Rahner, en su «CURSO FUNDAMENTAL SOBRE LA FE», que, sin ser la más extensa de
sus obras, él mismo no duda en reconocer que contiene, condensado, lo
esencial de todo su pensamiento teológico, cuando se propone señalar lo que
puede llamarse característico de la vida cristiana, afirma que está en la
cima, lo auténtico del cristiano y de su vida, no su divinización, sino el
permanecer abierto a todo lo que en la profundidad última de la realidad ha
sido impuesto al hombre. Por eso «la vida cristiana podría caracterizarse
como la vida de la libertad, que es, en definitiva, la apertura a todo, sin
excepción: la apertura a la verdad absoluta, al amor absoluto, a la
iluminación absoluta de la vida humana en la inmediatez de lo que llamamos
Dios». |
Para
Rahner, esta libertad no equivale a la ausencia de poderes determinantes que
presionan sobre nuestra existencia. «Pero el cristiano cree que, a través de
este cautiverio mismo, hay una puerta hacia la libertad, hacia una libertad
superior que no podemos conseguir a la fuerza, sino que nos la da Dios, en
cuanto él se entrega ―es gracia― a sí mismo a través de todos los
cautiverios de nuestra existencia», pues «Cristo nos redimió para esta
libertad». |
Es
la libertad de los santos, inencasillable entre los esquemas del mundo, pero
que florece en medio de él, purificándolo de sus estructuras opresivas y
egoístas de dominio y de pecado. |
Poco
antes de morir, o de sumergirse «en el abismo del misterio de Dios, en que
uno se precipita con la esperanza de ser acogido eternamente por Su amor y Su
misericordia», no se recataba en afirmar que «le hubiera gustado que en su
vida hubiese habido más amor, más valentía, especialmente respecto a los que
tienen autoridad en la Iglesia, y más comprensión con el hombre de hoy y su
forma de pensar». |
Los
teólogos como Rahner, los pensadores profundos y honestos que se abisman en
Dios, son los que impiden que la Iglesia se anquilose en lo que sería,
seguramente, su mayor riesgo temporal, la burocratización de lo sagrado, o la
tentación de someter a estadísticas las corrientes de la gracia de Dios, ese
don que fluye en libertad, porque sólo así se va haciendo espíritu y verdad
en la vida de los hombres, a través de la historia, conduciéndolos a Dios. La
figura de Karl Rahner es inseparable del Concilio Vaticano II que, según él,
todavía no había sido asimilado en la Iglesia, que está atravesando una
«etapa invernal», pero que ya da señales de esperanza, entre transformaciones
y diásporas, que disponen a la libertad de hijos de Dios. |
{9
(89)} |
5.
Felipe, santo y poeta |
Desgraciadamente
conservamos pocos escritos originales de nuestro Padre san Felipe Neri:
apenas algunas cartas y tres sonetos, de los cuales el más conocido es el que
reproducimos a continuación, con la traducción castellana que del mismo hizo
un anónimo oratoriano, del Oratorio de Baeza, a mediados del siglo XVIII.
Respetamos la ortografía del italiano original. Evidentemente este soneto fue
compuesto por nuestro Santo en su juventud, y se nota que había leído a
Petrarca, florentino como él, humanista y primer literato de la modernidad,
algo conceptualista, pero sin duda alguna precursor, en literatura, del
Renacimiento, porque conjugaba su sensibilidad por el arte antiguo con el
espíritu moderno, que le dio fama en su generación y en las inmediatas, especialmente
entre los jóvenes. |
{10
(90)} Si de Dios tiene el alma el ser perfecto, |
siendo
hecha en un instante de la nada, |
no
por medio de causa limitada, |
¿cómo
puede vencerla un vil objeto? |
El
temor, ansia, gozo, y todo afecto |
le
hacen estar de sí tan apartada, |
que
no ve (aun de ella estando rodeada) |
la
luz del sol, que gloria da a su aspecto. |
¿Cómo
las luces racionales, bellas, |
a
su pasión las tiene obedeciendo, |
debiendo
ésta servir, mandar aquéllas? |
¿Qué
prisiones le impiden que, ascendiendo, |
vuelve,
y no pare hasta pisar estrellas, |
y
viva siempre en Dios, a sí muriendo? |
|
Se
l'Anima ha de Dio l'esser perfetto, |
Sendo,
com'è, creata in un instante, |
E
non conmezzo di cagion cotante, |
Come
vincer la dee mortal oggetto? |
Là
vè speme, desio, guadio, e dispetto, |
La
fanno tanto da se stessa errante, |
Si
che non veggia (el'ha pur sempre innante) |
Chi
bearla potria Sol con l'aspetto. |
Come
ponno le parti esser rubelle |
A
la parte miglior, nè consentire; |
E
questa servir dee, commandar quelle? |
Qual
prigion la ritien, ch'indi partire |
Non
possa e al fin col pie calcar le stelle, |
E
viver sempre in Dio, e a se morire? |
{11
(91)} |
6.
El frustrado Oratorio de Milán |
LOS
SANTOS tienen reacciones inesperadas, a primera vista desconcertantes, como
ocurrió entre san Felipe y san Carlos Borromeo, a propósito de la fundación
del Oratorio de Milán... que jamás se llevó a efecto. Y queda como algo
anecdótico, pero útil para entrever los criterios que san Felipe tenía
respecto a su obra y cómo pensaba que debía ser utilizada por el obispo
diocesano que la acogiera. |
Como
se trata de dos santos, no hace falta exaltar las buenas y rectas intenciones
de ambos, aunque acabaran en desacuerdo. |
El
apostolado romano de san Felipe estaba en todo su apogeo, y el prestigio del
Oratorio plenamente consolidado, tanto por las personas, como por las obras
que san Felipe y sus discípulos llevaban a cabo, y que cambiaron el aspecto
de Roma, en lo que a espíritu cristiano se refiere. Admirado también de ello,
san Carlos Borromeo pensó que algunos discípulos de san Felipe, en Milán, le
irían muy bien, para que también allí el Oratorio, con sus reuniones, cultos,
instrucción de los laicos y orientación espiritual y obras de misericordia,
pudiera ser un centro de cultura cristiana y de piedad que contribuyera al
bien de la populosa diócesis, algo diezmada en el clero, y necesitada de una
profunda reforma. |
San
Felipe, en principio, no quiso desairar al santo cardenal y buen amigo suyo,
y accedió, después de repetidos aplazamientos. Pues san Carlos quería elegir
entre los miembros que tenían que fundar la comunidad. Al poco de
establecerse en Milán los padres enviados por Felipe, éste se dio cuenta de
que san Carlos no comprendía la finalidad del Oratorio, que tenía su peculiar
ministerio, distinto de aquellos a los que pretendía destinarlo el santo
cardenal. San Felipe, apenas transcurrió un año, llamó a todos a Roma y se
cerró la fundación, con disgusto y protestas de san Carlos, y paz y sencillez
espiritual de san Felipe, que no quiso que le deformaran su obra. Hubo
insistencias y negociaciones que nunca acabaron de cuajar, hasta que san
Carlos se convenció de que, si quería un equipo sacerdotal para otros fines
que no fueran los específicos del Oratorio, no le quedaba otro remedio que
crearlo él mismo. Y así surgió, más tarde, la fundación de los llamados
«Oblatos de san Carlos», de dependencia totalmente diocesana, cuyo superior
era el mismo Prelado. |
San
Felipe solía decir, recogiendo el versículo de un salmo del Breviario:
«Ecclesia ornatur varietate»: la Iglesia se adorna con la variedad. |
{12
(92)} |
7.
Documento: "DOCUMENTOS" DE SAN FELIPE NERI |
EN
LENGUAJE de literatura ascético-espiritual, se designa con el nombre de
"documento" a una instrucción, dicho o aviso ―generalmente
breves― que expresan o de los que se desprende un consejo
particularmente dirigido a apartarnos del mal y a disponernos para obrar el
bien. |
No
faltan en ninguna de las escuelas ascéticas clásicas, pero también existen
colecciones formadas a base de seleccionar frases o referir anécdotas de
hombres espirituales, de directores de conciencias y singularmente de santos.
Hubo una época en que proliferaron y se tomaban como muestras o resúmenes
característicos de su espiritualidad de origen. Tales muestras, de todos
modos, no bastan para definir una espiritualidad, porque tampoco lo
pretenden, pues se dirigen a la utilidad práctica de las almas deseosas o
necesitadas de alguna orientación en el camino de acercamiento al Evangelio,
sin mayores pretensiones. |
En
relación con nuestro Padre san Felipe Neri, existen algunas colecciones de
tales documentos espirituales. La más conocida y difundida es producto de una
recopilación escrita, hace poco más de dos siglos, por un sacerdote del
Oratorio de Valencia, que tuvo en cuenta dos obras precedentes de los padres
Giuseppe Crispini y Girolamo Bruni, y que llegó a publicarse traducida, en
España, hace medio siglo, con el título de «Ascética de san Felipe Neri». Con
anterioridad existía una edición italiana de la VIDA de san Felipe, escrita
por el padre Pietro Giacomo Bacci, a la que se había añadido una colección de
documentos", que también aparecieron, finalmente, en castellano, por la
traducción que de ellos hiciera el padre Lluís Crespi de Borja, fundador del
primer Oratorio español, que tuvo lugar en la ciudad de Valencia, en 1645. De
esta segunda colección, precisamente, entresacamos algunos de los «dichos,
acuerdos y documentos de nuestro Glorioso Padre San Felipe Neri, Fundador {13
(93)} de la Congregación del Oratorio... que tradujo del Italiano el Doctor
Don Luis Crespi de Borja, de la Congregación del Oratorio de Valencia, según
se decía en el lenguaje de la época. En nuestro caso, sin embargo, hacemos la
transcripción en lenguaje actual, para facilitar la lectura. |
Agradecimiento
y libertad de conciencia |
Un
tío suyo le quería disuadir de dejar el mundo renunciar a sus bienes,
diciéndole que le quería hacer heredero de su caudal, que era muy grande, y
le hizo presentes los beneficios que le había hecho, a lo que le respondió el
Santo: «Que en cuanto a los beneficios recibidos nunca se olvidaría; pero que
en lo demás alababa mucho más su amor y benevolencia que su consejo». |
Deseo
del cielo |
Decía
frecuentemente: «Que los verdaderos siervos de Dios pasan la vida con
paciencia, y llevan la muerte en el deseo». |
Hacer
el bien por Cristo, como a Cristo |
A
las personas que iban a visitar enfermos o a semejantes obras de caridad, les
decía: «Que no era bastante el hacer simplemente aquel servicio al enfermo,
sino que era menester, para hacerlo con mayor caridad, imaginarse que aquella
persona era Cristo, y tener por cierto que hacían al mismo Jesucristo lo que
hacían con aquel enfermo». |
La
oración, principal sabiduría |
No
permitió que los de la Congregación dejaran la oración por el estudio, antes
quería que lo tuviesen de materias conformes a su apostolado y forma de vida,
y decía: «Que el siervo de Dios ha de procurar no mostrar que sabe, sino
saber, y que las cosas de la divina Escritura más se aprenden con la oración,
que con el estudio». |
Libros
que empiecen por "S" |
Advertía
principalmente a los de casa, «que tanto para la propia vida de oración, como
para manifestar la palabra de Dios, leyesen libros de autores cuyo nombre
empezase con una "S" (San Agustin, San Gregorio...)». Y cuando él
leía libros de santos, lo hacía muy despacio, parándose en aquella sentencia
que le inflamaba el corazón, y ponderándola, no proseguía hasta que cesaba el
afecto. |
{14
(94)} |
Aprender
a orar |
Decía
«que para aprender a tener oración era bonísimo medio reconocerse por indigno
de beneficio tan grande: Que la verdadera preparación para ella era
ejercitarse en la mortificación; porque quererse dar a la oración sin
aquélla, es querer que vuele un pájaro antes de que le nazcan las plumas. Y
también que el Espíritu Santo enseña a rezar bien a los que son humildes y
obedientes». |
Orar
sin fatigarse |
Quería
el Santo que, cuando se pusieran en oración, más bien la dejasen presto, y
con gusto y deseo de volver a ella, que cansados y molestos. Y a los que no
podían estar mucho tiempo en ella, les aconsejaba que levantasen con
frecuencia el corazón a Dios con oraciones jaculatorias. |
El
Oratorio |
Exhortaba
a los suyos a que no dejasen de frecuentar el Oratorio y ejercitarse en lo
que allí se practicaba, ya todos que se encomendasen recíprocamente en sus
oraciones, como formando una sola familia. |
Alegría |
Era
muy inclinado a las personas alegres, y al que veía triste le daba una
bofetada, diciéndole: «Está alegre». |
También
decía que son más fáciles de gobernar en el camino del espíritu a los
alegres, que a los melancólicos. |
Pero
aborrecía la disolución, y así decía: «Que era muy necesario estar con toda
cautela, de no volverse disoluto, y dar en espíritu de bufón, porque las
bufonadas hacen incapaces a los hombres de recibir de Dios mayor espíritu, y
destruyen el poco que se ha adquirido». |
Olvidarse
del demonio |
A
un joven por quien el Santo había rezado mucho para que venciera grandes
tentaciones, y ya libre de ellas le decía muchos oprobios al demonio que
creía haber vencido por intercesión del Santo, éste le dijo: «No más, hijo,
no más, y deja el Demonio en paz, que se le hace sobrada honra en hablar
demasiado de él». |
Misa,
Consuelos, sabiduría |
A
propósito de la celebración o participación en la santa Misa, decía que
«erraban grandemente los que con sólo el pretexto de descansar, o recrearse,
sin otra justa causa, dejaban de hacerlo, porque el que busca la recreación
{15 (95)} fuera del creador, y el consuelo fuera de Cristo, no lo hallará
jamás. Y que aquellos que buscan la consolación fuera de su lugar, buscan su
propia perdición; y que quien quiere ser sabio sin la verdadera Sabiduría, y
salvo sin el Salvador, ese tal no está sano, sino enfermo, ni es sabio, sino
loco». |
Sobre
visiones |
En
cuanto a visiones, solía decir: «Que es menor peligro dejar de creer en las
visiones verdaderas, que dar crédito a las falsas. Y que es menester tirar de
los pies a los que quieren volar sin alas, y echarlos en tierra para así
evitarles la caída»; significando con esto que siempre se ha de caminar por
la mortificación de los sentidos y pasiones, y por el camino de la humildad. |
Vanidad
y sus clases |
Exhortaba
a todos a huir de la singularidad, la cual, de ordinario es origen de la
soberbia; pero no por ello quería que se dejasen las buenas obras. A este
propósito distinguía tres modos de vanidad, siguiendo con ello la doctrina de
los Santos Padres: la primera que va delante, y se toma por fin para hacer la
obra, y la llaman vanidad "Señora"; la segunda, a la que llamaba
"Companera", es la que interviene cuando la obra no la tiene por
fin, pero con todo se siente complacencia al ejecutarla; la tercera es por la
obra ya hecha, la cual complacencia se procura reprimir al instante, y a ésta
la llamaba vanidad "Esclava", y decía: «Tened cuidado de que la
vanagloria a lo menos no sea Señora». |
La
doblez |
Aconsejaba
mucho la sinceridad cristiana, y que se huyese de la doblez, y principalmente
de la mentira de la hipocresía. |
Mortificación
en la mesa |
No
quería que en la mesa anduviesen diciendo que esto o lo otro no les gustaba,
ni que pidiesen cosas particulares si no por necesidad, ni que comiesen entre
día, y a uno que lo hacía así, le dijo; «Tú nunca tendrás espíritu, si no te
enmiendas». |
Pobreza |
Quería
que con la pobreza se juntase el aseo, a cuyo propósito repetía aquella
sentencia de san Bernardo: |
{16
(96)} Siempre me ha gustado la pobreza, pero jamás la suciedad y descuidos. Y
tenía a la pobreza amor tan grande, que hacía que le diesen de limosna sus
hijos lo poco que comía, y prorrumpía en estos sentimientos: Que querría
reducirse a tener que pedir limosna, y llegar a estado de necesitar medio
real, para vivir, y no hallar quien se lo diese; que reconocería por gracia
singular de Dios morir en el Hospital más pobres. A un hijo espiritual que
con codicia había acumulado alguna hacienda, le dijo: «Antes que tuvieses
estos bienes, hijo mío, tu rostro era como el de un Angel, y me complacía
mirarte. Ahora has mudado tu rostro, has perdido la alegría que antes tenías
y estás melancólico». |
Obediencia |
En
punto de gobierno de la Congregación, solía decir: |
Que
nadie podía creer cuán difícil cosa es tener unidos a sujetos libres.
También, que quien quisiese ser obedecido mucho, mande pocos. Pero fue tan
enemigo de la desobediencia, que quería se despidiesen al punto de la
Congregación los que mostrasen repugnancia notable en cosa alguna que les
fuese mandada, y decía: «Yo estoy muy resuelto, Padres míos, de no querer en
casa a hombres no observantes de las pocas órdenes que se les han impuesto».
Le parecía mucho mejor una vida ordinaria por obediencia, que mucha
penitencia por propia voluntad. Daba estos documentos sobre esta virtud: «Que
los que deseaban de veras aprovechar en el camino de la virtud, se dejasen en
todo guiar por sus superiores; y los que no los tenían, acudieran a un
confesor docto y discreto, descubriendo con libertad y sencillez su
conciencia y no determinando cosa alguna sin su consejo. Que no basta, para
ser obediente verdadero, hacer lo que se manda, sino hacerlo sin discutirlo;
ni basta considerar que Dios quiere el bien que se pretende, si no se le
quiere por su medio, y en aquel modo y tiempo». |
Castidad |
Para
la castidad daba a los jóvenes estos cinco consejos: 1) Que evitasen las
malas compañías. 2) Que no tratasen delicadamente su cuerpo. 3) Que huyesen
del ocio. |
4)
Que no abandonaran la oración. 5) Que frecuentasen los Sacramentos y
obedecieran al confesor. Y, en general, advertía a todos que la verdadera
custodia de la castidad {17 (97)} es la humildad. Frecuentemente repetía a
los suyos «que las demás tentaciones se vencen peleando, y solas las de la
sensualidad se vencen huyendo, pues en la guerra sensual vencen los cobardes.
Pero añadía «que era más fácil la conversión del vicio de la sensualidad que
del vicio de la avaricia; que el que quiere guardar su hacienda, nunca tendrá
espíritu». Y otras veces decía: «Guárdese el mozo de la lujuria y el viejo de
la avaricia y todos seremos santos». |
Apostolado |
Decía
a sus seguidores, como san Pablo: «No busco vuestras cosas, sino a vosotros».
Y a los de casa decía: |
«Si
queréis hacer fruto en las almas, dejad las bolsas». |
Estaba
tan confiado de que corría por cuenta de Dios el conservar la Congregación,
que no le daba demasiado cuidado el hacer prosélitos, aunque pudieran
abandonarle todos, diciendo: «No tiene Dios necesidad de hombres, porque es
poderoso para hacer de las piedras hijos de Abraham». Otras veces, viendo el
mucho bien que quedaba por hacer, decía: «Dadme diez personas verdaderamente
desprendidas, y me sentiré en ánimo para convertir el mundo». |
Patria |
No
menos enseñó y aconsejó la virtud de la perseverancia: la que practicó con
tal tesón consagrándose al apostolado de la ciudad de Roma. Cuando le rogaban
con insistencia que volviese a Florencia, su patria, respondió: «que él no
reconocía otra Patria sino el Cielo». |
Muerte |
Sobre
la muerte, decía «que el Señor no suele enviarla a una persona espiritual,
sin hacérselo saber, o enviándole antes un espíritu extraordinario». |
Ojalá
que el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva, no a través de
evangelizadores tristes y desalentados, sino a través de ministros del
Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en
sí mismos, la alegría de Cristo. |
Evangelii
nuntiandi, 80, de Pablo VI |
{18
(98)} |
8.
San Felipe y el dinero |
Todos
los biógrafos de san Felipe coinciden en subrayar su actitud respecto del
dinero: |
«Si
vivís pendientes de las ganancias, si pensáis en el dinero, no os tengáis por
hijos míos». Y no era capricho, pues estaba convencido que, quien anteponía
el cuidado o el interés de las cosas materiales a las del alma, «nunca jamás
tendría espíritu». |
La
razón es que lo que más nos interesa y aquello en lo que más pensamos, es lo
que decisivamente va moldeando nuestra vida, y por esto creía que la
solicitud de las cosas materiales y el afán por la riqueza eran los mayores
obstáculos, en la práctica, para convertirse a Dios. No olvidemos que, san
Felipe, no solamente tomó para sí la vida espiritual como una constante
conversión del alma a Dios, sino que se pasó la vida convirtiendo a los
demás, y podía afirmar, con harta experiencia: «Es más fácil que se
conviertan hombres dominados por la sensualidad, que los que lo están por la
avaricia, porque la avaricia es la peste del alma». |
Advertía
que no bastaba confiarse de que en teoría ya se entendía así, sino que era
preciso rogar con insistencia a Dios para que nos librara de la avaricia,
puesto que, de modo escondido, se nos mete en el pensamiento y en el corazón,
aun bajo pretexto de bien. |
Avisaba
a los sacerdotes que no tomasen dinero de sus penitentes, porque era muy
difícil ser libres con las almas de los que nos dan dinero, pues «no se
puede, al mismo tiempo, ganar las almas y el dinero. |
Si
queréis ganar las almas ―decía―, no os acordéis de las bolsas». |
Del
mismo modo que rechazaba como hijos suyos a los que se dejaran preocupar por
los intereses, también mostraba especial afecto y predilección por los
desprendidos. Decía que, para el apostolado, Dios proveería siempre; que no
había que pedir al que no pudiera dar, o al que no quisiera dar; que Dios no
necesita, ni el que hace una obra buena necesita, sino el que da es quien
necesita dar. |
En
cierta ocasión, iba a pagar unos trabajos que le hicieron en su cuarto, y
todos los que se ocuparon en ellos aceptaron la recompensa, a excepción de
uno, llamado Calvelli, que resueltamente le dijo que no quería nada. Se
emocionó el Santo y, mirándole con cariño, le dijo: «Si me prometes que nunca
querrás ningún precio por el bien que hagas, yo también te prometo que te
llevaré conmigo al Cielo». Y solía decir con san Pablo: «No quiero vuestras
cosas, sino a vosotros». |
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