Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
254. ENERO. Año 1989 |
0.
SUMARIO |
TODO
es llamamiento divino, palabra de lo alto, de Dios. ¿Nos acercamos a él, o es
el que viene a nosotros? Cuando Dios se hace hombre, es nuestra humanidad que
se conmueve, y nos sentimos impulsados a definirnos, mientras camina a
nuestro lado. Podemos rechazarlo, pero no podemos evitarlo. Podemos no
agradecer sus dones, pero no podemos negarlos; podemos cerrar los ojos, pero
no podemos apagar la luz; podemos mentir, pero no podemos destruir la verdad.
Por eso, los primeros que lo reconocen son los sencillos de corazón, los que
no temen perder nada dándolo todo: pastores, magos y almas que han crecido en
la esperanza, y los santos de todos los tiempos. |
BLANCO
COMO LA NIEVE |
RAÍCES |
UNA
ESTRELLA SOBRE EL CAMINO |
LA
AMISTAD |
LAS
VOCACIONES CONVERGENTES |
NEWMAN.
EL GOZO COMPARTIDO |
AMIGOS
Y HERMANOS |
{1} |
1.
BLANCO COMO LA NIEVE |
Su
cabeza y sus cabellos son blancos como la lana blanca y como la nieve.— (Ap
1, 14). |
Tu
cabellera es blanca, oh Jesús, porque tú eres el Hombre lleno de días, como
dice el profeta Daniel. |
Eres
Dios desde toda la eternidad. Sin duda, has venido a nosotros como un niño;
has sido suspendido en la cruz a una edad en la que todavía no aparecen las
canas, pero hay en ti algo que te envuelve en el misterio y que impide a los
hombres conocer tu edad. |
Los
fariseos te hablaban como si estuvieras a punto de alcanzar los cincuenta
años. En cambio, tú has vivido millones y millones de años, como lo muestra
tu mismo rostro. E incluso cuando eras solamente un niño, tus cabellos eran
tan brillantes que la gente decía: «Son como la nieve». |
Oh
Señor, siempre anciano y siempre joven, tú contienes toda la perfección y la
vejez, en ti, es infinitamente más hermosa que la más bella juventud. |
Tu
blanca cabellera es un adorno, no un signo decrépito. Es tan brillante como
el sol, tan blanca como la luz, tan deslumbrante como el oro. |
Señor
Jesús, que yo te pueda amar siempre, no con ojos humanos, sino con los del
Espíritu que supera cualquier claridad humana. |
John
H. Newman, C. O. |
{2} |
2.
Raíces |
POR
el misterio de la encarnación, confesamos que el Verbo se hizo carne, pero no
como si hubiese asumido una naturaleza humana abstracta, para que pudiera, de
este modo, elevarse a la misión que el Padre le había encomendado y ser, a la
vez, modelo de hombre universal. También en Cristo existe «el hombre y su
circunstancia», y la primera de ellas la constituyen sus raíces, es decir, su
raza, su familia, su pueblo, su cultura, el lugar y el tiempo en que vivió.
La encarnación no fue una ascensión a la inversa, llovida del cielo, como si
el Espíritu Santo hubiese intervenido para dotar al Hijo de Dios con una
naturaleza humana aséptica, milagrosamente diferente del resto de los seres
humanos en la más mínima de las características les son propias, excepto la
impecabilidad. Como cada ser humano tiene las suyas, él tuvo sus raíces,
propias y concretas, que agradeció y estimó, en lay que apoyó toda su misión,
sin orgullo y sin complejos amigos, patria, lengua, religión. |
Curiosamente,
y habiéndolo podido elegir, Cristo no nace en una ciudad cosmopolita, ni
habla la lengua de los sabios o los políticos de su tiempo, ni busca la
eficacia de su misión en las estrategias humanas, ni prefiere codearse con
los grandes e influyentes, con los ricos, sabios y poderosos del mundo, ni
suyo ni ajeno. Roma, en Au época, le habría ofrecido un marco adecuado a
estas miras. Cierto que no excluye a nadie, pero sus preferencias son
claramente distintas y aun opuestas a los apresurados criterios humanos de
todos los tiempos. Cuando con tales criterios se ha pretendido hacer obra de
Dios para cambiar el mundo, en realidad se ha comprometido, más que ayudado,
a la Iglesia, porque ha sido desnaturalizada su misión original, haciéndola
más sectaria que eclesial, incluso cuando se han invocado intenciones
universalizadoras. Fue el pecado de la Sinagoga, que pretendió ser fiel, con
espíritu de secta, al Dios único y verdadero, y por esto rechazó a Jesús. |
{3}
Contrariamente a lo que pueda parecer, el amor a las propias raíces cura de
sectarismos, porque destruye el mito, o el dios falso, de lo grandioso y
despersonalizado, como ocurre con aquellos que hablan con exceso de patria
precisamente porque carecen de ella, o ya no saben dónde tienen sus raíces,
salvo lo que en abstracto les conceda, por sugestión o interés, el mito
cultivado. |
En
nuestra época, en la que tan fácilmente nos dejamos seducir por lo grande y
sorprendente, por lo rápidamente exitoso, por lo que la propaganda nos ofrece
con halago de nuestra vanidad, es particularmente conveniente ser fieles a
las propias raíces, sin despreciar las de nadie, por respeto a la justicia y
porque la diversidad es enriquecedora, y por esto mismo querida por Dios,
multiforme en todos sus dones. |
Sin
amor a las propias raíces no seríamos verdaderamente humanos, aunque sí, tal
vez, esclavos del número, del éxito económico, del prestigio social,
demasiado Ambiguos para ser instrumentos puros al servicio del Evangelio. Es
sobre los dones naturales y verdaderamente humanos que se edifica el orden
sobrenatural, toda la economía de la gracia divina. Por eso Dios dio, con la
naturaleza, verdaderas raíces humanas a su Hijo, cuando se hizo hombre; lo
mismo que las había dado a su pueblo elegido y que las ha dado y da a los
verdaderos santos. |
Y
es preciso tener en cuenta que Cristo, propiamente, no es un hombre
universal, sino universalizado. Lo mismo que todo cristiano fiel a su
bautismo. |
"¡Que
todos sean uno!»... Ésta es la culminación del milagro de amor, que comenzó
en Belén, y del cual los pastores y los Magos fueron los primeros frutos: la
salvación de todos los hombres, su unión en la fe y el amor, a través de la
visible Iglesia fundada por Cristo. |
«¡Que
sean uno! Éste es el propósito del divino Redentor, y nosotros hemos de hacer
todo lo posible para alcanzarlo, pues constituye una grave responsabilidad
que pesa sobre la conciencia de todo hombre. |
En
el último día de juicio particular y universal, cada voluntad individual
deberá dar razón, no del éxito alcanzado en orden a la restauración de la
unidad, sino si ha rogado, trabajado y sufrido para ello: |
si
cada cual se ha impuesto a sí mismo una sabia y prudente disciplina, paciente
y perseverante, y si ha dado una total preferencia a los impulsos del amor. |
Juan
XXIII, 1962, Discorsi V. p. 48 |
{4} |
3.
UNA ESTRELLA SOBRE EL CAMINO |
NUESTRO
camino. El camino de los hombres, la vida. No simplemente estar en este
mundo, sino asumir conscientemente la realidad que somos, el ser que hemos
recibido, y movernos encauzando el dinamismo que late en nosotros, mediante
el cual nos expresamos, nos desenvolvemos, crecemos, en busca de lo óptimo
que nos depare la suerte de vivir, dado que la nuestra no es una existencia
ciega, sino inteligente y libre, capaz de conocer y de elegir, capaz de
responsabilidad, de hacer de nuestra vida una respuesta a un fin conocido, de
hacer de él un ideal amado. |
Hemos
recibido el don de la vida, sin haberlo pedido. Pero apenas alcanzamos el
pleno uso de nuestra inteligencia, podemos descubrir que no estamos
destinados a la fatalidad, sino abiertos a la esperanza inmensa, que va más
allá del tiempo. Sobre todo, cuando sobre nuestro camino resplandece la luz
de la fe. Un poco, pensando en los Magos, podemos decir que ella nos lleva a
Cristo, y con ella nos llevamos a Cristo para el resto de todo nuestro
peregrinar sobre la tierra, con la esperanza gozosa del último gran
encuentro, eterno y feliz, en el portal de la gloria. |
Pero,
entre nuestro nacimiento y este encuentro último en el que definitivamente
nos restituimos a Dios, se extiende el camino de nuestra vida, y a lo largo
de él ―generalmente poco después de sus principios― existen dos
momentos de capital importancia, que nos van a definir de cara a Dios. El
primero de ellos es aquel en el que, siendo ya capaces de recibirla, nos
llega la primera noticia de Dios. |
Para
los ya bautizados, este momento {5} de toma de conciencia acaba de definirnos
como tales, en los casos en que el bautismo fue recibido en edad
inconsciente, como ocurre en las familias de tradición cristiana. |
Cuando
decimos «noticia de Dios», no nos referimos a la que acaba con la simple
aceptación mental de la existencia, racionalizada o no, de un Ser supremo. A
los cristianos no nos basta el Dios de los filósofos, presentado en una
definición conceptual, aunque sitúe a este Dios en la cumbre de las
perfecciones ontológicas. Nosotros creemos en un Dios que es el Ser supremo
único, e infinito, y personal, que, por lo tanto, se nos comunica y reclama
la respuesta de nuestra vida, que le encuentra y accede a él a través de la
fe sobrenatural. Esta fe es el primer don que de él recibimos y con el que se
nos muestra; don que luego hemos de desarrollar sin desvincularnos del
influjo divino, que llamamos "gracia". Ésta, correspondiendo a
ella, vigorizará nuestra respuesta operativa, especificada en las virtudes
esenciales del cristiano, comenzando por las que llamamos teologales
―fe, esperanza y, sobre todo, caridad― y siguiendo por las
morales. No nos detenemos a describirlas; bástenos recordar que se trata de
potencias sobrenaturales, de hábitos operativos ordenados al bien, que
resultan de los done de Dios y del ejercicio y buena voluntad del sujeto, al
paso que crece en libertad y en entrega generosa a Dios. Todo cristiano está
llama do a dar esta respuesta a Dios. Po demos decir que en ella se contienen
las disposiciones esenciales a través de las cuales se desarrolla la
consagración bautismal, que inicia la vida divina en nosotros. |
Pero
es preciso no detenernos en la consideración del bautismo, como si se tratara
de la vocación general, del llamamiento genérico dirigido a todos los
hombres, para hacerlos radicalmente hijos de Dios en la Iglesia, dejando para
grupos más selectos las llamadas vocaciones especiales o, también,
"religiosas" con vistas al compromiso de abrazar la vida evangélica
de modo más estricto. Todo cristiano, todo fiel, llegado a la madurez mental
a que hemos aludido, consciente de su encuentro personal con Dios, ha de
saber decidirse por el modo, el talante propio, la manera concreta de vivir
en esta tierra, la respuesta que da a Dios con su fe, caminando hacia él. Es
lo que podemos llamar vocación personal, en la que se produce la correlación
de llamamiento (en el que no suelen faltar los signos providenciales que lo
hacen creíble) y correspondencia más o menos generosa e iluminada. Tampoco
sería {6} correcto hablar de elección de estado o de vocación. No se trata de
elegir, sino de decidir, de asumir la respuesta. Por tanto, es preciso obrar
con suma rectitud de intención a la hora de emprender el camino al que nos
sentimos llamados. No se trata de resolver la vida, de colocarse, de
instalarse, sino de dirigirse a Dios por el camino que prudentemente creemos
que él nos dispone. Después de haber nacido, después de haber recibido el
bautismo, lo más importante en la vida del cristiano es encontrar este camino
y andar decididamente por él. Podemos tener cerca quien nos ayude, pero no
quien substituya nuestra responsabilidad. En cualquier caso conviene no
olvidar que «un ciego no puede conducir a otro ciego». |
Existen
matrimonios infelices y familias desgraciadas que sufren, a pesar de creerse
cristianos, por haberse lanzado a abrazar un estado sin el planteamiento
previo, sobrenatural y prudente, de quien toma un determinado camino que le
ha de llevar a Dios. Han seguido el ejemplo de lo que hace la mayoría
―«todos lo hacen»―, sin apenas otros criterios que los humanos o
psicológicos, que ciertamente no pueden ser suficientes para acercarse a un
sacramento que debe santificar a quienes lo reciben. Se puede decir otro
tanto de aquellas vocaciones de vida e evangélica fracasadas, en las que la
verdadera piedad y fe sobrenatural fue substituida por un pietismo que se
olvidó de profundizar en las virtudes sólidas, deteniéndose en lo más externo
y convencional, donde las acciones buenas suelen perderse como formas
disimuladas de otra vanidad, que no resiste ni las pruebas del sacrificio y
la humildad ni es capaz de perseverancia sencilla y gozosa. En la puerta de
un convento había un reclamo para posibles vocaciones, que decía
aproximadamente así: «Para entrar aquí se necesitan personas de oración,
limpias de entendimiento, desprendidas de sí mismas y determinadas a no
quedarse en la mediocridad». |
Disposiciones
que son útiles para todo cristiano, cualquiera que sea el camino por el que
Dios le llame, si quiere llegar a Dios al final de la vida. |
Dios,
el Evangelio, esta vida, la diversidad de formas en que puede ser vivida, el
ideal de la santidad, el ejemplo de las virtudes que todavía nos alcanzan al
recordar las vidas de los santos, la misión de la Iglesia, a la que hay que
referir todos los caminos, todas las vocaciones, todas las
"respuestas" de la fe a través de la vida de cada uno y de todos,
hermanados como "pueblo de Dios"... Todo esto contiene una
hermosura capaz de entusiasmar, de despertar proyectos enardecedores. Pero es
preciso {7} concretarlos, porque sería triste, al final de la jornada, el
haber estado recorriendo, mirando y comparando qué "elegir", sin
haber dedicado mucha oración para auscultar y recoger las señales de la
Providencia y "decidir" en consecuencia, libres de egoísmo y
condicionamientos, para que, lo que tuviéramos que hacer, camino de Dios, no
sean las sobras de las energías que con la vida nos ha dado, sino la entrega
gozosa a un ideal que comenzamos a edificar mientras vivimos en el mundo,
pero que no es sólo para este mundo, ni nos cabe en él: bien sea el
matrimonio para formar una familia (y no porque «todos lo hacen»), o para
reproducir más de cerca la vida de Cristo tal como se nos muestra en el
Evangelio (y no porque un compañero se nos hizo fraile o una amiga ha entrado
de monja). No soluciones, ni colocaciones, ni ilusiones, sino ideales,
vocaciones. |
A
Dios le podemos pedir muchas cosas, pero es seguro que cuando nos dirijamos a
él con limpieza demente , con desprendimiento, sin ponerle condiciones, ni
pretender jugar con dos barajas, no ha de tardar en mostrarnos con su acción
providencial la senda que nos abre para que nuestro bautismo no quede en gola
iniciación cristiana, sino en reflorecimiento de vida hermosa, capaz de
hacernos felices, aquí mismo y aun con penas, y fecunda de bienes para
nuestra propia alma y para la Iglesia. |
Y
decimos "para la Iglesia" con plena intencionalidad. Porque no
sería cristiana una "respuesta" a Dios encerrada en lo individual,
en la santidad autocontemplada. Todo lo que es bueno, y más lo divino, se
proyecta. Decimos "vocación", pero debiéramos decir, más bien,
"con-vocación", porque es del estilo de Dios que lo bueno sea
convergente, como la amistad y como el amor, y como el gozo, que necesita ser
compartido para que se convierta en fiesta. |
Especialmente
los más jóvenes, ojalá sean valientes, como pedía san Juan, para que no
retarden las propias decisiones y caminen fieles al resplandor de la estrella
que Dios encienda sobre su camino. |
A
los mayores resta la perseverancia, o poner humildemente remedio a los
errores ya inevitables, hasta la medida que las fuerzas alcancen. Pero, para
todos, siempre hay una estrella sobre el camino, y hay que serle fiel, hasta
que nos conduzca a Dios. |
El
esfuerzo por establecer la Justicia y la paz y por afirmar el progreso humano
ha de ser tenido como parte integral de la evangelización, Sínodo episcopal
sobre los laicos (1987), n. 30 |
{8} |
4.
La amistad |
ME
estrechaban fuertemente a mis amigos cosas como el conversar y reírnos
juntos, servirnos unos a otros con buena voluntad, juntarnos a leer libros
que nos gustasen, a divertirnos honestamente, a discutir alguna vez en los
juicios, pero sin quedar resentimiento y como lo suele ejecutar uno consigo
mismo, y con el agridulce de tales disensiones ―que rarísima vez
sucedía― dábamos sabor a nuestra dulce conformidad; enseñarnos
mutuamente alguna cosa, tener sentimiento de la ausencia de los amigos, y
recibirlos con alegría cuando volvían. |
Con
estas señales y otras semejantes que, naciendo del corazón de los que entre
si se aman, y que se manifiesta por el semblante, por las palabras, por los
ojos y por mil movimientos, encendíamos nuestros ánimos y de muchos hacíamos
uno solo. |
Esto
es lo que se ama en los amigos, y de tal modo se ama, que se tendrá por
culpable el hombre que no amase al que le ama, o no correspondiese con su
amor al que le amó primero, sin desear ni pretender de su amigo otra cosa
exterior, más que estos indicios muestras de benevolencia. De aquí nace el
llanto y lamento cuando muere algún amigo; de aquí los lutos que aumentan
nuestro dolor; de aquí el tener afligido nuestro corazón, convirtiéndose en
amargura la dulzura que antes gozaba; y de aquí la muerte de los que viven
por la vida que han vivido los que murieron. |
«Dichoso
el que te ama» (Tb 13, 18), y a su amigo ama en ti, y al enemigo por amor
tuyo. Porque sólo se está libre de perder a los seres amados cuando se les
ama a todos en Aquel que nunca se le puede perder. Y ¿quién es éste sino
nuestro Dios, aquel «que hizo el cielo y la tierra» (Gn 1, 1), y que llena la
tierra y el cielo, porque llenándolos los hizo? |
A
ti, Señor, nadie te pierde nunca, sino el que te deja. Y el que te deja,
¿adónde va, o adónde huye, sino de ti, amoroso, a ti mismo enojado? Porque,
¿dónde no hallará tu ley en su castigo? «Pues tu ley es la verdad y tú la
verdad misma» (Sal 118, 142). |
San
Agustín, Conf III, 8-9 9 |
{9} |
5.
Las vocaciones convergentes |
UNA
vocación no es solamente una "llamada", sino la empresa de
corresponder a ella haciendo camino en el sentido que el reclamo, que nos
concierne, nos solicita. |
Para
los cristianos, el llamamiento a la fe no se comprende nunca como un hecho
aislado, que se inicia y se agota en cada sujeto, sino que comporta, junto a
la experiencia personal de cada uno, la de los hermanos que caminan cerca de
nosotros. Dios no llama a nadie para ser destinado a una tarea individual y
exclusiva; no concede don alguno que no haya de ser compartido, participado.
No existen, por lo tanto, vocaciones solitarias. La vocación de cada hombre
no es solamente concomitante, sino también convergente con la de otros
hombres, sin que por ello quede diluida en la colectividad de la humanidad. |
Una
explicación basada exclusivamente sobre el carácter social de la persona
humana no sería suficiente, y un humanismo que se apoyara sobre esta base
correría el riesgo de sacrificar al individuo en beneficio de la comunidad,
como si precisara aceptar la renuncia a la supervivencia personal y
consolarnos con ver realizado al individuo absorbido en la sociedad. Si
alabáramos al hombre por este pretendido heroísmo, se trataría de una
exaltación que, en realidad, lo limitaría y lo destruiría. También en el
campo de la fe: pues ésta no consiente ser instrumentalizada en beneficio de
la {10} eficacia temporal sin que, al mismo tiempo, quede desvirtuada su
sobrenaturalidad. Ni tampoco bastaría con invocar la coincidencia de todos
tras un mismo y único fin; no pasaría de una remisión desencarnada, lejana,
fríamente teórica, válida, a lo sumo, para un pretexto enajenador e
hipócrita. |
La
Iglesia es la hermandad de los hombres que caminan bajo el signo de la misma
fe cristiana: en ella Dios nos llama, nos convoca a todos. El compromiso de
la respuesta comprende dos vertientes indisociables no sólo porque en ella
nuestras huellas se hunden en el camino de la fe, sino porque con ella
creemos y compartimos la esperanza santa de la vuelta a Dios. |
La
vida de fe—ni la vida de la Iglesia, ni la vida en la Iglesia― no
consiste en "estar aquí". A los que les basta esa sola permanencia,
o se aburren meditando en el absurdo, o padecen la angustia de la duda, o se
limitan a la voracidad egoísta, esclava del propio gusto, o bien, tras la
noble apariencia con que envuelven lo visible de su vida, ocultan, tal vez,
un pretexto para la vanidad; no tienen ideales. |
La
fe, en cualquier caso, es más que un ideal. Más bien podemos afirmar que
inspira los ideales, puesto que solamente ella puede legitimar los que son
realmente verdaderos, los que no usurpan en vano tan noble nombre, es decir,
los que son algo que, para el hombre y ante Dios, valen tanto como la vida y
más que la vida. |
{11}
Ahora bien: un ideal no puede vivirse en soledad; ha de ser vivido respecto a
otros y con otros, hermanadamente. Lo mismo que la fidelidad y la
perseverancia, un ideal se alimenta de la adhesión, del amor y de la alegría
compartida en generosidad, sacrificio, belleza y entusiasmo. Consiste en
recibir y en dar: todo es para agradecer y para difundir, y se convierte en
motivo espiritual, y a la vez concreto, del gozo y de la esperanza. |
Cuando
la Iglesia reconoce, por ejemplo, la libertad de asociación, no lo hace para
transigir frente a los modelos profanos de las declaraciones de derechos,
sino que, superando cualquier oportunismo, tiene en cuenta que sus miembros
no caminan aisladamente, mientras avanzan, convocados por la fe, y regresan a
la casa del Padre formando grupos fraternales deliberadamente elegidos, a la
vez que de este modo configuran el Cuerpo de su Hijo. Somos Iglesia y
caminamos con la Iglesia. La profundización en la vida de fe converge con la
respuesta concreta de los hermanos. |
Por
esto, amar a Dios es amar a los hermanos y, en definitiva, amarnos también a
nosotros mismos. El amor es único у unifica. Newman pensaba seguramente
en todo esto cuando, fundándose en san Pablo (Flp 1, 9: «que vuestro amor se
enriquezca más y más con el conocimiento lleno de sensibilidad para todo»),
hablaba de la necesidad del «acuerdo mental» («intellectual agreement») entre
los que caminan juntos para responder al llamamiento de Dios en cada uno de
los rodales o parcelas del campo de la Iglesia, en este mundo. |
La
entrega total a Dios compromete n un nivel de tal profundidad, que los
cambios de estructuras, las actividades, aun teniendo verdadera importancia,
ésta es sólo relativa. Lo esencial es conservar una conciencia viva de la
llamada de Cristo, que elige a sus amigos. |
Pablo
VI, 3.10.1973 |
{12} |
6.
NEWMAN: EL GOZO COMPARTIDO |
EL
GOZO, la alegría, la felicidad, no son virtudes, pero sí vibración del ánimo
frente a lo bueno, o tenido por tal. En la transparencia del gozo existe un
elemento, la gratuidad, sin la cual no existe gozo auténtico ni justo. Por
esta razón, para que el gozo sea gratuito, debe ser compartido, indivisible,
más que una fraternidad, como Newman señala en una poesía referida a los
hermanos apóstoles Santiago y Juan (1); es decir, más que la sangre y el
corazón: también el pensamiento, la vida y los ideales. |
Soledad
y amistad |
Cuando
en esta misma serie nos hemos referido a la soledad interior de Newman (2),
no la entendíamos como si se tratara de un aislamiento. No tiene por qué
existir contradicción entre esa soledad y la amistad verdadera. A él mismo no
le pasó inadvertido el contraste entre el deseo de soledad y el impulso de la
amistad; contraste que fue una parte del drama interior de su vida (3). Gozo
y dolor {13} le reportaron cada una de estas tendencias, pues la soledad es
unas veces paz y reposo, y ambiente para la oración el estudio, pero también
se torna dolorosa cuando no es posible hallar con quien poder compartir el
beneficio de un gozo que aflora, por más que, mientras se gesta en la
esperanza, tal gozo presentido ya constituye un principio de felicidad. Para
el creyente, esta esperanza es la que nutre la oración, la que se abre a la
búsqueda y a la oportunidad del amor, la que impulsa las buenas obras, los
proyectos inspirados, los grandes ideales. |
Por
esto, en Newman, de la soledad que purifica y profundiza la conciencia de sí
mismo, nace la amistad con Dios el afecto más puro, no condicionado, con los
hermanos de camino. De esta doble experiencia nosotros señalamos el relieve
de la amistad. |
La
palabra "amigo" |
A
quien deseara una incursión en el tema de Newman y la amistad, le bastaría
abrir las páginas de la Apología, o recoger en la abundante correspondencia
la palabra "amigo» ―«friend»―, tan repetida, además, en sus
poesías. Por si fuera poco, el P. Tristram ha reunido en un libro una
preciosa colección de dedicatorias a los amigos —«gemas literarias
perfectas»―, harto elocuentes, en las cuales «el corazón habla al
corazón», serenamente, con inafectada sencillez, dignidad y sinceridad (4). |
De
las páginas de la primera fuente aquí citada, sacamos unas palabras que
resumen todo el agradecimiento, todo el gozo y todo el dolor que la amistad
labró en la vida entera de Newman: |
«Nadie
ha tenido jamás amigos más amables y más indulgentes que los que tuve yo;
pero, en cuanto {14} al modo de ganármelos, he expresado mi sentimiento (...)
en algunos versos. Al referirme a las bendiciones referidas, decía:
"Bendiciones de amigos, llegados a mi puerta sin que hubiesen sido
llamados ni esperados". Ellos vinieron y ellos se fueron. Vinieron
trayéndome una gran alegría; se fueron con un gran dolor para mí. El que me
los dio me los quitó» (5). |
En
Ealing, luego en la universidad, y en el resto de los proyectos
―Movimiento de Oxford, fundación del Oratorio en Inglaterra, actuación
en The Rambler, la Universidad de Dublín...― en que participó, son
siempre empresas en las que se congregan, amigos y hermanados, sujetos que
parten de un previo «acuerdo mental» (6) y una comunión afectiva, en el
centro de la cual emerge en todos los casos y se mantiene el liderato de
Newman. Sin embargo, no podría afirmarse que él se imponga o exija tal preeminencia,
ni que el suyo fuera un proselitismo invadiente. Esta misma actitud,
profundamente respetuosa para con los amigos, le acarreará la acusación de
falta de celo para hacer «conversiones». Él, en cambio, desconfía de la
actividad llamada apostólica cuando ésta cede a la tentación del ejercicio de
presiones o estrategias humanas, o se mide por la apariencia de éxitos
inmediatos o demasiado brillantes (7). |
{15} |
Amigos
para un ideal |
Los
amigos, para Newman, no son ante todo un solaz en el que descansa el afecto y
la comprensión, o incluso el consentimiento de los halagos, en buena
compañía, desde la cual se conjugan las disposiciones para acometer empresas
nobles, sino que se pretende una nobleza más alta, desde la cual, lejos de
deshumanizar la relación cordial, ésta se fortalece, se purifica y se eleva.
El primer amigo es Dios mismo, desde el momento en que se descubrió su
presencia intima, ya para siempre sentida como una evidencia consciente (8). |
Fue
a raíz de este descubrimiento espiritual que se abrió a la amistad con su
maestro, el reverendo Walter Mayers, en el Ealing School, a quien Newman
bendice como el camino o «medio humano para el despertar de su fe divina»
(9). En él desahogará su alma cuando, al llegar a la universidad, tropiece
inesperadamente con los contrastes entre fe y vida (10), y de él hará
memoria, con gratitud inmarcesible, en 1828, con ocasión de los funerales de
este providencial primer amigo espiritual, con palabras que recoge Ward, en
las cuales, sin que Newman se dé cuenta, se trasluce a sí mismo en la imagen
admirada del maestro, como hombre de oración y de una religiosidad directa en
toda su conversación, que discurría con naturalidad, sin {16} afectación
alguna (11). |
Ya
hemos visto que, en Oxford, su primer inseparable compañero universitario fue
John William Bowden, siempre fiel, aunque fallecido demasiado joven, cuando
faltaba seguramente muy poco para acompañarle en la conversión al
catolicismo. |
"El
vino añejo" Verdaderos amigos, guiados por un ideal superior a cualquier
interés personal, lo serán Newman y Bowden, con Pusey, Keble y Froude. El
Movimiento de Oxford se apoyará en esta fidelidad de corazón y de
pensamiento. Se influirán recíprocamente. Newman, aun siendo más joven que
ellos, superará las huellas emocionales del calvinismo y se convertirá,
finalmente, y de modo espontáneo, en el centro del grupo. El rescoldo de esta
amistad universitaria Newman lo encontró en el Oriel, donde fue decisivo el
trato con Whately y Hawkins, si bien estas relaciones amistosas necesitarían
un capítulo especial. La más fuerte fue seguramente la de Keble, de la cual
Newman refiere el primer encuentro, provocado por Froude, «el ladrón que hizo
una buena acción» (12). Serían éstos los amigos cuya fidelidad dejaría
intacta el paso de los tiempos: |
«old
friends» ―el vino viejo, que sigue siendo siempre el mejor (13)—, a
pesar de que no acabaran siguiéndole en las etapas del camino de la fe hacia
el catolicismo, lo cual no fue un gran dolor 59-60. |
{17}
por el desprendimiento interior que el amor hacia todavía más sensible: «La
separación de los amigos fue algo que pesó sobre mí durante un par de años
antes de hacerme católico, y afectó seriamente sobre mi salud. Es el precio
que hube de pagar a cambio de un gran bien. Cada uno ha de dar lo mejor de sí
mismo» (14). |
Liderato
y amistad |
Después
de Oxford, en el retiro de Littlemore y, enseguida, en Birmingham, seguirá
amando y siendo querido por los demás, si bien desde una posición en la que,
a pesar de sí mismo, se diferencia mucho de los demás, a los que sobrepasa
por su gran personalidad. El P. Tristram lo resume bien cuando escribe: «Era
preeminentemente un hombre {18} que no seguía a los demás, sino que eran los
otros quienes le seguían a él; en el Oriel, en Littlemore, en Edgbaston, fue
el centro de un grupo de jóvenes, en general más jóvenes que él, que lo
admiraban y lo tomaban por guía, y cuantos más tarde fueron participes de su
intimidad lo reverenciaron sobremanera. En su propia comunidad fue siempre el
protagonista, una persona al margen de las demás, un ser que pertenecía a un
orden distinto, pero que, a la vez, permanecía atractiva y atrayente» (15). |
Fidelidad
y soledades |
Pero
hubo una gran amistad que es preciso poner de relieve, parecida a la
evangélica de Jesús con el discípulo preferido, entre Newman y el fidelísimo
y siempre dispuesto a ayudarle Ambrose St. |
John.
Fue un confortante regalo de la Providencia a lo largo de pruebas y
soledades, de silencios y desafecciones, y de abandonos e ingratitudes de
algunos de los más obligados. Esas purificaciones del alma que no pueden ser
descritas en breves palabras. Tal vez, el sepulcro compartido en Rednal puede
explicarlo en parte, y puede ayudar a comprender el ideal del Oratorio
inglés, que fue concebido como algo más que una mera solución comunitaria
para recoger a convertidos o hacer posible la satisfacción de un cierto
romanticismo espiritual de huella cristiana. |
Compartir
la alegría y el gozo de la fe y de la renovación de la Iglesia, con el doble
latido formado por el propio corazón y el de los amigos, como en las últimas
palabras con las que Newman cierra su Apología, en la cual, con la paz y la
esperanza purificadas en el crisol de la vida, recuerda a Oxford desde el
Oratorio presente, por el gozo indivisible y desbordante, para que se
convierta en fiesta para todos en el cielo. |
(1)
«Brothers in heart, they hope to gain / an undivided joy», V. V. (1868, 1a
ed.), p. |
153 |
(2)
LAUS, oct. 1988, p. 13. |
(3)
«I have ofteen been puzzled at myself, that I should be both particularly
fond of being with Friends». De una carta a un crítico, al que agradece la
recensión de VERSES IN VARIOUS OCCASIONS, en 1868. |
(4)
H. Tristram, en NEWMAN AND HIS FRIENDS, p. 26. |
... |
(5)
APO. p. 27. |
(6)
«Intellectual agreement.. Newman se refiere a él e propósito del Oratorio,
como ideal de comunidad. Glosa A san Pablo (Flp 1, 9 y 1Co 1, 10), y enfatiza
la necesidad de este acuerdo previo, sin el cual la invocación de la
ciertamente excelente caridad podría convertirse en mera retórica (ef. L. D.,
vol. XIII, p. 426). |
(7)
#At Propaganda, conversions, and nothing else, are the proof of doing any
thing. |
Everywhere
with Catholics, to make converts, is doing something and not to make them, in
doing nothing (...) they must be splendid conversions of great men, noblemen,
learned men, not simply of the poor; (...) their notion of the instrumentally
of this conversion in masse, is the conversion of persons of rang (...) I
never have courted men, but they have come to me.. A. W. (ed. 1956), pp. 393
y 395. |
(8)
I feel it is impossible to believe in my own existence (and of that fact I am
quite sure) without believing in the existence of Him, who lives as a
Personal, All-seeing, All-judging Being in my consciences. APO., p. 180:
véase también (9) The conversations and sermons of the excellent man, long
dead, the Rev. Walter Mayers, of Pembroke College, Oxford, who was the human
means of this beginning of divine faith in me». APO., p. 17. |
(10)
«It is sickening to see what I might call the apostasies of many», L. D.,
vol. I, p. 66. |
En
una de sus primeras cartas desde el Trinity, en 1817, ya le había escrito: «I
was deceived in my expectations of being in Town a few weeks after I left
Ealing (...) I hope I shall continue firm in the principles, in which you,
Sir, have instructed me» y le promete convertir en práctica las buenas
resoluciones, hasta la hora de la muerte (0.e., p. 31). |
(11)
Cit. por W. Ward, THE LIFE OF JOHN HENRY CARDINAL NEWMAN (1912) vol. II, p.
512. |
(12)
Newman lo reporta: «Hurrell Froude brought us about 1828: it in one of the
sayings preserved in his REMAINS, ―"Do you know the story of the
murdered who had done one good thing in his life? Well; if I was asked what
good deed I had over done, I should say I had brought Keble And Newman to
understand each other"». |
APO.,
p. 29. |
(13)
En una carta a Isaac Williams, el 21 de oct. 1861: «There is no pleasure of
this world which to me would be so great in itself, as to see you and other
of my old friends (...) Or friendship, our Lord's words seem to hold, Nemo
bibens vetus statim vult novum; dicit enim, Vetus melius est (Le 5,39)», L.
D., Vol. XX, Pp, |
(14)
En una carta a Robert Wilberforce, el primero de sept. 1854 (L. D., vol. XVI,
p. |
242). |
(15)
O. c., p. vii. |
... |
Os
llamo amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer. |
No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. |
Esto
os mando: que os améis a otros. |
Juan
15, 15-17 |
{19} |
7.
Amigos y hermanos |
Hay
una historia que lleva los nombres de Juan y Andrés, de Pedro y Santiago, de
Natanael, de Felipe... Comenzó con los dos primeros, a la orilla del Jordán,
cuando Jesús estuvo allí. |
Es
una historia de amigos y hermanos, y Jesús como Amigo común y Hermano mayor,
porque era el Hijo en quien el Padre del cielo se complacía. En poco tiempo
llegaron a formar una comunidad de afecto santo, comprometida con el proyecto
de Dios, un Reino totalmente nuevo, que ya se vislumbraba. |
Amistad
y hermandad que sería más que un ideal; significaba adherirse a la Persona de
Jesús: abrirse a su pensamiento, darle el corazón, mantenerse conscientemente
fieles, seguirle con libertad, hasta siempre. Sería una vida que la gracia, o
miste rio del tacto de Dios en el alma, penetra, traba y entusiasma. |
En
adelante, allí donde esto no se quebrara, se reconocería que los hombres, sin
mentir, serían hijos de Dios y formarían la Iglesia. Amigos y hermanos de
Cristo, hijos todos del Padre del cielo, «Padre mío —dirá Jesús, al
final― y Padre vuestro». |
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