Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 226. DICIEMBRE. Año 1985
0. SUMARIO
OLVIDÉMONOS de Herodes, de los sumos sacerdotes y de los letrados del pueblo que escrutaban las Escrituras para averiguar el lugar del nacimiento de Cristo... Hagamos abstracción de todo cuanto rodeó aquel acontecimiento santo y quedémonos sólo con el espíritu que se traslucía en todo el misterio de la primera Navidad. Y preguntémonos: si Cristo volviera hoy a nacer en nuestro mundo, ¿en qué lugar amanecería a la vida? Si los ángeles nos lo anunciaran, ¿hacia dónde deberíamos encaminarnos y cómo lo reconoceríamos? Si hubiera necesidad de cobijo, ¿quién se lo ofrecería?
¡AMAREMOS NUESTRO MUNDO!
DIOS BENIGNO
EL TIEMPO DE LA VIRGEN
PREGÓN DE NAVIDAD
LA VOCACIÓN EUROPEA
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1. ¡AMAREMOS NUESTRO MUNDO!
Amaremos nuestra patria
y las patrias de los demás hombres.
Amaremos a los católicos,
amaremos a los cismáticos,
a los protestantes,
a los anglicanos,
a los indiferentes,
a los musulmanes,
a los paganos,
a los ateos.
Amaremos a los que se burlan de nosotros,
a los que nos desprecian,
a los que se oponen a nosotros y nos persiguen.
Amaremos a los que merecen ser amados,
y a los que son indignos de amor,
Amaremos nuestro tiempo,
nuestra civilización,
nuestra técnica,
nuestro arte,
nuestro deporte…
Amaremos nuestro mundo.
Juan XXIII 2 (162)
{2 (162)}
2. Dios benigno
DIOS, con nombre o sin nombre, es el problema, es la sed y el hambre del hombre. El hombre es un enfermo de Dios, necesita de Dios. Necesita de Dios y lo busca o lo inventa.
Las idolatrías son absolutizaciones de lo perecedero como si fuese eterno, de lo provisional como si fuese definitivo, de lo relativo y limitado como si fuese perfecto e infinito. El hombre vive con el deseo y del deseo de Dios; explícita o implícitamente, le invoca de mil maneras. Por esto, aun con errores, Dios acepta como buena esta búsqueda, si procede de un corazón honesto, cuya rectitud y buena voluntad, si persevera, llegará sin duda, ciertamente, a encontrar al Dios verdadero.
El peligro está en que decaiga, por cansancio o egoísmo, esta actitud de humilde y perseverante búsqueda, que nos va acercando a él. El pecado puede ser, entonces, el de permanecer instalados y satisfechos con lo poco que creemos haber alcanzado del conocimiento de Dios, o, también, el seguir adelante pero llevados de la precipitación glotona, que no se resigna a esperar y quiere a Dios, aunque sea deformado, recortado. Eso suelen ser las idolatrías.
La instalación, en cambio, suele alimentarse y contentarse con haber alcanzado alguna idea respecto de Dios, sin querer tener en cuenta que debemos proseguir para saber, cada vez más, cómo es él para nosotros y cómo nosotros hemos de ser para él. Esa necesidad de encararnos con su imagen y hacerla nuestra, nos asusta, además de que nos resulta difícil, porque se nos convierte en un camino que, especulativamente, sólo nos permite, por vía analógica o de exclusiones, ir progresando para llegar a saber, poco a poco, cómo Dios no es. Directamente, no podemos penetrar en Dios, saber cómo es, porque ello excede a nuestra capacidad. Y es entonces cuando el hombre, pobre y sediento de infinito, desahoga su impaciencia, {3 (163)} creando sucedáneos de la divinidad, dioses pequeños, idolatrías que le alivian del cansancio de seguir en la porfía agónica de la búsqueda; o se para a mirarse a sí mismo, con narcisismo egolátrico y haciéndose centro de todo. Es la locura humana.
Los primeros creyentes de la humanidad, tal nos los presenta la Biblia, tenían un gran concepto de Dios, y por ello suponían que un directo con el Ser o la sola presencia augusta de la divinidad, bastaba para la muerte. Ver a Dios era morir.
Pero Dios quiso curar de miedos a la humanidad temerosa, necesitada y huidiza, a la vez, del absoluto divino. Para ello no extinguió los deseos trascendentales del hombre; casi podemos decir que los estimuló y exaltó en la voz magnífica de los profetas. Y cuando estos deseos eran más universales y más encendidos, sin pararse a mirar las muchas formas erróneas e idolátricas con que se manifestaban, se hizo él mismo presente y de algún modo visible en el curso de la historia de los hombres. Pero se despojó de la apariencia aterradora de su divinidad, tomando la forma de hombre, incorporando una naturaleza humana a su divinidad. El resultado fue Jesucristo, Dios entre nosotros, de modo que «quien ve a él, ve al Padre», con una visión purificada de terrores, porque viene para ser amado, si bien este amor pide la vida y todas las fuerzas de la vida, a cambio de unirse y participar en la suya.
Pienso que Jesús sigue siendo el Niño pobre del pesebre, que toma sobre si todas las pobrezas del mundo, y pienso que la estrella de Belén no puede resplandecer sobre la Jerusalén de hoy, es decir, sobre la Iglesia, si no descubrimos el sentido de la pobreza de Jesús, de María y de José.
Card. L. J. Suenens
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3. El tiempo de la Virgen
EL TIEMPO de la Virgen no es mayo, aunque sea el mes que de tantas flores y estética y sentimentalmente parezca especialmente muy adecuado para homenajear a María. Pero si miramos el conjunto de la celebración del Misterio Cristiano, el tiempo de la Virgen acompaña todo el tiempo de Cristo, igual que acompaña el camino de nuestra fe, de la que ella es el tipo más acabado, dichosa porque creyó y bendita entre todas las criaturas humanas. De todas formas, si tuviéramos que elegir una época determinada del año para acentuar el recuerdo y la veneración de María, elegiríamos el tiempo de Adviento: es en esta época en que se nos aparece esperando a Jesús, como flor prendida en ella, que se le va a convertir en fruto bendito. Por esta razón nos parece de interés ofrecer, con ocasión del Adviento, una traducción de la nueva letanía aparecida en la edición del libro litúrgico publicado en 1981, dedicado al rito de la Coronación de las imágenes de Nuestra Señora. Se trata de una construcción ternaria, y damos el texto oficial en latín у él le corresponde, aunque no oficial, en castellano.
Kyrie, eleison | Señor, ten piedad
Chiste, eleison | Cristo, ten piedad
Kyrie, eleison | Señor, ten piedad
Sancta Maria | Santa María
Sancta Dei Genitrix | Santa Madre de Dios
Sancta Virgo virginum | Santa Virgen de las vírgenes
Electa Filia Patris | Hija predilecta del Padre
Mater Christi Regis | Madre de Cristo Rey
Gloria Spiritus Sancti | Gloria del Espíritu Santo
{6 (166) |} Virgo Filia Sioni | Virgen Hija de Sión
Virgo pauper et humilis | Virgen pobre y humilde
Virgo mitis et oboediens | Virgen sencilla y obediente
Ancilla Domini | Esclava del Señor
Mater Domini | Madre del Señor
Socia Redemptoris | Colaboradora del Redentor
Plena gratia | Llena de gracia
Fons pulchritudinis | Fuente de belleza
Summa virtutum | Tesoro de virtudes
Praecelsus redemptionis fructus | Fruto escogido de la redención
Perfecta Christi discipula | Discípula perfecta de Cristo
Purissima Ecclesiae imago | Imagen purísima de la Iglesia
Mulier noua | Mujer nueva
Mulier amicta sole | Mujer vestida de sol
Mulier stellis coronata | Mujer coronada de estrellas
Domina benigna | Señora bondadosa
Domina clemens | Señora clementísima
Domina nostra | Señora nuestra
Laetitia Israel | Alegría de Israel
Splendor Ecclesiae | Resplandor de la Iglesia
Decus humani generis | Honor de la humanidad
Advocata gratiae | Abogada de la gracia
Ministra pietatis | Dispensadora de la piedad
Adiutrix Populi Dei | Auxiliadora del pueblo de Dios
Regina caritatis | Reina de la caridad
Regina misericordiae | Reina de la misericordia
Regina pacis | Reina de la paz
Regina Angelorum | Reina de los ángeles
Regina Patriarcarum | Reina de los patriarcas
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Regina Apostolorum | Reina de los apóstoles
Regina Martyrum | Reina de los mártires
Regina Confessorum | Reina de los confesores
Regina Virginum | Reina de las vírgenes
Regina Sanctorum omnium | Reina de todos los Santos
Regina sine labe originali concepta | Reina concebida sin pecado original
Regina in caelum assumpta | Reina asunta al cielo
Regina mundi | Reina del mundo
Regina caeli | Reina del cielo
Regina universorum | Reina del universo
Mil millones de jóvenes.
En el mundo de hoy existen casi mil millones de jóvenes, comprendidos en la edad de 15 a 24 años.
Cuatro quintas partes de ellos viven en el Tercer Mundo.
Resulta que: 187 millones viven en las regiones más desarrolladas del planeta, mientras que 734 millones en los países en vías de desarrollo.
En cuanto a continentes: África cuenta con algo más de 102 millones de jóvenes, Asia supera los 567, Europa excede los 76, América del Norte los 44 y América Latina los 80.
En conjunto, la población juvenil masculina, supera a la femenina en cerca de 20 millones.
Toda esta juventud se siente fuertemente preocupada por los problemas del desarrollo, de la familia, del mundo del trabajo y de la cultura.
Son, de todos modos, la esperanza del mundo, en la medida en que se libren de egoísmos y enarbolen ideales generosos.
Oración por amor a los ricos.
Señor, da a nuestros hermanos, los ricos,
luz a sus mentes para que comprendan
que los lingotes de oro
no son de curso legal, más allá de esta vida:
que en la patria de la eternidad
solamente se admite el amor
como valor auténtico.
Da a sus hijos, saciados de todo,
que lleguen a descubrir la miseria de los pobres
y que no se sustraigan a su deber social.
No permitas, Señor, que una vida fácil
los eche a perder,
sino que aprendan el valor de la renuncia
para que nazca un mundo mejor,
no contra ellos, sino con ellos.
Dom Helder Camara
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4. Pregón de Navidad
HERMANOS:
oíd en esta noche bendita,
la Buena Noticia.
Muchos millones de años habían pasado
desde que comenzó a existir la Tierra,
surgida de entre galaxias,
tomando forma, separada del Sol, evolucionando,
hasta que apareció la vida sobre ella,
un día surgieron los primeros humanos,
de las cavernas, erguidos,
dispuestos a luchar por la vida,
y a acoger al Espíritu Divino que, desde los orígenes,
se mecía sobre las aguas del primer caos.
Hacía dos mil años desde que Abraham, el padre de los creyentes,
obedeciendo al llamamiento de Dios,
partió hacia una tierra desconocida,
dando así origen al pueblo escogido, heredero de las promesas.
Mil años que David, pastor sencillo
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel
para ser, un día, el gran rey de Israel.
Desde siglos el pueblo judío esperaba al Salvador,
al Mesías, anunciado por los profetas;
al que tenía que librar a la humanidad de todas las opresiones,
porque vendría a establecer un orden nuevo de paz y justicia,
de amor y de libertad.
Y, finalmente, durante la olimpíada noventa y cuatro,
el año 752 de la fundación de Roma,
el decimocuarto del imperio de Augusto,
hace ahora 1985 años,
{10 (170)} en Belén de Judá, un pueblo humilde de Israel,
ocupado por los romanos,
en un establo, porque no había para ellos lugar en la posada,
NACIÓ EL HIJO DE MARÍA, ESPOSA DE JOSÉ,
DE LA FAMILIA DE DAVID,
JESÚS DE NAZARET,
LLAMADO EL MESÍAS, EL CRISTO,
EL SALVADOR QUE LA HUMANIDAD ESPERABA,
EL HIJO DE DIOS POR SIEMPRE.
Él era la palabra que ilumina a todo hombre,
por Él fueron creadas, desde un principio, todas las cosas.
Era la Vida, era la Luz, era el Amor.
Vino a su casa y los suyos no le reconocieron.
Pero todos los que creen en Él se hacen hijos de Dios.
Estableció su morada entre nosotros
y hemos visto su gloria, lleno de gracia y de verdad.
Nosotros que creemos en EI,
nos reunimos, alabando a Dios,
para celebrar nuestra fe en Cristo Jesús.
Hermanos: alegrémonos, porque es una gran fiesta.
Celebremos la Buena Noticia:
en toda la historia del mundo y de la humanidad,
no hubo Noticia tan buena como ésta.
Ésta era la auténtica Buena Nueva
que esperaba el mundo, aun sin saberlo.
El nacimiento de Jesús de Nazaret,
que demuestra que Dios está cerca,
que Dios ama y salva
y quiere comunicar su vida a todos los hombres,
y también a nosotros y a todos los que pueblan la tierra
en este año de gracia de 1985.
Por esto a Él le llamamos DIOS CON NOSOTROS.
Adaptación inspirada en el Martirologio romano, aparecida en «Noel» de la ed. Chalet.
{11 (171)}
5. Documento: LA VOCACIÓN EUROPEA
MIRAR HACIA Europa, ahora que razones políticas y económicas, puestas en la boca de todos, nos hablan de integración europea, representa más que una simple homologación internacional, para nosotros, que somos cristianos. Debe suponer un esfuerzo para recuperar la conciencia de un destino común, impregnado de sentido cristiano, incluso más allá del efecto civilizador que la fe cristiana fecundó hace siglos; representa hacer memoria de un camino tiempo ha emprendido para hermanar los distintos pueblos y culturas de este pequeño y denso continente, padre del progreso cultural, científico y espiritual del mundo. Esta conciencia nos es no solamente útil, sino necesaria. Con sencillez casi de caminante, ese pastor de almas, que es mons. Joan Martí Alanis, obispo de la Seo de Urgell, nos hace reseguir la historia y nos abre perspectivas de caminos renovados. Por eso hemos traducido la carta pastoral que dirigió, hace poco, a sus diocesanos. Pues es la conciencia cristiana la que debe impregnar de savia sobrenatural que libere de tristezas a ese viejo y pecador continente, y se abra al gozo y esperanza rejuvenecedora y la proyecte sobre el mundo.
La civilización europea nace en Grecia
Dejé que pasaran treinta años, desde que terminé en Salamanca los estudios de humanidades clásicas, antes de visitar Grecia, el verano pasado. Al pie del Partenón, o sentado en la feria del vino apurando una copa del moscatel de Samos, quise recordar las discusiones filosóficas del ágora, a los geómetras y a los médicos, a los arquitectos, a los oradores, a los poetas. Una civilización muy original {12 (172)} que formaba la primera sociedad desarrollada establecida en Europa.
Roma la expansiona
Las naves griegas, con los fenicios, surcando el azul del Mediterráneo, llegaron hasta nuestras costas y aquí fundaron sus colonias y trajeron su estilo de vida. Roma, que hizo de Europa un solo país, con grandes vías de comunicación por tierra y con el vehículo unificador de su lengua, madre de lenguas, expandió y amplió esta civilización, creando ciudades nuevas, enseñando el derecho y el cultivo de la tierra y logrando establecer una dilatada paz.
Yo había dado principio a mi viaje partiendo de Gósol, el día de la Asunción, y era consciente del privilegio que suponía el poder visitar, en pocos días, lo que en otros tiempos solamente habría sido posible a costa de grandes riesgos. Por esta razón, mientras abandonaba la Seo atravesaba el valle de la Vansa, me puse a pensar que nuestro cristianismo nos había llegado seguramente a través de la predicación de san Pablo, el apóstol del Mediterráneo. Cuando entré en Grecia por la frontera del norte, el policía, al examinar mi pasaporte, me dijo:
«vos sois griego». ¿Cómo podéis saberlo?, le dije yo. «Alanis», me contesto. ¿Qué significa? «El hombre del prado, que vive en el prado», me dijo. Le respondí que, más que en el prado, ahora vivo en la montaña, pero soy griego. ¿Os habéis dado cuenta que Martin también es griego?
También alguien me había dicho que era un nombre judío. En cualquier caso, Juan es un nombre judío. Pero tengo el alma cristiana y quiero ver los lugares paulinos. Resultaba evidente, por todo lo que estábamos comentando, que yo era uno de la familia, un europeo. Y por esto me dejó paso con una sonrisa de satisfacción.
La Iglesia bautiza a Europa
Resultaba hermoso atravesar Europa dejando atrás los viejos tiempos románicos de los Pirineos, recordando el Imperio Carolingio, yendo a parar precisamente a Tesalónica como a primer lugar de Grecia.
Dos hermanos hijos de la ciudad nos descubrieron y, surgidos como de una aparición, nos hicieron de guías.
Pensé entonces en otros hermanos, ahora patronos de Europa, junto con san Benito: Cirilo y Metodio. Habían nacido también en esta ciudad, se formaron en el espíritu {13 (173)} de la Iglesia de Constantinopla y se convirtieron en misioneros de los pueblos eslavos, de los cuales se consideran padres de la fe y fundadores de su lengua y su cultura.
Benito, saliendo de Roma, en época todavía más antigua, con sus monjes, «llevó ―como dice Pablo VI―, junto con la cruz, el libro y el arado, el progreso cristiano a las poblaciones dispersas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde Irlanda hasta las llanuras de Polonia».
El Ora et Laboras típico, que resume el espíritu benedictino.
Crisis de unidad
Esta Europa, hija de la Iglesia, ha pasado por la ruptura de la unidad de los cristianos con el cisma de Oriente y la Reforma protestante. Por esto nuestros patronos nos recuerdan la vocación ecuménica de todos los que meditamos en el futuro espiritual de nuestro Continente y que afortunadamente se refleja en todas las reuniones de los obispos europeos, como el Symposium del año 1982, celebrado en Roma, en la conmemoración del X7 centenario de la muerte de san Metodio el pasado mes de febrero en Londres, a las cuales pude asistir en representación de los obispos españoles, y en las cuales pude encontrar a representantes de las demás Iglesias cristianas.
Una voluntad de recuperar la unión aquí, en el Continente, donde precisamente se han producido las fracturas, es esencial para el futuro de la fe y por lo tanto, para el alma de Europa, que tiene en el cristianismo sus raíces profundas.
Este siglo ha contemplado la amarga experiencia de dos guerras mundiales, que aquí tuvieron su origen y por la unidad la colaboración humana han de suceder a las peleas, la paz a las contiendas bélicas.
¿Europa no existe?
Un escritor americano P. Salinger, explica un sueño:
Se trata de que alguien habría dicho al actual presidente de los EE.UU. de América, al verle preocupado por Europa, «Señor Presidente, está cometiendo un error, porque Europa no existe. Aquí tiene este documento que lo demuestra». El Presidente se pone a leerlo.
Para que Europa exista como unidad independiente, no basta con que cuente con un territorio y una tradición cultural, Se precisaría, además, una unión económica, {14 (174)} política y militar. Esas dos últimas no existen. Y la primera, sólo parcialmente. Europa es un grupo de naciones soberanas, cada una con sus propios objetivos y ambiciones nacionales propias y contradictorias, como lo demuestran siglos de conflictos sangrientos. El intento de 1951 de construir una Comunidad Europea de Defensa se vino abajo y fue substituido por la NATO, en la cual participa Norteamérica. La unidad política no existe y por eso influye poco en la política mundial.
Este sueño de Salinger tiene, por desgracia, una buena base de verdad. Además de las guerras, que han acarreado la división entre la Europa del este y la del oeste, existe diversidad de lenguas, iglesias y creencias filosóficas, y existe una evidente separación entre el norte rico y el sud pobre.
El tratado de Roma
Pero hace más de un siglo que en los pensadores se despertó la intuición de que este Continente, memoria del mundo, tiene una vocación a la supervivencia en forma de una gran república, en la que se encuentren enlazados un conjunto de pueblos libres, necesitados unos de otros.
El año 1920 nació en Ginebra la Sociedad de Naciones, cuya creación fue acordada en la Conferencia de la Paz de Paris, que incluía, además, países de todo el mundo.
La buena intención del ensayo se demuestra incapaz para resolver los conflictos y así da paso en 1945 a la Organización de las Naciones Unidas.
En el ámbito de las Naciones Unidas, en mayo de 1949, nace el Consejo de Europa, con sede en Estrasburgo, con el fin de intensificar las relaciones y el progreso económico y social de los 21 países que participan en él.
Algo después, las preocupaciones de J. Monnet y de R. Schuman consiguen que aparezca la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, con los seis países que sientan las bases del tratado de Roma de marzo de 1957, con el cual se funda la Comunidad Económica Europea, que cuenta con nueve países y están en puertas España y Portugal.
Recuperación del orden económico
La C.E.E. es una máquina compleja, con sus organismos: la Comisión, el Parlamento, el Consejo de Ministros y el Tribunal. El camino trazado como programa, va más allá de las finalidades económicas y alcanza las sociales y culturales, y es una verdadera cuesta arriba, como lo 15 (175)
España
demuestran las frecuentes desavenencias, las amenazas de ruptura, las dificultades para integrar a países nuevos miembros.
La Política Agrícola Común ha dado buenos resultados y Europa no solamente es autosuficiente para alimentarse, sino que exporta excedentes de muchos de sus productos. No obstante, es un Continente que, a excepción de la bondad de su clima, ofrece pocas ventajas si se compara con los USA, la URSS, Australia..., en donde las inmensas llanuras facilitan los cultivos.
En la industria, la del acero cobra especial importancia y provoca problemas. En general, envejece, genera el paro y tiene dificultades para superar la revolución electrónica. Si se compara con los USA o con el Japón, nuestra industria parece un ejército desordenado inexorablemente abocado a la perspectiva de la derrota.
Se percibe claramente que los desafíos económicos que tienen los pueblos de Europa están pidiendo una colaboración más estrecha y, en muchos campos, el formar parte de la Comunidad supondrá, para España, el tener que aceptar una disciplina que será exigente y desafiante.
En el interior del Estado español, por el hecho de iniciar la participación, se producirán situaciones ventajosas unas y otras adversas...
No solamente será preciso acercar los esfuerzos en el orden político y económico, para superar los desafíos propios de la época. Europa será fragmentada en lo profundo de su espíritu. Después de padecer las divisiones de las Iglesias, se ha producido la invasión de corrientes, ideologías y ambiciones ajenas a la fe y opuestas al cristianismo. El hombre mismo, con sus valores y su dignidad, el destino eterno y la fe en Dios, han sido discutidos por filosofías europeas que han puesto en crisis a la vez la fe cristiana y la identidad espiritual de Europa. «Hechos trágicos han ensangrentado la tierra europea con conflictos fratricidas espantosos; la llegada de regímenes totalitarios... las dudas y reservas que plantean frente al progreso..., el epílogo fatal de corrientes filosóficas y culturales y los movimientos de liberación cerrados a la trascendencia... han desilusionado al hombre europeo empujándolo hacia el escepticismo, el relativismo, cayendo incluso en el nihilismo, en la insignificancia y en la agnosis esencial» (Juan Pablo II, en el Symposium de Obispos Europeos).
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Reacción espiritual
Estos desafíos se han producido en un mundo cristiano y constituyen un motivo de renovación interna de la Iglesia para purificar y profundizar su fe, para iluminar nuevamente la vida de los hombres buscando la justicia y la fraternidad, dándoles razones para la vida y la esperanza.
Se ha de predicar nuevamente el Evangelio para que el hombre europeo no se encierre en sus pequeñas ambiciones renunciando a su vocación de vida y esperanza.
El Papa Juan Pablo II, en Santiago, ya nos recordó que ala historia de la formación de las naciones europeas no se puede separar de la evangelización; hasta tal punto que las fronteras de las naciones europeas coinciden con las de la penetración del Evangelio. Después de veinte siglos de historia, a pesar de los sangrientos conflictos que han enfrentado a los pueblos de Europa, y a pesar de las crisis espirituales que han marcado la vida del Continente, ―hasta el punto de plantear a la conciencia de nuestro tiempo interrogantes sobre su futura suerte―, debe afirmarse que la identidad europea es incomprensible sin el cristianismo, y que precisamente en él se hallan las raíces comunes de las cuales ha madurado la civilización del Continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión constructiva proyectada a otros Continentes; en una palabra, todo lo que constituye su gloria».
Raíces cristianas profundas
Al leer un estudio reciente sobre Europa de J. Stoezel y otro de G. Defois, compruebo que tales crisis históricas y espirituales del Continente han provocado un sentimiento de incertidumbre y fragilidad. Pero, aun así, en el plano moral y espiritual aparecen raíces suficientemente fuertes de convicciones y de adhesión a los valores judeocristianos heredados. El hecho real del cristianismo, según ellos, es todavía muy superior al que los mismos cristianos imaginan, y no se trata de una vaga filosofía teísta o de una nostalgia por las raíces.
En la encuesta que ellos realizan, se impone una primera constatación: los europeos no son indiferentes a la cuestión relativa a la propia identidad religiosa. Sobre cien personas preguntadas solamente una se niega a contestar. De las demás, 57 se manifiestan católicas, 28 protestantes, 12 se reconocen sin religión y 2 dicen pertenecer a religiones no cristianas.
{17 (177)} Las prescripciones morales del Sinaí constituyen el fundamento moral de la sociedad europea. Las prohibiciones de matar, de robar, de dar falso testimonio; el honor debido a los padres, el respeto todavía muy elevado al vínculo matrimonial, la honestidad, en general tienen importancia.
Impresiona comprobar que la mayor parte de la gente dice que reza, incluso algunos de los que se manifiestan sin religión o bien ateos. Los católicos encuentran en la religión valentía y confortación, y dicen que su Iglesia les ofrece respuesta a sus problemas morales, más que entre los protestantes. La historia demuestra que la tensión entre los valores cristianos y paganos, entre dos maneras de vivir la fe, siempre ha existido en Europa de alguna manera. Se da la existencia de un fermento cristiano suficiente para agitar la masa que permanece abierta a las grandes cuestiones, ahora más que nunca, puesto que está de vuelta de muchas doctrinas, ciencias y experiencias políticas y que inicia el camino del reencuentro. Un camino que ha de ser también de vuelta a las raíces.
Ayer vi en la prensa un dibujo gracioso que representa la península ibérica con los Pirineos desplazados hasta Gibraltar. Ni los Pirineos han sido una frontera impermeable, ni ha dejado jamás de haber comunicación. Más que nunca, en los tiempos recientes, con el turismo las migraciones, y los M.C.S. Pero, es cierto, que con la entrada en el M.C.E. revitalizaremos todos nuestra vocación secular. Y ésta no podrá reducirse a la sola colaboración en la economía y el trabajo.
Los obispos europeos
Los obispos europeos ya hace tiempo que han creado la COMECE (Comisión de los Obispos de la Comunidad Europea) para seguir con mayor atención los problemas de Europa. Han visto que las cuestiones tratadas a nivel comunitario, especialmente en el Parlamento de Europa, repercuten en la vida de los hombres y de la sociedad.
{18 (178)} Problemas sociales, económicos, culturales, educativos.
El Parlamento europeo, por ejemplo, aún no está capacitado para imponer leves, y sólo ejerce una gran presión moral sobre los legisladores de los respectivos países, de modo que suelen pasar a las legislaciones propias las ideas que allí se aprueban. Recientemente, por ejemplo, Francia retiró la ley de enseñanza, no solamente por las manifestaciones masivas adversas en el interior del país, sino también porque el Parlamento europeo se orientaba en sentido contrario.
Ante esto, la COMECE busca la nuera información de los obispos y promueve la reflexión y los contactos eclesiales en orden a hacer presente el sentido cristiano en los grandes problemas que viren y discuten nuestras sociedades.
Una nueva evangelización
Debemos velar especialmente por los problemas de los emigrantes, que se debaten en el Consejo de Europa, pero que tienen siempre el peligro de ser tratados con egoísmo y explotación. Tenemos los problemas de la bioética, los del terrorismo, los de la enseñanza no estatal, los de la ayuda necesaria al tercer mundo.
La Iglesia puede jugar una carta para abrir los espíritus a los problemas humanos, sensibilizar la opinión de los políticos cristianos, estimular la búsqueda de solidaridad, con sentido de apertura, sin miedo ni egoísmo. La Iglesia debería aplaudir las buenas soluciones y aportar su crítica en todo lo que sea negativo. Deberá infundir confianza en el futuro, hacer que los hombres y los pueblos se encuentren y compartan sus riquezas culturales, pedir que el progreso económico se ponga al servicio del hombre.
Por medio de nuestras acciones de cada día, aunque sean sencillas, por la voluntad y la conciencia que tenemos de la riqueza evangélica y de la tradición cristiana, queremos estar en Europa para animarla espiritualmente, dándole confianza y alegría y haciendo que sea ella misma.
Un cristiano y cualquier hombre de buena voluntad no actúa sólo para la resolución de los problemas económicos, sino también y siempre para la justicia y para una mayor humanidad para todos.
Juan Pablo II, 22.11.85